GABRIEL GARCIA MARQUEZ BIOGRAFIA

Transcripción

GABRIEL GARCIA MARQUEZ BIOGRAFIA
GABRIEL GARCIA MARQUEZ
BIOGRAFIA
GABRIEL JOSÉ DE LA CONCORDIA GARCÍA MÁRQUEZ
CRONOLOGIA DEL NOBEL GABRIEL GARCIA MARQUEZ: POR M.ª ÁNGELES
VÁZQUEZ Y ANA ANABITARTE
La cronología se ha dividido en tres etapas que abarcan momentos clave en la vida, la obra
y el entorno político y social de Gabriel García Márquez:
El periodo comprendido entre 1927 y 1967 se inicia con la matanza de las bananeras
y abarca los años de formación y la consolidación de su carrera periodística. Se cierra con
la publicación de Cien años de soledad.
Los años entre 1968 y 1982 son aquellos en los que asistimos al éxito vertiginoso a raíz de
la publicación de una de las novelas más leídas en lengua española, hasta la obtención del
máximo galardón de las letras, el Premio Nobel.
Desde 1983 hasta hoy son años en los que el autor empieza a trabajar intensamente en el
cine, escribiendo guiones, y despertando controversias con sus novelas, como la ocurrida a
raíz de la publicación de El general en su laberinto. Asimismo inicia en esta etapa la
publicación de sus memorias y lleva a cabo numerosos proyectos relacionados con el
periodismo y el cine
1927
1927
Gabriel García Márquez nace el 6 de marzo en Aracataca,
pequeño pueblo bananero del departamento de Magdalena
(Colombia). El padre es Gabriel Eligio García, radiotelegrafista y
boticario del pueblo; la madre, Luisa Santiaga Márquez Iguarán,
es hija del coronel Nicolás Márquez, de talante liberal y veterano
de la Guerra de los Mil Días, y de Tranquilina Iguarán. El
pequeño Gabriel, el primero de once hermanos —aunque el
padre aporta a la familia dos hijos anteriores a su matrimonio y
dos más durante éste— pasa los primeros años con sus abuelos
1928
1928
El día 8 de septiembre nace su segundo hermano, Luis Enrique. Durante el gobierno del general Rafael Reyes
se produce una huelga en las bananeras en Colombia, en la que median José Rosario Durán y el coronel
Nicolás Márquez, abuelo de García Márquez. Como consecuencia se produce una masacre en la estación
ferroviaria de Ciénaga el día 6 de diciembre, con el fusilamiento de los huelguistas por el ejército. Nunca se
supieron las cifras exactas de muertos. El gobierno admite nueve, pero se calculan cientos. Este hecho, que
aparece en Cien años de soledad, marca considerablemente la ideología y obsesiones literarias de García
Márquez, así como su conciencia histórica del país.
1929
1929
Los padres y el hermano se trasladan a Barranquilla con la idea de prosperar en el negocio farmacéutico y
dejan a Gabriel con sus abuelos en Aracataca. El día 9 de noviembre nace su hermana Margot, y García
Márquez viaja a Barranquilla a conocerla. Por otro lado, el párroco de Aracataca realiza un informe con las
atrocidades y la represión producidas durante la huelga bananera, que entrega personalmente al parlamentario
liberal Jorge Eliécer Gaitán, para que sea debatido en el Congreso.
1930
1930
El 17 de noviembre nace su hermana Aida Rosa y la nueva visita a
Barranquilla le produce una gran fascinación a García Márquez. Su abuela
decide llevarse a Aracataca a su hermana Margot para criarla junto a Gabriel,
debido a la costumbre que la niña tiene de comer tierra. Será uno de los
personajes literarios que más tarde retrata el escritor en su obra. El 27 de
julio es el día en que Gabriel toma conciencia de quién es su madre; la
recordará solo a partir de ese momento. Asimismo, la confiscación de los
anillos matrimoniales de sus abuelos por parte del ejército dejará una huella
imborrable en el niño.
1932
1932
Nace Mercedes Raquel Barcha, futura esposa de García Márquez.
Gabriel descubre a Rubén Darío, influjo que se manifiesta en su literatura, especialmente en la novela El
otoño del patriarca. Además, su habilidad para el dibujo lo inducen a rellenar cuadernos enteros en una tarde,
copiando viñetas de periódicos y revistas.
1933
1933
Rosa Elena Fergusson funda en Aracataca la escuela María Montessori, de la que Gabriel García Márquez
será alumno.
1934
1934
A finales de año, sus padres abandonan Barranquilla para trasladarse a Aracataca. En este momento García
Márquez toma conciencia de la figura paterna, hecho que asocia a la pérdida de la inocencia y al nacimiento
de un ser adulto. En este mismo año nace su hermana Ligia y su padre abre una farmacia. Por entonces ya es
un prestigioso homeópata conocido por su inventiva y eficacia.
1936
1936
Los padres se trasladan a Sincé (pueblo natal del padre), en el Departamento de Sucre y se
llevan a Gabriel y a su hermano. Estos no volverán a ver al abuelo, puesto que fallece a la
edad de 73 años en marzo de 1937. Sus restos se extraviarán en los años 80. La familia no
regresa a Aracataca. Gabriel cursa preescolar y 1.º en la Escuela Montessori para ingresar
posteriormente a la escuela pública de Sucre. Comienza su lectura de Las mil y una
noches, obra que fascina al escritor con solo 9 años.
1940
40
En enero regresa a Barranquilla para iniciar sus estudios de
Bachillerato en el colegio jesuita de San José. Acaba la
primaria con las mejores calificaciones y condecoraciones.
Por aquella época se entrega a la lectura de poetas
colombianos, clásicos del Siglo de Oro español, de los
relatos de los hermanos Grimm, Julio Verne, Salgari o
Alejandro Dumas. Asimismo comienza a escribir poemas,
que se publican en la revista del colegio Juventud, de la que
fue un intenso colaborador.
1942
1942
Continúa sus estudios en Barranquilla, mientras colabora con la revistaJuventud.
1943
1943
Viaja por primera vez a Bogotá, la ciudad cachaca, un lugar
inhóspito y frío para los costeños como él. Obtiene una beca de
estudios e ingresa como interno en el Liceo Nacional de
Zipaquirá. Sus primeros escritos en el periódico del liceo los
firma con el seudónimo de Javier Garcés.
Un año más tarde publica «Canción», en el suplemento
literario El Tiempo de Bogotá. En uno de sus viajes a Sucre
conoce a Mercedes Barcha, su futura esposa, tambien hija de un
boticario.
1947
1947
Viaja a Cartagena y luego a Aracataca por breve plazo. Fallece su abuela ciega y loca. Se matricula en la
Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Bogotá. Entre sus profesores figura
Alfonso López Michelsen y, entre sus compañeros, Camilo Torres, «el cura guerrillero», con quien traba una
intensa amistad. Sus influencias literarias en este momento son Dante, Petrarca, Garcilaso, Quevedo, Rubén
Darío y Pablo Neruda. Descubre asimismo a Franz Kafka. Eduardo Zalamea Borda, editor literario del
diario ElEspectador, publica su primer cuento, «La tercera resignación», en el suplemento cultural, recogido
actualmente en el libro El negro que hizo esperar a los ángeles. Al mes y medio le publican otro relato, «Eva
está dentro de su gato». Algunos de los cuentos publicados en este diario integran el libro Ojos de perro azul.
1948
1948
Muere asesinado el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán cerca de la pensión en la que García Márquez se aloja, el
día 9 de abril. Un joven delegado estudiantil cubano, Fidel Castro, participa en los hechos insurreccionales
que pronto se llamarán el Bogotazo. La pensión de García Márquez es destruida y la universidad se cierra. Él
y su hermano Luis se trasladan al domicilio familiar en Cartagena, aunque continúa sus estudios de Derecho.
El escritor Manuel Zapata Olivella le consigue una columna diaria en el recién fundado periódico El
Universal de Cartagena. Tanto Manuel Zapata Olivella como Clemente Manuel Zabala despiertan su fervor
por la música vallenata.
1950
1950
Se traslada a Barranquilla, donde colabora en El Heraldo con la columna
diaria «La Jirafa», que firma con el seudónimo de Séptimus, en homenaje al
personaje de La señora Dalloway de Virginia Woolf, y se integra en el Grupo
de Barranquilla (liderado por el librero catalán Ramón Vinyes, gran amigo de
García Márquez), cuyo ideólogo, José Félix Fuenmayor, tiene una importante
influencia en la literatura temprana de nuestro autor. El grupo lo forman
Álvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas y los pintores
Alejandro Obregón y Cecilia Porras.
Conoce a Rafael Escalona en plena efervescencia del
grupo. Ayuda a fundar la revista Crónica, órgano del
Grupo Barranquilla, de la que es redactor jefe, y dirige
el periódico Comprimido, que apenas dura seis días.
Comienza a escribir su primera novela, La hojarasca, y se inicia con la lectura de Faulkner, Joyce, Woolf, Hemingway y John Dos
Passos.
1952
1952
Hasta finales de año se mantiene su columna en El Heraldo. Viaja con su madre a Aracataca para vender la
casa de los abuelos, donde había nacido. Es uno de los hechos más decisivos de su vida literaria. Realiza
algunos viajes por las provincias de Magdalena, el César y la Guajira en compañía de su amigo Rafael
Escalona.
Se publica en El Heraldo un capítulo de La hojarasca, llamado «El invierno». A partir de esta época, se le
pierde la pista durante un año, aunque críticos como Jacques Gilard sostienen que durante este lapso García
Márquez vendió enciclopedias en la Guajira junto a Álvaro Cepeda.
1954
1954
Regresa a Bogotá en febrero —gracias a su amigo Álvaro Mutis— como reportero y editorialista de El
Espectador, donde comienza a escribir comentarios semanales cinematográficos que lo convierten en el
primer columnista de cine del periodismo colombiano. Su serie en 14 entregas «Relato de un naúfrago...»,
memorable reportaje a Luis Alejandro Sepúlveda, marinero colombiano que sobrevivió a un naufragio en alta
mar, duplica las ventas del periódico. Su cuento «Un día después del sábado» gana el premio de la Asociación
de Escritores y Artistas y se estrena La langosta azul, producción colombiana dirigida por García Márquez,
Álvaro Cepeda Samudio, Enrique Grau y Luis Vicens. Presencia la matanza de estudiantes en el centro de
Bogotá, lo que provoca un decantamiento definitivo de García Márquez hacia la izquierda.
1955
1955
Sus publicaciones suscitan la animadversión de los censores del
régimen de Gustavo Rojas Pinilla, por lo que la dirección de El
Espectador le envía a Ginebra como corresponsal para cubrir la
conferencia de los Cuatro Grandes. Se traslada a Roma, donde su
creciente interés por el cine le lleva a matricularse en el Centro
Experimental de Cinematografía. Más tarde viaja por Polonia y
Hungría. A finales de año se traslada a París, mientras El
Espectador es clausurado por el gobierno del dictador Rojas
Pinilla.
Publica el cuento «Isabel viendo llover sobre Macondo» en la revista Mito, y su primera novela en Bogotá, La
hojarasca.El manuscrito había sido rechazado por la editorial Losada de Buenos Aires, asesorada por
Guillermo de Torre.
La buena acogida crítica de La hojarasca y el «Relato de un náufrago que estuvo diez días a la deriva...»,
comienzan a consolidar literariamente a García Márquez en su país.
1956
1956
Aún sin medios económicos suficientes, Gabriel García Márquez decide quedarse en Europa donde comienza a escribir
la novela corta El coronel no tiene quien le escriba, que concluye en enero de 1957. Desde París, y en una buhardilla de
la Rue de Cujas en el Barrio Latino, sin pagar el alquiler de varios meses, trabaja con su amigo Plinio Apuleyo Mendoza,
jefe de redacción de la revista Élite de Caracas, que le consigue varias colaboraciones en la publicación caraqueña.
19571957
Escribe 90 días en la Cortina de Hierro, una colección de artículos recopilados a raíz de un viaje por los países de la
Europa del Este (República Democrática Alemana, Checoslovaquia y la Unión Soviética) que hace con Plinio Apuleyo
Mendoza y Manuel Zapata Olivella.
Viaja a Londres con la intención de aprender inglés, pero en diciembre se traslada a Caracas, invitado por Plinio
Apuleyo Mendoza para colaborar con la revista Momentos; comienza a publicar artículos de orientación política, llega
a Venezuela en los últimos días de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, sobre los que García Márquez edita
varios artículos después de la fuga del dictador el 21 de enero de 1958.
19581958
En marzo viaja a Barranquilla para contraer matrimonio con Mercedes Barcha. Aparece en mayo El coronel no tiene
quien le escriba en la revista Mito de Bogotá y trabaja en las revistas Élite y Venezuela Gráfica. Abandona su
colaboración en Momentos, a raíz de la línea editorial de la revista sobre la visita de Richard Nixon a Venezuela.
Empieza a escribir Los funerales de la Mamá Grande.
19591959
Inmediatamente después del triunfo de la revolución cubana, García Márquez viaja a la Habana invitado por Fidel
Castro a la campaña denominada Operación Verdad, y asiste al juicio público contra Sosa Blanco, colaborador de
Fulgencio Batista. Es el comienzo de una importante y significativa relación con Cuba y con Fidel Castro. Regresa a
Bogotá como corresponsal de la agencia de noticias Prensa Latina, creada por la revolución cubana y dirigida por el
argentino Jorge Masetti. Entre julio y octubre aparecen en la revistaCromos de Bogotá sus 90 días en la Cortina de
Hierro. Nace el día 24 de agosto su primer hijo, Rodrigo, que es bautizado por su amigo Camilo Torres.
19601960
Permanece durante seis meses en La Habana, donde continúa trabajando para Prensa Latina.
19611961
Viaja a Nueva York a comienzos de año como corresponsal de Prensa Latina,aunque renuncia en mayo por presiones
políticas de Estados Unidos y Cuba y en solidaridad con Masetti. Durante estos meses es amenazado por cubanos
emigrados que incluso llegan a apuntarle con un arma cuando se dirige en automóvil a su domicilio en Queens. Decide
hacer un recorrido por el Sur de los Estados Unidos, el que William Faulkner inmortalizara en sus novelas.
En junio se traslada a México, donde espera vivir de la redacción de guiones
cinematográficos, pero trabaja en revistas de poco alcance (Sucesos, La
Familia), y en agencias de publicidad (Walter Thompson, Stanton). Se publica El
coronel no tiene quien le escriba en Medellín. El manuscrito de La mala
hora gana el premio de novela ESSO en Bogotá por el que le pagan 3 000
dólares. Prepara la primera versión de El otoño del patriarca, pero no le
satisface. Se relaciona con personajes importantes en la vida cultural mexicana,
como Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Fernando Benítez, Manuel Barbachano o
Carlos Monsiváis.
19621962
García Márquez colabora en diversas revistas mexicanas. Se publica en Madrid La mala hora, edición pirata que más
tarde desautorizaría el autor. Publica también el libro de cuentos Los funerales de la Mamá Grande en México.
Nace el día 16 de abril su segundo hijo, Gonzalo.
19631963
En septiembre renuncia a su trabajo como periodista para incorporarse de nuevo a la filial mexicana de la agencia de
publicidad J. Walter Thompson y meses más tarde a la agencia publicitaria Stanton. Intima con el escritor mexicano
Carlos Fuentes y conjuntamente elaboran una docena de guiones para filmes a lo largo de dos años. García Márquez,
por otra parte, escribe su primer guión de cine, El gallo de oro, basado en un cuento de Juan Rulfo.
19641964
García Márquez sigue llevando a cabo una intensa labor como guionista cinematográfico. Algunos de estos guiones,
como Tiempo de morir, realizado por Arturo Ripstein (volverá a llevarlo a la pantalla el colombiano Jorge Alí Triana en
1985), o H.O., se estrenan junto a El gallo de oro, escrito el año anterior.
19651965
En enero decide «retomar» la literatura y traba una profunda amistad con el
escritor Juan Rulfo. García Márquez aparece en la adaptación cinematográfica
de su cuento «En este pueblo no hay ladrones» junto a Luis Buñuel, Juan Rulfo
y Carlos Monsiváis. Camino a Acapulco, decide continuar su antiguo proyecto
de La casa y le dedica casi dos años a lo que será su novela Cien años de
soledad.
19661966
Aparecen fragmentos de Cien años de soledad en las revistas Eco (Bogotá), Amaru (Lima) y Nuevo Mundo (París), y se
edita La mala hora en México, con autorización del autor, por la editorial Era, cuyo propietario es su amigo Vicente
Rojo.
9671967
En junio se publica en la Editorial Sudamericana de Buenos Aires Cien
años de soledad y al mes siguiente García Márquez asiste en Caracas
al XII Congreso Internacional de Literatura Iberoamericana y a la
concesión del Premio Rómulo Gallegos a Mario Vargas Llosa.
En agosto viaja a Buenos Aires, donde su recién publicada novela ha
obtenido un éxito asombroso, y comienza a tener un reconocimiento
internacional como escritor de élite: le llueven premios de todos los
rincones del mundo. En octubre se traslada a vivir a Barcelona con su
familia, donde reside hasta 1975
19691969
En Barcelona, García Márquez se establece ya definitivamente en la calle Caponatá, del barrio de Sarriá, cerca de
donde vive Vargas Llosa.
9701970
Se edita en Barcelona, con la colaboración de Luis Alejandro Velasco, el protagonista real de la historia, Relato de un
náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria,
besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para
siempre,recopilación de un reportaje publicado en varios números de El Espectadoren 1955.
El Ministro de Relaciones Exteriores colombiano, Alfonso López Michelsen, le ofrece el consulado de su país en
Barcelona, pero García Márquez lo rechaza públicamente.
19711971
La Universidad de Columbia en New York le nombra doctor honoris causa. García Márquez viaja a EE.UU., y ésta es una
de las pocas veces que no le niegan la visa de entrada al país. Frente a la división que representa el caso Padilla, opta
por la revolución, causa que continúa apoyando actualmente. Realiza un viaje a Colombia para bucear de cerca por el
ambiente caribeño necesario para escribir su novela sobre la dictadura.
19721972
Obtiene el premio Rómulo Gallegos, cuyo importe cede al MAS (Movimiento al Socialismo), grupo revolucionario
venezolano, y al Comité de Solidaridad con los presos políticos. Esta década será de un gran compromiso social: Chile,
Vietnam, Angola, Nicaragua y especialmente, Cuba. Publica el libro de cuentos La increíble y triste historia de la
cándida Eréndira y de su abuela desalmada en edición simultánea en Buenos Aires, Barcelona, México D.F. y Caracas.
19731973
Se publica Cuando era feliz e indocumentado, colección de crónicas y reportajes editados en la prensa venezolana en
1958. Como reacción ante la muerte de Salvador Allende, prepara la obra Chile, el golpe y los gringos
19741974
Se publica en Barcelona y Buenos AiresOjos de perro azul, colección de
cuentos escritos entre 1947 y 1955. García Márquez funda la revista
políticaAlternativa en Bogotá. El Tribunal Bertrand Russell, organización
instituida para defender los derechos humanos, lo nombra
vicepresidente. En los años que siguieron aboga, al lado de Omar
Torrijos, por el reintegro del canal de Panamá a los panameños y por la
causa de los revolucionarios sandinistas en Nicaragua, junto a su amigo,
el novelista argentino Julio Cortázar.
19751975
Abandona Barcelona para instalarse en México, y se establece en las Lomas del Pedregal, en el Distrito Federal. Viaja a
Cuba con frecuencia por su amistad con Fidel Castro. Declara que no escribirá más novelas mientras no caiga la
dictadura de Pinochet, por lo que se dedica de lleno al periodismo político y al activismo. Publica Todos los cuentos y El
otoño del patriarca en Barcelona, Bogotá y Buenos Aires, simultáneamente.
19761976
Prepara un libro sobre la vida cotidiana en Cuba y escribe artículos sobre Angola, país en el que intervino militarmente
el gobierno cubano. Se edita en Bogotá Crónicas y reportajes, una recopilación de su primera obra periodística.
Ruptura entre García Márquez y Vargas Llosa por motivos personales y políticos.
19781978
Se publica en Bogotá una antología de su Periodismo militante en edición pirata y De viaje por los países socialistas: 90
días en la cortina de hierro,publicados anteriormente en la revista Cromos de Bogotá.
19791979
Viaja a España, donde le recibe el rey Juan Carlos I. Poco después se
entrevista con el papa Juan Pablo II. En México, el director de cine
chileno Miguel Littín filma La viuda de Montiel, basado en un cuento de
García Márquez. La actriz María Rojo protagoniza María de mi
corazón, con guión suyo, dirigida por Jaime Humberto Hermosilla.
Forma parte de la Comisión Internacional sobre los Medios de
Información y de Comunicación organizada por la Unesco, que condena
los gobiernos de Reagan y Thatcher y que conduce a la salida de sus
países de dicha organización.
19801980
La revista Alternativa, de corte socialista, que publica junto a Enrique Santos Calderón, se clausura en este año.
Regresa a Colombia y retoma su columna semanal en El Espectador. Trabaja en Crónica de una muerte
anunciada, novela del crimen de Cayetano Gentile, consumado en Sucre veintinueve años atrás.
19811981
Alterna su residencia entre México y Bogotá. Se le otorga la medalla de la Legión de Honor del gobierno francés y
asiste a la investidura del nuevo presidente François Mitterrand. En marzo se le acusa en Colombia de estar vinculado
al grupo guerrillero M-19, y tras la velada persecución de las fuerzas militares del gobierno pide asilo político en la
embajada mexicana en Bogotá y fija su residencia en México. Publica Crónica de una muerte anunciada en Bogotá,
Barcelona, Buenos Aires y México, y la recopilación completa de su Obra periodística en cuatro volúmenes.
19821982
En mayo forma parte del jurado del Festival de Cine de Cannes. En octubre se le concede el Premio Nobel de
Literatura, que recoge en Estocolmo el mes de diciembre vestido de liquiliqui, a la usanza del Caribe oriental. Desde
Albert Camus es el laureado más joven, con 55 años. El presidente colombiano Belisario Betancourt le ofrece total
garantía para que regrese al país y le respalda con una vistosa delegación folklórica. Proyecta la creación del diario El
Otro en Bogotá. La editorial Oveja Negra publica una retrospectiva de su obra escrita. Colabora con Graham Greene en
distintas mediaciones políticas en América Latina. Se le concede el Águila Azteca, máxima condecoración que el
gobierno mexicano otorga a un extranjero. Publica varias obras; entre otras, en Bogotá El verano feliz de la Señora
Forbes, en Managua Viva Sandino y en Bogotá y BarcelonaConversaciones con Plinio Apuleyo Mendoza. El olor de la
guayaba.
El habitus de García Márquez
Orlando Araújo Fontalvo
Magíster en Literatura Hispanoamericana
Instituto Caro y Cuervo
[email protected]
Las principales dificultades de Cien años de soledad fueron de tono y de lenguaje. Los hechos, tanto los más
triviales como los más arbitrarios, estaban a mi disposición desde los primeros años de mi vida, pues eran
material cotidiano en la región donde nací y en la casa donde me criaron mis abuelos. G. G. M.
Para Pierre Bourdieu, las acciones humanas no son respuestas instantáneas a un estímulo, sino por el contrario, el
fruto de toda la génesis histórica de sus aspiraciones y preferencias. El habitus es precisamente eso: un saber
socialmente adquirido, “un conjunto de relaciones históricas depositadas en los cuerpos individuales bajo la forma de
esquemas mentales y corporales de percepción, apreciación y acción”1. El habitus puede verse, entonces, como un
vasto sistema de disposiciones, virtualidades, potencialidades, enfrentado y afectado de manera constante por un
cúmulo de variadas experiencias. Ahora bien, el sistema de disposiciones que llevó a García Márquez a su toma de
posición en Cien años de Soledad, tiene su origen, sin duda, en las específicas relaciones históricas que supuso la
infancia del escritor. Es en este período en donde, inicialmente, deben buscarse las raíces del libro. El propio autor ha
dicho que realmente lo que buscaba al escribir la obra era “darle una salida literaria, integral, a todas las experiencias
que de algún modo me hubieran afectado durante la infancia”2.
Nacer en el caribe y ser criado por los abuelos, son dos de los hechos que más determinan la configuración del
habitus del novelista. Sin embargo, otros factores como el encuentro en Zipaquirá con la diversidad cultural de
Colombia, el reconocimiento en Europa de su condición de latinoamericano y la actividad cinematográfica
constituyen importantes elementos que analizaré en detalle.
