¿IMAGINACIÓN O REALIDAD? EL ATERRIZAJE DE TURÍS
Transcripción
¿IMAGINACIÓN O REALIDAD? EL ATERRIZAJE DE TURÍS
¿IMAGINACIÓN O REALIDAD? EL ATERRIZAJE DE TURÍS (VALENCIA) EL EPISODIO DE LA APARICIÓN DE UN OVNI Y SUS TRIPULANTES EN 1979 ES REVISITADO TREINTA AÑOS DESPUÉS, MOSTRANDOSE COMO PARADIGMA DE ESTE FENÓMENO Por Vicente-Juan Ballester Olmos Esta versión online tiene el objetivo de aportar el más abundante material gráfico posible de las dos encuestas realizadas en 1979 y de la re-encuesta de 2008. El autor. CLAVES DE UNA HISTORIA INCREÍBLE A las 11,30 de la mañana del día de San Jaime (25 de julio) de 1979 Federico Ibáñez Ibáñez, un acomodado agricultor de 54 años, salió del pueblo valenciano de Turís para dirigirse a un campo de viñas de su propiedad situado a unos 4 km con la finalidad de recoger uva para la comida familiar. Mientras conducía su R-6, unos 700 m antes de llegar vio un reflejo que atribuyó al SEAT 600 del hijo del dueño de la parcela vecina. Pronto dejó de verlo por el trazado del camino. Sin embargo, unos tres minutos después, cuando se encontraba a unos 50 m de distancia lo vio de nuevo, pensando todavía que se trataba de un coche aparcado en el centro del camino de acceso a los campos. 1 Carretera de acceso a los campos del testigo. Punto aproximado desde el que vio el destello de algo que estaba en la zona de los árboles del fondo. (Foto Vicente-Juan Ballester Olmos, 1979). Sólo cuando estuvo a unos 4 m del objeto, que le bloqueaba el paso, se percató de que no era un automóvil. Tenía forma de “medio huevo”, carecía de ruedas y se apoyaba en el suelo sobre dos “patas”. Era de color blanco, tenía una base plana y unas dimensiones aproximadas de 2,5 m de alto (incluyendo los 30 cm de los soportes) y 2,5 m de ancho. “Era una cosa metálica muy brillante, un blanco muy fuerte que nunca había visto”, afirmó el testigo. La zona del presunto aterrizaje, ocurrido en el camino de tierra cerca del árbol que aparece casi en el centro, dos semanas después de los hechos. Hacia delante, dirección de los campos del testigo, hacia atrás, dirección a Turís. (Foto José Vicente Alós, AVIU, 1979). Vista panorámica de la zona y curva donde se estacionó el coche del testigo a pocos metros del OVNI, con el dibujo del mismo hecho a V.J. Ballester Olmos y M. Guasp. (Foto José Vicente Alós, AVIU, 1979). 2 Desde el interior de su coche, el testigo señala el lugar donde encontró al OVNI aterrizado. (Foto José Vicente Alós, AVIU, 1979). Dibujo del ovni hecho por el testigo a los miembros del AVIU, grupo de encuesta valenciano. Cortesía Juan Antonio Fernández Peris. 3 Federico Ibáñez, en la zona del suceso. (Foto Vicente-Juan Ballester Olmos, 1979). Estupefacto y todavía sentado en el interior de su vehículo, vio surgir de un algarrobo 11 m a su izquierda dos seres idénticos que medían entre 80 y 100 cm de altura y que entraron en el objeto por su lado izquierdo. Corrían veloces uno tras otro, casi pegados, y no se giraron hacia el observador, que solo los vio de perfil durante aproximadamente un par de segundos. No obstante, gracias a su vista ágil de cazador, Federico Ibáñez pudo distinguir que iban ataviados con una vestimenta blanca que parecía estar “hinchada de aire” (de un grosor era cercano a la mitad de su altura) y que salía de la frente de aquellos seres y les llegaba casi hasta el suelo, dejando al descubierto unos pies pequeños y oscuros. Sus brazos eran cortos, estaban doblados y pegados al cuerpo y terminaban en unas manos oscuras. El único detalle de los rostros que pudo observar fueron unos tubos negros que sobresalían de ellos, de unos 7 u 8 cm de largo, parecidos a “las gafas que se usan para soldar, pero más largas”, fue el símil que puso el observador. 