Una tesis de 1985 afirmaba que Ciutat Badia no podía considerarse

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Una tesis de 1985 afirmaba que Ciutat Badia no podía considerarse
Una tesis de 1985 afirmaba que Ciutat Badia no podía
considerarse una ciudad debido a la movilidad total
de sus habitantes tanto para cuestiones laborales como
para asuntos de ocio. La lógica de estos desplazamientos,
de esta movilidad total que haría de Badia más bien un
campamento, quedaba truncada sin embargo en la órbita
deportiva. La construcción de un polideportivo municipal,
inaugurado en 1977, en las afueras de Ciutat Badia permitió
pivotar sobre este espacio el mayor número de relaciones
sociales que finalmente iban a construir la comunidad
de vecinos de Badia del Vallès. Aunque la edificación se
produce en las afueras del perímetro radial de la ciudad,
ese que puede dibujarse con la forma de la Península
Ibérica, desde el primer día se constituyó en el espacio
simbólico más importante del lugar, una suerte de Atlántida
si continuáramos el juego de símiles geográficos. El polideportivo de Badia era la instalación deportiva más
importante de esta zona del Vallès y la propia Universitat
Autónoma de Barcelona lo ofreció al uso de sus alumnos
como instalaciones propias. La piscina aclimatada y su
campo de fútbol se convirtieron en acicates para la
“movilización” de las gentes de la comarca. El gran número de socios alcanzado por la entidad gestora de sus
instalaciones –comparables en Badia sólo a entidades como
la Peña Flamenca–, así como el éxito de su cantera de
futbolistas, convirtieron estas edificaciones en un modelo
de ciudad: impulsaron el asociacionismo vecinal, despertaron la competencia municipal, se transformaron en un
hito ciudadano.
En este mismo orden de cosas podemos observar una
cierta compensación simbólica entre la fama de Badia
como ciudad delincuente y su apuesta por ser reconocida
por los éxitos deportivos de sus habitantes. El caso más
significativo es, desde luego, el de Busquets, singular
portero del fútbol Club Barcelona, que llevaba como
apellido permanente su procedencia de Badia del Vallès.
Es cierto que las singularidades del portero –vida disipada,
extravagancias en el juego, falta de disciplina, etc.–
convertían no pocas veces este apellido en apodo sospe557
choso, lo cierto es que toda Cataluña empezó a reconocer
el sitio de Badia en las salidas de este portero fuera del
área, en sus regateos a delanteros del equipo contrario,
en el lanzamiento de faltas muy cerca ya del medio campo.
Los antecedentes deportivos que podemos encontrar
a la hora de establecer una prehistoria de Badia, no
significarían nada en una sociología reglada de este
hábitat ciudadano. Sin embargo, la hipertrofia simbólica
de nuestra ciudad vacía sí que hace especialmente relevante que el doctor Moragas, esposo de Elisa Badia, la
propietaria de algunos de los terrenos en los que se edificaría el polígono de viviendas Badia, fuese el médico del
Barcelona y una institución en ese club de fútbol. Y también
que Miquel Badia, en la cadena arqueológica de propietarios de esos mismos terrenos, hiciese el saludo en el
Parlament de Catalunya a los representantes de la Olimpiada Popular que debía celebrarse en Barcelona entre
el 19 y el 26 de julio de 1936 y que fue abortada por el
golpe militar de esas mismas fechas. La prensa de esos
días revolucionarios recordaba con énfasis las palabras de
Miquel Badia dedicadas al fútbol como “un folklore y una
religión verdaderamente populares” y nombraba como
selección alemana de fútbol a los once de Ernst Thaelmann,
un grupo de deportistas germanos que se había unido
a las columnas antifascistas que marchaban hacia el
frente de Aragón. La última intervención pública de Miquel
Badia, que justificaba de alguna manera sus argumentos
antropológicos en pos del deporte moderno, socialista
y popular, es la que recogen los periódicos como “defensa
pública de unos milicianos que practicaron singularmente
el fútbol con la cabeza de unos santos de madera”, seguramente en los sucesos del sant Crist de Salomó de los
que hablaremos más adelante. El hecho de que la Barcelona revolucionaria de esos días estuviese habitada por
cientos de participantes –6.000 deportistas y 20.000 espectadores– en la órbita del deporte socialista de todo el
mundo que se habían reunido para celebrar la Olimpiada
Popular como alternativa a las Olimpiadas oficiales que
habían manipulado y acaparado los Estados fascistas,
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marcaría singularmente algunas de las batallas de la
propaganda nacionalista contra el Gobierno oficial de
la República. En estos anecdóticos combates debemos
enmarcar los sucesos iconoclastas de Salomó y algunos
otros efectos difundidos por la propaganda fascista: en
la parroquia de San Antonio, en Madrid, unos milicianos,
los delanteros Cachuca y Castorín, le arrancaron la cabeza
al santo titular y jugaron con ella al fútbol, al terminar
el partido, el “delantero centro” se sentó a comer unos
chorizos apoyándose el fusil en el pecho y, tras un tiro
accidental de su propio fusil, le entró la bala por debajo
de la barbilla y le voló los sesos, cayendo el cuerpo
masacrado cerca de la imagen decapitada del santo;
en Barajas de Melo, provincia de Cuenca, todas las imágenes fueron decapitadas y se organizaron torneos de
fútbol con sus cabezas pidiéndose luego, en la represión
fascista, que se fusilara a los rojos en grupos de once
“jugadores”; en Los Vallares, provincia de Jaén, se montó
a las imágenes en unos columpios de feria y la cabeza
de los santos monacales, muy apreciadas por la redondez
que le daban sus tonsuras, fueron empleadas en distintos
partidos de fútbol en los que intervinieron también las
mujeres, muchas de las cuales fueron rapadas después
de la guerra y a María Esteban, que se libró, se le fue
cayendo el pelo hasta el día de su muerte; etc.
Ya señalaba monseñor Montero Moreno que “conocedores, a fin de cuentas, de las principales prácticas
del culto católico, siempre había quien en tales trances
burlescos imitase alguna de ellas”. Pero la trascendencia
de estos relatos lleva las cosas mucho más allá. Como
afirma Manuel Delgado existe una simetría absoluta entre
los relatos de descubrimiento y adoración de las imágenes
y los relatos de su persecución y destrucción dándole
al suceso iconoclasta un carácter ejemplar. El hecho de
que la “venganza divina” por las agresiones anticlericales tenga un cumplimiento simbólico semejante al de la
agresión misma confirma que estos relatos marcan una
horma en el proceder de la colectividad, una forma que
en los anecdóticos sucesos de corte deportivo alcanza
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hasta nuestros días. No se trata ya de señalar al fútbol
y otros deportes de masas como depositarios de la violencia
estructural que sacude nuestras sociedades, sino de
observar cómo las formas de esa violencia son necesarias
para la constitución de nuestra comunidad, aparezcan
éstas con los trajes de la fiesta o con los del conflicto
político y social. Los sucesos de Salomó, en la provincia
de Tarragona, pueden entenderse como un correlato de
los ajustes simbólicos que lo deportivo traza en la comunidad, tal y como la estamos relatando en la ciudad vacía.
“Salomó era conocida en toda Cataluña por la existencia y veneración de un sant Crist milagroso. Al estallar
la persecución de 1936, aquella imagen venerada va
a ser el gran objetivo de los revolucionarios contra Dios.
Trasladada al campo de fútbol, propiedad de la Parroquia,
fue satánicamente destrozado y quemado, menos su mano
derecha, que piadosamente recogida y guardada, es la
que ahora tiene la imagen que reproduce a la profanada
en aquella persecución. Después, en aquel campo de
fútbol donde se había quemado al sant Crist de Salomó,
se sembró trigo. Y todos pudieron comprobar, unos con
devoción y otros con temor, que donde crecía el trigo con
mayor fuerza, lo iba a hacer en forma de cruz, en el lugar
exacto donde habían quemado la imagen adorada por
unos y odiada por otros.” Así es presentada la historia
en Màrtirs del Penedès de Salvador Novell i Bru en 1984.
Se dan después distintas variaciones del relato: donde no
crece el trigo es precisamente en el lugar donde se quemó
el sant Crist y precisamente dejando un hueco con la
forma de cruz; se jugó al fútbol con la cabeza del sant Crist
antes de quemarlo y el sacrílego que jugó de portero en
aquel partido perdió durante la guerra su mano derecha;
no quedó otra reliquia del sant Crist que la redonda corona
de espinas labrada en plata que se entregó como trofeo
al ganador de aquel sacrílego partido de fútbol; incluso
otra más alejada y cruel, al párroco de Salomó, Martí
Francàs Escaler, se le atrapó en un bosque cercano, se le
martirizó cruel y sádicamente, se le cortaron sus órganos
genitales y, en su presencia, se jugó con ellos al fútbol.
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Una versión ilustrada de estos sucesos mitológicos
nos la proporciona Antoni Virgili, historiador que ejerce
actualmente de cronista local de la villa de Salomó y cuyo
comunicado, no exento de curiosas explicaciones científicas, dice así: “He tenido la suerte de haber hablado con
testigos directos y presentes de los disturbios que acabaron
con la profanación de la iglesia de Salomó y la capilla
del sant Crist, ya que, aunque muy jóvenes, echaron ‘una
mano’ a los que llevaban la batuta en aquellos sucesos.
Por la noche, después de cenar, se reunieron los simpatizantes del Comité Revolucionario y procedieron a quemar
todo cuanto había en la iglesia. El altar mayor lo quemaron
in situ, y también prendieron fuego en la capilla del sant
Crist, ardiendo las pinturas y los retablos de la parte inferior.
El resto lo sacaron fuera y lo quemaron en el campo de
fútbol. El sant Crist lo echaron al fuego entero: no se cortaron
ni manos ni cabeza, y por tanto, no se jugó un partido
con ella. Es cierto que se dijo, en forma de rumor, que lo
habían hecho, pero no es verdad. También se dijo –más
en los pueblos vecinos que en el nuestro– que al arrojar la
imagen al fuego se elevó una llamarada que iluminó durante
un tiempo la noche: nada de eso sucedió, claro. A la hoguera
echaron el resto del material de madera, como: bancos,
altares, imágenes, etc., con lo cual ardió durante horas,
provocando una gruesa capa de cenizas que quemó, incluso,
la tierra. Por esa razón, cuando sembraron el campo –es
cierto que lo hicieron campo de labor a pesar de haberse
convertido ya en terreno de juego desde el año 1934–,
el trigo apenas nació en el círculo que había ocupado
la hoguera. Por tanto, no es que el trigo fuese más crecido
y en forma de cruz en el lugar donde fue quemado, sino
que apenas nació, y no había ninguna forma de cruz,
ni nada parecido, pero fue a causa del propio fuego, que
había dejado la tierra sin capacidad productiva. En cuanto
a la corona, haremos una fotografía cuando tengamos
las escaleras lo bastante altas para tomar una buena
imagen, y lo suficientemente cercana, pero tendremos que
esperar a deshacer el escenario del Ball del sant Crist,
que es cuando tendremos todo lo necesario.” La corona de
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espinas, el único resto que queda de aquellos sucesos
es la que tenemos impresa sobre los globos que animan
la entrada Arquitectura prematura del Archivo F.X. El Ball
del sant Crist es una celebración folklórica que aún se
conserva en Salomó y de la creemos que el partido de
fútbol de 1936 hace las veces de relato inverso, de mito
contracultural en el sentido más literal de la palabra.
El Ball de sant Crist representa con música, textos
hablados y danzas un relato mitológico sobre construcción
de lazos en la comunidad a partir de la aceptación de
prácticas comerciales nuevas en la estructura económica
feudal que caracterizaban a esta ciudad y la legitimidad
alcanzada a los ojos del poder religioso, es decir, un relato
sobre la instauración del capitalismo moderno y la aceptación de su práctica por parte de la Iglesia católica. La
narración nos cuenta cómo el mercader Josep Nin –con
unos inciertos orígenes judíos a los que ayudan la toponimia
de Salomó y su escudo con el candelabro de siete brazos–
va a rescatar la imagen de un Cristo crucificado que se
hallaba abandonado en los almacenes de un comerciante
mahometano en las costas de Argel. El viaje a tierras del
infiel se hizo por culpa de la hambruna que asolaba la
comarca, haciendo para la ocasión excepcional la compra
de trigo al infiel a cambio de monedas de oro. El mercader
tiene que elegir, sin embargo, entre el trigo y la imagen,
y frente al prestigio usurero de los mercaderes éste, no sin
la intervención de Dios, elige el Cristo de madera. La escena
más sorprendente se produce en el milagro ante el cadí
musulmán en el que se ponen en una balanza la imagen
de Cristo en un plato frente a las monedas de oro del otro
plato. Con sólo unas monedas el peso del oro supera al
del enorme crucificado de madera, pudiéndose resolver
así la cuestión, volviendo Josep Nin a Salomó con el trigo
y el sant Crist. Por supuesto a partir de aquel suceso los
campos de la comarca vuelven a producir trigo a la vez
que al mercader se le rinden los honores de la ciudad.
Esta alianza se selló con el fuego de las lámparas que
iluminarían permanentemente al sant Crist alimentadas
por aceite de las tierras de la familia Nin. La representa562
ción tiene además todo tipo de ingredientes dramáticos
y coreográficos entre los que destaca la gran figura acrobática en la que la comunidad semeja la figura del sant
Crist ganando en peso al oro y coronando el monte de
su altar. Si bien es cierto que las representaciones actuales
han mermado la violencia de sus bailes los referentes históricos de los mismos –antes del actual aggiornamento
historicista al que los sometió Fabià Puigserver y el Institut
del Teatre de Barcelona– demuestran una adaptación
continua de los mismos a las modas y afectaciones de
cada tiempo. Del mismo modo el texto original encargado a Marc Fuster se fue renovando con la incorporación de elementos contractuales en cada nueva versión.
De esa forma la versión de 1940 del párroco Marçal
Martínez incorpora la cremà de 1936: “Durante siglos
y siglos / nunca recibió mal trato / y nadie le hizo burla
/ a Imagen de tanto valor. / Sólo las hordas salvajes /
del marxismo malhadado / hijos bastardos de un pueblo
/ que fue siempre buen cristiano / troncharon tanto
respeto / Patria y pueblo traicionando / y entre sacrílegas
burlas / la santa Imagen quemaron.” Sólo queda apuntar
un dato, pues el campo de fútbol empezó a funcionar a
instancias de la parroquia –cediendo para ello los terrenos
colindantes– desde finales de los años veinte y como
campo reglado desde 1934. Tenemos que tener en cuenta
que desde 1925 no se celebraba el Ball de sant Crist
y que esta operación futbolística la realizó la Iglesia con
la intención de acercar a los fieles. Hasta los años 1939
y 1940 no se volvió a restaurar el orden y el Ball del
sant Crist a instancias ya de la Falange Española y de
las JONS, si exceptuamos la excepcional celebración
invertida de dicho baile tres años antes, pues podemos
convenir que no se celebró otra cosa con el popular
asalto, rescate y cremación del sant Crist en julio de 1936.
La entrada Arquitectura prematura en el Archivo
F.X. que ilustra la fotografía de una corona de espinas,
adornada con motivos de vegetación, labrada en plata
y vagamente desfigurada por haber estado sometida
a la abrasión de abundante fuego, se refiere desde luego
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a la cadena de sucesos que hasta ahora hemos relatado.