1. El influjo de los abuelos.
Es incontestable la relevancia que tiene el entorno social para la configuración de la concepción del mundo de
un escritor. El hecho de haber nacido en Aracataca, un pueblito de la Costa Caribe colombiana en el corazón
mismo de la zona bananera del Magdalena, no constituye en modo alguno uno más de los detalles biográficos del
autor. Por el contrario, es el punto de partida obligado de todo análisis de la obra garciamarquiana, toda vez que
allí se encuentran los gérmenes primigenios de su escritura. La idiosincrasia de la gente Caribe, su carácter, su
temperamento, su particular visión del mundo, han llevado al escritor a reconocer que a partir de ningún otro
espacio ideológico hubiera podido escribir lo que ha escrito. La gente del Caribe es alegre, descomplicada,
dicharachera y ha desarrollado, además, lo que quizá son sus dos virtudes principales: el sentido del humor (la
mamadera de gallo) y el discurso anecdótico. Juntas, estas cualidades funcionan como un eficaz instrumento para
interpretar y comunicar la realidad.
Así pues, García Márquez nace el domingo 6 de marzo de 1927, un año antes de la matanza de los huelguistas
en la estación de Ciénaga, cuando ya la United Fruit Company había abandonado el pueblo y El Dorado bananero
era cosa del pasado. “A falta de algo mejor, Aracataca vivía de mitos, de fantasmas, de soledad y de nostalgia” 3.
Como es bien sabido, el pequeño Gabriel fue criado por sus abuelos maternos, Nicolás Márquez Iguarán y
Tranquilina Iguarán Cotes, primos hermanos entre sí. El abuelo fue testigo de excepción del auge del banano. Era
un viejo veterano de por lo menos dos guerras civiles, entre éstas, la de los mil días (1899-1903), salvaje guerra
civil que causó millares de víctimas y deshizo además las finanzas colombianas.
El período de socialización con los abuelos es de extrema importancia para comprender la génesis y la
naturaleza del habitus de Gabriel García Márquez. El coronel Nicolás Márquez le aporta a su nieto la formación
ideológica del patriciado. Todas las contradicciones y ambigüedades de este grupo social son las que resurgen en
la toma de posición de Cien años de soledad. Contradicciones que deben ser entendidas como naturales dada la
naturaleza polisémica y pluriacentuada de los objetos culturales.
Algunos biógrafos del novelista, han afirmado que la relación de comunicación y entendimiento entre el abuelo
y el nieto se fundaba en la complicidad, pues los dos eran los únicos hombres en una casa llena de mujeres. Lo
importante fue que don Nicolás Márquez, llevándolo siempre de la mano, mostrándole y contándole cosas, le
enseñó a leer e interpretar la realidad y provocó su despertar ideológico. “El coronel Nicolás Ricardo Márquez fue
la persona que más han ponderado los sentimientos de García Márquez. De él ha dicho que fue la única persona
con la cual tuvo comunicación en la niñez, que es la persona con quien mejor se ha entendido jamás, que es la
figura más importante de su vida, que desde que murió no le ha sucedido nada interesante y que hasta las
alegrías de su vida de adulto son alegrías incompletas por el simple hecho de que su abuelo no lo sepa” 4.
La guerra de los mil días se inició con una rebelión liberal en contra del corrupto régimen conservador de
Manuel Sanclemente, y constituyó una histórica matanza que dejó al país literalmente arrasado. A través de los
recuerdos del abuelo, que peleó siempre en el bando liberal, a las órdenes del caudillo Rafael Uribe Uribe, García
Márquez “revivió los episodios más explosivos, los heroísmos y padecimientos de esta guerra”5. En Cien años de
soledad, el escritor busca el origen de la modernidad precisamente en las guerras civiles colombianas de finales
del siglo XIX. Allí, uno de sus personajes, el doctor Alirio Noguera, resume el clima de intolerancia entre los dos
partidos que se disputaban (y lo siguen haciendo) el poder político: “lo único eficaz es la violencia”(pág. 196). Es
muy significativo, en todo caso, que este falso médico sea extranjero, así como los conservadores e incluso el
ejercito, mientras que los hijos de los fundadores de Macondo son todos liberales. Es como si el texto sugiriera
que América Latina ha heredado una violencia, un estado de anarquía, que, como casi todas sus cosas, le llegó
desde afuera. Es claro que el liberalismo también llegó de afuera, por eso, como se mostrará más adelante,
aunque los macondinos abrazan el ideario liberal, en realidad no lo comprenden.
El entramado interdiscursivo de Cien años de soledad (esto resulta de suma importancia) reproduce la
formación ideológica del viejo patriciado. José Luis Romero sostiene que esta elite dirigente ocupó el lugar de las
burguesías criollas después de la Independencia y se prolongó aproximadamente hasta 1880. Luego, en los años
treinta, cuando García Márquez era conducido por su abuelo, la presión económica desencadenada por la
revolución industrial desde hacía mucho tiempo había transformado la estructura social de América latina. La
vigencia del patriciado en tanto clase social dominante era cosa del pasado. Resulta previsible que el viejo coronel
no tuviera más remedio que hablarle a su nieto con la nostalgia de los tiempos idos. Desde luego, se hace
imprescindible profundizar en la orientación ideológica de la clase social que evocaba el coronel en sus relatos.
Las burguesías criollas, que se habían conformado en los últimos decenios del siglo XVIII, y que estaban atadas a
viejos esquemas iluministas, luego de consolidada la Independencia, cedieron su lugar de privilegio al patriciado.
Es curioso, pues las burguesías criollas fueron precisamente las promotoras de la Independencia. Sin embargo, su
proyecto quedó invalidado por un tiempo ante una nueva sociedad que se transformaba con rapidez. En ese
panorama caótico, en ese afán de encontrar una opción, surgió el patriciado. Fue un grupo heterogéneo “que se
formó en las luchas por la organización de las nuevas nacionalidades, y que constituyó la clase dirigente de las
ciudades”6.
En realidad, el origen del patriciado fue la fusión de las burguesías criollas con los emergentes grupos de poder
que aparecieron en la nueva sociedad. La tarea que le correspondió en suerte consistió en dirigir el
encausamiento de los nuevos estados luego de que la Independencia desatara los lazos que sujetaban a la
sociedad criolla. Como se ve, el patriciado “no era un grupo preexistente, ni fue desde el principio homogéneo” 7.
Su nota predominante fueron los intereses encontrados y las ideologías en pugna. Algunos de los subgrupos que
lo conformaron mostraron alguna lucidez, pero casi todos “obraron espontáneamente, movidos por sus intereses
inmediatos, económicos o políticos, sin preocuparse por la coherencia de sus actos, ni por la legitimidad, ni por
sus implicaciones ideológicas”8. A estos grupos les preocupó más la acción que las ideas.
El patriciado surge, entonces, en un período de gran inestabilidad social e ideológica. Como fruto de los grupos
que lo integraban, terminó por ser “entre urbano y rural, entre iluminista y romántico, entre progresista y
conservador”9. Su inequívoca naturaleza criolla le imprimió además una imprecisa filosofía de la vida, pues la vaga
ideología del criollismo tenía más fuerza emocional que doctrinaria. Así las cosas, esta nueva clase social dirigente
salió de un enrevesado entrecruzamiento de ideologías. Al calor del cambio, el patriciado esbozo la imagen de la
nueva sociedad, pero al hacerlo, entrecruzó también distintas concepciones. A la interpretación de la sociedad
que el liberalismo había heredado de la Ilustración, le opuso la interpretación romántica. Sin embargo, “resabios
de la concepción hidalga latían en la concepción liberal, que suplantó el distingo entre las clases fundado en el
origen, por otro basado en la propiedad y la ilustración”10.
De este modo, en la mentalidad del nuevo patriciado, operaron simultáneamente tres ideologías. El sujeto
cultural patricio fue, entonces, medio urbano y medio rural, un poco señorial y un poco burgués. Esta clase social,
de caracteres inéditos, reflejó, una a una, todas las contradicciones de la sociedad naciente.
Precisamente, estas contradicciones son las que resurgen en Cien años de soledad. Una toma de posición
moderna que, no obstante, incorpora en su proyecto elementos provenientes de la premodernidad. La idea de
solidaridad, tomada como se verá de la ética del vallenato, resulta claramente incompatible con el individualismo
de la sociedad moderna. ¿Pero acaso había coherencia ideológica en la conciencia colectiva del patriciado?
¿acaso en América Latina el proceso de acceso a la modernidad no ha estado plagado de contrasentidos y
postergaciones? Además, como afirma Edmond Cros, la literatura no da ningún mensaje monosémico, es
inconveniente, cuando no perjudicial, tratar de resumir un texto de ficción a un mensaje ideológico. El
estructuralismo genético de Lucien Goldmann sostuvo por mucho tiempo que la principal cualidad del concepto
de visión del mundo era la coherencia, la univocidad. El valor estético de una obra era, por consiguiente,
proporcional a su grado de coherencia. La sociocrítica moderna considera que es más sensato, en cambio, “tratar
de delinear, de definir, de localizar los espacios discursivos de contradicciones en el texto. O sea, si nos interesa
en cierto nivel la coherencia del texto, nos interesa todavía más los espacios de contradicciones”11. Lo anterior
permite dar cuenta de la compleja polisemia de un texto literario. Así pues, en lo sucesivo trataré de definir cómo
estas contradicciones textuales relativas a la modernidad, no hacen sino reproducir las contradicciones de la
formación social e ideológica del patriciado, así como la peculiaridad idiosincrásica de la modernidad colombiana.
Por otra parte, la otra figura determinante de esta época es doña Tranquilina Iguarán, la abuela de rostro
inmutable, de cuyos labios, el futuro escritor “escuchó las leyendas, las fábulas y las prestigiosas mentiras con que
la fantasía popular evocaba el antiguo esplendor de la región [...] A cada pregunta del nieto, la señora respondía
con largas historias en las que siempre asomaban los espíritus”12. Para García Márquez, el mundo de los abuelos
era sustancialmente diferente. El del coronel le transmitía seguridad, mientras que el de la abuela, desorientación
e incluso terror. Sin embargo, nunca pudo dejar de sentir una fascinación especial y una atracción poderosa por
aquel mundo sobrenatural, entretejido de mitos y supersticiones que sería fundamental para la definición del
proyecto estético de Cien años de soledad: Incorporar la maravilla al plano cotidiano13.
“Tuve que vivir veinte años, y escribir cuatro libros de aprendizaje para descubrir que la solución estaba en los
orígenes mismos del problema: había que contar el cuento, simplemente, como lo contaban los abuelos. Es decir,
en un tono impertérrito, con una seriedad a toda prueba que no se alteraba aunque se les estuviera cayendo el
mundo encima, y sin poner en duda en ningún momento lo que estaban contando, así fuera lo más frívolo o lo
más truculento, como si hubieran sabido aquellos viejos que en literatura no hay nada más convincente que la
propia convicción”14.
No sobra anotar que, según Irlemar Chiampi, lo que mejor expresa la estética del realismo maravilloso es el
efecto discursivo del encantamiento en el lector. En este particular tipo de discurso, el sujeto responsable de lo
que se dice no pretende el extrañamiento del lector. Por el contrario, su propósito no es otro que persuadirlo de
que la maravilla está en la realidad misma. De este modo, en Cien años de soledad, la impavidez del narrador
actualiza el tono convincente que la abuela Tranquilina le imprimía a sus relatos. De este elemento del habitus
garcíamarquiano proviene, sin duda, la serenidad con que el narrador presenta los hechos más insólitos. Bastará
con sólo citar el incidente de la estera voladora: “Una tarde se entusiasmaron los muchachos con la estera
voladora que pasó veloz al nivel de la ventana del laboratorio llevando al gitano conductor y a varios niños de la
aldea que hacían alegres saludos con la mano” (pág. 117). Nótese la naturalidad del narrador. Pero aún más
impavidez demuestra la respuesta de José Arcadio Buendía, que ni siquiera la miró: “Déjenlos que sueñen.
Nosotros volaremos mejor que ellos con recursos más científicos que ese miserable sobrecamas”(pág. 117). Se
subraya en este punto, entonces, la aceptación de lo maravilloso sin más explicaciones, así como la pertinente
utilización de un elemento tan cotidiano, tan perfectamente natural como un sobrecamas, que coloca la situación
en el ámbito inequívoco de la naturalidad.
La cara de palo de la abuela Tranquilina, su particular modo de percibir la realidad y de comunicarla, es
imprescindible para iniciar el acercamiento teórico al proyecto estético de la novela de García Márquez. Por
supuesto, esta primera fórmula generadora,incorporar la maravilla al plano cotidiano, será objeto de un análisis
riguroso que permita sacar a la luz conclusiones más claras respecto del concepto cultural de lo maravilloso y de
la complejidad de los elementos que intervienen en el proyecto estético deCien años de soledad.
2. El sujeto cultural vallenato en Cien años de soledad.
y tres razas nos fundimos
para ser expresión de la provincia,
y anduve a lomo de burro
recorriendo pueblos, llevando noticias.
Yo soy el acordeón
que me hice trovador
narrando en un paseo los aconteceres de la región,
cantando en un merengue cualquier anécdota que allí ocurría,
y expresando en una puya una picardía
o diciendo en un son
una nostalgia o algún sentir del corazón. Legendario Taguancha
El novelista cubano Alejo Carpentier, en una de sus conferencias15, sostuvo que pese a la extraordinaria
diversidad del Caribe, fruto de la simbiosis de tres razas: la blanca de Europa, la india de América y la negra de
Africa, el denominador común está constituido por el elemento creativo, creador y profundamente vital de su
música. La música del Caribe, la cumbia, el merengue, la guaracha, no es folclor de archivo, sino por el contrario,
folclor vivo que cambia, se enriquece y se diversifica cada día. En el Caribe, la música es mucho más evidente que
el calor o que el mestizaje.
En el caso específico de García Márquez, la música que ejerció una influencia determinante en la configuración
de su habitus estético fue el vallenato. Es claro que me refiero al vallenato primigenio, cantado a la manera del
mester de juglaría, surgido de las entrañas de la vaquería y cuya cuna va desde Riohacha hasta la zona bananera.
En modo alguno tengo presente la música comercial, prefabricada y monotemática que ha infestado las emisoras
colombianas en los años recientes.
“Sin lugar a dudas, creo que mis influencias, sobre todo, en Colombia, son extraliterarias. Creo que más que
cualquier otro libro, lo que me abrió los ojos fue la música, los cantos vallenatos [...] Me llamaba la atención,
sobre todo, la forma como ellos contaban, como relataban un hecho, una historia [...] Con mucha naturalidad[...]
Esos vallenatos narraban como mi abuela”16.
El acordeón europeo, la caja africana y la guacharaca indígena, los principales instrumentos con que se
interpreta el vallenato, son una fehaciente muestra de integración étnica y cultural. En sus orígenes esta música
era compuesta, cantada y ejecutada por un mismo individuo. Además de lo anterior, existe otro elemento que
explica la poderosa atracción que en García Márquez ejerció el vallenato:
“No hay una sola letra en los vallenatos que no corresponda a un episodio cierto de la vida real, a una
experiencia del autor. Un juglar del río Cesar no canta porque sí, ni cuando le viene en gana, sino cuando siente el
apremio de hacerlo después de haber sido estimulado por un hecho real. Exactamente como el verdadero poeta.
Exactamente como los mejores juglares de la estirpe medieval”17.
La pasión por esta música se vio fortalecida, gracias a su amistad con el compositor vallenato Rafael Escalona,
con quien recorrió los pueblos del Magdalena, el Cesar y la Guajira, y de quien llegó a decir que “es distinto,
porque es quizá el único que no conoce la ejecución de instrumento alguno. El único que no se convierte en
intérprete de su propia música, Simplemente, canta como le va dictando el recuerdo y permite que a sus espaldas
venga la ancha garganta del pueblo, recogiendo y eternizando sus palabras”18.
Pues bien, cuando afirmo que la música vallenata es uno de los elementos más importantes en la configuración
del habitus estético de García Márquez, tengo en mente la particular axiología que se evidencia en el proyecto
estético del vallenato costumbrista. El producto musical elaborado a partir de la cotidianidad de las gentes
humildes del Valle de Upar, del Magdalena y la Guajira es, de manera principal, un eficiente sistema de
interpretación del mundo. A través de estos cantos se actualizan, en un amplio trasfondo cultural, los diferentes
sistemas éticos de toda una región. El vallenato, en últimas, más que un simple relato cantado, es una evaluación
del mundo de carácter simbólico, cuyo objetivo primordial es la producción de una ética particular.
Edmond Cros ha sostenido que la cultura es el ámbito donde la ideología se expresa con mayor eficacia. El vasto
conjunto de manifestaciones concretas de la cultura, tales como las prácticas sociales y discursivas, se encarga de
“enraizar una colectividad en la conciencia de su propia identidad”19. Al tiempo, dichas prácticas configuran una
conciencia que garantiza la continuidad de lo que el profesor Cros ha llamado un sujeto cultural. Esto es, una
instancia ideológica que integra a todos los miembros de una colectividad y los remite a sus correspondientes
posiciones de clase. Los cantos vallenatos son precisamente eso: prácticas discursivas, manifestaciones concretas
de la ideología de las que emerge un sujeto cultural. Su función objetiva es mantener y reproducir una organizada
red de sentimientos, valores y expectativas que comparten los miembros del grupo social pueblerino y campesino
del valle situado entre la Sierra Nevada, la cordillera de los Andes, el río Magdalena y el sur de la península de La
Guajira. Para comprender mejor el proceso de identificación que implica lo anterior, he revisado algunos de los
rasgos más importantes de este ambiente cultural20.
En estos pueblos existe un sólido sentimiento de solidaridad, pues todos se conocen y las relaciones sociales se
dan “cara a cara”. La religiosidad de la gente con frecuencia se ve salpicada de animismo y superstición. Los
apellidos funcionan como fuentes de prestigio. Los comportamientos y papeles sociales se heredan de una
generación a otra (las famosas dinastías). Hay una decidida tendencia al “pique”, esto es, al enfrentamiento entre
sujetos de reconocida habilidad: comilones, hacheros, acordeonistas, etc. Finalmente, y esto resulta importante,
hay un afán por la recuperación memorial del pasado, y a su exposición como modelo del presente. La gente
mayor emplea siempre las fórmulas cuando yo, este pueblo antes, me acuerdo, esto no siempre fue así, las cosas
han cambiado mucho.
La música que se produce en ese ámbito expresa, en primera instancia, un marcado carácter sexista. En el caso
de los hombres, por ejemplo, el consejo cultural es vitalista, por no decir dionisíaco: la vida es para gozarla en la
parranda y con mujeres. Claros ejemplos de lo anterior, los hallamos en el paseo de Rafael Valencia La Caja
Negra: El hombre que trabaja y bebe / déjenlo gozar la vida / porque eso es lo que se lleva / si tarde o temprano
muere / después de la caja negra, compadre / creo que más nada se lleve [...] Todo el que tenga sus bienes/ que
se los goce bastante/ creo que lo más importante/ es que goce con mujeres/ que tarde o temprano muere/ y sus
bienes/ no sabe qué se los hacen. Sucede lo propio en el amor amor: Este es el amor amor / el amor que me
divierte / cuando estoy en la parranda / no me acuerdo de la muerte.
El paseo No me guardes luto, del juglar Armando Zabaleta, constituye una de las mejores muestras de la clara
orientación vitalista del vallenato: Negra, si me muero no me guardes luto / que el muerto no oye, ni ve ni
entiende / ahora que estoy vivo es que debes quererme / así es que recibo tus caricias con gusto / si yo me muero
no te voy a ver llorando / ni te voy a ver con traje negro / ni te voy a oír cuando me estés rezando / ni te veo
llevarme flores al cementerio. El negro Alejo Durán dice lo mismo en La mujer y la primavera: Debemos gozar la
juventud / porque el tiempo que se va no vuelve / mientras se tenga vida y salud / es lo que le advierto a las
mujeres.
La puya Mi testamento, de Julio de la Ossa, puede servir para resumir el prestigio social del mujeriego: Ya yo
hice mi testamento/ por si acaso me muriere/ dejé trescientas mujeres/ llenas de agradecimiento/ hijos, tengo
medio ciento/ legítimos y naturales. Pero si entre los hombres, los cantos vallenatos prestigian y reproducen los
valores del parrandero y del mujeriego, demandan de las mujeres, en cambio, fidelidad y abnegación. El
merengue de Rafael Escalona, La Maye, permite ilustrar como se reproduce el contra-valor femenino de los
celos: Lo que no quiero es verte celosa / lo que no quiero es verte llorar / porque esa pena te va a matar / y
entonces tengo que buscar otra. Del mismo modo que en el paseo Carmen Díaz, de Emiliano Zuleta, en donde la
conciencia colectiva le recuerda a la mujer que debe tolerar la infidelidad del marido: Me le dice a Carmen Díaz /
que sufra y tenga paciencia / o es que ella no sabía / que Emiliano es sinvergüenza. O en el merengue Con la
misma fuerza, del propio Zuleta Vaquero: La señora Carmen Díaz/ me vive mortificando/ no sabiendo que
Emiliano/ se rebusca todavía/ y Emiliano entre más días / vive más entusiasmado/ siempre estoy enamorado/
consigo mujeres buenas/ no estoy solo en Villanueva/ siempre vivo acompañado.
Así mismo, la mujer debe entregarse sólo por amor, pues el amor interesado tiene una sanción negativa. El
Amor comprado, de Armando Zabaleta, me permite ejemplificar esta situación: Porque es muy triste que una
mujer / se entregue a un hombre por interés / porque ese hombre no la puede querer / pero ni ella puede quererlo
a él [...] El amor comprado nunca es sincero / ese que se consigue sin moneda / ese sí es puro y verdadero.
Un elemento axiológico de la música vallenata que no se debe pasar por alto lo constituye el hecho de que el
campo es mejor que la ciudad. Adolfo Pacheco recoge este sentir y lo expresa con acierto en El viejo Miguel: Yo
me desespero y me da dolor porque la ciudad / tiene otro destino y tiene su mal para el provinciano [...] A mi
pueblo no lo llego a cambiar por ningún imperio / yo sigo mejor llevando siempre vida sencilla.
El paradigma axiológico que orienta el comportamiento de estos pueblos y que se hace evidente en su música
se sintetiza de la siguiente manera: 1. Para los hombres, la vida debe ser parranda, goce y mujeres. 2. Para las
mujeres, el hogar, la familia y la fidelidad conyugal. 3. Es mejor el campo que la ciudad. 4. La memoria del pasado
rige la interpretación del presente. 5. La solidaridad domina las relaciones sociales. Ahora bien, la ética del
vallenato, que supone esencialmente una concepción conservadora, pragmática, patriarcal y machista del
mundo, constituye un elemento claramente premoderno que se integra en el proyecto estético de Cien años de
soledad con elementos provenientes de la modernidad. Este espacio de contradicción será entendido como el
resultado de la reproducción textual de las contradicciones ideológicas de la formación social del patriciado. En
una palabra, la contradicción será asumida como una característica inherente y enriquecedora de los objetos
culturales y no como una deficiencia estética.
Lo verdaderamente importante en la relación del vallenato y la obra de García Márquez, no es que mencione a
Escalona o a Francisco, El Hombre, elementos temáticos que de momento no considero relevantes. En cambio,
quiero subrayar, eso sí, la deuda que el proyecto estético de Cien años tiene con el sujeto cultural que se pone en
escena en la enunciación de los cantos vallenatos. Es bueno recordar que ese sujeto cultural al que me he estado
refiriendo, es un sujeto transindividual que se vierte en las conciencias individuales por medio de prácticas
discursivas específicas, esto es, microsemióticas específicas. Lo interesante es que cada microsemiótica
“transcribe en signos el conjunto de las aspiraciones, de las frustraciones y de los problemas vitales de los grupos
implicados”21. Mi conclusión de todo esto, obviamente apoyado en los trabajos del profesor Cros, es que cuando
García Márquez se sienta en México a escribir Cien años de soledad no selecciona los signos que va a utilizar de
un español abstracto e ideal, sino que selecciona sus signos en el conjunto de las expresiones semióticas
reproducidas por el sujeto cultural vallenato al que él perteneció en el pasado. De este modo, en la novela del
año 67 se redistribuyen las formaciones sociales, ideológicas y discursivas en las que estuvo inmerso el escritor.
La música de los juglares supuso para García Márquez un producto estético elaborado a partir de un sistema de
valores compartidos. En el campo de la música, el novelista halló las respuestas que no había encontrado en los
libros. Cuando cayó en la cuenta de que en los cantos vallenatos la memoria del pasado dominaba la
interpretación del presente, pudo percibir sin problemas la nostalgia de su abuelo, el coronel Nicolás Márquez,
añorando los tiempos en que no había llegado a Aracataca la hojarasca de los emergentes. Cuando escuchó los
versos vitalistas de unos campesinos parranderos que reclamaban de sus mujeres conformidad y paciencia,
mientras ellos "se tiraban a la perdición", pudo ver a su abuelo empecinado en empujar la historia, y a su abuela
Tranquilina sosteniendo la casa para que no se les viniera encima. La religiosidad animista de la música vallenata
también le hizo entender el mundo alucinante de su abuela, y el desparpajo de su oralidad a flor de piel. Aquella
música provinciana había hecho visibles los matices que la inmediatez no dejaba ver. Los juglares campesinos, sin
saberlo, habían hecho coherentes las contradicciones de su misma conciencia colectiva.
