Parte 1 - Comunidad Cristiana Eben-Ezer

Transcripción

Parte 1 - Comunidad Cristiana Eben-Ezer
-1 -
DEPOSITO LEGAL: AL­1066­2009 –Autor: Juan José Santos Rivas.
Es el testimonio de una familia española, que
relata de manera sencilla, y amena, su vida en una España
marcada por la dictadura, la intransigencia y la
intolerancia política. Fiel protagonista de la “Transición”
hacia las libertades y la democracia, la familia Santos, se
convirtió a Cristo, en una epoca difícil para el país, bajo
una gran represión policial.
Ellos fueron pioneros del
evangelismo, en distintas partes de España. Testigos del
Poder de Dios, sembraron la Buena Semilla en muchos
lugares. El relato es un viaje al corazon de España, a su
historia mas reciente. “Aquellos años, el triunfo de la Fe”, es
un humilde homenaje para decenas de españoles fieles y
sencillos que durante lo mas duro del franquismo,
aportaron su simiente en la extensión del Evangelio de
Cristo. Personas, en muchos casos, hoy olvidadas
y
borradas de la memoria, pero que fueron fundamentales
para el avance de la Palabra. “Aquellos Años”, está escrito
para
todos,
católicos
y
evangélicos.
No
hay
animadversiones contra ninguna iglesia o denominación,
por que solo cuenta lo que ellos vivieron en primera
persona. Es una obra escrita con un solo interés: que el
lector se acerque a Cristo. Se presenta la acción de un Dios
vivo, actual, emocionante, que perdona, salva y libera. NO
ES UN LIBRO RELIGIOSO, es el relato de una vivencia
real, clara, determinante de unos hechos muy específicos
vividos por unas personas sinceras, que supieron huir de la
religion, como costumbre de vida y acercarse a un Dios
dinámico.
1
-2 -
Primera parte, mi infancia
PRIMERA PARTE, MI INFANCIA
DIOS EN 1951....................................8
MI PRIMERA INFANCIA…………………………….18
MI PRIMERA ESCUELA..........................25
El lechero………………………………………………27
Los gitanos....………………………..……………29
MADRID Y MIS AMIGOS.........................31
EL ESPÍRITU DEL MEDICO........................34
CARA AL S OL.......................................36
TIEMPOS DE GUERRA............................39
UNA ACEITUNA CON ESCOPETA.................44
EL APROBADO LE COSTÓ UN JARRÓN............47
LA IGLESIA.........................................50
MAL OLOR EN LA ESCALERA.......................62
¡FUEGO !........................................... 68
LA GRABADORA................................... .73
¿Qué había detrás de la cortina?......... 79
Miedo en el pasillo………………..………………83
El sueño de la escalera...................... 89
Lágrimas por un error...................
91
El Templo de Hércules...................
97
La calavera de Wamba
y mis viajes al pasado……………..………
104
Los Reyes Magos ……………….…
112
La moneda caliente........................
117
2
-3 Cosas de niños............................. 119
Disparos en la calle y la lucha por
la justicia………….………………………………124
BASUREROS.....................................131
PIEDRAS R EDONDAS EN A LMERÍA…….…… 133
El gato “superman”…… ……..…………… 143
Los Kennedy,Luther King………………. 146
El Hospital Militar de la Marina…………158
COLEGIO SAN A NTONIO.......................161
La muerte puede llamarse
“electrocución”.............................163
De Puerto Rico a España……….…………169
El despacho…………………..………………… 176
EN LUCHA CONTRA LA MAFIA …………….…...192
SEGUNDA PARTE:
LA FUERZA DE LA FE
EL CAMBIO..................................... 235
CON LA CRUZ A CUESTAS.....................252
El libro de Ranagan...................... 265
LA PRIMERA ENFERMEDAD Y
LA MONTAÑA SE MOVIÓ....................
271
El albergue de los pobres en Madrid. 297
3
-4 EL DIABLO EN LA VENTANA…....................305
EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU S ANTO............307
Firmes y adelante huestes de la fe……..326
El rio y el pez paloma…......................336
Mis primeros himnos……………………………337
Eugenio Jiménez.............................. 338
AVENTURA EN LA SIERRA DE GREDOS………. .353
LA TABLA OUIJA .................................. 361
Mi tía Amparo y el espiritismo…………. .373
Encontró trabajo…………………………..…… 382
La chabola de Ángel.........................387
Mi primera predicación……………………… 404
José y su liberación…………………………… 408
Ángel, adolescente problemático…….. 416
El triste final de Gonzalo………….………..430
El aviso de Dios…..….………………………….435
Los jubilados de la Unión y el Fénix
Español...........................................439
EL milagro de la matrícula
universitaria………………………………………….449
La palabra profética...........................455
EL NÚMERO 12 DE LA CALLE GALILEO…………460
BATARSEH Y LA “OPERACIÓN M ADRID”…. ……465
Nuestra casa en Perales,Madrid………… .496
ANTONIO EL LECHERO…..………………………….500
Julia y su conversión…….………………………504
El aprobado…………………………………………..511
4
-5 El tumor benigno se fue………………………….516
BILLY GRAHAM Y EUROFEST 75………….………….523
EL VIAJE MISIONERO……………......................534
EL HOMBRE DEL CAUTIVERIO………………………….538
EL HURACÁN DEL ESPÍRITU S ANTO EN MÁLAGA,
1975...................................................545
EL PUEBLO DE B EAS EN LA P ROVINCIA DE
HUELVA.................................................594
Que verde era mi valle………………………………601
Manuel el endemoniado…………………………..605
El presidente de la Diputación de
Huelva………...........................................640
La familia Salazar………………………...............663
FE Y GIMNASIA OBLIGADA………….……… ……………671
ADALBERTO OBAMA Y SU ENFERMEDAD……………….678
LA MADRE DE A LEJANDRO…….........................683
HOMENAJE A V ICTORIA…………………………………….687
ATENCION
A PARTIR DE “LA
FAMILIA
SALAZAR”,
TIENE QUE LEER EL
2º PDF. ESTE PDF
TIENE
EL
MISMO
ORDEN
DE
CAPITULOS
PERO
DISTINTO
NUMERO
DE PAGINAS.
Juventud con una mision…………………………….691
Campaña evangelística en Madrid………………697
EL GOLPE DE ESTADO DE 1981.......................710
Con los gitanitos en Almería…………
716
Nuestro amigo el sacerdote……..……
740
Avivamiento en una iglesia ……………
747
Doña Carmen……………………………………
769
El asesino del Marqués……………………
775
Gran convención cristiana gitana en .
Francia…………………………………………….
788
Buscando una esposa………………………
808
5
-6 Los ojos de Satán……………………………
817
La boda……………………………………………
823
El accidente de automóvil………………
833
¡Yo vi al Señor!............................
837
Carlos la barca rota y perdida………
847
El despacho de papá y su literatura… 856
Las reuniones de oración y el grupo
858
Desde la prostitución hasta Cristo…… 864
Con los Reyes de España…………………
899
Las fuerzas de la oscuridad…..……… … 901
La venta ambulante………………………..
904
Un corazón enfermo………………..………
909
El horror humano………….……………….. .921
El viejo automóvil………………..………..
927
La ayuda de Dios………………..…………… 933
El viaje a Jerusalén…………………………
946
La Biblia y la broma………………………… 952
El bautismo de Carmela……….………
954
Un corazón operado…………..…………
957
El caballo del cuadro……………………….
963
Mi madre al hospital…………………………
967
Más hospitales………………………………….
974
El homenaje a mama………………………
978
De mujer maltratada y muerta
a mujer viva con Cristo………………
988
ATENCION
A PARTIR DE AQUÍ
SIGA LEYENDO EL 3º
Y ULTIMO PDF, DE:
AQUELLOS
AÑOS
EL TRIUNFO DE
LA FE.
El reconocimiento del
6
-7 Ayuntamiento de Almería……………
1006
ATENCION
La muerte de papá………………………
1014
En memoria de mi padre……….……
1035
El mensaje de papá………..….………
1038
La Biblia en la basura…………………
1041
El descubrimiento de la fotografía…
1046
Un mensaje de papá………………..….…
1053
LA NUMERACIÓN DE
LAS
PÁGINAS
DEL
SIGUIENTE, Y ÚLTIMO
PDF, NO COINCIDEN
CON LAS DEL TEXTO
ACTUAL.
TIENE
SU
PROPIA
PAGINACIÓN,
PERO EL ORDEN DE
LOS
CAPITULOS
ES
EXACTAMENTE
EL
MISMO.
¡Sigue el camino recto!................
1056
Avanzando en la fe…………………………
1063
Reflexiones personales……………………
1066
INVITACION PERSONAL PARA TI….
1077
Album de fotos……………………………
1079
Curriculum Vitae autor…………………
1088
Cuando te imploro, escúchame, pues en ti se
abandona el desvalido.¡Oh, Señor,Roca
Eterna! , ¡Oh lleno de luz, desde tu mirada
no ocultes tus ojos…!
YISHAQ IBN C. Poeta judio español, siglo
X d.C.
La fe os conducirá,
La experiencia os enseñara,
La Escritura os guiará……..
Apresurémosnos hacia la Salvación, hacia
el Nuevo Nacimiento….
CLEMENTE DE ALEJANDRIA, Siglo
II.d.C.
7
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1ª Parte:
DIOS EN 1951
En esa España de los años
cincuenta, agobiada por el embargo
internacional decretado poco antes por la
O.N.U., la miseria de la postguerra, la
escasez, la pobreza, el totalitarismo
político, y sindical, la represión brutal de la
disidencia, la autarquía, la rigidez mental
de la clase política vencedora de la Guerra
Civil, los españoles languidecían en una
vida triste y carente de expectativas
sociales. En ese contexto de hambruna,
adormecido por un durísimo nacional
catolicismo arcaizante y tridentino, había
lugar para la esperanza, el ánimo y la
lucha por la supervivencia. En la triste vida
de
las
ciudades,
surgían
siempre
esperanzas para anidar al amor,
y
creencias en un futuro mejor. El exilio
político e intelectual fue brutal, España se
había quedado huérfana de mentes
preclaras, que en el extranjero aportaban
lo mejor de sus conocimientos a otras
naciones. El Gobierno de la República en el
exilio, y los distintos líderes destacados de
los partidos políticos, intentaban mantener
la
esperanza
de
una
restauración
democrática en nuestro país, pero aun
siendo la diáspora española, durísima para
los que la sufrieron en sus propias carnes,
la situación del sencillo pueblo español era
aun mas trágica, por que muchos de ellos,
no tenían posibilidad alguna de exiliarse, y
buscar mejoras para su vida y la de los
suyos, aquí se quedaron formando parte
de esa masa oscura y desconocida de
ciudadanos de los pueblos y de las
ciudades, que tuvieron que soportar con
harta paciencia una situación carente de
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-9 -
alegría, inflada de proclamas oficiales que
trataban de
crear una seguridad
psicológica inexistente, aludiendo a la
manipulación soez de las virtudes de la
“raza española”. Las cárceles atestadas de
republicanos, demócratas, sindicalistas,
socialistas, comunistas, incluso de algún
que otro falangista auténtico o de otros
que no eran nada, pero que por pensar en
la libertad, eran demonizados como gente
perversa, malvados, asesinos, acusados de
“auxilio a la rebelión”, cuando los
verdaderos y únicos rebeldes fueron los
nuevos gobernantes, en las mismas
palabras del ex ministro de Asuntos
Exteriores del General Franco, Serrano
Súñer. En esa España oscura, mediocre,
necesitada y desventurada, mis padres, se
movían en un vínculo de amor. Cuando se
casaron el año 1949, carecían de todo, su
primera vivienda era una pobre habitación
ubicada en los bajos de un edificio. Su
ajuar, unas cuantas mantas, y sábanas,
ropa para poner y quitar una sola vez,
algún par de sillas, una cama de
matrimonio y escasos útiles de cocina,
mas insuficientes que los vasos para beber,
eran
latas
de
leche
condensada
aprovechadas hasta la oxidación. Eran
“tantos” los muebles que tenían que
cuando hicieron su primera mudanza,
todos ellos cabían en un carrito empujado
a mano por su propietario. Sin embargo,
ellos tenían esperanza, y en esos años de
sombra, había en sus almas un rayo de
luz. Mamá, hacía lo imposible para ayudar
a su marido, trabajaba cuanto podía,
incluyendo el alquiler de habitaciones para
salir adelante, la venta de papel al kilo, la
venta de las latas de conserva, el coser
para otras mujeres, no se asustaba ante la
adversidad,
pero su salud era débil y
quebradiza. Sufrió tres abortos naturales,
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pero ellos no desistieron hasta conseguir el
ansiado hijo. Ya en aquellos años, la
relación de papá con Dios, empezaba a ser
íntima y profunda. Fueron muchas las
horas de esperanza vertidas en el próximo
hijo que iba a nacer, muchos los desvelos,
e ilusiones, anhelos y deseos, muchas las
conversaciones a la luz de una bombilla
pobre, en la cama, a mitad de la noche,
uno al lado del otro, sabiendo que al día
siguiente todo iba a estar igual, el mismo
traje para la oficina remendado y volteado
una y otra vez, la misma serenidad del
hogar, las mismas latas de conserva, las
mismas escasas pesetillas y céntimos
sobre la única mesa, pero ellos tenían una
fe inquebrantable en el Señor. Aun no
conocían bien la Palabra de Dios, pero ya
la tenían en sus corazones haciéndose un
huequecito para nacer en sus almas. En
ese contexto vital, vino al mundo su
primer hijo nacido. Tras él, dos mas,
siendo yo el último de ellos. Muchos años
después, tras el fallecimiento de mi padre,
encontré entre sus escritos, el presente
relato, que nos habla de un poderoso
milagro sucedido en mi casa. He respetado
íntegramente el texto, por que ha de estar
ocupando un lugar en este testimonio de
fe que se titula: “Aquellos años, el triunfo
de la fe”:
“Evocando, recordando y sintiendo la
presencia viva de Dios en mi corazón hoy
diré que el año de 1.951 fue muy
hermoso, pues en el mes de Junio nació
nuestro primer hijo, el primogénito, el muy
amado y no menos deseado, pues su
existencia se debe a un puro, simple y
enorme milagro. Lola tuvo tres difíciles
embarazos que la naturaleza no quiso
completar, y el último fue dramático,
emotivo, porque estando ella ingresada en
una clínica que había entonces en la calle
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- 11 -
Cea de Bermúdez en Madrid, casi esquina
a la de Joaquín García Morato, vivimos
momentos
dolorosos
pues
nuestras
ilusiones se vieron truncadas, rotas,
porque el nacimiento pudo haber sido una
niña, ya que así me lo dijo el médico
cirujano Don Jorge. Le pregunté con un
nudo en la garganta si Lola podía tener
hijos en adelante, y me respondió que eso
estaba reservado a Dios y a su voluntad y
creyente siempre, así como Lola, le
pedimos al Señor que nos concediera esa
gracia.
Meses
después
vimos
con
satisfacción y no sin cierto temor, que,
efectivamente, había un nuevo embarazo.
Con temor natural fuimos al ginecólogo y
nos confirmó, que, indudablemente estaba
embarazada,
pero
que,
tras
unos
exámenes y análisis era casi inevitable la
posibilidad de abortar, y que había que
esperar un tiempo corto, cosa que hicimos
temiendo lo peor, que efectivamente, se
presentó y nos dijo que no había mas
remedio que proceder a una rápida
intervención, a un legrado ó raspado de
matriz. Aquello fue desesperante, pero no
desalentamos y aún así, esperamos mas
de la cuenta, hasta que nos dijo el
ginecólogo
que
era
urgentísima
la
intervención, de forma que había que
proceder de inmediato a ella, por lo que se
procedió a llamar a una ambulancia para
su traslado a la Clínica, pues se había
sentido de pronto a vida ó muerte y estaba
en la cama cuando la ambulancia llegaba
de camino, y, acercándome a ella, le dijo:
­“Una voz me dice que no ingreses, que no
te deben intervenir”­Mi esposa, cogiéndome
de la mano, me dijo:
­“A mí me pasa lo mismo, y además,
me estoy sintiendo mejor”­
Por lo tanto lo que restaba era decir a los
camilleros que se marcharan, cosa que
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- 12 -
hice y me reprocharon no haberlo dicho
antes, pero nos mantuvimos en nuestra
postura, firmes y decididos. Al siguiente fui
a la consulta y el médico me dijo que era
todo
bajo
mi
propia
y
personal
responsabilidad, por lo cual firmé un
documento, haciéndome responsable de lo
que le pudiera suceder a mi mujer. Fue
una enorme decisión, pero comprendí que
me estaba hablando la voz de Dios. El
embarazo fue con muchos altibajos,
problemático, pero al fin, en la Clínica de
la Seguridad Social, en la Maternidad que
me parece se llamaba de Santa Cristina,
en la calle de O’Donnell de Madrid, nació,
tras un doloroso parto nuestro hijo
Eduardo. Fue un acontecimiento que
celebré con todas mis fuerzas y amor y
Lola contemplaba con un amor infinito en
su mirada, la belleza del niño, que llamaba
la atención de todos. Nada exagero cuando
le dije al taxista que me llevó a casa, que
estaba entusiasmado, y el hombre se
sentía feliz al ver mi gozo, felicitándome
cordialmente. Todo fue alegría en torno a
la familia, pero pasados unos meses,
ahora viene la hora del más grande de los
milagros que sentimos en nuestra propia
esencia. Aquel bello niño, hermoso como
un sol estaba malo y con un, al parecer,
raquitismo. La cabeza no se le cerraba,
pasando los meses, y su tamaño iba en
aumento hasta el extremo que nos
decidimos a llevarle urgentemente a un
gran médico, una eminencia, el mas
preciado colaborador de Don Carlos
Jiménez Díaz, el doctor don Alfonso
Merchante Iglesias, amigo mío y médico
de “La Unión y el Fénix Español”, la mas
prestigiosa compañía de seguros de
Europa, donde trabajaba yo. Recuerdo con
claridad meridiana, cuando con el niño en
brazos, mi esposa y yo avanzamos hacia
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Don Carlos, rodeado de médicos. Cogió al
niño, le observaron muy detenidamente,
nos dijeron que nos apartáramos unos
instantes. Consultaron entre ellos y al cabo
de mas de media hora, nos llamó don
Alfonso, entregándonos al niño, y nos dijo
con palabras entrecortadas, con lágrimas,
que se encontraba muy mal, que su estado
era muy grave y que la única solución que
había era llevarlo a mejor clínica de
Europa, que estaba en Madrid, al cargo del
Doctor Ley, pues al parecer se trataba de
una hidrocefalia incurable por su gravedad.
Fuimos al doctor Ley y recuerdo que entré
yo en la consulta con mi Eduardito, que
puse en mis rodillas, le hicieron un “fondo
de ojos” muy detenido y la expresión del
Doctor fue desalentadora, pero me dio
Dios fuerzas para todo y le pregunté para
que contestara con toda sinceridad, cual
era el estado de la criatura y me dijo:
­ Dios sabe que digo la verdad, que el mal
avanza mucho y el primer síntoma sera la
ceguera­.
Me sentí conmocionado y volvía a mis
preguntas, pidiéndole que me dijera
cuándo ocurría, a su parecer, eso la
pérdida de la visión a lo que me respondió:
­“Puede ser en quince días, pero antes
vamos a hacerla unas pruebas, entre ellas,
la primera, una punción lumbar”.­
Cuando le dije a Lola lo que ocurría,
lloramos juntos como nunca lo habíamos
hecho, y si todo esto era realmente
durísimo, más lo fue cuando había unas
grandes dificultades para hacerle la
punción lumbar. Entonces, al parecer era
muy problemático y recuerdo que el
médico se negaba a hacérsela, no se por
qué, pero tuve una gran discusión con él,
diciéndole que por el amor de Dios, se
trataba de una cuestión de vida o muerte,
que era mi hijo, y, entre ruegos y
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- 14 -
amenazas, dije que si acaso no realizaba la
punción lo sabría toda la prensa en pocos
días, pero que ante todo apelaba a su
bondad, amabilidad y cristianismo. Por lo
que fuera, pues yo se lo pedía a Dios de
todo corazón, accedió a ello y fue una
ambulancia a casa con tres auxiliares y el
médico, que por cierto tuvo una actuación
muy correcta, ordenó que “los niños que
pudiera haber” salieran y “estuvieran
alejados, al menos, un día”, pero no había
ninguno y procedieron a un aparatoso
montaje e instalación para una perfecta
punción ordenando medidas profilácticas
en el interior de la casa, en fin, todo muy
necesario, e indudablemente, aparatoso.
Una vez efectuada la punción, me dijo que
no lo había hecho por mis amenazas, sino
porque era su deber y comprendía nuestra
angustia, alentándonos afectuosamente y
diciéndonos que pasáramos en unos días a
recoger los análisis. Yo, ignorante, le
pregunté si había observado algo anormal,
pero me dijo que no podía decirme nada
hasta tener completo todo. Nos dio la
impresión de que algo fallaba o no le
gustaba. Y ahora viene la gran prueba de
fé, pues siempre hemos sido creyentes e
incluso mi esposa más que yo, pues iba a
la iglesia algunas veces y yo, nunca,
bueno, en raras ocasiones. Siempre me ha
sido imprescindible escribir, no necesitaba
como una llamada del alma y por aquel
entonces estaba escribiendo un libro
relacionado con la vida y obra de un
personaje
medieval,
del
siglo
XI,
maravilloso, un auténtico varón de Dios,
un hombre de esos que con su vida
ejemplar dejan huellas imborrables de su
paso por la vida: “DOMINGO DE SILOS”
que tenía la bendición de Dios para la
sanidad, no nacida del hombre si no de
Dios, que lo usaba para ello de una forma
14
- 15 -
impresionante. Me cautivó su enorme
personalidad y escribí, haciéndolo a fondo,
me fui compenetrando más que nunca con
la sabiduría y el poder de Dios. Aquella
noche,
que precedió a la punción, de
rodillas, le pedí al Señor con gran fuerza,
por la sanidad de mi hijo, a lo largo de
toda la noche, hic de, pues la primera
vigilia en oración de mi vida, sin saber que
años después vendrían muchas mas por
otras causas. Así pasaron aquellas horas
que después me resultaron cortas, llenas
de intensidad y de ese amor infinito que
transmite Dios a los corazones, lleno de
una esperanza que jamás había tenido,
siempre esperando un milagro. Para Lola,
y yo no había más que Dios, y la sanidad
de nuestro hijo pues era el único que le
podía salvar y sanar. A los tres o cuatro
días fui a recoger los resultados, pero no
entendía absolutamente nada de lo que allí
estaba escrito, y lleno de incertidumbre,
inevitable, fui a ver al Doctor Ley, quien
después de leer los análisis muy
detenidamente, me dijo, muy serio y
grave, lo cual me alarmó:
­“Su hijo necesita un tratamiento especial, y
lo tienen que realizar con mucha urgencia,
pues la medicina que precisa ahora mismo
es: ............. ¡mucho sol!, pues.... pues de
enfermedad y ceguera ¡no tiene nada de
nada!, no me explico cómo ha sucedido,
pero ya no hay ningún peligro.­
Nuestra emoción fue inenarrable y ante tal
cúmulo de cosas, le pregunté en que
consistía aquellos diagnósticos previos y
me dijo muy pensativo que no podía
contestarme pues hay cosas que se
escapan a la verdad médica, a los médicos
y a la medicina, pero que habían obrado
como correspondía. Estábamos ante un
hecho que se les iba de las manos.
Yo le contesté, solemnemente:
15
- 16 -
­“¡La mano Omnipotente de Dios, doctor
Ley!”­
Una cosa era verdad, que el mismo doctor
estaba emocionado. Después vino un
proceso,
naturalmente
de
cuidados,
paseos, juegos, sol, calle, calle y más
calle, buenos alimentos, y sus tíos
maternos, Pepe, militar de Marina y gran
artista pintor, y su esposa Pilar, se lo
llevaron a la sierra donde disfrutó de aire,
sol, luz de Dios, y frío de nieve. Gracias al
Señor, se fortaleció y salió adelante. No
tenerlo a nuestro lado fue muy doloroso,
pero sabíamos que Dios estaba con él, y
sus tíos le cuidaron con cariño
y
paciencia.
El libro de “Domingo de Silos, su vida y
obra”, está dedicado a “Mi hijo Eduardito, mi
amado primogénito. A mis hijos Florentino y
Juan José, a sus esposas, a mis nietos y
nietas, producto éste libro de la fe y del
amor. A mi mujer, Lola, con la que he
compartido cada segundo de nuestra larga
y dilatada vida, en agradecimiento por su
labor abnegada, su fé, entrega a la familia y
a Dios”.
Y siendo mayor, aquel niño que tan
milagrosamente salvó, y que todo se lo
debe a Dios me ha dado le gran
satisfacción y su mensaje de amor, ha
quedado grabado en mi corazón y por su
puño y letra, que un día,ya adulto, muchos
años después le escribiría a su hermano
Juan José: “En la oración de ayer pude
comprobar lo poco que comprendemos a
papá y a mamá, y cuánto nos equivocamos
en nuestros juicios y por encima de todo
están las gracias que hemos de dar a
Nuestro Señor Jesucristo por tenerlos a
nuestro lado. La noche de ayer fue para el
Señor”.
Después, diría: “A las 8,30 de la tarde
estuvimos hablando a Dios, para después,
16
- 17 -
comentar un texto de la Biblia. Estábamos
ya con la luz apagada cuando empezamos
a orar y creo que estuvimos como una hora.
Preciso hablar de Dios utilizando todas las
medidas disponibles y posibilidades. ¿No es
hora de que los cristianos rompamos con el
“qué dirán” y que nos revistamos con el
Poder del Espíritu Santo y hablemos a las
muchedumbres con la misma alegría y
seguridad como lo hacían los Apóstoles que
acaso ellos eran distintos de nosotros?. Creo
que eran hombres como nosotros y con el
mismo Poder del Espíritu Santo. ¿No es
menos fácil hablar de Cristo a aquellos que
no le conocen que hacerlo a aquellos que
dicen ser sus seguidores?”.
Y dice: “Firmes y adelante, huestes de la fé,
que Jesús nos ve”, y como la vida tiene el
sello del Espíritu Santo en el cristiano, no hay
dificultades que valgan, y, con el amor de
hermano, y de Jesús, que es insuperable”.
Así pues, con estas palabras su madre y
yo nos sentimos muy orgullosos de tenerle
por hijo y nuestro amor para estas nietas
tan bonitas María y Marta. ¿Y Pilar, su
mujer? La primera en el amor de Dios.
Fotografia de 1955. Mi
padre y mis hermanos,
Eduardo,
el
“niño
milagro” y Florentino,
con un año de edad. Yo
naci dos años después.
Madrid. Detrás, un cine,
con el anuncio de una
película de Hollywood,
que
relataba
una
invasión extraterrestre.
El terror en esa epoca:
”Aguila
Negra
y
Obsesion”,
interpretada
por Jane Wyman. 1954.
17
- 18 -
MI PRIMERA INFANCIA
Nací en 1957, en el mismo día
de
la fiesta española de: “Los
Enamorados”, el 14 de Febrero, pesando
cuatro kilos y medio, en ese Madrid de
finales de los años 50. Mis primeros
recuerdos, se remontan al comienzo de la
década de los felices años sesenta, en el
seno de una familia de clase media,
sencilla, afincada en una ciudad con un
naciente desarrollo urbanístico. Éramos
tres hermanos, Eduardo, Florentino y yo,
el menor. Papá, nacido en la Isla de Puerto
Rico, allá en el lejano caribe, hijo de
emigrantes gallegos que regresaron a
España, prácticamente en el mismo año en
el que se declaró la II República Española,
y mi madre Dolores, una ceutí hija de
militar retirado con la Ley de Azaña, se
afincaron ambos en Madrid, desde hacía ya
muchos años. Se conocieron en la Calle de
San Bernardo, allá en el 47, uniéndose en
matrimonio dos años después. Década de
miseria,
escasez,
totalitarismo
ultraderechista, manías persecutorias del
régimen del General Franco contra un
“Judeo­masónico­
curioso
complot
comunista”, que muy pocos españolitos
entendían con claridad. Años de estraperlo
en los campos de España, de maquis
revolucionarios atrincherados en montes y
cordilleras, de exilio forzoso en medio
mundo, de represión pura y dura contra
las minorías del momento, como los
“protestantes”, por ejemplo.
Eran las horas de la máxima exaltación de
“España, una, grande y libre” y “Por el
Imperio hacia Dios”. Cárceles repletas de
18
- 19 -
presos políticos, sindicalistas, y anarco­
sindicalistas, de fusilamientos, y de
cadenas
perpetuas
simplemente
por
pensar y hablar de forma distinta al
Régimen. Aislamiento internacional, y
orgullo patriotero, por la expulsión de
España de ONU, en la madrileña Plaza de
Oriente con pancartas como ésta: “¡Si ellos
tienen O.N.U. , nosotros tenemos DOS!”. Esos
eran los momentos áureos en los que se
conocieron mis padres que como buena
parte de los ciudadanos y campesinos del
país, mejor era callar si se quería
sobrevivir, callar y soportar, callar y sufrir.
Historia ya olvidada que se debe de
recordar de vez en cuando en nuestro
país. Esos años, en el extranjero han
partido en dos al Siglo XX, con un antes de
la II Guerra Mundial y un después.
Ciudades arrasadas, países desbastados,
nazismo alemán y fascismo italiano,
campos de concentración y de exterminio,
judíos aniquilados, minorías destruidas,
pueblos enteros borrados del mapa,
museos arrasados, patrimonios históricos
perdidos para siempre, ciudades sitiadas,
bomba atómica, en total mas de
50.000.000 de personas fallecidas o
desaparecidas al final de la contienda, un
infierno caótico del que nadie esperaba
salir, millones de niños desamparados y
hambre escasez y miseria. Años también
de esperanza, nacimiento de Israel,
expansión del comunismo en la Europa
Oriental, surgimiento de nuevos estados,
división de Europa, de Alemania y de su
capital, Berlín. OTAN y Pacto de Varsovia.
19
- 20 Yo de bebé en brazos de mi tía Pilar. ¿Era yo
un niño hermoso o no?. Aunque aquí ya tenia
seis meses, cuando nací pesaba 4 kilos y
medio.Con semejante tamaño, no me explico
cómo podría haber estado en el vientre de mi
madre.
Papá trabajaba como oficinista en “La
Unión y el Fénix Español”, empresa privada
de conocido prestigio en el mundo del
Seguro, y una de las pioneras en ese
campo social. Mamá, se empleaba solo en
el hogar. Mi barrio: “Fuencarral”, así se
llamaba, me sabe a primeros libros,
primitiva televisión en blanco y negro, a
casitas adosadas, tipo “Chalet”, a juegos
infantiles. La casa tenía un jardín a la
entrada, y allí empleaba yo la mayor parte
de mi tiempo en mis juegos infantiles. No
teníamos televisión, ya que éste era un
medio de comunicación que había nacido
en el mismo año que lo hice yo, y sin
embargo fue allí, donde descubrí por
primera vez, y con evidente entusiasmo de
niño, la falsa magia de la pantalla, por que
los chiquillos de la barriada íbamos, creo
que a un comercio, para contemplar esa
caja de madera con pantalla muy grande y
de cristal delantero, a través de la cual
salían imágenes de muy mala calidad. Ir a
ver la televisión, en aquellos años, debía
darle pingues beneficios al propietario del
bar, pues todos los vecinos se apiñaban en
su comercio, para descubrir ese medio
nuevo de comunicación. La chavalería se
amontonaba tanto que en ocasiones
éramos expulsados por el bullicio que
ocasionábamos. Mi memoria televisiva se
compone solo de la imagen de una
locutora algo pechugona, que cada dos por
tres salía a pantalla para informarnos de la
escasa programación que había.
20
- 21 -
Como cuando andamos por un camino
rodeado de árboles que lentamente,
vamos dejando detrás, así sucede con los
recuerdos más remotos. Allí descubrí que
no se debe meter los dedos en las aspas
de los ventiladores en marcha, aunque
estos aparatitos fueran de 125 voltios, que
no es bueno atravesar la calle cuando
viene algún vehículo, aunque sea la
bicicleta del repartidor de leche, como me
sucedió. Mi infantil imprudencia hizo que
resbalara antes de finalizar mi atolondrado
cruce, justo en el momento que se
aproximaba el joven trabajador con cara
de horror. Yo en el suelo y el muchacho
intentando
controlar
el
esquelético
vehículo monoplaza, gracias a su pericia
solo me atropelló por los pies, causándome
marcas de rueda y algún rasguño, junto
con un buen susto por ambas partes. Debí
incorporarme
rápidamente
para
huir
lloriqueando. Del lechero en ruedas solo se
oyó el estruendo final, pero yo ya no
estaba allí. No debió de sucederle nada
grave a juzgar por los comentarios que
poco después oí en mi casa.
La primera infancia es de exploración,
aprendizaje y conocimiento del medio,
dicen los psicólogos y pedagogos infantiles
y así fine para mi hermano Florentino,
quien en un alarde de zoología incipiente,
le enseñó a mi madre un grillo o
escarabajo con gran alegría demostrativa,
sin saber que lo que se traía en manos era
una vulgar y gruesa cucaracha que tanto
odiaba mamá. A veces creo que los niños
se sienten muy sorprendidos por la
reacción de los adultos, y así debió verlo
mi hermano, a juzgar por el grito
desproporcionado que mi madre dio y la
consecuente bofetada que recibió no en su
21
- 22 -
cara, sino en la mano portadora de la
corredora, que si no era de las voladoras,
a mi me lo pareció, falleciendo la pobre
aplastada contra la pared. Mi hermano, no
entendía lo que pasaba, por que a fin de
cuentas, pensaría él: “¿Qué mas da una
cucaracha que su primo el escarabajo?”.
Por las cercanías del barrio, circulaba el
tren. Las vías han sido siempre una
atracción fatal para la infancia de las zonas
aledañas. Mi hermano Florentino, que
ejercía de cabecilla en el grupo de
chiquillos, solía ir de vez en cuando a ellas.
Yo, no sé si por ser su hermano menor, o
por mi carácter tranquilo, iba siempre con
ellos, como un relleno, de secundón. Allí,
esparcían por el suelo un montón de
chapas
de
botellas,
que
después
colocábamos en la misma vía de tren, poco
antes de que el maquinista con su
desespero, hiciera sonar el silbato de la
máquina. Al conocer cuando se acercaba,
nos arrodillábamos para poner nuestro
oído sobre el mismo metal de la vía, y éste
nos transmitía el característico temblor
que antecedía a la máquina. Así descubrí
el tremendo poder arrollador de esos
vehículos y el viento que levantaban a su
paso.
En
esa
época,
los
niños
acostumbrábamos a introducir en las
chapas, cromos de los futbolistas mas
conocidos, de modo que al pasar el tren
por encima, quedaban completamente
chapados y aplastados al igual que las
chapas
que
los
contenían.
Aquella
aventura se terminó cuando nuestras
madres se enteraron gracias al delator de
turno. Todos temíamos más sus bofetadas
que al mismo tren.
Una foto de familia.
De
izquierda
a
derecha: Florentino, el
“mediano”, (por nacer
después de Eduardo),
yo,
mamá
y
mi
hermano Eduardo, el
“mayor”.
22
- 23 -
Recuerdo con especial nitidez, quizá por la
pequeña tragedia que me supuso, un
hecho, que me ha dejado huella a lo largo
de la vida, y que explica en cierta manera,
mi fobia al hecho de que los niños lleven o
jueguen con palos de madera o de otro
material. Una vez, el mismo grupo infantil
con vocación de futuros trabajadores del
tren, decidimos acudir a la casa de uno de
nuestros amigos y compañeros, mejor
dicho, dispusieron ellos, pero como yo
siempre les acompañaba, allí fui. Al llegar
a la vivienda, el grupo incluido mi
hermano, me dejó en el portal. Era un día
soleado, tranquilo, ideal para jugar en la
calle. En el suelo, una caña hueca, que
alguien tiró. Seguramente había visto en la
televisión del bar, alguna película del Oeste
Americano. Ese trozo hallado me serviría
para hacer las veces de una trompeta del
“Séptimo de Caballería”. Me la coloqué en
la boca, y allí comencé a tocar, mirando
directamente al Sol, deslumbrándome.
Justo al lado de la puerta, había un bloque
de piedra suelto en el suelo, que por
cierto,
muchos
años
después
aun
permanecía allí, en el mismo lugar, tropecé
con el mismo, y caí de boca clavándome
por completo la caña en el interior de la
garganta. La sangre, comenzó a manar en
abundancia, tanto por la boca, como por el
mismo hueco interno de la caña.
Inmediatamente,
alguien
debió
de
socorrerme, extrayéndome dicho objeto.
Desconozco como se enteraron mis
padres, pero lo que sé es que tuvieron un
gran control personal en todo momento.
Ese sol deslumbrándome se me ha
23
- 24 -
quedado nítido en la retina de mis
recuerdos. Estuve a punto de perder la
“campanilla” interior que todos tenemos en
nuestras gargantas, se mantuvo unida tan
solo por un trozo de piel y músculo
interno.
Cuentan las historias familiares, que
siendo yo muy pequeño, debí decidir, por
mi propia cuenta, que ya era el “momento
de emanciparme”, así que a tan corta
edad, desaparecí de mi casa durante unas
horas. Mis padres, ante mi notoria
ausencia, comenzaron mi búsqueda, que
debió durar todo el día. El barrio completo
se movilizó. Las horas pasaban y yo no me
decidía por volver a casa. Seguramente
debí encontrar muy interesante ese insecto
volador al que
a lo mejor espié,
la
mariposa multicolor. Encarna, la vendedora
de periódicos, fue quien me encontró
escondido en un portal, bastante asustado.
Yo ya sabía hablar, y lo único que dije,
según me decía mi padre,
fue: “Un
soldado, me ha cogido”. Enigmática frase
que nunca nos ha explicado lo que pasó o
lo que pudo pasar. ¿Quién era ese militar
de reemplazo?. ¿Alguien que quiso
apartarme de los míos, y después se
arrepintió?, ó ¿un alma caritativa, que
encontrándome
perdido
decidiría
introducirme en algún portal?. ¿Por qué
me dejó allí y no entregó a la policía
municipal más próxima?. ¿Por qué no
preguntó a algún vecino?. Por mi parte, no
recuerdo nada en absoluto de ese hecho.
Esa vendedora de periódicos, con el paso
de los años, volvería a tener contacto con
nosotros, al final de su vida, para
entregarse al Señor completamente, junto
con su esposo, quien tras sufrir una grave
enfermedad, con unas úlceras sangrantes,
y putrefacción de las piernas, que le
24
- 25 -
llevaron a una muerte muy dolorosa; justo
instantes antes de morir, tuvo una visión
maravillosa. Aun consciente, le dijo a su
esposa, que estaba sentada junto a él:
­“Encarna, en estos momentos estoy viendo
al Señor entrar a la habitación,¡todo está
lleno de luz! ¡Sí! ¡Jesús, me voy contigo,
llévame Señor!”
En
ese instante, falleció. Ella, meses
después acompañaría a su esposo, al
mismo lugar.
MI PRIMERA ESCUELA
Mi primer colegio, solo era la primera
vivienda, de un bloque de vecinos.
Recuerdo vagamente una maestra, por ese
entonces, muy joven, y una de las aulas,
que correspondía al comedor de la
vivienda en realidad. Allí, los pupitres
colocados, eran algo más que simples
mesas con sus sillas. Teníamos todos, la
sana costumbre de garabatear en la
madera, marcarla, señalizarla, escribir
palabras con muchas tonterías, dibujar
corazones e incluso dejar allí nuestros
pensamientos más íntimos.
He de reconocer, que para mí es un placer
personal acariciar los tableros de las
escribanías antiguas de los niños. En ellas
puedo sentir, ilusiones infantiles, estudios,
trabajos, juegos imaginarios, fantasías, y
hasta primeros enamoramientos. Iba
siempre con mi cartera de cuero oscuro,
que contenía mi “plumier”, una cajita de
madera, con lápices rotos o mordidos de
una forma tal que parecían pinceles
estropeados, la cartilla de las primeras
letras, un catecismo muy elemental, y un
libro titulado “Enciclopedia Alvarez” que
contenía buena parte de las materias, que
se impartían en la clase. Junto a todo eso,
25
- 26 -
el bocadillo envuelto en papel de periódico
con su chocolatina dentro. Desconozco la
razón por la cual, había siempre, junto al
edificio en el que estaba el colegio, un
charco de agua embarrada y sucia, el caso
es que ese lugar, para nosotros de
diversión era un auténtico suplicio para las
madres y maestras. No debería pensar lo
mismo, mi hermano Florentino, por que un
día, bastante cansado de los abusos de
poder que otro niño ejercía sobre él, se
peleó de tal forma que ambos rodaron
sobre el charquito en cuestión, de modo
que a mí me parecían como galletas
empapadas en chocolate. La bravatada no
duró mucho pero sí el tiempo suficiente
como para que los demás que allí
estábamos nos enerváramos a favor de
uno o del otro, con: “¡Dale!, ¡dale!” ó
“¡Bronca, bronca, bronca!”. El problema
era que cuando repetían con rapidez esa
palabra, parecía surgir un insulto masivo
contra alguno de los contendientes.
Florentino el “justiciero”, hizo “justicia”,
pero mi madre después la hizo con él, por
que le llovieron las tortas. A partir de ese
hecho, el otro chiquillo cambió de parecer,
y los problemas se solucionaron.
EL LECHERO
La leche se vendía libre, aunque por
entonces surgieron las primeras bolsas de
un litro de marca “Clesa”, cuya fábrica
central estaba muy cerca de mi barrio. El
lechero, era un gallego, algo grueso, alto y
rubio del que tan solo recuerdo que
hablaba mucho. El buen hombre, tenía
puesto un “mono” de color azul, por que
trabajaba en el campo. Se ganaba la vida
repartiendo la leche a domicilio. Mi casa,
como todas tenía un jardincillo en la
entrada, que de vez en cuando había que
26
- 27 -
regar. Un día, estaban mi madre y
hermano mediano en la entrada, regando
con una manguera las plantas. El solicito
vendedor de leche a domicilio entró con
decisión con un jarro lleno de ese liquido
blanco que dan las vacas, y que tanto ha
hecho sufrir a los niños en el desayuno, y
no se dio cuenta de la manguera que se
atravesaba en el camino, pisándola. El
niño, que en ese momento era el regante
inclinado, percibió que dejó de fluir el
agua. Al incorporarse con la manguera en
la mano para avisar a su madre de la
presencia del lechero, apuntó sin quererlo
con ella hacia él: “Mamá, el lechero”. El
hombre al levantar el pie, recibía en plena
cara el chorro de agua impetuosa que salía
con fuerza de una manguera salvaje e
incontrolada, que mi hermano empeoró
empapándole por completo. Ante tan
inoportuna lluvia de agua fría, el vendedor
ambulante de tan preciado alimento
líquido, chilló, gritó y saltó, como si se le
hubiera metido en el cuerpo un millón de
hormigas. De la leche que traía no se supo
nada, pero de la bronca posterior sí hubo
noticia. No sé si ese mismo día o al
siguiente, mi padre, experto en relaciones
diplomáticas vecinales, pudo aplacar su
ira.
A tan corta edad, yo no tenía grandes
problemas, pero había una cuestión que
era para mi sumamente candente: veía
llover y no sabía cómo se producía la
lluvia. Como mi padre era, una especie de
enciclopedia andando, le pregunté un día
por que llovía tanto. Su respuesta me dejó
sorprendido, por que quizá me contestó
con el típico afecto que se suele responder
a los niños muy pequeños: “Es que los
angelitos hacen pis”. Aquello no me
solucionó la terrible duda, sino que por el
contrario la aumentó, por que como yo iba
27
- 28 -
al servicio para orinar, veía que de mi,
salía un chorro de orín, pero solo uno, no
varios, así que llevado por mi lógica de
niño, o en las nubes había millones de
angelitos y angelotes, o cada uno de ellos
tenía en vez de un órgano urinario, varios.
A mis escasos cinco años, no entendía
como un ser alado como las águilas podría
disponer de cuatro o cinco. Aquello, se
convirtió durante meses en mi principal
preocupación porque cuanto mas le
preguntaba a papá, me respondía de la
misma manera. Incluso en los días
lluviosos, me asomaba a la ventana de mi
casa, para contemplar las inmensas nubes
e intentar ver a esos seres tan raros, pero
nunca lo conseguí, hasta que con el paso
del tiempo averigüé la verdad natural de
la lluvia, quien me la enseñó mi propio
padre quizá motivado por mi pesadez e
insistencia científica.
A comienzos de los 60, comenzaban las
primeras emisiones de la televisión en
España. Recuerdo, que las familias que
tenían un televisor en su domicilio, eran
muy pocas, de modo que algunos
comerciantes, hacían el agosto, cuando
incorporaban uno de esos aparatos a su
negocio, sobre todo si éste último se
trataba de un “bar”, o una vulgar tasca.
Toda la chiquillería nos amontonábamos en
esos locales solamente para contemplar a
la locutora que salía en la pantalla
anunciando
la
programación.
Los
programas de la tarde, dedicados a los
niños eran los preferidos. Recuerdo ese
primer
televisor
que
contemplé
entusiasmado, en blanco y negro, de
pantalla enorme, o al menos eso creía yo.
Como elemento de comunicación masiva
que ya se presuponía que iba a ser la
televisión, estaba totalmente controlada
por el Régimen del General Franco. Con el
28
- 29 -
paso de los años se convirtió en su
máximo exponente, de modo que para un
niño español de esa época, resultaban
especialmente tediosos y aburridos los
reportajes informativos de la época.
Franco
aparecía
constantemente
inaugurando pantanos por todo el país o
recibiendo en el Pardo a embajadores en
recepciones oficiales
dándoles la mano
como si ésta la tuviera empalada.
Señor, a Jonas el profeta del vientre
de la ballena, en que moró tres dias,
dentro de la mar llena, sacástelo tu
sano, como de casa buena:
¡Salvame,tú ,Mesías, sin culpa y sin
pena!.
Arcipreste de Hita. Libro del Buen
Amor.Siglo XIII.
CLasicos de la literatura española.
Ediciones Rueda,2002.
LOS GITANOS
Los gitanos, en esos años, me parecían
especialmente
enigmáticos,
extraños,
desconocidos, temidos, y muy pobres. No
existía ningún tipo de contacto entre
nuestras infancias, y los esporádicos que
surgían, eran siempre para recelar, e
incluso para pelear a pedrada limpia y
después huir, por que cuando surgía algún
problema con un niño de ellos, aparecían
muchos mas por todos los lados. No
siempre eran ellos quienes provocaban una
pequeña guerra, por que era común que
cuando caminaban por nuestras cercanías
se les expulsara por algunos de los
nuestros de forma injusta, y la respuesta
era obvia.
Su altivez, su extraña forma y acento al
hablar el castellano, su indumentaria, sus
costumbres y forma de vida me causaban
29
- 30 -
una extraña sensación de miedo y
curiosidad. Tendrían que pasar muchos
años, para que mi mundo y el suyo se
mezclaran hasta la amistad y el respeto
mutuo. Cerca de nuestra comunidad, se
levantaba una zona deplorable, un
submundo al cual no teníamos acceso, con
chabolas, hechas de palos, láminas de
hojalata, uralitas viejas, ladrillos mal
colocados, formando callejas sin asfaltar
embarradas en invierno, repletas de
churumbeles
sucios,
mal
vestidos,
descalzos, que jugaban por los alrededores
entre chatarras. La iluminación de las
humilladas viviendas, las pocas que
contaban con luz eléctrica, consistía en
paupérrimas bombillas, que se mecían al
aire pendiendo de cables pelados. Con el
paso del tiempo aprendí a conocerlos, y de
ser un niño que se asustaba cuando los
veía de lejos, pasé a entender lo injusta
que es nuestra sociedad cuando se
abrieron puertas y se levantaron puentes
entre su forma de vida y la mía. Los
chavales y jóvenes de esas mal llamadas
viviendas, altaneros y orgullosos, de pelo
largo y tez aceitunada, solían pasearse a
caballo por las cercanías & Fuencarral, y
cuando
lo
hacían,
los
niños
nos
escondíamos en los portales para verlos
pasar. Como en la naciente televisión, las
únicas películas que veíamos eran del
Oeste americano, mi mente los mezclaba
con aquellos bravos luchadores arapajoes,
sioux ó cheyennes cuando se creían
vencedores de batallas perdidas para
siempre. Cuarenta años después, como la
vida da enormes vueltas, y no somos
dueños de nuestros destinos, residiendo ya
en Almería, hablando un día con un amigo
mío, un veterano de la Iglesia Evangélica
gitana de Filadelfia, de nombre Alejandro,
diez años mayor que yo, le comenté por
30
- 31 -
casualidad algo sobre mi primera infancia
en ese madrileño barrio. Me quedé
sorprendido cuando me dijo, que era uno
de esos jovencitos caballistas. Las fechas
coincidían exactamente. Sorprende pensar,
que ese joven quinceañero gitano, que
cabalgaba con cierta vanidad, mientras
acariciaba la crin de su caballo y que a lo
mejor se rió de un chiquillo de cinco años
que corría a esconderse al cruzarse en su
camino, se convertirían él y el niño con el
paso de las edades, en amigos.
MADRID Y NUESTROS AMIGOS
Había unos momentos, que
me resultaban especialmente interesantes,
y era cuando mamá me llevaba hasta el
centro de Madrid, para visitar a mis
abuelos o a papá en su trabajo en ese
bello e impresionante edificio que era “La
Unión y el Fénix Español”. El medio de
transporte que recuerdo con mejor nitidez,
eran esos taxis, que a juzgar por su color
se parecían a los coches fúnebres, aunque
en el color se diferenciaban, por estar
pintados los taxis con una banda roja
longitudinal. Había dos modelos de coches
destinados a tales fines: SEAT 1400, y los
SEAT 1.500. Los primeros eran de formas
redondeadas, pero tan compactos que me
recordaban a los tanques. Mamá era una
admiradora de los “Seat 1.500”, a mi me
daba
igual,
cada
vez
que
nos
introducíamos en uno de ellos, su charla
con el paciente conductor, desde que
iniciábamos el viaje hasta que llegábamos
al destino, versaba con insistencia sobre
las virtudes de ese modelo de automóvil y
su comodidad interior; eran vehículos de
formas elegantes y estilizadas, realmente
31
- 32 -
resistentes. Utilizados por los taxistas, por
la policía, y los servicios oficiales, duraron
más de una década y aun hoy, quedan
ejemplares circulando, autenticas piezas
de museo. En Italia era Fiat quien los
fabricaba. El modelo era el mismo.
Mi familia, había vivido antes, en la
señorial calle de General Mola. Zona
urbana de clase media. De esa época no
guardo ninguna memoria, aunque he
visitado, ya de joven esa parte varias
veces. Quizá mis recuerdos gráficos,
dependen de las numerosas fotografías
que aun conservamos, en blanco y negro.
En ellas aparece un hombre muy joven,
peinado según la moda de la época, con
gafas redondas; junto a él, dos niños de
muy corta edad. Al fondo, árboles
ciudadanos, aceras recorridas por señoras
con peinados a los 50, y un cine que
anunciaba una película intergaláctica, que
en esa época excitaría el interés, pero que
ahora solo provocaría la risa. El personaje,
es mi padre, los dos niños, mis hermanos.
¡Cómo nos transforman los años!. En otra
fotografía, solo tres niños, el de en medio
es un abultado bebé, con gorrilla de lana,
en un cochecito de segunda mano, de cara
redonda, un poco vasto y regordete, que
mira
con
curiosidad
a la cámara
fotográfica, y cuando la contemplo, me
miro a mi mismo. Papá, tenía buenos
recuerdos y amigos de esa época.
32
- 33 -
Doña Marichu y Don Camilo, formaban un
matrimonio curioso e interesante. Vivían
en el mismo edificio que nosotros. Tenían
dos hijos, Camilo y José María, éste último
ha triunfado en el mundo de la música,
convirtiéndose
en
un
prestigioso
compositor. Mamá y la madre del músico,
tenían una profunda amistad que se
mantuvo, posteriormente durante años.
Marichu de exquisita educación, había sido
educada en los mejores centros de su
época. Heredó además un título nobiliario,
era Marquesa. Miembro de una familia
aristocrática venida a menos por diversas
circunstancias
que
desconozco,
permanecía fiel a sus costumbres que
hundían raíces en la herencia del pasado
familiar. Tuve la oportunidad de conocerla,
algunos
años
después.
Para
mí
representaba, la amabilidad en el trato y la
exquisitez en persona. De su esposo solo
recuerdo, su curiosa costumbre de dormir
con la cabeza apoyada en el quicio de la
ventana abierta de par en par, de modo
que desde la calle se veía una especie de
bola, su cabeza que brillaba por los rayos
del sol. Mamá siempre recordó un hecho
de Marichu. Según lo que le había relatado
ella misma, un día, en el metro de Madrid,
ese tren eléctrico subterráneo que recorre,
el subsuelo con miles de personas de un
lugar a otro, todos los días, había una
mujer muy humilde y pobre, con evidentes
signos de miseria, que se avergonzaba de
pedir. Marichu, mujer noble donde las
hubiera, movida a misericordia, extrajo de
su bolso, no unas cuantas monedas, sino
un pañuelo, y ayudándose de él pudo
improvisar una bolsa, rogando a todos los
viajeros, uno por uno, que ayudasen en
algo a esa sencilla mujer, y así pudo reunir
una buena cantidad de dinero que le
entregó. No dudó un momento al hacerlo
33
- 34 -
ni le retuvo su posición social. Ella pensaba
que no solamente se es “noble” por la
tenencia de un título aristocrático, sino por
que es algo que se siente en el corazón.
EL ESPIRITU DEL MEDICO
Papá estuvo algún tiempo
enfermo y retirado temporalmente del
trabajo, por una pleuritis que se podría
haber convertido en una tuberculosis, algo
muy común en aquellos años, a causa de
la escasez y del hambre que se había
vivido pocos años antes, tras terminar la
Guerra Civil. Un vecino, que mantenía
buenas relaciones con mi padre, ofreció
sus servicios para curarlo por la estima
personal que le tenía. Papá, desconcertado
por el ofrecimiento, ya que el amigo no era
médico
ni
tenía
conocimientos
de
medicina, se lo agradeció.
­Eduardo, si quieres puedo ayudarte­
­Te lo agradezco, ¿cómo me vas a ayudar?
­Tú tranquilo, esta noche próxima, voy a
pedirle a un médico que te visite, un buen
especialista en este tipo de enfermedades,
y no te va a cobrar nada. Te ayudará
gratuitamente­
­¡Es de agradecer!,¡Muy amable! ¿Cuándo
vendrá a verme?­
­¡Esta noche!­
­¿Cómo que?.................. ¿esta noche?, ¿a
qué hora?­
­Tu Eduardo, no te preocupes por nada, tan
solo acuéstate como todos los días­
Papá muy extrañado por todo, una vez que
el vecino se había marchado, se lo contó a
mi madre. Cuando éste acabó de hablar,
ella le contestó:
­Eduardo ¿tú sabes lo que hace el vecino?­
­Pues no, ¿no trabaja en una oficina?­
34
- 35 -
­No me refiero a eso, lo que te pregunto es si
sabes qué es lo que hace en su casa­
­Pues no, no lo sé­
­¡Es espiritista!­
A papá se le transformó el color de su
rostro. Cuando el sentía miedo, tenía la
costumbre de cubrirse con la manta, hasta
sus ojos. Esa noche, le parecieron pocas
las de su cama, usando todas las que pudo
encontrar, y, poco acostumbrado a las
oraciones,
hizo
su
primera
vigilia
repitiendo decenas de veces el “Padre
Nuestro” que Jesús enseñó, aterrorizado
por la posible aparición en la oscuridad de
una nube con cabeza, ataviada con una
sábana blanca, con tez
cadavérica,
levantando
sus
fantasmales
brazos,
diciéndole con voz ronca y bronca:
­Uuuuuuuuuh! ¡Eduardo! ¡Vengo a curarte!
¡Soy el Doctor Martín que fallecí en la
Guerra!, ¡UUUUUUUUUUUUUUH!­
Papá según me contó años después,
estaba dispuesto, a lanzarle lo primero que
encontrara a mano, si se hubiera
aparecido, pero fue suficiente con creer en
el Padre Nuestro. Lo repetiría tantas veces,
que al final se convirtió en un absoluto
trabalenguas. Ese Doctor Martín no hizo
acto de presencia gratuita, quizá pensaría
que un trabajo así no era como para no
cobrarlo. Por la mañana, el vecino quiso
saber algo de lo que pensaba que había
sucedido.
­Eduardo ¿ha pasado algo esta noche?,
¿cómo te encuentras?
­¿Yo?, ¡Muy bien!, ¿Por qué lo preguntas?­
­¡Por nada!, ¡es que esta noche le pedí al
espíritu del Doctor Martín, que viniera a
curarte y no se ha presentado, ha debido
de ocurrir algo muy raro! , ¡una
interrupción!­ contestó el amable vecino,
dubitativo.
35
- 36 -
­Yo no sé por que ese señor que tu dices no
se ha presentado, pero lo cierto es que he
pasado la noche mas religiosa de mi vida.
Desde luego, desde luego, yo he estado
rezando “Padrenuestros” toda la noche,
¡deja tranquilo a ese señor, y no le llames
mas!, que a lo mejor, tiene mucho trabajo
por ahí ¿de acuerdo?­ respondió papá,
malhumorado.
­¡Sí quieres puedo llamar a otro!­
­¡No!, ni se te ocurra, te lo agradezco
mucho, pero déjame que ya me pondré
bien­ Repuso con firmeza mi padre.
Allí comenzó a descubrir que cuando se
busca a Dios, o se le pide ayuda, El nos
protege de las fuerzas del mal. Sería su
primera experiencia en la lucha espiritual.
EL“CARA AL SOL”
Papá tenía un “oído” muy torpe
para la música en general. Cantaba muy
mal. Cuando éramos muy pequeños,
utilizaba
una
curiosa
técnica
para
dormimos, cuando nos resistíamos al
sueño y les dábamos “la lata” a nuestros
padres, nos cogía entre sus brazos, y
comenzaba a mecernos con la tonadilla del
himno oficial de la Falange Española:
“Cara al Sol”, que si ya era monótono, mi
padre lo hacía mucho mas, al imprimirle,
cuando cantaba, ciertos impulsos militares
muy monocordes.
Cara al sol con la camisa nueva
que tú bordaste en rojo ayer,
me hallará la muerte si me lleva
y no te vuelvo a ver.
……………………………………………
Volverá a reír la primavera,
que por cielo, tierra y mar se espera.
Arriba escuadras a vencer
que en España empieza a amanecer
36
- 37 -
Quien se dormía, a veces era él mismo,
arrullado por su propia “interpretación
musical”.
Mamá, consecuente con sus ideas políticas
protestaba con energía:
­¡Eduardo!, ¡que te estás durmiendo tú, y a
mi me está entrando sueño de tanto oírte
cantar tan mal!, y además ¡un soldado
republicano que duerme a sus hijos con el
“Cara al Sol”!, ¡ya veo que Franco te gusta
mucho!,¿es que no sabes cantar a los niños
otra cancion?­
Yo no sé si lo que le hacía reaccionar a mi
padre era la chillona voz de mamá, o el oír
el nombre del general Franco, acompañado
de semejante acusación personal, por que
nada
mas
intervenir
mi
madre,
automáticamente reaccionaba con un
“¡No!” rotundo.
­¡Eso no es verdad! ¡Franco no me gusta!, ¡tú
sabes que fui soldado republicano!­
Probablemente pensó, que la mejor
utilización que podría hacer de un himno
tan manipulado por el régimen franquista,
era convertirlo en una pesada y muy
tediosa
canción
de
cuna,
mal
interpretada,y peor cantada. La música no
era el fuerte de mi padre, desafinaba y
desentonaba constantemente, así que ese
himno se convertía en una especie de
tartamudeo. Muchos españoles del bando
triunfal, surgido de la Guerra Civil, se
educaron bajo esos sones y notas
musicales propiedad de la Falange fundada
por su líder José Antonio Primo de Rivera,
partido político español
de ideología
similar al fascismo italiano de Benito
Mussolini, y al de las “juventudes”
portuguesas. Era evidente que esa canción
representaba, para los republicanos el lado
mas duro y oscuro de la dictadura
represora del general Franco, quien
durante la contienda española, y por su
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- 38 -
puesto, después de ella, aglutinó en una
especie de amalgama a un buen número
de movimientos y partidos de derecha,
utilizando para ello todos los métodos
posibles, incluyendo la domesticación
forzosa de quienes se le resistían, como
fue el caso de la Falange, que aunque se
alinearon con las fuerzas subversivas del
general, para derrotar a la República
legalmente constituida, se opusieron al
mismo por que consideraban que el militar
no cumpliría con el espiritu falangista puro,
como así fue. Sus principales líderes, como
el Sr.Hedilla, hombre honesto, lo pagaron
con la cárcel. Al oír el Himno Nacional o
cantar el “Cara al Sol” en todos los lugares
públicos y empresas privadas, obligaba a
levantar el brazo haciendo el saludo nazi o
fascista, y quien no lo hiciera, podría ser
víctima de una dura reprensión en ese
mismo momento. Mamá me comentaba,
que ella hacía lo posible para resistirse,
simulando que se le había caído un
bolígrafo, o que la media le molestaba y lo
consiguió, nunca ni en público ni en
privado saludó al estilo obligado. Si otros
se habían formado bajo las notas del “Cara
al Sol” yo también, pero en mi caso, sus
machaconas y desentonadas estrofas,
cantadas por mi padre como canción de
cuna, debieron crear en mi subconsciente
una especie de rebelión y de rechazo
político, a muy temprana edad, que al
paso de los años dio sus frutos.
Mi padre, Eduardo, con 17
años, nada mas terminar la
guerra. Una generación
perdida.
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- 39 -
TIEMPOS DE GUERRA
1936, un año crucial que
cambiaría la historia de nuestro país. La
hecatombe, el caos, el horror, el revoltijo
del miedo y la muerte barrerían nuestra
tierra, dividiendo dramáticamente no solo
a comunidades y regiones enteras, sino a
familias, lanzándose unos contra otros
como leones hambrientos. Dirigía por
entonces los destinos del país, el sistema
político de la II República Española,
representativo,
democrático,
con
gobiernos elegidos por la mayoría de los
españoles. Fue una época decisiva en el
reconocimiento de las libertades y de los
derechos en general que facilitaron las
bases para el desarrollo social y político
de una España moderna y progresista,
pero peso a los grandes avances que se
hicieron en tan pocos años, recuérdese
que la República es proclamada en 1931,
fue
diluyéndose
en
sus
propias
contradicciones internas, hasta caer en un
maremoto que desembocaría en el
alzamiento militar de Franco y los suyos,
que tras una cruenta guerra que duró tres
años, impuso por la fuerza un régimen
terriblemente autocrático y dictatorial
prácticamente
calcado
del
nazismo
alemán y del fascismo italiano.
Eduardo, mi padre, había nacido en la
bella isla de Puerto Rico, allá en el Caribe,
en 1921. Hijo de emigrantes gallegos,
pasó allí toda su infancia. De esa crucial
etapa de su vida, le quedó un recuerdo
profundo. Jamás renunció a su tierra natal.
Cuando su familia volvió a España, guardó
en su corazón una gran nostalgia
alimentada por el álbum fotográfico
familiar que mi abuelo había hecho en San
Juan y Arecibo. Abundantes imágenes de
39
- 40 -
color sepia, que revelaban los quehaceres
de una familia acomodada como fue la de
mi padre, y una infancia muy feliz cargada
de amor, y de una sociedad local
profundamente hispana. Los aromas del
Viejo San Juan se esparcían en mi mente
cuando mi padre me enseñaba los
personajes y rincones que aparecían
reflejados en las fotos.
Un muchachito de 12 años, con fuerte y
marcado acento caribeño, deambulaba por
las calles populosas y céntricas de Madrid,
seguramente para comprar alguna novela
o revista infantil que tanto deseaba leer,
cuando de repente una enorme masa de
gente
alegre,
desde
los
escasos
automóviles y las camionetas, creando un
ambiente festivalero a su paso, gritaban
sin cesar: iViva la República!.
¡Hemos
ganado las elecciones!. ¡El Rey se va! “. El
estruendo de los bocinazos de esos
vehículos, el griterío de la gente en la
calle, en las aceras, portales, y balcones
cautivó al puertorriqueño hijo de gallegos.
La
gente
descorchaba
botellas
de
champán, quien las tuviera, y los
periódicos de la época trabajaron a destajo
para destacar la noticia. España iba a
cambiar, y en las sedes de los partidos
políticos y sindicatos se organizaron
fiestas. Con el paso del tiempo, el chiquillo
de
aspecto
elegante
y
pantalones
bombachos, pasaría a ser el joven, que en
el año 39 se uniría voluntariamente a la
última quinta, del ejercito de la República,
la de “Chupete”, llamada así al estar
compuesta por miembros, que no habían
alcanzado la mayoría de edad. La nación,
sumida en el caos más absoluto se
desangraba en un mar de odios fraticidas.
Papá, fiel a los valores que la filosofía de la
República representaba, se unió a esa
última bocanada de aire fresco del
40
- 41 -
gobierno republicano muy poco antes de
hundirse en la derrota y en el exilio
forzoso. Tuvo la suerte de no entrar nunca
en combate, de no disparar ni un solo tiro0
pero
sin
embargo
sufrió
diversas
vicisitudes y penalidades que nunca
olvidaría. Con especial crudeza me
relataba la dureza del campo de
concentración en el que estuvo recluido
por “rojo”, allá en la Plaza de Toros de
Ciudad Real, cómo los internos sufrían un
hambre feroz o se tenían que comer la
escasa comida que repartían, a escondidas
para que otro no se la quitara por la
fuerza. La suciedad extrema, el calor del
hacinamiento humano, los malos olores,
ya que allí se defecaba delante de todos, la
abundancia de piojos, pulgas y garrapatas,
la miseria y el hambre generalizada,
hicieron mella en los ánimos. Algunos
morían, y se les sacaba arrastras. No hacía
falta que hiciera testamento, de sus
gastadas botas y de sus harapos para
nombrar herederos a sus desmoralizados
compañeros, por que allí mismo le
desnudaban, antes de que se lo llevaran.
Su salida del campo, se produjo de forma
brutal. Papá deambulaba siempre cerca de
la puerta principal, ya que unas parientes
cercanas, que residían en Ciudad Real,
solían ir de vez en cuando, llevando una
suculenta tortillas de patatas, que le
llevaban a hurtadillas, haciéndola pasar al
campo gracias a que tenían un conocido en
el ejercito vencedor, que se lo permitía.
Eso sucedía solamente de vez en cuando.
Papá se escondía en un rincón, devorando
esa suculenta comida. Un día, se dio
cuenta que la puerta principal se abrió en
par en par. “¡Este es el momento!”, pensó y
sin dudarlo, todos los que se encontraban
en sus cercanías comenzaron a correr
hacia el exterior, quizá por que habían
41
- 42 -
creído, durante unos segundos, que algún
batallón republicano les libraría de sus
captores. Corrió y corrió, hasta que al salir
se encontró de bruces con un pelotón de
fusilamiento perfectamente ordenado y
dispuesto, con las armas apuntándoles
directamente. Mi padre, quiso volver
inmediatamente al interior, por que el
pánico se había apoderado de él. “iNos van
a fusilar!”, pero la marea humana que salía
dé aquel lugar de muerte se lo impedía.
Los gritos y órdenes de los oficiales del
ejército nacional, deteniendo por la fuerza
a los republicanos, causaron una enorme
confusión. Un grupo de detenidos, entre
ellos, papá, fueron colocados contra la
pared por un pelotón de “moros”, que
cargaron
sus
armas
reglamentarias
apuntándoles. En ese preciso instante, un
capitán español se interpuso y con
desaforados gritos, obligó a bajar las
armas, por que se trataba de un traslado
forzoso en tren, de todos los detenidos, no
de
fusilamientos.
Hambriento,
desmoralizado y aterrado, bajo las órdenes
de un capitán nacional fue introducido
junto con cuatro compañeros en un vagón
de ese tren. En la lista que llevaba el
oficial, figuraban sus nombres, iban a otro
campo o quizá un futuro próximo muy
incierto. Una vez que la máquina había
comenzado a andar, y llevaba ya algunas
horas de viaje, uno de los detenidos se
hizo con el arma reglamentaria del capitán
y apuntándole con ella a la cabeza, le
ordenó que le entregara la lista y que los
dejara huir, y así lo hizo. Los cinco
hombres tras despedirse, se escaparon,
cuatro de ellos decidieron huir a campo
traviesa, pero el último, mi padre, pensó
que con toda seguridad allí los atraparían y
fusilarían, por que aquella zona era
nacional. A pesar de ir aun vestido con el
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- 43 -
uniforme republicano, hecho ya harapos y
descalzo, decidió regresar a Ciudad Real,
refugiándose en casa de sus tías, mas de
una semana, donde después d muchos
meses, pudo lavarse, dormir y comer en
condiciones. En su huida, antes de llegar a
su ansiado destino, caminando por la
carretera, pues nunca trató de esconderse,
se cruzó con un camión militar que venía
en dirección contraria, repleto de fogosos y
alegres soldados nacionales, que blandían
sus armas, disparando al aire sin cesar,
por que la guerra había terminado, aunque
mi padre no lo sabía. Quedándose quieto,
estaba seguro que descenderían del
vehículo para fusilarlo inmediatamente, y
sin embargo no fue así, pasaron a su lado
gritando hasta dañarse las gargantas:
“Viva España, arriba Franco!”. Su notable
agotamiento físico y su estado mísero,
eran tan evidentes que quizá movió a
misericordia a ese grupo de militares, por
que pese a que la contienda había
terminado, si hubieran querido asesinarlo
allí mismo, podrían haberlo hecho, al fin y
al cabo una bala mas no se notaría nada.
Como todos al pasar junto a él, gritaron
esas proclamas con el saludo fascista,
papá, brazo en alto, sin decir una sola
palabra, les contestó. Durante unos
segundos, esa escena representaría la viva
realidad
de
dos
Españas
que
se
enfrentaron con las armas, una la de la
Libertad, derrotada, y la otra, la de la
“Intolerancia”, vencedora.
Dios estaba con él, por que si hubiera sido
fusilado, muchos años después, no se
habría convertido al Señor.
43
- 44 -
UNA ACEITUNA CON ESCOPETA
Tras la Guerra Civil, vendrían
años de miseria y hambre. El Régimen
había ganado implantándose en la nación,
haciendo gala ostensible de una victoria
sobre los ideales de la II República. Serían
tiempos de honor, no solo en nuestro país,
sino también en el resto de Europa, por
que los primeros cinco años de la década
de los cuarenta nuestro continente se
desangraba entre bombas, exterminios,
odios raciales, caídas de gobiernos,
regímenes
dictatoriales,
campos
de
concentración,
de
exterminio,
persecuciones, venganzas, y en definitiva
millones de muertos de todas las clases
sociales, razas y pueblos. España, salida
de una contienda temible, se quedaría
totalmente sola en su suerte. Los cuatro
jinetes del Apocalipsis cabalgaban de
esquina a esquina. El General Franco, que
a lo largo de los acontecimientos bélicos
de nuestra guerra, se. Había hecho con el
dominio total del bando nacional, ahora
dirigía el país con mano de hierro, con el
apoyo de importantes sectores de la
sociedad española, incluida la misma
Jerarquía de la Iglesia Católica, cuyos
obispos, recibían al general en las iglesias
con el saludo falangista, brazo levantado,
el mismo símbolo que caracterizaba al
nazismo alemán y al fascismo italiano. El
militar, claramente alineado con las fuerzas
del eje (Alemania e Italia), con multitud de
vínculos ideológicos y tácticos, incluyendo
el agradecimiento por haber recibido
importantes ayudas militares en la Guerra
Civil de esas naciones, fine poco a poco en
sus relaciones internacionales, situándose
del otro lado, conforme la II Guerra
44
- 45 -
Mundial se desarrollaba, a favor de los
aliados,
pero
manteniendo
al
país
sometido a una férrea dictadura y
aislándolo del resto del mundo. Franco era
un hombre austero en sus costumbres.
Pensaba que España era un enorme
cuartel, tratando a los españoles de la
misma forma que un general se relaciona
con los soldados, de manera autoritaria
pero paternalista. Si no hubiera contado
con el apoyo ideológico de ciertos partidos
políticos que él había domesticado,
apartando a sus líderes opositores, como
fue el caso de la Falange, y con otras
fuerzas sociales que habían estado a su
lado durante la Contienda Española, no
hubiera podido dirigir el país. Los intereses
de la política internacional, y los juegos de
la creciente “Guerra Fría” entre el
Occidente dirigido por EEUU y el Oriente
europeo, controlado por la desaparecida
URSS, hizo cambiar la inicial postura
americana hacia Franco, de modo que al
comienzo de los años 50, cuando España
había sido expulsada de la ONU por su
colaboracionismo con Alemania, “América”
firmó un tratado bilateral con el gobierno
del General, originando con ello un rápido
reconocimiento del régimen franquista, por
que ambos compartían un visceral rechazo
contra el comunismo en general. La “Santa
Sede”, firmó por su parte otro acuerdo con
“nuestro” Estado, asentando de esa forma
la enorme convivencia entre las dos
partes. Los españoles, llevaban una vida
sumamente monótona, sin ningún tipo de
libertades internas, y la gran masa de la
población soportaba con estoicismo, miedo
y sometimiento, un Estado totalitario que
ejercía todos los poderes y tenía todo el
control
sobre
sus
ciudadanos.
A
consecuencia de la derrota republicana,
cientos
de
exiliados
emigraron
45
- 46 -
forzosamente a Europa y al continente
americano. No podían ni querían regresar.
La mayor parte de la intelectualidad se
unió a ellos. A pesar de no haber recibido
los beneficios del Plan Marshall, para la
reconstrucción europea, Franco comenzó a
suavizar levemente a su régimen, quizá
para ir ganándose la simpatía de gobiernos
conservadores europeos.
Al finalizar la década de los cincuenta, la
nación
empezaba
a
despegar
económicamente, por que algunos políticos
tecnócratas
cimentaron
el
despegue
económico e industrial, pero sin separarse
de los fundamentos ideológicos del
“Aparato
Oficial”,
y
por
supuesto
absolutamente leales al General.
Franco, que en ningún momento dejó de
ser quien era en realidad, el omnipresente
Jefe del Estado. Es un personaje extraño.
Muy religioso como miembro de su iglesia.
Con una ideología política pobre, incapaz
de
entender
los
cambios
que
se
avecinaban al país. Educado en una familia
arraigada a la herencia cultural del siglo
XIX, era un hombre duro y pertinaz, nadie
sabía lo que pensaba. Los últimos años de
su gobierno, pese a demostrar que en lo
esencial no había ningún cambio, el
régimen se desmoronaba por completo,
gracias al despertar de la conciencia del
pueblo y a una creciente oposición al
Régimen, procedente de los sindicatos
ilegales de obreros y las manifestaciones
de los estudiantes de universidad, junto
con otros elementos de las misma Iglesia
Católica, que tras el aperturista Concilio
Vaticano II, se enfrentaron al Régimen
desde las Comunidades Cristianas de Base,
y que en un momento histórico llegaron a
contar con tácito apoyo de parte de la
Jerarquía Católica que fue posicionándose
46
- 47 -
a favor de una apertura hacia vías mas
moderadas y democráticas, alejándose
poco a poco de la convivencia Iglesia­
Estado. Así mismo la transformación y los
cambios que Europa estaba teniendo, la
creación del Mercado Común, al que
España aspiraba, pero al que no podía
entrar hasta democratizarse, estaban
minando las bases del Régimen. El
general, era un hombre bajito, mas bien
algo
rechoncho,
con
voz
atiplada,
barrigudo. Solía salir por televisión dando
discursos grandilocuentes, inaugurando
pantanos y otras obras hidráulicas,
entrando en su principal monumento, la
Basílica del Valle de los Caídos. Su corta
estatura, más bien redonda, y su porte
físico, en mi imaginación infantil se
asemejaba a una aceituna con escopeta.
Su fallecimiento, aceleró los cambios, y en
pocos años, gracias a la actuación de S.M.
el Rey, de Don Adolfo Suárez, a la sazón
Presidente del Gobierno, y a toda la
sociedad española, llegó la Democracia y
la Libertad.
LA GIMNASIA APROBADA LE COSTÓ UN
JARRON
A mi hermano Eduardo, no le
gustaba la asignatura de gimnasia, por
aquellos años, los colegios y escuelas
nacionales estaban muy mal dotados de
servicios básicos para poder ejercer la
enseñanza de algunas materias. Habría
que inscribirse en centros educativos
privados, con el objeto de disfrutar de
instalaciones más o menos adecuadas. El
centro educativo “San Antonio”, carecía
prácticamente de todo. No sé si sería por
esa circunstancia o por que dicha materia
no era del agrado de mi hermano, el caso
es que no había forma humana que la
47
- 48 -
aprobara, sobre todo en la modalidad del
“potro”, que consiste en correr hacia una
madera horizontal con patas de trípode de
un metro de altura, posar las manos sobre
ella, y abriendo las piernas, lograr saltar
sin rozar con los pies la madera. Confieso,
que también para mi era una tortura, pues
las pocas veces que lograba hacerlo de
forma aceptable no justificaban para nada
a otras tantas en las que salía muy mal
parado. A Eduardo le pasaba lo mismo, y
por eso suspendía constantemente la
asignatura de gimnasia. Mamá. Habiéndolo
intentado todo, optó por utilizar un método
curioso pero radical. Pensando qué podría
hacer, despejó el comedor todo cuanto
pudo, y allí mismo colocó una mesa óptima
para ser utilizada como potro. Ella ha sido
siempre muy amante de jarrones y platos
típicos, que colocaba con arte en las
repisas de los aparadores, en las mesas y
por supuesto en las paredes. Tenía mucha
estima por un bonito jarrón valenciano. La
mesa­potro estaba colocada de forma que
no afectara al conjunto mueble del
comedor, ni por supuesto a su decoración.
Allí mismo por las tardes, Eduardo y
Florentino comenzaron, bajo la atenta
mirada y vigilancia materna a saltar
cuantas veces fiera necesaria al potro,
hasta que dominaran la técnica de salto.
Claro, que muchas veces, los golpes, y las
caídas eran contínuas, pero de esa forma,
con lágrimas de mi hermano, y gritos de
mi madre, Eduardo logró superar el difícil
reto de esa modalidad deportiva. Sin
embargo un día, tras varios fraternales
intentos fallidos, con los ojos enrojecidos,
no sé si por la rabia contenida contra el
dichoso tranco de madera, o por la presión
ejercida por mi madre, mi hermano se
propuso realizar el último salto de esa
tarde, con tan mala fortuna, que su pié se
48
- 49 -
enganchó, con la inoportuna mesa central
del
comedor,
causando
su
brusco
desplazamiento, mientras mi hermano,
intentaba no caerse al suelo sujetándose a
la misma. El bello jarroncito valenciano,
mimado maternamente, inició una danza
circular, con vueltas y vueltas repentinas.
Ante el estupor y el grito de mi madre: “¡El
jarrón!, ¡el jarrón!”, Florentino intentó una
dramática
operación
de
salvamento,
lanzándose sobre la preciada joya, con un
brusco salto, con tan mala fortuna, que no
pudo evitar su fatal caída al suelo, con un
estruendoso ruido, mientras Eduardo ya
yacía en el suelo, piernas arriba, sin daño
aparente.
Ya se encargó ella, de recordarle a
Eduardo la corta vida del objeto, cada vez
que saltaba en el comedor, por eso cuando
al final logró aprobar la asignatura, junto
con la alegría natural que sentía mamá
hubo por años un suspiro lastimero en
memoria del jarroncito de marras, y al
cabo de los años, aun de anciana, siempre
que me habla de esa experiencia como
monitora deportiva de sus hijos, hay un
rinconcito de recuerdo para el tristemente
desaparecido
objeto
de
artesanía
valenciana en tan dramática situación.
En
el
barrio
de
Carabanchel Bajo, de
Madrid. Mis padres,
detrás.
Mis hermanos y mis
primos, y delante de
todos yo
49
- 50 -
LA IGLESIA
No es mi intención, en este
capítulo criticar a la Iglesia Católica,
aunque discrepe con ella a la luz de la
Biblia, por que lo único que deseo es traer
a mi memoria, aquellos lejanos recuerdos
de mi infancia. Evocaciones que han
impregnado mi retentiva, surgidos de la
visión que un mocito pequeño tenía de la
Iglesia como institución una idea confusa.
El cura “perdigones”, era un hombre
mayor, de cara muy larga y algo aplanada,
no sé si por la edad, o por los problemas
sufridos a lo largo de su religiosa vida, que
a mí me infundía cierto respeto o quizá,
temor. Un niño de siete u ocho años, como
yo, no se podía sentir cómodo, en un aula
vetusta y descafeinada, de pupitres
incómodos, pobremente iluminada, y con
chirriantes
puertas
de
cerraduras
averiadas. El primer día que entré, el resto
de la chiquillería, entró corriendo para
disputarse los asientos traseros, dejando
libres los delanteros. Me extrañó, por que
por regla general, los niños siempre se
pelean por los mejores, no entendía por
qué, éstos serían precisamente, los más
alejados del pupitre magistral. Era el
primer din de “Religión”, y yo me senté
justo delante de la mesa del desconocido
sacerdote, con mi cuaderno y mi libro.
Cuando
apareció
el
religioso,
me
sorprendió el tamaño de su rostro, su voz
ronca, su incipiente joroba, y su dificultad
al pronunciar. En su lejana juventud debió
de ser un hombre alto y bien formado,
pero los años no perdonan y achaparran
buenas espaldas. A lo largo de la clase, no
me enteré de nada, por que mi vista se fijó
como hierro atraído por imán, en su
50
- 51 -
notable boca. Mis oídos desestimaron
como inútil la información religiosa que
salía de sus labios, para estar atentos,
como radares, a su forma de pronunciar.
Tan ensimismado me encontraba, al
contemplar las gotitas del babeo que caía
de la boca sacerdotal, oyendo el extraño
silbido­seseo de las palabras, que no me di
cuenta, del enorme jaleo que un grupo de
niños decidieron hacer en los asientos
traseros, justo en el momento de mayor
cansancio del presbítero “perdigones” en el
desarrollo de la lección que en ese
momento impartía. Era lo que ahora
llamaríamos, un “boicot”, que buscaba
solo, provocar constantes interrupciones.
Francamente, estaba seguro que ese era
su verdadero apellido, pero pronto
descubriría que se trataba de un “apodo”
muy a propósito. Mientras los del final,
armaban jaleo, de forma progresiva,
igualmente el rostro blancuzco del
sacerdote, se iba enrojeciendo, incluidas
las venillas desde los ojos hasta la punta
de la nariz. En ese instante, me sorprendió
ver que todos los que estaban a mi lado
pusieron sus libros abiertos, de pie,
encima de sus mesas escondiendo la
cabeza, tras ellos. Alguno se cubrió
además con los cuadernos, como si
tuviéramos que protegemos de algo. Yo
hice lo mismo por puera inercia, y a
tiempo, por que el eclesiástico, cansado de
llamar al orden, explotó en cólera contra
los alborotadores, hizo volar por encima de
nuestras cabezas: papeles, cuadernos
deformados, lápices, bolígrafos y hasta las
gomas de borrar, y un sin fin de gotas de
saliva, que se caían en todas las
direcciones, como verdaderos perdigones,
impactando contra los libros y el rostro de
algún
niño
despistado,
mientras
pronunciaba
airadas
palabras
51
- 52 -
incomprensibles con voz ronca. Yo me
llevé la peor parte de la inesperada lluvia.
Para finalizar, nos regalaba unos cuantos
puñetazos en la mesa, que hacían que el
catecismo diera pequeños saltitos. Así
descubrí él por qué de su curioso
apelativo. A partir de ese día no volví a
Cuando a
raiz del
sentarme tan cerca de su persona. Tras la
Vaticano II, sonora y lluviosa bronca, venía otra más,
le
por que todos perdíamos el tiempo
preguntaron recogiendo del suelo, todos los objetos que
al teologo
nos había lanzado. Desconozco, si fue por
Rahner, qué su jubilación forzosa o voluntaria, pero no
habría
volví nunca más a ver a ese pobre
opinado
hombre. Mi problema era que comencé el
Jesús de
curso sin saber qué significaba el “Padre
Nazareth de
Nuestro” y lo finalicé aun peor a causa de
las
la monótona y aburrida repetición de otros
conclusiones
rezos aun más incompresibles para mí,
del Vaticano
como el “El Ave María”. La sobriedad de
I, contestó
nuestras aulas, la pobreza del material
que lo más
didáctico, las tenues luces de las
probable es
bombillas, y el rancio espíritu pedagógico
que no
de
algunos
maestros
de
religión,
hubiera
convertían esos momentos en una especie
entendido
de túnel tétrico para mi imaginación.
nada de
Sentado, en mí escritorio, contemplando
nada.
Antonio Gala.
los nublados días invernales, tenía que
Escritor español
estudiar una oración, que en mí producía
“En propia
una ruina mental, especialmente una de
mano”
sus frases:
“A ti, llamamos los desterrados hijos de Eva.
A ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este
valle de lágrimas”
Al rezar esta plegaria mi corazón se
encogía al imaginarme a mí mismo en ese
valle desconocido, mezclado con la masa
humana desterrada, rota en quebrantos
lastimeros, la piel rasgada dejando ver
heridas sangrantes y cubierta con harapos,
descalzo y con numerosas ampollas en las
plantas de los pies. Decenas de hombres,
mujeres, niños y ancianos, que fallecían
52
- 53 -
víctimas
de
crueles
y
espantosas
enfermedades,
y
de
hambre.
Los
supervivientes, entre los que yo me
encontraba, levantábamos las manos como
pidiendo limosna o ayuda, de rodillas,
soportando un dolor intenso producido por
las llagas en carne viva al arrodillamos. Me
imaginaba a mamá, desfalleciendo a mi
lado,
y
todo
ello
aderezado
geográficamente
por
un
indefinido
desfiladero cuyas aguas corrientes no eran
ríos naturales sino millones de lágrimas
humanas. Yo no podía entender que
hubiera que hacer tantos sacrificios para
alcanzar la misericordia divina, y además,
como si fuere el dios Zeus en el Olimpo de
los griegos, delante de esa marea
moribunda, tras enormes montañas que
rodeaban al collado, me imaginaba una
gigantesca imagen de la Virgen que como
si con ella no fuera nada, permanecía
ajena, estática, paralizada, sin inmutarse a
todo lo que allí sucedía. No entendía muy
bien quienes eran esos “desterrados hijos
de Eva”, por que mi madre se llamaba
Lola, al igual que mis dos abuelas, y que
yo supiera, nadie la desterró de Ceuta,
donde había nacido. Menos mal que
aquella carencia de ánimos, eran suplidas
con creces al finalizar la clase, por que
salíamos de estampida, incluso nos
atascábamos en la puerta. Yo solía,
pronunciar antes de finalizar los rezos, sus
últimas frases para terminar lo más rápido
posible cuando los demás estaban aun por
la mitad de las oraciones.
Las clases, perfectamente diferenciadas,
por que la enseñanza en esa época,
separaba totalmente a los niños de las
niñas en colegios o escuelas distintas, eran
por regla general monótonas, poco
dinámicas y nada participativas, se
53
- 54 -
convertían en un tedio absoluto temido por
buena parte de la infancia cuando
sufríamos asignaturas como: “Formación
del espiritu nacional”, en donde se
enseñaba la ideología del Régimen del
general Franco, “religión” y “gimnasia”, que
además se impartían a últimas horas de
las
ajetreadas
mañanas
escolares,
precisamente coincidiendo con el aumento
del cansancio del alumnado y del
profesorado. Por esa misma razón, cuando
el director en persona, acompañado del
maestro, nos informaba a toda el aula, que
el Miércoles de ceniza, que la Iglesia
Católica celebra todos los años, en señal
de penitencia por los pecados, con el
objeto de preparamos para la Semana
Santa, deberíamos ir a la iglesia
parroquial, era para nosotros una buena
noticia, entre otras cosas por que en la
mayoría de los casos, en esa mañana no
había clases. Ese día de “penitencia”,
concepto que yo asimilaba a gente muy
triste y llorosa, salíamos del colegio todos
los niños, en pareja, y en fila india,
dirigidos por impacientes maestros que
trataban por todos los medios de
controlamos por que aprovechábamos
cualquier oportunidad, al ir por la calle
para divertimos a costa de los nervios de
nuestros
cuidadores.
La
tumultuosa
presencia infantil en la iglesia, debía de
causar molestias al resto de parroquianos,
por que coincidía que al llegar nosotros,
las venerables mujeres que allí estaban
rezando se marchaban santiguándose con
rapidez. Por mucho que nos controlaran,
nos sentábamos en tropel, originando
tanto ruido que en ocasiones el sacerdote
oficiante de la misa, micrófono en mano si
lo había, nos reprendía. Era un momento
favorito para sentamos con quienes
deseábamos hacerlo y no podíamos en el
La Iglesia no
es una
sociedad
perfecta y
autárquica, a
la manera de
los estados
nacionales. La
Iglesia, no es
siquiera un
conjunto de
hombres, que,
a semejanza
de un partido
político,
tienen la
misma fe; la
Iglesia, o es
una comunión
fraterna
fundada en la
relación
personal y
comunitaria
con Dios, que
es amor, o no
es nada.
Antonio Gala.
Escritor
español.
“En propia
mano”.
54
- 55 -
colegio. Mal asunto, para el cura párroco,
por que como los niños le encontráramos,
siempre, algún defecto, así que tendría
que
soportar
las
insidiosas
risitas
infantiles. Aquellos años aún no se conocía
la “Renovación Carismática”, que tantos
cambios traerían del Espiritu Santo, y cuya
música de alabanza ha pasado a formar
parte de las animadas reuniones infantiles
que hoy se hacen los creyentes católicos,
en buen número de las parroquias. Si el
acto religioso se alargaba más de lo que
esperábamos,
la
inquietud
infantil
amenazaba con contaminar la parsimonia
clerical del acto litúrgico, por regla general
muy esclereotizado. El momento mas
divertido para nosotros, era cuando de dos
en dos teníamos que pasar delante del
sacerdote; como soldados ante la bandera,
para que él nos marcara la frente con
ceniza, mientras nos repetía una frase, que
a mi se me hacía algo tétrica:“En polvo
eres y en polvo te convertirás”. Pensaba que
mi madre lo tenía difícil, por que si
protestaba siempre del polvo en casa,
¿qué diría si algún día delante de ella, a la
hora del desayuno, me transformaba en
una nube de polvo?, la verdad es que era
un dilema que no me preocupaba mucho.
Un niño que se sentaba cerca de mí,
delgadito, y ojos saltones, de flequillos en
punta, nada mas salir de la iglesia, se
escupía en las manos tratando de limpiar
su frente manchada con la cruz mal hecha
de ceniza, originando con ello una buena
suciedad que llevaría toda la mañana.
El templo infundía en mí un especial y
reverente respeto que fue adquiriendo con
el paso de los años mas fuerza, quizá con
alguna dosis de temor, al contemplar zonas
poco iluminadas, rincones oscuros que
escondían
esquinas,
capiteles
de
55
- 56 -
columnas,
decoraciones
con
relieves
pétreos, capillas con misteriosas imágenes
que surgían entre las tinieblas como
espectros venidos de otros mundos e
iluminadas con la tenue luz de las velas
encendidas, originando que sus rostros de
madera policromada imprimieran en mi, el
recuerdo de ciertos fantasmas infantiles.
La débil iluminación, enviaba su trémula
luz temblorosa sobre el rostro ajado y
arrugado, de una anciana completamente
vestida de negro, que a oscuras, hincaba
su rodilla ante su imagen preferida. Los
reflejos de las velas encendidas y el olor a
incienso quemado, causaban en mi ánimo
un sentimiento de quietud petrificada, y
preguntas sin respuesta acudían en masa
a mi mente. La primera vez que fui a una
misa, que yo recuerde, tendría alrededor
de cuatro ó cinco años. Era un templo
hermoso, antiguo, cargado de imágenes,
que a esa edad creía que me iban a decir
algo, pues todas estaban con la boca
abierta, mostrándome sus estupendos
dientes. Supongo que sería un Domingo
por la mañana, y que era Misa Mayor, a
juzgar por la cantidad de gente que allí
estaba, hombres y mujeres diciendo lo
mismo: “Bis, bis, bis, bis, bisssssss”,
sentándose
al
mismo
tiempo,
arrodillándose a la vez, cuando marcaban
en sus frentes y pecho una cruz,
levantándose para volver a decir: “bis, bis,
bis, bis, bissssss”. Yo, de la mano de papá,
observaba sus labios, y los de un señor
calvo, alto y algo enquistado en años que
estaba a mi lado, por que quería descubrir
esa curiosa sílaba que salía de sus bocas, y
que me recordaba al sonido producido por
el
aire
que
sale
de
una
rueda
desinflándose: “Biss, bisss, bissss”. No
sabía si lo que querían era silbar todos en
la iglesia, ó qué sentido tenía aquello,
56
- 57 -
hasta que descubrí que era el final de una
oración
en
latín,
al
repetir
constantemente: “¡Ora pro nobis!, ¡Ora pro
nobis!, ¡ora pro nobis!”. No sabía por qué
desaparecía de la letanía: “Ora pro no”,
diciendo solo: “bis, bis, bis”, quizá, por que
los parroquianos abreviaban a propósito la
oración o por que no se la sabían, como
posiblemente era el caso del estirado y
enjuto caballero, que había a mi lado. Me
pareció un lugar estupendo para investigar
y descubrir cosas. Así que decidí soltarme
de la mano de mi padre, o bien fue él
quien lo hizo para que le dejara en paz un
rato. El caso, es que me encontré a mis
anchas en aquel lóbrego lugar. Al pié de
pequeños altares sin luz descubrí unos
confesionarios, a los que consideré
“casitas” en miniatura, muy bien hechos
que llamaron poderosamente mi atención,
al ver cómo de su interior salía un cura con
la coronilla rapada en circulo. Decidí
acercarme a ellos por si veía algo, a lo
mejor una puerta que me llevara al otro
lado del muro de la iglesia. A pesar de mi
edad, me sorprendió la pequeñez del lugar
al encontrar allí una banqueta, situada en
medio de dos ventanitas diminutas con
celosía, cada una de ellas con cortinitas.
Era el lugar mas apropiado para
esconderme y jugar con papá “al
escondite”. Me olvidé de los “bis, bis, bis”
que él estaba diciendo junto con el calvo
de al lado, y allí mismo, sacando y
escondiendo la cabeza comencé a llamar
su atención. “¡Papá!, ¡aquí estoy!”, cuanto
mas rezaban ellos, mas gritaba yo. Mi
padre me miraba con una mirada asesina,
y me hacía gestos que yo interpretaba
como respuesta a mi juego. Abandone la
aburrida “casita de madera”, y decidí
correr de un lado para otro, ocultándome
tras las hileras de los bancos martirizando
57
¿Qué nos
falta para
ser felices?.
La felicidad
no se halla
escondida
detrás de la
moral de los
inmorales,
bajo la
teología de
los que
dibujan a
Dios
violento e
intransigente
por que
Dios es bello
y Cristo,
alegre, o
entre los
hombres
cabreados
que han
gobernado
el mundo en
tantas
épocas de la
historia.
Enrique Miret
Magdalena
Teologo secular
español
- 58 -
a mi progenitor con mi “escondite”. No
recuerdo si esperamos hasta el final del
acto religioso, o si por el contrario papá
decidió salir a la calle antes. Solo recuerdo
el tirón que le dio a mi brazo cuando pudo
asirme de la mano. Creo que tardé años
en volver a la iglesia, no sé si mi padre no
iba o es que acudía a la misma sin mí.
Personalmente me inclino a creer lo
primero. Papá, fue siempre creyente
convencido, pero muy poco practicante.
Profundamente honesto consigo mismo y
con los demás, era muy metódico, y sin
embargo su asistencia a misa, se producía
pocas veces al año. La religión como algo
formal y externo nunca le había interesado
demasiado. Las fórmulas aprendidas no
pasaban más allá del “Padre Nuestro” y del
“Credo Apostólico”. Un día, sintiendo la
necesidad de confesarse; se arrodilló junto
a la ventanilla del confesionario y a través
de la celosía, un carraspeante y dormido
cura esperaba con paciencia el inicio de su
confesión. Papá hacía lo mismo, intentando
descubrir algún trocito del rostro del
sacerdote, mirando a través de los
agujeritos de la celosía. Pasaban los
segundos, produciéndose un intercambio
de tosidos mutuos, hasta que el religioso
le dijo varias veces:
­“¡Ave María!”­
Como papá no contestaba, insistió de mala
manera, dando un golpecillo con los
nudillos en la pared de madera.
­¡AVE MARIA!.
­¡Buenos días!­ contestó papá.
­¡Buenos días, no!­ respondió de mal humor
el cura.
­¿Qué quiere usted que diga?, lo primero es
saludarle con buena educación­ respondió
mi padre
­¡NO!, usted tiene que decir: “Sin pecado
concebida!”­ exclamó el sacerdote.
58
- 59 -
­ Bueno, pues “Sin pecado...qué?”
­“¡Concebida!” “CON­CE­BI­DA!”­ Aclaraba
el preste muy enfadado.
­¡Vale! “Sin pecado concebida!”­ Repuso
mi
padre
algo
asustado.
­¡Pero si usted ya me lo ha dicho antes!­
Repitió el sacerdote varias veces, con
molestias, para añadir después:
­¡HAY QUE REPETIRLO TODO!­
­¡Hombre!. ¡No hace falta que usted chille
tanto!.­ suplicó papá, con voz angustiada.
­¡SCHIIII! ¡BAJE LA VOZ!­ contradijo el cura
con un tono desabrido y alto, mientras
golpeaba una y otra vez con sus nudillos la
madera del confesionario.
­¡Pero si el que está gritando es usted!­ mi
padre comenzaba a acalorarse.
Un grupo de mujeres piadosas, miraban
cuchicheando entre ellas.
­¡Ave María!, ¡Ave María!­ ­ reanudó, el
religioso,
la
confesión
visiblemente
disgustado, intentando tranquilizarse.
­ Sin pecado concebida­ Respondió papa
de mala manera y a disgusto.
­¿Qué
pecado
has
cometido
esta
semana?­
Demandó
suspirante
el
sacerdote.
­¿Pecados? ¡Muchos........­ ­ Contestó mi
padre
con
voz
muy
baja,
casi
imperceptible­
­¿Pero cuales son?­
­¿Cómo que cuales son?, pues no lo se,¡
bastantes!­ papá hizo un intento de
memorización­ A ver, que me acuerde,
espere un poquito, señor cura­
­Hijo, mío,­ armandose de santa paciencia
sacerdotal el confesor intentó ayudar a su
confesado­ tienes que venir preparado, aquí
se viene preparado, se está PRE­PA­RA­DO­
le sugería mientras aumentaba el tono de
la voz.
­¡Hombre!, yo creía que para que Dios te
perdone los pecados, no hacía falta saberse
59
- 60 -
la tabla de pecados semanales, como si
fuera la Lista de los Reyes Godos, o la Tabla
de multiplicar, y además ahora usted me
llama: “hijo” y....... ¡me habla de “tú”!­
­¿Cómo dice!? ¡No le oigo!­ Respondía el
cura llevándose la mano ahuecada a la
oreja.
­¡Que vengo a que me perdone pecados!­
papá, desesperado, con la voz igualmente
baja para que no lo oyeran las beatas
piadosas. Estas, arrodilladas mientras
rezaban, estaban inclinando sus cuerpos
hacia el confesionario, a ver si podían
apresar algo al oído de lo que allí se
estaba cociendo.
­¡NO LE OIGO!­ gritó el cura
Mi padre, visiblemente nervioso y para
hacerse oír, olvidándose que estaba en la
iglesia, y creyéndose en
una plaza
pública, juntó sus manos en forma de
bocina para gritar:
­¡QUE
VENGO
A
CONFESAR
MIS
PECADOS!.....”­
El religioso, visiblemente enfadado, para
finalizar la confesión, con voz de mando,
atajó ese “interesante” diálogo.
­¡Rece usted cuatro “Padre Nuestros” y
cinco “Avemarías”, y la PROXIMA VEZ,
VENGA USTED PREPARADO, QUE YO NO
ESTOY PARA TONTERÍAS!­
Visiblemente contrariado, y con un color
rojo subido en el rostro, motivado por la
indignación o por la vergüenza, papá se
marchó de la iglesia, con una extraña
sensación de haber hecho el más
espantoso de los ridículos.
Entiéndase claramente que siento un
enorme
respeto
hacia
todas
las
confesiones religiosas, tan solo lo que aquí
reflejo son percepciones y vivencias de mi
infancia.
Soy
consciente,
de
los
fundamentales aspectos teológicos que nos
unen mucho mas de lo que creemos a
60
- 61 -
todos los cristianos, y siempre he
defendido la pertenencia a una sola iglesia
de todos los creyentes que compartimos
los mismos fundamentos cristianos, y esa
iglesia es el Cuerpo de Cristo del que tanto
hablaría Pablo en sus epístolas; a ella
pertenecemos protestantes, anglicanos,
ortodoxos, y católicos, si sus pecados han
sido perdonados por Cristo, en un proceso
de arrepentiemieno y conversión personal,
si creemos en la Biblia como única
revelación divina, si compartimos el Padre
Nuestro, y el Credo Apostólico, si
conocemos que nuestra alma se salvará
con Cristo al seguirle,si sabemos que hay
también un infierno, que Dios es uno y
trino, que el Espíritu Santo se mueve hoy
día como en tiempos apostólicos con sus
dones y su frutos y que además nos
amamos y ayudamos. Todos los dogmas
que nos desunen son añadidos humanos
colocados para alejar al hombre de Dios.
Sean de la iglesia que sean.La misma
Biblia nos dice que no podemos añadir
nada a lo revelado, ni tampoco quitar.
Jesús oro: “Para que todos sean uno
como tu y yo somos uno, Padre”, en
Juan 17. Quizá la unidad cristiana
sea una unidad dentro de la
diversidad, pero nunca bajo la
absurda e inútil bandera de sectas
como los G12 y otras que pululan por
el mundo, falsamente llamadas
carismaticas.
Siempre
soñé
con
un
uniforme
de
romano.
Mamá me compró éste,
más bien de caballero
medieval. Me dijo que era
romano, y me iba con él
hasta a la cama.
61
- 62 -
MAL OLOR EN LA ESCALERA
Tendría, aproximadamente,
once años, ¡bonita edad llena de alegría!.
No recuerdo si esa mañana, había o no
colegio, sin embargo, pasé parte de ella en
mi calle, jugando con unos y otros. Mi
amigo Jesús, no aparecía por ningún sitio,
por lo que supuse, que estaba estudiando,
ya que se pasaba las horas muertas
delante de los libros. Como vivía justo
debajo de mi casa, su madre Nieves,
siempre me invitaba a pasar, y allí hacía yo
parte de mi vida. Cuando mamá me
buscaba, lo primero que hacía era
preguntarle por mí, por que sabía que allí
estaría yo comiendo, mientras escuchaba
las viejas historias de su pueblo natal:
Paredes. Su esposo, hombre de rancio
abolengo conquense, era portador de un
nombre, que reflejaba su propia esencia
como persona: Anastasio. Ser humano,
hecho a fuego en la rudeza de la vida, y
que se había forjado, minuto a minuto, en
la trabajosa tarea de vivir cada día, me
daba la impresión de poseer un carácter
fuerte, y amable. La concreción de los
rasgos de su rostro, parecían un librillo de
su historia personal. Quizá algo seco de
carácter, sin embargo, era un padre
modelo para su familia. A mi me trataba
muy bien, nunca escuché de sus labios la
menor queja por mi constante presencia
en su casa, al contrario, empatizaba
mucho con mi padre. En una ocasión me
invitaron a pasar unos días a su pueblo
natal. Jesús y yo, habíamos trabado muy
buena amistad, para mi el era “el amigo”,
no había otro mas, incluso le envidiaba por
su buen hacer en los estudios. Han pasado
muchos años, y aun acuden a mi mente,
los días de mi estancia en Paredes.
62
- 63 -
Acostumbrado a las aldeas andaluzas,
concretamente de Almería, que aunque
pobres, lucían al sol sus blancas paredes
encaladas, resaltando con fuerza la viveza
de los colores iluminados, y al bullicio
popular propio del sur español, Paredes me
pareció algo triste y melancólico, un lugar,
que de no ser por la familia acogedora de
Jesús, me hubiera causado cierta tristeza.
Puede ser que cuando estuve allí fuera
Invierno u Otoño, no lo sé. Me llamó la
atención la enorme modestia en la que
vivían su lugareños, algo normal en toda
España, por aquel entonces, pero aquí, al
menos para mí, mucho más matizado y
marcado, ya que en contraste con las
casitas del sur, estas, las del pueblo me
parecían muy grises. Quizá el mal tiempo
meteorológico debió de acentuar esa
aparente tristeza en mi ánimo. De aquella
experiencia
tan
solo
recuerdo,
la
habitación que compartí con mi amigo
Jesús, grande, destartalada, amueblada de
forma muy sencilla, con un sencillo baúl y
un ropero arcaico. La luz entraba al recinto
a través de una ventanuca, de madera
rústica, y situada en la esquina superior
derecha de uno de los gruesos muros. Allí
hacía frío, pero el calor humano de la
familia de Anastasio, me era más que
suficiente. Seguramente por que no
conocía a los niños del pueblo, mi estancia
se hizo algo aburrida. Uno de los instantes
más interesantes para mí, y que en
realidad es el único recuerdo que
mantengo con gran fuerza y vigor en mi
mente, de esos días, fue una comida que
compartí con un grupo de trabajadores del
campo. Desconozco si tales personas eran
o no familiares de Nieves o de su marido,
pero lo que puede comprobar a lo largo de
esos minutos, la rudeza de sus vidas en las
tareas agrícolas, y más en una época, en
63
- 64 -
la que los pueblos, villas y aldeas de
nuestra España adolecían de la mayoría de
servicios municipales que hoy poseemos.
El comedor, era amplio, sus techos de
madera, con viejo olor a rancio. Unos
cuantos
muebles
se
situaban
descolocadamente en su interior.
Había una cocina de leña, que yo nunca
había visto. Una mesa muy rústica, y unas
cuantas sillas de nea. La chimenea regía el
lugar, y justo en frente de la misma, una
gran olla, repleta de comida. Jamás había
visto cosa igual por su tamaño. Años más
tarde cuando en España se vendían las
historias de Asterix, en las que aparecen
grandes marmitas con la pócima sagrada,
recordaba aquella de la comida en
Paredes. Los hombres conforme iban
llegando de las actividades agrarias, se
sentaban junto al fuego. En la mesa, una
hogaza de pan rústico, a su lado, cubiertos
enormes de alpaca desgastada. La gente
hablaba y hablaba de no sé que
problemas, que a mi no me interesaban.
Yo tenía un hambre voraz, Nieves, me dijo
que comiera de la olla. Allí todos,
introducían sus cucharones, que goteaban
y chorreaban hasta llegar a las bocas
hambrientas
campesinas.
Otros
introducían trozos de pan, conocidos por
“cachos”. Me acerqué a la gran perola,
dentro, sobre el liquido flotaban grandes
trozos. Veía tanta comida flotando en su
interior que a mí me causó cierto rechazo.
La madre de Jesús, me animaba a
participar con los demás de los cocinados
alimentos, no lo hice. La pobre mujer optó
por prepararme un plato de patatas fritas,
que digerí con ansiedad aunque tenía que
pincharlas con ese enorme tenedor. Todo el
lugar estaba iluminado tan solo por el
fuego de la chimenea. Dos partes de mí se
alimentaron: mi estómago y mi capacidad
64
- 65 -
de
sorpresa. Mientras
digería esos
alargados trozos de patatas fritas, el rubor
se apoderó de mí, y me sentí como si fuera
el centro de las misericordiosas miradas de
los campesinos. Nunca había sentido qué
era eso de ser distinto, pero en esa
ocasión descubrí un complejo que se
llamaba “ser niño de la capital”.
Varios días después de mi regreso a casa,
estaba realmente aburrido. Son esos
terribles momentos, que uno no sabe qué
hacer, y en ocasiones lo que en ellos se
realice, puede ser de provecho o de
truhanería. Deambulaba por la calle, sin
encontrar a nadie con quien compartir
algunos juegos. Necesitaba hacer algo, y
decidí experimentar. En mi bolsillo tenía
unas cuantas pesetas ahorradas. Me
acerqué a una tienda de esas que había en
los barrios, muy pequeñas pero atestadas
de todo tipo de objetos, algo parecido a un
bazar en miniatura, mezclados con
revistas, periódicos, tebeos, caramelos, y
un sinfín de cosas. En esa época hizo furor
entre los niños de mi edad un artículo que
aún se vende en comercios especializados
de artículos para bromas, las “pompitas de
mal olor”. Compré un paquetito, sin saber
qué haría con él. Continué caminando de
un lado para otro, hasta que la luz iluminó
mi mente. Rápidamente me dirigí a mi
casa, pero no entré en ella. Mis pies se
dirigieron al piso superior. La escalera allí
no terminaba, continuaba hasta la terraza,
así que el tramo que había entre el último
y la terraza, era un lugar perfecto para
esconderme. Allí mismo, diseñé mi
estrategia militar. Agazapado, comencé a
lanzar contra las puertas de los vecinos,
las pompitas de mal olor. A toda prisa
llamé a las cuatro puertas, y salí corriendo.
Lo mismo hice con ni propio descansillo y
en donde vivía Jesús. Pronto, toda la
65
- 66 -
escalera, se llenó de un mal olor
espantoso, casi nauseabundo, repugnante
que comenzó a penetrar con gran fuerza a
las viviendas que abrían sus puertas, por
mis persistentes llamadas. Yo me las
arreglaba para ver, cómo las vecinas,
hacían todo tipo de gesticulaciones con los
brazos a fin de expulsar tan mal olor,
abriendo las ventanas de las escaleras,
mientras sufrían amagos de arcadas. Me
escapaba saltando los escalones de cuatro
en cuatro. Pocas eran las penalidades que
yo causaba a mis vecinas, pero no sé si
sería por lo del refrán: “una vez al año no
hace daño”, pasados los meses, volví a
repetir la hazaña, en el mismo teatro de
operaciones militares, pero con otras dos
tácticas distintas: la espada de madera y
la cuerda, y con una distancia en el tiempo
entre ambas de un par de meses, con el
objeto de que el enfado vecinal causado
por la primera se hubiera ya esfumado
antes de la realización de la segunda. La
diferencia se planteó entre los dos
experimentos: la cuerda era más eficaz,
porque podía sujetar los “pomos” o
tiradores exteriores de las puertas, y la
espada solo atascaba y de mala manera a
dos de ellas, que además formasen una
esquina.