4 Reconstrucción artística del suceso. © Ignacio Bernácer, AVIU. Cortesía Juan Antonio Fernández Peris. Al instante, el objeto ascendió a gran velocidad con una inclinación de unos 260º. Levantó un torbellino de viento que dejó el suelo barrido, pero aún así el testigo tuvo tiempo de distinguir a través del parabrisas delantero una base circular lisa del mismo color blanco brillante que el resto del objeto. Ya no le vio las patas. Salió del coche precipitadamente pero solo acertó a contemplar una “perla” en el cielo que desaparecía en la altura. Aunque no había tenido tiempo de quitar la llave de contacto y tuvo en todo momento bajada la ventanilla del conductor, no escuchó sonido alguno. En total, desde que comprobó que se trataba de un cuerpo extraño hasta que éste inició el despegue transcurrieron unos 6 segundos y 4 más hasta que dejó de verlo. Plano del lugar. © Luis de Manuel, AVIU. Cortesía Juan Antonio Fernández Peris. 5 Planta y alzado de la posible forma y dimensiones del objeto que tomó tierra en Turís el 25 de julio de 1979, según el testigo. © Luis de Manuel, AVIU. Cortesía Juan Antonio Fernández Peris. 6 Como durante la observación, el testigo dentro de su coche mira hacia el árbol del que salieron los dos humanoides. (Foto José Vicente Alós, AVIU, 1979). Dibujo de los presuntos ocupantes del ovni hechos por el testigo en agosto de 1979 (primera encuesta del AVIU). Cortesía Juan Antonio Fernández Peris 7 . Izquierda: retrato-robot de los seres, aprobado por el testigo. © J.M. Gascón Valldecabres, AVIU. Cortesía Juan Antonio Fernández Peris. Derecha: descripción artística de los seres. Se advierte un error, los brazos debieron estar encogidos, no sueltos; asimismo los detalles faciales son licencias del dibujante. © Ignacio Bernácer, AVIU. Cortesía Juan Antonio Fernández Peris. Con presencia de ánimo, siguió hasta su viñedo y recogió las uvas, pero, intranquilo, decidió marcharse, no sin antes mirar junto al algarrobo “por si se habían dejado algo”. De vuelta a su casa contó nervioso lo sucedido a los familiares allí reunidos (para celebrar la comida de la festividad del día) y regresó al lugar de los hechos con su mujer, su hija, su yerno y un encargado de este. El espacio en que había aterrizado el objeto estaba ahora ocupado por el coche del dueño de la viña contigua, a quien por vergüenza no le contaron nada. Sí constataron, no obstante, que los alrededores del camino estaban limpios de polvo debido al efecto del despegue del objeto. Junto al algarrobo detrás del cual habían salido los dos seres encontraron dos agujeros que el testigo descartó que se tratase de excavaciones hechas por conejos. LA INVESTIGACIÓN DE CAMPO Al comentarse el suceso en el pueblo, llegó a oídos del cronista local, que publicó una nota sobre el mismo en el diario de Valencia Las Provincias del 10 de agosto. Dos 8 días después, siete universitarios, miembros del grupo ufológico valenciano AVIU, capitaneados por Juan Antonio Fernández Peris (que años más tarde cobraría fama por ser el autor del más amplio estudio del llamado “incidente Manises”, ocurrido el 11 de noviembre del mismo año 1979), giraron una visita de encuesta a la zona. Volvieron nuevamente el día 14, para quedarse en el lugar de los hechos 30 horas seguidas. En ambas ocasiones entrevistaron profusamente al testigo e hicieron numerosas mediciones y estimaciones de tamaños, distancias, tiempos y todos los cálculos relativos a la investigación de un fenómeno de estas características, siguiendo los protocolos y las técnicas de