Todo lo anterior, se materializa en la puesta en forma de Cien años de soledad: la antinomia de los personajes
masculinos y femeninos, en donde la axiología imprime en los primeros el arrebato de las parrandas, la guerra y
los inventos. Úrsula lo dice mejor: “Así son todos...locos de nacimiento” (p.293). Los esquemas femeninos de
pensamiento están dominados, en cambio, por la mesura. Para García Márquez, “las mujeres sostienen el mundo
en vilo, para que no se desbarate mientras los hombres tratan de empujar la historia"22. La música vallenata
aporta también la imagen cultural que las mujeres deben observar. La dimensión sexual de éstas se ve reprimida
a causa de su condición de “señoras de la casa”. Mujeres como Úrsula o Fernanda se convierten, a pesar de los
hijos, en seres asexuados. Las excepciones que confirman esta premisa son, por supuesto, las putas y las
concubinas, es decir, Pilar Ternera y Petra Cotes.
El apellido Buendía identifica a su portador como miembro efectivo de la dinastía más influyente y
representativa de Macondo. Funciona, a todas luces, como una fuente de prestigio social, tal y como en el
vallenato. En la tienda de Catarino, alguien le grita a Arcadio: “No mereces el apellido que llevas” (pág. 212),
Úrsula también le increpa: “Eres la vergüenza de nuestro apellido” (pág. 216). En cambio, el apellido de Aureliano
José hace que los soldados, acostumbrados a obedecer, desoigan la orden de disparar: “Es un Buendía, explicó
uno de ellos” (pág. 260).
Del mismo modo, la certidumbre de que el campo es mejor que la ciudad, es evidente en la evolución sociohistórica de Macondo. Un microcosmos que de ser un pueblo idílico, donde sus 300 habitantes se conocían entre
sí, “nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto” (pág. 90), deviene en un remolino de vicios y
males cuando se transforma en ciudad. Así como en el vallenato, esta parte de la novela refleja un ambiente rural
en donde la solidaridad domina las relaciones sociales. El patriarca “decidía el trazado de las calles y la posición de
las nuevas casas , de manera que nadie disfrutara de privilegios que no tuvieran todas” (pág. 126). Lo que ayuda a
comprender el origen de la idea garcíamarquiana según la cual la soledad es lo contrario de la solidaridad.
“Nadie ha tocado el punto que a mí más me interesaba al escribir el libro, que es la idea de que la soledad es lo
contrario de la solidaridad y que yo creo que es la esencia del libro. Eso explica la frustración de los Buendía, uno
por uno; la frustración de su medio, frustración de Macondo. Y yo creo que aquí hay un concepto político: la
soledad considerada como la negación de la solidaridad es un concepto político. Y es un concepto político
importante. Y nadie lo ha visto o, por lo menos, nadie lo ha dicho.
La frustración de los Buendía proviene de su soledad, o sea, de su falta de solidaridad, la frustración de
Macondo viene de ahí y la frustración de todo, de todo, de todo”23.
La frustración de sus criaturas provendría, entonces, de la deliberada negación de uno de los principales valores
del paradigma axiológico de la música de los juglares. El razonamiento es el siguiente: si los vallenatos dicen que
la adhesión a la causa de todos es fuente de prestigio, de amigos y de felicidad, pues entonces la ausencia de este
valor sólo puede significar lo contrario: soledad y frustración. El individuo racional de la edad moderna es el
centro del mundo, el origen de la ciencia, la moral, la nueva historia y el progreso, pero es un ser que
erróneamente piensa que sólo depende de sí mismo, por eso su individualismo y su soledad. De este modo, la
idea de que nadie disfrute de privilegios que no posean todos, no solamente es una postura comunista, sino que
supone también un enorme componente de utopía. Bourdieu ha demostrado que en todos los campos hay
competencia y lucha por acumular capital. Resulta difícil concebir un campo en ese estado de equilibrio. Sólo en
el Macondo primitivo ninguna casa recibía “más sol que otras a la hora del calor” (pág. 89). Sin embargo, esto
supone también un severo cuestionamiento a uno de los pilares sobre los que se levanta la modernidad: la
supuesta democratización de la riqueza social. Una de las banderas que enarboló la burguesía en su época de
ascenso. Obviamente, es bien sabido que cuando sobrevino su triunfo, la burguesía perdió el componente de
crítica y se volvió afirmativa de sus intereses. De hecho, como se verá más adelante, ni la felicidad ni la libertad
(mucho menos la solidaridad) son compatibles con la idea de progreso que caracteriza a la modernidad. Luego, la
esencia de Cien años de soledad es, precisamente, la contradicción entre progreso moderno y solidaridad
premoderna.
En suma, las mil y una peripecias de los Buendía no tienen la escueta misión de comunicar acontecimientos
particulares, sino que, como en los cantos vallenatos, funcionan como un mecanismo de reproducción cultural.
En términos de Mukarovsky, tanto en el vallenato como en la obra de García Márquez predomina la función
autónoma, de carácter simbólico, sobre la función comunicativa.
3. Diversidad cultural e identidad.
Con casi dieciséis años, y luego de sucesivas estancias en Barranquilla y Sucre, García Márquez consigue una
beca para realizar su bachillerato en Zipaquirá. La misma pequeña y fría ciudad de “decrépitos balcones de
maderas destripadas por los hongos” (pág. 322) en donde Aureliano Segundo “se extravió por desfiladeros de
niebla, por tiempos reservados al olvido, por laberintos de desilusión” (pág. 322). En ese “páramo amarillo donde
el eco repetía los pensamientos y la ansiedad provocaba espejismos premonitorios”(pág. 322), el novelista
conoció de cerca el desamparo, pero al mismo tiempo, tuvo acceso a la diversidad cultural del país. “La
inconfundible dicción del páramo” (pág. 322) no significó simplemente una manera distinta de apropiación de la
lengua, sino que, sobre todo, fue la revelación inequívoca de un modo distinto de percibir la realidad, de
conformar el pensamiento, de estructurar la sociedad y de construir una identidad cultural.
“Creo que en Zipaquirá lo importante fue la confrontación de culturas con el resto del país, no sólo con el
interior. Creo que, al final, la gran suerte que tuve fue que me enviaran al Liceo Nacional de Zipaquirá porque era
el internado de todos los pobres becados del país. Yo recuerdo haberme peleado por el San Bartolomé de Bogotá,
pero ahí no había nada que hacer: era el colegio de las grandes recomendaciones, de las grandes familias del país,
de los políticos. Entonces me enviaron para Zipaquirá ,que era el siguiente y que era mucho mejor. Todo lo que
aprendí se lo debo al bachillerato”24.
De otra parte, el régimen conventual fue muy propicio para el desarrollo de su formación literaria. Allí,
estimulado por el maestro Calderón Hermida, leyó en la biblioteca del colegio mucha literatura colombiana y
universal. Conoció entonces la poesía piedracielista25, que se convirtió pronto en su pasión dominante. De igual
modo, se acercó a La montaña mágica, El conde de Montecristo, Los tres mosqueteros, Madame Bovary, y un
libro a todas luces fundamental: Las Profecías, de Nostradamus. De esta época fructífera en lecturas, mediados
de la década del 40, son también sus primeros poemas y cuentos propiamente dichos, y sus pinitos periodísticos
en la Gaceta Literaria del Liceo.
Una vez finalizado el bachillerato, García Márquez inicia, en la Universidad Nacional de Colombia, la carrera de
Derecho. No obstante, a raíz de los hechos del 9 de abril de 194826, se ve obligado a regresar a la costa. Este
hecho es fundamental para el habitus del novelista, toda vez que supone una transformación sustancial en su
concepción literaria. Se dio cuenta, por primera vez, de “que podía haber correspondencia entre lo que estaba
leyendo y lo que estaba viviendo y lo que había vivido siempre”27. La temporada de Cartagena le dio la
oportunidad de conocer a personas definitivas en su aprendizaje literario, entre éstos, el poeta y pintor -luego
novelista- Héctor Rojas Herazo, Gustavo Ibarra Merlano, profundo conocedor de los Clásicos, y Clemente Manuel
Zabala, lector de literatura francesa y jefe de redacción de El Universal, diario para el que García Márquez
prestaba sus servicios. El encuentro de García Márquez y Rojas Herazo resultaba de vital importancia, ya que
ambos andaban en lo mismo: Tratando de elaborar un sistema poético que les permitiera interpretar lo que los
rodeaba.
En Barranquilla, la cosa resultó aún mejor. Al lado del también escritor Álvaro Cepeda Samudio, los pintores
Alejandro Obregón y Orlando Rivera, Germán Vargas, Alfonso Fuenmayor, el catalán Ramón Vinyes y José Felix
Fuenmayor, conformó lo que se ha dado en llamar el Grupo de Barranquilla o, como prefiere García
Márquez, “los mamadores de gallo de La Cueva”.
Aparte del reencuentro con el Caribe, de por sí ya muy importante, estas dos épocas, en Cartagena y en
Barranquilla, se caracterizaron por la lectura de mucha literatura, tanto clásica como norteamericana y europea.
De igual modo, el ejercicio periodístico en El Universal y El Heraldo le sirvió para poner en práctica todo los
recursos técnicos que iba adquiriendo a través de la lectura. No es coincidencial, entonces, que La hojarasca, su
primera novela, sea precisamente de esa época.
Si bien es indudable la importancia que tuvo el periodismo en la consolidación literaria de García Márquez , no
es menos cierto que la visión del nuevo periodismo, heredada de Hemingway, es mucho más determinante en
novelas como El coronel no tiene quien le escriba, y menos en una obra como Cien años de soledad. Sin embargo,
estoy convencido de que los siguientes factores sí resultan relevantes en la estructuración del habitus que habría
de desembocar en la toma de posición que se lee en Cien años de soledad: Europa y el cine.
4. Imagen conceptual de América Latina.
Esta experiencia es fundamental, en el sentido de que al entrar en contacto con la cultura europea toma
conciencia de su auténtica condición de latinoamericano. Me refiero a que el problema de su propia identidad,
necesariamente, tuvo que derivar en la pregunta por el ser de todo el continente.
“Estoy convencido de que si no hubiera estado en Europa en el momento en que estuve, mi concepción de
América Latina y, particularmente del Caribe, sería distinta. Europa me enseñó, primero, que era latinoamericano,
porque cuando fui sólo conocía Colombia[...] No había tenido posibilidad de viajar por el resto de América Latina
y, por consiguiente, no tenía una concepción geográfica, ni emocional, ni cultural de la América Latina. Pero en los
cafés de París conocí a los mexicanos, a los guatemaltecos, a los bolivianos, a los brasileños, y me di cuenta de
que yo pertenecía a ese mundo, que no era solamente colombiano sino latinoamericano. Y en relación con
Colombia, me di cuenta de lo diferente que era yo de los europeos, siendo colombiano. Y no que unos fueran
mejores o peores que otros, sino que éramos completamente distintos”28.
Este elemento del habitus de García Márquez, el hecho de tomar conciencia sobre la diferencia de visiones de
mundo entre América Latina y Europa, es esencial para entender la elección que, años más tarde, el autor
efectuaría para discernir el tipo de escritura que utilizaría en Cien años de soledad. García Márquez debió pensar
que si era distinto por el hecho de ser latinoamericano, el instrumento para comprender su realidad
necesariamente debía brotar de América Latina. En este sentido, el autor colombiano se acerca a la tesis de su
colega cubano Alejo Carpentier, según la cual todo en este continente es desmesurado, maravilloso, pues el
auténtico espíritu de América, su naturaleza propia, no es otra que el barroco. Las características del barroco
están presentes desde la misma apertura de la novela y constituyen la puerta de entrada para el análisis de la
postura ideológica de García Márquez.
Europa, insisto, le permitió a García Márquez ver lo que no había visto, y desde ese instante, su búsqueda a
través de la literatura de una definición de la identidad cultural de Latinoamérica, contaría, a no dudarlo, con más
y mejores elementos de juicio. Las experiencias de Zipaquirá y Europa pusieron, entonces, a García Márquez de
cara contra una realidad multicultural y plurilingüística. El contacto con otras maneras de percibir y construir la
realidad favoreció su visión del Caribe y de Latinoamérica. Del mismo modo, puso sobre el tapete la cuestión de la
identidad que será fundamental para comprender la toma de posición del novelista. De otra parte, el reencuentro
con el Caribe constituyó un puente entre la realidad y la literatura que resultó de suma importancia en la
formación literaria de García Márquez. Muchas de las personalidades que frecuentó en Cartagena y Barranquilla
le hicieron grandes aportes técnicos e ideológicos a su formación de escritor.
5. La palabra y la imagen en el cine y la literatura.
En México, luego de publicar varios libros sin mayor reconocimiento, García Márquez deja la escritura en una
suerte de remojo y se dedica por completo al cine. Quizá no se daba cuenta, pero lo que buscaba en el fondo era
lo mismo: un instrumento válido de interpretación de la realidad. “Hubo un momento en que el cine me
interesaba mucho más que la novela. Consideraba que era un medio de expresión con el cual se podía ir mucho
más lejos que con la literatura. Suspendí el trabajo literario por un tiempo y me fui a trabajar a México en el cine.
Te puedo asegurar que prácticamente todas las historias que están en Cien años de soledad estuvieron en la mesa
de los productores de cine y las rechazaban porque decían que eran inverosímiles y no llegaban a la gente.
Entonces me sentí muy desilusionado. Me sentí tan desahuciado en el cine que empecé a escribir Cien años de
soledad, que siempre dije que está escrita contra el cine en el sentido de demostrar que la literatura tiene mucho
más alcance, mayores posibilidades de llegar a todo el mundo, que el cine”29.
La actividad continua y sistemática en un campo de producción cultural distinto al campo literario, y su
consecuente fracaso, le abrió los ojos a García Márquez. Le hizo ver que lo suyo esencialmente era la palabra, la
escritura. Creo que el gran hallazgo de esta época fue comprobar que, efectivamente, el cine y la literatura eran
sistemas modelizadores sin equivalencias integrales. El paso del campo literario al cinematográfico, a causa de la
disímil extensión de sus productos textuales, implica una transfiguración drástica del material de partida. Se ven
transformados los contenidos semánticos, las categorías temporales, las instancias enunciativas y los procesos
estilísticos. La literatura, sostiene Pere Gimferrer, “puede decir con extensión, y en cierto modo con intensidad,
cosas que el cine sólo puede expresar visualmente y con las limitaciones derivadas del lenguaje visual y de la
duración”30.
En los escritos de García Márquez, por demás, la relación entre la palabra y el objeto tiene un carácter
indefinido. En otros términos, existe un acucioso trabajo con el lenguaje que busca crear nuevas imágenes a partir
de diversas magnitudes semánticas. Lo cual hace que la estructura lingüística resultante no pueda ser
fotografiada con éxito. Viktor Sklovski resume de la siguiente manera la naturaleza de esta discusión: “Si es
imposible expresar una novela con palabras diversas a aquellas con las que ha sido escrita, si no se pueden
modificar los sonidos de un poema sin modificar su esencia, aún menos se puede sustituir una palabra por una
sombra gris-negra centelleando sobre la pantalla”31.
La orientación verbal de las imágenes creadas por García Márquez hace que, salvo el mero argumento, casi
nada de sus obras pueda ser transferido a la pantalla. Lo que explica, hasta cierto punto, el éxito de sus proyectos
literarios y el relativo fracaso de sus empresas cinematográficas. Así las cosas, desde el punto de vista
técnico, Cien años de soledad constituye, una toma de posición efectuada en el campo de la novela, pero que es,
del mismo modo, una respuesta al cine. Respuesta que, además de lo anterior, es un alegato a la falta de
autonomía del escritor sobre su trabajo, pues el guionista es simplemente una más de las piezas que componen el
complejo engranaje de intereses contradictorios que supone la actividad cinematográfica. Por esa razón, afirma el
autor, “ escribí una novela con soluciones totalmente literarias, una novela que es, si se quiere, las antípodas del
cine: Cien años de soledad”32.
En realidad, no creo que García Márquez fuera plenamente consciente de la compleja problemática que supone
el traslado de la palabra a la imagen. Su decepción se funda, esencialmente, en la falta de autonomía que lleva
consigo la industria del cine. De este campo, eso es lo importante, salió derecho a escribir Cien años de soledad.
En este mismo sentido, Arnold Hauser ha definido la relación de los escritores con el cine en términos
de crisis y enfermedad crónica, pues “el cine no encuentra sus escritores o, dicho con mayor precisión,... los
escritores no han encontrado su camino hacia el cine. Acostumbrados a hacer su voluntad, dentro de sus cuatro
paredes, ahora se les exige que tengan en cuenta a los productores, directores, guionistas, operadores,
arquitectos y técnicos de todas las clases”33. El problema se funda en el escepticismo de los escritores respecto de
la legitimidad de la cooperación artística. Se rebelan, consciente o inconscientemente, a la posibilidad de que las
obras de arte puedan ser producidas por una entidad colectiva. El campo cinematográfico es, precisamente, una
empresa artística basada en la cooperación. Sin embargo, en el México de los años 60, García Márquez estaba
todavía muy lejos del ver el cine como un grupo artístico cooperativo. Pienso que esa pudo ser la principal causa
de su inhabilidad para establecer una relación exitosa y duradera con el cine.
Para cerrar esta polémica situación, quizá sea pertinente transcribir unas palabras de Hauser: “No es un
problema de directores competentes contra escritores incompetentes, sino de dos fenómenos que pertenecen a
diferentes períodos de tiempo: el escritor solitario y aislado que depende de sus propios recursos, y los
problemas del cine, que sólo pueden ser resueltos colectivamente34. Ya se sabe cuál fue la elección de García
Márquez, sin embargo, resulta sumamente curioso que sea precisamente un escritor de tan refinado
individualismo quien llegue a la conclusión de que los males de América Latina se deben a la falta de solidaridad.
En todo caso, Cien años de soledad es un texto que conjuga la experimentación verbal con la estructural, así que
los aspectos eminentemente formales adquieren tal importancia que, incluso, llegan a significar mucho más que
la historia que se nos cuenta. Con lo que se demuestra, que es al nivel de la forma, y no de los contenidos, en
donde reposa la significación social de una obra literaria, así como su auténtica dimensión estética.
Notas
[1] BOURDIEU, P. Y WACQUANT, L.J.D. Respuestas, por una antropología reflexiva, México, Grijalbo, 1995, pág.
23.
[2] MENDOZA, PLINIO A. Y GARCÍA MÁRQUEZ, GABRIEL. El olor de la guayaba, Bogotá, Oveja Negra, 1982, pág.
75. En adelante citaré como El olor de la guayaba.
[3] VARGAS LLOSA, MARIO. García Márquez: Historia de un deicidio, Caracas: Monte Avila, 1971, pág. 20. A
partir de aquí, lo citaré como Deicidio.
[4] SALDÍVAR, DASSO. García Márquez: El viaje a la semilla, la biografía. Madrid: Alfaguara, 1997, pág. 102. A
partir de aquí ,lo citaré como VIAJE A LA SEMILLA.
[5] DEICIDIO, Op cit., pág. 27.
[6] MERO, JOSÉ LUIS. Latinoamérica. Las ciudades y las ideas, Medellín, Universidad de Antioquia, 1999, pág.
201.
[7] Op. Cit., pág. 202.
[8] Op. Cit., pág. 202.
[9] Op. Cit., pág. 202.
[10] Op. Cit., pág. 243.
[11] CROS, EDMOND. Introducción a la sociocrítica, tomado de Kañina. Revista de Artes y Letras de la
Universidad de Costa Rica. X 10/1 (1986): 69-83. Recogido en los materiales del Seminario Internacional de
Sociocrítica, Medellín, 1999, pág. 17.
[12] DEICIDIO. Op. cit., pág. 24.
[13] Por supuesto, esta es apenas la fórmula generadora del proyecto estético. Pierre Bourdieu halló en una
carta de Flaubert la sentencia “escribir bien lo mediocre” y creyó encontrar la fórmula que definía el proyecto
estético de La educación sentimental. En el acápite relacionado con la discursividad del realismo maravilloso, me
ocuparé de la manera en que se integran en el proyecto estético de Cien años de soledad los elementos de la
ética del vallenato, el barroco, el carnaval y la modernidad.
*14+ DOMINGO, JOSÉ. ENTREVISTAS: “GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ”. En COBO BORDA, J. G. (t.1), Op. Cit., págs.
96.97.
*15+ VÉASE: “La cultura de los pueblos que habitan en las tierras del mar Caribe”, En CARPENTIER, ALEJO, La
novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo, México: Siglo Veintiuno Editores, 2ª ed., 1981.
[16] COBO BORDA, J.G. Op., cit., pág. 114.
[17] GILARD. JACQUES. GABRIEL GARCÍA, MÁRQUEZ.: Obra periodística 1, Textos Costeños, pág. 149.
[18] GILARD, JACQUES. Op. cit., pág. 159.
[19] CROS, EDMOND. El sujeto cultural. Sociocrítica y psicoanálisis. Buenos Aires, Ed. Corregidor, 1997, pág. 9.
[20] Es claro que estos rasgos no corresponden al momento actual, sino a la fase en que estuvo implicada la
conciencia del joven García Márquez.
[21] CROS, EDMOND. Introducción a la sociocrítica. Op. Cit., pág. 15.
[22] Op. Cit., pág. 79.
[23] González Bermejo, Ernesto. “Ahora doscientos años de soledad”, en García Márquez habla de García
Márquez, Bogotá: Rentería Editores, 1979, pág. 55.
[24] Op. cit., págs. 12- 13
*25+ SALDÍVAR, DASSO. “GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ: YENDO A CONOCER EL FRÍO”. En. COBO BORDA,
J.G. REPERTORIO CRÍTICO SOBRE G.G.M. (t.l). Op. cit., pág, 21: “ Piedra y Cielo, que había tomado este nombre del
poemario homónimo de Juan Ramón Jiménez, agrupaba, desde finales de los años treinta, a los poetas Eduardo
Carranza, Jorge Rojas, Camacho Ramírez, Carlos Martín, Darío Samper, Vargas Osorio y Gerardo Valencia. El
movimiento se alimentaba de la influencia tardía de Ruben Darío, la reciente de Juan Ramón Jiménez y Pablo
Neruda y de la del Siglo de Oro a través de algunos poetas de la generación del 27. Los piedracielistas
revolucionaron entonces las formas poemáticas, esclerotizadas por la retórica apabullante de los románticos,
parnasianos y neoclásicos colombianos. Las metáforas audaces y fulgurantes de Carranza, Rojas y sus compañeros
fueron un balón de oxígeno para los jóvenes que, como Gabriel, escribían entonces sus primeros poemas”.
[26] El 9 de abril de 1948 cae asesinado el caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán. Este hecho, que pasaría a la
historia como El Bogotazo, constituye uno de los momentos más graves de toda la historia nacional de Colombia,
pues atizó aún más el clima de violencia del país.
[27] COBO BORDA, J.G. Op. cit., pág. 119.
[28] LEMUS, SILVIA. “América Latina y Europa son culturas irreconciliables”, En COBO BORDA, J.G., (t,2) , Op. cit.,
pág. 271.
*29+ HARGUINDEY, ÁNGEL S.: ENTREVISTA “ Franco tuvo una muerte que hubiera sido irreal en literatura”, El
País, 2 de abril de 1978, Madrid, En: SORELA, PEDRO. El otro García Márquez: los años difíciles, Bogotá: Oveja
Negra, 1989, págs. 128-9.
[30] GIMFERRER, PERE. Itinerario de un escritor, Barcelona, Anagrama, 1996, pág. 75.
[31] SKLOVSKI, VIKTOR. Cine y lenguaje, Barcelona, Anagrama, 1971, pág. 45.
[32] SORELA, PEDRO. Op. cit., pág. 131.
[33] HAUSER, ARNOLD. Historia social de la literatura y del arte, Barcelona, 19ª edición, 1985, t.3, pág. 289.
[34] Op. Cit., pág. 291.
© Orlando Araújo Fontalvo 2003
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
El URL de este documento es http://www.ucm.es/info/especulo/numero25/habitus.html
LA MAGIA Y EL EMBRUJO DE UN ESCRITOR: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
CorinTorrado,11.01.2003
MADRID.- «Yo desde que nací sabía que iba a ser escritor. Quería ser escritor. Tenía la voluntad, la disposición, el
ánimo y la actitud para ser escritor. Siempre escribí, nunca pensé que pudiera ser otra cosa. Nunca pensé que de eso
pudiera vivir. Estaba dispuesto a morirme de hambre, pero ser escritor». Con esta declaración de Gabriel García
Márquez, arranca el documental La escritura embrujada, que junto con las películas El coronel no tiene quien le
escriba y Un domingo feliz emite La noche temática, que dedica su espacio a este escritor, uno de los más prestigiosos
en lengua castellana cuando está a punto de publicar su libro de memorias Vivir para contarlo.