De todas las presentaciones de Isidoro Valcárcel Medina
que llevan ese nombre quizá morfológicamente debería
elegir el Edificio para parados, la Casa del viento o el
proyecto natural de Tierra-aire, pero la asociación con
el genérico Estadio Municipal y Plaza de los Monumentos
que proyectó para la ciudad de León en 1990 es inmediata.
La ficha tal y como aparece en Ir y venir de Valcárcel
Medina dice así: “El plan municipal de trasladar su estadio
de fútbol a una zona menos céntrica ha sido acogido aquí
con un afán esclarecedor de ciertas realidades. Los antiguos terrenos se van a usar para concentrar en ellos, en
la llamada ‘Plaza de los Monumentos’, todas las estatuas,
imágenes, monolitos o lo que quiera que sea, que salpican
o pueden salpicar la ciudad. La utilidad de la medida
queda clara por cuanto bastará una visita para ponerse
al tanto de toda la monumentalidad urbana. En lo que
toca al Estadio, se ha planteado de acuerdo con otro
proyecto del autor sobre el cambio del reglamento
y organización de los lugares futbolísticos, así como de
las competiciones. Se ha hecho hincapié en las medidas
de seguridad (fosos, policía, separación de la hinchada…)
y en las de socorro (médicos, quirófano, helipuerto…).
A la vez, se ha restringido en lo posible la autonomía del
espectador con el fin de obstaculizar su natural ‘furia’.”
Tenemos que entender la propuesta de Valcárcel
Medina dentro de un proceso de identificación de sus propuestas artísticas con las de la ciudad. La selección de
imágenes de su “Estado de sitio”, de 1994, que hace José
Díaz Cuyás puede servirnos para ello: “El público del arte
es el ciudadano, en su más noble sentido; es decir, el que
está en la ciudad. / Distinto es salir de la ciudad para
entrar en el lugar del arte, aunque, claro está, este lugar
se halle en la ciudad. / Es este salir de la ciudad para no
salir, en realidad, de ella lo que deja ver el sinsentido del
arte urbano, urbanizado y, por semejanza, el arte como
elemento de urbanidad. / Me siento en la imperiosa necesidad de establecer una ligazón entre el público y el espacio
por él ocupado, su espacio, que se convierte en espacio
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público. / La urbanización que padecemos los que somos
territorio del arte es, sin embargo, lo más lejano a la ciudad...
/ Y al ser el arte terreno urbano, nosotros –urbanizados sin
urbe– nos convertimos en ese sinsentido del que hablaba /
Venimos a demostrar a cada paso que somos desarraigados
de la realidad. Pero no desarraigados en un aspecto literario,
sino en otro real. Somos realmente desarraigados porque,
justamente, estamos desarraigados de la realidad. / Si yo
salgo a la ciudad desde mi lugar de desarraigo no es que
haga lo contrario de lo dicho antes: (salir de la ciudad para
entrar en el lugar del arte), no; es que, si quiero entrar, no
debo (o no tengo que) salir, porque todo es y está en la
ciudad.” Entendiendo su obra como el constructo de una
vasta ciudad, asignaríamos a esta Arquitectura prematura
el espacio y lugar en que lo simbólico desencadena la lucha
sin fin de los juegos agónicos, la velocidad imparable de la
competencia agresiva, la construcción del capitalismo en
base a la competitividad del grupo social. Pero en Valcarcél
Medina la expresión de esta lucha entre fuerzas dispares,
la exposición de este campo de tensiones simplemente se
muestra. Asimilar la estatuaria monumental y la competencia futbolística en un solo paradigma no puede resultar más
obvio ante los ojos del sociólogo o el antropólogo cultural.
Es importante, pues, aprender bien esta herramienta de
Valcárcel Medina que vamos a hacer nuestra. Se trata
de sumar su paradigma a nuestro relato para intentar entender
cómo los juegos agónicos –deportes, concursos, juegos de
rol, etc.– en su despliegue simbólico encarnan el cuerpo
social, construyen las formas y la vida de la ciudad, traman
las relaciones de la comunidad marcando el carácter
económico, político y social que las constituye. No es que
tengan que elegir, como un Don Juan moderno, entre ser
estatua o ser deportista, entre ser futbolista o ser monumento.
Como señala José Díaz Cuyás: “Sus Arquitecturas prematuras
son un ejemplo paradigmático. En ellas se enfrentan en el
lugar dos sistemas –dos razones– contradictorios que la
ciudad mantiene activos y en pugna permanente, el de la
lógica común y utilitaria de la edificación y el de la lógica
privada y privativa de la construcción pública. Nada más
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opuesto al utopismo, a lo deseado imaginado, que estas
arquitecturas vinculadas a lo que su autor define como un
arte de Perogrullo, o sea, ese arte que consistiría en hacer
ver lo evidente, no lo que uno trae consigo, sino lo que está
allí a los ojos de todos.”
Tomemos a nuestros particulares Cachuca y Castorín,
los milicianos castigados por jugar al fútbol con la cabeza
de San Antonio, en las figuras de Christopher Lasch y Rafael
Sánchez Ferlosio y pongámoslos en el terreno de juego.
Nos centraremos en una sola jugada, la que atiende a
la calidad agónica del juego y la importancia que tiene
en los modos y las formas que hacen comunidad. Ninguno
niega esos lazos aunque se calibra de distinto modo su
cualidad. La jugada de ataque de Ferlosio proviene de
uno de los ensayos de El alma y la vergüenza, el que lleva
por título El deporte y el estado. El contraataque súbito
de Lasch está en su ensayo La cultura del narcisismo, exactamente El ocio como escape, el capítulo final de la parte
titulada La degradación del deporte. Debo decir que las
jugadas se presentan con algunas modificaciones, pero
básicamente respetan la intención del juego de ambos
entrenadores. Lo más artificial del mismo, el nexo teatral
que unifica los dos textos no es ninguna dramatización sino
un reflejo del gusto de los dos autores por la figura del grito,
cuando se trata de hablar de deportes.
“Pero el que el deporte agónico, en la repetitiva
e ilimitada sucesión de sus propios e internos avatares
(como, por ejemplo, los resultados de los partidos o la
superación por milésimas de segundo de cualquier marca
de velocidad y de memez), no pueda ser considerado de
interés público en modo alguno quiere decir que no lo
sea la invasora y avasallante existencia del deporte como
fenómeno social y especialmente la hipertrofia sin precedentes alcanzada por el fútbol, con su alarmante poder de
monotematizante y monomaniaticante demenciador de
masas, y, por añadidura, protegido y potenciado bajo el
concepto de interés de Estado. ¡No vean ustedes cómo
me pusieron hasta los amigos una vez que se me ocurrió
decir –aunque escudando lo unilateral de la afirmación
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tras la advertencia “por decirlo en la jerga elemental
y expeditiva de los estudiantes del 68”– que el deporte
agónico de masas es intrínsecamente fascista!... Es cierto
que –prescindiendo de la Antigüedad grecorromana–
la pasión agonista ya tenía en la Era Moderna sus juegos
de competición propios de cada pueblo, pero fue sólo a
partir de la internacionalización incoada por la restauración
de los Juegos Olímpicos cuando los Estados empezaron
a interesarse por sus campeones. No obstante, tras la experiencia de la Italia fascista y la Alemania nazi, que descubrieron y explotaron el deporte agónico como un formidable
instrumento pedagógico para el más fervoroso encuadramiento de las masas en la hybris ultranacionalista, extraña
que los Estados democráticos no hayan dado en mirar
con nueva suspicacia y reconsiderar con más circunspección el torvo potencial congénito en el origen mismo del
deporte agónico, sino que se hayan entregado sin reservas
y hasta con entusiasmo acrecentado a su culto y a su
dedicación. En cierta parte, puede achacarse simplemente
al hecho de que un Estado, por democrático que sea, no
pierde las servidumbres del prestigio, y una vez inscrita
entre los “prestigios obligados” la victoria deportiva, ningún
Estado puede permitirse renunciar a ella, y tanto menos
si, como en la Guerra Fría, era “apuntarse un tanto” para
la democracia frente al totalitarismo. Con todo, creo que
hay otro factor más profundo y relevante para que los
Estados democráticos fomenten el culto y el cultivo del
deporte agónico de masas: su valor pedagógico para la
educación moral y para las exigencias de adaptación social
que mejor se adecuan al liberalismo y a la economía de
mercado. Nuevamente nos veríamos, por tanto, aunque en
otra variante, ante una cuestión de pedagogía social. Si
el culto y ejercicio del puro antagonismo, vacío de todo
sentido o contenido que no sea la victoria como un fin en
sí mismo, tal como es propio del deporte agónico, hacía de
éste la educación idónea para el nacionalismo nazi, en
cuanto puro impulso de dominación, y para la concepción
de la política, según Carl Schmitt, como asunto “de amigos
o enemigos”, por otra parte, la mentalidad agonista
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(el predatory temperament del viejo maestro Veblen) que
el deporte enseña y alimenta ocupa un lugar central entre
las capacidades que hacen triunfar al individuo en el
mercado de libre competencia. Y hubo de ser precisamente
el ABC el que, en su número del 9 de julio de 1996, nos
señalase esta segunda y admirable ejemplaridad educativa del deporte agónico, en un zigzag sobre Induráin del
que entresaco estas palabras: “Dicen que el magnífico
corredor navarro nunca ha sido del agrado del socialismo,
en la medida en que aquel régimen enfermizo arremetía
siempre contra la excelencia individual, por lo que podía
representar de ‘mal ejemplo’ para sus conciudadanos y se
dedicaba a incentivar ese ‘motor de la historia’ que es la
‘envidia igualitaria’, la mejor forma de que los pueblos
terminen por no ir a ninguna parte y se agosten y consuman
en su propia, inmóvil y sesteante mediocridad.” Se olvidaba el autor de estas líneas de que los regímenes de izquierdas han cuidado el deporte agónico de masas con no
menos desvelo que los regímenes fascistas y de que ni
Fidel Castro tuvo el mínimo de decencia de retirar a sus
atletas de los Juegos Olímpicos de México tras la infame
matanza de estudiantes de izquierdas en la Plaza Mayor,
¡tan valiosas consideraba para el prestigio del Estado
–prácticamente coincidente con el suyo propio– las posibles
medallas que los campeones cubanos llegasen a ganar!
En cualquier caso, no deja de ser cierto que el liberalismo puede encarecer los altísimos valores del deporte
agónico para las sociedades de mercado libre, ilustrándolos
con toda su consabida retahíla de virtudes: la voluntad
de autoafirmación y autorrealización, el afán de superación,
la aspiración a la excelencia, el ardor competitivo, el
amor por el trabajo, el espíritu de sacrificio, la impavidez
y resistencia ante el esfuerzo y el dolor..., todas ellas, en
fin, puras y simples perversiones funcionales comunes
a las culturas helénica y cristiana o tomadas de la una
o de la otra… Siempre se me ha antojado bastante verosímil que el ensayo fascistoide El origen deportivo del
Estado, fechado por Ortega veinticinco años después de
la publicación de la Theory of the Leisure Class, de Thorstein
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Veblen, bien podría haber sido escrito expresamente
contra éste. Pues bien, fue justamente en esas páginas
de Ortega donde me enteré de que el nombre de la
ascética fue recogido por el cristianismo de la palabra
griega askésis, que designaba los duros ejercicios de
entrenamiento a que se sometían los gimnastas griegos
para convertir sus cuerpos en instrumentos de victoria.
Habría, pues, un parentesco entre los gimnastas de la
Hélade y los “atletas de Cristo” o “de la Fe”, confirmado,
incluso, al parecer, por ciertas prácticas de los primeros
ascetas cristianos, eremitas o especialmente estilitas,
que se desafiaban en competiciones, por ejemplo a ver
quién aguantaba más tiempo en ayunas en lo alto de
la columna, sin más que el día y la noche por techo y por
amparo. Pero estas competiciones no son más que una
anécdota; subsiste la importante diferencia de que,
mientras para el gimnasta griego el cuerpo tiene que
ser cuidado, fortalecido y entrenado como instrumento
especializado en la función agónica, para el asceta
cristiano es, en cambio, la “bestezuela” que tiene que
ser macerada, lacerada y mortificada para mayor libertad
de la vida del espíritu, dedicada exclusivamente a Dios.
Sin embargo, lo capital es lo que queda de común: los
apetitos de la carne y las pasiones del alma, “desordenados”
por definición, tienen que ser doblegados y reprimidos
como una despreciable chusma amotinada, hasta ser
sometidos a la voluntad y al mando del capitán, ya sea
el lógos hegemonikós de los estoicos, ya sea la férula de
la santidad cristiana… Ciertamente, en un principio, no
serían sino los fines de la dominación lo que estaba tras
el dominio de sí mismo y el menosprecio de las debilidades del alma y de la carne; en la torva autocomplacencia
del dominio de sí mismo y del castigo de la propia carne
estaban prefigurados los furores de la dominación, así como
hoy es esa mala pasión de la victoria lo que alimenta el
“espíritu de sacrificio” de los deportistas. Y si la Iglesia
misma se ha adherido, con sus bendiciones, al “espíritu
olímpico” de Atlanta es porque en la tan encarecida y
admirada nobleza del “espíritu de sacrificio” del deportista,
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que somete su cuerpo, como si fuese su propio caballo
de carreras, a todo el castigo y a todo el esfuerzo necesarios para llevarlo a la victoria, siente la grata satisfacción moral de adivinar el viejo parentesco que lo une con
la sucia y rencorosa complacencia del flagelante que
descarga contra su propio cuerpo todo el odio que le ha
sido inculcado hacia los limpios goces de la carne y los
cálidos ocios del amor… “Y el pueblo, ¿qué dice últimamente?”, preguntaba uno en un chiste de Chumy; y el otro
le respondía: “Sigue diciendo lo de siempre: ¡Gooool!”
“El grito de protesta angustiado del verdadero fanático
–que aporta a los deportes una noción de lo reverencial
sólo para descubrir la corrupción en su interior debido
a la difusión de la ‘ética del entretenimiento’– ilustra mejor
la degradación del deporte que los reparos de los críticos
de izquierda, que aspiran a abolir la competencia, destacan el valor del deporte como ejercicio que promueve
la salud y propician una concepción más ‘cooperativa’
de la actividad –que, en otras palabras, quieren hacer del
deporte una herramienta terapéutica individual y social–.