los manuales más avanzados de la época. Días después del acaecimiento, el testigo enmarcó con un palo la posición exacta donde estuvo el objeto sobre el terreno. En su primera encuesta, los investigadores del AVIU recalcaron la longitud de esa circunferencia con yeso, para cifrar sus dimensiones y volumen. Fue entonces cuando casualmente encontraron en el área de ese círculo 4 huellas que enmarcaban un rectángulo perfecto de 176 x 130 cm de lado. Dos de ellas estaban muy deterioradas pero de las otras dos se pudo tomar medidas bastantes exactas y hasta moldes de yeso. La estructura de cada una de ellas era una circunferencia de 8 cm de diámetro cuyo interior lo formarían 8 casquetes esféricos de unos 2,25 cm de diámetro que, a su vez, rodeaban simétricamente un casquete central de unos 3,5 cm de diámetro. La profundidad de las marcas de los dos casquetes variaba: el central se hundía en el terreno de 9 a 14 mm, mientras que la profundidad de los más pequeños era muy leve. Mediante un penetrómetro manual, se estimó –probablemente con bastante margen de errorque el objeto capaz de producir esas huellas en el camino ejerció una fuerza de unas 4 toneladas. De otro lado, se comprobó que ninguno de los aperos de los vehículos agrícolas que circulan por la zona parecía contar con la disposición necesaria para generar ese tipo de huellas. 9 Izquierda: durante la primera investigación sobre el terreno del AVIU, Luis de Manuel mide el círculo donde había aterrizado el ovni. De pié, Francisco Gascón. (Foto Vicente Miralles, AVIU, 1979). Cortesía Juan Antonio Fernández Peris. Derecha: Federico Ibáñez y los universitarios del AVIU valenciano comprueban el volumen del objeto, enmarcando la circunferencia trazada en el suelo por el testigo. J.A. Fernández Peris (enfrente), F. Gascón, Ibáñez, Luis de Manuel (de espaldas) y B. Lledó (con pantalón corto, un joven del pueblo). (Foto Vicente Miralles, AVIU, 1979). Cortesía Juan Antonio Fernández Peris. Izquierda: planta y alzado de una de las hipotéticas patas sobre las que se asentaba el ovni, basado en la forma de las huellas. © Luis de Manuel, AVIU. Cortesía Juan Antonio Fernández Peris. Derecha: reconstrucción teórica de cómo serían los soportes que sustentarían al ovni, basado en las marcas halladas en el terreno. © Luis de Manuel, AVIU. Cortesía Juan Antonio Fernández Peris. Este modélico estudio de campo fue seguido el 30 de septiembre por la encuesta realizada por el autor de este trabajo y por el físico valenciano Miguel Guasp, quienes procedieron a una peritación exhaustiva del relato, del observador y del entorno durante varias horas. Un amplio informe de investigación se publicó en nuestro libro Los OVNIS y la Ciencia (1). 10 El 13 de julio de 1980, el grupo AVIU volvió a la escena para efectuar comprobaciones adicionales y para que el diplomado en dibujo Juan Marcos Gascón ejecutara un retrato-robot de los seres, cuyo diseño final fue rubricado por el testigo en señal de aprobación. Detallados resúmenes del caso fueron publicados en la revista especializada Stendek (septiembre de 1981) por J.A. Fernández Peris, Luís de Manuel y Roberto de Jorge, que fue traducido por Gordon Creighton para la Flying Saucer Review de noviembrediciembre de 1982, y por Ballester Olmos y Fernández Peris en su libro Enciclopedia de los encuentros cercanos con OVNIS, publicado en 1984. Los investigadores Vicente-Juan Ballester Olmos y Miguel Guasp, en la zona del camino donde se posó el OVNI, graban las explicaciones de Federico Ibáñez en septiembre de 1979. (Foto José Vicente Alós, AVIU). Los investigadores llegamos a la conclusión de que Federico Ibáñez