La escritura embrujada, escrito y dirigido por Ives Billon y MauricioMartínez-Cavard, y producido por France 2, TVE,
RAI y Canal 22 de Colombia, tiene como columna vertebral una entrevista con el autor de Cien años de soledad en su
casa de Cartagena de Indias (Colombia), que más bien parece una charla con un viejo amigo después de muchos años
de distancia porque emana intimidad y complicidad. Pero además, Billon y Martínez-Cavard ensamblan los testimonios
del escritor con la lectura de fragmentos de alguna de sus obras (Crónica de una muerte anunciada, Cien años de
soledad, El amor en los tiempos del cólera...) y con textos breves y precisos que sitúan al escritor en el contexto
cultural y sociopolítico de la época.
Cultura popular
Y este contenido literario está arropado por un caudal de imágenes de la vida cotidiana en Colombia (niños jugando,
vendedores de helados y de periódicos; ambiente de calles, mercados y bares; músicos callejeros y chicas bailando;
guaguas circulando por polvorientas carreteras y canoas que se deslizan por caudalosos ríos...) y de material de
archivo (la revuelta de Bogotá en 1948 por el asesinato del líder de izquierdas Gaytán, su estancia en París, su relación
con Carlos Fuentes, Juan Rulfo y Fidel Castro...). «Toda mi formación es a base de la cultura popular. Lo que me
conmueve y me motiva es la cultura popular. Y eso no se estudia, se vive», subraya el premio Nobel. Y a esa variada y
colorista geografía visual la acompaña una banda sonora de variados ritmos caribeños.
Con sonrisa permanente y mirada luminosa y con el embrujo de su voz y su magnetismo para contar cosas, García
Márquez hace de cronista de su propia vida y recuerda su infancia que vivió en una familia dominada por mujeres.
«Era un mundo sobrenatural, donde las cosas más maravillosas eran simplemente las más cotidianas». Desvela cómo
encontró en Kafka la clave de su escritura.
«Trataba de escribir cuentos, pero yo sentía que conocía el argumento de los cuentos aunque no los sabía escribir.
Todas las tentativas que hacía yo notaba que eran fallidas, que fallaba algo. Encontré en él el método, que era lo que
yo no tenía».
El documental recoge también su militancia a favor de los derechos humanos y de su compromiso político. Y este
aflora en toda su determinación con la caída de Batista. «Prescindo de todos los compromisos con la literatura y me
centro en el compromiso político. Y no me arrepiento, porque en ese momento tocaba hacer eso».
Aproximación al cine
Una etapa poco conocida de la vida del autor de Crónica de una muerte anunciada es su relación con el cine. «Quise
hacer cine porque lo mismo que la literatura o el periodismo es otra manera de contar la vida, pero lo vi imposible
porque me superaban los compromisos industriales y económicos. Así no podía contar una historia intimista».
García Márquez dice que la escritura de ficción es un acto hipnótico: «Uno trata de hipnotizar al lector para que sólo
piense en el cuento que le están contando. Y eso requiere una enorme cantidad de clavos, tornillos y bisagras. Eso es
lo que yo llamo carpintería».
De la gestación de Cien años de soledad, su obra más celebrada, dice: «Yo hacía tiempo que tenía la idea de que debía
escribir una novela en la cual sucediera todo. Y sabía que en ese suceder todo tenía que estar toda la memoria de
Aracataca». El premio Nobel evoca con sinceridad las consecuencias del inesperado éxito («La soledad de la gloria sólo
se puede comparar a la soledad del poder» de la novela, la presión de los lectores para que continuara por esa misma
línea y los esfuerzos que hizo para «cambiar de dirección».
Gabo dice que está aprendiendo a escribir, a desembrujarse de sí mismo. Y sentencia: «Cien años de soledad es un
libro mítico, pero mi libro es El amor en los tiempos del cólera. Este es el que va a quedar».
LOS 85 AÑOS DEL MAGO DE ARACATACA Y MACONDO
http://www.larepublica.pe/06-03-2012/gabriel-garcia-marquez-los-85-anos-del-mago-de-aracataca-y-macondo#foto1
Escritores peruanos se unen al saludo general por un año más de vida del entrañable mago de la palabra.
El Nobel de Literatura colombiano cumple hoy 85 años, día en que su memorable obra maestra Cien años de soledad
se publicará como libro electrónico en una edición revisada por su amiga y agente literaria Carmen Balcells.
Pedro Escribano.
Hace 85 años, en Aracataca, Colombia, nació Gabriel García Márquez. Su imaginación, poderosa, ha dado fruto a una
serie de novelas que abordaron nuestra realidad latinoamericana con la fascinación de un realismo en el que se mezcla
historia, cotidianidad y pensamiento mítico. Pero García Márquez, también conocido como Gabo, no solo es un
escritor, sino también un hombre con espíritu justiciero que desde siempre se adhirió, solidario, desde sus predios –la
literatura y también la opinión pública– a las nobles causas sociales.
La Academia sueca no fue indiferente a este mago de la palabra y alquimista de la imaginación, y le concedió el Premio
Nobel en 1982. Con este galardón se premió también el auge y el inmenso aporte de la literatura latinoamericana a la
literatura mundial.
Entonces, esta fiesta que parte del regocijo de un hombre excepcional es una fiesta que se extiende a toda
Latinoamérica, en sus gentes y se extiende también a través del idioma: el habla del Quijote, primero, y luego, por
ventura de estos tiempos, la obra de Gabo traducida y que galopa fosforescente en muchas lenguas del mundo.
GABO EN LA NUBE
Winston Manrique Sabogal y Juan Cruz. Diario El País (España)
Aquel hombre que hubiera querido ser pianista de bar para ayudar a que los enamorados se quisieran más terminó
convertido en un enamorador de lectores y en cómplice de muchos de ellos que han regalado sus libros en su
estrategia de conquista. Por eso, hoy, martes 6 de marzo, la literatura celebra los 85 años de Gabriel García Márquez y
su collar de conmemoraciones: 65 del primer cuento, “La tercera resignación”, 45 de Cien años de soledad, 30 del
Premio Nobel y 10 de haber empezado a publicar sus memorias, Vivir para contarla.
Uno de los más significativos obsequios se lo dará Carmen Balcells, su gran amiga y agente literaria, desde Barcelona:
las habituales rosas amarillas que tanto le gustan al escritor irán acompañadas de la primera edición de Cien años de
soledad que sube al ciberespacio en formato de libro electrónico. Y será como un juego de espejos reflectantes porque
el regalo-libro llegará a García Márquez y a las librerías virtuales con la portada de la primera vez: un galeón en la selva
colombiana.
Un cumpleaños que incluye un mensaje-tarjeta oral de Balcells: “Mi relación con él ha sido una experiencia tan
enriquecedora que ya no recuerdo ni cuándo empezó o si todavía seguimos anclados en esa nube del sueño; más
ahora, cuando todos hablan del mundo cibernético y de esa nube infinita donde se pueden alojar todas las historias y
los libros”.
Y desde hoy, esta edición de la obra más popular del Nobel colombiano será solo en español. La agente literaria no va
a autorizar, en principio, ninguna más en otro idioma. Será la cuarta obra de García Márquez en edición electrónica: ya
están Relatos de un náufrago, Todos los cuentos y Vivir para contarla, dentro de la colección Palabras Mayores. Lo
publicará la misma editorial a la que Balcells ha fiado los anteriores títulos en este formato: Leer-e, dirigida por Ignacio
Latasa. Solo que esta vez será en coedición con Mondadori (su editorial en papel en España) y los derechos son
mundiales. Todo ha sido muy rápido. En el proceso de edición de la novela ha estado implicada Balcells, quien, por
ejemplo, pidió que la letra de presentación del libro electrónico fuera un poco más grande de la habitual. Además,
cuenta Latasa, “se han extremado las atenciones en el trasvase del texto a digital, los márgenes están equilibrados y el
interlineado es más cuidado”.
El precio será de 5,99 euros y saldrá en dos formatos: para Kindle y el estándar de Epub (para diferentes dispositivos,
incluido Apple). La política de la editorial, afirma Latasa, es que los precios digitales no pueden ser altos.
Los agentes, asegura Balcells, “no podemos perdernos en el tumulto de los cambios en el mundo del libro. Tenemos
que cuidar las ediciones electrónicas, no solo publicar sino contribuir a una mejor lectura en aras del placer de la
misma”. Es lo que se busca con la metamorfosis de Cien años de soledad, cuando Macondo y los Buendía se enrumben
en el universo digital y empiece a leerse desde allí ese rosario de historias de la humanidad contadas desde la frontera
del sueño y la vigilia. Vivencias del autor y lo que le contaba el abuelo materno, el coronel Nicolás Ricardo, pero
escritas con la misma “cara de palo” con que su abuela Tranquilina intentaba amordazarlo de miedo para que
estuviera quieto. El resultado fue un vallenato de más de 300 páginas escrito durante año y medio en compañía de
“dos discos que se gastaron de tanto ser oídos: los Preludios de Debussy y Qué noche la de aquel día de los Beatles”.
Pero así como Cien años de soledad no existiría sin aquellos primeros años con sus abuelos, donde está el manantial
de su literatura, tampoco toda la obra del periodista, escritor y guionista colombiano sería lo que es sin “La tercera
resignación”, el primer cuento que publicó. Fue hace 60 años en el diario colombiano El Espectador, el 13 de
septiembre de 1947. Tenía 20 años, se había graduado de bachiller. Cuando lo vio publicado, su primera reacción fue
“la certidumbre arrasadora de que no tenía los cinco centavos para comprar el periódico”.
RETRATO DEL TÍMIDO
Cuando escribía en la calle Caponata de Barcelona, García Márquez tenía 43 años y ya era tan famoso como Cien años
de soledad. Era, como dijo en 1966 Luis Harss, el argentino que estableció el primer canon del boom, “un hombre
escrupuloso, intenso, voluble, que hará cualquier cosa para llegar a la gente, para que lo quieran, como dice, hasta
escribir libros”. Y no había vencido, desde Aracataca, una timidez que combatía encerrándose. Cuando abría la casa,
en Barcelona, había inventado un artilugio para simular que aquella timidez no le impedía aparecer como unas
castañuelas. Era una máquina de reír que se accionaba en cuanto Mercedes, su mujer, o él mismo le abrían la puerta al
visitante.
En febrero de 1982 declaró: “He dicho por todos los medios que no participo en actos públicos, ni pontifico en la
cátedra, ni me exhibo en televisión, ni asisto a promociones de mis libros, ni me presto para ninguna iniciativa que
pueda convertirme en un espectáculo”. No lo hace por modestia, sino por algo peor, añadió: “Por timidez”. Y por
timidez hacía que riera aquella máquina infernal cuando pasabas el umbral de su casa.
EL ENCUENTRO CON GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Gabo es un demonio de la palabra Oswaldo Reynoso
La primera novela que leí fue El coronel no tiene quien le escriba, que me pareció una obra maestra. Luego esta
opinión la confirmé con Cien años de soledad, y los otros libros son importantes, pero no tienen el peso literario de El
coronel… y Cien años de soledad, que es lo que más me agrada.
Cuando lo descubrí, en esa época ya se anunciaba lo que ahora es una epidemia en la literatura, que dan más
importancia a la estructura, a la historia y no a la palabra, y Gabriel García Márquez une admirablemente todo, sobre
todo la palabra. Él ha hecho una prosa eminentemente poética, como la de Rulfo y Eleodoro Vargas Vicuña. Y eso se
está perdiendo porque la juventud de ahora está más interesada en el tema, en las estructuras, en aplicar recetas de
cocina que aprenden en los talleres de narrativa que en el trabajo poético del lenguaje. Por otra parte, también quiero
indicar que hay un texto muy importante de García Márquez, que yo lo repito con frecuencia, dice: “un verdadero
profesor de literatura simplemente debe ser un buen guía de lecturas”.
Con respecto a su visión del mundo, tiene una visión total, adherido a una fe, inquebrantable, un gran luchador en su
campo… y más que un mago de la palabra, un demonio del lenguaje y la palabra.
NUNCA ESPERÉ UN LIBRO CON TANTA ANSIEDAD Miguel Gutiérrez
Por algunos relatos que había leído sabía que García Márquez era un admirable narrador colombiano. Sin embargo
cuando a mediados de los 60 leí en la revista Amaru un avance de su novela Cien años de soledad entendí que me
hallaba ante un fabulador distinto y maravilloso, poderoso y feliz.
Nunca he esperado un libro con tanta ansiedad, hasta que me sumergí en sus páginas en la memorable primera
edición de Sudamericana. Y fue como si descubriera de nuevo el arte de narrar; y me sentí gozosamente abrumado
por el esplendor del lenguaje y por el deslumbrante tejido estructural, tan moderno como antiguo, con su entramado
de historias que remiten a una familia, a un pueblo, a una nación, a un continente.
Aunque el clan familiar y los individuos que lo conforman están sometidos a una suerte de fatalidad o destino adverso,
mujeres y hombres apuestan por la vida y se entregan al amor y a la exaltación de los sentidos, pero sin renunciar a los
fueros de los sueños y al reino de la utopía. Como novela que, con las viejas palabras de la tribu, da cuenta de la
creación y destrucción de un mundo, Cien años de soledad es el libro del Génesis y el Apocalipsis, que es como decir el
Libro de los Libros de la narrativa latinoamericana.
MI ADMIRACIÓN POR CIEN AÑOS NO HA DECRECIDO Alonso Cueto
Cuando yo estaba en el colegio, en los años sesenta, recuerdo que salió la primera edición de Cien años de soledad de
Gabriel García Márquez. Era un libro que nos pasábamos entre los amigos.
Había una enorme conmoción de lectores frente a este libro tan interesante, tan original y tan potente.
Con los años mi admiración por ese libro no ha decrecido, pero creo que yo prefiero, al final, El amor en los tiempos
del cólera, porque no es un libro mítico, es un libro sobre lo que somos, la convivencia día a día, sobre el
envejecimiento, sobre la esperanza. Como digo, al final, de los libros de Gabriel García Márquez, creo es el libro que
prefiero de todos.
Lo que a mí me apena es su complacencia con el régimen de Fidel Castro. Me parece que va en contra de la idea que
tenemos del escritor. En ese sentido, la imagen de Mario Vargas Llosa ha sido mucho más íntegra y meritoria. En fin, a
los escritores hay que juzgarlos por sus novelas, de eso se trata.
ENCONTRÉ A GABO EN MI LIBRO DE TEXTO Javier Arévalo
En un libro de texto escolar del curso de literatura conocí a un señor muy viejo con unas alas muy anchas y al autor,
que me pareció un fumado loco cuando afirmaba que pudo haber servido mejor a la humanidad si en lugar de ser
escritor hubiese sido guerrillero. Dos años después le daban el premio Nobel y el tipo con cara de tío que te regala
unas monedas por decir un chiste y luego se va a beber con los amigos y a jugar sapo, resultó ser un genio. Ya me lo
había parecido con su único cuento que leí a mis catorce años, por el que seguramente no recibió regalías, pero que
me descubrió una forma de narrar como a él se la descubrió Kafka que junto con su abuela le dio esa fórmula de
contar las cosas más desarrapadas sin mover un músculo de la cara.
Nunca me interesó el realismo maravilloso como movimiento, que ha producido epígonos insoportables en todas
partes de América, empezando por la Allende, pero Gabo me fascinó. Leí poseído dos o tres veces cada página de El
otoño del patriarca que siempre me pareció, de lejos, una experiencia superior a enfrentarte con su versión para todo
público, Cien años de soledad. Lo peor de leer a Gabo, para un escritor, es que su estilo se te filtra, te toma la mano, y
te mata si no eres capaz de superarlo. Yo lo sobreviví.
LO VI IDOLATRADO COMO A UN SANTO Luis Eduardo García
Yo tengo dos encuentros con García Márquez. El primero fue cuando leí Cien años de soledad. Había terminado la
secundaría y quedé, digamos, noqueado por la historia fabulosa que acababa de leer. Y el segundo, cuando fui a
Cartagena de Indias por los cuarenta años de Cien años de soledad y vi que el pueblo colombiano trataba a García
Márquez como si fuera un santo. Era una idolatría. Había una relación entre el escritor y el medio tan grande que
sencillamente quedé pasmado. El escritor que había leído lo veía convertido casi en un santo. Nunca he visto a un
escritor tan admirado como él. Creo que tenía la fama de un político, pero vivía las reverencias que se les suelen dar a
las cosas religiosas. Esos son los dos encuentros, uno intelectual, cultural, y el de la experiencia directa, de ver a
alguien convertido en una leyenda siendo de carne y hueso.
En cuanto a su dimensión literaria, es muy difícil sacudirse de la sombra de García Márquez. Tiene demasiados
imitadores y siempre malos. García Márquez es único porque es imposible de imitar. Su gravitación sobre nuestra
literatura latinoamericana se va a extender por mucho tiempo, es un clásico vivo. Ha marcado un derrotero de nuestra
literatura; el otro probablemente sea Mario Vargas Llosa.
Valledupar, la parranda del siglo
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
http://www.revistacambio.com/web/interior.php?idp=50&ids=40&ida=240
Por estos días en Valledupar se celebra la edición número 33 del Festival de la Leyenda Vallenata.
El evento de este año se hace en homenaje a Gabriel García Márquez, quien fue uno de los
fundadores de esta fiesta popular. CAMBIO reproduce una crónica escrita por García Márquez en
1983, en la que el Nobel recuerda el origen del festival vallenato.
Un día de 1963, durante el festival de cine de Cartagena, le pedí a Rafael Escalona que me reuniera
a los mejores conjuntos de música vallenata para oír todo lo que se había compuesto en los siete
años en que yo había estado fuera de Colombia.
Escalona, que ya era compadre mío desde unos 12 años antes, me pidió que fuera el domingo
siguiente a Aracataca, adonde él llevaría la flor y nata de los compositores e intérpretes de las
hornadas más recientes. El acuerdo se llevó a cabo en presencia de la muy querida amiga y
periodista sagaz Gloria Pachón -que hoy es la esposa del senador Luis Carlos Galán- y ella publicó
la noticia al día siguiente con un título que a todos nos tomó por sorpresa: 'Gran festival vallenato
el domingo en Aracataca'. Todos los fanáticos del vallenato de aquellos tiempos, que no éramos
muchos, pero sí suficientes para llenar la plaza del pueblo, nos encontramos el domingo siguiente
en Aracataca. El escritor Álvaro Cepeda Samudio llevó tres camiones de cerveza helada, y los
repartió gratis entre la muchedumbre. Escalona llegó tarde, como de costumbre, pero también
como de costumbre llegó bien, con nadie menos que con Colacho Mendoza, de quien nadie
dudaba entonces que iba a ser lo que es hoy: uno de los maestros del acordeón de todos los
tiempos. Mientras los esperábamos, el centro de la fiesta fue Armando Zabaleta, quien nos dejó
admirados con el modo de cantar su canción más reciente y magnífica: La garra del águila. Era un
buen comienzo, porque aquella canción era la crónica muy bien contada de la visita que Escalona
había hecho poco antes al presidente Guillermo León Valencia en su palacio, y estaba, por
consiguiente, en la línea del vallenato clásico que fue creado para contar cantando y no para
bailar. Tanto es así, que en el festival de la semana pasada, alguien se disponía a bailar cuando
Alejo Durán 'el Grande' estaba en uno de sus grandes momentos, y se interrumpió para decir: "Si
me bailas me voy".
Aquella pachanga de Aracataca no fue el primer festival de la música vallenata -como ahora
pretenden algunos- ni quienes la promovimos sin saber muy bien lo que hacíamos podemos
considerarnos como sus fundadores. Pero tuvimos la buena suerte de que les inspirara a la gente
de Valledupar la buena idea de crear los festivales de la leyenda vallenata. Así fue, y en 1967 se
llevó a cabo el primero, con todas las de la ley, y en la ciudad de Valledupar, que es la sede natural
por derecho propio. El primer rey elegido fue el rey de reyes, Alejo Durán, que de ese modo le dio
al certamen su verdadero tamaño histórico. Aunque ya para esa época la música vallenata
empezaba a treparse por la cortina de los Andes tratando de conquistar Bogotá, todavía no
lograba conquistar el corazón de muchos fuera de su ámbito original. En Bogotá -por los años
cuarenta- se transmitía los domingos un programa de radio con música para bailar que se llamaba
La hora costeña, y que muy pronto se convirtió en una parranda matinal para los estudiantes
caribeños. Allí se tocaban el porro y la cumbia, el fandango y el mapalé, pero ni un solo vallenato.
Y no solo porque los costeños sabíamos que el vallenato no era para bailar sino para escuchar, sino
porque nadie de allá arriba sabía de su existencia y de su pureza. En la Costa caribe, en cambio, el
programa de más prestigio en esa época era una hora de canto de un hombre de Ciénaga Guillermo Buitrago- a quien hay que reconocerle, entre otros muchos méritos, el de haber sido el
primero que puso la música vallenata en el comercio. Ya Rafael Escalona, con poco más de 15
años, había hecho sus primeras canciones en el Liceo Calderón de Santa Marta, y ya se
vislumbraba como uno de los herederos grandes de la tradición gloriosa de Francisco 'el Hombre',
pero apenas sí lo conocían sus compañeros de colegio. Además, los creadores e intérpretes
vallenatos eran gente del campo, poetas primitivos que apenas sí sabían leer y escribir, y que
ignoraban por completo las leyes de la música. Tocaban de oídas el acordeón, que nadie sabía
cuándo ni por dónde les había llegado, y las familias encopetadas de la región consideraban que
los cantos vallenatos eran cosas de peones descalzos, y si acaso, muy buenas para entretener
borrachos, pero no para entrar con la pata en el suelo en las casas decentes. De modo que el joven
Rafael Escalona, cuya familia era nada menos que parienta cercana del obispo Celedón, se
escandalizó con la noticia de que el muchacho compusiera canciones de jornaleros. Fue tal el
escándalo doméstico, que Escalona no se atrevió nunca a aprender a tocar el acordeón, y hasta el
día de hoy compone sus canciones silbadas, y tiene que enseñárselas a algún acordeonista amigo
para poder oírlas. Sin embargo, la irrupción de un bachiller en el vallenato tradicional le introdujo
un ingrediente culto que ha sido decisivo en su evolución. Pero lo más grande de Escalona es
haber medido con mano maestra la dosis exacta de ese ingrediente literario. Una gota de más, sin
duda, habría terminado por adulterar y pervertir la música más espontánea y auténtica que se
conserva en el país.
De modo que hay una prehistoria del vallenato que sus fanáticos de hoy -que son muchos, aun
más allá de nuestras fronteras- apenas sí han oído nombrar. Es un mundo cerrado, con un olimpo
propio, cuyos dioses viven ya respirando los aires enrarecidos de la leyenda. Francisco Moscote, a
quien se recuerda con el buen nombre de Francisco 'el Hombre' porque le ganó al diablo en un
duelo de acordeón, está tan implantado en la mitología popular que ahora no se sabe a ciencia
cierta si en realidad existió. Pacho Rada, otro de los primitivos grandes, tenía raíces tan bien
sembradas en el corazón de su pueblo, que una noche le tomaron preso en la población de Plato,
pero el inspector de policía cometió el error de dejarle el acordeón en la cárcel. Pacho Rada, tal
vez de puro aburrido, se puso a tocar y a cantar, y el pueblo se despertó escandalizado de que
estuviera preso un hombre investido de tanta gloria, y entonces invadieron la cárcel y lo sacaron a
la calle. De estos dos precursores se habla como si hubieran muerto sin edad después de haber
vivido durante siglos. Uno piensa que tal vez fuera cierto cuando ve a los que todavía quedan
vivos, y cuya serenidad y cuya sabiduría hacen pensar que viven en un tiempo distinto del nuestro.
Leandro Díaz es una especie de patriarca mítico. A pesar de que es ciego de nacimiento, ha vivido
desde muy joven de su buen oficio de carpintero, y nunca podré olvidar el día en que Rafael
Escalona me llevó a conocerlo en su taller, porque estaba haciendo una mesa con las luces
apagadas, y no se oía nada más que el rumor del serrucho y los golpes del martillo en las tinieblas.
Más aún: durante la guerra mundial, cuando no fue posible importar más acordeones de
Alemania, la tradición no sufrió ni una grieta, porque el ciego Leandro Díaz reparaba los
acordeones más antiguos hasta dejarlos como nuevos. La semana pasada, cuando lo oí cantar otra
vez después de casi 20 años, y me envolvió con la belleza de La diosa coroná -que no solo es su
canción más hermosa, sino una nota muy alta de nuestra poesía-, tuve la sensación de haber
entrado por primera vez en el ámbito prohibido de la leyenda. Sin embargo, a su lado no era
menos mítico Emiliano Zuleta cantando, con su voz estragada por los años y el alcohol de caña, los
versos magistrales de La gota fría, que para mi gusto es una canción perfecta, y por tanto, un
punto de referencia que no pueden perder de vista los creadores de hoy. La lista no se acaba fácil:
Chico Bolaño, Toño Salas, Lorenzo Morales y tantos otros. Sin embargo, lo más alentador es que el
manantial no se seca: Julito Roas, el rey elegido este año, no llega todavía a los 30 años.