El análisis anterior, sin embargo, minimiza el alcance del
problema y tergiversa su causa. En una sociedad dominada
por la producción y el consumo de imágenes, ningún
aspecto de la vida continúa inmune a la invasión del
espectáculo. Y no cabe responsabilizar de esa invasión
al espíritu de desenmascaramiento. Ella surge, en forma
paradójica, precisamente del intento de crear una esfera
autónoma del ocio, no contaminada por el mundo del
trabajo y la política. Por su misma naturaleza, el juego
siempre se situó a un lado de la vida laboral; con todo,
retiene un nexo orgánico con la vida de la comunidad
en virtud de su capacidad de dramatizar la realidad
y proveemos de una representación convincente de los
valores comunitarios. La vieja conexión entre juego, ritual
y festividades públicas sugiere que, aunque los juegos
ocurran dentro de límites arbitrarios, arraigan a pesar de
todo en tradiciones compartidas a las cuales conceden
expresión objetiva. Las competencias deportivas y atléticas
constituyen una apostilla dramática de la realidad, no
570
una evasión; una reescenificación elevada de tradiciones
comunitarias, no su repudio. Sólo cuando se empieza
a valorar el juego y el deporte exclusivamente como una
forma de escape pierden su capacidad de brindarnos
ese escape… El auge de una concepción escapista del
‘ocio’ coincide con su organización como extensión de
la producción de mercancías. Las mismas fuerzas que
organizaron la fábrica y la oficina organizaron a su vez
el ocio, reduciéndolo a mero apéndice de la industria. En
conformidad con ello, el deporte fue dominado no tanto
por un énfasis indebido en el triunfo, sino por la urgencia
desesperada de evitar la derrota. Los entrenadores, y no
los capitanes de equipo, organizan el juego, y el aparato
gestor realiza todo tipo de esfuerzos para abolir el riesgo
y la incertidumbre, que es lo que contribuye de manera
tan fundamental al éxito ritual y dramático de cualquier
actividad competitiva. Cuando ya no podemos practicar
ningún deporte con la entrega apropiada, éste pierde
la capacidad de exaltar el espíritu de jugadores y espectadores y transportarlos a un campo superior de la existencia. La prudencia, la cautela y el cálculo, tan prominentes en la vida cotidiana pero tan opuesto al espíritu
deportivo, comienzan a moldear el deporte tal como
moldean todo lo demás… Al tiempo que deplora la subordinación del deporte al entretenimiento, nuestro autor
da por sentada esta separación de trabajo y ocio que provocó, en primera instancia, esta invasión del juego por
los criterios del mundo laboral cotidiano. No repara en
que la degradación del juego proviene de la degradación
del trabajo, la que a su vez crea la necesidad y la oportunidad de la ‘recreación’ comercializada. Como sugirió
Huizinga, precisamente cuando el factor lúdico desaparece
del derecho, del arte de gobernar y de otras expresiones culturales los hombres no se vuelven hacia el juego
para asistir a una reescenificación dramática de su vida
habitual, sino en busca de diversión y sensaciones. En
ese punto, los juegos y el deporte, lejos de considerarse
con excesiva seriedad, como concluyera erróneamente
Huizinga, se vuelven, por el contrario, ‘algo sin consecuen571
cias’. Como Edgar Wind nos hace ver en su análisis del
arte moderno, la trivialización del arte ya estaba implícita en su exaltación modernista, la cual suponía que
‘la vivencia del arte será más intensa si éste saca al espectador de sus hábitos y preocupaciones rutinarias’. La
estética modernista garantiza el estatus socialmente marginal del arte a la vez que lo expone a la invasión de la
moda comercializada: un proceso que culmina, por una
lógica curiosa aunque inexorable, en la exigencia posmoderna de abolir el arte y subsumirlo en la realidad… La
evolución del deporte sigue este mismo patrón. El intento
de crear un dominio autónomo de lo puramente lúdico,
absolutamente aislado del trabajo, da pie a lo contrario:
a la insistencia, en los términos de nuestros autores, en
que ‘los deportes no están separados y aparte de la vida,
ni son un ‘país de las maravillas’ singular donde todo es
puro y sagrado y queda al margen de la crítica”, sino que
es un asunto de negocios, sujeto a los mismos criterios
y expuesto al mismo escrutinio que cualquier otro negocio.
Las posturas de nuestros autores están simbióticamente
interrelacionadas y surgen ambas del mismo desarrollo
histórico: la irrupción del espectáculo como forma
dominante de expresión cultural. Lo que partió como un
intento de revestir el deporte de una significación religiosa,
y por cierto de convertirlo en una religión subrogante,
culmina en la desmitificación del propio deporte, en su
asimilación al mundo del show business.”
Atendamos ambas jugadas por igual siguiendo el
razonamiento que hace Giorgio Agamben del texto de
Walter Benjamin, El capitalismo como religión: “Podremos
decir que el capitalismo, llevando al extremo una tendencia
ya presente en el cristianismo, generaliza y absolutiza,
en todos los ámbitos, la estructura de divisiones que define
la religión. Donde el sacrificio señalaba el pasaje de
lo profano a lo sagrado se encuentra ahora un único,
multiforme, incesante proceso de separación, que todo
lo inviste, cada lugar, cada actividad humana, para dividirla
de sí misma, y que es del todo indiferente a la cesura
sagrado/profano, divino/humano. En su forma extrema,
572
la religión capitalista realiza la pura forma de la separación,
sin que quede ya nada por separar. Una profanación
absoluta y sin residuos coincide con una consagración
en igual grado vacua e integral. Como sucede con las
mercancías, donde la separación es inherente a la forma
misma del objeto, que se escinde en valor de uso y valor
de cambio, y se transforma en un fetiche inaprensible; así
todo aquello que es actuado, producido y vivido –incluso
el cuerpo humano, incluso la sexualidad, incluso el lenguaje– es dividido de sí mismo y dislocado en una esfera
separada, que no define ya ninguna división sustancial
y en la que todo uso se vuelve duraderamente imposible.
Esta esfera es el consumo. Si, como se ha sugerido, llamamos espectáculo a la fase extrema del capitalismo que
estamos viviendo, en la que todo es exhibido en su separación de sí mismo, entonces espectáculo y consumo
son las dos caras de una misma imposibilidad de uso.
Aquello que no puede ser usado es, como tal, consignado
al consumo o a la exhibición espectacular. Lo cual significa
que la profanación se ha vuelto imposible (o, al menos,
exige procedimientos especiales). Si profanar significa
restituir al uso común aquello que había sido separado en
la esfera de lo sagrado, la religión capitalista en su fase
extrema apunta a la creación de un Improfanable absoluto.”
Si retornamos a un arte de Perogrullo, tras leer estas
líneas, podemos entender que el gesto contenido en nuestra
Arquitectura prematura acertaba al formularse como una
crítica de la separación. En una ciudad que es toda arte,
la coincidencia de la estatuaria pública y el estadio de
fútbol no es una denuncia del carácter espectacular
del fútbol ni de su dimensión económica, en modo de capital
simbólico que administren y manipulen los poderes del
Estado, sino un llamamiento irónico a la intervención en
la cosa pública, en la república ciudadana, en el común,
precisamente allí, actuando en los elementos que construyen
la comunidad. Por eso cuando reconstruimos el relato de la
destrucción del sant Crist de Salomó nos era impensable
hacerlo sin considerar la posibilidad del partido de fútbol.
Como en el caso de los bailes colectivos en el Ball, está la
573
posibilidad de juego y está la posibilidad de hacerlo en
comunidad.
En los posavasos que hemos titulado El Plano se desarrollan esos modelos del asociacionismo deportivo para
el trabajo en cooperación. Se trata de extrapolar el trabajo
realizado en Badia del Vallès, la ciudad con el mayor
porcentaje de asociaciones vecinales del Estado español.
¿Qué línea subterránea enlaza al Club Futbol Sala La
Sardana de Badia del Vallès con El Caracol Maya, asociación de solidaridad con las comunidades indígenas de
Chiapas? ¿O al Club de Fútbol Veteranos Atlético Troya
de Badia del Vallès con la Associació Catalana D’Amics
del Poble Saharaui? Son trazas que desde luego no pueden
ser contempladas sin ironía, sin risas, sin una cierta burla.
Líneas que no pueden entenderse sin el ánimo del juego.
¿Por qué puede parecernos tan aberrante comparar
Indymedia con la Associació TIC –tecnologies de la informació i les comunicacions– Badia del Vallès? ¿Qué diferencia insalvable hace incomparables Hangar con la
Associació de l’Art de Badia? ¿Dónde está la imposibilidad
de dar un territorio común a madeinbarcelona y a la
Associació socio-cultural PROBVOS de Badia del Vallès?
Así, Eduardo Galeano: “En su forma actual, el fútbol
nació hace más de un siglo. Nació hablando en inglés,
y en inglés habla todavía, pero ahora se escucha exaltar
el valor de un buen sponsor y las virtudes del marketing,
con tanto fervor como antes se exaltaba el valor de un
buen forward y las virtudes del dribbling. Los campeonatos
responden al nombre de quien paga. El campeonato
argentino se llama Pepsi Cola. Se llama Coca-Cola el
campeonato mundial de fútbol juvenil. El torneo intercontinental de clubes se llama Copa Toyota. Para el hincha
del deporte más popular del mundo, para el apasionado
de la más universal de las pasiones, la camiseta del club
es un manto sagrado, una segunda piel, el otro pecho.
Pero la camiseta se ha convertido, además, en un cartel
publicitario ambulante. En 1998, los jugadores del club
Rapid de Viena exhiben cuatro avisos a la vez: en las
camisetas llevan anuncios de un banco, de una empresa
574
comercial y de una marca de automóviles, y en los pantalones hacen la publicidad de una tarjeta de crédito.
Cuando River Plate y Boca Juniors disputan, en Buenos Aires,
el clásico del fútbol argentino, Quilmes juega contra
Quilmes: ambos equipos lucen, en sus camisetas, la marca
de la misma cerveza nacional. En plena globalización, River
también juega para Adidas, y Boca para Nike. Y hablando
en plata, bien se puede decir que Adidas venció a Nike
cuando Francia derrotó a Brasil en la final del Mundial 98.”
Para La Casa decidimos trabajar un caso particular
en la dinámica de la competitividad en Badia del Vallès.
El único piso “liberado” en una ciudad en la que el ciento
por ciento de sus pisos son vivienda social. Debemos
exceptuar el Cuartel de la Guardia Civil, que pertenece
al Ministerio de Defensa y este piso, el 5ºA de la calle
Cantábrico, número 33, liberado por un fraude de ley
durante la década de los noventa y cuyo delito nadie
sabe cómo prescribió. ¿Cómo marcar el único espacio
habitable de Badia que juega en el libre mercado? ¿Modificó
esta peculiaridad su fisonomía? ¿Han cambiado por esta
situación liberal sus condiciones de vida? ¿Algunas de
sus instalaciones han notado esta plusvalía económica
en el mercado? ¿La nueva cotización de su renta mejoró
la práctica de sus ventanas y puertas? No se nos ocurrió
otra cosa que señalarlo, marcarlo con un baile, una
danza que midiera su espacio, un dispositivo de gestos
que pudiera recoger, no sin cierta ironía, estos nuevos
intangibles. Nunca las huellas fueron tanto las marcas.
Así, Enrique Vila-Matas: “Al leer que el futbolista Saviola
echa en falta en el Mónaco, por encima de todo, los
autógrafos que firmaba cuando la pasada temporada
jugaba en el Fútbol Club Barcelona, he sentido una
repentina y muy intensa nostalgia de los días en que
yo firmaba dedicatorias de mis libros y andaba siempre
quejándome de lo mucho que me agobiaban los
lectores cuando, en realidad, si en alguna ocasión, en
un acto público, nadie se acercaba para pedirme alguna
firma, me quedaba desolado, temeroso de haber sido
olvidado.”
575
Claro que no estamos hablando de fútbol, estamos
hablando de cómo se hace una ciudad.
Empezamos este escrito con la negación a Ciutat Badia
de su condición de ciudad en base a la movilidad de
sus habitantes. En 1996 en su texto La ciudad nonata
Valcárcel Medina nos disertaba sobre la inutilidad de esta
afirmación: “Según lo dicho, nuestra civilización, urbana
desde hace siglos, se está desurbanizando (y esto lo digo
en todos los sentidos de la palabra). Pero no lo está
haciendo como resultado de un abandono de la ciudad,
¡todo lo contrario! Lo está haciendo porque, engrosando
sin cesar su volumen, se instala en ella sin espíritu urbano.
Las grandes cantidades de gente que, viviendo en la
ciudad, los días laborables repiten el camino, como antes
decía, sin opción a la sorpresa, y los días festivos no salen
de casa o se van de excursión...; estas masas de gente
está claro que no viven en una ciudad... Y no quiero
aquí meterme en la idea de que, realmente, no viven en
ningún sitio; pero no estaría mal hacer un análisis de cómo
experimenta el hombre medio de hoy sus cambios circunstanciales de domicilio. La verdad es que no los experimenta. Y todos los presentes sabéis que nadie de entre
los que ‘propagandísticamente’ viven en ‘la naturaleza’
como ellos dicen, han dejado de vivir en la ciudad; conservan horarios urbanos y hábitos que son repetición de
los que tienen o tenían en su cotidianidad urbana. Pero,
en fin, lo que aquí nos interesa es el ‘no vivir la ciudad’
que desempeñan los habitantes de ésta; o, para ser más
gráfico: los usuarios de ella. No usar la ciudad da lugar
a la ciudad no usada; es decir, nos encasqueta encima
un aparato sin utilidad. Y este aparato, esta máquina de
habitación, este núcleo de convivencia, se deteriora por
falta de uso; los engranajes se anquilosan, las arterias
se oxidan, la luz se consume inútilmente. Pues bien, este
desgaste del fluido que no surte efecto es el defecto
que fomenta el urbanita que no se siente tal. Pero no
se siente como ‘ciudadano’ porque su vida, inexpresiva
en cualquier sitio, no le permite vivir la ciudad, como
no le permitiría vivir el campo.”
576
Arquitectura
prematura
Arquitectura prematura
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Arquitectura prematura
579
Corona de espinas del sant Crist. Salomó. Tarragona. En julio de 1936 la imagen fue vejada,
decapitada y se jugó con la cabeza al balompié antes de ser quemada en el campo de fútbol
municipal, situado al lado de la capilla. Fotografía reciente de la corona de plata que se salvó
del incendio. Facilitada por Antoni Virgili en 2005.
Arquitectura prematura. Estadio Municipal y Plaza de los Monumentos. Proyectos a partir del
campo de fútbol. Isidoro Valcárcel Medina. León. 1991. Concentración de todos los monumentos
de León en el solar del estadio municipal. Plano general, superficie de estadio y corona.
Facilitada por Isidoro Valcárcel Medina en 2005.
Salomó era conegut a tot Catalunya per l’existéncia i veneració del seu sant Crist miraculós.
En esclatar la persecució de 1936, aquella imatge venerada va ser el gran objectiu dels
revolucionaris contra Déu. Traslladada al camp de futbol, propietat de la Parròquia, fou
satànicamente destrossada i cremada, menys la seva mà dreta, que pietosament recollida
i guardada és la que avui té la imatge que reprodueix la profanada en aquella persecució.
Després, aquell camp de fútbol on havien cremat el sant Crist de Salomó el sembraren de blat.
I tots pogueren comprovar, uns amb devoció i altres amb temor, que en créixer el blat, aquest
ho va fer molt més i en forma de creu, en el lloc exacte, on havien cremat la imatge estimada
per uns, i odiada pels altres. Un dels Srs. Rectors que després han regit aquella parròquia, Mn.
Camps, ens ho ha testificat.
Estadio Municipal y Plaza de los Monumentos. El plan municipal de trasladar su estadio
de fútbol a una zona menos céntrica ha sido acogido aquí con un afán esclarecedor de ciertas
realidades. Los antiguos terrenos se van a usar para concentrar en ellos, en la llamada Plaza
de los Monumentos todas las estatuas, imágenes, monolitos o lo que quiera que sea, que
salpican o pueden salpicar la ciudad. La utilidad de la medida queda clara por cuanto bastará
una visita para ponerse al tanto de toda la monumentalidad urbana. En lo que toca al
Estadio, se ha planteado de acuerdo con otro proyecto del autor sobre cambio del reglamento
y organización de los lugares futbolísticos, así como de las competiciones. Se ha hecho
hincapié en las medidas de seguridad (foso, policía, separación de hinchadas...) y en las de
socorro (médicos, quirófano, helipuerto...). A la vez, se ha restringido en lo posible la autonomía
del espectador con el fin de obstaculizar su natural “furia”.
