cultura precolombina malagana - hdiseno-ga2011-2

Transcripción

cultura precolombina malagana - hdiseno-ga2011-2
Diana Guatame Jamaica - Gráfico III
CULTURA
PRECOLOMBINA
MALAGANA
CULTURA
PRECOLOMBINA MALAGANA
El nombre atribuido
a los antiguos pobladores de las cercanías del río Bolo en
el actual municipio de
Palmira, ha sido un
préstamo caprichoso
que los arqueólogos,
dado que los primeros
hallazgos de esta civilización fueron encontrados en la hacienda
de este nombre, en los
corregimientos de El
Bolo y San Isidro.
Entre 1992 y 1994 fueron encontrados los primeros objetos que evidencian la existencia de estos antiguos pobladores. El descubrimiento
fue accidental y en poco tiempo la
noticia de guacas en la zona, se
difundió atrayendo muchos curiosos, guaqueros y saqueadores que,
sin control alguno, extrajeron todo
tipo de vestigios de los tesoros malagana, dejando desprovistos a los
hombres y mujeres de ciencia de
una valiosa información para la reconstrucción social y organizativa
de estos pueblos.
La producción orfebre de los malagana, caracterizada por el trabajo sobre láminas de oro de buena ley,
el tamaño de las piezas y los usos para los cuales fueron diseñadas, concuerdan con la producción del
periodo yotoco – calima. Estos pobladores practicaron las técnicas del martillado de láminas gruesas de
oro para convertirlas en máscaras rituales y funerarias.
Sin embargo, estos hallazgos
permiten afirmar que se trata
un cacicazgo importante en el
sur occidente colombiano que
tuvo su periodo de mayor auge
y desarrollo durante los primeros siglos de la era cristiana.
Las excavaciones arqueológicas indican que existieron por
lo menos dos ocupaciones humanas anteriores y una posterior a la malagana en el río
Bolo, todas ellas relacionadas
con los periodos calima (ilama,
yotoco y sonso).
En ese sentido, la aparición
de los malagana en el periodo
comprendido entre los años 70
y 140 D.C, lapso inscrito en el
periodo de existencia de los calimas, es un punto de quiebre respecto a quienes consideran a la
cultura calima como propia de un
territorio y la circunscriben estrictamente a la región que le da
su nombre (estribaciones media y
alta de la cordillera occidental en
la zona centro del departamento
del Valle del Cauca, abarcando
los municipio de Restrepo, El Calima –Darién, Yotoco y Vijes.).
Los vestigios malagana muestran
que las técnicas y estilo de estos pobladores presentan ciertas
similitudes, en cuanto a forma y
simbología, con el suroccidente
precolombino, es decir, con las
culturas Calima, San Agustín,
Tierradentro, Tolima, Quimbaya,
Tumaco y Nariño; lo que sugiere que los malagana participaron
en un intercambio cultural que se
manifestó justo en el momento de
mayor complejidad social y política, con un esplendor tecnológico
y artístico que perduró durante el
primer milenio de la era cristiana.
También practicaron el enchape de láminas de oro sobre trozos de madera o hueso, el repujado, la soldadura por fusión o
frotamiento y la cera perdida, recubierta
con molde de barro, que al someterse al
calor se derretía dando paso al oro fundido que quedaba al descubierto después
de romper el molde.
En cuanto a la producción cerámica, esta se caracteriza por ser fina y pulida; sobresalen las ocarinas,
cántaros para la recolección y almacenamiento de
líquidos y las alcarrazas, vasijas de cuerpo globular
con doble vertedera y asa puente. Predominan los
colores blanco y terracota.
En los recientes cinco años hubo cuatro nuevos hallazgos de yacimientos arqueológicos
sobre la cultura que habitó entre Palmira y
El Cerrito hasta hace cerca de 1.500 años.
Si hubiese una máquina que permitiera retroceder
2.000 años en el tiempo, se podría viajar hacia
el territorio que hoy comprenden los municipios
de Palmira y El Cerrito, en el cual habitaba una
cultura con rasgos particulares que dos milenios
después fue conocida como Malagana. A los antiguos habitantes de este territorio el nombre les
cayó en circunstancias accidentadas y penosas.
Hace doce años fue descubierto un cementerio
indígena en la finca Malagana, en Palmira, que se
convirtió en botín de guaqueros, profesionales o
fortuitos, quienes saquearon ese sagrado recinto
llevándose el abundante oro que había y sus piezas de cerámica para hacer comercio ilegal. Aún
así, el infortunado suceso dejó al descubierto una
especie de eslabón perdido y señaló un nuevo camino de investigación para arqueólogos e investigadores que se dieron a la tarea de explorar los
vestigios dejados por la cultura hasta entonces
desconocida.
Los investigadores constataron que se trataba de
una cultura diferente de las hasta entonces estudiadas, que floreció entre el 500 antes de Cristo
y 500 años de la Era Cristiana. De lo que se ha
encontrado hasta el momento se deduce que el
territorio Malagana se extendía entre el río Bolo
por el sur y el río Cerrito al norte, el cual estaba
distribuido en dos grandes anillos concéntricos
de unas 200 hectáreas, cuyos perímetros estaban limitados por un gran jarillón que demostraba
importantes conocimientos de ingeniería.
Los malagana vieron un paisaje diferente del actual,
pues lo que hoy se ve como una zona plana y seca, era
entonces un territorio casi lacustre cruzado por caudalosos ríos e integrado por montículos sobre los cuales
los indígenas construyeron sus viviendas, y formaron
un gran poblado. Los asentamientos tenían hasta veinte
casas rodeadas de zanjas, con las cuales controlaban
los niveles de agua circundantes.
Cazaban en los alrededores y pescaban en los ríos y
lagunas próximos, pero básicamente vivieron del cultivo
de maíz, fríjol y yuca, que sembraban en pequeños claros que abrían en el monte, pues eran muy respetuosos
con su entorno natural. También recolectaban frutos
como guanábana, piña y palma.
MALAGANA
Cazaban en los alrededores y pescaban en los ríos y lagunas próximos, pero básicamente vivieron del cultivo
de maíz, fríjol y yuca, que sembraban en pequeños claros que abrían en el monte, pues eran muy respetuosos
con su entorno natural. También recolectaban frutos como guanábana, piña y palma.
Los habitantes de esta comunidad que practicó elaboradas ceremonias religiosas y tuvo en el culto a la muerte
una de sus principales expresiones culturales, tenían una estatura que variaba entre los 1,60 metros para las
mujeres y los 1,65 para los hombres. Aunque han encontrado restos de posibles guerreros que medían hasta
los 1,80 metros.
En 2000, fueron halladas
37 tumbas en terrenos que
ocupará el estadio del Deportivo Cali: “La comunidad
aborigen construyó alrededor del cementerio zanjas de
drenaje y jarillones como un
mecanismo de control y evacuación de aguas, lo cual les
permitió usarlo por cerca de
500 años”, añadió la investigadora.
Allí mismo fueron halladas las
primeras evidencias de canibalismo ritual, por lo pronto
en el suroccidente del país y
está por verificarse si también en Colombia: “De tres
tumbas, una de ellas perteneciente a una chamana que
estaba enterrada boca abajo,
su ajuar consistía en huesos
de otro humano labrados y
utilizados como instrumento. En los otros dos casos
encontramos esqueletos dispersos a los cuales les hace
falta algunas partes y los
cráneos tienen evidencias
de haber sido raspados para
ser consumidos”, explicó la
antropóloga.
Canivalismo
ritual
En los hallazgos de la Hacienda La
Cristalina, tal vez su mayor peculiaridad es que se trata del primer
cementerio de infantes encontrado hasta el momento: “De las 44
tumbas excavadas, 38 pertenecen
a niños en graves condiciones físicas y su muerte obedeció a problemas de desnutrición, caries y
parásitos”, dijo Sonia Blanco.
Este cementerio fue usado durante
300 años: “Pienso que, pese a su
preocupación por los rituales funerarios, a los niños no se les trataba
muy bien en ese aspecto, pues se
les dejó muy poco ajuar”, dice la
antropóloga.
Otra característica de este cementerio es la de que los indígenas dejaron una especie de lápidas para
Estos hallazgos obligaron a revaluar
conceptos establecidos en las investigaciones de las culturas prehispánicas. Según explicó Alexander Clavijo,
las exploraciones antropológicas en el
Valle del Cauca comenzaron en 1936:
“Llegaron legiones de investigadores
quienes hicieron el descubrimiento de
los primeros vestigios de la cultura
denominada
Bolo-Quebradaseca,
una cultura tardía que existió entre
800 y 1550 d.C. En ese entonces se pensaba que en la zona plana
del Valle del Cauca no hubo culturas
en periodos tempranos, es decir, en
épocas correspondientes al año 1 de
nuestra era, porque se presumía que
ese territorio era lacustre en su mayor parte y, por consiguiente, poco
apto para asentamientos humanos”.
Pero en los años 80 el investigador bogotano Julio César Cubillos,
quien encontró evidencias de que en
esa zona pudo vivir una comunidad
ya en épocas tempranas: “Cubillos
consideraba que esa cultura debió vivir en los montículos que había en la
zona plana del Valle del Cauca y nos
obsequió un artefacto roto que a su
parecer era atípico de la cultura BoloQuebradaseca. Estas hipótesis fueron corroboradas con el hallazgo en la
Hacienda Malagana”, contó Clavijo.
La Historia se
Reescribe
Por el medio ambiente sobre el que
vivieron, algunos investigadores comparan la cultura Malagana con la
Atlántida. “Ellos consideran que era
prácticamente una comunidad acuática, pues se movilizaban a través de
los ríos y canalones que ellos mismos
construían. Ellos supieron adaptarse
a las condiciones de un territorio pantanoso” , explica Sonia Blanco.
A pesar de tratarse de una cultura regional, no estaba aislada, pues mantuvo contacto con otras comunidades:
“Los malagana fueron al Océano Pacífico a conseguir caracoles marinos,
sal y pizarra, que eran valiosos para
ellos”, al ser indispensables para sus
rituales: “Los caracoles marinos estaban depositados en determinadas
tumbas, lo mismo que la pizarra”,
añadió.
El culto a la muerte era una de las
principales preocupaciones de esta
comunidad: “En muchos restos se
encontró que los cuerpos tenían un
cuarzo puesto en la boca, que rememora lo que hacían los romanos,
cuando les ponían a sus muertos una
moneda para que pagaron su paso
al más allá. En Malagana al parecer también tenían ese concepto de
la muerte como el de un viaje en el
que se pasa a otro mundo”, dijo Sonia
Blanco.
Otro aspecto que resalta el respeto
por la muerte es las tumbas mismas:
“Ellos construían las tumbas con antelación a la muerte de las personas,
pues de otra manera no se explica su
complejo trabajo de ingeniería, que
hoy es irrepetible, pues incluso los
ingenieros actuales no se explican
cómo pudieron hacerlas”.
La alfarería malagana revela el estilo de vida de dicha
comunidad. De acuerdo con
las evidencias encontradas
por los investigadores, los
indígenas preferían elaborar
figuras zoomorfas.
Estas manifestaciones están
presentes en elementos como
las alcarrazas, vasijas con
dos boquillas, destinadas a
usos rituales: “Es posible que
fueran utilizadas para insuflar o para beber sustancias
alucinógenas que producían
en las personas efectos mágicos”, señala Clavijo.
Los colores característicos
en la cerámica malagana son
el rojo y el crema: “Las mujeres eran representadas sentadas y los hombres de pie,
lo cual habla de los roles que
desempeñaban ambos sexos.
Mientras las mujeres se quedaban en sus hogares, los
hombres se iban de caza”,
agrega el investigador.
Expertos
Alfareros
Entre los malagana había división del
trabajo. Un poder central redistribuía
los excedentes de guerra y había
personas destinadas a actividades
como la orfebrería y la alfarería: “En
las familias había delimitación de funciones. Mientras los hombres estaban
destinados a la cacería y la guerra,
la cerámica y la cestería eran asunto
de las mujeres. Incluso los niños cumplían algunas funciones. porque en las
tumbas hay ajuares con pequeños
objetos que parecen haber sido elaborados por menores”.
Con los hallazgos hechos hasta el momento, la Cultura Malagana deja grandes interrogantes a los investigadores: “Debido a las condiciones actuales del Valle del Cauca, cuyo territorio ha sido alterado en especial por
la agroindustria, no se ha podido encontrar sitios de habitación de esta cultura. Además, debido a la remoción
de la tierra los yacimientos arqueológicos aparecen mezclados con las de otras culturas tardías, como la
Bolo-Quebradaseca, lo cual dificulta el análisis”, dijo Sonia Blanco.
Ante estas dificultades, aspectos como el origen y del destino final de esta civilización siguen en el misterio y
sobre este aspecto hay contradicciones: “Hay quienes piensan que fueron una derivación de la cultura Ilama
Yotoco sobre todo por la orfebrería. Sin embargo, considero que se trató de un desarrollo regional paralelo,
pues obviamente debieron tener conexiones comerciales, como también las tuvieron con otras culturas”,
expresa Sonia Blanco.
Tampoco hay claridad
sobre el origen. En opinión
de Sonia Blanco probablemente los malagana
llegaron a través del Valle
del Magdalena: “Es posible
que sean de origen muisca
y para eso se está haciendo
análisis genético, pues sus
cráneos no se parecen a los
indígenas que llegaron por
el sur”.
Por su parte, Clavijo piensa
que vinieron desde Centroamérica a través de la Costa
Pacífica: “Infortunadamente es muy difícil encontrar
las pruebas de este trayecto
migratorio, pues el ambiente marino no permite la
conservación de vestigios”.
Aún así, otro paradigma
que rompe los hallazgos en
Malagana es la certeza que
se tenía de que el origen de
los antiguos vallecaucanos
provenía de las culturas
del sur del continente: “Lo
que parece desprenderse es
que en el interior del país
hubo una serie de oleadas
migratorias, pero que aún
desconocemos cómo se
dieron en detalle”, agregó
Sonia Blanco.
En el año 2002 son descubiertas nuevas evidencias de esta cultura al empezar la construcción del estadio,
el saqueo fue evitado en esta oportunidad muy exitosamente por las autoridades departamentales y nacionales
que encabeza el ICANH y veremos en este artículo los resultados que presenta al país la arqueología de Colombia, que tan duro trabajó para que la ley le otorgara el poder de impedir el acceso del ciudadano corriente a
los yacimientos precolombinos.
La vida de estos lejanos antepasados sigue asombrando a los investigadores: “Uno se
pregunta cómo esa gente pudo acondicionar un terreno anegado, como era la zona
plana del Valle del Cauca en ese entonces y lograron darle un manejo al ecosistema”.
Otro interrogante se desprende del hecho de que los malagana se desplazaron hasta
la Cordillera Central para traer tierra para construir los jarillones, en canastos y
vasijas: “Cuánta gente necesitaron para hacer eso y cuánto tiempo les tomó. La otra
pregunta es por qué sucumbieron, pues no tuvieron contacto con las culturas que
posteriormente se asentaron en ese lugar”, se pregunta la investigadora.
La búsqueda sobre las huellas de Malagana prosigue: “Ahora estamos desarrollando
un proyecto sobre la Cordillera Central para ver qué papel jugó ese ecosistema en el
desarrollo de esta comunidad. Es posible que en esa zona haya existido otra cultura
en la misma época”.
El brillo de la cultura Malagana sigue parpadeando entre las luces y sombras y sólo
el tiempo y nuevos hallazgos podrán dejar en claro todo el esplendor de estos ilustres antepasados del Valle del Cauca. Pero es una carrera contra el tiempo, los saqueadores, los intereses económicos y contra la falta de conciencia histórica
El
informe que dio
a conocer
malagana al
pais
Se hizo ruidosamente y en todos los medios de comunicación
por la famosa avalancha humana de miles de personas que en
1992 logró saquear este primer yacimiento casi en su totalidad.
Lo que produjo el hormiguero
humano que descubrió el primer yacimiento, fue un terreno arrasado que se describió
como bombardeado por miles
de meteoritos, con un estimado de unas 4 toneladas de oro
retiradas de ese primer lugar
de Malagana en el 92, ante la
mirada impotente de la arqueología y la de las autoridades
desbordadas por la ciudadanía
incontrolada e incontrolable.
El resultado de ese saqueo son
las variadas y hermosas piezas
que hoy guardan algunos museos que las adquirieron cuando aún se podía hacerlo y muchas más quedaron en manos
de coleccionistas particulares
y extranjeros como denuncian
en su momento, todos los estamentos culturales.
Concretó este hecho y las reiteradas denuncias, para que se produjera la
Ley de amparo del patrimonio arqueológico de 1997 y posterior decreto
del 2002. Desde esta Web quiero ratificar lo expuesto hace ocho años
a las autoridades pertinentes sobre los pro y contra de las leyes de patrimonio, pues actualiza lo dicho en ese entonces el escandaloso informe
que presenta al país nuestra ya protegida ciencia, sobre la lenta labor de un
indeterminado número de profesionales adscritos a varios dependencias
estatales y departamentales, que demoraron más de tres años en realizar
el levantamiento de este nuevo hallazgo localizado a menos de 10 kilómetros del primer asentamiento de Malagana descubierto en 1992. Con los
resultados materiales e intelectuales que vamos a ver.
La comparación de lo hallado en los dos yacimientos
cuestiona la bondad de las
Leyes de Amparo pues no
se compadecen del sobrecosto millonario y retraso
que sufren en su construcción las obras civiles que
interviene.
Exp lora dores
del pasado
Los malagana eran diestros
alfareros y notables orífices.
El oro lo trabajaron martillado, repujado, en filigrana e
incluso conocieron técnicas
avanzadas de fundición como
la cera perdida. En sus obras
artísticas también usaron
piedras como cuarzo y obsidiana que eran traídas de la
cordillera Central.
E n c o n t ra d o
por los
gua queros
1992
Toda esta información está
contenida el trabajo que desarrollan en el Instituto para
la Investigaciones Científicas
del Valle del Cauca, Inciva, los
antropólogos Sonia Blanco y
Alexánder Clavijo Sánchez.
Sus investigaciones han permitido los descubrimientos de
cuatro yacimientos arqueológicos en terrenos del estadio
del Deportivo Cali, la Hacienda La Cristalina, el Centro Comercial Llano Grande
Plaza Shoping y el sector de
Coronado, en Palmira. Todos
son cementerios y, aunque
presentan similitudes, cada
uno tiene también características particulares.
Luego de los descubrimientos en la hacienda Malagana, el primer yacimiento arqueológico de esta cultura fue
encontrado en 1999 en el sector de Coronado, en Palmira, en donde fueron excavadas 164 tumbas: “En dos
de ellas encontramos máscaras en cerámica que correspondían a individuos de un alto estatus social, pero la
característica particular de este sitio radica en que las mujeres fueron tratadas mejor que los hombres en cuanto
al ajuar que se les depositaba y aparecían en posición sedente, es decir semisentadas”, explicó Sonia Blanco.
Encontrada por los
arqueólogos
2002-2007
Encontrado por
los guaqueros en
1992
DENUNCIAS OFICIALES SOBRE LA GUAQUERÍA CIUDADANA A LA
CULTURA MALAGANA EN EL AÑO DE 1992 .
Encontrado por
los
a rq u e ó l o g o s
2002007
Difundío la prensa nacional a instancias de la arqueología oficial.
En los siguientes apartes de algunos artículos de prensa de hace 15 años que paso a ustedes
en imágenes, intercalados entre preguntas y lo escrito por el cronista Juan de Castellanos,
pueden ver lo que se dijo sobre la "destrucción del yacimiento".
Y la grandeza del mismo, lo explica claramente el siguiente artículo:
¿Porqué la arqueología desconoció lo dicho por los cronistas
sobre ese lugar y las denuncias
ciudadanas de hallazgos muy
importantes y continuados
durante épocas anteriores a
lo de la hacienda Malagana en
ese sector y no como dice el
anterior artículo en el 92?
¿Porqué siguió desconociendo la región hasta el
2002 cuando se empieza
la obra del estadio y los
obreros encuentran las primeras piezas indígenas?
Pese a la queja presentada a la nación como un
gran problema nacional y todo lo demás incluidos
los disparates de la siguiente imagen, no adelantó la
arqueología exploraciones en las zonas aledañas al
hallazgo, como lo prueba el fortuito del año 2002
que corre por cuenta de los obreros que empezaron
el desmonte y adecuación del terreno para la construcción del estadio.
las tribus del río Cauca adoptaron la modalidad de esconder
en un rincón del piso de sus bohíos sus tesoros y debemos recordar que el mayor que tenían
estas tribus eran sus muertos,
Ver: Los Entierros, del Menú,
La cultura más Importante de
América.
La crónica no deja constancia
de restos humanos pues hay que
recordar que para ese entonces
no se declaraban las "sepulturas
indígenas" pues el oro encontrado en ellas tenía un tributo
mayor a la Corona por las leyes
especificas en la materia expedidas desde el descubrimiento
de los montículos del Zinú.
No todo el lugar del primer Malagana fue saqueado y logra la
arqueología registrar bastantes
"enterramientos" que dejan los
primeros estudios de los restos
humanos y posteriormente se
producen más informes, libros,
conferencias etc.
¿Los restos óseos
encontrados tienen
evidencia de haber
sido sometidos a
proceso de momificación del cuerpo
por medio de calor,
es decir están cocidos?, ¿fueron
descarnados recién
muerto el sujeto en
crudo?
El PAIS
Según las noticias los especialistas están en el lugar haciendo
los levantamientos desde el momento que se hicieron las primeras bases de la obra. El estadio se empezó a construir en el año
2002 y las fotografías que incluye el informe oficial del hallazgo, fecha algunas de las tumbas.
LO QUE ENCONTRO LA CIENCIA
EN EL HALLAZGO ARQUEOLIGICO
DE LA CULTURA MALAGANA EN
EL TERRENO DEL ESTADIO Y QUE
FUE:
El informe oficial al público
de este nuevo depósito que
ustedes verán en imágenes
se da a conocer en este mes
de febrero del 2007 y es el
resultado de varios años de
excavación.
Lunes 19 de Febrero de 2007
Tumba número 7 del 2003, tumba 46 del 2005, tumba 28
del 2003, tumba 48 del 2005.
La excavación controlada dio los resultados que no cambian
respecto al texto obtenido en el primer deposito alterado por la
guaquería masiva, a la que si le brindo su asenso el hado de la
buena suerte y no hay duda de esto haciendo la comparación de
fotografías dadas al público que enseñan la diferencia enorme en
los objetos materiales de los dos yacimientos.
Caracol Noticias
Durante las primeras
excavaciones para la
construcción del estadio
aparecieron restos cerámicos y más tarde tumbas
con osamentas de niños,
mujeres y hombres, algunas de ellas en lo que será
el césped del campo de
fútbol.
.....El hallazgo fue divulgado por
la Unidad de Medios (Unimedios) de la Universidad Nacional de Colombia (UN) , la cual
indicó que los antropólogos de
ese centro académico público
y del Instituto Vallecaucano
de Investigaciones Científicas
(INCIVA) , hallaron cerca de
46 tumbas.
La construcción del estadio
con capacidad para 52.000
espectadores, alojamiento y
locales comerciales, está a
punto de terminar con inversiones por más de 30 millones
de dólares en un área rural de
Palmira...Durante las primeras
excavaciones para la construcción del estadio aparecieron restos cerámicos y más
tarde tumbas con osamentas
de niños, mujeres y hombres,
algunas de ellas en lo que será
el césped del campo de fútbol.
El anuncio oficial del hallazgo es el siguiente:
Los pobres y manidos resultados de estas costosas investigaciones para el Estado cargados de mala suerte que vienen
arrastrando los profesionales desde la creación de las cátedras en la materia, (que parece se hereda), dejan un sinsabor
profundo.
Hemos visto los que hacemos estos seguimientos que ya
no aportan nada nuevo los arqueólogos en el conocimiento
de nuestras tribus pues se repiten sin cesar los mismos resultados año a año, la falta de metas y objetivos a estudiar
sobre los "entierros" precolombinos nos llevan a considerar
que ya existe un punto muerto en las mismas investigaciones, no hay más que agregar a lo descrito en crónica y lo
ya adelantado en laboratorios solo han confirmado hasta la
saciedad lo dicho en ellas.
Lo real de nuestras tribus y lo magnífico de su existencia
son sus obras artísticas y estas reitero, son las que expuestas en los museos enseñan a estas generaciones que los
sucedieron y las que nos sucederán, quienes fueron y que
nos legaron nuestros antepasados precolombinos, pero los
arqueólogos del estado jamás las encuentran.
Como salida a este círculo vicioso y completo que tienen las
academias, seria necesario retomar y estudiar la evolución
de la guaquería a través de su existencia y las últimas Leyes
creadas para combatirla.
EVOLUCIÓN DE LA
GUAQUERÍA EN COLOMBIA
Trabajan mucho y encarnizadamente los funcionarios del
ICANH auxiliados por distintos estamentos del gobierno
para repatriar lo que se encuentra en el exterior. Día a
día leemos en la prensa sus
adelantos y producen mucha
vergüenza estos hechos que
orgullosamente se destacan
en todos los comunicados
como enseña el aparte de la
siguiente imagen.
Las grandes metas de Colombia para resguardar el
Patrimonio Cultural de la
Nación.
Algunos colombianos no estamos de acuerdo con estas
medidas, todos sabemos que
guaquea y guaqueará por el
Oro-metal, no por el Oroobjeto, el ciudadano normal y
el profesional.
Que el estado colombiano si
pudo y puede evitar la salida
de los precolombinos al exterior.
devolviendo el equivalente del metal en que están construidos y una bonificación para los cerámios y demás objetos que no son de oro, que los
museos los puedan adquirir dotandolos de presupuesto.
Reconociendo el valor material de estas piezas, compensar con el equivalente a los propietarios de los terrenos donde se encuentren y a los
portadores de los hallazgos fortuitos según sea el valor de los mismos, es
muestra de cultura y podremos recuperar la precolombina. (Se ha hecho
por décadas y es por eso que tenemos al magnífico Museo del Oro del
Banco de la República).
Tomando conciencia de que las leyes de expropiación llanas, sin ningún
tipo de remuneración, condenan a muerte toda la obra de nuestras culturas
que aún se encuentran bajo tierra y está suficientemente claro con todo lo
acontecido en Malagana.
El 90 % de piezas que guardan los museos se han dado en hallazgos
fortuitos por la construcción de carreteras, casas, edificios, adecuación
de fincas, por el paso de maquinaria, del tractor o pala, erosión, deslaves
y algunas por terremotos, el 9 % cateadas por los guaqueros de oficio,
el 1% por poner alguna cifra, los aportó la arqueología y esas guacas no
buscadas pero encontradas, produjeron las piezas que hoy en día:
Viven, están a salvo y son los preciosos objetos que ahora se quieren
repatriar porque alguien los adquirió, pagó para conservarlos Y EXISTEN.
Lo único seguro es que los recién hallados y por hallar que ya no encuentran mercado en el país y en el exterior por las medidas adoptadas, la gran
mayoría fenecieron y fenecerán en la fundición.
SIGLO XVI: En las
primeras décadas de
ese siglo, la crónica
referencia oro en los
montículos o "tumbas"
del Sinú y nace la huaquería en nuestro país.
Estimulación: la búsqueda de oro.
Dividendos: peso bruto del metal después
de depurado por medio
de la fundición
SIGLO XVIII y XIX:.
Estimulación: la búsqueda de oro.
Dividendos: Peso bruto del metal
después de depurado por medio de
la fundición.
SIGLO XX: A mitad del siglo XX se produce una especie de sociedad o
matrimonio con coleccionistas privados y
Oficiales (los Museos) compiten y compran
todo lo hallado en las "tumbas".
Estimulación: la búsqueda de oro MÁS Los
objetos varios.
Dividendos: venta de todo lo encontrado y
se elimina la fundición.
SIGLO XXI: Principio del siglo XXI
Estimulación: La búsqueda de oro MENOS Los objetos varios. Muere el socio o
cónyuge, debido a : Las Leyes y Decretos de Colombia, ( Link a final de Página)
Dividendos: PESO BRUTO DEL METAL DESPUÉS DE DEPURADO POR
MEDIO DE LA FUNDICIÓN
Objetos varios: SE QUEDAN EN SITIO O SE DESTRUYEN
“El gran hallazgo de la arqueología colombiana”
Refiriendo a una tumba con unas herramientas de hueso como
única ofrenda, a la de "La guía espiritual" de una de las tribus más
ricas de Colombia y a un collar de cuentas de caracoles encontrado en esta o en otra, como la gran joya que prueba el adelanto y lo
sofisticado de esta cultura.
LOS TESOROS
DE LOS
SEÑORES DE
MALAGANA
Las evidencias hasta ahora encontradas en esta área, ubicada en las cercanías del río Bolo, del
municipio de Palmira en el Valle del Cauca, nos permiten afirmar que se trata de otro cacicazgo
del suroccidente colombiano, que tuvo su período de mayor desarrollo durante los primeros
siglos de la era cristiana. No es de extrañar que en la fértil planicie aluvial del Valle del Cauca se
dieran las condiciones climáticas y económicas para permitir un desarrollo cultural como éste.
Los objetos de oro de Los tesoros de las señores de Malagana nos muestran tecnología y estilo
locales que comparten formas y símbolos con otras culturas del suroccidente, tales como Calima,
San Agustín, Tierradentro, Tolima, Quimbaya, Tumaco y Nariño. El trabajo directo sobre láminas
de oro de buena ley, el uso y tamaño de piezas semejantes, lo relacionan más estrictamente con
el período Yotoco del área arqueológica Calima, situada al noroeste del Valle del Cauca.
Las excavaciones arqueológicas
adelantadas por Marianne Cardale,
Leonor Herrera y Carlos Armando
Rodríguez, con el apoyo del Instituto Colombiano de Antropología
-ICAN-, del Instituto Vallecaucano
de Investigaciones Científicas -INCIVA-, y la Fundación de Investigaciones Arqueológicas del Banco
de la República -FIAN-, hoy nos
permiten saber que existieron por
lo menos cuatro ocupaciones humanas en el área del río Bolo. Las
dos más antiguas relacionadas con
la fase Ilama del área Calima. La
tercera llamada Malagana, con fechas entre el 70 d.C. y 140 d.C. y
la cuarta, más reciente, pertenece a
la ocupación Sonsoide que puebla el
suroccidente desde el siglo VII d.C.,
hasta la conquista española.
La dolorosa destrucción del sitio
por centenares de guaqueros y curiosos, atraídos por las noticias de
los hallazgos de oro, entre 1992 y
1994, impidió recuperar valiosa información arqueológica. Los investigadores que estudian el área desde
1994 lograron los datos en los que
se basa nuestra exposición, pero el
trabajo científico apenas comienza.
La muestra misma y su catálogo
no pueden ser considerados, por
lo tanto, conclusivos; seguramente, a medida que se acopie mayor
información, crecerá nuestro conocimiento sobre la sociedad que elaboró y utilizó estas piezas. El Museo
del Oro ha considerado conveniente
dar a conocer las piezas adquiridas
por el Banco de la República con el
fin de evitar su salida del país.
En el artículo que forma parte de este catálogo, Sonia Archila incluye información
detallada sobre los objetos de oro de Malagana de la colección del Museo, así como
de otros que aunque no fueron adquiridos,
pudieron ser reseñados.