Decidí
probar
con
ambos
sistemas, y me percaté que con la
espadilla, solo causé las quejas de dos
mujeres, las que vivían en las casas cuyas
puertas previamente atranqué utilizando
mi artilugio, a modo de palanca. Pensé
pues, que la cuerda sería más efectiva, así
que decidí comprobar. Y lo comprobé con
creces. Como cada descansillo tenía cuatro
puertas, dos enfrentadas y otras dos
alineadas, me dediqué una mañana a atar
las puertas y en todas las direcciones, del
sufrido piso tercero. Había estudiado con
precisión las horas de salida de las
66
- 67 -
vecinas, para ir a la compra. Sabía que en
ese momento, la mayoría se encontraban
en sus domicilios, preparando las comidas.
Desde mi punto de espionaje en la
escalera, observé lo que iba a suceder, por
que una vez hechos los nudos, llamé con
brío a todas las puertas, para ocultarme
después. Los portazos eran tremendos y
mi risa aun mas, ya que cuando una abría,
la otra lo hacía también, de modo que sin
saberlo yo estaba practicando con pura ley
física. Si la vecina de enfrente abría, a la
otra se le escapaba la puerta, y eso se
complicaba aún cuando las otras dos
puertas entraban en acción, así que los
portazos eran constantes.
Paseando por la calle
“General Mola”, que hoy
ha cambiado de nombre,
en Madrid. El niño del
centro, soy yo. Ella es
mamá. A la izquierda de
la
foto,
mi
hermano
Florentino. A la derecha,
Eduardo, el mayor de
todos.
Nuestra conducta nos condena, cuando en
nuestras aflicciones recurrimos a todo antes que a
Dios. ¿Está enfermo tu hijo?, buscas en todas las
partes al mago o a cualquiera que ataque con
vanos remedios a tu hijo enfermo, o vas al medico
y a los remedios, con desprecio del unico que puede
salvarte. Si un sueño te ha lanzado a la turbación,
corres a casa del hechicero. Y si tienes un enemigo,
buscas un protector entre los hombres. En suma, en
cada necesidad tu estás convencido de nombrar a
Dios tu refugio, con los labios, pero en realidad
buscas recursos en cosas inútiles y vanas. Sin
embargo, para el justo Dios es el verdadero
socorro.
San Basilio, en el Siglo IV, d.C.
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- 68 -
¡FUEGO!
Había algo que me gustaba
especialmente, era subir a la terraza de mi
casa, cuando la puerta de acceso a la
misma estaba abierta. Solía suceder así
por que alguna vecina se había olvidado
cerrarla una vez que habia hecho uso para
colgar la ropa. Evidentemente era un
peligro ya que los niños podíamos subir allí
y sufrir un accidente. Si algo bueno tiene
la primera edad del hombre, a pesar de lo
que ello pueda suponer, es precisamente la
ausencia de miedos. Disfrutaba, desde esa
altura, tirando a la calle avioncitos de
papel o dejando caer a mi paracaidista
preferido, no entendiendo porqué siempre
se liaba en sus propias cuerdas,
estrellándose contra el suelo o sobre la
cabeza de quien por allí paseara en esos
momentos. Las ventanas, y las terrazas,
han sido siempre un lugar preferido para
lanzar pequeños objetos, o para travesuras
tan raras como la que hizo mi hermano
Florentino, el mediano, utilizando como
víctima a Eduardo, el mayor, por que éste
último, un día estaba asomado a la
ventana, y Florentino le sujetó con fuerza
por detrás, de modo que no se podía
mover, y desde allí comenzó a gritar a
todos los vecinos que deambulaban,
escondiéndose detrás de Eduardo:
­¡Eh, oye tu!, ¡que feo eres!, ¡el tío ese del
burro!­ gritaba con fuerza, precisamente en
el mismo momento que por allí transitaba
un vecino gitano, quien al ser reprendido
desde la ventana de mi casa por un menor,
le respondió con una buena cantidad de
insultos, pero quien los recibía no era
Florentino, sino Eduardo, quien luchaba
para librarse de él.
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­¡Vecina! ¡VECINA! ­ continuaba con sus
gritos, y como todas las mujeres eran
vecinas volvían la cabeza, así que Eduardo
se encontraba siendo el blanco de todas
las miradas femeninas.
­¡Vecina! ¡VECINA!­
­¡Hay que ver ese ¡maleducado ¡ya verás
cuando vea a tu madre te vas a enterar!.. ­
respondían airadas las mujeres. A Eduardo
se le iban y venían los colores, mientras
atizaba al otro, todo tipo de codazos para
zafarse de él, cosa que consiguió.
La mañana se presentó algo gris, las
nubes viajaban por el cielo azul madrileño
formando todo tipo de figuras que a mi se
me antojaban planos de países o grandes
montañas, por las que soñaba escalar.
Mamá me dio la ropa para salir con ella de
visita. Papá hacía rato que se fue al
trabajo, y mis hermanos tampoco estaban
en casa. Nos fuimos de visita a casa de mi
tío Pepe, el hermano de mi padre, que
vivía en otra zona de Madrid. Sería
alrededor de la una del medio dia, cuando,
mi padre llamó a su hermano por teléfono
para decirnos que mi abuelo materno,
Antonio, le había avisado sobre un
incendio en nuestra casa. Pepe tuvo la
“cortesía”, de llevarnos con su automóvil
hasta, la mitad del camino, y allí tuvimos
que coger un taxi para llegar lo antes
posible a nuestro incendiado hogar. Nunca
había visto tanta alteración en mi tranquila
calle, un lugar donde nunca pasaba nada,
y cuando lo hizo tuvo que ser en mi propia
casa. Toda la gente estaba en la calle,
mirando a mi casa. Algunas mujeres,
medio llorosas, se nos acercaban con un
espíritu tan triste, que parecían darnos “el
pésame” propio de un entierro. Quizá
esperaban que mamá sufriera un ataque
de nervios con espasmos incluidos, pero
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ella ha sido siempre, y en el día de hoy, ya
muy anciana, aun sigue siéndo, una mujer
muy fuerte para las malas noticias. Desde
la calle se veía ya los daños del fuego, por
que las ventanas, todas abiertas, habían
dejado
escapar
los
humos negros,
manchando e impregnando toda la
fachada. Mi preocupación, no era otra cosa
que mi pajaro, el canario, cuya jaula había
colocado yo en la ventana de la cocina,
pero Jesús, mi amigo, que me esperaba en
la calle, me dijo que lo tenía él, y que
precisamente fue la avecilla, quien le dio el
aviso de que algo no iba bien en casa,
sencillamente por que estando jugando en
la calle observó cómo el animal se daba
golpes contra las barras de su jaula, muy
nervioso, ya que había detectado el
sofocante humo del interior de la casa y se
asfixiaba. Eso fue el detonante de la
operación vecinal de rescate. Ni siquiera
hacía falta acceder al interior de la
vivienda, ya que en pocos minutos, oímos
como cincuenta versiones distintas. Yo
quería ver como había quedado todo.
Nunca había tenido la oportunidad de
conocer de cerca las leyes físicas relativas
a los efectos de un fuego, pero me sentía
triste por los daños producidos. Al mismo
tiempo me alegré al enterarme de que
ninguno de mis hermanos estaba en esos
momentos allí. Nunca había visto tanta
solidaridad, ya que, desde que inició el
fuego, los vecinos no cesaron de entrar a
la vivienda, una vez que los bomberos
terminaron su trabajo, por esa razón
mamá se dio cuenta que un jarrón situado
en la entrada, zona que no sufrió ningún
daño
a
causa
del
fuego,
había
desaparecido misteriosamente, sin dejar ni
rastro, no creo que los bomberos se lo
llevaran de recuerdo. Aquello parecía, una
oscura cueva. Todo negro y tiznado. EL
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comedor principal había ardido por
completo.
Mi
hermano
Eduardo,
precisamente dormía allí mismo, en una
cama­biblioteca, que él cerraba todos los
días, en su interior, una pequeña lamparita
eléctrica, con forma de pinza. El pasillo
estaba lleno de vecinas histéricas, que
prácticamente no nos dejaban pasar.
Mamá intentó tranquilizar a todos,
incluidos los pobres de mis abuelos,
quienes vivían justo al lado, y quienes se
llevaron el mayor susto y preocupación. Mi
afán se convirtió, en recorrer palmo a
palmo mi hogar siniestrado. El comedor
central, donde se había producido el
incendio y el más afectado, estaba
prácticamente destruido. Del mueble de mi
hermano, solo quedaba un enorme montón
de cenizas y el esqueleto retorcido
metálico de su cama. Con él se perdieron
algunos objetos de valor, entre ellos una
colección de libros de ciencia, que papá
había conservado desde su infancia
puertorriqueña, ejemplares únicos. Toda la
pared sobre la cual se apoyaba, lucía sus
ladrillos ennegrecidos y resquebrajados
por el calor inmenso. La capa de yeso de
todo el techo se había caído, originando
numerosos destrozos y la lámpara de
araña que de él pendía, adquirió un color
“tostado” que ha permanecido hasta hace
poco tiempo. Algunos jarrones y objetos
de decoración saltaron en mil pedazos. La
mesa central, toda de madera, se rajó. El
intenso humo y las altas temperaturas
recorrieron todo el inmueble impregnando
aquello cuanto se encontrara de camino:
ropas, muebles, juguetes, diversos objetos
etc. El peligro de derrumbe del techo
central fue evidente mientras el fuego
avanzaba y dominaba el domicilio. La
vecina que vivía justo encima, quien
desconocía por completo lo que estaba
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sucediendo, notó que el calor aumentaba
progresivamente en su casa, hasta que al
caminar por su comedor, se dio cuenta que
el suelo estaba ardiendo.
Tras haber meditado qué le podría haber
pasado a mi hermano Eduardo si se
hubiera levantado mas tarde, decidí buscar
y rebuscar objetos retorcidos por el calor,
divirtiéndome con las figuras y formas
transformadas mientras dejaba que los
adultos arreglaran sus diferencias en
discusiones
interminables.
Nunca
he
sabido por qué, cuando surgen problemas,
se finaliza discutiendo de temas que nada
tienen que ver con lo que sirvió de inicio al
malentendido. Papá habia firmado un
seguro justo el dia anterior al incendio, sin
saber qué era lo que iba a pasar después.
El valor de todo, ascendió a 100.000
pesetas de la época.
Recuerdo, con especial nitidez, a la madre
de un amigo mío del colegio. Aquella
mujer debió ganar el premio a la “mujer
más habladora”, pues hablaba y hablaba
continuamente. Cuando se encontraba con
mi madre, yo miraba con detenimiento su
garganta, pues no entendía como podría
salir de ella una voz tan aguda. Varios días
después del accidente casero, una vez que
ya teníamos limpio el piso, quiso ver como
había sucedido y la intensidad del
siniestro.
­¡Lola!, si a mi me hubiera sucedido, me
habría desmayado­ decía una y otra vez,
mientras contemplaba horrorizada lo
sucedido.
¡Interesante señora aquella!. Por culpa de
su monólogo, mamá únicamente se
limitaba a decir: “si, es que”...., “pero”......
“de
acuerdo”...“ya
es
que....”.
La
presidenta del “sindicato de mujeres
habladoras”, se enfrascó en la religión, por
72
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que era muy devota del “Cristo de
Medinaceli”, de gran arraigo popular en mi
Madrid del alma. Tan curiosa me resultó la
conversación, que me detuve a escuchar
con atención su interesante análisis
odontológico sobre los dientes
de esa
imagen, ya que todo versaba, según ella
en la maravillosa, espléndida, brillante y
reluciente dentadura casi milagrosa, ante
la cual se arrodillaba llenando su alma de
animosa alborada.
­¡Que dientes, Lola, que dientes, tan
relucientes, perfectos, lindos!­ lógicamente
las alabanzas se extendían así mismo, al
resto del conjunto de la boca: ­ ¡Que boca!
¡Que
labios!”
­
Eran
tantas
sus
exclamaciones y suspiros, que pensé:
­Ahora hablará de la garganta, de su
campanilla, y hasta de la lengua”­ y
efectivamente así fue:
­¡Ay Lola!­ suspiró­ ¡Qué lengua!...¡qué
garganta y qué campanilla tiene!­
LA GRABADORA
Me
parece
que
era
invierno. Papá estaba sentado junto a la
mesa del comedor principal, y se quejaba
de un fuerte dolor en el omóplato
izquierdo, causado posiblemente por un
enfriamiento, mamá se lo pudo calmar
poco a poco con diversos masajes. Esa
tarde habíamos disfrutado a lo grande, los
tres hermanos, con una grabadora que nos
había traído. Nunca habíamos visto un
aparato semejante que pudiera recoger
todo tipo de sonidos. La diversión llegó a
su mayor clímax cuando organizamos un
concurso de ruidos causados por los gases
gástricos, y los escuchábamos una y otra
vez, volviendo a repetirlo con más fuerza
cada vez. Mamá tuvo de soportar
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estoicamente, tanto ruido desagradable.
Siempre ganaba mi hermano Florentino, el
mediano, disputándole a mi padre el
primer premio, que consistía en volver a
repetir tan curioso concurso. Papá cansado
de tanta broma absurda, nos dejó la
grabadora buena parte de lo que quedaba
de día, hasta que los nervios maternales
no pudieron mas y el aparato terminó
guardado y escondido. La revolución llegó
a mi casa, con ese reproductor de sonido
que mi padre había comprado, o que le
regalaron. Era una de esas que había que
montar la cinta para grabar en sus
ruedas—disco. Tenía el aspecto de una
maleta compuesta por dos partes, la tapa
superior y la inferior en la cual iba
bastante compactado todo el aparato. De
la misma manera que ha ocurrido con la
llegada de los ordenadores originando une
verdadera avalancha en los niños con sus
juegos informatizados, fue para los niños
de mi casa, todo un descubrimiento oír
como se reproducían nuestras voces en
una simple cinta de color marrón oscuro.
Mi padre, cuando llegaba del trabajo,
disfrutaba con nosotros grabando y
regrabando ruidos, gritos, voces, música
etc. en una ocasión nos propuso hacer un
concurso de ruidos gastro intenstinales,
quien mas sonoro los hiciera, era el
campeón. Ni qué decir que esa experiencia
la repetimos infinidad de veces, y otras
tantas eran constantemente escuchadas
hasta que las cintas se rompían de puro
uso. Claro está que si eso lo hacíamos, era
siempre a escondidas de mi madre, y si
esta se enteraba azuzaba a mi padre para
que nos regañara, el cual lo hacia con
mucha suavidad. La grabadora no duró
mucho, quizá un año o dos a lo sumo,
pues de tanto funcionar terminó por
averiarse definitivamente, aunque tenía
74
- 75 -
reparación. Un día llevado por mi propio
interés, decidí abrirla, con la ayuda de un
destornillador. Descubrí como se extraían
los tornillos, y me encontré con un sin fin
de cablecitos que no entendía para qué
servían, pero que allí estaban. Tenía una
cinta que se había liado totalmente.
Encontré motorcitos y pequeñas poleas
que servían para mover les ruedas­disco.
Cualquiera diría que mi interés por la
electrónica me llevaría de adulto a ser un
buen especialista. La verdad es que en
plena madurez, sigo sin entender nada de
nada a pesar de mis intentos frustrados de
reparar radios. Oí que mi padre llegaba a
casa,
y
rápidamente
escondí
el
desmontado aparato de la mejor forma
que pude con la esperanza que no supiera
quien lo había abierto. No recuerdo que es
lo que pasó, quizá lo encontraría así el o
ella, el caso es que desapareció totalmente
de mi casa.
El verano anterior, como todos los veranos,
había pasado las vacaciones con mi familia
en la ciudad de Almería, en el Mes de
Agosto. Me gustaba mucho jugar solo, en
el balcón de mi casa, en donde había
construido una casita hecha desde una
caja de cartón de algún frigorífico,
efectuando
en
sus
laterales
unas
ventanitas mal dibujadas que utilizaba a
modo de guiñol. La mayor parte de mis
días los pasaba en mi hogar con mis
“indios” y héroes del lejana, pero
lejanísimo oeste, veía a mi padre escribir
por las tardes, y preparar entrevistas a
personajes notables de la sociedad, que
después publicaba en la Revista de su
compañía de seguros. A veces obsequiaba
libros a mi madre, de literatura española y
universal, que después se comentaban.
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Días después, papá y yo fuimos a visitar a
mi abuelo Pepe, su padre. Era un señor
bajito y algo delgado que vivía solo en la
madrileña calle de Espronceda, en el
número 6, y para mayor exactitud en la
planta baja derecha. Yo disfrutaba
recorriendo la vivienda, estrecha, larga,
antigua, algo oscura, y con una de sus
habitaciones tipo “italiana” es decir,
dividida por la mitad con una mampara
acristalada, creo recordar. Todo me sabía a
antiguo, era como viajar a un mundo
alejado para mí, regresar a épocas
pasadas.
Mi
predilección
principal,
mientras papá hablaba con él, consistía en
abrir cajones, cuantos más, mejor, y
rebuscar en su interior. Allí encontraba de
todo, brújulas en desuso, linternas tipo
bolígrafo con pilas usadas y oxidadas,
pequeños marcos metálicos de fotografias
traídos desde Puerto Rico, (dos de ellos
aun los conservo), y un sinfín de objetos
curiosos, útiles unos, inútiles los más. El
pobre hombre, siempre me daba algo,
como recuerdo, quizá por que sabía que su
fin ya se aproximaba. Hoy, en mi casa,
decorando las estanterías hay una
maquinita de la década de los años 20,
fabricada en Puerto Rico, que aún
funciona, es un pesa­cartas de oficina. Mi
abuelo, había sido un extraordinario
dibujante, y pintor, siendo autor, mientras
vivió en el caribe, de un dibujo comercial,
para una casa conocida de cremas de
zapato, que representaba a Charlot visto
por la espalda, caminando y con sombrero
de chistera. Sus óleos, colgaban de las
paredes de su vivienda, y a mi me gustaba
contemplarlos e imaginarme que me hacía
diminuto y me convertía en protagonista
de lo que allí se representaba en óleo. Hoy
los niños, si van de visita a casa de algún
familiar, tienen que ir armados, con su
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- 77 -
videoconsola, o el teléfono móvil, por no
hablar de quienes poseen ordenador
portátil, y mientras los adultos hablamos y
hablamos ellos se entontecen horas y
horas delante de esas maquinitas, como si
los únicos músculos que tuvieran que
desarrollar, fueran los de los dedos de la
mano. Antes, no era así, y estoy seguro
que aquella infancia fue mucho más
imaginativa y creativa que la de hoy.
Como ya sabéis, para mí era un placer ir a
verlo, por que siempre me traía cosas
viejas a casa. Allí vi una antigua radio de
capilla, es decir, con forma de una
diminuta capilla religiosa. El aparato me
llamó poderosamente la atención, por su
forma. Tenía el motor de radio suelto en su
interior, solo había que sujetarlo con un
par de tornillos a la madera. Como me la
regaló me volví con ella a casa. Se
convirtió en un preciado juguete, por que
me fascinaba su contenido y forma.
Contemplar ese abigarrado conjunto de
bombillas, cables, y tornillos de todo tipo
excitaban tanto mi imaginación, que
separando las alargadas bombillas con
forma de cohete espacial, de la plataforma
metálica repleta de raros instrumentos,
convertí en ni mente todo eso en una
inmensa estación lunar, con naves
interestelares. Para poder jugar mejor,
extraje el motor de la caja, guardándola
por su belleza decorativa. Yo desconocía
los peligros de la electricidad en ese
momento. Una tarde, Jesús y yo
estábamos jugando en casa, y colocamos
la vieja radio en el suelo, enchufándola.
Los dos niños veíamos como se iban
calentando a la vez todas las bombillas y el
ruidillo característico de ese tipo de
aparatos al iniciar su proceso. Era un
verdadero misterio oír el murmullo de
voces y ruidos, que surgían del altavoz.
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Solos en la habitación, sentados en el
suelo frente al motorcito colocado en el
suelo, sin la caja de madera, sin aislante
alguno, enchufado y funcionado. El resto
de la casa, completamente a oscuras. No
había nadie en esos momentos, y era
invierno. Los dos estábamos tan cerca uno
del otro, intentabamos animarnos, pero la
verdad es que el miedo se estaba
apoderando de nosotros. Jesús me decía,
que se le estaba poniendo la piel como
“carne de gallina” por que estaba sintiendo
algo extraño.
­Juanjo, ¡estoy sintiendo algo extraño, como
un calambre pequeño!­
­ ¡Bah, tonterías!, yo no siento nada­. No era
cierto, por que no sé si por el miedo o por
otra causa, los cabellos se me erizaron.
­A lo mejor es un espíritu, que está aquí!­
apuntó mi amigo, con voz temblorosa.
En ese preciso instante, accidentalmente
los dos nos rozamos, sintiendo en el lugar
de tocamiento, como una punzada mutua,
o una diminuta descarga eléctrica estática,
causándonos tal pánico, que salimos a
galope de la habitación y del piso, tirando
todo cuanto nos encontramos en el
recorrido.
Escalera
abajo
nos
empujábamos a codazo limpio. En la
carrera parecíamos como una pelota
compuesta
de
brazos
y
piernas
descoordinadas. El corazón nos latía con
enorme fuerza, y allí, en plena calle nos
pasamos los dos el resto de la oscurecida
tarde, sin decir nada, y contemplando la
ventana iluminada de la casa, como si se
tratara de un lugar embrujado, y allí, la
radio solita, cantando sin cesar extraños
ruidos.
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¿QUÉ HABIA DETRÁS DE LA CORTINA?
En psicología infantil o evolutiva, se habla
de los diferentes “estadíos” que según
Piaget, un gran psicológo infantil ya
fallecido, que creó escuela en esta ciencia.
Estas épocas, marcan distintos momentos
en el desarrollo evolutivo de los niños,
hasta llegar a la adolescencia. En los
procesos de cambios de esas épocas, se
producen crisis de adaptación. Al parecer
los “miedos” infantiles pueden estar
relacionados con éstas situaciones. No son
mas que una falta de respuesta de la
psicología infantil ante procesos de
trasformación. Yo tuve de pequeño, esas
crisis, como todos los niños. Es algo
normal. Los “miedos” suelen ser resultados
también de frustraciones en las relaciones
con los padres, o con ellos, o de ellos con
los
niños.
Ciertas
psicopatologías
infantiles
tienen
sus
orígenes,
en
situaciones familiares, complicadas. No era
mi caso, ya que mi familia era muy estable
en todos los sentidos. Bien es cierto, que
muchas de las experiencias que los niños
viven, de pánico, pueden ser proyecciones
visuales, de sus propias inseguridades
personales. El miedo a la soledad me
producía en mí una fuerte desazón
personal, que papá remediaba con mucho
cariño y afecto. A veces me escondía
detrás de los muebles, escapando de algo
que no conocía, y permanecía allí mucho
tiempo hasta que mis padres se daban
cuenta, y con palabras de seguridad me
sacaban de ese lugar. Con el tiempo eso
desapareció. Sin embargo, no se sabe muy
bien si ciertas experiencias negativas,
expresadas o transformadas en supuestas
visiones, sufridas por los niños, son en
realidad
de
origen
psicológico,
o
psicopatológico, o si son producto de otras
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realidades espirituales que nos rodean. La
duda
está
servida.
Tendría
yo
aproximadamente cerca de ocho o nueve
años. Un día, estaba muy tranquilo, quizá
sería por la tarde, no lo sé, en mi casa. La
vivienda tenía una rara estructura. Al
comienzo estaba la cocina, después
seguía, una habitación. Posteriormente, el
comedor, y tras él, el servicio, y dos
habitaciones mas, de modo que para ir a
mi cuarto personal, tenía que atravesar el
comedor. Entre éste y las habitaciones, un
pasillo que daba a las mismas. Al comienzo
del pasillo, mamá hizo colocar unas
cortinas grandes, a modo de puerta, al
objeto de evitar las corrientes de aire en el
invierno. Me encontraba jugando, y decidí
ir a mi cuarto, en realidad, no estaba
pensando en nada, ni había visto imágenes
desagradables en la televisión, ni había
escuchado ninguna conversación que quizá
hubiera
podido
motivarme
psicológicamente una extraña experiencia,
nada. Me dirigí hacia esa zona de mi casa,
pero antes, quizá motivado por la
curiosidad, o sin ningún motivo, me detuve
ante la cortina, que estaba recogida con un
bordón a un clavo en la pared.
Automáticamente, sin pensarlo, como si
me llevara a ello una orden superior a mí,
aparté la cortina. Lo que ví allí me dejó
aterrado. Justo en aquel instante, surgió
ante mis ojos, una especie de nebulosa
blanca trasparente, con un aparente rostro
de anciana, muy fea, que se reía con
carcajadas terroríficas que me helaron la
sangre en mis venas. Yo las oí con toda su
fuerza en mi interior. Era un rostro semi
humano temible, semejante a la que se
usa en los carnavales para representar a
las brujas. Mi cuerpo quedó clavado en
aquel lugar. No pude gritar, ni correr, no
podía hacer nada. Era tan solo chiquito de
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ocho años,
totalmente indefenso.
La
petrificada mano, dejó caer de nuevo el
cortinaje, mi corazón latía con fuerza, por
que el susto fue enorme. Aquella cosa,
producto quizá de mi mente, o........ ¡No!,
desapareció. Me quedé mudo, pero pude
reaccionar, seguí caminando. Mamá notó
que mi rostro estaba totalmente blanco,
me abrazó y logró disipar el miedo inicial.
Han pasado los años, he conocido al Señor,
la vida me ha hecho entender muchas
cosas, y saber que hay experiencias que
son producto de causas naturales o
psicológicas, y que por tanto tienen una
explicación racional, pero a pesar de ello,
aun sigo pesando, y preguntándome:
­¿Qué había detrás de la cortina?­
¿Un
producto
de
mi
imaginación?...o.....¿una experiencia que
ahora
llaman:”paranormal”?.
Yo
humildemente, he de confesar que no lo
sé. He leído mucha psicología, pero aun así
no encuentro una respuesta adecuada a
aquello. Debemos tener mucho cuidado,
cuando tratamos con miedos infantiles o
de adolescentes, pueden responder éstos a
circunstancias psicológicas muy claras, a
causa de la edad y de otros factores medio
ambientales, sociales y familiares, que
tienen tratamiento y curación, pero en
ocasiones, cabría preguntarse si ciertas
experiencias son algo mas que pura
imaginación. La Biblia es muy clara, y nos
informa que
no tenemos lucha contra
carne, ni sangre, sino contra principados,
contra huestes de maldad que habitan en
regiones celestes. Cuando tratamos con
niños hemos de tener mucho cuidado al
tratar estos temas, podemos traumatizar
al menor, para mucho tiempo, si les
hablamos de “espíritus”, “seres malignos”,
“demonios”. No hay que hablar de estos
temas delante de ellos. Si un niño nos
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cuenta una experiencia de este tipo, hay
que tratar de restar todo tipo de
importancia, minimizar los hechos, y darle
alguna explicación natural, al objeto de
rebajar la intensidad del miedo infantil,y
procurar hacerle sentirse seguro.
Los
padres cristianos, no deben hablar delante
de los niños de este tipo de experiencias,
aunque conforme vayan madurando y
creciendo, estos temas pueden comentarse
en familia, enfatizándole la grandiosidad
del Poder de Dios, sobre este tipo de
manifestaciones, y leerle versículos de la
Biblia que inspiran confianza, y alejan el
temor interno. Por ejemplo, si en la iglesia
se ora por la liberación de personas que
sufren influencias satánicas en sus vidas,
nunca deben de haber niños delante, y ha
de hacerse, en habitación aparte, rodeado
de un numeroso grupo de adultos
cristianos
experimentados,
o
con
conocimiento de causa. Suele ser común
que al comentar estos hechos maravillosos
en nuestras casas, podemos hablar estos
temas, con diplomacia si hay niños delante
escuchando, comenzando, de una manera
muy alegre, y dando gracias a Dios,
enfatizando mucho sobre el resultado final
en la persona, y no hablando de cómo se
comporta una persona que está siendo
librada de la posesión diabólica, y
procurando hacer énfasis, en lo positivo,
en lo bueno, con mucha alegría y
seguridad. Se trata de que los niños
pierdan el miedo y adquieran seguridad
en si mismos.
Yo, Eduardo y Florentino
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- 83 -
MIEDO EN EL PASILLO.
No recuerdo el día de la
mudanza, cuando nos trasladamos desde
Fuencarral, al Barrio de Carabanchel Bajo.
Debió de ser aproximadamente en el año
1963, por que en esa época, el asesinato
del presidente norteamericano Jhon F.
Kennedy, en Dallas, a manos de un
misterioso francotirador cayó muy mal en
mis padres. Quizá sea el recuerdo más
antiguo que tengo de la casa que sería mi
hogar y en la que pasé la mayor parte de
mi niñez. El piso no era nuestro, aunque
yo no lo desconocía, y de haberlo sabido
no me hubiera importado gran cosa.
Pertenecía a mis abuelos matemos,
Antonio y Dolores, quienes además vivían
justo al lado, puerta con puerta. Vivienda
normal de clase media, poseía tres
habitaciones, un cuarto de baño, su
comedor, una cocina y su terraza. Todo
exterior. Allí me enfrentaría a mis propios
temores, desarrollaría mis fantasías,
crearía mis juegos. Hay momentos en la
vida de todo niño en los que se necesita
una profunda intimidad, para desarrollar
en ella su propio mundo, personal,
intransferible, único, con sus dibujos, sus
juguetes,
descubrir
su
propio
e
independiente lugar en el orbe familiar,
conocer sus capacidades e inquietudes,
hablar con los imaginarios amigos que
pueblan la mente secuenciando los
segundos unos tras otros. En ese balcón,
esquinado y con forma de ángulo recto,
construí una diminuta casa, utilizando la
caja de un electrodoméstico que papá
había comprado, una lavadora “Otsein”
que al tener la hélice motorizada al fondo,
a mi me gustaba moverla con la mano
cuando estaba desenchufada. Cuando mi
madre la utilizaba, poniendo en marcha la
83
- 84 -
máquina, dejaba que mi mano impulsada
diera vueltas y vueltas, movida por el agua
enjabonada. A veces surgía de las
profundidades acuosas un chirrido e
inmediatamente mamá tenía que apagarla.
Los botones de las camisas se introducían
entre el disco de la hélice y la carcasa
metalica. Girando hacia delante y detrás, a
la primera y con la mano, lograba extraer
la prenda. Alguna vez, para experimentar
qué podría suceder, sin que mi madre lo
viera, dejaba caer algo en el interior, por
regla general caperuzones de bolígrafos,
que eran tragados por el remolino liquido,
y que en su triste destino, chocaban con
prendas que daban vueltas y vueltas,
hasta desaparecer ante mi vista. Mamá me
prohibía estar junto a la lavadora, pero
para entonces ya era tarde por que de su
interior surgían extraños ruidos: “Rac, rac,
rac, rac”. Tenía que extraer toda la ropa
mojada, y tanteando con la mano de
manera diestra, buscar el objeto que
atascaba el disco para su extracción, y que
por regla general siempre eran esos
caperuzones de los bolígrafos.
Mi casita de cartón, humilde y diminuta
solo me pertenecía a mí. Allí nadie podía
entrar. Era el santuario de mis muñecos de
guiñol: un bombero a quien le puse por
nombre Pepe, la bruja Malapata y el lobo
feroz.
La vivienda, tenía dos pasillos, uno era
parte de la entrada general, desde él se
accedía a la cocina, a una primera
habitación y al comedor central. Otro, que
nacía en éste último, era el camino hacia el
servicio, y a las dos últimas habitaciones.
Hacía esquina, y en su pared, papá, que
siempre era un admirador de los sabios,
había colocado, un pequeño cuadro, que
contenía una fotografía en blanco y negro
de un rostro humano, que por años me
84
- 85 -
infundiría especial respeto, por no decir
miedo. Muchos años después, siendo mi
madre, una anciana avanzada en años y
viuda, hemos recordado aquel retrato,
nunca le había confesado el temor que me
inspiraba, pero esa vez, recordando mi
infancia, se lo dije, descubriendo que ella
también lo sentía, y que quizá esa fue la
razón de la desaparición del retrato. La
fotografía representaba al rostro de un
hombre
mayor,
en
primer
plano,
resaltando una gran vitalidad en los ojos,
con un brillo especial. El pelo revuelto de
la poblada cabellera, causaba si se quiere
mucha mas impresión. El fotógrafo,
Philippe Halsman (1906­1979), debió
realizar la fotografía tan cerca de su
objetivo que hizo que el flash brillara en
las retinas del fotografiado. Siempre me
estaba mirando, era el eterno mirón,
hiciera lo que hiciera, pasara por donde
pasara, el retrato siempre me observaba.
Algunas veces, pasaba corriendo debajo
del mismo, y allí estaba: mirándome.
Desde la cama, cuando dormía con la
puerta abierta, cruzábamos nuestras
miradas.
Era,
pues,
el
perpetuo
observador, como si nos espiara a toda la
familia al pasar delante de el. Coincidía
que el rostro, tenía un transfondo oscuro
con el cual, aun resaltaba más. Sin duda
que la fotografía era una obra maestra,
pero en esos años, tal cosa no me
preocupaba, por que lo que hacía era
sentirme perseguido por esa forma de
mirarme en cualquier momento. El
melenudo viejo con cara de miedo, resultó
ser Albert Einstein, premio Nobel de Física,
al quien mis padres admiraban casi con
devoción.
Aquella
fantasmagórica
fotografía dejó de estar colgada del clavo
que había junto a mi puerta, pasando a
otro, cual patíbulo, situado junto a la
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alcoba de mis padres. Una parte del pasillo
muy oscura. Allí estuvo realizando la
misma labor fisgadora. Mi sensación
menguó un tanto, pero aun allí seguía
causandome el mismo sentimiento, por
que situado en un rinconcito oscuro, me
producía aun más miedo personal. A veces
caminaba delante de él a espaldas, para
no sentirme acosado, abriendo la puerta
de la alcoba en esa postura, y cerrándola
así, igual. En 1947, Halsman estaba en el
despacho del científico y Einstein miró a la
cámara, y comenzó a hablar de la
desesperación que le causó que su famosa
fórmula E = mc2 y su carta al presidente
Roosevelt hubieran hecho posible la bomba
atómica, que su investigación científica
hubiera sido la causa de la muerte de
muchas personas, que hubiera ayudado a
poner en las manos de los políticos una
bomba monstruosa de devastación y
muerte... Se hizo un momento de silencio
y mientras se disponía a apretar el
disparador de la cámara, Halsman le
preguntó:
­Entonces, ¿no cree que algún día habrá
paz?.
­ “No, –contestó Einstein–mientras exista el
hombre, habrá guerras­
Yo, un niño de ocho años entonces, no
sabía nada de nada de esas historias
personales, ni de quien era el bigotudo y
melenudo rostro que allí aparecía. Creo
que mis admiradores padres les causaban
la misma y extraña sensación que a mí, y
que por eso, por mucho respeto y
admiración que sintieran hacia el padre de
la teoría de la Relatividad, esa foto,
extraída de una revista, un día para mi
muy feliz, desapareció de mi casa para
siempre.
El clavo, en donde estaba colgado el
cuadro fue sustituido por el primer
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teléfono que hubo en casa. Ya no recuerdo
su color, creo que negro. Allí estaba, en
una especie de altar religioso diminuto que
solo servía para sostener un aparato que
me recordaba, por su forma a
una
montera de torero español, el típico
sombrero taurino, o un tricornio de la
Guardial Civil española. Aquella maquinita
resultaba tentadora,
para unos niños
como nosotros. Hoy, nuestros hijos viven
sepultados en montones de teléfonos
móviles y medios de comunicación de todo
tipo, pero en esa época, vivíamos felices
sin tantos aparatitos de todo tipo. Más de
una vez, a escondidas, realizábamos
llamadas, marcando numeros telefonicos
al azar. A veces acertábamos, otras no. El
afán no era otro que oir una voz al otro
lado del hilo telefónico. Mi hermano
Florentino, asaz inquieto, se había hecho
con un número especial, y en un descuido
de mi madre, realizó una llamada. Cuando
se quiso dar cuenta, quien respondió al
otro lado era la voz gruesa, áspera, y
molesta de un soberbio policía. Había
llamado a una comisaría de la Policía
Armada, antecedentes de nuestra actual
Policía Nacional. El niño,
que se vería
sorprendido por la ronca voz, colgó el
teléfono
completamente pálido. Parece
que a mi hermano no se le ocurrió otra
cosa que dar un falso aviso de robo
haciendolo tan mal, que no supo
terminarlo.
Seguramente
el
guardia
encargado de recoger las llamadas, estaría
de mal humor, o harto de tantas tonterías
infantiles le respondió con una amenaza
verbal, mas con deseo de asustar que de
recoger la estúpida información dada por
un chiquillo nervioso de 9 años. No sé
como se enteró mi padre, quizá por que
mamá pudo haberlo escuchado, y entre los
dos, expondrían la necesidad de un castigo
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que intimidara a mi hermano, a fin de que
no volviera a realizar semejante tontería. A
mi padre no se le ocurrió otra cosa, que
aumentarle el miedo implantado en su
alma infantil por el áspero policía. Muy
serio, y con rostro de preocupado, se pasó
toda la tarde hablando con mi madre,
delante de Florentino, de las terribles
causas que nos acaecerían por haber
realizado esa llamada. Cada dos por tres,
sin que hubiera tema para ello, papá
alimentaba el fuego de las ascuas del
temor que ardían en la mente de mi
hermano. Yo, le veía cada vez más débil y
asustado. Es noche no cenó. No sé por
qué, pero tenía la corazonada, que en el
fondo, aprovechando el incidente de la
llamada, mi madre estaba gastando una
broma a su segundo hijo.
El siempre
valiente,
siempre
seguro,
siempre
decidido, mi hermano, esa noche temblaba
de miedo, pues mamá añadiendo mas leña
al fuego, le amenazó sin gritos, de que esa
noche la policía se lo llevaría a la comisaría
junto a papá. Al día siguiente, ya más
tranquilo, en el desayuno, le dijo a mi
madre, que tuvo una pesadilla enorme
pues:
­“.....Un enorme cabezón con gorra de
policía.
Ojos sanguinolentos,
y furia
desparramada me estaba amenanzando
con llevarme al cuartelillo, a base de gritos y
chillidos”­
Nunca imaginartía el policía que le recogió
la llamada que su voz serviría de fondo
sonoro de un sueño terrible. Mamá, con
una socarrona respuesta, casi riendose le
tranquilizaría para siempre. Florentino,
suspirando profundamente, dijo:
­¡Juro que nunca volveré a llamar!­
A la policía armada, seguro que no, pero sí
a otros lugares, y no solo él también
Eduardo y yo, hasta que mamá cortó esa
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manía con un grito de madre desesperada.
Se acabó.
EL SUEÑO DE LA ESCALERA
Si la memoria no me falla,
tendría aproximadamente, doce años, más
o menos, cuando tuve un sueño, que por
años me turbó, aunque no me inquietaba,
por que sabía que el sueño contenía un
mensaje, que yo no sabía ni podía
descifrar. Desde que lo tuve, raro era el
mes que, al acordarme del mismo, no
meditaba con seriedad su contenido
intentando descifrarlo, pero todo era inútil.
Pasaron los años, manteniéndolo en el
baúl de mi conciencia, y meses después de
convertirme a Cristo, el baúl se abrió y el
misterio del sueño se reveló por sí mismo.
Lo que por años había permanecido en
silencio y en la oscuridad de los secretos,
tan solo en pocos segundos se mostró con
toda su intensidad, y lo pude conocer
plenamente. Cuando lo soñé, tendría
aproximadamente unos once años. Corría
el prodigioso año 1969, fecha singular por
la llegada del hombre americano a la Luna.
Sería una noche de invierno, y desconozco
el motivo de las causas que pudieron
originar ese sueño, por que mi familia, era
creyente, pero muy poco religiosa, y casi
nunca asistíamos a los oficios religiosos.
Soñé, con la escalera vecinal de mi casa.
Yo estaba vestido con una capa lujosa,
parecida a la que usan los miembros de las
tunas universitarias españolas. En cada
descansillo, había colocada en la pared una
enorme cruz. El edificio tenía tres plantas,
por tanto, tres cruces. Conforme yo
ascendía o descendía por la escalera, me
arrodillaba ante la cruz y oraba el Padre
Nuestro, la oración que nos enseñó Jesús.
Decidí subir hasta la azotea, y al llegar a
ella, encontré una habitación, desconocida
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para mí, con mi cama y la de mi hermano;
en realidad era una guardilla, de techo
inclinado, con ventana a un patio interior.
Algo o alguien me llevó hasta la misma, y
asomado vi un grupo de niños y de niñas
participando en un juego muy popular en
aquel momento. El corro de la patata.
Sentí una voz profunda, varonil, serena,
pacifica, tranquilizadora, que me dijo
textualmente:
-“¡Este será tu ministerio!”De nuevo me introduje en el habitáculo, y
lo
que
allí
contemplé
fue
algo
extraordinario y curioso, por que vi que
todo el interior estaba profusamente
cargado
de
relucientes
racimos;
sarmientos extendidos por todos los sitios,
cama, suelos. Muchos otros, colgados de
las paredes. Eran unas uvas sumamente
perfectas, de un color verdoso brillante
precioso. Su visión fue para mí muy
gratificante. Descendí de nuevo por la
escalera, con el fin de salir a la calle, y al
llegar a la primera cruz, que correspondía,
con el primer descansillo, me arrodillé ante
la misma, para orar el Padre Nuestro, y al
finalizar la oración, apareció en mi dedo
corazón de la mano derecha un increíble
anillo, de gran tamaño, como de oro, que
desprendía una luz propia con enorme
intensidad. En ese momento me desperté.
Me
sucedió,
salvando
las
enormes
distancias como al Faraón de la Biblia,
quien habiendo soñado en dos ocasiones
estaba muy turbado, hasta que José le
reveló enigma. Aquel sueño, por años me
inquietó y en mi escaso conocimiento
infantil quería encontrar respuesta a los
innumerables secretos que contenía, y no
obstante, me producía también, una
extraña sensación de paz. Pasaron cuatro
años, aproximadamente, en unos instantes
en los que yo ya había conocido el poder
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- 91 -
transformador del Evangelio, con el
respaldo del Espíritu Santo. Solo, en mi
salón comedor, iluminado por los rayos
tardíos del sol en pleno atardecer, Dios me
iluminó por primera y única vez todos y
cada uno de los secretos de aquella visión.
La oración ante la cruz, representaría una
vida de consagración al llamado de Cristo,
el mismo significado tendría el anillo, y
toda mi vestimenta.
La habitación tipo guardilla, una especie de
cenáculo, con mi cama, significaría un
lugar íntimo, profundo, muy personal; el
hecho, de asomarme y contemplar un
grupo de niños jugando indicaba cual sería
a la larga mi misión: el mundo de la
infancia, donde el Señor, de una manera u
otra me haría trabajar. Quizá, podría
representar el educar a personas adultas
en los caminos del Señor, gente, que para
El, son como niños espirituales. Los ricos y
estupendos sarmientos, representaría los
frutos que todo cristiano debemos dar si
permanecemos fiel a Jesús. El nos dijo en
el evangelio: “Yo soy la vid, y vosotros,
los sarmientos, separados de mi nada
podréis hacer. El que permanece unido a
mí llevará mucho fruto”. Es probable que
al cabo de treinta años, exista un plan de
Dios en el futuro: “PROYECTO BENEFICO
LOGOS”, y un posible cumplimiento de lo
revelado en aquel sueño­visión.
LAGRIMAS POR UN ERROR
El aprendizaje, es una
constante experiencia de errores y de
aciertos, en ello se basa la teoría
psicológica del Conductismo. A lo largo de
la vida estamos constantemente en un
proceso, que se asemeja a la teoría del
“tornillo sin fin”que constantemente está
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- 92 -
dando vueltas sin solución de continuidad.
Todo proceso de aprendizaje conlleva
pequeñas crisis, desde el mismo momento
que vemos la luz, cuando nacemos, hasta
nuestro fallecimiento.
La infancia, es la mejor época del ser
humano. Tal y como percibamos en
nuestra primera época de vida, a nuestro
entorno, y de la manera que éste nos
forme, así seremos en nuestra madurez.
En ese proceso de formación, surgen,
como he dicho antes pequeñas crisis, que
sabiendo encauzarlas podemos convertirlas
en elementos positivos para nuestra
formación. En el mundo animal, se dan
básicamente, las mismas circunstancias,
eso lo sabe cualquier especialista en
psicología comparada, un gato domestico
evitará caer dos veces en el mismo error,
sobre todo si con el primero, ha tenido una
mala experiencia, aunque a veces se hace
real el viejo refrán español que dice: “El
hombre es el único animal que tropieza tres
veces en la misma piedra”. Considero que
la edad de diez años, es la cumbre de la
infancia, quizá cuando mas se disfruta,
pero es también la época en la que se ya
se va adquiriendo diferenciaciones claras
entre lo que se considera bueno y malo. A
veces eso se aprende precisamente por la
realización de comportamientos y de
actitudes, que la sociedad considera
perjudiciales, pero que se hacen por puro
desconocimiento. Era mi primer año en el
colegio Nebrija. Desconozco por qué razón
mamá me cambió de centro educativo, y ni
siquiera recuerdo, si hizo lo mismo con mis
hermanos mayores. Si sé, que este nuevo
centro educativo estaba más cerca de mi
casa que el anterior. A mi memoria, viene
el rostro de Don Rafael, el director, un
hombre delgadito, algo cabezón, con una
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- 93 -
calva que cubría con un puñado de pelos
de lado a lado, moreno, con gafas y bigote
poblado. Del resto del profesorado no
recuerdo a nadie. Quizá hay motivos en mi
memoria que justifiquen la imagen casi
indeleble del Sr. Director, causados por el
miedo que me inundó el último día del
curso, cuando al descubrir la involuntaria
faena que causé, dejé al descubierto el
fracaso administrativo de la secretaria
durante todo un año. Me explico, en ese
colegio, la norma era entregar el boletín de
notas al final de cada mes, para que
nuestros padres las firmaran. Una vez
hecho, debíamos devolverlas en la
secretaría del colegio. Así todos los meses,
hasta Junio, el final del curso. Se supone
que la administración del centro educativo,
lo tenía todo bajo control, pero mira por
donde, yo sin saberlo, causé un doble
estrago que detallaré en pocos instantes.
Las notas del primer mes, fueron para mí,
decepcionantes,
y
suspendí
algunas
asignaturas, entre ellas las temibles
matemáticas. Por vergüenza, o por temor,
no se la enseñé a papá, reacción por mi
parte poco justificada, por que mi padre,
jamás me levantó la mano, únicamente se
limitaba a reprocharme las cosas de
palabra. Seguramente, tampoco sabía que
el colegio tenía la costumbre de enviar a
los padres el boletín para su firma al final
de cada mes, de modo que no me
preguntaba sobre el mismo. Yo era un
estudiante normal, poco destacado en las
clases, pero cumplía con mis deberes
diariamente. Opté por no enseñárselas.
Pasaron los días, y ese boletín se convirtió
para mí en una especie de patata caliente,
por que no sabía qué hacer con el mismo.
Por otro lado, estaba la autoridad del
Colegio. La figura del Director, quien no
sabía nada de nada sobre lo que me
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- 94 -
estaba sucediendo, me causaba pánico,
incluso soñaba con el acusándome con su
dedo índice de “delincuente”, y de
“culpable”. Ni siquiera podía estudiar
tranquilo, pues los meses fueron pasando
y las notas de Septiembre, allí estaban
escondidas, a buen recaudo. Cada día era
peor que el anterior. Opté por continuar mi
labor de escondite, y las oculté “sine die”.
A mitad de curso, se me olvidaron por
completo, hasta que llegó el temible y
temido mes de Junio. ¿Qué hacer?, por
más vueltas que le di a mi cabeza, toda
solución me parecía un honor, por que
pretendía huir de la bronca del señor
director y de la de mis padres, pero no
había forma de hacerlo. Lo malo es que
papá, estuvo todo el año en el país de las
maravillas, sin saber cómo iban mis
estudios, de modo, que opté por abrir el
boletín y rellenarlo por completo con notas
falsas, suspendiéndome donde creía que
estaría suspenso y aprobándome donde
pensaba amortiguar el broncazo, sobre
todo en matemáticas. Fue el año que
aprobé toda la asignatura, menos un mes
en el que me autosuspendí para ser algo
más modesto con mi conciencia. Después
faltaba la firma de papá, no sé como me
las arreglé, pero logré que firmara. A él le
pareció algo extraño que le presentara el
boletín a comienzos de Junio, con todos los
meses por firmar. Lo revisó, una y otra
vez, y el sudor frío recorría mis mejillas, y
quizá por que había muchos aprobados
modestos, y algún que otro suspenso para
no
levantar
demasiadas
sospechas
paternas, lo firmó. Los niños sabíamos en
qué momento debíamos presentar las
notas
a
nuestros
padres,
cuando
estuvieran mas atareados y preocupados,
y así evitábamos que les prestaran mucha
atención.
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Tan contento, pensando que me había
librado de un sonoro grito por parte de
mamá, hice entrega al colegio, para así
recibir las notas finales de curso de forma
definitiva. Yo no sabía nada de nada
respecto a las “medias” que los profesores
sacaban como nota y resultado final de
todo un curso, ni del necesario control de
los boletines firmados. ¡Yo lo desconocia
todo!. Y me lo prometía tan feliz. A
mediados del mes final, la bronca voz del
director
consiguió
desmantelarme
completamente:
­“Juan José Santos Rivas, ¡dígale a su señor
padre que venga a verme con urgencia!”­
¡Dios mío, el mundo se me vino encima!.
Los temblores de las piernas comenzaron
en ese momento. No quería ni comer.
Mamá me notó muy raro. La tortura no
había hecho mas que empezar, y me duró,
en su primera parte, varios días por que
papá tardó en acudir al despacho del
director por razones personales y de
trabajo. Mi madre me había notado mas
demacrado de lo normal.
Cuando acudí acompañando a papá hasta
el despacho del director, me pareció ir
camino a la horca francesa, pero fuí. No
me dejaron entrar, y me indicaron que
esperara en la oficina del colegio. Poco
después, aparecieron los dos hombres con
cara de pocos amigos. Mi padre me
fulminó con la mirada. Mi corazón, mi
alma, mi mente, y todo mi cuerpo quedó
partido en dos trozos. Don Rafael, boletín
en mano, le fue indicando donde me había
autosuspendido
y
en
donde
me
autoaprobé, mes tras mes y asignatura por
asignatura. De momento, la tortura
terminó allí, por que tras las bronca que
los dos me propiciaron, al unísono, con
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- 96 -
amenazas de denuncia a la policía incluida,
quedó todo aclarado, o quizá con
un:“tierra encima” por que al falsificar yo
las notas, y no entregarlas durante nueve
meses, descubrí así mismo, la total
inutilidad administrativa del colegio, que ni
se enteró durante todo un año de la
ausencia de mi boletín no avisando a mis
padres por teléfono, ni por carta.
Seguramente, en la entrevista del director
con mi padre, el primero reclamaría al
segundo mas control sobre su hijo, y
conociéndole como yo le conocía, lo
aceptaría pero indicándole por su parte
mejor funcionamiento administrativo al
centro educativo. Aun así lo peor estaría
por venir. Mamá quedó ampliamente
informada, punto por punto de toda mi
fechoría infantil. ¡Pobre de mi, por que
queriendo evitar un desastre, organicé
otro mayor!.
Esa tarde, mis padres, me llamaron a
parte, y con un rostro pétreo, me hicieron
temblar como nunca lo habían hecho. Las
rodillas me temblaban y sentía una
sensación
extraña
como
si
las
articulaciones dieran una con otra. La voz
aguda de mamá, comenzó a penetrarme
en mi interior, y sentada en su silla de
fiscal acusador, comenzó a regañarme con
tanta fuerza, que poquito a poquito me fui
sintiendo cada vez más pequeño. Buscaba
en vano la mirada consoladora de papá,
pero todo inútil. No sé qué me dolía mas,
si la fiscalización materna, o el desprecio
paterno. Entré temblando, pero salí
diminuto.
­¿Es que quieres ser un delincuente?, tu no
sabes que quienes empiezan así terminan
en la cárcel?­, me gritaba la colérica de
mamá, con el permiso de papá.
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- 97 -
Yo no sabía nada, y mucho menos que si
alguien en vez de tener un suspenso en
sus notas tenía un aprobado, aunque fuera
falso para contentar a sus progenitores,
podría ir de por vida a una lóbrega, triste,
dura, y oscura cárcel llena de gente con el
rostro de cicatrices. Cuando se terminó la
bronca, no quedaba nada de mí. Mi ánimo
estaba tan por los suelos, sobre todo
cuando escuché a mi señora mamá
decirme: “¡Antes que te conviertas en un
delincuente,
prefiero
verte
en
el
cementerio!”, esas palabras, actuaron en
mi
mente
como
una
trituraqdora,
precisamente a mi, a su hijo preferido, a
quien de mas pequeño mimó con una frase
llena de contenido sentimental: “¡Don
mimos!”. He de reconocer que surtieron su
efecto, pues no ha habido noche mas
cargada de sollozos, lamentos y rezos por
mi parte que aquella. Me encerré en mi
habitación, lanzándome a la cama, y
usando la almohada como esponja, lloré y
lloré tanto, que la empapé por completo.
Cada gota de lágrima era acompañada por
lamentos profundos, acompañados por no
se cuantos “Padrenuestros”. Seguramente,
mis padres debieron oírme, y por que se
dieron cuenta que me lo había tomado
demasiado en serio, y que el asunto se les
estaba yendo de las manos, de todas las
formas, la frase que mi madre pronunció:
“prefiero verte en el cementerio antes que
en la cárcel”, hizo aún mucho mas efecto
que si me hubiera dado una bofetada. A
partir de entonces nunca más volví a
falsificar las notas. No recuerdo una noche
con tantas oraciones repetidas como
aquella, si las había pronunciado diez
veces, ahogado en lágrimas, me debieron
parecer pocas. Eso me sirvió para dormir
como un bendito. Al día siguiente tenía la
conciencia tan molida, tan abatida, que
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- 98 -
aunque mis padres habían vuelto a ser los
de antes de la bronca, mis hermanos se
pasaron todo el día recordándome lo
malisimo que había sido. No sé por qué los
niños tienen especial predilección por
remarcar los errores y equivocaciones de
los demás. Como ya me habían concedido
vacaciones en el colegio, no tuve que
pasar por la humillación de las acusaciones
de los profesores ni de mis compañeros de
clase. No obstante, al iniciarse el curso
siguiente, y posteriormente, conforme iba
avanzando en años y pasando de curso a
curso, me fui dando cuenta que no había
sido yo el único. Hoy, médicos, políticos,
eminente juristas, prestigiosos abogados,
sacerdotes católicos, pastores evangélicos,
con una moralidad personal intachable,
han recurrido alguna vez, en su infancia y
juventud a ese subterfugio. Si hay un
recuerdo especial, que ha quedado en mi
mente grabado a fuego es esa palabra con
la cual mamá me acariciaba y me besaba
de muy pequeño: “Don Mimos”. Ese
término, representa todo lo que ella era
para mí, el sentimiento mas profundo, el
amor mas entregado, el cuidado y el
cariño de una madre para su hijo. Mi
madre, poco antes de fallecer en el año
2006, a la edad de 88 años, en casa,
rodeada de los suyos, anciana, huesuda,
carente de fuerzas, con voz tremula, aun
era capaz de abrazarme amorosamente,
para decirme, algunas veces a petición
mía, esa bella frase, llena de amor
materno: “Don
mimos”, mientras me
besaba el cabello, o mi rostro ya cuarentón
y maduro. Me hacía feliz, y por esos
segundos, volvía a ser niño entre sus
brazos. Son momentos eternos que nunca
mas volverán. En su último ingreso
hospitalario, me abrazó a su viejo cuerpo,
yo de rodillas, y colocando mi oido derecho
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- 99 -
sobre su vientre aquejado y atizado por las
efermedades, le decía:
­Mamá, quiero oirte decir lo que me decías
cuando era niño, necesito escuchar tu voz­
Y allí, regresaba a mis años de niño, al oir
el retumbar de la voz materna en su
vientre. Por unos segundos, se agolpaban
en
mi
interior
todos
esos
años,
olvidándome por completo de los malos
momentos, y allí, sin importarme quien
estuviera mirandonos, ella y yo solos. No
habia
lágrimas
solo
amor.
“Don
Mimos”sonaba con fuerza, curando todas
las heridas que a veces la vida nos causa.
Un bálsamo de paz interna. Algo que ha
quedado en mí para siempre. En esas dos
simples palabras se reflejan todo mis
sentimientos hacia ella. Yo por mi parte,
acariciaba su arrugado rostro, besándolo,
con solo dos frases: “Mi viejita, mi madre”.
En estos instantes, he de reconocer, que al
escribir estás dos ultimas frases, me
cuesta trabajo leer el texto que escribo en
la pantalla del ordenador, ¡mis ojos estan
llorando!. Las cosas son así, pero por
encima de todo está Dios. Hay momentos
en el relato de esta biografía “Aquellos
Años”, que escribo con humor, pero otras
veces, con dolor, aunque estén mezclados.
LA LEYENDA DEL “TEMPLO DE HERCULES”
Tendría yo, aproximadamente
nueve o diez años, cuando se despertó en
mi un enorme interés por la historia
antigua de nuestro mar Mediterráneo, con
enorme interés devoraba todos los libros
que caían en mis manos, y que me
trajeran vientos cargados de antiguas y
arcaicas leyendas propias de los origenes
de nuestra cultura. Grecia, despertó en mí
un enorme interés. Me interesaba todo
cuanto de ella leía. Recuerdo haber
empezado un libro un sábado por la
99
- 100 -
mañana y terminarlo el domingo por la
tarde, dejando tiempo solo para las
comidas y el sueño. Sin embargo ya tenía
una gran inquietud espiritual, en mi fondo,
había un anhelo: Dios.
En tan solo unas páginas de libro no se
puede reflejar toda una infancia. Fueron
años muy felices para mí. Gracias a Dios,
El me concedió una familia muy estable y
equilibrada. Crecí en un ambiente donde la
honestidad era el pan de cada día, la
laboriosidad y el buen hacer por parte de
mis padres reflejaban el camino que en el
futuro deberíamos caminar los hijos.
Nunca he sido testigo de malos tratos, ni
de relaciones vejatorias ni humillantes, por
el contrario, las relaciones entre papá y
mamá fueron de un enorme equilibrio,
cariño y respeto mutuo. Había, un gran
interés por la cultura. Mis padres amaban
la lectura, y la literatura. Recuerdo que
mamá, de vez en cuando, tras las tareas
de la casa se sentaba, para oir música
clásica, su compositor preferido era
Beethoven.
Teníamos
una
buena
biblioteca, de literatura variada. Ella solía,
sentarse al amparo de la ventana cerrada
del comedor principal, y allí leía y leía un
rato todas las tardes. Como yo tenía que
pasar de un lado para otro, me obligaba a
sentarme a su lado para leerme algún
párrafo que considerara interesante, u
obligarme a escuchar una partitura de
música clásica. He de reconocer que me
fastidiaba por que rompía mi juego o lo
que estuviera haciendo en esos momentos,
y sin embargo, descubrí la dulzura literaria
de autores como Rabindranat Tagore,
Premio Nobel de Literatura, Pío Baroja,
Juan Ramón Jiménez, García Lorca, Frank
Yerby, y otros clásicos. Me acostumbré a la
solicitud materna, y aunque a los dos
minutos, me marchaba de nuevo, poco a
100
- 101 -
poco fui conociendo y aprendiendo cosas
que desconocía. Quizás, animado por todo
aquello, se fue generando en mí un
creciente deseo por conocer el pasado.
Tendría unos ocho o nueve años cuando
me puse a la maquina de escribir, que aun
uso hoy, y tan solo con dos dedos, expresé
ideas que me venían a la mente. Palabras,
frases, hechos, leyendas. Había leído algo
sobre la cultura griega y me fascinaba el
mundo romano. Y la Biblia, conocía
algunos elementales hechos de Jesús en
los Evangelios, y tenía remotas nociones
de Israel pero muy pobres. En casa, la
reina de los libros era, y es, una Biblia,
versión Nácar—Colunga, que papá habia
obsequiado a mi madre, y que ella al igual
que otros libros insistía en leerme.
Aquellas primeras cuartillas que surgieron
e la maquina, fueron tomando cuerpo poco
a poco, una y otra vez, hasta conformar un
relato inspirado en la Grecia clásica.
Pasaba horas enteras golpeando las teclas
de imprimir, muy despacito, hasta que
llegué a coger cierta velocidad, con un
resultado poco alentador por que muchas
letras
estaban
machacadas,
algunas
palabras juntas por no haberle dado al
espaciador,
una
mala
construcción
gramatical, y más de una falta de
ortografía....pero
la
historia
adquirió
cuerpo sirviendo para la admiración de los
míos, y quizá también para mi egolatría
personal, titulado : La Leyenda del Templo
de Hércules y que comenzaba así:
“Cuando Grecia era tan solo un puñado de
hombres y mujeres, que vivían en sus
ciudades—estados, bajo la organización
tribal del matriarcado antiguo, dos dioses se
unieron en uno solo para dar origen a un
semidios: Hercules. Zeus, el padre, se
enamoró de una mortal elevada a la
categoría de diosa por los hombres que
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rodeaban el monte Olimpo, sede del dios.
Cuando el niño nació, Zeus, mandó al
tiempo, al mar y a la tierra que se
estremeciesen, que temblasen y que
tronaran para anunciar la llegada del
semidiós. La madre Gea, la tierra se
estremeció tanto que una gran hecatombe
sacudió la débil península helena. Se
hundieron
terrenos,
surgieron
islas,
desaparecieron ciudades y una nueva
estructura se creó: Grecia”.
El relato
continuaba describiendo los enfados y las
guerras entre los dioses, que arrastraban a
los mismos humanos a situaciones
desgraciadas para después contar cómo en
una humilde casa, un niño escuchaba con
interés estas historias de boca de su
madre,
que
precisamente
sería
el
personase central de aquella historia
nacida de mi mente infantil, alguien
inventado por mi, inexistente, un héroe
mítico desconocido, pero que centró todo
mi interés: Aristóulo ó Aristóbulo, un
griego valiente que recorrería todo el
Mediterráneo enfrascado en luchas y
aventuras, obsesionado por encontrar la
“verdad”, hasta su muerte al sur de a
Península Ibérica, en pleno periodo de las
colonias griegas de nuestras costas
levantinas y andaluzas. La leyenda real
nos cuenta que en Cádiz se situó
antiguamente el Templo de Hércules, y que
Gibraltar y Ceuta, eran la columnas de
dicho héroe, por eso quise relacionar a
este personaje con mi tierra, dándole
incluso el nombre al relato “La Leyenda del
Templo de Hercules”, que era en realidad
“La Leyenda de Aristobulo”. Después de
diversos
cambios,
mi
aventurero,
desembarcó
en
Diana
(Denia,
Valencia,España) y tomó rumbo a la
antigua Mauritania(hoy Marruecos), pero
nada mas llegar a la costa de Africa viró
102
- 103 -
totalmente el timón y de regreso a Iberia
desembarcó para ir a descansar en una
ciudad fenicia: Urci (Almería). Era ya un
hombre viejo y no podía hacer ya grandes
viajes. En Urci se organizó un gran motín
de iberos y Aristoulo se marchó de aquel
lugar, para siempre hacia un puerto que
hoy es Melilla, donde quedó paralítico.
Residió allí otros tres años y volvió a en
una pequeña galera para desembarcar en
Gádir (Cádiz), muriendo en la población
que los romanos llamarían Ad—Herculem
(hoy Sancti Petri). En su último día de
vida, fue trasladado a la pequeña caleta,
donde mas tarde el semidiós Hercules
levantó su propio templo antes de morir
Aristoulos,
pronunció
una
emotivas
palabras: “Señor, de los hebreos, llega la
hora de que me pidas cuentas...he
cumplido con mi deber....he luchado por la
justicia y la igualdad de bienes....y siento
ahora que mi vida se disipa de este
mundo...al fin, pues, Emperador del Universo
encomiendo
mi
espiritu....habiendo
cumplido mi labor en esta tierra...Señor... si
algo
malo
he
hecho...perdóname...Hombres……………….
¡escuchadme! no os dejéis llevar nunca por
la tiranía del mal...es la perdición de vuestras
vidas... jamás compréis el amor y la libertad
humanas.....por el brillo del oro o del dinero;
Dios premia aquellos justos que sufren y
mueren por nosotros y vosotros los castigáis,
pero llegará el día que conozcáis.. ...a
Aquel...llamado el Cristo...que vosotros le
matareis por cobardía. ...no seáis cobardes
como esos que le mataran decid: Señor he
pecado espero tu justicia....y El os
perdonará...por que os habréis portado
como valientes que sois....ahora me reuniré
con Aquel al cual encomiendo este
mundo...” Asi termina la vida uno de los mas
grandes hombres de la historia, cuyo
103
- 104 -
nombre ha quedado borrado de la mente
de los hombres, pero no de todos. Hércules
mandó levantar un templo en su
honor...”.Finalicé mi historia, con el bueno
de Aristoulo en una vejez muy viajera y
llena de calamidades dando con sus
huesos en la fenicia Gádir, hoy Cádiz, en
España, y además convirtiéndose al Dios
de los hebreos, actuando como profeta
bíblico anunciando la venida del Mesías.
¡Rizando el rizo!. Ahora de adulto al releer
mi primera narración encuentro numerosos
anacronismos e inexactitudes, pero no se
le puede pedir mas a un niño de nueve
años, que diariamente leía y releía historia
antigua europea, y al cual le fascinaba los
nombres que los griegos, fenicios, y
romanos dieron a numerosas ciudades
mediterráneas que aun existen en España.
Quizá pueda incomodar a algún lector, que
en este testimonio cristiano de mi familia,
incluya una cita literaria tan dispar con la
Biblia, pero recuerde que fue un ejercicio
literario de un pequeño, que previamente
se estaba documentando y cuyo final era
solo ese mensaje que supo escribir con
maestría y colocarlo
en boca de un
personaje inventado por su imaginación.
Supongo que algún mérito tendrá. Aun
conservo ese borrador de novela, que
quizá algún día vea la luz.
LA CALAVERA HUMANA DE
MIS VIAJES AL PASADO
WAMBA Y
En
aquellos
años,
se
despertó en mí un entusiasta interés por el
pasado de mi país, me convertí por arte de
magia en un fanático de la arqueología y
de la historia antigua. Interés que aun
permanece latente en mi interior al cabo
104
- 105 -
de los años. Todo libro que caía en mis
manos, y que versara sobre estos temas,
era literalmente devorado por mí. Leía y
leía, sobre la herencia de Fenicia, Grecia y
Roma en España y Portugal. Las
fotografías de los monumentos y restos
arqueológicos, fueron una llave para que
yo abriera la puerta de los misterios, y
viajara al interior de la arqueología. Mis
padres les gustaban también esos temas,
y siempre aprovechábamos la oportunidad
para viajar los domingos a cualquier lugar,
al
objeto
de
visitar
las
zonas
arqueológicas monumentales. Recuerdo
con especial nostalgia, la gran ciudad
romana de Mérida, en Badajoz, la antigua
Emérita Augusta de los
romanos. La
ciudad greco­ibero­romana de Ampurias
en
Cataluña.
Numancia,
Sagunto,
Carmona y tantas otras. Era tal mi fiebre
descubridora, que pasaba mas tiempo
mirando al suelo que al cielo. Cada trocito
de cerámica antigua que descubría, para
mi era un mensaje del pasado. Intentaba
por todos los medios, reconstruir la pieza,
imaginarme qué era y para que serviría,
incluso, creía descubrir en la superficie de
los trocitos cerámicos, viejos dibujos
decorativos, mediante la unión de las
rallitas, que el tiempo, produce por el roce
en las superficies. Tal era mi pasión.
Llegué incluso a enamorarme de una de
las más importantes leyendas primitivas
que existe en España: Tharsis o Tartessos,
mencionada
en
la
Biblia,
y
cuya
localización se sitúa al sur, en Andalucía,
entre las provincias de Huelva, Cádiz y
Sevilla, incluyendo al sur de Portugal. Fue
una civilización real, que nos ha dejado
innumerables restos arqueológicos, como
el Tesoro de Carambolo, hoy en el Museo
Arqueológico de Sevilla, de un valor
incalculable, todo ello de oro macizo. Sin
105
- 106 -
embargo, la mítica capital del reino, es
decir Tharsis, nunca ha aparecido. Leyendo
sobre ella, cuando tenía aproximadamente
unos once o doce años, prometí que algún
día la encontraría. Sin embargo, nunca lo
he hecho, por que dirigí mis estudios
profesionales por otro camino distinto. Me
equivoqué.
Era un soleado domingo, de aquel mes de
Agosto. Como estuve toda la semana,
insistiéndole a mi padre para que me
llevara a ver una antigua ciudad:
Segóbriga, al final lo conseguí. A mamá le
entusiasmaba la idea, pues aunque sus
estudios eran solo primarios, todo lo que
tuviera relación con la cultura, era su
pasión. En nuestro automóvil Renault­8,
nos dirigimos allí. Segóbriga en la
provincia de Cuenca, es un rico yacimiento
arqueológico, que data de los tiempos de
los romanos, y quizá de antes, de los
iberos.
Nos
estamos
remontando
aproximadamente
2000 ó 2500 años
atrás. Los muros de las viviendas, la ruina
del Anfiteatro y del teatro romanos, las
murallas que la circundan, las callejas que
tenía, las ruinas del templo pagano, los
restos de un pasado que reflejaron y que
contuvieron un mensaje de vida, me
cautivaban tanto, que yo disfrutaba
imaginándome vestido de soldado romano,
y caminando por aquel mismo lugar, dos
mil años antes.
En las afueras, se situaba la necrópolis. Yo
no sabía que era eso, y lo que no pude
creer es que tal maravilla por descubrir,
estaba justo en el mismo lugar donde se
aparcaban los automóviles. Pensé que era
una osadía colocar una estúpida máquina
sobre algo tan valioso. Mi imaginación
estaba tan caliente, que a toda costa
106
- 107 -
quería descubrir, y descubrir, pensando
que quizá, en alguna esquina, bajo rocas,
habría un cofre cargado de monedas de
oro romanas. La palabra “necrópolis” me
sonaba a misterio, a escondido, a
desconocido, algo que me producía mas
interés y curiosidad.
Segóbriga, había
perdurado, habitada hasta la época
visigótica entre los siglos IV y VI después
de Cristo. Para el lector no español, le
informaré brevemente que hace dos mil
años, la Península Ibérica, lugar que hoy
ocupan España y Portugal, pertenecían al
Imperio Romano, que desapareció como
tal, entre los siglos IV y V, cayendo por
completo, ante el avance de tribus muy
guerreras: Los bárbaros, compuestas por
innumerables pueblos procedentes de
Europa Oriental, y de Asia, una de ellos
eran los Godos, divididos a su vez en dos
ramas: Los ostrogodos que ocuparon
Italia, y los Visigodos, que lo hicieron con
lo que hoy conocemos por España. En
realidad, aquí vinieron mas, como los
vándalos, y otros, pero quienes dominaron
en realidad fueron los visigodos, que
crearon un estado y asumieron como
propia la mayor parte de la cultura romana
que subsistía totalmente viva. Después de
los godos, en el año 711, llegaron los
musulmanes, quienes ocuparon la mayor
parte de la Península.
Escrito este necesario inciso, Segóbriga
perduró hasta los tiempos godos.
Allí
quedaron sus piedras arruinadas, y los
esqueletos de sus habitantes. Las ciudades
mueren como lo hacemos nosotros. Una
curiosa ironía es aquella que le sucedió a
un desconocido godo llamado Wamba, si
es que ese era su nombre. En aquellos
tiempos se defendían las ciudades y se
hacía la guerra, con diez años u once
107
- 108 -
años de edad en adelante. Todos los
varones capaces de usar un arma, en
tiempos bélicos eran utilizados aunque
fueran tan jóvenes. Este Wamba quizá
murió luchando contra un grupo de
adolescentes belicosos y
bastante
molestos. Quien le iba a decir a este
pobre, que sus restos humanos, casi dos
mil años después iban a ser saqueados y
robados de su tumba por otro adolescente,
curioso y molesto. Tan entusiasmado
estaba yo descubriendo y descubriendo
que cuando alguien me dijo donde estaba
ese misterioso lugar llamado: “necrópolis”,
corría hacia el sitio que resultó situarse
justo donde la gente aparcábamos los
vehículos. Al llegar, el guarda del lugar, mi
indicó qué era eso, y donde estaba. Allí
descubrí que “Necrópolis” es una palabra
griega que significa: “Ciudad de los
muertos”. ¿Una ciudad donde vivían
muertos? ¡El misterio aumentaba!. No
obstante, se designa así a cualquier
cementerio, o enterramiento humano. Mi
corazón parecía estallar cuando vi delante
de mí una tumba abierta por completo y
allí estaba él, o ella, con buena parte de su
esqueleto, los huecos de los ojos de los
restos de la calavera, me contemplaban.
Era como si me estuvieran observando
desde hacía dos mil años. Lo que allí
quedaba, estaba bastante deteriorado, y a
juzgar por lo que había de restos del
cráneo, me pareció que debió ser, una
persona muy fea. Salté al interior de la
tumba, y acaricié cada uno de los huesos
allí extendidos. Solos los dos, un godo de
hace siglos y yo, que pudiera ser que por
azares del destino, a lo mejor
podría
descender de él, nos contemplamos a lo
largo de muchos minutos. Allí nos
conocimos, y nos saludamos. Como si yo
hubiera sido el aventurero arqueólogo,
108
- 109 -
grite en mi interior: “¡Por fin te encontré!”
Tanta era mi avidez científica, me acerqué
a mi coche, aparcado en las proximidades,
y extraje de él una caja vacía de zapatos.
Allí, maquiné todo mi plan, para marear un
poco al hipotético Wamba, que yacía en
esa tumba: Me lo quería llevar a casa, para
estudiarlo. Me reintroduje en el pequeño
habitáculo de la tumba, y con muchos
nervios, desconociendo que aquello era un
delito, comencé a introducir todos los
huesos que pude, comenzando por la
cabeza, una parte del esqueleto que
siempre me ha llamado la atención, sobre
las demás. El cráneo ya estaba bastante
deteriorado, pero lo logré, incluyendo la
mandíbula, las clavículas, algunas costillas,
y un par de huesos largos de los brazos.
Wamba se quedó descabezado. Cerré la
caja, y la introduje debajo del asiento de
mi padre.
Estos
son
los restos de
la calavera
que
yo
escondí.
La ciudad romana de Segóbriga
El acceso a Segobriga se encuentra en la
salida 103 de la autovía Madrid­Valencia­
Alicante, (España), y puede realizarse
también desde la localidad de Saelices. Desde
este punto es preciso recorrer 3 km por la
carretera que une Saelices con Quintanar de
la Orden hasta llegar a la ciudad romana.
109
- 110 -
Ruinas romanas de Segógriga, el anfiteatro
Necrópolis, o cementerio.De una de estas
tumbas extraje a Wamba.
Se hizo tarde, por tanto, como Madrid
quedaba lejos, había que irse ya. No dije
nada. Salimos de las ruinas, y con ellas se
me quedó la imaginación de lo que fue una
ciudad viva hace siglos. Continuamente
hablábamos de lo que habíamos visto,
hasta que le dije a mis padres, de manera
entusiasta y alegre, como si fuera un
tesoro personal que había cogido unos
huesos de la tumba. Ya estábamos muy
lejos de la ciudad, y no podíamos volver a
ella. No había tiempo, mi madre optó por
castigarme solo con una frase:
110
- 111 -
­Pues como nos detenga la Guardia Civil,
vamos a la cárcel­
Fue suficiente, por que el miedo, se
apoderó de mí hasta el punto, que cuando
veíamos a una pareja de policías
patrullando por la carretera, me escondía
detrás del asiento, procurando tapar lo
mejor posible al pobre de Wamba, o a lo
que de él quedaba. Se me despertó una
especie
de
angelito
negro en
mi
conciencia, con cuernos y rabo, que con
dientes sangrantes me decía que era un
ladrón y que me iban a meter en la prisión
por coger esos santos huesos. ¡Pobre de
mi!. Mi afán científico, se me convirtió en
una pesada cadena. Yo no sabía qué hacer
y a mis padres les puse en una difícil
situación.
Papá en el fondo no le dio
mayor importancia. Cuando llegamos a
casa, yo tenía en mi cerebro al estúpido
angelito negro por un lado, dándome
“¡ Ladrón,
malvado,
gritos,
de:
delincuente!”, y a otro blanquito, que me
decía: “Lo has hecho bien, todo sea por la
ciencia”. Guardé la cajita fúnebre, en el
alto de mi armario, y la preocupación por
la persecución de la justicia buscándome,
se terminó para dar comienzo a otra aun
más incómoda, pues me asustaron mis
hermanos, diciéndome que a lo mejor el
espíritu del godo ese me iba a traer
problemas. Ni comía. Ni
estudiaba
tranquilo. Pero pasó el tiempo y la sola
contemplación
de
esos
restos,
ahuyentaron por completo todos los
temores. Yo disfrutaba sacando y metiendo
los huesos. Cuando al pobre Wambita se le
caía un diente, es decir, el único que tenía,
volvía a colocárselo otra vez, eso si en otro
agujero distinto, pero daba igual. Allí lo
tenía en un cajón junto con el resto de
pequeñas piezas arqueológicas y fósiles.
111
- 112 -
Con el paso de los años, me enteré que
toda extracción de piezas arqueológicas es
un delito, y estoy de acuerdo, por que este
país sufre los ataques de los expoliadores
y eso debe de acabar, pero.... ¿que es mas
delito, que un niño entusiasmado por la
arqueología extraiga unos huesos que
cuidó con amor durante años, o que una
tumba permanezca abierta, sin protección
alguna ni cuidados reales?
¡Oh Señor, que se cumpliesse esto que tanto
desseo, porque yo no poseyese los dolores que
posseo!.
Jorge Manrique siglo XV. Poesia: Ni venir quiere
que viva. Ediciones Catedra. Madrid. 1984.
Mi, padre, a la izquierda, de pie, como
periodista, entrevistando, a uno de los
mejores escritores de la época, Don
Ramón Mejía Vallejo. Papá comenzaría a
desarrollar en esos años una intensísima
actividad
cultural,
literaria
y
periodística, entrevistando a numerosas
personalidades tanto españolas como
extranjeras que visitaban nuestro país.
112
Nadie, salvo Dios, ha podido crear un
sentimiento tan
hermoso
como es el del
- 113
amor, inexplicable para algunos e
incomprensible, sin una base lógica ante la
cual no encuentran razón alguna para
expresarla. Hablar con Dios es una
necesidad, y además, de muy bello, un
descanso para el alma. Hablar con Dios, nos
lleva a una gran paz espiritual, a una
renovación constante de nuestro ser……..
Eduardo Santos Elola, escritor. 1995. “La voz de
Almería”.
Yo, junto a los Reyes Magos de Oriente
LOS REYES MAGOS
Tumbado encima de la
alfombra del comedor, veía con interés, el
televisor que papá decidió comprar, una
“Enodine”, cuyo mando para cambiar los
canales estaba situado en un lateral de la
misma. Al comienzo, solo transmitía dos o
tres horas por la tarde noche, después,
comenzó el “Telediario”, o “el parte” como
algunos españoles le llamaban porque en
tiempos de la Guerra Civil, Radio Nacional
transmitía las noticias bélicas informando
con el “parte”diario. Recuerdo de aquellas
transmisiones televisivas, algo tan curioso
como la “carta de ajuste” que había
siempre al comienzo de las mismas, para
dejar paso a la imagen de una antena
gigante, que dominaba un globo terráqueo
y de cuyo extremo surgían curiosos rayos
en forma de “Z”. De fondo una chillona
113
- 114 -
musiquilla. Todo ello provocaba un agudo
interés familiar, por que de esa forma, en
la mayoría de los hogares españoles, las
familias se apiñaban en tomo al aparato.
Por la tarde podíamos ver películas como
“Bonanza”, “Los invasores”, “El túnel del
tiempo”, los reportajes de “Disneylandia”
con sus dibujos, y otros personajes como
“el conejo de la suerte: “Bus bunny”, “Porky
y sus amigos”, “El Pato Lucas”, “Corre­
caminos” etc. En esa misteriosa pantalla
de cristal, que era la televisión, me
entusiasmaba contemplar la llegada de los
Reyes Magos desde el lejano Oriente, la
noche del día cinco de Enero. Finalizada la
transmisión de la cabalgata, los de
Televisión Española imitían películas de
miedo, quizá con la idea de que los
pequeños nos acostaramos pronto. Los
nervios hacían mella en mi, pero antes de
dormimos, mis hermanos y yo, nos
asomábamos a la ventana, para intentar
descubrir en el cielo estrellado del invierno
madrileño, algún rastro mágico y rutilante
de la marcha real entre las estrellas. Han
pasado los años, he sustituido mi mente
crédula por otra analítica matemática y
fría, pero lo que yo vi aquella noche en la
constelación de Orión aun perdura en el
fondo de mi subconsciente.
Nos protegíamos con las mantas, con
sospecha devota, dejando sin cubrir
nuestras
cabezas,
por
que,
al
despertarnos, investigaríamos cualquier
rayo de luz que entrara tímidamente por la
puerta semi abierta de la habitación.
Esperaba ver alguna vez a sus reales
personas en pleno ajetreo juguetero,
Melchor, Gaspar y Baltasar, o quizá a sus
pajes, una especie de seres mágicos
anillados blanquillos o muy negritos, éstos
últimos
como
los
del
Belén
que
montábamos siempre con la ayuda de
114
- 115 -
papá. Como ya conocía algunas películas
bíblicas en Semana Santa, pensaba que los
Reyes Magos irradiarían una multitud de
rayos luminosos de todos los colores,
girando alrededor de sus altezas, con
predominio del color amarillo anaranjado,
pero a su vez no me atrevía a levantarme
de la cama, pues me habían dicho que si lo
hacíamos, los Reyes ó sus emisarios,
abandonaban nuestra casa llevándose
todos los juguetes y regalos. No sé cómo
sucedía todo, el caso es que cuando nos
lanzábamos los tres hermanos al comedor,
sin lavarnos, en pijama, y descalzos, allí
refulgían sobre la mesa central un sin fin
de juguetes, que a lo sumo no eran mas
de dos por “cabeza”, pero a nosotros nos
parecían un montón. Todavía hoy puedo
yerme con ese “Scalextric” compuesto por
dos vehiculitos, “SEAT 600”, uno rojo y
otro amarillo, que patinaban en las curvas.
Me gustaba colocar en las pistas pequeños
objetos e incluso muñequitos para ver qué
les pasaba a ellos y a los automoviles,
lanzados a toda velocidad. Todos los años
pedía un “Coche de Bomberos”, y desde
luego era pertinaz e insistente en mi
solicitud, pero no entendía por qué los
Reyes Magos eran aun más insistentes que
yo l no traérmelo, hasta que lo conseguí.
Otro coche deportivo, de color rojo
igualmente, dirigido por cable, que además
incluía dirección, claxon e intermitentes,
fue mi gran pasión durante mucho tiempo
hasta que comenzó a sufrir pequeños
accidentes y averías que le llevaron, tras
un año de viajes por la casa y la calle a
ese “mecanico”que era yo, y que no
entendía para nada el mecanismo de
funcionamiento. Cada vez que reparaba
algún juguete, me sobraban, sin saber por
qué, tornillos, cablecitos, y muelles. En
casa
teníamos
un
pájaro“canario”
115
- 116 -
enjaulado, que trinaba muy bien. El
animalito era feliz hasta el momento que
yo me acercaba a él, para convertirle en
cómplice involuntario de mis juegos.
Nunca le perjudicaba, pero una vez le
invité por la fuerza, quisiera o no, a viajar
gratis en mi tren eléctrico. Abrí por
completo un vagón y alli lo introduje,
comprobando que la avecilla, muy
ajustada y estrecha, cabía en su interior.
Con ese curioso pasajero cuyos ojos
irradiaban una petición de misericordia o
una llamada de socorro, el tren dio vueltas
y vueltas. Sabía que mi madre estaba a
punto de regresar a casa, por que oí su
voz hablando con alguien, así que libré a
mi pájaro de la tortura y lo devolví a su
jaula, que estaba visiblemente asustado,
sujetándole para ello por las plumas de la
cola. Estas se desprendieron del canario, y
como ellos las utilizan al volar como un
timón, se daba golpes en el interior de su
“hogar”. Nunca me había pasado una cosa
como esa, y me asusté tanto, que quise
evitar una bronca por parte de mi madre,
quien se encargaba de cuidarlo. El pajarito
estaba horroroso, así que con toda
rapidez,
para
evitar
problemas
“innecesarios”, opté por “pegarle” con cinta
adhesiva las desprendidas plumas y el
resultado final estético fue peor. Me
preocupaba, que se muriera desangrado
por su zona “anal”, desconocía que las
plumas nacían de nuevo. El macho cantor,
que notaba algo raro en su cuerpo se
empeñaba en desplumarse arrancando el
adhesivo una y otra vez con el pico. No se
murió, pudo sobrevivir dos años más.
116
- 117 -
LA MONEDA CALIENTE
Después de estar un rato
jugando en la calle con mi amigo del alma
Jesús, esa calurosa tarde del verano de
1968, subí a mi casa para beber algo de
agua. El sudor corría por mi rostro y
padecía los síntomas de una sed aguda.
Papá y mamá no estaban, habían salido
para resolver un asunto desconocido,
encareciéndonos con ánimo que les
esperásemos en casa, pues vendrían
pronto. No había problemas, por que mi
abuelo Antonio, que vivía justo al lado,
estaba con nosotros en esos momentos.
Cuando entré lo hallé sentado en el
comedor, con la mirada perdida supongo
que
de
aburrimiento.
Mi
hermano
Florentino, un poco mayor que yo, estaba
en la cocina, y creo que había alguien mas,
no estoy seguro si era mi hermano mayor
Eduardo. Desconocía por completo que era
lo que hacía en la cocina, no presté ningún
interés. No me apetecía nada y decidí
acompañar ese solitario ex militar, antiguo
capitán que era el padre de mi madre, y
que sentado en la silla, me parecía un
poco a Don Quijote. Florentino, saliendo de
la cocina, me abordó para darme una
peseta, extendiéndomela con una extraña
sonrisa generosa que me sorprendió:
­Toma Juanjito, una pesetita muy bonita­
La miré y no me pareció nada de bonita,
era una vulgar peseta ennegrecida por el
uso y con la típica cara del General Franco,
a la sazón “Caudillo por la G., de Dios”.
Era algo curioso, pues por años no sabía
que era eso de la “G.”, hasta que los míos
me dijeron que significaba “gracia” no cual
no me aclaró nada, pues no entendía que
era lo que tenía que ver, la risa, la broma,
o la alegría divina con ese señor que
mandaba en nuestro país. Claro que a todo
117
- 118 -
le
llega
su
aclaración
pues
pude
comprender que la palabra “gracia”
reflejada en la moneda española, nada
tenía que ver con los anteriores conceptos,
si no con la “Voluntad de Dios”. Cuando
me di cuenta de su significado, mi
confusión aumentó hasta lo inconcebible,
pues no entendía que era lo que tenía que
ver lo divino con lo humano, y mucho
menos con ese militar que de tanto vivir
en el palacio del Pardo, creía yo que dicho
edificio y mencionado caballero eran la
misma cosa. Volviendo a mi relato, me
extrañó que mi voluntarioso hermano me
regalara una moneda tan vista como esa,
¡con unas tenazas! La cogí, o mejor dicho,
no pude ni hacerlo, por que la había
calentado tanto, que me quemé, y dando
un grito la lancé al aire, por puro instinto
de defensa. En pocos segundos, la moneda
giró y giró. El rostro de mi hermano,
palideció aun mas que el mío, intentando
en escasas décimas de tiempo atraparla,
pues se estaba dando cuenta cual estaba
siendo el recorrido del dichoso metal, por
que describió una parábola en el aire, por
encima de mi cabeza, cayendo con tan
mala suerte en mi espalda, justo entre la
camisa y mi piel. Me hizo tanto daño la
envenenada peseta que por todos los
medios trataba yo separarme la camisa
apartando la moneda de la piel. Mis gritos
fueron tales, que mi hermano presa de los
nervios, y totalmente emblanquecido,
luchaba para extraérmela, empeorando la
situación. Al final conseguí quitarme la
ropa. Florentino con voz muy temblorosa
únicamente me decía:
­“¡Tranquilo!, no te ha pasado nada”­
Desde luego, sí que me pasó, por que la
huella de la quemadura desapareció al
cabo de los años, conforme fui creciendo.
Yo esperaba que Don Antonio hiciera algo
118
- 119 -
para socorrerme, pero lo único que
recuerdo, es que su emblemática figura, se
levantó, expulsando de su garganta un
torrente de quejas, que me sorprendieron
en ese momento.
­¡En esta casa no se puede estar!. ¡que mala
educación!­
Allí nos quedamos los dos niños, yo como
víctima de la fatal broma fraternal,y él
parecía el niño­anuncio: “Señora, lave su
ropa con blanqueador OMO, y quedará así
de blanca”, pues así estaba el rostro de mi
hermano.
El
muchacho,
intentando
remediar semejante desaguisado, me untó
para curarme con todo tipo de cremas que
encontraba en los cajones, cosa que no
consiguió, pero sí lo hizo mamá con él en
cuanto se enteró de la aventura por boca
del enfadado abuelo. Mi padre, una vez
que
mi
madre
terminó
con
las
consiguientes bofetadas hacia mi hermano,
se encargó de llamarle la atención con
severidad. Claro que, tras agradecer a su
suegro la malhumorada información le
recriminó con severidad el hecho de que
protestara mucho no hiciera nada para
aliviarme la herida.
COSAS DE NIÑOS
Eran años de escasez para
muchos desheredados, y allí estaban los
gitanos. Yo como cualquier niño de clase
media, les temía, para mi eran unos
extraños vestidos de pobreza, exóticos,
nómadas, muy mal vestidos, descalzos,
despeinados, y muy desaliñados. Yo
comprendía, que la miseria, castigaba y
esclavizaba a los seres humanos. De vez
119
- 120 -
en cuando, se organizaba un tinglado
callejero infantil al sonido de un bombo
viejo, o de ollas de cocina abolladas
utilizadas como panderetas. La vieja y
cascada
voz
de
un
viejo
gitano,
vociferando para llamar la atención a los
vecinos, nos servia a la chiquillada para
bajar atolondradamente por las escaleras.
El espectáculo iba a comenzar. Una cabra
rematadamente sucia, y algo esquelética,
haría piruetas sobre una cazuela colocada
boca a bajo, y situada en la cima de varios
trastos, organizados en forma de montaña.
A mí siempre me parecía que el pobre
animal obedecía mas por el miedo al daño
que le causaba la vara de madera del
dueño, que por otra cosa. Después de la
actuación del pobre y castigado animal
caprino, una niña descalza, comenzaba a
hacer piruetas retorciendo su cuerpo hacia
atrás, al redoble del estropeado tambor,
hasta alcanzar con la boca un vaso de vino
a medio llenar, situado a su espalda. No sé
qué era más lo que me impresionaba, si su
retorcimiento corporal o su ingesta de
vino, el caso es que esas gentes eran
temidas pero despertaban en mí un
curioso interés. Nunca supe qué fue de esa
familia, pero es probable que con el paso
de los años, esa niña espectáculo, se
convirtiera en alguna de las hermanas de
etnia gitana que he visto y conocido, ya de
adulto, en las filas de la Iglesia Evangélica
de Filadelfia. A veces pienso, que no hay
circunstancia peor que pertenecer a alguna
especie animal doméstica y caer en manos
de inocentes niños de barrio. La chiquillada
de mi barrio en su mayoría éramos niños
de clase media, y de economías modestas.
En la infancia es donde se aprende a
convivir con los demás. Ella nos prepara
para el día de mañana, por que quienes en
120
- 121 -
el largo período de formación que es
nuestra niñez, quien tenga problemas de
adaptación social, va a repetir esos roles
de adulto. Era una época en la que no
había ordenadores ni vídeo juegos. La
televisión estaba comenzando, y la radio
aunque implantada ampliamente no era un
medio muy usado por los niños, aunque
tenía programas dedicados a ellos. La
mayor parte del tiempo, lo empleábamos
en nuestros juegos callejeros de grupo.
Solíamos organizarnos en ocasionales
pandillas, en las que siempre había un
líder cuya jefatura en algunos casos
duraba menos que un pastel a la puerta de
un colegio, y en otros podría ser más o
menos
estable.
Otras
pandillas,
compuestas por otros menores mas
acostumbrados
a
la
supervivencia
callejera, formadas por chicos quincalleros
que no vivían en nuestra zona, solían
causamos conflictos que resolvíamos en
batallitas que se llamaban “dreas”. Es
decir, a pedrada limpia en plena calle. Yo,
dentro de mi grupo, era siempre uno de
los del “montón”, y de los últimos, de los
que forman “el relleno” para asustar al
contrario, pero que sabe salir corriendo
nada mas caer el primer pedrusco, aunque
este sea del tamaño de una cabeza de
alfiler. No me gustaba la violencia, siempre
he creído que las diferencias se pueden
resolver hablando. Era un niño pacifico, y
fácilmente
manejable
aunque
muy
independiente. Mi gran ilusión no era otra
que me comprara un uniforme de romano.
Mi afición a la historia nació cuando en
compañía de mis hermanos acudí al Cine
Kursal, o al Canadá, pues los dos estaban
juntos, muy cerca del enemigo barrio de
Caño­Roto, para ver “La caída del
Imperio Romano”. Tanto insistí que por fin
me
lo
obsequiaron.
Cuando
ahora
121
- 122 -
contemplo la fotografía, lo único que veo
es un niño de ocho años, con unos
pantalones que me quedaban por encima
de los tobillos, ataviado con un pectoral,
una espada y un casco español del siglo
XVI, que no me encajaba bien en la cabeza
Era yo, supuestamente vestido de romano.
Es en esa edad cuando se descubren las
injustas diferencias sociales, se aprende
algo trágico, que nuestro mundo no es
justo y que hay decenas de miles de
personas que a veces no logran salir de la
pobreza y de la marginación; lo digo por
que recuerdo a un chiquillo, mas pequeño
que yo, mal vestido, con una ropa que por
el continuo uso, estaba deshilachada y con
sandalias totalmente desgastadas. No
obstante no era su aspecto exterior lo que
más me reclamó mi atención, si no algo
que nunca había visto hasta ese momento,
y que por ese entonces, algunas madres,
quizá por espíritu práctico, solían hacer en
los pantaloncillos de sus pequeños. El niño
llevaba por fiera, su pene, de forma
permanente. Aquello me desconcertó y me
sorprendió. Era como si un gusanito
grueso saliera de nido. Pensé que no sería
mala idea, por que al fin y al cabo, no
tendría que bajarse los pantalones cada
vez que quisiera hacer sus necesidades
urinarias.
Una mañana, paseando por la acera,
observé a un grupo de chavales que yo
conocía, y me acerqué. Había una gran
algarabía de voces y de chillidos, de niños
ellos excitados, alegres, que estaban
dándose órdenes y contraórdenes, a base
de codazos y de manotazos. Formaron un
corrillo y en el centro descubrí una gallina,
con su mirada desencajada por el miedo.
El pobre animal, saltaba sin cesar y
122
- 123 -
pretendía escapar de aquel altercado de
cualquier forma. Su cacarear era como
gritos de auxilio. Daba saltos en los que su
desprendía de vez en cuando alguna que
otra pluma. No podía mantenerse de pie, y
cada vez que pretendía correr para huir, se
tambaleaba. Yo no a penas conocía las
gallinas, pues era un niño de ciudad, pero
noté que su voz era mas ronca que de lo
normal, y además, por su pico ¡echaba
humo!. Uno de los organizadores, quien
reía a carcajadas, había encendido un
cigarro y con la ayuda del resto,
inmovilizaron a la pobre y desamparada
ave de corral obligándola a fumarse el
resto, introduciéndole el pitillo encendido
por el pico y cerrándoselo con cinta
adhesiva. Cada vez que pretendía dar un
salto batiendo sus alas, se desplomaba.
Personalmente, aquello me desagradaba, y
opté por apartarme del lugar, pues en vano
resultaban mis protestas liberadoras de
aves atrapadas. No me escuchaba nadie. A
pesar de la chiquillada chillona, la
corredora logró escapar. El cigarro, o bien
ya lo había consumido, o se le desprendió.
El animal, sacando fuerzas de debilidad,
huyó de un lado para otro, saltando,
batiendo sus alas, en un intento
desesperado por sobrevivir, perseguido por
niños gritones, y expulsando por su pico
bocanadas de humo contenido en sus
pulmones, que lo excitaban aun más. Poco
después, los experimentos no habían
terminado. Quizá alguien pensó como
reaccionarían otros animales de menor
tamaño,
ante
la
obligatoriedad
de
consumo de nicotina y humo impuesta por
los humanos. Un chaval doceañero, había
atrapado
a
una
lagartija
grande,
obligándola
a
abrir
la
boca
para
introducirle un cigarro. Dada la enorme
123
- 124 -
diferencia de tamaño, el pobre animal no
sobrevivió a la primera bocanada
DISPAROS EN LA CALLE Y LA LUCHA POR
LA JUSTICIA
Carabanchel
Bajo,
donde
vivíamos era un barrio de clases medias y
modestas, compuesto en su mayoría por
gente emigrada desde los pueblos de la
capital y procedentes de otras provincias
españolas, sobre todo de Toledo, de
Ciudad Real, Cuenca, etc. Nosotros nos
habíamos trasladado desde la calle General
Mola, una zona mucho mejor, de la que si
tengo recuerdos es por haber ido allí varias
veces en mi juventud, sobre todo para
visitar la Iglesia Ortodoxa Griega que se
encuentra en sus alrededores, al objeto de
conocer mas y mejor el Rito Oriental.
Como cristiano que soy, creo que es
fundamental, conocer las distintas liturgias
que imperan en el cristianismo, y su
historia, que a pesar de los errores
pasados, es en sus aspectos positivos
realmente apasionante. Dimitri era su
máximo responsable espiritual y pastoral,
un sacerdote ortodoxo de origen griego,
quien en todo momento, me abrió su
Templo,
mostrándome
sus
ricos
artesonados y sus iconos, y quien incluso
tuvo la enorme delicadeza de traerme
desde Atenas, Grecia, una Biblia Ortodoxa
en griego, y un Nuevo Testamento
completo, en el mismo idioma, que
conservo y utilizo en mis estudios bíblicos.
Mi calle, de raro nombre, Bocarrana,
estaba siempre sin asfaltar, embarrada por
completo. Conectaba el barrio con el
centro de Madrid un autobús municipal, la
línea 17, que mi padre utilizaba todos los
días, para él era el autobús de las “pipas”,
124
- 125 -
por que los viajeros, en su mayoría de
clases populares “bajas” se entretenían
comiendo pipas de girasol y escupiendo
sus cáscaras en todas las direcciones.
Como ese medio de transporte público
tenía que frenar frecuentemente, los
usuarios sujetos a las barras de seguridad
se tambaleaban constantemente, y de esa
forma caían cáscaras en forma de lluvia
sobre el malhumorado rostro de mi padre.
Teníamos en casa dos escopetas de
perdigones con permiso oficial, que solo
utilizábamos para agujerear latas de
conserva, en nuestra casa de campo. Papá
no nos permitía su uso, por estar prohibido
para menores, y francamente, eso era algo
que yo sabía perfectamente. He sido
siempre en ese aspecto un niño muy
responsable, y consciente de los peligros
que pudiera tener el uso de esa arma, que
yo nunca utilicé.
Junto a mi casa, había un campo en donde
los niños íbamos para jugar al fútbol. En
una ocasión, un grupo de adolescentes nos
causaron problemas. Florentino, era como
“Dartañán”, quien salía siempre en defensa
de los pobres; y uno de ellos se enfrentó
con mi hermano con bastante violencia,
aunque de la pelea se dirimió a favor de mi
hermano, aquel niño juró venganza
amenazándonos con avisar al suyo. Una
bravuconada,
pensé.
Algunos
días
después, nos encontrábamos en el portal
de mi casa, cuando vimos venir por
nuestra acera a dos jóvenes, mayores que
nosotros, de unos diecisiete o dieciocho
años
aproximadamente.
Sin
mediar
palabra alguna, los dos comenzaron a
golpear brutalmente a mi hermano, quien
se protegía como podía. Me ordenó que
subiera inmediatamente a la casa, y sin
125
- 126 -
embargo el miedo me dejó inmovilizado.
Los puñetazos se sucedían uno tras otro,
hasta que un señor intervino separándolos.
Mi hermano, sangrando abundantemente
por la nariz, subió la escalera corriendo.
Allí estaba la escopeta de perdigones, la
abrió e introdujo abundante sal, por que le
habían dicho que ese producto producía
picor pero que no causaba mayores daños.
Desde una de las ventanas, que daba a la
calle, me asomé por petición suya, serían
aproximadamente las trece horas del
medio día, por lo que caminaban algunos
vecinos de regreso a sus viviendas. Me
preguntó si los agresivos gamberros
seguían allí, y efectivamente, aun no se
habían ido; continuaban lanzándonos
insultos y amenazas. Mi hermano, sacó la
escopeta, sin perdigones, justo a mi lado,
y desde allí comenzó a disparar contra los
agresores, pero sin perdigones, rellena de
bolitas de sal. Estos, pensando, que el
arma estaba realmente cargada, se
asustaron y corrían de un lado para otro,
protegiéndose con las chaquetas. En ese
instante, Nieves, nuestra vecina, asustada
por el estruendo de los disparos, se asomó
justo por la ventana que estaba debajo de
la nuestra, y al mirar hacia arriba, dio un
grito al vernos a mi, mas blanco que la
nieve, y a mi hermano con sangre que
chorreaba por el brazo y disparando el
arma. La buena mujer cerró corriendo la
ventana, atenazada por el miedo, pues
había creído que la escopetilla de
perdigones era una autentica de caza.
Nunca he visto a nadie correr tanto como
esos chicos. Uno de ellos parecía participar
en una carrera de fondo, desapareciendo
por una esquina, justo en el mismo
instante, que aparecía mi abuela Dolores
quien sufriendo un empujón del joven, se
126
- 127 -
tambaleó.
En
ese
mismo
instante,
florentino, atolondrado en su afán de
cazador sin fortuna, volvió a disparar justo
cuando apareció mi protestona abuela.
­¡Socorro! ¡que me matan! ­ gritaba muy
asustada.
Mi hermano, percatándose de la presencia
familiar, cerró a toda prisa la ventana. La
mujer, no cesaba de dar gritos, uno tras
otro. Se organizó tal algarabía vecinal, que
los comentarios surgieron como un virus a
lo largo de toda la calle.
­¿Qué estampida ha sido esa?­ una vecina.
­¡Que ha explotado un petardo!­ respondió
un anciano
­Han sido tres­ añadió un niño
­¡Estarán de fiestas!­ apuntó un caballero
­¡Han disparado a un señor!­aclaraba una
mujer, para luego añadir: ­¡Yo he visto la
sangre!­
­¡Pero si ha sido un petardo!­Una anciana
arrugada
­¿Qué sangre?­ acotó la primera charlatana
­La de la esquina de mi casa, donde se han
oído los disparos­
­¡No digas tonterías, eso no era sangre, era
un bote de pintura roja que se me ha caído
en la calle!­ exclamó el caballero de la
fiesta.
­¡Socorro! ¡Es la guerra, otra vez la “guerra”!
­ Gritaba una señora en su balcón, que
estaba con su esposo e hijo. El marido que
estaba sentado muy cerca de ella, y que
era un poco sordo, le preguntó al niño:
­¿Que le pasa a la “perra”?, ¡tu madre está
gritando no se qué de la perra!­
­¿Qué perra, papá? ¡Si no tenemos
ninguna!­
En otro lugar de la vía pública, se formó un
segundo corrillo femenino. Todos sus
componentes, levantando los brazos, y
gesticulando sin cesar.
127
- 128 -
­¡Ha sido un petardo!, y creo que ha sido en
casa de Luisa y de Fernando­ primera
mujer
­Pero si no están!­ mujer segunda
­Creo que le ha explotado al segundo de
sus hijos, al Antoñito ese­ primera mujer
­¡Pobrecito!­ mujer tercera
Alguien había derramado algo de pintura
roja, muy parecida a la sangre humana, y
ésta estaba aun fresca.
­Está todo lleno de sangre, pues hay gotas
en la acera­ mujer segunda.
­¡Es que ese niño, Antoñito, se mete en cada
lío!­ el vendedor de la esquina.­¡un día va a
sufrir una desgracia irremediable­
El corrillo de mujeres, todas a una:
­Ya sabes que educación dan a sus hijos­
­¡Son muy mal educados!­
­Esa familia son unos salvajes!­
­¿Qué me vas a decir? ¡El otro día, Luisa me
invitó a merendar a su casa, y no te puedes
imaginar cómo tenía la cocina!...¡ y los
niños! que brutos,........¡saltando encima de
las camas!....y ¡ descalzos!­
­Pues anda que el maridito que tiene, ¿pues
no va a la calle sin corbata?, y dice que es
representante de comercio...­
­¿Pues que venderá?­
­Pues vende.... ¡corbatas!­
El pequeño mencionado hizo aparición en
ese momento, saliendo de un portal
distante del nuestro, y de pronto se vió
rodeado de bondadosas
esas mismas
mujeres que, llorosas para la ocasión por
aquello de la supuesta sangre, parecían
que se lo iban a comer a besos y caricias.
El muchacho se sintió tan protagonista de
tanto zalameo, que con un mal gesto se
desembarazó
de
todas
ellas,
no
entendiendo nada de lo sucedido, aunque
instantes después, pensándoselo bien, y
coincidiendo que una de las del corrillo
lastimero, era la amiga de su madre, la
128
- 129 -
que fue a merendar el día anterior,
aprovechó la ocasión para pedirle un
dinerillo. No le salió bien la cosa, lo que se
llevó fue un pescozón en la cabeza, al
descubrir
el grupo de señoras que ni
sangre ni nada, y porque creyeron que el
muchacho se quiso aprovechar de la
circunstancia
para
sacar
beneficio
económico. El niño Antonio se quedó
atónito y perplejo, por que salir de pronto
a la calle para ver que había sido el
estampido ese, encontrarse con un grupo
de plañideras que se lo comieron a besos,
todas ellas muy lastimeras, y recibir un
golpe en la cabeza, sin motivo alguno, no
era algo que le sucediera todos los dias. A
partir de ese momento, decidió alejarse lo
más posible de las vecinas.
En otro corrillo se decía.
­¿Qué
ha
sido
eso?­exclamaba
un
hombrecillo grueso y calvo.
­Nada, que ha estallado la rueda de un
coche­ Contestó un viandante delgado,
calvo y antipático
­Claro, como la calle está como está­
intervenía una anciana, añadiendo: ­ El otro
día, al querer cruzar tropecé y me caí en
pleno barro­
­Es que los del Ayuntamiento son unos
sinvergüenzas­Añadió el calvo.
­¡Anda que el estallido de la rueda ha sido
pequeño!, pero yo he creído escuchar tres
estampidas­ Aclaraba el grueso.
­¡Pues habrán reventado las tres ruedas!­
Los disparos de la escopeta de aire
comprimido de mi hermano, dieron para
chismes y comentarios de todo gusto, que
nada tenían que ver con lo sucedido. Eso
de momento, por que cuando mi padre
regresó del trabajo, ya que mamá estaba
visitando a su hermana, fue requerido
urgentemente por su suegra, mi abuela,
quien a la sazón, sentada en el sofá de su
129
- 130 -
comedor, atenazada por el susto, blanca
como la pared, estaba fuera de control:
­¡Tu hijo, tu hijo me a querido matar!, ¡es un
sinvergüenza!, ¿así educáis a vuestros hijos?­
Mi abuelo Antonio, con el rostro algo
desencajado, aprovechando la ocasión se
unió con fuerza a la reprimenda:
­¡Que falta de respeto, Eduardo!­
Al salir de su casa, bastante mareado y
calentado, ya que él desconocía lo que
había pasado, estaba bastante enfadado,
y allí se encontró con la madre de mi
amigo Jesús, Nieves, quien se había
asustado mucho. Papá, completamente
mareado por la circunstancias, se reunió
con
nosotros,
para
pedirnos
explicaciones, muy serio. Yo, que aun
temblaba por lo que le había sucedido a
mi
hermano,
opté
por
callarme,
Florentino, sin embargo, le explicó a mi
padre todo lo que le había sucedido. Mi
padre decidió guardar la escopeta,
advirtiéndole a su segundo hijo de las
consecuencias que todo eso iba a tener.
En ese momento, llegó mi madre de la
calle, y al verla, papá se envalentonó aun
mucho mas, no dejándole que ella
interviniera en el castigo que
estaba
imponiendo, y tratando de evitar así, una
fuerte discusión familiar, cosa que
consiguió a duras penas. Papá entendió en
su interior las razones de mi hermano,
aunque no le aprobaba el método. El
problema que se planteaba en mi casa,
no fue ya el hecho en sí, sino el tener que
soportar con santa paciencia las críticas
diarias, día tras dia de mis abuelos y de
todo su circulo familiar, condenándonos a
los dos hermanos. Mi hermano había
luchado por la justicia, pero ésta se había
vuelto hacia el. Papá tuvo que hacer
verdaderos esfuerzos diplomáticos para
130
- 131 -
tranquilizar a mis abuelos, deshaciéndose
en todo tipo de explicaciones, día tras día.
Curiosamente,
aquellos
delincuentes,
jamás volvieron por la calle, ni por el
barrio. Al menos habíamos conseguido
espantarlos definitivamente. Al fin de
cuentas en eso salimos todos beneficiados.
A mis padres nunca les gustaron las
armas, aunque de fueran de caza menor, y
nunca mas, se volvieron a usar. En ningún
momento, no deben de haber armas en las
casas, ni de fuego ni de aire comprimido,
como era el caso, y por supuesto, prohibir
e impedir el acceso a ellas, por benignas
que sean de personas no autorizadas, y
aun mejor es no tenerlas por ninguna
circunstancia.