Fue dentro de ese ámbito místico donde transcurrió el XVI Festival de la Leyenda Vallenata, y fue
por eso y por nada más por lo que tuvo la autenticidad y la resonancia que había empezado a
perder en años anteriores. Un equipo de la televisión holandesa que registró cada minuto de
aquella parranda sin una sola tregua se llevó una impresión de la cual no alcanzarán a reponerse
en mucho tiempo. No podían entender que existiera en este mundo de horrores un lugar como
aquel, donde las casas no se cerraban nunca, y todo el que quería entraba a comer donde quisiera
a cualquier hora del día y de la noche en que tuviera hambre y siempre encontraba una mesa
servida, y todo el que tuviera sueño entraba a dormir a cualquier hora donde quisiera y siempre
encontraba una hamaca colgada. Y todo eso sin un instante ni un resquicio de silencio: el espacio
total estaba saturado de música. Convencido de que aquel no era un fenómeno local sino una
condición propia del país, uno de los técnicos holandeses que se dejaron arrastrar por aquel
torbellino anotó en su diario: "Todos los colombianos están locos". Lo cual será, por fortuna, una
nota de alivio para la mala imagen que tan bien ganada tenemos por estos días en la prensa
extranjera. En síntesis: el XVI Festival de la Leyenda Vallenata ha sido una prueba más -y de las
mejores- de que la cultura popular no es tan aburrida, no huele tan mal como lo creen y lo sienten
los intelectuales puros. Mal de muchos, consuelo de corronchos.
APORTE DE GABO AL VALLENATO
Por HERNAN URBINA JOIRO.
Foto Cortesía Periódico el Heraldo
Por estos días está de cumpleaños -y de moda- nuestro Premio Nobel Gabriel García
Márquez y todo lo que su vida y obra respresenta para Colombia y el mundo.
Extenso se ha escrito acerca de la influencia del vallenato en la obra de García
Márquez y el mismo novelista lo dijo más claro que nadie a la revista Cromos, en junio
de 1995: ―En Aracataca, donde tenía la pasión de que me contaran cuentos, vi muy
niño al primer acordeonero (...) El hombre empezó a contar una historia y para mi fue
una revelación: cómo se podían contar historias cantadas, cómo se podía saber de
otros mundos y de otra gente a través de una canción. Después descubrí la literatura y
me di cuenta de que el procedimiento es el mismo‖.
Poco, en cambio, se ha comentado sobre el aporte del Nobel a esta música, cuando a
través de sus artículos en la prensa nacional la promovió a partir de la década del
cincuenta y luego desde los grandes diarios del mundo ayudó a crear la corriente
universal que hoy existe a favor de este género. Pero más que su labor periodística, la
más grande contribución del gran autor podría consistir en haber llevado a millones de
personas, en más de veinte idiomas y desde hace cerca de cuatro décadas, el entorno,
el sentir y la jerga del vallenato, por intermedio de un recurso que parece no dejar de
crecer en el tiempo y la geografía de la tierra: sus libros.
La primera referencia la hizo en Los Funerales de la Mamá Grande (1962) la cual
contiene una alusión. En Cien años de Soledad (1967) hay veinte indicaciones, la
mayoría relacionadas con Aureliano Segundo, un virtuoso del acordeón —tal como lo
escribió el mismo autor— y nada menos que uno de los grandes personajes de su obra
cumbre. En Crónica de una muerte anunciada (1981) hay una cita. En El amor en los
tiempos del cólera (1985) hay siete menciones —incluido el epígrafe en honor a
Leandro Diaz— y dos reticencias sobre la hacienda Flores de María que al menos
recuerdan al pueblo donde se desarrolló la tragedia de Alicia Adorada. En diatriba de
amor contra un hombre sentado (1994) hay dos alusiones, al igual que en Noticia de un
secuestro (1996). En Del amor y otros demonios no hay indicaciones directas, pero uno
no deja de pensar en Alejo Durán al leer la historia de Sierva María.
Recientemente García Márquez habló de su pesadumbre por la ocasión perdida para
ser acordeonero, a causa de la negativa de su madre. Sin embargo, su alma vallenata
ya había proyectado ese dolor en Cien Años de Soledad, en la persona de Aureliano
Segundo, para legar a la humanidad la más bella descripción de la fatalidad del
acordeonero: ―Pasaba las tardes en el patio, aprendiendo a tocar de oídas el acordeón,
contra las protestas de Ursula, que en aquel tiempo había prohibido la música en la
casa a causa de los lutos, y que además menospreciaba el acordeón como un
instrumento propio de los vagabundos herederos de Francisco El Hombre‖.
No obstante el reconocimiento de su inclinación frustra, el ritmo y el tono de sus
novelas y cuentos recuerdan incesantemente la labor típica de los ejecutantes del
acordeón, al ofrecernos una introducción pícara, lírica o sabrosa, según el contexto, y
luego dejar a sus personajes decir sus tristezas, sus esperanzas y sus regocijos, para
después rescatarlos de la soledad tal como el acordeonero salva al cantante del
silencio con un intermedio musical, las veces necesarias, hasta conducirlo al final con
dignidad y elegancia.
Nuestro escritor es la historia misma de alguien quien jamás hizo o acompañó con un
acordeón un canto vallenato pero cuya labor desapasionada, silenciosa y muy efectiva
lo coloca también al lado de las grandes figuras de la música del instrumento —como él
lo dijera— que ―puede arrugarle a uno el corazón‖.
Extenso se ha escrito acerca de la influencia del vallenato en la obra de García Márquez y el
mismo novelista lo dijo más claro que nadie a la revista Cromos, en junio de 1995: ―En
Aracataca, donde tenía la pasión de que me contaran cuentos, vi muy niño al primer
acordeonero (...) El hombre empezó a contar una historia y para mi fue una revelación: cómo
se podían contar historias cantadas, cómo se podía saber de otros mundos y de otra gente a
través de una canción. Después descubrí la literatura y me di cuenta de que el procedimiento
es el mismo‖.
Poco, en cambio, se ha comentado sobre el aporte del Nobel a esta música, cuando a través
de sus artículos en la prensa nacional la promovió a partir de la década del cincuenta y luego
desde los grandes diarios del mundo ayudó a crear la corriente universal que hoy existe a
favor de este género. Pero más que su labor periodística, la más grande contribución del gran
autor podría consistir en haber llevado a millones de personas, en más de veinte idiomas y
desde hace cerca de cuatro décadas, el entorno, el sentir y la jerga del vallenato, por
intermedio de un recurso que parece no dejar de crecer en el tiempo y la geografía de la tierra:
sus libros.
La primera referencia la hizo en Los Funerales de la Mamá Grande (1962) la cual contiene
una alusión. En Cien años de Soledad (1967) hay veinte indicaciones, la mayoría relacionadas
con Aureliano Segundo, un virtuoso del acordeón —tal como lo escribió el mismo autor— y
nada menos que uno de los grandes personajes de su obra cumbre. En Crónica de una
muerte anunciada (1981) hay una cita. En El amor en los tiempos del cólera (1985) hay siete
menciones —incluido el epígrafe en honor a Leandro Diaz— y dos reticencias sobre la
hacienda Flores de María que al menos recuerdan al pueblo donde se desarrolló la tragedia
de Alicia Adorada. En diatriba de amor contra un hombre sentado (1994) hay dos alusiones, al
igual que en Noticia de un secuestro (1996). En Del amor y otros demonios no hay
indicaciones directas, pero uno no deja de pensar en Alejo Durán al leer la historia de Sierva
María.
Recientemente García Márquez habló de su pesadumbre por la ocasión perdida para ser
acordeonero, a causa de la negativa de su madre. Sin embargo, su alma vallenata ya había
proyectado ese dolor en Cien Años de Soledad, en la persona de Aureliano Segundo, para
legar a la humanidad la más bella descripción de la fatalidad del acordeonero: ―Pasaba las
tardes en el patio, aprendiendo a tocar de oídas el acordeón, contra las protestas de Ursula,
que en aquel tiempo había prohibido la música en la casa a causa de los lutos, y que además
menospreciaba el acordeón como un instrumento propio de los vagabundos herederos de
Francisco El Hombre‖.
No obstante el reconocimiento de su inclinación frustra, el ritmo y el tono de sus novelas y
cuentos recuerdan incesantemente la labor típica de los ejecutantes del acordeón, al
ofrecernos una introducción pícara, lírica o sabrosa, según el contexto, y luego dejar a sus
personajes decir sus tristezas, sus esperanzas y sus regocijos, para después rescatarlos de la
soledad tal como el acordeonero salva al cantante del silencio con un intermedio musical, las
veces necesarias, hasta conducirlo al final con dignidad y elegancia.
Nuestro escritor es la historia misma de alguien quien jamás hizo o acompañó con un
acordeón un canto vallenato pero cuya labor desapasionada, silenciosa y muy efectiva lo
coloca también al lado de las grandes figuras de la música del instrumento —como él lo
dijera— que ―puede arrugarle a uno el corazón‖.
PABLO LOPEZ EN SOLO DE CAJA: ANECDOTAS
POR JOTA FLOREZ JARAMILLO EL ABR 8TH, 2012
Cuando Tomás Alfonso Zuleta vio aparecer en uno de los salones del Grand Hotel de Estocolmo a un ario
inmenso de ojos cristalinos, luciendo un elegante traje de dorada botonadura y ornamentos que parecían
propios de la realeza, volteó hacia Pablo López y lo guiñó, para que fotografiara un momento que sería
irrepetible: Poncho Zuleta abrazado con el mismísimo rey Carlos Gustavo en la antesala de los Premios Nobel
del 82. ―Compadre, me hace el favor y me saca sesenta copias de esa foto‖, le recomendó Zuleta a López.
Un par de días después, toda la legión vallenata que acompañó a Gabriel García Márquez regresaba al hotel
donde este se hospedaba, cuando de nuevo se advirtió la presencia del soberano; sin embargo, causaba
extrañeza que esta vez cargara un par de maletones que descomponían su erguida figura.
No era tal monarca sueco, sino un gentil botones que accedía a posar con todo aquel que se lo pidiera, pero
que no tenía intención de suplantar a nadie; simplemente, que ante las barreras del idioma, el solo sonreía, y
muy diligente, atendía el lenguaje gesticular.
Abochornado, Poncho Zuleta le pidió a Pablo que nunca fuera a revelar ni el negativo ni el positivo de la
dichosa imagen.
Pero en medio de la mofa que se armó por la inocente equivocación, fue Emiliano Zuleta quien se reservó el
derecho a conservar el original y la sesentena de reproducciones. La foto, uno de los secretos mejor
guardados de Poncho Zuleta, es de las pocas que faltan en el copioso arsenal de recuerdos acumulados
durante décadas por Pablo López Gutiérrez, un gurú del folclor que tiene mucho que ver con la historia del
Festival de la Leyenda Vallenata y con la difusión de dicha expresión terrígena.
La casa del maestro Pablo en Bogotá es, en efecto, como un santuario donde se atesoran incontables
momentos del folclor y de sus personajes. Desde la puerta se avista el retrato sepia ampliado de Pablo Rafael
López, quien, acordeón terciado, se entroniza en un lugar que parece estar reservado a la memoria y al culto.
Este don de la imagen, padre de once hijos, es el patriarca de una de las dinastías más prolíficas de la música
del Magdalena Grande, la de los López.
Los visos ambarinos de la efigie del viejo Pablo parecen iluminar una estancia con color de añoranza, y en la
que el mayor de los hijos ha dispuesto cada retrato y cada placa de tal forma que la vista va haciendo un
fascinante y melodioso itinerario.
Y no es únicamente la música de los Hermanos López la que cuelga en las paredes ocres, sino los acordes
de Alejo Durán, de Luis Enrique Martínez, de Colacho Mendoza; la euforia del pueblo en tiempos de festival o
las memorias del expresidente López Michelsen o de García Márquez reflejadas en el gozo de sin iguales
parrandas. Pablo López es el custodio de tesoros documentales dignos de cualquier archivo oficial.
Un vallenato en la capital
Cuando López Gutiérrez llegó a la capital, en 1956, la incipiente colonia costeña solía reunirse y armar
parrandas afrentosas para la sociedad cachaca. Hernando Molina, primer esposo de Consuelo Araújo, era un
soldado del Ejército, y en sus licencias, el cajero oficial de la agrupación, hasta un día en que se pasó de
tragos.
Tal estado de beodez lo aprovechó Pablo para demostrar sus dotes, hasta ese momento casi desconocidas
para los congéneres que asistían a los encuentros. ―Este mundo está al revés, hemos perdido el tiempo
escuchando a Molina, pero el que toca es Pablo‖, manifestaron al unísono. Desde ahí se reconoció al
verdadero dueño de la caja.
De esos toques espontáneos y cuando ya López estudiaba en la facultad de derecho, nació el grupo Los
Universitarios, con Víctor Soto y Pedro García, también alumnos de leyes. Juntos, convirtieron las tertulias
musicales en un compromiso permanente con su participación en ‗Meridiano de la Costa‘, programa que en
los sesenta se emitía en vivo desde los estudios de Radio Santa Fe.
En la algarabía de esos festejos dominicales Pablito López vio un día entre los parranderos al púgil Bernardo
Caraballo, justo cinco días antes de que este disputara el título de las 118 libras frente al brasileño Eder Jofre.
―Bueno, ¿y usted no debería estar preparándose?‖, preguntó López, pero el gozoso y confiado retador se
escudó en una temeraria musaraña que reflejaba su aire de triunfador sin haberse subido al cuadrilátero.
La historia después contó que ese 27 de noviembre del 64, un viernes, Caraballo cayó a la lona en el octavo
asalto y que no pudo volverse a levantar. Pero quién sabe si el nocaut contra el cartagenero –primer
colombiano en disputar corona– tuvo que ver con aquella fiesta amenizada por López y su agrupación, la cual
pudo haberlo apartado de su rutina de entrenamientos.
El excéntrico púgil ha dicho que la derrota fue por haber hecho sacrificios previos al combate para dar el peso
gallo, mientras las malas lenguas le han achacado la culpa a su gusto por las damiselas, que lo habrían
mantenido cautivo en las vísperas. Ese es tema de otro paseo.
Del Festival y los Olímpicos
Volviendo a los aires vallenatos, llegó primer festival de Valledupar en 1968, cuando el cajero acompañó a
Alejandro Durán. Tan emocionante como el triunfo del acordeonista de El Paso fue la invitación que recibió el
grupo para representar a Colombia en las primeras y únicas olimpiadas culturales que se hayan realizado en
la historia.
El orgulloso Pablo, de prodigiosa memoria, nombra a cada uno de los miembros del jurado que los eligió
triunfadores; uno de ellos era el célebre Mario Moreno, Cantinflas. Luego pasa a detallar cómo se dio esa
competición cultural. ―En la semifinal, Alemania se enfrentó con Perú y nosotros con República Dominicana; a
la final llegamos junto con los alemanes‖.
El músico y abogado advierte que los dominicanos estaban tan ardidos por la derrota, que lo acusaron de no
ser colombiano por la forma como sonaba su percusión. Sin embargo, los difamadores desconocían que el
cajero estaba muy influenciado por la música y el cine de Benny Moré y de Kiko Mendive.
La gran final se dio entre Alemania y Colombia, pero los teutones declinaron ante el ritmo arrollador de la
música colombiana. Locura en el Teatro Hidalgo, con un Alejo fajado tocando 039, Alicia adorada y La pollera
colorá; y unos alemanes perplejos de ver cómo un instrumento, fabricado en serie por ellos, era ejecutado de
manera tan soberbia por el sencillo rey negro suramericano. ―Los alemanes terminaron aplaudiendo y
bailando‖, recuerda Pablo López, con la vigilancia de una imagen suya cantando el Himno Nacional en dichas
justas.
Al año siguiente de la gesta olímpica, Pablo, Miguel y Poncho López estaban encerrados en los estudios de la
CBS en Bogotá para grabar Lo último en vallenatos, el primer larga duración que registraron con la voz de
Jorge Oñate. Aquel día, tras la orden de encender los micrófonos, se oyeron también las arengas ―la madre
pa´l que se equivoque‖, vociferadas por Poncho Zuleta, quien rascó la guacharaca en ese magistral acetato.
Todos grababan al mismo tiempo, y si alguno se atravesaba, era necesario volver a empezar.
Cuando ventila los nombres de Jorge Oñate y Poncho Zuleta y al tiempo que con su índice traza un recorrido
por la torre de álbumes en la que atiborra el pasado, el maestro Pablo López reivindica su incidencia y la de
sus hermanos en la formación musical de los renombrados personajes. Casualmente se detiene en una
página muy particular… ―míralos aquí‖. Se refiere a una añeja imagen en la que dos imberbes caminan por las
calles de Bogotá. Son Oñate y Zuleta, en los tiempos en que iban a ensayar a la casa de López.
La cita es luego para el Festival Vallenato de 1972, el mismo en el que a Jorge Oñate le tocó ejecutar la
guacharaca y López engendró el solo de caja. En plena ejecución de la puya La vieja Gabriela, de Juan
Muñoz, Pablito pasmó al jurado y al público con todo su repertorio de golpes al cuero de chivo. Y aunque
también turulato, Miguel acompañó a su hermano digitando únicamente los bajos. Tal vez, esa jugada
maestra de Pablo fue determinante para que al final Miguel ganara la corona, la primera otorgada a la
dinastía.
El cano percusionista confiesa que su inscripción en Valledupar desestimulaba la participación de otros
cajeros porque se creía que su toque era como fórmula de triunfo para el acordeonista de turno. Volvió a
ganar en 1974 acompañando a Alfredo Gutiérrez, y en el Rey de Reyes de 1987, junto a Nicolás Colacho
Mendoza, cuando Consuelo Araújo le dijo ―preste esa caja para acá‖. Y el tambor quedó como pieza de
museo en la Casa de la Cultura valduparense.
El maestro Pablo López goza hoy de la mesada por sus treinta años de servicio como funcionario del Estado.
Pero como percusionista aún no se jubila, sigue tocando en parrandas de amigos, de ministros, de
presidentes y de expresidentes. Y sus manos robustas, sin ampollas ni callosidades, se mueven rítmicas,
cuando no en el lomo de su caja, señalando una ruta memorial.
Es un personaje que ha sido pasajero del avión presidencial y que ha viajado por el mundo dando guantazos
de caja en nombre de Colombia, como aquella entrega del Nobel. Una larga travesía en la que el mundo se
rindió a la obra literaria de Gabo, que en sagrado silencio escuchó su discurso ―La soledad de América
Latina‖, pero que con total desparpajo –privilegio solo para los asistentes a la Sala de Conciertos y al
ayuntamiento– vivió a plenitud todo el folclor colombiano, y el realismo de la música vallenata ya recreada en
la prosa garciamarquiana.
Un momento indeleble en el que hasta la corona, dice López, se movía de un lado a otro. Ni la reina Silvia, ni
el rey Carlos Gustavo de Suecia, el verdadero, se resistieron a emparrandarse.
EL VALLENATO MUSICA Y LITERATURA
“…el vallenato reúne todos los requisitos para ser
considerado un género literario”. Juan Gossain.
Por: Raúl Bermúdez Márquez
“Y entonces…cuando ya el Valle sea un gran arenal, lleno de tunas y grandes cardones, solo se
escucharán los acordeones, porque su música será inmortal”. Julio Oñate Martínez
En el canto vallenato, pueden encontrarse toda clase de figuras literarias; símiles como el del
maestro Escalona en el “Arco Iris”, hipérboles como la de Fredy Molina en “Amor Sensible”,
personificaciones como la de Gustavo Gutiérrez en “Así fue mi querer”, reiteraciones como la de
Juancho Polo Valencia en el “Pájaro carpintero”, ironías como la de Adriano Salas en “Caño
Lindo”, interrogaciones retóricas como la del maestro Leandro Díaz en “La Gordita”, metáforas
como la del negro grande Alejo Durán en “Mi pedazo de acordeón”, antítesis como la de Nicolás
Bolaño Calderón en “Oscuro y Claro”, énfasis como el de Marciano Martínez en “Triste infancia”,
o topografías, como la utilizada por Julio Oñate Martínez en “La profecía”.
No hay duda, como lo reconoce Juan Gossaín, el vallenato reúne todos los requisitos para ser
considerado un género literario. Por algo afirmó tajantemente Gabriel García Márquez que su
obra cumbre “Cien años de Soledad” no es más que un vallenato de 350 páginas. En lo que si
discrepamos con Gossaín es en su afirmación de que el vallenato por su baja complejidad
instrumental, acordeón, caja y guacharaca no puede ser considerado como un género musical.
Explicable la apreciación del escritor y periodista originario de San Bernardo del Viento. Su
temprano exilio a la gélida capital del país, seguido ahora de su cómodo retiro en una de las tres
perlas del caribe colombiano, Cartagena, le han impedido codearse y untarse de la realidad de la
música vallenata. Por ejemplo, no sabe que Colacho Mendoza desde los inicios de la década del
sesenta ya hacía fusiones interesantes del acordeón con otros instrumentos de mayor amplitud
en la escala musical como la guitarra, el saxofón o las trompetas. Que la primera canción que
compuso Gustavo Gutiérrez “La Espina” fue grabada por la máxima orquesta de Venezuela de
todos los tiempos la Billos Caracas Boys y que los ejemplos en ese sentido abundan: Que a la
ejecución de la Gota Fría del viejo Mile no se le mide cualquier acordeonero porque para hacerlo
sin desafinarse es necesario conocer los vericuetos del pentagrama para pasar de un tono mayor
a uno menor o viceversa.
Es que si Gossaín hubiera estado presente en la plaza Alfonso López la noche que Omar Geles
tocó la puya de la Fiesta de los Pájaros, interpretación que le valió su coronación como rey de
reyes aficionado del Festival vallenato y hubiera sido testigo del asombro de un visitante
extranjero que manifestó que hubo pasajes en los cuales le pareció estar escuchando un allegro
de Mozart, seguramente opinaría otra cosa. O tal vez rectificaría su concepción si hubiese
analizado con atención el concierto que brindó el “Pollito” Herrera la noche que derrotó sin
atenuantes al tres veces rey vallenato Alfredo Gutiérrez. Está claro entonces que además de ser
un género literario, el vallenato es un género musical por derecho propio. Y es allí donde radica
la grandeza de Julio Oñate Martínez, compositor, escritor e investigador homenajeado en el I
Encuentro Nacional de Investigadores de Música Vallenata, evento organizado por la UPC y que
hoy culmina con mucho éxito. Creador de más de 130 composiciones musicales, escritor de
varios libros sobre el vallenato, producto de documentadas investigaciones que le han exigido
sacrificio, disciplina y dedicación este villanuevero de cepa es la síntesis personificada del
vallenato: música y literatura.
En nombre de la rectoría de la Universidad Popular del Cesar, de la Vicerrectoría de
Investigación y Extensión, de sus organismos colegiados, de sus profesores y estudiantes y de
toda la comunidad upecista agradecemos a los investigadores, compositores, músicos y
asistentes provenientes de distintos rincones del país y del exterior por sus invaluables aportes
quecontribuyeron a lograr con creces los objetivos del evento.
[email protected]
*Apartes del discurso de instalación del I Encuentro nacional de Investigadores de la Música
Vallenata
CRÓNICA: 'GABO RECUERDA AL ESCALONA DE SIEMPRE'
Por Juan Rincón Vanegas
[email protected]
Todo sucedió en un almuerzo, cuando Rodolfo Molina, un hijo de „La
Cacica‟ Consuelo Araujonoguera le cursó la invitación al próximo Festival
de la Leyenda Vallenata al personaje que le puso letra a un vallenato,
llegando hasta 350 páginas, y no se extendió más porque fue llamado a
presentarse a una „Casa en el aire‟ y para que hiciera parte de „El
testamento‟ de su amigo fiel y sincero: Rafael Calixto Escalona Martínez.
Esa tarde y noche en Cartagena, Gabriel García Márquez recordó a su
amigo con el que parrandeó y conoció de cerca los vericuetos de la
música vallenata, esa música salida de los potreros teniendo como
protagonistas a juglares descalzos que estrenaban canciones que
bajaban desde su cerebro al pentagrama de su corazón. Esas canciones
de letras sencillas, que describían desde una mujer vestida de amor,
hasta la naturaleza bordada de verde y con cintillos de arco iris. A eso
era sencillo unirle la melodía, que consistía en silbidos cortos o largos,
que luego registraban en el acordeón para luego darle vida musical.