nunca había mostrado interés por las historias de “platillos volantes”, al punto de desconocer en 1979 el significado de las siglas OVNI. De buena vista y reflejos, hombre de campo, abierto y afable, tuvimos de él la mejor de las impresiones, coincidiendo todos en que no es persona dada a las fantasías ni capaz de inventar, y 11 menos fingir, un suceso como el había relatado. Es una persona muy sencilla y sin apenas estudios. Cabe señalar que cuando el testigo llegó a casa estaba tan demudado que su familia pensó que había presenciado algún accidente grave. “Peor aún”, les dijo. Y pasó a relatarles su extraña experiencia. Dibujo de uno de los supuestos ocupantes del ovni hecho por el testigo. A la izquierda, en septiembre de 1979 (encuesta de Ballester-Guasp). A la derecha, septiembre de 2008 (re-encuesta de Ballester-González). EL CASO REVISITADO TREINTA AÑOS DESPUÉS La buena praxis de la investigación de campo en ufología recomienda volver sobre los acontecimientos transcurridos muchos años. Esto me ha impulsado a entrevistar nuevamente al testigo, primero en septiembre de 2008 con Luis R. González, autor del mejor libro en español sobre el fenómeno de la abducción (2), y posteriormente en noviembre con el experimentado fotógrafo Rafael Márquez. Volvimos al pueblo vinícola de Turís para hablar nuevamente con Federico Ibáñez y conocer de primera mano sus impresiones a fecha de hoy, habiendo transcurrido cerca de treinta años. Nos preguntábamos si habría protagonizado otras observaciones o experiencias peculiares. ¿Se retractaría de lo relatado entonces? ¿Podríamos pillarle en algún renuncio? 12 El activo de nuestra experiencia de investigación en todos estos años nos aportaba confianza. Nuestro diálogo con él, aunque amigable y cercano, fue franco, directo, sin contemplaciones ni diplomacias, pues queríamos explorar todas las posibilidades tradicionales de confusión que aclarasen el suceso. A no ser que Ibáñez fuera el mejor actor del mundo, una broma o una invención parece descartarse. Habló con absoluta garantía y se reiteró en todo con energía. Le preguntamos directamente si había sido un montaje y lo negó, pese a que se le dio la oportunidad de confesar sin menoscabo de su imagen. ¿Quizá alguna copa de más le hizo ver algo falso? “Nunca he bebido, ni vino”, afirmó enfáticamente, a pesar de haber estado toda la vida entre vides. A los casi 84 años, su espalda está bastante tocada y anda encorvado, pero la vitalidad que manifiesta es notoria, de hecho todavía ayuda a sus hijos a recoger fruta y es que trabaja el campo desde los nueve años. Historial medico que nos aporte alguna pista es inexistente, aparte de la espalda que ha castigado severamente más de 70 años. Comprobamos que no se trata de una persona peculiar, que nunca ha manifestado habilidades especiales. Tampoco le ha cambiado la vida desde entonces. Aparenta ser una persona normal, con una vida centrada en el trabajo de sus tierras y en la familia. Una persona bastante espartana, diría yo. ¿Un sueño, una alucinación, algo irreal? También lo negó. Ibáñez habla seguro y está convencido de que aquello ocurrió antes sus ojos. Y convence. Evidentemente ha repetido hasta la saciedad la misma historia, que no presenta alteraciones sustanciales. Durante nuestra conversación, en ningún momento aludió al espacio, a los extraterrestres ni nada parecido. Al objeto lo llamó sencillamente “el aparato”. A los dos seres humanoides (nuestra terminología), Ibáñez se refiere a ellos como “nanos” o “chavaletes”, por su baja estatura, que cifró en unos 40-50 cm, cuando en 1979 estimó su altura en 80 cm y la comprobación in situ arrojó 98 cm. ¿Estaba pensando en su grosor más que en su altura? Y tampoco olvidó mencionar un detalle que parece irracional, a pesar de lo cual hizo hincapié en él: “Se metieron en el aparato sin abrir ni cerrar puerta”. Insistí en que hiciera unos dibujos tanto del objeto como de los seres para compararlos con los que había realizado 30 años antes. Como entonces, mostró sus limitaciones para la expresión gráfica, garabateando como podía. Comparados con los originales de 1979 se observan discrepancias y pérdida de exactitud y detalle. Comenzó 13 dibujando la planta circular del objeto y luego le añadió la curvatura superior. En cuando a la silueta de los seres, ahora es más estilizada y la presentó de cara, en lugar de perfil, y casi en movimiento, como los dibujos originales. ¿Hasta qué punto son diferencias significativas? Los dibujos actuales son más esquemáticos que los de entonces: ¿acusan la edad y la lejanía en el tiempo? Si es así, apreciamos que no ha disminuido la emoción a la hora de rememorar su observación de antaño. 30 años después del presunto aterrizaje, el testigo nos vuelve a explicar su aventura en el lugar de los acontecimientos. (Foto Vicente-Juan. Ballester Olmos, 2008). Su esposa, actualmente ciega, pasó un rato a saludarnos y aprovechamos para preguntarle su opinión sobre aquellos hechos, sin esquivar la posibilidad de una broma o engaño: “Me lo creo –afirma sin contemplaciones-. [Mi marido] dice demasiadas verdades y es [en general] demasiado claro”. Obviamente retrata a su esposo como hombre veraz y cabal. Nos consta. Finalizadas las dos visitas de 2008, nuestras reflexiones tienden a corroborar la seriedad del personaje, en el que no hallamos ningún signo de querer embellecer la historia ni de sacarle cualquier tipo de rendimiento. Es 14 una persona típica del ámbito rural, sin dobleces, con una trayectoria sólo importunada en una ocasión por lo insólito, que ha vivido desde siempre con una economía más que saneada y que tendría más que perder que ganar. Si no parece dado a la fabulación, si lo que afirma rotundamente que vio no tiene correlato con nada que conozcamos y si, además, están las huellas como evidencia material complementaria, ¿qué fue realmente aquel episodio? Izquierda: durante la re-encuesta, Federico Ibáñez posa delante del algarrobo que ocultó a los seres, justo en el lugar del aterrizaje. (Foto Vicente-Juan Ballester Olmos, 2008). Derecha: dibujo del objeto hecho por el testigo en septiembre de 2008 (reencuesta de Ballester-González). ¿PUNTOS DÉBILES? Obviamente, Federico Ibáñez es el único testigo de aquellos hechos y nadie puede avalar su historia. Esto representa la dificultad número uno de los casos OVNI más sorprendentes. Algunos colegas han subrayado aspectos que, 15 según ellos, cuestionan el testimonio del señor Ibáñez y apuntan a una falsedad. El ufólogo mallorquín Mario A. Morales encuentra sospechoso que todavía a 50 m de distancia el testigo creyera que tenía ante sí un coche. Los encuestadores interpretamos que, tras pensar inicialmente que aquello era el coche de su amigo, sencillamente esperaba verlo, lo que prolongó la continuada confusión ¡en los escasos segundos que recorrió esos 50 m!, pues de ninguna manera imaginaba que iba a toparse con un aparato extraño. La idea preconcebida de la normalidad fue superior a cualquier otra posible elucubración. Por el contrario, si en cuanto enfiló la recta hacia el supuesto 600 hubiera deducido que estaba frente a un platillo volante aterrizado, eso sí que hubiera sido un buen motivo para dudar de su relato. El estudioso malagueño Luis R. González basa su crítica de este