LOS BASUREROS
El servicio de recogida de
basuras, era muy curioso. En esos años,
no existían contenedores de basuras, en
los que ahora arrojamos nuestras bolsas
con los desperdicios. El ayuntamiento,
tenía contratados unos camiones, que en
España eran de marca nacional, “Ebro”. A
su caja, se enganchaban varios operarios
de la basura. Llevaban unas gorras,
parecidas a la de los militares, y uno de
ellos se colocaba al cinturón un cornetín,
una especie de trompeta. Cuando llegaba
a la calle, se bajaba de un salto, y
comenzaba a tocarla con fuerza. Pronto se
formaba, una peregrinación de mujeres y
niños, que salían de todas las viviendas
con bolsas y cubos metálicos de basura,
que eran arrojadas sin piedad al interior de
los pequeños camiones. Se usaban mucho
más los cubos que las mismas bolsas de
plástico, ya que por ese entonces, las
mismas eran muy escasas. En las casas
donde había porterías, las pobres porteras
131
- 132 -
tenían que recoger todos los paquetes y
cubos y entregárselos a los empleados del
servicio de la limpieza, de modo que se les
veía, aunque fuera en pocos metros,
convertidas, en autenticas mujeres ­
basureras. En pocos segundos los niños
contemplábamos como volaban por los
aires, mondas de plátano, de patata, arroz
con tomate, latas de conserva, papeles de
todo tipo, huesos de pollo, lápices viejos,
trozos
de
tela,
juguetes
rotos.
Posteriormente, cuando las bolsas de
plásticos
se
generalizaron,
nos
acostumbramos a dejarlas en un punto de
la calle, y eso facilitaba mejor el trabajo a
los basureros y a las mujeres mismas,
aunque era sin duda las delicias de los
gatos y perros callejeros.
Al cabo del
tiempo se instalaron unos contenedores
que los empleados debían volcar en el
interior del camión. La operación era
sencilla, con el vehículo parado, aunque
con el motor encendido, acercaban entre
dos hombres los contenedores, por
detrás, para volcarlos manualmente. Como
lo hacían muy rápido, y bien, mientras aun
estaba cayendo dentro su contenido,
avisaban al conductor con un silbido de
labios, este arrancaba muy deprisa, y se
iban a otro lado. Hasta allí todo bien. El
problema se planteaba cuando los niños de
mi edad, se
escondían detrás de una
ventana próxima a las basuras, y justo en
el segundo que los trabajadores estaban
aun arrojando la basura dentro del camion,
silbaban igual que ellos, de modo que el
conductor, arrancaba por que creía que
sus compañeros le avisaban, y se iba
dejando un reguero de basura por la calle,
el contenedor tirado y a los empleados
protestando y gritando con todo tipo de
palabras e insultos hacia los niños.
132
- 133 -
Aquel verano, habíamos estado en nuestra
pequeña casita de Almería, situada en el
humilde barrio de Piedras Redondas. Allí
era éramos la atracción de los vecinos,
todos ellos gentes humildes, precedentes
del duro campo almeriense. Allí éramos
los
“madrileños” o los “forasteros”. El
barrio estaba situado en una colina, y
había que acceder al mismo por una
pronunciada cuesta, que aun existe.
Nuestro viejo 600, repleto de maletas y de
gente, se las veía y se las deseaba para
poder hacerlo, pero lo lograba.
PIEDRAS REDONDAS, EN ALMERIA
En el barrio de “Piedras Redondas”, de
Almeria. Frente a nuestra casa, con
En nuestra televisión
nuestro viejo Seat-600
de
marca “Enodine”, se anunciaban las
excelencias de un nuevo automóvil, el Seat
600, y todos los españolitos de la poca que
se lo podían permitir se lanzaron a
133
- 134 -
comprar ese automovil chiquito. Parecía
un huevo gigante. En realidad, era un
modelo inspirado en uno italiano. Seat,
era una marca industrial formada por
cuatro
siglas:
“Sociedad
Española
Automóviles Turismo”, asociada con la
gemela italiana Fiat: “Fabrica Italiana
Automoviles Turismo”. Papá había podido
obtener el carnet de conducir en el año
1962, pero no lo usaría hasta mas tarde.
Tres años después, compró de segunda
mano, uno de esos cochecitos de color
verde aceituna, descapotable, a un amigo
de su hermano Pepe. Fuimos a probarlo al
barrio de Aluche, muy cerca de donde
vivíamos, y nada mas sentarse al volante,
se salió de la carretera, por culpa de las
confusas explicaciones tecnicas que le
estaba dando el tal
Remigio, el ex
propietario. Tras el saltito y el sustito de
turno con gritito de mamá incluido, no
habiendo sucedido nada de importancia,
nos fuimos a casa, llegando a nuestra calle
envueltos en la admiración del común
vecindario. Como entonces había pocos
vehículos, los niños se agolparon a nuestro
alrededor, mirando y remirando el cuadro
de mandos, que consistía tan solo en un
sencillo cuenta kilómetros, y la llave de
arranque situada en el centro. Nada mas,
era todo, pero el hecho de tener un techo
descapotable, supuso que mis hermanos y
yo nos pasáramos todo el resto del día,
sacando la cabeza por esa parte, e incluso
saliendo del automóvil por allí, hasta que
papá nos regañó. La verdad es que
“descapotable” como tal no lo era, pues la
“descapotabilidad”
consistía
en
una
pequeña parte del techo fijo, que se podia
descubrir. Daba igual, era nuestro. Todos
los domingos, nos convertimos en unos
“domingueros”, la típica familia española
que aprovechaba ese día para salir a dar
134
- 135 -
vueltas por las carreteras madrileñas. Tres
niños llenos de vida, que siempre se
peleaban por estar junto a la ventanilla.
Una madre, que era de las primeras en
llevar pantalón, pañuelo en la cabeza, y
gafas de sol, y un padre con cara de
oficinista semanal que se estrenaba en la
condución.
A mi siempre me tocaba
quedarme en el centro, aplastado, por mis
hermanos. No me quedaba otra alternativa
que mirar siempre de frente. Aquel
automovil marcó la vida de miles de
españoles en unos años, en los que
España
comenzaba
a
despertarse
tímidamente de un largo letargo invernal.
El “seílla”, tal y como se le conocía
popularmente al Seat­600 funcionaba mas
mal que bien, pues a mi padre, el amigo
de su hermano, es decir, de mi tío, le había
endosado un vehículo algo decrépito, pero
funcionaba.
La
albaragía
que
organizábamos en su interior, los tres,
unas veces llenas de protestas y peleas
infantiles, otras para reirnos de los
ocupantes de otros automóviles, era
amansada por la voz de mi madre, con
amenza de “bofetada” incluida, en caso de
ser demasiados ruidosos. No sé cómo nos
las arreglábamos pero siempre estábamos
llenos de migas de pan que se caían de
nuestros bocadillos, y en un vehículo tan
reducido no merecía la pena sacudirnoslas.
Ahí se quedaban siempre. Recuerdo uno
de
esos
domingos
festivaleros,
y
veraniegos.
Era el primer viaje que
hicimos para estrenar nuestro cochecito de
segunda mano. Todos, alborozados, llenos
de alegría preparamos un viaje corto, a un
pueblo de la provincia de Madrid, Cubas.
Nunca habíamos salido de nuestra calle, y
prometía ser, toda una experiencia. Los
tres niños ávidos de ver cosas nuevas,
escrutábamos todo cuanto pasaba por
135
- 136 -
delante de nuestros ojos, como si de
repente, se nos presentara un mundo
nuevo. Mis padres, hablando y charlando
de todo, estaban tan animados como
nosotros. El vehículo, alegre, y resuelto a
llegar a su meta, rodaba por una
carretera, que hoy sería poco más que un
camino asfaltado. El pueblo de Cubas, en
Madrid, del que no recuerdo nada, excepto
a un guardia civil mal humorado, un poste
pétreo golpeado, una anciana desmayada,
un asno rebuznando de miedo lleno de
tinajas metalicas de leche y dando coces al
aire y a un señor que se metió en nuestro
automovil para
ponernos fuera del
perímetro urbano como si nos hubieran
declarado: “personas no gratas”, a mi
madre haciendo todo tipo de aspavientos,
a padre tembloroso y mas colorado que
un semáforo en rojo, era, como digo un
pueblo como tantos, de esos que tenian
unas cuantas casitas, un cuartelillo de la
Guardia Civil, una parroquia, y
unos
cuantos aldeanas vestidas de negro, nada
mas, al menos que yo supiera.
Allí estuvimos toda la mañana del
domingo, y como no teníamos mucho que
ver, mis padres decidieron dar la vuelta,
para seguir con el viaje a cualquier otro
lugar. En mitad de la plaza, a mi padre el
vehículo se le paró, pues aun no dominaba
bien el manejo tecnico del embrage y la
entrada de las velocidades, especialmente
la de la “marcha para detrás”. El cochecito
parecía una cabra: daba saltitos y se
paraba, pero para detrás. Nuestras
cabezas todas a la vez, se movían
bruscamente. Tantos eran, que mi madre
comenzó a perder los nervios. A cada salto
hacia detrás, un chillido.
­¡Lola! Déjame en paz, que no puedo meter
la velocidad­protestaba mi padre.
136
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­No, si ya te he dicho que para qué te han
dado el carnet­respondía malhumorada
mamá.
­Pues para qué va a ser, para viajar­reponía
papá nervioso, mientras forzaba el cambio
de marchas sin
pisar el embrague,
produciendo un ruido termenedo en el
motor.
­O para quedarnos a vivir en el centro del
pueblo, como si fueramos una atracción de
feria, anda que no haces ruido con el
coche, ¿a que nos tenemos que ir andando
a casa? ¡Vamonos ya!­
En ese momento, mi padre, que a fuerza
de nervios, logró introducir la marcha para
atrás, de forma brusca,
aplastando el
acelerador con el pie, provocó que nuestro
Seat, retrocediera tan rápidamente, que
no lo pudo controlar. Los niños, nos dimos
cuenta, que nos acercábamos a toda
velocidad a un murito de piedra, en el cual
estaba apoyado un joven guardia civil, con
su pierna derecha, por que sobre esa
rodilla, tenía un cuadernillo en el que
apuntaba
algo.
El
hombre
que,
seguramente estaba absorto en su labor,
no se dio cuenta, que se le venía a toda
velocidad un cochecito lleno de niños,
marcha
atrás.
Algunos
vecinos,
comenzaron a gritar:
­¡Guardia!, ¡que se dan!, ¡que se dan!­
Como mis padres discutían, no nos
enterabamos nada de lo que decían esas
caras desencajadas de los aldeanos. Por un
segundo miré por el cristal trasero, y ví
que nos íbamos a empotrar contra el
asiento de piedra usado por el guardia. No
me dio tiempo a avisarle, porque lo único
que ví, fue cómo ese representante de la
autoridad dio un salto, justo en el último
segundo, salvando a su pierna izquierda de
morir aplastada entre el parachoque y la
piedra. El típico tricornio, saltó por el aire,
137
- 138 -
dando vuelta y media, antes de caer en la
acera, o en lo que fuera. Nuestras cabezas
se movieron al unísono por última vez
hacia detrás por el golpe, solo en eso
estabamos forzosamente de acuerdo.
Mamá, a la que se le calleron las gafas,
gritó:
­¡Que nos matamos!, pero bueno Eduardo
¿a ti donde te han dado el carnet, en el
circo?­
Papá, más blanco que el color de la leche
de vaca, intentó dar todo tipo de
explicaciones al joven guardia, que al
parecer, era su primer dia de trabajo, nada
mas salir de la Academia de Guardias
Civiles. Precisamente lo que estaba
anotando
en
su
boletín
era
una
correspondiente multa contra mi padre, en
el preciso instante del incidente. Tras el
malentendido,
y
las
consiguientes
explicaciones paternas, el guardia se
tranquilizó, pero
muy
malhumorado,
viendo que todo era producto de los
nervios por ser nuestro primer día de
viaje, nos ordenó que siguieramos. Mi
padre se despidió de él cortésmente. Mi
madre, ya no decía nada, pues intervino lo
mejor que pudo ante el agente, para
calmar sus nervios, o hacerle salir del
susto inicial. Aquel joven se dio cuenta
que eramos gente de bien. Pocos metros
depués, papá que seguía temblando por
dentro y por fuera, volvería a cometer el
mismo error pero esta vez hacia delante.
Claro está, era hacía allí a donde
queríamos ir, hacia delante, pero el pie
derecho de mi padre, debió quedarse
pegado
al
acelerador
de
nuevo,
provocando que saliéramos velozmente,
como una bala, nuestras cabezas, todas
ellas, fueron lanzadas hacia al frente, justo
en el mismo instante que una sencilla y
delgadita anciana, de esas que llevaban un
138
- 139 -
pañuelo negro en la cabeza, decidió dirigir
a su burra con cántaros de leche por allí,
cruzándose por delante nuestro. En ese
momento, mamá gritó, aunque en realidad
no había trerminardo de hacerlo:
­¡La vieja!. ¡Que va a dejar de ser vieja!,
¡Eduardo, frena!­
Y frenó, a pocos centímetros del asno.
Nuestras cabezas, ahora todas inclinadas
por la fuerza del frenazo, como si
dijéramos: “¡Amen!”. El jumentito, al ver
un objeto así dirigirse a toda velocidad
hacia el, se asustó, lanzando por el aire los
cántaros metálicos de leche, provocando
un gran ruido, y mas gritos de algunas
mujeres que por allí andaban. La viejecita,
creyendo que moriría aplastada, se
desmayó. El borrico rebuznando una y otra
vez, estaba saltando con cara de loco, y
dando coces, el público asistente al
espectáculo recogió lo que podía de la
carga, alguien ayudaría a la ancianísima,
que más bien me parecía un humilde
esqueleto con un poco de carne y vestido
de negro. Mi madre asustada, y mi padre
aun más, formaron todo un cuadro de
actores parecido a una comedia de teatro.
Nosotros, los niños, todos serios, no
decíamos ni pío, solo esperábamos en que
terminaría todo aquello. El guardia, que si
bien se había repuesto del susto original,
parecía que iba a explotar. Un tal: “Pepe”,
que por allí andaba, recibió una fulminante
orden:
­¡Pepe!, saca este automóvil del pueblo, no
quiero verlos mas por aquí por que, este
señor­ por papá­ es un ¡peligro publico
numero uno!­y dirigiéndose muy enfadado,
a papá, le dijo­¡Como estén ustedes un
segundo mas aquí, me los llevo al
cuartelillo!, ¡lo juro por mi santa madre!,
¡vaya, con mi primer día de trabajo!­
139
- 140 -
Cierto es, que en todos los pueblos hay
muchos “pepes” dispuestos a obedecer
una orden tan fulminante. Y el señor, hizo
lo que hizo, se sentó en el asiento de mi
padre, llevando el coche hasta la misma
salida del pueblo. Menos mal, que desde
allí mismo estaba ya el primer tramo
recto de la carretera, por que si nos
econtraramos con una curva inicial, no sé
que hubiera pasado. A lo largo de nuestro
primer viaje, el del estreno del vehículo,
nadie habló nada. El silencio era total.
Una semana después, papá, tras abonar la
multa, escribió una carta al Jefe del cuartel
de la Guardia Civil, disculpándose una y
otra vez, y ofreciéndole su amistad.
Recibiría respuesta, por cierto muy
tranquilizadora, y amable del mismo
guardia. Transcurrido un mes, coincidió
que en, su empresa: “La Unión y el Fénix
Español”, se convocó un premio literario.
Papá presentó un trabajo relatando todo lo
sucedido, y se lo concedieron. Tiempo
después volvimos a ir al pueblo sin más
contratiempos, visitando el cuartel. No
había sucedido nada, incluso la anciana se
repuso rápidamente del susto, o eso
pensamos por que nunca mas supimos
nada de ella.
Todos los años, viajábamos hasta Almería.
En esa época, el recorrido se hacía tedioso,
y aun más en un automóvil, al que al
parecer, la calefacción le funcionaba en
verano y no en invierno. O era eso, o era
que al llevar el motor detrás, entraba
mucho calor por el respaldo del asiento
trasero, donde íbamos los tres hijos. Mi
hermano Florentino empeñado en sentarse
junto al cristal, sufría el castigo de esa
anomalía mecánica, teniendo que colocar
un cojín encima para tapar la entrada de
aire tan caliente. Así ciculabamos por las
ardientes carreteras de La Mancha, cinco
140
- 141 -
personas, y la jaula de un pájaro, dentro
colgada en el interior. Por fuera, sobre el
coche, en las barras superiores del techo,
lo que en España se llama, “Baca”: un
colchón enrollado, maletas sujetas con
cuerdas, y no sé cuantas cosas mas.
Ahora, nuestro país es visitado todos los
años,
por
automóviles
de
familias
marroquíes, desde Francia, hacia su pais,
y nos asombramos cómo cargan sus
vehículos, pero nosotros, ibamos igual en
esa época. Yo no sé cómo podía soportar
tanta carga el Seat 600, pero lo hacía.
Un grupo de amigos de Piedras Redondas, al
lado de mi casa, aunque no lo parezca yo
también estoy pero sepultado por sus cuerpos.
Piedras Redondas, es un humilde barrio de
Almería. Formado por una inicial hilera de
casas humildes, y bajitas, todas ellas
repetidas una y otra vez, que van
cubriendo la loma del mismo montecillo.
Es un barrio tan sencillo que hasta su
nombre revela lo elemental de su simple
historia. Efectivamente, había muchas
piedras redondas a lo largo y ancho de la
loma. He de recordar algo, ahí fue donde
encontré casualmente mi primer fósil: un
caracol petrificado, porque los había.
Hecho para gente humilde, la barriada era
en esos años, un sencillo grupo de
141
- 142 -
viviendas unifamiliares, que a su vez,
conformaban todas ellas, una gran familia.
Papá compró una de esas casitas, la
penúltima
de
la
primera
fase
de
construcción. En las calurosas tardes
veraniegas, nadie paraba dentro, la mayor
parte de los vecinos, franqueabamos las
puertas, con sillas, y organizábamos corros
vecinales de conversación. Los niños
jugábamos hasta bien avanzadas las
primeras horas de la noche. Algún vecino,
colocaba en la entrada, una televisión y
todos, allí, de pié, sentados, en el suelo o
arrimando sillas, la veíamo comentando
una y otra vez las noticias del Régimen,
que por regla general no se las creian
nadie.
Tengo muchos recuerdos ligados a ese
barrio. Quizá uno de ellos, es el de un
señor que vivía varias casas ante que la
mía. No recuerdo su nombre, pero sí se
que era muy hablador y simpático. Tenía
una fama, quizá injusta de no haber hecho
nada en la vida, o al menos eso decían
algunos vecinos, pero sin embargo se le
estimaba por que de lo unico que hablaba
era de las recetas de las medicinas. Se las
leía todas, palabra por palabra, y no había
medicamento que se le resistiera. Era
capaz de repetir los contenidos de las
medicinas. A menudo, cuando los vecinos,
sentados en la calle, a la luz de la Luna, o
iluminados, por las luces artificiales que
salían del interior de sus casas, lo veían
venir por la acera, se decía:
­Vamos a ver, de qué medicina habla este
hoy­
Y efectivamente, nada mas llegar, traía en
su bolsillo una receta, que comentaba con
rapidez a todos los reunidos, dándose
mucha importancia, al pronunciar las
palabras científicas más difíciles. Papá,
llevado por su buen hacer, procuraba
142
- 143 -
corregirle, si se equivocaba, lo cual hacía
muy a menudo, o justificando su mala
dicción diciendo que era un nuevo
componente, algo que su interlocutor, al
que llamaban “El farmaceutico”, a veces
comprendía, y a veces no. El ilustrado
vecino jamás había estudiado nada relativo
al mundo de la farmacia, pero al menos,
hay que reconocerlo, la lectura de las
recetas, le animaba a aprender conceptos
y significados. Para mi, aun niño, era un
misterio cómo ese hombre tenía tanto
amor por tan rara literatura, pero con su
sapiencia popular, se conquistó la amistad
de buena parte del vecindario, por que allí
vivían muchos que por desgracia no sabían
leer
ni
escribir.
Era
pues,
“El
Farmaceutico”, una buena ayuda para los
que
tenian
que
administrarse
medicamentos recetados por el médico.
EL GATO SUPERMAN
Allí nos esperaban toda la
chiquillada
almeriense
de
Piedras
Redondas. Nuestra llegada a Almería,
cuando eramos niños, era motivo de
alegria inusitada en toda la infancia de esa
humilde barriada de trabajadores. No era
yo el motivo, tampoco Eduardo, mi
hermano mayor, si no
Florentino, el
mediano. Nada mas detener nuestro
humilde automovil Seat 600 de color verde
oliva, conocido por el “seílla de los
madrileños”, eramos rodeados de una
turba infantil ansiosa por llevarse de un
lado a otro a mi hermano. Yo también iba,
pero era otra historia. Por supuesto,
Eduardo también. Rápidamente, se perdía
por ahí, a pesar de los costantes gritos de
mi madre, para que regresara a casa a
descansar un poco, del largo viaje. Mi
143
- 144 -
padre tan taciturno como siempre, optaba
la mayor parte de las veces, por tumbarse
en una
cama. No en vano había
empleado siete o diez horas de su vida en
conducir aquel cacharrito por las tortuosas
carreteras de esa España. Elcocjhe,
redondo y pequeño, atiborrado de cosas
utiles e inútiles traidas desde Madrid,
incluyendo una jaula colgada en el interior
con su correspondiente pajarito cantor,
mas bien parecia una caja llena de piernas
y brazos, que un automovil en sí mismo.
En esos años, recuerdo que el general
Franco tenía la manía de premiar a las
familias numerosas, y salió por televisión,
una familia de ocho niños, saliendo todos
de un vehículo exactamente igual al
nuestro, el mismo modelo. Efectivamente
no había ni tranpa ni cartón, eso fue real,
por que si fuera poco, nada mas terminar
de salir toda la escuela completa, lo
hicieron los padres.
No sé si mi hermano era el “esperado” del
barrio, o es que venía muy oportuno, por
que era un muchacho muy ocurrente,
siempre estaba dirigiendo no sé que
aventuras. El caso es que algo sucedía
nada más llegar él. Su nombre sonaba
más que el del mismo alcalde, de quien
por cierto nunca lo supimos. Los niños, a
las
órdenes
de
Florentino,
nos
organizabamos
para
los
juegos,
arriesgándonos a tener problemas, pero lo
hacíamos. El campo que nos rodeaba nos
ofrecía
muchas
veces
grandes
posibilidades para desarrollar nuestros
planes. En las cercanías, existían aún
antiguos casones, algunos de ellos
semiabandonados, en los cuales nos
introducíamos a hurtadillas, para recorrer
sus destartaladas habitaciones, repletas de
muebles
arruinados,
y
ventanas
descolgadas por el abandono.
144
- 145 -
Ser perro, o gato en ese barrio era todo un
suplicio. Peor suerte no se podía tener. No
había cánido que no hubiera soportado con
paciencia o con terror, las manos de los
niños sobre sus cuerpos. Todos ellos eran
“bautizados” obligatoriamente, por las
tremendas mentes infantiles, mediante un
sistema torturador para los pobres
animales: Atrapar al animal, fuera como
fuese,
y atarle a la cola o rabo, una
cuerda con botes metálicos y latas vacías,
para
despues
soltarlos
asustándolos
cuanto mas, mejor.
Los gatos eran otra cosa, por que
apresarlos resultaba siempre mas dificil,
pero a veces se conseguía, a pesar de la
feroz resistencia que el animal felino
ofrecía
en todo momento. Esos niños,
aparecían muchas veces con las manos,
los brazos y la cara, totalmente arañados.
Una tarde de domingo, en la explanada
que había delante de nuestra casa, oí un
gran barullo de chillidos pueriles, que
surgían de las gargantas de un puñado de
niños, quienes alborozados, saltaban y
gritaban a alguien. Ví entre ellos a mi
hermano Florentino. Me pregunté qué
hacía allí, pues a juzgar por sus gestos,
parecía controlarlo todo. Me acerqué, lo
antes que pude, y lo hice a tiempo para
ver cómo un espantado gato callejero, que
era conocido por deambular alrededor de
esa zona todos los dias, repleto de pulgas
y por su duro mal carácter, dió un salto
tremendo agarrándose a todas las paredes
que encontraba en su loca huída, vestido
con una capa roja larga atada de mala
manera a su cuello, al grito unanime de la
chiquillada de:
­“¡Superman!, ¡superman!, ¡superman!”
El sufrido y aterrado animal, saltaba de
terraza en terraza, perseguido desde la
calle por la turba infantil, que le tiraba
145
- 146 -
toda clase de objetos, piedras incluidas,
emulando al heroe americano, por que al
lanzarse hacía que la capa se abriera aún
más.
Un grupo de vecinas, que hablaban y
hablaban sentadas a la puerta de una de
las casas, entre las que se encontraba mi
madre, ajenas, por completo a la
situación, sufrió el aterrizaje forzoso,
concretamente en la espalda de una de
ellas, del “supergato” ataviado con la capa
roja. La mujer no dijo nada, por que no
pudo, se quedó paralizada de miedo ante
aquel acoso, con los cabellos de punta y
muy blanca. Los chicos, se detuvieron en
seco, perdiendose todos ellos por las
calles, las casas, y automóviles aparcados,
evitando así en lo posible los manotazos
maternos en sus caras. Tan alocada era la
carrera del felino, que su capa se
enganchó en un saliente, dandose un tirón
tan grande, que se rompió la cuerda. Del
astuto animal nunca mas se supo, parece
ser que lo vieron correr carretera abajo,
totalmente erizado y maullando como un
desesperado.
En el mismo día de
la tortura del gato,
me hicieron esta
foto,
en
el
innolvidable
Seat600, matricula de
Madrid
262.069,
¡R.I.P.¡
LOS KENNEDY, MARTIN LUTHER KING Y MI
PADRE
22 de Noviembre de 1963.
Un niño de seis años, caminaba por una
de las calles, del barrio madrileño de
“Mirasierra”,
en Fuencarral, Madrid.
Formaba parte de un grupo de pequños
que se dirigian hacia uno de los primeros
bloques de vivienda que allí se levantaron
146
- 147 -
para gente de clase obrera. El menor, iba
el último, había salido de su casa
unifamiliar, portando, en la mano un tubo
metálico o una caña hueca. La tarde
anterior, pudo ver en la televisión a blanco
y negro una película del Oeste Americano,
sobre
el
“Septimo
de
Caballería”.
Identificado con el capitán vencedor de mil
batallas, le había llamado la atención la
corneta que éste llevaba y que hacía sonar
en el momento máximo de la guerra.
Aquel chiquillo, lleno de fantasía creyó que
el tubo o caña que sujetaba en su mano,
se convertiria, por arte de magia en ese
cornetín militar. Todos los demás entraron
en un portal y él se quedó, en la puerta, a
la espera de su salida. En el grupo estaba
tambien uno de sus hermanos. El sol
calentaba con fuerza, y levantando la
mano que empuñaba el tubo, comenzó a
dar vueltas mientras imagianaga que de
ese objeto saldrían las mismas notas de
marcha militar que del cornetín del capitan
peliculero. Introdujo parte en su boca, y
así daría vueltas y vueltas, dejándose
cegar por el sol. El Astro Rey, le cegó por
completo, impidiendole ver una piedra o
un saliente que había en el suelo, lo que
originó que tropezara de tal manera, que
cayó de boca, contra el suelo, clavándose
todo el tubo dentro de la garganta. Pudo
levantarse, coincidiendo que en ese
momento, los demás salían de la casa. El
chiquillo comenzó a llorar, acuciado por el
dolor, y asustado por la cantidad de sangre
que surgía a borbotones de su garganta.
Su hermano, acudió con toda rapidez en
su ayuda, y los dos juntos, hundidos en un
mar de lágrimas, con la ayuda de vecinos,
acudieron con rapidez a su casa. La sangre
no paraba de manar, y el pequeño tenía
problemas para hablar. Su madre, sin
dejarse dominar por el miedo,
y
147
- 148 -
conteniendo los nervios, se lo llevó a
“urgencias”, en donde lograron parar la
hemorragia. Le salvaron la vida, y la voz,
por que el doctor le dijo, que la caña,
había penetrado en el interior de la
garganta hiriendo a la “campanilla”, ya que
ésta colgada del interior solamente por un
poco de carne o de piel. Había sido un
milagro, por que podría haber muerto
desangrado o ahogado en su propia
sangre. Ese niño era yo.
Aquel día iba a ser recordado por otro
suceso, aun mas luctuoso que el mio. A
esa edad tan temprana no se sabe qué es
“España”, ni quien era un señor que solía
aparecer de vez en cuando, por la
Televisión en el hueco de las noticias,
alguien completamente ajeno a mi, y a
todos nosotros. En las brumas de mis
recuerdos lejanos, hay un hueco dedicado
a ese personaje. Con el paso de los años,
supe su nombre: Kennedy.
Papá, que a la sazón tenía 42 años, se
estaba iniciando en el noble arte de la
literatura y haciendo algunos intentos de
periodismo. En realidad, siempre lo había
hecho pero fue en ese año en el cual se
decidió a publicar de forma periódica,
diversos artículos. Recuerdo que la figura
del Presidente Kennedy, le llamaba
poderosamente la atención. Esa época,
según me contaría años después, es decir,
los primeros años de los Sesenta,
representaría
un
momento
muy
interesante, en su visión de la política:
Kennedy en Estados unidos, Juan XXIII
como Papa en Roma, y Nikita Kruschef, en
la Unión Sovietica. En cierta forma,
mantenía vivos aquellos recuerdos, quizá
por que coincidió con nuestra mas tierna
infancia, años que para él fueron muy
felices, siempre en compañía de mi madre
o por que añoraba esa época de
148
- 149 -
entrañable amor familiar, lo cierto es que
mi padre, admiraba fielmente la figura de
ese mítico presidente que fue
J.F.
Kennedy. Siempre que podía leer algo
sobre su figura, lo comentaba en casa.
Había en mis padres un enorme interés
por hablar de personajes de prestigio
social
e
internacional.
Se
sentía
especialmente atraído por esa familia de
origen
humilde,
descendiente
de
emigrantes irlandeses, que había sabido
situarse en la sociedad norteamericana.
Kennedy, es uno de
los
presidentes
norteamericanos
mas recordados de
la historia de los
EEUU,
y
sin
embargo aun no
esta
totalmente
aclarado
su
asesinato, a pesar
los
informes
oficiales.
Mi padre, siempre recordaría esa época en
la que el Presidente Kennedy, tuvo que
enfrentarse a una situacion terrible, ante
el descubrimiento de missiles soviéticos en
territorio de Cuba. La resolución final,
originó la retirada de los mismos de ese
pais. Fueron momentos de extrema
tensión, entre las dos superpotencias del
momento,
y
gracias
a
la
firme
determinación del Presidente, la Rusia de
Kurschef reconsideró la situación, el
mundo pudo respirar en paz. Durante un
tiempo, todos contuvieron la respiración y
el miedo heló la sangre de los líderes del
momento, así como de sus naciones. Nadie
sabía que era lo que iba a pasar, pero la
feliz solución no podía venir en mejor
momento.
149
- 150 -
El
problema,
no es saber
si hemos de
ser
extremistas,
sino en la
clase
de
extremistas
que
seremos.
¿Llevaremos
nuestro
extremismo
hacia
el
odio o hacia
el
amor?.
En
la
monraña
del Golgota,
fueron
crucificados
tres por ser
extremistas.
Dos de ellos,
eran
extremistas
de
la
inmoralidad..
Ese día, quizá estaría jugando con mis
“indios” de plástico, o con el cuatrero que
rifle al hombro parecía disparar y nunca lo
hacía. Probablemente estaría haciendolo
con un cochecillo de carreras, dotado con
un motor de discos dentados, sin pilas,
que hacía un ruido espantoso, al hacerlo
rodar, y seguramente, mi vista se levantó
por unos instantes del suelo, en donde
estaba sentado disfrutando de mis
aventuras, para observar como mi madre,
dejaba caer una lágrima ante la noticia del
magnicidio. Curioseando, escuché la radio,
mientras papá elevaba el volúmen de voz,
para oir al locutor dar la terrible noticia del
asesinato de Kennedy. Absorto en el final
de mi propia historia, me olvidé con
rapidez de lo que estaba pasando, para
navegar con mis muñecos al viejo “Oeste”.
­“Hoy tengo un sueño! Sueño que algún día
los valles serán cumbres, y las
colinas y montañas serán
llanos,
los
sitios
más
escarpados serán nivelados y
los
torcidos
serán
enderezados, y la gloria de
Dios será revelada, y se unirá
todo el género humano. Esta
es nuestra esperanza. Esta es
la fe con la cual regreso al sur.
Con esta fe podremos esculpir de la montaña
de la desesperanza una piedra de esperanza.
Con esta fe podremos trasformar el sonido
discordante de nuestra nación, en una
hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe
podremos trabajar juntos, orar juntos, luchar
juntos, ir a la cárcel juntos, defender las
libertades juntos, sabiendo que algún día
seremos libres. Ese será el día cuando todos los
hijos de Dios podrán cantar el himno con un
nuevo significado: mi país es tuyo. Dulce tierra
de libertad, a tí te canto. Tierra de libertad
Y por eso
cayeron
bajo
el
mundo que
les rodeaba.
El
otro,
Jesucristo,
era
un
extremista
del amor, de
la verdad, y
de
la
bondad,
y
por eso se
elevó
por
encima del
mundo que
les rodeaba.
MARTHIN
LUTHER
KING
“¿Por
qué
no podemos
esperar?”
150
- 151 -
donde mis antesecores murieron, tierra orgullo
de los peregrinos, de cada costado de la
montaña, que repique la libertad". Y si estados
unidos ha de ser grande, esto tendrá que
hacerse realidad. Por eso, ¡que repique la
libertad desde la cúspide de los montes
prodigiosos de Nueva Hampshire! ¡Que
repique la libertad desde las poderosas
montañas de Nueva York! ¡Que repique la
libertad desde las alturas de las Alleghenies de
pensilvania! ¡Que repique la libertad desde las
Rocosas cubiertas de nieve en Colorado!
¡Que repique la libertad desde las sinuosas
pendientes de California!. Pero no sólo eso:
¡que repique la libertad desde la montaña de
piedra de Georgia! ¡Que repique la libertad
desde la montaña Lookout de Tennesse! ¡Que
repique la libertad desde cada pequeña
colina y montaña de Misisipí! "de cada
costado de la montaña, que repique la
libertad". Cuando repique la libertad y la
dejemos repicar en cada aldea y en cada
caserío, en cada estado y en cada ciudad,
podremos acelerar la llegada del día cuando
todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos
y cristianos, protestantes y católicos, puedan
unir sus manos y cantar las palabras del viejo
espiritual negro: "¡libres al fin! ¡Libres al fin!
Gracias a Dios Omnipotente, ¡somos libres al
fin!" -Washington, dc 28 de agosto de 19631968, 4 de abril de 1968. Yo, que ya había
cumplido 11 años y dos meses, en ese día
sin
duda
trágico,
me
encontraba
ensimismado
ante
las
explicaciones
detalladas de mi profesor sobre “lengua
española”. Todo transcurría igual, con una
enorme tranquilidad, por que en esa época
nada se movía en España, excepto en la
Universidad
y
en
los
sindicatos
clandestinos de la época, las huelgas y las
manifestaciones, pidiendo “democracia”,
eran disueltas por la fuerza policial
151
- 152 -
constantemente. Aun se encontraban,
adheridos a las paredes de edificios
públicos, fotografías del General Franco
celebrando los “25 años de la Victoria”,
carteles ajados por el tiempo, pues esa
efemérides oficial, se había conmemorado
en el año 1964, pero aun seguían allí
pegados, aunque cayéndose a tiras. Para
sus seguidores fue un momento ideal, pero
para la mayor parte de la población había
pasado sin pena ni gloria. Persistían esas
fotos amarillentas en seguir unidas a los
viejos ladrillos del pasado. Tendrían que
transcurrir diez años para que el país se
decidiera por el cambio social. Mi padre,
un sencillo español, que congeniaba con
quienes desde una opción cristiana se
entregaban por los demás, leía con interés
y entusiasmo un libro titulado:“Por qué no
podemos esperar” . Recuerdo que de vez
en cuando yo lo abría, descubriendo entre
sus
páginas
todo
un
mundo
de
inquietudes. Su autor, Martin Luther King,
pastor evangélico, líder de la no violencia,
firme defensor de los derechos de los
ciudadanos afroamericanos y Premio Nobel
de la Paz. Sus frases, a mi corta edad, me
impactaron y su visión del Evangelio hizo
mella en mí. Mamá, lo leía costantemente,
solía colocarlo al lado de la Biblia Nácar
Columga, que aun conservo. Hacia la
derecha de la tabla de la mesa, otro libro:
“Recuerdos”, del escritor hindú Tagore,
premio Nobel de literatura. Ella solía
hablarme
muchas
veces
de
estos
personajes, añadiendo a su lista el nombre
de Gandhi, el padre de la “No­violencia”,
para despertar en mí un ideal del ser
humano, pero de todos ellos, era Martin
Luther King, quien con su trabajo, su labor
de lucha desde el Evangelio, cautivaba el
interés de mis padres. Todo cuanto por la
televisión salía sobre su figura, interesaba
152
- 153 -
y marcaba el ideario de papá. Se había
leído el libro palabra por palabra, como por
coma, una y otra vez, despertando en él la
pasión por los Derechos Civiles. Sé que si
ellos hubieran podido viajar a los Estados
Unidos, sin duda alguna, se habrían
adherido al movimiento de Luther, por que
entendía que Dios estaba haciendo algo,
en virtud del ministerio de este pastor
norteamericano, quizá por que en su
subconsciente reinaba las ansias de una
libertad
que
aquí
no
teníamos.
Desgraciadamente la televisión oficial, era
un aparato del Régimen, que a penas
ofrecía noticias, sobre lo que en realidad
estaba pasando en esos años de lucha en
los EEUU. Las noticias, eran muy escasas,
y el interés informativo absolutamente
insuficiente. Ya de por sí aquí estaban
surgiendo disturbios y temian que la
emisión de las noticias norteamericanas
sobre las manifestaciones que Luther hacía
en distintas ciudades, tuvieran en España
una acogida popular. Lo que sucedía es
que desde la visión española oficial, no se
conocía ni se entendía la realidad social,
política y religiosa del poderoso amigo
americano.
Los
españoles
vivíamos
mirandonos siempre al ombligo.
Papá, en la mesa, senguía como podía,
todas las noticias, que llegaban, sobre
King y ansiaba poder hacer algo. Hacía ya
tiempo, que en sus horas libres, cultivaba
un tipo de periodismo interno, para la
publicación interna de la empresa de
seguros en la que trabajaba. Consiguió
realizar
numerosos
encuentros
para
entrevistas con los mejores personajes
públicos españoles de la época, y con tal
astucia literaria, que lograba que ninguno
de sus artículos pasara por la Censura
oficial. El amó y admiró la obra de King. Su
corazón estaba junto a los desheredados
153
- 154 -
afroamericanos informándose todo cuanto
podía sobre las enormes injusticias raciales
y sociales que en su país sufrían. A la hora
de la cena, cuando todos nos reuníamos
alrededor de esa sencilla comida preparada
por mamá, esas patatas fritas con su
correspondiente huevo frito, ellos solían
comentar no solamente las incidencias del
día, sino tambien lo que habían leído en
ese libro­denuncia del Reverendo negro.
­Lola, voy a enviar al Reverendo King una
entrevista por correos, tengo la carta
preparada, para exponerle qué es lo que
pretendo con ella, y aunque está en
español, creo, sin duda alguna, que se la
van a traducir al inglés directamente, por
que allí, viven muchos hispanos, y creo que
él tiene tambien en su equipo, algunos
hispanos que le apoyan, me interesa
mcuho, por que es un hobre de Dios, sin
duda algna, he conseguido saber donde
vive, atraves de la editorial­
­Eduardo ¿está seguro de lo que vas a
hacer?, inténtalo pero no creo que la carta
llege a su destino, por que me parece, que
aquí, en España, la van a perder­
­No importa, yo lo voy a intentar­
Nunca supe si la entrevista escrita, salió
en realidad para estados unidos, por que
jamás llegó ninguna respuesta. Quizá el
temor de mi madre estaba mas que
fundado.
Esa mañana del 4 de Abril, regresé a mi
casa, como todos los dias, descargando la
pesada cartera de cuero negro, repleta de
cuadernos y de libros de estudio sobre una
silla del comedor de mi casa. Poco después
de la comida del medio día, corría hacia la
ventana de mi habitación y miraba a lo
lejos, al final de la calle, a la esquina del
último edificio, por que me gustaba ver
cómo de pronto aparecía mi padre
154
- 155 -
caminando
tranquilamente
por
allí,
regresando de su trabajo diario.
­“¡Ya viene papá”­era mi grito de guerra.
Los tres hijos le besábamos nada mas
aparecer por la puerta del domicilio. Mi
madre, aconstumbraba oir la radio, por
que cada hora, emitian noticias, y en un
momento dado, algó llamó poderosamente
la atención de mis padres, la voz del
locutor, al final de la tarde, en el “parte” de
las ocho de la noche, daría una terrible
noticia, provocando, en mis progenitores
una rápida atención exigiendonos a los
niños el máximo silencio:
­Hoy ha sido asesinado el reverendo Martin
Luther King, en la ciudad de menphis.
Disponemos de las palabras del senador
Robert Kennedy, que nuestro enviado
especial en Wasinthong nos ha enviado:
“Damas y Caballeros, esta tarde solo voy a
hablar para ustedes por algo así como un
minuto. Debido a... Tengo noticias muy tristes
para todos ustedes, y creo que igualmente
son noticias tristes para todos nuestros con­
ciudadanos, y para las personas que aman
la paz en todo el mundo, y trata de que:
Martin Luther King recibió un disparo y murió
esta noche en Memphis, Tennessee. Martin
Luther King dedicó su vida al amor y la
justicia entre la fraternidad de seres
humanos. Él murió por causa de ese
esfuerzo. En este día difícil, en esta hora
difícil para los Estados Unidos, tal vez esté
bien preguntar que clase de nación somos y
en que dirección nos queremos embarcar.
Para aquellos entre ustedes que son negros ­
considerando la evidencia, se hace
evidente que personas blancas fueron las
responsables ­ puede que les llene de
amargura, y de odio, y de un deseo de
venganza. Podríamos movernos en esa
dirección como nación, hacia una
polarización mayor ­ personas negras entre
155
- 156 -
los negros, y blancos entre los blancos, llenos
de odio unos contra otros, o podríamos
hacer un esfuerzo, como Martin Luther King
lo hizo, para entender y para comprender, y
sustituir esa violencia, esa mancha de
matanza que se ha extendido a lo largo de
nuestra tierra, con un esfuerzo para
entender, compadecer y amar. Para
aquellos entre ustedes que son negros y
están tentados a llenarse con odio y
desconfianza, por la injusticia de semejante
acto, en contra de todas las personas
blancas, yo solo les diría que en mi propio
corazón puedo también sentir la misma
clase de sentimiento. Yo tuve un miembro
de mi familia asesinado, empero el fue
asesinado
por
un
hombre
blanco.
Necesitamos hacer un esfuerzo en los
Estados Unidos, necesitamos hacer un
esfuerzo para entender, para sobreponernos
a estos tiempos definitivamente difíciles. Lo
que necesitamos en los Estados Unidos no es
la división; lo que necesitamos en los Estados
Unidos no es odio; lo que necesitamos en los
Estados Unidos no es violencia o anarquía,
sino que amor y sabiduría, y compasión unos
con otros, y un sentimiento de justicia hacia
aquellos que aun sufren dentro de nuestra
nación, independientemente si estos si
blancos o si son negros. ­Interrumpido por
aplausos­ Así que les pido esta noche para
volver a casa una oración por la familia de
Martin Luther King, en verdad, pero con mas
importancia hacer una oración por nuestro
propio país, al cual todos amamos; una
oración por la comprensión y aquella
compasión de la cual hablaba. Podemos
estar bien en este país. Tendremos tiempos
difíciles. Hemos tenido tiempos difíciles en el
pasado. Y tendremos tiempos difíciles en el
futuro. Esto no es el fin de la violencia; no es
el fin de la anarquía. Y esto no es el fin del
desorden. Pero la vasta mayoría de las
156
- 157 -
personas blancas y la vasta mayoría de las
personas negras de este país quieren vivir
juntos, quieren mejorar la calidad de
nuestras vidas, y quieren justicia para todos
los seres humanos que abriga nuestra tierra.
– Aplausos­ Permitámonos dedicarnos a lo
que los griegos escribieron hace muchísimos
años: A dominar el salvajismo existente en el
hombre y hacer apacible la vida de este
mundo. Permitámonos dedicarnos a eso, y
decir una oración por nuestro país y por
nuestro
pueblo.
Muchísimas
Gracias­
Aplausos.
Esa era la segunda vez que vi llorar a mis
padres, por alguien o algo que no era de
nuestra familia más cercana.
­¡Dios mio un hombre bueno!­exclamó papá
con la voz quebrada por la emoción­¡no es
justo!,¡no hay lugar en el mundo para los
seres humanos buenos!­
­¿Por qué lo habran matado?,¡ si era un
hombre justo!¿por qué?,¿por qué?­ repetía
mi madre una y otra vez, con ojos llorosos,
mientras limpiaba la mesa de los restos de
la cena. Esa noche se fueron a la cama con
el alma encogida por la triste noticia, pero
desde entonces, Luther King pasó al
Ateneo personal de mi familia. Papá
seguiría con interés todo cuanto la
televisión emitiría dias después sobre el
tema, repitiendo una y otra vez el mismo
estribillo:
­¡Es injusto lo que han hecho!­
A lo largo de muchos años, hay una frase
de King que me ha ayudado a enmarcar mi
vida, y que sin duda, creo que ha sido una
verdadera visión que el Señor le dio, un
sueño autentico, y no una mera palabra
política:
­“¡Hoy tengo un sueño!. Sueño que algún
día los valles serán cumbres, y las colinas y
montañas serán llanos, los sitios más
escarpados serán nivelados y los torcidos
157
- 158 -
serán enderezados, y la gloria de dios será
revelada, y se unirá todo el género
humano”­
EL HOSPITAL MILITAR DE LA MARINA DE:
“LOS MOLINOS” EN MADRID
Por primera
vez me sentí
importante, cuando mi tío Pepe y yo
hicimos entrada en el recinto: del Hospital
Militar de Marina de los Molinos, en la
sierra de Madrid. El viaje lo hicimos en su
Seat
600.
Conducía
su
utilitario,
atravesando las penumbras nocturnas con
sus focos. A un lado y a otro de la
carretera, hileras de arboles que la
custodiaban pasaban a toda velocidad. Yo
quería contarlos, pero no era posible, sin
embargo por segundos se me asemejaban
a figuras fantasmagóricas bailando una
misteriosa danza de claros—oscuros. Me
preguntaba qué había tras ellos, allá en los
campos, en sus montañas, en aquellas
casitas que aparecían y desaparecían por
arte de magia, que a pesar de la oscuridad
se las veía débilmente iluminadas desde
sus interiores. De vez en cuando algún que
otro automóvil solitario. ¿De donde
venían?...¿a donde iban?, cuando se
cruzaban
con
nosotros,
intentaba
vanamente ver los rostros de sus
ocupantes, todo inútil. Lo más que
conseguía ver, es ese instante de
iluminación artificial de los focos de
nuestro auto, invadiendo su interior unos
pocos segundos. Los arboles eran soldados
petrificados en perfecta fila, como si
estuvieran saludando en parada militar al
rango oficial de mi tío. Obligados,
forzados, inmobiles. Mis ojos de niño,
escudriñaban por encima del salpicadero o
cuadro de mandos del vehiculo, por si veía
158
- 159 -
algún
zorro
cruzar
rápidamente
la
carretera, y jugando con migo mismo, me
convertí en paladín con espada incluida
que estaba dispuesto a saltar sobre el capó
del cochecillo, en defensa del mismo en
caso de que entre los arboles surgiera una
temible fiera. En la bruma de mis
recuerdos más lejanos, ha permanecido
algo que ha sido una seguridad para mí:
cuando algo me asustaba, y estaba cerca
mi padre me situaba detrás de el, y me
abrazaba a sus piernas, y de esa manera
hallaba mi protección. Podía sentir su calor
humano, y la tranquilizadora voz me
disipaba cualquier temor. Lo sentía a mi
lado, y estaba allí. Setenta y cinco años
después, en el ocaso y final de su vida,
volví a sentirme igual, pero los papeles se
habían invertido, yo ya adulto y el, anciano
y enfermo. De mocito con un amor de
niño, era la columna a la que yo me
sujetaba durante unos segundos que para
mi eran eternos, ya de adulto, él enfermo
en la cama del Hospital fue un amor de
hermanos, de compañeros, de amigos y de
hijo a padre con un enorme y profundo
respeto mutuo. De niño me asía a sus
piernas,y de adulto acaricié sus arrugadas
manos...y se las besé. Un compañero de
mi padre de habitación en el hospital
exclamó: “¡Nunca he visto un amor tan
sincero entre hijo y padre!” y había motivos
para ello. Regresando a aquel viaje a los
Molinos, mi única seguridad era ir en esa
especie de huevo gigante con ruedas que
era el 600 e ir bajo la protección de mi tío,
que además iba provisto de su uniforme
oficial de Militar de Marina con su
graduación bien expuesta a la vista de
todos, aquella prenda me insinuaba
tranquilidad y cierto orgullo personal. Pepe
era y es un hombre algo seco de carácter,
cortante e imperativo. Muy parecido a mi
159
- 160 -
madre. Algo pequeño de estatura y con un
bigote que en todo momento llamaba mi
atención. Su carácter me hacia sentir
cierta ambivalencia. No quiero dar una
opinión errada de él, por ello he de decir,
que era un buen hombre. Sin embargo me
sentía seguro en esa solitaria carretera.
Inmolábamos las sombras chinescas con
nuestro rápido pasar. No recuerdo gran
cosa del Hospital de Marina. Esos días me
quedé en casa de mis tíos, me llevaron
para hacerme unas pruebas a través de los
Rayos X, parecía que me habían detectado
algo, y aunque yo me encontraba
perfectamente, imagino que mis padres y
ellos habrían hablado de realizarme alguna
revisión como medida de prevención.
Efectivamente algo extraño apareció por la
pantalla de los rayos en mis pulmones,
pero de muy escasa importancia, que sin
embargo había que detectar y curar. No
recuerdo con exactitud qué era, pero allí
estaba. La solución, muy sencilla, no hacía
falta medicinas, solo aire puro, y sierra.
Residíamos
en
una
especie
de
urbanización. Las montañas blancas de
reluciente nieve, y el aire límpido de la
sierra hicieron un pequeño milagro en mi
vida. Nunca había visto la nieve y la
agradable sensación que me producía el
suave hundimiento de mis pies al pisarla,
mis manos engüantadas o no, saborearon
una delicia especial de niños y adultos,
fabricando bolas de nieve para después
arrojarlas contra cualquier objeto que se
cruzara. De la casa no recuerdo nada, tan
solo la constante cantinela matutina y
machacona que salía a cada momento de
la radio situada en una estantería de la
cocina: “Yo soy aquel negrito del Africa
tropical” y que relataba las excelencias de
un producto llamado “Cola ­ Cao”, y que
mi propia tía me daba al servirme el
160
- 161 -
desayuno. Ella era, parte integral del
mismo anuncio. Era como si al cantar el
cantante, saliera del aparato una tía Pilar
de manera maquinal con un tazón bien
oloroso, que yo debía engullir sin rechistar.
Me daba la impresión que en todos los
hogares españoles, al unísono, de una sola
vez, brazos de madres y tías de forma
automática, surgían de las radios con las
notas de la canción para alimentar a un sin
fin de cachorritos humanos. Me gustaba
contemplar el dibujo de las latas y botes:
“Cola – Cao”, y siempre veía a unos
negritos, con caras muy redondas y labios
muy repintados trabajando en el campo.
¿Quien sería aquel negrito indefinido de la
canción?, en mi imaginación infantil podía
ver a un sufrido grupo humano, cuyas
vestimentas eran cubanas cantando sin
parar: ‘”Yo soy aquel negrito del Africa
tropical”, y me imaginaba hablando con
ellos diciéndoles:
­¡Sed buenos chicos! y dejad de cantar
semejante machaconería, a ver si mi madre
y mi tía me dan otro desayuno. –
Después de tomarlo... ¡a la calle, al
campo, a la nieve! El frío de la montaña
curtía mi rostro, sanó cualquier mal que
tuviera, para eso fui llevado a Los Molinos.
En pocos meses había cambiado de playa a
sierra, de sol de costa a nieve, de calor a
frío.
EL COLEGIO SAN ANTONIO
Nuestras carteras de cuero,
me recordaban maletas de viaje. De color
marrón o negro, estaban confeccionadas
con cuero grueso. Desde luego que eran
resistentes. Algunas de ellas servían para
el otro curso y para el hermano menor.
161
- 162 -
Ahora no llegan ni a la mitad del curso y si
llegan al final lo hacen totalmente
deshilachadas o con las cremalleras rotas,
aunque es cierto que hoy tienen
ruedecillas, que hacen más fácil el
transporte de un sinfín de libros y de
material escolar, peto en esos años por lo
general solo teníamos un libro a modo de
enciclopedia compacta, con todas las
materias
contenidas,
unos
cuantos
cuadernos, varios sacapuntas y una cajita
de madera, conocida por “plumier” en
donde había de todo. Claro que en las
carteras escolares se llevaba algo más,
pues había quienes introducían sus
bocadillos, y los insidiosos “tirachinas”, que
tantos culpables de la rotura de tantos
cristales escolares. Mi experiencia, en el
colegio “San Antonio” fue muy ambigua.
Era una escuela de estructura muy rara,
bastante mediocre, muy normal en esa
época. En realidad habían aprovechado un
piso destinado a vivienda y un par de
locales en la planta baja, donde situaron el
parvulario, el despacho del director y dos
aulas angostas que me angustiaban. No
tenían éstas luz del exterior, y estaban
iluminadas sendas bombillas solitarias,
pendientes de un cable central Una de
ellas se separaba del despacho de Don
Julián, por una mampara de hierro con
ventanazos corredizos superiores, de modo
que de vez en cuando, aparecía la calva
del Director y parte de su rostro, pues no
cabía mas, soltando todo tipo de
reprensiones contra los alumnos. No me
explicaba cómo lo hacía, ya que el
ventanuco estaba situado muy alto, hasta
que descubrí, que cuando nos increpaba,
se ponía de pié sobre su propia mesa. Esa
postura tan forzada se hacía aún más
extraña cuando pretendía introducir un
brazo con el fin de lanzar la tiza contra
162
- 163 -
niños escandalosos. Yo creía que algún día,
al ver el distorsionado rostro del director, a
causa del marco de la ventana, los vería
desaparecer de pronto, en pleno estruendo
de nidos, propios de una caída, pero por
suerte para él, nunca fue así. En esa clase
nos amontonábamos un sin fin de
chiquillos.
LA
MUERTE
PUEDE
“ELECTROCUCIÓN”
LLAMARSE
“La paga del pecado es la muerte, pero el
regalo de Dios es vida en Cristo Jesus”.
Ahora, lo recuerdo muy bien,
sí, era alrededor de las trece horas del
mediodía, yo tenía 14 años, había vuelto
del colegio, dejé caer la cartera escolar al
lado de la cama, y levantando la vista
hacia mi lámpara
de bronce de seis
brazos,
estudiada cual de
ellos no
producía luz. Todos
tenían su lámpara
correspondiente, y se veía con claridad
que las mismas, no estaban fundidas. Eran
correctos
sus
filamentos
lumínicos.
Entonces ¿ por qué una de ellas no
iluminaba de noche?. Para ahorrar dinero,
lo que hacíamos era aflojar algunas de
ellas, pues con dos o tres, suficiente luz,
pero uno de los brazos, no funcionaba. Yo
ya, sabía lo peligrosa que resultaba ser la
electricidad, pero nunca lo sufrí, hasta ese
momento. A sí mismo conocía cómo
funcionaba una lámpara, pues ya había
desarmado y armado una con todo su
cableado interior, y sus contactos bien
hechos, con aislantes suficientes. Descubrí
con la vista que una bombilla, tenía algún
problema.
Decididamente,
encaramándome sobre mi cama, pensaba
163
- 164 -
que la única forma de arreglar eso, era,
sencillamente desmontarla del brazo de la
lámpara. No tomé la precaución de cortar
la luz con el interruptor de la habitación.
Para que me fuera más fácil la sencilla
operación, sujeté el brazo metálico, con
una mano, y con la otra procedí a
desenroscar la bombilla. Posiblemente sin
darme cuenta, toqué involuntariamente la
parte metálica de la bombilla. En ese
momento,
una
tremenda
descarga
eléctrica arqueó mi cuerpo. Sentí en una
décima de segundos una sacudida tal por
mi interior, atravesando todo mi sistema
nervioso, en todas las direcciones, que mis
músculos quedaron agarrotados, todo ello
en un espacio de tiempo cortísimo. Solo
recuerdo que abrí mi boca brutalmente, el
cabello se me erizó, y perdí el
conocimiento
por
completo,
desplomándome sobre y fuera de la cama.
Segundos después me desperté caído en el
suelo, pero con la espalda apoyada en las
sábanas. Me dolía especialmente el brazo,
y buena parte de mi sistema nervioso.
Para mi sorpresa, descubrí que mi mano
derecha, la del brazo adolorido, estaba
totalmente aferrada, al desgajado y
arrancado brazo de la lámpara. Al caer
electrocutado, me llevé conmigo esa parte
del aparato, quebrándolo todo, incluidos
los cables internos.
Dios me había salvado, y yo no lo sabía.
Había un plan para mi vida, mi hora final
no había llegado. No necesité ingreso
hospitalario ninguno, pues un cuarto de
hora después, ya estaba sentado en la
habitación contemplando el peligro que
había pasado. Ese fue el tiempo que me
duró el dolor interno, pero rápidamente
pude mover las articulaciones de mi mano,
y decidí dejar todo eso.
164
- 165 -
Me resultaba curioso, que lo primero que
hice nada mas levantarme, aun con la
mano cerrada pues no me respondía bien,
fue alisarme la cabeza, por que todo el
cuero cabelludo se me levantó.
Estaba solo en la casa, y el resto de mi
familia, padres, y hermanos, llegaron
después.
Relaté con detenimiento, lo
sucedido, solamente agradecieron a Dios,
que no me hubiera pasado nada
mas
grave.
La lámpara estuvo manca un mes o dos.
Aprendiendo de la experiencia, desconecté
la luz, y procedí de nuevo a otro intento de
reparación como así fue. Anulé los cables
del techo, y la descolgué. ¿Por qué me
había dado esa descarga tan
fuerte?,
aparentemente todo estaba bien. Hasta
que tras un minucioso estudio del aparato,
descubrí un detalle básico, muy sencillo,
pero tan humilde, que pudo matarme con
facilidad. Había un problema: En la salida
del tronco principal de la lámpara, en el
tubo interior que lo recorre, el cable tenía
un pequeño y diminuto daño, el aislante
que lo envuelve, de tan solo un milímetro
y por allí salían los filamentos de cobre que
estaban tocando el metal. Eran muy
chiquitos, pero allí estaba el origen de lo
que pudo ser una catástrofe personal y
familiar muy grave. La muerte me rondó
en aquella ocasión pero había Alguien
mucho más poderoso que ella, que me
cuidaba.
El cristiano ha de ser muy precavido, pero
seguro. Creer que por el solo hecho de ser
Hijos de Dios, podemos movernos en la
vida, con la creencia de que todo es
valido, todo sirve, y que podemos hacer lo
que querramos,
es un grave error. El
165
- 166 -
haber recibido el bautismo del Espíritu
Santo, nos capacita para tener un gran
potencial a la hora de enfrentarnos a los
avatares de nuestra existencia, una
enorme seguridad, que otros no tienen,
pero eso no nos da el permiso para hacer
de “nuestra capa un sayo”, ni para
tomarnos alegremente las promesas que
hay en la Biblia, ni mucho menos para
coquetear con los placeres de la carne. La
Biblia nos enseña que quien cree estar
fuerte, “mire que no caiga”. Yo, sin
pensarlo, creyéndome un electricista
experimentado, no tomé las debidas
precauciones apagando el interruptor.
Muchos profesionales de la electricidad han
muerto por lo mismo. Antes de dar un
paso, incluso antes de ayudar a la
restauración de una persona que ha caído
en las garras de Satán, hay que tomar
precauciones, y con nuestra oración,
cortar, como si fuera una corriente
eléctrica, todas las influencias diabólicas.
Actuar por nuestra cuenta sin el permiso
de Dios, aunque lo que hagamos sea
bueno, puede ser un mal camino que nos
lleve a recibir un “calambrazo”, una
descarga aleccionadora para nuestra vida.
Yo me moví con la mejor intención, pero
ese deseo me colocó ante las puertas de
la misma muerte. Muchas veces, nos
movemos así, creyendo que hacemos lo
correcto ante el Señor. Cierto es que,
acudimos a nuestras reuniones cristianas,
cumplimos
con
regularidad,
somos
externamente un modelo a seguir para los
demás, vivimos una vida correcta,
inmaculada aparentemente. Cumplimos
puntualmente con todos. Nos hemos
convertido en simples muñecos movidos
de forma autómata. Un par de “¡amén!
¡Gloria a Dios!”, y ya está. Leemos la
Palabra de Dios, cuando la televisión nos
166
- 167 -
da “su permiso”. Bendecimos la mesa a
diario, rápidamente, por que hay hambre,
y ya está. Ese estado
espiritual
moribundo,
puede
conducirnos
rápidamente
a un callejón a oscuras.
Creyéndonos los mejores evangélicos del
mundo nos hemos olvidado, que “no todos
los evangélicos son cristianos, y no todos los
cristianos son evangélicos”. Este adagio se
puede aplicar también a los cristianos
católicos, “No todos los católicos son
cristianos, no todos los cristianos son
católicos”.
Cuando el ser humano vive de espaldas a
Dios, está en una posición de “pecado”, de
desobediencia, por que en vez de vivir “en
la Gracia”, es decir bajo el reinado de
Cristo en su vida, vive “en la Desgracia”,
es decir bajo el reinado del YO, o peor aún,
bajo el Diablo.. Todo lo que el hombre
haga en ese estado, producirá siempre su
muerte espiritual. Cuando comentemos un
delito, estamos obligados a pagar un
precio ante la Justicia. De igual forma es
con la Ley de Dios. Si podemos ir a la
cárcel por algo hecho que rompe con la ley
establecida, o se nos obliga a pagar una
multa, cuando no hacemos lo que el Señor
nos legisla, nuestra paga será siempre,
esa especie de “muerte” de la que nos
habla la Biblia, la condenación eterna, de
nuestra alma, tras nuestro fallecimiento
físico. Al igual que ese adolescente poco
precavido y descuidado, quiso reparar una
lámpara metálica, recibiendo una descarga
que le pudo costar la vida, el hombre y la
mujer, sea cual sea su edad, si lleva una
vida descuidada, alejada de Dios, tomando
iniciativas por su cuenta, apartado de la
Divinidad, recibirá
su
paga. Sin
embargo:“la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo-Jesús”. Todo puede
167
- 168 -
cambiar, cuando abrimos nuestro corazón
al Señor. Si nos damos cuenta, que no
podemos hacer nada sin El, que nuestros
esfuerzos son baldíos, que TODO lo hizo
Cristo por nosotros, y que lo único que
tenemos que hacer por nuestra parte, es
disponer nuestra vida al servicio de Dios, y
voluntariamente caminar por el sendero de
la fe. “Caminante, el camino se hace al
andar”, dijo nuestro gran poeta Antonio
Machado, y es eso lo que el cristiano debe
de hacer,
comenzar a caminar, sin
detenernos por el único CAMINO que es
Jesús.
“YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y
LA VIDA, NADIE VA AL PADRE
SINO ES POR MI”
Si leemos de nuevo el versículo que
encabeza al comienzo este capítulo de:
AQUELLOS AÑOS, nos daremos cuenta,
que tiene dos partes: la primera, nos
presenta la realidad espiritual del hombre
SIN Cristo, y la segunda, la del hombre
CON Cristo. Te invito a leer en tu Biblia,
dos capítulos completos de la carta a los
Romanos. En primer lugar lee: “Romanos
7” (completo) y después lo mismo con el
capítulo 8 de la misma carta, y te darás
cuenta, que el 7 se puede resumir con:
“La paga del pecado es muerte”
Y el capítulo 8, está relacionado con:
“La dádiva de Dios es vida eterna
Cristo Jesús”.
en
168
- 169 -
DE PUERTO RICO A ESPAÑA
La bandera de
Puerto Rico
4
1
5
3
2
1ª/Un paseo de Arecibo,1921.
2ª/Marcha Militar en la calle
Fortaleza, San Juan 1922.
3º/ niños puertorriqueños, mi
tio Pepe, con la bandera al suelo
y a su izquierda, mirandole,
papá
4º/ Una casa señorial de PR.Mi
abuela en la parte superior de la
escalera, junto a la puerta
principal.
5º/La Fortaleza de S.Juan.
Aquella tarde del mes de
Mayo de 1970 después de comer, ordené
mis libros de estudiante, repasé mis apuntes
y los introduje en mi cartera de colegial. Me
disponía para ir a mi colegio, en donde
cursaba mis estudios de Bachiller Elemental.
Hacía muy poco tiempo Que mi familia se
había trasladado desde el madrileño barrio
de Carabanchel, en donde pasé parte de mi
infancia hasta el céntrico barrio de
Arguelles. Nos mudamos de una barriada
obrera, a otro lugar señorial algo clasista, y
de clase media alta. Dejamos un piso
modesto de tres habitaciones, un cuarto de
169
- 170 -
baño, comedor y cocina, de ochenta metros
cuadrados, por otro de seis habitaciones, un
cuarto de baño completo, un servicio, una
cocina grande con su despensa, comedor de
amplias dimensiones, calefacción central,
suelo de parquet, puertas acristaladas,
grandes ventanales, todo exterior con
balconada de piedra alternando con hierro
forjado. El techo del comedor estaba
profusamente decorado con motivos en
escayola que aludían a verduras y frutas.
Tenía cerca de 140 m2 habitables. El edificio
ocupaba y aun hoy lo hace, pues está
legalmente protegido por el Ayuntamiento
de Madrid, una esquina de la calle Galileo a
la de Carrere, con el número 12.Nuestro
piso era el sexto, y por tanto desde su
espléndida balconada e veía toda la calle
que lleva el nombre del sabio italiano
renacentista. Obedece a una arquitectura de
comienzos del siglo XX para clases sociales
de alto nivel. Toda su estructura, revela
nobleza y alcurnia, casi de palacete. El
portal tiene una amplia escalera de mármol
de acceso y otra central que
rodea al
espacio que ocupa el ascensor, cuya vieja
cabina acristalada y en madera ha subsistido
hasta hace pocos años. Junto al gran portón
de hierro de la casa, hay en el exterior, una
lápida cargada de historia y arte recordando
al poeta almeriense Francisco Villaespesa,
autor de
obras como: “El bazar de las
Perlas” y amigo de Federico García Lorca,
por que murió allí. Conoció a muchos de los
grandes escritores de la generación del 98 y
posteriormente de la del 27. Fue director de
teatro y viajó con notable éxito, por la
América Hispana. Una anciana que vivía
justo en el último piso, lo había conocido
personalmente allí mismo nos dijo que vivió
en la planta séptima, en el piso central. Si
algo me impresionaba de la casa en general,
y que siempre consideré muy injusto, era
170
- 171 -
donde vivían los porteros de la finca. La
portería como tal, consistía en una pequeña
habitación mal acondicionada, entrando a
mano derecha, con un solo teléfono, una
mesita, y un par de sillas. Allí tenía y tiene
su puesto de trabajo el bueno de Pedro
Escudero ayudado por Carmen y su madre
Julia. La familia procedía de la provincia de
Toledo. Son personas excelentes, muy
trabajadoras con las que establecimos una
saludable amistad. La portería no era lo peor
si se descendía a su lugar de residencia
oficial, situada en el sótano de la casa, justo
al lado de la carbonera de la calefacción
central del edificio, los motores del ascensor
y un restaurante cuya cocina expulsaba
todos sus olores por el patio central.
Pedro, Carmen y su madre Julia formaban
una familia muy servicial y laboriosa. Esta
última siempre se ha destacado por ser
una mujer muy dinámica y activa que
pronto estableció un buen lazo de amistad
con mi madre. No es fácil escribir sobre el
pasado, por que los recuerdos se
amontonan y a veces uno se siente en la
obligación
de
imaginar
hechos
considerados poco importantes, dándoles
relevancia a otros. No obstante, todos los
detalles son necesarios para construir
nuestro
ayer.
La
habitación
que
compartíamos mi hermano y yo tenía las
camas que aun hoy suelo usar. Hace
quince años, descansaba yo en ellas, hoy
lo hace mi hijo. También la biblioteca que
no
ha
parado
de
crecer,
aunque
lentamente, componía el mueblaje de una
de las habitaciones.
Mi padre, Eduardo, nació en la calle la
Fortaleza, de San Juan de Puerto Rico, allá
en el Caribe, en el año 1.921. Los primeros
años de su infancia, fueron transcurriendo
como un borinqueño mas, profundamente
identificado con su cultura hispana. Aun
171
- 172 -
hoy, casi sesenta años después, rememora
con nostalgia aquellos deliciosos años de
placidez familiar. Mis abuelos, José y
Dolores,
españoles
y
gallegos
que
viajaron a la Isla para conseguir un
porvenir, regresaron a la Patria a
comienzos de la década de los 3O, casi
coincidiendo con la caída de la Monarquía
de Don Alfonso XIII, y el nacimiento de la
II República Española en 1931. Los
muchos contactos que hemos mantenido
con Puerto Rico han refrescado el cajón de
los recuerdos familiares. Los aires del el
casco antiguo del Viejo san Juan
acariciaban con su brisa el alma de papá.
La arquitectura, el alma de las calles, la
distribución urbana nos hace creer, cuando
paseamos por allí, que estamos en
cualquier ciudad andaluza. Mi abuelo Pepe
era gente de Comercio, y allí logró una
saludable situación económica para su
familia. Algunos de sus placeres eran el
dibujo, la pintura y la fotografía. Mi padre
conservaba un álbum, que en sí mismo es
todo un documento histórico—familiar. La
ciudad de Arecibo reclama un lugar en su
memoria, su playa, algunas de las plazas,
calles, casas y nombres de personas, que
entonces eran niños, y hoy ancianos. Una
maestra, sus compañeros del colegio, son
nombres que se agrupan en su mundo de
recuerdos. Allí nació también su hermano
José. De igual forma lo hicieron dos más:
José Luis y Emilia, que allí se quedaron por
que fallecieron accidentalmente.
El matrimonio gallego se instala en Madrid,
y como todas las familias son testigos del
desastre de la Guerra Civil Española de
1.936. Mi padre, a los 17 años se enrola
como voluntario en favor del ejercito
republicano, en el año 39, no acude al
frente, pero ha de sufrir la dureza de
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- 173 -
campos de concentración, la penurias,
amenazas de fusilamiento, miseria, y odios
no buscados, por haber apostado en favor
de la libertad y de la democracia. En el
mismo día que entró a trabajar en la
Compañía de Seguros La Unión y el Fénix
Español, hada mas acabada la locura
bélica, estalló la Segunda Guerra Mundial.
Eran años desastrosos para nuestro país,
por que una dictadura de corte militar—
fascista gobernaba en el territorio. Europa
se derrumbó y en España había hambre.
Eduardo estaba lleno de juventud, pero
como todos los de su generación, la
perdieron entre trajes zurcidos veinte
veces, sueldos miserables, demasiadas
horas de trabajo. Brazos adolorados de
tanto ser levantados para cantar los
Himnos
oficiales por obligación. Días,
meses y años, dejando en la cuneta de la
vida todos sus deseos e ilusiones. Con el
paso de los años, las circunstancias
económicas
fueron
mejorando
como
también las laborales. Nunca o1vidó su
vocación de escritor. En su biblioteca había
por entonces una Biblia que era leída con
frecuencia y hoy sigue ocupando, aun
hoy, un lugar preferencial en la colección
de Biblias que poseemos, de todos los
lugares del mundo, idiomas y países.
Cuando mis hermanos hicieron la Primera
Comunión según el rito de la Iglesia
Católica, no tuvieron un misal cada uno, si
no un ejemplar del Nuevo Testamento,
algo muy poco usual en aquellos tiempos
post­conciliares del llamado Vaticano II.
Me gustaba
leer esa Biblia roja,
deslumbrándome con las reproducciones
miniaturizadas de murales románicos, que
intentaban representar de forma didáctica
para las gentes del Medioevo la vida y el
mensaje de los personajes bíblicos. Papá,
173
- 174 -
al representar en España a decenas de
estudiantes de Puerto Rico, tenía con ellos
mucho trabajo. Mi casa, parecía una
verdadera embajada de la Isla en Madrid.
Como adolescente a mi se gustaba todo
ese movimiento, y la importancia que mi
familia estaba adquiriendo como punto de
referencia de tantos y tantos jóvenes. No
sospechaba ni conocía los múltiples
problemas que se nos vendrían encima.
Sufrí una época de crisis de identidad
propia de la adolescencia en que me
cuestioné todo lo que la sociedad había
creado y la religión oficial era uno de sus
aspectos mas criticados por mí. No me
gustaba
la
estructura
religiosa
del
momento, ni la absoluta presencia de una
iglesia determinada en todos los órdenes
de la vida. Acudía poco a misa, y cada vez
fui haciéndolo menos. Unicamente me
interesaba la lectura por parte del
sacerdote de algunas porciones de la
Biblia, del resto no entendía nada. Mis
padres siempre se habían preocupado en
mayor o menor incidencia para que
tuviéramos algún tipo de fé cristiana. Una
vecina del barrio de Carabanchel era
Adventista del Séptimo Día y nos invitó a
su iglesia. Confieso haber ido, que yo
recuerde un par de veces, la primera a un
culto de bautismo de adultos y la segunda
una conferencia sobre los abusos del
alcohol, las drogas y el tabaco. Estas son
actividades muy propias y loables de los
adventistas. Así mismo en su casa se
realizaban reuniones, allí pude conocer a
su pastor, apellidado Blanco. Sin embargo
y pese a ser casi un niño el Adventismo del
Séptimo Día, no respondía a ninguna de
mis interrogantes. No entendía por que
todo el mundo procuraba inducirnos a sus
grupos, por que un par de años después,
una amiga de Puerto Rico, Testigo de
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Jehová, procuró por todos los medios que
nos hiciéramos de ellos. Asistimos al Salón
del Reino. Nos encontramos a una anciana,
que por años apareció en un anuncio de
Televisión Española de productos “Gallina
Blanca”. Nítidamente recuerdo la enorme
cantidad de Pintadas obscenas que tenían
las paredes de acceso al recinto
del
“Salón”, realizadas por grupos de extrema
derecha española, insultándoles. Nunca he
podido entender la falta de respeto, la
intolerancia, el despotismo, la tiranía, el
integrismo fanático, contra cualquier
minoría religiosa, política, étnica o social.
Hoy profundo conocedor de la Biblia,
conozco la multitud de profundos errores
cometidos por los “Testigos” en sus
“Biblias”, y las abismales diferencias que
me separan de ellos en todos los puntos
doctrinales, pero eso es una cosa y otra
muy distinta es dar por “buenos” todos los
insultos, y las humillaciones a las que han
sido sometidos. Como cristiano, no puedo
aceptar ni tolerar semejante actitud por
parte de otros intolerantes.
A la salida del colegio, me acerqué un día
a la cercana calle de Balmes, para visitar
la Gran Sinagoga Judía de la Comunidad
Israelita de Madrid. Nos atendió un Rabino
con su típica “Quipá” en la cabeza, quien
nos enseñó todo el edificio, y sobre todo el
lugar del culto principal. En las paredes
habia escrituras en hebreo con Salmos de
la Biblia. En frente y cara a los creyentes,
el lugar sagrado donde guardaban los
rollos de la Torá, con dos puertecitas con
doce
piedras
incrustadas
traídas
expresamente
desde
Israel,
que
representaban a las doce tribus de Israel.
Aquella visita me causó una muy grata
impresión, una agradable sensación que se
vió oscurecida
y molestada
por las
pintadas que el edificio tenía en su
175
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exterior, realizadas por los mismos grupos
“ultras” que habían dejado sus huellas
molestas en el “Salón” de los “llamados”
Testigos de Jehová.
EL DESPACHO.
La calle “Desengaño”, forma
parte del intricado laberinto urbano de la
ciudad de Madrid. No es muy larga, pero
su nombre, tenía para mí un sabor
romántico. Nunca supe el porqué de ese
nombre tan triste y romántico a la vez,
pero mi imaginación volaba hacia una
época indefinida, de la historia de mi
ciudad. Me venían imágenes de un ayer
decimonónico, de unos años recordados
por los populares sainetes madrileños,
imágenes del teatro de los hermanos
Quintero. Me hacía pensar en la posible
existencia de una joven madrileña, en la
mitad o en los finales del siglo XIX, que
después de un largo romance de amor
oculto, un aciago mes de Agosto descubrió
la infidelidad de su amor de toda la vida.
Un apuesto galán español, que jugó con
ella a lo largo de toda su vida, ocultándole
la existencia de una esposa y de dos hijos
habidos con ellas. Yo veía a la muchacha,
apoyada en el alfeizar de una ventana
cualquiera hundida en la depresión y en la
más absoluta de las penas. Pensé que ese
sería el origen del nombre de la calle.
Me gustaba caminar por allí, pero si algo
me llamaba la atención era la suciedad de
las fachadas de los edificios, y la existencia
de algunas salas de alterne en las calles
adyacentes. Viejas historias corrían de
boca en boca, por el vecindario, como el
descubrimiento de un cementerio en el
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derribo de uno de esos vetustos edificios.
Aquello atizó con fuerza mi ánimo
arqueológico, pero nunca supe donde se
encontraba. Las gentes hablaban de restos
humanos de la Guerra Civil española, otros
comentaban que eran de los tiempos de
los “moros”. Al otro lado de la calle, justo
enfrente de la entrada a la oficina de papá,
se encontraba
el popular Bar: “Los
Pinchitos”, donde él solía reunirse con sus
amigos y compañeros de trabajo y de
otros conocidos. Uno de ellos, se llamaba
de apellido Gállego. Lo recuerdo como un
hombre hablador, algo grueso, ligeramente
barbudo, simpático y extrovertido, que al
parecer debía de sufrir una especie de
fobia hacia las lindas y simpáticas
palomitas que revoloteaban en las
ventanas de su oficina. Papá y el eran
compañeros de trabajo, con muy buenas
relaciones. Gracias a ello, mi padre me
informaba siempre al detalle de las
aventuras y desventuras del mencionado
Gállego
con sus queridas palomitas.
Desconozco el origen de esa tumultuosa
relación de amor y odio entre él y las aves,
lo cierto es que siempre a primera hora de
la mañana, abría la ventada llamando a los
animales, mientras les esparcía al aire
migas de pan:
­¡Titas!,¡titas!,¡titas!­ Exclamaba mientras que
desde sus dedos caía el ansiado alimento
en los salientes del edificio.
Cuando las palomas se agolpaban para
poder comer, el Sr. Gállego comenzaba a
insultarlas, mientras hacía aspavientos con
las manos en todas las direcciones,
visiblemente enfadado con ellas.
­¡Golfas!, ¡como os vea por aquí, os mato a
todas!­
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Nunca pudo
papá saber cual era el
problema psicológico y emocional que
tenía su extraño amigo con esas aves.
Ellas que no entendían nada de lo que
salía por esa boca humana, revoloteaban
constantemente, en los alrededores de la
ventana, por que ese extraño ser humano,
les daba abundante comida, aunque se
arriesgaban a recibir mas de un manotazo
cuando acudían para saciar su hambre,
dejando varias plumas al aire. Para los
palomos era un verdadero problema, por
que cuando las hembras entraban en celo,
no podían cortejarlas en el borde de la
ventana que le correspondía a Gállego, por
que corrían peligro de muerte súbita al
recibir alguna agresión espontánea, es
decir un guantazo, de su raro benefactor.
El despacho, era el centro de trabajo de mi
padre,
para
los
ciudadanos
puertorriqueños, situado en una sexta
planta. El edifico estaba totalmente
dedicado a oficinas. Mi padre tenía, un par
de estanterías, utilizadas como archivos,
dos mesas de trabajo, su máquina de
escribir
“Hispano­Olivetti”
que
aun
conservo intacta, su teléfono, y muchos
documentos
parcialmente
ordenados.
Decoraba el conjunto un enorme jarrón de
artesanía hindú, según se me había dicho,
convertido en
un gran florero. La
decoración, era por tanto muy austera y
sencilla. Por doquier reinaba cierto orden­
desorden. Los documentos, esparcidos por
la mesa, el sello de caucho, muchos
bolígrafos y lápices, y un sin fin de cositas
extrañas introducidas en los cajones. Le
gustaba, guardar todo aquello que en la
mesa le estorbaba, fuera lo que fuese. Lo
normal era encontrar allí artículos propios
de la escribanía, pero podría toparme con
otros, como cucharas, cuerdas, hilos,
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- 179 -
algún que otro tornillo, libros, papeles
garabateados, candados sin llave, llaves
sin candados, y objetos aun mas
peculiares sin cabe, fotografías
de
amigos puertorriqueños o de familiares, y
mas de un objeto cuyo uso y función era
completamente desconocido para el y para
nosotros.
Todo
quedaba
allí
bien
almacenado para que cuando yo llegara
me lo pasara realmente bien especulando
con el contenido de los hermosos cajones
de su despacho. En ocasiones me quedaba
solo, y de vez en cuando, el me llamaba
desde su oficina de trabajo. Yo tenía llave
del despacho y podía entrar al mismo
cuando me placiera. El tenía toda su
confianza en mí, y sabía que no dejaría la
puerta abierta al marcharme. Allí, en la
tranquilidad
de la soledad, usaba la
maquina de escribir para mis propios
asuntos. En general el interior del edificio
me parecía especialmente sucio. Daba la
impresión que: o nadie se acordaba del
necesario mantenimiento interno, o nadie
pagaba su cuota correspondiente para tal
labor. Nunca había visto paredes con un
color blanco tan oscurecido, servicios
públicos con un ejercito de cucarachas,
popularmente llamadas “curianas”, por su
color negro marchando marcialmente de
un lado hacia otro, como si se tratara de
un desfile militar, y tanta cantidad de
papeles en grandes bolsas, abiertas, en
una habitación contigua, que servía de
almacén para recoger los documentos
inútiles, si es que los hay útiles, y cartas
sin contestar. Alguien dijo una vez, que las
misivas están para no ser contestadas, y
en esta ocasión bien me parecía gran
verdad. Puede ser que algunos de los
despachos próximos al de mi padre, fuera
el de algún represéntate de grandes
figuras del toreo, o de la canción española,
179
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pues en ese local, encontré inmensas
bolsas repletas de cartas de admiradores y
de admiradoras, a los que se les caía la
baba por sus figuras admiradas. Recuerdo
especialmente una procedente del sur de
España, dirigida a un famoso de la época,
en la que se deshacía en halagos y
alabanzas. A mi me pareció algo triste que
tanta hermosura literaria fuera a parar a
una habitación de una novena planta, que
además tenía la puerta que daba al
exterior, a una balconada repleta de
excrementos de palomas y de golondrinas,
totalmente abierta, de modo, que las
preciosas joyas escritas, eran mecidas por
el caprichoso aire de Madrid, y muchas
de ellas, decididas a emular a las aves
citadas, volaban de un lado hacia otro,
edificio abajo, mientras mi mirada las
seguía con atención. Desde el balcón me
divertía viendo cómo caían y en donde:
“Allá va la carta de Manuel Cortés dirigida a
Lola Flores”, “La de la enamorada del
Cordobés” se ha depositado en el casco
del policía municipal, “Esa otra que
cantaba las grandilocuencias de Raphael,
se ha introducido por la ventana del váter,
y a lo mejor alguien la utiliza allí”, para leerla
se entiende, decía para mi interior. De vez
en
cuando, si me encontraba una
curianita
de
esas,
recorriendo
la
balaustrada de piedra, tenía de ella
misericordia y no la mataba, tan solo le
propinaba un golpecito, utilizando mi dedo
como una catapulta, contemplando cómo
el insigne bichito, que agitaba con evidente
desespero sus patitas, se perdía en el aire
madrileño, mecido por las ráfagas de
viento. Nunca supe donde iban a parar,
tampoco me preocupaba demasiado por el
tema. Las “cucas”, llevadas por una ráfaga
de viento entraban como misiles en alguna
ventana abierta muy cercana. Era curioso,
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- 181 -
si había alguien dentro, siempre
cerraban bruscamente después.
se
La paz y me desahogo personal se
terminaban pronto, cuando la puerta del
ascensor se abría vomitando a un nutrido
numero
de
puertorriqueños
y
puertorriqueñas,
vestidas con colores
chillones, y ansiosos por hablar con Don
“Edualdo”, como ellos decían en su
característico acento caribeño. Por unos
segundos, al identificarme como “el” hijo,
me sentía centro de las miradas, y una
especie rara de orgullo patrio­familiar se
me subía hasta la cabeza, al informarles,
sentado en una de las sillas del despacho
de papá sobre las horas de atención al
público, o tras su cerrada puerta con llave.
Era una época de trasformación, estaba
abandonando la infancia, y me daba
cuenta, de que mi propio cuerpo estaba
cambiando poco a poco. No quería
abandonar aquellos momentos de alegría
que había tenido a lo largo de mi infancia,
y sin embargo, quería madurar lo antes
posible. Cada adolescente es protagonista
de los cambios sociales que se producen
en ese momento. Los percibe, los
examina, y los asume, en virtud de las
bases educativas que haya recibido, los
concreta y los usa para su propia
trasformación. A mi me tocó un momento
de convulsiones sociales y políticas muy
fuertes que estaban estallando en la
sociedad española. Aunque era muy joven,
apenas un niño, sin embargo, adquirí una
conciencia social, que ideológicamente me
estaba situando frente al franquismo de la
época. Mi espíritu combativo no pasaba
más allá de una mera pataleta. Mi principal
fuente de aprendizaje fueron mis padres, y
las historias que ellos me contaban de la
181
- 182 -
Guerra Civil y de la post guerra, y de su
pasiva resistencia al Régimen que tuvieron
que soportar a lo largo de tantos años.
Aunque ellos nunca participaron en
política, ni se afiliaron jamás a ningún
partido o sindicato en la clandestinidad,
formaban parte de esa enorme masa de
ciudadanos medios españoles que tenían
que ir a trabajar todos los días, de clase
modesta o media, que no se vinculaban a
movimientos sociales, gente honesta y
trabajadora, pero que de una manera muy
sutil se oponían con fuerza al régimen
establecido. Mamá, por ejemplo, cuando
pegaba un sello o estampilla con el rostro
de Franco, a las cartas, lo adhería al revés
y cuando el papelito engomado se resistía
lo golpeaba con puño una y otra vez. Solía
contarme, que en los años 40,
los
españoles, al oír el Himno Nacional,
estaban obligados a saludar brazo en alto
y mano extendida, permaneciendo firmes,
estuvieran donde estuviesen en ese
momento, ella siempre tenía una excusa
para no realizar el obligado saludo nacional
sindicalista, o nazi, (brazo en alto y mano
extendida hacia delante), o bien se ataba
los cordones del zapato, o disimulaba
recoger algo del suelo, o se hacía la
despistada, estuviese quien estuviera
delante. Para mi padre era aun peor, pues
acabada la Guerra Civil, él, que fue
soldado
republicano
y
de
ideas
democráticas
moderadas,
tuvo
que
afiliarse a la Falange Española, único
partido político, con autentica ideología
política y social, (asimilado y dominado por
el General), tras la contienda, para poder
encontrar un trabajo, por que la situación
era realmente desesperada. Aun así
mantuvo siempre intactas sus ideas
republicanas moderadas y su lealtad a las
mismas. Cuando en la oficina de Seguros
182
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en la que trabajaba, se les obligaba a
todos los funcionarios a cantar el “Cara al
Sol”, himno de la Falange, brazo en alto, el
tenía que hacerlo, por que de lo contrario,
podría costarle el puesto de trabajo y
serios problemas con la policía, sin
embargo, en su mente solo había una
idea: “¡Viva la libertad!”.
Cuanto mas
cantaba el himno, más se mantenía firme
a sus ideas liberales. Así día tras día,
soportando
escasez,
racionamientos,
hambruna,
miseria,
pobreza,
siendo
testigos
de
persecuciones
políticas,
arrastrando la miseria humana y la
depresión por los seres queridos fusilados
injustamente en la Guerra Civil y en la
inmediata post guerra, viviendo en un país
empobrecido,
sangrado,
entristecido,
victima de la angustia, una nación gris, sin
alegrías, con múltiples penalidades, y sin
embargo cargado de inflamas nacionalistas
grandilocuentes,
hechas solo para
martirizar a una ciudadanía, que tenía que
sobrevivir día a día y que poco le podrían
importar las supuestas maravillas de un
“Imperio hacia Dios”. Como ellos había
miles de españoles, que supieron soportar
una
enorme
losa
que
pretendía
aplastarlos,
y
al final terminó siendo
destruida
por
ellos
mismos.
Eran
ciudadanos valientes, sufridos y abnegados
que sin llegar a militar activamente en la
oposición, aunque muchos lo hicieron,
inventaron de una manera o de otra, la
“resistencia pasiva”, en los momentos más
duros de represión y de persecución. Una
fuerza de voluntad pétrea que consistía en
no doblegar su espíritu interno, aunque
tuvieran que trabajar diez o doce horas,
casi sin comida, con una pobreza
alimentaría enorme. Mi padre, para
doblegar el hambre que tenía y acallar los
dolores de estómago, se apretaba con
183
- 184 -
fuerza el cinturón del pantalón. Lloraba en
su puesto de trabajo cuando venía el
vendedor de chocolatinas, por que no tenía
dinero para comprarlas, y por que nada
mas ver a ese humilde trabajador, los
jugos gástricos se hacían presentes en su
estómago. Era la época del traje
remendado una y otra vez. ¡Cuantas
esposas se convirtieron en artesanas de la
tela!, cuando el traje de caballero, estaba
deslucido, recosido, había perdido su color,
ellas los deshacían y les daban la vuelta
para hacer otra chaqueta. Papá me decía
que Madrid era una enorme legión de
“pobretones”, en sus propias palabras.
Aunque la España de los años 70 se
alejaba de la de los
40, yo estaba
asimilando todo aquello, y poco a poco a
partir de los trece años, fui conformando
mi ideal, proponiéndome un compromiso
personal de luchar contra toda injusticia, y
me prometí que haría siempre algo por
ayudar a los mas necesitados, en la
medida de mis posibilidades intentar
acabar con los despropósitos, luchando
por la libertad. En mi influyó mucho la
enseñanza moderada de mis padres por
que de la misma manera que no aceptaban
al Régimen gobernante, se oponían con la
misma fuerza a cualquier clase de
comunismo, quizá motivados por los
excesos de la Guerra Civil, tanto de los
extremos de un bando como los de otro.
Es cierto, que con el paso de los años, la
personalidad va cambiando, pero en lo que
a mi me respecta, los aspectos de
compromiso que decidí tener en esos años
juveniles, no han cambiado. Veía desde
mi casa, las algaradas estudiantiles por las
calles de mi barrio, Argüelles, pidiendo
cambios democráticos, y mi pensamiento
estaba de su lado. Sin embargo, con el
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- 185 -
paso de los años, he aprendido que las
injusticias humanas se repiten en todos los
regímenes sociales y políticos, y que en
definitiva,
la condición
interna del
hombre, sigue siendo la misma bajo un
signo político o en otro, y que mi
compromiso por la libertad es mas
profundo, por que si no hay cambios en el
corazón humano no lo habrá en la
sociedad, por tanto, el único mensaje que
puede cambiar a la especie humana, es el
Evangelio de Amor, que predicó Jesús, y
que está perfectamente recogido en la
Biblia. En cuanto el resto creo, que es
verdad lo que dice el Predicador del
Antiguo Testamento:
“Vanidad de vanidades, todo es
vanidad”.
Mi adolescencia hervía de ideales de
justicia y de solidaridad, ya estaba
quedándose atrás ese niño que disfrutaba
con su camión de plástico, o con sus
aventuras y fantasías, con sus chiquilladas
y pequeñas travesuras. Ahora estaba
conformándose
mi
independencia
y
personalidad,
mi
propia
identidad
personal. Ahora, yo ya pensaba por mi
mismo, y si la adolescencia es postularse
ante la autoridad, yo lo hice de forma
pasiva frente a las injusticias que me tocó
vivir. Sin embargo, no era consciente, o
desconocía
que
el
mayor
cambio,
revolución, trasformación de mi vida, en
plena edad púber, pronto iba a suceder,
marcando un cambio radical, no solo en mí
sino en mi familia. España estaba
cambiando, pero yo lo haría más.
Mis contactos con Puerto Rico, fueron para
un adolescente como yo, una especie de
liberación, algo nuevo y distinto a lo añejo
185
- 186 -
de mi país. En esos años, España estaba
tan cerrada políticamente al exterior, que
ver un extranjero andando por nuestras
calles, era motivo de curiosidad, chisme,
alabanza y comentario, todo juntito.
Aquellas puertorriqueñas, vestidas a la
usanza del Caribe
con colores muy
chillones y llamativos, levantaban todo tipo
de
cuchicheos
entre
las
ancianas
asustadas por tantas “modernidades”. Para
mi era un placer, contarles a mi mis
amigos del colegio, lo que papá hacía con
ellos, y mucho mas que me vieran a su
lado, aun mejor, cuando éstos eran
mulatos . Me hacía sentirme importante.
Yo estaba cambiando, mi familia también y
España ¡ no digamos!. Fue el inicio del
turismo en nuestras costas mediterráneas,
y si el reducido grupito de borícuas
llamaba la atención en mi Madrid
desgastado,
la llegada masiva de las
primeras “suecas”, altas, rubias, en
minifaldas, con gafas oscuras de cristales
en forma de pepita de calabaza, y una
exuberante
liberalidad, causó estragos
entre la población masculino­machista de
esos años. Por “sueca” se entendía a
cualquier mujer procedente del norte de
Europa, fuera del país que fuese. Ellas,
deseosas de bañarse en las aun vírgenes
playas españolas, y de conocer
a los
míticos machos hispánicos, y ellos,
psicológicamente taponados toda su vida
como si fueran una botella de cerveza bien
agitada, eran el caldo de cultivo para
absurdos
y
estúpidos
encuentros
aventureros. El caso es que cuando llegaba
la época del verano, el aumento de
españoles que se iban para trabajar de
camareros a las zonas turísticas era
enorme, por algo sería
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Corría el año 1970, cuando papá alquiló
esa oficina, para atender su negocio de
tramitación de documentos para los
estudiantes de Puerto Rico que venían a
Estudiar a España. Un día, mientras
comíamos en casa, nos dijo que iba a salir
en Televisión Española. Aquello me
sorprendió muchísimo. La televisión de
aquellos años, en blanco y negro, ya se
estaba convirtiendo en el centro de
atención de las familias, pues de forma
diferente a lo que es ahora, ya que en la
mayoría de los hogares hay ya dos
televisiones, con un repertorio de canales
y emisoras, y siempre están encendidos, a
cualquier hora, y muchas veces sin que
nadie les preste atención, toda la familia
nos sentábamos juntos, frente al televisor,
con un silencio y respeto casi sagrado ,
excepto como en el caso de mi familia, que
cuando el General Franco era motivo de
reportaje inaugurando pantanos o dando
largos discursos,
había desbandada
familiar general. Había que ir al Aeropuerto
de Barajas para recibir al primer
contingente de
boricuas hispanizados,
con ansias estudiantiles, y allí estarían las
cámaras, dispuestas a grabar a los
sorprendidos rostros de los nietos de la
Madre Patria. Mi único interés estribaba en
destacar lo más posible, haciendo curiosos
movimientos delante de los objetivos
televisivos, para ello me mezclé, ya en
tierra con los puertorriqueños. Claro, que
yo era el hijo de Eduardo Santos Elola, no
podía ser de otra forma. Al día siguiente de
este patriótico recibimiento a los que
parecían ser una especie de “hijos
pródigos”, fui con mi padre, y el presidente
de la Asociación de Estudiantes, Sr.
Fiszpatrick, nada menos que al mismo
edificio de Televisión Española, en Prado
del Rey, Madrid. Aquello me pareció
187
- 188 -
enorme, todo lleno de pasillos, de
habitaciones,
repletas
de
trastos
mecánicos, cables por todos los sitios, y
de unas raras máquinas expendedoras de
café que nunca había visto, y que al
parecer solo funcionaban al recibir una
patada o un puñetazo, a juzgar por el trato
que recibían de los trabajadores. Nos
pasaron a un local, un estudio para
entrevistas, con varias cámaras, dos sofás
y una mesita redonda. Papá se sentó, o
mejor dicho se hundió, en el reblandecido
asiento; el Presidente, lo hizo en otra silla
en relativo buen estado. Seguía insistiendo
de una manera o de otra para que mi
rostro saliera en la pequeña pantalla.
Aunque fuera una solamente una parte de
mi cabeza, cualquier cosa. El periodista,
propuso que me pusiera detrás de los
sofás, de pie, pero no fue posible. La
verdad es que me presencia allí era cuanto
menos curiosa, pues se trataba de una
entrevista en toda regla para mi padre y
para Fiszpatrick, no para mi. Así se hizo.
Del contenido de la misma, no recuerdo
nada, ya que mi interés, frustrados mis
pinitos de actor secundario, se centró en la
estúpida mesita redonda. Toda ella rota,
arañada, mal tratada y complemente
garabateada, que además se vino a bajo,
teniendo el entrevistador que colocar el
mismo una pata. Nunca había visto tanta
suciedad y desorden. Me pareció extraño
no ver cucarachas, aunque sin duda las
habría, pensé que habían decido huir ante
el caos.
188
- 189 -
Ese mismo día, una
vez finalizada la
entrevista
nos
fuimos
a
un
Restaurante
a
comer, y recuerdo
el
menú:
pollo
asado.
Era
importante, ya que
el
reportaje
televisivo incluía la
comida del medio
día. Volví a luchar
para sentarme lo
más cerca posible
de la cámara, y lo
logré. La cámara de
tv, estaba a mi
lado, y yo me sentí
muy feliz, pero cual
sería mi sorpresa
cuando
el
trabajador honrado
de
televisión
decidió cambiar el
enfoque y se situó
justo detrás. Así
que lo único que se
vio
de
mí
en
primera plana, fue
la coronilla de mi
cabeza. Cien mil
españoles aburridos
delante del único
informativo
franquista de la
Televisión,
contemplaron
mi
cabello. Únicamente pude verme a mi
mismo, mezclado entre los estudiantes, en
la pista del Aeropuerto, pero para mí fue
suficiente, por que por ello, brincaba y
saltaba de alegría de orgullo, y todo ello
189
- 190 -
gracias a mi padre, quien por cierto no se
interesó mucho por su propia entrevista
en pantalla. Intenté, por todos los medios,
decírselo a mis amigos, pero lo que yo
esperaba que se convirtiera en la “noticia
del año” se quedó
convertida en una
profunda satisfacción personal, que tan
solo duró un día. Papa tenia su despacho
en la madrileña calle de Desengaño.
Cuando me dirigía en el Metro, tren
electrico subterraneo, desde mi casa hasta
el despacho de la calle con nombre
deprimente,
sentía
cierta
vanagloria
personal, por que al acercarme al lugar de
trabajo de papá, me cruzaba en el camino
con numerosas personas que ataviadas
con ropa de colores chillones, sabía que
eran puertorriqueñas, sospecha que se
confirmaba, ya que procuraba acercarme
lo mas posible a ellas, para escucharles en
su clásico acento caribeño y antillano, el
nombre
completo de mi padre. Sentía
como si creciera de pronto un centímetro
más. Cuanto mas me acercaba, a esa calle
con nombre tan triste, más aumentaba mi
ego personal de adolescente orgulloso de
ser hijo de Santos Elola. Al pie del edificio
donde se situaba el despacho, había un
hervidero de puertorriqueños, hablando
todos a la vez. El ascensor, era como un
diminuto avión que aterrizaba en San
Juan, la capital de Puerto Rico, y la
entrada al despacho, ya de por sí
pequeño, se convertía en una hazaña. El
traqueteo de la máquina de escribir, se
mezclaba con las voces de los que allí
estaban, una de ellas era la de mi madre,
que yo no me explicaba cómo era posible
tanta facilidad en ella para dialogar tanto.
Mis
dos
hermanos,
aparecían
con
frecuencia, pues solían colaborar con mi
padre, realizando gestiones sencillas pero
190
- 191 -
muy útiles. En el animado calor de las
conversaciones, surgían constantemente
nombres geográficos como San Juan,
Arecibo, Mayagüez, y tantos otros lugares,
pueblos, y ciudades de la Isla, mezclados
con los de España: Madrid, Sevilla,
Zaragoza, Bilbao, Santiago, por que allí
estaban las universidades de destino
estudiantil.
Comencé a conocer a un país, situado en
el Mar Caribe, pequeño por su extensión,
pero grande en su alma, del que ya tenía
alguna información gracias a mi padre y a
sus recuerdos de infancia, pero ahora tenía
la oportunidad de aprender mas de él. Su
historia, sus costumbres, su hispanidad
arraigada hasta la médula, su situación
política, por que a pesar de mi
adolescencia y gran juventud prestaba
enorme interés a todo cuanto veía y oía.
Nunca he podido viajar a ese lugar, que en
un aspecto muy discreto era como un
ensueño para mí, y sobre todo para papá.
Solo tenía que ver las fotografías de las
playas
antillanas con sus cocoteros y
palmeras, para dejar correr mi imaginación
viéndome disfrutar de las mismas. Una
isla, que España perdió en 1898, junto al
resto de sus últimas colonias de ultramar,
en la desventurada e injustificada guerra
que los EEUU mantuvieron con nosotros.
Todos los pueblos tienen derecho a la
autodeterminación, y es posible que
España debiera haber emancipado antes a
Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, pero la
intervención norteamericana, no fue justa.
Es cierto que los primeros años de la
colonización
española
se
cometieron
muchas injusticias contra las tribus de los
primeros pobladores de la Isla, errores
que aumentaron con la trata de esclavos
procedentes de Africa negra, pero no hay
191
- 192 -
una nación en la Tierra, que no tenga su
memoria limpia de enfrentamientos y de
abusos. Todo aquello me hizo reflexionar,
encaminando mi pensamiento por una
vereda que aun no he abandonado. Pude
constatar, que a pesar de todo eso, Puerto
Rico, se afianzaba con fuerza en la
hispanidad, como entidad nacional, como
columna vertebral del ser puertorriqueño,
como esencia del alma antillana. Quizá
motivado todo ello, ante la poderosa y
adsorbente, cultura norteamericana y por
su estatus político de Estado Libre
Asociado a los EEUU. Incluso manteniendo
en lo mas profundo el dolor por los
excesos de los primeros años de la
colonización española, algo típico en el
siglo XVI y genérico al occidente europeo
en general, Puerto Rico es un hijo pequeño
pero quizá el mas fiel de España.
EN LUCHA CONTRA LA MAFIA,
“Puerto Rico, Patria mía, la de blancos
almenares, la de verdes palmeras, la de
extensa bahía, ¡Qué hermosa estas en las
brumas del mar que tu playa azota, como
blanca
gaviota,
dormida
entre
las
espumas!”
José
Gautier
Benitez.
Poeta
Puertorriqueño.
1969, llegaba a su fin, había
sido un año cargado de buenos recuerdos.
Los americanos habían llegado a la Luna,
yo creía haber visto un ovni posado en las
laderas de unas montañas lejanas,
suspendí cinco asignaturas al final del
curso, en el mes de Junio, y aunque me
presenté en los exámenes de Septiembre,
volví a suspender tres de las anteriores:
lengua, francés y matemáticas. Desde
192
- 193 -
luego no podría decir que mi historial
como estudiante fuera excelso, pero al
menos, lo intentaba. Había visto en el cine
Kursal o en el Canadá una película que
nunca olvidaría, de Stanley Cubrik, “2001,
Odisea en el Espacio”, y me enamoré
románticamente por primera vez, pero en
silencio de una niña rubia y de ojos azules
que acudía a mi curso. Pasaba las noches
enteras pensando en ella, e incluso hacía
esfuerzos para no olvidarla. Me negaba a
dormir,
hacía
lo
imposible
para
mantenerme despierto, incluso rezaba al
estilo catolico, todo lo que sabía, con un
solo propósito: pensar mucho en ella.
Nunca supe su nombre, ni siquiera conocía
en donde vivía, pero mi corazón era suyo
eternamente. Cuando estaba en clase, la
voz del profesor, por cierto un joven
maestro de izquierdas y opuesto al
Régimen de Franco, desaparecía de mi
cerebro, sus palabras por interesantes que
fueran se iban al garete, por que toda mi
atención se centraba en esa niña preciosa,
que se me figuraba una muñeca de
porcelana. Solo la insistente llamada del
maestro, pronunciando repetidas veces mi
nombre o una tiza lanzada por él contra mi
cabeza de vista derivada, me hacían
reaccionar
con
una
desconcertante
respuesta: “¿Qué?, ¡si ya voy!?”.
A finales de ese año, papá nos dijo que
estaba decidido a trasladarse al centro de
la ciudad.
­“Es un barrio de señores”­ nos comentó­
está situado en el mismo centro de Madrid,
muy cerca de la Plaza de España, la casa
tiene
150
metros
cuadrados,
seis
habitaciones, dos cuartos de baño, el suelo
es de parket, y es una sexta planta”­
193
- 194 -
Si a los doce años, uno descubre el amor,
se da cuenta de las transformaciones
fisiológicas que comienzan a cambiarlo,
se traslada de casa, de barrio y de colegio
o escuela, el inicio a la pubertad ¡está
servido en problemas!. Mudarnos de casa,
y dejar el barrio donde pasé buena parte
de mi vida como niño, para mi significó
algo mas que todo eso, por que estaba
abandonando la
infancia, comenzó la
búsqueda de mi identidad, el preguntarme
el por qué de todo, quería autoafirmarme.
Percibía injusticias que me rodeaban y
empecé a
adquirir cierta postura
ideológica y política. Mis padres eran muy
críticos con el Régimen autoritario del
General
Franco,
y
aunque
nunca
pertenecieron
a
ninguna
ideología
concreta, yo estaba algo imbuido por lo
que se hablaba en casa. Aun así, por mi
propia cuenta y riesgo solía leer todo lo
que caía en mis manos al respecto, que
era bastante poco, y además muy exiguo.
Mi nueva casa, situada en el número 12 de
la calle Galileo, en pleno barrio de
Argüelles, me impresionó por su amplitud,
y luminosidad. El portal de entrada,
antiguo y hermoso, realizado en mármol,
con una amplia escalera a través de la cual
se accedía al edificio. A un lado y a otro de
la misma, dos enormes macetones
esculpidos en el mismo material. El portón
de entrada de
madera noble, y con
distintos
adornos.
Una
vez
que
recorríamos la escalera, ya en el interior
del edificio, a la izquierda, una habitación­
cuchitril, minúscula, iluminada con una
simple bombilla de la época de la Guerra
Civil, era la portería, amueblada con una
mesa, sobre la cual se colocaba una guía
194
- 195 -
telefónica, y un aparato de radio,
propiedad del portero, y una silla. A lo
mejor no había mas muebles por que no
cabían. En frente de la miniatura,
la
escalera vecinal que rodeaba al enrejado
del viejo ascensor, que descendía a la
planta baja del edificio. El portero se
llamaba Pedro, su mujer Julia, y la madre
de ella, Carmen, quien después haría una
enorme amistad con mi madre. El
matrimonio tenía un hijo,
algo más
pequeño que yo, Pedrito. Eran oriundos de
un pueblo de Toledo, gente sencilla,
amable, cortés y sincera, buenas personas
de gran talante y palabra cumplida. Me
llamó la atención la cabina del ascensor.
Toda ella de madera, acristalada, con la
que me encariñé un tanto por su vetustez.
Funcionaba perfectamente, desde el año
1932, época de construcción del edificio.
Me resultaba curioso ascender en ese
aparato, ya que hacía un ruido de carraca.
Según subía o descendía, se podía espiar a
los vecinos que bajaban o ascendían por
las escaleras. Nuestra vivienda, al igual
que las demás, poseía un portón de buena
hechura, un pasillo largo, amplio y de
techo alto, articulaba toda la vivienda. A
un lado y a otro, las habitaciones, solo una
de ellas era interior, pero con ventana a
patio, el resto, todas miraban a la calle
Galileo y a la de Emilio Carrere. La
barandilla de los balcones, de piedra. Al
final del pasillo, el gran comedor, y la
cocina, tan amplia como las mismas
habitaciones, también interior, pero con
ventana a patio. El suelo de parquet
antiguo y el techo con frisos en escayola a
lo largo de toda la casa. Aquella era una
vivienda, cómoda, amplia y grande. Yo no
podría sospechar que allí sería donde iba a
vivir horas y momentos de enorme
195
- 196 -
importancia para mi familia y para mi
propia vida.
Aún recuerdo el día de la mudanza, por
que en la planta baja del edificio, había
una casa de comidas, un pequeño
restaurante, que se llamaba “Niágara”, un
eufemismo que traía a mi mente, las
cataratas del mismo nombre en los EEUU,
y si lo recuerdo con especial interés es por
que, una de las ventanas que daba al lado
del portal de entrada al edificio, en la
misma calle, tenía una reja que se
asemejaba a un somier de cama, sujeta
por unas cadenas. Papá, que había traído
el lecho de muelles, es decir, el somier de
mi cama desmontada, sobre el automóvil,
una vez que había lo había estacionado
justo al lado del restaurante, bajó del
coche todas las maletas, equipaje, cosas y
trastos, y además el somier, que lo colocó
sobre la ventana de la casa de comidas. Yo
muy solícito, mientras mi padre hablaba
con pedro, fui subiendo todos y cada uno
de los objetos al ascensor, incluida esa
pieza de mi cama. Una vez que introduje
todo en la casa, volví a bajar al coche por
si había que subir algo más. Al salir a la
calle, me encontré a papá discutiendo con
un acalorado señor, que resultó ser el
dueño del negocio hostelero de nombre
rimbombante. Mi padre, asió de lo que el
creía que era el somier de mi cama, y se
empeñó en darle fuertes tirones, pues
pensaba que alguno de sus hijos, había
sido un estúpido por sujetar esa parte de
la cama con una cadena a la ventana de
un bar. El ruido era tan estrepitoso, que
hizo salir del comercio a su propietario
dándole grandes voces:
­¡Oiga! ¿Qué hace?­ Gritó el dueño
196
- 197 -
­¿Yo?, ya ve que quiero llevarme esto para
mi casa, y además ¡a usted qué le importa!­
contestó fríamente mi padre, sin darse
cuenta de lo que estaba pasando, mientras
continuaba con el aporreo, los golpes y los
tirones, para ver si la cadena se aflojaba.