A finales de 1992, cuando el Banco adquirió el primer tesoro, surgió la idea de preparar una exposición sobre el tema. Desde
entonces, el equipo del Museo empezó a
investigar y recuperar toda la información
que sustenta la presente exposición y su catálogo."
El descubrimiento arqueológico en la hacienda Malagana
ubicada en Palmira, Valle del
Cauca, estuvo marcado por
la destrucción y el saqueo
que adelantaron los guaqueros en los sitios funerarios.
Esto impidió a los arqueólogos recuperar la importante
información de valor científico para profundizar en el
conocimiento de la sociedad
prehispánica allí asentada.
Por esta razón, muchos de
los objetos se encontraron
fuera de su contexto cultural
y no hay interpretaciones definitivas sobre los usos y la
simbología de los artefactos.
Posteriores excavaciones en
sitios aledaños, evidenciaron
un número considerable de
vasijas de cerámica que representan figuras femeninas.
Algunos de los hallazgos más
interesantes se relacionan
con piezas antropomorfas
de mujeres sentadas sobre
los talones con las manos
reposando sobre las piernas.
Este hecho deja planteado el
interrogante sobre el significado y la importancia de la
mujer en la cultura arqueológica de Malagana (200 d.C.
y 200 d.C.).
La alcarraza en forma de mujer es uno de los tantos objetos recuperados de las manos de profesionales
dedicados al tráfico ilegal del patrimonio arqueológico. La particularidad de su forma ha suscitado diversas interpretaciones sobre su significado, uso y función cultural. Un asa y dos vertederas en la parte
superior de la cabeza, indican que posiblemente sirvió como contenedor de líquidos. Debido a que el
hallazgo de estos artefactos se asocia con las tumbas y los entierros, se considera que también fueron
utilizados como ofrendas en contextos sagrados y rituales, y quizás, tuvieron relación con la fertilidad
y la reproducción biológica y social.
Este tipo de vasijas antropomorfas motivaron a los investigadores a indagar sobre quiénes eran estos
personajes y sus costumbres; si representaron rasgos estereotipados de sus mujeres o si se trata de
la misma persona en distintas situaciones o de figuras de deidades o seres sobrenaturales.
La mochila que lleva sobre su espalda, en la que al parecer contiene una vasija de forma globular, permite una aproximación a las actividades cotidianas realizadas por las mujeres. El color rojo que recubre
la pieza, puede indicar el uso de pintura facial y corporal, compuesta por achiote y aceite con el fin de
proteger la piel de los rayos del sol y de la picadura de insectos. A la vez, sugiere importantes connotaciones de diferenciación social y significados relacionados con el sistema de creencias.
Información suministrada por el Museo Nacional de Colombia, 2007
Ubicacición Geográfica:
Datos de Interés:
Margen izquierda del río Cauca, riveras de los ríos Dagua
y Calima y específicamente
el Departamento del Valle.
UBICACION
GEOGRAFICA
Estos grupos del Valle del Cauca eran eminentemente guerreros.
Se pretende con esta información difundir conocimiento
sobre la Cultura Precolombina Calima, que se extendió
del 8000 a.c. al 1600 d.c.
al sur-occidente del país.
Las imágenes corresponden
a piezas en oro y cerámica que se encuentran en el
Museo del Oro de BogotáColombia.
El nombre de Calima, se refiere a la zona
geográfica en donde se han encontrado
los vestigios y no a los aborígenes de la
región. Habitaron en la zona, grupos indígenas como los Gorrones, los Liles, que
habitaban la parte occidental de la zona y
llegaba hasta la ciudad de Cali.
Datos Históricos
Se han identificado diferentes estilos ya que
cada grupo indígena
del Valle del Cauca,
fabricaba sus vasijas
según sus propios requerimientos. Los periodos identificados
son:
1) Precerámico. 2)
Llama (1600 a.c. al
600 d.c).
3) Yotoco (1110 a.c. a
65 d.c). 4) Fase Sonso (710 a 45 d.c.).
Eran eminentemente
agricultores.
Caracterísitica es la
representación en cerámica de lo que se
ha llamado "Hombrescanasto".
Características
Étnicas
No existe descripción especial de su aspecto físico. Cieza, citado por Rojas (1980)
afirma que los hombres usaban una especie de delantal por delante y una manta sobre los hombros y las mujeres una falda de
algodón.
CULTURA
PRECOLOMBINA
SAN AGUSTIN
Las culturas prehispánicas
de América que nos han
dejado huellas vigorosas de
su existencia, son universalmente conocidas, La Inca,
La Maya, y la Azteca. Sin
embargo, existen otras culturas prehispánicas mucho
menos conocidas y que, aún
así, merecen atraer la atención de los especialistas y
del público en general, por
la grandeza y belleza de sus
vestigios. Tal es el caso de la
cultura de San Agustín, cuya
milenaria herencia de piedra
podemos hoy admirar en
Colombia dentro del departamento del Huila.
Los monumentos denominados como agustinianos,
integrados por estatuaria lítica, dólmenes y montículos,
que en gran número se encuentran diseminados en un
hermoso y extenso territorio del Macizo Colombiano;
constituyeron el más importante centro de producción
escultórica de toda la región
andina, durante la época precolombina.
Cuando se produjo la Conquista, los monumentos funerarios que siglos atrás
habían sido hechos en el valle que domina el primer curso del río Magdalena,
yacían abandonados por circunstancias que todavía no se conocen bien.
Una densa vegetación poco a poco, había cubierto de bosques el territorio
ancestral que durante milenios, fuera el hábitat de una de las culturas prehispánicas más importantes de Colombia, tal como lo atestigua su estatuaria
lítica monumental.
Los sitios donde anteriormente se había elegido los centros ceremoniales
dedicados a culto funerario, o los lugares de habitación y los campos de
cultivo, desaparecieron por la acción incontrolada de la naturaleza especialmente feroz en este medio.
En el transcurso del Siglo XVI,
cuando lentamente comenzó a producirse la penetración española en la región del Alto Magdalena, esta se encontraba
poblada por numerosas tribus indígenas, como
son los Quinchana, Mulales, Laculata y Laboyos. Es
posible que hubieran ocupado este territorio debido a las
presiones migratorias ejercidas por otros grupos, en épocas
anteriores, a través del Alto del Magdalena.
San Agustín es uno de los sitios arqueológicos más importantes en Colombia. Está
situado en el macizo colombiano, una región montañosa donde la cordillera de los
Andes se divide en tres ramas y donde nacen los ríos más importantes del país.
Es una zona se imponentes montañas en donde se encuentran varios volcanes y
hay gran cantidad de climas, desde las zonas cálidas hasta los picos nevados.
El desconocimiento de los
vestigios de esta cultura durante la Conquista fundamentalmente se debe a dos
hechos: En primer lugar, esta
cultura se extinguió antes de
que llegaran los españoles
por lo tanto no existió contacto. En segundo lugar porque principalmente se trataba
de imágenes escultóricas,
hechas para ser depositadas
dentro de túmulos funerarios,
que eran construcciones muy
sencillas, que por esas mismas características rápidamente podían ser recubiertas
por la vegetación, obras totalmente diferentes a la arquitectura pétrea colosal, que
los conquistadores encontraron en México ó Perú.
UBICACIÓN GEOGRÁFICA CULTURA SAN AGUSTÍN
Cerca de los paramos donde nacen juntos los ríos Magdalena,
Cuaca, Patía y Caquetá, montañas frías habitualmente cubiertas
de neblina y azotadas por la llovizna, se encuentra los monumentos de la civilización de San Agustín.
Allí vivió un pueblo que solo conocemos por sus restos arqueológicos y que desarrolló una cultura que si, por un lado, ha sido
un misterio, por otro nos declara muchas realidades sobre la antigüedad del hombre en América, sobre las vías que pudo seguir
la inmigración asiática a nuestro territorio y sobre el grado que
pudo lograr en su cultura espiritual.
La aldea de San Agustín, centro principal donde se han descubierto extraños monumentos designados con su nombre, se halla
en una alta meseta a 1.636 metros sobre el nivel del mar, en
territorio huilense, dentro de la horqueta que forman, corriendo al
fondo de profundos cañones, el río Magdalena y el Sombrerillo,
uno de sus primeros afluentes por la banda derecha.
Ya en la población de San Agustín puede ver el viajero muchas
estatuas, tallas y cerámicas que son otros tantos restos de antiquísimos moradores de la región. Pero lo más sorprendente desde el punto de vista arqueológico, se halla más allá, en las Mesitas
de Uyumbe y en sus cercanas laderas, hoy convertidas en uno
de los Parques Arqueológicos más interesantes de América, obra
que debemos a la inteligencia y fervor científico de Luis Duque
Gómez.
VIVIENDA CULTURA SAN
AGUSTÍN
Las casa estaban construidas con columnas de madera
clavadas en planta circular;
los muros eran de bahareque, recubierto de barro; el
diámetro era de tres metros
mínimos; el techo era cónico
y de paja.
Formaban bohíos construidos cerca de las corrientes
de agua, a las cuales iban
caminos, cuyas huellas todavía se advierten. En algunas
de las habitaciones se encuentran tumbas. Cerca de
las casa hay muestras de los
talleres y huellas de las cocinas y fogones. No se han
encontrado señales de pueblos o aldeas; probablemente
vivían, dispersos dentro de
una extensión bastante grande.
ECONOMIA CULTURA SAN AGUSTIN
Se puede afirmar que la economía agustiniana se basó en el cultivo del maíz,
complementado con el de los tubérculos y frutos, así como por la casa y la
pesca. Además durante las ultimas fases del poblamiento el maní procedentes
de las selvas del oriente, el cual desempeño un papel importante en la alimentación.
Es factible que la población de San Agustín mantuviera a lo largo de su historia
un control vertical sobre los diversos pisos térmicos posibles, en este caso una
densa población habría tenido acceso a un sinnúmero de recursos propios de
tierras de muy diversos climas, desde los páramos hasta las templadas vertientes del ramal andino.
ORGANIZACION POLITICA CULTURA SAN AGUSTIN
Poco se puede afirmar sobre el modelo de organización política de este pueblo escultor. La sociedad agustiniana
se organizaba en "Cacicazgos" con una clara estratificación social y económica de la población. En este caso, el
papel de los líderes políticos y religiosos habría sido destacado, sin embargo, es seguro que los pobladores más
tardíos no tenían un sistema complejo de organización política.
Es posible que el poder de los caciques del alto magdalena en la región del Alto Magdalena en el siglo XVI cuente
un modelo básicamente tribal; los roles políticos aún no estaban plenamente desarrollados y su poder dependía
de la voluntad popular. Se presume asimismo, que la familia fue la base de la sociedad y que los agustinianos
habitaron en casa muy juntas unas de otras.
TIPÒ FISICO CULTURA SAN
AGUSTÍN
Muy poco es lo que puede decirse
acerca de las características físicas de los antiguos agustinianos,
por falta de suficientes elementos
de juicio. A pesar de que algunos
de los motivos antropomorfos son
de notable realismo, sería en extremo aventurado hacer deducciones
con base en ellos sobre el aspecto
somático de estos antiguos pueblos.
Hasta hace poco los hallazgos
osteológicos en la zona eran muy
escasos por la alta lluviosidad y la
elevada humedad ambiente de esta
que no permiten la conservación
de restos óseos.
La práctica de exploraciones cuidadosas llevadas a cabos en las
necrópolis de las Mesitas B y D,
en el Batán y en Quinchana, permitió localizar un buen número de
restos óseos en algunas tumbas, a
veces casi completos como en la
Mesita D y Quinchana.
Los hallazgos antedichos permiten
suponer para estos pueblos una
aparente tendencia a la braquicefalia notable robusticidad de los
segmentos tibiales y femorales,
lo que habla en favor de un fuerte
complexión, y estaturas elevadas,
superiores a 1,65 metros. Así lo
indican esqueletos hallados en las
Mesitas B y D del Parque Arqueológico y Quinchana.
ADORNOS PERSONALES CULTURA
SAN AGUSTIN
INDUMENTARIA CULTURA SAN
AGUSTÍN
Algunos arqueólogos que han visitado a San Agustín como K. Th.
Preuss, basándose en las representaciones que aparecen en la estatuaria, afirma que los pueblos de San
Agustín usaban vestidos de variadas
formas, a saber: una falda corta,
sostenida por un cinturón, como se
observa en varias estatuas femeninas.
En algunos casos se ve que sólo usaban las mujeres un pequeño lienzo o
cubre-sexo, en forma de delantal.
Los hombres usaban a veces un
taparrabo que pasaba por entre las
piernas y que se originaba en un cinturón ancho del cual descendían los
extremos. En ciertas figuras aparece
un cordón que amarra el sexo y que
remata en artístico nudo hacia el
lado derecho; en otras se aprecia una
banda escalonada en forma de triángulo, que sirve de cubre-sexo.
La ausencia en las tumbas de basurales, en las dos primeras fases del
desarrollo cultural, de implementos
relacionados con la industria de
los hilados y tejidos, lo mismo que
ciertos rasgos de las representaciones escultóricas, parecen demostrar
que, al menos en este período, la
indumentaria de los nativos estaba
confeccionada con tela de corteza de
árboles. El uso de los pesos o valantes sólo aparecen en lo que se puede
considerar la fase tardía.
Los principales adornos usados por los
antiguos agustinianos fueron, entre otros,
collares de cuentas de piedra, concha,
semillas, hueso y oro; pulseras hechas
de sartas de chaquira; narigueras de oro,
unas en forma de lúnulas, otras circulares, laminadas tubulares; zarcillos de oro,
unos consistentes en alambres entorchados con engarce de cuentas de cuerno o
de piedras; joyeles o pendientes de oro
macizo, generalmente figurando águilas o
cóndores diminutos.
El uso de los adornos de oro, especialmente de diademas y colgantes o pendientes, parece haber sido un privilegio de las
gentes pertenecientes a un rango elevado,
bien fuera por su jerarquía religiosa, por su
autoridad política o por su estatus social.
De todos modos el hallazgo de esta suerte
de adornos sólo se registra en tumbas que
por su construcción, ubicación y ofrendas,
indican que fueron destinadas a guardar
los despojos de señores principales.
La práctica de la pintura corporal está
reafirmada por el hallazgos que se han
realizado, de núcleos de ocre de distintas
coloraciones, con superficies notoriamente pulimentadas que denotan que fueron
destinados a estos menesteres. Estos
elementos han sido encontrados en las
basuras de sus sitios de habitación y en
las ofrendas funerarias. Además algunas
estatuas todavía conservan pequeñas pigmentaciones rojas, amarillas y negras, lo
que lleva a deducir que en una primera etapa estos monolitos estuvieron pintados de
variados colores y que la pintura corporal
constituyó una práctica ceremonial de mucha importancia entre la población.
ORFEBRERIA CULTURA SAN AGUSTIN
Los hallazgos verificados hasta ahora demuestran plenamente que entre las actividades de estos pueblos existía la industria de
la orfebrería. No alcanzaron, desde luego, los
acabados productos ni las adelantadas técnicas que lograron los orfebres prehispánicos
de otras regiones de Colombia, tales como los
Quimbayas y los Sinúes. Sin embargo, conocieron la metalurgia del oro y del cobre, que
mezclaron para hacer, mediante las técnicas
de alambrado, laminado y fundición, cuentas
diminutas de collar, al parecer fundidas a la
cera perdida, zarcillos, narigueras, diademas y
colgantes, estos últimos a veces con engarces
de cuentas de cuerno o de piedras finamente
pulimentadas.
La presencia de gotas de oro fundido, fragmentos de láminas, pedazos de narigueras y
crisoles de cerámica, en los depósitos arqueológicos de la Mesita B, lo mismo que la identidad de algunas de las piezas halladas con
los adornos que aparecen representadas en
varias estatuas, demuestra claramente que no
se trataba de productos de intercambio comercial, sino de una industria local, que utilizó
los aluviones auríferos del Mazamorras, Naranjos y otros ríos y quebradas de la región
de San Agustín, y que representó en algunos
de sus productos motivaciones de acentuada
significación religiosa, como son los motivos
ornitomorfos.