En el propio Madrid y en la parroquia de San Antonio, la imagen del titular fue sacada a la
carretera, donde dos milicianos, apodados Cachuca y Castorín, dispararon a placer sobre ella,
le arrancaron la cabeza y la utilizaron para jugar al fútbol. Del segundo de ellos se ha dicho
que “al terminar la faena se puso a comer un chorizo con el fusil apoyado en el pecho; éste se
disparó, entrándole la bala por debajo de la barbilla y quedando muerto cerca de la imagen”.
También se jugó al fútbol con la cabeza del Santo Cristo en Salomón, provincia de Tarragona,
con la cabeza de un San Antonio en Trevélez, provincia de Granada y con la cabeza de un Niño
Jesús amamantado por su Madre en el templo nacional del Tibidabo, Barcelona.
La idea debe enmarcarse entre las Sugerencias de un forastero al Plan General de León. Se trata
básicamente de trasladar al estadio de fútbol de nuestra ciudad los monumentos y estatuas de
diversa índole que hasta ahora la adornan. El estadio va a ser trasladado a las afueras y así, en
el solar restante, se pretende instalar este curioso parque de estatuas. Lo que este artista murciano,
residente en Madrid, quiere proponernos no resulta ofensivo para la ciudad puesto que se trata
de una proposición poética. Si acaso no da resultado más chocante la idea de transformación
582
Arquitectura prematura Archivo F.X.
de los usos y espacios del nuevo estadio de León. Como todos sabemos la violencia en el fútbol
nunca ha caracterizado a nuestros aficionados y no vemos necesaria la intromisión.
He tenido la suerte de haber hablado con testigos directos y presentes de los disturbios que
acabaron con la profanación de la iglesia de Salomó y la capilla del Santo Cristo, ya que, aunque
muy jóvenes, echaron “una mano” a los que llevaban la batuta. Por la noche, después de cenar,
se reunieron los simpatizantes del Comité Revolucionario y procedieron a quemar todo cuanto
había en la iglesia. El altar mayor lo quemaron in situ, y también prendieron fuego en la capilla
del Santo Cristo, ardiendo las pinturas y los retablos de la parte inferior. El resto lo sacaron
fuera y lo quemaron en el campo de fútbol. El santo Cristo lo echaron al fuego entero: no se
cortaron ni manos ni cabeza, y por tanto, no se jugó un partido con ella. Si es cierto que se dijo,
en forma de rumor, que lo habían hecho, pero no es verdad. También se dijo –más en los pueblos
vecinos que en el nuestro– que al arrojar la imagen al fuego se elevó una llamarada que iluminó
durante un tiempo la noche: nada de eso sucedió, claro. A la hoguera echaron el resto del material
de madera, como: bancos, altares, imágenes, etc., con lo cual ardió durante horas, provocando
una gruesa capa de cenizas que quemó, incluso, la tierra. Por esa razón, cuando sembraron el
campo –es cierto que lo hicieron a pesar de haberse convertido ya en terreno de juego desde
el año 1934, creo–, el trigo apenas nació en el círculo que había ocupado la hoguera. Por tanto,
no es que el trigo fuese más crecido y en forma de cruz en el lugar donde fue quemado, sino
que apenas nació, y no había ninguna forma de cruz, ni nada parecido, pero fue a causa del
propio fuego, que había dejado la tierra sin capacidad productiva.
Granio Marcelo, pretor de Bitinia, escapa de la muerte de modo milagroso. Había cometido
un delito consciente y voluntario de lesa majestad: osó decapitar una estatua del recién desaparecido
Augusto, pero no para echarla por tierra, sino para sustituir su cabeza por la de Tiberio. Su
salvación estuvo en que fue este último el que tenía que dilucidar la culpabilidad y, como es
natural, a él el delito no le parecía tan grave como a los juristas. Marcelo, que lo que en verdad
quería era, con la excusa del emperador muerto, escarnecer a la imagen rectora del Imperio, se
amparó en que, en apariencia, su acción, salvajemente sarcástica, pretendía glorificar, por encima
de todo, incluso de la muerte, la divinidad del gobernante supremo, que era el de la actualidad,
el vivo, en una palabra. El hecho que pretendo rememorar es tan sólo esta peregrina traslación
capitular, pero, de paso, hago saber algunas de las faltas imperdonables que se podían cometer
con las efigies de los emperadores. Así, no se permitía orinar en su proximidad, ni cruzar a su
lado con un rebaño de ovejas, aunque se perdonaba si se le daba una pedrada sin querer. Se
podían fundir las estatuas ya desechadas, pero no desechar por cuenta propia alguna de ellas;
estaba permitido vender imágenes imperiales aún no consagradas, pero no se podía consagrar
ninguna por deseo personal, aunque estuviera sufragada por el promotor. Generalmente, a la
muerte de un emperador solía seguirle un festival de monumentos derribados, de caballos
volcados y de cabezas convertidas en pelotas callejeras (esto fue particularmente grave con
Domiciano; y lo mismo ocurrió, aunque por motivos diferentes, con las múltiples estatuas que
adornaban el colosal mausoleo de Adriano, cuando Vitiges y sus godos cercaron Roma en el
año 573; entonces, las masas marmóreas eran arrojadas desde lo alto sobre los invasores a modo
de proyectiles).
Hom recorda també les eleccions del febrer de 1936 i, sobretot, la repercussió que va tenir a
Salomó la rebel·lió militar del 18 de juliol, que significà l’inici de la Guerra Civil, fins l’any
1939. El suport d’una bona part de la jerarquia eclesiàstica als militars intensificà la violència
anticlerical. Cal indicar que l’arquebisbe de Tarragona, el cardenal Vidal i Barraquer, es negà a
Archivo F.X. Arquitectura prematura
583
subscriure la Cruzada, i que, tot i això, va estar a punt de ser afusellat per un escamot anarquista;
morí a l’exili l’any 1943. En els llocs on el cop militar fou avortat es desencadenà un decidit
corrent revolucionari. Ambdós processos tenen el seu reflex a Salomó. Es constituí el Comitè
de Milícies Antifeixistes de Salomó, i, immediatament, l’església fou convertida en un gran
magatzem (es recorden les altes piles de garrofes a l’angle de l’altar de la Puríssima, i quan va
cedir el terra amb el pas d’un bocoi), les imatges foren destruïdes –entre les quals hi havia la
del sant Crist–, així com l’arxiu parroquial, del qual no queda ni un sol document, i es calà
foc a la capella del sant Crist. El rector, mossèn Martí Francis, abandonà el poble precipitadament,
però fou identificat i capturat a la Múnia (Alt Penedés); lliurat al Comitè Revolucionari de
Vilafranca, i afusellat en rebre la conformitat del Comitè de Salomó. Altres persones foren
objecte de persecució: mitja dotzena de persones van ser tancades al “barco”, el vaixell presó
Río Segre, al port de Tarragona. A Joan Recasens, de cal Figueres, un dels principals propietaris
locals, el van treure del vaixell i l’assassinaren a Alcover.
La invitación se hace al artista y la presentación tiene lugar en la galería Tráfico de Arte, de
León, entre enero y febrero de 1991, bajo el título Sugerencias de un forastero, Valcárcel Medina,
al Plan General sobre León. Las intervenciones que se proponen afectan al Estadio Municipal
y Plaza de los Monumentos, La Chantría y la calle Cercas. Bajo la escritura Proyectos a partir
del campo de fútbol se nos presentan tanto los planos y modificaciones propuestas para los
usos del estadio de fútbol actual, entre las calles Murillo, Castaño y Ladreda, como las sugerencias
de adaptación del nuevo estadio en construcción al nuevo reglamento futbolístico que
ha desarrollado el autor, Valcárcel Medina. Es decir, se presenta un plano de la Plaza de los
Monumentos, con las propuestas de uso del nuevo estadio, la definición del solar, los puntos
de colocación de diez de las estatuas que adornan las calles de León, y los nuevos usos de las
instalaciones deportivas cubiertas: talleres, estudios, salón de actos, etc. Y también se presenta
el proyecto de edificación del nuevo Estadio Municipal en los terrenos del río Torio, siguiendo
la carretera que sigue al camino vecinal de Presa Blanca. En éste se presta especial atención
a las zonas de aparcamientos para turismos y vehículos de transporte públicos. Un plano
anexo desarrolla bajo el título conjunto de Plaza de los Monumentos y Estadio Municipal las
peculiaridades de la nueva construcción propuesta: fosos de agua para separar las aficiones
con su respectivo sistema de drenaje, peculiaridades del cuarto de árbitros, reforzamiento
de las medidas de seguridad mediante la incorporación de diversas policías nacionales
y locales, trampas, fosos, pasadizos, etc., y de las medidas de socorro ampliando los servicios
hospitalarios y previendo un helipuerto para la rápida evacuación de heridos de carácter grave.
También se baraja la idea de instalar un tanatorio entre los servicios propios del nuevo estadio
municipal.
El notable conjunt artístic que formava la capella fou parcialment destruït el 24 de juliol de
1936 en el decurs del procés revolucionari que seguí la rebel·lió militar del 18 de juliol i que
significa l’inici de la Guerra Civil. El crucifix fou cremat al camp de futbol; també s’incendià
el retaule, i es cremaren tots els quadres i els àngels de sota la cornisa. Miraculosament, es va
poder salvar la resta. El 3 de maig de 1939 es reposà la imatge de Crist crucificat, molt semblant
a la centenària, i es netejaren les parets.
Sus Arquitecturas prematuras son un ejemplo paradigmático. En ellas se enfrentan en el lugar
dos sistemas –dos razones– contradictorios que la ciudad mantiene activos y en pugna permanente,
el de la lógica común y utilitaria de la edificación y el de la lógica privada y privativa de la
construcción pública. Nada más opuesto al utopismo, a lo deseado e imaginado, que estas
arquitecturas vinculadas a lo que su autor define como un arte de perogrullo, o sea, ese arte
584
Arquitectura prematura Archivo F.X.
que consistiría en hacer ver lo evidente, no lo que uno trae consigo, sino lo que ya está allí a
los ojos de todos.
La devoción creciente al sant Crist culminó en la construcción de la capilla entre los años
1708 y 1715, probablemente bajo el amparo y el impulso de la Cofradía del sant Crist instituida
y fundada en el año 1691, y también de Joan de Nin Vidal, que fue proclamado caballero
pocos años antes por designación del rey Carlos II de Austria. La capilla forma una planta de
cruz griega cubierta por una cúpula octogonal rematada por un tragaluz con ocho ventanas.
Las conchas están cubiertas por los cuatro evangelistas. El más espectacular era el retablo
barroco donde destacaba la imagen del Cristo y los lienzos al óleo, obra del pintor Jaime Ponts
Monravá (1671-1730), destacado seguidor del “tenebrismo” hispánico. El conjunto pictórico
lo formaban 16 cuadros. La reacción revolucionaria que siguió a la rebelión militar de julio
de 1936 se encarnizó sobre la iglesia y muy especialmente sobre la capilla, que fue incendiada.
El retablo barroco desapareció bajo las llamas, así como la imagen y una parte del conjunto
pictórico.
El nuevo uso del actual estadio se concretaría en la llamada Plaza de los Monumentos. Las diez
estatuas que se han propuesto trasladar al estadio de fútbol se encuentran ahora mismo
diseminadas por toda la ciudad de León. Tenemos el monumento a la Inmaculada situado en
la plaza Calvo Sotelo. A Rubén Dario está dedicada la estatua situada en el Jardín Romántico.
También la escultura dedicada al padre Isla, situada frente a la estación de FEVE. Del paseo
de Papalaguinda trasladaríamos el monumento al maestro Odón Alonso. Desde la plaza de
San Isidoro el homenaje instituido a la Legión VII. En la plaza de los Reyes se levanta el
monumento dedicado a los actuales reyes de España, Juan Carlos y Sofía, que también será
trasladado. Situado en la plaza de San Francisco, un monumento levantado en honor del
historiador Don Claudio Sánchez Albornoz también sería objeto de traslado. Desde la glorieta
del mismo nombre se transportaría el dedicado a Guzmán el Bueno. Igualmente redundantes
serían los traslados de las estatuas levantadas en honor de San Francisco de Asís y Quevedo
desde los respectivos parques que llevan sus nombres. Destacaremos, en fin, que la idea tiene
como consecuencia final dejar las calles leonesas desiertas a la contemplación de cualquier
monumento público.
En la parroquia de San Antonio, en el propio Madrid, unos milicianos le arrancaron la cabeza
al santo titular y jugaron con ella al fútbol. Al terminar el “partido”, uno de ellos se sentó a
comer apoyándose el fusil en el pecho. Un tiro accidental le voló los sesos. Ya se ha aludido
a cómo, en Salomó, el veneradísimo sant Crist fue quemado públicamente en el campo de
fútbol. Durante la guerra, aquel espacio sirvió para sembrar trigo. En el punto exacto donde
se había destruido la sagrada imagen los habitantes de Salomó pudieron ver cómo crecían las
espigas mucho más que en el resto del campo. Lo hacían, además, conformando una cruz.
Justo el año siguiente al “Coloquio-conferencia”, empecé a hacer, en serio, una cosa que desde
mi primera juventud había hecho a salto de mata: proyectar edificaciones. Lo que ocurre es
que éstos no eran proyectos “puros”, sino contaminados por orígenes sociales o culturales.
Eran ideas que se expresaban arquitectónicamente, pero que podían hacerlo en otro lenguaje.
El uso de los planos, y, sobre todo, de unos planos tan ortodoxos, es un recurso no menos
irónico que las ideas mismas en ellos testimoniadas. La finalidad de esta arquitectura no es
más que meter el dedo en la llaga del poder; el cual, pudiendo hacer no mueve un dedo, y se
regocija en su propia inmundicia.
Archivo F.X. Arquitectura prematura
585
Por descontado que los propios fieles continuaron aceptando la misma lógica adecuada a una
pasión personal y aplicaron a los restos conservados una tecnología no menos martirial que la
empleada para someterle a tormento. La veneración de una reliquia –es decir, de aquello que
los diccionarios establecen que es “lo que queda del cuerpo de lo santos, de los personajes
sagrados”, Larousse– del sant Crist, exhibida al lado de la figura sucedánea, lo confirma de una
manera inequívoca, como ocurre con otra reliquia parecida: la de una de las manos del milagroso
sant Crist de Salomó, salvada de su quema en el campo de fútbol de aquella población
tarraconense, aquel mismo verano de 1936.
Tras observar el contenido moral e ideológico de estas intervenciones urbanas, fácilmente se
puede deducir que a través de las mismas entra en juego una profunda actitud combativa e
irónicamente beligerante, una actitud que, puesta en práctica asimismo en una línea similar
por Krzysztof Wodiczko por medio de sus instrumentos y vehículos, convierte las intervenciones
de Valcárcel Medina en genuinas instala(c)ciones, es decir, en verdaderos ambientes performizados
en los que los conceptos de instalación y acción quedan unificados mediante un trabajo procesual
que supone la profunda y radical alteración de la propia vida del artista.