Gabo, el de la mente prodigiosa que creó a Macondo, se extasió
hablando del ayer, del aporte de Escalona con sus bellas canciones que
tenían su propio sello; de los personajes a quienes dio vida musical y de
las mujeres a quienes coqueteó con sus canciones, e hizo posible que
sus corazones se inclinaran para su lado.
En un momento de la charla, llegó a la mesa el nombre de Jaime Molina
y todo cambió. Gabo se transformó haciendo alarde de su magia
macondiana para describir en detalle la vida y obra de dos amigos que
fueron más que hermanos, y que se hicieron una promesa que nunca se
debió cumplir, sino ser eternos toda la vida. Eso no se podía, a pesar de
sus palabras, porque como lo dijo el mismo Escalona: “Nadie nació para
semilla”.
Estando en esas, el hijo de Aracataca se paró de la silla y para alegría
de todos comenzó a cantar:
Recuerdo que Jaime Molina
cuando estaba borracho ponía esta condición
que, si yo moría primero él me hacía un retrato
o, si él se moría primero le sacaba un son
ahora prefiero esta condición
que él me hiciera el retrato y no sacarle el son.
Era una voz suave, lenta, pero con la nostalgia necesaria para escribir
con música la historia de dos personajes que dejaron huella en el
mágico país vallenato. Mejor, la radiografía a color del dolor, la tristeza,
la melancolía y de un golpe certero de la vida, por la muerte de un
amigo bueno y fiel.
La cosa comenzó muy niño
Jaime Molina me enseñó a beber
a donde quiera estaba, él estaba conmigo,
y donde quiera estaba, estaba yo con él.
Ahora me duele que se haya ido
yo quedé sin Jaime y él sin Rafael.
Al llegar al final de la canción, y con cara de satisfacción al recordar
cantando a sus dos amigos que ya partieron, Gabo expresó: “esta es la
canción que más me gusta, que me trae nostalgia y me recuerda todo el
entorno bonito de Valledupar”.
Su mente prodigiosa siguió recordando que en 1950 conoció a Escalona,
y la mayoría de ocasiones organizaban parrandas. Siempre ocurría lo
mismo: los dos se refugiaban en cualquier sitio a contarse sus vidas y
terminaban cantando vallenatos. Como si lo hicieran con libreto, se
alejaban del acordeón y en voz baja duraban largo tiempo enlazando
emociones y frases alrededor de cualquier historia de Macondo, ese
lugar que ellos conocían al dedillo.
Consuelo Inés
El recuerdo de Escalona se escapó un instante cuando vio juguetear por
el comedor a la hija menor de Rodolfo y Gloria. Lo primero que preguntó
fue por su nombre: “Consuelo Inés”, casi le contestaron en coro, y esto
fue suficiente para transportase a Valledupar y dibujar en su mente a
Consuelo Inés Araujonoguera. “Tiene la misma inquietud de su abuela”,
dijo Gabo y enseguida hizo un recorrido por la vida de la mujer que hizo
posible que el vallenato tuviera nombre propio y se metiera en el
corazón de los colombianos, con la creación del Festival de la Leyenda
Vallenata que formó al lado de Alfonso López, Rafael Escalona y muchas
personas más.
En ese momento, la frase de Juan Gossaín quedó como anillo al dedo:
“Consuelo es irrepetible. A ella, como dicen los campesinos de mi tierra
la parieron y después rompieron el molde”.
Gabo también anotó unas frases contundentes para referirse a „La
Cacica‟, una mujer que con su trabajo, talento y dedicación vistió de
música al Valle del Cacique Upar, y desde la Plaza Alfonso López lo puso
a danzar al ritmo del pilón, a interpretar y cantar los cuatro aires del
folclor vallenato.
Rodolfo Molina Araújo escuchaba al Nobel de Literatura, emitía algunos
conceptos y al final le dio muchas gracias por tener ese alto concepto de
su mamá, la matrona que con su aporte a la historia de Valledupar
permitió que hoy sea conocida por el acordeón, la caja, la guacharaca y
por bellas canciones, entre ellas „Honda herida‟, la que más le gustaba.
Al final de la emotiva reunión de más de ocho horas, se brindó una copa
de vino, se dieron un abrazo de amigos y se notaba que el cariño estaba
regado por toda la casa porque se pusieron al día y compartieron hasta
quedar repletos del legado que dejaron „La Cacica‟ y Escalona. No había
otra alternativa que decir con la nostalgia en pena: “Ya se fue Escalona,
pero de recuerdo nos dejó un paseo, que habla de aquel inmenso amor,
que llevo dentro del corazón”.
Al salir de la casa, la brisa de Cartagena, bella y señorial, acariciaba a
los contertulios, y a lo lejos, no se sabe porque motivo, se escuchaba
una conocida melodía que entrelazaba la frase: “Voy hacer mi casa en el
aire/ pa´ que no la moleste nadie”. Lo anterior se dio como una señal de
que Escalona está en todas partes y desde su casa en el aire vigila todos
los movimientos que se originan alrededor de la música que lo declaró
como “El más grande de todos”.
GABRIEL GARCÍA MARQUEZ,
SUS LETRAS, SU MÚSICA: EL VALLENATO
Creado por "Gina Milena". diciembre 26, 2007 en Literatura
Cuando se abren las hojas de un libro y comienza el lector a designar imágenes en su mente, el
cerebro comienza a comprender el significado de cada garabato que plasman sus páginas,
contemplando así, en la sublimidad de su imaginación, proyecciones que en algún momento
evoca, por ejemplo, a mariposas amarillas revoloteando por doquier, un barco alejándose de la
orilla, percibimos olores de almendros, sentimos el sangrado que deja huella en la nieve, hasta
nos hace acariciar el sentimiento más profundo, como cuando la tristeza empaña a un corazón
solitario, o cuando el amor se acaba.
Si comprendemos algunos de estas escenas habremos leído algunas vez a Gabriel García
Márquez y quizás nos hizo dilucidar o soñar frente al amor eterno, realizar conjuros y exorcizar
demonios; llorar por heridas que dejan las abuelas desalmadas, tratar de construir una cultura
Latinoamericana, reivindicarse con la realidad colombiana, sentir nuestro caribe, nuestra tierra y
sus costumbres, la majestuosidad de sus paisajes, él nos muestra a un pueblo con empuje; y a
través de esas letras nos invade de música, nos deja caer en el romanticismo de un bolero; en la
alegría de una puya o en el sonido de un triste acordeón.
Y es ese, el instrumento protagonista de la música vallenata, a quien Gabo define: “Hay dos
cosas que no puedo separar en mi obra: mi interés por el vallenato y la documentación por mi
libros. (…) el vallenato ha sido siempre un género narrativo. Desde sus orígenes, lo que el
vallenato ha hecho ha sido siempre contar historias reales. (…) El vallenato siempre está
remitiendo a la realidad. Ella es su servidumbre. Éste es su destino.”2
Gabo, Nunca dejó de mencionar el vallenato, en sus escritos, aquel aire caribeño colombiano que
al oírlo suena a murmullo de mar, en un día de sábado a la madrugada y festejado con una
cerveza en la mano, este género musical es un ritmo que evoca ritmo, poesía y fiesta, pero a
otros –a quienes disfrutamos de la literatura- nos repiquetea como un canto que Gabriel García
Márquez compuso en un libro de 350 páginas, el vallenato que llamó Cien años de Soledad.
Gabriel García Márquez, es el autor Colombiano más célebre y quien en gran medida ha
universalizado el concepto de Realismo Mágico, concepto que a muchos de los escritores
revelaciones de este Boom literario, emblematizaron al arraigar las costumbres de sus países,
parafraseando y creando sus novelas en otros lugares del mundo, ellos, quien fueron exiliados
de sus países por diversas circunstancias como, Julio Cortazar, Carlos Fuentes, Mario Vargas
Llosa, hicieron de sus obras literarias el mayor legado de la literatura Latino Americana y
elogiaron a sus países con más de un premio a su narrativa.
García Márquez fue uno de ellos, abandonó Colombia en 1955 por voluntad propia, cuando
Colombia se encontraba bajo el gobierno del General Gustavo Rojas Pinilla, desertado de su
heredad emprende vuelo a otro lugar de la tierra, deja amigos, sueños, ideologías, su afianzado
periodismo, pero jamás la hervor patriótico, que llevaba de su país, de su pueblo caribe, de su
natal Aracataca.
La retórica que Gabo utiliza nos cautiva, crea mundos con autentica democracia, sus palabras
inherentes a todo el sentir como escritor, nos persuade; su lectura profunda y mordaz nos obliga
a pensar, a retomar la definición de la categoría literaria “realismo mágico”, -corriente literaria
que, superando el positivismo y las propuestas del realismo anterior-, plasma un nuevo sentido
literario, la narrativa fantástica, que surge en el siglo XX, y que demuestra la preocupación de
los autores con el acontecer diario y la conjugación de la fantasía abismal y descomunada que
impartía la cultura de un pueblo.
Gabriel García Márquez, no se desprende de su cultura caribeña, la vive, la siente, se desvive
por ellas, se va de su Colombia, de su Aracataca, no vuelve, pero la lleva en la sangre, se
emancipa, vuela tras sus sueños, que se reflejan en sus obras, sus novelas vibran al compás de
su música, blues, boleros, óperas y por su puesto la música de acordeones. Si fuera ineludible
comprobar su pasión por la música, no sería necesario hablar con él sobre ella, su pasión por
ella, la escribe con profundo sentimiento y arte de escribir, la plasma en sus libros. La música
para él, es la fuerza que empuja la mano de en escritor. Indiscutiblemente para Gabo tiene vital
importancia, en sus libros se destacan las palabras cursis para entonar como el amor -convida al
bolero, anuncia la majestuosidad y la elegancia de la ópera, pero es el vallenato que lo
consagra, él lo critica, lo interpreta la evoca:
“Si el vallenato suena a balada ranchera, no es vallenato del bueno, es necesario tener oído
atento y cantar con libertad, para no entrar en confusiones de algo que de vallenato solo se lleva
el nombre de un escondido acordeón”.3
Lo afirma: “el vallenato estuvo durante mucho tiempo encerrado en la provincia entonces, a lo
más lejos que se llegaba era a la Zona Bananera de Santa Marta, pero la región de Valledupar
era una región que tenía vida propia, que se bastaba a sí misma (…) Durante mucho tiempo,
entonces ese vallenato se conservó, no digamos muy puro, sino sin cambios. Sin cambios,
porque no había cambios en realidad. Pero una vez que la región se abrió y el país se volvió esta
cosa compleja que es hoy, es natural que el vallenato se ramifique y origine distintos estilos y
tendencias. 4
Gabriel García Márquez, no se intimida al escribir, así como tampoco lo hacen nuestros juglares
vallenatos, incitando al amor como lo hace un romancero ensoñador que invita a la gracia del
coqueteo, bien lo hace en su libro “El amor en los tiempos del cólera”, Florentino Ariza, quien
enamorado de Fémina Daza, se refiere siempre a ella con la expresión de su “Diosa Coronada”;
lo que recuerda la letra de la canción que lleva su mismo nombre,
[…] Cuando el rey llega de tarde
que mira el jardín florecido
Cuando la diosa mueve el caderaje
se pone el rey más engreido
Y llega la mirá con anhelo
y dice gracias le doy al cielo
que viva alegre en la sabana
ya tiene su Diosa Coranada
Que canta el pobre Leandro Díaz
triste por la serranía[…]5
Sus novelas pronuncian al igual que los vallenatos, ideas colmadas de elegías, cantos llenos de
nostalgia, que comparándolos con nuestros juglares al compás de caja, guacharaca y acordeón,
brindaban a sus presentes recordaciones de pasajes de su vida, los viejos cantaban y tocaban
creando cultura, una cultura musical, de la cual García Márquez la verbaliza, la detiene entre
líneas, la transforma en su arte, – la literatura- y cuya pasión por el vallenato la involucra en su
sentir como escritor, y así la recuerda desde niño:
“En Aracataca, donde tenía la pasión de que me contaran cuentos, vi muy niño al primer
acordionero, de los que salían de la provincia, contando las noticias de su región. Yo recuerdo a
haberlo visto la primera vez, por que era un viejito que estaba sentado en una especie de feria
que había en Aracata, y tenía el acordeón puesto en el suelo al lado de él y yo no sabía que cosa
era esa y me quedé esperando hasta que de pronto él sacó el acordeón, y ahí conocí el
acordeón. El hombre comenzó a contar una historia y para mí fue una revelación: cómo se podía
contar historias cantadas, cómo se podía saber de otros mundos y de otra gente a través de una
canción. Después descubrí la literatura y me di cuenta que el procedimiento es le mismo6
El Nobel Colombiano embruja a cualquier lector, sus palabras están precisas en los momentos en
que la historia así lo quiere. El tiempo parece detenerse y al así mismo correr tras las
eventualidades en el transcurrir de la vida, en la cotidianidad de los días, en una circunstancia;
esto, pone al lector entre los preceptos y los desordenes de la vida y poco a poco lo sumerge en
los avatares de la música con la cual, lector y autor no dejan de jugar, es uno de los muchos
detalles con los que Gabo, deja divagar la mente de quien lo lee, definitivamente embruja a
quien conoce de vallenato. La forma en que expresa sus vivencias o inspiraciones, hace de su
literatura un camino para fusionar la profundidad de sus letras junto con la lírica, al contenido de
la realidad imaginada, es este realismo mágico, que aplicado a su arte, -la literatura- hace de
ello una crónica que va de lo maravilloso a lo rea, como decía, preguntándose, quien fue
considerado como uno de los impulsores de esta corriente, el cubano Alejo Carpentier, ¿Qué es
la historia de América Latina, sino una crónica de lo maravilloso en lo real? …
La realidad colombiana y el contexto histórico del caribe los describe en sus obras, nos deja ver
temas como el amor, la violencia, la soledad, el folclor, no sin dejar a un lado la música
vallenata que no solo emblematiza a la región caribe, sino a toda Colombia, a ese país que
detalla en sus letras, muestra de ello, podemos leer la escena del libro Cien años de soledad, en
la uno de los Arcadios, se encuentran en plena repiquetería de acordeones, situación que
enmarcan las vicisitudes de la cultura del caribe colombiano, episodios que seguramente dejaron
huella en su niñez y juventud, episodios que después los dejaría por escritos.
Varias historias fueron basadas de los relatos que le contaba el padre de uno de sus mejores
amigos: el Maestro Rafael Escalona –juglar vallenato y máximo exponente de la música de
acordeones- quien su padre, el General Clemente Escalona se detenía en las tardes hablando y
contando sus historias a Gabo, éste quedaba pasmado con los cuentos que le narraba sobre la
guerra de los mil días o la matanza de la bananeras en el Magdalena, cuando terminaban la
plática, García Márquez y el Maestro Rafael Escalona, emprendían sus hazañas de hombres
jóvenes mujeriegos filitreando a las niñas de la región, Rafael lo hacia a su modo, componía
canciones en cuatro versos, mientras Gabriel, con un estructura culta y literaria procedía a la
escritura, así llegaban a varios puntos en común, el amor, las mujeres y la música vallenata;
muchas veces se reunían con otros artistas y escritores a tomar cerveza y a despejarse de la
cotidianidad de la vida, llegaba a un lugar llamado “La Cueva”, allí se escuchaba vallenato, -por
supuesto- y se dialoga sobre la fruición de la vida y de cómo cada uno tenia la forma de
percibirla:
“A Escalona, contaba Gabo, le sacaba las tripas pidiéndole que le contara como hacía las
canciones, y cuando le presentaba una nueva, él le decía: “Hombre, que vaina tan buena” y
después la estaba cantando mejor que él. Sin duda alguna, el oído de Gabriel era prodigioso,
pero nos quedaríamos mejor con sus letras.7 García Márquez, en una dedicatoria a Escalona
decía: ”Para el Hombre que más admiro en el mundo”, cosa que a Escalona no le agrado la
forma de recibir el cumplido, ya que pensó que lo que decía, estaba escrito en un lenguaje
macondiano, o –mamándole gallo, mejor dicho-, a lo que le respondió García Márquez: lo que
quiero explicarte en realidad, es que admiro a aquellas personas que saben hacer las cosas bien
hechas y que yo quisiera hacerlas tan buenas como tú, por ejemplo, ser capaz de componer
vallenatos.”8
Cuando gana el Premio Nobel de literatura en 1985, viaja a Estocolmo para recibirlo pero antes,
le pide al Maestro Rafael Escolana que lo acompañe con una comitiva de amigos, entre ellos los
Hermanos Zuleta, -unos de los interpretes más importantes de la música vallenata- en el que
por supuesto, el acordeón en aquel país fue el centro de atención, no de igual manera que el
galardón recibido esa noche, que era el premio de premios para su compadre, Gabo.
La música condecora la manera de escribir y de vivir su vida, la influencia de Bartok, el sonido
del blues, los boleros y los más de mil discos que pone para dar rienda suelta a su imaginación y
concluir en un libro, son importantes a la hora de medir el corazón, el pensamiento y
traspasarlos en líneas para dar respuestas a sus tantas revoluciones literarias; sin embargo y
como él mismo lo dice: “Creo que más que cualquier otro libro, lo que me abrió los ojos fue la
música, los cantos vallenatos” 9
Comprendemos en nuestro contexto social cachaco, que la música vallenata es pura
ramplonería, un poco de gente alborozada que se deja llevar por la cerveza y el ron, solo se
sabe de este ritmo que, incursionó hace poco en la capital bogotana, y que internacionalmente lo
lanzó Carlos Vives, el vallenato es el sentir de un pueblo que se congratula con la vida, que se
apasiona por el mar, que corona a sus mujeres, pero pocos sabíamos que nuestro premio Nobel,
lo acoge, lo transforma, lo hace suyo con solo parpadear los ojos, imaginar como soñaban
cantando nuestros juglares y que después de una rítmica literaria, sus libros se imprimen, el
lector entonces evoca a esa Colombia musical y mágica, la Colombia que se vislumbra como un
Macondo enigmático, que da a conocer su cotidianidad, que me hace construir una casa en el
aire, y en sus albores mariposas amarillas jugueteando en el amanecer, y el sonar a los lejos un
acordeón escondido… arruga mi corazón y caigo víctima una vez más de su realismo mágico.
Gina Milena Rodríguez Sarmiento
Bibliografía
1. GUTIERREZ, HINOJOSA. Tomás Dario. En: Vanguardia Dominical. (Oct-Dic) 1999.
2. SAMPER, Adlai Stevenson. El vallenato en tiempo de difusión. En: Huellas Universidad del
Norte No. 67. p. 55 – 64. 2003
3. COBO BORDA, Juan Gustavo. Lecturas Convergentes. Bogotá: taurus, 2006. p. 134 -135
4. FLOREZ SIERRA, Carlos. Gabo y la música con variaciones. En: Cambio (feb 26) 2007
5. STORNELL GARCÌA, Nicola. En: El Herlado de Barranquilla. (sep – 7) 1997
6. ESCALONA, Rafael. En: Semana (Mar -5) 2007. p. 81
7. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Cien años de soledad: Bogota: Norma. 2004. p 350.
8. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Del amor y otros demonios. Bogotá: Grupo Editorial Norma,
1994.
9. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Amor en los tiempos del cólera Bogotá: Norma, 2004
http://es.wikipedia.org/wiki/Gabriel_Garc%C3%ADa_M%C3%A1rquez
http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Bibliograf%C3%ADa_de_Gabriel_Garc%C3%ADa_M%C3%A1rq
uez
VALLENATO BELLA MUSICA COLOMBIANA
Por María del Pilar Jiménez González
EL VALLENATO
Por María del Pilar Jiménez González
Cien años de soledad", la obra maestra del premio nóbel Gabriel García Márquez, en
Colombia se la considera un vallenato de 400 páginas.
"Esta música y mis novelas son tejidas con la misma hebra."
Gabriel García Márquez.
DEFINICION:
La palabra "vallenato" sale de la descomposición de la frase "nato del Valle" y es el
gentilicio popular de los nacidos en el Valle, cuya nominación clásica es valduparense.
El vallenato es el género musical que comprende los cuatro aires o ritmos típicos de esta
región y representa las vivencias personales de su autor y el sentir de un pueblo como fiel
imagen del mestizaje del cual son productos los colombianos.
Para muchas personas es un tipo de música típico de la costa norte colombiana, más
exactamente de Valledupar, capital del departamento del Cesar, pero para la mayoría de
los habitantes de esta región y los amantes de este género, el vallenato, es también un
modo de ser, un estilo de vida y el sentir de un pueblo; el vallenato es más que música;
son vivencias y expresiones sentimentales capaces de estremecer a cualquiera que
conozca y entienda la importancia de este genero musical.
El vallenato es la combinación de tres instrumentos básicos como lo son el acordeón, la
caja y la guacharaca dando como resultado final un género único con cuatro ritmos
básicos que son: el son, el paseo, el merengue y la puya.
HISTORIA:
Data de un siglo el nacimiento de este género musical que se inicia en la Costa Atlántica
Colombiana, con el acordeón en solitario, como base del conjunto instrumental, el que
paulatinamente se fue dando a conocer en toda la región y eventualmente se acompañó
de la gaita o carrizo en algunos lugares de la provincia.
A finales de 1.800, llega a Colombia el acordeón por el puerto de Riohacha, en la Península
de la
Guajira, y
desde
entonces
se quedó para
siempre en
manos
de
campesinos que lo incorporaron a sus expresiones musicales, hasta
instrumento principal del conjunto típico de música vallenata.
convertirlo
en
el
Poco a poco se integran los tres instrumentos que conforman este ritmo, como resultado
de un efecto social y popular, fruto de las reuniones sociales de la época. Los instrumentos
se integran entonces, mezclando tres culturas: el acordeón europeo, la guacharaca
indígena y la caja africana, la que estuvo en manos de los chimilas, en las épocas pre y pos
coloniales, anteriores al acordeón; y la guacharaca, que es el instrumento más original y
autóctono de la trifonía vallenata.
A estos tres elementos se sumaron los cantos de vaquería con que los peones de la
grandes haciendas acompañaban sus jornadas vespertinas para recoger y encerrar los
ganados, fueron la base de lo que más tarde se convertiría en las historias cantadas, en
narraciones musicales, que hoy se conocen como Vallenatos. El cantante se convierte
entonces en un nuevo elemento, ya que hasta hace menos de veinte años, la costumbre
era que el acordeonero llevara la voz cantora e interpretara él mismo la letra de las
canciones que tocaba.
Poco a poco el vallenato fue surgiendo de abajo y tardó más de medio siglo en adquirir
rango social. Las "colitas", fueron el espacio para que los grupos de vallenato llegaran a las
altas esferas de ciudades como Valledupar, Riohacha y Santa Marta, pues eran los remates
de las fiestas de la burguesía al momento que las orquestas dejaban de amenizar.
EVOLUCION:
El genero vallenato ha crecido enormemente ya que su gran secreto es que no es tan
antiguo como la gente piensa. Se oye mencionar con frecuencia a Francisco el Hombre,
que suena como un personaje legendario, pero éste existió alrededor de la segunda
década del siglo pasado. De manera, que no es una historia de tiempos remotos.
El tradicional vallenato colombiano, considerado por Gabriel García Márquez como una
influencia determinante en su obra literaria, logró desplazar a la tradicional cumbia como
el género musical favorito en el país. Este ritmo, con 100 años de historias narradas y
desventuras de los pueblos del caribe colombiano, superó en ventas de discos a la cumbia
y abrió un gran mercado nacional e internacional para sus intérpretes. Desde finales de la
década del 70, el posicionamiento del vallenato comenzó a darse. Actualmente, las ventas
de discos de vallenato superan ampliamente las de la cumbia, porque no existe una figura
representativa que cante cumbia.
Los modernos interpretes de este género como Carlos Vives, Los Diablitos, Los Gigantes, El
Binomio de Oro, Los Inquietos, los hijos de Diomedes (Diomedes Dionisio y Rafael Santos),
son algunos de los representantes que garantizan la expansión de esta música a nivel
internacional.
Los ojos del mundo y de muchos cantantes reconocidos, se han fijado en este ritmo
encantador, es así como Julio Iglesias, Paloma San Basilio, Joan Manuel Serrat, Gloria
Estefan, Rubén Blades y Fulanito, han incluido en sus trabajos musicales el vallenato,
apoyándose en el talento de reconocidos acordeoneros como Egidio Cuadrado y el Cocha
Molina, lo que es gratificante y estimulante para esta música.