Todo parece indicar que el trabajo de la orfebrería se inicia en San Agustín en la fase
inferior, es decir, desde los comienzos mismos
del desarrollo cultural. Así lo indican los hallazgos hechos en el sitio denominado Alto de
Lavapatas y en estratos de la Mesita B, que
han sido fechados por el sistema del Carbón
14 y que corresponden, estos últimos, a las
primeras décadas de la era cristiana.
INDUSTRIA LITICA CULTURA SAN AGUSTÍN
CERAMICA
CULTURA
SAN AGUSTIN
Constituyó ésta una importante actividad entre los pueblos agustinianos y sus productos tuvieron un notable
uso, como se desprende de
los hallazgos arqueológicos
realizados por las distintas
misiones que se han ocupado
del estudio de esta cultura.
La cerámica agustiniana se
orientó principalmente a la
confección de aquellos elementos de uso diario en el
hogar.
Usaron la técnica de enrollado, aplicado y modelado la
cual fue empleada para la elaboración de una gran variedad de recipientes y figurillas
de los más diversos acabados, formas y tamaños. Para
pintar usaron tintes extraídos de las plantas, aunque
esto no fue muy notable ya
que la mayoría de cerámicas
quedaban al natural.
El arte de los antiguos agustinianos se orientó especialmente
hacia la escultura lítica monumental, en la cual desarrollaron
un estilo simbólico, sin haber dejado de alcanzar formas de
un impresionante naturalismo. Como hemos anotado, las litoesculturas son el mensaje de su complejo mundo religioso y
fueron colocadas al lado de los despojos de sus muertos. Son
deidades que representan el origen de la vida y los atributos de
la muerte, las fuerzas de la naturaleza, los seres protectores,
los ancestros míticos, los entes que pueblan el camino que
recorren los muertos hasta llegar al sitio donde inician la vida
ultraterrena.
Los bloques de piedra en los cuales se labraron las estatuas
son cantos erráticos o rodados, algunos de grandes dimensiones, hasta de cinco metros, de los que abundan en el subsuelo de San Agustín y regiones aledañas. Carecen, pues, de
razón, los que imaginaron el esfuerzo colosal que habría hecho
este pueblo para llevar aquellos pesados bloques hasta el taller
de los escultores o al sitio de los enterramientos, recorriendo
grandes distancias y venciendo toda suerte de dificultades a
través de un terreno accidentado.
Las investigaciones adelantadas por Luis Duque Gómez en varios sitios de la zona, han permitido establecer que el zócalo
rígido del valle está a pocos metros de profundidad y aparece
formado por aglomeraciones de estos cantos, algunos de los
cuales afloran en los taludes de los viejos caminos, en donde
fueron labradas figuras antropomorfas y zoomorfas directamente, in situ - en sitio -, y veneradas sus imágenes en el
lugar mismo de origen, como es el caso de los monumentos
de La Chaquira, de "La Rana de Lavapatas" y de "La Rana de
Matanzas".
De todos modos, es indudable que estas grandes piedras, con
las excepciones anotadas, fueron transportadas a través de
varias cuadras de distancia, no obstante su enorme peso, lo
que supone, desde luego, el conocimiento de recursos especiales para tales maniobras, quizás el empleo de rodillos de madera
para sus desplazamiento, tal como todavía lo acostumbran los
campesinos de la región.
Además de la estatuaria, los antiguos agustinianos, desde las
fases iniciales de su poblamiento en el Valle de San Agustín,
emplearon la piedra dura, eruptiva (basaltos y andesitas) para
astillaría y utilizar los núcleos como busardas y las lascas
como cuchillos, navajas, raspadores, buriles y otros artefactos.
Esta industria persistió con sus rasgos primitivos hasta las fases finales del desarrollo cultural en esta zona La obsidiana, o
vidrio volcánico, también se empleó con fines similares, aunque
parece haber tenido, además, una significación especial en los
ritos mortuorios.
Los instrumentos de piedra pulida (hachas, cinceles) se encuentran esporádicamente y corresponden a una fase tardía
del desarrollo cultural.
Además de los artefactos mencionados, fabricaron cuentas de
collar de piedra, discordes, tabulares, globulares y poligonales,
que se encuentran en collares y colgantes en las tumbas y
como ofrendas en las colinas artificiales o túmulos mortuorios.
Bruñidores, con lados muy pulidos por la práctica del frotamiento, quizás en la fabricación de la cerámica.
En piedra de distintas calidades fabricaron también molinos
o metates, con sus respectivas manos, para la trituración de
granos y otros productos alimenticios. Los ejemplares encontrados en las tumbas y en los sitios de habitación presentan
la mayoría superficies de trituración cóncavas y unas pocas
superficies planas. Por regla general, se hallan fragmentados
intencionalmente, lo que parece haber obedecido a la práctica
de un rito funerario.
Investigaciones geológicas recientes señalan la existencia de
un importante yacimiento de obsidiana al pie del volcán de Sotorá (Departamento del Cauca), en el curso del alto río Quilcasé. Es muy posible que hubiese sido de este lugar, que no está
muy lejos de San Agustín, de donde se aprovisionaron los nativos de tales materiales, que, como se ha dicho, se encuentran
abundantemente en las tumbas, como ajuar funerario, y en los
sitios de habitación. Igualmente se indican yacimientos en las
vertientes de la Cordillera Centro-Oriental nariñense (Laguna
de la Cocha y región de Ipiales-La Victoria), en donde han sido
observados en forma de riego.
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Para Tener en Cuenta...
El parque arqueologico de San Agustin
se encuentra ubicado a 3 kilometros
del poblado, se puede llegar a este
sitio en buseta del transporte publico
urbano, aun costo de $1.000 pesos
por persona o en servicio de taxi a
$5.000 pesos.
Se presta el servicio desde las 8 de
la mañana hasta las 5 de la tarde en
jornada continua, su recorrido se estima entre 3 a 5 horas, es importante
contar con ropa cómoda y calzado deportivo, ya que se realiza una caminata
de 4 kilómetros aproximadamente, en
temporada de lluvia es importante contar con su capa plástica o paraguas.
Es importante abastecerse de bebidas
hidratantes especialmente en días soleados.
Es la primera estación al llegar al parque arqueológico, en él se encuentra la
taquilla para la compra de los tiquetes
de entrada, en ese mismo sitio se encuentran el museo, un sitio de información, una biblioteca, baños, cafeteria y además una oficina del Instituto
Colombiano de Antropología. El costo
de la Entrada es de $10.000 pesos
para nacionales y $15.000 para extranjeros, también están ubicados los
guias profesionales autorizados por
la administración para su acompañamiento, por un costos aproximado de
$40.000 pesos por familia o grupo,
se recomienda que el recorrido se haga
con un guía ya que estos conocen información detallada de cada uno de los
sitios y sus distintas teorias y percepciones de estudios científicos.
Al sur del departamento, en San Agustín,
el parque alberga esculturas líticas de la
cultura agustiniana, y cuenta con caminos terraplenes, sarcófagos monolíticos,
dólmenes, la Fuente de Lavapatas, el Alto
de Lavapatas, el Bosque de las Estatuas
y el Museo Arqueológico.
Patrimonio de la humanidad
El Parque Arqueológico de San Agustín
está localizado en el departamento del
Huila, en inmediaciones de los municipios
de San Agustín e Isnos, pero los vestigios arqueológicos se extienden a Saladoblanco y Pitalito enmarcados en una
zona que se caracteriza por una gran diversidad geográfica y ambiental.
Entre los vestigios arqueológicos se
destacan grandes estatuas y relieves en
piedra, montículos funerarios, templetes,
aterrazamientos, caminos y terraplenes.
En el museo de San Agustín se exhiben
artefactos hallados durante investigaciones en la región. Existen evidencias de
ocupación humana de la zona, posiblemente en el cuarto milenio antes de Cristo. Durante el periodo llamado Formativo
Temprano (1000 a.c. – 1 d.c.), los agricultores habitantes de la región vivieron
en las proximidades de los ríos y las
quebradas y enterraron a sus muertos en
cementerios cercanos a sus viviendas.
Aunque se cultivaban ya muchas plantas
domesticadas, la explotación de productos silvestres era aún importante.
El misterioso lugar
Hacia el comienzo de la era Cristiana se registra la presencia de otros
vestigios: una cerámica diferente,
orfebrería de formas y tecnologías
mas complejas y estatuaria monumental.
Para esta época la población había
aumentado mucho y existían comunidades concentradas alrededor de
centros ceremoniales, en donde se
erigían los montículos funerarios que
encerraban tumbas monumentales,
precedidos por estatuas dedicadas
a individuos de gran importancia.
Las luchas entre indígenas y conquistadores ocasionaron la drástica
disminución de poblaciones aborígenes, su explotación y desplazamiento a otras regiones. Entre ellos los
tímana, a la derecha del río Magdalena, y alcones en la margen izquierda y paéces sobre el río de la Plata.
Cómo se llega a San Agustín
Para llegar al Parque Arqueológico
de San Agustín y al Parque Arqueológico Alto de los Ídolos usted
deberá tomar la vía Bogotá - Neiva (420 Km), Neiva - Pitalito (175
Km) y Pitalito - San Agustín (38
Km).
El viaje por tierra tiene una duración
aproximada de 10 horas en una vía
totalmente pavimentada y perfectamente demarcada.
Al suroccidente del departamento del Huila, lugar
de nacimiento del río Magdalena, está ubicado
San Agustín, un municipio enriquecido por su diversidad ecológica compuesta de grandes rocas,
ríos, montañas, lagunas y cascadas; pero lo que
realmente hace misterioso a este lugar es su riqueza cultural arqueológica.
Fotografía: Luis A. Candela Gómez
Hace más de tres mil años, en San Agustín floreció una civilización de hombres nómadas dedicados a la agricultura, que en sus primeros periodos
de formación produjeron cerámicas, como también orfebrería. Más adelante esculpirían centenares de estatuas monolíticas talladas en piedra en
conmemoración de sus líderes o deidades astrales
como parte de su religión. Muchas de estas figuras son además zoomorfas –figuras animales–
representando a diferentes especies como águilas,
monos y serpientes.
En la actualidad se encuentra localizado el Parque Arqueológico de San Agustín, declarado por
la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad en el año de 1995.
Se trata de un mítico lugar que guarda todos los
secretos de esta antigua civilización que desapareció entre los años 1.300 y 1.400, y de la cual
se desconocen sus causas.
Hoy el área comprende de 70 hectáreas, divididas en cuatro mesitas (A, B, C y D), el Alto del
Lavapatas y el Bosque de las Estatuas, donde se
puede apreciar la grandeza de dicho patrimonio.
Tesoro único en el mundo
La base económica del municipio de San Agustín es la agricultura, donde sus principales productos de exportación son el café y la caña de azúcar, tomando como derivado la panela.
Cuando el municipio recibió su patrimonio el turismo incrementó notablemente. Turistas y estudiantes de
facultades de antropología viajaron para hacer sus prácticas de campo, además que gracias a su ubicación en el
pleno macizo colombiano surgieron deportes de aventura como el rafting y rappel.
El patrimonio permitió que San Agustín se posicionara como el destino turístico por excelencia del departamento del Huila a nivel nacional e internacional.
Según la Secretaría de Ecoturismo y Cultura, durante el año 2010 se recibieron cerca de 54 mil visitantes al
municipio.
San Agustín tiene un título envidiable, pero que de igual forma está en riesgo de perder por el actual conflicto
entre sus habitantes y los Yanacona.
Fotografía: Luis A. Candela Gómez
Ante esta situación la comunidad agustiniana realizó una manifestación pacífica en defensa de su patrimonio,
donde alrededor de cuatro mil gotas blancas marcharon acompañados por representantes de la administración municipal, carabineros de la Policía Nacional, Empresa de Servicios Públicos, instituciones educativas, el
Hospital Arsenio Repizo Vanegas, militares del Ejército Nacional, comercio y además medios de comunicación
local marcharon unidos por su patrimonio.
José Elias Jamioy es uno de los organizadores de la marcha y reitera tener un envidiable patrimonio, pero que
no se le ha dado el valor que merece porque como agustinianos no han tenido la suficiente cultura. “Yo siempre he dicho que si San Agustín estuviera en Medellín, esto sería una mina de plata, porque el paisa tiene otra
forma de ver las cosas y es más visionario”.
Aníbal Anacona es un hombre indígena, quien además administra su propia agencia de viajes en el municipio,
y asegura que tener el apellido Anacona no hace que tenga la misma mentalidad que tienen los Yanacona al
querer apropiarse del terreno, y que el Gobierno tiene que darle a él lo que desee. “Mucha gente que tiene los
apellidos llegan aquí a abusar por medio de ellos sin respetar lo que tenemos, y es la cultura que nos dejaron
nuestros antepasados”.
Varios de estos indígenas no son pertenecientes al cabildo de los Yanacona, porque provienen de los departamentos del Cauca y Nariño afligidos por situaciones de saqueo, desplazamiento por violencia, situación
económica, lo que, entre otros factores, hace que estas personas se desplacen a diferentes resguardos del país
incluyendo a San Agustín, al brindarles un mejor beneficio económico en cuanto al trabajo agrícola, además de
vivienda y educación.
Jair Quinayas, ex gobernador del cabildo de San Agustín, manifiesta que en Pitalito hay tres cabildos hermanos
provenientes de otras tierras, San José de Isnos y Palestina, y además hay Yanaconas en Putumayo, Cauca, Cali,
Armenia y Bogotá, pero a pesar de sus inconvenientes la comunidad se está organizando de tal manera que
han presentando un fortalecimiento interno al desplazarse a las grandes ciudades, y mostrándole al Estado que
quieren permanecer por más generaciones como sociedad indígena.
La cultura Yanacona
Los Yanacona son indígenas productores de arveja, fríjol, caña,
café, ganado y medicina tradicional, quienes unificados con los
campesinos de veredas cercanas
han generado desarrollo para la
comunidad.
Después del periodo de conquista estos hombres retomaron la
simbología a partir de sus deidades. El padre Inti representa el
sol, madre Quilla la fertilidad y
Pachamama a la tierra, además
que el arcoíris se ve representado
en diferentes prendas artesanales
elaboradas por la comunidad, en
la maloca, paredes y elementos
de defensa. “El rojo es la sangre
que corre por nuestras venas, el
naranja la madre tierra, amarillo
nuestro padre Inti, el verde la
madre naturaleza, el azúl celeste
el firmamento, azul el agua, y
el morado es el luto que damos
cuando alguien fallece”, afirma
Quinayas.
…
Según Wilson Vargas, corresponsal del periódico Extra, el
problema es que cierta parte de
los agustinianos no valoran lo
que tienen, y no se justifica que
20 o 30 personas que ni siquiera
son nativas de San Agustín estén
acabando con el patrimonio sin
importar que el municipio gane
o pierda, agregando además que
el único interés de ellos es luchar
por ganar tierras. “El municipio
les ha dado tierras y muchas cosas, pero son personas que no la
saben manejar. Tuvieron ganado y lo dejaron morir”, asegura
Vargas.
Una parte de estos territorios fueron donados por el Gobierno, otros adquiridos con dinero de la misma comunidad por medio del trabajo agrícola, y donde actualmente
se encuentran fueron obtenidos mediante un proyecto que
se presentó al Estado garantizando la reforestación de la
zona.
Periódicos locales como El Diario del Huila, se han encargado de suministrar información sobre hechos de violencia que involucran a los Yanacona con las autoridades del
municipio en un enfrentamiento con gases lacrimógenos,
palos y piedras, al punto de causar lesiones físicas a cuatro
indígenas golpeados en sus miembros y desmayados por
gases, además que un policía del Esmad resultó gravemente herido en su rostro al ser golpeado con rocas, cuando la
Procuraduría General de la Nación ordenó a las autoridades cerrar el paso de la caótica carretera que tiene al borde
de la desertificación a San Agustín. Según Lina Ramirez,
los indígenas se escudan en los niños ante situaciones de
protesta, y la fuerza pública maneja el debido respeto con
ellos.