­¡Que quiere usted robarme las rejas!­
Exclamó con una voz chillona, que salía a
borbotones de una garganta enrojecida.
­¡Que pesadez!, ¡déjeme hombre!, ¿por qué
estará esta parte de la cama de Juan José
sujeta a la ventana con una cadena?­ se
cuestionaba papá, mientras estudiaba con
detenimiento a la cadenita, dando la
espalda al enrojecido y furioso propietario.
­¿Quiere estar de una vez quietecito ya? ¡ya
es usted muy mayor para hacer esas
tonterías!­
Pedro el portero, testigo de la discusión
intervino para ayudar. Papá, al percatarse
del error,
hizo alarde de su habitual
diplomacia,
y
tras
disculparse
por
semejante equivocación realizó un frío y
calculado comentario, entre dientes:
­¡A quien se le ocurre poner unas rejas con
forma de somier de cama!­
El edificio, se erguía sobre los que le
rodeaban, con
una gran nobleza
arquitectónica. En los soleados días de la
primavera madrileña, las terrazas de
innumerables construcciones se repartían
por todo el horizonte ante mis ojos
adolescentes. Mi escrutinio
infantil
buscaba y rebuscaba cada rincón de la
esplendida casa. Tenía mucho artesonado
exterior, incluso había,y hay, en la fachada
principal, una lápida conmemorativa al
poeta almeriense Villaespesa, que residió
197
- 198 -
allí en tiempos de la II República Española.
Toda la balconada exterior, de piedra y de
hierro forjado, me ofrecía seguridad al
contemplar el hermoso paisaje urbano. La
luz solar entraba a raudales por las
ventanas, y para evitarlo, existían unas
contraventanas metálicas, tan antiguas
como la misma vivienda. Un día, palpando
palmo a palmo todos y cada uno de los
rincones, adornos y esquinas, descubrí que
una de las contraventanas tenía un
agujero. Lo estudié con detenimiento, y
descubrí que era de bala, es decir
producido por un disparo procedente del
exterior, pero..... ¿de qué edificio?, por que
por la forma del mismo, debería de
proceder de otro tan alto como mi casa, y
allí, delante no había ninguno de ese
tamaño, ni existió antes. Se me ocurrió
cerrar la contraventana totalmente, y
observar por el agujerito, pues supuse que
al hacerlo descubriría el lugar del impacto
final. Así lo hice, se observaba una parte
del marco de madera que rodeaba a la
puerta
principal
del
comedor,
el
tapajuntas, allí, justo en el centro del
mismo, me percaté de la existencia de un
añadido pequeño, que había pasado
desapercibido durante muchos años.
Aquello me extrañó mucho, y con toda
rapidez seguí mis detectivescas pesquisas,
buscando más impactos de bala, y
efectivamente los encontré. En uno de los
balcones de hierro, descubrí una bala
aplastada e incrustada, que extraje con la
ayuda de un destornillador, y entre ese
balcón y el contiguo, en la fachada, otra
más que aun permanecía allí, a la espera
de que alguien la retirara. Hacerlo era muy
peligroso, pues suponía poner en peligro
la vida misma, sin embargo un amigo
nuestro puertorriqueño lo consiguió. La
fachada estaba ametrallada, y con toda
198
- 199 -
seguridad,
aquellas
balas
fueron
brutalmente escupidas por un ataque
aéreo. Mis ojos se detenían en los agujeros
producidos por los impactos, mientras me
detenía imaginándome, a quienes cuarenta
años antes a lo mejor estaban en ese
mismo comedor, justo en el momento,
que un avión fraticida vomitaba fuego y
muerte a discreción.
Los primeros meses, papá no pudo
trasladarme de colegio, por que no había
plaza para mi en los situados en la zona,
por lo cual, para seguir asistiendo al
anterior, tenía que trasladarme todos los
días, solo, usando el popular “Metro”,
llamado “Suburbano”. Quizá sea por que a
un niño de doce años todo lo que le rodea
es interesante, mi diario viaje hasta el
barrio de Carabanchel, para seguir
asistiendo a mi anterior escuela, me
apasionaba. Quien haya conocido el Madrid
de
esa
época
podrá
entender
la
singularidad de mis recuerdos. Todos los
días, después de desayunar, me iba
caminando, hasta la Plaza de España,
dejando a mi lado derecho el interesante
edificio del colegio de los Areneros, y
bordeándolo, encaminaba mis pasos por la
calle
cuesta
de
Amaniel.
Fachadas
ennegrecidas y sucias, por los años, y por
la contaminación disipaban mi interés. Al
comienzo de esta vía, había una plaza de
forma irregular, donde existía un extraño
bullicio de hombres y mujeres que nunca
había visto antes, entrando y saliendo de
un lúgubre antro de luz mortecina.
Exuberantes señoras de piel brillante, por
las cremas faciales utilizadas, labios
tomateros, pestañas enormes que salían
de párpados arrugados y decorados con
colores llamativos, iban de un lado para
otro caminando de puntillas, a causa de
199
- 200 -
zapatos de fino tacón, revoloteaban con
algún compañero de turno, fumando,
gritando, jaleándose mutuamente con
risotadas, mientras entraban o salían por
esa
puerta
infernal,
rodeadas
por
hombres, que como moscas al olor de la
putrefacción, se remolinaban por allí,
dispuestos a cazar cualquier cosa. En
alma
doceañera,
se
mezclaban
pensamientos antagónicos, temor y cierta
aquiescencia de consideración hacia esas
pomposas mujeres. Al fin y al cabo ellas
hacían lo que únicamente podían hacer,
pero ¿y ellos?, ¿quiénes eran?, ¿para que
servían en realidad?.
El viaje diario en el suburbano, me
producía todos los días, una extraña
experiencia de renacimiento, al salir del
interior del túnel, en su recorrido por la
superficie hacia su destino final. Todos los
días, los mismos desconocidos rostros, la
jovencita morena, que nunca se sentaba,
la señora gruesa de pelo corto de mirada
perdida, el caballero que leía el mismo
periódico y que carraspeaba tres veces
seguidas antes de llegar su estación. El
antipático joven de aspecto universitario,
la aguerrida madre de mediana edad, que
a diario introducía a sus hijos a empujones
en el vagón, con numerosas quejas,
resoplidos e impertinencias, por que al
parecer éstos llegaban tarde a su colegio.
La ruta por la superficie atraía mi interés al
contemplar en la lejanía algunas casitas
esparcidas,
árboles,
campo,
gente
deambulando, y a lo lejos montes a los
que me escapaba con la imaginación para
subir hasta sus cimas. Me acompañaban
mis libros de texto, eternos compañeros
que no se quejan. Uno de ellos, que aun
conservo con afecto, era de religión. Aquel
ejemplar, despertó en mí un enorme
200
- 201 -
interés. Lo leía una y otra vez, siempre en
el suburbano, por que apenas hablaba de
liturgia, sino de Evangelio. En si era un
Nuevo Testamento muy reducido. Por
primera vez en mi vida, disfruté hasta lo
más profundo de mí ser, de las parábolas,
enseñanzas y milagros de Jesús. Me
apasionaba su lectura, vibraba con ella. Yo
no podría saber, ni sospechar lo mucho
que me importaría, años después todo lo
que allí estaba descubriendo. Recordaba
que a la edad de nueve años, cuando aun
residía en el anterior domicilio, en el barrio
Carabanchel, había leído un “tebeo”, que
en su momento dejó cierta huella en mi,
por que relataba la historia de una pareja
de científicos, uno creyente y el otro ateo,
los dos dominaban el latín, el griego, el
hebreo y el arameo, y habían inventado
una maquina del tiempo, parecido a un
mini­submarino, repleto de manivelas y
cuadros de mando.
Estos hombres se
habían propuesto viajar al pasado para
investigar in situ, a la misma figura y
persona de Jesús. Así lo hicieron, y
después de muchas vicisitudes, propias de
una narrativa de aventuras, se integraron
el la sociedad judía de la época, llegando a
conocer al grupo de judíos seguidores de
Jesús, poco antes del juicio, muerte y
resurrección de Cristo. Fueron testigos
directos de aquellos hechos, tal y como los
narran los evangelios. Habían decidido,
regresar al siglo XX, para contar de viva
voz
su experiencia, pero el
creyente
decide no hacerlo uniéndose a los 120
discípulos del Señor y cooperando con los
doce apóstoles. Su compañero agnóstico,
regresó a su época, pero al salir de la
máquina, cuando ésta ya se había
detenido, decide, en una noche estrellada,
ponerse de rodillas junto al aparato, para
proclamar, en oración su conversión total
201
- 202 -
al cristianismo. A sí mismo recordaba, y de
una manera insistente, sin saber por qué,
el argumento de una película, que por esa
misma época, había visto en un cine del
mismo barrio. En aquellos años, la
dictadura fué muy fuerte, y las artes
escénicas en general eran fuertemente
controladas por una feroz censura. Algunas
películas se escapaban de la tijera, mas
por casualidad que por otra cosa, como era
el caso. Aun recuerdo parte de su
argumento, se trataba de una joven
oriental, al parecer china, que era de fe
cristiana, y que se vio involucrada en un
sinfín de enormes problemas con la
sociedad de su momento, pues era hija de
un noble aristócrata de religión budista, a
finales del XIX o a comienzos del XX. Al
final es encarcelada por su fe, pues al
parecer pudo haberse casado con su
pretendiente de toda la vida y de ojos
rasgados, debiendo renunciar a Cristo. Ella
no lo hace, y es puesta en prisión. La
última escena que recuerdo es que allí hizo
una oración entre lágrimas, reafirmando
su fe.
Era para mi un placer, recorrer aquellas
vetustas calles, repletas de vida urbana.
Contemplaba el quehacer diario de sus
gentes. Siempre encontraba una anciana
residente en planta baja de cualquier
edificio madrileño del centro de la ciudad,
que asomaba su cabellera blanca por la
ventana, mientras cosía o tricotaba. La
verdulería, estrecha y atestadas de frutas
y verduras, con su propietario ataviado
con un delantal manchado de todos los
colores. Recuerdo, haber visto cangrejos
vivos,
que
se
escapaban
de
las
marisquerías, corriendo con su peculiar
forma de hacerlo,
tenazas levantadas,
como si nos retaran valientemente antes
202
- 203 -
de morir aplastados por los automóviles,
las pisadas de los viandantes, o ahogados
en las aguas sucias residuales de las
alcantarillas de Madrid. Aprovechaba para
visitar las librerías de antiguo, repletas de
miles de libros amontonados. Allí se podía
encontrar de todo y a buen precio. Era mi
pasión contemplar vetustos ejemplares de
años pasados. Ediciones arcaicas de
ejemplares raídos por los años y el uso.
Pasaba mis manos juveniles por esos
lomos
de
tomos
descoloridos,
descubriendo títulos que me sugerían
ideas y suscitaban mi imaginación. Era
muy difícil que llevara dinero encima, solo
poseía algunas pesetas sueltas, con sus
céntimos, que siempre invertía en la
adquisición de los ejemplares del Capitán
Trueno, o del Jabato. Dos personajes
situados en tiempos históricos españoles
distintos. El primero un paladín español,
del siglo XII, ayudado por sus inseparables
Crispín
y
Goliat,
y
enamorado
perdidamente de Sigrid, reina de Thule,
hoy Islandia. El Segundo, un ibero, de la
época de los romanos, muy similar en todo
al anterior. Sus aventuras me apasionaban.
Bajar
a
la
calle,
solamente
para
comprarme esos ejemplares, y subir a mi
casa, con el objeto de hacerme yo mismo
la merienda, chocolate marca:“Cola­Cao”
y pan tostado con mantequilla, merendar
despacio degustando cada trozo de pan y
cada sorbo de leche, leyendo las
aventuras, era mi mayor placer.
Ese año de 1969, fue para papá muy
importante por que el 13 de Junio, la
“Asociación de Padres de Estudiantes
Puertorriqueños en España”, nacida en Rio
Piedras, Puerto Rico, acordó nombrar a
Eduardo Santos Elola, representante a todos
los
efectos
para
España
mediante
203
- 204 -
documento oficial ante notario, firmado por
el vicepresidente de la entidad y el mismo
notario, Don Bienvenido Rodriguez Mundo y
D. Alfredo Álvarez respectivamente. Desde
el primer ida que recibimos la grata noticia,
comenzamos a hacer gestiones de
representación
ante
las
autoridades
españolas del momento. El primer contacto
se establece con Pío Cabanillas, por
entonces Subsecretario de: “Información y
Turismo”, quien contestó con una carta, el
día 9 de Agosto del que destaco su frase:
“Con
mucho
gusto,
procuraremos
atenderles en aquellas peticiones concretas
que nos soliciten. Firmado: Pío Cabanillas...”
En la asociación, entidad, no lucrativa
oficialmente, había un español, Gonzalo,
afincado en Puerto Rico, quien se
encargaba de organizar los vuelos a
España con compañías aéreas de vuelos
Chárter. Era el típico negociante de dinero
rápido que lo había hecho todo en la vida,
desde
taxista
y
camarero
hasta
empresario, tenía muy pocos escrúpulos
personales, y siempre estaba dispuesto a
ganar dólares y pesetas a toda costa.
Remitiéndome a informe de personas que
lo conocían muy de cerca tuvo negocios
en Nueva York., Clubes nocturnos. Además
mantenía contactos con la mafia. Casi el
millar de puertorriqueños que vinieron a
Madrid, en tres meses
escasos, se
presentó como un negocio muy lucrativo
para Gonzalo en complicidad con otras
personas. Para los muchachos, a pesar de
que su moneda oficial era el dólar
americano, era un sacrificio económico
importante el venir a España, máxime
cuando a muchos de ellos se les suministró
información falsa respecto al nivel de vida
español. Se les decía que podían vivir con
10 dólares durante un mes, que todo
estaba muy barato, unas 700 pesetas de la
204
- 205 -
época.
Los
problemas
por
la,
desorganización aérea eran continuos.
Nosotros no solo finalizábamos la labor al
legalizarles su situación en España, si no
que también éramos asilo residencial y,
supuesto afectivo y moral. Venían a la
Madre Patria con unas costumbres
familiares iguales a las nuestras, una
fuerte
cultura
isleña—caribeña,
y
española............
Los meses de septiembre y de Octubre,
coincidiendo con el año universitario,
llegarían
los
primeros
solicitantes
borinqueños para la matriculación y
convalidación, con muy buenos resultados
para ellos. El 1 de Diciembre Don
Bienvenido Rodriguez Mundo, en una carta
llena de gratitud, reconoce la labor, que no
había hecho nada más que comenzar y
que en tan corto espacio de tiempo, desde
el nombramiento de la Representación,
produjo buenos y notables resultados. En
esa carta se nos encomendaba a Dios para
la consecución de, los fines marcados. No
pude conocer en profundidad a este
hombre por la juventud de mi edad, pero
de él permanece un recuerdo muy grato,
creyente y bonachón, y muy amable y
servidor. A lo largo del año siguiente,
coincidiendo con nuestro traslado a la Calle
Galileo y el alquiler de un despacho en la
popular y céntrica calle de Desengaño, la
avalancha fue creciendo. Entre los meses
de Mayo y Noviembre de ese ya lejano año
de 1970, venían a la Calle Desengaño,
decenas, incluso centenares de jóvenes
puertorriqueños. Se trabajaba a destajo, y
sin medios. La “Asociación” había llegado a
un compromiso formal con mi padre para
abonarle
una
comisión
económica
mensual, y facilitarle algunos medios
prácticos, con el fin de facilitarle su
205
- 206 -
trabajo. Aquellas promesas, realizadas en
firme, no se estaban cumpliendo. Yo, por
ese entonces era muy pequeño, pero mis
padres y hermanos, formaron una piña
unida. Los gastos del alquiler de la oficina,
los muebles, el teléfono y la luz, corrieron
a cuenta de papá. Dos máquinas de
escribir, y una voluntad de hierro, fueron
los unicos medios que mi padre puso por
delante. Los muchachos comenzaron a
venir a España con una imagen del pais
muy equivocada. Hubo uno que al parecer
le habían dicho que se tenía que traer
desde la Isla, cuanto papel higienico
pudiera por que aquí “no se usaba o se
desconocía”. Al llegar a casa, pues se
quedó a dormir unos dias, nos comentó, la
enorme carcajada del policía español en la
aduana del Aeropuerto de Barajas, al abrir
la maleta y encontrarse con semejante
contenido, rellenando todo su interior, y
con la particularidad que era un papel
higienico con olor a rosas. Parece ser que
el policía comentó a risotada limpia con
otro compañero suyo, que:
­ “Hay quienes trafican con drogas y otros
pretenden hacerlo con papel higienico”.
Otros, eran enviados a España con 40
dólares solamente, creyendo que con ese
dinero podían vivir con holgura durante
tres o cuatro meses. Recuerdo muy bien
que en esos años el dólar equivalía a 65 ó
68 pesetas del momento. Muchos mas,
llegaban con lo puesto y una maleta mas
bien llena de necesidades que de
abundancia. Muchos eran apiñados en
cuartuchos de alquileres baratos, en
condiciones infrahumanas, teniendo que
compartir algunos la misma cama. El
problema mas grave surgía cuando desde
la “Asociación” allá en la Isla, no se les
informaba de forma conveniente sobre las
matriculaciones en las universidades
206
- 207 -
españolas, las fechas para realizarlas, y los
documentos necesarios que debían tener
ya previstos desde Puerto Rico. Hubo en
aquel año, algunas modificaciones por
parte del Ministerio de Educación y Ciencia
de España, competente en el tema, sobre
las fechas para las matrículas a todos los
estudiantes, extranjeros y españoles, del
que nunca se informó al estudiantado
borícua allí, por que el caso, era
aprovechar la afluencia masiva de jóvenes
que querían venir a España a estudiar,
fuera como fuese, llenar los aviones de
tipo “vuelos charter” de forma masiva,
cobrándoles a los muchachos precios
abusivos, y enviarlos para nuestro país con
“cuatro dólares”, en el bolsillo y un montón
de mentiras sobre España, por parte de
Gonzalo, organizador de dichos vuelos.
Papá, se encontró ante una situación
dramática.
No
solamente
era
el
representante para España de dicha
entidad, sino que con medios humanos y
materiales mas que exigüos, tuvo que
actuar con esa masa humana, no solo
como un eficaz gestor, sino también como
un padre, entrando con el paso de los
meses, en una extraordinaria y dificil
situación de conciencia que rápidamente
resolvió pese a los enormes problemas que
ello le acarreó: o entrar como parte activa
en el juego sucio de los maleantes de
turno, que se estaban aprovechando de
aquellos jóvenes y de sus familias,
teniendo la posibilidad con ello de ganar
muchos dólares en una España que
comenzaba a salir del sueño económico, o
situarse al lado de los mas necesitados
enfrentándose a quienes les manipulaban
trágicamente, sabiendo que incluso podría
poner en riesgo su propia seguridad y la
nuestra. El problema se planteaba de la
siguiente manera, la Asociación, como tal
207
- 208 -
estaba legalmente constituida, y formada
en su dirección por personas de gran
prestigio personal
y social, totalmente
honestas. La mayoría de sus componentes,
eran, de igual manera, miembros limpios
en su integridad moral, pero en el interior
del organismo, había un sector, que no
respondía nada mas que a sus propios
intereses lucrativos, y que llegaron a
infestarlo todo hasta el punto que su poder
interno fue enorme, dirigidos por los mal
sanos intereses de un mafioso de origen
español, Blanco, conocido en Puerto Rico
y en Nueva York por ciertos negocios de
muy dudosa bondad moral. Mi padre, abrió
nuestra casa de par en par, no solo a los
estudiantes, sino a sus familias. Recuerdo
el
pensó caso de Anthony, paciente
epiléptico, que cuando llegó a Madrid, traía
una chaqueta de un tallaje inferior al suyo,
pantalones largos que quedaban por
encima del tobillo como 20 centímetros,
unos zapatos que parecían mas bien
zapatillas.
Una
camisa
a
cuadros
desabotonada, y con tan mala fortuna,
había perdido, en el aeropuerto, su maleta
con toda la documentación, el poco dinero
y aun mas escasa ropa personal, incluidas
sus medicinas necesarias. En su bolsillo
tenía la dirección de mi casa, unas cuantas
pastillas para controlar sus ataques, y par
de dólares. Nada más. Mamá no podía
permitir
semejante
desaguisado
e
inmediatamente, le preparó todo de forma
completamente gratuita, habitación, ropa,
cuarto de baño y cuanta ayuda precisara,
no solo para ese día sino todo el tiempo
que fuera necesario.
Mi padre, sin
acobardarse, asumió todas y cada una de
las responsabilidades emanadas de su
“cargo”, sino aquellas que se producían
como gestor en las matriculaciones de
diversas universidades españolas y del
208
- 209 -
Ministerio de Educación de la época y esas
que
surgirian
como
eventuales
de
situaciones
personales
y
familiares
adversas por parte de los recien llegados a
España.
La
llegada
de
tantos
jóvenes
puertorriqueños a España para estudiar en
las universidades, fue motivada por una
circunstancia muy concreta, para muchos
de ellos: la guerra de Vietnam. En esos
años
EEUU,
había
decretado
la
obligatoriedad del Servicio Militar, por que
estaba inmerso en una de las guerras más
crueles que ha conocido Norteamérica, en
el sudeste asiático. Puerto Rico tiene un
tratado de libre asociación con el gigante
americano, y por eso le afectaba, al igual
que cualquier otro estado, dicha prestación
militar. Mi hogar no conocía la diferencia
horaria, por que muchas veces, siendo en
Madrid, de madrugada, o media noche,
sonaba el teléfono. Alguien llamaba desde
la Isla con urgencia.
Martin, un muchacho que había terminado
en Puerto Rico todos sus estudios básicos
y necesarios, tenía que presentarse para ir
a prestar su servicio en Vietnam. Solo
podría librarse si podia demostrar que
estaba matriculado en alguna universidad
española. Realizó los trámites necesarios
para tal efecto, pero aunque desconozco
por qué sucedió así, el plazo de
presentación,
de
los
documentos
justificativos ante las autoridades militares
se estaba agotando dramáticamente. Se
informó de que iría a formar parte de un
destacamento de los Marines USA, que ya
se había batido en uno de los frentes de
guerra más crueles, y que precisamente
allí cayeron muchos puertorriqueños. Sus
gestiones estaban siendo inútiles, por que
parece ser que los encargados de
realizarlas no supieron hacerlo a tiempo
209
- 210 -
desde Puerto Rico. A la desesperada,
estaba dispuesto a todo. El quería vivir, y
no terminar sus dias en el interior de una
caja de madera, ya cadáver con un par de
balas en el corazón o con su cuerpo
destrozado por una bomba portada en el
cinturón de un niño vietnamita enviado por
el “vietcom”, hasta el coche militar
americano para ir a recoger un pan para
comer.
Era las tres de la madrugada, todos
dormíamos plácidamente, cuando, sonó el
timbre telefónico. Papá, que había estado
trabajando hasta las doce de la noche,
redactando documentos para su posterior
tramitación, estaba agotado, pero con
rapidez se despertó. Mi madre también lo
hizo, por que se daba cuenta que el tema
era muy delicado, disponiéndose en la
preparación de un café caliente, que
pudiera
ayudarlo
para
mantenerse
despierto. Bostezando, en pijama, en
zapatillas, y aún protestando, atendería
esa llamada urgente:
­¿Don Eduardo Santos Elola?­
­Si, ¿quién es?­
­Me llamo Martín Maldonado García,
perdóneme que le moleste, pero es que
necesito su ayuda de forma urgente­
­Dime, cuéntame qué es lo que te pasa­
­Don Eduardo, deseo estudiar en España lo
antes posible, y he entregado toda mi
documentación en las oficinas que hay en
Puerto Rico, pero me dan excusas de un
tipo y de otro, y no recibo contestación
ninguna, y lo malo de esto es que el plazo se
me agota ya en estos dias, y si no presento
con suma urgencia mi matricula en España,
las autoridades militares norteamericanas
me llevan a Vietnam. Por favor, ayúdeme,
es muy urgente, es usted mi única salida,
pues deseo estudiar allá lo antes posible,
matriculándome en Filosofía y Letras­
210
- 211 -
­Pero, ¿has entregado todo ya?­
­Todo­
­¿A quien?­
­A los que tramitan los viajes de estudiantes
a España­
­¿Qué tiempo hace de eso?
­Varios meses­
­¿Qué te han dicho?
­Muchas excusas, pero nunca veo el
justificante de la matricula­
­No lo ves, por que el que tiene que
gestiornar las matriculas soy yo, no son ellos.
Te han dado excusas por que no han hecho
nada, simplemente. Ahora, vamos a hacer
una cosa, dame todos tus datos, y mañana
mismo envíame por vía urgente tus
documentos, directamente. ¿Qué día se
agota por completo el plazo que te han
dado?­
­Creo que en 20 dias­
­Envíamelo todo con urgencia. ¿Sabes sí
algún conocido de confianza viene a
España?
­Sí, un amigo mío de la infancia, sale en
mañana en un vuelo para Madrid­
­¿Podría traerlo todo él?
­¡Si!
­Pues entrégaselo ya mismo, y en cuanto
llegue que me visite y me dé todo­
­Por
favor
ayúdeme,
pues
estoy
desesperado, por favor, por favor,¡ por
favor!­
­No te preocupes, que yo ahora mismo voy
a hacer varias gestiones por teléfono. Dime,
tu nombre completo, dirección y todos los
datos que tengas, lo demás déjalo en
manos de Dios y en las mías, aunque no me
pueda ir a dormir de nuevo. Prometo
ayudarte en lo que pueda­
Después de facilitar toda la información, se
oyó al otro lado del Atlántico un llanto de
hombre, con solicitudes de disculpas y
perdones, por las molestias causadas a
211
- 212 -
esas horas nocturnas españolas. Papá,
dejó de hablar con él para marcar un
número internacional, estaba llamando
directamente a un teléfono puertorriqueño,
a alguien relacionado con el Gobierno de la
Isla, con el objeto de exponerle con detalle
la situación creada para intentar encontrar
allí, algún tipo de ayuda estrictamente
legal, siempre dentro del margen de la ley,
procurando no mencionar el miedo de este
muchacho
para
cumplir
con
sus
obligaciones militares correspondientes
eludiendo en todo instante ese detalle, sin
mencionarlo. Era un alarde de diplomacia,
sin mentir. Hora y media después, volvió a
la cama, dejando el café enfriarse en la
taza. A primera hora de la mañana,
aprovechando que ese día no tenía que ir a
la compañía de seguros, se fue
a la
Embajada de los EEUU, por si algo se
podría hacer, realizando allí un mayor
esfuerzo personal. En todo momento,
contaba con algo a favor suyo, y era la
excelente opinión que tenía el Excmo. Sr.
Embajador y su equipo de la figura y
persona de mi padre. Tras exponer con
todo lujo de detalles el deseo urgente de
este muchacho de estudiar aquí, le
pidieron algún tipo de información que
aclarara que al menos estaba en trámite
su documentación. ¿Qué podría decir él,
que fuera cierto?, rápidamente respondió
que, después de recordar que los
documentos, habían sido entregados para
tal efecto en P.R. y que además estaban de
camino a España, respondió con seguridad
que efectivamente, se estaban tramitando
a todos los efectos, y que el justificante se
lo mostraría en un par de dias. Era un
hombre de confianza, y solo les valió su
palabra. Esperaron a que papá cumpliera
con lo dicho, en dos dias tenían que ver el
documento acreditativo. Ahora, quien se
212
- 213 -
quedaba en una situación de exclusiva
confianza en Dios, era mi padre. Si el
puertorriqueño
que
venía,
no
se
presentaba, se jugaba el todo por el todo,
conociendo
cómo
funcionaba
la
administración en la Embajada de los
EEUU en Madrid. De no hacerlo, surgirían
dos circunstancias: se quebraría su
reputación, y el futuro de este joven
solicitante. Esperó y confió en Dios. Por la
noche, llamaron a casa desde Barajas, un
joven con documentos personales y
ajenos. Dos horas después, a las diez de la
noche, toda la documentación estaba ya
en sus manos. Al oto día, pidió un permiso
especial en la compañía de seguros, y se
fue
urgentemente
al
Ministerio
de
Educación y a la Facultad de Filosofía en
Madrid. Hubo suerte, pues el plazo de
solicitud de matriculación se acababa ya
en esos días. Lo consiguió. Después
dirigiría sus pasos con un taxi, a la
Embajada, y antes de terminar la mañana,
entregaba el justificante acreditativo, justo
en el instante en el que se cerraba la
atención al público.
­Es usted un hombre de palabra, pero no
era necesario que nos lo entregara tan
rápido, nos bastaban unos dias, mas, pues
con lo que nos dijo, nos bastaba de
momento­ Le comentaron en la secretaría
del embajador.
­Yo cumplo lo que prometo, o al menos
lucho para conseguirlo hasta el final, está en
juego mi reputación personal­
Esa misma tarde Martín volvió a llamar
aun mas desesperado que en la anterior
ocasión, pero su clamor se volvería en
alegría cuando se le informó con todo lujo
de detalles, de todo lo acontecido. Varios
dias después ya estaba en Madrid, en
casa, abrazándonos, una y otra vez,
convertido en un mar de gratitud. Aquí se
213
- 214 -
matriculó y pudo terminar su carrera
universitaria, regresando a su país. Nunca
tuvo que contar sus hijos los horrores de
un Vietnam aterido de miedo, y destrozado
por las bombas o el napalm de uno y otro
contendiente.
La
situación
se
estaba
haciendo
insostenible con el paso de los meses. En
casa se trabajaba a destajo, colocando por
delante, a las agravadas situaciones de
aquellos chicos que llenos de ilusiones
venían para hacerse un porvenir seguro a
su regreso. Eran, pues, muchos, los
problemas que de continuo surgían. Mi
casa se llenó del acento puertorriqueño a
todas horas. Nos traían regalos, souvenir,
obsequios diversos desde lejos, artesanía
popular, banderas, abundantes fotografías.
Han pasado más de treinta años, y aun
quedan en casa algunos de ellos. El
comedor parecía una mini embajada,
cuando extendíamos sobre la mesa esos
pequeños objetos de aire borinqueño. El
mar del Caribe y la Fortaleza del Viejo San
Juan llegaron a ser tan comunes para mí,
que han quedado asimilados a lo mejor de
mis recuerdos juveniles. A veces me
imaginaba a mi mismo, sentado en las
playas de la Isla, al amparo de las grandes
palmeras, acariciando las suaves arenas
mientras veía el sol del ocaso al atardecer,
lanzando flechas de colores por todo el
cielo. Fui un soñador.
Los vuelos “Chárter” no cesaban, y las
protestas de papá aumentaban en
intensidad.
La
administración
no
funcionaba y las carencias eran enormes.
Enviaba cartas a la dirección una y otra
vez, reclamando que desde allí se hiciera
algo para remediar el caos organizador.
Los dos primeros presidentes de la
Asociación, aun siendo personas de
214
- 215 -
probada honradez personal y pública, no
pudieron hacer nada ante las presiones de
ese sector liderados por el español, por
que acabaron por imponerse a la mayoría.
En Madrid, sabíamos que todo eso era un
autentico desastre, y motivado por la total
falta de apoyo que papá tenía desde la
Asociación, se sintió tan solo que por las
noches, oraba a Dios, aun sin conocerle
totalmente, pidiendo ayuda espiritual. No
estaba dispuesto a seguir representando a
un organismo así, influenciado por algunas
personas que querían hacer pingues
negocios a costa de los estudiantes. Con
un largo informe, detallando todos los
aspectos de su denuncia pública de los
despropósitos cometidos una y otra vez
allí, y explicando punto por punto todo
cuanto había hecho a favor de los
estudiantes, las reclamaciones constantes,
la lucha por lo que era realmente justo,
presentó su irrevocable dimisión a todos
los efectos, para lo cual, presentaría a su
vez, un informe lleno de cartas oficiales
hacia su persona por parte de las
autoridades españolas. Esas misivas, no le
fueron enviadas por que él las solicitara
como documento acreditativo de su honor,
sí no que ya las tenía en su poder, desde el
comienzo de su trabajo en Madrid. Altos
cargos del Ministerio de Educación y
Ciencia, incluido del mismo Ministro,
Secretarios y subsecretarios de distintas y
diferentes secciones, habían respondido,
por su buen hacer, incluyendo las del
Embajador de los EEUU. Siendo como era
un defensor de la democracia, y que en su
juventud había estado al lado de la
República,
para
poder
resolver
favorablemente la situación de numerosos
estudiantes, que vinieron equivocados y
desinformados desde Puerto Rico, y en una
fecha errónea para las matriculaciones en
215
- 216 -
España, no tuvo ningún inconveniente en
solicitar una resolución para ellos al
mismísimo Franco, y lo hizo con toda
suerte de detalles, gestión que dio sus
buenos resultados. Si ello no hubiera sido
así, numerosos
muchachos hubieran
tenido que regresar a la Isla, con el
quebranto económico familiar que ello
suponía y la pérdida lamentable de un año
completo de sus estudios. La pugna fue tal
que
comenzó
a
recibir
presiones
indeseables, y problemas de todo tipo.
Recuerdo que llegó a sentirse amenazado,
sin embargo buena parte del estudiantado
borícua se volcó en su favor. Presiones de
todo tipo, amenazas solapadas, chantajes,
intentos de compra y de denuncias
correrían hacia su persona. Con el paso del
tiempo llegó a confesarme que sintió
miedo, pero que algo le decía, que siguiera
adelante.
­Lola, no voy a ceder ni un palmo, por que
lo que es justo, es justo­ Le decía a mi madre
por las noches.
La dirección de la Asociación en Puerto
Rico cambió a favor del sector más
contrario a mi padre. En una asamblea
dirigida por ellos, le “dieron de baja”,
después de que el presentara oficialmente
su dimisión, ante la anterior dirección
como se hizo costar en actas. ¡Inaudito e
inaceptable!. El estado de cosas era
dramático para él y las mejoras para los
estudiantes jamás se produjeron. Todas
sus propuestas, fueron archivadas y
anuladas, intentó por todos los medios el
diálogo desde España y por escrito, con
ellos pero en ningún momento se le
permitió hacerlo. Ante ese cúmulo de
circunstancias, decidió defenderse ante la
opinión pública de la Isla, enviando uno y
otro informe con todo lujo de detalles, y
allí obtuvo la total confianza de las
216
- 217 -
autoridades políticas del momento, así
como de altos cargos de la función pública
puertorriqueña.
Su salud comenzaba a presentar algunos
problemas, pero él seguía adelante,
ayudando a cuanto estudiante se lo
pidiera, sin coste alguno. Hacía tiempo que
había dejado de ser representante de esa
organización de forma voluntaria, pero
proseguía con su labor en ese humilde
despacho de la calle Desengaño y en el de
nuestra casa.
Adalberto, llamó una de esas mañanas,
estaba muy alterado, con un verdadero
ataque de furia contra papá. Había tenido
contacto con él, pues estuvo destinado en
Honduras, y tras dejar el ejército
norteamericano,
empeñó todos sus
ahorros para venir a estudiar a España.
Había enviado todo su expediente a una
oficina que la Asociación abrió por su
cuenta en Madrid, tras la decisión que mi
padre tomó por su dimisión y en pleno
enfrentamiento. Cuando vino a Madrid, lo
hizo con la esperanza de que ya estaba
matriculado, y cual sería su sorpresa al
enterarse que no lo estaba, y que sus
documentos, ni siquiera habían sido
revisados para proseguir con el proceso de
matriculación. Se había quedado sin
dinero, y en 24 horas, de no resolverse la
situación tendría que regresar a la Isla.
Algún personaje mal intencionado, le dijo
que los documentos, obraban en poder de
Santos Elola, y que era a él a quien tenía
que amenazar, gritar, o algo peor. Se
presentó en casa, con una actitud
desafiante y grotesca. Era tanto el daño
que recibió que estaba fuera de sí. Papá lo
recibió en su despacho y me dijo que les
dejara solos a los dos, como así hice. Los
puñetazos en la mesa, dados por Adalberto
eran continuos. Mi padre, seguramente con
217
- 218 -
temblor en las piernas, logró apaciguarlo,
poco a poco, con su buen hacer, hasta que
pudo informarle que su expediente, estaba
en poder de la oficina que la Asociación
tenia en Madrid, y le demostró que así
era,con informaciones claras y concisas,
puntuales y determinadas. Mamá entró en
ese momento, con dos cafés y unas
pastas, precisamente en el instante en el
que el joven iracundo se desmoronó entre
lágrimas por todo lo que le había hecho
pasar el español Gonzalo, y la enorme
cantidad de mentiras que le hizo creer, sin
contar con la perdida total de sus ahorros.
Toda una tarde fue necesaria para aclarar
de manera concisa la situación real del
muchacho. Papá se comprometió a
intervenir a favor de su caso. Sin embargo
la ira, de nuevo apareció en su mente.
Mirando fijamente a mis padres, exclamó
de pronto:
­Don Eduardo, juro que voy a matar
mañana mismo a Gonzalo­
Su determinación era tan grande, que
papá sin dudarlo, sacó de su biblioteca la
Biblia que solía leer de vez en cuando, y
que hoy forma parte de mi colección
privada de Biblias, se la puso delante, le
asió su mano derecha, obligándole a
ponerla encima del sagrado libro y con
mas determinación que la que tenía
Adalberto, le ordenó mediante súplicas:
­Esta es la Palabra de Dios, por ella, me vas
a prometer en este mismo instante, que no
vas a hacer nada de lo que dices contra
Gonzalo ni contra nadie, y que vas a
perdonarlo todo. ¡Prométemelo, o no sales
de mi casa, hasta que lo prometas de todo
corazón!­
Bajó su mirada, y de nuevo las lágrimas
volvieron a caer por sus mejillas.
­Lo prometo, Don Eduardo, lo prometo, ¡por
la Santa Biblia!­
218
- 219 -
Allí mismo, los dos sellaron su amistad con
un abrazo. Y su situación, dias después
quedaría resuelta.
Hasta el momento nunca había oído nada
sobre la droga. En esa época estábamos
muy lejos aún de ese grave problema que
hoy azota a la humanidad. Mi infancia,
estaba trascurriendo como en una burbuja,
quizá por que a esa maquiavélica mano
negra destructora le faltaban aún algunos
años para llegar a nuestra sociedad,
instalándose finalmente entre nosotros,
para destruir decenas de miles de vidas.
Aún así, me fui dando cuenta, en virtud
de ciertos comportamientos que tenían
algunos jóvenes borícuas, de lo destructivo
que puede llegar a ser consumidor de
sustancias perjudiciales. Era cierto que
nunca ví a ninguno de ellos usar esos
productos, pero había algo muy sutil, que
podría pasar desapercibido a ojos de
cualquier persona, pero que, pese a mi
edad, yo iba sospechando. Sospechas que
papá y mamá tenían, y que ellos con su
gran prudencia, me fueron confirmando.
Entre tanta masa de gente era imposible
evitar que algunos vinieran fuera de tono.
Con los que eran amigos abordábamos
esos temas, de esa manera, obtuve
información de lo que ya entonces se
estaba convirtiendo en una seria amenaza
para
la
juventud
puertorriqueña
y
norteamericana. Eran los años del LSD,
relacionado
directamente
con
el
“Movimiento hippie” con su “haz el amor,
no la guerra” y su manera alternativa de
vida. Me contaban historias de amigos
suyos que acabaron con sus huesos en la
cárcel o en la tumba. Aquello me hizo ser
precavido. A pesar de ello, los múltiples
problemas con los que se estaba
encontrando mi padre, iban a ir en
aumento progresivo. Papá tenía varios
219
- 220 -
frentes: la lucha contra los abusos de
Gonzalo, los agobiantes papeleos de los
jóvenes, las circunstancias personales de
algunos, las presiones de ciertos sectores
mal interesados; a todos ellos se iban a
unir algunos mas, uno de ellos, el
incipiente consumo de drogas que unos
pocos desaprensivos decían traer para su
“uso personal” a España, aprovechádose
de su calidad de estudiantes. Quizá por
temor a la Dictadura de Franco, no decían
nada, y es más, nosotros nunca supimos
quienes eran los que en sus maletas no
solo traían libros, y ropa de uso diario,
pero aquellos que en verdad formaron
parte de nuestro núcleo de amigos de
confianza, nos advertían del peligro que
estábamos corriendo. Desde el balcón de
nuestra
casa,
veíamos
a
alguien
inquietante y misterioso que se sentaba en
frente de nuestro portal con el mismo
periódico
de
siempre.
Un
español
silencioso, a quien nadie conocía en todo el
barrio.
­Mamá ¿Quién es ese hombre?­
­Creemos que uno de la “policía secreta”­
Decir eso, era echarse a temblar de miedo,
pues el régimen
político anterior,
la
represión era brutal.Cualquier persona que
cayera bajo sospecha, carecía de todas las
garantías democráticas, simplemente por
que éstas no existían. Al parecer algún
extranjero de los que venían a traves
nuestra, o estaban consumiendo o traían
en su equipaje pequeñas cantidades, y
¡claro está!, las investigaciones policiales
averiguaban nuestra dirección. Algo más
se dejaba ver ya: la enfermedad, que papá
sufrió después y que le llevaría a conseguir
la baja anticipada de su puesto de trabajo.
Nunca lo he sabido, pero estoy seguro que
ese mal, con depresiones incluidas fue el
resultado de su lucha personal en esos
220
- 221 -
años. No estaba dispuesto a dejarse llevar,
no doblaría sus rodillas ante nada y ante
nadie, solo ante Dios. Creía en lo que
estaba haciendo y lo haría hasta el final.
Se propuso dejar este trabajo poco a poco,
ya que quería mantener la unidad de la
familia y librar a sus hijos de esos
problemas, pero antes de hacerlo se sentía
con el deber de dar solución a todos los
asuntos, y por supuesto, al hacerlo dejar
bien alto su pabellón personal de honor y
dignidad.
Recuerdo ese día, que en la mesa, antes
de comer nos dijo a todos:
­No estoy dispuesto a seguir tolerando este
tipo de cosas, y le he pedido a Dios ayuda.
He ido con todos las cartas que tengo del
Ministro,
y
de
otras
autoriddes,
respaldándome, y me he ido a hablar con el
Comisario de Policía, pues sé que nos han
sometido a vigilancia, le he hablado con
franqueza, de cual es mi labor en realidad, y
que no tengo nada que ver con esos
sinvergüenzas que han venido, la verdad es
que estoy muy cansado de todo, y bastante
preocupado, pues ya conocemos a ésta
policía­
­¿Cómo te han tratado?­Le preguntó mi
hermano Eduardo.
­Bueno, digamos que bien. He de reconocer
que éste Comisario ha sido estado muy
tratable conmigo­
Desde ese día el misterioso del periódico
ya no estaba. Pasaron dos meses después,
creyendo
que
esa
presión
había
desaparecido, y no fue así. Algo notó en la
línea telefónica: ruidos extraños, cruces de
línea, bajadas de tono. Sospechó que nos
estaban controlando el teléfono. De nuevo
se dirigió a ver al Comisario, pero quien le
atendió
fue
otro.
Resultando
una
conversación desagradable, amenazadora,
y con mucha agresividad verbal hacia él.
221
- 222 -
A pesar de todo, pudo salir airoso de la
situación demostrando su total inocencia y
la limpieza de su labor. No obstante,
apellido “Elola”, pesaba aun mucho, pues
era pariente lejano de un antiguo ministro
del general
Franco. Ante la verborrea
amenazante y sumamente grosera de ese
miembro de la policía, papá pudo mal que
bien usar la suya, recurriendo a esos lazos
familiares con Don José Antonio Elola­
Olasso, y de la misma forma, nombrando a
altos generales del Ejército con los que
estaba emparentado, y recurriendo en
todo momento a su prestigio personal en
la Compañía de Seguros. De igual manera,
pudo recurrir a su correspondencia con
altos cargos de la Administración y del
Gobierno de España. El, quien siempre se
había mantenido en una discreta oposición
al gobierno franquista, se guardaba para sí
su ideología, sí el fin último era bueno, no
tanto para su familia sino para aquellos
muchachos que procedían de América.
Los problemas no iban a terminar allí por
que un ciudadano acaudalado, alcalde de
una villa importante
de Puerto
Rico,
tenía demasiados intereses para que su
“niño” estudiara en España, para lo cual, a
cualquier precio, sin respetar las normas
establecidas aquí. Era de los que estaban
convencidos de que “todo el mundo tiene
un precio”, que se mueve a base de dinero.
El chico, al igual de todos los que habían
venido ese mes con él estaba teniendo
importantes problemas para matricularse
por la mala gestión de la asociación. Como
mi padre tenía que tratar problema por
problema, uno por uno, no era amante de
hacer excepciones, pues había casos
mucho mas graves que el de ese joven que
se mal sentaba con las piernas abiertas, y
tratándonos a todo con unas confianzas
que no se le habían concedido nunca.
222
- 223 -
Incluso en una ocasión, de esa guisa, miró
a la lámpara central que habíamos
instalado, aquella que me pudo causar la
muerte por electrocución, que por demás
era bastante sencilla y humilde, y que me
ha durado hasta hace muy poco tiempo,
par
preguntarle
a
mi
madre
lacónicamente:
­Doña Lola, ¿esa lámpara la han comprado
con los dólares que están ganando?­
La fulminante respuesta materna, no
tardó:
­¿A ti que te importa?, ¡será con lo que tu
has pagado! ¿No?­
EL joven se quedó paralizado, por que era
verdad que papá tenía una tarifa oficial
para hacer las gestiones, pero era mucho
mas cierto, que la mayoría no pagaban
nunca, y menos ese hijo de poderoso
alcalde, padre de la impertinencia.
Un
hombre
chiquito
de
estatura,
pantalones enormes, chaqueta de color
claro, camisa sin corbata, y un sombrero
estilo “años 40”, lanzó, con mucho desdén,
sobre la mesa de despacho de mi padre,
un apelotonado grupo de billetes de
dólares. Cada billete, era una bola de
papel, algunos cayeron rodando al suelo,
otros se esparcieron a lo largo del tablero.
Mamá, presente en esa “interesante”
conversación creía que iba a estallar de
rabia. Papá miró con una mezcla de ironía
y malhumor.
­¿Qué es eso?­ Preguntó al desafortunado.
­¿No lo sabe usted, Don Eduardo?, son 500
dólares para usted­
La situación económica en casa era
normal, pero siempre existían muchas
necesidades para cubrir, pero la conciencia
está por encima de todo.
­Así podrá usted­continuó el diablo con su
tentación­ pagarle al Secretario del
Ministerio de Educación una buena cena,
223
- 224 -
para que mi hijo pueda ser matriculado ya,
el resto es para usted, y no el oculto que
habrá mas en el futuro­
­Le voy a rogar que me haga el favor, de
retirar ese dinero ¡ahora mismo!, no quiero
verlo. Le digo dos cosas, su hijo será
matriculado a su tiempo, al igual que los
demás, y sí no puede estudiar pues se lo
lleva usted de vuelta a nuestra común tierra
natal, y en segundo lugar, tenga usted claro
que a mi no me hace falta pagar ninguna
cena a nadie, ya que la persona que usted
ha citado, es un gran amigo mío, persona
muy honesta, con el que me veo cuando
me da la gana. No necesito su dinero, solo
he de llamarlo ahora mismo, y sé que su
chaval tendrá seguramente prioridad, pero
le añado que no lo voy a hacer, por que
hay otros que lo necesitan mucho mas que
su hijo­ Tras una pausa tensa de algunos
segundos con silencio total, añadió­ Si sigue
usted en esa postura le voy a rogar que por
favor se marche de mi despacho, le brindo
pues la oportunidad de cambiar en este
momento conmigo, o sin o lo hace, por
favor márchese ahora mismo­
Era difícil ver mi padre enfadado, pero en
esa ocasión lo estaba y mucho, mostrando
su disgusto de manera fría, calculadora,
midiendo sus palabras una por una, y
sabiendo que eran flechas directas a la
mente de su tentador contertulio, de
pantalones grandes. El alcalde dibujó como
pudo una maliciosa y diplomática sonrisa
de circunstancias, y tras la invitación que
papá le hizo de cambio, lo hizo al menos
en apariencia.
­Por favor no se enfade Eduardo, es que es
mi manera de hacer las cosas, le pido
disculpas, no era mi intención dañar su
honestidad, pero por favor haga lo que
pueda por mi hijo, pues me está dando
muchos problemas. Usted es padre, también
224
- 225 -
y
podrá
hacerse
cargo
de
mi
preocupación­
­Es “su manera de hacer las cosas” ¿no?,
pues la mía no esa sí; ¿molestarme?, sí, lo ha
hecho, pero disculpado está. No se
preocupe, pues atenderé el caso de su hijo
en su momento justo, y cuando lo haga, le
doy mi palabra que haré todo lo que esté
en mi mano, pero a mi manera, y que no se
le ocurra a usted volver a ofrecerme dinero
ni ayuda, ni nada que se le parezca. Es más,
no le voy a cobrar nada por la gestión, pero
no quiero mas favoritismos.¿Está claro?­
El político visiblemente molesto, intentó
guardar las buenas maneras.
­Mañana he de regresar a Puerto Rico, Don
Eduardo, dejo el caso de mi hijo en sus
manos­
­Que tenga usted un buen viaje­ Diría mi
madre con cierta alegría al oír sobre el
viaje de regreso
Los dos hombres se levantaron. Papá le
acompañó hasta la puerta, allí mismo el
puertorriqueño se volvería una vez mas
para un último “adiós”.
­Francamente, Santos, no he visto a nadie
como ustedes­
Como en mi casa siempre se hablaba de
lo mismo, en una de los descansos,
contemplando la televisión, mis padres y
hermanos, pusieron “encima de la mesa”
ese detalle desafortunado, pero había una
noticia que todos desconocíamos, y que
nuestro padre, no quiso ocultarlo por mas
tiempo:
­Creo que Don Prudencio, se fue muy
molesto, ¡vaya sin vergüenza!. Me han
llegado noticias no muy buenas sobre este
señor, y he de deciros que a quien la ha
molestado más que a nadie ha sido al
“bueno” de Gonzalo, por que curiosamente
los dos son muy amigos, y el alcalde éste, le
ha ido con el cuento de lo sucedido. Me
225
- 226 -
llamó ayer por la tarde, que quiere venir a
hablar conmigo, aquí a casa­
­¿A casa? ¿aquí?,Eduardo, yo no lo quiero,
no quiero ver a ese mafioso en mi
hogar.¡Aquí no!­ Afirmó mi madre.
­Yo tampoco quiero, pero las circunstancias
me obligan, Lola, y prefiero que sea aquí,
por que en el despacho hay mucha gente
entrando y saliendo, y es precisamente allí
donde no quiero que le vean a él. Note
preocupes Lola, Dios está de mi parte,
confía en El, no va a pasar nada­
Yo fui quien abrió el portón de mi casa,
para dejar pasar a un corpulento de
vientre
abultado,
de
cara
ancha,
medianamente amable, que siempre
andaba con un maletín pegado a él, como
sí su madre lo hubiera traído al mundo así.
Gonzalo, me miró sonriente, y dándome
un amistoso y pequeño golpecillo en la
cara, me saludó:
­¿Tu eres Juan José, verdad? ¿El mas
pequeño de tus hermanos?­
­Si soy yo­
­¿Está tu papá?­
Antes de que yo fuera a contestarle con un
“sí”, mi padre, ya había salido a su
encuentro de manera muy efusiva.
­¡Hombre! Gonzalo, bienvenido a mi casa
¡es la primera vez que vienes! ¿Conoces a
mi esposa Lola?­
­Si ya he tenido el gusto de saludarla en más
de una ocasión­
­Deja que te invite a tomar algo mientras
hablamos­
En ese momento, mi madre, que se
encontraba preparando la cena para todos,
se asomó por la puerta de la cocina.
­Gonzalo, perdóname que no te salude,
pero es que me ¡encuentro en plena cena!­
­No te preocupes Lola, ¡os felicito por la
bonita casa que tenéis!­
226
- 227 -
­Lola, prepáranos algo para los dos, vamos
a trabajar en el despacho, ¿puedes
hacerlo?­
Mientras Gonzalo era entraba al despacho,
casi empujado por mi padre, mamá hacía
un gesto de molestia, mezclado con algo
de temor. Su marido, le contestaba en el
lenguaje de signos, que no se preocupara.
Yo me fui a estudiar a mi habitación pero
por primera vez tuve miedo de lo que
podría suceder. Había escuchado muchas
cosas extrañas
sobre ese hombre, e
incluso le vi un par de veces, no sé Si en
las reuniones de papá, o en la prensa
puertorriqueña que los estudiantes traían a
propósito para enseñársela a mi padre. Mi
madre, salía y entraba del despacho, las
veces que creía oportuno, con cualquier
escusa, y lejos de molestarse los dos
negociadores, terminó por participar unos
segundos,
antes
de
terminar
ese
encuentro, aportando dos cafés con sus
correspondientes galletas o dulces. Aun
así, estaba muy preocupada por la
conversación.
El hombre de la barriga oronda, se fué,
dos horas después, con un seco “¡Adiós!”,
casi sin despedirse de nadie. Pude respirar.
Al cerrar la puerta, mis padres se sentaron
en el comedor central, para comentar lo
sucedido.
­Lola, te confieso, que he pasado por un
momento difícil. Temía su visita por que
sabía a qué venía. Me ha estado
amenazando
a lo largo de toda la
conversación, pero le he dejado claro que
no voy a doblar rodillas ante nadie, y que
estoy dispuesto a luchar hasta el final con
todas mis fuerzas. Ha habido momentos en
la conversación realmente complicados,
pues he de confesarte que las rodillas me
temblaban, pero Dios me ha dado fuerzas.
No es justo lo que están haciendo entre
227
- 228 -
todos los que dirigen esa organización y
mucho menos, éste que está haciendo
tanto daño a los muchachos. No voy a
ceder ni un milímetro, me da igual, lucharé
hasta el final­
­Eduardo, ¡déjalo todo, no merece la pena,
y tenemos demasiados problemas en casa!­
­No, no voy a abandonar ahora, los
muchachos se merecen un respaldo y yo
voy
a
luchar
hasta
las
últimas
consecuencias. Abandonar ahora, sería
darles la razón y de cobardes. Aquí estoy, y
te digo una cosa, Gonzalo no es capaz de
hacerme nada, son todas bufonadas suyas­
­Eduardo ¿por qué haces esto?­ preguntó
mamá con voz cansada.
­Solo quiero hacer una cosa: justicia, y que
mis hijos estén orgullosos de su padre. No
podré dejarles muchas cosas en herencia,
pero al menos, les enseñaré el camino de la
rectitud y de la moral.­
Con el paso de los meses, la situación se
iría solucionando a favor nuestro, pero
para eso fue necesaria una lucha sin
cuartel. Resuelto a solucionar todos los
contenciosos que surgían, en una batalla
sin cuartel, pues se solucionaba un
problema, pero se acudían dos aun mas
difíciles, papá tomaría una decisión, para
acabar con todos esos desmanes e
injusticias: enviar toda la información a las
autoridades políticas de Puerto Rico, y a la
opinión
pública,
con
informes
excesivamente detallados, ajustándose a
la verdad mas escrupulosa, y así lo hizo.
Algunas noches, en una total soledad,
desde su corazón oraba al Cielo, pues
aunque su esposa conocía la mayor parte
de los detalles, había algunos que se
reservaba para no preocuparla, pues
nuestra situación personal se estaba
exponiendo a un gran peligro ya anunciado
por parte de sus oponentes. Nunca quiso
MI CORAZON
A TUS PIES:
Lo sé, Señor, sé
que todo esto,
está la luz de
oro que se filtra
por las hojas.
Éstas
nubes
indolentes que
cruzan
los
cielos,
esta
brisa suave que
me refresca la
frente…todo
esto no es mas
que tu amor
hacia mi,. La
luz
de
la
mañana,
ha
inundado
mis
ojos. Esto es tu
mensaje a mi
corazón.
Tu
rostro
se
inclina a mí
desde
tu
mansión
divina, tus ojos
miran a mis
ojos, y yo pongo
mi corazón a
tus pies….
Rabindranath
Tagore.
Gitanjali, 1959.
228
- 229 -
hacer daño a nadie, odiaba las revanchas,
no quería saber nada de venganzas, y en
todo momento, estaba dispuesto a abrir su
mano
pacificadora
a
quienes
le
presionaban, lo único que pedía era
justicia, solo justicia.
Pasaron los meses, el se fué alejando cada
vez mas de esa actividad pero recibiría el
apoyo mayoritario de numerosos grupos
de estudiantes puertorriqueños, que desde
Zaragoza,
Barcelona,
Santiago
de
Compostela, Madrid, Sevilla, Salamanca y
Burgos, le enviaron listas de firmas
recogidas, defendiendo su buen hacer, y su
honor, con el permiso expreso de hacerlas
públicas ante España, y Puerto Rico, si
fuera necesario. No las utilizó, por que
para él fue suficiente el gesto.
­Papá ya no vienen estudiantes a casa,
como hace un año­ le pregunté un día del
mes de Enero­¿Por qué?­
­Hijo yo ya hice lo que tenía que hacer, me
retiré de aquello, por que no deseo el mal
para nadie, ni para los que me hicieron
tanto daño, de hecho ellos siguen con lo
suyo, pero consegui que las autoridades
españolas no autorizaran mas esos viajes
Charter, con condiciones tan penosas para
los chicos, y a mi se me ha reconocido mi
labor en España y el Puerto Rico, no quiero
mas, por que todo está en manos de Dios­
­¿Te ha vuelto a molestar Gonzalo?­
­Nunca mas, ya no sé nada de él, y dudo
que esté interesado en volver con sus
presiones, creo por fe que todo se acabó­
Aunque determinado a alejarse de tanta
actividad, nuestros amigos de la otra orilla
del Atlántico seguían viniendo a casa, mes
si, mes no, para compartir, para hablar,
para hacer amistad. Los hijos requeríamos
de su atención, cuidad y vigilancia, siendo
éste otro de los motivos que le llevaron a
tomar esa decisión personal. Con ella, se
229
- 230 -
le esfumó la posibilidad de ir a gastos
pagados a Puerto Rico, enterrando de esa
manera, su vieja ilusión de volver a ver la
calle del viejo San Juan, donde nació,
saludar a su cuidadora que aun vivía ya
muy entrada en años; visitar la iglesia de
San José en donde lo bautizaron o ir a
Arecibo para revivir lejanos años de una
feliz infancia al calor del recuerdo de sus
padres ya fallecidos. A veces abriendo el
gran album fotográfico de sus años de
niñez allá, me hablaba de los personajes
que allí están reflejados, iconos mudos de
un pasado que ya no volverá. Su casa, sus
juguetes, las historias de la Escuela a
donde iba a estudiar, la foto de la única
hermana que tuvo, Emilia, y que falleció
pocos meses después de nacer,
por
indirecta, culpa del huracán “San Felipe”,
cuyo cuerpo fue enterrado enel cementerio
de San Juan y que él hubiera querido
visitar; digo “indirecta” por que en realidad
la pequeña, murió por tomar una leche en
malas condiciones, procedente de una
vaca que había sobrevivido a la catástrofe,
pero que estaba enferma por culpa de
unas heridas causadas por ese ciclón.
Podía habner cedido a esas invitaciones
que
le
realizara
de
manera
muy
firme...¡Gonzalo!, pero no lo hizo. Dejó
escapar la única oportunidad de su vida,
para no perder lo que mas valoraba: su
moral, su libertad, y su conciencia.
Importantes
sumas
de
dólares
se
quedaron para siempre a la puerta de mi
casa, y se esfumaron por completo. No
obstante, No sabía que iba a pagar un alto
precio en su salud, la enfermedad se
estaba apoderando de su cuerpo, con
serios síntomas de depresión, algo que
forjaría
un
cúmulo
de
inesperados
síntomas que iban a convertir el siguiente
año en un castigo de mareos, llantos
230
- 231 -
repertinos en plena calle, desmayos,
visitas a los médicos, altas y bajas
laborales costantes, inicios y abandonos
del trabajo en la compañía de seguros a lo
que habría que sumar los crecientes
problemas que los hijos, en plena
adolescencia y pubertad le causaríamos.
Cuando nos parecía que la paz llegaba por
fin a casa, soplaron otros huracanes. Ahora
la
estabilidad
económica
estaba
seriamente amenazada, pues el Tribunal
Medico, se resistía una y otra vez, a
concederle una baja“absoluta, total
y
permente,
por
incapacidad
laboral”,
concediéndole una “parcial”. Si eso
sucedía, podíamos perder buena parte de
su sueldo, trasladarnos a otra casa mas
económica y volver a empezar de nuevo,
todo ello teniendo a mi hermano Florentino
viviendo
en Cádiz desde hacía algún
tiempo, y al mayor, Eduardo, en Córdoba,
en el Servicio Militar, a punto de iniciar sus
estudios universitarios, a los cuales
enviaba siempre una cantidad de dinero
determinada para ayudarles. De nuevo, el
mismo tesón, voluntad de hierro, fe y
coraje, que había demostrado tener un par
de años antes, los volvería a esgrimir.
Mamá, dándoles ánimos, estaba dispuesta
a volver a los viejos tiempos, a hacer lo
mismo que hizo en la década de los años
50:
alquilar
habitaciones,
si
fuera
necesario para sobrevivir, vender libros,
periódicos, viejas latas lo que fuera
preciso.
Dios tenía otros planes, muy distintos de lo
que él mismo podría imaginar, y pronto
saldrían a la luz.
Teníamos, la oportunidad de conocer a
personajes interesantes, curiosos, que nos
amenizaban las reuniones, como era el
caso del Sr. Rinaldi Lara, jurista prestigioso
y Fiscal General. Hombre delgado y
231
- 232 -
bigotudo, escondía su rostro, debajo de un
sombrero de paja de ala ancha, tipo
caribeño. Iba vestido de cualquier forma,
con unos pantalones que parecían una
bandera cuando soplaba el viento. Siempre
a su aire, el Sr. Rianldi, creo una gran
amistad con mis padres, pues venía a
casa, solamente para hablar y hablar
tardes completas, tuviera que trabajar mi
padre o no. El caso era conversar de todos
los temas, para contarnos sus incidencias
al llegar a España, desde EEUU o de Puerto
Rico. En una ocasión, habiendo alquilado
un automovil, para moverse por Madrid,
tuvo la mala suerte, de equivocarse de
carretera, perdiendose por la zona de El
Pardo, precisamente en las cercanías de la
residencia oficial del General Franco. El
hombre, que ya entonces alcanzaba los
setenta años, iba por su carretera
principal, buscando cómo ir al centro de
Madrid,cuando se vió abordado por
imponentes Guardias Civiles en moto, que
venían hacia él a toda velocidad, Le dieron
el “¡Alto!”, obligándole a dar un volantazo,
deteniendo su coche al bode de la
carretera. Uno de ellos, con voz de
sargento y de muy malos modos, le obligó
a que le mostrara los documentos. EL ex­
fiscal de los EEUU, visiblemente molesto,
le enseñó el pasaporte. Otro de los
policías, se acercó con su fusil.
­¡Sr. Agente, ¡le exijo que me diga por qué
han detenido mi automovil!­
­¡Viene Franco!­ Contestó el Agente ­
¿Usted quien es?­
­¡Soy Fiscal General de los Estados
unidos!,¿Por eso que Franco vive por aquí
me echan ustedes de la carretera?, ¡a mi
que me importa!,¡a ver, digame una cosa ¿
que pitos y flautas toca Franco en esta
orquesta?­
232
- 233 -
El uniformado, al ver el pasaporte y al oir
su respuesta, prefirió explotar por dentro,
y no responder ante una pregunta tan
rara, devolviendole el pasaporte de muy
mala manera, y arriconando al vehículo
con el airado jurista hispano dentro dando
voces. Segundos despues, pasó justo por
allí, la comitiva oficial del “Caudillo”, a toda
velocidad. Nunca sabré si el humilde
servidor español de la ley, se dio cuenta
que pudo haber sido protagonista de un
incidente diplomático, y prefirió no
preguntar a sus superiores, que tipo de
respuesta debería de dar, a una pregunta
en la que se solicitaba información del
puesto que el Generalísimo tenía en la
orquesta nacional. Si hubiera sido un
ciudadano español, la réplica se habría
producido transformada en una detención
en calabozo, con regalos muy agresivos.
Otro personaje, en este caso, mujer y
española para mas señas, era “Doña
Inoportuna”, llamada así por mi padre, a
causa de su costumbre. Era una mujer ya
entrada en años, que se encargaba de
alquilar pisos a estudiantes. Parecía estar
sola, y dejaba pasar su tiempo, hablando y
hablando a todas las horas. De vez en
cuando, precisamente por su medio de
vida, llamaba a papá, para ofrecerle pisos
a buen precio para los estudiantes
borícuas, pero se olvidaba del motivo de la
llamada, y se enroscaba en larguísimas
conversaciones unidireccionales, es decir
hablaba ella sola, en voz alta, consigo
misma. Mi padre, caballero en todo
momento, siempre la atendía, mientras
escribía
a
maquina,
infinidad
de
documentos. Solo podía responderle con
monosílabos “Si”, “No”, y la frase mas larga
que se permitía expresar era: “¡No me
diga, Doña Francisca!”. Un día se equivocó
y le respondió:
233
- 234 -
­¡No me diga Doña Inoportuna!, ¡perdón,
Doña Francisca!­
Menos mal que la aludida no se dio cuenta.
Media hora después del incidente, volví a
entrar a su despacho. Papá había colocado
el teléfono al lado de la máquina, y ella
seguía y seguía.
Dos dias después, del curioso suceso,
volvió a llamar la parlamentaria mujer.
Papá
no
sabía
cómo
quitársela
cortésmente de encima, así que quiso
recurrir a mi madre, quien siempre le
hacía señales para que no se la pasara,
por que le obligaba a detener el trabajo de
la casa, un par de horas, o mas. Pero esa
tarde mamá no estaba, y yo me fui de allí,
tenía que estudiar. Así que se quedó solo
ante el peligro. Poco antes de cenar, mi
madre, quien ya había regresado y
preparado la cena, me requirió para que
lo llamara. Coincidió que él estaba muy
cansado ese día. Había sido muy agotador
por causa del trabajo. Al abrir la puerta,
me encontré a papá tumbado en el suelo,
dormido, roncando y al lado de su cabeza,
el micrófono del teléfono con la voz esa
mujer:
­¡Bla, bla, bla, bla, bla, bla!­
Cogí el teléfono, y con esmerada
educación, corté el monólogo femenino.
­Doña Francisca­le dije­tengo que colgar,
es que hemos de cenar­
­¡Perdón!,¿puedo seguir hablando con tu
papá mañana?­
­¡Claro que sí, hágalo, el está deseando!­
Mi padre, que se incorporó en ese
momento, me hacía señas en mudo para
que no le dijera eso.
Aquella señora, tenía en realidad, un
problema: estaba sola en la vida. A mi
madre le daba pena, por que necesitaba
comunicarse con alguien aun a sabiendas
que podría pecar de inoportuna. Puedo
234
- 235 -
decir, que encontró después en mis
progenitores, unos buenos amigos, que al
menos supieron pacientemente escucharla.
En 1971, ya había gente sola en nuestra
sociedad, y hoy ¿cuantos se sienten así,
sin que nadie les oiga?. ¿Qué hacemos los
cristianos que no acudimos a ellos?, ¿Qué,
seguiremos refugiándonos en nuestras
iglesias, mientras el mundo está lleno de
solitarios?. Doña Inoportuna, es decir,
Doña Francisca, era una señora, amable,
cariñosa, y educada, que solo buscaba que
alguien estuviera al otro lado dispuesto a
oir sus cuitas y sus dilemas.
2º parte
el cambio
la fuerza de la fe
LA CONVERSION
“Durante
30
años,
he
caminado a la búsqueda de Dios y cuando
al fin de este tiempo, he abierto los ojos, he
descubierto que era El quien me buscaba”
El­Bistamí.
“Caminando
en
la
Esperanza”.FP1­2.Editorial
Edelvives,
Zaragoza 1983
“El hombre es trasformado, el prisionero
pasa a ser libre, la sombra se aleja. Khmvum
(Dios), a ti elevamos nuestra voz” Canto de
una tribu pigmea africana. “Caminando a
la Esperanza”.
“Cuando lo hayas encontrado: ¡Anótalo!”
Charles Dickens, 1812­70
“El agua cae desde muy arriba, el amor
también desde muy arriba.¡Inúndame con
un amor tan fresco, como la clara bóveda
celeste. Las gotas de lluvia dan leve
235
- 236 -
esperanza a las almas perturbadas”. “40
días junto a la Cruz”, Arthur Blessit
“Dormirás muchas horas todavía sobre la
orilla vieja, y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca a la otra ribera”
Anónimo.
Aun teníamos amigos puertorriqueños que
nos visitaban a menudo. Uno de ellos, era
Nelson Robles Cardona, estudiante de
medicina en Santiago de Compostela. Esos
días estaba en Madrid, y solía visitarnos
muy a menudo. Una mañana se acercó por
casa, por que tenía interés en que
leyéramos dos libros: “La Cruz y el Puñal”
de David Wilkerson, y “Paz con Dios” de
Billy Graham. El primero se quedó a la
espera de una buena lectura, y el segundo
pasó a ser un libro de diaria consulta para
mi madre, quien motivada por su
inveterada costumbre, me leía frases y
párrafos completos, cuando yo coincidía
con ella en el comedor de la casa. Aun
así, de esos dos títulos, con el paso de los
meses, sería el de Wilkerson el que
marcaría mi vida. En esos momentos, yo
no estaba por la lectura de ninguno de los
dos. Desconocía, lo que iba a suceder
después. Ya Dios, estaba dando vueltas
alrededor de nuestra vida. Dos años antes,
cuando vivíamos en Carabanchel, acudí en
dos ocasiones al templo Adventista del
Séptimo Día,
para asistir a una
conferencia sobre los nefastos resultados
del consumo de Alcohol, y para contemplar
un Servicio Religioso de bautismos por
inmersión. A sí mismo, en casa de una
vecina adventista, acudimos a una reunión
con el pastor de esa comunidad. A pesar
de mi corta edad, pues era un niño, no me
gustaron. Año y medio después una amiga
puertorriqueña de la familia, Aida, Testigo
de Jehová, nos invitó a una reunión en el
Salón del Reino. No me enteré de nada.
236
- 237 -
Mientras ellos se sentaban o se levantaban
a petición del predicador de turno, mis
ojos no se
apartaban de una señora
mayor, toda ella muy redonda, con un
curioso moño, que parecía una bolita sobre
su cabeza. El predicador hablaba y
hablaba, pero mi atención se depositaba
sobre la abuelita de cara simpática. Quería
conocerla, y recordé haber visto ese rostro
en un anuncio de Televisión, resultaba ser
la protagonista del “spot” publicitario de
“Gallina Blanca”. Me sorprendió verla allí.
Al margen de este detalle, todo cuanto
ellos enseñaban allí nunca nos interesó en
lo mas mínimo. No estábamos de acuerdo
con sus enseñanzas y no nos gustaban sus
prácticas. Los “testigos” nos visitaron una
y otra vez, para intentar convencernos de
las bondades de su teología, pero mis
padres se pertrecharon completamente,
logrando, que con el paso del tiempo,
dejaran de visitarnos definitivamente.
Al comienzo del curso escolar, en el mes
de Septiembre, se despertó en mí un
enorme deseo de buscar respuestas más
allá de mi mismo. Pasé algún tiempo muy
inquieto,
queriendo
acallar
ciertas
turbulencias espirituales que tenía. No
estaba conforme con la religión que hasta
entonces había aprendido y necesitaba
encontrar en lo trascendente una relación
más íntima. Precisaba encontrarme con el
Señor, averiguar si Dios estaba dispuesto a
oírme, o si El existía como me lo habían
dicho. Solía acudir a la Iglesia Católica, sin
ser un creyente católico plenamente
convencido de la validez de ciertos ritos,
pero allí iba yo. Unicamente lograba
aquietar mi alma, la lectura que el
sacerdote hacía tanto del Antiguo como del
Nuevo Testamento, el resto del acto de
poco me servía. Entraba con interés pero
salía turbado, desconociendo por qué. En
237
- 238 -
casa, a solas, cuando los míos, estaban en
otros quehaceres, y me aseguraba que
podía hacerlo sin interrupciones, me
arrodillaba en solitario, para rezar con
intensidad ante un crucifijo que mis padres
tenían de bronce, con toda mi sinceridad,
con deseo, con fuerza, buscando a Dios, y
demandándole respuestas ante situaciones
y problemas de adolescente que solo a mi
me sucedían. Me encontraba en plena
búsqueda, y al no encontrar nada, ni
hallaba respuestas, pensé que era mejor
dejar por un tiempo todo eso hasta mas
adelante.
No quería obsesionarme,
prefiriendo optar por la espera larga y
tranquila.
Descubrí que el crucifijo, era
materia, una madera cruzada y una
imagen de bronce, y que nada podría
resolverme. Aquello no me resultaba. Me
habían dicho que las imágenes religiosas
representaban a Cristo, pero percibí que
solo eran eso: imágenes, es decir, algo que
se imagina alguien, pero que nunca lo ha
visto en realidad.
Era una tarde otoñal madrileña del día 26,
en Octubre de 1972, cuando las hojas de
los arboles comenzaban a caer, y el
crepúsculo del atardecer invadía el ánimo
de los habitantes de la ciudad. Un
muchacho de catorce años, sentado frente
a un cuaderno escolar expresaba sus
profundos sentimientos en una poesía. Fue
como un borbotear de palabras, una
fuente de agua que salía de su mente y de
su corazón.
Sobre la vieja mesa
de
estudio, con la ayuda de una lámpara,
escribió
y redactó una composición
literaria, que de alguna forma iba a ser
premonitoria, y que sin saberlo estaba
abriendo
las
puertas
a
unos
acontecimientos que cambiarían para
siempre el destino de su vida y el de los
suyos. Ese chico era yo mismo. Recuerdo
238
- 239 -
perfectamente aquel atardecer en mi
ciudad, cómo los últimos rayos solares
penetraban aun por mi amplio ventanal. Mi
mano, deslizó el bolígrafo por esa cuartilla,
que aun conservo:
“Mi corazón, hoy está alegre, por que he
sentido, dentro, muy dentro de mí, un
cántico alegre. El cántico de aquel que ha
cumplido con su conciencia. El cántico de
aquel que ha cumplido con Dios. ¡Venid
hermanos! y todos juntos unamos nuestras
plegarias, como si Aquel hubiera querido
decirnos algo. Ante el Altar, oro con toda mi
alma, y grito a Dios: ¡Gracias! ¡Uníos todos,
todos!. Para que nuestros sentimientos de
amor, sean cada vez mas grandes.. El
cántico de aquel que ha cumplido con su
conciencia, lo siento yo gota a gota. Mil y
una veces yo gritaría: ¡¡UNIOS TODOS ANTE
LOS OJOS DE CRISTO!! Mi corazón está
compungido: ¡Oh pobre de el, que llora sin
razón!. Corazón, corazón ¿ por que lloras en
el día mas maravilloso de mi alma?. ¡Oh
alma! Tú estas dolida ¿por qué?. Mi corazón
llora, mi alma dolida, y mis sentimientos
hacia ti, ¡Señor!, son cual rosa, que se abre
en el campo, brillando de luz y de color,.
Ante los ojos de Cristo Moribundo, mi alma
se desgarra, mi corazón se parte, mis
sentimientos......lloran ¡por un hombre, cual
bondad
fue
mas
grande.....mas
grande....mas grande....¡que sé yo!. Y
alzándome de voz en grito, grito: ¡BLANCOS,
NEGROS, COBRIZOS, AMARILLOS! ¡Unid
vuestras plegarias y postraos ante los ojos de
Cristo!”
Guardé este escrito, en algún lugar, por
que algo me decía, que lo hiciera. Veinte
días después: una revolución en Madrid. El
papel permaneció oculto muchos años,
hasta que en la tarde del día 26 de Febrero
de 1995, coincidiendo con el ocaso de la
vida cristiana de mi padre, apareció
239
- 240 -
escondido. Es curioso, esta composición
literaria, deficiente, pobre, mal construida,
fue escrita pocos días antes de nuestra
conversión a Cristo, y apareció justo al
final del ministerio de papá. ¿Por qué?.
La vida en casa, pasaba normalmente,
asistía a las clases de mi colegio, estudiaba
mis asignaturas. Papá estaba dado de baja
temporal en su trabajo, por un serio
problema de salud que estaba afectando a
su sistema nervioso, impidiéndole trabajar.
Mi madre, atendía diariamente la casa, y
los problemas que surgían. Estabamos en
serias dificultades económicas a causa de
la baja por enfermedad. Mi hermano
Eduardo, realizaba su servicio militar en
Córdoba. Florentino, atravesaba una mala
racha. Y aun perduraban dificultades con
amigos puertorriqueños. Algunos días
después, iba a suceder un hecho muy
extraño en nuestro hogar. El domicilio era
muy grande, 140 metros cuadrados
habitables,
seis
habitaciones,
dos
servicios, todo exterior, con amplia
balconada hacia la calle. Las habitaciones
perfectamente separadas unas de otras. La
alcoba de mis padres era la última de
ellas. Para acceder a la misma había que
atravesar otra, y estaba separada de ésta
por
una
puerta
acristalada.
Sería
aproximadamente alrededor de las tres de
la madrugada. Silencio total, absoluto,
solamente el ruido esporádico de alguna
moto circulando por la calle, o la voz de
Manuel el sereno, que cuando alguien le
llamaba para entrar a su domicilio gritaba:
“¡Voy!”. Los serenos, eran empleados del
Ayuntamiento, que abrían las puertas de
los portales a los vecinos que volvían de
madrugada, y realizaban sencillos servicios
de
vigilancia.
Mis
padres
dormían
plácidamente cuando en un momento
determinado,
papá,
se
despertó
240
- 241 -
sobresaltado,
a
las
cuatro
de
la
madrugada: Alguien estaba golpeando por
tres veces seguidas, con fuerza pero con
suavidad, los cristales de la puerta de la
habitación. Tres sonidos, claros y concisos,
suaves pero fuertes:
­¡Blom!, ¡blom!, ¡blon!­
Con rapidez, despertó a mi madre:
­¡Lola!, ¿has oído?, ¡alguien está llamando a
la puerta!­
­Ya lo he oído, ¡levántate y ve a ver quien
es!­ respondió mamá ­¿Serán los chicos?­
­¡Yo que se! ¡Que te levantes!. ¿Qué quieres
que
lo
haga
yo?
¡Estoy
muy
cansada!...¡venga
muévete
ya!....¡qué
hombre, todo lo tengo que hacer yo!­
protestaba ella.
­¡Voy a ver!­
Papá se levantó, lo más rápidamente que
pudo y abrió esa puerta golpeada. No
había nadie. El silencio absoluto, la
oscuridad total. Se dirigió a nuestras
habitaciones y estábamos totalmente
dormidos. Eduardo, como digo estaba
fuera,
y
allí
dormíamos
solamente
Florentino
y yo. Papá se aseguró, no
habíamos sido ninguno de los dos. ¿Quién
fue, entonces el que llamó?, no lo
sabíamos. El caso, es que tenía una
extraña sensación de paz interna, ese
hecho no le conturbaba, algo le estaba
tranquilizando. Para buscar respuestas, a
la mañana siguiente, mi padre, realizó
muchas llamadas a familiares y a amigos
tanto en España como en Puerto Rico, por
si había sucedido alguna llamada. En
ningún momento, pensaron en nada que
tuviera
relación
con
fenómenos
paranormales o espiritistas pues mis
padres jamás aceptaron ni creyeron en
esas experiencias, pero aun así se dejó
llevar durante esa mañana por la cautela
de la investigación. Quizá podría ser un
241
- 242 -
aviso
de
algo.
No
obstante,
un
pensamiento ajeno a el, le decía que no
buscara soluciones ni respuestas, no las
encontraría temiendo el fallecimiento de
alguien, ni nada que tuviera que ver con
fuerzas ocultas, en las que el no creía, y
además rechazaba de pleno, de hecho
nada había sucedido ni en España ni en
Puerto Rico. Aquello, nada tenía que ver
con el ocultismo, era algo totalmente
distinto, pues el recuerdo de esas
llamadas, le infundían mucha paz, y una
curiosa seguridad de que algo sucedería en
casa, bueno y grande.
Cansado de buscar respuestas, dejó de
hacerlo, y una tarde, abrazó a mi madre,
en el pasillo, justo en la puerta de la
cocina, y le dijo, mirándola a los ojos
directamente:
­¡Lola!, ¡algo va a pasar en casa muy
grande!­
Mamá respondió con tristeza, aun recuerdo
esa respuesta, pues yo estaba allí:
­¿Algo mas?, ¡después de los problemas que
tenemos! ¿Mas problemas?­
­No Lola, tranquila y segura, algo grande va
a suceder, bueno y hermoso, ¡esas llamadas
del otro día!...........­
Sin
saberlo, papá estaba siendo
preparado, por el Señor para ser
depositario de un precioso don que se
llama: ¡FE!. Algo que a partir de entonces,
jamás se apartaría de su alma, hasta el
final de su vida, siendo protagonista del
mover de Dios, en nuestra vida, y en la de
muchos otros, sirviendo al Señor, y
llevando el Mensaje de Cristo a todos
cuantos quisieran oírle.
Quizá fue en la noche del jueves, día 9 de
Noviembre, en el programa informativo de
esa noche, “24 horas”, donde escuché una
curiosa noticia, que rompía todos los
esquemas de aquella televisión en blanco y
El mundo no
es otra cosa,
que
mares
en los que las
olas
se
entrechocan
violentamen
te,
por
ello:¡cuantos
naufragios
en las orillas!
Abu­Ibn
Hassan­al­
Gasani.
Filósofo
hispanoárabe,
siglo XI
242
- 243 -
negro, dirigida por el régimen franquista, y
fuertemente controlada por el mismo:
“El Sábado llegará a Madrid el predicador
norteamericano, Arthur Blessitt, “sacerdote
protestante”, popularmente conocido por
el: “Hombre de la Cruz”, por que carga con
una cruz, y viene a predicar el evangelio. En
todos los lugares por los que ha pasado ha
sido muy bien recibido por la multitud”.
La noticia, me dejó algo perplejo, pues
nunca había oído algo parecido, sobre todo
por lo de: “Sacerdote protestante”. Yo no
tenía muchos conocimientos en materia de
religión pero sabía que
los sacerdotes
eran católicos, y que lo que tenían los
protestantes, eran pastores, y que si era
sacerdote no podía ser protestante, ni
estar casado como lo estaba, y si era
protestante, no era católico. En aquella
época era lógica la confusión del
periodista, y mucho mas bajo un régimen
autárquico, aliado con una todopoderosa,
Iglesia Católica Apostólica Romana muy
conservadora que aun estaba digeriendo
con dificultades al Concilio Vaticano II.
Entonces, era lógico, pero lo que no lo es,
es que después de 30 años, bajo un
régimen
democrático,
pluralista,
aconfesional, con una Iglesia Católica,
separada ya
del Estado, con minorías
religiosas no católicas muy importantes y
pujantes, los periodistas sigan cometiendo
los mismos errores informativos. Quizá
denote, el enorme analfabetismo que en
materia de religiones tiene la sociedad
española a comienzos del siglo XXI.
La noticia hubiera pasado desapercibida si
los acontecimientos del sábado siguiente,
no hubieran tenido lugar.
Quisiera comenzar a relatar lo que allí
sucedió
recordando
unas
bellísimas
palabras de un escritor medieval, del siglo
XI, nacido en Almería:
243
- 244 -
“Señor Dios, haz que nos refugiemos en ti, y
que tu seas la mas bella amistad, y nuestra
fortaleza, hasta el día en que nos envíes la
muerte. Ocultos, escondidos, satisfechos con
tu beneplácito, correremos a Ti el día que
vayamos a tu encuentro” (Sidi – Abu –
Ishaq – Ibrahim ­ Iben – Al ­ Hayy.)
­¡Papá!,­ Le pregunté a mi padre al
comienzo de la tarde de ese Sábado, día
11
de
Noviembre¿Puedes
darme
veinticinco pesetas, para ir al Cine y
comprarme una “bamba”?­ Una bamba,
era un pastelillo de crema o de chocolate,
que yo consumía siempre que iba al cine
mas próximo.
-No tengo, hijo­ Me contestó mi padre,
mientras, se colocaba el traje azul oscuro
de invierno­ ¿Te vienes conmigo a la Plaza
Mayor?­ me preguntó.
Como yo ya estaba para salir a la calle, por
supuesto que acepté con agrado. Aquel
elegante caballero, que era papá, se
entusiasmaba visitando los viejos edificios
del Madrid antiguo. Amaba la literatura, y
siempre me llevaba con él, para
acompañarle al Parque del Retiro, o a la
Cuesta de Moyano, donde se apiñaban
casetas de madera vendiendo montones
de libros antiguos y viejos. El motivo del
viaje a la Plaza mayor, corazón de la
historia de Madrid, era otro: Venía Arthur
Blessitt.
­Lola, ¿te vienes conmigo?­ preguntó papá
a mi madre.
­¡Yo ya no tengo ganas de ver tanta
parafernalia religiosa, estoy cansada de
procesiones y de promesas!­ Respondió mi
madre, creyendo que se trataría de algún
acto litúrgico de la Iglesia Católica. Sin
embargo, no lo dudó mas, rápidamente se
preparó para ir. En casa se quedó mi
hermano Florentino viendo la aburrida
televisión. Se negó a venir.
244
- 245 -
En las olas
del amor,
donde las
almas
nadan….¡Ah,
si el amor
pudiera
tender una
mano a los
naufragos
para
salvarlos!
Anonimo
del siglo
XII
Fuimos en autobús. Era una tarde
clareada, lucía el sol del atardecer. Al
acercarme a la citada Plaza, ví en las calles
de los alrededores, a muchos jóvenes,
que con guitarras, y canciones se
acercaban a todos repartiendo muchas
sonrisas sinceras, palabras de afecto, y
adhesivos, que colocaban en las solapas de
las chaquetas, mientras decían: “¡Sonríe!,
que Dios te ama”. Los adhesivos estaban
escritos en Inglés, con el mismo lema:
“Smile God love you”, pero ellos eran
españoles. La forma de expresarse, el
entusiasmo que impartían y la viveza de
sus palabras, comenzaron a llamarme la
atención, me hacían sentirme bien,
cómodo, a gusto. Entramos por la Puerta
de Curtidores, hacia el interior de la Plaza.
La conocía muy bien, siempre había gente
allí, pero en esa ocasión estaba a rebosar.
Y el ambiente era totalmente distinto.
Numerosos grupos, repartidos por todos
los rincones, cantaban acompañados con
guitarras, canciones a las que ellos
llamaban: Alabanzas, muy alegres. Todo el
mundo nos saludaba, nos daban la mano,
nos regalaban
adhesivos como los
anteriores. Acompañaban sus canciones
con palmas, levantaban las manos. Vi a
otros en oración. Había jóvenes, adultos,
mayores, niños, gente de todas las edades
y
condiciones.
Mi
interés
estaba
aumentando. Me acerqué a un grupo de
personas que atrajo mi atención: Allí había
un hombre que estaba hablando al público,
era de etnia gitana, y con la Biblia en la
mano, levantándola, gritaba a quien
quisiere oírle:
­“Yo antes era un alcohólico, pegaba a mi
mujer palizas enormes, y también a mis hijos,
todo me lo gastaba en prostitutas. Llevaba
una vida mala, perdida, estaba en un tunel
sin salida, sin solución, e iba al desastre, pero
245
- 246 -
un día conocí al Señor, ¡Cristo cambió mi
vida!, ahora dejé el alcohol, y mi casa es
una casa feliz. ¡Yo te predico a ti, amigo
quien quieras que seas, que solo Cristo
puede cambiar tu vida!”
Yo, que había acudido tres veces a las
reuniones de los adventistas del Séptimo
día, y al Salón del “Reino” (¿qué Reino?)
de los Testigos de Jehová un año antes, y
que no me habían gustado ni interesado,
estaba cada vez mas seguro que allí había
lo que yo buscaba, pero no en la gente, si
no en el ambiente.
Alrededor de las seis de la tarde, se oyó
una voz a mi lado, alguien exclamó:
­¡Allí viene, está entrando por el Arco de
Cuchilleros”­ Una de las puertas principales
que da acceso a la Plaza.
En ese instante
toda la multitud se
arremolinó en el lugar. Arthur Blessitt,
hacía su entrada portando una larga pero
ligera cruz. Como solo se veían
los
maderos cruzados, moverse poco a poco,
según le permitía avanzar el gentío,
delante de la arquería de los soportales,
me hacía recordar por unos segundos, a
las películas bíblicas de Cristo hacia el
Calvario. Sin embargo no me causó
ninguna impresión sensacionalista, lo que
yo pude percibir por unos instantes, fue la
Presencia Real de Alguien mucho mas
importante que un simple predicador
norteamericano, como si Blessitt fuera tan
solo una excusa, un medio accidental,
circunstancial, de escasa importancia.
Recuerdo que durante unos segundos, alcé
mis ojos al cielo madrileño, y descendió a
mi vida algo que yo nunca había tenido
antes: la seguridad de que Jesús estaba en
el lugar, y no por Arthur, sino por Sí
mismo. Y con esa misma seguridad que
estaba
penetrando
en
mi
corazón,
246
- 247 -
manteniendo la mirada hacia arriba,
confesé:
­“¡Jesús tu estas aquí, por fin te he
encontrado!”­
Segundos después, fuí arrastrado por la
multitud, que se apresuraba para saludar a
Blessitt. Allí no se aclamaba a un hombre,
por muy pastor que fuera, sino al Señor,
pues oía por todos los sitios: “¡Gloria a
DIOS!”, “¡Aleluya!”. Por un momento quise
sujetarme a la mano de mi padre, pero me
fue imposible. Opté por dejarme llevar y
zafándome del gentío, me liberé de ellos,
acercándome
a Arthur. Junto a el
caminaba un señor, alto, delgado, con
gafas, que le traducía al castellano. No lo
sabíamos en ese momento, pero después
caminaríamos juntos por un tiempo en la
obra de Dios. Era el pastor Alberto Araujo.
Si la Plaza ya albergaba gente, pronto se
llenaría completamente. A vista de pájaro
calculé
que
estaríamos
allí
aproximadamente: de mil a dos mil
personas. Incluso en los balcones que la
rodean, observé público y las cámaras de
Televisión Española.
Sin embargo, ese
reportaje jamás sería visto por los
españoles: fue censurado.
En medio de la Plaza porticada, se eleva la
estatua ecuestre del Rey Felipe IV,
antepasado del actual Don Juan Carlos I.
Allí a los pies de la misma, Arthur colocó
su cruz, y con micrófono en mano
comenzó a predicar el Evangelio, ayudado
por Alberto Araujo. Nosotros estábamos
detrás de ellos, es decir, no podíamos
verlos, por que la estatua nos lo impedía.
El mensaje sencillo del Evangelio se oyó
por primera vez, en un lugar, que siglos
atrás había servido para realizar los mal
llamados “Autos de fe” de la Inquisición,
en tiempos de ese mismo Rey, y de los
anteriores, muriendo quemados a lo vivo,
Tu y yo
jugando
estamos/ al
escondite,Señor
/ a la vez que
te llamo…¡es tu
voz!/ por todas
las partes te
busco/sin
encontrate
jamás/y en
todas las
partes te
encuentro/solo
por irte a
buscar…..
Antonio
Machado, según
Antonio
Gala.Paisaje
andaluz con
figuras. Teatro
Biblioteca
cultura
andaluza.Ed.
Anel, Granada
1984.
247
- 248 -
decenas
de
personas,
cristianas
reformadas,
teológicamente hablando
antepasados directos de los actuales
evangélicos, solamente por seguir a Cristo
y creer en la Biblia, nada mas. Allí, en un
lugar donde si las piedras pudieran hablar,
contarían horrorosos crímenes contra
cristianos realizados por otros que decían
ser cristianos; Allí se predicó a Cristo. Es
como si Dios hubiera querido hacer justicia
a sus hijos asesinados, ante los hombres.
El pastor Blessitt predicaba con todo
denuedo, mientras la multitud permanecía
en un absoluto silencio. No recuerdo ni a
los juegos de los niños. Nada.
Las luces artificiales de la Plaza se
encendieron, la tarde avanzaba y el sol ya
se despedía. Algunos cañones de luz
iluminaban para la ocasión de manera
especial al centro, donde se levanta el
recuerdo a caballo del Rey Borbón. Blessitt
predicaba, con suavidad,
pero con
decisión, un mensaje, claro, conciso,
directo al corazón. La traducción de
Araujo, enriquecía al mismo mensaje dado.
Uno y otro predicaban con
autoridad.
Blessitt, respetuoso con la Iglesia Católica,
alabó la fé del pueblo español, en ningún
momento lanzó ninguna crítica por muy
“constructiva” que ésta fuera. Me llegaron
noticias que escuchaban con respeto y
atención algunos sacerdotes que por allí
deambulaban.
La inquietud se fue adueñando del lugar.
No sabíamos que era lo que estaba
sucediendo, por que mientras que el
pastor
predicaba
sobre
un
silencio
sepulcral multitudinario, sirenas de los
coches policiales comenzaron a oírse cada
vez más fuertes. La gente comenzó a
sentirse intranquila, la paz inicial se
marchitó. El lugar era el más apropiado
para una encerrona policial. Muchos
248
- 249 -
comenzaron a irse
como podían. Las
cámaras
de
TV
desaparecieron
misteriosamente. Ya no quedaba ninguna.
Blessitt y Araujo se dieron cuenta de lo
que iba a suceder, y aumentaron al
máximo sus voces en la predicación,
cuanto mas sonaban las alarmas, mas
gritaban ellos. El caos se adueñó en pocos
minutos del lugar, sin embargo a pesar de
ello los dos pastores persistían con fuerza
en el mensaje. Estaban decididos: nada ni
nadie les callarían.
Dada la persistencia de los predicadores, la
policía decidió entrar en el interior de la
Plaza e interrumpir por la fuerza, la
reunión. Aproximadamente
serían las
siete y media de la tarde, cuando
comenzaron a
intervenir. Numerosos
cristianos,
se
apiñaron
en
grupos
dispersos, orando de rodillas y elevando
sus manos. Las guitarras se callaron, para
dejar lugar a oraciones muy intensas,
mientras
las
lágrimas
corrían
abundantemente por sus mejillas. La
policía descargó con todos los medios de
los cuales disponían entonces. Papá que
había
telefoneado
urgentemente
a
Florentino, antes de que comenzaran a
suceder esos hechos, muy entusiasmado
por la predicación, lo había animado a
venir. Mi hermano, así lo hizo, pero llegó
justo en el preciso momento el que se
iniciaba la represión policial. No me aparté
ni un momento de mis padres. La violencia
aumentó cuando Blessitt, y Araujo, fueron
obligados a bajar, y agredidos con golpes.
Arthur, se abrazó al policía que lo derribó
al suelo, perdonándole y deseando para su
vida, una especial bendición de Dios.
Varios comisarios y jefes se hicieron cargo
de la represión ante el desconcierto que
los mismos policías de base estaban
sufriendo, por las
reacciones de los
249
- 250 -
grupos
cristianos.
Donde
yo
me
encontraba, estabamos un nutrido grupo
de personas. Todas ellas hincaron sus
rodillas al suelo y electrizados por las
oraciones de los demás, se unieron a las
mismas con verdadera pasión. Una
anciana gitana, a la que aun recuerdo,
apoyada sobre una de las columnas, oraba
dejando salir por su boca un clamor a
favor de los policías que cumplían órdenes:
­“¡Señor!, perdónalos por que no saben lo
que hacen”­
Aquella forma de amar me tocó en lo más
íntimo de mi alma. Mis padres, se unió al
grupo, de oración, y aun estando
convaleciente de su terapia, y dado de
baja por enfermedad, se entregó con
corazón a los que allí, oraban. Mamá, trató
de impedírselo, solamente por temor a que
sufriera daños físicos que
le causaran
problemas a su baja, pero él clavó rodillas
al suelo, justo en el instante, que unas
porras policiales se emplearon a fondo con
todos los brazos levantados a Dios,
incluidos los de papá. Por suerte, yo no
sufrí ningún daño. Una anciana se cayó al
suelo, a causa de los malos tratos de
algunos agentes. Por todos los rincones los
policías represores, acostumbrados a las
feroces resistencias de las manifestaciones
de los sindicatos y partidos políticos
entonces ilegalizados, hoy legales, de los
estudiantes de la universidad contra la
Dictadura, y a
verdaderas
batallas
campales callejeras, se encontraron con
otra resistencia aun mas feroz: EL AMOR.
Sillas de minusválidos caídas, con sus
ocupantes perdonando. Pastores con
Biblias bien apretadas sobre sus pechos,
que servían de parapeto contra los golpes
de las porras. Jóvenes que se gritaban:
­¡Cristo!....¡Cristo!­
250
- 251 -
Otros que se empeñaban en canciones de
alabanza volviendo a usar sus guitarras,
mientras que éstas eran destrozadas por la
policía. Numerosas maquinas fotográficas
eran
requisadas
y
sus
carretes
fotográficos, destruidos.
Yo no sé por donde y cuando había
entrado mi hermano a la Plaza, pero le ví
en medio de toda la confusión general
durante unos segundos y de nuevo le perdí
la pista, en medio de la gran descarga
policial.
Un ciudadano, cercano a los sesenta años,
delgadito, con gafas, de buena voluntad,
levantaba el puño contra los guardias,
protestando con toda su fuerza:
­“¡Esto es injusto, es un crimen de la
Dictadura, este hombre solo viene a
predicar del Amor de Dios, y se lo llevan
detenido!... ¡mas vale que cerraran los cines
del centro de Madrid, y quitaran tanta
película sucia que allí ponen!...... ¡esto es
intolerable!”­.
El caos se adueñó por completo de la
zona. La policía formó entonces una
especie de pasillo, desde un grupo de
coches policiales, hasta el lugar donde se
encontraban, apaleados Blessitt y Araujo.
Dos imponentes comisarios uniformados,
arrogantes se dirigieron a ellos, y como
Arthur pretendía hacerse entender con un
comisario, siendo traducido por Alberto, y
acogiéndose
a
su
ciudadanía
norteamericana, y a un permiso especial
concedido para la reunión. La única
respuesta que obtuvo fue un puñetazo
para obligarlo a entrar al vehículo patrulla.
Aquello aumentó el dolor de los asistentes,
y el clamor general. Las gafas de Araujo
terminaron por el suelo, y si hay en mi
memoria, una imagen terrible de aquellos
acontecimientos, fue contemplar, por
indicación de mi padre, cómo la Cruz
251
- 252 -
grande, que Blessitt llevaba, al hombro,
fue introducida en uno de los vehículos, y
que por el tamaño de sus brazos, no cabía,
en el interior.
Arthur, instantes antes de entrar en la Plaza Mayor,
escribiendo unas palabras, sobre una Biblia, para
dedicársela al padre del niño que está en el carrito.
Hoy ese menor, tendrá 30 años, y posiblemente esté
casado. No recordará esos momentos, pero muchas
personas que allí estuvimos no podemos olvidarlos.
En la segunda foto, haciendo entrada a la Plaza
Mayor. No fue obra del predicador, sino del Espíritu
Santo. Era una manera curiosa de predicar, pero tan
valida como otra cualquiera.
CON LA CRUZ A CUESTAS
-
Varios cientos de personas se
congregaron en la Plaza mayor para
escuchar
a
Arthur
Blessitt,
el
norteamericano que, con una cruz a
cuestas,
ha
recorrido
casi
20000
kilómetros por el mundo predicando el
amor cristiano según su punto de vista. A
252
- 253 -
los pocos minutos, la Policía Armada
disolvió la concentración, aunque la gente
permaneció bajo los soportales observando
cómo era detenido el predicador.
La gran concentración, entrada a la Plaza, más de
1000 personas presentes, lo nunca visto ni oído. La
cabeza que aparece, justo en un en el punto que se
cruzan los madres que conforman la cruz, y que lleva
unas gafas, es la del pastor Alberto Araujo. Yo estoy
entre la multitud. Fue el inicio de un cambio radical
en mi vida. No era obra de los pastores Blessitt, ni
Araujo, solamente del Espíritu de Cristo. Es así como
obra Dios.
Ver, cómo un coche policial se llevaba
“detenida” a una cruz, en un país,
sobradamente cargado de cruces, actos
religiosos,
y
procesiones,
fue
un
espectáculo bochornoso. A papá le
impresionó aquella manifestación absurda
de un poder dictatorial contra el Evangelio
del
amor. Las
lágrimas caían por su
rostro, invitándome a observar tan
humillante hecho:
­“Miran como se la llevan a la cruz, ¡que
vergüenza!”
253
- 254 -
El desorden y el caos fueron implantados
por la descarga policial. Muchos buscaban
a sus familiares, concretamente mis
padres, que lo hacían con Florentino, a
quien yo había visto durante unos
segundos perdiéndose en la vorágine de la
descarga policial. Papá, por un lado y mi
madre por otro, hacían lo que podían para
dar con su paradero.
Intuitivamente, mi padre se acercó a uno
de los guardias que habían actuado
obedeciendo órdenes, e intuyó que aquel
hombre, estaba siendo conmovido por lo
que él mismo estaba observando en
primera línea, ya que formaba parte de las
fuerzas de choque, tenía los ojos cargados
de lágrimas, a duras penas reprimía el
llanto. Papá sintió lástima por el, pero
rápidamente observó que habia muchos
mas policías en ese estado de ánimo y que
quizá por ello, a última hora, tuvieron que
presentarse allí inspectores de policía para
hacer cumplir las órdenes de disolución por
la fuerza.
­Mire , policía, por favor, estoy buscando a
mi hijo, tiene 18 años, es español, y no sé
donde está, no sé si se lo han llevado a la
Dirección
General
de
Seguridad­Le
preguntó angustiado a un agente .
Usted quede tranquilo, que si su hijo no ha hecho
nada, nada le sucederá, ya verá como apareceContestó el lloroso policía.
¿Qué era la DGS en aquellos años?, para
todo español la DGS, representaba, un
lugar siniestro, oscuro, maquiavélico,
donde no se respetaba
ni los mas
elementales derechos humanos. Ir allí, era
entrar con miedo, para salir con terror. Hay
que tener en cuenta, que era una máquina
de represión al servicio directo del Estado.
Aunque más
tormentos sufra,
aunque más
rigores vea,
aunque llore más
angustias,
aunque más
miserias pase,
aunque halle más
desventuras,
aunque más
hambre padezca,
aunque mis carnes
no cubran estas
ropas,
aunque sea mi
esfera esta
estancia sucia,
FIRME HE DE
ESTAR EN MI
FE, por que es el
sol que me
alumbra,
por que es la luz
que me guía,
es el laurel que me
ilustra,
Dios defenderá mi
causa,
pues yo defiendo
la suya.
Calderon de la
Barca.Obras
completas,
Aguilar,Madrid
1945.Palabras de
un hijo del rey
portugues, Juan I,
que al conquistar
Tánger, cae
prisonero de los
musulmanes.
254
- 255 -
Y precisamente, en esos años, se vivía en
España, en las fábricas, y universidades,
numerosas manifestaciones, y huelgas de
todo tipo para derribar al franquismo y
traer a la democracia. La idea de que mi
hermano había ido a parar a las
dependencias de la DGS, causaba en los
míos una honda preocupación, que pronto
quedó disipada al aparecer
Florentino,
mezclado entre los grupos de jóvenes
cristianos que habían apaleados.
­Florentino, hijo, ¡ que susto nos has dado a
tu madre y a mi, pero gracias a Dios, que no
ha pasado nada­
Mi padre notó que a mi hermano le dolía la
espalda.
­¿Qué te han hecho?, ¿te han pegado?­
­Si papá, me han dado con la porra varios
golpes en la espalda, por que cuando
llegué, me acerqué a donde estaba Blessitt
y el señor de gafas, el traductor ese. En ese
momento, que fué cuando os vi, comenzó
la descarga policial, y los golpes de los
guardias. Yo estaba justo al lado de Blessitt,
en el momento que lo derribaron al suelo,
intenté hacer lo que podía y me sujeté con
fuerza a la Cruz. En ese momento, un
guardia comenzó a golpearme en la
espalda una y otra vez con la porra
reglamentaria, mientras yo repetía el “Padre
Nuestro”.­
­Pero, hijo, ¿que has hecho?­
­Nada, papá volverme al policía, y en vez de
insultarlo, le dí un abrazo, diciéndole: Tu me pegas
pero yo te perdono, por que a Blessitt le han hecho
lo mismo, y cuanto mas le pegaban a él, mas
perdonaba.­
255
- 256 -
ABC, Domingo 12 de Noviembre de 1972. Edición
de la mañana, pg.: 47
Disuelto por la Policía un acto confesional no
autorizado.
Aproximadamente
unas
1000
personas se concentraron ayer tarde en la Plaza Mayor
para presenciar la llegada del miembro de la iglesia
baptista Arthur Blessitt conocido como «el hombre de
la cruz». Que lleva tres años recorriendo el mundo
portando una Cruz.
A los pocos minutos de empezar a hablar el señor
Blessitt se personó en la plaza Mayor la Fuerza
Pública, que le comunicó que esta reunión no estaba
autorizada, porque las leyes españolas no permiten los
actos confesionales en público, sin previo permiso, e
invitó a los concentrados a disolverse.
El señor Blessitt y alguno de sus acompañantes fueron
llevados a la Dirección General de Seguridad, donde
se les notificó que la concentración había sido disuelta
por no haber sido solicitada previamente la
correspondiente autorización para celebrar un acto
confesional en la vía pública. Al poco rato el súbdito
norteamericano, que es natural del Estado de
Mississippi y sus acompañantes abandonaron él
centro, acompañados por un miembro del Consulado
de los Estados Unidos.
Este artículo revela cómo trató la prensa
española, concretamente, uno de los
diarios mas conocidos,
y de solvencia
nacional, el ABC, la noticia de los hechos
acaecidos en la Plaza Mayor de Madrid. No
fue así, la prensa ocultó todo lo que allí
había sucedido, por que entre otras cosas,
ella misma estaba sometida a un férreo
control de la dictadura, ya que en esos
años, las revueltas sociales en demanda
de una democracia, eran tan grandes, que
el Gobierno, intentaba controlar a todos
los
medios
de
comunicación,
amordazándolos. ABC siendo un, periódico
de ideología monárquica, y conservadora,
ofrecía como el resto de periódicos una
información ahogada por la Censura oficial.
256
- 257 -
Creo, no obstante, que fue el único
periódico que se atrevió a publicar la
noticia, por que de vez en cuando, se
atrevía a introducir alguna información
medianamente crítica al Gobierno del
General Franco. Interesó al Régimen del
General, taponar la noticia, por que de
haberse conocido en el extranjero, podría
haberse convertido el tema en un
escándalo internacional, convirtiéndose en
un incidente diplomático entre España y su
principal aliado: EEUU. No obstante, la
actitud de nuestro gobierno entonces, era
sobradamente conocida. España estaba en
la lista negra de naciones que no
respetaban los Derechos Humanos, cuya
legislación, aun mantenía la Pena de
Muerte, y donde no existía la Democracia.
¿Qué se podía esperar, pues?. Cuando
podíamos viajar al extranjero, sentíamos
cierta vergüenza de ser españoles. Estaba
en crisis nuestra identidad nacional.
Alrededor de las ocho de la tarde, distintos
grupos de personas que habían estado allí
se pusieron en marcha, todos en una
misma dirección, saliendo de la Plaza
Mayor y callejeando por el casco antiguo e
histórico de la capital. Nosotros también.
De nuevo perdí la vista a mi hermano,
pero ya estábamos más tranquilos. Era
una riada de gente, aturdida, adolorida,
pero en el ánimo levantado. Yo no sabía a
donde íbamos todos, ni en qué terminaría
todo eso. Mamá me dijo:
­Vamos a una iglesia que dicen que hay en
la Calle Calatrava­
Ni idea de ello, yo no conocía para nada
esa zona. Había pasado por allí en alguna
ocasión pero no la desconocía. No me
preocupaba, los míos estaban bien, y el
resto
de
la
gente,
aunque
con
magulladuras, lo mismo.
257
- 258 -
Al llegar a la Calle Calatrava, el número de
personas
había
aumentado
considerablemente. Tanto era así que los
automóviles tuvieron que detenerse, no
podían circular. En un lugar en concreto,
el
grupo estaba creciendo a tanta
velocidad, que muchos optaron por
quedarse fuera. Era la Iglesia Evangélica
de Calatrava, un edificio hermoso, amplio,
y con un buen foro interno. Nunca había
estado dentro de una iglesia protestante,
pero todo el ambiente interno de aquella
tarde me impactó enormemente. Estaba
completamente llena, no había lugar para
nadie más, y sin embargo no cesaban de
entrar fieles, todos ellos muy variopintos,
pues se mezclaban gitanos procedentes de
los barrios marginales con gente de traje y
corbata. Sin embargo, todos estaban allí,
participando en las mismas alabanzas.
Era difícil poder sentarse por que la iglesia
estaba completamente llena. A pesar de
los dolores físicos, pues la mayoría habían
sufrido
la
represión
policial,
todos
compartían una misteriosa alegría, era
como si cada uno de ellos, repitiera al del
al lado, la frase del apóstol Pablo: “Yo llevo
en mi cuerpo las señales del Señor Jesús”.
No surgían en sus bocas palabras de
reproche, ni de condena, ni maldiciones, ni
odios, solo perdón y mucha alabanza a
Dios. Me llamó la atención la forma de la
Iglesia. Acostumbrado a los templos
católicos post­conciliares, modernos y con
escasas representaciones religiosas, tan
solo el Crucifijo central, y alguna que otra
imagen mas, esa iglesia me pareció, si
cabe, aun mas sencilla, pues contaba tan
solo con una gran cruz desnuda que
presidía el púlpito del pastor. Sin embargo
la enorme espontaneidad de los creyentes
me animaba. Me senté más o menos por el
centro, consiguiendo para mis padres otros
258
- 259 -
dos asientos más. Aproximadamente a las
nueve de la noche, Blessitt y Araujo, a la
sazón
pastor
titular
de
aquella
congregación hicieron entrada triunfal en
la comunidad. Yo y mi hermano nos
pudimos acercar a los dos predicadores,
para
saludarles.
La
multitud
allí
congregada exclamaba constantemente:
“¡Gloria a Dios!”. Todos querían abrazarlos,
saludarlos, besarlos, cualquier cosa era
poca.