El trasbalsament que suposà per al nostre país la Guerra Civil del 1936, amb el seu seguici
d’odis, persecucions i profanacions religioses, també es feu sentir damunt la gloriosa imatge del
sant Crist de Salomó i la seva capella. El 24 de juliol la Imatge era públicament cremada en
l’actual camp de futbol, i hom calà foc a la capella, la qual, amb tot, no quedà pas totalment
destruïda. No sabem pas com explicar-nos-ho, però hem de suposar que, possiblement per falta
de ventilació, el foc quedà somort i limitat a la part baixa de la capella, ja que, incomprensiblement,
el resistiren quasi totes les teles dels quadres situats per sobre de la cornisa i el gran Sopar de
sobre l’arcada d’entrada. Tots, emperò, quedaren terriblement ennegrits com el conjunt de la
capella. En canvi el retaule barroc i tots els altres quadres desapareguren del tot. Acabada
la guerra, l’any 1939, essent rector Mn. Marçal Martínez, es va fer una vertadera proesa de
celeritat, tant pel que respecta a la nostra capella com a la restauració de tot el temple parroquial.
La capella fou ràpidament netejada amb la cooperació i entusiasme de tots els joves, utilitzant
diferents procediments, dels quals el que més recorda tothom és el de fregar les parets amb ceba.
La falta de tècnica pogué perjudicar alguns elements decoratius, però desaparegué el fum de
les parets i tornà a aparèixer l’antiga decoració a base d’or; la capella oferí altra vegada un joliu
aspecte amb el seu altar provisional, les seves cortines i algun altre element que ho completava.
I d’aquesta manera, el 3 de maig de 1939, una nova imatge, facsímil de l’anterior, podia ocupar
el lloc on tradicionalment l’han venerada els seus devots.
Roma fue pródiga en incendios generales y parciales, no en vano, en el año 308, el prefecto
Pretextato habría de suprimir los balcones y voladizos de las casas romanas por lo rápidamente
que ardían; y tampoco es casualidad que el cuerpo de bomberos fuera de los más prestigiados
del Imperio, como lo prueba el título de clarissimus et perfectissimus que alcanzaron dos de sus
miembros, Postumio Isidoro y Rupilio Pisoniano. Pues bien, 190 es el año de uno de los cuatro
incendios generales que padeció la urbe (los otros fueron en 64, 80 y 283). Dion Cassio es uno
de los cronistas de aquel suceso pavoroso: “El fuego dio comienzo en una casa y se pasó al
templo de la Paz (...) No pudo ser apagado por mano de los hombres, sino que después de
haber consumido todo lo que alcanzó, cesó por agotamiento”. La descripción sigue de un modo
casi lírico del que no quisiera privar al lector: “El cielo estaba sereno aquella noche y no se había
oído tronar. Sólo se percibieron algunas ligeras sacudidas, como de terremoto, y tal vez el fuego
lo produjo alguna tormenta por la noche o bien nació del mismo temblor de tierra” (desde
luego, en el interior de la tierra hay fuego). Pero lo sonado de este siniestro caso es que la zona
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Arquitectura prematura Archivo F.X.
dañada fue la de la nobleza, las casas más ricas, las mansiones de los senadores, los palacios y los
templos, entre ellos el de Vesta, cosa que ocasionó que quedara a la vista de las masas la estatua
del Palladium, nunca observada, que había sido traída por Eneas, desde Troya. Burckhardt ha
dicho que lo que más profundamente nos separa de los antiguos (y los romanos estaban
esclavizados a lo antiguo) es que ellos creían en la posibilidad de la predicción del futuro. Pero
Eneas no sabía nada de lo por venir… ni nosotros hoy, claro.
Los sucesos revolucionarios de 1936 acabaron con la imagen del sant Crist y de alguna manera
repitieron su leyenda. La historia venía repitiéndose a lo largo del siglo XIX. Pero antes de ese siglo
XIX, acontecería un hecho que motivaría el Ball del sant Crist. En el XVIII se documenta, por
primera vez, sobre un hecho acaecido aún antes, tal vez dos siglos atrás. Era época de hambre,
tal vez de sequía, algo tan habitual en el mundo del agro hasta fechas todavía recientes, y vivía
allí un rico comerciante, Josep Nin de nombre, dispuesto a desplazarse hasta L’Alger en busca
de trigo. Salió de Altafulla, se dirigió hacia tierra de moros, entró en tratos con un tal Mahomet
y compró el trigo para transportar hacia su pueblo y aliviar así las penurias. Cuando va a cargarlo
descubre un crucifijo que el moro tenía en el almacén medio abandonado, fruto de un botín
obtenido por su abuelo, corsario para más señas, quien se lo dejó con el encargo de azotarlo
todos los viernes. El cristiano desea comprar la imagen a precio de plata, tantas monedas como
pesara la imagen, y al moro se le disuelven los juramentos hechos al abuelo como azucarillo en
agua caliente. Al pesar la imagen, Josep Nin iba dejando caer las monedas una a una; cuando
llegó a la número treinta, la misma cantidad por la que Judas vendió a Jesucristo siglos atrás,
el fiel de la balanza se niveló, ante el estupor de Mahomet. Hubo de intervenir el rey, el cual
presenció el mismo prodigio, y al final la imagen fue cargada rumbo a Altafulla para, desde allí,
ser conducida a Salomó, no sin antes haber vivido otro episodio, al negarse el barco a moverse
y darse cuenta de que se debía a la falta de un dedo en la mano del crucificado, que había sido
arrancado por Mahomet, deseoso de participar en la propiedad de tan prodigiosa imagen.
Aunque la hambruna digna de recordarse se sitúa generalmente en el año 585, o ya debía de
haber ocurrido ocho años antes, si hemos de creer al infatigable cronista Gregorio de Tours,
obispo por más señas, que ha referido las angustias del año 577 con la simplona frase: “Este año
se cometen muchos crímenes”, que debía de ser cierta, por lo demás, si creemos a George de
Leger cuando comenta que cada uno identificaba la justicia con su santa voluntad. Sobre todo,
se detuvo en contar los desafueros cometidos por los mercaderes y comerciantes, los cuales
abusaban escandalosamente de su posición como poseedores de algunos alimentos, a cambio
de los cuales esclavizaban a los famélicos. Pero como hombre de iglesia al fin y al cabo, no se
privaba de relatar los hechos sorprendentes o milagrosos que llegaban a sus oídos. Así, afirma
haber escuchado a un comerciante de Poitou los detalles de un milagro acontecido en el año
577 a un mercader de Tréveris, en el otoño de ese mismo año; éste se dirigió a Metz para adquirir
sal, embarcándose en su propia barcaza para hacer el camino por el cauce del río Mosela. Pero
fuera por cansancio o por descuido, el caso es que toda la escasa tripulación se durmió cuando
ya llegaban a su destino. Entonces, el barco, a la deriva, avanzando por una zona llena de escollos,
los devolvió a la mañana siguiente a su punto de partida. Indudablemente, cuesta trabajo
encontrarle la gracia a este milagro; nadie se benefició de él, ni material ni espiritualmente.
También hubo dudas sobre quién lo había realizado, ya que a ningún santo se le había pedido
semejante despropósito; con todo, se haya recogido en el Liber de virtutibus sancti Martini.
Ahora bien, cabe una esperanza: es posible que la acción prodigiosa estuviera escondida en el
hecho de que el mercader pensara especular de forma culposa con su mercancía, y el milagro,
al privarle de ella y volverle a su lugar de origen, le hiciera recapacitar sobre su entorpecida mala
acción, ya que la acción mala se suele llamar torpe.
Archivo F.X. Arquitectura prematura
587
Ja després de la guerra, i havent estat destruïda la imatge de la capella l’any 1936, es muntaren
dues representacions els anys 1939 i 1940. La primera, seguint la versió castellana de 1900 i la
segona, amb una nova versió lliure, deguda a Mn. Marçal Martínez, rector que fou de Salomó
entre 1939 i 1942. La representació del 1939 és explicable pels actes d’exaltació religiosa del
“nacionalcatolicismo” franquista un cop acabada la guerra. Per això, aquestes seran les dates
en qué es representaran per darrera vegada els pocs balls hagiogràfics del baix Gaià i els seus
voltants que encara mantenien una certa tradició. Aquests, però, no passaren d’aquesta primera
exaltació, el de Salomó sí. A part de la voluntat dels salornonencs i del pes de la trajectòria
històrica de la devoció, no podem obviar, a partir de la representació de 1940, el propi pes de
la figura de Mn. Marçal Martínez Balaguer, poeta i autor –sempre en català, fins i tot en els
temps més durs de la postguerra– d’alguns Pastorets i del text de la Passió d’Esparraguera que s’hi
representà des del 1952 fins al 1960. Mn. Marçal, doncs, no era un simple vilatà que hagués
refet el text de la millor manera que va saber, però sense cap intenció literària, sinó que era un
escriptor que, amb més o menys encert, coneixia l’ofici.
Y no digamos la cultura. Construir museos en una época en la que no hay obras para guardar
(entre otras cosas porque “críticamente” se dice que el arte de hoy no es para preservarlo, sino
que es efímero)... no es sino un regodeo en la propia sinrazón. Ahora, institucionalmente, se
argumenta que en estos momentos el museo es una obra en sí... ¿y cuándo no lo ha sido? En
fin, son excusas de niños tontos, pero resabiados. Es por todo eso por lo que unos proyectos que
se limitan a poner a las claras la evidencia, necesitarían, para ser viables, otra época y otra
mentalidad, es decir, son prematuros. Pero, como a la vez, son tan fáciles técnicamente y tan
sencillos ideológicamente, pues, estando como estamos en un momento histórico donde se
potencia tanto la tergiversación, está claro que no ha llegado aún su hora. Los que los tachan
de utópicos están diciendo una soberana tontería porque, contrariamente, son los más tópicos,
es decir, los más unidos al lugar.
La contemplació d’aquesta magnífica obra ens és molt més necessària per a historiar la devoció
de Salomó al sant Crist, quan no ens resta de l’época en què fou construida cap document escrit,
si exceptuem el que ens en diuen els articles “Salomó” i “Pons i Monravá, Jaime” de l’Enciclopedia
Espasa, dels quals no hem pogut saber les fonts, per haver estat destruïts els arxius d’aquesta tan
important enciclopèdia universal del nostre país. Sortosament, la crema de l’any 1936 no afectà
totalment la capella; on es destruí, però, a més de la sagrada Imatge, l’altar, el retaule i algunes
de les pintures, de la majoria de les quals s’han trobat els respectius clixés a l’arxiu fotográfic del
Sr. Català Pic, a Barcelona, obtinguts per aquest senyor uns anys abans de la crema, quan residia
a Valls. Això i l’encertada restauració que es va fer de l’esmentada capella els anys 1963-1965
ens permet de reviure la magnífica obra sortida de les mans de Jaume Pons i Monravá.
La actitud planteada por nuestro artista a lo largo de toda su trayectoria es, sin lugar a dudas,
la de un francotirador que actúa de una manera pertinaz y resistente. El sentido político de esta
resistencia queda evidenciado tanto en las Sugerencias de un forastero al Plan General de León
(León, 1991) como en los proyectos de arquitectura prematura; recordemos, entre otros muchos,
La Torre para suicidas (1984), el Edificio para parados (1984), Okupa y resiste (1987), la Cárcel
del pueblo (1989) o el Edificio t orpe para oficinas (1992), unos proyectos de intervenciones
urbanas y arquitectónicas que pudieron ser observados no sólo junto a trabajos de Christo,
Kosuth y Stella en Architectures (galería Urban, París, 1989) o en la muestra individual que
nuestro artista llevó a cabo en la galería Alfonso Alcolea (Barcelona, 1991), sino, también, en
la exposición que bajo el título de Territorio Plural se desarrolló en el Centre Cultural de Bancaixa
(Valencia, 1992).
588
Arquitectura prematura Archivo F.X.
El comentario histórico exige que, si en el folleto del año 1930, que textualmente hemos citado
más abajo, hace constar la queja de 1702 del Reverendo Salvador Lletjet que aseguraba “que
si no quedaba constancia de los libretos era porque las guerras habían destruido los archivos
de Salomó”, mucho más difícil será en la actualidad precisar qué elementos históricos y qué
otros de carácter legendario se cantan en la tradición popular y en la devoción que los salomonenses
han mantenido desde siempre a su sant Crist, y que, como decíamos al principio, ha estado en
el centro de la vida salomonensa desde hace más de cuatrocientos años. La dificultad principal
está en que durante el año 1936 no sólo se destruyó la Imagen y se abrasó y ennegreció la capilla,
sino que también fue quemado totalmente el archivo parroquial. Tres son las fuentes principales
de que podemos valernos para fundamentar históricamente dicha tradición: unas informaciones
proceden de los archivos; otra de las inscripciones e imágenes de carácter monumental; y una
tercera, es folklórica, además de los tres folletones mencionados en la primera parte de este
prematuro trabajo. Las pruebas de archivo proceden del Archivo Diocesano de Barcelona,
especialmente de la sección de visitas Pastorales. Es la procedencia más fiable con datos más
antiguos, concretos e históricamente seguros. El Archivo Parroquial de Salomó ya hemos dicho
que se quemó junto con la imagen del sant Crist. La parte monumental nos la proporciona la
magnífica capilla del sant Crist, construida por los antepasados de los salomonocenses entre los
años 1708 y 1715. En ella se verá la verdadera importancia y la fuerza que tiene para sus
constructores la devoción del sant Crist. Ya hemos recordado cómo en un solo día de 1936
todos estos datos e informaciones fueron ultrajados. Finalmente, la parte folklórica está
representada por el Ball del sant Crist, baile hablado que tradicionalmente se representaba cada
década y que desde 1972 se viene representando cada año alrededor de las fiestas de la santa
Cruz, el 3 de mayo. Esta representación nos renueva informaciones sobre el aire popular de la
tradición. Curiosamente, desde el incendio de 1936 ha sido el cauce de información más
renovado, que con más fuerza resurgió de las cenizas con que nos castigó la historia.
El momento histórico (al que también se llama actual o contemporáneo, y al que los cursis
llaman puntual) es la fuente de ideas para el arte. Los planes que derivan de una tal realidad
disfrutan, bien sea que en potencia, de cierta garantía de futuro. La actuación de los poderes
genera también, casi con idéntica garantía, un estímulo ideal para la intervención. Hay múltiples
disparates –en los que tal vez un ciudadano normal no hubiera reparado– que salen a la luz
gracias a la forma de solución que le dan los que disponen de recursos, económicos o políticos,
para afrontarlos. La realidad social, por su parte, provee de otro buen número de motivos para
actuar sobre ella. El medio al que se nombra como natural (como si todo lo demás no lo fuera)
es igualmente razón cómoda para la crítica. Ante tanta oferta, el verdadero artista, como hace
siempre, no puede proponer sino ejemplos (a los que sería aceptable llamar bocetos)... Y es que
tampoco es necesario que haga más. La única función que yo quise encomendar a mis proyectos
es la de dejar al descubierto cuán fácil resulta encontrar tema; hasta qué punto se amontonan
las sugerencias y las demandas; qué sencillez basta para la creación; cómo, en fin, el arte es un
ejercicio y no una obra... En suma, lo que se entiende por proyecto. Conforme ha ido pasando
el tiempo, aquella arquitectura ante la que los descomprometidos se ponían eufóricos llamándola
utópica –pero que yo siempre he titulado “prematura”–, se ha visto confirmada en su sensatez.