GENERO MUSICAL:
La música vallenata como cualquier otro género musical, no se define solamente por su
composición instrumental sino también por la forma como son ejecutados sus
instrumentos, y a veces hasta la melodía debe tener unos parámetros definidos. Debido a
que el vallenato es la representación resumida de una gran cantidad de ritmos costeños y
caribeños interpretados por antepasados, resulta imposible reducir toda esa cantidad a un
sólo ritmo, es por esto que en la actualidad el género vallenato está dividido en 4 aires o
ritmos:
EL SON:
El Son Vallenato tiene una cuadratura de compás de 2 x 4, y una marcación en los bajos
de 1 x 1 muy marcado, sobretodo en intérpretes sabaneros o de influencia bajera, a
diferencia de los acordeoneros de la Provincia (Valledupar, Villanueva, Fonseca, etc),
quienes interpretan el Son mas fluido, menos marcado, más sutil y le dan una marcación
de bajo de 1 x 2 y de 2 x 1, a veces. Los Sones son una especie de crónicas en donde la
singular narrativa del cantor deja plasmados los acontecimientos de su existencia,
particularmente en esta especie se representan dramas nostálgicos que han constituido
parte importante en la vida del autor. Es un cantar de ancestro mulato, sin que esté libre
de la influencia indígena, pues esto no es posible en una música en donde toda la
estructura autóctona es de esta estirpe.
EL PASEO:
El Paseo tiene una cuadratura de compás de 4 tiempos. La marcación de los bajos es de 1
x 3 y a veces, de acuerdo a la pieza, de 2 x 1. Para los intérpretes es el Aire más fácil de
tocar. Literariamente recoge, de forma espontánea, las historias y relatos de un pueblo
que perfecciona todos los componentes de los mismos, en una especie de cantares de
siempre. Es el ritmo más tocado y más comercializado en la música vallenata. Es un poco
más rápido que el son y se divide en dos: paseo lento y paseo rápido. El paseo lento es
por lo general romántico aunque hay ocasiones en que se le compone a un amigo, a un
pueblo y en general a las costumbres provincianas. El paseo rápido, como su propio
nombre lo indica, es un poco más rápido y son rara las veces en que éste es romántico.
Generalmente éste es el que se usa para que el acordeón se luzca y tome un papel
protagónico en la canción.
EL MERENGUE:
Por lo general es mucho más alegre que los dos anteriores y también más rápido. El
Merengue se diferencia de los demás aires en la interpretación y marcación de los bajos
de 3 x 1 y a veces de 1 x 3, de acuerdo a la estructura propia de la melodía. Aunque si el
intérprete lo desea puede tocarlo más rápido. Melódicamente es el aire o ritmo más rico
del vallenato y su ejecución permite, al intérprete, desplegar todas sus habilidades y hacer
un verdadero alarde de cadencia y armonía.
LA PUYA:
La Puya y el Merengue en su patrón rítmico y armónico son iguales. La diferencia está en
su concepción melódica; en el ritmo, en la música y naturalmente en la interpretación que
se haga, propia de cada pieza. Así la Puya, tiene una marcación en los bajos de 2 x 2 y a
veces,
de
2
x
1
en
ciertos
pasajes
de
la
interpretación.
El acordeón la caja y la guacharaca se tienen que ejecutar con bastante habilidad debido a
la misma rapidez del ritmo. De éste ritmo se puede decir que siempre fue utilizado para la
jocosidad del pueblo. Sus letras se refieren por lo general al mismo folklore y son muy
contadas las ocasiones en que éstas son tristes ya que dicha rapidez no se presta para
ello.
LA PIQUERIA:
Sin ser un aire vallenato, la piquería o reto de coplas, se constituyó en el más efectivo
molde de creación y propagación del vallenato. La Piquería es el duelo cantado entre dos
o más personas, en el cual las armas de los contrincantes no son otra cosa que la
inteligencia y su natural disposición para desafiar y responder en cuartetas o décimas
(versos de cuatro o diez palabras, como se le conoce en la región.)
Anteriormente la Piquería era el enfrentamiento de dos o más acordeoneros, que se
desafiaban a duelo verbal, con verso hiriente, burlón y sarcástico, echando mano a la
improvisación para hacer brillar las virtudes personales y de paso, los defectos de los
adversarios. En este duelo musical se llegaban a ofender las más delicadas intimidades de
su oponente con tal de someterlo al ridículo público y conquistar el titulo de Mejor en la
Piquería. Era tal la pasión por la Piquería que los músicos se retaban "a distancia" en
cantos que volaban de boca en boca donde se aclaraba hora, fecha y lugar de la contienda
que muchas veces se perpetuaron en cantos inmortales, como es el caso de la Gota Fría,
del Maestro Emiliano Zuleta Baquero.
La historia del vallenato registra piquerias legendarias, como las de Francisco Moscote
Guerra (el verdadero Francisco el Hombre) y Abraham Maestre; el mismo Abraham
Maestre y Cristóbal Lúquez; Víctor Silva y Octavio Mendoza; Emiliano Zuleta y Chico
Bolaños; Samuelito Martínez y Germán Serna; Samuelito y Náfer Durán (%ABlarga y fea según Samuelito-, donde hubo hasta privados y heridos); Eusebio Ayala y Luis Pitre
(miembro de una respetada dinastía de músicos); Octavio Mendoza y Eusebio Ayala;
Eusebio Ayala y el Mocho Mon, un 15 de mayo en Rincón Hondo.
LAS DECIMAS
Después de la conquista y una vez producida la fusión tri-étnica tanto en lo físico como el
musical, la décima se incorporó al canto de toda la Costa Atlántica Colombiana, donde sus
cultores la asimilaron e imprimieron un estilo propio que hoy pervive.
Considerada como un verdadero alarde de ingenio y talento, la décima es la combinación
métrica de diez versos octosílabos que van rimando, en perfecta armonía y consonancia,
el primero con el cuarto y el quinto; el segundo con el tercero; el sexto con el séptimo y el
décimo; y el octavo con el noveno. Admite puntos o dos puntos después del cuarto verso
y no los admite después del quinto. La décima vallenata, particularmente, tiene por lo
general tres estrofas de diez versos cada una y a veces cuatro estrofas, siempre
precedidas por una estrofa de cuatro versos llamada "cabecilla", la cual contiene un
resumen o insinuación del tema.
INTERPRETES:
El cantador vallenato tradicional es el máximo deleite de las gentes y gran exponente de la
identidad cultural de esta patria. Sencillo, espontáneo y digno del folclor, habla el lenguaje
del pueblo y, con características que lo hacen único en su genero en el mundo
latinoamericano, no solo canta interpretando los sentimientos sino que al mismo tiempo
refiere chistes regionales, improvisa versos, prodiga saludos, lanza entre una y otra estrofa
refranes de profunda filosofía popular.
Cuando el acordeón era interpretado solo, sin más acompañamiento, el acordeonero
asumió el papel de cantador por espacio de varias décadas hasta cuando definitivamente
surgió el cantador vallenato que se integró de manera definitiva, a la organología
vallenata para hacer que este canto recuperara el esplendor de tiempos pasados.
Citar a los interpretes vallenatos es una tarea difícil, si no se quiere dejar a nadie
importante por fuera, pues han sido tantos y tan talentosos, que es fácil caer en
omisiones.
Entre los trovadores cabe destacar a León Carrillo, Cristóbal Lúquez, Abrahan Maestre,
Agustín
Montero
y
Francisco
Moscote
(Francisco
El
Hombre).
Entre los primeros cantores figuran Luis Pitre, Fortunato Peñaranda, Chico Bolaños,
Eusebio Zequeira, Chico Sarmiento, Juan Muñoz, Ramón Zuleta, Carlos Araque, Juancito
López, Fortunato Fernández, el negro Ayala, Fulgencio Martinez y Francisco Rada.
INTERPRETES:
Algunos exponentes de la música costumbrista fueron Emiliano Zuleta Baquero (padre de
los Hermanos Zuleta, Poncho y Emilianito) y Lorenzo Morales, cuya rivalidad hizo célebre
la canción "La Gota Fría" , compuesta por el "Viejo Mile" como suele llamársele a este gran
juglar, Emiliano Zuleta. Después de mucho tiempo, la Gota Fria se convirtió en éxito
mundial con la interpretación de Carlos Vives.
Más adelante en esta modalidad de vallenato costumbrista se destacó Rafael Escalona,
quien le dio popularidad al vallenato, para luego convertirlo en imagen de una región, la
región del Cesar.
El pionero en la grabación de discos vallenatos fue Abel Antonio Villa a quien se le
considera "el padre del acordeón", por ser el que realizó la primera grabación comercial
con canciones vallenatas . Después le siguió Luis Enrique Martinez "el pollo vallenato," con
ellos el vallenato llegó a muchas partes donde no se le conocía.
El vallenato descriptivo contó con creadores como Rafael Escalona y Leandro Díaz. Más
tarde surge el sentimental o romántico que impuso Tobías Enrique Pumarejo , estilo que
siguió muy de cerca Gustavo Gutiérrez Cabello quien lo popularizó y al que se le conoce
como el precursor de este estilo actual, siguiéndole la huella el inmortal Fredy Molina.
El vallenato moderno fue impuesto por Nicolás Bolaños y Armando Zabaleta. Más
adelante en la modalidad del vallenato tradicional se incluye a Andrés Landero, Alejandro
Durán, Calixto Ochoa, Juan Polo Valencia, Ovidio Granados, El chiche Guerra, Lisandro
Meza, Naffer Durán y Julio De la Ossa entre otros.
El creador de un nuevo estilo fue, el tres veces Rey Vallenato Alfredo Gutiérrez Vital. Se
atrevió a adaptarle otros instrumentos al vallenato para hacerlo más popular con
canciones bailables y más comerciales. A raíz de esto salen nuevos compositores e
intérpretes que realizan sus grabaciones para poder cumplir los innumerables
compromisos musicales.
Actualmente exponentes como Diomedes Díaz, Jorge Oñate, Los Betos, Binomio de Oro,
Iván Villazón, Silvestre Dangónd, Los Hermanos Zuleta , Piter Manjarrés, Pepito Gutiérrez,
Ricardo Maestre, Ernesto Mendoza, entre otros, son exigidos para actuar no solo en
Colombia sino en el exterior.
La música vallenata hoy en día se ha extendido a muchos rincones del mundo, pero aún se
recuerda con nostalgia las melodías de la época de los grandes personajes del vallenato,
entre ellos el inmortal Francisco El Hombre.
COMPOSITORES:
Así como la mujer es el centro de la gran mayoría de las canciones vallenatas, el amor a su
región es otros de los factores que despiertan al compositor que hay dentro de muchos
cesarences y guajiros . El río Cesar , La sierra nevada de Santa Marta y el desierto de la
Guajira son uno de los tantos escenarios en donde el provinciano se inspira y los hace
protagonista de sus canciones.
Es por esto que son múltiples las composiciones en las que el autor le rinde homenaje a su
pueblo natal o a sus bellezas naturales. Algunos de los mas destacados compositores son:
Alberto "tico" Mercado, Alejo Durán, Armando Zabaleta, Calixto Ochoa, Camilo Namen,
Daniel celedón, Diomedez Díaz, Efrén Calderón, Eibar Rafael Gutiérrez, Emilianito Zuleta,
Fabián Corrales, Fabio Zuleta, Fernando Dangong Castro, Fernando Meneses, Gustavo
Calderón, Gustavo Gutiérrez Cabello, Héctor Zuleta Diaz, Hernán Urbina, Hernando Marín,
Iván Ovalle, Jean Carlos Centeno, José Alfonso "chiche" Maestre, Juan Humberto Rois, Luis
Egurrola, Marciano Martinez, Octavio Daza Cárdenas, Omar Geles, Rafael Escalona, Rafael
Manjarrez, Roberto Calderón, Rosendo Romero, Sergio Moya, Tobías enrique Pumarejo,
Tomás Darío Gutierrez, Wilfran Castillo.
DANZAS Y PARRANDAS:
DANZAS
Dicen algunos que el vallenato es para bailar “pegado”, ya que su acorde melodioso lleva a
la pareja a un encuentro fluido en donde todo el cuerpo se desplaza con armonía ligera.
Lógicamente cada aire tiene su estilo propio de baile. El son se baila suavecito y pegado,
asi como el paseo. La puya y el merengue invitan al despliegue de brazos y piernas, que
con la agilidad exigida por el ritmo obliga a los danzantes a deslizarle por la pista en forma
circular bien sea cogidos o separados. El paso del acordeón se lleva con los brazos y frente
a la pareja uniéndose y separándose de adelante hacia atrás.
El vallenato no tiene coreografía, como la tiene el bambuco o la cumbia, es un ritmo que
se baila popularmente, siempre en pareja, y que cada quién coordina como mejor lo
siente.
LA PARRANDA
Las Parrandas en un comienzo fueron el medio de comunicación del vallenato hasta la
llegada del disco, la radio, las casetas, la televisión, etc. A diferencia de las colitas, las
parrandas no han desaparecido, ellas siguen representando el legítimo ambiente social del
vallenato y una de las más altas expresiones del mismo.
Las parrandas son celebraciones espontáneas de amistad, para las que se necesita uno o
varios conjuntos vallenatos, el exigente circulo de escuchas, y tiempo, ya que parranda
que se respete puede durar mas de dos días. Adicionalmente el licor y el sancocho, son
elementos también indispensables que dan el matiz al evento en el que los músicos
muestran su versatilidad al cantar vallenatos y contar historias, otro elemento importante
en estas parrandas.
Allí no se baila, ni se habla en grupos, esto es un irrespeto. Lo que si es costumbre es
beber en forma abundante, preferiblemente whisky, comer chivo y queso salado de forma
continua, y sentarse en circulo frente al grupo vallenato que solo debe contar con los
instrumentos tradicionales.
TRASCENDENCIA CULTURAL
Con una historia cuyos orígenes se remontan a los inicios del siglo pasado, el vallenato es
la expresión musical que, nacida en el ámbito rural y campesino del valle de los ríos Cesar
y Ranchería, logró, en poco tiempo, un gran ascenso social.
Uno de los escenarios donde empezó a codearse el vallenato con la música que escuchaba
y bailaba la burguesía -valses, mazurcas, canciones napolitanas- fue el de las colitas. Era
este el nombre que recibían las colas o finales de fiesta de la clase adinerada: bodas,
bautizos, cumpleaños, festejos religiosos... Durante el sarao, mientras los señores se
divertían con la música europea que interpretaba una precaria orquesta provinciana, los
trabajadores pasaban la fiesta en la cocina y los galpones a punta de acordeón,
guacharaca y caja. Despachada la orquesta, los de atrás eran invitados a pasar adelante, y
patrones y vaqueros se sentaban a tomar y cantar juntos.
De esta forma las colitas ayudaron a divulgar el género y a mediados de siglo XX, ya
cuando el vallenato es aceptado indistintamente por todas las clases sociales es cuando
empieza a penetrar en el resto del país.
Fue así como, con gracia y habilidad, sus intérpretes, después de haber sido
menospreciados por la clase alta, hoy se ven asediados y admirados por las más altas
personalidades.
Desde 1970 los Presidentes de Colombia asisten, protocolariamente, a la ceremonia de
inauguración del Festival de la Leyenda Vallenata.
En la Navidad del 99 la agrupación infantil "Los Niños del Vallenato" recibieron la
invitación de la Casa Blanca para animar la ceremonia de encendido del árbol de Navidad,
siendo recibidos luego, en privado, por el presidente estadounidense Bill Clinton.
Ante el éxito internacional del vallenato, se han ido perdiendo sus raíces, lo que preocupa
a sus defensores, por eso se hacen esfuerzos como el Festival vallenato, para preservar la
tradición. Esta música pasó de ser la amenización de la parranda, para convertirse en un
ritmo comercial, y aunque las parrandas, las serenatas y los concursos no han dejado de
existir, estos eventos ya no son en muchos casos la razón por las cuales nacen los
vallenatos.
Los amantes del vallenato son conscientes de que él, como toda clase de música, debe
evolucionar, pero su lucha está en conservar sus raíces como son sus ritmos, letras, e
instrumentos.
Prueba de ello es la letra de la canción inédita ganadora del último festival vallenato que
terminó el pasado mes de abril del 2005, uno de sus apartes dice:
"Que dónde estaba el vallenato, ese que él un día cantó, ese que tanto gustó por su
bonito relato, Quién inventó ese aire sin ton ni son que no guarda la expresión original del
vallenato"
Será la historia la que escriba la verdadera trascendencia de este ritmo, ya que debido a su
corta vida, es difícil determinar sus alcances sociales y culturales.
FESTIVAL DE LA LEYENDA VALLENATA
En el año de 1968, la periodista y escritora Consuelo Araújo Noguera, en compañía
Alfonso López Michelsen, Gobernador del Cesar, y el Maestro Rafael Escalona,
organizaron el Primer Festival, tomando como eje de la celebración el Relato históricoreligioso del Milagro. Se hizo el Primer Concurso de Conjuntos Típicos de Música
Vallenata, y Alejandro Durán, fue proclamado el primer Rey Vallenato.
Desde entonces, en Abril de cada año, se celebra en la ciudad de Valledupar el Festival de
la Leyenda Vallenata. Este evento es el más representativo del folclor vallenato ya que en
él participan los mejores ejecutantes de los tres instrumentos básicos vallenatos, y a
demás, se dan cita los mejores compositores para competir por el título de la mejor
canción inédita.
El Festival se caracteriza por sus cuatro concursos: Conjunto Típico de Música Vallenata en
sus tres Categorías (Profesional, Aficionado Juvenil e Infantil); Canción Vallenata Inédita en
sus cuatro aires (Merengue, Paseo, Puya y Son); Piqueria y Piloneras, además de la
representación a manera de teatro callejero de la Leyenda del Milagro, Leyenda Vallenata
que data de 1576 y que hace referencia a la conversión de los indios chimilas, tupes y
cariachiles a la religión católica, después de crueles enfrentamientos con los ejércitos
Españoles y después de ver el poder de Dios manifestado a través de la resurrección de los
combatientes de ambos bandos
OYE BONITA: COLACHO MENDOZA E IVO DIAZ
http://vallenato.biz/video/index.html
VALLENATOS CON GARCIA MARQUEZ
CARLOS SALINAS MALDONADO | 6/3/2012
Foto: Ceremonia de entrega del Premio de la FNPI, en Monterrey. Foto: Cortesía FNPI.
Y de repente yo, al lado de Gabriel García Márquez, cantando vallenatos.
La noche había caído con disimulo, muy lentamente. Apenas me percataba de ella, de su brisa
fresca y de esa oscuridad que lo envolvía todo, porque el corazón palpitaba con esa fuerza que
causan las grandes impresiones. Mi cabeza no asimilaba nada, sólo se dejaba llevar por ese
huracán de experiencias que me tomaron por sorpresa. El maestro cantaba. Su voz de anciano
bailaba con la letra de la música. La gota fría salía verso por verso de sus labios y sus brazos
cortos, tapados con un suéter de colores, se movían al ritmo que marcaban los instrumentos. Y allí,
desorientado y feliz, estaba yo, al lado del maestro, cantando vallenatos.
Pero vamos por partes.
Una fresca tarde abril acabada de dejar la redacción de La Prensa, donde entonces trabajaba.
Caminaba entre el ruido de cláxones, frenazos y gritos de la Carretera Norte cuando sonó mi
celular. La pantalla registraba un número telefónico de varios dígitos. Una llamada internacional. Al
otro lado del teléfono respondió una voz joven, masculina, de tono suave. Preguntó por mí, que
cómo estaba, que qué tal el trabajo. Todo bien, respondí, huraño. La voz anunció luego que yo,
que una crónica mía, estaba entre las finalistas del Premio Nuevo Periodismo, el que entrega
Gabriel García Márquez.
Los olvidados del Casita es el texto premiado por la Fundación Nuevo Periodismo. Narra la vida de
los supervivientes del alud que enterró 10 comunidades, levantadas en la falda del volcán, el 30 de
octubre de 1998, el día más trágico de aquella pesadilla que convirtió a Nicaragua en un gran
cementerio: el paso del huracán Mitch. Yo viajé casi diez años después hasta el lugar, en octubre
de 2007, porque quería saber qué había pasado con aquella gente.
Sufrí escribiendo. En realidad era mi primera prueba de que podía contar una historia. E intenté
hacerlo bien: me documenté, entrevisté a mucha gente, leí los diarios de la época. Y una
novela, Las uvas de la ira, que había leído de adolescente, me ayudaron a tratar de construir un
estilo de narración. Aquella tarde cuando recibí aquella llamada internacional entre el tráfico de
Managua, suspiré profundamente y me dije a mí mismo: lo logré.
Ahora vamos a Monterrey. Imagínense conmigo un salón moderno, de grandes espacios
cuadrados, pilares grandes como patas de elefante y techo alto, muy alto. Colores vivos, filas de
sillas acomodadas como en los teatros y alfombras rojas a los lados. Este es un salón del Marco, el
Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey. Una tarima hermosa ocupa el lado frontal, adornada
con flores y unas raras esculturas de cemento y vidrio que serán entregadas esta noche. Todas las
miradas se pegan al centro de la mesa que está sobre la tarima. Allá arriba, como un dios de la
literatura, está García Márquez, el maestro Gabo.
Nunca antes mis manos habían sudado tanto.
El maestro de ceremonia mencionó mi trabajo. Dijo mi nombre. Y el pequeño país de donde me
embarqué para esta aventura. Caminé casi que corriendo. Subí esa tarima como quien se juega la
vida. Mi mirada estaba centrada en el maestro. Le tomé la mano. Le dije muchísimas gracias.
Un hermano de Gabo, Jaime, a quien había conocido por un taller de periodismo que hice en
Aracataca, Colombia, se acercó a mí después de aquella premiación y me dijo: “¿Quieres venir con
nosotros a una fiesta con Gabo?”.
A Gabriel García Márquez le gusta cantar, le gusta bailar, le gusta tomar. Entre copas de vino,
entre bailes y canciones colombianas aquella noche se fue acabando. ¿Cómo llegué yo aquí, a
esta fiesta íntima?
Acordate Moralito de aquel día que estuviste en Urumita y no quisiste hacer parranda Te
fuiste de mañanita, sería de la misma rabia Un grupo de vallenato entró en aquel salón y La gota
fría comenzó a llenarlo todo. Y el maestro cantó. Animado por las copas y la música. Cantó y yo
canté a su lado. Luego, una conversación, que hoy día de su cumpleaños 85, recuerdo, fresca, en
mi memoria:
— ¿Y tú eres de Nicaragua?—me preguntó el maestro en una pausa de la música.
—Sí, soy— respondí huraño.
—Nosotros hicimos mucho por Nicaragua. Yo y Fidel (Castro). Pero ahora todo eso cambió— me
dijo.
—Sí, le dije. Ahora ya no hay nada de la revolución—.
—Ellos (el FSLN) lo echaron todo a perder. Ni Fidel los quiere ver. —me lanzó.
— ¿Y Dora María Téllez? — me preguntó luego de una pausa.
—Pues en Nicaragua, crítica con el Gobierno—, le dije.
—Dile a ella que es la única a la que recibiría en mi casa en México. Dile. —
—Yo le diré — prometí.
GABRIEL GARCIA MARQUEZ
SU HISTORIA
Gabriel García Márquez nació en Aracataca (Magdalena), el 6 de marzo de 1927. Creció como niño
único entre sus abuelos maternos y sus tías, pues sus padres, el telegrafista Gabriel Eligio García y
Luisa Santiaga Márquez, se fueron a vivir, cuando Gabriel sólo contaba con cinco años, a la población
de Sucre, donde don Gabriel Eligio montó una farmacia y donde tuvieron a la mayoría de sus once
hijos.
Los abuelos eran dos personajes bien particulares y marcaron el periplo literario del futuro Nobel: el
coronel Nicolás Márquez, veterano de la guerra de los Mil Días, le contaba al pequeño Gabriel infinidad
de historias de su juventud y de las guerras civiles del siglo XIX, lo llevaba al circo y al cine, y fue su
cordón umbilical con la historia y con la realidad. Doña Tranquilina Iguarán, su cegatona abuela, se la
pasaba siempre contando fábulas y leyendas familiares, mientras organizaba la vida de los miembros
de la casa de acuerdo con los mensajes que recibía en sueños: ella fue la fuente de la visión mágica,
supersticiosa y sobrenatural de la realidad. Entre sus tías la que más lo marcó fue Francisca, quien
tejió su propio sudario para dar fin a su vida.
Gabriel García Márquez aprendió a escribir a los cinco años, en el colegio Montessori de Aracataca, con
la joven y bella profesora Rosa Elena Fergusson, de quien se enamoró: fue la primera mujer que lo
perturbó. Cada vez que se le acercaba, le daban ganas de besarla: le inculcó el gusto de ir a la
escuela, sólo por verla, además de la puntualidad y de escribir una cuartilla sin borrador.
En ese colegio permaneció hasta 1936, cuando murió el abuelo y tuvo que irse a vivir con sus padres
al sabanero y fluvial puerto de Sucre, de donde salió para estudiar interno en el colegio San José, de
Barranquilla, donde a la edad de diez años ya escribía versos humorísticos. En 1940, gracias a una
beca, ingresó en el internado del Liceo Nacional de Zipaquirá, una experiencia realmente traumática:
el frío del internado de la Ciudad de la Sal lo ponía melancólico, triste. Permaneció siempre con un
enorme saco de lana, y nunca sacaba las manos por fuera de sus mangas, pues le tenía pánico al frío.