Pronto, delante de la Asamblea
había dos cruces: la de la iglesia, y la de
Arthur. Una vez conseguido el silencio
total, Blessitt prosiguió con la predicación
justo en el punto en la que la dejó por la
fuerza. Aun recuerdo sus palabras:
­“Samuel, era un jovencito, quizá un niño
cuando escucho la voz de Dios llamarle:
“¡Samuel, Samuel!”, Moisés era ya un
hombre de edad avanzada, cuando el
Señor le llamó delante de la Zarza ardiente:
“¡Moisés, Moisés!”. ¡No importa la edad que
tengas!, ¡Cristo te está llamando!, ¡hoy es el
día del arrepentimiento y de la conversión
al Señor”
Blessitt, con la Biblia en alto, se movía con
gran libertad por el podium de la Iglesia.
Yo nunca
había oído predicar de esa
forma, con tanta claridad. Araujo traducía
palabra por palabra. Al finalizar la
predicación, Arthur, pidió a toda la iglesia
que se unieran en una oración. Yo,
sentado, incliné mi cabeza, al igual que
hicieron mis familiares
y otros tantos.
Durante unos segundos, se apoderó de la
comunidad un silencio casi total. En ese
instante, yo oí una voz en mi interior, que
no era mía, pero que me infundía una gran
serenidad. Tampoco pertenecía a ningún
miembro de mi familia, y de igual forma,
no era de nadie que me rodeara en ese
instante. Una voz suave, delicada, fina,
que me dejó mudo, que me decía:
259
- 260 -
“Ven, levántate, baja adelante, y
ACEPTAME”
Al momento, nada mas oír la última sílaba:
“ME (acepta-me)”, se oyeron las voces de
Blessitt y de Alberto que decían:
“Si hay alguien que quiera ACEPTAR, ó
reconocer a Cristo, que se levante, y venga
hasta aquí, vamos a orar”.
Mis piernas se levantaron como lanzadas
por un muelle. Cuando me di cuenta,
estaba de rodillas, delante de las dos
grandes cruces. A mis lados, mucha gente,
y mis padres también.
Blessitt, presidió una oración, siempre
asistido por Araujo, que todos repetimos
de corazón:
“Señor Jesús, hoy yo te reconozco como mi
Señor y Salvador, te acepto y te recibo,
entra tu en mi vida, y cámbiame, Señor”
Cuando finalicé, sin abrir los ojos, sentí
claramente como si saliera de mi cuerpo
algo oscuro, y penetrara en mi alma una
gran luz interior. Aun no lo sabía, pero me
había convertido al Señor. Yo no quería
levantarme de allí, pretendía mantener
cuanto mas mejor, aquella suave sensación
de paz interna y de liberación. Era
consciente que el pecado se había
marchado de mi interior.
260
- 261 -
El pastor Blessitt, parece decirle a
esta anciana española: “No señora, no estoy
realizando una penitencia por mis pecados,
solamente, llevo una cruz, para anunciar al
Evangelio de Cristo. Nosotros no hacemos
penitencias, por que entregamos a Jesús
nuestros errores, faltas y pecados, y sabemos
que El las cargó en la Cruz hace 2000 años,
una vez y para siempre. Dios le ama, señora.
Unicamente Cristo puede ayudarla en sus
problemas. El vive en mi vida y en mi corazón, y
es un Dios, maravilloso, al cual podemos sentir
diariamente. Un Dios que se reveló en las
Sagradas Escrituras, la Biblia, y nos dejó en
ellas, establecido el camino que nos lleva hacia
El. Cristo vino, para hacer cumplir la Voluntad de
Dios. El es el unico Redentor, y Salvador, el
unico mediador entre Dios y usted, señora.
Confíe en El, por que estoy seguro que en todo
momento El va a estar a su lado”.
Junto a mi, mi padre, que emocionado
dejaba caer unas lágrimas por su rostro. A
todos nos abrazó al levantarse. Toda la
Asamblea
prorrumpió
en
grandes
clamores: “¡Gloria a Dios!”.
Había comenzado un cambio, tan grande,
que ni siquiera podría imaginar lo que el
futuro más próximo me iba a traer.
Al finalizar, nos fuimos todos a casa,
aproximadamente a las once de la noche.
261
- 262 -
Mi propio hermano, tenía la espalda
adolorida por los golpes, pero algo nació
en nuestra vida, en la mía. Aquella noche,
noté el nacimiento de un cambio interior.
Mis padres se habían informado sobre las
reuniones que Blessitt, daría a lo largo de
la semana entrante. A las once de la
mañana del domingo, la familia Santos,
estaba de nuevo en la Iglesia evangélica
de Calatrava. De nuevo volvió a predicar
Arthur, siempre con la ayuda pastoral y
técnica de Alberto Araujo, y de nuevo,
volví a entregarme al Señor. Fue allí en ese
culto, como decimos en España, cuando
entré en contacto con las reuniones
cristianas que hacían los gitanos, en un
local situado en el piso superior de la
misma iglesia. Era la primera vez que
asistía a uno de sus Servicios de Alabanza.
Me impresionó favorablemente su fervor
espiritual, captando mi atención, su modo
de adorar a Dios, en lenguas que yo no
conocía, y que en un principio creí que se
trataba del Caló, la lengua de los gitanos.
En un momento de la adoración, una
mujer elevó su voz, y de forma potente,
mientras mantenía sus manos y brazos
elevados al cielo dijo con autoridad:
He aquí, yo tengo puestos mis ojos sobre
vosotros pueblo mío
Me quedé desconcertado, pues no sabía a
qué se refería, ni qué sentido tenía todo
eso, sin embargo, a pesar de mi enorme
desconocimiento, intuía que esa palabra
tenía algo que ver con Dios. Con el paso
del tiempo aprendí qué era una profecía.
Aun recuerdo con mucha nostalgia, una
canción corta, que todos cantábamos allí,
acompañando con palmadas, y guitarras:
“¡Como la Aurora va en aumento de luz!,
¡Como la Aurora va en aumento de
262
- 263 -
luz!,¡¡Así nosotros crecemos en gloria!,
¡Con amor y fe que nos ha dado Jesús!”
Los besos, abrazos, que todos se daban
entre ellos, los sentía hacia mí. Bajé al
Culto en el cual aún se encontraba Arthur.
Ya había finalizado, pero aun se oían a
algunos hermanos cantar otro himno, que
al igual que el anterior permanecen en mi
“baúl particular de los recuerdos”:
“Anunciamos la fe, la paz, el
amor.Anunciamos la fe, la paz, el
amor.Anunciamos la fe, la paz, el
amor.Anunciamos, la fe, la paz el amor
que da el Señor”
Blessitt, instantes antes de finalizar, nos
anunció que
había sido invitado
expresamente a predicar, en el Domingo
siguiente, en una iglesia católica de un
barrio de Madrid, Aluche, y que los dos
pastores, es decir, él y Araujo habían
aceptado.
Allí estuvimos. Esa semana de novedades
para mi, la aproveché para visitar los
cultos que los gitanos hacían en Calatrava
por la tarde, iniciando de esa manera, un
contacto, que llevaría, a conocer poco a
poco al mundo evangélico y protestante
español, del cual ellos, eran tan solo una
parte.
La parroquia, era muy sencilla, y humilde,
pero en esa ocasión los allí reunidos, la
ocuparon en su totalidad. El sacerdote,
presentó a los dos pastores, a su
congregación. La misma estaba perpleja,
pues nunca habían visto a un pastor
evangélico o protestante, y mucho menos
que uno de ellos, fuera americano, y con
una curiosa vestimenta, que recordaba
mucho a los Hipiies de esa misma época.
La Iglesia de la
Calle
Calatrava.Esta
foto, es de su
inauguración, en
1963. 10 despues,
aquí me
convertí.Del
libro:”Memorias
de la familia
Fiedner”.Gayata
Ediciones.
263
- 264 -
Blessitt, proxima pagina a la izquierda, predicando,
traducido por Araujo, el dia 18 de Noviembre en una
iglesia católica del barrio madrileño de Aluche, una
semana después de mi conversión. Fue un acto
ecuménico sin precedentes en esos años.
Blessit a la derecha, dentro de su autocaravana, hablando
con Arnaldo, junto a la ventana, y con un hermano ingles.
264
- 265 -
EL LIBRO DE RANAGAN
Papá se iba poco a poco
apagando, pues aunque la operación había
sido un éxito, su edad estaba ya
determinada hacia un final mas o menos
rápido, y él lo sabía, por ello, se puso a los
pies del Señor y continuó su labor literaria.
A lo largo de su enfermedad Dios le había
dado suficientes señales de que Él estaba
a su lado. Una de ellas fue cuanto menos,
muy curiosa e interesante. Cuando se
convirtió, tres libros fueron fundamentales
para su vida, la Biblia por supuesto, y
después “La Cruz y el Puñal” de Wilkerson, y
“Pentecostales católicos” de Ranagan;
éste último relata de manera prodigiosa el
nacimiento en EEUU de lo que hoy se
conoce como “Renovación Carismática”. Es
un libro de obligada lectura, muy bien
estructurado y con una enseñanza bíblica
muy pura. No es un libro convencional de
doctrina catolico romana, como tal, por
que se centra tan solo en la experiencia
bíblica del Bautismo del Espiritu Santo, y
en testimonios auténticos de quienes lo
recibieron, y en abundantes estudios de la
Biblia. Además relatra la experiencia de
aquellos profesores de la universidad
católica norteamericana, que comenzaron
a leer y a estudiar el libro de Wilkerson y
ha asistir a reuniones de oración
ecuménicas con miembros de iglesias
presbiterianas, y de otras denominaciones,
protestantes, que habían sido bautizados
en el Espíritu Santo. Es mas, Dios le habló
por ese libro, motivándole para su
búsqueda del Bautismo del Espíritu Santo.
¿Qué sucedió?, que a principios del año
265
- 266 -
73, ese título desapareció totalmente de
España. Estaba editado en EEUU, y al
parecer la editorial evangelica que lo
había impreso, dejó de existir. En los días
de la pre­operación de mi padre, me
propuse
buscarlo.
Recordaba
perfectamente, el color, su tamaño, los
autores, y el nombre de la editorial. Tenía,
pues, todos los datos bibliográficos. Algo le
comenté a papá, y le dije que orase al
Señor, allí mismo hicimos una oración:
­“Señor”­ Oraba mi padre­“dame una señal
de que estás a mi lado, y si es tu voluntad,
que ese libro aparezca, no por el mismo, por
que para mi, lo único que me sirve es tu
Palabra, la Biblia, pero simplemente como
una señal mas de tu amor”.
De
vuelta a casa, me movilicé por
correos, no sabía a quien dirigirme ni a
donde, escribí un sin fin de cartas a
distintas direcciones de librerías cristianas
en España. Nada. Me puse en contacto con
el servicio de ediciones de la Renovación
Carismática Católica. Todo inútil. Una y
otra vez, las respuestas eran negativas,
nadie conocía el libro, ni los evangélicos ni
los católicos. Hice llamadas telefónicas
inútiles, y el tiempo pasaba. Oré y oré.
Como último recurso me puse en contacto
con Editoriales evangélicas en EEUU y en
América Latina. Imposible, no había forma,
hasta que se me ocurrió una idea: Hacer
un pequeño texto, hay que tener en
cuenta que en esa época Internet estaba
muy retrasada en España, y yo carecía
incluso de ordenador o computadora:
“Cristiano español, busca libro, de tamaño
bolsillo, editado en EEUU por la Editorial
Evangélica Logos. Titulo “Pentecostales
266
- 267 -
Católicos”, de color verde, y escrito por
Kevin y Dorothy Ranagan. Ruego que me lo
envíen con urgencia a la siguiente
dirección:......”
Lo envié a una editorial norteamericana,
rogándoles que lo imprimieran en revistas
cristianas de habla española. Pensé que
podría ser un buen recurso, pero tenía
muy pocas esperanzas. Pasaron un par de
meses, y un dia al regresar de Granada,
un fin de semana para descansar en casa,
se me ocurrió ir a mí apartado de correos,
descubriendo allí un paquetito típicamente
americano. Me sobresalté, “¡El libro!”
pensé. Efectivamente, allí estaba, con una
carta redactaba en mal castellano, me lo
enviaba alguien que había leído mi anuncio
en los EEUU, y que se acordó que otra
persona lo tenía guardado y olvidado en su
biblioteca personal. Así pude rescatarlo. Al
regresar al hospital, le dije a mi padre:
­“¿No pediste una señal al Señor, como
Gedeon en la Biblia?, pues aquí está”
Dos meses después, recibí otro ejemplar
más. Por lo que a mí me respecta, sé que
son los dos únicos ejemplares de esa
edición que hay en nuestro país. Y me
consta que ni siquiera lo conocen los
miembros de la Renovación Carismática
española.
Regresé ese lunes a Granada, para estar a
su lado. No quería ausentarme tanto
tiempo, y lo hice llevándome el libro. El
Hospital granadino “Virgen de las Nieves”
o “Ruiz de Alda”, es un edificio grande, con
numerosas dependencias, y una multitud
de camas. En la octava planta estaba:
“cardiología”, y allí, en la habitación 822,
267
- 268 -
me esperaba él. Yo, me había ido tranquilo
a Almería, por que necesitaba hacerlo, y
por que el hijo del otro paciente de al lado,
me dijo, que me marchara, por que él se
ocuparía de cualquier cosa que mi enfermo
precisara. Esa mañana, nada mas entrar
en
la
habitación
y
tras
los
correspondientes saludos a todos, me
senté en su cama. Papá se encontraba
incorporado en la cama, hablando con
mucha alegría con su compañero de
habitación.
­¿Cómo te encuentras?­ pregunté
­¿Yo?, muy cansado pero estoy bien,¿cómo
están los niños?­
­Bien, todos te mandan un abrazo y muchos
besos, ya sabes cómo son. ¿Te acuerdas del
libro aquel, que al comienzo de tu vida
cristiana tanto bien te hizo?­
­Si, el de “Pentecostales Católicos”, de
Ranagan, he orado por eso­
­Pues, aquí lo tienes­ Le constesté
deshaciendo el paquete que lo envolvía­Lo
he encontrado, y está excelentemente
conservado, me lo han enviado desde los
EEUU, ha sido todo un milagro­
­Pero ¿cómo los has conseguido?­ Me
preguntó mientras lo abría para ojearlo.
­Ha sido muy difícil, en primer lugar escribí y
llamé por telefono a la Renovación
Carismática católica de España, nada,
imposible,ni siquiera lo conocían. Hice lo
mismo con numerosas distribiuidoras de
libros a nivel nacional, sin resultados. Todo
negativo, llamé a la Librería Evangélica de
Barcelona, sin conseguirlo. Hablé con la
Editorial “Clie” y me dijeron que un libro
268
- 269 -
editado en los EEUU, hacía ya treinta años
era muy difícil encontrarlo y que “Lógos”
había desaparecido como editorial. Escribí
a Editorial “Betania” y a otras, pidiendoles
que colgaran en Internet un anuncio de
búsqueda del libro. Sin resultados. Repetí lo
mismo con “Editorial Vida”, y ellos
publicaron mi solicitud en una especie de
periódico, o revista evangélica que reparten
o envian a numerosas iglesias de habla
española en los EEUU. Finalmente, alguien
en no sé qué estado, leyó el anuncio
acordándose que una persona que
conocia tenía ese libro guardado en una
biblioteca personal. Gracias a ello, su
propietario me lo envió, y aquí está­
­Yo había orado al Señor, para que me
diera algún tipo de señal de que El está
conmigo, como lo hizo Gedeón, tú sabes
que mi fé está basada en la Biblia, pero esto
es una respuesta muy clara de Dios­ Me
respondió con un tono de voz taciturno. ­
¿Sabes una cosa?­ añadiría ­ que poco
después de marcharte tú para Almería,
pasó por aquí el sacerdote capellán del
Hospital, para ofrecerme su ayuda, y te voy
a contar cómo fue la conversación:
­“Don Eduardo, soy el párroco del Hospital y
vengo para preguntarle si usted desea
“confesión”­
­“¿Yo? no, me hace falta, y le diré porqué,
soy cristiano, he conocido al Señor en mi
vida, incluso le sirvo, y mi relación con El es
completa, no obstante, si quiere, para mi
sería un honor compartir con usted del Amor
de Dios. Yo sé que usted, en su iglesia, sirve
tambien al Señor, para mi es un gusto poder
hablar con usted­
­¿“Es usted evangélico”?­ me preguntó
269
- 270 -
­“Si, lo soy”­
­“Pues poco puedo hacer ya, por que usted
está en paz con Dios”­ Contestó el
sacerdote.
­“¿Puedo hacerle, una pregunta?”­
­“¡Claro, como no!”.
­“Me gustaría orar por usted, para que el
Señor le ayudara en su labor”­
­¡Por supuesto!, es más, se lo pido, por favor,
por que a diario, tengo que ver a muchos
enfermos­
Estuvimos largo rato compartiendo del
Evangelio, pero como el sacerdote, tenía
mucho trabajo se tuvo que ir, así que date
cuenta, hijo, Dios se ha glorificado una vez
mas
Allí comentando y saboreando el sencillo
testimonio, estuvimos gran parte de la
mañana, mientras el sol, penetraba por la
ventana entreabierta de la habitación.
Desde ella, veía buena parte de la
hermosa ciudad de Granada, alcanzando
con mi vista a la extensa vega que la
rodea. Desde allí percibía los montes
norteños situados a la espalda del cercano
pueblo de Albolote. De vez en cuando, me
salía al pasillo, pues las horas en un
hospital
son
realmente
tediosas
y
aburridas. Al final del mismo a través de
otra
ventana
acristalada,
permanentemente cerrada, el paisaje
cambiaba por completo, ya que ante mi, se
abría como un abanico, la inmensidad de
Sierra Nevada, con sus cumbres nevadas
que se elevaban como si quisieran clavarse
en un cielo azul intenso. Papá leía y releía
el libro compartiendo con los familiares de
270
- 271 -
su compañero de habitación el mensaje de
Cristo.
Sentado al pie de su cama,
mirandole a él, mientras leía:
pensé,
­¿Qué hay detrás del suceso del libro?, sé
que estás en la última faceta de tu vida, y es
curioso, que al comienzo de todo, ese libro,
fue uno de los que Dios usó para bendecir tu
vida, y que ahora, treinta años después, de
nuevo aparezca en el ocaso de tu
existencia física. Señor ¿Qué me quieres
mostrar con esto?­
LA PRIMERA ENFERMEDAD: Y.... ¡LA
MONTAÑA SE MOVIO!
Buscando entre los archivos
de mi padre, hoy día, 10 de Septiembre
del 2005, cuando escribo el testimonio de
mi familia, he encontrado un documento
de extraordinario valor documental, que
deseo respetar en toda su integridad. Yo
recordaba, perfectamente que estuvo
enfermo y convaleciente, en esos años de
grandes cambios. Recuerdo que cuando
paseaba con él por la calle, o le
acompañaba para cualquier cosa, solía
entrar
en
un
portal
y
lloraba
abundantemente.
Eran
fuertes
depresiones. A mi mente aun viene la
imagen de un collarín, o cuello ortopédico,
que estuvo usando durante algún tiempo.
Mamá recuerda esos años, a sus 87 años
aun llora de emoción al leerle el informe
medico, por que mi padre
expresa
síntomas, que ocultó a su familia, solo
para no preocuparnos. Leyendo este
informe, veo una vez, el inmenso poder de
Dios, y la serenidad de papá para no
271
- 272 -
contarnos sus problemas, de los que
conocíamos parte, pero no todos. Yo sabía
que
la
enfermedad
comenzó
a
manifestarse el año 1971, pero creí
siempre que su final estaba radicado en el
año 1974. Ahora, por primera vez, he
descubierto
que
al
menos
administrativamente, fué resuelta en 1976,
cuando ya no tenía síntomas. Quisiera
añadir algo más, hasta hoy he desconocido
por completo, el nombre de la misma,
causas y orígenes, y su gravedad. El relato
que a continuación tengo el honor de
exponer para todos los lectores, es un
mensaje, que ha sido guardado durante
treinta años, y que ha aparecido ahora, me
trae una gran enseñanza de lo que debe
ser la fe como hecho consumado. Mi padre
dejó escrito el título de este capítulo: “Y
LA MONTAÑA SE MOVIO”. Quizá sea
interesante decir que en esa época, no
había un Ministerio de Sanidad, en España.
Todo lo relacionado con la misma estaba
asumido
en
trece
departamentos
gubernamentales. Quizá se comprenda así
los numerosos problemas administrativos
con los que se encontró mi padre. Cuando
llegó la democracia, se creó el Ministerio
de Sanidad, facilitando las cosas a los
españoles. Este testimonio que mi padre
relata aquí, es tan solo el resumen de casi
dos años de constantes de lucha contra la
Administración sanitaria del Estado. Era
pues David contra Goliat, ante los hechos
consumados se reveló y luchó, hasta lograr
vencer. Y lo consiguió............
“En 15 de Noviembre de 1.971, fui dado
de alta por el Dr. Perez Schuller.
Sentía
grandes
dolores,
molestias,
cansancio
general,
agotamiento.
Me
pasaron a Dr. Escudero, quien me tuvo en
tratamiento y no encontró mejoría alguna.
272
- 273 -
Se sucedieron diversos análisis de sangre,
orina,
radiografías,
etc.,
y
en
la
especialidad
de
Traumatología
me
ordenaron un aparato en el cuello, por
servicio
artrosis,
y
finalmente,
me
enviaron a la Clínica la Paz, donde ingresé
en 11 de Marzo de 1.972,y del período que
allí estuve obra un informe en mi
expediente nº: 70.323, siendo dado de
alta en 14 de Junio de 1.972.
Se acrecentaron las molestias, y los
dolores. Me pusieron muchas inyecciones
de Redoxon y para combatir el reuma, de
vitaminas, por vía buca1 y se repitieron los
análisis. (14 meses seguidos de baja).
En
31
de
Diciembre,
creyendo
encontrarme mejor, sentí ánimos para
incorporarme
al
trabajo,
pero
inmediatamente volví a sentirme mal,
faltando constantemente al trabajo en
bajas de pocos días y volviendo, pero en
Marzo, mejor, en Enero se repitieron los
análisis de sangre y orina, registrando
algunas variaciones y habiendo sufrido
mas de seis en muy corto espacio de
tiempo. Tomé Relaxybis—comprimidos—y
el Dr.Escudero, psiquiatra, me recetó otras
medicinas que no recuerdo, entre ellas: la
Diclamina en gotas, para la circulación
cerebral coronaria y otras que me
tranquilizaban. Sentía mareos, cansancio,
agotamiento, crisis de angustia, con llanto
frecuente.
Pasé nuevamente a los servicios de
Traumatología y en el mes de Mayo se dio
orden nuevamente de ingreso en la Paz,
por
recaída.Se
me
ha
recetado
ARTRINOVO,
ARTROBLOGINA,
ARTERIOVINCA, y otros estando en
rehabilitación , y no sentido mejoría
alguna, sufriendo fuertes dolores, y caídas
en la calle con pérdida del sentido. Todo
un año después dado de alta luchando
273
- 274 -
contra
los
dolores,
con
falta
de
rendimiento en el trabajo, perdida de
reflejos, inyectándome de forma constante
bajo la vigilancia del doctor.
El reloj del mundo parecía haberse parado,
y nada me hizo perder aquel hilo
maravilloso, y me sentí mas emocionado.
Recordé que cuando toda mi familia se
entregó al Señor y yo estaba atravesando
por una grave crisis física y las
depresiones me obligaban a refugiarme en
cualquier lugar y llorar abundantemente,
hasta me sentía reconfortado, no podía
trabajar. La nueva experiencia del Amor de
Dios, permitió que me recuperara casi
totalmente y pude reintegrarme al trabajo
al mes siguiente de haber vivido ese
precioso cambio. Solo Dios sabe lo que de
mí hubiera sido de haber seguido con
aquellas depresiones y también dolores,
aunque no agudos, muy molestos.
Pensé que mi fe no fue nunca lo
suficientemente grande, porque mi mejoría
era notoria, pero no total, y el año aquel
en que me reincorporé al trabajo, tuve
muchos problemas de toda índole dentro
de mi propio trabajo, aunque la relación
con los compañeros en general fuera
buena, por tener excelentes amigos entre
ellos y los mismos jefes, pero yo sabía que
no rendía lo suficiente y me sentía como
un extraño, desplazado, con la completa
convicción de que ya tenía todo hecho en
mi vida laboral y que nada podía esperar
en aquel lugar, por encima de todo, y a
pesar de mi situación, el ambiente al que
en el fondo me unía mucho, era bueno,
por los años transcurridos con la misma e
invariable monotonía.
Sentí un deseo tremendo de oración y
como en medio de aquel movimiento no
podía hacerlo, fui a los servicios, los
urinarios, y allí, en el retrete, me puse en
274
- 275 -
comunicación directa con el Señor,
alabándole y bendiciéndole, con los codos
en las rodillas, sentado, y la cara entre las
manos.
­“Señor, tu que todo lo puedes, ayúdame.
Te amo, te llevo dentro de mi corazón y hoy
vuelvo a renovar mi promesa de entrega
total a Ti,, que tanto nos quieres. Yo Señor, te
pido de todo corazón, con todas mis
fuerzas, lleno de amor y de fé, sabiendo que
Tu ahora me estas escuchando, que me
saques de aquí, Señor. Esa es ni petición. Te
lo suplico, Señor, quiero darte las gracias por
mi trabajo porque ha sido el pan nuestro de
cada día, y lo es, más Padre, mi súplica es
ésta: “Ayúdame a ser libre y poder dedicar
a Ti todo el tiempo de mi vida, Señor. Yo no
reniego de lo que tengo Padre, al contrario,
amo a mis compañeros, te pido perdón por
sus faltas, y que les bendigas grandemente,
pero Tu sabes que yo sufro con estas cosas
de un mundo que quiero entender y que no
comprendo, tal vez por culpa mía.­
El Señor se manifiesta a sus hijos de
múltiples formas, y aquella vez yo sentí un
gran consuelo súbitamente. Sabía por fé!
Gloria a Dios!, que El no solo me había
escuchado, sino que aprobaba mi súplica y
que el milagro de iba a realizar, cuando
fuera, dentro de su tiempo, no del mío ni
del nuestro. El Señor se ha manifestado
siempre en mí por medio de la fé, nunca
de forma audible, y apenas por medio de
visiones, y muchos momentos a través de
la Biblia, con pasajes frecuentísimos de la
vida de Abraham, mi guía ó modelo
espiritual a través de las Escrituras.
Salí del, urinario, lleno de contento y me
recreaba
en
el
pensamiento
preguntándome como sería mi salida del
trabajo. ¡ Si mis compañeros supieran que
había estado orando en ese lugar!.
275
- 276 -
Cualquier sitio es válido para hablar con
Dios, siempre que se haga con unción.
Transcurrió el mes de Noviembre sin
novedad alguna,
con
los naturales
percances y problemas del trabajo,
faltando algunos días a la oficina por
catarro, que degeneró en gripe.
Mi pensamiento estaba puesto en la
promesa del Señor, y, en muchas
ocasiones llegaba a dudar, hasta el
extremo de orar volviéndole a pedir
confirmación al Señor, de su Promesa y
por misericordia en algunas ocasiones, lo
confirmaba, muy pocas veces por cierto,
pero yo veía que pasaban los días y todo
seguía igual, sin síntoma ni señal alguna
aparente de cómo se iba a realizar ese
prodigio, porque desde el punto de vista
humano yo no encontraba forma ni
solución alguna. Por mi edad, totalmente
imposible. Por años de servicio, tampoco.
Me interesé en ciertos momentos en la
legislación laboral, pero nada. Ni idea.
Aquel secreto estaba en mi corazón y sólo
lo comuniqué a los miembros de mi
familia, que como es natural, creyeron
firmemente y mi esposa me ayudó mucho
moralmente diciéndome:
­“Cuando te angustias, el proceso de la fé
se tiene que fortalecer. Déjalo, cree en su
promesa y El ya se manifestará con todo su
poder­
Efectivamente, no tenía otra solución:
Esperar de su infinito poder y seguir
viviendo de la misma forma, siempre con
la
esperanza preciosa de una redención que
yo sabía iba a llegar con plenitud a toda mi
familia. Muchas cosas nos ligaban al
mundo, pero esas amarras terminaríamos
soltándolas, librándonos de ellas, porque
276
- 277 -
estaban expuestas y presentadas a
nuestro Dios.
Hay una espera santa y este proceso, para
el siervo de Dios, debe ser de oración y de
unción, con resultados preciosos y el mas
hermoso de ellos es la caridad y las obras,
producto maravilloso de la fé, y la fé es la
raíz de todo cristiano, que te enseña a
amar al prójimo infinitamente sin medida,
porque la mente humana nunca sabe basta
que punto puede llegarse con el amor.
Pero yo tenía impaciencia, y lo repito,
volvía a fallar mi fé, ó insistía,
preguntando:
­Señor, ¿hasta cuando? ¡Señor dime
cuando!
Y aunque lo hiciera a medianoche, de
rodillas en la alcoba, el Señor guardaba un
silencio terrible, silencio que algunas veces
me impresionaba, llegando a creer que El
había olvidado su promesa. ¡Ingrato de
mí!. ¡No pensaba que El se estaba
manifestando en una gran cantidad de
milagros que estaba haciendo en nuestra
casa, en testimonios que llevo en mi
corazón con todo amor, y que han servido
de edificación a muchos amigos.
Y así, con nuestros pequeños problemas y
mis dudas se fué pasando el tiempo y llegó
el mes de Marzo, pero esa temporada de
invierno la pasé bastante mal, con
frecuentes catarros que me obligaban a
guardar
cama
y
casi
siempre
se
presentaban con alguna fiebre, al parecer
producto de una gripe mal curada, y por
ello me veía obligado a faltar mucho a].
trabajo, previos justificantes de la Sanidad
Social, a la cual pertenecía, y me sentía
sumamente cansado, agotado, cada vez
peor, hasta el extremo de apoderarse de
mí una gran tensión nerviosa, que me
277
- 278 -
obligó a ir a la consulta del médico de
cabecera, un señor muy amable, bajo y
grueso, que me dijo
­“Le voy a dar un boleto para el especialista
neurólogo, porque usted necesita un
tratamiento que no puedo yo dárselo­.
­“El neurólogo ordenó que me hicieran una
radiografía de cráneo y me recetó unas
gotas para la circulación, mejor dicho, para
el riego cerebral y unas pastillas para los
nervios
­“Estas gotas las tomará usted en tres dosis
diarias. Ya le doy la fórmula por escrito, y
verá como se siente como nuevo. Des a
estas pastillas, le sentarán muy bien y su
sueño será tranquilo­
­“Doctor, me encuentro muy cansado y me
vendría bien un descanso—
­“Le voy a dar una nota para que el médico
le tenga dos dado
meses de baja y
entonces, vuelva por aquí, pero venga
antes para ver el tratamiento definitivo que
le conviene.­
Ese mismo día fui a la consulta del medico
de cabecera y primer volante para la baja
de dos meses.
­Le correspondía al especialista el darle a
usted directamente esta baja pero por
tratarse de un caso así, se lo haré yo.­
Aquella noche me desperté y me puse a
orar. Sentí un deseo de comunicarme con
el Señor, y sentí su llamada espiritual. Mi
gozo fue infinito porque me di cuenta
estaba en el principio del cumplimiento de
la promesa. Una
fé inquebrantable se
apoderó de mí.
Los volantes se sucedieron y por fin, se
cumplieron los dos meses prescritos por el
Neurólogo, quien estimó que yo, vistas las
radiografías, debía pasar a los servicios de
Traumatología, y re remitió al médico de
cabecera
para
que
é1
tomara
la
278
- 279 -
determinación oportuna con respecto a la
continuidad ó no de la baja.
El médico me dijo:
­“Usted es un enfermo de especialidad y yo
no puedo continuar haciéndome cargo
suyo ni responsabilizándome con su
curación. Le daré un boleto para que vaya
al especialista y sea él quien determine
sobre su baja, o vaya al trabajo. Yo no
puedo hacer más.­
Extendió la enfermera secretaria un
volante de alta para el trabajo y lo firmó
decididamente el doctor.
Aquello llevaba implícito que yo tenía que
reincorporarme al trabajo al día siguiente,
sin más demora, sin dilación alguna.
El especialista de huesos podría ó no
estimar que yo fuera dado de alta, pero lo
cierto es que debía enfrentarme con una
nueva situación, y como sabia por fé que
tenía que continuar sin asistir al trabajo,
fui al traumatólogo, un señor amable, de
mediana edad, quien me dijo:
­“Yo lo siento pero quien tiene que darle a
usted las bajas es el médico de cabecera,
aunque el estime que soy yo y si él le ha
dado un alta, no puedo hacer nada. Lo
lamento.­
Volví al día siguiente al médico de
cabecera y le dije:
­El especialista dice que es usted quien
tiene que darme las bajas.­
Este señor, se indignó y me contestó que
se negaba rotundamente a ello, y que se
mantenía en su postura de que mi
tratamiento
dependía
única
y
exclusivamente de la especialidad de
huesos.
279
- 280 -
A mí aquello me desagradó mucho, porque
yo me encontraba cansado físicamente y
sabía que no estaba en condiciones de
volver al trabajo. Acudí a la Superioridad
de la Sanidad Social y el Director no tomó
determinación alguna, pero me dio una
nota para el especialista diciendo que era
aconsejable que fuera é1 quien me diera
las bajas.
El especialista se mostró muy seguro de si
mismo y mantuvo la postura firme de que
yo estaba en condiciones de trabajar.
Yo llevaba ya entre ir y venir, consultas
por un lado, consultas por otro, y visitas a
la Inspección, ocho días sin ir al trabajo,
obrando solo por fé.
­“Lo siento señor, pero yo no estoy en
condiciones de trabajar y estoy dispuesto a
pedir que se vea mi caso ante cualquier
tribunal o en donde sea.­
Estuve todo el año 71 dado de baja, y fui
asistido cuatro veces en el Centro Médico,
y me hicieron muchas pruebas e incluso
me dijo el médico de cabecera por aquel
entonces, que me iba a pasar a informe
para invalidez, pero me sentí animado y
decidí incorporarme al trabajo, con un
resultado totalmente negativo para la
Entidad, y ahora, vuelvo a las mismas.
­“Bueno, entonces lo que vamos a hacer va
a ser extender una orden para que le
examinen a usted en el Centro Médico, y
mientras tanto, podrá usted continuar dado
de baja. ¿Le hace?­
Le di las gracias al Señor en mi fuero
interno, y también al doctor. Extendió un
volante la secretaria, que firmó el doctor, y
nuevamente comenzaba otro período de
bajas. La fecha, muy importante para mí,
280
- 281 -
fue fijada a partir de aquel día, pero
estimé más oportuno no molestar mas al
especialista y le pedí al Señor que me
ayudara en lo de aquellos días que
quedaron en blanco. El Centro Médico era
una Institución magnífica y atienden al
enfermo
con
verdadero
interés,
examinándole clínicamente sin omitir
nada.
Lo que más me impresionaron fueron los
niños enfermos que allí acudían a
rehabilitación,
algunos
con
unas
tremendas deformidades, siendo llevados
por madres, sufridas y abnegadas hasta
extremos que me daban escalofríos.
¡Hasta donde puede llegar el amor de una
madre! ¿Tiene límites?. El equipo médico
del servicio de Traumatología, me envió a
Rehabilitación y en el gimnasio tuve a una
enfermera muy simpática, que durante
una hora diaria estaba pendiente de mí,
preocupada
por
mis
ejercicios,
regañándome amablemente cada vez que
me quejaba ante los dolores. En el
gimnasio vi a un anciano solitario que
miraba siempre con dulce tristeza, y
nostalgia, Aquel rostro me
resultaba
conocido.
­¡Señorita Encarna, ¿quien ese señor del
sillón de ruedas?­
­¿No lo sabe, se trata de Don Valentín
Tornos, el del programa
Española: “Un, dos, tres”?­
de
Televisión
Sentí una extraña sensación. Don “Cicuta”,
por que ese era su nombre artístico en su
última intervención en TVE, era un artista
muy célebre, que todo el mundo le
conocía. Se hizo famoso por sus barbas y
bromas pesadas. Hacía muy poco tiempo
que yo le había visto en plena actividad,
281
- 282 -
solicitado por cientos de personas, miles
de veces había salido su fotografía en los
periódicos, en los anuncios, una auténtica
figura del momento, un verdadero reclamo
explosivo, y allí estaba, hundido en un
sillón metálico, y paralítico de medio lado.
Desde entonces todos los días, hablaba
con él un poquito y claramente me daba a
entender que sentía nostalgia por el
reciente tiempo pasado, cuando todo era
trabajo, fama y... ¡como no!, dinero, pero
yo le hablé de la grandeza del Señor, y me
escuchaba
amable
y
complacido,
admitiendo mis palabras con un gran
interés. Valentín Tornos, me reveló, algo
realmente curioso e interesante, para los
historiadores evangélicos: Era nieto, o
biznieto
de Cabrera, uno de los mas
grandes evangelistas españoles del siglo
XIX, fundador de numerosas iglesias que
aun funcionan y que han dado lugar a
otras muchas mas, perseguido por las
autoridades conservadoras españolas de
ese siglo, autor y escritor insigne.
También conocí allí a un hombre que
había perdido una pierna, la izquierda, un
brazo y un ojo. Parecía un guiñapo, pero
tenía
unos
deseos
fervientes
de
recuperación, una gran entereza. Había
sufrido una terrible descarga eléctrica y
estaba en plena prueba de aparatos, que
lo dejaban
peor, los dolores y las
operaciones, que fueron un auténtico
calvario. Eran tiempos pasados y ahora
tenía que adaptarse resignadamente al uso
aparatos
ortopédicos
para
poder
manejarse y caminar, dándole gracias a
Dios de haber conservado la vida.
Pasé a los Servicios de Medicina General y
me hicieron muchas pruebas, diversos
análisis de sangre, que solo, por su
importancia se podían hacer en el Centro
Médico, otros análisis se sucedieron, así
282
- 283 -
como de orina. Las radiografías se
sucedieron con frecuencia, de columna,
medio cuerpo, cuerpo entero, cráneo El
tiempo fué pasando y no dejé un día de
asistir a las consultas que me fijaban en
el cartón de control..etc.
En ese intermedio me pidieron por parte
de la Jefatura de Personal, un volante que
cubriera los días que habían que dado en
blanco hasta que el especialista en
Traumatología acordó enviarme al Centro
Médico.
Aquello me creó otro problema porque
había necesariamente que justificar ese
periodo de días y aunque en la Jefatura de
Personal tenía pruebas de mi situación,
ellos, indudablemente precisaban un
justificante oficial. Fui otra vez a la
Dirección de la Sanidad Social y me dijeron
que eso lo podía arreglar única y
exclusivamente quien me estaba dando las
bajas, pero para mí significaba otro
compromiso grande y pensé que no iba a
rectificar otra vez, teniendo en cuenta,
además la situación creada tan molesta.
Por fin, quien no tuvo inconveniente en
ayudarme fué el médico de cabecera.
Extendió un parte suplementario y lo hizo
con deseo de servirme, ya que sabía que,
al fin, se había hecho cargo de mí, como él
opinaba acertadamente, el Traumatólogo.
Así resolví esa tonta molestia. En todo
estaba Satanás procurando estropear las
cosas. No había un asunto que no
procurara por todos los medios colarse con
sus nefastas actuaciones. ¡El Señor le
reprenda!.
Así pasaron cinco meses y medio, y en el
Centro Medico ya tocaba a su fin toda
clase
de
reconocimientos,
pruebas,
283
- 284 -
experiencias, y se acercaba el momento en
que me tenían que dar un informe oficial y
pasar otra vez a los servicios clínicos y
médicos de Traumatología.
­Usted tiene un desgaste celular, amigo, y
dentro de unos dias le daremos un informe, y
creo que ya no tendrá usted que venir más
por aquí. No podemos hacer nada.­
Yo
me
sobrepuse
y
le
pregunté
tranquilamente:
­No tengo cura, ¿verdad?. Yo me encuentro
muy cansado­.
­No me extraña. Tenga cuidado con las
caídas por mareos­.
Me recetó unas medicinas muy buenas.
­En estas condiciones, doctor, yo no puedo
trabajar...
­Desde luego, nadie le va a mandar al
trabajo.
­Es que yo prefiero que sean ustedes quienes
me tramiten el informe propuesta para una
invalidez.­
­Nosotros no acostumbramos a hacerlo pero
no obstante vaya usted a los Servicios
Sociales y allí le dirán si con el tiempo que
usted lleva de Baja, se puede tramitar
oficialmente y cuando venga, hablaremos
de ello. Tiene que volver el día 30.­
El pensar que se pudieran hacer cargo de
mi situación por parte del Centro Médico,
me gustó y dio tranquilidad. Fuí a los
Servicios Sociales y me dijeron que sí, que
efectivamente, por el tiempo transcurrido,
se podría extender el informe de invalidez.
Le comuniqué al traumatólogo todos
aquellos pormenores y asintió.
­Muy bien, entonces, cuando le hagan el
informe, con arreglo al mismo, yo continuará
dándole las bajas, pero me lo trae usted
para su historial­
284
- 285 -
Todo aquello era completamente normal y
como es lógico, no se trataba de ninguna
impertinencia suya, muy al contrario. El
día 30 me reconocieron por última vez en
el Centro Médico, y me dijeron que me
enviarían un informe a casa y que me
pasarían nuevamente a los Servicios de
Traumatología. Aquello me desconcertó,
pero no pude hacer otra cosa. Estaba en
sus manos y primeramente, en las de
Dios. Todo lo demás era lucha, porque la
situación increíble se creó cuando pasados
15 6 20 días, recibí, en un sobre azul, el
informe oficial del Centro Médico. El
ansiado informe. Abrí el sobre y cual no
sería mi asombro cuando leí el informe. Se
trataba
de
algo
expresado
tan
ambiguamente, que yo no sabía que hacer
ni que pensar. Decía que me pasaban a los
Servicios del Traumatólogo por no tener
posibilidad de recuperación quirúrgica, y
decía también que se me daba de alta.
Todo lo que me habían dicho verbalmente
quedaba
desarticulado
ante
aquel
inconcebible informe, y como no tenía mas
remedio que presentarlo, con la natural
preocupación, fuí al Traumatólogo.
­¿Tiene usted ya el informe?. Ya lo
necesitamos para saber si debemos
continuar con las bajas, ó darle el alta­
Maquinalmente, le di el papelito.
­Bueno, amigo, aquí dice claramente: Alta,
y como yo veo nada de lo que usted me ha
dicho, desde ahora mismo le doy a usted el
alta.
­Pues yo lo siento más doctor, pero no estoy
en condiciones de trabajar y todo lo que
me han dicho, yo se lo he dicho a usted. Yo
no le he mentido.­
285
- 286 -
­Todo está muy bien, señor, pero le doy el
alta. Usted va a trabajar mañana mismo,
con esto me basta, y aquí pone ALTA.­
­Pero doctor, esa definición de Alta, como
usted bien dice es en los Servicios del Centro
Médico, no de usted y no quiere decir que
yo pueda trabajar.­
­Bueno, señor, tenga usted el alta y cuando
en el Centro Médico me digan que usted no
está en condiciones de trabajar, yo le daré
a usted las bajas correspondientes, mientras
tanto, torne usted estas medicinas que le
voy a recetar y...!a trabajar, hombre, a
trabajar!.­
Y sin más dilaciones me dio el certificado
de alta. Aquello era al parecer, el fin y no
admitía más discusiones
Aquella noche, como otras muchas, me
postré de rodillas al borde de la cama y
lloré y oré al Señor para que diera fuerzas,
porque todo se acababa y mi problema no
estaba en sentir temor alguno por ir al
trabajo. Lo que yo sentía en el fondo de mi
corazón era defraudar a mi Señor y
rendirme, cuando sabía por fe que era una
obra suya y que nada podría contra su
inmenso poder, pero ya me sentía
asustado, defraudado y no sabía que
rumbo emprender.
De pronto sentí una inmensa fe, un poder
tremendo, algo que no se puede explicar,
porque el Señor no me respondía por
visión alguna ni a través de su Santa
Palabra, la Biblia, pero la luz la viví en mi
alma, como cuando el Señor nos baña con
su amor y sentimos su presencia a nuestro
lado:
¡Adelante! ¡adelante!,¡adelante!.
Al día siguiente no fui a trabaja,¡loria a
Dios!, la situación estaba así, latente,
vivida solo por fé, sin mas agarradero
humano...Sostenido solo por la fé. Y para
286
- 287 -
testimonio, he de decir que sentí un deseo
tremendo de regalar al traumatólogo, una
Biblia, a pesar de aquel tremendo tropiezo,
que fué aún mayor cuando al día siguiente
volví a la consulta a decirle que rectificara,
que yo no podía trabajar en esas
condiciones.
­Ya le he dicho que me mantengo en lo del
alta y anímese, vaya a trabajar, y solo
vuelva cuando el Centro Módico me diga lo
contrario, y desde luego no insiste, porque
yo no puedo ni decirle al medico de
cabecera que le dé a usted la baja. Ya lo
sabe­
La enfermera—secretaria hizo un gesto
como de fastidio y yo pasé con ello muy
mal rato, porque además comprendí que
había cometido una equivocación al volver.
El Señor quiere que obremos con un orden
y nos da lecciones como la que yo acababa
de
recibir.
Mas sin dudarlo, compré una Biblia muy
bien encuadernada, me puse en oración, y
después de ponerle una corta dedicatoria,
sobre la fé, con amor, de rodillas, le dije al
Señor:
­Señor, ¿puedo regalarle este libro al
Doctor? ¡Señor! ¿Me lo confirmas?­
Mi corazón latió apresuradamente y sentí
que Dios me decía:
¡Mateo diecisiete, veintisiete!Cogí la Biblia, y leí:
“Sin embargo, para no ofenderles, ve al
mar y echa el anzuelo, y el primer pez
que saques, tómalo, y al abrirle la boca,
hallarás un estartero, tómalo Y DASELO
POR TI Y POR MÍ.”287
- 288 -
Grité: “¡Gloria a Dios!”. Estaba aprobado el
regalo. Por mediación de una tercera
persona, el libro llegó a sus manos, y este
fue un maravilloso testimonio, muestra de
la grandeza de Dios, ejemplo de lo que
significa la lucha, el poder de la fé y la
fuerza de la oración, porque el Señor
premia la constancia, el amor y la firmeza,
ya que nada se consigue, siendo de Dios,
sin lucha, porque el Diablo anda siempre
intentando destruir cualquier obra buena.
Yo procuraba ni abrir la boca para que el
maligno no escuchara y mis oraciones eran
silenciosas
aquello
constituía
un
verdadero secreto entre Dios y yo.
Pronto se manifestó la gloria de Dios y fui
al centro médico, exponiéndome a que no
me recibieran, porque es preciso hacer
constar para este testimonio, que en el
Centro médico, una vez enviado, y
redactado un informe, se cierra el
expediente, y solo se puede reanudar
cuando se solicita oficialmente, y a través
de la Sanidad Social, con firmas de los
inspectores correspondientes, en un nuevo
ingreso y a pesar de ello, el ingreso en el
Centro, por exceso de enfermos, se
retrasa o efectúa tardando unos dos meses
como mínimo.
Me encomendé al Señor y presenté mi
tarjeta a la enfermera, sin hablar palabra,
confiando ciegamente.
Cogió la tarjeta, entró en la Clínica y al
cabo de unos minutos salió y me dijo:
­Vuelva usted el dia 27, a las 9 de la
mañana­
Sentí un gozo impresionante. Aunque
faltaban unos dias para el día 27, seguí sin
acudir al trabajo, orando, y confiando cada
vez más en Señor.
288
- 289 -
El día 27 estaba allí a las nueve en punto
de la mañana. La sala estaba abarrotada
de gente esperando ser atendida. Hacía un
calor sofocante y yo estaba sintiendo
angustias y temores. ¿Qué pasaría?.
¿Porqué estaba allí manteniendo aquella
lucha?. ¿Que me dirían en la consulta? Lo
mas lógico sería que me preguntaran que
porqué iba, y que ya estaba sentenciado
mi asunto. Lo cierto es que se fue
desalojando la sala y pasando el tiempo,
hasta que solo quedábamos un joven y yo.
Aquello ya no podía soportarse, porque
llamaron al joven me quedé yo solo, y ya
se iban los médicos.
La señorita Julia, la enfermera, me dijo:
­¿Santos Elola?
­Sí, —contesté ansioso— ¿puedo pasar?
Entré en el consultorio y estaba allí un
doctor que yo no conocía. Era joven y
recio.
­¿Que desea?—preguntó.
Yo vengo por que en este servicio. Se me
dijo que me iban a proponer para una
jubilación.
­Espere un momento pero ¿ y el expediente
de este enfermo?­
­Pues no está, y el caso es que está citado
para hoy­
El corazón me dio un vuelco que yo crei
que se me iba a salir del pecho.
­Si—dijo la señorita Julia—efectivamente,
este enfermo le ha dicho el doctor Sira que
habla que hacerle una propuesta de
invalidez. Yo lo he oido. ­
­Bueno, entonces no hay problema, que
vaya a Servicios Sociales y que allí le
informen y le digan que día puede venir a
que le hagamos el informe­
289
- 290 -
Yo no sabía en que iba a parar aquello,
pero como mi Dios me decía: “¡Adelante!”,
adelante iba yo.
­Entonces, doctor, yo le agradecería que
hablara usted con el Servicio Social, porque
a mi a lo mejor no me hacen caso.­
El doctor, marcó un número interior y
habló diciendo que yo iba para aquellos
servicios y dijo que me atendieran por
orden
suya.
Yo salí lleno de alegría y me fui a la oficina
de Servicio Social. La señorita jefe estaba
en un gran despacho.
­Ya me ha dicho el doctor que usted ha
solicitado que seamos nosotros quienes le
demos el informe propuesta. No es corriente,
pero si tiene usted problemas con sus
médicos, no importa, se lo haremos aquí.
Venga usted el lunes a las nueve de la
mañana.­
Comprendí que allí me estaba yo jugando
todo, y casi volví a perder la fé, ese
poderoso tesoro que mueve montañas
junto con la oración.
­Yo le agradeceré que me haga usted,
señorita, una nota, para yo dársela al
médico de cabecera, haciendo constar
que me van ustedes a extender el informe
propuesta­. Me quedé temblando.­
­Bueno, pero la verdad es que no lo
hacemos
nuca,
pero
para
evitarle
problemas, espere usted un momento.­
Yo vi que pasó a otro despacho y a través
de una cristalera, observé que escribía,
con copia, un informe.
­Aquí
tiene
usted
lo
que
desea,
¿Conforme?­
La carta llevaba los sellos oficiales, un sello
en tampón, la firma de la señorita Jefe de
Servicio Social y decía:
­Don Eduardo Santos Elola, acudirá a este
centro el próximo día 29, para hacerle el
290
- 291 -
correspondiente informe—propuesta de
invalidez, lo que se hace constar para su
justificación y a petición del interesado.”
Yo al ver aquello brincaba de alegría.
En seguida pensó en el traumatólogo, y
aquella misma tarde acudí a su consulta,
pero como estaba tan escarmentado, pasé
primero a la Dirección de la Sanidad Social
y les enseñó el parte de alta del Doctor y
la carta del Centro—Médico.
­Aquí hay una cosa que es un verdadero
disparate. Las dos cosas son absurdas y
contrapuestas­
Me dio una nota de su puño y letra para
que el doctor continuara dándome las
bajas.
Con ese precioso bagaje, pasé decidido a
la consulta del especialista, a quien yo
había regalado la Biblia, la palabra de Dios
y cuya atención ya tenia casi olvidada.
Nada mas yerme, abrió sus brazos, se
dirigió a mí amablemente y me ofreció una
silla. Aquello era maravilloso. ¡Santo Dios!
!Que inmenso es tu poder!
­Querido amigo, ¿que le trae por acá?.
Muchas gracias por la Biblia. Se lo
agradezco mucho­
Le dije que habia estado en la Inspección,
aunque no lo consideraba necesario, pero
le expuse noblemente que lo habia hecho
por las circunstancias, y le enseñé la carta
del Centro Médico.
­Esto es lo que hacia falta, señor. Ya con
esto basta. Señorita, que ahora mismo se le
dé otra vez de baja, cubriendo los dias
desde que yo le dí el alta­
Le devolví el alta que me había dado, la
rompió y comenzó otra vez una nueva
serie de bajas, de volantes de bajas, de
nodo que llevaba un año casi de baja y los
partes comenzaban otra vez, como si todo
empezara, porque volvían a numerar
desde el uno, pero ese a mi me traía sin
291
- 292 -
cuidado. Todo se arreglaría. Ya no podía
llegar a mas allí estaba la Gloria de Dios y
el premio a la paciencia...
­Es usted un buen cristiano­ me dijo
Aquello me hizo llorar y le di la mano con
gran emoción, lleno de gozo.
Ya tenía asegurada un nuevo grupo de
volantes de baja, pero necesitaba volver al
centro medico y que allí se culminara la
obra, aquella obra que tanto me estaba
costando.
El día fijado, fui a la consulta del centro
Médico, y para mi, aquella mañana creí
que ya no podía mas y que ya no se podía
resistir mas presión.
El Jefe de los servicios, me dijo que no me
hacía el informe propuesto porque no lo
estimaba oportuno, y que debería volver a
solicitar ser visto pasados dos meses.
Rotundo y categórico, sin mas paliativos.
Solo se me quedaba a recibir ese segundo
informe, presentarlo al traumatólogo, e ir
al trabajo. Ya era aquello el verdadero
final, pero, quedaba:.........¡Dios!. El tenía
que guiarme. ¿Me habría perdido?, ¡Que
falta o error había cometido?. Yo seguí
solo con mi amor, con mi fé, y sin decir
nada ni a los medios. No quería ni hablar.
Pertenecía al secreto más grande del
mundo, mejor dicho, de mi vida. Además,
todo el mundo sabía que yo estaba así por
fe, y aunque se me presentara la mas
terrible de las pruebas, ¡Gloria a Dios!,
¡ganaría!.
Y llegó el tremendo informe, peor que el
otro, sin rodeos, y si sombra de los
pudiera significar una propuesta invalidez.
Todo era insignificante y que debería
volver a los dos meses pero que no se me
hacía recomendable una propuesta. Todo
el castillo de Dios parecía haberse
derrumbado. No tenía nada a mi favor, al
contrario, la tremenda obligación de ir al
292
- 293 -
traumatólogo, quedar absurdamente con
él, decirle que no había hecho caso al Jefe
de los Servicios ni de sus propios servicios
médicos. Todo hundido.
Mis lágrimas eran abundantes, mi gozo
había sufrido un rudo golpe, mis fuerzas
me faltaban, y cada vez yo me sentía mas
débil, incluso espiritualmente. ¿Cómo
podría ser aquello?. Mientras meditaba,
oraba y pensaba, por no ver al
especialista, mandé a mis hijos a recoger
los volantes de baja y ellos, que apenas
sabían lo que estaba pasando, me hacían
ese inmenso favor, por que en cuanto me
viera me preguntaría si me habían hecho
el informe de invalidez y a mis hijos le
daba recuerdos amablemente para mí,
pero aquello tenía que tener una solución.
No podía continuar así, en falso, porque la
fe habia que cimentarla en algo sólido, en
una realidad plasmada y yo sabia que el
Señor ya estaba obrando, pero ¿cómo?.
Una noche me desperté orando y recibí
respuesta,
recibí
respuesta
en
un
momento casi de desespero porque llevaba
días entero sin la menor comunicación
espiritual con el Señor. Aquello era
espantoso, y el aviso me vino por
sensación, por fe, por revelación.
La respuesta estaba en el médico de mi
oficina. Allí estaba la clave, porque este
señor era también médico de la Seguridad
Social. Al dia siguiente, como un
autómata, llamó por teléfono a la Sanidad
Social y en Información me contestaron:
­Si usted quiere que su médico de la
Empresa le de los volantes de baja, este
señor puede hacerlo, pero tiene que ser
porque lo estime oportuno y quiera, pero en
su doble calidad de médico de empresa y
de la Sanidad Social, puede perfectamente­
.
293
- 294 -
Entonces, sin pensarlo mas, me volví a
poner en oración y pensé que lo mejor era
dirigirme al Director General, personal y
particularmente, con toda sinceridad, aún
arriesgándome
en
maniobra
tan
tremendamente grave. El Señor se me
manifestó
por visión, presentándome,
pero inmediatamente, un anillo, y no me
quitaba esa visión. Entonces, la Santa
Biblia me dio la respuesta por aquella
visión del anillo, en el libro de Esther, 8/8,
que dice así, ¡Gloria a Dios!, porque yo le
pregunté:
­Señor, ¿puedo escribir esta carta?—
“Escribid, pues vosotros a los judíos como
bien os pareciere, en nombre del Rey y
selladlo con el anillo del Rey, porque un
edicto que se escribe en nombre del Rey,
y se sella con el anillo del Rey, no puede
ser revocado”.
¿Cabe mejor y mas bella aprobación?.
Inmediatamente procedí a escribir la carta,
larga y detenida, pero escrita con rapidez
y la mandé, orando constantemente para
que fuera bien acogida.
Y no tardó en ser contestada. El médico de
la empresa, se hizo cargo de todo y se
responsabilizó no solamente con las bajas,
si no con todo el tramite oficial para la
consecución de la baja definitiva. Y por fin
me concedieron la Invalidez total y
Absoluta, logrando con ello cobrar una
buena pensión de por vida. De otra
manera me hubiera quedado con una
jubilación de risa, y no sé qué hubiera sido
de mi ni de mi familia económicamente
hablando. Mi esposa, comentando un día
sobre eso me dijo:
­No te preocupes, Eduardo, pues si tenemos
que alquilar habitaciones, lo que sea, se
hace­
Amo la luz que
llega a mi
ventana/
Te saludo en ella
cada dia/
Entre el vasto
universo que me
cerca y la
brizna de hierba
que se levanta
al sol casi
triunfante/
Tu mesales al
paso/
Quiero escapar
y me retienes en
la sorisa calida
de un niño/ es
tu presencia
sustento de ese
amor que me
redime/.
“Triunfo del amor
en mi, a Dios”.
Acacia Ucedo
Malo, poesía
femenina
española 1950­
1960.Edi.,
Bruguera
294
- 295 -
Pero no fue necesario, por que el Señor
hizo las cosas muy bien, y me jubilé
cobrando el cien por cien de mi sueldo en
esos momentos. Han pasado los años,
Dios me ha sanado por completo de
aquella enfermedad, y hoy realizo una vida
completamente normal, viajando con los
míos, conduciendo mi automóvil, si se
precisa, y sirviendo al Señor donde El
quiera enviarme para su obra.”
He de reconocer y de confesar, que este
testimonio que he respetado en su
integridad, lo he descubierto en estos días,
descubriendo por primera vez en mi vida
cosas que yo desconocía por completo de
aquellos años, y de su enfermedad, y
preguntándome cómo era posible que tras
su jubilación por enfermedad, mi padre
pudiera haber desarrollado una labor tan
grande como la que hizo al servicio de la
Palabra de Dios, cómo fue con su
jubilación cuando él trabajo mas y mejor
con Nuestro Señor. Siempre que leo algún
documento suyo desconocido por mi
descubro un poquito mas de esa gran
personalidad que tuvo mi padre, y su
imagen y recuerdo se acrecientan para mi,
dándome ejemplo vivo de cómo tiene que
ser un cristiano. Ese hombre que ya mayor
jugaba, en el suelo, con su nieto de
meses, mi hijo, albergaba en su interior el
ejemplo de cómo debe ser un siervo de
Dios, que lo mismo compartía con los
hermanos de la Renovación Carismática
Católica, que con los mas conservadores
de las iglesias protestantes. A lo largo de
este testimonio “AQUELLOS AÑOS, EL
TRIUNFO DE LA FE.....”, vais a ver, amigos
cómo trabajaba con todos, señalándome
el camino a seguir.
Y es así,
papá viajó con nosotros, a
distintas
partes
de
España y
del
Extranjero, estuvimos viviendo en la
295
- 296 -
provincia de Huelva en dos ocasiones,
donde el Señor se glorificó cuanto quiso,
recorrimos buena parte del país, en
ocasiones juntos, otras por separado. A
Madrid
íbamos
infinidad
de
veces,
conocimos Portugal, Francia, Suiza y
Bélgica, y finalmente nos trasladamos para
Almería, en donde finalizó su vida
completamente entregado a la literatura, a
la historia, aquí, participó en numerosos
programas
de
radio,
y
escribió
innumerables artículos en prensa, participó
en
distintas
conferencias
culturales,
siempre dando testimonio. Hizo amistad
con todos los alcaldes de la ciudad, a los
que siempre regaló y dedicó Biblias. En
Almería se publicaron algunos de sus
libros. Participó como miembro de honor
en la recepción oficial a sus Majestades los
Reyes de España. Realizó una obra tan
prolífica a favor de la historia local de la
ciudad de Almería, y de sus calles, que
cuando cayó enfermo del corazón, el
Ayuntamiento le concedió una placa.
Posteriormente, tras su fallecimiento, y a
propuesta mía, el mismo consistorio
municipal, hizo el honor de dedicarle a mi
padre una calle con todo su nombre
completo, en una de las mejores zonas de
la capital almeriense, convirtiéndose por
tanto, en el primer cristiano de fe
evangélica, que tiene una calle dedicada a
él,cuya fotografía aparecerá mas adelante.
Lo que yo no recordaba era, que un día el
Señor, estando, ya papá enfermo le dijo:
“Te he justificado ante mi, pero también
te justificaré ante los hombres”. Hoy ya
hace cinco años que falleció mi padre, y su
anciana esposa, mama, siempre que
296
- 297 -
pasamos con el automóvil por esa calle, se
le llenan los ojos de lágrimas, y le envía un
beso, quizá recordando alguna de las
frases, que papá le escribió, en un libro de
amor, que aun conservo como oro en
paño, cuando eran novios, allá en el ya
muy lejano año de 1947:
“Lola, el amor eres tu, eres la fuente de
mi existencia, en ti hallo, en tus ojos
inspiración, en tu boca el néctar de la
felicidad, en tu voz una bella canción de
cuna, en tu simpatía amor reluciente, en
tus lagrimas las perlas de tu corazón, en
tu bondad un alma grande y generosa...”
EL ALBERGUE DE LOS POBRES EN MADRID
Buscando
entre
los
numerosos archivos de mi padre, he tenido
la suerte de encontrar un documento, que
en sí mismo es una oración que el realizó
el 28 de Noviembre de ese año 1972,
escasamente 15 días después de nuestra
conversión. Es una súplica al Altísimo por
un albergue
para los desposeídos, los
alcohólicos, los más pobres de los pobres
en Madrid, aquellos que tenían por techo el
cielo, y por suelo, la dura calle asfaltada.
La tarde del 20 de Noviembre, mis padres
decidieron visitar un albergue para
marginados,
situado en el barrio de
Carabanchel Bajo, donde anteriormente
habíamos vivido, motivados por una
información periodística en la cual se
reflejaban
las
grandes
carencias
y
necesidades que dicho “lugar” tenía. Era
un edificio modesto, de planta baja,
organizado en habitaciones individuales o
compartidas, servicios y comedor. Además
tenía una pequeña y humilde iglesia, y el
297
- 298 -
despacho en el cual trabajaban los
responsables
del
centro.
Estaban
regentado por tres sacerdotes católicos. El
Director era el hermano Juan. Recuerdo a
otro, Ramiro, que trabajaba como taxista
para mantener los gastos que allí se
creaban,
ayudando
con
ello
al
mantenimiento del centro.
Yo tuve la oportunidad de visitar el centro,
por que mis padres, aprovechaban
cualquier ocasión, para no ocultarme nada
de lo que en el mundo sucedía, y de esa
manera, contribuir a mi propia formación
personal. Entrar allí, era hacerlo en la
depresión, a causa de las enormes
carencias que los ingresados padecían. Se
carecía de todo, y las condiciones eran
muy deficitarias. Las tuberías estaban
atascadas, y las habitaciones rezumaban
de pobreza. Juan, el Director, era, de pura
sangre castellana, sencillo, humilde, con
una enorme vocación hacia los mas
necesitados. Vestía, un gabán raído y
descolorido, aprovechaba toda la ropa que
le daban. Estuvo alguna vez en mi casa,
hombre de dulce palabra, era la viva
representación de la sencillez cristiana. El
sabía que nuestra conversión a Cristo, al
amparo de la iglesia Evangélica, era
decisiva, pero entre nosotros no hubo
nunca ningún problema, pues nos unía
Jesús. Hijo labradores muy humildes,
nacido en un pequeño pueblo castellano,
fue educado en los dogmas de la Iglesia
Católica. Decidió seguir a Jesús, en la
manera y camino que el había conocido.
Su fe era sencilla y sincera, amaba a Dios
por encima de todo y ese amor, le motivó
a dedicarse a los que más necesitaban de
ayuda y comprensión. Tuvo la oportunidad
de cruzarse en su camino con dos
hermanos, y juntos decidieron poner por
obra, lo que Dios les estaba indicando, sin
298
- 299 -
ayudas de ningún tipo y por fé. Ellos
hacían de todo, incluso de albañiles y
fontaneros.
Así nació el albergue de San Martín de
Porres. Todas las noches recorrían las
calles madrileñas para invitar a los
indigentes, la mayoría de ellos alcohólicos
abandonados a su suerte, y alguno que
otro padecía algún tipo de enfermedad
mental. El trabajo con estas personas se
tornaba muy difícil, y en alguna ocasión,
peligroso, y sin embargo el Amor de
Cristo, estaba en el corazón de Juan y de
los suyos.
Nuestra distancia de la Teología Católica, y
de la estructura eclesial era ya mucha y
alejada, y sin embargo, entendíamos que
al menos en lo más básico nos unía el
mismo Señor. Nunca hemos tenido
inconveniente alguno, para compartir las
enseñanzas de nuestro común Dios.
Papá se empapó de la grave situación que
estaba atravesando el albergue, y decidió
emprender una campaña, para recaudar
fondos económicos. Bajo la lectura de la
Biblia, la incipiente oración, el comienzo de
nuestra asistencia a las Reuniones de la
Iglesia Evangélica de Calatrava, como de
otras, en pleno primer amor, con un escaso
conocimiento bíblico, creyó por fe que
Dios iba a obrar un milagro a favor de esos
desprotegidos de la sociedad y en el de
sus responsables. De vez en cuando, se
reunía con Juan en su despacho para orar,
tal y como estábamos aprendiendo a
hacer, compartiendo con el bajo la luz de
la Biblia. El buen sacerdote, escuchaba
con interés, apoyando todo cuanto
decíamos y hablábamos. Papá era ya un
hombre experimentado en relaciones
humanas y públicas, con ideas para hacer.
Probablemente el director del centro, debió
pensar que mi padre había venido como
299
- 300 -
“anillo al dedo”, es decir, nunca más
oportuno y adecuado,
como alguien
enviado por la Providencia Divina. Cada
vez que iba al “Refugio”, tal y como él lo
llamaba,
se
volvía
hondamente
preocupado. “Allí había que hacer algo,
pero ¿qué?”, pensaba a menudo. Consultó
y habló varias veces con Alberto Araujo,
intercambiando
ideas,
pero
no
se
encontraban soluciones. Llevó el tema a
las reuniones de oración de la comunidad
gitana,
incluso,
en
una
de
ellas,
armándose de valor, pues no era hombre
de fácil palabra para dirigirse a un público
abiertamente, explicó en un culto gitano,
la situación del albergue pidiendo oración.
La comunidad evangélica entera, se
levantó y oraron unánimemente con el fin
de obtener una ayuda Divina. Aquello le
infundió más fuerza y valor. Había ideado
un plan de acción y lo puso en marcha: Se
trataba de organizar un concierto musical
en un teatro o cine de Madrid, para
recaudar fondos a fin de ayudar al
albergue. Para ello habría que contar con
los mejores cantantes de la época.
Rápidamente se puso a trabajar con
entusiasmo, visitando a menudo al
hermano Juan, con quien oraba una y otra
vez. Lo primero que hizo, al estar el
“Refugio” bajo la dirección espiritual de la
Iglesia Católica, fue enviar un dossier al
Arzobispo de Madrid, máximo responsable.
Tras idas y venidas a distintos organismos,
después de las numerosas aclaraciones
necesarias que siempre surgen en la
organización de éstos actos, parecía que
no se podría realizar nada, a causa de
numerosos problemas. No obstante, mi
padre estaba empeñado en creer por fé
que se podría hacer. Mientras tanto, la
situación del Albergue de San Martín de
Porres empeoraba cada día más, y los
300
- 301 -
hermanos, que lo dirigían trabajaban
demasiado para su mantenimiento. Parecía
que todo era imposible. Algunos residentes
del
Refugio
causaban
numerosos
problemas de comportamiento a los
compañeros allí acogidos. El ánimo de mi
padre se mantenía fuerte, por que tras
varias negativas, recibió un día una carta
del Arzobispo de la Diócesis de Madrid, en
la que le felicitaba por la idea y la labor.
Inmediatamente se dirigió al Albergue,
para decírselo al hermano Juan. Gracias a
estas gestiones, y a la constante oración
intercesora de mi padre, se logró el
bienaventurado
concierto benéfico. No
obstante, papá ya se había retirado de
todo ello, dejando todo en manos de los
organizadores reales, pues aunque él fue
el principal
promotor de todo ello, no
quiso participar activamente, deseaba
estar al margen y que la gloria humana, se
la llevaran otros, el caso es que quería que
el dinero se destinara al Albergue de San
Martín del hermano Juan. Se consiguió la
recaudación
necesaria.
Dios
había
respondido al llamado de su pueblo, pero
de nuevo, la torpeza humana estorbó a la
obra de Dios, por que muchos meses
después de los acontecimientos, nos visitó
Juan en nuestra casa, con el talante algo
desanimado, por que de lo recaudado en
aquella campaña, no habían recibido
prácticamente nada. El dinero había sido
desviado hacia otros fines, y el “Refugio”
estaba en la misma situación que antes.
De nuevo mas oración, por que aunque ya
no era posible volver a organizar nada,
aun quedaba la consecuente y renovada
ayuda del Señor. Tiempo después supimos,
que el “Refugio” había recobrado nuevas
fuerzas, que se invirtió mucho dinero, y
aunque le perdimos la pista al hermano
Juan, ya que al parecer fue destinado a
301
- 302 -
otro lugar, el Albergue se recuperó por
completo. Quizá los nuevos directores
católicos no supieron nunca, que detrás de
ese levantamiento, estaba la oración
constante renovada y persistente de un
sencillo cristiano de fé evangélica. La
misión estaba cumplida, y la confianza en
Dios de mi padre crecía por dias. Estaba
aprendiendo a hacer de su corazón un nido
de esperanza, y de humildad ante Dios. A
penas sabía orar, pero eso no importaba
en absoluto, por que lo esencial de la
oración es la suprema confianza en el
Todopoderoso. Sus palabras eran como las
de un niño, balbucientes, quizá muy
ritualistas, pero eran sinceras, sencillas, y
eficaces. ¡Cuantas veces, al acostarme, le
veía encerrarse en la habitación para orar
una y otra vez, esta oración!:
­¡Señor, yo no sé orar como los demás, pero
lo único que te digo es esto: ¡JESUCRISTO,
estoy aquí!­
Lo repetía una y otra vez, minuto tras
minuto, hora tras hora. Así hasta altas
horas de la madrugada, de rodillas, con
una Biblia en la mesita de al lado. Como
tenía la costumbre de escribir las
oraciones, esta es la que hizo por la
situación del “Refugio”:
­¡Oh
Señor Dios mío y Señor! Yo te pido
en especial que me concedas la suprema
gracia de tu misericordia para que hoy, día
28 del Mes de Noviembre te dignes a
atenderme
para
que
unos
pobres
desvalidos a los que tu tanto
proteges
siempre sean atendidos conforme a mis
súplicas y que todo lo queda haber en ni
de vanidad quede borrado para que
solamente resulten beneficiados todos
aquellos por los cuales yo deseo interceder
si es que mis fuerzas y persona tienen
acceso a ello.
302
- 303 -
Yo quiero entrar por la puerta estrecha y te
doy las mas profundas gracias por haberme
permitido ayer vivir la honra de poder dirigir
torpemente la palabra a unos hermanos en
Cristo pertenecientes a la raza gitana y
esclavos tuyos a los cuales solo pude
torpemente decir: ¡Gracias! y no te pido que
me concedas el Don Divino de la
predicación, mas si algún día me llegara de
sobras que a tí te lo debería.
También aquellos hermanos gitanos cono tú
ya sabes han orado por esto que te pido el
día de hoy y te pediré siempre con
profunda fe rogándote nuevamente y con
la mayor do las humildades que arranques
de mi todos los abrojos de mi corazón que
pueden encerrar semilla alguna do vanidad,
y toda la luz que para mi pido, proyéctala
sobre mi familia, ausentes y presentes y
concede también a mi hijo Eduardo la
gracia del entendimiento y la claridad para
que sepa el camino a elegir.
Dame fuerzas Señor para que pueda
perseverar hasta el fin a causa de tu dulce
nombre, porque quiero ser salvo.
Dale gracia a mi esposa porque mi boca
habla por ella y ella quiere y necesita
serenidad de espíritu para poder alcanzar la
vida eterna y si alguna vez tenemos que
coger la espada, que sea para defenderte
y tener valor para amarte siempre mas que
a nosotros mismos y entre nosotros mismos”.
El día 23 de ese mes de Noviembre, papá
escribía a mi hermano Eduardo, que se
encontraba en la provincia de Cádiz,
realizando el Servicio Militar:
­Voy al “Refugio” a ayudar al hermano Juan
y hoy le llevaré ropa. A nuestra casa de
Perales de Tajuña. Irán unos jóvenes
303
- 304 -
norteamericanos a retirarse espiritualmente,
de una obra muy buena, que hacen
estudios del Evangelio. (Juventud con una
Misión). Yo creo que voy a que voy a poder
sacar adelante el Refugio, ya que aquello es
espantoso y el hermano Juan me ha dicho
que puedo hacer mucho. Nosotros
queremos orar y dar. Esta casa ha sufrido
una transformación y quiero que todas
estas cosas sean para el bien tuyo y si
vienes, ya sabes, a ayudarnos en estas
tareas, que después, traen, la solución a
nuestros problemas íntimos”.
Si alguna vez has buscado la
respuesta:¡Entonces encuentrala!. La vida
esta en ese camino. La tragedia es que
muchos nunca encuentran la mayor
respuesta de la vida:¿Quién soy yo?,¿Por
qué estoy aquí?,¿para ué vivo?,¿Qué es la
Eternidad?. “Yo soy el camino, la verdad y
la vida, nadie llega al Padre, sino por
mi”.La respuesta está hecha carne en una
persona:¡Jesucristo!
Arthur Blessitt, pastor evangelico
norteamericano.
304
- 305 -
EL DIABLO EN LA VENTANA
Aun recuerdo el día en el cual
mi madre, me dijo que iba a hacer un viaje
a Cádiz, con mi hermano Florentino, para
estar unos días con Eduardo. Me apetecía
viajar pero en esa ocasión no pude, a
causa de mis estudios. Papá y yo nos
quedamos en Madrid, ellos se marcharon
en nuestro automóvil. Y aunque mi padre
no era una persona que le gustara la
cocina, los dos solos nos arreglábamos
como podíamos. Estuvimos alrededor de
una semana disfrutando de nuestra
soledad. No habían transcurrido cuatro
jornadas, cuando papá, estando yo en mi
habitación me dijo:
­“Hoy he sentido, la necesidad urgente de
orar por tu madre y tu hermano, no sé que
es lo que ocurre, pero el Espíritu me ha
ordenado que ore por ellos, hay un peligro”
Pensamos que podría ser un accidente
pero la quietud se adueño de nuestro
corazón, no teníamos que temer nada al
respecto. Esa tarde, mi madre llamó a
casa por teléfono, y nos tranquilizó. Sin
embargo, algo nos ocultaba que sería
revelado después a la vuelta del viaje.
Saldríamos de dudas poco tiempo mas
tarde.
­Eduardo­ relató mamá al regresar a casa
definitivamente, con mi hermano­ ¿sabes lo
que nos ha sucedido en el viaje?­
­No, dime­
­Pues que al llegar a Cádiz, no
encontrábamos donde dormir, y tuvimos
que alquilar una habitación en un hotel
305
- 306 -
para poder descansar. Aproximadamente,
un día después o dos de estar allí, por la
noche sucedió algo tremendo. Habíamos
alquilado una habitación doble, con dos
camas, una para Florentino, y otra para mi.
A media noche algo me despertó
súbitamente: la habitación, llena de humo
negro, denso, y él dormido, respiraba con
mucha dificultad, yo no veía nada, estaba
totalmente oscuro. Me asfixiaba. Teníamos
el inicio de un incendio en la misma
habitación causado por la lámpara del
techo. Nacían llamas que podrían habernos
matado allí mismo. Sin embargo, con
mucha tranquilidad, me levanté, tapé
algunas salidas con toallas húmedas, y abrí
la ventana para que saliera todo el
incipiente humo. Al hacerlo, allí en el
marco de la ventana estaba él­
­¿Quién, mamá?­ Pregunté con interés
­El diablo, Satán­ Respondió con total
tranquilidad, como si hablara de algún
vecino o conocido, sin miedo ninguno. Me
quedé perplejo.­ El demonio, hijo. Allí
estaba, lo vi perfectamente, agazapado,
negro u oscuro, como adoptando la postura
de un animal, pero mucho mas grande, y se
estaba riendo, con una risa escalofriante. Lo
vi cara a cara, mientras tu hermano tosía sin
cesar, aun dormido, a causa del humo que
se escapaba por la ventana maléfica. Era
un rostro terrible, que no puedo describir,
que estaba sonriendo, y tenía forma
apepinada, ovalada. En ese momento, con
toda la tranquilidad que me dio el Señor, le
miré fijamente y oré al Señor, recordando las
palabras del Padre Nuestro, reprendiéndole
con serenidad: No te tengo miedo alguno,
¡vete en el Nombre de Jesús! Y así fue,
desapareció. Dejé que se fuera todo el
humo, limpiando después los desperfectos, y
306
- 307 -
al despertarse tu hermano nos fuimos de esa
pensión. Eso es todo lo que pasó­
­Con razón el Espíritu Santo me ordenó que
orara, sabía que había un peligro del cual
saldríais victoriosos­ Añadió mi padre al
terminar el relato de lo sucedido.
El problema no son las drogas, las armas, el
crimen, el problema es la gente, y los
problemas de la gente, necesitan la solución de
Dios.
Arthur Blessitt. Pastor evangelico norteamericano
EL BAUTISMO DEL ESPIRITU SANTO
La Biblia es muy clara, el don
de lenguas está bien detallado, y pese a
las críticas, al igual que el resto de los
dones, no era tan solo para el Siglo I,
como siempre se ha dicho, es para todas
las edades y épocas. Los conservadores
argumentan que ahora los dones del
Espiritu no son necesarios, y francamente
se equivocan, por que hoy más que nunca
la iglesia tiene que estar muy despierta.
Vivimos tiempos difíciles para los valores
cristianos, y hay demasiado materialismo
en nuestra sociedad, y en nuestras
comunidades cristianas. La fe tiene que
estar muy viva, cuanto mas, mejor. Hay
muchos aspectos a considerar para
valorizar la necesidad del Espíritu en el día
de hoy, al igual que fue en los tiempos
apostólicos, y el mas importante de todos
es que como dice la Sagrada Escritura:
“Jesucristo es el mismo ayer hoy y por los
siglos”. Si ello es así, ¿quiénes somos los
hombres para enclaustrar a Dios en el siglo
I, e invalidarlo en la actualidad?,¿que tenía
307
- 308 -
el siglo I, o la Era Apostòlica, que no
tengamos hoy?, por que si Dios es el
mismo, también lo es el hombre. Si el ser
humano de la época imperial romana y
pagana, necesitaba con toda rapidez
encontrarse ante un grupo de cristianos
avivados, que mediante su fe, imponían
manos en los enfermos, y éstos curaban, y
su predicación causaba decenas de
conversos, hoy sigue siendo igual, el
cristianismo oficial enfriado por siglos y
fuertemente paganizado, necesita una
revolución que lo renueve, y lo ponga,
como decimos en España “patas arriba”,
esa revuelta espiritual, que conlleva,
transformaciones interiores, cambios de
corazón,
sanaciones
psicológicas,
liberación y perdón de pecados, es el
Pentecostés. Hoy mas que nunca el
Espíritu de Dios está moviéndose en todas
las comunidades cristianas, unos llaman a
eso Renovación Carismática, que
por
cierto, no se da solo en la Iglesia Católica
con ese mismo nombre, si no así mismo en
otras
denominaciones
tradicionales
protestantes, otros neo­pentecostales, y
los mas numerosos: pentecostales. Otras
consideraciones bíblicas nos conducen a
la siguiente conclusión: El Espíritu Santo
es para todas las edades de la historia de
las iglesias. Por tanto relegar los dones
espirituales
referidos
en
el
nuevo
Testamento, tan solo a la primera época
del cristianismo, es de una gran torpeza y
de una enorme y total opacidad mental. El
Espíritu Santo está presente sustentado a
la comunidad cristiana verdadera desde
hace 2.000 años. Es verdad que
pentecostés fué el inicio de la iglesia
cristiana, pero argumentar que el poder
del Espiritu Santo solo actuó entonces con
los
milagros,
sanidades,
profecías,
lenguas, discernimiento de espíritus, y que
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- 309 -
ha dejado de hacerlo después es esgrimir
un total y absoluto analfabetismo en el
conocimiento
de
la
historia
del
cristianismo. Cierto es que la cristiandad
en general, y con ella todas sus grandes
iglesias, se ha enfriado durante siglos,
pero es también verdad, que ha habido
siempre pequeñas comunidades, con los
dones muy
despiertos, que han sido
perseguidas en muchas ocasiones a sangre
y fuego por esa misma cristiandad oficial y
oficialista. Resulta que en los últimos
tiempos, estamos asistiendo a un gran
avance
del
Pentecostés,
realmente
impresionante, en el seno de todas las
denominaciones, y en ocasiones, fuera de
ellas, ello es innegable. Somos cada vez
más los cristianos que hemos recibido el
Bautismo del Espíritu Santo, por que San
Juan dijo muy claramente:
“Yo os bautizo en agua para
arrepentimiento, pero detrás de mi
viene otro, al cual no soy digno de
desatar la correa del calzado, el cual os
bautizará con Espíritu y Fuego”.
No
busquemos
enredarnos
en
el
significado de este versículo, su enseñanza
es tan simple como clara: Hay Bautismo
en el Espíritu Santo, y quien lo da es el
Señor. ¡Punto!.
Desde ese maravilloso 11 de Noviembre,
comenzamos a buscar el deseado don de
Dios. Así lo entendí yo, era como un
maravilloso regalo, y yo lo quería, aun
mejor. ¿Qué había que hacer? orar un día
y otro, desear y amar a Dios. Mi insistencia
era total, absoluta, continua. Se me había
dicho que Cristo, quería toda mi vida, y
desde luego que se la di. Abrí las puertas
de mi corazón y de mi mente al Señor. Yo
seguí con mis estudios, y mi vida normal,
pero en mi había una fontana de agua
309
- 310 -
reluciente que comenzaba a brotar con
fuerza.
En Madrid, en el mes de Enero, hace frío.
Poco antes, habíamos conocido a la familia
del cantante
Antonio Molina, por que
vivían muy cerca de nuestra casa. Allí se
organizaban reuniones, en el comedor de
su vivienda, casi todas las tardes. El día 9,
vinieron a casa, Nelson Robles Cardona,
Cristina una hermana argentina, y no sé si
alguien mas. Nos fuimos a la casa de los
Molina, acompañándonos papá.
Prometía ser una reunión de amigos, como
otra cualquiera, por que nuestro amigo
puertorriqueño Nelson, estudiante de
medicina, era un gran admirador de
Antonio Molina, pero: El hombre propone y
Dios dispone, dice un refrán clásico
español. Antes de marcharnos, una vez
que
hubimos terminado, decidimos
quedarnos unos minutos para hacer una
oración rutinaria, mas de compromiso que
de deseo, en una pequeña habitación
situada a la derecha de la puerta de
entrada. Allí nos sentamos como pudimos,
y todos comenzamos a orar. Lo que iba a
ser algo sencillo se iba a convertir en una
lluvia de bendiciones. Al comienzo, de la
reunión, todo el grupo oró por mí, para
que yo recibiera lo que estaba buscando,
el bautismo en el Espíritu, pero nada
sucedía.
Las oraciones comenzaron a sustituirse
unas a otras. Oró, Cristina, oró mi padre, y
oró Nelson. En ese preciso momento, el
futuro médico, con mucha solemnidad,
añadía:
­¡Siento que debemos orar por Don
Eduardo!­
Todos, en ese instante, con la colaboración
de Angela Molina, esposa del cantante, se
levantaron e impusieron sus manos, sobre
él. Yo, curioseando demasiado, abrí un ojo,
310
- 311 -
mientras mantenía el otro cerrado, oraba
pero no oraba, miraba pero no miraba. A
la espera de los acontecimientos, clavé mi
único ojo abierto sobre la figura de mi
padre.
Papá, apoyó su cabeza, sobre sus manos
cerradas, acodado en la mesa que tenía
delante. Vi como, invocaba, normalidad
absoluta, pero con un enorme deseo y
grandes dosis de humildad. Poco, a poco,
comenzamos a sentir cómo bajaba la
santidad de Dios, a aquel lugar, sencillo y
humilde. Había algo especial que llenó el
ambiente. Los brazos de mi padre,
comenzaron a levantarse, mientras, su
oración
empezaba
a
transformarse,
grandes gotas de sudor corrían por su
cuerpo,
allí no hacía ningún calor, su
oración se hacía cada vez mas intensa,
fuerte, poderosa, y sentida:
­¡Señor!, ¿Por qué a mi?, ¡a mi no me lo des
Señor, primero dáselo a mi hijo Juan José
que te lo está pidiendo ahora!. ¿Por qué me
lo das a mi, Señor que no soy digno de ello,
Señor?, ¡yo no me lo merezco Señor!­
En ese mismo instante, ¡un torrente de
palabras
en un idioma desconocido,
comenzó a brotar de su garganta, con una
fuerza enorme!, mezclándose con nuestro
idioma, hasta arrollarlo por completo. Papá
quería seguir orando en castellano, pero la
plenitud era tanta, que su cuerpo temblaba
con fuerza, pero con total seguridad. Los
hermanos seguían orando, retirándose
respetuosamente, para dejar que él
continuara recibiendo la bendición del
Señor. Yo ya tenía los dos ojos abiertos,
pero como si fueran platos, estaba atónito.
Me olvidé de la oración y me quedé
completamente perplejo, por que estaba
contemplando un verdadero y autentico
bautismo en el Espíritu Santo, incluso los
allí reunidos, se impresionaron.
311
- 312 -
Levantó sus manos, y en pocos minutos
era ya un torrente de lenguas que él no
podía detener, y además no quería.
Glorificaba a Dios una y otra vez, en
nuestro idioma, y eso le motivaba, para
continuar en lenguas desconocidas. Todos
los
asistentes,
sentimos
un
temor
amoroso y reverente, permanecíamos en
oración silenciosa, mientras mi padre
seguía y seguía. Me sentí enormemente
defraudado, por que lo busqué y lo pedí
muchas veces, en la iglesia y en las
reuniones
que
hacíamos
en
casa.
Desconozco cuanto tiempo estuvimos allí,
pero esa reunión de oración superó mas
de
dos
horas,
la
mayor
parte
protagonizada por papá.
­¿Quieres que oremos por ti, Juan José, para
que recibas el bautismo del Espíritu Santo?­
Me preguntó Nelson.
­¡Claro que sí!, pero yo no he recibido nada,
supongo será que tengo algún pecado que
desconozco ahora, pero quiero pedirle
perdón al Señor por si acaso hay alguno­
Respondí
Todos volvieron a hacer un círculo a mí
alrededor, y al igual que a mi padre, me
impusieron las manos. Cristina me dijo que
mi espontáneo arrepentimiento era muy
buena decisión.
­¡Señor!, ­ oré con toda mi fuerza e
intensidad­¡Te pido que me bautices en el
Espíritu Santo, como a mi padre!­ Abrí los
ojos, unas décimas de segundo, para
observarlo y vi que el quería orar por mi
en nuestra lengua, pero que no podía, por
que cuanto mas oraba en castellano, mas
palabras desconocidas surgían de su boca.
­¡Señor!, si tengo algún pecado perdóname.
¡Perdóname incluso de los que no me
acuerdo!­continué pero, nada, no sucedió
nada en mi. La decepción aumentaba aun
más. Sin embargo, cuando finalizó la
312
- 313 -
oración colectiva por mi, todos se
sentaron. Mi padre comenzaba ya a orar
más lentamente, pero seguía sumido en la
maravilla de la Presencia de Dios. En ese
momento, Cristina, se volvió a levantar,
para colocar su mano sobre mi boca,
dándome una profecía, que años mas
tarde se cumpliría:
­¡Por esta boca saldrá el Evangelio!­
Así de sencilla y simple, pero grande y
gloriosa, fue la humilde reunión de
oración. Papá, sentado y sumamente
relajado nos relató lo que sintió y vió:
­Al comenzar a orar, vi que el cielo se abría,
y de él descendía a una enorme velocidad,
como una especie de bola de fuego,
maravilloso, y que venía hacía mi,
directamente,
alcanzándome
por
completo. En ese instante, sentí todo mi
cuerpo llenarse de la Presencia del Espíritu
Santo, con una fuerza tal que yo no podía ni
quería controlar. Todo mi cuerpo y mi alma
se llenaron de un fuego amoroso, y de
pronto mi lengua comenzó a decir palabras
desconocidas que yo sabía en todo
momento, que eran alabanzas al Señor. He
sentido la Presencia de Dios, de una manera
total y absoluta­
Esa misma experiencia la volvería a vivir
dos años después, pero, no ya para él sino
para un colectivo cristiano de cincuenta
jóvenes o más.
Al regresar a casa, aproximadamente a las
ocho y media de la tarde, una hora que en
Madrid es de noche, el rostro de mi padre
irradiaba algo especial. Tenía toda la
camisa empapada en sudor, y a pesar de
que la distancia entre la casa de los Molina
y la nuestra, no era mucha, el seguía y
seguía, hablándome de lo que había
recibido.
Rápidamente,
en
nuestro
domicilio, nos reunió a todos los que allí
estábamos de la familia, al finalizar el
313
- 314 -
relato, sumido en la emoción, comenzó a
llorar, abrazándose a mi madre y
queriendolo hacer
así mismo con mi
hermano Florentino, quien muy temeroso,
lo rehusó diciéndole:
­No, papá, por favor no me abraces,¡por
que creo que estoy ante un santo o algo
parecido!­
Como todos los días, al siguiente, mi padre
se incorporó a su oficina de trabajo,
normalmente, como había hecho a lo largo
de tantos años, de forma puntual. Durante
cuarenta años, nunca había ido tarde, ni
tan solo se retrasaba unos minutos,
únicamente una vez, de forma voluntaria
se presentó media hora después, a las
ocho y media de la mañana, por puro
gusto. Ese día a las ocho en punto, ya
estaba sentado en su mesa de oficina,
ante su máquina de escribir, y con todos
los documentos por hacer, como siempre,
como todos los dias meses y años, pero
algo había cambiado su vida, y no podía
paralizarlo,
ni
siquiera
trabajando.
Desarrollaba su actividad normal de
oficinista, hablando con sus compañeros
de temas livianos propios del trabajo, pero
no podía evitar que le preguntaran
costantemente:
­¡Eduardo!. ¿Qué te ha pasado?, ¡te vemos
distinto!­
­¡Pero si sigo siendo el mismo!­ Contestaba.
El sabía que no era así, por que por dentro
seguía ardiendo en el Señor, y deseaba
subirse encima de la mesa, y anunciar a
los cuatro vientos lo que Dios estaba
haciendo en su vida. Mi padre, siempre ha
necesitado ir al servicio varias veces por la
mañana, unas por simple escusa, para
descansar
del
esclavizante
trabajo
documental, otras por pura necesidad,
pero en esta ocasión acudía cada dos por
tres, motivado por algo mucho mas serio e
314
- 315 -
importante: necesitaba orar, cuanto mas
mejor, y dejar que el Espíritu se
manifestara en el, a través de las lenguas
que le concedía para orar y alabar al
Señor. Prefería que no le escucharan por
que el ambiente era sumamente contrario.
Así estuvo más de una semana, orando y
glorificando a Dios, no solo de manera
constante en su oficina, sino en casa, y en
ocasiones por la calle, en el autobús, o en
el metro. Cada vez se sentía mejor. En una
ocasión, recibimos una llamada de mi tío
José, hermano de mi padre, para
preguntarle a mi madre qué era lo que le
pasaba a su único hermano. Pepe, aunque
trabajaba en la misma empresa que papá,
mantenía una relación fraternal muy
escasa con mi padre.
­Lola, soy tu cuñado Pepe, te llamo por que
estoy preocupado por tu marido, Eduardo,
algo le pasa muy raro­
­Dime, ¿a que te refieres?­
­Sucede que cuando voy al servicio, me lo
suelo encontrar, allí, sin saberlo él, diciendo
unas palabras muy raras que yo no
entiendo, y rezando­
­No te preocupes, Pepe, que no le sucede
nada en especial, tranquilo, es cosa de
Dios­ le tranquilizó mi madre.
­Bueno, si es así, de acuerdo, es que os veo
que estais todos muy raros desde lo de la
Plaza Mayor. Esto nunca lo he visto ni oído­
­José, no te preocupes, lo único que tienes
que hacer, por tu parte, es buscar al Señor,
donde quieras que estés, y leer la Biblia. Allí
te va a dar muchas respuestas que ahora
no entiendes y que no tienes­ Aconsejaba
mi madre.
Papá, quiso compartir, días después la
noticia con su hijo ausente, Eduardo, que a
la sazón estaba en la ciudad de Cádiz:
315
- 316 -
Madrid 18 de Enero de 1973
“Mi querido hijo:
Estoy lleno de orgullo y de
bendición del Señor, y de regocijo espiritual.
Esto es una bendición del Señor, tan
inmensa, que si me costara la vida, sería con
placer, y no sientas estremecimiento ante, lo
que te digo pues es una vida llena de
esplendor. Voy a explicarte el proceso. El día
9 me encontraba don dolores en los riñones
y en la cama, por la tarde, pero mamá, muy
desabridamente, y ¡bendita sea!, me dijo
que me levantara y oré para no disgustarme
de palabra. Me levanté, y ella se fué a la
iglesia de Calatrava. Yo me quedé, pero
Nelson me dijo que me fuera con ellos a
casa de Antonio Molina. Así que una por
que sacó y otro porque me pidió que le
acompañara fui a casa de Antonio Molina,
con Juan José y allí estabamos solo la hija
de Contreras, la de Don Alberto Araujo, un
hijo de Antonio Molina, su esposa (la de
Antonio Molina), Juan José, Nelson y yo, así
que fué bien poco
numerosa la
congregación. Se oró, cantó y al final,
Nelson
pidió para Juan José
que
solicitáramos el Espíritu Santo, y antes,
departimos un poco , y yo me atreví a decir
que llevaba unos días pidiendo al Señor,
pero que era la primera vez que lo decía y
confesaba, ante el asombro de Juan José y
del propio Nelson, y hubo un momento en
que la hija de Contreras dudó y entonces yo
le dije que no pidiera nada, por mí, que lo
hiciera por mi hijo Juan José, tan bueno y
tan generoso pero ella, inspirada, y Nelson,
hicieron la imposición de manos sobre mi y
desde aquel mismo instante empecé a
sentir una sensación inenarrable de gozo y
de placer, seguida de un copioso llanto de
gracias al Señor, con temblor de piernas y
cánticos entrecortados en lengua extraña,
monosilábica y me vino con solo diez
316
- 317 -
minutos de oración. Todos lloraban de
emoción diciendo: “¡mlagro, milagro!”. Juan
José estaba exaltado dando gracias al
Señor, y yo estoy lleno de firmeza ante la
responsabilidad que esto significa pues el
Señor me ha confirmado como Jefe
espiritual de la familia, aparte de ser el
material, ante los hombres y el Señor. Voy a
dedicar
oraciones especiales a ti pues
necesito orar continuamente y leer la Biblia,
lo mas incansablemente posible.. Hoy estoy
en ayuno, ¡Gloria al Señor! y no he sentido ni
el mas insignificante deseo de beber ni
siquiera agua. Es el auténtico estado de
entrega espiritual al Señor. Yo te, pido que
cualquier problema que tengas me lo
expongas ya sin rodeo alguno, pues puedo
a Dios gracias, ser tu confesor, padre y
amigo, y procura por todos los medios ser lo
mas sumamente perfecto que puedas, ya
que el Señor te vigila y los pasos que des
que puedan ser malos, aunque sé que no lo
harás, el Espíritu Santo sufrirá un dolor
grande, muy intenso.
Yo te pido que busques tu porvenir con
anhelo, mas si tienes angustia,
ora,
descansa entrégate a la tranquilidad y al
Señor y verás como todo te sale bien, y yo te
ayudaré hasta los límites mas grandes. No
sientas agobio te lo pido de rodillas para
que no sufra el Señor.
Eduardito, acabo de sentir un gozo
impresionante ahora mismo al escribirte,
porque acabo de recibir una carta del
Cardenal Arzobispo de Madrid, en la que
me dice que pasa mi petición en favor de
los pobres del Albergue de San Martín de
Porres, en la que me llama: “Amadísimo en
Cristo” y me dice que se interesa por ellos y
pasa instrucciones a los organismos
diocesanos. ¡Dios mio!, que placer. Si el
Cardenal se interesa, se salvan de esa
317
- 318 -
miseria. Dale gracias a Dios, Eduardo. Me
dice el Cardenal, finalmante: “Dios le
pagará con creces cuanto haga con ese fin
tan humano y tan cristiano”.
Tu primo ha salido ya para Cádiz y é1 te
verá. Estuvo en casa muy afectuoso y le
dijimos que comiera con nosotros, pero no lo
hizo por querer estar en su casa por ser el
último día.
Eduardo, pide a Dios por mi para que, en
esta entrega vio confíe una misión que sea
lo mas útil posible a la Humanidad porque
ahora viene el destino y la misión que él
quiera enviarme, pues estoy entregado a El,
y ahora voy a dejarte pues estoy
percibiendo
necesidad
de
recibir
comunicación del Señor.
Te
abraza
tu
padre,
y
bendice
constantemente,
Eduardo
En un principio me sentí bastante
decepcionado, llegando a pensar que lo
mío no tenía solución, por que yo no había
sido bautizado en el Espíritu Santo, pero la
constancia, y el ánimo que recibía al leer la
Biblia, y compartir con todos los demás,
me devolvió el deseo de continuar. Tres
libros, marcaron nuestra vida, en primer
lugar, la Biblia, por supuesto, pero
después, para mi vida personal: “La Cruz y
el Puñal” de Wilkerson, y en el caso de mi
padre: “Pentecostales Católicos”, editado
por
una
editorial
evangélica
que ya ha
norteamericana: Logos,
desaparecido, y que narra los orígenes del
mover del Espíritu en la comunidad
católica
estadounidense,
motivada
precisamente por la lectura, y el estudio de
la Biblia y del libro de Wilkerson, como
reconocen sus autores Kevin y Dorothy
Ranagan,
y
con
una
doctrina
exclusivamente
evangélica,
sin
mas
318
- 319 -
añadiduras.
Curiosamente,
ese
libro
desapareció por completo, no solo de mi
casa, sino del resto del país. Era imposible
encontrarlo en ninguna librería evangélica
y mucho menos, católica. Casualmente,
volverá a aparecer de forma milagrosa al
final de la vida de mi padre. He de decir
claramente,
que
papá
se
integró
plenamente en la teología evangélica, a
todos los efectos, pero mantuvo siempre,
un espiritu cristiano totalmente abierto y
plenamente ecuménico, para con otros
cristianos sinceros de otras confesiones, y
siempre defendió que Dios se está
moviendo con poder en sectores. Me
enseñó que si otros cristianos comparten
lo básico de la fe cristiana es decir...........
Dios es un y Trino, Creador de todo el
universo.Cristo es Dios, Redentor del
mundo, vino a salvarnos.Una Biblia, la
palabra de Dios.Un cielo para los que se
salvan. Un infierno para los que se
condenan por negar al Evangelio.Un alma
creada por Dios que está en cada uno de
nosotros. Una Fe, que nos justifica.
Un Satán enemigo de Dios y de los
hombres destinado a ser condenado por la
eternidad, contra el cual tenemos que
luchar, ya que la victoria sobre él, se
obtuvo con la muerte y Resurrección de
Cristo.
........Entonces son también nuestros
hermanos, si creen esto de corazón y
tienen frutos en su vida, y por tanto El
Señor puede y quiere derramar en ellos,
su Espíritu Santo. Papá creía en un
ecumenismo de hermano a hermano, de
persona a persona, pero nunca compartió
para nada el ecumenismo oficial de las
altas jerarquías religiosas, no estaba en
319
- 320 -
absoluto de acuerdo con esa postura post­
moderna, y post­bíblica. Para él era puro
oportunismo político.
Yo no desistía en la búsqueda del Señor.
Tenía una enorme y creciente sed, leyendo
con avidez todo cuanto caía en mis manos
de literatura evangélica. Mis padres hacían
lo mismo. Sería por el mes de Marzo,
cuando un misionero cubano evangélico,
me invitó a unas reuniones, que se hacían
en su casa­chabola. Yo ya me estaba
acostumbrando a la forma de vida de los
gitanos, a su espontaneidad, a su
demostración de fe viva.
Esa casita chabola, fue para mí un faro en
mi vida, por que de nuevo mi vida iba a
dar otro cambio en el Señor, y las
enseñanzas de la Biblia que allí recibí han
marcado
para
siempre
mi
devenir
espiritual. Siempre he dicho que yo he
tenido dos pastores, por un lado, Alberto
Araujo Fernandez, de la Iglesia Evangelica
de Calatrava, un gran intelectual, y
experto en la Biblia, y Angel Borja, pastor
gitano, de la iglesia Evangelica de Filadelfia
de España. Las enseñanzas de ambos, se
complementaron en mí, dando forma a mi
educación espiritual, y asentando las bases
de mi ministerio posterior.
Ramón, era un misionero cubano que
durante unos días, estaba acogido en los
bajos de la Iglesia Evangélica de Calatrava.
Personaje curioso e interesante, bajo de
estatura y grueso, calvo, de rostro
apepinado, y orejas diminutas, contrastaba
con su forma peculiar de predicar, chillona,
y radical. Era un hombre rudo y tosco, de
escasos estudios. Furibundo anticomunista
que predicaba el evangelio golpeando la
tarima donde apoyaba su Biblia, y
gesticulando de forma total, de modo que
sus movimientos lo llenaban todo. Había
estado en la cárcel de Fidel Castro por
320
- 321 -
motivos políticos siendo allí donde
se
convirtió.
Tenía la costumbre de
inventarse apodos para nombrar a quienes
conocía. No sé por que motivos a mi me
llamaba: “Manitas de plata” de una
manera familiar y coloquial, quizá sería
porque un día, presionado por su enorme
insistencia, y para que me dejara en paz,
accedí a romper con un pequeño martillo
un objeto que a él no le gustaba. A mi me
resultaba muy sorprendente su forma de
ser, pero me caía simpático, por que en el
fondo era un buen hombre, de corazón
noble que daba todo lo que tenía, que por
cierto era bastante poco. ¿Qué hacía en la
católica España?, según el: misionar. De
hecho, de vez en cuando, al reunir algo de
dinero y ropa, que los hermanos le
dispensaban, no dudaba en salir de viaje,
en las peores circunstancias, durmiendo
incluso en la misma calle, o en pensiones
de mala muerte o de ínfima calidad, en las
que se enfrentaba a sus peores enemigos:
el diablo y el comunismo. A mi hermano
Eduardo no le gustaba acompañarlo a los
comercios de la calle, pues en una época
en la que nuestro barrio, estudiantil y
obrero, ardía en manifestaciones pidiendo
el retorno de la Democracia, con las
fuertes represiones policiales y los
conflictos
políticos,
que
de
pronto
apareciera un humilde predicador cubano
enarbolando su particular protesta contra
todo lo que le parecía comunista o rojo,
era bastante comprometedor.
Gracias a Ramón fuimos un día a la casita
sencilla y humilde de una familia
numerosa de etnia gitana. Era una chabola
levantada de cualquier forma, pero
consistentemente. Situada cerca de la
Avenida del General Ricardos, personaje
del que nunca he conocido su verdadera
historia, la calle, o mas bien calleja de
321
- 322 -
Comandante
Cirujeda,
se
adentraba
serpenteando, entre casitas humildes, y
sencillas. El número 10, era la de Angel.
Toda la vivienda era diminuta, con un
reducido patio a la entrada de forma
irregular, donde los miños gitanitos
jugaban y guardaban sus trastos. Allí,
Angel, el pater­familias, tenía un espejito
pequeño, roto, que colgaba ladeado de un
clavo. Debajo del mismo, una palangana
de plástico para el agua de todos los
afeitados mañaneros. Al entrar, se accedía
a una habitación transformada en lugar de
reuniones, en iglesia evangélica. Unas
sillas de diversa calidad y de distinto
material, sustituían a los bancos de
iglesias oficiales. En frente, en la pared, un
rudimentario versículo de la Biblia,
acompañado por una tosca cruz hecha de
dos maderas clavadas. Los cables de luz,
campeaban de un lado a otro, como si
fueran las combas que las niñas utilizan
para saltar en la calle. Bombillas de poca
potencia lumínica, se convertían en
improvisados matamoscas, se movían
mecidas por el aire corriente que entraba
por la puerta, o lo que decía llamarse así,
por que si la había, no se cerraba,
simplemente por que no encajaban en su
marco. La única cerradura que tenía,
consistía en una cuerda.
La primera vez que fui, con mis padres y
el cubano, fue suficiente, para comenzar
una larga amistad, que ha durado hasta el
día de hoy. Todo el local, estaba lleno de
gente, orando, unos de rodillas, otros,
sentados. Las mujeres gitanas, ataviadas
con su peculiar forma de vestir, recogidas
en un rincón sostenían a sus pequeños en
los brazos, y mientras le daban el pecho
para alimentarlos, oraban sin cesar. Si
hubo hasta el momento un lugar donde yo
me encontrara tranquilo y acogido, fue allí.
322
- 323 -
Conocí allí al pastor, gitano de sangre
íntegra, de raza pura, me cautivó su
carácter abierto, agradable y acogedor.
Alto y recio, con voz grave, comenzó a
impartir en mi vida una secular forma de
ver el Evangelio.
Ramón, nada mas entrar, empezó a orar
con sus gestos con uno de sus gestos
característicos: Acostumbraba a acariciarse
una y otra vez la cabeza, sacandole brillo,
mientras repetía sin cesar: “¡Gracias
Señor!”, moviéndose de un lado para otro.
Yo me senté donde pude, creo recordar
que fue en el suelo. Han pasado los años,
y aun sigo haciéndolo.
Había llegado el momento para mí, y no lo
esperaba. Allí, en un rincón, oré al Señor:
“Señor, junto a esta gente sencilla, aquí
estoy”. Abrí los ojos, y Angel venía hacia
mí, orando, en comunión. Papá le
acompañaba. Los dos me impusieron las
manos en la cabeza. Cerrando los ojos me
abandoné en las del Señor. Las humanas,
las de Angel y Eduardo eran grandes en
tamaño, pero
aun mas en amor y
suavidad. Las lenguas comenzaron a
brotar con enorme fuerza en la garganta
del pastor gitano y en las de mi progenitor.
Allí se sintió algo especial, por que todos
los hermanos, apoyaron la oración. El
cálido ambiente espiritual, aquietaba los
ánimos. No se chillaba, no se gritaba, solo
se oraba y alababa a Dios. Abrí mis manos
al Señor, y Dios me visitó, sentía un fuego
enorme interior que yo sabía que no
procedía de origen humano alguno ni
físico, era interno, maravilloso, nada tenía
que ver con el calor que podría surgir de
los dos pares de manos que había sobre
mi, por que la imposición solo duró unos
segundos. No fueron necesarios mas, solo
unos segundos como para que el Espíritu
Santo me llenara aquella tarde. Llegó mi
323
- 324 -
hora,
aunque
fue
mucho
menos
espectacular que la de mi padre, pero a mi
me daba igual. Dios hizo lo que hizo y
como quiso hacerlo. Mi alma se llenaba de
una Santa Presencia, saturada de Amor, es
algo que no se puede explicar con palabras
humanas. Está en la Biblia, es lo que se
llama la presencia del Espíritu Santo, que
se manifiesta de muchas maneras, y de
forma diferente en cada creyente que lo
pida y lo busque. Hay quienes solo han
recibido unas suaves y leves palabras bien
articuladas, en sus bocas, para el Señor,
otros, una experiencia mas apoteósica,
otros mas, no han visto sus almas llenarse
de un fuego interno pero real, sino tan solo
una enorme paz y quietud sobrenatural,
dejando fluir en sus bocas maravillosas
canciones de alabanza al Señor soltando
libremente su lengua en la articulación de
sonidos claros suaves, y santos. Pero
básicamente la experiencia es la misma, es
la presencia del Espíritu en nuestras vidas.
Dos meses después, coincidiendo, en
Madrid, con la campaña que realizó el
jordano Bahjat Batarseh, de la que sin
duda hablaré un poco más tarde, fuimos a
una iglesia que había en la calle Pelícano.
Solíamos nombrar a las iglesias no por su
nombre bíblico, si no por el de la calle
donde se situaban, por tanto esta era la de
Pelícano, al igual que la de Calatrava, por
situarse en esa vía urbana. El jordano, que
había sido invitado a predicar, lo hizo con
gran vehemencia esa mañana. Al final,
hizo
un llamamiento para aquellas
personas que deseaban recibir la ayuda de
Dios. Mi madre, estaba entre las que
salieron, por que un día, antes, tuvimos en
casa un problema familiar y se encontraba
muy triste. Fue lo que Dios utilizó para
motivarla en su petición de oración, por
que al salir, Bahjat oró por ella.
324
- 325 -
Precisamente estaba yo en ese momento
detrás de mi madre, cuando vi como el
Señor le dio a ella el bautismo en lenguas.
Papá, siempre al lado de su esposa,
ayudaba en la oración. Poco después
algunas personas se bautizaron en las
aguas. Ella también.