Para la comunidad indígena ésta problemática no es un
conflicto. Quinayas considera que su cabildo es el encargado de cuidar y preservar lo que sus ancestros han
dejado. Un camino que desde hace más de 100 años ha
existido y lo único que ellos han hecho es mejorarlo y
así generar un desarrollo para su comunidad. Asegura,
además, que anteriormente en ésta carretera funcionaba
una estación de policía y el Estado lo único que hace es
manejar un celo político de poder, mirándolos “como los
negros que joden” a cada instante enviando a la fuerza
pública para que así hagan caso.
El parque del abandono
No sólo conflictos entre autoridades y Yanaconas son motivo
de preocupación. El Parque Arqueológico ha sido el epicentro de
una serie de hechos que empiezan en el siglo XX con la profanación
de tumbas por parte de guaqueros, y que hasta nuestros días, estas
esculturas han sido rayadas y pintadas por un animal más primitivo
conocido como hombre moderno.
Fotografía: Luis A. Candela Gómez
Actualmente este paraíso terrenal presenta un notable descuido de
sus piezas arqueológicas, planta física y personal de vigilancia del
parque.
No existen cámaras de seguridad, ni controles en la taquilla al momento en que los turistas ingresan al Parque Arqueológico. Fácilmente se puede entrar y salir del lugar sin la necesidad de adquirir
un brazalete de entrada que tiene el valor de 10 mil pesos, el cual no
es verificado en ningún momento a lo largo del recorrido.
Según la Secretaría de Ecoturismo y Cultura de san Agustín, el
Icanh es el encargado del mantenimiento de las esculturas y del museo. Un sigiloso ladrón podría fácilmente robarse piezas invaluables
del parque.
Según Diego Fernando Muñoz, docente y organizador de la marcha,
manifiesta que los habitantes de San Agustín ante ésta problemática
han otorgado frente a diferentes actos de vandalismo cometidos en
el municipio.
Si se habla del patrimonio en un término general la comunidad lo reconoce y lo respeta, pero creen que se debe
partir del punto de vista que lo esencial no es centrarse en
un título, sino en mirar que la comunidad tiene su necesidad y a eso es que deben apuntarle, afirma Quinayas.
“Muchos turistas han sido victimarios de robos, y a pesar que la
comunidad agustiniana se entera de los hechos, no se atreven a denunciar debido a la percepción económica que tienen de los viajeros, pues consideran que todo el que viaja a San Agustín tiene buen
capital”, aseguró Muñoz.
Lina Ramírez manifiesta que desde hace siete años que
se presenta esta problemática se han dado una serie de
acuerdos entre el departamento, alcaldía de San Agustín,
el Icanh y otras mesas de concertación frente al cierre
definitivo de la carretera, pero pasan los días y se olvida lo
pactado. “La gente esta sesgada a que tienen que estar ahí
y que tienen derecho a todo, pero el problema es que no se
llega a ningún acuerdo”, dice Ramírez.
A la difícil problemática se suma el hecho de que ahora cualquier
persona puede ser guía. Se trata de un grupo de técnicos que carecen de conocimiento en cuanto a la historia frente a los distintos
temas, además que se conocen casos de educadores que pagan la
orientación a guías profesionales para que brinden charlas a los
novatos.
Este tipo de problemáticas son
las que hoy turistas desconocen
acerca de San Agustín, crisis que
ha llevado al municipio al borde
del abismo de perder su patrimonio, debido a la falta de pertenencia histórica de sus habitantes.
Según Diego Muñoz, en su caso
como docente, pregunta a sus
estudiantes cuál es su patrimonio y no saben sobre de qué les
está hablando, porque según su
criterio nunca les ha interesado el
tema. “Queremos volver a nuestros ancestros, volver a nuestra
cultura, y de que sepamos por lo
menos qué es patrimonio”, asegura Muñoz.
Pero a pesar de los inconvenientes, San Agustín se sigue
mostrando fuerte ante el mundo
como destino turístico, más por
su amplia tarjeta de presentación
como Patrimonio Cultural de la
Humanidad, aunque también es
acreedor de un clima variado,
fauna y diversidad floral, y además la riqueza hídrica que rodea
a este municipio huilense.
Si cada una de las estatuas pudiera hablar, grandes historias serían
reveladas, pero por ahora Colombia debe centrarse en mostrar la
grandeza de San Agustín, y hallar
la solución a cada una de éstas
problemáticas. Lina considera
que es muy importante de que la
gente del país venga y observe la
grandeza cultural que tienen los
colombianos, porque esta nación
es de todos. San Agustín, un
encuentro con la naturaleza y la
cultura.
n las regiones montañosas de San Agustín y el valle de La
Plata, en las cabeceras del río Magdalena, desde el año
1000 a.C. pequeñas sociedades del período Formativo
vieron surgir las jerarquías sociales.
En el Clásico Regional, entre 1 y 900 d.C., el rango y el
poder religioso de los líderes se manifestaron en la construcción de monumentos funerarios con estatuas de piedra
talladas en toba volcánica. Aunque el uso y la acumulación
de adornos de orfebrería no fueron comunes entre estos
líderes, algunos se enterraron con ajuares que contenían
objetos de oro. La gracilidad de un pez alado contrasta
con la imponencia de las estatuas.
San Agustín de principio a fin:
desarrollo de una sociedad jerarquizada.
El análisis de la distribución
espacial, centralización y demografía de la población, así
como de la densidad de restos
de cerámica, huesos y líticos
hallados durante exploraciones
y excavaciones arqueológicas
dentro de un área geográfica
determinada, permite a los arqueólogos estudiar aspectos
característicos de las sociedades del pasado, entre ellos
la forma como fue ocupado el
territorio. En el caso de San
Agustín, los datos obtenidos
muestran que a lo largo de sus
tres periodos de ocupación la
población se distribuyó en los
mismos sitios y aumentó gradualmente.
Hacia el 1000 a.C. se inició
el periodo denominado por los
arqueólogos como Formativo,
durante el cual se establecieron
sociedades sedentarias y agrícolas, no muy numerosas, en
la región del valle de La Plata.
Se sabe que estas sociedades
se concentraron en grupos que
han sido interpretados como
comunidades o unidades políticas independientes y de las
cuales se deduce una inicial
centralización de la población.
En San Agustín los mejores suelos no fueron los escogidos como el lugar de asentamiento de la mayoría de la población y
la fabricación de objetos en cerámica se
desarrolló en todas las unidades políticas.
En este sentido, podríamos pensar en sociedades preocupadas no tanto por optimizar lo económico sino tal vez por otros
aspectos como el religioso o ideológico.
Tiempo después, durante el periodo Clásico Regional, entre el 1 y el
900 d.C., la población aumentó en número y se distribuyó en aldeas
con una extensión aproximada de 100 km² y una población entre
4.000 y 8.000 habitantes. La ubicación de estas aldeas coincide
con la presencia de monumentos funerarios, construidos especialmente para conmemorar e inmortalizar a ciertos individuos.
Finalmente los datos sobre demografía regional y patrones de asentamiento indican que durante el último periodo de ocupación, denominado Reciente, comprendido entre el 900 y el 1530 d.C., la población
aumentó y continuó habitando las mismas comunidades e incluso se
centralizó aún más que durante el período anterior. Por las excavaciones de plantas de vivienda se sabe que su forma fue circular u
ovalada. En esta época ya no se labraron estatuas.
La región de San Agustín disfruta de la existencia de todos los pisos térmicos, desde terrazas aluviales muy extensas ubicadas a una
altura de 800 m.s.n.m., hasta inclinaciones suaves superiores a los
1.400 m.s.n.m. donde el clima es más frío y húmedo. La gran mayoría
de la población se concentró a lo largo de los tres periodos de ocupación en sitios que se ubican entre los 1.500 y 2.000 m.s.n.m.,
pero la cercanía de esta gran diversidad de ambientes posibilitó la
explotación de diversos recursos y se practicó la agricultura en los
distintos pisos térmicos.
Investigaciones arqueológicas recientes llevadas a cabo en el vecino
Valle de la Plata muestran que la mayoría de la población no ocupó
las áreas con mayor productividad de suelos, pero no descartan la
idea de que las concentraciones de población se debieron a factores
ambientales o a la distribución de recursos dentro de la región.
Gracias al estudio de varias unidades domésticas fue posible la recolección y análisis de muestras de polen, restos
carbonizados de plantas y fitolitos que permitieron reconstruir información sobre la producción agrícola, esto es,
la identificación, entre otras cosas, de las comunidades de plantas existentes alrededor de las viviendas.
Entre los principales productos cultivados sabemos que el maíz (Zea mays) se desarrolló en mayor proporción y
en todos los pisos térmicos, excepto en los 1.700 m.s.n.m. Así mismo, se encontraron muestras de polen de otras
plantas como batata, yuca (Manihot esculenta), ají (Capsicum sp.), malanga y amarantos. Otros de los aspectos
estudiados por la arqueología son la forma en que se organizaron los grupos del pasado y el tipo de jerarquización
que existió dentro de ellos. Para ello, se investigan aspectos como la distribución regional de los asentamientos, la
centralización y demografía de la población, así como la organización social, económica, política y religiosa.
De cualquier manera, aspectos evidentes
como la construcción de grandes centros
ceremoniales indican que en San Agustín
existió una jerarquización importante de la
sociedad, que ocurriría desde finales del
período Formativo (1.000 a.C. a 100 d.C.),
que se manifiesta de forma muy clara en el
período Clásico Regional (100 d.C. a 900
d.C.) al que está asociada la construcción
de los monumentos funerarios y la estatuaria lítica, y que se prolongaría durante el
periodo Reciente (900 d.C. a 1530 d.C.).
La iconografía de los personajes representados en las estatuas construidas durante el periodo Clásico Regional sugiere la
existencia de líderes estrechamente relacionados con las prácticas religiosas, los
rituales, el poder espiritual y la ideología.
Alrededor de los centros religiosos se concentró y organizó la población
El Desplazamiento
San Agustín es un topónimo que data del siglo XVII y con el cual se designa una región montañosa del sur de
Colombia, donde floreció una milenaria cultura aborigen. La zona en la cordillera andina, recostado en una de
las bases del Macizo Colombiano. No lejos de allí, en el Páramo de las Papas, nacen algunos de los principales
ríos del país, los cuales cruzan el territorio colombiano en distintas direcciones y en largos recorridos alcanzan
caudales navegables. El río Magdalena, es una de las más importantes vías de navegación y entrada hacia el
interior, transitada desde tiempos pleistocénicos y por donde arribaron los colonos europeos que descubrieron
y conquistaron las tierras de los muiscas. El Cauca, su más grande tributario, que irriga fértiles valles interandinos, ricos en filones y aluviones auríferos, tierra donde buscaron asiento los quimbayas y otros consumados
orfebres precolombinos. El Caquetá, que sale al Amazonas, después de irrigar el pie de monte andino y en
cuyo curso medio y bajo moran todavía grupos indígenas selváticos, algunos descendientes, quizás, de los
antiguos escultores de San Agustín.
El Páramo de las Papas en el macizo Colombiano.
El paisaje geográfico es de colinas onduladas y planos inclinados que descienden hasta estrechos y profundos
cañones de origen aluvial. Al fondo pueden divisarse los imponentes picos del Macizo, como se denomina el
nudo montañoso andino del sur de Colombia.
En el área de San Agustín, el accidentado relieve determina una rápida sucesión de climas, desde el frío del
Páramo de las Papas, y llegando a templado en las vertientes y cañones de la cordillera, estos enmarcan el
ámbito en que se inició, a partir del Siglo XXXIII a. C., una cultura que presenta ya un considerable desarrollo
en el Siglo VII a. C. , según las fechas de Carbono 14 obtenidas recientemente asociadas a la agricultura, la
cerámica, la orfebrería y el arte escultórico.
Descubrimiento del sitio y trabajos posteriores
El pueblo escultor
Desde mediados del siglo XVI (1536-1539) la región del sur de los Andes de
Colombia fue cruzada por expedicionarios españoles, quienes fundaron allí poblaciones que en poco tiempo tendrían gran significación en el proceso colonizador,
como Pasto, Popayán, Almaguer, Timaná y otras. Sebastián de Belalcázar y
García de Toledo avanzaron por las tierras del Macizo hasta llegar al Alto Magdalena, precisamente donde se ubica San Agustín, antes de que el primero de
ellos siguiera hacia el norte para encontrarse con las huestes de Gonzalo Jiménez
de Quesada en las tierras de los muiscas, donde acababa de fundarse Bogotá.
A estas expediciones siguieron otras, que entraron en contacto con grupos indígenas que allí moraban y a las cuales se refieren varios documentos que reposan
en los archivos de Colombia y España. Sin embargo, en ninguna de estas fuentes
aparece noticia alguna relacionada con los monumentos arqueológicos de San
Agustín, ni los indígenas de la zona revelaron su existencia a los recién llegados.
A partir del siglo XVIII, cuando se inició la acción destructora de los buscadores
de tesoros se empezaron a conocer los trabajos escultóricos que residían en la
zona.
La investigación arqueológica ha facilitado la reconstrucción de buena parte de las pautas culturales de este pueblo que habitara el alto Magdalena.
Se sabe hoy que la base principal de su sustentación económica fue la
agricultura del maíz, del maní, del chontaduro (guliehna gasipaes) y de la
yuca, sumada a actividades complementarias de pesca y caza. Evidencias
de tales labores han sido comprobadas en estratos que datan del siglo VII
a. C. y que explican los rasgos fundamentales de su arte escultórico, íntimamente relacionado con sus concepciones mágico-religiosas. Esto contrasta notablemente con la estructura simple de sus viviendas, que eran de
planta circular y de cubierta pajiza, hecho que explica plenamente Cieza de
León (1518-1560), un cronista de la Conquista.
Las casas estaban construidas con materiales perecederos, por lo cual no
han quedado de ellas más señales que los orificios donde se hincaron los
maderos redondos que formaban sus muros y que sostenían los techos,
formando recintos de tres, cinco y hasta nueve metros de diámetro, estos
últimos destinados al parecer, a la morada de los jefes de la tribu o de los
Mohánes o chamanes. Una habitación la formaban generalmente varios
bohíos, situados a gran proximidad unos de otros. Allí tenían sus dormitorios, sus fogones, que eran tres o cuatro piedras semi-redondeadas,
sobre las que colocaban las vasijas destinadas a la cocción de alimentos,
cuando no empleaban las ollas trípodes, de soportes altos y macizos.
También aparecen dentro del perímetro de las casas, o muy próximas a
ellas, huellas de sus pequeños talleres y los lugares señalados para arrojar
los desperdicios.
La orografía de la región, caracterizada por suaves ondulaciones de origen
volcánico, delimitadas por el curso de numerosos arroyos y quebradas,
determinó una pauta de poblamiento disperso en el área de San Agustín,
similar a la que se observaba en las demás regiones de lo que es hoy Colombia y que aún persiste en el ámbito rural.
Los núcleos de población coinciden generalmente con el emplazamiento de
grupos de estatuas y estas últimas con los sitios donde se ubican los cementerios. El Crecido número de sepulcros indica, o bien una alta densidad
de población en aquellos tiempos, o bien la existencia aquí de un centro
ceremonial, consagrado al culto de los muertos. La presencia de estatuas y
de cementerios en casi todas las lomas de la región, es un claro testimonio
de la dilatada extensión territorial que habría tenido este supuesto centro,
a través de los actuales municipios de San Agustín, San José de Isnos y
Salado blanco, en donde se congregarían periódicamente las tribus que
poblaban las áreas vecinas y las que tenían sus propias estancias en
aquellos lugares, especialmente los escultores y los jefes religiosos, para la
práctica de las ceremonias propias del culto funerario.