Dos de mis planes gratuitos para solares escuálidos de Madrid han sido ocupados con viviendas
estereotipadas que no caben en ellos. Los museos sin número ni contenido que se agolpan ante
la estupefacción del peatón urbano o pueblerino han hecho deseable un almacén ruinoso. El
solar en el que ha venido a instalarse El Corte Inglés, en León, fue un proyecto agrícola, lúdico
y convivencial. Por último, de momento, nunca imaginé que, como ha ocurrido en el Viaducto
madrileño, se intentara tan burdamente taponar la certeza del suicidio, eso si, a cambio de ver
borroso el horizonte.
Archivo F.X. Arquitectura prematura
589
La versión impresa de 1900 tiene la fuerza y la estructura propia de los bailes hablados. Se
compone, primeramente, de un prólogo que en realidad funciona como una loa. A continuación,
la parte dramática, mucho más extensa que en otras versiones, que se divide en tres cuadros
y cada cuadro en escenas, como si se tratara de una obra de teatro convencional. Al principio
de cada cuadro se presentan unas pautas a seguir para ambientar la escena de manera adecuada.
Se debe remarcar que la presencia de la música no es acusada como en las versiones anteriores
en las que marca cada cambio de escena. La última parte está conformada como un epílogo en
el que el argumento de la obra desemboca en afirmar la voluntad de Josep Nin en hacer
testamento por el cual sus sucesores estarán al cuidado del crucificado por el resto de los tiempos.
El texto mecanografiado en castellano de 1940 es una adaptación, con muy pocas variaciones,
del anterior. El autor, Mn. Marçal, ha normalizado la ortografía y ha cambiado algunas
construcciones gramaticales, además de adecuar el léxico. Se comienza con la loa primera e
incorpora en la loa final, como se hacia en las versiones del baile primitivas, los sucesos de la
destrucción de la imagen en 1936 y la restitución por otra imagen de similares características.
El párrafo añadido dice así: “Durante siglos y siglos/ nunca recibió mal trato/ y nadie le hizo
burla/ a Imagen de valor tanto./ Sólo las hordas salvajes/ del marxismo malhadado/ hijos
bastardos de un pueblo/ que fue siempre buen cristiano/ troncharon tanto respeto/ Patria
y Cielo traicionando/ y entre sacrílegas burlas/ la santa Imagen quemaron./ Y el pueblo de
Salomó/ tan feliz y afortunado/ otra Imagen como aquélla/ con su piedad ha tallado/ con buril
de cien virtudes/ y con fervor cristiano/ pues no quería quedar/ sin Patrón, sin Abogado”. Repite
las escenas en las que el rector decide entrevistarse con el obispo y la voluntad de Josep Nin
de otorgar testamento. Cambia la parte final al incorporar el canto de un ángel, a manera de
epílogo. Las versiones de los últimos años introducen el papel de un narrador que hace las veces
de cronista, lo que permite seguir mejor el argumento de la obra y nos proporciona una versión
inédita con respecto a las anteriores representaciones. Ahora es en el recitativo del epílogo donde
se hace mención a la destrucción de la Imagen.
Hoy por hoy, pienso que la obviedad (la bobada, si se quiere) es el máximo de la creatividad,
del mismo modo que la ética es el más urgente camino de la vanguardia. El hombre integrado
(que dispone del mejor de los remedios contra la lucidez) no acepta gustosamente ni la sorpresa,
ni la diversificación. Sin embargo, está bien pendiente de las sorpresas ligueras y de la diversificación
empresarial; esas cosas le irritan... ¡Y no digamos otras como la paradoja o la sencilla ironía! En
lugar de planificar desde ya mismo la multinacional de la chabola, se aconseja otra simpleza
aún mayor que las que yo defiendo: luchar contra la evidencia a costa de mantener una misérrima
parcela de integridad territorial y cultural. ¡Ya!, ya comprendo que mentar la cultura no viene
a cuento en este asunto; estamos ahora en el emporio de la transitoriedad y del lenguaje vacuo:
hablar sin trasfondo y hacerlo sólo de lo secundario...; lo más apetecible es que el contenido
se diluya en el contenedor, que el embalaje retrase el contacto con la mercancía. Los observadores
al uso no es ya que no se integren en el campo de lo observable, sino que no quieren que éste
último pase de ser una imagen. No les agrada, por ejemplo, que mis dibujos no compitan en
el plano arquitectónico, que ese aspecto sea nada más que un vehículo...; ¡con lo saludable que
sería tener que ver solamente lo que está en el papel! Incluso un profesional (aunque tal vez ahí
estuviera la causa), un arquitecto me dijo que lo que me convenía era contratar a un buen
delineante..., si bien a continuación reconoció que los planos se entendían... (a lo mejor
demasiado para él). Y es que las mascaradas en las que se vive nunca se llevan a término; de
ellas solamente se coge la apariencia, como si ésta fuera lo importante. Aún estamos esperando
“el gran teatro del mundo” en el que los anfiteatros, las plateas, los gallineros se enfrenten entre
sí, ¡que es de lo que se trata!, y no a un escenario en el que tan sólo se ve la farsa recitada.
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Arquitectura prematura Archivo F.X.
Excèntrics Retenciones en Badía del Vallés Francisco Correal Arquitectura prematura
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592
Arquitectura prematura Francisco Correal Los discípulos de Eiffel Excèntrics
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Hacía casi un año que no veía a mi amigo Badía. Tenía muchas
ganas de verlo y de contarle la historia de Ciudad Badía.
Mi amigo Antonio Badía, vive en Ciudad Aljarafe, que para
mí, por la relación tan afectuosa que mantengo con Badía,
es como si fuera Ciudad Badía. Es una barriada de nueva
creación, como el modelo literario del que le quería hablar
a Badía, un conjunto de edificios que no llegan a la obsesión
del enjambre y que, por encontrarse en lo alto de una colina,
son percibidos como rascacielos desde la metrópolis. Ciudad
Aljarafe pertenece al término municipal de Mairena del Aljarafe,
el que más ha crecido demográficamente en la comarca que
los árabes convirtieron en su vergel y los toreros en su lugar
de esparcimiento. En la planta más alta del edificio más
alto de Ciudad Aljarafe tiene Badía su estudio, su caballete,
sus latas de Litoral para las emergencias. Tiene una vista
impresionante y dice que en algunas ocasiones ha llegado
a divisar las estribaciones de la sierra de Grazalema. Pero
lo que más le emociona es la llegada de la temporada del
mosto y su búsqueda por los lagares y bodegas.
Llevaba meses sin ver a Badía, que a partir de unas fotografías
de Atín Aya retrató al pastel a mis hijas Andrea y Carmen en
estampas que presiden el salón de mi casa. Quedamos el
día 8 de noviembre en la puerta de la Cruz Roja de Triana,
en la calle San Jacinto. Le iba a dar la única invitación que
me quedaba para la presentación de mi libro Plaza de España,
una especie de tiovivo con historias de 48 personas nacidas
en otras tantas provincias españolas y afincados en Sevilla.
Cada uno retratado en el banco correspondiente de la plaza
que diseñó Aníbal González para la Exposición Iberoamericana
de 1929. Badía está rodeado de familiares de salud delicada
y edad avanzada y casi siempre queda cerca de un hospital.
Los discípulos de Eiffel
Francisco Correal
La calle San Jacinto es como una prolongación del puente
de Triana que algunos atribuyen a un discípulo de Eiffel.
Nadie lo conoce por su nombre oficial, puente de Isabel II.
En esa calle quedábamos en el bar Los Dos Hermanos, que
en realidad eran tres, originarios de la población manchega
de Manzanares. Siempre utilizaban el mismo reclamo contra
la prisa: “No vayas tan ligero y tómate un Yuntero.” El bar
cerró y ahora es una tienda de ropa masculina. Motivo
fundamental para que Badía y yo nos veamos muchos menos
que antes en la calle San Jacinto. Cogí el autobús C3 y me
bajé en la parada del Barranco, que también se lo atribuyen
a un discípulo de Eiffel. No creo que sea el mismo. Crucé el
puente más mimado por los letristas de sevillanas y me dirigí
a la Cruz Roja de Triana con la invitación de la presentación
de mi libro para Badía. A mitad de la calle vi muchísima
gente; un control policial impedía el acceso del tráfico. Un
cuerpo yacía en el centro de la calzada, a dos pasos de la
puerta del colegio Protectorado, en cuyo interior medio millar
de niños asistían a sus clases ajenos a lo que ocurría en el
exterior. La vendedora de claveles señalaba a los curiosos
el vehículo causante del atropello. Un todoterreno lleno de
instrumentos musicales. Primero dijeron que era un extranjero.
Les confundió la coleta, que la gente de edad considera un
atributo foráneo. Los vecinos no ocultaban su sorpresa: el
conductor era un joven músico de Triana, antiguo miembro
del grupo Caledonia Blues Band. Ciudad Caledonia fue el
nombre que Cernuda utilizó para llamar a Glasgow en Ocnos,
su refugio escocés en el exilio, “vómito de niebla y fastidio”.
Ya le hubiera gustado al joven músico estar a esa hora en
Glasgow o en cualquier otro sitio. Bendita la niebla, bendito
el fastidio. Nunca en la calle San Jacinto, prolongación del
puente de Triana. Todavía no había llegado el juez para el
levantamiento del cadáver. Tenía que avisar al periódico. Me
había gastado la calderilla en comprar el pan y el periódico,
ese binomio hermanado por Proust cuando dice del periódico
que es un pan espiritual. Dejé a la vendedora de claveles en
43
Excèntrics Los discípulos de Eiffel Francisco Correal Arquitectura prematura
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sus tareas de reportera improvisada, atravesé la masa de
gente y seguí hasta la Cruz Roja de Triana, confiado en
que allí estuviera Badía y me dejara su teléfono móvil,
artilugio del que carezco, para llamar al periódico. Llegué
a la hora convenida y Badía no estaba. Siempre es puntual.
Las enfermeras regresaban del café a la Cruz Roja de Triana.
Imploraba por cruzarme con alguien conocido a quien pedirle
una moneda para hacer una llamada. Me dirigí a un cajero.
Sus impertinentes preguntas me disuadieron y recogí la
tarjeta. No se puede salir sin dinero a la calle, me dije.
Tampoco se debe llegar tarde a una cita. En el barrio del
Tardón, donde según la vendedora de claveles residía la
mujer atropellada, hay un bar muy conocido en la zona.
Salomón, rey de los Pinchitos. Salomón era el patriarca, un
judío procedente de Melilla que se especializó en pinchitos
morunos. Le dejó el negocio a sus hijos David e Isaac, uno
bético, otro sevillista. Esa dualidad la utilicé para un reportaje
antes de un partido entre los dos equipos de la ciudad. Me
acerqué y en la cocina estaba Isaac. Se acordaba de mí,
porque me saludó con mucho afecto. Buena señal. Le
extendí la mano, pero se excusó del protocolo mostrándome
la suya llena de sangre, estaba en plena faena de preparado.
No pude evitar la asociación de su mano ensangrentada
con la sábana blanca que cubría el cuerpo yerto y la mancha
de sangre en el centro de la calle San Jacinto, junto a las
aulas del colegio Protectorado. El hijo del rey de los Pinchitos,
que debe ser el príncipe de los Pinchitos, me dijo que en
su reino no había teléfono. Le pedí una moneda para llamar
desde la cabina más cercana. Me dio dos monedas de
cincuenta céntimos. Con una me bastó para comunicar la
noticia al periódico, que envió raudo al fotógrafo. Me quedé
con la otra moneda por si acaso. Todavía le debo las dos.
Un euro con intereses a los hijos de Salomón. Volví al lugar
del atropello. Todo seguía igual: el cadáver bajo la sábana
blanca, el conductor abatido en el asiento trasero de su
propio vehículo, la policía interrogando a los testigos, las
monjas asomadas a la puerta del colegio deseosas de que
aquello acabara cuanto antes para que los niños no se
encontraran un panorama tan desagradable a la salida de
clase. De pronto apareció Badía. El retratista de los trianeros
populares, desde Campito, el abuelo de la actriz Paz Vega,
al Chaque de Triana, el limpiabotas que fue legionario y
cantaba por bulerías mientras le lustraba los zapatos a
Naranjito de Triana. Le di la invitación. El juez procedió al
levantamiento del cadáver: una anciana de ochenta y tres
años con un DNI de los antiguos que facilitó su identificación.
Llegaron los de la funeraria, la metieron en un ataúd camino
del Anatómico Forense, aparecieron los del servicio de
limpieza, que limpiaron las manchas de sangre. Todo volvía
a ser como antes. Me despedí de Badía. Ya le contaría por
la tarde, al término de la presentación de mi libro, lo de
Ciudad Badía. Al final no apareció. Quedaré con él en Salomón,
rey de los Pinchitos, y le devolveré el euro a Isaac. Que con
la mano ensangrentada parecía Abraham después del
sacrificio. Mi periódico fue el único que publicó la fotografía.
45
Nombre:
Entrada (Arquitectura prematura).
Entrada: Arquitectura prematura.
Archivo F.X./La ciudad vacía/Comunidad.
Dispositivo:
Edición de globos blancos serigrafiados con corona del sant Crist e instalación
con sistema de hinchado manual o mecánico (2005).
Recomendaciones de exposición: adaptar a una pequeña barra con bebidas
a disposición del público de manera gratuita. Acompañar de conexión
web al Archivo F.X. (www.fxysudoble.org). Acompañar de la edición completa
de Archivo F.X./La ciudad vacía/Política.
Presentación objeto:
Edición de globos blancos, 8 cm de diámetro en corona, goma gruesa,
serigrafiados en negro. Instalación a libre disposición del público, que
puede hincharlos en la sala, colgarlos, llevárselos, darles un uso particular.
594
Arquitectura prematura Entrada
Arquitecturas prematuras.
Globos (oxígeno)
Pelotas hinchadas.
El habitáculo y la estancia.
La ciudad como “casa” del cuerpo social.
Una observación del orden de lo simbólico que organiza a la gente.
Los deportes, los espectáculos, las manifestaciones y, sobre todo, el fútbol.
Organigrama social, alineación.
La pieza de Valcárcel Medina.
Reorganización de lo simbólico en la ciudad de León.
Rediseñar los espacios del público en el nuevo pabellón deportivo y
transformar el solar del viejo estadio en un parque con todas las estatuas de la ciudad.
Transportar, llevar las estatuas.
Salomò, campo de fútbol, esquemas, mapa, localizar la fotografía.
En Salomò, cerca de Tarragona.
Los revolucionarios asaltan la iglesia del pueblo,
cortan la cabeza al Sant Crist y juegan con ella al fútbol
en el campo cercano a la Parroquia que albergaba al crucificado.
Varias versiones del mismo hecho. Varias retransmisiones.
Después se producen los milagros.
A modo de trofeo: sólo resta de aquel evento la corona de plata del Sant Crist
que no se quemó con la madera del resto.
Buscar también una mano perdida.
Cabeza y manos: el portero.
La corona de Valcárcel Medina y la corona de espinas.
La corona como esquema, como plano de arquitectura.
Serigrafiar plano, esquema… líneas.
El plano como organización de fuerzas y la corona del estadio.
Ciutat Badia, una organización social en torno al fútbol: Busquets.
El héroe martirizado: leyendas de un portero de Ciutat Badia.