Sin embargo, a las historias, fábulas y leyendas que le contaron sus abuelos, sumó una experiencia
vital que años más tarde sería temática de la novela escrita después de recibir el premio Nobel: el
recorrido del río Magdalena en barco de vapor. En Zipaquirá tuvo como profesor de literatura, entre
1944 y 1946, a Carlos Julio Calderón Hermida, a quien en 1955, cuando publicó La hojarasca, le
obsequió con la siguiente dedicatoria: "A mi profesor Carlos Julio Calderón Hermida, a quien se le
metió en la cabeza esa vaina de que yo escribiera". Ocho meses antes de la entrega del Nobel, en la
columna que publicaba en quince periódicos de todo el mundo, García Márquez declaró que Calderón
Hermida era "el profesor ideal de Literatura".
En los años de estudiante en Zipaquirá, Gabriel García Márquez se dedicaba a pintar gatos, burros y
rosas, y a hacer caricaturas del rector y demás compañeros de curso. En 1945 escribió unos sonetos y
poemas octosílabos inspirados en una novia que tenía: son uno de los pocos intentos del escritor por
versificar. En 1946 terminó sus estudios secundarios con magníficas calificaciones.
Estudiante de leyes
En 1947, presionado por sus padres, se trasladó a Bogotá a estudiar derecho en la Universidad
Nacional, donde tuvo como profesor a Alfonso López Michelsen y donde se hizo amigo de Camilo
Torres Restrepo. La capital del país fue para García Márquez la ciudad del mundo (y las conoce casi
todas) que más lo impresionó, pues era una ciudad gris, fría, donde todo el mundo se vestía con ropa
muy abrigada y negra. Al igual que en Zipaquirá, García Márquez se llegó a sentir como un extraño,
en un país distinto al suyo: Bogotá era entonces "una ciudad colonial, (...) de gentes introvertidas y
silenciosas, todo lo contrario al Caribe, en donde la gente sentía la presencia de otros seres
fenomenales aunque éstos no estuvieran allí".
El estudio de leyes no era propiamente su pasión, pero logró consolidar su vocación de escritor, pues
el 13 de septiembre de 1947 se publicó su primer cuento, La tercera resignación, en el suplemento Fin
de Semana, nº 80, de El Espectador, dirigido por Eduardo Zalamea Borda (Ulises), quien en la
presentación del relato escribió que García Márquez era el nuevo genio de la literatura colombiana; las
ilustraciones del cuento estuvieron a cargo de Hernán Merino. A las pocas semanas apareció un
segundo cuento: Eva está dentro de un gato.
En la Universidad Nacional permaneció sólo hasta el 9 de abril de 1948, pues, a consecuencia del
"Bogotazo", la Universidad se cerró indefinidamente. García Márquez perdió muchos libros y
manuscritos en el incendio de la pensión donde vivía y se vio obligado a pedir traslado a la
Universidad de Cartagena, donde siguió siendo un alumno irregular. Nunca se graduó, pero inició una
de sus principales actividades periodísticas: la de columnista. Manuel Zapata Olivella le consiguió una
columna diaria en el recién fundado periódico El Universal.
El Grupo de Barranquilla
A principios de los años cuarenta comenzó a gestarse en Barranquilla una especie de asociación de
amigos de la literatura que se llamó el Grupo de Barranquilla; su cabeza rectora era don Ramón
Vinyes. El "sabio catalán", dueño de una librería en la que se vendía lo mejor de la literatura española,
italiana, francesa e inglesa, orientaba al grupo en las lecturas, analizaba autores, desmontaba obras y
las volvía a armar, lo que permitía descubrir los trucos de que se servían los novelistas. La otra cabeza
era José Félix Fuenmayor, que proponía los temas y enseñaba a los jóvenes escritores en ciernes
(Álvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor y Germán Vargas, entre otros) la manera de no caer en
lo folclórico.
Gabriel García Márquez se vinculó a ese grupo. Al principio viajaba desde Cartagena a Barranquilla
cada vez que podía. Luego, gracias a una neumonía que le obligó a recluirse en Sucre, cambió su
trabajo en El Universal por una columna diaria en El Heraldo de Barranquilla, que apareció a partir de
enero de 1950 bajo el encabezado de "La girafa" y firmada por "Septimus".
En el periódico barranquillero trabajaban Cepeda Samudio, Vargas y Fuenmayor. García Márquez
escribía, leía y discutía todos los días con los tres redactores; el inseparable cuarteto se reunía a diario
en la librería del "sabio catalán" o se iba a los cafés a beber cerveza y ron hasta altas horas de la
madrugada. Polemizaban a grito herido sobre literatura, o sobre sus propios trabajos, que los cuatro
leían. Hacían la disección de las obras de Defoe, Dos Passos, Camus, Virginia Woolf y William
Faulkner, escritor este último de gran influencia en la literatura de ficción de América Latina y muy
especialmente en la de García Márquez, como él mismo reconoció en su famoso discurso "La soledad
de América Latina", que pronunció con motivo de la entrega del premio Nobel en 1982: William
Faulkner había sido su maestro. Sin embargo, García Márquez nunca fue un crítico, ni un teórico
literario, actividades que, además, no son de su predilección: él prefirió y prefiere contar historias.
En esa época del Grupo de Barranquilla, García Márquez leyó a los grandes escritores rusos, ingleses y
norteamericanos, y perfeccionó su estilo directo de periodista, pero también, en compañía de sus tres
inseparables amigos, analizó con cuidado el nuevo periodismo norteamericano. La vida de esos años
fue de completo desenfreno y locura. Fueron los tiempos de La Cueva, un bar que pertenecía al
dentista Eduardo Vila Fuenmayor y que se convirtió en un sitio mitológico en el que se reunían los
miembros del Grupo de Barranquilla a hacer locuras: todo era posible allí, hasta las trompadas entre
ellos mismos.
También fue la época en que vivía en pensiones de mala muerte, como El Rascacielos, edificio de
cuatro pisos, ubicado en la calle del Crimen, que alojaba también un prostíbulo. Muchas veces no tenía
el peso con cincuenta para pasar la noche; entonces le daba al encargado sus mamotretos, los
borradores de La hojarasca, y le decía: "Quédate con estos mamotretos, que valen más que la vida
mía. Por la mañana te traigo plata y me los devuelves".
Los miembros del Grupo de Barranquilla fundaron un periódico de vida muy fugaz, Crónica, que según
ellos sirvió para dar rienda suelta a sus inquietudes intelectuales. El director era Alfonso Fuenmayor,
el jefe de redacción Gabriel García Márquez, el ilustrador Alejandro Obregón, y sus colaboradores
fueron, entre otros, Julio Mario Santo domingo, Meira del Mar, Benjamín Sarta, Juan B. Fernández y
Gonzalo González.
Periodismo y literatura
A principios de 1950, cuando ya tenía muy adelantada su primera novela, titulada entonces La casa,
acompañó a doña Luisa Santiaga al pequeño, caliente y polvoriento Aracataca, con el fin de vender la
vieja casa en donde él se había criado. Comprendió entonces que estaba escribiendo una novela falsa,
pues su pueblo no era siquiera una sombra de lo que había conocido en su niñez; a la obra en curso le
cambió el título por La hojarasca, y el pueblo ya no fue Aracataca, sino Macondo, en honor de los
corpulentos árboles de la familia de las bombáceas, comunes en la región y semejantes a las ceibas,
que alcanzan una altura de entre treinta y cuarenta metros.
En febrero de 1954 García Márquez se integró en la redacción de El Espectador, donde inicialmente se
convirtió en el primer columnista de cine del periodismo colombiano, y luego en brillante cronista y
reportero. El año siguiente apareció en Bogotá el primer número de la revista Mito, bajo la dirección
de Jorge Gaitán Durán.
Duró sólo siete años, pero fueron suficientes, por la profunda influencia que ejerció en la vida cultural
colombiana, para considerar que Mito señala el momento de la aparición de la modernidad en la
historia intelectual del país, pues jugó un papel definitivo en la sociedad y cultura colombianas: desde
un principio se ubicó en la contemporaneidad y en la cultura crítica. Gabriel García Márquez publicó
dos trabajos en la revista: un capítulo deLa hojarasca, el Monólogo de Isabel viendo llover en
Macondo (1955), y El coronel no tiene quien le escriba(1958). En realidad, el escritor siempre ha
considerado que Mito fue trascendental; en alguna ocasión dijo a Pedro Gómez Valderrama: "En Mito
comenzaron las cosas".
En ese año de 1955, García Márquez ganó el primer premio en el concurso de la Asociación de
Escritores y Artistas; publicó La hojarasca y un extenso reportaje, por entregas, Relato de un
náufrago, el cual fue censurado por el régimen del general Gustavo Rojas Pinilla, por lo que las
directivas de El Espectador decidieron que Gabriel García Márquez saliera del país rumbo a Ginebra,
para cubrir la conferencia de los Cuatro Grandes, y luego a Roma, donde el papa Pío XII
aparentemente agonizaba. En la capital italiana asistió, por unas semanas, al Centro Sperimentale di
Cinema.
Rondando por el mundo
Cuatro años estuvo ausente de Colombia. Vivió una larga temporada en París, y recorrió Polonia y
Hungría, la República Democrática Alemana, Checoslovaquia y la Unión Soviética. Continuó como
corresponsal de El Espectador, aunque en precarias condiciones, pues si bien escribió dos novelas, El
coronel no tiene quien le escriba yLa mala hora, vivía pobre a morir, esperando el giro mensual que El
Espectador debía enviar pero que demoraba debido a las dificultades del diario con el régimen de
Rojas Pinilla. Esta situación se refleja en El coronel, donde se relata la desesperanza de un viejo oficial
de la guerra de los Mil Días aguardando la carta oficial que había de anunciarle la pensión de retiro a
que tiene derecho. Además, fue corresponsal de El Independiente, cuando El Espectador fue
clausurado por la dictadura, y colaboró también con la revista venezolana Élite y la colombianísima
Cromos.
Su estancia en Europa le permitió a García Márquez ver América Latina desde otra perspectiva. Le
señaló las diferencias entre los distintos países latinoamericanos, y tomó además mucho material para
escribir cuentos acerca de los latinos que vivían en la ciudad luz. Aprendió a desconfiar de los
intelectuales franceses, de sus abstracciones y esquemáticos juegos mentales, y se dio cuenta de que
Europa era un continente viejo, en decadencia, mientras que América, y en especial Latinoamérica,
era lo nuevo, la renovación, lo vivo.
A finales de 1957 fue vinculado a la revista Momento y viajó a Venezuela, donde pudo ser testigo de
los últimos momentos de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez. En marzo de 1958, contrajo
matrimonio en Barranquilla con Mercedes Barcha, unión de la que nacieron dos hijos: Rodrigo (1959),
bautizado en la Clínica Palermo de Bogotá por Camilo Torres Restrepo, y Gonzalo (1962). Al poco
tiempo de su matrimonio, de regreso a Venezuela, tuvo que dejar su cargo en Momento y asumir un
extenuante trabajo en Venezuela Gráfica, sin dejar de colaborar ocasionalmente en Élite.
Pese a tener poco tiempo para escribir, su cuento Un día después del sábado fue premiado. En 1959
fue nombrado director de la recién creada agencia de noticias cubana Prensa Latina. En 1960 vivió
seis meses en Cuba y al año siguiente fue trasladado a Nueva York, pero tuvo grandes problemas con
los cubanos exiliados y finalmente renunció. Después de recorrer el sur de Estados Unidos se fue a
vivir a México. No sobra decir que, luego de esa estadía en Estados Unidos, el gobierno de ese país le
denegó el visado de entrada, porque, según las autoridades, García Márquez estaba afiliado al partido
comunista. Sólo en 1971, cuando la Universidad de Columbia le otorgó el título de doctor honoris
causa, le dieron un visado, aunque condicionado
Recién llegado a México, donde García Márquez ha vivido muchos años de su vida, se dedicó a escribir
guiones de cine y durante dos años (1961-1963) publicó en las revistas La Familia y Sucesos, de las
cuales fue director. De sus intentos cinematográficos el más exitoso fue El gallo de oro (1963), basado
en un cuento del mismo nombre escrito por Juan Rulfo, y que García Márquez adaptó con el también
escritor Carlos Fuentes. El año anterior había obtenido el premio Esso de Novela Colombiana con La
mala hora.
La consagración
Un día de 1966 en que se dirigía desde Ciudad de México al balneario de Acapulco, Gabriel García
Márquez tuvo la repentina visión de la novela que durante 17 años venía rumiando: consideró que ya
la tenía madura, se sentó a la máquina y durante 18 meses seguidos trabajó ocho y más horas
diarias, mientras que su esposa se ocupaba del sostenimiento de la casa.
En 1967 apareció Cien años de soledad, novela cuyo universo es el tiempo cíclico, en el que suceden
historias fantásticas: pestes de insomnio, diluvios, fertilidad desmedida, levitaciones... Es una gran
metáfora en la que, a la vez que se narra la historia de las generaciones de los Buendía en el mundo
mágico de Macondo, desde la fundación del pueblo hasta la completa extinción de la estirpe, se cuenta
de manera insuperable la historia colombiana desde después del Libertador hasta los años treinta del
presente siglo. De ese libro Pablo Neruda, el gran poeta chileno, opinó: "Es la mejor novela que se ha
escrito en castellano después del Quijote". Con tan calificado concepto se ha dicho todo: el libro no
sólo es laopus magnum de García Márquez, sino que constituye un hito en Latinoamérica, como uno
de los libros que más traducciones tiene, treinta idiomas por lo menos, y que mayores ventas ha
logrado, convirtiéndose en un verdadero bestseller mundial.
Después del éxito de Cien años de soledad, García Márquez se estableció en Barcelona y pasó
temporadas en Bogotá, México, Cartagena y La Habana. Durante las tres décadas transcurridas, ha
escrito cuatro novelas más, se han publicado tres volúmenes de cuentos y dos relatos, así como
importantes recopilaciones de su producción periodística y narrativa.
Varios elementos marcan ese periplo: se profesionalizó como escritor literario, y sólo después de casi
23 años reanudó sus colaboraciones en El Espectador. En 1985 cambió la máquina de escribir por el
computador. Su esposa Mercedes Barcha siempre ha colocado un ramo de rosas amarillas en su mesa
de trabajo, flores que García Márquez considera de buena suerte. Un vigilante autorretrato de
Alejandro Obregón, que el pintor le regaló y que quiso matar en una noche de locos con cinco tiros del
calibre 38, preside su estudio. Finalmente, dos de sus compañeros periodísticos, Álvaro Cepeda
Samudio y Germán Vargas Cantillo, murieron, cumpliendo cierta predicción escrita en Cien años de
soledad.
Premio Nobel de Literatura
En la madrugada del 21 de octubre de 1982, García Márquez recibió en México una noticia que hacía
ya mucho tiempo esperaba por esas fechas: la Academia Sueca le otorgó el ansiado premio Nobel de
Literatura. Por ese entonces se hallaba exiliado en México, pues el 26 de marzo de 1981 había tenido
que salir de Colombia, ya que el ejército colombiano quería detenerlo por una supuesta vinculación
con el movimiento M-19 y porque durante cinco años había mantenido la revista Alternativa, de corte
socialista.
La concesión del Nobel fue todo un acontecimiento cultural en Colombia y Latinoamérica. El escritor
Juan Rulfo opinó: "Por primera vez después de muchos años se ha dado un premio de literatura
justo". La ceremonia de entrega del Nobel se celebró en Estocolmo, los días 8, 9 y 10 de diciembre;
según se supo después, disputó el galardón con Graham Greene y Gunther Grass.
Dos actos confirmaron el profundo sentimiento latinoamericano de García Márquez: a la entrega del
premio fue vestido con un clásico e impecable liquiliqui de lino blanco, por ser el traje que usó su
abuelo y que usaban los coroneles de las guerras civiles, y que seguía siendo de etiqueta en el Caribe
continental. Con el discurso "La soledad de América Latina" (que leyó el miércoles 8 de diciembre de
1982 ante la Academia Sueca en pleno y ante cuatrocientos invitados y que fue traducido
simultáneamente a ocho idiomas), intentó romper los moldes o frases gastadas con que
tradicionalmente Europa se ha referido a Latinoamérica, y denunció la falta de atención de las
superpotencias por el continente. Dio a entender cómo los europeos se han equivocado en su posición
frente a las Américas, y se han quedado tan sólo con la carga de maravilla y magia que se ha asociado
siempre a esta parte del mundo. Sugirió cambiar ese punto de vista mediante la creación de una
nueva y gran utopía, la vida, que es a su vez la respuesta de Latinoamérica a su propia trayectoria de
muerte.
El discurso es una auténtica pieza literaria de gran estilo y de hondo contenido americanista, una
hermosa manifestación de personalidad nacionalista, de fe en los destinos del continente y de sus
pueblos. Confirmó asimismo su compromiso con Latinoamérica, convencido desde siempre de que el
subdesarrollo total, integral, afecta todos los elementos de la vida latinoamericana. Por lo tanto, los
escritores de esta parte del mundo deben estar comprometidos con la realidad social total
Con motivo de la entrega del Nobel, el gobierno colombiano, presidido por Belisario Betancur,
programó una vistosa presentación folclórica en Estocolmo. Además, adelantó una emisión de sellos
con la efigie de García Márquez dibujada por el pintor Juan Antonio Roda, con diseño de Dickens
Castro y texto de Guillermo Angulo, a propósito de la cual el Nobel colombiano expresó: "El sueño de
mi vida es que esta estampilla sólo lleve cartas de amor".
Desde que se conoció la noticia de la obtención del ambicionado premio, el asedio de periodistas y
medios de comunicación fue permanente y los compromisos se multiplicaron. Sin embargo, en marzo
de 1983 Gabo regresó a Colombia. En Cartagena lo esperaban doña Luisa Santiaga Márquez de
García, en su casa del Callejón de Santa Clara, en el tradicional barrio de Manga, con un suculento
sancocho de tres carnes (salada, cerdo y gallina) y abundante dulce de guayaba.
Después del Nobel, García Márquez se ratificó como figura rectora de la cultura nacional,
latinoamericana y mundial. Sus conceptos sobre diferentes temas ejercieron fuerte influencia. Durante
el gobierno de César Gaviria Trujillo (1990-1994), junto con otros sabios como Manuel Elkin
Patarroyo, Rodolfo Llinás y el historiador Marco Palacios, formó parte de la comisión encargada de
diseñar una estrategia nacional para la ciencia, la investigación y la cultura. Pero, quizás, una de sus
más valientes actitudes ha sido el apoyo permanente a la revolución cubana y a Fidel Castro, la
defensa del régimen socialista impuesto en la isla y su rechazo al bloqueo norteamericano, que ha
servido para que otros países apoyen de alguna manera a Cuba y que ha evitado mayores
intervenciones de los estadounidenses.
Tras años de silencio, en 2002 García Márquez presentó la primera parte de sus memorias, Vivir para
contarla, en la que repasa los primeros treinta años de su vida. La publicación de esta obra supuso un
acontecimiento editorial, con el lanzamiento simultáneo de la primera edición (un millón de
ejemplares) en todos los países hispanohablantes. En 2004 vio la luz su novela Memorias de mis putas
tristes.
CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA: LISANDRO MEZA
http://www.youtube.com/watch?v=eFBW6CNoDpo
VISION FOTOGRAFICA DE GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=D8W12HZk0mI&feature=related
CARTA DE DESPEDIDA DE GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=W85rzBTtIdI&feature=related
CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIA 1/10
http://www.youtube.com/watch?v=HXZNXnW_jv0&feature=related
VIDA DE GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=F12NbK-9A6Q&feature=related
CEREMONIA DE ENTREGA DEL PREMIO NOBEL: GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=qoN3F0BpGCY&feature=related
LA VIDA DE GABRIEL GARCIA MARQUEZ: GERALD MARTIN
http://www.youtube.com/watch?v=UKfI9PAJ_C8
INFLUENCIAS: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=h7FU5j7Wwgk&feature=related
EL ARTE: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=QVMi9Z6F1lM&feature=related
GABRIEL GARCIA Y FIDEL CASTRO
http://www.youtube.com/watch?v=_fzxHQPB1WM&feature=related
BUSCANDO A GABO
http://www.youtube.com/watch?v=VteR_oANyWY&feature=related
GABRIEL GARCIA MARQUEZ: UNA VIDA: GERALD MARTIN
http://www.youtube.com/watch?v=J_JgarCbp2M&feature=related
CARTA: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=sRBqTqtMncw&feature=related
LA VIDA INSOLITA: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=447fIOZuCtU&feature=related
CIEN AÑOS DE SOLEDAD: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=3D9kgQKXcac&feature=related
DISCURSO DE GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=SWHRDWqChkk&feature=related
EL OFICIO DE ESCRITOR: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=zumYA876rCg&feature=related
INICIO CIEN AÑOS DE SOLEDAD: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=sUhMcrj99oM&feature=fvwrel
CIEN AÑOS DE SOLEDAD: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=CMJT51w_BVY&feature=relmfu
LECTURA DE CIEN AÑOS DE SOLEDAD 1: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=LkxaXSoJQmM&feature=fvwrel
LECTURA DE CIEN AÑOS DE SOLEDAD 2: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=WEh2OHzWYEM&feature=relmfu
AUDIO BOOK CIEN AÑOS DE SOLEDAD: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=1AnPzV6O35g&feature=related
13 LINEAS PARA VIVIR: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=oEj-r0oEtk8&feature=related
13 RAZONES PARA VIVIR: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=1PBYHNxQTLA&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=5c7n86BDeGI&feature=fvwrel
MARIO VARGAS LLOSA VS GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=9lfBzQuqXXs&feature=fvwrel
ENTREVISTA: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=WbS5fiv6K3s&feature=related
CUMBRE IBERO AMERICANA: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=_89LI6GfHvQ&feature=related
PARIS: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?NR=1&feature=endscreen&v=QEzBncbRoBU
GABRIEL GARCIA MARQUES: 2-3
http://www.youtube.com/watch?v=5iz3bhm-qyY&feature=related
GABRIEL GARCIA MARQUEZ: 1-3
http://www.youtube.com/watch?v=GMpsqbge99c&feature=relmfu
GABRIEL GARCIA MARQUEZ: 3-3
http://www.youtube.com/watch?v=j4MZ_X1DnwA&feature=relmfu
HOMENAJE A GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=23-HHhfawro&feature=related
LA VIDA INSOLITA: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=447fIOZuCtU&feature=related
DOCUMENTAL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=D8W12HZk0mI&feature=related
LEER, ESCRIBIR, COMPREMDER: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=e0E8XgdkQK4&feature=related
LA ESQUINA EMBRUJADA
http://www.youtube.com/watch?v=5P-g9ghBloI&feature=fvwrel
EL CONQUISTABLE: MARIO VARGAS LLOSA
http://www.youtube.com/watch?v=O9Balpv8pGk&feature=related
TE QUIERO NO POR QUIEN ERES: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=d68Zq7DM4iY&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=d68Zq7DM4iY&feature=related
CARTA DE DESPEDIDA DE GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=W85rzBTtIdI&feature=related
CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=ALrEkbxdiA0&feature=related
CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA: 1/10
http://www.youtube.com/watch?v=HXZNXnW_jv0&feature=related
2/10: CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
http://www.youtube.com/watch?v=BnY4bx_NZ-I&feature=relmfu
3/10 CRIONICA DE UNA MUERTE ANUNCIA
http://www.youtube.com/watch?v=GkOoqN3tZRA&feature=relmfu
4/10 CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
http://www.youtube.com/watch?v=-8tN5eW6c9Y&feature=relmfu
5/10 CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
http://www.youtube.com/watch?v=mK83D2ES2Fw&feature=relmfu
6/10 CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
http://www.youtube.com/watch?v=Ow1Nrbpr_rY&feature=relmfu
7/10 CRONICA DE UYNA MUERTE ANUNCIADA
http://www.youtube.com/watch?v=YC-KdgAHSV8&feature=relmfu
8/10 CRONICA DE UINA MUERTE ANUNCIADA
http://www.youtube.com/watch?v=xyWCyIRop34&feature=relmfu
9/10 CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
http://www.youtube.com/watch?v=Gsy_IeFRA_g&feature=relmfu
10/10 CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
http://www.youtube.com/watch?v=XrAvDNpKEyo&feature=relmfu
http://www.youtube.com/watch?v=XrAvDNpKEyo&feature=relmfu
RELATO DE UN NAUFRAGO: GARIEL GARCIA NARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=OmXzDREqeww&feature=fvst
http://www.youtube.com/watch?v=HXZNXnW_jv0&feature=related
LA ESCRITURA EMBRUJADA: GABRIEL GARCIA MARQUEZ
http://www.youtube.com/watch?v=5P-g9ghBloI&feature=related

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