Motivado por la alegría, mi padre, ya en
casa, envió una carta a Eduardo, con fecha
del 30 de Marzo, dos días después:
Madrid, 30 de Marzo de 1973
­Queridísimo Eduardo:
­¡Gloria al Señor!, ¡Bendito y alabado sea su
Santo nombre!, ¡mama ha recibido el
glorioso bautismo del Espíritu Santo con
hablar en lenguas en una impresionante
sesión de oración. Yo vi cómo brotó, cómo
rompió a orar en lenguas cuando le impuse
las manos, pero ya estaban brotando, pues
oraba el jordano. Fueron bautizados cuatro
o cinco personas. Batarseh ha estado en
Barcelona, y en Santiago de Compostela
donde
se
han
bautizado
varias
personas...............El jordano, y Cristino están
ahora hablando entre ellos, y mamá me ha
llamado a la oficina para que ore por ellos
en este momento, pues seguramente
Batarseh está orando por Cristino. ¡Aleluya!.
Te escribiré más. ¡Gloria al Señor!, tu padre
Eduardo.”
Dios fuerte, Señor celoso y terrible/ tu estás por encima de poemas y
canticos/tus obras son excelsas/ y cuando redimes tu liberación es
luminosa/los que claman invcando tu nombre/ se dirigen al que responde
en la aflicción/ tu obras pequeños y grandiosos prodigios/insignificantes y
notables maravillas/ mas el favor que me otorgasgte Señor va mas allá de
cuantas gracias conozco, si me dicen en el dia de la angustia:”¡Escondete
hasta que pase la tormenta”, replico: “El es mi Roca para la aflicción”.Si
me preguntan: “¿No tienes miedo?”, respondo con asombro: “El Señor está
conmigo. ¿Cómo voy a temer?”.
Semuel Ibn Nagrela Ha­Negid. Poeta judio­hispano. Siglo X., d.C.
325
- 326 -
FIRMES Y ADELANTES HUESTES DE LA FE
Domingo, 17 de noviembre de
1972. Iglesia Evangélica de Calatrava, 11
de la mañana,
culto principal. Alberto
Araujo, iniciaba la reunión, ataviado con
su toga oficial como pastor titular de la
congregación. Todos los asistentes de pie,
en señal de respeto ante la lectura de los
diferentes capítulos de la Biblia. El
ambiente sereno, firme, y respetuoso, de
aquella asamblea cristiana en torno al
mensaje divino, que transmitiría el pastor
recogía la serenidad y sencillez de quienes
se reunían allí.
Mi padre, esa misma mañana, había salido
de casa a las ocho de la mañana con la
Biblia que entonces teníamos, y que aun
conservamos, versión Nácar Colunga, de
tipo familiar, siendo por tanto el ejemplar
de la misma, bastante notorio como para
llevar de aquí para allá. Era pues, un libro
muy voluminoso, con una bella edición
facsímil, el menos aconsejable como para
usar a diario. Quería demostrar que había
conocido al Señor, y hacerlo notar de una
manera práctica, pero no sabía que el
Señor le iba a enseñar algo importante, y
que en muchas ocasiones, a lo largo de su
vida, recordaría como ejemplo. Con ese
ejemplar, se dirigió, a la Iglesia de los
Areneros, un templo católico, cercano a
casa, bellísimo por su estructura. El, que
en raras ocasiones acudía a Misa, ahora
motivado por no sabía qué, lo haría antes
de ir a Calatrava. Decidido entró al
Servicio Católico.. A esa hora de la
mañana, solo estaban un reducido grupo
de mujeres mayores muy religiosas y el
sacerdote oficiante del acto litúrgico. No
había nadie mas, excepto mi padre con su
326
- 327 -
Biblia. El silencio era total, casi sepulcral,
roto tan solo por los rezos de esas señoras
y las palabras del cura. Todas escuchaban
con mucha atención. Papá, se sentó en el
primer asiento, casi al pie del Altar. Los
asientos, de estas iglesias son de madera,
todos ellos muy largos, para dar cobijo a
varias personas, y delante tienen un
reclinatorio con un estante un poquito
inclinado y con un borde de madera, para
apoyar y colocar los libros de oración. No
encontró lugar mas apropiado para colocar
su enorme Biblia. El problema que tenía es
que el Libro se deslizaba lentamente.
Bostezando para
dejar el sueño de la
noche,
escuchaba
con
respeto
la
predicación sacerdotal. Ni siquiera se oía el
vuelo de una mosca, nada. En un instante,
mientras miraba a la boca del sacerdote, la
Biblia se deslizó, dando, al
caer un
enorme golpe en el suelo. El mensaje se
interrumpió, pues el sonido hizo eco
dentro de la iglesia. Las miradas
femeninas, se clavaron en mi padre, quien
enrojecido por la vergüenza, hizo un
pequeño gesto de petición de disculpas,
mientras intentaba recoger a la Biblia,
caída torpemente al suelo y abierta de par
en par....El religioso, reanudó, tras unos
segundos, su mensaje, y las escasas
mujeres allí reunidas volvieron a mirar
hacia el predicador. Como mi padre no
conseguía retirar el ejemplar del suelo,
para no hacer mas ruidos innecesarios,
decidió agacharse de una vez por todas,
con tan mala fortuna, que al hacerlo
empujó el banco de madera, delantero,
arrastrándolo un metro, causando un gran
chirrido.
Al levantarse, con la Biblia, e
intentar colocar el banco en su sitio, éste
se cayó, el ruido fue tremendo. Fue tan
aparatoso que el sacerdote,
volvió a
interrumpir el sermón furioso, y si hubiera
327
- 328 -
podido se habría comido a papá, aunque
ya lo estaba haciendo con la vista,
ordenando un: “Schhhh, ¡Silencio!”. Las
beatas, se unieron a la orden ministerial,
con más “¡Silencio!”, que estamos en la
“casa de Dios”. Un coro de comentarios
surgía de entre los bancos:
­¿Quién es ese?­Preguntó una escuálida
mujer
­No sé, un señor muy raro, que ha traído un
libro muy gordo­Respondía otra, vestida de
negro y con un rosario en las manos.
­¿Un libro grande?. ¿Para qué?­preguntaba
la primera.
­Hija yo que sé, será un inspector de
Hacienda­Añadía una tercera, de rostro
redondo, que portaba un misal.
­¿De “Paciencia”? ¿Qué es eso de inspector
de paciencia?­Una pequeña anciana, algo
sorda, y de cuerpo afilado.
­¡Paciencia debemos tener todas Doña
Gertrudis!,¡santa paciencia!. ¿Pero ese señor
alto, de cabeza gorda y gafas, quien es?.­
Apostillaba una cuarta mujer con deseos
de hablar, aunque no supiera que iba la
conversación.
­¡Un inspector!­Asustada, la primera.
­¡Jesús y María!., ¡Un inspector de policía!­
Mas asustada, la segunda, santiguandose
a toda velocidad.
­La policía ¿qué hace por aquí la policía?­
La del misal.
­¿La polilla?, no, no hay polilla en los
bancos­La sorda.
­Gertrudis, ¡cállate ya que estas un poco
sorda!­ La del Rosario.
Era tanta la algarabía de chismes que el
párroco, dando unos golpecitos en el
micrófono rogó la vuelta a la normalidad,
mientras mi padre, que si antes estaba
colorado, ahora se sentía con deseos de
estallar de vergüenza, gritando en su
interior:
328
- 329 -
­¡“Tierra, trágame”!.­
Esta vez no colocó la Biblia delante, sino
junto a el. La marea de susurros críticos
era tan grande, que estuvo varios
segundos,
pidiendo
disculpas
públicamente. El sacerdote, esperando que
no hubiera ya más interrupciones por parte
de un asistente desconocido por completo,
y dándose cuenta que el estropicio
causado era por una Biblia dijo:
­¡Os animo, hermanos, a que leáis toda la
Biblia, es la Palabra de Dios, y ella nos va a
ayudar en nuestra vida cristiana!­
Papá se dirigió, después, rápidamente, a la
iglesia pastoreada por Alberto Araujo, con
el ánimo por el suelo, consciente que Dios
le había enseñado con cierta dureza, que
su obligación, como la de todos los
cristianos, era y es leer la Biblia, y dejarse
orientar por ella, y no enseñarla como un
trofeo.
La solemnidad del culto de la iglesia de
Calatrava, acompañaba al ministerio de la
Palabra de Dios. Alberto Araujo, con su
toga pastoral, impartía magistralmente la
predicación. Esa misma mañana, estando
toda la iglesia al completo de creyentes, el
pastor quería iniciar el Servicio cristiano
evangélico, con algunos himnos elegidos
en el himnario oficial. Se tenía la
costumbre de
tener ya los himnos
elegidos de ante mano, pero aquello iba a
ser algo diferente, ya que Dios, estaba
enseñando a mi padre, aun no había
terminado ese día con él.
Papá estaba, en esos momentos algo
confuso, y quería aclarar su situación
respecto a las iglesias. Sentado en un
banco de la calle, oró al Señor, con la
mano en esa misma Biblia:
­Ilumíname, y dime si cometo un error, al
asistir a actos religiosos de distintas
confesiones cristianas. Te pido Señor que me
329
- 330 -
muestres tu presencia, ¡respóndeme a esta
oración, Señor!, ¡Dame una señal! ­
Al finalizar, reanudó su marcha hasta llegar
a la iglesia evangélica. El culto estaba ya
iniciándose. Papá se hizo con un himnario,
sentándose como otro creyente más, y allí,
su cuerpo comenzó a temblar, su corazón
palpitaba con fuerza, y la emoción
embargaba su alma, por que al abrir de
forma casual el
himnario, señaló un
himno:
­“¡Firmes y adelantes, huestes de la fe!”­
Mientras algo le decía: ­¡Este es el elegido!”­
Alberto, desde el púlpito dijo:
­Queridos hermanos, hoy vamos a cantar un
himno que es para mi muy especial,
permitidme que haya decidido cambiar a
última hora los himnos elegidos, pero hoy
siento que debemos entonar, en alabanza
al Señor, uno bellísimo, dejadme unos
segundos para buscarlo, por que es....
El pastor abriendo el libro, lo buscó una y
otra vez, pero mi padre, lloraba por que
Algo o Alguien, ya le había llevado el dedo
a señalar, con anticipación, cual iba a ser
el elegido.
­¡Señor!, es este. ¡Es este!. ¡Gracias Señor por
darme la respuesta a mi oración anterior!­
Alberto, lo encontró y dijo:
­Hermanos, el Himno elegido especialmente
es: “Firmes y adelantes, huestes de la fe”­
Eduardo lloraba en silencio, por que el
Señor le había indicado con claridad donde
debía de estar en realidad. Así lo
expresaría, en una oración escrita por él,
ese mismo dia 17 de Diciembre:
­¡Oh Dios mío! Te doy las mas profundas
gracias por haberme escuchado en mis
oraciones humildes, dirigidas a Ti, para que
iluminaras mi espíritu, quebrantado por la
duda de mi actuación mas firme en Ti, pues
te llevo en mi corazón y por eso pido el Don
330
- 331 -
de tu Divina Palabra, que me has
concedido con todo tu esplendor y gracia!
¡Oh, Señor mío Jesucristo, y Dios, cuando yo
te dije: Ilumíname y dime si hago mal al
asistir a actos religiosos de distintas
confesiones a la fe católica, tú me
contestaste!
“Habiéndonos reunido para orar y adorar,
somos los mejores representantes de Cristo
donde quiera que vayamos”
“Cuando nos reunimos en la iglesia, que
adora a Dios, le damos las gracias,
confesamos nuestros pecados, recibimos, su
perdón, oímos la proclamación de la
Palabra de Dios, y nos consagramos a la
obra de su Reino”
¡Oh, Señor!. Nuevamente gracias por
haberme permitido vivir el momento feliz de
haber hablado contigo recientemente
pidiéndote tu presencia y habérmela
concedido, al permitirme señalar un
maravilloso himno, que se iba a interpretar
de forma especial, entre la multitud de ellos,
y que se cantó con verdadera unción por
todos los presentes, elegido después de
haberme dicho Tu, cual iba a ser y que se
titula: “Estad firmes en Cristo”. ¡Oh Señor,
dame fuerzas para perseverar en la fe, y
permíteme acercarme al Reino de los cielos
para poder entrar en él, el día que tú llames
a tu lado, así como a todos los míos,
ausentes y presentes”.
La decisión paternal, no evadió nunca la
creencia firme y segura de que en todas
las iglesias cristianas hay siempre un
pueblo de Dios en constante renovación.
El siempre defendió, que pese a las
diferencias eclesiales y doctrinales, hay
en la iglesia católica una inmensa grey
que pertenece unicamente al Señor, como
sin duda también está en la Ortodoxa
Oriental y en otras. El nunca pretendió
hacer cambiar de religión
a los que
331
- 332 -
predicaba, sino que basó su mensaje en
algo muy importante: El cambio en el
corazón de cada uno, que solo puede
producir Cristo. Transformándose éste, se
producirían los cambios necesarios en el
medio religioso y en la iglesia a la que se
asiste regularmente. En su ánimo superó
el viejo conflicto entre unos y otros,
asumiendo plenamente, al Espíritu de
Cristo, aunque su forma espiritual de
pensar era plenamente evangélica, y su
fidelidad a la vedad bíblica revelada era
total, absoluta. Era evidente que no
aceptaba las manipulaciones
humanas
sobre la Biblia, ni permitía usar recursos
hipócritas para cambiar lo que en este
libro santo está revelado por Dios,
procedentes, de ambos lados, tanto del
bando católico como del protestante. Lo
revelado era lo revelado, y eso era
suficiente. Ahora bien esta postura no
evitaba creer que en ambas iglesias hay
un pueblo cristiano hermoso, lleno de fe y
de testimonio único. El movimiento del
Espíritu Santo, no hace acepción de
iglesias pero sí de sectas. En ningún
momento de la historia, se ha visto que el
Pentecostés, con sus grandes ramas o
grupos: Pentecostales, neo pentecostales
y
carismáticos,
sea
recibido
en
Mormones, ó Testigos de Jehová,
e
innumerables sectas hereticas surgidas
del y en el cristianismo, pero sin embargo,
respecto a las denominaciones cristianas,
no es lo mismo,
por que allí está
actuando el Espíritu Santo con todos sus
dones, y aunque es en el mundo
evangélico donde mas se mueve, con el
nombre de
“Pentecostales” y “neo
Pentecostales”, es evidente que la
presencia de los dones del Espíritu en la
renovación carismática, es un hecho
incontestable, por
que ellos son
332
- 333 -
intrínsicamente
“Cristo­céntricos”,
lo
mismo está sucediendo al parecer en
pequeños grupos de la iglesia Ortodoxa.
En base a todo esto cabe preguntar:
¿Cuál es el plan de Dios para con su
iglesia?, ¿cuál es la iglesia verdadera de
Cristo?, por que todas asumen ese papel.
Todas dicen ser la autentica y única
iglesia, pero al parecer nuestro Señor,
está llevando las cosas por otro lado, por
que quizá la “iglesia”, (Eklessia) es decir,
la “Asamblea de los separados, de los
escogidos”, por que eso significa la
palabra en griego: “Ecclesia”, no es una
denominación humana, sino que está
formada por TODOS los cristianos,
verdaderos, sinceros, que comparten
básicamente la misma fe y la misma
doctrina bíblica, y que además han sido
redimidos por Cristo en su muerte y
resurrección, estén físicamente en la
iglesia que estén. Quizá la mirada de Dios,
va mas lejos que la humana. La Biblia nos
enseña que sus pensamientos son más
altos que los nuestros, y sus caminos más
que los nuestros. En base a eso, ¿quiénes
somos nosotros para cegar nuestros ojos,
cuando vemos que en otras comunidades
e iglesias, Dios se está moviendo?,
tenemos que tener mucho cuidado a la
hora de hacer juicios de valor peligrosos,
al poner en duda la acción del Espíritu de
Dios, en otras iglesias, atribuyéndola al
maligno, por que si eso decimos, no nos
damos
cuenta
de
que
estamos
cometiendo el unico pecado, que no tiene
perdón: La blasfemia contra el Espíritu
Santo, es decir, el atribuir una acción de
Dios a las fuerzas del mal. Jesús dice que
juzguemos con justo juicio, y que si no es
así, que no juzguemos para no ser
juzgados por los demás. Ahora bien, hay
una verdad revelada, que si algo o alguien
333
- 334 -
nos enseñan extrañas creencias que no
están en la Biblia, sean rechazadas. Yo
soy y he sido testigo en innumerables
ocasiones que cuando un hermano
católico carismático y un cristiano
evangélico renovado, pentecostal o neo
pentecostal, se unen en oración y hacen
de Jesús el centro de sus vidas: algo
sucede, el Espíritu Santo bendice a los
dos. Incluso las diferencias que existen
entre sus respectivas iglesias pueden ser
debatidas en un franco ambiente de
reencuentro, o quedan alojadas en una
especie de baúl cerrado, por
que lo
importante es Dios. Quizá se demuestre
aquí, el viejo adagio: “No todos los
evangélicos son cristianos, ni todos los
cristianos son evangélicos”, a lo cual yo
añadiría algo mas: “No todos los católicos
son cristianos, ni todos los cristianos son
católicos”.La denominación, pues, no hace
cristianos, es decir: hijos de Dios, quien
nos hace creyentes es Cristo Jesús. Sin
duda alguna es bueno y recomendable
reunirse todos, pues es la mejor manera
de ayudarnos mutuamente, pero que
quede claro que el hecho de ser
“evangelico” ó “católico” es meramente un
nombre que no ha de indicar nada en si
mismo. Cristo dijo:
“Por sus obras los conocereis” Los
frutos y los dones carismáticos del
Espíritu son el resultado, de una vida
consagrada, de una relación intima con
Dios, que solo se consigue con muchas
horas de rodillas, de oración y de lectura
de la biblia, y de común unión, es decir de
comunión con el resto del cuerpo de
cristo. Ahora bien, la iglesia no es
solamente un grupo denominacional, ella,
la esposa con mayúsculas, es mucho mas
universal de lo que creemos. Algunas
tribus nativas de África, de Asia, o de
334
- 335 -
América creen que la totalidad del mundo
habitado es el terreno en donde ellos
viven, es pues: “su mundo”. Lo mismo
sucede con muchos cristianos, que
piensan que la iglesia de Dios, es solo esa
a la que ellos asisten regularmente, y que
los demás “son otra cosa”, ni siquiera
“hermanos”, quedando tan solo y en todo
caso como “primos hermanos”. Tal
afiliación no existe en el pensamiento alto
y profundo de Dios que es padre de todo
su
pueblo,
de
quienes
han
sido
perdonados, lavados, justificados por
Cristo en la redentora obra del Calvario.
La iglesia cristiana, el cuerpo del Señor, es
en si misma universal,
pese a los
defectos que nos caracterizan a quienes
formamos parte de ella. Quizás convenga
aclarar un concepto, cuando hablamos de
“universal”. Esa palabra, en el latín clásico
es “católico”.del latín “catholicus” y éste
!"#
$%&"$'#
()*+,-(./#
01234'5&1ós”
“universal, general”, compuesto por el
prefijo “katá”:“sobre, hacia abajo” y el
adjetivo
!,+/# 04ólos”
:
“entero”
6%'7"8&"83"# !"5# $%&"$'# 2%92&9':# /.,;+/#
“sóluos”, derivado del solwos: “entero”
(Latín: “solidus”: “sólido” o indostánico:
“sárvas”:“entero”,sanscrito:“sabrá”,latín:”
salvus”:
“sano,
entero”).Desde
los
tiempos de la Reforma, ese concepto
quedó ligado tan solo a las iglesias que
quedaron bajo la obediencia de roma,
pero en realidad, aunque hoy designe a
una determinada comunidad eclesial de
todos conocida, en realidad, antiguamente
se refería a la universalidad del mensaje
de dios, y de la comunidad cristiana
primitiva. De modo, que en realidad todos
los cristianos convertidos a Cristo somos
católicos, en el verdadero sentido de la
palabra, pero no por eso, hemos de estar
bajo la dirección del obispo de roma. Si
335
- 336 -
hay una sola dirección universal es la del
Espíritu Santo, quien en función de la
Biblia, palabra de dios, ilumina, bendice y
guía a los creyentes. Ambos van juntos,
espíritu
y
biblia.
Otro
concepto:
apostólico. Es evidente, nuestra doctrina
es básicamente y de forma única la de los
apóstoles, quienes sirvieron a Cristo. Si
ellos oraron en lenguas espirituales,
también nosotros, si impusieron las
manos y los demonios salieron en el
nombre de Cristo, igualmente nosotros. El
concepto de “apóstol” reviste en si
mismo: autoridad y respaldo de Dios.
Ahora bien, el tercer concepto en
combate: “romano”, establece la clarísima
diferenciación ahondada por culpa de ese
concilio de Trento, que tantos debates ha
suscitado. No somos romanos. No es el
Papa, nuestro pastor, sino el Espíritu de
Dios.
El RIO Y EL PEZ­PALOMA
Muchas son las especies de
peces que hay en el mundo, tanto de río
como de mar. Conocemos, uno en especial,
el pez volador, que cuando salta del agua,
puede volar unos metros, sobre el mismo
nivel del mar, para después hundirse en el
mar. En la Biblia, el pez es citado en
numerosas ocasiones tanto en el Antiguo
Testamento, como en el Nuevo, siendo
usado como un símbolo muy importante,
que tiene una trascendencia en los
mensajes bíblicos. Al pescador Pedro,
Jesús le llamó para convertirle en un
evangelista de masas, por tanto en un
pescador de seres humanos. El pez en
ese pasaje representa a las almas. Los
cristianos adoptaron durante muchos años,
336
- 337 -
el símbolo del pez, por que en griego, se
dice: “Ikzus” , palabra formada por letras
que son las iniciales de la declaración de
fe: (I) JESU­(K) CRISTO­(Z) DIOS­(U) HOMBRE­
(S) SALVADOR, y por que recuerda a la
multiplicación de los panes y de los peces
realizada por Jesús ante cinco mil
personas. En numerosas ocasiones el pez,
ha sido una representación simbólica de
las almas humanas. Mi anhelo por servir al
Señor en esos años, era como una zarza
ardiente encendida de forma perenne en
mi corazón. Seguía mis estudios normales,
como cualquier otro muchacho, pero
dentro de mí, algo volaba mas lejos, mas
alto, y era el anuncio del Evangelio, a toda
criatura, y proclamar a los cuatro vientos
cuan grandes es el poder y el amor de
Dios, que barre fronteras políticas,
culturales, étnicas, y sopla mas lejos y
mas amplio que los límites de nuestra
propia denominación. En ocasiones nos
sentimos
demasiados
encorsetados,
enquistados, paralizados por las normas de
las agrupaciones cristianas a las que
pertenecemos. Podemos llegar a caer en la
tentación de pensar que Dios es
evangélico, y que por tanto es propiedad
exclusiva de esta denominación y de sus
múltiples grupos de los que está
compuesta. Otros cristianos, tienden a
pensar lo mismo, que Dios es únicamente
católico y nada más. Llevamos más de mil
años de manipulación de la divinidad para
fines humanos, y aun no nos hemos
parado a pensar que es lo que piensa Dios
de verdad respecto a estos temas. O será
que Dios es tan alto, que está en realidad
muy lejos de todos estos problemas,
peleas y broncas entre los supuestamente
cristianos, y emplea todo su tiempo, en
penetrar en lo mas intimo de los corazones
creyentes, sean miembros oficialmente de
337
- 338 -
la iglesia que sean, o sea que el Señor es
Señor de la verdadera iglesia, de la
manada pequeña de la que habló en los
Evangelios, aquella, que está formada por
gente de todas las denominaciones pero
que han sido redimidos por la muerte y
resurrección de Cristo, y sellados por el
Espíritu Santo. Esa iglesia espiritual que
tiene a sus miembros integrados en todas
las grandes denominaciones cristianas,
oficialmente separados por los hombres
pero unidos todos por Dios en el Espíritu.
Hay una canción que en esos años aprendí
y que colocaba a quienes la cantaban entre
la espada y la pared. Aun hoy día, tiene
pleno valor y vigencia:
“No me importa la iglesia a la que vayas sí
detrás del calvario estas. Si tu corazón es
como el mío, dame la mano, y mi hermano
serás”
¿Es que un siervo de Dios, como el
hermano Emiliano Tardif, ya fallecido, líder
de la Renovación Carismática, evangelista
mundial, utilizado por el Señor, en todo el
mundo, con gran respaldo en sanidades,
lenguas y otros dones del Espíritu Santo,
no puede ser mi hermano, por el solo
hecho que esté dentro de su iglesia, y yo
en la mía?, ¿Es
que alguien que
pertenezca a la Iglesia Luterana, y esté
sirviendo a Dios en las
misiones del
Tercer Mundo, haciéndolo con una vocación
clara, en situaciones adversas incluso con
peligro de su propia vida, no es mi
hermano en la fe?.¿No somos miembros
de la misma iglesia,
que es única y
universal, esa que es la verdadera esposa
del Cordero de Dios?. Esa Iglesia, en
realidad no es una denominación oficial, ni
tiene sede en ninguna ciudad humana, ni
obedece a un solo hombre, por que su
338
- 339 Siempre ha sido
así. Todas las
personas a las
que he
predicado, y se
han convertido
se han
integrado en
distintas
iglesias
evangélicas,
donde hoy son
bendecidas.
Cuando me han
pedido
asesoramiento,
les he orientado
personalmente,
presentándoles
todas las
comunidades
existentes, e
incluso
acompañandolas
buscando un
mejor
acoplamiento e
integración.
Los que me
conocen, saben
que nunca les
he alimentado
separación
alguna, y que
he estado
totalmente en
contra de las
frecuentes
divisiones
internas en las
iglesias, tan
tristemente
comunes en
España.
Juan José
Santos Rivas.
único Pastor, es Jesucristo. Su sede no es
Roma con su vaticano, ni Londres con la
Catedral de San Pablo, ni ninguna otra
ciudad mundana, es el Corazón de Dios,
esa es su sede. En ningún momento diré
que hay que salir de nuestras iglesias, por
que si sentimos que Dios nos ha colocado
en ellas, allí debemos de estar hasta que
Él disponga lo contrario, pero no nos
atrincheremos, no organicemos trincheras
religiosas, para disparar al vecino, que
está en otra. No ese no es plan de Dios, no
es la voluntad de Dios, no es el deseo de
Dios, por tanto es pecado cuando lo
hacemos. Lo que sí es cierto, y no me
duele decirlo que Dios no es de los
Testigos de Jehová, ni Mormón,
ni de
otras
sectas que aunque se llamen
“cristianas” han destruido todos y cada
uno
de las creencias
básicas del
cristianismo, y no tiene nada que ver con
ellos, por mucha manipulación hagan de la
Biblia. Libro Santo y Perfecto.
Así era mi ánimo, dentro de la
fe
evangélica, encendido, fuerte, enaltecido.
En una ocasión, estaba en mi casa, quizá
no habría cumplido los 16 años, mamá
estaba sentada, preparada para ir a la
calle acompañando a papá. Él estaba ya
vestido con su elegante traje, dispuesto a
marcharse para ir a Calatrava. Yo en medio
de los dos, me abracé ella. Sentí sus
brazos recogerme maternalmente, y allí
lloré en su hombro, y no era de pena, lo
hice por que sentía un llamado íntimo, le
susurré al oído que quería servir al Señor.
La
amorosa
mano
de
mi
padre,
emocionado también, se posó sobre mi
hombro, y ella, mamá me dijo:
339
- 340 -
­“Sé que tienes alma de niño, pero por eso
vas a ser un buen siervo de Dios, así lo
siento”.
Esa frase de “Alma de niño” me la repetiría
muchísimos años después, justo en la
lucha de la enfermedad de mi padre, que
le llevó a la muerte, una anciana hermana,
que aun hoy vive, abrazándose a mí. Yo no
se si esa alma, la he tenido o no, pero lo
que es cierto, es que el anhelo primigenio,
de los tiempos de mi conversión, era un
tizón encendido, que ahora deseo renovar.
Incluso
quise
estudiar
una
carrera
universitaria, que fuera acorde con mi
vocación cristiana.
En esa confianza, no recuerdo cuando fue,
pero sería en la avivada primavera del 73,
Dios me dio una visión, que se quedó
grabada en mi recuerdo, y que de vez en
cuando acude a mi mente, recordándome
muchas cosas, que a lo mejor en estas
alturas de mi tiempo, ya he olvidado, y
que aun puede que estén pendientes de su
ejecución o cumplimiento mientras yo
viva:
“Me vi en un gran desierto, pero no era
como los que conocemos aquí, era todo
completamente plano, había un ambiente
de paz absoluta, de tranquilidad total, de
quietud. Ausencia total de calor, y de sed.
En la línea del horizonte, limpia y puramente
recta, aunque lejana, nacía un delicado,
estrecho y sinuoso rio, de aguas mansas y
tranquilas, con un sonido casi se podría
decir musical, completamente trasparentes,
sin una sola partícula vegetal o animal.
Aguas puras, que venían hacia mí. Ese
riachuelo, pasaba delante de mis pies. Yo
me quedé observando tanta limpieza,
nunca vista por mí en los manantiales
340
- 341 -
terrestres, tanta tranquilidad, tanta paz,
tanta transparencia cristalina. Allí había un
solo pez, plateado, hermoso, de especie
desconocida para mí, grande, casi parado
en su nadar por las aguas puras, quieto ante
mi persona. Era
tan brillante su color
suavemente plateado, que introduje mi
mano, para cogerlo. Dócilmente se dejó
atrapar. Lo levanté hacia el cielo, como
quien ofrece un sacrificio, una oración. Allí
mismo, al estar totalmente elevado, se me
fue transformando en una blanquísima
paloma, que remontó vuelo, volviéndose a
transformar en muchas mas palomas que se
marcharon volando. Allí en ese momento
me desperté”. Dios me estaba mostrando
cual sería mi labor y ministerio.
Lo que Dios, en
su infinita
misericordia, me
mostró, creo a
mi modesto
entender, era:
Enseñar y
predicar la
Palabra de Dios,
a las almas .
Rescatar
personas
(símbolo:el pez),
para que ellas,
puedan ser, por
la obra de Dios,
llenas de su
Espíritu Santo,
vuelen solas, y se
multipliquen,
para ser
bendición para
otros.
MIS PRIMEROS HIMNOS Y ALABANZAS
¡Que hermoso era ver, cuando
todos,
unidas
nuestras
manos,
cantábamos con la fuerza de las voces mal
armonizadas!: Como la aurora va en aumento de luz
Como la aurora va en aumento de luz
Asi nosotros crecemos en gloria
El Señor, El Señor,
resucitado de la muerte y es Señor,
arrodillados estarán, cada lengua clamará
que Jesús es el Señor.
Tenemos victoria, tenemos victoria
En el nombre de Jesús.
No hay otro nombre dado a los hombres
sino el nombre de Jesús. ¡Aleluya!.
Toda fuerza El venció
JEHOVA REINA ¡JEHOVA REINA!
BENDITO SEA EL NOMBRE DE DIOS,
ALEGRENSE LOS PUEBLOS Y DIGAN EN LAS
NACIONES:
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- 342 -
JEHOVA REINA ¡JEHOVA REINA!, BENDITO SEA
EL NOMBRE DE DIOS.
Antes vagaba en oscuridad, sin esperanza, sin luz,
hasta que mi alma por su bondad la rescató mi Jesús.
Coro: La carga que llevaba me la quitó,
Todas mis culpas me perdonó.
Jesús mi Salvador, en la cruz murió,
Y con su sangre me rescató,
Libertad plena por fin me dio,
Mis culpas El perdonó.
Ya no mas sombras ni soledad, pues la mañana brilló,
No más temores ni ansiedad, Cristo mi alma salvó.
En servidumbre no vivo mas, pues encontré libertad.
Cristo
ofrece completa
paz por toda la eternidad
LOS me
HERMANOS
JIMÉNEZ
LOS HERMANOS JIMENEZ
Eugenio
Jiménez, amigo
de mis padres,
quien estuvo en
casa varias
veces, orando y
compartiendo
de Dios.
“¡Gran campaña evangelística!”,
se anunció en todas las nacientes iglesias
evangélicas pentecostales de
Madrid.
Tendría lugar en un cine del barrio de
Carabanchel Alto. ¿Quiénes eran los
evangelistas invitados?.
342
- 343 -
Eugenio y Raimundo Jiménez,
habían
estado en casa algunos días antes,
invitados por papá. Allí me los encontré.
Creo que eran hijos de una española
extremeña residente en Puerto Rico. Año y
medio antes, mi casa era una especie de
embajada oficiosa de Puerto Rico, siempre
me encontraba borinqueños hasta en la
sopa; después eso cambió y a quienes
hallaba era a predicadores y evangelistas,
puertorriqueños o no, de modo que
algunos miembros mas antiguos de las
iglesias establecidas nos criticaban a
menudo. No les gustaba. No era culpa
nuestra, Dios obraba como quería.
Hacíamos reuniones en una
hermosa
habitación que habilitamos para las
mismas. Allí solíamos orar con amigos
diversos, con Araujo cuando nos visitaba,
Angel Borjas; Daniel Secristh, fundador en
España de Juventud con una Misión; Rivas,
un pastor puertorriqueño que misionaba
en Madrid; Paco Revilla, y tantos otros,
incluyendo a Bahjat Batarseh, quizá el
mejor evangelista que visitó España en esa
época y el cual merece un capítulo aparte
en estas memorias.
Me llamó la atención lo barbilampiño que
era Eugenio, alto y delgado con una piel
clara y blanca. Me parecía un niño grande.
Su hermano por el contrario, era
totalmente distinto, bajo y grueso. Estaban
en Madrid invitados para predicar, y he de
reconocer que cuando él lo hacía, algo
sucedía, pero en realidad el éxito no
estriba en el predicador, sino en algo o en
Alguien muy por encima de él, en el Señor,
y en las oraciones o consagración de los
que trabajan en la obra de Dios. Eugenio
en sí no era nadie, como tampoco lo soy
343
- 344 -
yo, ni cualquiera otro, por que quien en
realidad tiene toda la Gloria es Jesús.
Ahora bien, si queremos un ministerio con
éxito, hay una sola clave: la oración y la
adoración a Dios. En el Evangelio hay una
interesantísima conversación entre Cristo
y una mujer samaritana. Conociendo que
los judíos, (y el Señor lo era por completo,
desde la punta de los pies hasta la de sus
cabellos, y que incluso tenía el título de
“Rabí”,
es
decir,
maestro)
y
los
samaritanos no se hablaban entre sí,
añadiendo una doble dificultad mas, que
ella era mujer y algo alegre con los
hombres en general. Conviene leer ese
encuentro una y otra vez, por que en el
deja claro Jesús una cosa trascendental:
“El Padre busca adoradores que le
adoren en Espíritu y en verdad”, no
aquellos que lo hagan por cumplir un rito
obligado, como los judíos en el Templo y
los samaritanos en el
Monte, por que
quienes así lo hacemos, podemos correr el
peligro de no hacerlo en el Espíritu, y
hacerlo en la mentira. El éxito pues, de las
predicaciones consiste en adorar a Dios,
como dijo Jesús, en Espíritu y en la
Verdad. Por eso se producen milagros,
conversiones,
sanidades, e incluso
derramamientos del Espíritu Santo. Así a
sido siempre, lo es y lo será. Es muy
sencillo, consiste en dejarse llenar por la
presencia de Dios. Teresa de Calcuta dice:
“Si de verdad queremos orar, tenemos que
aprender a escuchar, por que Dios habla
en el silencio del corazón. Escuchemos en
silencio, por que si nuestro corazón está
ocupado con otras cosas, no podemos oir
la voz de Dios. Pero cuando se ha
escuchado la Voz de Dios en la calma del
corazón, éste se llena de Dios. Esto exige
mucho
esfuerzo,
pero
si
tenemos
verdadera intención de orar y queremos
344
- 345 -
orar, debemos prepararnos a hacerlo ya”.
Es verdad, no solamente por que lo diga
Teresa, sino por que así se deja intuir en la
misma Biblia. El silencio aquí no consiste
solamente en apartarnos del mundanal
ruido, si no también en abandonar todas
nuestras
preocupaciones,
por
muy
cristianas que éstas sean. Ese silencio, es
producto de la paz que nos da el Espíritu
Santo. Yo mismo he podido experimentar
que cuando antes de predicar he adorado
al Señor, en la quietud, en la calma, en mi
silencio interior, ha fluido más y mejor el
Espíritu de Dios en mi vida, por que el
Señor dijo claramente en el Evangelio de
San Juan:
“Aquel que cree en mi de su interior
saltarán ríos de Agua Viva”.
El mismo evangelista, añade que se refería
al Espíritu Santo que habrían de recibir
aquellos que en Él creyeran. Es cierto, que
incluso en el mayor de los ruidos
exteriores Dios ha bautizado con su
Espíritu a decenas de miles de personas,
pero por que en su interior había una
absoluta paz, quietud y silencio ante la
Majestad de Dios. Hoy no hay tantos
avivamientos, ni tantas señales, por que
los cristianos, estamos demasiados llenos
de ruidos internos, absorbidos por la
mecánica
de
nuestras
actividades.
Hacemos muchas cosas
en nuestras
iglesias, creemos que tenemos que ser
“obreros todo­terreno”, es decir que
tenemos que hace cincuenta mil cosas, y
estar
dispuesto
como
si
fuéramos
empresarios. Todo eso es necesario, pero,
de nuevo surge el aviso de Jesús:
“El Padre busca adorares que le adoren
en Espíritu y en Verdad”.
345
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Nos estamos dejando dominar por el
mundo que estamos creando. Yo mismo
soy victima de mi “yo”. “Levantamos” una
obra para el Señor, nos vamos a una
ciudad para “levantar” una iglesia, y eso
no es así. Nosotros no “levantamos” nada,
en sí esa forma de hablar tan común en
nuestras comunidades es una aberración
de difícil justificación, por que no es que
nosotros debamos levantar nada, ya que
somos imperfectos, y carnales, si no que
nuestra postura, ha de ser estar
dispuestos humildemente a ir al lugar en
donde Dios será quien levante a su propia
obra. Es Dios quien actúa, sin duda con
nuestro servicio total, no con nuestra
colaboración, nosotros no colaboramos con
Dios, le servimos somos sus siervos.
Creernos sus colaboradores, es otro error
gravísimo, pues nos colocamos casi a la
misma
altura
que
Él.
La
palabra
“Colaborar” procede del latín “Laborare”,
Por tanto:
que significa: “Trabajar”.
en una
Colaborar: es “Trabajar con”,
condición de igualdad entre dos partes que
están de acuerdo para un mismo fin. Por
tanto, nosotros no estamos en igualdad
con Dios, por que somos SUS SIERVOS,
ESCLAVOS de Jesucristo, como decía San
Pablo. Allí estriba el éxito de los siervos de
Dios, y es cuando el Señor, actúa con
poder.
Como
digo
lo
he
podido
experimentar en mi propia vida. Cuando
antes de predicar he adorado al Señor en
Espíritu y en Verdad, el tiempo que fuera
necesario, he visto cómo a actuado el
Poder de Dios, cómo se han convertido las
personas, cómo el Espíritu se ha hecho
presente en realidad, y cómo he sentido y
visto el mover del Señor en las reuniones,
dejándome a mi también estupefacto a
pesar de los años que llevo conociendo al
Señor. Todo ello por que como dice Teresa
346
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de Calcuta, he escuchado al Señor, en el
silencio y en la quietud de mi alma y de mi
corazón. De la misma forma, he sido
testigo directo que cuando yo no he
adorado al Señor, la rutina ha marcado el
resultado, incluso en ocasiones llevándome
al mismo fracaso. No es tanto repetir cien
veces la misma oración, sino dejar
adorarlo a El, por muchas peticiones que
tengamos que hacerle. Al comienzo del
Proyecto Benéfico Logos, yo siempre
estaba dominado por el teléfono móvil, el
celular como se llama en América Latina.
Un día soñando, me ví en una costa
marítima, huyendo de una gran ola
Sutnami,
que
me
amenazaba
con
destruirme, yo escapaba como podía, pero
no dejaba de hablar por el celular, como si
pidiera socorro. Entendí el mensaje, fuera
o no una visión, me di cuenta que el sueño
reflejaba una realidad: estaba mas
pendiente de los asuntos terrenales
representados
por
ese
aparato
de
comunicación que de Dios mismo. He sido
testigo de hermanos que en las reuniones,
interrumpían constantemente su oración
personal y colectiva para atender a sus
llamadas telefónicas.
Carabanchel
Alto al igual que el Bajo
barrio madrileño muy populoso, formado
por un sin fin
de calles pobladas por
gentes
de
clase
media,
sencillos
trabajadores, en su mayoría emigrantes de
los campos de la provincia de Madrid, y de
otros lugares, que habían emigrado en la
década de los años 60 a la capital
buscando una mejora de su calidad de
vida, en vez de emigrar al extranjero.
Pequeñas y humildes tiendas se abrían
poco a poco dando vida en la zona. Allí se
abrieron varias salas de cine. Eran tiempos
en los que no existía internet ni las
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- 348 -
videoconsolas, eran tiempos en los cuales
los niños disfrutábamos con nuestros
juegos en las calles. ¡Cuantos cristales
rotos por los balones de fútbol!. Esa tarde
nos fuimos todos a un cine de
Carabanchel, y no era para ver ninguna
película, sino para asistir a una campaña
de evangelización, en la que iba a predicar
Eugenio Jiménez. La sala estaba llena de
gente, incluso hubo quien
perdió el
asiento, quedándose de pié y en la calle.
Para mi era un placer colaborar, así que
prefería permitir que mi butaca fuera
usada por otra persona. Entraba y salía
del lugar constantemente, por que una vez
iniciado el grandioso culto, me quedaba
fuera del salón en la calle, para invitar a
las personas que por allí caminaban para
que entraran y se quedasen a escuchar la
Palabra de Dios. Conmigo estaba un
muchacho mayor que yo, de raza gitana,
que era hermano de un buen amigo mio,
conocido por el sobrenombre curioso del
“patata”. Nunca supe por qué lo llamaban
así, supongo por que comía muchos de
esos tubérculos, aunque si juzgamos por
su apariencia física,
no debían de
alimentarle mucho, por
que era muy
delgado. Por la acera de enfrente a la del
cine, iba una mujer pequeña, con su cesta
de la compra diaria, muy decidida,
dispuesta a llegar a su casa a toda prisa,
para la preparación de la comida­cena.
Atravesé la calle al objeto de hablar con
ella, para invitarla a entrar.
Estaba
dispuesta, tenía ánimos para hacerlo, al
decirle que era una campaña de
evangelización. Su disposición era positiva
y con deseos. Me sorprendió mucho
cuando me dijo que era Testigo de Jehová.
No es mi estilo atacar a nadie, ni criticar
sus creencias, por que entiendo que
hemos sido llamados a la evangelización,
348
- 349 -
y ello es ya de por sí un acto de amor.
Evidentemente,
si
la
persona
es
dialogante, y desea contrarrestar sus
opiniones, entonces entro en debate
usando la
Biblia, pero en un debate,
abierto, franco y sin acaloramientos, ese
es mi estilo, nunca es impositivo ni
autoritario, por que entiendo que cuando
mas se emplea la imposición,
nuestro
oponente, se cierra aun mas en sus
creencias, y es mucho mas difícil la
comprensión. La mujer me dijo, que en
cuanto pudiera, iba a asistir, aunque ya
sabía que éramos evangélicos. En ese
momento, el hermanísimo del “patata”,
al oír que era Testigo de Jehová, salió
corriendo desde la puerta del cine, para
alcanzar a la mujer, quien ya se iba a su
casa para dejar toda la compra.
El
abordaje fue tan brutal, que la señora se
asustó, pues entró de lleno en la
imposición del Evangelio casi por la fuerza.
Empleando toda una dialéctica evangélica
aprendida contra las enseñanzas de los
Testigos de Jehová....lo único que logró
hacer fue provocar la pérdida de esta
persona, quien tras acalorada discusión
prometió
no
volver
nunca más.
Probablemente si hubiera entrado, habría
visto lo que allí sucedería una hora
después,
y a lo mejor, se hubiera
convertido.
Un poco desalentado ante ese fracaso, me
volví al interior, para asistir y participar de
la Asamblea. Nunca había visto un cine tan
lleno de público asistente, y con tanto
entusiasmo; pude sentarme al lado del
pasillo central, de modo que desde allí
podía ver mejor a Jiménez predicar. En la
butaca opuesta, recuerdo a una muchacha
mas joven que yo. Allí se dieron cita, todas
las iglesias organizadoras del acto, de las
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- 350 -
Asambleas de Dios, no gitanos, y de
Filadelfia, gitanos. No recuerdo el tema
principal de la predicación, pero sí se que
Eugenio habló y predicó con enorme
soltura y muy claramente. Al final, solicitó
que todos los que pudiéramos, nos
levantásemos para orar. En ese instante,
como un rumor de olas, el público creyente
comenzó a orar, unos sentados, otros de
rodillas, y los más, de pie levantando las
manos, y orando con unción. Las lenguas
en el Espíritu sustituían al castellano. Allí
se sentía la Presencia de Dios en adoración
libre y espontánea. Dios
nos estaba
visitando. La multitud cantaba de manera
muy coordinada:
“Pasa por aquí, Señor, pasa por aquí. ¡Oh
Señor!. Quédate aquí”
Y como El Señor es muy educado,
efectivamente pasó y se quedó. Cuando
se terminó de orar, Eugenio, solicitaría la
presencia de los enfermos. Aquello fue
expectante. Los pastores allí presentes se
repartieron la responsabilidad de las
oraciones. De momento, al menos que yo
recuerde, no sucedía nada espectacular, en
caso
de
que
los
milagros
sean
espectaculares. Es probable que nuestro
error sea creer que una intervención de
Dios es espectacular, y sin duda lo es, por
que no estamos acostumbrados de manera
cotidiana a estas cosas, pero lo que
debería ser algo espectacular es que no
hubiera milagros.
Junto a Jiménez, había un niño que
debería tener unos ocho o nueve años,
rubio, sentado en una silla de ruedas, a su
lado su madre. Al finalizar la oración por
los enfermos, Eugenio, miró fijamente al
pequeño y dándole una orden clara y
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- 351 -
concisa, y con mucha autoridad, comenzó
a suceder algo:
­“¡En el nombre del Señor Jesús, levántate y
anda!”.
El pequeño, no dudando, apoyaba sus
poliomielíticas piernas en
el suelo, y
ayudándose con las manos sobre los
apoyamanos de la silla de ruedas,
comenzaba a levantarse, al comienzo con
titubeos. Su llorosa madre, quería evitarle
una caída pero los pastores le aconsejaron
que no hiciera nada. Todo el cine
enmudeció por completo, al ver cómo el
pequeño, se enderezó sobre sus delgados
miembros inferiores, y comenzó a caminar
sin la
ayuda
de
nadie.
Jiménez,
arrebatado por la fuerza del Espíritu le
gritó:
­“¡Corre, hijo, corre en el nombre de Jesús,
eres un niño y debes de correr!”­
Y así fue, el niño comenzó a correr delante
de todos, al principio con cierta duda, pero
después, una y otra vez, cada vez mas
deprisa. Las 1000 personas que estaban
allí exclamaban con fuerza:
­“¡Gloria a Dios!” “¡Aleluya!” “¡Milagro!”­
Fue la locura de la alegría. La joven que
estaba a mi lado, lloraba abundantemente
de alegría al ver a ese desconocido chaval
correr de un lado para otro, tocándose las
piernas, y contemplando el mismo cómo
sus extremidades funcionaban bien. Su
madre, embargada por el sentimiento, se
hizo con el micrófono y relató, entre
suspiros y lágrimas:
­“Mi hijo tiene ahora nueve años. Cuando
nació, a los ocho meses, tenía la
351
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poliomielitis, le pusieron una inyección pero
con tan mala suerte, que le empeoró la
enfermedad,
quedándose
totalmente
parapléjico. Jamás, pudo caminar, el no
sabe que eso de andar. Siempre me decía:
“Mamá, que pena que no puedo jugar con
otros niños”, a mi se me partía el corazón
con eso. Somos una familia modesta, mi
marido es un sencillo trabajador, y nos
hemos gastado todo el dinero en los mejores
médicos, sin ningún resultado. Yo soy
creyente, católica, y tengo mucha fe en el
Señor. Hoy al venir aquí, le pedí al Señor que
sanara a mi hijo, y.............”En ese momento,
no pudo seguir hablando mas, por que el
llanto llenó su garganta, pero era de
agradecimiento, de gratitud, de amor a
Dios. Unicamente, reponiéndose unos
segundos después dijo: “Mi hijo nunca
pudo caminar, y hoy lo ha hecho por
primera vez en su vida”­ De nuevo llorando,
hizo un esfuerzo para decir: “¡Gracias
Señor!”. Era imposible evitar una emoción
colectiva ante esas palabras, y el milagro.
La madre del pequeño saltarín que
estrenaba sus piernas, como si fueran
nuevas, no pudo seguir hablando, por que
no solamente le embargaba la emoción a
ella sino también a todos los que allí
estábamos que con centenares de gritos
de euforia espiritual, exclamaban: “¡Gloria
a Dios!”, “¡Aleluya!”, “¡Cristo vive!”. Yo no
supe nada mas de esa señora y de su hijo,
solo recuerdo lo que Dios hizo con él. El
cambio, la trasformación. Me imagino que
lo primero que haría el menor al llegar a
su casa, y reunirse con sus amigos, sería
jugar a un buen partido de fútbol, y
posiblemente, se dañaría la piel en las
caídas, e incluso es probable que se
rompiera algún hueso, no lo sé, pero lo
que sí es seguro, es que el poder de Dios
no tiene límites.
352
- 353 -
En otra ocasión y en el mismo cine, se
había organizado una campaña distinta.
No recuerdo si fue con la colaboración de
los Jiménez, pero esta vez, al igual que en
las anteriores, se formuló la petición para
orar por los enfermos. Estos respondieron,
y pronto surgió un nutrido grupo de
personas, pacientes todos ellos, para que
orásemos. Recuerdo especialmente a un
joven, de la misma edad que yo, que
estaba sentado en una silla de ruedas.
Siempre me ha gustado colaborar. En el
momento de la oración, me dirigí al
adolescente, para preguntarle si quería
que orasen por su enfermedad, pero el me
dio una grata enseñanza, pues con una
mirada pacífica, me respondió:
­“Yo no quiero ni necesito la sanidad de mi
cuerpo sino la de mi alma”­
AVENTURA EN LAS MONTAÑAS DE SIERRA
DE GREDOS
A mis 17 años
yo había
recorrido
gran
parte
de
España,
acompañando a mis padres, pero se me
presentó una oportunidad que no quería
dejar pasar, para disfrutar unos dias en un
campamento al aire libre, con un grupo de
chicos de mi edad, en plena sierra. En esos
años, España tenia mas masa forestal que
353
- 354 -
la que hoy posee, y siempre me ha
gustado disfrutar de la montaña y de su
bosques. Son momentos especiales, que
debemos
de
aprovechar,
pues
allí
aprendemos a conocer la naturaleza, y
quizá nos ayude a reencontrarnos a
nosotros mismos. Mi hermano Florentino,
quien contrayó matrimonio poco antes, en
la Iglesia Evangelica Bautista de Villaverde
bajo, Madrid, me dijo un día que los
jóvenes de la iglesia estaban preparando
un campamento en plena montaña
animándome a ir con ellos, pese a que yo
no era miembro de dicha comunidad. Por
supuesto que contesté positivamente. Se
dio la casualidad de que mi hermano
Eduardo se ofreció para llevarles en
nuestra furgoneta.
Gredos es uno de los macizos montañosos
más atractivos de la Cordillera Central, que
divide a Castilla­Leon, de Castilla­La
Mancha, y recorre desde el este hasta el
oeste de la Peninsula Iberica. Este
importante
conjunto
montañoso,
compuesto además por diversas serranías
que se entrecruzan con él, hasta penetrar
en la vecina Portugal. Ha configurado
notablemente a la historia de nuestras dos
naciones ibéricas, y es hoy, con seguridad,
un lugar lleno de vida natural, que se
precisa conservar a toda costa. Se sitúa
Gredos a caballo entre las provincias de
Avila, Cáceres,
Madrid y Toledo. Su
máxima altitud se da en la provincia de
Ávila en la Plaza del Moro Almanzor a
2.592 m. Está declarado “parque regional”.
Gredos es la principal Sierra del Sistema
Central y está compuesto por cinco valles
fluviales: Alto Tormes, Alto Alberche, Tiétar
Oriental, Tiétar Occidental y la Vera, y
354
- 355 -
Valle del Ambroz. En torno a sus grandes
moles
graníticas
basculan
cuatro
comunidades autónomas: Castilla y León,
Extremadura, Castilla­La Mancha y Madrid;
extendiéndose de Este a Oeste desde San
Martín de Valdeiglesias a Hervás y de
Norte a Sur del Valle Amblés al Rosarito.
Su agreste relieve ha servido de refugio a
la tribu celta más meridional (los vetones)
y a otros rebeldes históricos como El
Empecinado o los maquis. Observamos
una
variación
vegetal,
intimamente
relacionada con la altitud a medida que
ascendemos;
encina,
roble,
haya,
sustituido en diversas zonas por el pino, y
pradera de montaña. Las principales
especies animales son la cabra montés
(cabra hispánica), el corzo y la perdiz roja.
Nos lideraba un monitor, del cual a penas
recuerdo nada, solo que usaba gafas, y
que respondía al nombre de Alfonso.
Llegamos, por la tarde, a una
explanada, rodeada de encinas, y pinos,
situada al pie de un macizo montañoso,
alto, y soberbio.El día había sido claro,
límpio, y la noche prometía ofrecernos un
espectáculo maravilloso de miles de
estrellas. El aroma de los árboles, el piar
de innumerables pajaros de todos los
tamaños recogiendose al atardecer en sus
nidos, se adueñarian de nuestros sentidos.
Una vez instaladas las tiendas, Eduardo,
regresó a Madrid. Organizados bajo la
dirección de Alfonso, cada uno se situó en
la tienda preferida, sacando nuestras cosas
de los macutos. Entre ellas todos teníamos
nuestras biblias personales.
355
- 356 -
Aquella primera noche, nos costó
dormir, pues no estábamos acostumbrados
a dormir así, pero me apetecía, y no
estaba dispuesto a desmoralizarme.
Todas las mañanas, desayunábamos
alrededor
de
las
9.
Después,
participabamos en un culto, amenizado
con la guitarra del continuo Monitor, que
cumpliendo con su deber, estaba siempre
en todo, y al lado de todos, pero al cual
esquivábamos en cuanto terminamos de
orar, y de recoger los desperdicios, para
escaparnos al monte cercano, o al
riachuelo que teníamos justo al lado del
campamento, para explorar todo ese
entorno que nos rodeaba. Una vez, iba
con dos de mis compañeros, ladeando el
pequeño
rio
de
aguas
cristalinas
trasparentes, y frescas, cuando al pasar
cerca de la orilla, una culebra o víbora,
elevó su cabeza amenazadora, sacandonos
su bífida lengua, mirándonos con fijeza.
Por ese entonces, desconocía que en
realidad, estos reptiles sacan la lengua
para
olfatear,
no
como
amenaza.
Realmente era imponente, de buen
tamaño, y su piel brillaba con fuerza, bajo
la luz del Sol. Uno de mi grupo, se
enfrentó a ella, en un alarde de absurdo
dominio humano, en una pelea desigual.
No quise participar en ello, por que sabía
cual iba a ser el final. El hombre tiene un
miedo ancestral a todos los reptiles, y en
algunas
ocasiones,
es
totalmente
injustificado,
estando
en
otras,
demostrado. Quizá el hecho relatado en la
Biblia en el cual Satán se encarnó en una
serpiente, para tentar a nuestros primeros
padres, ha contribuido a ese temor atávico
humano. Entendiendo que los reptiles son
356
- 357 -
absolutamente
necesarios
para
la
naturaleza, y cumplen, aunque algunos de
ellos sean muy peligrosos y venenosos,
una gran función positiva, programada por
Dios en la Creación de todo, hay que
desvincularlos de la idea de seres en los
cuales se engendra el Mal. Lo que está en
la Biblia, que es palabra de Dios, es un
símbolo, para explicar el origen del
problema del pecado y del mal.
El muchacho, animado quizá por nuestra
accidental presencia, pretendió mostrarse
ante nosotros, como una especie valeroso
caballero medieval, emprendiendola a
pedradas contra el desventurado animal,
que
ante
aquel
acoso,
intentaba
vanamente
defenderse
como
podía,
moviendo su cabezota, en señal de ataque.
No había sido culpa de ella, si no nuestra,
por que invadimos su área vital, ya que
estaba
enroscada
sobre
si
misma,
dormitando al hacer la digestión de alguna
ratita cazada. Quise impedirselo pero
estaba totalmente obcecado por sus ansias
de ataque, propias de un depredador. Era
conscienciente de que la víbora o la
culebra podría sernos peligrosa, pero el
problema se podría resolver, solamente
alejándonos de ella. No me hicieron caso.
Como
una
jauría
humana,
todos
comenzaron a gritar y a asustar al pobre
animal, que recibiendo numerosos golpes
de piedra, quiso escapar, ya herida, hacia
la vaguada del río, pero allí volvieron a
acosarla hasta darle muerte. Aquello, me
impresionó. No todos los chicos que venían
con nosotros, eran cristianos, y ese al
menos, estaba muy lejos de serlo. Ahora
bien, he visto en muchos que dicen ser
hijos de Dios,
un comportamiento
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- 358 -
negativo
para
maltrantando,
contaminándola.
con
la
naturaleza,
ensuciando,
La Biblia, es tambien muy clara en ese
punto: Dios demanda que cuidemos de
ella, y el maltrato hacia los animales está
considerado como pecado ante Dios. Cierto
es que el planteamiento filosófico del
ecologismo clásico, se aleja tambien
mucho de Dios, pues tienen dificultades
para aceptar la idea de un Creador
Universal, pero en la Biblia, hay una gran
cantidad, de ordenanzas divinas, que
exigen a los hombres un cuidado exacto de
la naturaleza. Aunque muchos ecologistas
de hoy no lo saben, hay recogidos en la
Palabra de Dios, numerosos conceptos
puramente ecologicos. Ese es otro de los
problemas del total desconocimiento que
tenemos sobre la Biblia.
Aquel cabezota y testarudo jovenzuelo,
le importaba muy poco, la vida del
tranquilo y durmiente saurio, por que lo
que al final se demostró era que a toda
costa quería fabricarse un cinturón de piel,
y no encontró mejor oportunidad. El
hombre, motivado por su completa y total
desobediencia y pecado, ha manipulado su
capacidad de control sobre la naturaleza,
equivocando por completo
el sentido
bíblico que Dios le dio al comienzo de
todo: “Creced, multiplicaos y sojuzgad la
tierra”. Todo ese hecho, me ayudaría a
comprender aún mas, si cabe, cual es la
divina voluntad de Nuestro Señor, para
cada uno de nosotros. Pensamientos de
Paz y Bien no de destrucción. Claro, que al
depredador, de nada le sirvió esa estúpida
cacería, pues, la piel
hay que saber
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prepararla, así que terminó esparcida
entre dos piedras. La naturaleza, que todo
lo aprovecha, hizo desaparecer, en pocos
dias, todos los restos del pobre animal.
Eso me hizo pensar. La vida, no termina
con la muerte de un ser vivo, por que sus
restos dan lugar a mas vida, al ser
completamente usados y consumidos para
el avance natural. De igual forma, nuestro
viejo hombre con sus pasiones, ha de
morir, para que nazca el nuevo cuando
conocemos a Cristo personalmente. Es
decir, somos los mismos antes y después
de la conversión, pero hay algo dentro de
nosotros, que ha cambiado, por que
caminamos hacia delante, dejando atrás
todo lo mundano.
Aquellos fueron dias maravillosos, por
que en la paz del campo, alejados del
mundanal ruido, del mundo y de la
sociedad, estábamos tranquilos frente a lo
creado por Dios. Yo podía sentir su mano
amorosa, en cada planta, arbol, montaña y
estrella.
Mis
horas
preferidas,
se
circunscribían a las nocturnas, pues,
abriendo un poquito la cremallera de la
tienda, contemplaba la hermosura estelar,
y me impresionaba pensar, que bajo esas
mismas luces rutilantes, un dia Dios habló
al bueno de Abraham, prometiendole que
la descendencia de su pueblo sería, mas
amplia que el número de las estrellas.
Miles de años después allí me encontraba
yo, ante el mismo Creador. Claro, que esos
pensamientos, se ausentaban de mi
mente, cuando tenía que cerrar la
cremallera, por que mis compañeros
comenzaban a quejarse. No todo era tan
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bucólico, por que el dormir compartiendo
ese pequeño habitáculo era un dilema, ya
que estábamos tres o cuatro, apretados
como sardinas, y a mas de uno le olían los
pies, y los zapatos. Algunos adolescentes,
sacaban sus calzados a la puerta, toda lo
noche, pero no sé por que razón, a la
mañana siguiente, o no estaban, o
aparecían esparcidos a varios metros de
distancia. ¡Menudo misterio!. El caso es
que no solo los calzados, sino otros
enseres solían amanecer pisoteado, o
dispersos.
Yo dormía, al lado de Alfonso, por lo
cual me sentía algo mas privilegiado, y no
por nada en especial, simplemente, por
que el monitor, deseoso de un buen
descanso, acabó con el problema interno
de la aglomeración, sacando a dos de mis
compañeros fuera, e introduciendolos en
otras tiendas de campaña, aumentando allí
el conjunto, pero disminuyendol0 en
nuestro area de descanso. Así que, creo
recordar que nos quedamos solos los dos
un par de noches.
Era una buena persona, y un cristiano
intachable. Agobiado por el calor que
sufríamos de noche, dormíamos los dos en
paños menores, sobre nuestros sacos de
dormir. No sé por que todos nos ibamos a
dormir con miedo, pues creíamos que por
allí rondaban lobos u otros animales. Ya en
la lejana prehistoria, el hombre ha temido
a la noche, por eso se refugiaban en
cuevas. Los gemidos, lamentos, cantos, y
ruidos guturales producidos por las
gargantas de animales nocturnos, han
sobrecogido al ser humano, hecho para
vivir de día. Ese era nuestro sentimiento,
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pero a la vez, nos atraía, interesaba,
sojuzgaba.
y
Una noche, de Luna llena, alrededor de la
cuatro de la madrugada, estaba despierto,
con pensamientos varios de historias
legendarias de lobos y zorros. La quietud
era total, y la tranquilidad me embargaba.
La plateada luz lunar iluminaba toda la
sierra, con una claridad, tal que casi se
podía
leer
bajo
ella.
Pensando
e
imaginandome no sé que cosas raras, de
pronto ví una masa oscura, al otro lado de
la tela, que desde el exterior se
avalanzaba hacia mi a toda velocidad,
enorme, redonda, y toda la tienda de
campaña comenzó a temblar. No me pude
mover, de miedo. La pared de lona, casi se
me vino encima justo donde yo estaba, y
en una décima de segundo contemplé
como algo parecido a una gran pezuña iba
a pisar desde fuera, en el mismo lugar en
donde yo tenía mi cabeza. El instinto
natural, me hizo girar sobre mi mismo, en
el preciso instante que aquello hizo en el
suelo: “¡Plaff!”.
Dos de los cordeles que sostenian los
mástiles,
se soltaron, uno tras otro
provocando que éstos últimos se ladearan
tanto, que Alfonso, el monitor, asustado,
salío corriendo en calzoncillos, por la
campiña,
gritando
y
gesticulando,
intentando perseguir a ese mostruo
destructor que nos amenazaba. Resultó ser
una vaca, un pobre bovino hembra de 600
kilos, que se había enredado con las
cuerdas
o cordones que sostenian los
mástiles de las tiendas de campaña, para
poder pastar, y que casi se cayó sobre la
nuestra. Nuestro querido instructor bíblico
descubrió que todo el campamento estaba
lleno de vacas que andaban por ahí, de un
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lado para otro topando con nuestros
elementales enseres de aprendices de
Boyds Scouts, y enganchandose con sus
enormes cornamentas con las humildes
cuerdecitas que pretendian mantener pie,
a duras penas, nuestra acampada.
Nada mas salir a estampida de donde
dormiamos los dos, se encontró, en mitad
de la noche, con una enorme carota,
dotada de grandes cuernos, mugiendo un
profundo: “¡MUUUU!”, en las mismas
narices alfonsinas. El caso, es que el
custodio cristiano bautista, corrió de un
lado para otro, descalzo, medio despojado
de sus ropas, levantando los brazos, para
ahuyentarlas. Claro, que algunas de las
atacantes
involuntarias,
se
debieron
asustar al ver a alguien hacer ese tipo de
gestos, en plena noche, y echaron a correr
lo que podían, organizádose con ello un
curioso alboroto natural y campestre.
Todos los niños salieron de estampida,
pero yo me quedé hasta el final dentro de
la semiderruida tienda. Vacas por un lado,
niños atacados por la risa, por otro, y el
valeroso
Alfonso
medio
desnudo,
queriendo controlarlo todo en esa guisa, a
la luz de la Luna, hasta que lo consiguió.
Se equivocaron los que le dieron la
autorización para levantar el campamento
juvenil, pues era un lugar para el pasto del
ganado vacuno. Ahora bien ¿Qué hacían
las vacas a esa hora de la noche?, tengo
la impresión que nunca lo sabremos, por
que nadie se lo preguntó, aunque me
temo, que no hallaríamos respuestas por
su parte. Curiosamente el vaquero
responsable, ni apareció. El misterio de
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- 363 -
los objetos diseminados quedó revelado
para siempre.
Menos mal, que al regresar a mi casa,
no llevé impreso en mi rostro, la huella de
un pisotón bobino, por que dehaber sido
así, quizá mi madre habría pensado que en
vez de irme a un campamento me había
ido a una corrida de toros. De cualquiera
de las maneras, creo, que nunca mas se
volvió a organizar un campamento allí.
LA TABLA OUIJA
Los obsequios y los regalos,
eran algo natural en mi casa, en la época
de los puertorriqueños. Tantos eran los
que llegaban a Madrid, para estudiar, y lo
hacían con tantas carencias y dificultades
de todo tipo, que cuando papá les
solucionaba la gran mayoría de los
problemas, ellos solían reaccionar con
gestos de agradecimiento. Un día se me
ocurrió reunir en la gran mesa del comedor
que teníamos, todos los obsequios y
regalos que nos llegaban de Puerto Rico.
Aquello parecía un mercadillo de venta
ambulante de souvenirs. Había de todo.
Entre todos los objetos, una curiosa tabla,
que me atraía por las letras del alfabeto
que contenía, colocadas en forma de
medio arco. Como en casa entraba de todo
tipo de personas, así mismo lo hacían
gente de extraños orígenes espirituales
que, queriendo ser agradecidos, nos
obsequiaban en ocasiones con objetos,
que yo consideraba “curiosos”. Me habían
dicho, que con esa extraña madera escrita,
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se comunicaba uno con los espíritus del
mas allá. Era un tema al que yo tenía un
respeto
cargado
de
miedo,
pero
desconocía por completo cual podría ser la
influencia de dicho objeto. El simplemente
de tenerlo en casa, como un adorno, o
decoración es sencillamente un gran error.
La Ouija, como cualquier otro
objeto
dedicado al espiritismo, es francamente
peligrosa, son puertas abiertas a Satanás.
Ninguna casa cristiana debe de guardar
tales cosas. En la Biblia leemos, que los
castigos de Dios, contra quienes posean o
practiquen esas artes son durísimos. En el
Libro de los Hechos, la gente al convertirse
traían todos los libros de ocultismo y los
quemaban
ante
las
predicaciones
apostólicas. No hay nada más contrario al
mensaje del Evangelio de Cristo, y hoy en
la actualidad,
el avance de las sectas
espiritistas, y de toda forma de invocación
a los “espíritus” está avanzando en la
sociedad a pasos agigantados. Es la moda
de estos tiempos, en todas las clases
sociales, se practican las artes ocultistas
y, la Ouija es una de las más peligrosas
para la estabilidad emocional y psicológica
de los que la usan. Es una auténtica puerta
abierta al diablo. Tan es así, que incluso
algunos ocultistas dicen que la ouija es
muy peligrosa. Por todos los países y en
todas las escalas sociales la invocación a lo
oculto, a las fuerzas diabólicas, a los
poderes de la oscuridad está avanzando a
pasos agigantados. Eso quizá sea señal de
los difíciles tiempos que los que estamos
viviendo, de la pérdida de la fe en los
valores cristianos tradicionales, del fracaso
del cristianismo oficial, de la falta de
expectativas al futuro, de la inseguridad
ante lo desconocido, del temor al futuro,
de la huida hacia delante, ante los
problemas que nos acechan diario, de la
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- 365 -
rotura y quiebra de la seguridad familiar,
de la ausencia de la fé en Dios, de una
sociedad materialista y consumista. El
peligroso avance en toda Europa, de las
ciencias ocultas, del espiritismo, del
satanismo, esta sirviendo para dar la voz
de alarma tanto de los estados y gobiernos
como de las iglesias oficiales. Miles de
jóvenes están siendo captados por
peligrosos elementos que se manejan
unicamente en ese mundo de lo exotérico.
Miles de videntes, sanadores, adivinos,
falsos profetas, curanderos, forman un
enorme ejercito, que está devorando a
quienes tienen cerca. Es como un
avivamiento pero a la inversa, para el mal.
No hay una brujería buena y otra mala.
Ambas son malas. No hay quirománticos
buenos y adivinos malos, ambos hacen
cosas prohibidas por la Biblia. Nos
regalaron esa extraña tabla, que había
guardado en su armario del dormitorio de
mis padres. Me gustaba su estructura pero
al mismo tiempo la temía.
Poco tiempo después de mi conversión,
estaba en un culto de adoración y de
alabanza en el cual el Señor se había
manifestado hablándonos en profecía. Yo
nunca había oído ninguna profecía,
desconocía que era realmente aquello. Una
tarde, estábamos en un culto y una mujer
se levantó para compartir con todos lo
que Dios estaba diciéndonos, por su propia
boca:
“¡Sobre vosotros he fijado mis ojos!. Dice
el Señor”­
Al salir de allí, algo había en mi corazón,
que me impulsaba a realizar un gesto sin
precedentes: Tenía que ir a casa, lo antes
posible y en el Nombre de Jesús, destruir
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- 366 -
esa tabla de Guija, la orden que yo sentía
en mí era un mandato. Llegué a casa, y lo
primero que hice fue dirigirme a la alcoba
de mis padres, y extraer de allí la Tabla,
con todos sus complementos. Así lo hice,
con verdadera saña y ganas. La fracturé
en cuatro partes, al grito de: “¡En el
nombre de Jesús”. ¿Qué hacer con los
trozos?, pues, ¡a la basura de casa!, cuyo
cubo estaba en la cocina. Allí los dejé,
entre
desperdicios
de
naranjas
y
endurecidos macarrones. Creí que mi labor
había ya terminado, así que me fui a una
de las habitaciones, cuando, en medio del
pasillo,
el
Señor
me
habló
muy
claramente:
­Aun el cubo de la basura de esta casa,
¡es mío!, entra dentro, y deshazte de esos
trozos­
No lo dudé ni un segundo, por que recogí
las partes de la tabla, y sin pensarlo, los
lancé por la ventana, a la calle.
No
recordaba que vivíamos en una sexta
planta, y que debajo había una cafetería
con sillas y mesas en la calle bajo un techo
de uralita. La caída, de los trozos de la
Ouija, causó un estruendo impresionante,
que asustó a todos los que por allí
caminaban, deteniéndose incluso los
automóviles que en ese momento,
circulaban por la zona. Pedro, nuestro
portero de la finca, intentaba averiguar
quien había lanzado desde tanta altura,
aquel objeto destruido, sin conseguirlo. Me
sentí enormemente libre y satisfecho,
porque obedeciendo a Dios, expulsé de mi
casa al mismo demonio, y en el Nombre de
Jesús.
En los últimos años, estamos asistiendo a
un avivamiento de todo lo oculto,
366
- 367 -
exotérico, secreto, diabólico, satánico.
Las ciencias del ocultismo, y la misma
parapsicología están adquiriendo cada vez
más lugares importantes en todos los
medios de comunicación mundial. Unido a
ese fenómeno, están otras prácticas como
el regreso a las creencias precristianas,
muy
bien
representadas
en
las
producciones de Cine, como: “El Señor de
los anillos”, o “Harry Potter”. Nuevas
filosofías amenazan al mismo cristianismo,
Nueva Era, o la Iglesia de la Cienciología.
Así mismo, las practicas cada vez mas
extendidas entre los mismos niños y
adolescentes, de “Mancias”, adivinaciones,
y del uso de la OUIJA, están causando
verdaderos
estragos
entre
ellos,
e
iniciándolos
en
períodos
iniciáticos
altamente peligrosos para el desarrollo de
su personalidad y de su equilibrio mental.
Muchos de ellos, llevados por el absoluto
desconocimiento por parte de los padres y
de los educadores,
y a veces con la
connivencia de ellos mismos, creen que la
Ouija es un mero juego divertido. Quizá
sea el arma mas poderosa del diablo:
hacer caer a todos en el mero relativismo:
nada importa, no pasa nada, no sucede
nada. Muchos niños en España, han
practicado a manera de juego la ouija, y
no saben que cada vez que lo hacen les
abren una puerta a Satanás, que en caso
de
que
se
conviertan
a
Cristo
posteriormente,
es
necesario
cerrar
definitivamente,
aunque
en
muchas
ocasiones, la misma conversión al Señor
hace cerrar esa puerta abierta. Yo he visto
en las estanterías de las jugueterias, un
juguete, que es una bola de cristal para
adivinar, patrocinada por el mayor espirista
de España.
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- 368 -
Manuel, un adolescente, vecino nuestro,
que bajaba casi a diario a mi casa, pues el
vivía justo en el piso superior, ejercía de
monaguillo en su parroquia local desde
niño. Tenía una enorme vocación para
servir a Dios dentro de su iglesia católica.
Numerosas
veces
compartimos
y
estudiábamos la Biblia, conociendo las
diferencias eclesiásticas entre los católicos
y evangélicos, pero siempre orábamos al
mismo Señor, de modo que nació una gran
amistad,
muy
sincera.
Ansiaba
el
conocimiento de la Palabra de Dios, y muy
asiduamente leía cuantos libros de teología
evangélica caía en sus manos. Participaba
activamente
en
nuestras
reuniones.
Incluso colaboramos en una campaña de
evangelismo. Una tarde, hablándome de
sus aventuras pasadas, me relató una
experiencia vivida en sus años de infancia,
en el preciso momento en el que nuestro
estudio bíblico versaba sobre temas de
ocultismo, viendo qué dice la Palabra de
Dios contra esas prácticas. Tendría nuestro
amigo, la corta edad de unos ocho años
mas o menos, cuando, en unión con un
grupo de niños y niñas de su edad,
decidieron entrar en edificio abandonado,
medio en ruinas, y allí, en su interior, uno
de ellos colocó una Ouija sobre una mesa
astillada, con un vaso de cristal. Los niños
guardaron silencio, después de hacer una
pregunta a un supuesto espíritu. En ese
instante, el terror se apoderó de todos
ellos, pues notaron que algo sucedía
extraño
en
esas
abandonadas
dependencias. Allí había algo o alguien.
Huyeron de allí como pudieron, incluso
hubo alguno que se lanzó por una ventana,
sin sufrir daños físicos. Manuel me dijo que
por años, había tenido pesadillas, desde
aquel hecho, que después se fueron
desapareciendo
poco
a
poco,
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- 369 -
añadiéndome que el niño autor de la
invocación fue víctima con posterioridad de
numerosos problemas graves en el
desarrollo de su psicología infantil. Todos
los participantes, recordaban aquello como
algo que no deberían de haber practicado
nunca. Quizá motivado por aquel amargo
recuerdo, me pidió oración. Allí mismo,
después de su relato, oré por el, con la
autoridad en el Nombre de Jesús. El
resultado obtenido fue una liberación
espiritual completa para nuestro hermano
en Cristo.
El hombre vive, con una
enorme inseguridad en el su futuro
personal y colectivo, y al no creer en Dios,
ha sustituido la confianza en El, y la
seguridad de que nuestro futuro personal
está protegido en sus manos, por todo
este maremagno de ocultistas, que
aprovechan la coartada para enriquecerse
a costa de la ingenua confianza de
muchos. Dios condena, en la Biblia toda
practica ocultista, sea cual fuere. Vivimos
en tiempos difíciles en los que no sabemos
qué es lo que pasará mañana por la
mañana. El mundo está cada vez mas
sumido en conflictos bélicos, económicos,
sociales, y naturales. No es necesario un
mensaje catastrofista desde los púlpitos de
las iglesias en general, sino tan solo es
prudente ver nuestras televisiones, ellas
nos hablan en los noticiarios del
catastrofismo que
pretenden ocultar
algunos. Incluido el cambio climático que
estamos viviendo y que al parecer es
irreversible. La misma sensación de
inseguridad colectiva se vive en plano
personal. Son cada vez menos los que
pueden decir, que tienen una seguridad al
cien por cien en sus puestos de trabajo, en
sus familias, en sus hijos. Ello conlleva,
inevitablemente a consultas exotéricas,
para saber si podemos abrir un negocio, o
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no, gastándonos el dinero, llamando a
televisivos adivinos, que dicen tener un
“don”. ¿Don de quien?, ¿de Dios? ¡No!.
No hace mucho tiempo, un íntimo amigo
mio, que por entonces era seminarista, y
hoy ejerce como sacerdote católico, asistía
con interés a nuestras reuniones de
oración y alabanza. Un dia me pidió ayuda,
para contarme que desde niño arrastraba
un problema que por años no le había
dejado dormir. Me contó, que en la ciudad
de Almería, donde residió siempre, junto a
la iglesia a la que solía asistir como
monaguillo, había una casa en ruinas,
convertida en el principal centro de
fantasías y curiosidades infantiles. Allí se
iban a jugar todos cuando podían, a
descubrir tesoros desconocidos. En una de
sus habitaciones ruinosas, solía reunirse
con un grupo de niños de su edad. Chicos
y chicas. Allí en el suelo, una de las niñas,
colocaba una tabla ouija, y entre los
cascotes y muebles destruidos, invocaban
a seres muertos. Varias veces aquella tabla
se manifestó pero en una de las ocasiones,
el terror se apoderó de todos los
pequeños presentes, de tal forma, que
todos huyeron como pudieron.Incluso uno
de ellos se lanzó a la calle por una
ventana. El que hoy es sacerdote, me
confesó que durante años tuvo pesadillas,
y que aquello le hizo sufrir mucho de niño,
pero lo más impresionante fue que la niña
medium terminó muy mal, llegando a la
madurez con alteraciones psiquicas que
requirieron la asistencia psiquiatrica.
Eso aun le molestaba, tuvimos que orar los
dos, y yo, remprendí en el nombre de
Cristo todas esas molestias. Desde
entonces, el joven pudo dormir sin
problemas. Lo curioso era que mi amigo,
370
- 371 -
tenía su confesor personal, otro sacerdote,
pero había cosas suyas que solo las sabía
y conocía yo. De pequeño fue un niño muy
travieso. En una ocasión, el anciano
sacerdote que le tenía bajo su ministerio,
le pidió que le acompañara en su
automovil, para hacer unas gestiones, por
lo que precisaba que el niño le
acompañara. Antes, de entrar al vehiculo,
sin que su propietario lo supiera, introdujo
en el tubo de escape un globo grande
desinflado, de esos que los niños usaban
para saltar con ellos. Lo sujetó con una
cuerda al tubo, con mucha fuerza,
empleando toda la que tenía como niño
que era.
EL bueno del cura, sin saber nada, una vez
sentado, puso en marcha el vehiculo. Era
evidente que los gases de expulsión,
tenían que salir por el tubo de escape,
como siempre sucede, y por cierto
contaminando el medio ambiente, pero en
este caso se encontraron con un gran
globo elástico tan bien colocado, que
comenzó a hincharse tanto, hasta el punto
que creó un enorme interés entre los
caminantes de la calle. Muchos de ellos,
conocían al conductor del vehiculo, o sea el
cura. El, tenía el cristal cerrado, y ademas,
padecía cierta sordera. EL monaguillo
estaba a punto de estallar a causa de la
risa contenida. Por el cristal trasero
observó el niño las dimensiones que el
globo estaba adquiriendo. La gente,
pretendiendo ayudar al religioso le
advertía de lo que había detrás, con
gestos. El párroco que no les entendía, por
su sordera y a causa del ruido del motor,
se estaba enojando con ellos, y no se daba
cuenta de lo que iba a suceder segundos
después. Cuanto más le advertían, más
pisaba el acelerador; aun no había
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- 372 -
introducido el embrague, ni las marchas.
Por unos segundos, el tamaño de la esfera
inchable, tapó todo el cristal trasero, hasta
que reventó de tal manera, produciendo
un estallido enorme mientras libraba todo
el humo contenido del coche. El pobre
hombre, presa de tal sobresalto, salió del
interior gritando que habia sido victima de
un
explosivo
terrorista.
El
acólito
desapareció escondiendose debajo entre
los asientos, no se sabe si atacado por una
feroz risa, o temeroso de los golpes que
iba a recibir de tan religiosa mano. El caso
es que aquello terminó de la mejor manera
que podia ser: con una lluvia de tortazos
en el rostro del niño, procedentes no solo
de las manos del sacerdote, sino tambien
de su propia madre, cuando se enteró de
lo sucedido. A pesar de ello, canónigo y
feligrés
se
reconciliaron
totalmente,
aunque no sería ni la primera ni la última
vez que lo hicieran. Han pasado los años, y
el primero ya está retirado. El segundo ya
se ordenó en su iglesia. Hoy los dos se
admiran y se aprecian mutuamente.
EL que no vive para servir, no sirve para
vivir.Refran español.
Creo en la libertad y en la esperanza, y en
una fe que nace, cuando se busca a Dios y
no se alcanza, y en el Dios que se lleva y no
se hace.
Antonio
Machado,
según
A.Gala.Paisaje
andaluz con figuras.BCA­Anel Granada.1894
Son tantos los pueblos, diseminados por el
orbe de la tierra….que no forman mas que
dos
generos
de
sociedad
humana,
conformándonos con nuestras Escrituras,
dos ciudades. Una es la de los hombres que
quieren vivir según la carne, y otras es la
de l os que viven según el Espíritu…La
ciudad de Dios. San Agustín.Ed.Cincel.
372
- 373 -
MI TIA AMPARO Y EL ESPIRITISMO
De la familia de mi madre,
recuerdo con especial nitidez, a una mujer
ya entrada en años, hermana de la madre
de mamá, por tanto, tía­abuela mía.
Cuando había reunión familiar en casa de
mi vecina y abuela, nos juntábamos un
nutrido grupo de miembros del clan “Lara”,
mi madre junto con sus hermanos, las
hermanas de mi abuela, Rosario y Amparo,
que eran como la “noche y el día” aunque
ellas, las hermanas, se querían mucho,
primos, hijos, sobrinos en general.
Amparo,
delgada,
enjuta,
abierta,
comunicativa, era la alegría de la familia.
Mi madre y ella, tenían extraordinarias
relaciones, por que ambas tenían mucho
en común. Compartían formas de pensar
muy parecidas en general. Mi padre, hizo
amistad con ella, y siempre que se veían
en estas reuniones, charlaban largo rato.
Yo, aunque era muy pequeño, se sentía
cómodo a su lado, me hacía estar bien,
quizá por que veía en ella algún parecido
con mi madre, o seguramente, por que tía
Amparo, era la típica “tía” que hay en
todas las familias, que por su figura y
carácter atrae a los sobrinos. Sin embargo,
ya en esos años, yo notaba algo extraño
en ella. Algún elemento que no me
cuadraba bien, y no sabía que era. Llevado
por la curiosidad infantil, escuchaba
atentamente, las historias familiares por
boca de mamá, sobre sus tíos y primos
allá en Ceuta.
Una ciudad española, situada al otro lado
del “Estrecho de Gibraltar”, en el norte de
Marruecos, pequeña, provinciana, casi un
pueblo, en donde todos se conocen, y todo
373
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se conoce. Una ciudad fuertemente militar,
fortín español, que incluso había sido
cárcel. Villa anexionada a Andalucía, como
provincia de Cádiz. Allí la familia materna
de mi madre, señoritas de provincia,
educadas en la moral de principios de
siglo, unidas a la tierra que las vió nacer, y
sometidas a los rancios controles de la
opinión vecinal, que vivían con desahogo
económico y bien situadas, gracias al
trabajo duro de su padre, un malagueño
que hizo dinero en Ceuta. Así era el núcleo
familiar de mi abuela Lola. En ese mundo
estrecho, de mente estrecha, mi tía abuela
Amparo se descolgaba de los demás.
Mamá me hablaba que en su infancia, vió
pasar el Dirible alemán “Cepellin”, un
gigantesco globo en forma de “puro­
habano” que volaba sigilosamente por los
cielos hasta el día que se estrelló en EEUU,
terminando así con su vida. Contaba
anecdotas que me hacían reir, y pequeñas
historias que pertenecen al seno familiar,
de unos y de otros, pero, siempre, cuando
lo hacía de su tía Amparo, frenaba en un
algo que ella no asimilaba bien. Allí, al
llegar al misterio, cambiaba un poco el
tono de su voz, y me lo revelaba no con
miedo, sino con cierto rechazo. Tía
Amparo, acudía con regularidad a sesiones
de espiritismo. No era “médium”, pero
había hecho de eso una religión. Ese era
su
misterio.
Aquello
me
resultaba
intrigante, y mi madre me contaba
extrañas experiencias que su tía había
vivido a través de las sesiones. Mis padres
jamás compartían esas creencias, y sin
embargo,
respetaban
a
la
anciana
hermana de mi abuela. Ella nunca
rechazaba ninguna conversación en la que
se hablara de Dios, por que se confesaba
creyente.
374
- 375 -
Un día cualquiera de un año olvidado, sé
que nos reunimos en casa de mi abuela
para merendar, por que habían venido
Amparo y Rosario a ver a su hermana.
Papá aprovechó la ocasión para saludar a
las dos, y de esa manera, abrir
conversación con Amparo. Teníamos una
Biblia nueva, y no lo dudo dos segundos,
con ella bajo el brazo se fue a la casa de
su suegra.
­¡Tia Amparo!,¡que alegría verla por aquí!­Le
dijo mientras le daba un respetuoso beso.
­¡Gracias Eduardo!¿cómo están los niños, y
mi sobrina Lola?­
­Ella va a vanir de aquí a un rato, los niños
están bien, por aquí anda el menor, Juan
José, que no se pierde una­Contestó mi
padre, sentándose a su lado. La Biblia bajo
su mano, esperando el momento oportuno,
pues iban y venían los cafés, los dulces,
los primos, los chismes, las historias, los
critiqueos y los gritos de alegría cada vez
que entraba alguien por la puerta para ver
a las “tias” o para apuntarse a a merienda.
Hora y media después del jolgorio, papá
ansiaba poder hablar con ella de Dios,
pues siempre que lo iba a intentar, alguien
se interponía con la escusa más tonta. Mi
padre sabía que no era el momento más
oportuno, pero le daba igual, el caso es
buscar el instante, y lo hizo, y lo encontró.
Siempre sucede lo mismo, en esas
regiones,
al
final
todos
cansados,
empiezan por bostezar, ya que hablar se
ha hablado mucho, y criticar se ha
criticado mas, y ya no hay nada que decir,
y como entonces no se podía hablar de
política se chismorreabasobre los anuncios
comerciales de la televisión, que eran
malos y escasos. Amparo, viendo de reojo
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- 376 -
toda la tarde, el libro que papá tenía entre
manos, le preguintó:
­Eduardo, se que te gusta mucho leer y
escribir,¿qué llevas ahí?¿que libro es ese?, a
mi tambien me gusta mucho leer­
­Tia Amparo, es una Biblia, y la tengo aquí
por que sé que te gusta leer. Me gustaría
regalartela, si lo aceptas­
­¿Es para mi?,¡Oh, es un detalle!, ¡claro que
te la acepto!, te puedo decir que yo soy
muy creyente, y no tenía ninguna­Le dijo,
abriendola enseguida, y dandole a papá un
beso de agradecimiento.
­Tu sabes, tía Amparo que yo he conocido a
un Dios maravilloso, que esta vivo, que
responde a las oraciones, que nos ama, que
se mueve por nosotros, y yo podría contarte
mil y un testimonios de su poder inmenso, tía,
es maravilloso, y como yo sé que tú eres
muy creyente, he sentido que debería
regalarte esta Biblia, que además está
dedicada por mi y por mi mujer para ti, para
que siempre la leas y la tengas en tu
biblioteca­
­Eduardo te lo agradezco de todo corazón,
sinceramente, claro que la voy a leer­
No fue posible seguir hablando, pues de
nuevo se organizó la “barabunta” familiar,
pero en éste caso, ocasionada por las
prisas para irse todos a sus casas. Amparo
y Rosario, se levantaron dando por
finalizada la larga visita a casa de mi
abuela Lola. No hubo lugar para entrar en
los temas espirituales, pero allá se fue la
Biblia, en el bolso de su nueva propietaria.
Diversas fueron las razones, que nos
impidieron, durante años, el contacto con
376
- 377 -
tía Amparo. Ella, fue envejeciendo con el
paso del tiempo, y solamente de vez en
cuando, solíamos tener noticias suyas
mediante mi abuela. Papá hizo cuanto
pudo por conseguir su dirección, pero en la
familia, existían muchos prejuicios, que
actuaban como absurdos impedimentos.
Todos sabían que nosotros, nos habíamos
convertido al Señor. Aquello era nuevo
para todos, y en una época de rancio
sueño religioso español. Esa era la razón
por la cual él decidió dejar el tema en
manos de Dios, y El haría según fuera su
voluntad soberana. Amparo, regresó a su
Ceuta
natal,
y
nosotros,
tras
el
fallecimiento
de
mi
abuela,
nos
trasladamos a Huelva en varias ocasiones,
hasta que finalmente, nos instalamos en
Andalucía. Las hojas del calendario fueron
cayendo una detrás de otra, meses, y años
seguidos, y los contactos familiares se
espaciaban quizá demasiado en el tiempo.
Mi madre, que mantenía un fluido contacto
telefónico con su hermana Dora, recibió
por parte de ella la noticia del
empeoramiento de salud de tía Amparo, y
gracias a su intervención pudo conseguir
su número telefónico. La situación no era
buena, aunque ella estaba plenamente
consciente. Tía y sobrina, hablaron largo
rato de esos temas tan usados en estos
casos que surgen siempre en estos
momentos de intimidad familiar. El tiempo
y la distancia, no habían logrado borrar el
afecto que las dos mujeres se profesaban
personalmente desde hacía años. Mamá,
no lo dudo un solo instante y abordó su
principal preocupación.
­Tía Amparo, tu no tienes que estar
preocupada ahora por nada, debes de
descansar y olvidarte de los problemas de la
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- 378 -
familia. Tú, sabes, tía que somos cristianos, y
que Dios tiene en sus manos nuestro destino.
Lo que tienes que hacer ahora es dejar todo
en manos del Señor, buscarle en oración y
leer la Biblia, pues ella es la palabra de
Cristo, viva y eficaz. Cariño, Dios es muy
grande y El te ama, yo sé que tú siempre has
sido una buena mujer, pero date cuenta,
que el tiempo va pasando, y que todos nos
tenemos que ir de este mundo, y para eso
hay que estar preparado­
Papá, que había llegado de la calle en ese
momento, miraba con interés a su mujer,
para saber con quien estaba hablando.
Tanto insistió, que ella, tapando el
micrófono le contestó ásperamente:
­¡Eduardo, déjame en paz!, que estoy
hablando con mi tía Amparo, que está muy
enferma­
Pero él siguió insistiendo, una y otra vez,
para que le dejara hablar con ella.
­¿Me quieres dejar en paz?, ¡que no es tía
tuya, que es mia!,¡por favor no me pongas
mas nerviosa!­
­Pero si solo deseo que al terminar, me pases
el teléfono­
Diez minutos después, logró su objetivo.
Asi era mi padre.
­Tía Amparo, te dejo con mi marido por que
no hay forma humana, está “erre que erre”,
y no me deja hablar contigo.¡Que hombre
mas pesado!­
Papá, limpiando el teléfono con un
pañuelo, saludó con mucho afecto a la
anciana, hablando con interrupciones .
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­¡Tia……….. Amparo!,……………………………
¿Cómo………………. estás?...........ya.........ya
veo.......si.............ya........me doy cuenta....o
sea que.........bueno, mira, no tengas
pena..........tu puedes hacer algo, dame tu
dirección, por que yo te voy a mandar una
carta, en donde te quiero explicar cómo
puedes orar al Señor....por......si....eso es...así
es.....debes de confiar en Cristo y entregarte
a El solamente, ¡por fe!.....No es necesario
nada, solo abrir tu corazón al Señor, por que
El es el Camino, la Verdad, y la Vida, y para
ir
a
Dios,
has
de
hacerlo
atraves………………………… de Cristo.....eso
es...si.......¡exacto!.....¿que me dices?...¡¿qué
tienes aun esa Biblia que te regalé hace
tiempo?!, ¡cuánto me alegro!, pues leela, y
busca al Señor....yo te voy a enviar esta
misma tarde una carta de testimonio
cristiano, y verás cómo Dios va a hacer algo
en tu vida, y la semana próxima te vuelvo a
llamar, si no te importa­
Después de colgar el teléfono, mamá
informó con detalle del problema que tenía
tía Amparo.
­Eduardo, está muy enferma y se va a morir
pronto, ya no hay nada que hacer
médicamente. He estado hablando con
ella, se ha emocionado mucho, y me ha
dicho que se acuerda de nosotros­
­Pero, ¿te ha dicho algo de Dios?­
­Si, le he comentado que debe de orar al
Señor, incluso diciendole cómo ha de
hacerlo, pero me ha confesado que se
ponde muy nerviosa, que algo le impide
hacerlo, y que tiene la Biblia, pero que le
pasa lo mismo. ¿Que hacemos?­
379
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­Nada, orar solamente. Yo esta tarde voy a
escribirle una carta cristiana, para ayudarla,
y dejar que Dios se mueva­
­Pero ella ha estado mucho tiempo con el
espiritismo ese, y yo creo que eso es lo que
le impide la oración, y como estamos tan
lejos no podemos ayudarla­
­¿No? ¡Claro que sí!, el poder de la oración
es muy grande. Dios ve las circunstancias,
dejemos que El obre, yo por mi parte voy a
escribir ahora mismo­
Tú, Señor, eres la luz que nos ilumina. El sol que
nos calienta.
Esa misma tarde se fue de nuevo al correo
central con un sobre en la mano. Había
estado orando mientras escribía, con la
Biblia en la mesa. Allí, en ese par de
cuartillas, escritas a máquina, le expuso el
380
- 381 -
amor de Dios en Cristo para ella. Todas las
palabras, las comas y los puntos, estaban
cargados de vida y de amor. Tal fue la
presentación que le hizo de Jesús, que al
final redactó un sencillo texto:
­Querida tía Amparo, después de haberte
expuesto en esta carta quien es Jesús el
Señor, me gustaría que tu en la soledad de
tu habitación pensaras en El, y le dijeras esta
oración que yo te envio aquí: Señor Jesús,
soy Amparo, y quiero abrirte mi alma, darte
mi corazón, Creo, que tu eres Señor y así lo
confieso con la boca y lo creo en el
corazón, te recibo dentro de mi como lo
que te he dicho, y quiero que seas mi
Salvador, en este mismo momento, en tu
nombre Jesús­
Esa noche, antes de dormir, los dos,
abrieron la Biblia, y allí oraron con
intensidad:
­Padre Celestial, en estos momentos,
intercedemos por Amparo, tú sabes que no
podemos ir a verla, y conoces su corazón.
Ella quiere conocerte, pero hay algo que se
lo impide, y es el diablo que por años la ha
tenido sujeta mediante la gran mentira del
espiritismo. Señor, ¡en el Nombre de Jesús!,
reprendemos a todas las fuerzas malignas, y
protegidos y respaldados por tu poder,
Señor, ordenamos a Satán que salga de su
vida, ahora mismo, ¡Sal de su vida!, ¡ya no te
pertenece!,¡no es tuya, es de Cristo!. No
importa cuantos años haya estado
asistiendo a esas diabólicas sesiones, por
que lo que importa es que en este
momento, Cristo la está liberando, ¡Amen!­
Quince dias después, volvimos a hablar
con ella. Había recibido la carta, y la leyó
no una vez sino todas las noches, una y
381
- 382 -
otra vez, entregándose al Señor, nos
confesó que ya podía orar y leer la Biblia
tranquilamente,
sintiendo mucha paz
interior.
­¡Gloria a Dios!­exclamó papá con gran
alegría­¡lo conseguimos, se ha convertido a
tiempo!, ¡el Señor tiene la victoria!­
Poco tiempo después, falleció.
¡ENCONTRÓ TRABAJO!
­Estoy muy preocupada por nuestro hijo
Florentino, Eduardo ¿qué vamos a hacer?­
­Igualmente yo, he estado toda la noche
orando por él....¡este hijo nuestro, con sus
dificultades!­
Papá, desayunaba esa mañana madrileña,
antes de ir al equipo médico que le
tramitaría
definitivamente
su
baja
permanente, total y absoluta. Mi hermano,
había regresado no hacía mucho tiempo de
Cádiz, y se encontraba en casa, sin hacer
nada, en una difícil situación personal,
muy inquieto, sumamente desajustado a
la realidad familiar. Andaba de acá para
allá, sin un futuro claro. Siendo quizá el
que más prometía para hacer una carrera
universitaria, sobre todo: “Filosofía y
Letras”,
abandonó
los
estudios
de
bachillerato para disgusto de nuestros
padres. Eduardo, el mayor, estaba lejos,
realizando su Servicio Militar, en Cádiz, por
lo tanto,
en ese momento, era el
“mediano”, quien absorbía por completo
las preocupaciones paternales. Necesitaba
trabajar para realizarse como persona. Era
382
- 383 -
urgente. Yo al ser el mas pequeño de
todos,
y al estar estudiando mi
correspondiente Bachiller, no era el centro
de sus pensamientos en esos momentos.
Mi hermano, estaba totalmente indolente y
apático, algo propio de las situaciones en
crisis, y mi padre no estaba dispuesto a
que esa situación se eternizara en casa,
por que podría crear conflictos internos
familiares.
­Tenemos que tomar una decisión, Eduardo,
esto no puede seguir así. Este hijo nuestro se
nos va a perder­
­Estoy de acuerdo, ¿pero qué puedo hacer
yo ahora?­
­Intenta hablar con alguien, en “La Unión y
el Fénix Español”, en tu compañía de
seguros­
­Lola, tú tranquila, vamos a ver qué se
puede hacer­
Ese día trascurrió normalmente, sin ningún
inconveniente. Esa tarde, nos visitó Daniel
Secristh, director en España, de Juventud
con una Misión, los famosos “Jcum”, y
pastor
evangélico.
Merendando
con
nosotros, mamá le expuso el problema
personal que teníamos con mi hermano.
Precisamente él, experto en el trabajo con
jóvenes de todas las edades, nos aconsejó,
mucha paciencia, hablar con Florentino,
ver cuales eran sus preferencias, y
canalizar en lo posible su vida lo antes
posible. En el campo espiritual, añadiría
algo: su necesidad de buscar la Palabra de
Dios. Todo eso ya se estaba haciendo,
pues no había día que, o bien mi madre, o
bien mi padre se sentaran a hablar con él.
383
- 384 -
La situación en casa, pasaba por malos
momentos a causa de la falta de trabajo
de mi hermano, y transcurrirían varias
semanas, no sé si quizá un mes o dos
meses después de la visita de Daniel, sin
que ello tuviera visos de solución. El
camino que al parecer estaba tomando su
vida, no era saludable para el deseo de
mis padres. Papá, estuvo haciendo todo
ese tiempo numerosas gestiones, para
abrir a su hijo una puerta laboral, pero
todo resultaba inútil, y sin embargo
persistía en su oración constante a favor
de su hijo. El era un hombre de contactos
sociales y de recursos pero a veces no
resultaban con rapidez.
Seguramente sería a finales de Mayo o a
principios de Junio. Al regresar a mi casa,
una tarde, me encontré que había habido
una discusión familiar a causa del mismo
asunto. En el ambiente se respiraba mucha
tirantez. Preferí callarme, guardar silencio,
no era el momento más oportuno para
hablar de nada. Ni bueno, ni malo. Era
preferible dejar que las cosas siguieran su
línea, y desde luego, papá sabía muy bien
lo que tenía que hacer, por que aquella
misma noche, decidido se encerró en la
habitación y de rodillas, oró con tanta
intensidad, cuanto tiempo fuera necesario,
que a la mañana siguiente, nos dijo en el
desayuno:
­Voy a hablar esta mañana, con Don Emilio
Junquera, Director General de la Unión y el
Fénix, tengo mucha confianza en él, y le voy
a regalar una Biblia, por que esta noche he
estado orando al Señor, por Florentino y El
me ha dicho: “¡Junquera!”­
384
- 385 -
­Bueno, a ver si hay suerte­ Añadió mi
madre, con un gesto de enfado.
Como todos los días, acudí a mi
responsabilidad de estudiante, pasando el
resto del día, entre libros y compañeros de
clase. Por la tarde, el impasible de papá,
en familia, y sin que mi hermano estuviera
delante en ese momento, absorbiendo un
café casi hirviendo, comentaba para
tranquilizar a la inquieta y preocupada de
mi madre:
­No sé que es lo que le habrá comentado
Junquera al otro señor, pero me han dicho
que mañana vaya a verlo. Desde luego,
Don Emili, me ha dicho que no me
preocupe, pero que tendrá que hablar con
su amigo, y que por supuesto, el solo puede
hacer lo que esté a su alcance, nada mas,
¡ah! y se ha emocionado mucho, cuando, le
he dedicado una Biblia, me ha dicho:
­Eduardo, es el mejor regalo que me han
hecho, se lo agradezco mucho, soy un
hombre muy creyente, y desde luego que la
leeré­
Si había alguien experto en intensas
oraciones, ese era sin duda mi padre. Yo
no sé si el Señor le concedía las peticiones
por su insistencia o ó por su pesadez. El
caso es que se estaba acostumbrando a
luchar solo por la fe, y a colocar todo en
manos de Dios, sea cual fuere la causa y el
motivo. Al día siguiente, tras un día
cargado de estudios y de clases de
bachillerato, como todos los días, regresé,
siendo ya tarde a casa. No había nadie,
estaba completamente solo, pero al
sentarme junto a la mesa, para merendar
385
- 386 -
un poco, sentí claramente cómo el Señor
me dijo:
-“Hay trabajo para el”­
Me quedé sorprendido por unos instantes,
pues ni siquiera había orado, y no tenía
muy claro, a qué y a quien se refería el
Señor, con su palabra, aunque pude
intuirlo. Un par de horas después, ya de
noche, poco antes de la cena, mi padre,
muy alegre nos dijo a todos:
­“He ido a hablar esta mañana con el
Director General de esa compañía, amigo
de Junquera, y nada mas recibirme, muy
amable, se levantó de la silla, al entrar yo en
su despacho, me ha saludado con gran
afecto, y prácticamente sin darme tiempo a
hablar, me ha dicho que no me preocupe
que Florentino se presente el próximo Lunes
en sus oficinas, por que ya tiene trabajo, y al
igual que Don Emilio, me ha agradecido
mucho la Biblia que le he obsequiado­
Mamá, respirando
dijo:
profundamente,
solo
­¡Gracias Señor, por todo lo que estás
haciendo!­
Y de esa manera mi hermano comenzó a
trabajar.
386
- 387 -
LA CHABOLA DE ANGEL
“¡Undibel camela a tusa!”,
gritaba predicando un barbudo y robusto
pastor gitano con voz ronca, una tarde en
la maltrecha chabola de Ángel, mientras
golpeaba con
la mano abierta en la
tarima, que de por si era un milagro que
pudiera soportar tantas agresiones. El
lugar era pequeño, pero recogido, había un
ambiente acogedor, allí no sobraba nadie,
todos eran bien venidos. Las vetustas y
disparatadas sillas, aun servían a la obra
de
Dios,
pues,
aunque
algunas
amenazaban inminente ruina, seguían
siendo útiles. El culto comenzaba con
mucha alegría, los cánticos y alabanzas
hacían temblar las paredes, pero ¡menos
mal! que entonces, la iglesia evangélica
gitana no usaba la estridente y terrible
megafonía
que
hoy
utiliza.
Los
churumbeles de Ángel, deambulaban de un
lado para otro, por que no en vano, era
además de iglesia, su propia casa. Con
franqueza, he de decir, que el estilo de
vida
familiar
gitano
me
llamaba
poderosamente la atención incluso me
gustaba. Allí cayó en mi corazón la semilla
que después germinaría en un mi primer
libro
de
investigación
histórica
documental, titulado: “Historia del Pueblo
Gitano”.
Las canciones cristianas, eran realmente
sorprendentes, por la gran espontaneidad
y alegría que contagiaban cuando Ángel
se hacía cargo de la dirección del culto.
Había un orden, pero allí todo el mundo
podía participar. Al abrir su Biblia, buscaba
387
- 388 -
en las páginas del Antiguo Testamento,
cuando Dios mostró a Moisés cómo debía
de hacer el Arca de la Alianza:
Esa fue la orden del Señor dada a su
siervo, y ese versículo, en aquella humilde
y sencilla casita gitana, se cantaba con
fuerza esa ordenanza divina, con un gran
ímpetu mientras las palmadas hacían la
percusión de la música. Algunos de los
asistentes levantaban las manos, para
después orar con enorme fuerza y libertad.
“¡Mira que lo hagas
conforme al
diseño!” (3 veces)
Que se ha mostrado
en el monte de
Dios
Y verás la gloria, del
Señor, (3 veces )
¡Que se ha mostrado
en el monte de
Dios!.
Fue allí, en ese sencillo hogar en donde el
Señor tuvo a bien, darme una visión que
me ha marcado. Recuerdo que estaba
sentado a la puerta del “culto”, aún no
habíamos empezado, no había nadie, no
era la hora de la oración, y como hacía una
tarde soleada, opté por esperar. En ese
instante, tuve una revelación: mientras en
mi corazón, resonaba el Aleluya de
Haendel, toda mi mente se iluminó y como
si me trasladara al pasado me ví formando
parte del público judío que presenció el
juicio a Cristo. Delante de mí, a todo color,
en movimiento, perfectamente iluminado,
iba
Jesús
cargando
con
la
cruz,
torpemente,
abatido por el peso del
madero. A su alrededor, el gentío que
gritaba y gritaba. Los soldados romanos,
388
- 389 -
perfectamente pertrechados con su atavío
militar, y a caballo, custodiaban al
Condenado. El Maestro continuaba su lento
caminar, mientras de sus heridas y
distintas llagas, emanaban hilos de sangre,
que caían por su piel, hasta gotear en el
suelo. Todo mi cuerpo se estremecía ante
semejante visión, acompañada por esa
grandiosa partitura del genial músico, que
solo oía yo en mi interior. En el horizonte,
estaba el Gólgota, y sobre el monte, tres
cruces
se
levantaban
solitarias,
resplandeciendo tras ellas una misteriosa
luz plateaba y brillante, y el “Aleluya” del
músico Haendel, llegaba a su cenit, con
esa coral final que lo caracteriza. Fueron
unos segundos solamente, pero definitivos,
por que allí me quedé, paralizado ante lo
que mi cerebro humano había recibido en
ese instante. Cuando me di cuenta, había
levantado mis manos al cielo, como en
adoración. Yo solo, y nadie más. Era como
si hubiera tenido el honor de presenciar en
vivo y en directo la crucifixión del Señor.
De las profundidades de mi alma, surgía
un manantial de alabanza y de adoración.
Hubiera permanecido así horas enteras, si
no fuera por el comienzo de la reunión. Allí
mismo, con la valentía propia de
un
jovencísimo discípulo lleno de energía
compartí con los hermanos gitanos, lo que
había visto segundos antes. La sorpresa
para mi no fue que ellos lo recibieran con
vítores de gozo, si no que tales visiones,
revelaciones y demás manifestaciones de
Dios, les era algo normal.
Sentía con enorme fuerza, una necesidad
imperiosa en mi corazón de predicar sobre
la Biblia. Visitaba con frecuencia distintas
iglesias
evangélicas,
de
diferentes
denominaciones, y cada vez amaba mas él
poder enseñar a otros lo que yo leía en las
389
- 390 -
Sagradas Escrituras. Cuando un pastor,
se dirigía a los congregantes, y todos
esperábamos su mensaje, yo ya lo sabía,
por que segundos antes de comenzar a
predicar, recibía en mi mente, todas y
cada una de las palabras que surgirían de
su voz, mientras mi corazón comenzaba a
latir con fuerza en mi pecho. ¿Por qué me
sucedía eso?, sin duda era el Espíritu
Santo, quien me estaba preparando para
la enseñanza bíblica. ¿Cómo era posible
que yo supiera lo que el predicador iba a
decir, segundos antes de que comenzara
su mensaje, cuando el pastor era además
alguien totalmente desconocido para mí?.
Dios me estaba llamando, siendo ese tan
solo un comienzo, de una llamada que aun
no ha terminado.
Con enorme cariño, recuerdo mi primera
predicación pública. Tenía entonces solo 16
años,
llevaba muy pocos meses como
cristiano militante, mi conocimiento de la
Biblia era muy elemental, pero creía en lo
que leía y vivía lo que creía. Era un
decidido por Cristo, cuya fe estaba siendo
acunada en la presencia amorosa del
Espíritu Santo. No tenía miedo a nada ni a
nadie. Leía con interés toda la bibliografía
que caía en mis manos sobre las profecías
bíblicas que indican el final del gobierno
humano. Mateo capítulo 24 caló en lo más
profundo de mis neuronas.
­Angel, deseo esta tarde predicar. Tengo en
mi corazón hacerlo sobre Mateo capítulo
24­
­No hay problemas, puedes hacerlo, pero
antes de que lo haga yo, ¿de acuerdo?­
­De acuerdo­ Respondí con alegría.
390
- 391 -
Me temblaban las piernas, por que nunca
me había dirigido a ningún grupo de
personas. Siempre he sido un niño tímido,
de pocos amigos, retraído. Sin embargo
allí estaba, dirigiéndome a un pequeño
grupo de personas, que me escuchaban
con interés. Ante mí tenía numerosas
miradas, fijándose en cada movimiento
que hacía, dispuestas a oír todas y cada
una de las palabras que saldrían de mi
boca. No sé si existe el llamado: Síndrome
del Predicador, pero si no existe, en ese
instante lo sentí o con todo su poder, y sin
embargo, había algo en mi que me
incitaba a hablar con total seguridad. No
había preparado nada, solo dejé que fuera
el Espíritu quien hablara por mí. Antes de
dirigirme a la “multitud”, oré unos
segundos, y me situé delante de todos. Al
principio, titubeaba en la lectura del
Evangelio, tropezando con las letras. Al
finalizar, levantando los ojos, observaba a
todos y cada uno de los asistentes, entre
los cuales estaba Juana, la mujer de
Ángel, el mismo, y tres o cuatro personas
más. Para mí eran muchos. Mirándoles
con detenimiento, comencé a predicar. Las
palabras fluían a empujones por mi boca,
pero salían, porque tenía total seguridad
de lo que estaba hablando. A lo largo de
mi vida he predicado muchas veces, y he
ido
adquiriendo
conocimientos,
y
madurando no solo como persona, si no
también
como
cristiano.