El prestigio del polideportivo y estadio de fútbol en la comarca del Vallès.
Ciutat Badia como cantera de ciudadanos.
Diagrama del cuerpo social, ¿dónde está la mano perdida?
El balón, hinchar un globo como balón.
Serigrafiar en el globo el exvoto, la reliquia, el fetiche: la corona de espinas.
Proponer hinchar ese globo, soplar dentro, insuflarle aire al balón.
Pompa de vanidad, melancolía.
Globo del mundo, con el que juegan a punta y tacón.
Factor móvil y variable en el cuadro de la ciudad. El balón como pulsión social.
Lo que se constituye como esfera.
La ciudad articulada y desarticulada por el balón… patada y gol.
Alentar, echar aire, soplar, gasear.
El campo de fútbol como campo de concentración.
La ciudad como campo, el balón como deseo, intangible, incógnita, lo desconocido.
El factor indeterminado.
El puntero loco que dibuja y re-dibuja, en el software, el plano de la ciudad.
Función de equis. El objeto a.
Todos los ritos de la ciudad, todos los sacrificios.
Lo que los mueve.
No son ni las reglas del juego, ni los jugadores, ni la asistencia del público.
Un globo, dos globos, tres globos.
La ciudad que así se organiza: orgánica, aérea, humo.
Modelo de organización social, lo que relaciona a la gente, lo que les vincula, el chicle.
Los antropólogos en el campo de fútbol, un páramo de noche, el haz de luz redondo de la
linterna apuntando a todos lados, están buscando la sociedad.
Entrada Arquitectura prematura
595
596
Arquitectura prematura Entrada
Entrada Arquitectura prematura
597
Nombre:
El Plano.
Entrada: Arquitectura prematura.
Archivo F.X./La ciudad vacía/Comunidad.
Dispositivo:
Edición de once posavasos e instalación en bar (2005).
Recomendaciones para la exposición: Adaptar una pequeña barra
con bebidas a disposición del público de manera gratuita. Acompañar
de conexión web al Archivo F.X. (www.fxysudoble.org). Acompañar de
la edición completa de Archivo F.X./La ciudad vacía/Política.
Presentación objeto:
Impresión en papel absorción, 8 cm x 8 cm, 200 g, de libre disposición.
Uso libre del público en el bar, en su casa. Adaptación del bar a las
circunstancias del espacio, utilidad de servicio, disponibilidad de servicio
de restauración, normas sanitarias, etc. Edición según estimación del
número de visitantes. Puede llevarse gratis.
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Arquitectura prematura El Plano
El Plano.
Arquitecturas prematuras.
Cartografías y unos mapas.
Una parodia.
Una visita al Museo del Barça: efecto Koolhaas y otras chorradas.
Asociaciones todas: desde Indymedia hasta las asociaciones rocieras.
Cartón con las asociaciones de Badia al completo.
Ciutat Badia con el mayor porcentaje de asociacionismo vecinal del país.
Las luchas agónicas que construyen la ciudad.
Una oficina que vigile la libre competencia.
Lo que nos une.
El grupo como espacio social.
La plaza pública.
El modelo de las asociaciones deportivas como célula social.
Un modelo orgánico.
El disfrute del tiempo ciudadano.
Potenciar el asociacionismo extra laboral, extra sindical.
Reorganización de la ciudad en torno al tiempo de ocio.
Juntos podemos.
El deporte de masas y la comunión social.
La comunidad como comunidad deportiva.
El sport como vanguardia.
Los clubes, los hinchas, la afición.
Los ritos del bar…
Abrir un bar, una cafetería, un restaurante y ponerle el televisor para ver juntos
los partidos de fútbol.
Editar posavasos con todos los clubes y asociaciones de Badia.
Multitud y trabajo colectivo.
Ponernos a hacer los planos con estas preguntas:
¿qué línea subterránea enlaza al Club Futbol Sala La Sardana de Badia del Vallès con El Caracol
Maya, asociación de solidaridad con las comunidades indígenas de Chiapas?, ¿o al Club de
Fútbol Veteranos Atlético Troya de Badia del Vallès con la Associació Catalana D’Amics del
Poble Saharaui?, ¿por qué puede parecernos tan aberrante comparar Indymedia con la
Associació TIC –tecnologies de la informació i les comunicacions Badia del Vallès? ¿Qué hace
que Hangar y la Associació de l’Art de Badia sean incomparables? ¿Dónde está la imposibilidad
de dar un territorio común a madeinbarcelona y a la Associació Sociocultural PROBVOS de
Badia del Vallès?
Trazar las líneas secretas: los posavasos, las botellas, el bar…
Dibujos: las marcas del vaso en la barra, el arrastre del vino sobre la mesa…
Maquetas: vasos usados de plástico, botellas vacías, tapones y corcho…
La gente en el bar, tomando algo, hablando…
Todo se conecta.
Un descanso a la ciudad.
Invitar a una copa.
El mapa imaginario de las relaciones sociales.
Psicogeografía del bar.
En las estribaciones de París, Debord enseña a Goytisolo los bares de españoles.
Regalar la ciudad, derroche del espacio urbano, bebidas gratis.
Happy tour.
La única obra de arte moderno posible: unos amigos beben vino y cervezas en el bar.
Fluidos, la ciudad entrando por el pescuezo, saliendo por la portañuela.
Una economía borracha de los flujos urbanos.
Los situacionistas borrachos desbarrando sobre la planta urbana de una ciudad, agarrados al
cuello de las botellas, dejando las marcas de sus vasos.
El Plano Arquitectura prematura
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Arquitectura prematura El Plano
El Plano Arquitectura prematura
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Nombre:
La Casa.
Entrada: Arquitectura prematura.
Archivo F.X./La ciudad vacía/Comunidad.
Dispositivo:
Vídeo DVD. Duración: 20 min 37 s (2005).
Edición 1 de 7.
Con la colaboración de Israel Galván.
Cámara y realización: Aleix Gallardet.
Recomendaciones de exposición: mostrar preferiblemente en televisor
de gran pantalla de uso doméstico. Acompañar de conexión web al Archivo
F.X. (www.fxysudoble.org). Acompañar de la edición completa de
Archivo F.X./La ciudad vacía/Política.
Presentación objeto:
Vídeo en formato DVD.
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Arquitectura prematura La Casa
La Casa.
La competencia.
Arquitecturas prematuras.
Luchas agónicas en la construcción de la ciudad moderna.
El modelo del fútbol.
Trabajo en equipo e individualidades.
Con Israel Galván,
con balón, sin balón.
Marcar el espacio, el espacio marcado.
Tendría que localizar el teléfono de la casa aquella, ¿recuerdas?, la única liberada de todo
Badia, la dirección era C/ Cantábrico 33, piso 5.º A,
Josefa Calvet, su segunda propietaria,
Montse y Víctor, ¿tienes los teléfonos de los nuevos inquilinos?
Manuel Chamorro, María Figueroa.
Tendría que hablar o verme con sus propietarios en estos días.
La única propiedad privada absoluta entre los bienes muebles de Badia.
Un piso liberado.
El capitalismo como marca liberadora.
El arte que funciona como vanguardia del capital. Enajenación y liberación.
Marcas de tiempo.
Coreografías como topografías.
Marcar el piso con bailes…
Recoger en vídeo una sesión de baile dentro del piso.
La diferencia, marcar la diferencia.
Un argumento cómico: la camiseta del Betis-Badia se transforma en la del Barça.
Una casa, más que un club.
Todo el ritual de la casa.
Casi como quiromancia.
El trabajo del zahorí, cuerpo que va marcando el espacio.
Hacerse capital, capitalizarse.
El gesto artístico y los orígenes del capitalismo: la libertad, el liberalismo…
Grabarlo todo en vídeo, la cámara quieta, recogiendo solamente una visión del espacio
y los bailes.
El espacio marcado, vivido, habitado, capitalizado:
el hall, la cocina amueblada, el cuarto de la lavadora, el salón comedor, el saloncito de juegos,
el cuarto de baño, el estudio de trabajo, el pasillo distribuidor,
el dormitorio matrimonial, el cuarto de los niños.
La casa como hucha de gestos, almoneda de gestos…
Gestos y gastos.
No se por qué, al final, la camiseta del Barça que cae…
Inmovilismo inmobiliario.
El fracaso del proyecto social.
Desarticulación social por el capital y reorganización en la vía del fútbol.
El espacio íntimo de la burguesía: sus restos, sus huellas… lo que queda.
¿Qué hay de Edith Warton en un piso de Badia?
Henry James como el bailarín, el bailaor…
La ciudad como adición de casas, de hogares.
La casa del ser y el hogar primordial gitano: chiste y mito.
Fracaso del polígono de viviendas y articulación del espacio: Ikea, El Corte Inglés…
Algo que el capital no alcanza.
Las marcas de los pies, el sonido de los pies en el piso como banda sonora.
Los pies como punto de vista cualificado para ver la ciudad.
Concentración: el spleen, el paseo, la deriva…
Esa cosa solitaria del cuerpo del bailaor que se lanza, una y otra vez a medir la casa, los brazos
abiertos, los dedos del psicoanalista cuantificando el espacio.
La Casa Arquitectura prematura
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Arquitectura prematura La Casa
La Casa Arquitectura prematura
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Arquitectura prematura Valentín Roma La memoria
Cuando González salió de la cárcel por pegarle una
paliza a su mujer se tuvo que marchar también del pueblo,
un poco por miedo a los hermanos y a los primos de ella,
pero sobre todo porque ya nadie le traía motos ni coches
al taller y cada semana le hacían pintadas con insultos
en la puerta de metal y, además, en los bares le giraban la
cara o directamente no le servían, como en lo de Alfredo.
Decidió entonces dejar Burguillos del Cerro, el pueblo
de Badajoz en el que había nacido, y venir a Cataluña,
a Badia del Vallès, sólo porque estaba al lado de Barberà,
donde vivía su hermana, y porque era un sitio barato. Aquí
alquiló un piso en la avenida Cantábrico, pagó la fianza de
dos meses y compró un coche de segunda mano con el dinero
que le habían dado por vender el taller. Su hermana y él
fueron al mercadillo de los viernes a buscar dos pares de
pantalones, tres camisas y una docena de calzoncillos. Le
dio mil pesetas a cada uno de sus tres sobrinos y, por último,
se afeitó en el barbero del barrio, el sábado temprano, a
eso de las ocho y cuarto de la mañana.
Caminó después por los descampados de los alrededores
y se quedó observando, extrañado, las hileras de bloques
de pisos. Ascendió por la cuesta de la Montañeta, chutó
con rabia y precisión una lata de cerveza vacía contra
un palo que había clavado en un claro de la vegetación.
Arrancó una rama de hinojo y se metió el tallo en la boca,
mordisqueándolo con fuerza mientras observaba, desde
lo alto, la silueta incomprensible del pueblo donde seguramente viviría los próximos años, dejando la vista fija en
El escudo
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La memoria Valentín Roma Arquitectura prematura
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los campos de fútbol recién alisados, donde una pequeña
figura humana ataviada con colores chillones y plastificados
encalaba las líneas del terreno de juego, consiguiendo que
de pronto, como por arte de magia, del trozo de tierra marrón
que se veía a lo lejos saliese, preciso y rotundo, un rectángulo
pulcro, impoluto unos instantes antes de que los chiquillos
de verde y blanco saltasen a él para ensuciarlo y para desdibujar sus contornos.
González empezó a ir al bar del campo de fútbol casi
a diario. Se colocaba en un extremo de la barra, pedía chatos
de vino blanco y se mantenía en silencio, vuelto hacia la
portería más cercana, escrutando las maniobras de los jugadores que entrenaban y haciendo ver que estaba absorto
en el póster que había detrás de las botellas, firmado por
Carles Busquets, el antiguo portero del Barça. De vez en
cuando mascullaba “eso es chaval, eso sí” pero no hablaba
con nadie.
Empezaron entonces los rumores: que si era el padre
desaparecido de alguno de los Expósito, quizá del pequeño
que también era rubio; que si era ojeador de un club grande,
del Madrid o del Barça o del Español, y que estaba siguiendo
a Titi y a Moreno... También comenzó a decirse que había
sido un jugador importante, que se lesionó cuando lo iba
a fichar el Atlético de Madrid.
González dejaba que todos estos bulos fuesen corriendo
y seguía yendo cada día al bar del campo, fascinado con
esa fama que le estaban construyendo inexplicablemente
los habitantes de Badia y que le permitía, de un mismo
y único golpe, olvidar su pasado y alimentar esos deseos
de ser famoso que desde niño había sentido. Por eso, cuando
el señor Rubio, el míster de los juveniles, se armó de valor
y al finalizar el entrenamiento de los viernes fue hacia la
barra del bar y le dijo: “Perdone la indiscreción, ¿no será
usted González, aquel portero del Badajoz que fichó el Atléti
el año cincuenta y nueve junto con Adelardo?”; el González
de ahora, subiéndose las gafas con uno de sus largos dedos
llenos de cortes por la ferricha le contestó: “¿Y usted no
será Julián Rubio del Cádiz, al que le domaba las botas de
juvenil Manolín Bueno y que se tuvo que retirar por una
entrada criminal de De Felipe en el campo del Español?”
Aquí se acabó la conversación y unos segundos más
tarde también finalizó el silencio de todos los que estaban
en la barra esperando a ver qué decía el nuevo vecino de
Badia. “¡No, qué va! Yo lo más que llegué fue a primera
regional con un filial del Granada. Decían que tenía maneras
pero mi padre me sacó del fútbol enseguida para trabajar
con él de peón”, le contestó, un poco nervioso, el señor
Rubio. González se giró entonces hacia su chato de vino,
lo acabó de un trago y dijo a la gente, con Dios, mientras se
marchaba hacia el piso de la avenida Cantábrico. Allí pensó
que le hubiese gustado ser extremo derecha y no portero,
aunque de todas formas lo de portero le evitaba tener que
saber tocar el balón con cierta clase, porque él había sido
un gran aficionado al fútbol pero en su vida había jugado
en ningún equipo, sólo algunos domingos, con los amigos,
chutaban una pelota de trapos para entretenerse, aunque
a ninguno se le daba del todo bien, porque ellos lo que sí
sabían hacer, y además de maravilla, era jugar al truque.
Entretanto el corrillo del bar, con dos o tres padres,
el señor Rubio y Dionisio, el utillero del campo, comentaban
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Arquitectura prematura Valentín Roma La memoria
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exaltados: “Ya os lo decía yo que ese tío había mamado
fútbol, si sólo había que ver los comentarios que hacía cuando
un chaval tiraba a puerta...”; “y cómo se miraba la foto del
Busi..., claro, un portero que ha llegado allí arriba sabe de
qué va el tema”; “eso es nostalgia, coño, Mateo, la pena
de decir: yo he sido como tú y mira ahora”; “es verdad,
porque con los duros que debe haber ganado ése y ya lo
ves, tampoco parece que se le caigan los billetes del bolsillo,
además viviendo aquí, en Badia...”; “oye, no te pases, ni
que vivir en Badia fuese una deshonra, ¡no te jode! Que de
este pueblucho han salido ya varios futbolistas, Busquets,
Canito, los hermanos Pirri...”; “dejaos de hostias, hay que
hablar con el presidente y que le proponga algo a ese hombre.
Sería del género tonto tener una figura aquí y no aprovecharlo
para que les enseñe lo mucho que debe saber a los chavales.