caso en que la descripción de los seres recuerdan una mezcla de caracteres de dos personajes de La guerra de las galaxias: el tamaño de los jawas, las protuberantes gafas de los moradores de las arenas y una combinación de ambos en la vestimenta. Se trata de dos tipos de criaturas que habitan el ficticio planeta Tatooine en este filme que se estrenó dos años antes del avistamiento que nos ocupa. Sin embargo, sabemos que la cultura cinematográfica de nuestro hombre es más bien exigua y no parece que esa haya podido ser su fuente de inspiración. Es verdad, como me recuerda el bibliófilo y amigo Carlos González Gutiérrez, que las revistas ilustradas de la época llevaron reportajes con fotografías de los personajes de la película. Sin embargo, además de que esta “semejanza” nos parece muy traída de los pelos, está comprobado el nivel mínimo de información general que tenía el testigo, cuya única actividad era el trabajo en el campo, cayendo rendido al llegar a casa. 16 ¿Posible inspiración inconsciente para el aspecto de los ocupantes? Seres de ficción de la película “La guerra de las galaxias” (George Lucas, 1977): Izquierda, los Jawas, humanoides de un metro de alto del planeta Tatooine. (http://starwars.wikia.com/wiki/Jawa) Derecha: los Moradores de las Arenas (Tusken Raiders o Sand People), criaturas dotadas de largos dispositivos oculares. © Bernie Thomas. También las huellas han sido objeto de recelo, tanto por su localización como por su permanencia y los datos que se dedujeron de ellas, a lo que podemos replicar que su hallazgo fue enteramente casual, que eran desconocidas para el testigo y que no hemos encontrado maquinaria agrícola con la estructura capaz de crearlas. Si bien no hay pruebas objetivas que demuestren que fueron originadas por el aterrizaje de un ovni, su situación espacio-temporal le confieren cierta coherencia con una posible relación directa. TURÍS COMO PARADIGMA A nuestro juicio, este suceso es único y paradigmático. Único porque la fisonomía de los presuntos ocupantes del ovni no tiene parangón en la literatura ufológica internacional (este es precisamente el problema de fondo de la casuística de los encuentros cercanos con ovnis: que parece que cada evento es singular y diferente, como si del producto de una construcción mental se tratase). Y paradigmático porque representa el núcleo duro del fenómeno ovni, a saber: si el testimonio de una experiencia no estándar se atiene o no a una realidad física verdadera. En todo el mundo hay casos que presentan una imaginería incompatible con lo conocido que no se explica como tergiversaciones convencionales. O son hechos auténticos –y esta opción conlleva implicaciones extraordinarias- o son narraciones inventadas íntegramente por el sujeto, no hay otra alternativa. La validez de la primera opción sólo cabe -a menos que haya pruebas materiales irrefutables y testimonios múltiples- tras descartar al 100% la segunda opción. Por ello, creemos imprescindible desarrollar herramientas que ayuden a determinar cuando es incierto un episodio. ¿FICCIÓN O REALIDAD? Eliminadas las causas habituales, pasamos a considerar la fabulación consciente. De ser cierta, todos los elementos del caso conspiran contra ella: personalidad normal y formal del sujeto, testimonio constante durante tres décadas, alta extrañeza que requiere fuentes de inspiración que parece le son ajenas, opinión social 17 positiva unánime y hallazgo de huellas (evidencia puramente circunstancial). En este escenario, el testigo tendría que haber engañado primero a su familia, luego a todo un pueblo y, finalmente, a los investigadores, los curiosos y los medios