Hoy
mis
predicaciones
son
mucho
más
intelectuales, aportando experiencias de la
vida, y conocimientos de distintas áreas
culturales. Ayer era un adolescente
inmaduro lleno de vida, hoy soy un
hombre maduro con estudios, pero he
aprendido que cuando predico con un
corazón lleno de amor como cuando lo hice
en aquella ocasión, suceden cosas, y las
391
- 392 -
vidas cambian. En ese primer mensaje les
hablé del Reino de Dios, del cumplimiento
profético
según
la
Biblia,
de
la
reconciliación con Dios, mediante la fe, de
la Segunda Venida del Señor Jesús. No
recuerdo cuanto duró mi mensaje, pero lo
que viene a mi memoria, son esos:
“¡amen!” que los asistentes soltaban a
cada palabra que decía. Al terminar, me
senté con la rara sensación de haber
comenzado a hacer algo importante, pero
si entonces no tuve ni el menor atisbo de
vanidad personal, hoy tampoco la tengo;
siempre he creído que en todo momento,
yo he de estar apartado del centro, para
que ese centro, sea el Trono de Cristo. Él
es el importante, no yo. En plena mitad de
la predicación me di cuenta, que hacía
entrada al culto mi propia madre. Quise
continuar hasta el final, y lo hice. Al
finalizar me senté con los demás, para oír
a Ángel, sintiéndome extraño por que
algunas personas, mujeres gitanas sobre
todo,
me
miraban
con
rostros
complacientes, musitando palabras entre
labios de condescendencia con mi persona.
No sé si lo hacían admirándose de mi
juventud o apenadas por la misma.
Cuando me miro a mí mismo, en esa edad
de 16 años, y me comparo
con la
actualidad, pienso qué es lo que me he
dejado en el camino, en realidad, al
retroceder a los primeros años de fe
cristiana, argumentamos que hoy tenemos
una gran madurez espiritual, pero en
ocasiones no es mas que un intento de
justificarnos para eludir el reconocimiento
de numerosas pérdidas que hemos tenido
a lo largo de los años. Es cierto que el
proceso normal de aprendizaje, conlleva
una
larga maduración. En las mismas
cartas de Pablo se nos exhorta a madurar,
pero en ocasiones conviene que miremos
392
- 393 -
al pasado, a esos años de iniciación en la
fe cristiana, por que es muy cierto, que
en
ocasiones
lo
que
llamamos
“maduración” no es tal, si no tan solo un
barniz que nos impide ver la realidad de
nuestra situación espiritual actual. No hay
mas que leer la Carta al Ángel de Efeso, en
Apocalipsis, en donde Dios reconoce las
muchas virtudes de esa iglesia, pero le
avisa de forma muy contundente: “Una
cosa tengo contra ti, que has dejado tu
primer amor”. Podemos llegar a predicar
ante grandes multitudes, a adquirir un
gran prestigio social como cristianos, a ser
incluso
utilizados
para
anunciar
el
evangelio a las masas mediante los
mejores medios de comunicación actuales,
incluido Internet. Pero si hemos dejado de
tener ese primer amor, nada es. He de
confesar que muy a menudo ansío volver a
tener ese espíritu de búsqueda y
avivamiento que yo tenía a los 16 años. En
ese momento, para mí todo era muy
sencillo: se trataba de creer a Dios y nada
más.
La chabola era algo más que una mísera
casita construida con viejos ladrillos. Allí se
movía algo, una luz especial irradiaba
desde aquel humilde lugar. Delante había
una explanada, que con alguna que otra
frecuencia, solía ser el aparcamiento de
numerosos automóviles, algunos de ellos
con matrícula extranjera, que recorrían
media España tan solo para asistir a las
reuniones que dirigía Ángel. En esa
España, no pasaba desapercibido ese
hecho. Numerosos predicadores se daban
cita allí. ¿Por qué? Sencillamente por que
allí se movía el Espíritu Santo. Siendo
como era el pastor una persona con
escasos estudios teológicos, Dios lo usaba
grandemente, hasta el punto que una vez
393
- 394 -
fue invitado a predicar en una asamblea de
sacerdotes católicos. Toda esa actividad
podría despertar los celos y envidias de un
grupo de pastores evangélicos de su
misma iglesia, como así sucedió. Borjas
predicaba con autoridad, con respaldo, con
poder, y con una cuarta cualidad:
parpadeaba sin cesar al hablar al público.
Si se puede crear un libro “Guiness” de
records, quizá Angel Borjas Vargas, tendría
un lugar, pues en una ocasión estuvo 22
días completos orando, levantándose tan
solo para comer y para dormir. Los callos
en la rodilla denotaban tal voracidad en la
oración.
Aquello
rompía
todos
los
esquemas establecidos, pues los pastores
de la iglesia gitana de Filadelfia, no se
explicaban lo que Dios estaba haciendo en
la chabola. El siempre les respondía:
­El único secreto que tengo es la oración, y
vosotros no lo haceis lo suficiente, eso es
todo.
Para mí que estaba acostumbrado a ver
extranjeros,
no
me
extraña
encontrármelos en mi casa, pero
sí y
mucho cuando los veía en una simple
chabolita como la de Angel. Aun más,
descubrir al llegar a ella desde el Metro,
una hilera de automóviles aparcados en el
terreno que se extendía enfrente de la
misma, y aun mas ver a sacerdotes
católicos invitarle para que les predicara a
ellos. Borjas que no tenía inconveniente
hacerlo,
así
lo
hizo,
preparándose
previamente en ayuno y en oración. Un
hombre sencillo y humilde como él, sin una
preparación académica adecuada, fue
poderosamente usado por el Señor, y
predicando de manera magistral, sin
394
- 395 -
atacar a la Iglesia Católica, predicó con
fuerza y denuedo, ante una comunidad
sacerdotal importante. Un mensaje cuya
duración alcanzó tres o cuatro horas.
Como resultado de esa labor, el Señor,
derramó de su gloria allí, y uno de los
asistentes, se hizo pastor. El resto han
permanecido como sacerdotes en su
iglesia, pero aun hoy recuerdan con
especial cariño y afecto, a ese humilde
gitano ungido por el Espíritu Santo, y que
tanto les impactó en su vida ministerial.
Solía quedarme todo el día en casa de
Angel, me gustaba ese ambiente familiar
en un hogar tan humilde y rodeado de
niños gitanitos por todos los lados. Comía
y me divertía con ellos, aprendiendo su
forma de vida, sus costumbres, incluso
algunas palabras sueltas de su lengua, el
Caló. Una de tantas tardes, cuando
estábamos en oración, antes de comenzar
el culto, vino mi hermano Florentino, y
sentándose, se dispuso para orar. Era un
verano muy caluroso, parecía que el aire
se había esfumado por completo, nada se
movía mecido por la ligera brisa. La puerta
que daba acceso al saloncillo del culto,
tenía una cortina vieja extendida, bien
parecía un trozo de madera. Inamovible
por la ausencia total de viento. El calor era
sofocante. Había varias sillas, todas ellas,
distintas, diversas, y algunas divertidas,
pues de tan rotas que estaban solo servían
para durar media hora, no mas. Mi
hermano, se sentó a muy poca distancia
de la puerta. Algo extraño sucedería allí,
por que en un momento dado, observé
como la cortina era doblada hacia dentro,
de la misma manera, que cuando alguien
entra y precisa apartarla para hacerlo,
pero no había nadie, ni detrás de la
misma, ni delante. Pensé que podría ser el
395
- 396 -
viento, pero esa forma de doblez no la
provoca el aire. Aun así no había nada de
aire. No le importancia alguna, pero
minutos después, mi hermano, que estaba
sentado justo de espaldas a la entrada, dio
un pequeño testimonio:
­Quiero contar algo, ahora mismo, mientras
comenzaba a orar, he sentido con claridad,
como unas manos poderosas, me han
cogido por detrás de manera muy amorosa,
por los hombros, y de la misma forma se
han colocado en mi cintura por la espalda,
y sin embargo, no hay nadie detrás ­
Era verdad, yo que estaba justo en frente
de él, pude asegurar que en ese preciso
instante, me di cuenta que era lo que
había pasado con la cortina, y que no
había absolutamente nadie mas allí. Solo
estábamos, él, yo, Angel y alguno mas,
pero sentados en otros lugares.
¿Por qué se movió la cortina de una
manera tan perfecta como ésa?. En
realidad ¿quien entró?,¿quién toco por la
espalda a mi hermano?. Yo lo vi, y todas
las conjeturas que se puedan hacer,
sobran.
Quizá una semana después a esos hechos,
que Borja, consideraba normales, nos
contó a todos un testimonio:
­¡Queridos hermanos!­ clamó en uno de sus
mensajes­ Hoy voy a contaros un testimonio
que hemos tenido hace pocos días, en esta
casa. Un grupo de hermanos nos reunimos
para hacer una vigilia en oración. Estuvimos
orando
varias
horas,
con
cánticos,
alabanzas, algo de café, compartiendo
testimonios, y
hablando. Estábamos
396
- 397 -
aproximadamente seis o siete reunidos,
todos hombres, y entrando en una larga
oración bajó la presencia del Espíritu Santo,
en ese momento todos empezamos a orar
en lenguas, hubo algunas profecías, pero lo
mas hermoso fue que en un momento
dado, el Señor se hizo tan real, que
comencé a sentirme elevado. Me sentía
como si el Señor me estuviera levantando
del suelo, algo realmente maravilloso, único,
indescriptible, hermoso. pero ¡hermanos!,
siempre el diablo tiene que molestar, por
que en ese mismo instante, mi hermano
Gabriel se abrazó, a mis piernas, con todas
sus fuerzas, gritando y llorando:
­¡Pápa!, ­ Así suelen llamar los gitanos a
Dios­¡no te lleves a mi hermano!, ¡Pápa!,
¡que tiene muchos niños a los que alimentar!
¡Señor que va a ser de ellos, pobrecitos!­
Solo por imaginarnos la escena, y la
manera tan rústica de relatarla, la
carcajada fue impresionante, mis padres
lloraban de la risa, como los demás. El
pobre de Gabriel no estaba allí, supongo
que huyendo de la vergüenza que temía
sentir. Borjas, en realidad fue levantado, y
por eso su hermano quería sujetarlo a toda
costa.
Juana, solía contar cómo el Señor era de
igual manera, era para ella hermoso y
bueno.
­Ángel, ­ Un testimonio relatado por ella,
cuando su hijo Lucas tenía apenas cuatro o
cinco años­ Es de noche, son las dos de la
madrugada ¿Dónde está Lucas?¿No está
con nosotros?­
397
- 398 -
­Yo no lo he visto, pero es muy de
madrugada, y oscuro. ¿No está en su
cama?­
­No­
­¿Estará con sus hermanos?
­Tampoco, lo he buscado y no lo veo.
Los dos, ansiosos por encontrar al niño y
temiendo que se hubiera marchado a la
calle a esas horas, lo buscaron por toda la
casa, despertando incluso a Gabriel y a su
mujer, por si lo habían visto. No tuvieron
que salir a la calle para encontrarlo, por
que el pequeño, se divertía en el salón
dedicado al Culto, solo, riéndose a
carcajadas y escondiéndose de Algo o de
Alguien, para volver a reírse más. Tanta
era la algarabía que no deseaba atender a
las llamadas y requerimientos de sus
padres y tíos. Juana, le regañó con
severidad,
pero
la
respuesta
dejó
desconcertados a sus familiares:
­Mamá, es que estaba jugando con ese
señor vestido de blanco, tenía barba, y era
muy bueno conmigo­
­¿Qué “señor?” ¡Si
Juana, nerviosa.
aquí no hay nadie!­
­Juana­ Ángel, tranquilizándola­ Gabriel y
yo hemos comprobado que todo está
perfectamente cerrado.
La tranquilizadora palabra de Borjas, trajo
paz al asustado ánimo de la buena de
Juana. Mirándola con fijeza, ella pudo
398
- 399 -
comprender qué quería decirle su marido
con esa mirada.
­Hijo, ¿cómo era ese hombre?­ preguntaba
la pacificada voz maternal.
­Alto, pelo largo, un poco barbudo, vestido
de blanco, y muy bueno­Respondía la
suave voz infantil.
­¿Por donde se ha ido?­
­No lo sé, pápa, simplemente se fue­
­Imposible, está todo cerrado, puertas y
ventanas­ Añadía Gabriel.
Todos enmudecieron, sospechando quien
había estado allí realmente.
Mi padre tenía el deseo de conocer cómo
había sido la conversión de nuestro amigo
y hermano. Había días que yo estaba mas
tiempo en su casa que en la mía y a
menudo solíamos comer juntos. Aquella
comida bien preparada por su mujer,
prometía ser deliciosa. Allí mismo en el
patio central, o en lo que parecía serlo, por
lo destartalado que estaba y el desorden
reinante,
colocamos una mesa vieja,
sobre ella un curioso mantel desdibujado y
descolorido, aunque muy limpio. En una
esquina, junto a un muro de la casa, un
zapato izquierdo infantil abandonado a su
suerte. Por allí deambulaban los niños del
matrimonio, y uno de ellos, estaba
descalzo de un solo pie, del izquierdo
precisamente, aunque el calzado del
derecho era de distinto modelo, aunque
del mismo número. En la pared frontal, un
diminuto y escueto espejo, ladeado.
Debajo, una bacinilla para el agua. A su
399
- 400 -
lado, una brocha de afeitar, su maquinilla,
y una pieza de jabón, un viejo pantalón
roto, un cubo con ropa recién recogida del
tendedero. Al lado de éste batiburrillo de
objetos, yacían esparcidos por el suelo
numerosos trozos de juguetes viejos, que
Juana se empeñaba en apartar blandiendo
al aire una escoba y gritando a los niños.
¡Ángel!­ chilló ­ ¡Regaña a los niños, que me lo dejan
todo por medio, y no puedo mas!­
¡Ya voy!­Respondía Ángel, con enorme tranquilidad,
y como si estuviera muy agotado todo el día,
reprendía a sus hijos con absoluto desdén.
¡Ángel!, ¡El niño está descalzo!­
¡Ángel, esto, Ángel lo otro!, ¡esta mujer no me deja en
paz!­ Dirigiéndose al niño­¡ Nene, ponte ese zapato
que está en el suelo!.
El pequeño obedeció, calzándose como
pudo, de modo que iba con dos de
distintos colores y formas, y dps minutos
después volvió a perder un zapato.
Después de haber comido, quisimos saber
cómo se había convertido. El pastor, tras
un descanso, mirándome inició el relato:
­Aquí, la Juana, estaba asistiendo a unos
cultos, y yo no quería. A mi eso no me
gustaba. Todos los días discutía con ella. Tu
ya sabes cómo somos los gitanos. En ese
tiempo llevaba colocado en mi cuerpo un
aparato ortopédico, sujeto con correas,
hasta el cuello, por que tenía un gran
problema en mis huesos. Estaba dado de
baja por enfermedad, con una invalidez
total. Las posibilidades de recuperación
eran escasas, lo estaba pasando bastante
mal, el aparato y sus correas en todo mi
tronco me producían muchas molestias,
pero si me lo quitaba los dolores eran
400
- 401 -
insoportables e irresistibles, no podía dormir
ni caminar correctamente.
Así que mi vida era un total desastre. Un día,
cansado, de discutir con mi mujer, decidí
asistir a uno de esos cultos. Iba con deseos
de buscar a mi mujer, y sacarla de allí como
fuera, de cualquier manera. Recuerdo que
el local estaba lleno de gente, y que
predicaba un pastor negro, africano. Al
principio me estaba riendo de todo eso,
pero poco a poco, lo que allí se decía,
comenzó a interesarme, dándome cuenta
que no era como yo creía. El pastor predicó
con un gran respaldo del Señor y el Espíritu
Santo empezaba a tocar dentro de mi
corazón,
cayéndoseme
las
lágrimas,
aunque me las secaba para que mi mujer
no me viera, pues aun luchaba dentro de
mí, no quería dar la sensación de ser un
hombre
blando.
En
un
momento
determinado, al finalizar el mensaje, se hizo
un llamamiento, para aquellos que quisieran
aceptar al Señor Jesús, y yo me levanté. Una
vez que lo hice, el pastor quería orar con los
enfermos. Yo no sé cómo me levanté, pero
cuando me quise dar cuenta, me
encontraba de rodillas delante de todos.
Justo en ese instante, noté que Algo muy
grande entraba en mi, que Dios estaba
trabajando. Lo único que pude decir fue:
“¡Señor!”, y en ese instante, Juan José, todos
vieron allí, cómo las correas de mi aparato
ortopédico comenzaron a soltarse solas, una
detrás de la otra, y sentí cómo mis huesos
sonaban, como si un médico especialista los
estuviera colocando uno tras otro. Los
hermanos, exclamaban: “¡Gloria a Dios!”,
“¡Milagro!”, “¡Aleluya!”. Temblaba como un
terremoto, y allí mismo, de rodillas, al tiempo
que era sanado de una forma tan clara
recibí el bautismo del Espíritu Santo. Esa fue
mi conversión, ya lo sabes”
401
- 402 -
Me quedé perplejo, tras el relato, pues
desde luego, no esperaba algo así. Han
pasado ya muchos años, y quizá un relato
así puede pecar de exageración, o
sencillamente, no creerlo, pero solamente
para aportar datos y pruebas, tuve la
oportunidad, hace muy poco tiempo, de
hablar por teléfono con un pastor gitano,
que estuvo en esa reunión, por que
después de treinta años sin saber nada de
Borjas yo lo estaba buscando. Cuando le
pregunté por él me dijo:
­Ah, usted busca al hermano de las correas
¿es cierto?­
­¿Cómo el de las correas?, no, yo pregunto
por Ángel Borjas Vargas­
­Si, le llamábamos el de las correas, por que
le saltaron todas en un culto de oración. Yo
estaba allí y lo vi­
Aquella sencilla casita, hoy desaparecida,
fue un faro, que por un poco tiempo
alumbró a muchas vidas, y aunque las
nuevas generaciones desconozcan esos
hechos, hay algo que no cambiará nunca,
y es que cuando Dios se mueve, lo hace
con tanto poder y autoridad que deja una
huella indeleble en las conciencias de
quienes lo vieron y fueron sus testigos. Yo
sé, como Vargas, al dirigirse a una
pequeña
asamblea
de
extranjeros,
hablando
en lenguas, les predicaba
en....¡su propio idioma!.
He visto grandes cosas de Dios, pero he
de decir algo, si existiera un registro del
Libro Guiness de records en la oración
continuada, y solamente para dormir y
comer, Angel debio de batirlo aquella vez
que estuvo sin levantarse de las rodillas 22
402
- 403 -
dias seguidos
oración..
en
total
y
constante
Señor, a Jonas el profeta del vientre de la
ballena, en que moró tres dias, dentro de
la mar llena, sacástelo tu sano, como de
casa buena: ¡Salvame,tú ,Mesías, sin culpa
y sin pena!.
Arcipreste de Hita. Libro del Buen
Amor.Siglo XIII.
CLasicos de la literatura española. Ediciones
Rueda,2002
Dios ha bendecido a la familia Borjas. A la
izquierda, arriba, Amparo. Derecha, sentados,
Eliseo, Abraham y Jacob. Sirven al Señor.
Adbajo, Angel, y detrás dos de sus nietos, con
vocación para el servicio de Dios. A la derecha,
otros nietos.
403
- 404 -
MI PRIMERA PREDICACION, SAN MATEO 24
Me temblaba el cuerpo
cada vez que un pastor se colocaba detrás
del púlpito para comenzar a hablar, por
que siempre, antes de que lo hiciera, me
venía un torrente de palabras a mi boca,
desde lo mas profundo del alma, que casi
no podía retener, era como un rio
inctonenible. Coincidía que cuando el
predicador comenzaba a hablar, siempre lo
hacía con las mismas frases que yo ya
tenía en mis labios. Era una fuerza
incontenible. Yo ya era consciente, en esos
momentos, que el Señor me estaba
preparando para la predicación. Mi sueño
era, tener tan solo una pequeña cmunidad
a la cual poder hablar. A veces me veía en
mi imaginación en un local muy estrecho,
en el cual cabía solo un par de filas de
asientos, con un reducido grupo de
personas.
Muchos,
deseaban
llenar
grandes iglesias, yo soñaba con todo lo
contrario, con un grupo casi minusculo,
pero en mi había una llama ardiente, que
con el paso de los años, echo de menos.
Aquel anhelo tan desorbante, esa relación
íntima con Dios, la amistad que sentía y la
pasión por el evangelio, propia de un
primer amor, es lo que necesitamos hoy.
Los años pasan, y el aprendizaje nos hace
madurar, es algo natural, y en muchas
ocasiones nos vamos olvidando de esa
pasion amorosa de los comienzos, para
volvernos frios y pragmaticos. Si leemos
en las cartas del Apocalipsis Dios dice a la
de los Efesios, que aun reconociendo lo
mucho que esa iglesia ha practicado en la
Obra de Dios, hay algo que tiene contra
ella, y es que “has dejado tu primer
amor”, y la llama al arrepentimiento, bajo
404
- 405 -
una grave advertencia que ninguno
debemos de olvidar. Para ser sincero,
¡cuantas veces, en los últimos meses he
orado, al Señor, al objeto de recuperar
aquellas profundas vivencias!. Que bueno
es cuando, unimos la larga experiencia
personal obtenida a lo largo de estos años,
con ese primer amor que nunca debemos
de olvidar.
Mi corazón, latía con fuerza, ese día del 23
de Marzo de 1973. Había cumplido hacía
poco, 16 años, no tenía experiencia, y
tampoco
me
importaba,
por
que
únicamente lo que quería era hablarle a los
demás de lo que el Señor me daba.
Siempre he sido una persona muy
controladora de mis propios sentimientos,
quizá por ello me alejaba un poco de la
gente de mi edad. Tenía ante mis manos la
Biblia abierta, por Mateo 24: “Las señales
del fin”. Tenía la convicción que debía de
hablar yo y ya en ese momento, que
debería colocarme ante la comunidad. Yo,
que siempre, había sido muy tímido, y aun
en esos años, pero una fuerza impulsora
me estaba lanzando hacia delante.
­Angel­ le susurré a Borjas, antes de
comenzar el culto en su chabola, mientras
la gente entraba y se sentaba, incluida mi
familia­ ¡Dejame predicar esta tarde!­
­Sin problemas, puedes hacerlo­
­Es la primera vez que lo voy a hacer­
­¿Y qué?, tú comparte lo que Dios ha
puesto en ti, y ya está­
Eso fue todo cuanto mi hermano me
dijo. Comenzó el culto, no habría más de
405
- 406 -
diez personas, pero todos en armonía y
en paz unos con otros. Las alabanzas
sonaban con fuerza, para dar lugar a las
oraciones
espontáneas
de
los
participantes. Mi corazón estaba como una
batidora, por que no podría reprimir por
más tiempo aquel caudal de palabras que
me venían sobre Mateo 24. El pastor, me
cedió el púlpito, y todas las miradas se
clavaron en mi, csi un niño, un adolescente
con granos en la cara que se atrevía por
primera vez en su vida a predicar ante un
auditorio, sencillo, humilde, pero tan digno
como si hubiera sido de grandes
dimensiones. Fui consciente, que tenía
ante mí una enorme responsabilidad: la
gente.
Debemos darnos cuenta de algo cuando
nos situamos ante los demás: No somos
vendedores
de
automóviles,
sino
expositores de la Palabra de Dios, y que
cada persona que se sienta a escucharnos
tiene un mundo interior repleto de
interrogantes,
y
que
aunque
desconozcamos cuales son, es nuestra
responsabilidad,
buscar
la
respuesta
idónea en amor, para cada una de esas
preguntas. Lógicamente solo Dios conoce
los pensamientos, y es por ello, que si nos
abandonamos en sus manos, El será quien
se encarge de resolver cuantos enigmas,
tengan los que nos escuchan, pero por
nuestra parte, algo debemos hacer, es ser
responsables de lo que vamos a decir, ante
Dios y ante los demás.Predicar el
Evangelio, no es algo para hacerlo a la
ligera, como cualquier otra cosa, no.
Tenemos que “mimar” la enseñanza, y
ofrecerla lo mejor posible.Ese era mi sentir
en esos momentos, y sigue siendolo hoy.
406
- 407 -
­Hoy va a predicar Juan José, al que
todos conoceis bien­Escuetas palabras del
pastor, quien se sentó a la derecha de mi
padre, para escrutarme cada sílaba que yo
dijera en ese momento.
Se hizo un silencio sepulcral, mientras,
yo sin titubear, me situaba delante de
ellos. Yo era tan temeroso de la pureza de
la doctrina que contemplando por unos
segundos todos los ojos abiertos oré al
Señor, en mi interior.
­Señor, que no diga yo ni una sola letra
que no sea tuya, no quiero enseñar ni una
sola coma si ésta no viene de ti, Señor­Oré,
antes de comenzar a predicar:
­Hermanos, por favor, abrid vuestras
Biblias por Mateo 24, hoy con el permiso del
Señor, voy a predicar sobre los últimos
tiempos, y las señales que Elnos dio para
que pudieramos conocer su Voluntad, pero
antes vamos a orar..........­
Angel, elevó su voz y oró por mi, para
que Dios, me usara. Era consciente, del
examen al que me estaba sometiendo sin
saberlo, y me apoyó con su oración
intercesora. Mi padre, me contemplaba
complaciente,
y
mamá
sonreía
plácidamente. En ese momento, no eran
mis padres, sino gente que escuchaban la
palabra de Dios.
407
- 408 -
JOSE,
EL
LIBERACIÓN
PUERTORRIQUEÑO,Y
SU
Una de las personas a las que
de una manera deliberada, les voy a
cambiar el nombre es la protagonista de
este testimonio. No deseo citarlo por ser
respeto, a la hora de mencionarlas en
situaciones soportadas por ellas mismas.
Estudiante de la carrera de psicología,
nuestro amigo puertorriqueño, residía en
Madrid y nos visitaba muy a menudo, con
frecuencia. En una ocasión, papá después
de haber recibido el Bautismo del Espíritu
Santo, le invitó a orar en nuestra casa.
Había estado orando toda la tarde y la
conversación transcurrió muy animada.
Nuestro, amigo, demostraba un interés
mas cercano a la curiosidad que a otra
cosa, pero había en él un enorme respeto
cargado de buenas dosis de afecto hacia
mi padre. Se reunió en una de las
habitaciones, cerrando la puerta para tener
una mayor intimidad. La oración brotó de
los labios de Eduardo y de Lola, con una
enorme paz interior y armonía en el
ambiente, prefirieron apagar la luz, pues
era suficiente la escasa luz solar del
atardecer que entraba por la ventana. En
un momento determinado, José, que era
mestizo, soltó un terrible grito de horror,
tanto que mi padre corrió a auxiliarlo,
mientras mamá encendía a toda prisa la
luz eléctrica. Al hacerlo se encontraron al
pobre José, completamente blanco y
paralizado por el terror.
­¿Por qué has gritado de ese modo tan
terrible?­ Preguntó papá.
­Don Eduardo­ Dijo, temblando­ Cuanto
usted estaba orando, con tanta fuerza, he
408
- 409 -
visto de pronto, como una especie de nube
de azufre o algo parecido, y en ella estaba
el diablo.....¡lo he visto!.....¡he sentido un
espantoso y terrible frío, que no podía
moverme!­
­Tranquilo­ Respondía mi madre­El Señor
está aquí y ha vencido al maligno. Lo que
pretende es asustarte y aterrorizarte para
que no te encuentres con Jesús. No te
preocupes, entrégate al Señor, nosotros
seguiremos orando por ti­
La oración se reanudó y nuestro amigo se
sintió mucho mas confortado. Durante los
meses que transcurrieron fue poco a poco
conociendo al Señor, abriendo su corazón
más y más a su palabra. Dios estaba
trabajando en su vida, ya que él tenía un
problema muy claro: Espiritismo. Su
madre lo practicaba con regularidad, por
que era Médium, y él mismo parecía que lo
había realizado en su adolescencia o
infancia. José padecía mucho del aparato
digestivo, y ella al parecer había querido
curarlo usando prácticas espiritistas. No se
pueden evitar situaciones curiosas en la
vida cristiana, anécdotas que sazonan de
alegría de buen humor nuestra relación
con
Dios,
aunque
estas
sean
equivocaciones producidas por nosotros
mismos llevados por la impaciencia
natural. Varios meses después de los
hechos relatados nuestro amigo estaba
invitado a una vigilia de oración que se
hizo en casa con la participación de varios
pastores evangélicos. Después de cenar,
comenzamos a orar, cantamos alabanzas,
volvíamos a orar, de nuevo más alabanzas.
Mi madre de vez en cuando nos hacía café
a todos, hablábamos, compartíamos la
lectura
de
la
Biblia,
contábamos
testimonios, así transcurría la vigilia. José,
409
- 410 -
ya avanzada la noche luchaba contra el
sueño, los párpados se le cerraban por el
cansancio. Sentado a la derecha de mi
padre, en plena oración, se durmió. Papá
que también oraba, para despertarlo, no
se le ocurrió otra cosa, que darle un
pequeño golpe en la rodilla, con la mano,
para inmediatamente seguir orando. José
se volvió a despertar sin darse cuenta
quien fue en realidad el que le avisó de esa
forma, incorporándose a la oración de
todos. Al finalizar la misma, de manera
muy decidida pero respetuosamente le dijo
a mi padre:
­Don Eduardo, quiero contar un testimonio­
­¿Ah sí? ¡Que bien! ¿De qué se trata?­
José se acercó a su oído y le dijo:
­Pues que me he quedado dormido, y que
me ha despertado Jesucristo, con un golpe
suave en la rodilla­
Papá, quien también estaba siendo víctima
de un terrible cansancio, le contestó:
­¡Pues qué bien!­Tras unos segundos de
mutismo,
reaccionó:
­¡No!,
déjalo
muchacho­Llevándose el dedo índice a los
labios­Chiiiiiiiiiiissssss,¡otro día!.....¡otro día!­Le
dio dos o tres palmaditas en la espalda,
añadiendo:­Están ya todos muy cansados, y
ya se van.“¡Dios mío que no se le ocurra
contar
semejante
testimonio!”­Pensaba
papá.
José muy confuso con lo sucedido, optó por
hacerle caso, y como el sueño volvía a
aprisionarlo, se quedó dormido.
410
- 411 -
Nuestro amigo borícua, típico representante
del cruce de razas, era un resultado del
cruce racial, entre negros, indígenas y
blancos. Su única familia en España éramos
nosotros, y por ello estaba más tiempo en
nuestra casa, que en la suya. Leía con
mucho interés la Biblia, y algo en él
comenzó a cambiar. Una lucha se estaba
desatando en su espíritu. Papá compartía
todo cuanto nos estaba sucediendo,
incluso, por su cuenta, iba de vez en
cuando a la Iglesia de Calatrava. Tenía por
entonces unos amigos formados en
Psicología, o en Psiquiatría, y en una
ocasión les invitó a una de las reuniones de
alabanza de los gitanos. Allí se fueron, con
el único interés de observar, como
profesionales de la psique humana, qué era
lo que en realidad allí sucedía. Querían dar
una explicación científica a
extraños
sucesos, como el “hablar en distintas
lenguas”,
las
“profecías”
y
otras
manifestaciones.
­Me fui con ellos, para que pudieran
investigar, y tener una opinión sobre lo que
sucedía allí­ Nos dijo José, al regreso de la
experiencia.
­¿Qué dijeron?­
­Salvo un caso o dos, en los que había una
situación de histerismo, en el resto, no han
sabido dar ninguna explicación científica.
Desde el punto de vista de la ciencia, no
han encontrado justificación alguna a las
“lenguas” ni a las “profecías”. No han
podido llegar a ninguna conclusión­
Respondía, sentado mientras tomaba un
café.
411
- 412 -
Esa tarde, tomando como excusa esa
experiencia, el estudiante, se enfrascó en
una larga conversación con nosotros.
Hablando y hablando de muchos temas
variados, abrió su corazón y dejó que éste
hablara por su boca. Allí, la historia de su
infancia y los problemas de su vida
surgieron como un torrente. Quizá fue por
que leyó un libro, que le presté, muy
conocido en el mundo juvenil evangélico:
“Corre, Nicky, Corre”, que relata la vida
de Nicky Cruz, un puertorriqueño, hijo de
una espiritista, que tuvo una vida delictiva
terrible con los “Mau­Mau”, una de las
bandas mas sanguinarias de Nueva York, y
que tras conocer a Cristo, su vida dio un
cambio radical.
­Pues yo, tengo un hermano, en Estados
Unidos, que hoy es pastor evangélico. El fue
también miembro de los “Mau­Mau”, y al
convertirse al Evangelio, mucho después de
lo que se relata en éste libro, su vida cambió
y ahora se ha dedicado a servir al Señor, sin
embargo por diversas razones, tengo pocos
contactos con él­
Nos quedamos un tanto sorprendidos ante
esa información que desconocíamos, pero
se evidenciaba que José arrastraba una
ambivalente relación familiar. Había en él
heridas abiertas, a lo largo de toda su
historia personal. Fracasos emocionales,
que le habían marcado de por vida.
Desilusiones incrustadas en sus recuerdos.
Quizá fuera todo eso lo que le motivó a
estudiar Psicología. El encontraba calor de
familia, de hogar, en mi casa, junto a mis
padres y hermanos. Papá y mamá le
apreciaban con sinceridad, era como si
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fuera un hijo adoptado. Nos contó incluso
que su madre era espiritista, igual que la
de Nicky, quizá, al menos entonces, con
una diferencia con ella, ya que la de Cruz,
dejó el espiritismo y se entregó a Cristo,
gracias al ministerio de su propio hijo.
Fue la tarde­noche de un Sábado. Todos
en el gran comedor de mi casa. Nos
habíamos dado cita para hacer una vigilia
de oración. Después de ingerir la cena que
mamá nos había preparado, comenzamos
a orar. José, Ramón Mejías un misionero
cubano, y nosotros. Todo “va bien” en la
oración, hasta que el Espíritu de Dios,
decide hacer lo que considere mejor, y
comience a manifestarse la Gloria de Dios.
Así sucedió esa ya lejana noche en la
historia del tiempo familiar, por que a
mitad de la misma, sobre las once mas o
menos, Algo portentoso sucedería. Cristo
comenzó a romper las cadenas que
oprimían
por
años
el
alma
del
puertorriqueño. Aun recuerdo nítidamente,
que justo en el instante en el cual, Mejías,
decidió, motivado por el Señor, imponerle
las manos, para orar por él, José cayó al
suelo retorciéndose su cuerpo, a la vez
que desde su garganta, salían gritos
desaforados, y una voz distinta a la suya,
la de alguien o algo que se manifestaba
CONTRA Cristo. Nosotros no teníamos
mucha experiencia en el exorcismo, pero sí
había algo en mi casa: unción del Espíritu
Santo. Todos nos unimos sin titubear
ordenando al espíritu inmundo que había
en él que lo dejara, que saliera de su
cuerpo.
Los
desagradables
chillidos
aumentaban
mas, cuanto mas le
ordenásemos, que abandonara ese cuerpo,
por que ya no tenía nada que hacer alli,
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ya que esa persona, pertenecía a Jesús
desde hacía días. Mi padre, acercándose a
la cocina trajo un poquito de aceite de
oliva puro. Se oró al Señor, para que ese
aceite, fuera un símbolo representativo de
la unción con el Espíritu Santo, y después
ungimos con el a José. Lo que allí sucedió
fue
sencillamente
tremendo.
El
borinqueño, era un hombre delgado, y de
escasa altura física. Su constitución física
no era muy fuerte.
Yo no me podía
explicar cómo un cuerpo humano tan
sencillo
como
ese,
era
capaz
de
semejantes sacudidas. Observé muy
frugalmente, que en su mirada había algo
extraño, ajeno a él, algo interior que no
me gustaba. Tumbado en el suelo, se
movía como si imitara los movimientos
de un animal. Gritos y voces.
­¡En el Nombre de Jesús, sal de ese cuerpo,
te lo ordenamos, Satán, deja este cuerpo,
pues ya no es tuyo, es de Cristo!­ Ordenaban
Ramón y Eduardo, apoyados por nosotros.
Pese a ser la primera vez, yo no tenía
ninguna sensación de temor, por el
contrario, era consciente de vivir bajo una
Gran Autoridad maravillosa. Aun no me
explico
cómo los
vecinos no
nos
denunciaron,
pues
los
ruidos
eran
enormes.
En
esos
años,
cualquier
escándalo, podía situarnos ante la policía
franquista en una difícil posición. Creo que
Dios les tapó los oídos.
José, o lo que hubiera en él buscaba
arrinconarse, como si huyera del Poder
que allí había, pero donde lo hiciere, todo
inútil, ya que el Espíritu Santo, ocupaba
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todo. Además la Biblia, dice que “No
tenemos lucha contra carne ni sangre, sino
contra espíritus de maldad”, en Efesios
capítulo 6, y tenemos las garantías de la
Victoria obtenida por Cristo. El es Rey, y
todo el Poder y Autoridad le han sido
dados, en el Cielo y en la Tierra. No se
expulsan a los demonios en el nombre de
ningún santo varón humano, sino solo en
el de Jesús. Suficiente. José al final, fue
liberado por completo. El muchacho, entre
lágrimas, oró fervientemente al Señor,
abriéndole su corazón por completo. Allí
renovó su compromiso con Cristo.
Los avatares de la vida, llevan en
ocasiones, a imponer su dictadura, y
lamentablemente, de él solo sé que
regresó a su tierra, y que allí participaba
en las actividades de una iglesia cristiana,
pero se perdió todo contacto, por
completo, y nunca hemos tenido noticias
suyas. Han pasado 30 años, y no ha sido
posible volver a tomar contacto con el, ya
que su dirección personal se perdió un par
de años después de su marcha a Puerto
Rico. No sé, quizá cuando partamos con el
Señor definitivamente, nos veamos allá
arriba, y me cuente que fue de él.
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ANGEL, UN ADOLESCENTE PROBLEMÁTICO
La adolescencia, es uno de las
épocas más difíciles de nuestra vida, y
aun más, si no se cuenta con la estabilidad
de una familia unida. En particular mi paso
por
esa
época,
no
tuvo
grandes
dificultades, tan solo las normales que
todo adolescente tiene. Asistía a una
escuela, del que aun recuerdo su nombre:
“Colegio España”, se llamaba así por una
doble alusión, al nombre de nuestro país,
y por que en realidad, llevaba el apellido
de su director, Don Pablo España de la
Torre. Era un centro educativo masificado.
En esos años la población infantil había
aumentado, y sin embargo la inversión en
escuelas, no cubría las necesidades totales
de la demanda. Había niños por todos los
sitios, y de todas las edades. En mi “clase”,
de lengua y literatura española, éramos
cerca de cincuenta o más adolescentes.
Para los maestros, reconozco que debería
ser realmente difícil proceder a impartir las
materias. Mantener la atención de los
alumnos se convertía en ocasiones en una
tarea ardua y difícil para ellos, y a pesar
de ello, existía un enorme respeto del
alumnado, en general, hacia la figura del
Profesor. Hoy a desparecido todo eso.
Cierto es que el numero de alumnos es de
25 por aula, para facilitar mejor la
enseñanza, pero por otro lado, la crisis de
valores humanos en la sociedad española,
es tal, que la caída en picado de la calidad
de la enseñanza ha producido una crisis
sin par en la historia de nuestra educación
oficial. Hoy, impartir enseñanza, se está
convirtiendo en una aventura de la que se
sabe cómo se entra, pero no se sabe cómo
se va a salir. Reconozco, que mis años de
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adolescencia,
aprendí
en
ciertas
y
concretas materias mas, que lo que hoy mi
hijo aprende. Aquella era una didáctica
cerrada, muy dirigida por los objetivos
franquistas, y que la democracia, como en
el resto de la sociedad brillaba por su
ausencia en los colegios, escuelas, e
institutos, pero a pesar de esas enormes
carencias, añoro en cierta medida esos
años de mi vida estudiantil.
Hoy, estoy convencido de ello, la
enseñanza está en crisis, y no hablo como
maestro titulado que soy, aunque no
ejerza la profesión. Nuestros hijos están
desmotivados, los profesores en activo
también, y a pesar de la variedad
existente en las materias que se imparten,
el desaliento ha cundido a todos los
niveles, y como los valores humanos, han
cambiado por completo en España, en toda
su sociedad, (algo de lo que no tiene culpa
la Democracia), estamos entrando en una
espiral cada vez mas creciente de
desasosiego, intranquilidad social, y cierto
aumento de la violencia, tan bien servida,
por
los
poderosos
medios
de
comunicación, como la Televisión. Hoy la
falta de respeto de los más jóvenes hacia
los adultos es enorme, quizá por que ese
es el espíritu que reina, en la sociedad
materialista de hoy. Nadie respeta a nadie,
a pesar de la máscara democrática que
tenemos, y del continuo reclamo al
cumplimiento de los Derechos Humanos.
Uno de los tantos problemas que acucian a
nuestros jóvenes, en el interior de las
escuelas y de los institutos de enseñanza
media, es el acoso escolar, que muchos de
nuestros hijos e hijas soportan con
paciencia y con impaciencia. Es un serio
problema, por que está arruinando el feliz
desarrollo
psicológico
de
nuestros
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adolescentes. Estoy seguro que es una
situación agravada en los últimos años,
que les desborda no solo a ellos, sino
también a los padres, a la que es
debemos hacer frente, muchas veces sin
recursos a nuestro alcance, por que las
medidas disciplinarias que existen en los
centros educativos, son muchas veces
completamente
inútiles
en
sus
aplicaciones.
El acoso de los muchachos puede causar
muchas heridas psicológicas a las víctimas,
y ello sin contar los daños físicos que
sufren algunos, cuando no solamente hay
insultos y humillaciones diarias, sino
también agresiones físicas. Hoy es un
problema “in­crescendo” que no tiene fácil
solución.
Muchos
padres
de
hijos
adolescentes, saben de lo que estoy
hablando. Es una situación que siempre
ha existido, aunque en éstos años va en
aumento, pero siempre ha estado allí,
quizá por que la adolescencia demuestra
en realidad, cómo es la condición humana
de una manera mas cruda, es en esa
época cuando comienza a florecer todo lo
que se aprendió en el hogar desde la mas
tierna infancia. El problema de hoy en gran
medida es el resultado de lo que hemos
enseñado a nuestros hijos e hijas desde
pequeños. La sociedad está cambiando, los
valores
tradicionales
familiares
han
entrado en crisis, y ya desde hace una
veintena larga de años, es normal, que la
madre española esté fuera del hogar,
trabajando a destajo, el padre aparezca a
las diez o a las once de la noche, y las
responsabilidad de la educación, que ha de
ser compartida por ambos sexos, en
muchos casos, ni exista, por razones
laborales, cayendo sobre los abuelos, o
familiares mas cercanos, que a su vez
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tienen sus propios problemas. Hay
hogares, solo se habla de dinero y de sus
derivados, y se prima a quien es más
fuerte, y a quien triunfa a cualquier precio
sobre los demás. Nuestro ritmo de vida,
nada tiene con el de nuestros abuelos,
mas taciturnos, mas tranquilos, menos
agobiados por los pagos a los bancos. No
hace mucho, en un conocido pueblo
industrial – agrícola de la provincia de
Almería, El Ejido, se desarrolló la figura del
“niño –llave “, es decir, los menores de
edad, de nueve o diez años, que aun
siguen siendo niños y no un adolescentes,
que portaban la llave de su casa, por que
ninguno de sus padres estaban al medio
día, para algo tan sencillo como el comer
en familia,
recurriendo a calentarse la
comida que la madre les dejaba hecha
desde el dia anterior. Siempre así, a su
libre antojo y albedrío, hasta la hora que
veían a sus padres, muchas veces de
noche. En este estado de cosas, es normal
el enorme desbarajuste
emocional y
educativo, que hay entre padres e hijos.
Yo sufrí el acoso escolar, por parte de un
compañero de clase, del que recuerdo su
nombre, Angel. Teníamos a la sazón sobre
13 años, los dos. El respondía al papel de
“niño­dominador”, necesitaba rodearse de
un grupo de chicos de su edad, los
“dominados”. Formaban el grupo más
agresivo de la escuela. Angel, era un
muchacho procedente de un barrio muy
humilde, que no tenía la atención debida
por parte de sus padres. Algunas veces no
acudía al colegio, e incluso en ciertas
ocasiones llegó a escaparse de su casa,
apareciendo
dormido
en
viejos
automóviles abandonados. Ya en un año
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tan alejado como 1972, perdía todo el
dinero que llevaba en “los billares “, como
se conocía en aquella época a los locales
con máquinas que tanto han arruinado a
los niños, y que siguen haciéndolo hoy con
mayor pendencia por el exceso de
artilugios informatizados y repletos de
“realidad virtual” que hoy existen. En
frente de mi escuela, había uno de éstos
salones, para mayor disgusto y temor de
los padres; yo no iba nunca, no me
gustaba el ambiente, pues todos los niños
y adolescentes que allí iban eran
fotocopias
de
Angel,
fumadores
consumados algunos de ellos. Recuerdo a
uno que se llamaba de apellido Polo, que
tenía por costumbre fumar en pipa. No
obstante eran los menos. Hoy el consumo
del tabaco se ha extendido de tal forma
entre los adolescentes que es una seria
amenaza para su salud. Angelito, que de
tal
nada de nada, era fanfarrón.
Controlaba a todos los que le rodeaban y
como no tenía mejor cosa que hacer, su
mayor placer era molestar a
alumnos
pacíficos, que como yo, solo les interesaba
estudiar y pasar desapercibidos entre la
multitud. Su principal víctima: yo. No
atendía a las explicaciones del profesor, y
siempre se sentaba al final de las aulas,
lugar en donde la autoridad del maestro
llegaba con dificultad. De manera muy
evidente, el director, tenía que localizar a
sus padres cada día de la semana, y éstos
no respondían a sus requerimientos, y si lo
hacían era solo cuando podían o querían.
Las molestias que me causaba él o sus
amigos, eran al principio esporádicas, de
tipo
psicológico
o
moral,
y
me
desagradaban mucho. Llegó a convertirse
con el paso del tiempo en alguien odiado
por mí, pues se convirtió en una figura
repudiable. En una ocasión, un muchacho
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de otro curso, un año mayor que yo, y
muy amigo de el y que apenas conocí,
compañero suyo en sus tropelías y
andanzas, sin saber por qué y sin motivos
algunos, se acercó a mi, y me dio dos
grandes bofetadas. Me quedé perplejo y
sin saber cómo reaccionar. Yo sabía de
quien venía en realidad la agresión. El
gordo fue el ejecutor, quien obedecía
órdenes. Angel estaba detrás de ello, por
que si algo le caracterizaba era su cobardía
personal.
Mi hermano Florentino, hacía algún tiempo
que se había comprado unos guantes
profesionales de boxeo, sencillamente por
el gusto de practicar en casa ese deporte,
que rápidamente arrinconó ante los
requerimientos de mis padres. Ahora bien,
había aprendido algunos golpes y tácticas
suyos. Le conté el problema que tenía, y
en el patio de mi casa, en Perales de
Tajuña,
me
enseñó
algunas
reglas
prácticas a lo largo de unos días. Yo ya
estaba realmente cansado de tanto acoso
por parte de ese adolescente y de los
suyos.
Decididamente, un día, fui al
centro educativo, con una bolsa de deporte
que solía llevar para hacer gimnasia, pero
allí no introduje las ropas propias de esa
disciplina deportiva, sino los abultados
guantes de boxeo. Estaba dispuesto a
todo, con tal de que me dejara en paz de
una vez. A la salida del colegio, me dirigí al
“billar” que había enfrente. Un amigo de
Angel coincidía conmigo en la salida. Yo
ya me enfundé los dos guantes, imposible
de disimular, y para que el que estaba
jugando con una máquina, no me viera,
crucé mis manos por mi espalda.
­¡Angel!­Le llamé
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­¿Qué quieres, cabezón?­Me respondió con
malvada ironía.
­¿Yo?, nada, que vengas conmigo a la
cabina de teléfonos que hay en la esquina,
he de darte un regalo-Contesté con una
sonrisa.
El amigo de Angel, que estaba detrás de
mí, y que veía mis gruesos guantes
profesionales de Pesos Pesados, le hizo
señas con las manos avisándole que yo
estaba bien protegido. Me dí cuenta, y
mostrándole las manos enguantadas,
sencillamente le dije:
­Ya no te soporto mas, y estoy dispuesto a
darte una paliza en la esquina, eres un
cobarde, sal y pelea como un hombre, a mi
no me gustan las peleas, pero no te soporto
mas, vamos a terminar con esto­
En realidad, yo no quería esa solución, solo
deseaba que me dejaran tranquilo, mis
rodillas daban una contra otra, pero no era
momento de titubeo, se necesitaba una
solución y estaba dispuesto a ello.
Mi enemigo, se resistía, no quiso
acompañarme, y ante mis insistencias, se
negó una y otra vez, quedando delante de
todos, como lo que era en realidad, un
muchacho acobardado y asustado.
No sucedió nada. Me fui a casa, con el
ánimo victorioso, por que por fín logré que
se olvidara de mí. Pasaron algunos meses,
y
en ese intervalo se produjo mi
conversión a Cristo. A pesar de que me
había librado del pesado de “Angelito”,
pues dejó de molestarme, sentí una gran
lástima por él. La distancia física, entre
los dos era enorme, incluso en el lugar
donde nos sentábamos en el aula de
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Literatura, pero la espiritual era más. Yo
sabía que este muchacho tenía problemas
familiares, y personales, y que en el fondo
era un pobre desgraciado que lo único que
hacía era reclamar la atención que sin
duda sus padres le negaban, y quería
hablarle, compartir con el sobre Cristo. El
curso llegaba al final y algo tenía que
hacer. Acercarme no me era fácil, pues aun
existían prejuicios personales fuertes, y sin
embargo yo oraba por él todos los días.
Dios estaba trabajando en mi corazón, me
estaba sanando las heridas, aprendí a
perdonar, y perdoné.
Una mañana, me llevé a la escuela, un
Nuevo Testamento, y desde mi pupitre,
con una nota escrita para él, se lo hice
llegar a través de amigos comunes.
Observé que el Libro, viajaba con
normalidad de pupitre en pupitre hasta
que llegó a sus manos. Rápidamente, se
formó un corralillo de muchachillos
alrededor de Angel, cuando le llegó el
Evangelio. Desde lejos pude ver su rostro,
me miraba desde su silla, una y otra vez,
asombrado, mientras leía y releía la nota
que le había mandado adjunta:
­“Para Angel, mi BUEN amigo, Juan José “el
cabezón”­
Con sus miradas, me estaba agradeciendo
el regalo. Si ya había dejado de
molestarme cuado estuve a punto de tener
con él una seria pelea en la calle, a partir
de ese momento, me llegaron noticias de
que dio la orden de que nadie me
molestara mas.
Incluso quedando las
relaciones de esta manera, yo no estaba
conforme conmigo
mismo, tenía que
hacer algo mas, a muy pocos días del final
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de curso. Le envié pasado un mes, una
carta, en la que decía:
­“Angel siempre me has molestado, cuando
yo no quiero tener problemas con nadie, me
hubiera gustado ser tu amigo, y tu no has
querido nunca, haciéndome daño, y
enviando al “gordo” a pegarme, y me has
humillado muchas veces, pero te digo una
cosa, te pido perdón por que quise pegarte
ese dia con los guantes de boxeo de mi
hermano. Te perdono todo cuanto me has
hecho, por que he conocido a Cristo. El ha
cambiado mi vida, y deseo que tu le
conozcas bien, El puede ayudarte, tu no
puedes seguir así, por eso te regalé un
Nuevo Testamento, que te hablará de el. A
partir de hoy quiero ser TU amigo”.
Me costó trabajo dar ese paso, pero lo di.
Algo pasó allí entre los dos muchachos,
pero volvió a mirarme con agradecimiento.
Tampoco pude hablar directamente con él,
las
circunstancias,
y
mi
carácter
fuertemente tímido, lo impidieron, nadie
puede juzgarme pues yo solo era un
chaval que estaba aprendiendo a vivir. Hice
lo que sentí que tenía que hacer, y lo digo
por que quizá puede haber quien me diga
que debería haber hablado con él, que si
esto, que si lo otro. No se me podía pedir
más. Los dos nos beneficiamos, ya que
estoy seguro que Dios hizo algo en ese
muchacho, al que busqué nada mas
reiniciar el curso siguiente, pero al que no
encontré por que dejó de asistir a mi
colegio. Nunca supe nada de él, incluso
quise saber donde vivía, pero su zona
estaba muy lejos de mi casa, en un barrio
marginal, y nadie sabía su dirección en
concreto. Digo “los dos nos beneficiamos”
por que el día que le escribí para pedirle
un perdón suyo por algo de lo que yo no
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- 425 -
tenía culpa, ofreciéndole mi amistad para
que conociera él al Señor, me libré de un
sentimiento, de odio, y resentimiento. Ese
día, al igual que el otro en el cual le regalé
un nuevo Testamento, me ví librado y
sanado de una herida personal que el otro
chico se había encargado de provocarme a
lo largo de todo el curso.
Desconozco, lo que pudo pasar con él a lo
largo de la vida, pero si en alguna ocasión
me lo encuentro, estoy seguro que me
volverá a dar las gracias por mi
ofrecimiento, y quien sabe si a lo mejor
aun conserva ese Nuevo Testamento que
le di.
Como se ve, este es un testimonio de un
hecho sucedido en mi adolescencia, que
quizá no tenga la enorme trascendencia y
repercusión de otros como el caso de Nicky
Cruz, y de tantos que después de vivir una
vida depravada encontraron en Cristo la
solución a sus problemas, pero para un
muchacho normal, un hecho como el
relatado tiene tanto valor e importancia
como cualquiera otro, por que de acuerdo
a su nivel de edad, SU problema es SU
problema, y merece ser tratado con igual
interés que los que podemos tener los
adultos. Los resultados, de estos hechos,
se trasforman en prejuicios y complejos
psicológicos con el paso del tiempo, e
incluso se pueden convertir en conflictos
emocionales de importancia que van a
incidir en el desarrollo de la personalidad
madura, y en el proceso de aprendizaje y
desarrollo de la conducta humana. Por ello
es aconsejable atajarlos a tiempo, con el
fin de favorecer un mejor desarrollo
personal. Y a pesar de todo eso, no hay
ser humano en la Tierra que no haya
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- 426 -
padecido problemas similares
infancia y adolescencia.
en
su
De esta “guisa” me
quise enfrentar con
él. Esos eran los
guantes de boxeador.
Allí
comenzó
mi
gusto por el boxeo, y
alli terminó. Yo soy
el de la foto.
¿Cuál es la “edad feliz” del hombre?. Se
sobre entiende que la respuesta está clara:
La infancia, siempre y cuando ésta, cuente
al menos con un factor básico: Una familia
unida por el amor y el respeto, al margen
de las creencias religiosas, económicas,
culturales y etnicas. Es en esos años, y
sobre todo en los primeros de la vida, en
donde se van a conformar los pilares
fundamentales del desarrollo del individuo.
Los cinco primeros años de cualquier
persona, es decir cuando se es muy, pero
muy pequeño, son en si mismo los mas
importantes, por lo cual es necesario que
cuente con ese elemento ya mencionado, y
lo mas unido posible, por que es allí en la
estabilidad emocional, elaborada entre dos
adultos, de DISTINTO sexo, donde se va a
desarrollar el universo emocional del
chiquitín, columna primordial de su futura
personalidad.
Sin embargo, no se puede decir, que la
adolescencia como tal, sea en realidad un
mar de felicidad. Si el menor cuenta con el
apoyo institucional de una familia, que
pese a sus dificultades personales, a los
problemas de relación, a las crisis internas,
sabe mantenerse unida en el vínculo del
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- 427 -
amor mutuo, su descubrimiento del mundo
tendrá un apoyo incuestionable, y pese a
ello, la adolescencia, es una época
acelerada de descubrimiento de su propia
identidad frente a la de los padres. Su
cuerpo está cambiando, surge el sexo, hay
una auténtica hecatombe interna, ya no es
un niño, deja detrás su momento dorado,
y se abre camino hacia un mundo sutil de
cambios. El ser humano se identifica mas
con el grupo de iguales que con la misma
familia, y aprende a vivir en sociedad, a
entender lo sumamente complejas que son
las relaciones humanas. Es una época
vertiginosa, que creará dificultades en los
adolescentes, y por supuesto en las
mismas familias. Es un momento proclive
a probar todo lo que la sociedad ofrece, y
he allí el peligro, si nuestros hijos están
bien formados desde la infancia, y tienen
además de todo ello unos padres que a
pesar de todo, van a estar allí cuando se
les precise, no debemos obsesionarnos
ante la adversidad,
aunque hemos de
estar vigilantes. Ellos se tienen que sentir
seguros. En cierta manera, hay una
semejanza, entre el bebé que titubea solo
al dar los primeros pasos, confiando que
sus progenitores están allí para evitarle
una caída con daños, y el adolescente, que
empieza a emanciparse emocionalmente
dando esos primeros pasos en la búsqueda
de su propia identidad personal, sabiendo
que sus padres van a estar cuanto menos,
cerca de él.
Es importante que estemos alerta sobre
nuestros hijos, y desde luego nos lo van a
poner muy difícil. Nuestra relación de
padre­hijo,
puede
que
en
muchas
ocasiones esté en permanente crisis. El
choque es inevitable, son dos formas de
ver la vida, y es cierto que las situaciones
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planteadas por ellos y en ellos, nos van a
colocar entre la “espada y la pared”.Yo
confieso que muchas veces, me he
cuestionado si sirvo para ser padre, y hoy
creo una cosa: no lo sé.
Ellos nunca
pueden ni deben olvidar que somos SUS
padres, y que la vida nos ha concedido un
papel de dirección familiar. Ellos no deben
ser nunca los pilotos de su propia vida, por
que el adolescente, adolece, aun está
aprendiendo a vivir, y le quedan años para
conseguirlo por completo. Ahora bien,
debe
ser
oído,
en
ciertas
cosas,
consultados,
y
ayudados
en
todo
momento, pero buscando los mecanismos
psicológicos, para que vayan adquiriendo
madurez e independencia personal; ésta
última no implica una rotura con la familia.
Es evidente, que el elemento cultural tiene
de la misma manera, un valor destacado,
por que las matizaciones a estos conceptos
varían mucho, es decir, una familia
finlandesa, en lo básico comparte estas
ideas con una italiana, pero después los
conceptos de cómo tienen que ser las
relaciones entre adolescentes y padres,
tiene matices muy diferenciadores.
Si nuestros hijos son cristianos, es decir,
han aprendido a tener una relación
personal con Cristo, voluntariamente
decidida por ellos, al margen de la edad
que tengan, aprenderán a solucionar sus
problemas personales, encontrando por
ellos mismos, soluciones en la Biblia. Es
evidente que la presencia de unos padres
creyentes, les va a condicionar mucho. No
siempre se dan hijos creyentes por haber
tenido padres creyentes. Aquí hay un
problema serio para los adultos que
profesan una fe determinada, en este caso
cristiana, y es este ¿podemos evitar
manipular la mente de nuestros hijos?.
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Evidentemente sí. Es decir, en nuestro celo
por mantener una “casa cristianizada”,
debemos ser un testimonio vivo para ellos,
enseñarles a orar, a leer la Biblia,
presentarles a diario un Dios que vive,
pero tenemos que ser muy cuidadosos
para no caer en la manipulación
psicológica, es decir la fé no se impone, se
expone . La obligatoriedad, puede ser un
callejón sin salida, y provocar en el menor,
un verdadero rechazo o una creciente
rebeldía, que puede ser peligrosa en el
día de mañana. Nuestros hijos serán
nuestros discípulos mas difíciles, por que
una cosa, es predicar en una iglesia, y
actuar de pastor, varios dias a la semana
con personas, a las que vemos solo esos
dias, que no conocen cómo somos en
realidad a diario, y que con toda
seguridad, a pesar de las crisis que surjan
nos admirarán diciendo de nosotros, lo “
estupendos cristianos que somos “ y otra
muy distinta, son nuestros hijos que a
diario conviven con nuestro malhumorado,
antipático,
y
contradictorio
carácter
personal. En este punto, decir, que la
familia es una buena escuela dominical
para ellos, una maravillosa catequesis, por
que si aprenden a soportarnos, como
nosotros a ellos, se darán cuenta, en el
futuro, que los cristianos no son tan
perfectos como dicen, que son seres
humanos con sus caídas y sus aciertos, y
en la madurez sabrán torear situaciones
muy difíciles, e incluso encajarán con
seguridad
en
Cristo,
esos
malos
testimonios que de vez en cuando vemos
en algunos que dicen que son creyentes,
y no les afectará personalmente en su
relación personal con el Señor.
De cualquier forma, aquel muchacho, cuyo
rostro se me pierde ya en la memoria, a
429
- 430 -
pesar de sus problemas y de su mala
conducta, ahora sería uno de tantos,
incluso un sencillo inocente, al lado de los
que hoy hay en los centros escolares.
EL TRISTE FINAL DE GONZALO
Creo recordar que estábamos
en Diciembre, preparando la casa para las
fiestas Navidad. El año 1973 se terminaba
para nosotros, dejándonos absortos ante el
magnífico Poder de Dios: bautismos del
Espíritu Santo, sanidades, conversiones,
bautismos en las aguas, expulsiones de
espíritus
malignos
y
muchas
más
experiencias vividas directamente en mi
propio hogar. Mi padre, quiso, a lo largo de
todo ese tiempo, cerrar viejas heridas que
la experiencia de su trabajo con los
antiguos estudiantes nos había dejado.
Tenía un pensamiento en mente, que le
apremiaba:
“¿Qué había sido de Gonzalo?”
Todas las noches oraba intensamente
por esta persona, por que aun seguía
recibiendo noticias muy contradictorias
sobre él. Era un hombre que continuaba
con sus sucios negocios, y su único afán
consistía en ganar cuanto más dinero,
mejor, a toda costa, en cualquier
momento, en todo instante, a cualquier
precio, y no daba señales de cambio.
­Estoy orando por Gonzalo, pues sigue
igual que siempre, me gustaría mucho
volver a saber algo de él. No le tengo
430
- 431 -
ningún odio, mas bien lo contrario, siento
por su alma verdadera lástima, por que si
quisiera pedirme ayuda, con mucho gusto
estoy dispuesto a dársela, pero ¡claro!, está
en Puerto Rico, y según me han dicho, no
ha vuelto más a España desde lo de los
vuelos “Charter”. Ahora bien, oro al Señor
para que encuentre a Cristo­ Me dijo un día
en la comida.
-Tu no puedes hacer nada, sigue orando por
él y ya está­comentó mamá.
­Si voy puedo, me voy a enterar de cual es
su dirección en la Isla, y le voy a escribir.
Quiero darle testimonio, precisamente yo,
que tanto daño me ha hecho, pero me da
igual, por que desde hace tiempo le
perdoné por completo, y llevo ya varios dias
orando al Señor para que se convierta­
Dos dias después unas cuartillas salían
impresas del rodillo de su máquina de
escribir, para hacerlo había estado orando
al Señor.
“20 de Septiembre de 1973
Querido amigo Gonzalo
Me encantaría saber qué ha
sido de tu vida desde la última vez que nos
vimos en mi casa. Yo puedo decirte algo
sobre la mía, pero en primer lugar
permíteme decirte que desearía renovarte
mi oferta de amistad. Tu me conoces bien, y
en todo momento, siempre te he tratado
bien, y que desde luego no soy capaz de
desearte ningún mal, todo lo contrario.
Espero y deseo, que tu salud marche bien,
ya me conoces. Lola y los chicos están bien,
y te mandan saludos. ¿Cómo está mi tierra
431
- 432 -
natal?, a lo mejor algún día iré por allí, ya
sabes cuales son mis deseos. Te contaré
algo de mi vida, en este año, ha pasado
algo en mi casa, muy grande, pues desde el
año pasado, concretamente desde el mes
de noviembre, Cristo ha sido muy real entre
nosotros. Ha habido un cambio total, en
todos los sentidos, y quisiera compartir
contigo esta buena noticia, Gonzalo. Deseo
hablarte directamente al corazón por que
deseo ser tu amigo. No quiero recordar
cosas del pasado, por que para mi está
todo olvidado, aun así, no me sentiré
tranquilo hasta que inicie yo éste paso que
voy a dar ante tu persona. Tu conoces muy
bien que nunca he hecho nada malo, que
siempre he luchado por la justicia, que
trabajé bien por esos muchachos, y mi labor
me
llevó
a
denunciar
pública
y
privadamente unos hechos absolutamente
injustos. Sé que los dos nos enfrentamos
seriamente, pero ahora y hoy tenga o no yo
la razón y la verdad de mi lado, quiero,
como cristiano que soy, deseo pedirte
perdón si en algo te he dañado. Con esta
carta, que sale del corazón más que de la
máquina de escribir, deseo fervientemente,
enviarte un abrazo en éstos próximos dias de
la cercana Navidad, en la que celebramos
el nacimiento de Nuestro Señor. Por eso
permíteme hablarte ahora con franqueza,
como te digo Jesús ha cambiado
totalmente mi vida, por que he recibido el
bautismo del Espíritu, algode lo
que
seguramente, tu habrás oído hablar en
Puerto Rico. Gonzalo, Dios es maravilloso, y
El puede cambiarte por completo, tu mejor
que nadie, sabes cómo andas, y cómo
estás ante El. Me da igual que me digas que
no eres creyente, Cristo te ama,y desea
entrar en tu vida para cambiarla. No te
hablo de religión sino de un Cristo vivo. Me
encantaría, que en tu casa, y con alguna
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- 433 -
Biblia que tengas a mano, ores al Señor, de
todo corazón esta oración:
“Señor, deseo fervientemente, recibirte
en mi alma, entregarme a ti por completo,
confesarte todos mis pecados pidiendote
perdón por ellos, y reconocer que eres mi
Señor y Salvador personal, en el Nombre de
Jesús, amén”
No era una carta muy larga pero sí muy
sentida. Nunca obtuvo respuesta a la
misma, pero papá continuaba su oración
intercesora. Tuvo alguna constancia que la
carta llegó a su destino a través de
conocidos comunes, pero le fue imposible
saber la reacción de Gonzalo. El 14 de
Diciembre,
un estudiante que aun no
había regresado a su tierra, nos trajo una
breve noticia publicada en un diario de
Puerto
Rico,
en
donde
se
decía
expresamente que:
“El conocido empresario español Gonzalo
Garay de la Riva, ha sido asesinado, de tres
disparos, en un aparcamiento de la ciudad
de San Juan, tras una disputa por un
aparcamiento”
Nos quedamos todos petrificados.
­Eso del aparcamiento, me suena a algo
preparado por sus enemigos, para acabar
con su vida. Este hombre andaba muy mal­
Comentó nuestro amigo
433
- 434 -
Papá estaba estupefacto, pero por
desgracia, salvo que haya un cambio de
vida, en el cual Cristo sea el protagonista,
y se continúe practicando el pecado, hay
una realidad reflejada en el viejo refrán
español:
-“Quien mal anda, mal acaba”
­¡Dios mío!­
exclamó papá, en su
sillón­¡Menos mal, que pude escribirle para
darle testimonio!, la pena es que nunca
sabré si él recibió al Señor como se lo pedí
de todo corazón, al menos me queda el
consuelo de haberlo intentado, y bien sabe
Dios, que me hubiera encantado tener
buenas noticias suyas!­
¡Quien sabe!, por que pudiera ser que
antes
de
ser
asesinado,
leyó
detalladamente la carta, y puede que se
hubiera entregado al
Señor.
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- 435 -
EL AVISO DE DIOS
En casa, hacíamos todas las
tardes oración. Nos acostumbramos a leer
unos párrafos bíblicos y después un rato
de comunión con Dios, todos juntos. El
Señor nos estaba visitando de una manera
muy poderosa, y desde luego no
estábamos libres de problemas, pero
permanecíamos unidos en un solo Espíritu.
Puedo recordar con total nitidez, un hecho
que cambiaría mi vida espiritual, un par
de meses a mi bautismo en el Espíritu
Santo. Nos habíamos reunido a orar un
grupo de personas en una de las
habitaciones de mi casa. Clavé mis rodillas
en el suelo, y entramos en la oración
compartida y comunitaria. Al cabo de
media
hora
de
duración,
sin
interrupciones, entre oraciones, alabanza y
adoración, me encontraba sumamente
tranquilo, en paz con Dios y conmigo
mismo. Fue en un instante, en
un
segundo, en un paréntesis temporal de mi
vida, cuando comienzo a notar algo
realmente maravilloso, la presencia del
Señor se hizo tan palpable en ese
momento, al menos para mi y me imagino
que de la misma forma, para los demás.
Algo estaba pasando en mi cuerpo, y era
consciente de ello, pero seguía orando y
adorando al Señor: ¡Me estaba elevando!,
pero no era mi cuerpo, si no mi alma. Pude
constatar que se estaba separando del
cuerpo, que permanecía arrodillado, y veía
cómo salía de mi mismo, hacia una
inmensa y pacífica luz que Alguien emitía,
lleno de amor. Yo, levantándome, y mi
cuerpo físico allí, sobre el suelo. Solo
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- 436 -
sentía una inconmensurable fuerza de
oración y de alabanza invariable. Pero de
pronto, bajé de manera automática, como
si me introdujera en mi mismo, y abrí los
ojos quedándome por unos segundos,
atónito ante la experiencia que disfruté.
Muy al comienzo de la vida espiritual de mi
padre fuimos observando en su ministerio
cristiano, el don de la profecía. Era un
hombre tan temeroso de Dios, que antes
de emitirla, tenía que estar muy seguro,
buscando en todo momento en la Biblia, y
pidiendo confirmación a través de otros
hermanos conocidos o desconocidos, sin
revelarles nunca a ellos sobre el contenido
del mensaje que el Señor tenía a bien
darle para alguien. Muchas veces, los
mismos pastores, acudían para orar con él
con el fin de buscar soluciones a
problemas que se les planteaban. Nunca
daba una palabra si el Señor no le
autorizaba expresamente a darla.
El 17de Octubre del año 1974, se reunió
conmigo a puerta cerrada en mi
habitación.
Yo
estaba
estudiando
matemáticas, y pidiéndome de manera
expresa que dejara de hacerlo por unos
instantes, le escuché con interés. Puedo
recordar
todo
esto,
por
que
él
acostumbraba a anotarlo todo con fecha
incluida, en un cuaderno especial
de
anotaciones personales. Aconsejable rutina
que recomiendo hacer siempre, por que
ese directorio lo tengo abierto ahora
mismo delante de mi, al escribir estas
líneas. Con su apacible manera de hablar,
me dijo:
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­Hijo, he estado orando por ti ayer por la
noche, y el Señor, ha tenido a bien
enviarme este mensaje para ti. Cuando lo
recibí el corazón me palpitaba con tal
fuerza, por qué era el Espíritu Santo quien
me lo transmitía y dice así:
“¡Varón!, andando firme los pasos de
tu Señor que te ama, y sentirás el peso
del amor. No te quiero incierto ni
quebradizo por que los pequeños te van a
mirar, y van a clavar sus tiernos ojos en
ti, y tu les veras llorar y yo daré
consuelo a tu corazón. Pero también
conocerás la satisfacción de un
cumplimiento. Un remanso de paz
correrá a tus pies. Afirma tus rodillas y
emprende el camino que ya tienes
abierto, y algún día tendrás también
entre tus manos las canas de tus amados
ancianos y su recuerdo en tu corazón
cuando mires a la hembra santa que yo
ya tengo para ti y que te acompañará
en tu peregrinar, y yo te la descubriré a
su hora. Pero, ahora, hijo mío espejo de
amor quiero ver en ti por que faltan dias
largos para ello”
Hay algunas secciones que he eludido por
ser
muy
personales,
pero
fueron
necesarios 30 años, para ver cumplidas
algunas de las promesas aquí reflejadas,
otras aún están por verificarse. Yo sabía
desde siempre que mis ancianos padres,
437
- 438 -
estarían a mi lado hasta el final de sus
días, algo que ha sido muy incomprendido
por algunos miembros de mi cercana
familia, y por conocidos. En los últimos
años tanto los de mi padre como los de mi
madre, algunos me insistían que sería
mejor para mí, dejarlos en una residencia
de ancianos. Ni ellos querían, ni mujer ni
yo. Yo me quedé al cuidado de mis
progenitores y se hizo realidad el
cumplimiento de esa profecía, por que fue
la promesa de Dios la que se hizo real. He
tenido el placer de acariciar las canas de
mis padres, no una si no muchas veces.
Papá falleció en el hospital, pero quien
estaba día a día, con él, incluso mucho
mas que en mi propia casa era yo.
Después de su muerte, mamá dejó su
casa, y nosotros la nuestra, para vivir
juntos. Siempre he estado a su lado, día y
noche, en los malos y en los buenos
momentos, con la ayuda inestimable de
Milagros, mi sacrificada
y abnegada
esposa.
“Aquellos años, el triunfo de la fe” es
precisamente
el
resultado
de
los
“recuerdos en tu corazón” que el Señor me
profetizó aquel ya lejano 17 de Octubre de
1974, siendo la “hembra santa”, mi
esposa, quien me está acompañando en
circunstancias difíciles, y que el Señor me
la mostró en 1989. ¿Quiénes son esos
“pequeños”, que dice la palabra?, mis dos
hijos, sin duda. Cuando papá estaba
ingresado en Granada al objeto de ser
operado a vida o muerte, me acordaba
muchas veces de esa promesa que Dios
me hizo en ese distante día. Así mismo
hay menores en riesgo social con los que
trato. Ellos, según sus padres, me tienen
como su mejor amigo.
438
- 439 -
LOS JUBILADOS DE “LA UNION Y EL FÉNIX
ESPAÑOL”.
La empresa en la cual trabajó
papá durante tantos años, era en esos
años una de las mas prestigiosas en el
sector del Seguro y Reaseguro. Gracias a
la labor paciente de miles de sus
empleados, extendidos por todo el pais,
había logrado alcanzar el primer puesto en
su campo de trabajo. El edificio “Fénix”,
bellísimo por su arquitectura clásica , y
coronado por una significativa estatua de
estilo griego que representaba a un
mancebo desnudo sentado sobre un águila
voladora y situado en pleno centro de
Madrid, en la madrileña calle de Alcalá, se
levanta, con el orgullo de ser una gran
empresa. Cuando yo era niño, en alguna
ocasión solía acompañar a mamá, por las
tardes, al centro de Madrid, para ver a mi
padre trabajando en el interior de ese
edificio, hasta muy avanzada la tarde. Me
gustaba caminar por esa calle, en los días
invernales,
cuando
la
lluvia
caía,
acariciando las fachadas y dando al asfalto
un brillo semejante al espejo, en donde
las luce de los faros de los
escasos
automóviles se reflejaban rutilantes. Las
cercanas salas de Cine, anunciaban
fantásticas películas del Oeste Americano,
ó productos cinematográficos españoles
cargados de sentimentalismo religioso,
siempre precedidos por los documentales
franquistas del No­Do, que los niños
veíamos a codazo limpio, para contemplar
las grandilocuencias del Régimen de
Franco, ó para ver al proclamado
“Generalísimo”, inaugurando pantanos y
mas pantanos. Ir al centro, para saludar a
papá era cambiar de ambiente, pues
439
- 440 -
teníamos
que
usar
los
transportes
públicos, el autobús, de la línea 17, o el
metro. Suponía, incluso, poder merendar
con cualquier pastelito de nata en los
comercios de esa importante zona
madrileña.
Era
un
placer
infantil
plenamente satisfecho en mi, acercarme al
despacho en donde papá realizaba su
cansina labor de selección y clasificación
documental. La añeja mesa de madera,
repleta de papeles indescifrables para mí,
dominada por la máquina de escribir de
nombre inglés, que después fue sustituida
por la Hispano­Olivetti, de inmejorable
factura, atesoraba tesoros que deseaba
descubrir a toda costa abriendo sus
cajones. En cuanto veía a mi padre, me
olvidaba de él para buscar y rebuscar en
esos interiores inconfesables, pues allí me
encontraba de todo, hasta alguna cuchara
de la casa. Comenzaba a sacar uno por
uno todos los extraños objetos que
encontraba, artículos de oficina en su
mayoría, como grapas usadas, máquinas
grapadoras de todos los tamaños, clips
retorcidos, lápices de diferentes tamaños,
sacapuntas,
bolígrafos
gastados,
y
papeles, muchos papeles, pequeños,
medianos
y
grandes.....Todo
aquello
conformaba un universo imaginario para
mi,
y
excitaba
mi
pensamiento.
Rápidamente
convertía
todos
esos
artilugios en un ejército extraplanetario
invasor, dándoles vida. Aquello me parecía
normal, pero ¿qué hacían las cucharas
abandonadas al final del cajón?, en ese
lugar que mano humana nunca llega, y en
donde se amontonan el polvo, restos
desconocidos, virutas de lápiz, ¡incluso
miguitas endurecidas de
un pan de
bocadillo! Yo tenía la respuesta, por que de
vez en cuando, me gustaba hacer bromas
con el paciente de mi padre. Cuando se iba
440
- 441 -
al trabajo, algunas veces, llevaba una
cartera de cuero, como la que yo usaba
para ir al colegio, para trasportar
documentos, que solía traer de la oficina, a
fin de finalizarlos en casa. Sin que él lo
supiera, yo tenía una estúpida costumbre:
introducirle
tenedores,
cucharas
y
cucharillas de la cocina, solo
para
imaginarme la cara que pondría al
encontrarse con ellas. Su lugar de trabajo
me resultaba un tanto lúgubre, triste,
monótono. Siempre, los mismos papeles,
las mismas luces mortecinas, los mismos
rostros, las mismas conversaciones, y las
mismas tonterías que sus compañeros me
decían cuando me veían para congraciarse
conmigo, con mi padre, con mi madre, o
no sé con quien. De vez en cuando papá
me contaba anécdotas que le sucedían en
el trabajo, como esa vez, que al salir del
servicio, resbaló no se sabe con qué cosa
del suelo, deslizándose unos metros, como
si hiciera patinaje artístico, y como
intentaba
por
todos
los
medios,
mantenerse de pié fue dando tumbos,
sujetándose a todo lo que encontraba por
el camino, de forma instintiva. Su cuerpo
fue a parar de forma estrepitosa contra un
archivo metálico causando un gran ruido.
No se había hecho ningún daño, pero tenía
una duda: ¿Qué hacía un sobre cerrado en
su mano, con un documento que no era
suyo?, ni idea. Totalmente desconocido, así
que lo guardó. Pocos momentos después,
sentado ya delante de su máquina de
escribir, observaba cómo un compañero
suyo, dos mesas más adelante, buscaba
por todos los sitios algo.
­¡Gállego!¿Qué buscas?­
­Un documento, dentro de un sobre. Debo
haberlo perdido, pues hace un instante
441
- 442 -
estaba de pie, cuando de pronto lo he
extraviado, Eduardo­
Papá, miró el misterioso sobre.
­¿Es este, Gállego?­ Le preguntó.
­¡Ese es! ¿por qué lo tienes tú? ¿qué hace en
tu mesa?­
­Es largo de contar, tómalo, no sé por que lo
tengo, no me lo explico, pues de pronto,
cuando antes me resbalé, me dí cuenta que
lo tenía en mi mano, ¿cómo ha llegado a
mi?, ¡Chico, no tengo ni idea!­
­Ya me doy cuenta, Eduardo, ya, pues me
he cruzado contigo, y sin darme cuenta yo,
justo en el momento que dejé el sobre
encima del archivo, pasaste tu a toda
velocidad y de allí desapareció. Eduardo,
uno se sujeta a un mueble, una cortina,
pero....¿ a un simple, sobre de correos?­
­La verdad es que no me he dado cuenta, si
te lo puedes creer, créetelo, amigo­
Esa generación de amigos, dedicó lo mejor
de su vida al trabajo anquilosado, tedioso
y aburrido de una oficina por muy
prestigiosa
que
fuera
la
empresa
propietaria. El horario era en realidad por
la mañana, desde la ocho hasta las tres
del medio dia, pero muchas veces se
tenían que quedar hasta las nueve de la
noche, realizando
las odiosas horas
extraordinarias. Esos empleados fueron en
realidad la columna y el sostén de la
Empresa, en años de penuria, de escasez,
de carencia de estímulos laborales. Todos
ellos pusieron lo mejor de sus vidas en una
poltrona total, absoluta, entre millares de
folios, archivos, impresos, sobres, seguros,
reaseguros, sellos de caucho, tintas,
442
- 443 -
bolígrafos, grapas, y periódicos. Con el
paso de los años, el país fue cambiando, y
la ciudad, y la empresa y ellos. Todos. La
empresa fue la fusión de dos, una de ellas
llamada “La Unión”, cuyo símbolo era ese
perfecto mancebo griego desnudo, que
levantando la mano derecha nos saludaba
a todos, y “El Fénix”, representado por el
Ave Fénix, un ser mitológico griego que
resucitaba de las cenizas, y que emprendía
vuelo. Al igual que el pajarito en cuestión,
que abriendo sus alas parecía que por fin
iba a levantar vuelo, la Empresa por fín
comenzó a volar, convirtiéndose en los
años sesenta en una de las mejores de su
campo social. El “Fénix” llegó a ser lo que
era en esos años, gracias a la generación
de mi padre, que tras la Guerra Civil, se
cuadricularon mentalmente en ella durante
más de veinte años. Y llegó la jubilación
para buena parte de ellos. Papá ya la había
conseguido por enfermedad, y gozaba de
todos sus derechos, pero su corazón
cristiano, no podía permitir que algunos de
sus compañeros, jubilados antes que él,
cobraran una misérrima pensión, viviendo
en condiciones muy modestas y humildes.
Algunos ya enfermos, y olvidados por los
demás. Tras años de teclear y teclear en
las viejas máquinas de escribir, hundidos
sus cabezas en montañas de papeles,
iluminados por arcanos focos de luz, ahora
nadie pensaba en ellos.
Sería el año 1974. Habíamos salido de un
precioso culto en la Iglesia Evangélica de
la calle Calatrava. Alberto predicó un
vibrante mensaje. En casa, a la hora de la
comida, mamá notaba que mi padre
estaba pensativo.
443
- 444 -
­Eduardo, ¿Qué te pasa? ¿En qué piensas?­
­Lolita, estoy muy preocupado por todos mis
compañeros jubilados, he visto esta mañana a
algunos de ellos, y no me gusta como han
quedado, por que han dado su vida por la
empresa y me parece muy injusto que ahora
nadie se acuerde de ellos. El Fénix es hoy lo
que es, gracias a ellos. Están enfermos,
deprimidos; algunos de ellos, tienen unas
pensiones muy pequeñas. Lola, ¡ voy a hacer
algo por ellos!, ¡voy a orar!.­
­Pero, ¿tú qué puedes hacer?, estas solo y
jubilado por enfermedad. Madrid, es muy
grande y vas a perder mucho tiempo con
ellos, es una lucha grande­ Reflexionaba
mamá.
­Lola, ¿No dice el Señor: clama a mi y yo te
responderé?, pues voy a poner a trabajar mi
fé en este tema, y voy a conseguir que la
Dirección General de la empresa haga algo
por los jubilados. Tengo que trabajar por los
intereses personales de mis compañeros, y
no estoy solo, por que el Señor está
conmigo.­ Afirmó mi padre con claridad y
seguridad.
En ese momento, trazó un plan de trabajo,
en el que emplearía varios meses de viajes
por toda la ciudad, visitando, a todos y
cada uno de los antiguos compañeros,
escuchándoles, compartiendo con ellos,
amistad, y buen consejo, compartiéndoles
a muchos su fe en Cristo, regalando
Biblias, y libros cristianos, orando por
algunos, acompañándoles en momentos
difíciles. Entrevistándose una y otra vez
con el Director General, Sr. Junquera, con
quien hizo una duradera amistad, y con
quien obsequió una preciosa Biblia
dedicada. Escribiendo al Presidente del
444
- 445 -
Consejo
de
Administración
de
la
Compañía, Sr. Don Eduardo Carriles, y con
altos cargos intermedios, hasta conseguir
un compromiso de reconocimiento público
para y por los jubilados. Se había
empeñado por pura solidaridad con sus
compañeros, amigos o no. Buena parte de
ese año se fue en todo tipo de visitas, de
llamadas telefónicas, de gestiones, algunas
muy desalentadoras, otras difíciles, y unas
pocas muy animadoras. Hubo, entre los
jubilados, quienes le criticaron, otros le
apoyaban pero la mayoría no hacían nada.
El, había llevado este tema a la oración, y
sabía por fe que nada ni nadie, iba a
impedir que se cumpliera lo que el creía
que era la Voluntad de Dios. La oposición
era grande, pero su amor por la justicia
era aun más.
Tiempo después de la ardua pero paciente
labor, en un momento de gran desaliento
personal, después de orar, recibió una
carta procedente de la Dirección General
de la Compañía, en donde se le informaba
que tanto el Presidente del Consejo de
Administración y la Dirección General,
habían decidido hacer un Homenaje
Público, en el Salón de Actos de la
empresa, con todos los jubilados del Fénix,
mas de un millar.
Llegó el día señalado. Mi padre, orgulloso
de lo conseguido, antes de ir con su mejor
traje a las dependencias de la Empresa, se
encerró un instante, para darle gracias al
Señor, muy emocionado, pues no pensaba
en él, sino en ese amplio número de
compañeros y compañeras que habían
compartido el mismo espacio laboral
durante
dos
decenios,
compartiendo
alegrías y penas, momentos, felices y
445
- 446 -
tristes, hambre y cierta abundancia. A su
mente acudieron nombres de aquellos que
ya no estaban en este mundo, con los que
había hecho profunda amistad. La mirada
de los enfermos y solitarios que aun
vivían, atrincherados en sus recuerdos y
soledades, en modestas casitas del
extrarradio madrileño. Lloraba y oraba por
todos ellos. Les había llevado consuelo, y
orado por ellos. Por fin lo consiguió. Le
hubiera gustado que a todos ellos le
hubieran aumentado la pensión, pero eso
ya no estaba en su mano, pero al menos
un reconocimiento, algo que les hiciera
sentirse que su labor no había sido inútil,
que no había caído en saco roto, que la
empresa por al que lucharon se acordaba
de ellos, aunque solo fuera en un
Homenaje, pero algo era algo.
El Salón de actos estaba lleno de gente,
todos, hombres trajeados y mujeres
ataviadas con sus mejores joyas y
bisuterías. En la gran, frente al Auditorio
del Salón, estaba la larga mesa, con todos
los miembros al completo de la Dirección
General y el Consejo de Administración. La
prensa y los medios de comunicación de la
época, deambulaban por allí: cámaras de
TV,
micrófonos de radio, y numerosos
periodistas de la prensa escrita, tanto del
órgano oficial del Fénix, como de la
prensa pública. Llegó el momento de los
discursos. Hablaron los Altos Cargos, la
emoción embargaba el ambiente. Llegó el
instante
del discurso por parte de los
jubilados, y muchos esperaban que fuera
mi padre el encargado, pero para sorpresa
de muchos, se levantó un jubilado casi
desconocido,
para dar el discurso de
agradecimiento hacia la empresa. Papá
había decidido retirarse, y dejar que otros
se llevaran la gloria humana, el solo quería
446
- 447 -
sentir la de Dios, y así fue. Era mucha
casoalidad, ese portavoz había sido uno de
los que menos hizo por
ellos. Sin
embargo, cuando el Sr. Carriles, llamó uno
por uno a todos los jubilados, para
entregarles una medalla especialmente
diseñada para la ocasión, con diamantes,
al mencionar el nombre completo de mi
padre, ante el auditorio, un aplauso
general llenó el ambiente. Con una gran
sonrisa
compartida
entre
los
dos
“Eduardos”, el presidente y el jubilado, se
dieron un fuerte apretón de manos,
mientras el primero le susurraba entre
labios:
­Es para mí un gran honor, Santos,
estrecharle su mano, es usted un gran
hombre y un excelente cristiano, la
Compañía le agradece todo cuanto usted
ha hecho como miembro de la misma, y lo
que está haciendo por sus compañeros. Esta
medalla, que le entrego personalmente, no
es suficiente para agradecerle lo que ha
hecho.­
Papá, muy emocionado, por la importancia
del momento, recibió con cariño la
medalla, que yo he heredado, como hijo, y
que conservo como testimonio de lo que
tiene que ser el trabajo por la fe en Dios.
­Muchas gracias, Sr., Carriles, muchas
gracias, y que Dios le bendiga, por que me
costa que es usted una excelente persona y
un gran Presidente del Consejo, es un honor
para
mi­Contestaría,mi
padre,
con
caballerosidad y sentimiento.
­No, Eduardo, el honor es mío poder
estrecharle la mano. En nombre del Consejo
de Administración y de la Dirección General
447
- 448 -
de la Unión y el Fénix Español, muchas
gracias, y nuestro reconocimiento personal­
Regresando a su asiento,
sonreía con
orgullo sano, mientras acariciaba la
medalla, con el honor bien alto, con la
seguridad de haber conseguido algo y de
alcanzar la meta por la cual había luchado
tanto tiempo. Y con la certeza de que ese
éxito le serviría para elevar nuestra moral,
la de sus hijos. Mirando a sus compañeros
jubilados, en el fondo del corazón se la
dedicaba a ellos. No quería honores, ni
reconocimientos, ni publicidad. Podría
haber
alcanzado
metas
humanas,
reconocimientos sociales en el colectivo de
los jubilados de su empresa, pero
desestimó todo eso. Esa labor que la
hicieran otros, el no. El solo pensaba en
su esposa e hijos, y en los amigos. Así
había podido cumplir la Voluntad de Dios,
pues esa labor, le llevó meses de oración,
ayunos y vigilias, por que no se trataba
solo de conseguir un reconocimiento
empresarial hacia los trabajadores, sino
algo mas que todo eso, el hecho de
llevarles a muchos de ellos, la Biblia, el
consejo y consuelo divino, el compartir con
ellos el Mensaje divino de Cristo,
contándoles todo lo que Dios había hecho
con él, sin buscar ningún proselitismo
denominacional.
Muchas
biblias
han
quedado esparcidas por esos hogares
humildes, y quien sabe, si la sola lectura
ha sido el inicio de cambios en la vida de
los lectores. Era su manera y forma de
evangelizar, de una manera personal,
compartida, por puro amor y solidaridad,
respetuosa con la iglesia a la que
perteneciera la persona evangelizada por
el. No predicaba a una denominación, sino
a Cristo. Siempre extendió una mano
amiga a quien se la pedía. Sabía sentarse
448
- 449 -
en la cocina, como uno más, cuando
llegaba
a
casa
de
algún
antiguo
compañero de trabajo, en un rincón, para
allí con el alma abierta charlar largo rato
de las trivialidades de la vida. AL terminar
la conversación les regalaba alguna Biblia
ó Nuevo Testamento, siempre firmado y
dedicado, que todos le aceptaban de buen
grado, incluso los más reticentes y ateos,
por su bien hacer las cosas. Rubricaba sus
visitas con un apretón de manos, un
abrazo, acompañándolos de palabras de
ánimo.
EL
MILAGRO
UNIVERSITARIA
DE
LA
MATRICULA
En aquel día de primavera
madrileña, el sol brillaba con esplendor,
aunque la mañana se habría levantado un
poco fresquita, pero si hay un recuerdo
especialmente entrañable para mi, era el
despertarme con el graznido de las
golondrinas en las primeras horas de la
mañana, por que tenían sus nidos justo en
mi balcón. Una delicia personal consistía
en pasear por el Templo egipcio de de
Debob, situado muy cerca de la popular
Plaza de España, regalo del gobierno
egipcio al español, por haber colaborado
éste último en los rescates de los templos
faraónicos a causa de la Presa de Asuán,
en Egipto. Muy cerca de allí se elevan las
dos torres, que en esos años han
caracterizado a la capital: El Edificio
España, y la Torre Madrid, pobre emulación
de los gigantes de ladrillo neoyorquinos,
pero para nosotros, los niños de ese
Madrid de los años 60, soberbias
construcciones que definían el desarrollo
449
- 450 -
de la capital
española.
Desde allí,
ascendía hasta mi barrio, por la estrecha
calle de Amaniel. Llegué a casa, satisfecho
por ese paseo, por que incluso me había
detenido en las fachadas de las librerías de
libros viejos y antiguos, verdadera pasión
personal y afición que nunca he dejado.
Papá, estaba sentado en la butaca
principal, tomando una taza de café con
mi madre, conversando de los temas del
día a los que yo ya estaba acostumbrado.
­Mal asunto, Lola, mal asunto­ Decía con
dudas­Luis Alberto Irizarry Reyes y su amiga
Mildred,
lo tienen muy difícil, y muy
complejo. Casi no
tienen dinero, han
venido desde Puerto Rico a España para
matricularse, y están fuera de plazo de
matrícula. Van a tener que volverse a Puerto
Rico­
­No son ricos, son gente sencilla, Eduardo,
¿no hay forma que se puedan matricular en
España?, se han venido a nuestro país, por
que allí, en Puerto Rico, les engañaron
diciéndoles que aquí había plaza para
estudiar, y al llegar
a la facultad de
Zaragoza, se han encontrado que no es así,
y ahora no saben qué hacer­ Reflexionaba
con preocupación mamá.
Esa tarde, yo no tenía nada que hacer, y
me quedé mirando la aburrida Televisión.
No conocía a ese tal Irizarry. Su apellido
me
sonaba
fuertemente
vasco.
Bostezando, contemplaba un absurdo
anuncio
televisivo, como toda la
publicidad. Mi tedio diario fue interrumpido
de forma brusca por el timbre de la puerta
principal.
450
- 451 -
­Buenas tardes, ¿es la casa de Don Eduardo
Santos Elola?­ me saludaría un risueño
jovencito borícua, acompañado por una
señorita rubia y de ojos azules, que
respondía al nombre de Mildred.
­¡Si! Aquí es­ Respondí
dejándoles pasar.
cansinamente,
­¡Hombre!, ¡Luis Alberto!,¡Bienvenidos los
dos!­ exclamaba mi padre al verlos entrar.
Tras la presentación de rigor, mamá les
preparaba un café. Todos nos sentamos, y
pronto nos vimos enfrascados en una de
esas dinámicas conversaciones a las que
ya estaba acostumbrado. Luis, comenzó a
hablar,
exponiendo
las
enormes
dificultades con las que se estaba
encontrando para matricularse en nuestro
país, sin dinero, sin ropa, y con el ánimo
por los suelos. A Mildred le sucedía lo
mismo. Mi padre era su última posibilidad.
Habría que añadir otro hecho, papá estaba
retirándose de toda esa labor hecha con
anterioridad,
pero
como
profundo
conocedor de esos trámites sabía que las
posibilidades de matriculación para ambos
jóvenes eran muy escasas o inexistentes.
Hablando, y hablando, descubrimos, que
al menos, Luis, compartía la misma fe
cristiana. Rápidamente la conversación se
desvió a otros temas importantes,
compartiendo nuestros testimonios. La
pareja, nos compartieron sus temores de
fracaso para matricularse. Habían estado
en Zaragoza, y tuvieron que regresar a
Madrid,
completamente decepcionados
con el ánimo por los suelos. Solo tenían
unos cuantos dólares para pagar lo que les
quedaba de pensión y para el retorno en
avión a su país. Dios pensaba de manera
451
- 452 -
distinta. Tras relatarnos su situación, Luis,
dio un giro inesperado a su relato:
­El caso, Don Eduardo, es que me ha
pasado algo curioso, pues antes de venir a
su casa, hemos estado Mildred y yo
caminando, por la calle, y Dios me ha dado
un raudal enorme de oración en lenguas del
Espíritu, en plena calle. Yo no sé qué era lo
que estaba pasando, pero no podía
pararlas, justo antes de venir a hablar con
ustedes. Don Eduardo, he de volver a Puerto
Rico, pero ¿qué hago?­
Papá, mirándole fijamente, le dijo:
­Luis, regresa a Zaragoza, y sigue insistiendo,
aunque te quedes sin dinero, intenta entrar
en la Universidad como puedas. Por mi
parte, yo haré todo tipo de gestiones ante el
Ministerio de Educación, vamos a ver qué
es lo que sucede­
­Pero Don Eduardo, me queda poco dinero,
y si ahora no lo conseguimos debemos
regresar. No puedo quedarme­
­Tu regresa, Alberto, y tu también Mildred,
por que vamos a poner este asunto en
Manos de Dios.­
Ya tranquilos, seguimos hablando toda esa
tarde, y de nuevo el diálogo se fue por los
caminos del Señor. Todos, al final, del
mismo, nos levantamos para orar un poco.
En ese preciso instante, Luis puso sus
manos sobre mi cabeza, sin yo esperarlo, y
allí mismo, surgió de sus labios un torrente
de palabras proféticas hacia mi persona:
­¡Así te dice el Señor!: Hijo mio, tu me vas a
servir, y vas a predicar mi evangelio,
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- 453 -
sígueme, pero muchos de mis siervos
intentarán
entorpeceder,
y
pondrán
dificultades en tu vida, pero ¡tú sígueme a
mí!...¡Así dice el Señor!”.
Me quedé estupefacto. Conocía muchas
profecías, eran para mi ya algo común,
pero era la primera vez que una palabra
tan clara y diáfana estaba dirigida a mi.
Luis y Mildred regresaron a Zaragoza, con
mejores ánimos. Sin embargo un mes
después, en casa se recibía esta
respuesta:
­Queridos Don Eduardo y Doña Lola:
Debido a los inconvenientes que se me han
presentado, en relación con la matrícula, he
vuelto a molestarlo sin desearlo, pues se
que tiene muchas ocupaciones, pero el
Señor me ha movido para hacerlo
nuevamente.
Nosotros hemos ido a la Facultad pero nos
dicen que es necesario que el Ministerio nos
mande una orden, la cual autorice, que yo
pueda matricularme. De otra forma, la
Facultad no lo va a permitir. Tiene que ser
antes del
día 30. Como verá la cosa
parece casi imposible, pero si el Señor ha
dicho que esto saldrá para adelante,
oramos por sus esfuerzos, pues Él está con
cada uno de sus hijos y no nos
desamparará. Seguiremos orando por
ustedes, pues sé que son instrumentos del
Señor.
Él ha puesto en mi corazón el
mandarles una ofrenda, sus hermanos en
Cristo:
Luis y Mildred
25 de Abril de 1974”
453
- 454 -
No quedaba tiempo, y mi padre asumió
toda la responsabilidad de ese caso para
ayudar a estos dos jóvenes. ¿Qué podría
hacer?, no había tiempo. Se empleó a
fondo, pero las gestiones telefónicas con
altos cargos del Ministerio de Educación,
estaban siendo infructuosas. No había
ninguna otra posibilidad excepto la
oración. Esa noche, el Señor le dijo a mi
padre:
-“¡Habla con Martinez!”­
­¿Martinez?,¿qué Martinez?­ Pensaba mi
padre con dudas­ En España los hay a miles,
Señor, ¿ cómo quieres que vaya al Ministerio
y pregunte nada mas entrar por el Sr.
Martinez?¿cuántos me van a contestar a la
vez?­
-¡Habla con Martinez!­Insistía el Señor.
­Pero Señor, ¿Quién es ese Martinez?...¡YA
SÉ!.....¡El ministro de Educación: ¡Cruz
Martinez­Esteruelas!, ¡él es!­ Con esa rápida
seguridad, se sentó delante de la máquina
de escribir sin perder un solo minuto,
detallándole el caso de Luis, y solicitando
su intervención en el caso. Fecha de la
carta, 27 de Abril de 1.974. La carta fue
entregada directamente por mi padre en el
mismo despacho de la secretaría del
Ministro. La respuesta no se hizo esperar.
En el mismo día 30 Luis y Mildred fueron
aceptados en la Facultad de Zaragoza.
¡Caso resuelto!.
454
- 455 -
LA PALABRA PROFETICA
Papá
motivado
por
la
bendición del Espíritu, estaba orando una
noche. Podría ser a lo largo del mes de
Febrero del 73. Sintió necesidad de
escribir en su máquina una palabra que
estaba llegando a su corazón como un
manantial de agua. No podía ni quería
evitar hacerlo, así que de forma decidida y
segura, dejó impresa en un folio un
mensaje que Dios le estaba dando, parecía
incluso que le inconvenía el dejarlo para
después, tuvo que hacerlo en ese instante.
Dejó los problemas de
ese día para
destinar todo su esfuerzo, en la escritura
que el Señor le demandaba hacer en ese
preciso instante. Un débil rayo de luz solar
atravesaba la contraventana metálica, y se
detenía en la misma hoja blanca
introducida en la máquina de escribir; las
partículas del polvillo flotante de la
habitación, iluminado por la luz, parecían
bailar al son del sonido del teclado de su
máquina. En la quietud del atardecer, las
palabras fueron tomando cuerpo, mientras
que de sus caían lágrimas de amor, y de
reverencia hacia el Señor, su cuerpo
temblaba pues sentía estar lleno de la
Presencia del Espíritu Santo. Sabía lo que
estaba recibiendo: era una profecía. Hacía
muy poco tiempo, ni el mes siquiera, que
Dios le había bendecido con el Bautismo
del Espíritu Santo, y ya estaba siendo
usado como un canal abierto del Señor.
He de decir que hay algunas partes de esta
profecía que he obviado a propósito, por
que
son
sumamente
personales
y
familiares, pero que sin embargo he
respetado el texto
íntegro del resto
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- 456 -
profético,
nada.
punto por coma. Sin añadir
“Oye lo que te voy a decir: No tengas
temor alguno, firme ante la fe, sigue
amando a tu Señor. Tu casa será
consagrada con la oración. Debéis
siempre estar en oración. Yo velo por tu
casa y los tuyos. Yo te amo y el diablo
nunca podrá derrotarte. Yo te he
tocado en el corazón, nunca olvides el
amor a los tuyos, precisan de tu guía. Yo
te conduciré por derroteros
insospechados y el amor será siempre tu
camino. Mis caminos son pidiéndote
oración y amor a los demás. Tu casa es
bendecida y debes permanecer en
constante oración, pues te tengo un
destino. La humanidad vive unos
momentos muy dolorosos y los hogares
están siendo hollados por la huella del
diablo por no guardar mis
mandamientos”. He decir, que de forma
inmediata, cotejó el mensaje con la Biblia,
y bajo el consejo de nuestros amigos
pastores probados. “Yo te amo y nunca te
dejaré. Limpiaré toda simiente mala y
purificaré tu casa. Ora y no me
abandones, no te dejes llevar por el
diablo. Yo proveeré y tendrás siempre
hogar santificado. Perfecciónate en el
bien y no te salgas de mi camino. Yo
estoy en tu casa. Santificarse es muy
hermoso y yo os santificaré a todos. Ya
te daré momento para tu misión. Tu
destino está en mis manos. Gime y llora
cuando lo desees y ora. Ama aun más, a
tu esposa, a la cual yo atenderé y le daré
dones para fortalecerla en el amor y la
456
- 457 -
fé. No trazeis planes para un futuro que
solo me pertenece a mi.”
Esta iba a ser la primera palabra que
recibiría, aunque él había recogido ya
algunas, pero la que aquí está redactada,
por su importancia, y su carácter, era
destinada a marcar el comienzo de todo un
ministerio espiritual, de por vida, hasta su
muerte. Era pues, la vía de tren por la
que circulará todo el ferrocarril de su vida.
El decidirá hacer de la oración el centro de
su vida hasta su muerte. A la luz de la
frase que dice: “Ya te daré el momento
para tu misión”, se podría pensar que
papá se hizo misionero o pastor, y que se
fue a trabajar al Tercer Mundo, no es así.
En su caso, ha sido un misionero interior,
en donde ha ido ha dado testimonio, y ha
abierto obra. No tendrían que pasar
muchos años, para ver cómo esa palabra
profética se cumplió plenamente, hasta el
día de su muerte. Huelva, Málaga, Almería,
Madrid, y en donde estuviere presente,
son lugares en los que
quedaron la
impronta de un siervo de Dios, que sin
destacar en nada, sin tener títulos
acreditativos, sin cargos en las iglesias, sin
haber
pasado
por
el
seminario
preparatorio, el fue un hombre aprobado
por Dios, para realizar su obra. Como se
verá los hechos relatados darán la razón a
la profecía. Cuando viajábamos por los
pueblos, y nos deteníamos para descansar
y contemplar la naturaleza, o los
monumentos, se sentaba en el bar, para
tomar un café y leer la prensa local, o para
hablar con cualquier persona que estuviera
por allí, solía ser el momento para dar
algún testimonio. Allí empezaba todo. Fue
instrumento usado no solamente para
pequeños laboreos de Dios, sino así mismo
para otros muy grandes. Era obvio su
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- 458 -
rechazo al deseo de destacar en la iglesia
Evangélica, nunca se sentaba delante de
todos, sino con todos. Amaba pasar
desapercibido, aunque no podía hacerlo,
dada su altura física, y su elegante porte
en el vestir. La profecía decía que: “Yo
velo por ti, y el diablo nunca podrá
derrotarte”. Así sería pues en varias
ocasiones, en la soledad de la noche,
surgirían
terribles
situaciones,
escalofriantes, destinadas a destruirlo,
pero
como
un
auténtico
valiente,
fuertemente enganchado a la fé, se batiría
en lucha contra las fuerzas del mal, hasta
vencerlas en el Nombre de Jesús.
No mucho tiempo después, papá se
encontraba orando en casa. Mis hermanos
y yo, todos en la calle, cada uno en sus
estudios o en sus quehaceres. Le
acompañaba solamente mi madre, quien
en ese momento, se encontraba realizando
las normales faenas de la casa. Estaban
solos en la casa, cuando sucedería algo,
que si bien en ese momento les sería
extraño, después volvería a repetirse a lo
largo de la vida. Estaba escribiendo unos
documentos, cuando necesitó orar, sin
saber por qué. Encerrándose en la
habitación, comenzó a interceder por todos
y cada un miembro de la familia. Mamá,
sabía que papá andaba por casa, pero no
sabía qué era lo que estaba haciendo en
ese instante. La vivienda era muy grande y
espaciosa, con un pasillo central largo y
amplio. Todas las puertas que daban
acceso al mismo, estaban cerradas en ese
minuto. Ella salía de la cocina, en donde
habíamos instalado la lavadora, con algo
de ropa en el brazo, para tenderla, un
pantalón. En el preciso instante en el que
se disponía a abrir el portón del comedor
central, notó, vió y sintió como alguien
458
- 459 -
sujetaba la prenda, de muy mala manera,
provocando que ella misma se tambaleara.
Pensó que se trataba de una broma de
papá.
­¡Eduardo!, ¿Qué estás haciendo?,¡que me
vas a hacer caer al suelo?,¡suelta el
pantalón!­
No hubo respuesta alguna. Se dio cuenta,
que allí no había nadie. Pudo comprobar
que la prenda no se había enganchado
accidentalmente con nada, y no tropezó
con ningún otro objeto, y que éstas se
había movido sola de una manera un tanto
extraña.
­¿Quién está aquí?, ¡Eduardo!¿eres tu?­
preguntó y sintiendo temor, Lola, hizo una
oración:­¡Padre, en el Nombre de Jesús!,
¡apartame de todo mal,Señor!­
Después de extender al sol la ropa recien
lavada, papá y mamá se encontraron en la
cocina. Ellá le contó con todo detalle lo que
le
había
sucedido,
obteniendo
una
respuesta por él mismo:
­ Precisamente, tu sabes, Lola, que yo
estaba escribiendo en mi despacho una
carta, cuando sentí de pronto la necesidad
urgente de orar, como si el Señor, me
estuviera dando una orden, y en un
momento determinado el Espíritu Santo me
dio fuerzas para reprender en el Nombre de
Jesús a todo mal que nos estuviera
rodeando. ¡Sentí una gran fuerza y un
enorme poder!­
­Ha sido justo en el momento, Eduardo, en el
que eso me ha sucedido en el pasillo­
459
- 460 -
-¡Gloria a Dios!­Exclamó él­por que lo que
fuera¡ ha sido expulsado por el Señor!­
EL NÚMERO 12 DE LA CALLE GALILEO.
La adolescencia es una época
de efervescencia natural en todos los seres
humanos. Son años de búsqueda
e
identificación de la propia personalidad,
buscando la diferenciación de los padres y
su autoafirmación constante frente a lo
establecido, a lo que se considera rígido, a
lo inamovible. Son años de contestación
social. Para mi, al igual que para otros
tantos de mi edad, y mayores que yo,
significaron
ansias
de
cambio,
de
transformación. Vivíamos en un régimen
social y político que se estaba asfixiando,
dirigido por un anciano que cada dos por
tres entraba y salía del Hospital, y al que
se le mantenía en el poder a toda costa,
por parte del Gobierno y del Estado por
puro interés continuista. La sociedad
clamaba por las calles y las presiones
desde el extranjero eran constantes. El
Gobierno de España, rodeado de huelgas y
manifestaciones de obreros y estudiantes
universitarios, se mantenía a duras penas,
recurriendo cada vez más a la represión
policial, y demostrando el verdadero rostro
del franquismo. Yo, aun siendo muy joven,
casi
un niño comenzaba a tener mis
propias ideas, extraídas del seno de mi
familia.
Mis
padres,
aunque
antifranquistas,
eran
políticamente
moderados. No se simpatizaba con el
comunismo. Poco a poco fui formándome
en mis propios ideales de lucha contra la
injusticia social. Recuerdo que estaba en la
cocina de mi casa, y pensando en lo que
vivía a diario en ese barrio estudiantil de
Argüelles,
con tantas huelgas y
manifestaciones pidiendo la llegada de la
460
- 461 -
democracia, decidí que en el futuro haría
todo lo posible para cambiar las injusticias
sociales, y que en la medida de mis
posibilidades, estaría siempre con los mas
necesitados, que había que hacer una
revolución, pero sin tragedias humanas, ni
muertos. Me propuse revelarme contra
todo tipo de opresiones en los pueblos.