Además se pasa las tardes muertas en el bar del campo,
¿qué más le dará ponerse un chándal y entrenar un rato?
Igual así se le alegra la cara que trae el pobre”; “eso,
y de paso también beberá menos, que me he fijado yo y le
da al alpiste que es un gusto..”; “joder, no digas más barbaridades, que ahora va a resultar que es un borracho”;
“oye, que lo de borracho lo estás diciendo tú, que yo
sólo he dicho que bebe vino”; “y tú también, y yo, y éste,
¿o no?, pero nosotros somos unos currantes que desde hace
veinte años nos explotan unos cabrones a los que nunca
les hemos visto la cara, y ese hombre es otra cosa, ése ha
salido al campo de fútbol y le han aplaudido..., ¿cuántos...?,
¿cincuenta, setenta, cien mil tíos...?, ese hombre ha viajado
por todo el mundo, ha estado en hoteles de cinco estrellas
y en restaurantes carísimos, ¿y nosotros qué? Yo de Linares
a Badia y de mi casa a la SINTERMETAL y tú tres cuartos
de lo mismo, allí metido en la SEAT, a hacer tornillos como
si fueses un robot”; “déjalo ya Mariano que siempre estás
igual, desde que te hiciste de las CC.OO. y te metiste en el
comité no tienes otro tema, un día te van a enganchar por
ahí rajando y te despiden, que con las regulaciones de plantilla la cosa está muy jodida, y ya me dirás qué ibas a hacer,
con cuatro en casa y todo hembras...”; “dejad la cosa quieta,
que os vais por peteneras a la mínima de cambio y lo que
se tiene que hacer es hablar con el presi y que le diga algo
a González, coño, que a todos nos beneficiaría mucho que
entrase en el club, y seguro que él también lo está deseando.”
Durante la semana siguiente González no fue ningún
día al campo. Todo el mundo estaba muy extrañado por
ello y más sabiendo que el viernes había un partido de veteranos entre la U.D. Badia y el Barça, que traía a Charly
Rexach, Fusté, Costas, Pereda, De la Cruz y Asensi. Al acabar
la contienda el señor Rubio abordó a Fusté, que por ser
el más viejo llevaba el brazalete de capitán, y le soltó “nos
habéis ganado ocho a uno pero es que nos faltaba el portero,
uno que es la figura del equipo y que seguro conoces bien.
¿A que no sabías que está con nosotros González, el que
fichó con Adelardo por el Atléti de Madrid en tiempos
de Domingo Balmanya? Con ése seguro no entran los goles
tan fácil ¿o no?”, dijo con una sonrisa de satisfacción.
Fusté, acostumbrado a los comentarios desordenados e
incomprensibles de los aficionados le contestó: “Bueno,
bueno..., ya lo veremos en el partido de vuelta, aunque
eso explícaselo a Pereda, que con cincuenta y nueve años
aún se apunta los goles que marca para que no le quiten
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el pichichi, ¿eh, Chus?”, y entonces todos comenzaron
a reír mientras se estrechaban las manos y se despedían
diciendo hasta el año que viene.
Pero el martes apareció González nuevamente. Le esperaban en el bar el presidente del club, don Anselmo, que
también había fundado la Peña de Petanca La Macarena,
y los entrenadores de los benjamines, alevines y del infantil.
“Buenas tardes”, dijo González muy serio y con gran solemnidad. “Buenas”, le contestaron casi al unísono todos los
presentes. “¿Qué tal está usted señor González? Soy Anselmo
Fuertes, presidente de la U.D. Badia, y quería comentarle,
si no le importa, un par de cuestiones. Antes de nada le
doy recuerdos de parte de Fusté. Estuvieron el otro día aquí
los veteranos del Barça jugando un partido contra nuestros
veteranos y tanto él como Chus Pereda (que parecía le tenía
un cierto miedo, ¿no, chicos?) nos dijeron que a ver si el
año próximo se pasa usted a saludarlos.
“Bueno, en fin, no me ando con más rodeos. Creo que
hablo en nombre de toda la directiva del club y por eso
quería proponerle que se hiciera usted cargo de la coordinación de la entidad. Su experiencia y prestigio sería
para nosotros un salto cualitativo importante que ahora
mismo necesitamos urgentemente. Por supuesto, y como
sabemos que este cargo le obligaría a dedicar bastante
tiempo a nuestro club, le ofrecemos unos honorarios mensuales de ochenta mil pesetas más incentivos en función
de los éxitos deportivos. Este dinero lo sacaríamos de las
cuotas que cada padre paga por tener aquí a sus hijos,
pues no sé si sabe usted que para jugar en la entidad es
obligatorio hacerse socio por lo que, a día de hoy, somos
más de dos mil afiliados. Desconozco si estaría en condiciones de aceptar esta propuesta, pero sepa que es una
ilusión muy grande que tenemos la junta directiva y muchos
de los chavales, que ven en usted un verdadero ídolo.”
En medio del silencio González hizo un gesto intraducible, sacó de su bolsillo un pañuelo muy blanco y se
secó las manos, luego golpeó un par de veces el suelo con
la punta de su zapato izquierdo y le dijo a todos los que le
miraban: “¿Podría decirme usted, presidente, qué he hecho
en los últimos cuarenta segundos?” El señor Anselmo se
puso un poco nervioso, miró a derecha e izquierda, como
pidiendo ayuda a los otros directivos, y cuando iba a contestar que no sabía a qué se estaba refiriendo, González
se anticipó y, seguro de sí mismo, soltó: “He sacado mi
pañuelo con la derecha, he limpiado mis manos y he golpeado tres veces el suelo con la punta del pie. Eso son
exactamente, y sin tener que mirar ningún reloj, cuarenta
segundos, es decir, lo que tarda un futbolista que va a lanzar
un penalti en ponerse en el borde del área, mirar hacia
delante y decidir por qué lado chutará. Esos cuarenta segundos son los que yo utilizaba para intimidar al lanzador
con la mirada y para decidir a qué lado me tiraría. Sólo le
diré una cosa: en cinco temporadas paré diecinueve penaltis.
Se preguntarán ustedes cuál es la moraleja de este cuento:
pues que en los pequeños detalles, en lo más insignificante,
está la clave del éxito.
“Les pido que me dejen tres o cuatro días para pensar
su oferta. Tengo algunas cuestiones profesionales resolviéndose y querría evaluar detenidamente los pros y los
contras. Soy hombre de palabra y cuando me comprometo
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me gusta cumplir a rajatabla.” “Por supuesto, faltaría más...”,
contestó el señor Anselmo de forma súbita, como despertando del limbo en el que le había sumido el discurso del
nuevo vecino de Badia.
Finalmente, González aceptó hacerse cargo de la
coordinación del fútbol base de la U.D. Badia. Consiguió
que le aumentasen el salario mensual hasta noventa y cinco
mil pesetas. Presentó una especie de plan de reestructuración
de todas las categorías que se centraba en la imagen que
el club tenía respecto a los pueblos de los alrededores.
Ya en ese momento Badia era conocida en todo el Vallès
como “la ciudad sin ley” y circulaban numerosos rumores
de violentas pandillas juveniles, tráfico de drogas, robos
y gamberrismo general. Para que la disciplina y el orden
fuesen las señas de identidad de los distintos equipos impuso
las siguientes normas: uno, todos los chicos deberían ir
obligatoriamente con el mismo chándal el día del partido
y de forma opcional para los entrenamientos; dos, siempre
que hubiese una persona mayor delante se le tenía que
saludar dándole la mano; tres, después de los encuentros
cada jugador felicitaría al contrario y a los árbitros, independientemente del resultado final; cuatro, al acabar los
partidos el equipo en bloque debía situarse en el círculo
central del campo y agradecer al público el apoyo recibido,
aunque sólo estuviesen en la grada los cuatro o cinco padres
que venían siempre.
González trajo una remesa de chándales grabados con
el escudo del club a través de un amigo de su cuñado y se
pusieron a la venta al precio de cinco mil pesetas la unidad.
Algún padre se quejó de que eran muy caros pero finalmente
todos tuvieron que pasar por las oficinas y pagar en metálico
lo que les correspondía.
Empezó la temporada y con ella los éxitos deportivos.
En la jornada dieciséis la U.D. Badia no tenía ningún equipo
por debajo de la quinta posición, lo que tampoco resultaba
muy extraño si se repasaban los últimos cuatro años del
club. Sin embargo, había en el ambiente cierto triunfalismo
general, una atmósfera de orgullo y satisfacción surgida
de la idea que, además de ganar partidos, se estaban disipando todas las leyendas y prejuicios negativos a través
de los cuales solía juzgarse Badia del Vallès y cualquiera de
sus numerosas asociaciones sociales. Para certificar este
estado de euforia, o para recrearse en él, fue convocada
por el señor Anselmo una junta extraordinaria, donde se
analizaría la marcha de los equipos y se revisarían las cuentas
generales del club.
Cuatro días antes de la reunión, González faltó por
primera vez al entrenamiento de los martes y también
al del día siguiente. El jueves por la mañana el señor Rubio,
el entrenador de los juveniles, aprovechando que debía
ir al zapatero de la avenida Cantábrico, se acercó al número
147 y llamó al timbre del 4º 4ª, que era el piso donde vivía
González. Nadie contestó a la primera, ni a la segunda ni
a la tercera llamada. Cuando estaba a punto de marcharse
vio a una señora que tendía sus sábanas en uno de los balcones
del bloque y le gritó: “Señora, ¿ha visto usted salir a Juan
González, el vecino del cuarto cuarta?”; “¿Cuál vecino me
dice, el del cuarto? Yo no sé, mire usted, pero hace días
que no se le oye”; “Sí –interrumpió la conversación una
mujer que en esos momentos abría con dificultad la puerta
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La memoria Valentín Roma Arquitectura prematura
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de entrada al edificio–, hace dos noches le vi levantando
el capó de ese coche familiar que tiene. Como no me podía
dormir salí al balcón a tomar la fresca y me fijé que estaba
cargando, él solo, una cajonera de madera grandísima. Cuando consiguió subirla a lo alto del coche se quedó quieto
mirando hacia aquí y lanzó un saludo. Aunque era imposible
que me viese, pensé que era a mí a quien se dirigía, porque,
si no, ¿a quién saludaba, a los geranios de las ventanas? Fui
entonces a decirle adiós pero arrancó muy rápido y bajó
hasta el final de la avenida. Eran las tres de la madrugada
y ya le digo que yo estaba tomando la fresca, que me importa
a mí muy poco lo que haga cada uno.”
El resto forma parte ya de las cosas que nadie comenta
en Badia; de la junta que se celebró sin González y de la
indignación de los directivos al comprobar que la cuenta
bancaria del club estaba sin líquido y que incluso el dinero
de los chándales, que se guardaba en las oficinas, también
había desaparecido; de las llamadas que el presidente,
el señor Anselmo, hizo a la Real Federación de Fútbol
Española, preguntando por Juan González, portero que el
Atlético de Madrid fichó el año cincuenta y nueve procedente
del Badajoz, y de la contestación por fax de un funcionario
que era el responsable del archivo, quien envió a la sede
de la U.D. Badia un parte de defunción por accidente de
tráfico, el 15 de julio de 1963, de dos futbolistas del Atlético
Aviación cuyos nombres eran Elías Pedrazo y Pedro González, este último defensa central, nacido en Pontevedra,
que llegó al club madrileño sólo cuatro meses antes de perder
la vida en tan trágicas circunstancias.
Mi padre dice que lo único interesante de los años
ochenta fue el Mundial de Fútbol de 1982 y que del resto
no se acuerda de casi nada. Tengo que hacer un trabajo
para la asignatura de historia y el profesor nos ha encargado
que entrevistemos a cuatro familiares distintos. He empezado por mi padre porque en esa época trabajaba de camionero y hacía muchos viajes y porque siempre me dice
que sólo hablo con mi madre y que al no tener ningún hijo
se siente víctima de la ignorancia femenina de su mujer
y sus dos niñas, pero, para una vez que lo intento, ahora
dice que en los ochenta no pasó nada importante. Dice
que no se acuerda de cómo eran los coches, ni de la moda,
ni de los grupos musicales, ni de los programas de televisión.
Dice que los socialistas gobernaban España y que pronto
abandonaron las chaquetas de pana y las patillas pobladas
y se compraron yates y chalets con el dinero de los ciudadanos, pero que aparte de eso no hubo nada que mereciese
la pena recordar. Dice que lo más importante fue que nacimos mi hermana y yo y que él dejó el camión porque
quería dormir todos los días en su cama. Le explico que
el trabajo no es sobre la vida personal de nuestras familias
sino sobre la época, sus acontecimientos, su economía, su
política, su arte, etc., y me contesta que el arte es una pantomima para ricos y señoras ociosas y que Dalí era un farsante que pegaba cuatro brochazos en una tela y la vendía
por cantidades de dinero desorbitadas y que Camilo José
Cela se tiró un pedo en el Congreso de los Diputados y, en
lugar de meterlo preso, le dieron el Nobel de Literatura.
La corbata
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Le explico que nuestro profesor dice que la memoria de un
país es su principal riqueza y me replica que todo eso son
mentiras, como las noticias, que para lo único que sirven
es para engañar a la gente y mantenerla distraída. Dice
que, por ejemplo, es imposible que en España haya más de
tres millones de parados, porque de ser así la gente estaría
todo el día en el supermercado robando comida y, sin embargo, cada vez se venden más coches nuevos. Y también
dice que en un año ETA mata a bastantes menos personas
que las que mueren cualquier fin de semana por accidente
de tráfico y que, sin embargo, eso nunca se comenta en los
telediarios. Le digo que yo tengo que hacer un simple trabajo
sobre los años ochenta, y no sobre “las mentiras” y “las
noticias” y me responde que en el colegio nos hacen perder
el tiempo y nos entretienen con tonterías para que no nos
demos cuenta de lo que ocurre en el mundo, no vaya a ser
que a alguno de nosotros le dé por hacerse revolucionario
o terrorista. Después de este discurso insiste en que lo más
importante de los años ochenta fue el Mundial de Fútbol
de España, motivo por el cual compramos el televisor en
color que tenemos ahora, y que lo que de verdad no se le
olvidará nunca fueron los dos partidos que pudo ver en
directo gracias a una rifa que le toco en el bar de Manolo.
Cambio de tema preguntándole cómo era Badia y me responde que más o menos igual que ahora, aunque cree que
en 1988 se empezó a construir el Centro Cívico de la avenida
Vía de la Plata, ese que hoy, doce años más tarde, aún no
ha sido acabado. Dice que Badia es un pueblo fantasma,
que sólo sirve para salir en las enciclopedias por su número
de habitantes por kilómetro cuadrado, y continúa diciendo
que cuando él era joven trabajó de extra en películas de
cine y le contrataron para salir en una que se titulaba El
Cid, con Sofía Loren y Charlton Heston, y que pudo comprobar que el cine es, igual que las noticias, una mentira,
porque los castillos son construcciones de madera que no
tienen nada detrás y las tropas de soldados son chicos que
trabajan en talleres y fábricas y que necesitan un sobresueldo
para salir con sus novias los fines de semana. Le pregunto
si El Cid es una película de los años ochenta y si se rodó en
Badia y me dice riéndose que no, que la pasaron en los
cines a principios de los sesenta y que Badia es, también,
un decorado de película, pero de película donde nadie gana
y todos pierden.
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