de comunicación durante 30 años. Pero, ¿hay indicios para probarlo? Creemos que no. Y si consideramos la posibilidad de una fabulación inconsciente, como una alucinación o alguna alteración mental reversible, no se conoce en Psicología o Psiquiatría ningún estado alterado, disociativo o alucinatorio que sea transitorio, esto es, en ausencia de historial clínico de patología mental. Para un ufólogo escéptico como yo, la investigación y la reinvestigación de este caso ha supuesto una prueba de fuego. Mi sopesada impresión es que el testigo cree sinceramente en la realidad tangible de su experiencia, y el investigador no encuentra justificación objetiva alguna para una mentira o rapto imaginativo, ni ninguna prueba consistente para desmontar su relato. El sujeto sostiene sin enmendar –con escasas variaciones, propias del paso del tiempo- lo que nos había manifestado treinta años atrás. Y tiene el apoyo explícito de su familia –que le cree a pies juntillas- y de la mayoría de sus convecinos, a pesar de tratarse de la exposición de unos hechos excepcionales. Última entrevista con el testigo. Federico Ibáñez, a la izquierda, junto al autor. (Foto Luis R. González, 2008). 18 NOTAS (1) Vicente-Juan Ballester Olmos y Miguel Guasp, Los OVNIS y la Ciencia, Plaza & Janés (Barcelona), 1981, páginas 95 a 107. Segunda edición, 1989, páginas 100 a 113. (2) Luís R. González, Las abducciones, (http://www.laetoli.net/col_timo.htm) 19 ¡vaya timo! RECUADRO 1 ANÁLISIS DEL SUELO Tres semanas después del supuesto aterrizaje, Juan Antonio Fernández Peris y los miembros del AVIU valenciano recogieron varias muestras de tierra: (1ª) de las huellas impresas en el suelo, (2ª) dentro del rectángulo formado por las cuatro marcas, (3ª) en la zona adyacente del camino, (4ª) a 25 m de distancia, pero dentro del camino, y (5ª) junto al algarrobo del que surgieron los dos seres. El biólogo asturiano José Luís Caso elaboró un informe que destacaba, como era de esperar, que las muestras 1ª a 4ª tenían un aspecto similar -color rojizo, sin vegetación ni restos orgánicos, lo que se correspondía con el terreno de un camino vecinal-, mientras que la muestra 5ª tenía un aspecto más parduzco y numerosos restos vegetales (los cuales no presentaban quemaduras ni efectos anómalos). También se midió (1) la radiactividad en todas las muestras y (2) la posibilidad de una emisión de calor. En cuanto a la radiactividad, siempre fue negativa. En cuanto al calor, se midieron los valores del pH (acidez o alcalinidad) y la proporción de carbonatos, que bajo la acción del calor debían haber aumentado y disminuido, respectivamente, encontrándose estos resultados: Muestra 1 2 3 4 5 Radiactividad Negativa Negativa Negativa Negativa Negativa pH 7,7 7,8 7,8 7,9 7,6 Carbonatos 52% 54% 54% 49% 38% Las diferencias observadas en el pH entran dentro de las debidas al azar. En cuando a las diferencias en los porcentajes de carbonatos, no son significativas en las muestras 1ª a 4ª, pero sí en la muestra 5ª, lo que demuestra su pertenencia a un tipo de terreno distinto, más rico en materia orgánica y menos en carbonatos. El doctor Caso concluyó: Los resultados no proporcionan evidencia alguna que apoye las hipótesis supuestas en principio de emisión de radiactividad y/o de una alta temperatura. 