Tumbas de la cultura San Agustín.
La primera información acerca de las ruinas arqueológicas de San Agustín aparece en la obra Maravillas de la Naturaleza, escrita por el misionero mallorquín
Fray Juan de Santa Gertrudis, de la Orden Observante, quien visitó varias veces
el lugar, la primera en el año de 1756. Su crónica de viaje, inicia en Cartagena
de Indias y terminada en Lima, permaneció inédita en Palma de Mallorca por
cerca de dos siglos, hasta cuando en 1956 fue enviada a Colombia una copia del
manuscrito y publicada en el mismo año en la serie Biblioteca de la Presidencia
Es una descripción muy superficial de algunos de los monumentos, Santa Gertrudis cuenta cómo ya desde esa época buscadores de tesoros se empeñaban
en remover las estructuras funerarias. Siguieron después la visita del naturalista
Francisco José de Caldas (1797), del geógrafo y cartógrafo italiano Agustín
Codazzi (1857) y Carlos Cuervo Márquez (1892), entre los principales del siglo
pasado. En 1914 es cuando realmente se inicia el estudio científico de tales vestigios, con la visita a la región del investigador alemán K. Th. Preuss y posteriormente con las exploraciones del arqueólogo español José Pérez de Barradas y
del colombiano Gregorio Hernández de Alba (1937), Luis Duque Gómez, Eduardo
Unda y Tiberio López (1943-1960), Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatoff (1966),
Luis Duque Gómez y Julio César Cubillos, misión esta última que adelantó la más
intensa exploración de los yacimientos, en temporadas de trabajo que se extendieron desde 1970 hasta 1977, bajo el patrocinio de la Corporación Nacional
de Turismo de Colombia y de la Fundación de Investigaciones Arqueológicas del
Banco de la República de Colombia.
Cultura (organización social)
Los rasgos peculiares que caracterizan el florecimiento de la cultura de San
Agustín, entre el 300 d. C. al 800 d. C., tales como el gran desarrollo de la
estatuaria lítica, que presenta una etapa ya muy avanzada desde el siglo VII a. C.,
la construcción de grandes terraplenes o aterrazamientos para la localización de
las necrópolis, la edificación de muros de contención, las tumbas revestidas con
grandes lajas de piedra, algunas, las principales, cubiertas con montículos artificiales coronados con templetes funerarios, las fuentes ceremoniales labradas en
la roca viva, reflejan una adelantada organización del trabajo y una estratificación social y política. La escultura, en particular, indica claramente una verdadera
especialización del trabajo, ya que esta actividad, dado el grado de complejidad y
de adelanto que alcanzaron sus artífices, supone una gran habilidad profesional,
un notable talento artístico y en especial un profundo conocimiento de las creencias mágico-religiosas de la tribu, a través de una larga tradición de tales manifestaciones religiosas. Además, diferencias que se aprecian en la estructura de
los sepulcros de un mismo yacimiento, sin indicaciones claras de una secuencia
cultural, hablan más de una estratificación social, puesto que la cerámica y otros
elementos del ajuar funerario atestiguan la contemporaneidad de unos y otros. Tal
estratificación estaría basada sobre la diferencia entre los grupos ocupacionales
y en la jerarquía política y religiosa, consolidada en la formación de pequeños
señoríos, una organización típica de la mayor parte de los grupos indígenas
encontrados por los españoles en el siglo XVI en la región andina de Colombia.
Es posible pensar también que la gran dispersión que tiene la estatuaria lítica en
San Agustín se explica por haber existido entre estos nativos una organización
estructurada sobre la base de pequeños grupos familiares, unidos entre sí por
vínculos religiosos. Este mismo hecho podría aclarar la razón de la gran variedad de motivos y estilos representados en las estatuas dentro de una aparente
homogeneidad morfológica, diversidad que habría obedecido a la necesidad de
individualizar en cada lugar la representación de las deidades protectoras del
grupo familiar, dentro de los cánones religiosos tradicionales. El chamanismo o
Mohánismo jugaría también un papel significativo a este respecto. En torno a
estos personajes se debieron agrupar los pequeños núcleos familiares y aquellos
habrían formado así una especie de casta sacerdotal, con marcada influencia en
la organización social y política de una población que tenía una fuerte mentalidad mágico-religiosa, expresada en la rica temática que se manifiesta en el arte
escultórico. Todo induce a pensar que en este período floreciente de la cultura
agustiniana, la organización social estaba fuertemente influida por los grupos
guerreros y las formas religiosas por las deidades solares y de la guerra. Las
estatuas de las Mesitas A y B del Parque Arqueológico parecen ser la representación más auténtica de este momento cultural. Aparecen guardando la entrada
de tumbas revestidas de grandes lajas, con sarcófagos monolíticos en su interior,
consagrados, seguramente, a guardar los despojos mortales de héroes de la tribu
o de sus jefes político-militares.
La escultura
La manifestación peculiar de la cultura de los antiguos pueblos de San Agustín fue la
escultura lítica monumental. Más de 300 estatuas han sido halladas, la mayoría en
una área que aparece plenamente delimitada por las cuencas de los ríos Magdalena,
Bordones, Mazamorras y Sombrerillos y los picos del Macizo Colombiano. Indudablemente los nativos quisieron hacer de esta región un verdadero centro ceremonial
para las prácticas funerarias, presididas por los grandes monolitos, en los que ellos
expresaron su estilo simbólico, sin que este propósito les hubiera impedido tallar
formas de gran naturalismo.
Los bloques en que fueron talladas son tobas volcánicas y andesitas lávicas, algunas
de grandes dimensiones, hasta de más de 4 metros de altura y de varias toneladas
de peso. Con excepción de la vecina región de Tierradentro (Cauca), en ninguna otra
zona de Colombia se presentan estos rasgos monumentales de la escultura y puede
afirmarse, por consiguiente, que ellos están confinados al Alto Magdalena.
«La diosa de la Chaquira» en el cañón del río Magdalena.
La estructura general del complejo arqueológico de San Agustín ofrece algunos
rasgos muy característicos, como la homogeneidad de ciertos elementos y su continuidad a través de los distintos períodos evolutivos, lo que habla en favor de un parentesco cultural de los diferentes grupos que allí concurrían y de una larga tradición
de los mismos, expresada en elementos indicativos como la cerámica y la industria
lítica, como también en ciertos motivos representados en las esculturas, cuyas formas ancestrales se inician por lo menos en el siglo VII a. C. y persisten, al lado de
otras posteriores, hasta el siglo XVI de nuestra era.
El dualismo es un rasgo sobresaliente en la cultura de San Agustín. En la estatuaria
se ven, al lado de las representaciones femeninas, otras de sexo masculino. Constituye esta característica una de las peculiaridades que se han señalado como propias
del llamado Período Formativo en América precolombina. En San Agustín, como en
Mesoamérica, las creencias religiosas de los nativos dieron origen a un complicado
culto ceremonial, en el cual jugó un papel significativo el ritual de las danzas de enmascarados. Aun persiste esta práctica entre varias de las tribus que habitan en la
Amazonía, las cuales usan disfraces fabricados de tela de corteza de árbol, pintados
de varios colores. Es indudable que la mayoría de los monolitos del Alto Magdalena
llevan estas representaciones. En las colecciones del Museo del Oro del Banco de
la República se ven figuras enmascaradas, algunas de una sorprendente similitud
con las de San Agustín, como puede observarse en las figurillas de remate de los
alfileres calimas, en las que el disfraz que cubre la cabeza y la cara de los personajes
está sostenido con las manos, al igual de las que seguramente quisieron representar
los artífices agustinianos en varias esculturas de los yacimientos arqueológicos de
Quebradillas y de Ullumbe.
Como ocurrió en el período formativo de las demás culturas de la zona
andina y de Mesoamérica, las creencias mágico-religiosas estuvieron
en íntima relación con su principal base de sustentación económica, la
agricultura, como también con la caza y la pesca. Son los mitos que
integran la fauna mágica, en la que son particularmente frecuentes varias especies, asociadas a su cosmogonía. De ahí que en la estatuaria
aparezcan representados varios mitos. El sol, la luna, el rayo, la lluvia y
otros fenómenos naturales, se personifican y expresan en sus símbolos. Las deidades aparecen antropo-zoomorfizadas y estrechamente
asociadas a los ritos mortuorios. El sol y la luna presiden su panteón
religioso.
Estatua en el yacimiento de Mesitas.
La frecuencia de la representación de la boca felina en la mayor parte
de las esculturas, es indicativa del culto al jaguar, que parece ser uno
de los más antiguos y generalizados entre los pueblos que vivían en
la zona andina y que aún persiste en las poblaciones aborígenes que
moran en la selva amazónica. En otras culturas arqueológicas andinas
este elemento caracteriza también muchas de las representaciones escultóricas.
También la serpiente ocupa un papel preponderante en las representaciones escultóricas de San Agustín y en la fuente ceremonial de
Lavapatas. Una estatua que se encuentra hoy en el Parque Arqueológico, en el llamado "Bosque de las Estatuas", presenta las manos
dobladas sobre el pecho y éstas sostienen, de la cola y de la cabeza,
una serpiente enrollada. Los elementos que caracterizan esta escultura permiten interpretarla como una Divinidad de las lluvias o como
la representación de un sacerdote o mago de la tribu en el momento
de invocar el espíritu de la deidad para que se pronuncie en favor del
campo o de las cosechas.
La figura de un águila que sostiene una serpiente con el pico y con las
garras, escultura que otros investigadores interpretan como la representación de un búho, debió tener en el mundo de las creencias de los
antiguos agustinianos una significación especial. Posiblemente fue el
símbolo de la creación, relacionado con el origen de la luz y del fuego
y de la jerarquía política, es decir, el símbolo por excelencia del poder.
Motivos de aves rapaces en piezas de orfebrería han sido hallados aquí
como adornos personales, colocados como ofrendas en tumbas que
debieron corresponder a personajes de la tribu. Entre los indígenas
taironas, que moraban en el norte, en la Sierra Nevada de Santa Marta
y en sus proximidades, el águila aparece también frecuentemente en
los objetos de oro, lo mismo que entre los muiscas y quimbayas.
Las estatuas que se denominan cariátides, porque estaban destinadas a soportar los techos
de los grandes sepulcros en las Mesitas A y B del Parque Arqueológico son, seguramente,
representaciones de guerreros. Tal es el caso de los monolitos que se encuentran en el montículo noroeste de la Mesita B y en los montículos oriental y occidental de la Mesita A. En
estas estatuas aparece figurada, en forma naturalista, la imagen de guerreros, adornados con
diademas especiales y portando las armas que ellos usaban (piedras redondeadas, que lanzaban con la mano, escudos o rodelas, que sostenían con la mano izquierda). En otras estatuas
la rodela está sustituida por una maza corta, la "macana" de que hablan las crónicas del siglo
XVI, usadas por los panches, muzos, cólimas y otros grupos, y que aun emplean los chimilas,
un pueblo indígena que vive en las proximidades de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Fuente de Lavapatas.
Las serpientes crestadas, que aparecen como apéndice de las figuras felinas que se ven
encima de las cabezas de los supuestos guerreros del montículo oriental de la Mesita A,
permiten relacionar estas esculturas con otras de Mesoamérica, en donde dichos elementos
representan a Quetzalcóatl, un dios bueno, que creó al hombre con su propia sangre, le dio el
maíz, le enseñó la industria lítica, los tejidos, la astronomía, el calendario, ciertos rituales y el
culto. Otros elementos de la fauna representados en la estatuaria de San Agustín son el mono
y la ardilla, en estrecha relación con los ritos de fertilidad; la rana y el lagarto, con las lluvias y
con la muerte; el pez, con el cultivo del maíz; el murciélago, como deidad de la agricultura. En
San Agustín, la llamada "rana de Codazzi", descrita por este geógrafo en el año de 1857 y que
duró perdida durante cerca de 200 años, oculta bajo la espesura, está labrada en un bloque in
situ, el cual se ubica en las faldas que caen sobre la hondonada donde se encuentra la "Fuente
de Lavapatas", a una distancia más o menos de 50 m de este importante monumento. Una
rana monolítica, de tamaño monumental, con colmillos y garras, como las del Alto de los Ídolos
y Alto de Lavapatas, en San Agustín, presidía una necrópolis en la hacienda denominada "El
Marne", cercana a la población de Inzá. En la orfebrería calima, quimbaya y tairona, la rana
es motivo frecuente.
El caracol, de varios géneros, se ve figurado en muchas de las esculturas agustinianas, sostenido con la mano izquierda, en las representaciones antropo-zoomorfas. En el área muisca
y en la calima se han encontrado hechos en arcilla, cobre y oro. Además de su empleo como
trompetas, al cual hacen frecuentes alusiones los cronistas del siglo XVI, el caracol tuvo
especial significación como implemento para el uso de la masticación de la coca. En ellos se
guardaba la sustancia alcalina que servía para provocar la reacción química que libera el alcaloide. En este recipiente introducían el palillo humedecido, que llevaban luego a la boca para
mezclarla con las hojas del estupefaciente y que sostenían entrelazado con los dedos de la
mano derecha. Una de las estatuas más interesantes de la zona, y que hoy se encuentra en la
Plaza de Bolívar de la población de San Agustín, es una figura antropomorfa, con sombrero
y boca felina y que sostiene con las manos un pez, es interpretada como una deidad de las
lluvias. En varias culturas arqueológicas americanas este motivo se vincula también al cultivo
del maíz y su acción fertilizante.
Vestidos y adornos personales
Ubicación
Muchas de las figuras antropomorfas que representan las estatuas, aparecen completamente desnudas o
sólo con ligeros cubre-sexos y con algunos adornos, como collares, pulseras, narigueras y orejeras. Este
hecho es curioso, puesto que el área de San Agustín es una región en la que predomina un clima medianamente templado y éste se enfría considerablemente a medida que se asciende al Valle de las Papas. Quizás
ello permita afirmar que se trata de un pueblo que tuvo una prolongada estancia en tierras bajas antes de
alcanzar los lugares donde labraron sus estatuas. Varias esculturas presentan, sin embargo, faldellines y
sombreros, los primeros confeccionados con tela, hechas de corteza de árbol, como lo acostumbran muchas tribus de la Amazonía. Los implementos para el hilado, como volantes de husos, son particularmente
escasos en el registro de los elementos hallados en las excavaciones arqueológicas realizadas. Los adornos fueron variados, como collares de cuentas de piedra caliza y de piedra dura, estas últimas de color
verde azulado, tubulares, con orificio longitudinal; cuentas de concha, de semillas, de hueso y de oro; narigueras de orfebrería, circulares, laminadas o a manera de alambres retorcidos, con engarces de cuentas
de cuerno o de piedra; pendientes de oro macizo, figurando en algunos águilas diminutas; diademas de oro,
orejeras y otros adornos que han sido encontrados en las excavaciones y que coinciden en su forma con
los que se observan en las estatuas.
Esta cultura se ubicó en el
Valle del Alto Magdalena
(sur del departamento del
Huila), ocupado por actuales
municipios de San Agustín,
San José de Isnos y Salado
Blanco, situados todos en
las estribaciones del macizo colombiano; es un sector
donde abundan las rocas
volcánicas, materia prima
empleada para sus famosos
trabajos de estatuaria.
La cerámica
Es fundamentalmente monocroma, hecha en atmósfera oxidante, por el sistema de enrollado y con engobes
de distintos tonos ocres. Predominan las formas de cuencos pequeños, platos, ollas trípodes, copas de
soporte alto. También se encuentran grandes vasijas, destinadas al almacenamiento de líquidos y a servir
de urnas funerarias. La decoración es casi siempre incisa, aunque se registra también la pintura negativa,
negro sobre rojo, desde las fases iniciales del florecimiento de la cultura, en el período que se denomina
Formativo Superior. En el período final, o Reciente, aparece la pintura positiva bicolor, como también una
decoración granulada.
Economía
Los antiguos agustinianos tuvieron como base
económica la agricultura y la colección. Preparaban surcos en las laderas y en las partes altas
de las montañas, dispuestos verticalmente, de
manera que el agua de las lluvias corriera fecundando los terrenos y no se embalsara, lo que
hubiera resultado contraproducente en aquella
zona húmeda. El principal producto cultivado fue
el maíz, como lo atestiguan las numerosas manos y de piedras de moler y los granos y tusas
carbonizados que se han hallado entre la tierra
de relleno de las tumbas, como ofrendas funerarias y entre las ruinas de las viviendas.
Los platos pandos de borde vertical que servían
para tostar granos indican una manera propia
de preparar el maíz, así como el maní, que hoy
se sigue cultivando en esta región. Las frutas
del nogal las recolectaban para obtener materias
grasas. La cacería debió de ser complemento de
la dieta alimenticia, y la pesca en menor escala.
Cerámica
Estatuaria
La producción alfarera de los agustinianos se
destaca por su sencillez, si se comparan con las
piezas complejas que elaboraron otros pueblos
contemporáneos. Mezclaron las arcillas con
desengrasantes de arenas cuarcicas o fragmentos triturados de cerámica. También añadieron
mica a la pasta para obtener mas consistencia y,
además, puntos brillantes en las superficies de
algunos recipientes. Dieron forma a los objetos
por modelado directo o por el sistema de enrrollamiento en espiral, y a veces utilizaron como
molde otra vasija boca abajo.
La estatuaria agustiniana tiene unas características especiales
que configuran un estilo propio. Tales son: su monumentalidad,
puesto que la gran mayoría representa personajes de tamaño
mayor que el natural; su rigidez, dada por la posición de las
figuras: de pie, con las piernas juntas y los brazos pegados
al cuerpo, casi siempre con las manos sobre el pecho; su entusiasmo, simetría y frontalidad. En cuanto a la temática, en
ella encontramos representados principalmente seres antropomorfos y antropozoomorfos. Los primeros se han interpretado
como guerreros, sacerdotes y dignatarios de esa sociedad; los
segundos como animales simbólicos, y algunos de ellos míticos,
porque no corresponden a una especie zoológica definida sino
que comparten rasgos combinados de varios de ellos, como en
el caso de los batracios con dientes de felino. En cuanto a los
antropozoomorfos, se prueba por un cuerpo humano con una
cabeza de hocico felino y grandes colmillos, identificados como
deidades.
Las piezas más frecuentes son las vasijas de
cuerpo inferior semiesferico y superior troncocónico o campaniforme; también los cuencos
y los platos pandos de bordes verticales, que
se usaban para tostar granos. Ollas trípodes
de soportes altos, macizos y curvos en la parte
superior, aparecen con la base ahumada por su
largo uso culinario, que también fue el de grandes recipientes de paredes gruesas y superficies
ásperas, con decoración dactilar en los bordes.
Por su decoración, debieron de usarse en lo ceremonial copas de pie alto tubular, con recipiente pequeño de borde horizontal o inclinado, que
llevan pintura negativa interna y por afuera un
diseño de círculos y triángulos en negro sobre
fondo rojo.
La pintura es casi siempre monócroma. Se aplica
unas veces en el interior, otras en el exterior de
las piezas, y a veces según la técnica negativa.
La incisión y la excisión de puntos y rayas en la
parte superior es típica, lo mismo que el empaste
en blanco y rojo. Hay una ausencia casi total de
motivos biomorfos, y es escasa la presencia de
asas, que, cuando aparecen, son solo ornamentales.
Por otra parte, las esculturas desarrollaron algunos temas reiterativamente, como el del alter-ego, representado por una figura
que lleva a otra sobre su cabeza; los sacerdotes enmascarados;
los sacrificios, manifiestos en seres que devoran a otros; las
dinastías, expresadas mediante una deidad que protege a un ser
humano; las cabezas trofeo en los collares de los dioses; los
guerreros con armas y garrotes; y el principal motivo desarrollado por aquellos escultores, que es el de los llamados hombres
jaguares o dioses solares, seres humanos con boca y dentadura
felinas, que representan el poder, la violencia, la guerra y el dominio político y militar.
La serpiente emplumada y el águila con la serpiente entre las
guerras también son temas repetidos, y ambos se relacionan
con la dualidad de los conceptos opuestos o complementarios
en la cual la serpiente representa lo terrenal, la fertilidad, la cotidianidad, y el águila lo celestial, lo sobrenatural, lo intelectual,
unidos en la efigie del ofidio con plumaje, en vez de escamas,
para expresar un ideal cósmico, un arqueotipo de su pensamiento religioso; o enfrentados en la escultura del ave que sostiene
con las garras y el pico a la serpiente, para indicar el eterno
choque de los dos aspectos de la existencia.
Vivienda
Los sitios de habitación encontrados por la
arqueología aparecen asociados a campos de
cultivo. Podemos decir que los agustinianos
practicaban un poblamiento disperso, aunque
no distanciado, determinado por la ubicación de
las tierras más aptas para la siembra; sus casas estaban en las cimas de las lomas o en aterrazamientos en las laderas que fue necesario
practicar por lo quebrado del terreno. Se busco
la proximidad a los nacimientos de agua para no
tener que limitarse a las orillas de los ríos, que,
en algunas partes, son de difícil acceso por la
profundidad de los cañones.
Los monos evocan sexualidad y procreación; las aves, el territorio de los dioses y la inteligencia; los saurios, el agua y la tierra unificadas, o sea, la tierra fecundada, que es la agricultura; las ranas son anunciadoras de las lluvias, y cuando llevan garras y colmillos se relacionan con la muerte y el inframundo; las
ardillas son símbolos agrícolas, y los peces, propiciadores de las buenas cosechas.
La mayoría de las estatuas forman parte de los conjuntos funerarios de los diferentes cementerios localizados en explanadas artificiales hechas en las colinas. Los sarcófagos de las grandes tumbas están
cubiertos con losas que llevan tallada la imagen del difunto con los ojos cerrados y las manos sobre el
pecho. Las estatuas se pintaban de blanco, rojo, amarillo y negro azulado.
La talla agustiniana se hacia en piedra andesitica y en tobas, con cinceles y martillos de piedra mas duras
y compactas. Es típico el tratamiento de la escultura enfatizando la labor del tallador en la cabeza de la
figura para luego ir disminuyendo ese detalle a medida que se desciende hacia las piernas y los pies del
personaje. Del mismo modo, el tamaño de la cabeza es comparativamente mayor que el del cuerpo y de las
extremidades, de manera que la figura completa no guarda las proporciones reales del ser humano.
Aparecen viviendas solas y a veces con otra
pequeña construcción aledaña que debió de servir para fines domésticos. También hay grupos
de tres o más casas, sin que se pueda hablar de
aldeas, sino apenas de caseríos; con la excepción de Quinchana, donde se hallaron vestigios
de población relativamente nucleada. Estrechos
senderos unían los núcleos habitacionales.
La casa era de planta circular u oval, de unos 3
metros de diámetro, de estructura sencilla, suelo de tierra apisonada, paredes de bahareque y
techumbre cónica de paja. Se practicaba el enterramiento dentro del perímetro de la vivienda.
La sencillez y estricta funcionalidad de las viviendas de San Agustín contrastan con la complejidad y ornamentación de muchos sepulcros,
pero concuerda con el pensamiento del hombre
prehistórico, que reservaba las mejores realizaciones artísticas para el campo de lo religioso,
del cual el ritual funerario era una de las más
importantes expresiones.
Cultura:
Comlejo Funerario.
El complejo funerario agustiniano tiene características especiales. La región cuenta con muchos sitios,
como las Mesitas, Quinchana, el potrero de Lavapatas, el Batan, Lavaderos, El Parador, el Alto de los
Idolos, el Alto de las Piedras y otros, donde se han encontrado cementerios, generalmente en terraplenes artificiales. Las tumbas son de diferentes tamaños y formas, relacionados con la categoría social
y la jerarquía militar, política o religiosa del difunto. Podemos considerar dos grupos principales: las
subterráneas y las cubiertas. Las primeras presentan una variación que se inicia con sencillos pozos de
planta circular, continua con fosos similares, pero con bóvedas laterales, y termina con fosas de tres
tipos: las de planta oval, a veces con cámaras laterales; las de planta rectangular cubiertas de losas, y
las de planta rectangular revestidas de losas en el piso, en las paredes y en la cubierta, con un deposito
fuera del sepulcro, para las ofrendas.
Las construcciones cubiertas son tumbas formadas por cámaras dolménicas de hasta 3 metros de
altura, de planta rectangular y con recintos laterales. Están cubiertas de tierra y forman túmulos en las
partes centrales y más altas de los cementerios. Este tipo de tumba es característico de San Agustín;
no se encuentra en otros lugares del país, y muchas veces esta formado por varias cámaras, una para
el cadáver (en ataúd de madera o en sarcófago de piedra), otras para el ajuar funerario, con el entierro
ritual del fuego, y las de la entrada o del fondo para la colocación de estatuas, que también suelen estar
fuera, a los lados del conjunto.
Las paredes y el techo de la
construcción funeraria se pintaban con colores minerales, en
diseños geométricos de franjas
o círculos concéntricos en negro, amarillo o rojo, aunque actualmente, por la gran humedad
de la zona y la acidez de los suelos, los colores se han perdido
y solamente algunos sepulcros
conservan restos de ellos.
La posición del cadáver dentro
de la tumba varia. Generalmente
aparece flexionado, en decúbito
lateral derecho o izquierdo, pero
en los sepulcros más grandes, y
dentro del sarcófago o de ataúd,
el muerto se encuentra acostado
sobre la espalda, posición que
se supone fue la mas usual para
personas de alto rango.
La ofrenda funeraria es mas
variada cuanto mayor y más
compleja es la tumba. Al lado del
esqueleto aparecen recipientes
de cerámica doméstica y ceremonial de diversas formas y
decoraciones, lascas de obsidiana, núcleos y astillas de basalto y artefactos líticos, como
cuentas de collar discoidales y
tubulares, metales y manos de
moler. Los amontonamientos
de carbón vegetal indican que el
fuego se enterraba también para
acompañar al muerto en el mas
allá, lo mismo que los adornos de
orfebrería, como diademas, colgantes, aretes y narigueras.
Rasgos Físicos
Las excavaciones arqueológicas y las
investigaciones en etnografía aportan
datos para la visión general de la cultura
agustiniana, en la cual los individuos de
esta etnia aparecen con una contextura
física de complexión robusta, tendencia
a la braquicefalia y una estatura de 1.65
m de promedio. Se cubrían con un taparrabos, sostenido por un ancho cinturón:
una faja escalonada, triangular, como
cubresexo o simplemente con un cordón
que amarraba el pene y se anudaba cuidadosamente al lado derecho. Llevaban
en la cabeza diademas de oro, gorros
tejidos, o de pieles, coronas de plumas
o tocados que complementaban los peinados con materiales diversos. Como
armas usaban escudos, rodelas y mazas. En los primeros tiempos vistiéronse
con telas de corteza de árbol y luego con
tejidos de algodón, hilado en husos de
madera con volantes de cerámica.
Las mujeres llevaban falda corta con
cinturón, delantal o falda abierta al lado
izquierdo, y en la cabeza turbantes o tocados, envolviendo el cabello en bandas
de tela. Se pintaban el cuerpo con colorantes de ocre, y se adornaban con collares de piedra, conchas, semillas, hueso
y oro. Usaban pulseras de chaquira de
varias vueltas; narigueras de oro semilunares, circulares y tubulares; zarcillos de
alambre de oro antorchado con piedras
engarzadas y pendientes en forma de diminutas aves de cuarzo o de oro. Es de
suponer que los ornamentos de orfebrerías eran privativos de las personas de
alto rango, pues no se encuentran sino
en las tumbas grandes, aunque la cerámica y la piedra aparecen en sepulcros
de diferente tamaño y forma.
Orfebrería
Los agustinianos trabajaron
los metales desde el primer
siglo de nuestra era. Obtenían el material de los aluviones de los ríos y lo fundían
y laminaban; mezclando, en
ocasiones, con cobre, para
elaborar collares, zarcillos,
diademas y pendientes. Mediante el sistema de la cera
perdida fabricaron algunas
piezas y los complementaron
engarzándoles cuentas de
cuerno o de piedras pulimentadas.
Los crisoles de cerámica, las
gotas de oro fundido y los
fragmentos de láminas encontrados en las excavaciones indican que se trató de
una industria local, lo cual se
aprecia también en la similitud de formas que hay entre
los adornos de la estatuaria
y los objetos provenientes de
los yacimientos arqueológicos.
El tema del águila aparece
repetidamente en los colgantes de oro, y las diademas
hechas de flexibles laminas
muestran estilizaciones de
aves y flores de maíz.
Sociedad y Política
La estructura social imperante era
la de agrupaciones familiares unidas por vínculos religiosos. Así se
deduce de pequeños grupos de esculturas al lado de los cementerios,
dispersos en lomas, en varios centenares de kilómetros cuadrados.
Las necrópolis más grandes, como
Mesitas, Quinchana y el Alto de los
Idolos, indican centros de especial
jerarquía, que pudo ser ocupacional,
política, religiosa o militar. La importancia de lo militar en esa sociedad
lo muestran las representaciones
escultóricas de guerreros armados,
deidades felinas y cabezas trofeos.
Además existieron los Shamanes o
hechiceros encargados de los augurios y curaciones. Otro grupo social
destacado fue el de los guerreros,
cuya función era la defensa del territorio por parte de tribus belicosas. El
mayor número de la población estaba
formado por agricultores, cazadores
y pescadores, quienes sostenían a la
clase dirigente con su tributo pagado
en especie o en trabajo.
Los escultores también pertenecían
al común del pueblo, por razones
de su oficio eran sostenidos con el
excedente de la producción comunitaria. Eso no implicaba que dichos
artesanos gozaran de una posición
privilegiada dentro de la comunidad.
Las culturas prehispánicas de América que nos
han dejado huellas vigorosas de su existencia,
son universalmente conocidas, La Inca, La Maya,
y la Azteca. Sin embargo, existen otras culturas
prehispánicas mucho menos conocidas y que,
aún así, merecen atraer la atención de los especialistas y del público en general, por la grandeza
y belleza de sus vestigios. Tal es el caso de la cultura de San Agustín, cuya milenaria herencia de
piedra podemos hoy admirar en Colombia dentro
del departamento del Huila.
Los monumentos denominados como agustinianos,
integrados por estatuaria lítica, dólmenes y montículos, que en gran número se encuentran diseminados en un hermoso y extenso territorio del Macizo
Colombiano; constituyeron el más importante centro
de producción escultórica de toda la región andina,
durante la época precolombina.
Cuando se produjo la Conquista, los monumentos funerarios
que siglos atrás habían sido hechos en el valle que domina
el primer curso del río Magdalena, yacían abandonados por
circunstancias que todavía no se conocen bien. Una densa
vegetación poco a poco, había cubierto de bosques el territorio ancestral que durante milenios, fuera el hábitat de una
de las culturas prehispánicas más importantes de Colombia,
tal como lo atestigua su estatuaria lítica monumental.
Los sitios donde anteriormente se había elegido los
centros ceremoniales dedicados a culto funerario,
o los lugares de habitación y los campos de cultivo,
desaparecieron por la acción incontrolada de la naturaleza especialmente feroz en este medio.