20 RECUADRO 2 EL CASO A 30 AÑOS VISTA Federico Ibáñez, El Rocío, apodo que le viene desde su bisabuelo, no es hoy quien era cuando le visitamos en 1979. A sus 84 años, el continuado trabajo en el campo ha hecho arquear su espalda visiblemente. A pesar de ello, sigue ayudando a sus hijos en las faenas de la vid, y confiesa que cuando viene del campo se siente mejor que después pasar el día en la mecedora de su casa. Con respecto a la narración de los hechos, que vuelve a reiterarnos por enésima vez, a la pregunta “¿Y lo ha contado usted siempre así?”, responde con rapidez y algo sorprendido: “¡No puedo contar otra cosa!” Hay detalles que le siguen chocando, como la agilidad y la baja estatura de los “nanos”, el “guardapolvo de farmacéutico” o el “impermeable blanco hinchado de aire” y las “gafas largas de herrero” que llevaban, o bien el hecho de que el suelo se quedara limpio cuando al ascender el objeto dispersó todo el polvo del camino. Federico describe lo que vio –o dice que vio- a quien le pregunta con un relato sucinto y general de los hechos: “¿Qué voy a pensar que era? Un aparato, por lo rápido que se marchó”, es la única hipótesis que adelanta. Responde solícito y paciente a todas las preguntas, eso sí. Y no le disgusta rememorar lo sucedido. “¿Qué pensaba la gente, que estaba loco?” –le preguntamos. “No. La mayoría me creyó”, apunta sin mayor preocupación. Hablamos también con Francisco González, El Regalat, agricultor de Turís de 70 años, quien dice de Ibáñez que “es muy rico en tierras, pero muy humilde y sencillo… alguien a quien se puede creer”. Una opinión favorable con la que coincide Baldomero Picó, vecino de la misma calle y persona curiosa e interesada en los ovnis, “pero sin fanatismos”, precisa. Todo indica que la reputación local de Ibáñez es muy buena: que “No es de los que dice fantasías”, aclara un joven labrador de la localidad. Investigué este extraordinario avistamiento en 1979 y lo he vuelto a hacer en 2008, con dos visitas casi seguidas. Por ello, las palabras de Federico me conmovieron cuando, al despedirnos, dijo, mirando al cielo: “Si no nos volvemos a ver, ya nos veremos arriba”. 21 RECUADRO 3 EL FENÓMENO ATERRIZAJE EN ESPAÑA EN 1979 En la obra que escribí con Juan Antonio Fernández Peris, Enciclopedia de los encuentros cercanos con OVNIS (Plaza & Janés, 1987) examiné 585 informes de aterrizajes ovni ocurridos en España y Portugal en el siglo XX hasta el año 1985. 32 casos de los cuales se produjeron en 1979 (5 se dieron en Murcia, 3 en Madrid, 3 en Valencia y el resto en otras 16 provincias). Del total de los casos, a más de la mitad se les encontró una explicación convencional (fraudes, rayos globulares, globos sonda, bengalas, caída de rayos, maniobras militares, camiones cisterna, etc), pero a los restantes no, presentando un enigma digno de mejor estudio. Si 355 fueron resueltos, otros 230 casos quedaron con la etiqueta ovni”. De éstos, en 125 informes se registraron efectos físicos, fisiológicos, fitopatológicos o huellas materiales. Y en 39 ocasiones los testigos informaron de la presencia de ocupantes humanoides cerca del objeto aterrizado. 22 LAS HUELLAS ENCONTRADAS: GALERÍA FOTOGRÁFICA Mosaico con las cuatro huellas (1, 2, 3 y 4, según las agujas del reloj), tal como aparecían al ser encontradas en 1979 en la zona del presunto aterrizaje por Juan Antonio Fernández Peris y el grupo de investigadores valencianos del grupo AVIU. (Foto José Vicente Alós, AVIU). Cortesía Juan Antonio Fernández Peris. 23 Huella número 1. (Foto José Vicente Alós, AVIU, 1979). Cortesía Juan Antonio Fernández Peris. 24 Huella número 2. (Foto José Vicente Alós, AVIU, 1979). Cortesía Juan Antonio Fernández Peris. 25 Huella número 3. (Foto José Vicente Alós, AVIU, 1979). Cortesía Juan Antonio Fernández Peris. 26 Huella número 4. (Foto José Vicente Alós, AVIU, 1979). Cortesía Juan Antonio Fernández Peris. ESTE ARTÍCULO FUE PUBLICADO EN LA REVISTA NÚMERO 242, ABRIL DE 2009, PÁGINAS 42 A 48. 27 “MÁS ALLÁ”,