El desconocimiento de los vestigios de esta cultura durante la Conquista fundamentalmente se
debe a dos hechos: En primer lugar, esta cultura
se extinguió antes de que llegaran los españoles
por lo tanto no existió contacto. En segundo lugar porque principalmente se trataba de imágenes
escultóricas, hechas para ser depositadas dentro
de túmulos funerarios, que eran construcciones
muy sencillas, que por esas mismas características rápidamente podían ser recubiertas por la
vegetación, obras totalmente diferentes a la arquitectura pétrea colosal, que los conquistadores
El desconocimiento de los vestigios de esta cultura durante la Conquista fundamentalmente se debe a dos hechos: En primer lugar, esta cultura se extinguió antes de
que llegaran los españoles por lo tanto no existió contacto. En segundo lugar porque principalmente se trataba
de imágenes escultóricas, hechas para ser depositadas
dentro de túmulos funerarios, que eran construcciones
muy sencillas, que por esas mismas características rápidamente podían ser recubiertas por la vegetación, obras
totalmente diferentes a la arquitectura pétrea colosal, que
los conquistadores encontraron en México ó Perú.
Destino San
Agustín:
Por su invaluable valor cultural y arqueológico, este destino maravilloso fue declarado
patrimonio de la humanidad
en el año 1995. Las esculturas y tumbas indígenas
mantienen vigente una de las
culturas más asombrosas en
nuestro país.
San Agustín está ubicado
al sur del departamento del
Huila sobre el majestuoso relieve de los Andes colombianos, específicamente en la
cordillera oriental, es un lugar
para el turismo arqueológico
y ecológico.
¿Cómo llegar?
Desde Bogotá viajan diferentes empresas transportadoras, entre ellas está Cotranshuila, que en unas 7 horas
te llevarán a Pitalito. Son 25
minutos los que separan a
San Agustín de Pitalito, por
una carretera en buenas
condiciones. En la terminal
de transportes encontrarás
colectivos y taxis que hacen
el recorrido.
El alto del Lavapatas
Fuente ceremonial del Lavapatas
¿Qué hacer?
Parque Arqueológico San Agustín
Alberga muestras de la cultura agustiniana, la cual habitó la región durante 7 siglos. En el centro
administrativo encontrarás el museo y luego de un corto trayecto llegarás a la entrada de la
zona arqueológica adornada por puestos de artesanías, donde venden réplicas de las figuras.
La monumentalidad de las estatuas y de las tumbas de piedra refleja, hoy en día, un complejo
sistema de pensamiento de estas culturas desconocidas que entendían y explicaban el mundo a
su manera, tallando el misterio e inmortalizándolo en las piedras.
El recorrido tarda cerca de 4 horas, en el que se aprecian esculturas que enmarcan aspectos
de la condición humana, como el culto a la vida y muerte, la fertilidad, la maternidad y las figuras
con el doble yo y el templo de la Luna. También se hallan figuras chamánicas y tumbas en roca.
Es la más grandiosa obra
escultórica de los agustinianos. Es un lecho rocoso,
tallado magistralmente, en
el que las figuras de micos, lagartijas y serpientes
forman relieves evocadores
del agua, como ser dador
de vida. Pequeños canales
permiten que el agua corra
de sur a norte y caiga en
tres piletas adornadas por
caras humanas, mamíferos
y todo tipo de seres mitológicos.
Constituye una evidencia
del alto grado de ingeniería
alcanzada por los escultores
en el empleo de las posibilidades ofrecidas por los
materiales, en este caso el
agua y la piedra combinados.
Compuesto por 7 esculturas
que exaltan deidades de la
agricultura, así como varias
tumbas. Para llegar se debe
ascender desde la fuente ceremonial del Lavapatas caminando, hasta la colina desde
la cual se divisa un inspirador
paisaje de la región.
Actualmente pueden observarse varias tumbas una de
ellas donde parece existió un
cementerio de niños resguardada por una gran estatua el
Doble Yo. Este maravilloso
lugar permite disfrutar de
una vista espectacular del
entorno, desde ahí se puede observar el origen de la
cordillera central y oriental
en pleno corazón del macizo
colombiano, los majestuosos
picos de cutanga, el surco de
la gran cuenca como es el río
Magdalena y las cuencas y
subcuencas de varios ríos
que convergen sobre este.
El bosque de las estatuas
Se encuentran allí 39 figuras a los lados del sendero
de 600 metros y muestran
diferentes representaciones
y cultos en medio de la vegetación que rodea el recorrido.
Se admira tanto la sencillez
de ciertas estatuas, como
la preocupación por la ornamentación y el detalle de
otras, figuras zoomorfas,
amplios tocados, figuras de
piedras con alusión al alter
ego, lo que nos plantea interrogantes como, los agustinianos eran simples escultores o avanzaron en otras
ciencias, la profundidad de
ciertas esculturas es sinónimo de nociones filosóficas
en la cultura agustiniana, si
es tan gloriosa, por qué desapareció.
San José de los Isnos, Piedra Sagrada
Isnos es un municipio que
reúne lugares que puedes
conocer en 1 o 2 días, entre
ellos se destacan el templo
de San José y el parque municipal, rodeado de árboles y
jardines donde un mural alegórico refleja el origen indígena de la región.
Colgante con figura de águila, Costa Rica, la costa sur, la
cultura Diquis, 700-1500 dC, el
oro, colección precolombina en
el Museo de Arte de Worcester, Worcester, Massachusetts,
EE.UU. (Imágen: Wikimedia
Commons/Dominio público
en algunos países)
Pectoral de oro de aleación
Tumbaga, año 550 d.C. de la
cultura Tolima. Museo del Oro
de Bogotá. (Imágen de: Bruno
Sanchez-Andrade Nuño/Wikimedia Commons/Flickr/Creative Commons Attribution 2.0
Generic)
Pectoral Cultura Yotoco, 0-700
d.C. oro martillado, Region
Yotoco, Valle del Cauca Colombia. (Imágen de: Mary Harrsch/Wikimedia Commons/
Flickr/Creative Commons
Attribution-Share Alike 2.0
Generic)
Pendientes de oro cultura Tairona, Metropolitan Museum
of Art, New York City (Imágen
de: Rolf Müller/Wikimedia
Commons/GNU Free Documentation License, Version 1.2
or any later/Creative Commons Attribution-Share Alike
3.0 Unported)
Colgante de oro con forma de
pez alado, año 900 d.C. cultura
San Agustín, Museo del Oro
de Bogotá. (Imágen de: Bruno
Sanchez-Andrade Nuño/Wikimedia Commons/Flickr/Creative Commons Attribution 2.0
Generic)
Pectoral Yotoco, oro martillado, Region Arqueologica Yotoco, Valle del Cauca, Colombia.
s. I -VII d.C., Metropolitan Museum of Art in
New York City. (Imágen de: Mary Harrsch/Wikimedia Commons/Flickr/Creative Commons
Attribution-Share Alike 2.0 Generic)
Figura votiva de oro de la cultura Muisca, en la cual vemos una madre sosteniendo en sus brazos a su hijo y una especie de bastón en la otra mano, año 600 d.C. 1600 d.C. Museo del Oro de Bogotá. (Imágen de: Carlos Adampol Galindo/Wikimedia Commons/Flickr/Creative Commons Attribution-Share Alike 2.0 Generic)
Remate de bastón, Zenú (Sinú)
Culture, 490 d.C., actualmente Colombia; Museo del Oro,
Bogotá. (Imágen de: Janmad/
Wikimedia Commons/GNU
Free Documentation License,
Version 1.2 or any later/Creative Commons Attribution 3.0
Unported)
Pectoral de oro de la cultura Muisca, en el cual hay representadas, seis aves con las alas plegadas y figuras humanas
en cuclillas sobre sus cabezas, sobre la parte posterior de un
ave más grande. También hay otras dos figuras humanas,
sentadas en una posición en cuclillas, sobre sus alas abiertas.
Entre los años 600 d.C. - 1600 d.C. Museo del Oro de Bogotá.
(Imágen de: Mandy/Wikimedia Commons/Flickr/Creative
Commons Attribution-Share Alike 2.0 Generic)
Orejeras de oro aztecas, entre los siglos XV - XVI d.C.
(Imágen de: Madman2001/
Wikimedia Commons/GNU
Free Documentation License,
Version 1.2 or any later/Creative Commons Attribution 3.0
Unported)
Poporo de oro de la cultura
Quimbaya, Museo del Oro de
Bogotá. (Imágen de: Turista
Perene/Wikimedia Commons/
Flickr/Creative Commons Genérica de Atribución 2.0)
Técnicas – Materiales
Entre las técnicas
destacan la fundición
a la cera perdida. Utilizan un nuevo tipo de
aleación de oro + cobre llamada Tumbaga.
Por otro lado entre
las técnicas de decoración y acabado
destacan la soldadura
directa, falsa filigrana,
verdadera
filigrana,
repujado, martillado,
estampado, cincelado,
chapado.
MUSEOS
HISTÓRICOS
MUSEO DEL CARNAVAL
El Museo del Carnaval, fue inaugurado el
20 de diciembre de
2000. Ocupa las
instalaciones del Centro Cultural Pandiaco,
al norte de San Juan
de Pasto. Es un espacio de exhibición permanente del arte popular expresado en el
Carnaval de Negros y
Blancos. Los artesanos y gestores culturales involucrados en
esta fiesta folclórica,
encuentran en el Museo del Carnaval el
sitio de encuentro con
el espectáculo y con
parte del jolgorio que
en su momento no disfrutaron:
Las manifestaciones
del Carnaval se encuentran
representadas en torno a una
carroza alegórica que
domina el centro de la
sala mayor. Los monigotes que visualizan
a los años viejos, los
disfraces individuales,
las murgas, las comparsas, los mascarones, la Familia Castañeda, el día de negros,
el carnavalito, las carrozas no motorizadas
y elementos (muñecos)
de las monumentales
carrozas, reciben con
colorido y pintoresca
sonrisa a quienes visitan este lugar.
El Museo del Carnaval
consta de dos secciones que inscriben
y contextualizan su
carácter: la sección
prehispánica es la que
documenta en sí la razón del carnaval, con
referentes indigenistas
y una lectura fotográfica del carnaval en sepia que transporta las
imágenes del evento
en su gestación como
espectáculo público,
en contraste con el
colorido del actual. La
sección del Carnaval
Artístico la componen
todos los muñecos y
piezas del evento.
IMÁGENES DEL
MUSEO DEL
CARNAVAL
MUSEO JUAN
LORENZO LUCERO
Con el propósito de
inmortalizar el nombre
de uno de los más insignes religiosos pastusos, el de Monseñor
Juan Lorenzo Lucero,
el sacerdote Jaime
Alvarez, Jesuita antioqueño, fundó en Pasto
el 11 de diciembre de
1974 el Museo Juan
Lorenzo Lucero, al que
denominó "el templo
de la Historia pastusa."
De Monseñor Juan
Lorenzo Lucero se conoce que nació el 10
de agosto de 1635.
Su formación como
pastor de la Iglesia
Católica la acredita la
Compañía de Jesús a
quien representó con
honores como Obispo
de Quito y de Popayán en el siglo XVII.
Una gran labor apostólica acompañó su
vida que la entregó al
servicio de la comunidad. Quito fue testigo
de su deceso el 14 de
octubre de 1714.
Desde su fundación,
el Museo Juan Lorenzo Lucero funciona en
una casona levantada
en tapia apisonada y
cubierta con techo de
teja de barro cocido.
La casona, que se levanta en la esquina
que intercepta la calle
18 con la carrera 29,
se conoce como Casa
Mariana. El museo,
distribuido en siete
salas,
celosamente
guarda los secretos de
la vida citadina de la
sociedad pastusa. La
Capilla hospeda obras
religiosas talladas por
los imagineros españoles y artesanos de
la escuela quiteña.
San Ezequiel Moreno,
quien fue Obispo de
Pasto, tiene un lugar
especial en el museo:
en una de las salas
se encuentra una vasta parafernalia que da
testimonio de su tránsito por la faz terrenal.
Entre salas, zaguanes, pasillos y muros
la memoria histórica
de Nariño exhibe sus
intimidades. Armas,
máquinas, bustos, instrumentos musicales,
pinturas, colecciones
de fotografía antigua,
numismática (monedas y medallas), arqueología, arte popular, etnografía y otros
que pueden alcanzar
más de 35.000 piezas inventariadas. La
séptima sala, biblioteca y hemeroteca, se
precia de tener la colección más completa
de producción literaria
correspondiente a autores nariñenses.
MUSEO DEL ORO
– BANCO DE LA
REPUBLICA
Corresponde al Banco de la República de Pasto hacer la custodia del
patrimonio artístico ancestral, legado por las familias que habitaron
esta región suroccidental del país.
En el Centro Cultural Leopoldo
López Alvarez, adscrito al Banco
Emisor, fue inaugurado el Museo
del Oro en 1984.
Con extrema seguridad, las 432
piezas se hallan distribuidas en
tres salas didácticamente ilustradas para facilitar su comprensión. En el Museo del Banco de
la República, además de las obras
orfebres trabajadas por la cultura
Piartal, se registran cerámicas,
piezas líticas, de madera, en concha y tejidos con fibras vegetales,
correspondientes a las culturas
Tusa y Capulí.
Adicional a la muestra permanente, la administración ofrece entre
otros, los servicios de: programa
de visitas guiadas, encuentro con
docentes y familias, talleres formativos e informativos y nueve
maletas didácticas que contienen
réplicas de las culturas indígenas
de Colombia (Nariño, Sinú, Calima,
Tayrona, Amazonas, entre otras),
como rodillos, narigueras, discos
giratorios, fragmentos de cerámica y objetos artesanales elaborados por indígenas del Amazonas;
estas se facilitan a los colegios
y escuelas que deseen dinamizar
la multiplicación del conocimiento
acerca de nuestras raíces ancestrales.
El Museo del Oro se creó en
1939, cuando la Junta Directiva
del Banco de la República inició la
colección de orfebrería y le asignó
a éste la misión de defender los objetos arqueológicos de la destrucción y evitar su salida al exterior.
Este fue el gran aporte del Banco
al país, que por entonces discutía
intensamente sobre la identidad
nacional, que había aprobado leyes
de protección del patrimonio y había creado los primeros institutos
y escuelas de antropología y arqueología.
Siguiendo el principio de preservación, en sus primeros años el Museo del
Oro adquirió piezas de orfebrería precolombina pertenecientes a coleccionistas particulares, de tal forma que muy pronto se reunió una muestra representativa. En 1946 se dio inicio a la colección de cerámica. En la década
de los sesentas, el Museo del Oro fue reconocido por su prestigio artístico
y cultural y se erigió como el primero de su género en el mundo. En 1968
se inaugura su sede actual y se conforma la estructura moderna del Museo,
la cual continúa con la labor de conservación, investigación y difusión de la
colección, pero adecuándose a las nuevas tendencias.
Actualmente, el Museo cuenta con más de 33.800 piezas de orfebrería,
13.000 de cerámica, 3.000 líticos y numerosos objetos de concha, hueso
y textil, representativos de antiguas culturas como la Sinú, Tairona, Urabá,
Muisca, Quimbaya, Calima, Cauca, Nariño, Tumaco, Tolima, San Agustín,
Tierradentro y Malagana.
Desde 1981, el Banco de la
República estableció museos
en distintas partes del territorio nacional, que recogen
las raíces prehispánicas de
cada región: Santa Marta
-oro Tairona; Cartagena -oro
Sinú; Manizales, Pereira y
Armenia -oro Quimbaya;
Pasto e Ipiales -oro Nariño;
Cali -oro Calima; y Leticia
-museo etnográfico.
Para dar a conocer el
mensaje antropológico
del Museo se realiza
un activo programa de
exposiciones nacionales e internacionales,
así como un conjunto
de actividades informales y de educación,
que tienen en los escolares uno de los objetivos principales de
atención. Para ellos
se creó el programa
de préstamo gratuito
de maletas didácticas
y videos que maneja
la oficina de Servicios
Educativos.
IMÁGENES DEL
MUSEO DEL ORO
– BANCO DE LA
REPUBLICA

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