Aprendí que lo importante eran las
personas y sus derechos y deberes. Había
oído algo del anarquismo, y lo rechacé, me
informé sobre el comunismo, y lo rechacé,
y así sucesivamente, fui formando mi
mente, de igual manera hice lo mismo con
el fascismo. Han pasado los años, todo ha
cambiado, algunas cosas que entonces
eran injustas, siguen siéndolo hoy, por que
me he dado cuenta, que ni siquiera los
cambios políticos hacia la democracia,
aunque necesarios
y vitales, no son
suficientes para terminar con lo que es
injusto,
por
que
cuando
yo
era
adolescente, aun no sabía que el problema
estriba en el corazón humano, y que es lo
primero que hay que cambiar. No
obstante, aunque me he dado cuenta, que
ese espíritu de transformación para
mejorar a los mas desprotegidos y
necesitados, aun permanece en mi,
indeleble, intacto. La calle Galileo, en el
madrileño barrio de Argüelles, fue todo un
mundo sugerente para mi espíritu de
adolescente, donde yo viví momentos
decisivos en mí. El barrio ardía de vida
urbana.
Cerca
estaba mi colegio, de
nombre “España”. Su director era Don
Pablo de la Torre, quien heredó ese local,
antes de que lo transformara en centro de
estudios, de sus padres y de sus abuelos,
que lo habían destinado en tiempos de la
República a vaquería. Allí realicé mis
estudios de Bachillerato Superior. Fueron
años de rápido aprendizaje. Tuve la suerte
461
- 462 -
de encontrarme con un profesor de
nombre Lino, que además daba clases en
la Universidad, pero que transformó en lo
que pudo el sistema de enseñanza. Nos
hablaba de todo, de libertades, de
derechos humanos, de democracia, y de
Filosofía. Escucharle era un encanto,
abierto,
participativo,
comunicativo,
rompía todos los esquemas que yo traía de
la anterior escuela. Me hizo amar lo que
me enseñaba, y logré mejorar mucho las
notas finales de curso.
Mientras en casa temblábamos al recibir
las bendiciones de Dios, en nuestras vidas,
Madrid, y con ella España entera temblaría
también pero por otra causa muy distinta,
el Almirante, y Presidente del Gobierno
Don Luis Carrero Blanco, fue asesinado por
un brutal atentado de la banda terrorista
ETA, en el mes de Diciembre, que hizo
volar su automóvil blindado mas de veinte
metros por los aires, para caer, destrozado
en el
patio interior de un edificio. La
explosión hizo temblar a buena parte de la
capital, reventando numerosos cristales de
edificios
colindantes
al
atentado,
sembrando el terror y el pánico en la zona,
y causando un gigantesco agujero en el
pavimento de varios metros de ancho. El
Almirante, mano derecha del Caudillo,
representaba en continuismo del Régimen
por la vejez de Franco. Había ya muchas
corrientes encontradas dentro del mismo
Régimen,
que estaban enturbiando la
situación del mismo. Por primera vez, los
españoles, nos encontramos ante un hecho
del que teníamos muy poca información: El
terrorismo etarra. Recuerdo ese mismo
dia: el miedo se apoderó de todos los
madrileños y españoles en general, pero
en particular en mi ciudad. Madrid se
paralizó por completo, no había nadie por
las calles, el tráfico rodado disminuyó.
462
- 463 -
Muchos no fueron al trabajo, incluso mis
padres se acantonaron en casa, no
dejándonos salir. Mi tío Juan, hermano de
mi madre, se acercó hasta nuestro
domicilio realmente nervioso. Era el tema
de todas las conversaciones en los
hogares. Fueron dias terribles, por que los
adeptos al Régimen franquista se lanzaron
a las calles, brazo en alto, cantando el
“Cara al Sol”, pidiendo y exigiendo el
inmediato fusilamiento de todos los
“enemigos de la Patria”. Los presos
políticos
y
sindicalistas,
fueron
brutalmente reprimidos en las prisiones.
Muchos miembros de partidos políticos
clandestinos se escondieron, y la sombra
de una nueva Guerra Civil volvió a planear
sobre las cabezas españolas. Sin embargo
algo nos decía en casa que no iba a pasar
nada, que las cosas, irían por su curso, y
que en este país no volvería nunca más a
pasar por otra Guerra interna. No sé por
que mi padre actuaría en mi vida, como un
elemento tranquilizador. El mismo día del
atentado, mamá, temió al igual que
millones de españoles, un regreso a los
acontecimientos del año 36, pero el,
colocando la mano en su hombro, le dijo:
“Tranquila, Lola, no va a suceder nada, Dios
no lo va a permitir, las cosas iran por su
propio camino”.
Galileo 12, significó para mi, algo mas que
mi casa, mi hogar, por que se convirtió a lo
largo de los meses, en ese año 73, en un
lugar de encuentro y de testimonio de
cristianos.
Allí comenzamos a hacer
reuniones de oración y de adoración. Las
hijas de un pastor evangélico de Valencia,
recibieron el bautismo del Espíritu en mi
casa. Yo también. Galileo 12, se convirtió
en un centro de contacto cristiano para
muchos. Era curioso que no pedíamos que
vinieran a nuestro domicilio, es que lo
463
- 464 -
hacían ellos, presentándose en ocasiones
gente que no conocíamos de nada. Dos
años
antes,
el
trasiego
con
los
puertorriqueños fue enorme, ahora Dios lo
sustituyó, por cristianos.
Nos visitaban pastores como Alberto
Araujo, Daniel Secristh fundador de
Juventud con una Misión en España,
Contreras, el pastor Rivas de Puerto Rico,
los evangelistas Jimenez, y numerosos
hermanos de distintas iglesias evangélicas
de Madrid, muchos misioneros, y algunos
predicadores mas que estaban de paso por
la capital, el sacerdote Juan, director del
Albergue San Martín de Porres, el
sacerdote
Carther,
pionero
de
la
Renovación Carismática en España. En
todo este ir y venir de gentes conversas,
un día al terminar el culto principal, Araujo
habló con mi padre para ver si podía
albergar en mi casa a un predicador
extranjero que
iba a dirigir unas
campañas de evangelismo en Madrid, en la
Iglesia pastoreada por Alberto:
Bahjat
Batarseh.
Mi casa en la
calle Galileo de
Madrid,
yo
vivía
en
el último piso,
el que está sin
acristalar
464
- 465 -
BATARSEH Y LA OPERACIÓN: “MADRID”
A comienzos del año 1973,
la Iglesia Evangélica de la antigua calle
Calatrava,
en
Madrid,
estaba
muy
concurrida por distintas actividades, todas
ellas, al menos para mí, en pleno
avivamiento. Yo acudía día sí, día no, a
todo cuanto allí se organizaba. No había
conferencia, reunión de oración, u otras
actividades cristianas que yo no faltara. Mi
deseo era enorme, quería conocer a toda
costa todo cuanto
hablara de Dios.
Coincidía que la mayor parte de los
conocidos nos dábamos cita allí. Calatrava
se convirtió en el punto de atracción de
muchos creyentes de fe evangélica de esa
época.
Alberto
Araujo,
pilotaba
diestramente la comunidad, pero pronto yo
me daría cuenta, que allí habría grandes
bendiciones. El movimiento del Espíritu era
magno. El pastor, apoyó desde el primer
momento,
el
soplo
de
Dios
y
decididamente dispuso. Su labor fue de
enorme importancia en el plan histórico
divino para esos años, de modo que lo que
allí sucedió, ha sido la semilla posterior
para el ulterior crecimiento de la Obra en
Madrid, y por extensión, en España. Teresa
de Jesús, dijo: “Dios escribe recto en
renglones torcidos”, y ello es plenamente
cierto. Las iglesias estaban divididas en
dos comunidades, unas, las mas antiguas,
titulares de algunos templos, eran los
conservadores, a quienes quienes les
costaba aceptar, algunos cambios de
renovación, y las segundas, quizá en la
que yo, sin saberlo, estaba incluido,
éramos todos aquellos, que desde el
primer día abrimos nuestro corazón al
Espíritu. Desconocía por completo esa
diferencia, puesto que para mi, todos,
Evangelista
Batarseh, en la
actualidad
465
- 466 -
absolutamente todos éramos “hermanos”,
y no distinguía entre los “conservadores” y
los “renovados”. De cualquier forma,
entiendo bien el mensaje liberador de la
Biblia, cuando en el capítulo 1 de San Juan
dice, refiriéndose a Cristo:
“A lo suyo vino, y los suyos no le
recibieron, sin embargo a todos aquellos
que creen en su nombre, se les ha dado
la potestad de ser hechos hijos de Dios”.
Ello es una promesa para todos los
cristianos, pertenezcan a la iglesia que
pertenezcan. Si leemos la historia del
Cristianismo protestante, nos daremos
cuenta, que la Iglesia, y cuando hablo de
“iglesia” no me refiero a una sola
denominación, si no a toda la cristiandad
como hecho espiritual, ha sido sacudida
varias veces por el Viento del Espíritu
Santo, que comenzó su andadura en el
mismo día de pentecostés, hasta el día de
hoy. Siempre ha sucedido lo mismo en la
historia de las iglesias evangélicas,
descendientes directas de la Reforma
Protestante:
Ha
habido
grandes
avivamientos espirituales, después, las
comunidades surgidas de esos eventos, se
han estancado, y con el paso del tiempo,
sus “iglesias­nietas” han sido visitadas de
nuevo por el Espíritu Santo, dividiéndose la
comunidad en dos grupos, los “reacios” y
los “decididos”. Por regla general, los
últimos tuvieron
que abandonar sus
iglesias madres, creando otra para ellos.
En
algunos
casos,
estas
últimas
comunidades, se han vuelto conservadoras
como sus antecesoras, y el problema se ha
vuelto a dar. En todo caso unas y otras,
han continuado firmemente enraizadas en
la Biblia, y recordando su nacimiento como
denominación. Es una situación que, como
digo, se ha producido, siempre en el seno
466
- 467 -
del cristianismo, y que se seguirá dando.
Calatrava no iba a ser una excepción. Es
verdad que cuando el Espíritu viene sobre
una comunidad, llenando vidas humanas
de bendición, hay un enorme despertar, y
Dios se manifiesta con poder, y gran gloria.
Cuando un pueblo le dice al Señor: “Sí
Señor, queremos cambiar, renuevanos”,
comienzan a suceder cambios y cambios.
Lo que muchas veces no sabemos es que
se desata
una guerra espiritual sin
cuartel, terrible. Mi padre, siempre me
hablaba de la “Tabla del Ajedrez”, en la
cual dos jugadores se enfrentan y en
realidad, es un juego de origen militar,
pues las piezas son dos ejércitos,
enfrentados, el blando y el negro, hasta
que alguno de ellos realice el prodigioso:
“Jaque­Mate”, acabando con el contrario.
Eso es lo que sucede en el mundo
espiritual, pero sabiendo, siempre que hay
una diferencia, respecto al juego del
Ajedrez, y en este caso, es que siempre
NUESTRO EJERCITO, el blanco (símbolo
de pureza ) va a vencer, por que el
contrario, el negro, está ya derrotado,
aunque la lucha va a ser feroz. Y vamos a
vencer, por que Cristo, YA VENCIO, en la
Cruz y en la Resurrección. Un enemigo que
se sabe derrotado es un mal enemigo, si
su odio es feroz, como es el caso del diablo
y de sus secuaces.
La segunda planta del edificio de
Calatrava, fue abierta para la naciente
iglesia gitana de Filadelfia, con el respaldo
de Alberto Araujo. Yo acudía a esas
reuniones muchas veces. Allí fui testigo del
mover de Dios, con poder y autoridad. Allí
escuché por primera vez, y quizá
solamente un mes después de mi
conversión, una profecía que levantaba los
ánimos de todos los asistentes. En ese
local comencé a experimentar el “don de
467
- 468 -
las lenguas” del que nos habla la Epístola a
los Romanos, y en ese mismo sitio, mi
espíritu
empezaba
a
inquietarse
sólidamente en un anhelo: predicar la
Palabra de Dios. Venían pastores para mi,
totalmente desconocidos, que cuando se
situaban ante la congregación y abrían sus
Biblias, yo recibía el mensaje que ellos
iban a predicar, antes de que comenzaran
a hacerlo, mientras el corazón me latía con
inusitada fuerza. Es mas, la Palabra, me
llenaba la lengua y la boca, es decir, como
si me estuviera dando una orden:
“¡Enseña, y predica!”.
En ese mismo local, me bauticé bajo el
ministerio
del
Evangelista
Bahjat
Batarseh.
­Lola­ Comentaba un día papá con mi
madre, a la hora de comer­ Alberto me ha
llamado y me ha preguntado si podemos
albergar aquí, a un evangelista, que viene a
predicar a Madrid. Creo que se llama algo
asi como “Batance”, ó Batarseh, y me
parece que según me ha dicho es de
Jordania—
­¿Viene a predicar en Calatrava?­ Le
pregunté con interés a mi padre.
­Creo que sí, y además, va a ver una
campaña de evangelismo, con muchos
jóvenes de toda España­
He de decir, que me el tema me interesaba
enormemente. Estaba decidido a participar
en esa campaña. Yo no podía ni imaginar
que iba a pasar allí, pues dos hechos
coincidieron plenamente: la campaña de
Batarseh y la Operación Madrid, y en la
misma iglesia, en Calatrava.
Papá confirmó la buena voluntad de toda
la familia para albergar en nuestra casa al
pastor jordano, y esa misma tarde, fuimos
a casa de Alberto para recoger por unos
días a Batarseh.
Quisiera aclarar
que en ningún
momento, pongo
en tela de juicio
a las estructuras
organizadas de
las diferentes
iglesias, con sus
normas de
acción, y de
organización.
Ese no es el
problema. Lo que
sucede es que la
Norma, ha de
estar al servicio
del Poder
Renovador del
Espiritu Santo, y
no ser
SUSTITUTIVA
de Él como
sucede en
muchos casos, es
decir: No
debemos ser tan
solo oidores de la
Palabra, sino
HACEDORES.
Por lo tanto, mi
postura, como
cristiano y autor
de esta memoria
escrita, es
diametralmente
opuesta a todos
esos grupos,
erróneamente
“carismáticos”
que pretenden
destruir a las
iglesias en
general, como los
G12 y otros.
468
- 469 -
El jordano, alto, y delgado, moreno, y con
fuertes rasgos árabes, vestía como un
autentico caballero, elegante, y muy
educado. Era una persona altamente
educada, guardando en todo momento
exquisitas formas. Hablaba un inglés
impecable, y nada de español. Sin
embargo, a lo largo de su estancia en
casa,
pudimos
comprendernos
perfectamente. Mamá, había preparado
concienzudamente
una
habitación
exclusiva para él, prestándole, los mejores
servicios y los cuidados mas exquisitos, y
no podía ser de otra forma, se trataba de
un invitado en casa, y para los tales,
siempre lo mejor de cada uno. La Biblia
nos aconseja practicar la hospitalidad, por
que “algunos hospedaron ángeles”. No
obstante, aconsejaría, que esto se haga
con el cuidado máximo, y con un espíritu
de
discernimiento
claro,
pues
en
ocasiones, sin saberlo podemos albergar a
personas, que por muy “cristianas” que
digan ser, no son claras y pueden
causarnos muchos trastornos personales.
Una voz grave, resonaba detrás de la
puerta, era Bahjat, quien muy temprano,
se levantaba, para orar un par de horas, y
las
lenguas
del
Espíritu
fluían
constantemente por su boca, mientras las
lágrimas fluían con abundancia, mientras
oraba con verdadera pasión. Allí se unieron
dos varones de Dios, mi padre y él, por
que papá lo que hacía antes de ir a
trabajar a la oficina de seguros, compartía
con el evangelista unos minutos de intensa
oración. Mamá, no tenía que hacer nada,
pues Batarseh, antes de ir a Calatrava,
dejaba toda la habitación mejor que
cuando la había ocupado, todo sumamente
ordenado, limpio, barrido y recogido. Nada
por medio. Todo colocado.
469
- 470 -
No importaba para nada que el idioma
fuera un obstáculo, pues siempre, en todo
momento, el pastor, cuando estaba en
casa, compartía con nosotros la comida.
Mi hermano Florentino sabía unas pocas
palabras en inglés y con eso hablábamos.
Mamá, que se había criado en la ciudad
El pastor
española de Ceuta, situada en el norte de
Batarseh, fue
conocía algunas
de
las
invitado como Marruecos,
conferenciante, costumbres de los musulmanes españoles
hace muy poco a allí residentes, casi genéricos a todos los
una reunión de los países islámicos. Sabía que algunas veces
llamados G12, pero la comida se hacía en el suelo con brasas,
personalmente no
y una olla grande, en la cual comen todos
creo que tenga
los miembros de la familia, con una sola
nada que ver con
ellos. De cualquier mano. Ella deseosa de comunicarse con el
jordano,
por
gestos,
le
hizo
una
manera, en la
época de mi
representación casi teatral de esa manera
relato, fue un
de comer, estando Bahjat sentado a la
siervo de Dios
mesa, comiendo. Rápidamente lo entendió
aprobado, por sus
todo, y con una gran risotada, confirmó
frutos, su
que también, alli, en Jordania, se hacía
enseñanza y su
sana doctrina, y el así.
respaldo, que Era un hombre muy formal. Recuerdo, que
califico de enormeen una ocasión, me encontraba estudiando
que tenia del matemáticas,
y
sin
encontrar
una
Señor. Su historia respuesta por mi parte, me encontraba
personal y públicatotalmente atascado, como era norma en
posterior, me es
mí, a lo largo de toda mi vida de
desconocida.
estudiante, con las matemáticas. Sorpresa
Relato, lo que vi, y
presencié entonces,para mí fue ver entrar en mi habitación al
pastor, quien posando su mano sobre mi
aquello que
significó en mi hombro, me preguntó en inglés:
vida.
­¿Mathematics?­
­Yes­ contesté con la única palabra que yo
sabía de este idioma.
Batarseh, mirando el libro, y a pesar de
estar redactado en español, me garabateó
en el cuaderno una posible respuesta
escribiendo números, y así fue.
Salvo mi padre, no he visto nunca, alguien
que estuviera tantas horas orando por la
470
- 471 -
noche, de rodillas, al regresar de sus
actividades eclesiásticas. Naturalmente
esos momentos eran aprovechados por su
nuevo amigo, papá.
El jordano, afectuoso y cariñoso con toda
la familia, llamaba: “papá”, a Eduardo, y
“mamá” a mi madre, mientras les
abrazaba todos los días antes de ir a
dormir.
Llegó la semana de avivamiento, se
preparaba una super­campaña en la que
iban a colaborar
numerosas iglesias
madrileñas.
Aquel domingo, la iglesia de Calatrava, iba
a celebrar un culto multitudinario. Allí se
dieron cita varias decenas de jóvenes que
habían venido desde Zaragoza, Sevilla,
Granada, Barcelona, Zaragoza, Valencia y
por supuesto Madrid. Varios autobuses
fueron alquilados para este viaje.
La alegría rezumaba por todos los rincones
del templo. En el sótano, usado para
actividades infantiles en el desarrollo
normal de las actividades evangélicas a lo
largo de todo el año, se albergaron un
nutrido grupo juvenil con sus sacos para
dormir y sus enseres personales. La gente
salía y entraba de un lado para otro,
mientras el culto comenzaba a caminar en
el interior del Templo. El pastor Alberto con
gran serenidad inició el Servicio con
distintos himnos tradicionales, que hacían
temblar las paredes del Templo, pues en
el canto nos uníamos todos, tanto, los
miembros tradicionales de la iglesia, como
los recién venidos. No solamente sonaba el
órgano central, sino así mismo las
guitarras, y otros instrumentos que habían
llegado bajo el brazo de sus dueños.
Los jóvenes de “operación Madrid”, se
organizaron dividiéndose la capital en
secciones, al objeto de predicar con una
mejor organización, y de esa manera
Todos los
cristianos
carismáticos, por
ser precisamente
cristianos, se han
de sujetar
estrictamente a lo
revelado en la
Palabra de Dios.
No hay escusa
para inventarse
teologias que se
apartan de lo que
está enseñado y
revelado.
Precisamente,
quien pretenda
ser carismatico,
está obligado a
tener una
fidelidad
INTEGRAL, a la
Biblia, y que la
iglesia ha
transmitido desde
siempre.El
Espíritu, que es el
que da los
dones,(carismas),
va unido a la
enseñanza bíblica
depositada en la
iglesia. Eso fue
uno de los temas
impartidos en la
campaña de
Calatrava, es
imposible la
desunion entre
ambos. Quien
pretenda lo
contrario, no es
de Dios.
471
- 472 -
obtener algunos resultados.
Yo me
reagrupé con uno de esos grupos, de los
que ya no recuerdo ni sus nombres, pero
allí
estaba
yo,
recién
convertido,
lanzándome a dar testimonio de mi fe, a
pesar de que en España aún gobernaba el
General Franco, y no había libertad de
culto. No temíamos a nada ni a nadie. Mi
grupo salió una tarde muy lluviosa, y era
imposible estar en la calle, predicando o
compartiendo con la gente. Sin embargo,
de pronto, el cielo se abrió y un sol
maravilloso lanzaba su calor y su luz,
permitiéndonos, predicar con libertad. A
continuación mi madre me dijo que ella, y
otros, entre los que se encontraba papá y
varios más, con Alberto a la cabeza,
habían estado orando con intensidad para
que el sol se apoderara por unas horas de
Madrid, y así fue. Alguien puede decir, que
eso fue una coincidencia, y puede ser que
sea verdad, pero hay que pensar que Dios
es el Señor de las coincidencias. Nunca he
dudado que muchas respuestas pueden
tener explicaciones científicas, pero es que
Dios es Señor de la ciencia, sean los
científicos creyentes o no.
Resultaba muy hermoso, ir viajando en el
Metro madrileño, y ver cómo nos
cruzábamos en las estaciones con otro
tren que venía en dirección contraria,
cuyos coches estaban llenos de esos otros
jóvenes de la “Operación”, y allí mismo,
desde nuestro arcén, gritábamos a los
otros.
Subíamos
por
las
escaleras
comunicadas y nos dábamos abrazos, para
después, hacer allí mismo un culto de
alabanza repartiendo decenas de folletos,
y evangelios de San Juan. No nos
importaba el miedo a la policía, estábamos
llenos de Dios, y eso era lo que en realidad
nos importaba. En ésa época, yo ya era
consciente de la situación en la que vivía
472
- 473 -
nuestro país, pero mucho mas grande era
la realidad de Dios en mi vida, y en la de
muchos otros. Se trataba, pues de
obedecer a Cristo por encima de cualquier
consideración.
Solíamos
repartirnos
algunas “bocas de metro”, para de esa
manera, hablar con los viajeros que
entraban y salían. Era difícil, ya que la
gente solía tener prisas y era imposible
poder hablar con ellos, pero lo intentamos.
Al pie de la escalera de salida­entrada, me
aposté
para
aprovechar
cualquier
oportunidad. Una anciana, lenta, que
pasaba a mi lado, vencida por los años, me
prestó cierta atención. Compadeciéndome
de ella, le hablé del Evangelio. Las arrugas
de su rostro, revelaban su antigua vida, y
los largos años vividos. También era
creyente, pero muy conservadora en sus
ideas, y aferrada a las tradiciones
españolas. No nos entendimos, por que
quizá yo no supe orientar su fe hacia una
mejor relación con Cristo.
­Señora, oraré por usted para que conozca
al Señor­Le dije mientras ella me daba la
espalda subiendo las escaleras, para salir
a la calle.
­¡Yo ya conozco a Jesucristo, pero nadie me
va a cambiar de mi religión!­ Vociferaba la
anciana, moviendo sus brazos al aire.
No era mi intención que cambiara de
religión ni de iglesia, y nunca lo ha sido. La
conversión no viene por una simple
mudanza de denominación religiosa, sino
por una transformación en el corazón. No
es la iglesia, cualquiera que ésta sea, la
que cambia, sino Cristo.
Al finalizar las jornadas de “Operación
Madrid”, nos citábamos en Calatrava,
coincidiendo
con
el
inicio
de
las
predicaciones masivas de Bajhat. Por
supuesto, que muchos daban testimonio
de lo que les había sucedido ese día, y
473
- 474 -
Quien
argumente
que tiene la
bendición
del
bautismo
del Espíritu
Santo, sabe
que el
ningún
momento,
nunca,
jamás el
Espiritu de
Dios, le
enseñará
caminos
distintos, a
los que
estan
fielmente
reflejado en
la Palabra
de Dios, y
en la
enseñanza
magistral
que de ello,
ha dado
Dios a su
pueblo a lo
largo de la
historia
cristiana.
Bhajat
Batarseh
fue
absolutamente
leal a la
enseñanza
bíblica y
evangelica.
cómo Dios se movía entre los jóvenes.
Siempre, la organización, esperaba que
regresaran todos los grupos esparcidos por
Madrid, pero había uno que no lo hacía
hacía ya varias horas, desde la convenida
oficialmente.
Eran
de
Zaragoza,
y
estábamos muy preocupados. Alberto y los
demás esperaban noticias, pues temían
que surgieran complicaciones con las
autoridades, pasaban las horas, y llegó la
noche.
Por
fin
aparecieron.
Su
responsable, para calmar nuestros ánimos,
micrófono en mano, nos relató lo que les
había sucedido en realidad:
­Mirad, hermanos, no os preocupéis de
nada de lo sucedido, por que en realidad,
nos perdimos, y comenzamos a deambular
por Madrid, al no llevar un plano, cansados
de tanto caminar, y creyendo que al final
habíamos cogido la buena dirección para
regresar, nos volvimos a perder por un barrio
extremo y terminamos en un grupo de
chabolas repletas de familias gitanas, que
viven sin agua y sin luz, en condiciones muy
duras, todo lleno de barro, los niños
descalzos. Allí hemos podido dar algún
testimonio, pero surgieron problemas, y
finalmente fuimos a parar a unas comisarías
de policía, detenidos o retenidos. El
comisario, nos ha tratado con mucha
antipatía, cansados de tanto caminar y sin
comer nada, tuvimos que atender a las
preguntas del Jefe, dándole todo tipo de
explicaciones sobre qué hacemos, quienes
somos, y todo eso. Así, que hermanos, tanto
tiempo que nos retuvo con preguntas de
todo tipo, aprovechaba yo, para predicarle
el Evangelio una y otra vez, hasta que
fastidiado de tanta palabra bíblica, nos
echó de la comisaría, con muy malos
modos. Ha sido cuando hemos podido
llamar a Araujo por el teléfono de una
474
- 475 -
cabina, y gracias a Dios ya estamos aquí,
para ¡la gloria de Dios!.­
El gran templo en Calatrava, estaba que
hervía de público, como resultado de la
“Operación Madrid”, y de la asistencia de
numerosos creyentes procedentes de otras
iglesias locales. Cuando comenzaba el
culto, era ya imposible encontrar sitio para
poder sentarse. Alberto, habilitó todas las
dependencias de la sala central, con el fin
de que cupieran el mayor número posible
de
asistentes.
Toda
la
asamblea,
comenzaba a cantar alabanzas, dirigidas
por el órgano de la iglesia, las palmas, las
guitarras y otros instrumentos musicales.
Parecía que el templo se iba a venir a bajo.
Toda la bóveda central se llenaba de voces
en adoración y alabanza, como si éstas
quisieran romper los cristales de las
ventanas. Al finalizar éstas, dos hombres,
al lado del púlpito oraban ante toda la
comunidad. Uno, Batarseh, otro, Araujo,
los dos unidos en un mismo sentir.
En un determinado momento, la voz
grave, serena y fuerte de Bajaht
comenzaba a sonar, mientras Araujo le
traducía perfectamente al español. El
predicador, acostumbrado a evangelizar
por todo el mundo, conocía perfectamente
qué era lo que tenía que hacer al predicar,
al objeto de que su mensaje, fuera
perfectamente traducido, tomándose los
segundos
silenciosos necesarios, pero
cuando
el
Espíritu
respaldaba
con
autoridad el mensaje, Araujo traducía con
gran ímpetu de forma simultanea. Yo
disfrutaba viendo a esos dos hombres de
Dios formando un equipo tan unido en
esos momentos, y mi corazón ardía
deseando ser un día, yo quien estuviere
allí, ante las multitudes,pero no ha sido
así.
475
- 476 -
Bahjat, acostumbraba a orar dos horas
antes de predicar, quebrantándose ante el
Señor de tal manera que hincaba rodillas
en el suelo, mientras las lágrimas se
agolpaban en sus ojos, clamando e
intercediendo por quienes iban a escuchar
el mensaje de Dios. Ver a Bahjat orar así,
rodeado por los pastores y con el apoyo de
todos los hombres y mujeres de Dios que
allí estaban. Arrodillado, y totalmente
inclinado hacia delante, con la frente
apoyada en el suelo, me resultaba
realmente impresionante. Papá también se
unía a ese grupo de oración. Y Dios se
movía. Al final de cada predicación, ante la
invitación otorgada por los dos pastores a
la gente, con el fin de orar por quienes
querían entregarse al Señor. El pasillo
central se llenaba de gente, unos llorando;
otros, nerviosos por que querían ser los
primeros; otros mas, enfermos, pero todos
ellos
con
un
verdadero
afán
de
reencuentro con el Señor. Como era mucha
gente, el
tiempo se nos iba, y sin
embargo nos parecía poco.
Batarseh, con la ayuda de distintos
pastores, y colaboradores, comenzaba a
orar por todos y cada uno, imponiendo
manos a diestra y siniestra.
Solo bastaban unos segundos y ya éramos
testigos del mover de Dios: Bautizos en el
Espíritu Santo sobre hombres y mujeres,
ancianos,
niños,
jóvenes,
con
su
inequívoca señal de las lenguas. Milagros
físicos
autentificados,
expulsión
de
demonios y sobre todo eso, conversiones,
muchas conversiones.
Cada día era una nueva enseñanza, con
señales reales. Los cultos comenzaban
alrededor de las siete de la tarde, y
finalizaban a las nueve de la noche, más o
menos. Sin embargo, la campaña diaria no
terminaba allí, sino que después tenían
476
- 477 -
lugar, en la segunda planta, concretamente
en el local destinado al culto gitano, un
ciclo de oración contínua, de enseñanza y
discipulado a cargo a cargo de la misma
manera de Bajhat, que solía finalizar el
algún caso a las dos de la madrugada.
Uno de los aspectos que mas me llamó la
atención de la forma de predicar del
jordano, era la estricta seriedad que exigía
a los asistentes, no permitiendo, que la
gente se levantara a mitad de culto, para
cualquier cosa, interrumpiendo el mensaje
y a quienes lo escuchaban. En una
ocasión, en el local central, una amiga
nuestra, que se había sentado justo a
mitad del público, estimó que debía
marcharse para un asunto personal,
levantándose delante de todos. Bahjat,
interrumpió la predicación, para
de
manera literal, ordenarle a la mujer que se
sentara. Algo que ella tuvo que hacer
sonrojándose sobremanera.
­¡Yo nunca he visto esto!­expoleaba con
una voz fuerte, nuestro predicador
oriental­ En ningún país en los que he
predicado, la gente se levanta a mitad del
mensaje. ¡Hermanos!, la palabra de Dios
exige total obediencia, y ustedes no la
respetan cuando se levantan e interrumpen
a la asistencia. El diablo utiliza cualquier
método para distraer a la gente, y la Biblia
precisa TOTAL atención. Si ustedes tienen
que hacer cualquier cosa, o marcharse
antes de tiempo, por favor, no se sientan en
mitad del templo, ni delante de todos,
quédense detrás, de manera que si han de
salir, nadie les vea, y no molesten a los
demás que están escuchando. Mientras yo
esté predicando, nadie va a molestar!­
Desde esa época, aprendí esa lección y
estando totalmente de acuerdo con ello,
477
- 478 -
siempre he preferido sentarme junto al
pasillo, y detrás, al objeto de evitar las
distracciones de quienes están oyendo la
palabra. A mi mismo me ha molestado
cuando alguien se levanta delante de una
congregación, para salir, y aun peor, en la
actualidad, con la llegada de los teléfonos
móviles, cuando suenan a lo largo del
desarrollo del culto. No es suficiente con
que el portador del aparato hable bajo. Lo
que exijo es que dicha máquina sea
apagada al comenzar.
Celedonio, era un hombre de mediana
edad, algo calvo, mas bien bajito, que
tenía, según me comentó después,
algunos problemas serios con el alcohol,
obligándole a llevar una vida deambulante,
de un lado para otro, malviviendo por las
calles madrileñas, casi de vagabundo. Su
atuendo pobre, era la rúbrica de lo que
decía. Aun así, había estudiado en un
seminario, y estuvo a punto de hacerse
sacerdote católico. Quizá se deseo de algo
nuevo, su ansia por la vida, su falta de
vocación sacerdotal, y los avatares
alcoholicos, le habían llevado a un fracaso
total habiendo perdido el apoyo familiar.
Solía acercarse a Calatrava, quizá por que
recibía ayudas puntuales, quizá por que en
realidad mas que dinero, o ropa, lo que
venía buscando era a ese Dios, al que por
años llamó en su desesperación personal. .
Sentado,
igual
que
cualquier
otro,
escuchaba con expectación la predicación
del evangelista, sobre la conversión de uno
de los ladrones crucificados al igual que
Jesús.
­Y cuando el ladrón reprendió a su
compañero diciendole: ¡Cállate! por que
nosotros estamos aquí por nuestras culpas,
pero este Justo nada ha hecho, y
dirigiéndose al Señor le dijo:
478
- 479 -
­Señor, acuérdate de mi cuando vengas en
tu Reino­
Jesús le respondió: “En verdad te digo
que hoy estarás conmigo en el Paraíso”
­Y yo os digo hermanos, que en ese
momento, el sol de justicia volvió a iluminar
una vida en el absoluto de los ocasos. Justo
cuando ya toda esperanza se estaba
perdiendo, Cristo cambió todo, y ese
antiguo ladrón se fue al cielo. Seguramente
había llevado una vida maldita, llena de
mujeres, de borracheras, de latrocínio, pero
el poder de Dios y su Amor, trasformó su
corazón mudándole en una criatura nueva.
La luz de Dios limpió su alma, su vida, su
espíritui, su mente. Ese mismo Dios, que
cambió al ladrón en el postrer minuto de su
vida, ¡quiere y puede cambiarte a ti en estos
momentos!, ¡depende de ti!­ atronaba una
y otra vez la voz jordana, traducida por la
de Araujo.
Celedonio, con la boca abierta, miraba con
fijeza. No apartaba ni un solo instante su
vista del mensajero de Dios. En el
momento de la oración, pasó adelante
como todos, pero justo en el momento en
el que Batarseh, Araujo, mi padre, y otros
pastores mas, le impusieron las manos, se
cayó
al
suelo
dando
alaridos,
y
retorciéndose. Su rostro
revelaba algo
maligno que no quería marcharse de allí, y
que se había apoderado de él, para
causarle todo tipo de problemas.
La
fuerza del Espíritu Santo, brotó con tal
poder, que en pocos instantes, el secuaz
de Satán fue expulsado del cuerpo de
nuestro antiguo ex­seminarista. Poco
después, cuando ya todos se habían ido a
sus casas, solamente quedaba una
persona, arrodillada ante la Cruz central de
la Iglesia Evangélica,
en sumisión y
entrega total al Señor, en obediencia ciega,
en conversión auténtica. Era Celedonio,
479
- 480 -
totalmente
liberado,
quien
habiendo
encontrado al Señor en su vida, se entregó
por entero a El, en un acto público y
personal de adoración y de sometimiento,
ante Jesús, quien al igual que había
cambiado al ladrón ahora lo estaba
haciendo con él.
Me lo encontré de nuevo, un par de días
después, y su rostro, ya no era esa
fotografía añeja, raída, reveladora de
daños interiores y de caos espiritual, de
desorden y de oscuridad absoluta, ahora
solo reflejaba una paz inmensa, con dosis
de felicidad notables. El me contó que
sintió que algo terrible salía de su cuerpo,
cuando oraron por el, y cómo después una
inmensa luz interna, penetró en su alma,
limpiándole todo, acompañada de una
maravillosa e inexplicable paz interna, que
dio
rápidamente
como
fruto,
el
irrefrenable
deseo
de
entregarse
totalmente al Señor, por lo que se arrodilló
ante el púlpìto, tras el cual, la inmensa
cruz de la iglesia pendía del techo
abovedado. Según me dijo era de Toledo o
de Ciudad Real, y allí quería irse. Nunca
más volví a verlo. Ni siquiera Alberto supo
más de él, careciendo de todo tipo de
datos suyos. Treinta años después, me han
llegado noticias, mediante otras personas,
que estuvieron aquel mes en Madrid, de un
tal Celedonio, que ha sido pastor, en una
de las ciudades anteriormente citadas.
¿Será el mismo?
A primera hora de la mañana, también
había cultos en el mismo salón de los
estudios
bíblicos
nocturnos.
Como
probablemente coincidió que mi padre
estaba de baja en esos días en el trabajo,
por tanto no se perdía ni uno. Uno de esos
dias de campaña, me llamó por la mañana,
era viernes o sábado:
480
- 481 -
­¡Juan José! Menuda reunión hemos tenido
con todos aquí, ven rápido a Calatrava!­
Y allí fui, encontrándome, un hervidero de
hermanos que iban y venían, salían y
entraban, hablaban y callaban. Rafaela, de
raza gitana, mujer consagrada al Señor,
que ya hoy está en su Presencia, me
abrazó con inusitada fuerza de amor. Esa
mujer era un borbotar de profecías, pues
el Señor le dio ese don mediante el
bautismo del Espíritu que había recibido.
Uno de
sus hijos, por entonces un
adolescente menor que yo en edad, se
encerraba un par de horas todos los días
para orar. Allí en la sencillez de un hogar
gitano,
dedicado
solo
a
la
venta
ambulante, Rafaela aprovechaba para
buscar al Señor en el silencio de su
corazón, y en las reuniones y cultos, Dios
usaba su lengua para hablar al pueblo que
escuchaba con interés. Allí la fe hervía, se
vivía, se sentía.
­¡Hay
hermanito!,
¡que
gran
maravilla!,¡cuanta
presencia
de
Dios
sentimos esta mañana!,¡he visto a tus padres
por
aquí!­
exclamaba
de
manera
alborozada nuestra amiga. Me colocó en
mi rostro, un beso de saludo.
Subí al culto, y una mujer gitana, estaba
llena de alegría mientras gritaba una y otra
vez:
­¡Me ha sanado, Dios me ha sanado el
bocio que yo tenía,¡ya no lo tengo, ha
desaparecido!­
Entré, saludando a papá, en silencio, pues
aun estaban en oración. Rumores llegaron
a mis oídos, de que alguien, que iba a
entrar después que yo había sido
bautizado con el Espiritu Santo en ese
mismo instante, en el pasillo de entrada.
Papá, acercando su boca a mi oreja, me
susurró:
481
- 482 -
­Menudo culto hemos tenido Juan José,
pues el Señor ha bautizado con el Espíritu
Santo a Alberto Araujo!­
Efectivamente el rostro de nuestro
hermano, brillaba con mejor fuerza y
unción que antes. Algo había pasado en la
vida del pastor. Allí estaba con otros mas,
en el núcleo final de la oración pastoral,
rodeando a Bahjat. Acercándome todo lo
que podía a ese grupo, pues en mi
sinceridad buscaba ser bendecido por el
Señor, si me aproximaba a estos varones
de Dios, quería oir. Después me di cuenta,
que no es el acercamiento físico a los
portavoces de la Palabra de Dios, si no mi
proximidad espiritual a la Palabra de Dios,
lo que habría de bendecirme.
Batarseh,
solicitando
una
masiva
imposición de manos, de todos los
pastores que allí estaban, elevó sus manos
al cielo. Era impresionante, por que ver
una figura humana tan elegante, como la
suya, derrumbarse poco a poco, con un
gemir espiritual adornado por un profundo
llanto sincero de humillación ante el Señor,
mientras se arrodillaba despacio delante
de toda la comunidad asistente. La unción
de Dios, en la oración se contagiaba a
todos los que allí estábamos. Vi a mi
madre, un poco mas allá, y de sus ojos
saltaban lentas lágrimas que ella no podía
reprimir. Cuando Bahjat oraba, y se
humillaba ante el Señor, sin quererlo o sin
decirlo nos invitaba a todos a hacerlo, y
finalmente toda la iglesia estaba
de
rodillas orando con amor y consagración.
En ese mismo día, el último de la semana,
tendría lugar el final de la campaña, y se
nos dijo a todos los asistentes, y eramos
muchos, que por la noche habría
bautismos en el agua.
Yo ya conocía muy bien toda la enseñanza
teológica sobre este tema, tan necesario
482
- 483 -
en la vida de los creyentes, desde luego,
que en mi había un gran deseo, y
aprovechando la invitación me uní al grupo
de personas que deseaban bautizarse.
Y llegó el momento, el día no podría
finalizar mejor. La última predicación en el
salón central de la Iglesia, fué un gran
final, pues mientras el jordano, predicaba
a la multitud con denuedo y seguridad, al
invitar a los enfermos que descendieran
para orar por ellos, de pronto, el pastor
Alberto, que usaba gafas, delante de todos
los que allí estaban, en pleno culto, se las
quitó, tirándolas al suelo, y pisándolas
delante de todos, entre las exclamaciones
de jubilo por parte de los asistentes:
­¡Gloria a Dios!, ¡aleluya!, ¡alabado sea el
Señor!­
Como de costumbre, al finalizar el culto
principal, y después de la cena, volvíamos
al templo, al estudio bíblico, que en este
caso, iba a ser especial pues se impartirían
los tan ansiados bautizos públicos en agua.
Me vestí de blanco, para lo cual mi madre
había sacado del cajón una camiseta que
tenía este lema: “Jesús, unico camino”. Allí
sentado junto a otros, entre los cuales
estaba también uno de mis hermanos,
esperé el final. Aun recuerdo el tema de la
predicación,
Bajhat,
relataba
su
experiencia entre los musulmanes de
Pakistán o de la India:
­Hermanos, allí estaba ese hombre­
proclamaba el jordano, refiriéndose a un
hombre que había sido musulmán­ que
había dicho que si Jesús, era el Hijo de Dios,
que se lo mostrara, y en ese momento, ese
hombre, tuvo una visión: Vió a Jesús
crucificado, derramando sangre por él. El
sabía que Jesús había pagado el precio por
el. Ese hombre clamaba:
­Estoy viendo a Jesús sacrificado”, y quiero
pedirle que me cambie”­.
483
- 484 -
Como había escuchado el mensaje sobre el
Espíritu Santo, le dije:
­¡Este es el momento, pídale que le bautice
con el Espíritu Santo!.
En ese mismo instante, de rodillas, el que
había
sido
un
antiguo
musulmán,
proclamaba con fuerza:
­¡Jesús es el Hijo de Dios!, ¡ahora lo entiendo
todo!­
El arrodillado ante la visión, comenzó a
hablar en otras lenguas, y pronto era un
auténtico manantial que borbotaba como
un raudal lleno de vida. Posteriormente, en
otro país musulmán me visitaron un grupo de
musulmanes muy enfadado a causa de
nuestro testimonio de Jesús, me retaron
públicamente, estando allí un hombre sordo
al que yo le había llevado a Jesús, sin que
ellos lo supieran, pero que era bien
conocido por ese grupo exaltado. Muy
broncos, gritaban a una:
­Si tu Jesús es el Hijo de Dios, ruega por este
hombre para que oiga­
­Fue uno de los momentos mas difíciles que
he tenido, pues sabía que algo iba a pasar,
que Dios preparó ese momento, y que su
testimonio habría de ser poderosa, ya que
estaba en juego nuestra propia vida física.
Oré al Señor con todo mi corazón, ya que
no era momento para dudar. Delante de mí,
tenía una turba enfurecida, enfadada, que
no podría dominar, era Dios quien tenía que
tomar control de la situación. Oré por el
hermano recientemente convertido, y
supliqué por la sanidad fisica de sus oídos y
público:
­¡Señor, pon tu mano, en este hombre!­
­En ese instante ¡hermanos! ese hombre fue
TOTALMENTE SANADO, y todos ellos lo
comprobaron, y algunos de ellos se
convirtieron de corazón al Señor. ¡Ese Dios
está aquí, y esta es la noche de tu vida!
¡Comprométete con El!.............”­
484
- 485 -
Al finalizar el mensaje, se pasó a los
bautismos. Uno a uno fuimos entrando en
las aguas. Para mi fue uno de los días mas
hermosos de mi vida, pues estaba
diciéndole a todos los reunidos que
personalmente decidí seguir a Cristo. Sería
alrededor de la una de la madrugada
cuando dimos ese paso.
Mi bautismo
en aguas por el
evangelista
Batarseh, en la
Iglesia
Evangélica de
Calatrava,
Madrid.1973.
Mi camiseta:
“Jesús, único
camino”
Al terminar, aproximadamente, una hora
después, todos nos saludábamos. Para mí,
el bautismo, era tan importante que llegué
a creer que al salir del agua, lo que me
rodeaba sería distinto. No fue así, y con
rapidez aprendí que ese proceso no cambia
a nadie, que quien lo hace es Cristo en
nuestra conversión y vida diaria, pero que
es un mandato bíblico, un símbolo
importante, que significa la muerte del
hombre viejo y el nacimiento del nuevo en
Cristo, y además es la ratificación de un
compromiso ante Dios y ante los hombres
presentes que están como testigos de ese
hecho.
Todo esta finalizando, pero allí, apoyado
sobre una columna, vi a un jovencito
gitano, casi un niño, dos años mas joven
que yo, que llevaba un paquete de cigarros
en el bolsillo de la camisa. Percibí que sus
ojos estaban lagrimosos, y en un momento
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- 486 -
determinado, el muchacho, que por su
apariencia física, denotaba una infancia
azarosa y difícil, sacó su paquete de
cigarros, tirándolo al suelo, para pisarlo
mientras decía:
­¡Yo también quiero cambiar, es el
momento!­
Inmediatamente, corrió abriéndose paso
entre los asistentes, para introducirse en la
balsa de agua para ser bautizado
lanzándose a ella como si fuera una
piscina, sin cambiarse de ropa, y asiendo
fuertemente las manos de los pastores, a
las que colocó en su propia cabeza, para
que le bautizaran, mientras, no cesaba de
exclamar su fe en Cristo a voz en grito. El
amor cristiano se adueñaba de ese
improvisado bautismo, toda la comunidad
lloraba de felicidad. El serio jordano, no lo
dudó. El paquete de tabaco
aplastado
simbolizaba el hombre viejo que había sido
derrotado, y la felicidad del gitanito, al
salir
del
agua,
representaba,
el
surgimiento del hombre nuevo, redimido
por Cristo.
Como asistiría con mucha regularidad a las
reuniones de los gitanos cristianos, a lo
largo de ese año, busqué al muchacho,
pero desconozco por qué nunca supe nada
de él. Mi intención era hacer amistad con
ese hermano, pero no me fue posible. A
quienes les preguntaba, nadie le conocía.
Fue allí en una de esos multitudinarios
cultos que dirigía Bahjat magistralmente
con la siempre bienaventurada ayuda de
Alberto, donde él nos enseñó uno de los
himnos mas bellos que jamás he
escuchado. Batarseh, nos dijo que:
­¡Todos los cristianos deberían aprenderlo1­
La potencia de las voces masculinas,
unidas a las de las mujeres cantando a
viva voz, estremecía los pilares del edificio,
hasta ensordecernos a todos, al llegar al
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- 487 -
coro final. Lamentablemente, en un
testimonio escrito no es posible reflejar la
belleza de la música, aunque se puede
recurrir al pentagrama, pero no podemos
expresar la grandiosidad del momento
cantado.Quizá quede como consuelo el
hecho de que es un himno ya antiguo y
conocido por los de mi generación, pero es
muy lamentable que las juventudes
cristianas, acordes lógicamente con su
tiempo, no conozca lo que en esos años
cantábamos y que hizo caer numerosas
fortalezas espirituales. Cuando lo aprendí,
me hacía ilusión cantárselo al Señor, por
que en mi casa del pueblo, al abrir las
ventanas, veía la montaña que teníamos
en frente, las plantas, los árboles y
matorrales, y era allí cuando surgía de mi
corazón con mas fuerza, aunque
por
desgracia no sé cantar bien poseo una voz
muy potente, y al llegar a la última
estrofa, en la que hay que subir mucho la
nota final, casi me ahogaba.
“Señor, mi Dios, al contemplar los cielos,
el firmamento y las estrellas mil.
Al oír tu voz en los potentes truenos y
ver brillar el sol en su cenit, mi corazón
entona esta canción:
Coro:
“¡Cuán grande es él, cuán grande es
Él!”
Al recorrer los montes y los valles
y ver las bellas flores al pasar,
al escuchar el canto de las aves
y el murmurar del claro manantial,
mi corazón entona la canción...
Coro
487
- 488 -
Cuando recuerdo del amor divino
que desde el cielo al Salvador envió,
a aquel Jesús, que por salvarme vino,
y en una cruz sufrió por mí y murió,
mi corazón entona la canción.
Coro
Cuando el Señor me llame a su presencia,
al dulce hogar, al cielo de esplendor, le
alabaré,
Loando la grandeza
de su poder, y su infinito amor,
mi corazón entona la canción
“¡Cuán grande es El, cuán grande es
El!”
No fue todo un “Jardín de rosas” en la
iglesia para los ministerios pastorales que
habían apoyado de manera explícita a la
naciente iglesia gitana. Uno de ellos
albergó y apoyó a evangelistas aprobados
delante de Dios, y el Señor le bendijo con
el bautismo del Espíritu Santo. El ha sido
una pieza clave, un elemento fundamental
en el desarrollo de la historia de la Iglesia
Evangélica, y aun hoy algunos de los
movimientos surgidos bajo el amparo del
Espíritu Santo han tenido lugar con
personas que fueron ministradas en esos
años, y como siempre pasa, cuando el
Espíritu Santo se mueve, algo se rompe,
surgiendo numerosos problemas y en
ocasiones graves, en las iglesias y
comunidades cristianas donde se han dado
avivamientos.
Este
es
un
proceso,
desgraciadamente normal, en la historia
del cristianismo desde sus orígenes,
aunque no debiera ser asi, pues la iglesia
de Dios, ha de estar siempre bajo la
El pastor aquí
citado, aun vive.
Retirado por la
edad, sigue
predicando
cuando la salud
se lo permite, y
escribiendo sobre
temas de la fe,
pero me he
permitido
salvaguardar su
identidad.
488
- 489 -
dirección y unción del Espíritu de Dios y de
sus dones. Quizá, la campaña del jordano,
pudo ser el detonante de una explosión, en
Madrid, que seguramente se venía
desarrollando ya desde hacía tiempo. Un
sector de la membresía oficial de una
Iglesia Evangélica, cerró filas contra el
pastor Hernández, y con ellos, algunos
pastores de distintas iglesias. Se convocó
una reunión, y a ella, fuimos invitados
meramente como oyentes. Quizá querían
que viéramos una parte de la realidad
existente, y lo hicieron con cierto espíritu
pedagógico. El evento se realizaría en una
de las salas de una iglesia. Estuve en la
puerta justo en el momento que daba
comienzo cónclave, o como se quiera decir,
pero nada mas entrar no me gustó nada el
ambiente. Había algo que me tiraba para
detrás, y no entré. Desde la puerta, se
veía mucha gente sentada y, alterada.
Con franqueza el espíritu reinante no era el
Espíritu de Dios. Papá sí entró, sentándose
de los primeros, no iba a intervenir en
nada, solo escucharía. Yo me fuí al grupo
de los hermanos gitanos, que estaban en
oración. Notaba algo extraño. Allí me
encontré con un conocido que se llamaba
Gabriel, de pelo rizado, con el que trabé
amistad en la chabola de Angel. ¿Qué
sucedía?, todos ellos oraban con intensidad
y lloraban en la oración. ¿Por qué?,
estaban intercediendo por Hernandez. Allí
esperaba al final del cónclave anti­
pentecostés, por que lo lógico era volver a
casa con mi padre, y así de paso, me
enteraría de todo lo que allí estaba
acaeciendo, de los hechos concretos y
concisos.
Buscando entre los numerosos escritos que
papá me ha legado, he encontrado uno, en
el que relata, parte de lo que allí sucedió.El
texto lo reproduzco letra por letra:
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­Nuestro hermano, pastor de lna iglesia, se
sintió conmovido por la presencia del Espíritu
Santo en su corazón y fue tanto el poder de
Dios sobre el, que se decidió a cambiar
algunas normas religiosas, y obedecer la
Palabra de Dios a sabiendas de que iba a
tener muy serios problemas, con los fieles de
la iglesia, como así fue.
Todo lo soportó con amor cristiano sin
replicar ni elevar su voz. Dios estaba con él,
y lo sabía. Recibió el bautismo del Espíritu
Santo en una de las reuniones de oración
con un predicador. Un día me pidió que si lo
estimaba oportuno, acudiera a la junta de
la Iglesia, en la que se estudiaría si él se
quedaba como pastor o no. Accedí muy
interesado como si fuera en calidad de
simple observador por que, aunque
pertenecía a la comunidad no estaba
adscrito a la misma oficialmente. Una
señora a mi lado, daba muestras de
inquietud, y fumaba sin parar. Aquella
reunión nunca la olvidaré. Sentía la
sensación que de golpe y porrazo me había
trasladado a una reunión mundana, donde
los intereses económicos estaban a la orden
del día. Se puso de relieve todo, gastos
generales, superfluos, ingresos, salidas, y
discusiones. “DIOS ES AMOR” fue cambiado
por “NOSOTROS SOMOS PELEA”. Muchos
congregantes, eran señores que presidían y
dirigían empresas y sus señoras lucían en
aquellos actos. La sociedad estaba bien
definida humanamente, por que parecía
que todo el mundo había dejado a Cristo
en la puerta para tomarlo después a la
salida.
El punto culminante fue cuando se procedió
a la votación sobre el pastor. El hermano,
como auténtico varón de Dios habló
después de una emotiva oración sobre su
transformación y expresó a todos el rumbo
490
- 491 -
que daría a la iglesia desde entonces, si le
aceptaban como pastor.
Aquello fue un gallinero revuelto, la señora
que fumaba tanto, dijo en voz alta:
­¡Queremos a nuestro pastor, pero lo que no
queremos son los del bautismo del Espíritu
Santo ni con los gitanos!­
­¡Eso, eso!­ gritaban otros
Yo sentía ganas de llorar, pero Dios me
decía:
NO TEMAS, YO ESTOY CON VOSOTROS
Hernandez, parecía extasiado. Tenía en la
solapa una pequeña flor y estaba decidido
a todo. Su rostro era firme y sereno.
¡Cristianos!, ¡cristianos!, ¡cristianos! ¡Dios
santo! ¿Qué está pasando en tu pueblo?.
Tantas bendiciones y amor parecían venirse
abajo. Parecía que todos nos habíamos
convertido en cartón piedra. Nuestro interior
estaba en constante oración y aquellas
furias desatadas, no podían contra nuestra
fortaleza
espiritual.
La votación
fue
reñidísima y la distensión total, pero los
escandalosos nada pudieron y el número de
votos favorable a la permanencia, al menos
por un año, del pastor fue superior. Supimos
también que hubo votos favorables a su
marcha, de personas que no estaban allí
presentes, y pese a todas las ruines
maquinaciones,
el
hermano
podía
permanecer
al
frente
de
aquel
desbarajuste, un tiempo más, aunque la
situación se hacía insostenible.
Ante la
pasividad amorosa, pero firme de los
tocados por el Espíritu, estaba la resistencia
sin cuartel de los tradicionalistas, que
hacían uso de un arma muy poderosa, el
dinero, que estaba en manos de ellos, junto
al poder humano. Nosotros no teníamos
nada ni una peseta, pero no nos querían allí
y para mayor abundancia de problemas se
unieron a nosotros, los miembros de la
naciente “iglesia de Filadelfia”, bautizados
491
- 492 -
con el Espíritu Santo, y que eran
despreciados
por
los
conservadores
evangélicos.”­
El pastor, se mantuvo como pastor, algún
tiempo más, pero después, obligado por
las circunstancias, dejó de serlo. Con el
nos marchamos algunos mas, quienes
continuaríamos nuestras reuniones en el
Paseo de Castellana, creo recordar que en
el número 16, y se abrió incluso un lugar
de acogida, un centro de acogida social.
Como su familia era numerosa, mis padres
pensaron que al menos por un tiempo
podrían estar en nuestra casa de Perales
de Tajuña, y así fue. Sin embargo, al
quedar muy lejos de Madrid capital,
Hernández realizaría otro traslado más, al
barrio de Madrid, para habitar en una
vivienda unifamiliar de dos plantas. Dirigía
una capilla propiedad de unas hermanas
de la unidad, una congregación de mujeres
cuya misión es buscar la unidad de los
cristianos. En esa capilla adaptada al culto
evangélico, el Señor se manifestaba. Fue
allí en donde por primera vez, conocimos a
un sacerdote
católico norteamericano,
amigo personal del pastor, el hermano
Cárter,
pionero
de
la
Renovación
Carismática
en
España,
y
quien
posteriormente nos obsequiaría con una
visita a nuestra casa.
Uno de los momentos más emocionantes
que yo he vivido en esa pequeña iglesia,
sucedió en un día muy concreto, y en
pleno culto dominical. Estaba el pastor
disertando
magistralmente
sobre
un
capítulo de la Biblia, cuando, justo a mitad
del Servicio, tuvo que parar su mensaje,
mirando fijamente a una persona que
entraba por la puerta en esos instantes.
Unas lágrimas cayeron por sus mejillas.
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- 493 -
­Queridos hermanos, os pido disculpas, por
que no puedo seguir, ya que la emoción me
embarga, y el motivo es que la persona que
está haciendo su entrada a esta reunión, es
una hermana a la que hacía muchos años
que no veía­
Los dos hermanos, se dieron un abrazo
profundo de amor, por que ella, de la que
no recuerdo su nombre, separada de la
familia, en tiempos de la Guerra Civil
Española, siendo muy niña, evacuada de
Madrid, para evitar morir por culpa de los
bombardeos, fue llevada, junto con otros
centenares de “niños de la guerra” a
Francia. Allí tras diversas vicisitudes, la
pequeña se educó en un convento de
monjas católicas, profesando como era
lógico esa forma de fe cristiana. Tuvieron
que pasar muchos años para que los dos
hermanos se abrazaran. Ella, católica, y el
pastor de la iglesia evangélica.
El culto continuó hasta su fin, pero el
ambiente había cambiado por completo,
todos
estábamos
emocionados
e
impresionados por ese acontecimiento tan
feliz, entre personas de la misma familia, y
por qué no decirlo, entre cristianos de
distintas confesiones.
Los años han pasado, Hernandez, ya no
vive en Madrid, sino en la provincia de
Burgos. Ha seguido en el ministerio de la
Palabra, y hoy, ya anciano, dedica su vida
a Cristo, con muchas actividades y a su
familia.
Es curioso, que con el paso del tiempo, he
tenido la oportunidad de tener amistad con
un siervo de Dios, hoy pastor de una
pujante
iglesia
evangélica
bautista,
absolutamente renovada en el Espíritu, y
madre de otras muchas iglesias, que al
comienzo de su ministerio estuvo en ese
triste cónclave anti­todo, como acusador.
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- 494 -
El mismo, me dijo con gran espíritu de
tristeza:
­Lamentablemente yo fui uno de los que le
acusaron, y hoy lo siento de todo corazón,
es un error en mi vida­
Creo en su arrepentimiento, pues con
posterioridad a los hechos, el fue
bautizado en el Espíritu Santo, y hoy Dios
le ha bendecido con una comunidad muy
entregada a su Obra en general, y que
está creciendo, no solamente en España,
sino en otros lugares del mundo, con el
respaldo del mover del Señor. Esta claro:
DIOS HACE LO QUE QUIERE Y COMO
QUIERE.
Todo esto me lleva a una conclusión, que
cuando el Espíritu de Dios se mueve lo
hace con tal fuerza, que se tiemblan los
cimientos de todas las iglesias, incluso
aunque
éstas
se
denominen
“Pentecostales”. Cuando hay avivamiento,
siempre surgen crisis, pero lo que sí es
cierto es que la Gloria de Dios se
manifiesta cambiando vidas, sacando a la
gente de los vicios, sanando a los
enfermos, liberando a los poseídos por
fuerzas satánicas, y haciendo prodigios
bíblicos en toda regla, pero siempre dentro
del orden establecido en la Biblia. Si hay
un movimiento espiritual que interesa ser
“domesticado” por el conservadurismo
religioso, ese es el carismático o
Pentecostal, por que lógicamente cuanto
mas sometido esté a la autoridad
HUMANA, menos problemas ocasiona a lo
establecido de forma oficial.
Sin embargo, no es lícito pensar que los
cristianos bautizados en el Espíritu, o como
otros dicen: cristianos que han recibido la
Efusión del Espíritu Santo, tienen patente
de corso, para tomarse la libertad que nos
da el Señor como libertinaje. Tenemos que
aceptar un hecho, y es que es cierto, que
494
- 495 -
dentro de la renovación carismática, o del
movimiento Pentecostés,
han surgido
grupos
que
se
han
extralimitado,
saliéndose por completo de
lo que el
mismo Espíritu de Dios enseña en la Biblia.
Yo
personalmente
no
me
siento
identificados con tales grupos, son otra
cosa, en casos, muy extraña, por que lo
que se puede alejar de lo enseñando en la
Biblia, sencillamente lo que no es bíblico,
no es bíblico, y se está alejando de la
Verdad Revelada. Ahora bien, si hay un
movimiento virtualmente poderoso es el
carismático, por que es allí donde el
Espíritu del Señor, se mueve con dones.
Ningún cristiano que se precie como tal,
puede decir, que las lenguas fueron solo
para el siglo I. Decir eso, es sencillamente
mentir a la palabra de Dios, y es negar los
hechos históricos que se han dado a lo
largo de toda la historia del cristianismo.
No es verdad, que los dones sean solo
para esa época, quienes defienden ese
punto de vista, están obstaculizando en su
propia vida, la bendición de Dios. ¿Quién
es el más interesado en cerrar esta
cuestión? ¡El diablo! A él no le interesa una
iglesia bendecida con el Espíritu, por que
es la que mas batalla le va a presentar en
toda regla. Las diferentes formas de
cristianismo, versus iglesias, están llenas
de
multitud
de
organizaciones,
y
movimientos,
todos ellos plausibles,
buenos en sí, con mucha historia, y que
han sido utilizados por el Señor para la
expansión de su palabra, pero lo quieran o
no, de todos ellos, hoy es el Movimiento
del Espíritu Santo, que nunca ha dejado de
soplar en la cristiandad, a pesar de lo que
algunos creen, es el que hoy tiene mas
potencia en todo el mundo, contando no
con miles, si no con millones de
seguidores. Todo ello es el cumplimiento
Por ser
precisamente un
movimiento del
Espíritu Santo,
creo que el
diablo tiene
especial interés
en su
destrucción. Por
ello estamos
viendo, en los
últimos años
avances de
grupos “pseudo
carimáticos”, y
“pseudo
cristianos”, cuya
doctrina no es
clara.
MUY
VIGILANTES.
495
- 496 -
de una profecía de Joel, que comenzó a
cumplirse en Hechos 2:
-En los ultimos dias derramare de mi
espiritu sobre toda carne­
Y eso, sintiéndolo mucho por los que se
oponen, es totalmente imparable. Todas
las denominaciones están siendo visitadas
por el Espíritu de Dios. TODAS. Acusar de
“herejía” a lo que se enseña en el interior
de este movimiento, tanto en cuanto no
solo se ajusta a la Palabra de Dios, si no
que la cumpla, es caer en un error muy
serio.
NUESTRA CASA DE PERALES DE TAJUÑA,
MADRID
Mis padres, quisieron que fuera la
“Casa de Jesús” el tiempo que se
precisara, y lo fue. Allí pasé parte de mi
adolescencia. Fue una época, de transición
en la que disfruté los mejores momentos
de mi vida de adolescente. Papá se la
regaló a mi madre, allá en el año 1968. La
adquirió gracias a la venta de la casa de mi
abuelo Pepe, su padre, tras fallecer éste.
Era una vivienda adosada a otras,
formando parte de una comunidad vecinal.
Tenía el número 12. No poseía terreno
alguno, pero delante, en la puerta de
entrada, nació un árbol ciruelo, que yo me
encargaba de cuidar con esmero. Todos los
años, nos daba profusión de frutas, pero
496
- 497 -
los inviernos allí eran duros, y las heladas
fuertes. Para evitar que la flor del ciruelo
se estropeara, me dijeron algunos del
pueblo que lo mejor o lo único que se
podría hacer era cubrir la copa del árbol,
con alguna tela o plástico, sujetándola a
las ramas o al tronco principal, con el fin
de que el viento no se la llevara volando.
¡Cuantas noches, lloviendo y con frío
reinante, me levantaba de la cama, aun
cuando
me
había
calentado,
y
abrigándome, salía para cuidar de ese
árbol!. Incluso cuando ya le había colocado
la protección me preocupaba por su estado
y su protección. Era para mi como un dócil
animal del que me sentía plenamente
responsable. Yo ya sabía que las plantas
son seres vivos, pero lo que no conocía,
hasta qué punto. Su estructura biológica
es totalmente distinta a la animal, pero
estoy seguro que cuando se sienten bien
cuidadas, ellas responden positivamente.
De alguna manera, que no conocemos hay
una relación de “tu a tu” entre las especies
vegetales, y nosotros, es la bio­diversidad,
es el equilibrio natural, es el espacio vital
compartido, o quizá algo mas sutil y
hermoso: el Amor de Dios.
Dios nos enseña a través de la misma
naturaleza, El se deja sentir y ver en todo
lo que nos rodea. En la Biblia son múltiples
las referencias al mundo vegetal y animal.
En conclusión, siempre he creído que
muchos principios de lo que hoy llamamos
“ecología” ya estaban reflejados en las
Sagradas Escrituras.
Todas las noches, después de ver un poco
la televisión, si hacía frío, me acostaba,
generalmente
pronto,
pero
mi
pensamiento era mi arbolito. Una de ellas,
el frío, tenaz acompañado de viento
creciente, me inquietó, por que se me
había olvidado extenderle el protector a la
497
- 498 -
copa
arbórea.
Luchando
contra
el
antipático aire, logré no sin cierta
dificultad hacerlo bien. Cuando, cumplida
mi labor, entré a casa, sin esperármelo, de
sorpresa el Señor, me habló a mi corazón
de forma muy directa, me quedé
petrificado durante unos segundos, por
que en mi corazón una voz potente y
amorosa, me dijo:
“¡De la misma manera, que tu cuidas a
este arbol con amor, yo te cuido a ti!”Una inmensa paz se apoderó de mi
interior, solo pude pronunciar
una
titubeante pregunta:
­“¿Señor?”­
Muchas veces, los chicos de la colonia,
entre la Primavera y el Verano, Jesús y
Javi su hermano, Jesús el pelirrojo, yo y
alguno otro mas, nos íbamos por las
montañas
de
alrededor,
explorando
nuestro entorno, descubriendo cuevas,
introduciéndonos en rincones recónditos,
entrando y saliendo en casas abandonadas
por los años que despertaban cierta
morbosidad. Los matorrales de tomillo,
que se extendía por todas las laderas y
faldas montañeras, inundaban con su
aroma nuestros olfatos. Conejos, zorros,
palomas torcaces, y otros animales solían
cruzarse delante de nuestros pasos,
velozmente para esconderse en cualquier
guarida,
o
agujero.
Siempre
me
acompañaba mi perro, noble animal, que
defendía con fiereza la casa con sus
ladridos, y que quizá si hubiera sido
preciso habría dado su vida por mi. Ese
día, nos fuimos toda la mañana, por la
cima del monte que teníamos enfrente,
cargado
de
matojos
soberanamente
reverdecidos. Nos llevamos bocadillos, y
botellas de agua, que nos habíamos
“apañado” antes de salir. Siempre que nos
encontrábamos un árbol frutal a mitad de
498
- 499 -
camino, nos encargábamos de aligerarle
de su peso. Por alli, en algún lugar entre
peñas, había una higuera de brevas. Por
entonces no conocía los tiempos de las
frutas, y me apeteció acercarme por si
encontraba una apropiada. No había, no la
encontré por que no era su tiempo aun.
Molesto conmigo mismo, mirando esa
hermosa higuera, el Señor, volvió a tratar
con mi persona, directamente:
-“La higuera da sus frutos maduros en su
tiempo justo, asi son los frutos del
Espíritu. Tienes que madurar”­
Me aparté de allí pensando en lo que
había recibido en ese momento, mi fiel
compañero cánido, ladraba y jugueteaba a
mi alrededor saltando entre los matorrales
persiguiendo cuanta criatura viviente se le
cruzara en el caminar.
­¡Juan José,!­ La voz del pelirrojo
reclamándome mi atención­¿estás bobo o
qué?, ¡parece que has visto algo raro!,
¡vámonos a casa, que es tarde!.­
­¡Ya voy, un momento!­Respondí.
Esa mañana, regresé a casa habiendo
aprendido una lección que el Señor me
había querido mostrar. Hay que madurar, y
el proceso en la vida del cristiano debe ser
constante, y para ello son precisos cuatro
aspectos: leer, oir, hacer y hablar. Leer la
Biblia, oir lo que Dios nos dice en ella,
hacer lo que allí está escrito y hablar con
Dios en oración.
Alguien ha dicho que en la Biblia, Dios nos
dice una frase: “No temas”, 365
veces.¡Que casualidad!, por que 365 son
los dias del año, es decir, que desde el 1
de Enero hasta el 31 de Diciembre, el
Señor
nos
dice
lo
mismo.
Pero
atención:¡Es una orden!.
499
- 500 -
ANTONIO EL LECHERO
La lechería de Antonio estaba
situada en frente de la casa de la anciana
Escolástica. Era un joven alegre, simpático
y muy agradable. Ir a su sencillo comercio
para hablar con él, suponía pasar un buen
rato en compañía de un amigo que
siempre estaba dispuesto a reír y a sonreír.
Era evidente nuestra diferencia de edad. El
ya estaba casado y tenía un hija pequeña,
pero a mi me gustaba conversar con él.
Nuestra amistad se fraguó con el paso del
tiempo. Papá, siempre que bajaba para
comprar algo de pollo y leche, prefería
hacerlo en la carnicería de nuestro amigo,
y así poder hablar. La caballerosidad y el
buen trato de mi padre se mezclaban con
la simpatía de Antonio. Ambos esperaban a
que las mujeres terminaran de comprar,
para hablar cuanto más tiempo mejor de lo
mucho que les unía. Todo había empezado
algún tiempo antes, aquel día en el cual mi
madre, se convirtió en una cliente segura
para él. A partir de ese momento,
prácticamente día si y dia no, ella y el se
ensarzaban en largas conversaciones que
amenizaban las mañanas, entre huevos
frescos, pollos, carne cortada, jamones y
longanizas, y allí, la Palabra de Dios,
encontró un hueco, para ser atendida. Mis
padres siempre que podían compartían con
el lechero el mensaje de la Biblia, y
Antonio, se convirtió en su
mejor
discípulo.
El muchacho, estaba encontrando muchas
respuestas a innumerables preguntas que
siempre se había hecho, desde pequeño, y
en nuestros encuentros, contactos, y
500
- 501 -
conversaciones, la Palabra de Dios fue
poco a poco aflorando en su corazón. Una
flor comenzó a nacer, y que nunca se
marchitaría a partir de entonces. En ese
lugar, entre cabezas de pollo cortadas, y
cuchillo de matarife, estaba, en lugar
preferencial, el Nuevo Testamento que
papá le había regalado. Dia tras dia,
aprovechando los escasos minutos que
Antonio tenía de descanso, leía con avidez
todo lo que en él estaba escrito, y su fé
aumentaba cada día a pasos agigantados,
de modo que de vez en cuando
aprovechaba para subir, algunas tardes, a
nuestra casa, con un solo objeto, la
oración. En esos improvisados cultos de
oración que hacíamos, le enseñábamos
canciones cristianas, música y contábamos
testimonios
de
fe.
Nuestro
amigo
escuchaba con deseo, y un día entregó su
corazón al Señor, a El se dió. Desde ese
momento, el lechero del pueblo, comenzó
a ser un pequeño faro de luz, pues, añadió
a su buen carácter esas palabras de vida
que hay en quienes viven la fe cristiana
con alegría y entusiasmo. Siempre que
podía predicaba el evangelio en su
carnicería a todas las mujeres que allí
compraban. Aquello comenzó a producir
cierto alboroto, y al poco tiempo, nuestro
amigo era criticado por algunos vecinos
por su amistad con los “protestantes”, es
decir con mi familia. A él le daba igual los
comentarios vecinales, cuanto mas era
criticado mas se enardecía. No había un
cliente que, a parte de llevarse su medio
kilo de carne o su docena de huevos, se
llevara también, y de regalo unas palabras
del Evangelio. Nuestro amigo, valiente y
decidido no tenía ningún inconveniente, si
se establecía algún tipo de discusión, sacar
el Nuevo Testamento y enseñárselo a
quienes lo solicitaran.
501
- 502 -
En una ocasión estando yo en mi casa, se
acercó para comentarnos algo que había
sucedido en el restaurante “Las Vegas”, la
unica casa de comida que en ese lejano
año había en la villa. Fue para dar un
paseo, y acercándose allí al objeto de
tomar unas bebidas refrescantes, se dio
cuenta que allí, estaba sucediendo algo
anormal.
Como
de
costumbre,
el
restaurante tenía su público. Es un
comercio muy conocido y concurrido. Pero
allí había un pequeño tumulto, un grupo de
personas arremolinas en círculo, gritaban.
Antonio, animado por la curiosidad se
acercó, abriendose paso hasta el centro de
la algarabía. En el suelo, una muchacha,
de otro pueblo pero conocida, yacía en el
suelo semiinconsciente. Unos reclamaban
un medico, otros la presencia de algún
familiar o conocido. Otros gritaban una
cosa, y los más hablaban sin parar. Sin
embargo, nuestro amigo, notó que esa
muchacha tenía otro problema. Mientras
unos trataban hace algo, el estaba quieto,
de pie, delante de la muchacha, mirándola
con detenimiento, mientras su corazón
oraba al Señor, y dirigiéndose a ella, de su
boca salió solo una orden:
­¡En el Nombre de Jesús, demonio, te ordeno
que la dejes,¡sal de su cuerpo!”­
En ese preciso instante, su cuerpo
comenzó a dar grandes sacudidas, y
cuanto más lo hacía, mas Antonio
aumentaba su confianza en el Señor y su
seguridad en la Palabra de Dios, hasta que
las sacudidas terminaron y
la muchacha quedó en el suelo, como si
estuviera relajada.
El Señor estaba hciendo grandes cosas, en
la vida de nuestro sencillo lechero, por que
502
- 503 -
él tenía un corazón sencillo para Dios. Fue
usado por el Señor, por que allí durante un
tiempo brillaría la luz del evangelio en ese
pueblo madrileño. Siempre con su Nuevo
Testamento sobre la mesa de trabajo, para
de esa manera, testificar de lo que Cristo
estaba haciendo en su vida. En una
ocasión le visitó el sacerdote del pueblo,un
muchacho
joven
que
había
salido
recientemente del seminario, y que se
empeñaba en levantar un grupo de
jóvenes en la parroquia, utilizando unos
métodos curiosos. Le habían llegado
noticias
del
constante
testimonio
“antoniano”,
y
quiso
comprobarlo
personalmente.
Creyendo que con su
visita todo quedaría bajo su control
parroquial, se dio cuenta, que quien en
realidad recibió una buena palabra
cristiana fue él. Antonio, en ningún
momento se presentó hostil, ante la visita
sacerdotal, todo lo contrario, por que lo
recibió con gran alegría. El cura, optaría
por reconocer que el lechero, tenía a Cristo
en su corazón. Como Antonio le dijo que
la familia “protestante”, es decir, la mia, le
había enseñado el camino de Cristo, el
sacerdote, tomó la decisión de hacernos
una visita. Naturalmente, le recibimos con
la amistad que siempre hemos tenido
hacia cualquir representante de una
iglesia, sea cual sea. Nunca supimos cual
era su intención real, pero lo ciero, es que
estuvimos toda una tarde compartiendo el
mensaje
del
Evangelio.
En
ningún
momento, presentó hostilidad alguna, más
bien, todo lo contrario, respeto y alguna
apertura. Nos dio la impresión que en
realidad, era una persona sin brújula
alguna en su vida espiritual, y que había
entrado en la carrera sacerdotal mas por
buscar recursos humanos, que por una
verdadera llamada espiritual. Boquiabierto
503
- 504 -
se quedó cuando, delante de un buen café
preparado por mamá, oyó los testimonios
de sanaciones y curaciones, bautismos en
el Espíritu y demás manifestaciones
divinas en las comunidades cristianas,
incluyendo a los grupos de la Renovación
Carismática católica, que ya por entonces
comenzaban
a
hacerse
notar
con
notoriedad. Si el religioso vino para
convencernos, más bien fué él quien salió
de casa convencido de nuestra fe cristiana.
Mi padre, Eduardo con Julian, un
hermano y amigo estudiante en el
Seminario
Evangelico
Español.
1980
JULIA,Y SU CONVERSIÓN
Allá en ese lejano año 1973,
nos íbamos todos los fines de semana a
nuestro chalet de Perales de Tajuña. Como
papá estaba ya de baja por enfermedad,
todo ese verano completo, pude disfrutar
de ese pueblo. Todo el día me iba con mi
bicicleta a recorrer los caminos que herían
504
- 505 -
las laderas montañeras, acompañado por
mi fiel perro. Los secretos rurales se me
revelaban uno tras otro. El monte cargado
de
higueras,
pinos
mediterráneos,
zarzamoras, rosales silvestres, tomillo y
otras plantas, me ofrecía su corazón, y yo
no dudaba llamar a su puerta. Los
intrincados caminitos recorridos a primera
hora de la mañana por cabras y ovejas,
penetraban en mi, como lo hacían en los
montes.
Esa mañana del verano en
Perales, me fui muy temprano, por el
camino que teníamos justo detrás de mi
casa. Mi amigo y fiel aliado, el perro que
no tenía nombre, hijo de una “pastor­
alemán” y un chucho vulgar, se me uniría
en mi paseo por las lomas de la montaña.
El sol madrugador, ya calentaba lo
suficiente. Paseando entre matorrales, a
más de una hora de distancia de mi hogar,
jugando con mi mejor amigo, oí un balido
detrás de mí. Me sorprendería, por que al
volverme,
allí
estaba,
perdida,
desorientada, solita. Una cría de cabra.
Con rapidez ordené al can que se estuviera
quieto, y así lo hizo. Hay amor en la
naturaleza. La pobre hembra, no tendría
mas de un mes de vida. Quise saber qué
haría, así que sentándome en el suelo,
esperé poco tiempo, por que nada mas
verme, y sin temer a mi compañero, se
acercó un poquito más. Reanudé mi
marcha, como no queriendo saber nada de
ella, y el animal me seguía. Si yo corría a
propósito, lo único que hacía era quedarse
quieta viéndome como le alejaba y balaba
aun con fuerza. Como coincidía que ya era
el momento de regresar a casa, y quedaba
un camino largo y caluroso, la recogí en
mis brazos, como un bebé humano. Era
evidente que se había perdido de un
rebaño.
Como en mi casa, había una
pequeña habitación a la entrada, la cabra
505
- 506 -
se quedó allí, para pasar la noche.
Después de cenar, volví a verla, y cerré la
puerta de entrada, como de costumbre.
Comenzó a balar, cada vez con más fuerza.
Me sentía obligado, y de nuevo regresé
para verla. Dejaba de molestar nada mas
verme. Allí había una silla de anea, que
mamá tenía para sentarse allí, junto a su
máquina de coser. Sentándome unos
minutos, la cabra chiquita daba un salto, y
se dormía en mis brazos, introduciendo
ella misma su pequeña cabeza entre mi
pecho y mis brazos, buscando el calor, y la
seguridad. Desde luego que la cabrita no
se llamaba “Julia”, ni tampoco se convirtió,
pero esta historia, tan bucólica como real,
me recuerda de forma paralela, a otra, que
deseo relatar, entre otras cosas, para no
olvidar a una sencilla mujer, de la que no
conozco sus apellidos.
Mis padres, en
1991.Valverde
del Camino,
Huelva.
Aun así creo que solo el hecho de
mencionar en unas cuantas cuartillas, su
nombre, ya es recordarla y rendirle cierto
homenaje. El Homenaje siempre es para
Cristo, pero es bueno el hecho de
mencionar en unas cuantas cuartillas, su
nombre, ya es recordarla y rendirle cierto
homenaje. El Homenaje siempre es para
506
- 507 -
Cristo, pero es bueno reivindicar a
personas, que a lo mejor no han
significado nada para la sociedad, pero
que han tenido un pequeño lugar en la
historia de los suyos. Quizá rememorar a
Julia, es hacerlo con las millones de
mujeres, en todos los paises, culturas,
credos, y razas, que desde la mas triste
miseria, han trabajado y luchado como
leonas, para sacar a delante en la dura
aventura de la vida, a los suyos, contra
viento y marea, sin saber leer ni escribir.
No han ido a ninguna escuela, pero han
aprendido en la de la calle. No han
participado en grandes eventos, pero lo
han hecho dia a dia, rompiéndose el alma
trabajando. No han sido escritoras, pero
han escrito con el sudor de sus frentes, no
se han graduado en la Universidad, pero la
vida las ha graduado. Nunca han aprobado
ninguna asignatura, pero Dios las ha
aprobado, por que le han conocido. No han
hecho nada para el Gobierno humano,
pero el de Cristo, las ha levantado. Esa era
Julia.
La conocí, por que uno de mis vecinos, que
se llamaba Jesús, iba todos los fines de
semana a Perales, con su familia. Era un
hombre gordito, algo bajo de estatura,
creo que llevaba gafas y de él poco más
sé. Estaba casado y tenía al menos que yo
recuerde, dos hijos, uno de ellos era
menor que yo. La madre de su mujer se
llamaba Julia. Mujer ya mayor, entrada en
años, alta, de pelo blanco, sencilla,
sincera, ayudaba en lo que podía a la
familia, en las tareas generales del hogar,
y en el cuidado de los niños. No sabía
leer ni escribir, pero tenía un alma grande
para Dios. Siempre solícita para ayudar a
los demás, le encantaba charlar con mis
padres, y en particular con mamá en los
corrillos vecinales. Mi madre, en todo
507
- 508 -
momento, trataba de hacer amistad con
Julia, por que veía que la pobre anciana
sufría en su casa.
­¡Pobre Julia, esta mujer está sufriendo en su
casa, a mi me parece que nadie le hace
caso, y es tan buena persona, siempre que
me ve, se echa a llorar!­ Diría mi madre en
una animada conversacíón sobre Jesús y
su familia, en casa.
Los atardeceres de los cálidos veranos,
aprovechaban los padres de familia
vecinos, para tomar algo, en casa de
alguno de ellos. Unos vinos, con morcilla
frita, unos caracoles recién hechos, y
cositas así, suficientes para estar hablando
largo rato de mil y un temas variados,
mientras los chicos hacíamos lo propio por
nuestro lado. Mamá, que hizo amistad con
la anciana, no perdía nunca la ocasión para
hablarle de Jesús, pero no de su yerno,
sino del de la Biblia. A Julia, se le
cambiaba el gesto triste del rostro. Aquella
mujer parecía iluminada por la alegría.
En una ocasión, le reveló algo que sin
duda
nos
llamo
poderosamente
la
atención:
­Doña Lola, ¿Sabe usted que mi madre, en
tiempos de la Guerra Civil, me leía la Biblia
en casa, y me contaba cosas de ella?­
­¿Ah si?, eso es maravilloso­
­Yo no sé leer ni escribir, pero hay historias de
la Biblia que nunca he olvidado, por que
como usted ve, señora Lola, yo creo mucho
en Dios. Yo, eso de los curas, como que no
me va mucho, pero en Dios..... ¡Vaya que si
creo!­
­Julia, lo importante, es creer en Cristo, yo sé
que usted tiene un alma de Dios, muy
grande. ¡Pídale siempre al Señor!­
­Yo sé que hay un cielo y un infierno, por eso
yo creo en Dios­
­¿Quiere usted que le hablemos del Señor, y
le leamos la Biblia?­
508
- 509 -
­Claro que si, pero es que en mi casa, con
mi yerno......no sé.­
­Bueno, no se preocupe por eso, véngase a
tomar un café a la mía, y alíí mismo se la leo
yo. ¿Hace?­
­¡Hace!­
Y así comenzó una sencilla amistad entre
dos buenas personas. La pobre, en cuanto
se podía escapar un poquito de su hogar,
se venía a merendar algo con mi madre, y
allí, ella compartiría, del Señor con Julia.
Pero un día dejó de venir, una semana,
otra, y otra. Pasó un mes, o más. Ellos
bajaban desde Madrid, pero la abuela no.
¿Qué pasaba?, sufrió una trombosis, de la
que no se recuperó nunca por completo, y
que quizá fue lo que la condujo hasta la
muerte. No obstante, a pesar del mal que
sufría, pudo reponerse
bastante bien.
Perdió su facultad de hablar, aunque pudo
desenvolverse bastante bien por un
tiempo.
Esa tarde de Agosto, en mi garaje privado,
con las puertas abiertas para sacar mi
bicicleta, vi a Julia, por la calle, andando,
detrás de su travieso nieto, llamándolo con
una sola sílaba:
­¡Je.....je.....je­(Jesús, al igual que su padre)
­¡Julia, me alegro de verla!­ Le dije sabiendo
que no me podía contestar, pero que me
entendía perfectamente.
­¿Puede venir un momento, Julia? Quisiera
hablar con usted un instante.­
Estaba muy cerca tan solo a seis o siete
metros. Accedió por que tanto ella como
yo sabíamos, lo que opinaba su yerno de
todo esto, y no queríamos crearle a la
anciana mas problemas. Yo no quería
perder aquella oportunidad que el Señor
me estaba dando en ese momento, y allí
mismo, uniendo mi mano con la suya, le
dije:
509
- 510 -
­Julia, yo sé que no me puede contestar,
pero le pregunto una cosa: ¿usted quiere
recibir en su corazón al Señor?, si lo desea,
apriéteme una vez mi mano­
Una lágrima viva, llena de amor, se soltaría
salvaje por las arrugas de su rostro.
Apretó
mi mano, una, dos tres veces
seguidas, mientras trataba de decirme
algo.
­Tranquila, Julia, no se preocupe, no hable si
no puede, pero yo sé que usted cree mucho
en el Señor, ahora, yo voy a decir una
oración, y usted en su corazón la va a
repetir, como si la hiciera usted, lo unico que
le pido es que en este momento, piense en
Jesucristo, dígaselas usted al Señor, y si lo ha
hecho, apriéteme de nuevo tres veces
seguidas,
¿está
preparada?¿quiere
hacerlo?­
Con su cabeza me indicó que sí quería.
­Señor, yo Julia, creo en mi corazón que
resucitaste de los muertos, y te confieso
como mi Señor, te acepto en mi vida como
mi Señor y Salvador personal, toma mi
corazón, entra en mi, sé tu el centro de mi
hogar.Padre Dios, te pido en el Nombre de
Jesús que me recibas­ La mujer no me
apretó tres veces mi mano, lo hizo solo
una vez, pero larga, durarera, con fuerza,
mientras acariciaba una y otra vez mi
joven
rostro,
casi
de
adolescente,
dándome las gracias, con su trapajosa
lengua. Yo sabía que en ese instante,
Jesús, el del cielo, no el otro, entró
definitivamente en su alma, para no salir
nunca más.
Fue un momento, impresionante, se
respiraba una paz sobrenatural, nadie nos
molestó, ni siquiera mi perro que andaba
dando vueltas por allí. Otra batalla estaba
ganada para toda la eternidad, por que
nuestra amiga, poco tiempo después
partiría con el Señor, y allí está, formando
510
- 511 -
parte de ese pueblo redimido por la sangre
derramada de Cristo en la Cruz del
Calvario. Quizá Julia, era como esa cabrita
solitaria que se perdió del rebaño. Al
igual que ella, precisaría una mano amiga,
que sirviera de orientación y de cobijo. Un
poco de amor hace maravillas. Unas
palabras dulces, milagros. Esa cabra al dia
siguiente, fue recogida por su pastor
verdadero, que vino hasta mi casa, para
llevársela a donde correspondía; Julia, lo
sería por parte de el Gran Pastor, que vino
solícito a colocarla junto a El, en los
lugares celestiales.
EL APROBADO
Se aproximaba el temido fin
de un curso escolar que fue muy diferente
de los anteriores, por que en realidad, lo
había comenzado con mi conversión. Fue
un año de enormes transformaciones en
mi vida. Papá había recibido el bautismo
del Espíritu Santo el dia 12 de Enero,
mamá lo recibió alrededor del Mes de
Marzo, y yo más o menos por la misma
época. Así mismo me bauticé en la iglesia
evangélica de Calatrava, sobre el Mes de
Mayo, bajo los ministerios de Bahjat
Batarseh y de Alberto Araujo. Participé
activamente en las campañas evangélicas
multitudinarias de Batarseh. Lo recuerdo
perfectamente, porque la última se hizo
coincidir con la “operación Madrid”, en la
que decenas de jóvenes de distintas
ciudades, se dieron cita para sembrar las
calles de la
capital con decenas de
evangelios, folletos, bíblias etc.......y
música
cristiana. Fue el año, de la
chabolita de Ángel Borjas, pastor gitano,
en donde nos reuníamos muy a menudo,
511
- 512 -
un lugar muy pobre y humilde pero lleno
del Espíritu de Dios, y en el cual prediqué
por primera vez, con tan solo 16 años,
sobre el capítulo 24 de San Mateo, a una
comunidad gitana naciente. Eran los días
y los meses, en los que empleaba mas
tiempo visitando todas y cada una de las
iglesias
evangélicas
de
Madrid,
colaborando,
participando y apoyando,
regresando, en ocasiones a mi casa sobre
las dos o las tres de la madrugada, al
finalizar las espectaculares reuniones de
la Iglesia de Calatrava. Fue una época de
cambios radicales en mi vida, que me
dejaron marcado para siempre, por que en
mi casa, seguíamos albergando gente,
pero ahora cristianos, y realizábamos
reuniones periódicas, en las que Dios se
manifestaba
de
forma constante.
También se produjeron milagros como la
liberación espiritual de un amigo intimo
puertorriqueño que estaba poseído por el
diablo, y fue liberado. Con todo ese
movimiento era difícil estudiar, pero yo
tenía muy claro, que pese a ser un
estudiante muy regular, y con una
disciplina para mis estudios poco clara,
había que aprobar todo el curso en el Mes
de Junio. Tenía, asignaturas pendientes del
año anterior que quería superar. A pesar
de mi poca eficacia como estudiante,
decidí estudiar todo lo que pudiera a fin de
superar mis dificultades estudiantiles.
Había algunas asignaturas especialmente
temidas por mi parte: lengua, latín y
matemáticas. Me propuse superarlas
dedicándoles varias horas de estudio
continuado.........pero al final del curso
académico. A lo largo del mismo dediqué
de manera
muy desigual el tiempo
necesario, de forma que logré mantener
unas notas trimestrales
mas o menos
aceptables, con notas medias y algún que
512
- 513 -
otro suspenso. Dios me estaba enseñando
a orar, y a confiar en su respuesta. Aprendí
que El desea un esfuerzo por nuestra
parte, un empeño en nuestras labores
profesionales o personales, una búsqueda
constante de la superación personal. Había
materias que me suponían un autentico
suplicio,
pero
allí
estaban,
diciéndome...........:
“¡Supérame!”.
Llegaron los temibles exámenes finales del
Mes de Junio, y había que estudiar a toda
costa, y lo hice, incluso en plena maratón
de
reuniones,
cultos,
campañas
evangelísticas, viajes de fin de semana a
nuestra casa de vacaciones. No recuerdo
con exactitud para qué asignatura, tuve
que prepararme en muy pocos días aquella
primera semana del mes, creo que fue
latín o griego. Los dos o tres anteriores,
al dia del examen final y decisivo, me
entregué de cuerpo y alma a los libros,
casi sin descanso. Aun así, conocía
perfectamente que mis posibilidades de
aprobar no estaban claras. El estudio no
fue suficiente, al menos para mí. Tras
descansar del esfuerzo mental la tarde
anterior al examen, tomé la decisión de
levantarme de madrugada para un último
esfuerzo. En esa época, vivíamos en una
casa lujosa, hoy conservada y catalogada
por el Ayuntamiento de Madrid, y nuestro
piso, una sexta planta, era realmente alta.
Me
deleitaba
muy
de
mañana
contemplando viendo la salida del sol
sobre la ciudad y las numerosas
golondrinas que anidaban en mis ventanas
y balcones. Tenía sus nidos casi a la altura
de mi mano. Aquel día, oré al Señor a pié
de cama, y le supliqué algo que yo
necesitaba: “Señor, ¡despiértame mañana a
las cuatro de la madrugada, necesito
estudiar!”. La oración fue sencilla, pero con
una total confianza en íntima relación filial.
513
- 514 -
En mitad del apacible sueño, tuve una
experiencia que nunca he olvidado, y que
permanecerá conmigo hasta el final, muy
sencilla, humilde, quizá de esas que pasan
desapercibidas para la mayoría, mi cuerpo
sintió un amoroso y ligero temblor, salí
bruscamente del sueño, con leve temblor y
percibí una cálida presencia de Alguien que
me decía, y no era la de mis padres o
hermanos:
-“¡Animo, levántate, son las cuatro!”­
Permanecí inmóvil unos segundos, por
que era consciente de Quien era el que
me despertó.
Un minuto exacto después, sonó en mitad
de la noche, la campana de la iglesia
católica de los Areneros que retumbaba
por todo el barrio, marcando el compás
horario: ¡Cuatro campanadas!..... ¡Dios me
había
despertado,
respondiendo,
de
manera muy clara a mi primera oración
práctica!
Cinco minutos después, con
renovado esfuerzo y deseo comencé a
estudiar hasta las ocho de la mañana,
cuatro horas
seguidas, con escasos
intervalos de descanso que aprovechaba
para contemplar la salida del sol y el
madrugar de las ruidosas golondrinas.
Luché con tanto esfuerzo personal, que
conté con la ayuda directa del Señor. Los
resultados finales se hicieron evidentes:
¡Aprobado!.
Esa
fue
mi
primera
experiencia personal con el Amor de un
Padre
Celestial
enamorado
de
sus
defectuosos e irresponsables hijos. Incluso
se preocupaba de mis esfuerzos para
estudiar,
contestándome
de
forma
AUDIBLE, a mi oración, como debe de
hacerlo cualquier padre humano. Yo lo oí,
y solo yo puedo, al cabo de treinta y
514
- 515 -
tantos años, entender que esa hermosa
Voz, esa amorosa Presencia, ese afectuoso
despertar con un ligero temblor en mi
cuerpo, era el Señor. Allí me quedé unos
segundos, despierto, mientras escuchaba
la confirmación humana de la hora exacta
que pedí en oración, a través de las
campanadas de la iglesia cercana. Allí
estaba yo, un sencillo adolescente,
preocupado por sus estudios, y por los
exámenes finales. Es verdad, en ese
mismo instante, habría en el mundo
millones de adolescentes como yo, de
todas las razas, culturas, idiomas y etnias,
pidiéndole a El multitud de respuestas. No
sé si a ellos les respondió, seguramente sí,
pero a mi me contestó. Durante unos
segundos, allí estábamos los dos solos, en
la quietud y tranquilidad de la noche
madrileña. Un chaval sencillo y un Dios
Universal, los dos juntos, como amigos,
como padre e hijo, como un “tu y yo”.Allí
pude comprender en tan solo dos o tres
minutos su grandeza y su inconmensurable
amor y poder. Francamente, me da igual
que algunos crean que fue producto de mi
mente, por que yo solo sé que no fue así.
Mi relación con Dios y mis estudios, me
volvería
a
provocar
una
segunda
manifestación personal por su parte siete u
ocho años después. Aproximadamente
sería a comienzos del año 75. De nuevo
más exámenes finales. Ya habíamos sido
bautizados y en ese entonces, teníamos
cierta experiencia en la Obra de Dios. En
esa época, estábamos apoyando y
colaborando con una iglesia que Alberto
Araujo había abierto en la Avenida de
Extremadura de Madrid. Me entregué tanto
a la Obra de Dios, que había descuidado
mis responsabilidades humanas. Recuerdo
que en una reunión sencilla de amigos,
515
- 516 -
que tuvo mi familia con Alberto al finalizar
el culto, en ese local, me levanté para
acudir al servicio. Allí mismo en la puerta,
oí la voz del Señor que me dijo, con cierto
tono de enfado y algo imperativo, pero con
mucho amor:
-Cumple
con
tus
obligaciones
de
estudiante!­. Me quedé de piedra, pero
sabía que era El. No había nadie conmigo
en esos momentos, estaba solo.
Al volver con los míos y con Alberto, le
conté lo que me había pasado, y el mismo
me dijo:
­¡Yo tenía en mi corazón decirte que no
descuides tus estudios, que está muy bien
que trabajes para el Señor, pero El quiere
que seas responsable contigo mismo, me
alegro mucho, a si que ¡cumple!­
El TUMOR EN EL PANCREAS SE FUE
­¿Vamos a comer todos hoy?­Le pregunté a
mamá, como si no fuera conmigo y con
cierto desdén, pensando en todo el grupo.
-No, pero estoy haciendo la comida, para
hoy y para mañana, por que Angelines, nos
ha llamado invitándonos a Alcorcón, por
que vamos a hacer allí un culto con todos.
Es una idea de ella, de Maria José y creo
que también de Marisa. Los tres matrimonios,
nosotros, y seguramente de alguien mas­
Respondió mientras daba una vuelta con la
sartén a la estupenda tortilla de patatas,
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- 517 -
que al juzgar por su aspecto prometía
estar realmente buena, como ella las
hacía. En aquellos años, tenía un nombre
peculiar cargado de cierta connotación
nacional: “Tortilla española”, quizá en
contraposición a la sencilla y humilde
“Tortilla francesa”, hecha solamente con
un huevo frito batido varias veces en el
plato, y un poquito de sal. Hoy confieso,
que como se me ocurra preguntar en
cualquier restaurante por la Tortilla
española, seguramente me traerían una
frances con una banderita española, por
que ese nombre se ha perdido por
completo, debido quizá al europeismo que
enferma hoy a nuestro pais. Así que he
optado por la prosaica nominación de
“tortilla de patatas”.
­Mamá,¿Qué es lo que le ha pasado a
papá?, lo noto un poco preocupado­
preguntaba mientras metía un tenedor en
la misma sartén para arrancarle un trozo a
la tortillita. Mi madre, dándome un golpe
en la mano, que me hizo desistir de ceder
a tan agradable tentación, me dijo:
-Está preocupado, por que hace un par de
meses, le hicieron unas radiografías, y unas
pruebas médicas­
­¿Y, qué?­
­¿Tú sabes como murió tu abuela Dolores, su
madre?­
­Si, de cáncer al pácreas, según me dijo él­
­Efectivamente. El problema es que a papá
le han encontrado algo en ese organo
corporal, creo que algo que podría ser un
tumor que al parecer, parece benigno, pero
que hay que estudiar con detenimiento, por
que eso, según le han dicho podría
trasformarse en uno maligno, es decir en….­
­¡Un cáncer!­Abrevié yo por lo sano.
-Eso es, y tu hermano Eduardo, tiene
contactos en la Cruz Roja, fué con papá
517
- 518 -
para que allí le pudieran hacer otras
pruebas complementarias­
­¿Qué han dicho allí?­
­Han confirmado que el páncreas tiene algo
extraño, y como podrás comprobar está
muy preocupado­
En esos años, mi hermano estaba
atravesando una dura prueba, y su
confianza fue sometida a una verdadera
tormenta. A pesar de la preocupación que
papá tenía, yo percibí en él una enorme
confianza en la oración. El temor tenía
fundamentos sólidos, mi abuela murió en
el año 1959 a causa de esa enfermedad, y
según la ciencia, hay mas posibilidades de
padecerla si se ha tenido algún pariente
directo fallecido por el cáncer. Sin
embargo, mi hermano, estaba más
intranquilo que mi padre.
Esa tarde, hablé con mi progenitor para
que me informara sobre ese asunto.
­Papá ¿estás preocupado por ese asunto?­
­Bueno, un poco sí, pero tengo una
confianza sublime en Dios, he visto su mano
poderosa en este tiempo, ¿Por qué no la
voy a ver ahora?­
­Tienes razón­Le interrumpí.
Mirándome fijamente a los ojos, algo que
hacía cuando estaba completamente
seguro por fe, o mejor aun, al al haber
recido la certeza de lo que afirmaba, me
dijo:
-Esta enfermedad, si la hay, es para la gloria
de Dios, y no es para mí, sino para tu
hermano. El martes que viene tengo que ir
con él a recoger los resultados D­E­F­I­N­I­T­I­
V­O­S­ me dijo puntualizándome muchos
las letras de esa palabra-y Dios va a obrar,
no sé como, pero lo hará­
El domingo, nos fuimos a Alcorcón y
después de pasar todo el día con nuestros
amigos decidimos empezar el culto. Al
terminar, papá pidió oracion comunitaria, y
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- 519 -
allí mismo, oramos al Señor, quizá de una
manera un tanto rutinaria por mi parte,
para que los resultados fueran negativos.
Yo, en realidad, no estaba muy informado
de lo que podría suceder con esa
enfermedad en caso de presentarse, y no
le dí importancia a nada de lo que estaba
sucediendo, conocía el caso de mi abuela,
por que me lo habían contado, pero no
estaba lo suficientemente sensibilizado. Si
esa noticia, me hubiera sido dada hoy
estoy seguro que me dejaría llevar por la
preocupación.
Todos los asistentes a la reunión nos
levantamos, e impusimos las manos sobre
la cabeza de mi padre. Eduardo, mi
hermano, que estaba allí, permanecía a un
lado, callado, observando, en silencio
respetuoso. Las mujeres elevaron la voz:
­¡Padre Celestia!, te pedimos, en el Nombre
de Jesús, que ayudes a Eduardo,
declaramos por fe, que hay sanidad para él,
Señor. Pon tu mano sobre tu siervo, y sánalo,
Señor.­
Mi progenitor, al levantarse, nos dijo a
todos:
-Sé que va a ver un milagro, y el testimonio
no será para mí, sino mayormente para mi
hijo mayor­
Tenía tanta seguridad, que nos infundió a
todos un gran ánimo. Todas las pruebas
médicas certificaban la existencia de un
tumor que por muy “benigno” que fuera,
había que tratar con urgencia. Una leve
sonrisa de triunfo se dibujó en sus labios.
Ese martes, se fueron los tres, mi
hermano, y mis padres, para recoger las
pruebas definitivas. El doctor tenía todo,
incluidos los de la Cruz Roja. Quince dias
antes, se hizo unas de absoluta necesidad,
y que resultarían las clarificadoras.
-Doctor, vengo a recoger el resultado de las
pruebas que me he hecho.
519
- 520 -
­Le estaba esperando. Muchas gracias por
la documentación que me han traido de la
Cruz Roja, por que están complementando
el informe que hay hecho. Aquí tengo ahora
mismo en mis manos, las anteriores que le he
hecho, y como verá, sr. Santos, en todas
ellas, incluidas la que me han aportado su
hijo Eduardo, no hay duda alguna. En el
páncreas aparece algo extraño, que hay
que tratar lo antes posible­ Detalló el doctor
con
claridad,
algo
que
los
mios
agradecieron gentilmente, mientras les
enseñaba unas pruebas muy concluyentes.
Papá permaneció en todo tiempo tranquilo
ante en la conversación.
­Doctor, le agradezco mucho su claridad,
deseo pues que me informe con absoluta
sinceridad, sobre el problema y el alcance
que pueda tener. Usted sabe que mi madre
falleció por algo semejante, o igual, y si hay
que abordarlo lo antes posible, dispuesto
estoy­Respondió con tranquilidad.
El doctor, en ese momento, solicitó a la
enfermera, que le trajera el sobre de las
pruebas concluyentes, las definitivas. La
ayudante, empleó en su búsqueda un par
de minutos, hasta que las encontró
perfectamente archivadas y ordenadas.
­Aquí están, doctor­
­Deme la radiografía y el informe, por favor­
La mujer, se las entregó, y el médico,
comenzó a estudiarlas, una y otra vez. Mi
madre, se entretenía hablando con la
enfermera. Mi hermano, sentado esperaba
el dictamen medico, y papá clavó su
mirada en el rostro del médico. El rostro
del doctor reflejaría poco a poco una
mezcla de sorpresa y dudas. Pidió el resto
del informe, una y otra vez. Sacó todas las
radiografias, mirándolas como si se
trataran de un cuadro de Rubens ante la
contemplación de un enamorado de la
pintura.
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-Esto no puede ser, enfermera, usted se ha
equivocado, traigame el ultimo informe de
Santos, éste no es­
­Doctor, lo he comprobado varias veces, y
es el suyo, no hay dudas­
­¡Vamos!, no puede ser, aquí hay algo que
no coincide.Enfermera, venga y mire.
Compare­
Los dos vestidos de blanco, estuvieron
unos minutos comparando todos los
documentos con el final. Algo no encajaba
bien.
-Doctor­interrumpió
mi
padre
con
seguridad­¿Puede decirme qué es lo que
pasa?­
Mi hermano se había levantado, y con el
permiso del médico cotejaba unos y otros
datos.
-¿Que qué es lo que pasa?­Respondió el
médico con la misma pregunta, para
después añadir:-pues pasan muchas cosas
y se lo voy a decir, que en el informe final,
no hay nada, que no parece por ningún
lado el tumor ese, que es la primera vez que
me sucede esto a mi, en toda mi vida
profesional, y que al parecer es verdad que
los milagros existen­
Papá que sabía muy bien lo que sucedía,
hizo un poco de teatro, simulando algo de
asombro, para que, de esa manera hicera
mas efecto el hecho en mi hermano.
­¿Un milagro?, ¿por qué?­preguntó con
disimulado asombro.
El
doctor,
sentándose,
le
preguntó
directamente:
-Don Eduardo ¿usted que ha hecho?­
­¿Yo? Nada, solamente tener un tumor
benigno, y desde luego no lo hecho
voluntariamente­
­No me refiero a eso, lo que quiero
preguntarle, es cómo ha hecho para
curarse, por que está claro, que aquí no hay
nada de nada, que está sano, que algo ha
521
- 522 -
pasado por encima de la ciencia, y aquí
están los informes, y que es la primera vez
que me pasa en la vida como profesional,
así que he de creer en Dios, sin duda.­
­Pues con mucho gusto, se lo digo, que
somos cristianos, y que hemos estado
reunidos en oración para pedirle al Señor
que me sanara, concretamente el domingo
pasado, hace dos dias. Eso es todo lo que
he hecho, nada más­
El facultativo, acomodando su cuerpo hacia
atrás en su sillón de la consulta, le dijo con
total claridad:
­Pues a usted, si no le ha curado Jesucristo,
no tengo ni idea de quien le ha sanado­
­Ha sido El, doctor, Jesús quien me ha
sanado, para testimonio a mi familia, y
tambien a usted mismo­
­Y yo lo certifico como médico, felicitándole
en mi calidad de profesional por la fé
cristiana que usted ha demostrado tener, y
recibo ese testimonio por que me vendrá
muy bien para mi propia vida espiritual, pues
yo tambien soy creyente­
La alegría se apoderó de mi madre y de mi
hermano, siendo compartida por él y la
enfermera. Papá con una gran sonrisa,
estuvo compartiendo del mensaje de Cristo
con el médico un largo rato. Allí le regaló
una Biblia dedicada, que el doctor le
agradeció.
De regreso a casa, lo primero que hizo fue
contarme todo lo que pasó en la consulta,
e inmediatamente llamó a todos los del
grupo cristiano para compartir su alegría.
Nunca más precisó volver ir a consulta,
gozando hasta el final de sus días de una
buena salud.
522
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BILLY GRAHAM, EUROFEST 75
Aquel iba a ser un verano
especial, que marcaría un cambio radical
en la vida de numerosas personas.
Nosotros, sin saberlo, y ni siquiera sin
sospecharlo, íbamos a ser utilizados por el
Señor de una manera muy importante.
Hechos que sucederían en el mes de
Agosto, no solo marcaron el cambio de
rumbo para muchos, si no que se
convertirían en un recuerdo perenne en
nuestras vidas, a lo largo de muchos años,
en un ejemplo de poder y de victoria, de
gloria y de bendición espiritual, de alegría
y de liberación.
­Mamá, ¿nos vamos de viaje a Bruxelas?Pregunté a primeros de Junio muy
interesado, por que conocía que en Bélgica
había una gran concentración de cristianos
de toda Europa, donde predicarían el
norteamericano Billy Graham, el argentino
Luís Palau y el congoleño y obispo
anglicano carismático Festo Kinvengere.
Para ir allá, teníamos que hacerlo a través
de una iglesia evangélica, y pudimos
realizar el viaje, gracias a la iglesia
bautista de mi cuñada. Aún recuerdo aquel
viaje con cierta nostalgia. En la frontera
con
Francia,
estuvimos
detenidos
aproximadamente unas dos o tres horas,
ya que los requerimientos oficiales para
pasar eran muy específicos. Hay que tener
en cuenta que en esos años, nuestro país
estaba sometido bajo una dictadura muy
aislada del resto de Europa. Cuando al fin
pudimos atravesar los dos puestos
policiales, el español y el francés, sentimos
todos como una liberación. Recuerdo, que
papá, acercándose a mí, me dijo muy
entusiasmado:
­¡Siento una gran liberación!­
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- 524 -
Hicimos la ruta, con un solo conductor de
autocar, durmiendo en Burdeos, y después
en París. Ha sido la única vez que visité la
Torre Eiffel. Al ser la primera vez que
lograba salir al extranjero, todo lo que veía
me sorprendía gratamente. Me surgieron
algunos aspectos que me sorprendieron a
lo largo del viaje. En el autocar había una
señora, de mediana edad, rechoncha, con
un moño al mas puro estilo campesino
español, vestida completamente de negro.
Mujer bastante rústica, de mente rústica, y
costumbres aun más rústicas. Mi impresión
es que se había unido al viaje por puro
placer, y que nada tenía que ver con la
iglesia organizadora ni con el motivo final.
La rusticidad de esta acompañante
quedaba bien expresada en la paquetería
que hizo introducir en el habitáculo
destinado a tal fin en el autocar: una vieja
maleta, atada con una tosca cuerda, y un
colchón de lana enorme, enrollado, y bien
sujeto con otra cuerda. El resto del pasaje
llevábamos macutos, paquetes y maletas
cómodas.
Para
poder
introducir
el
mencionado
colchón
dentro
del
portamaletas, el conductor se tuvo que
emplear a fondo, y al hacerlo, tan mullido
era, que su cuerpo que se hundió en el
mismo. Yo, que estaba asomado por la
ventanilla, observé cómo el conductor, una
vez que pudo hacerlo miró con rabia a la
propietaria, mientras se limpiaba el sudor
con la mano. Cuando llegamos a Bruselas,
el caballero descansó al extraer del interior
del autocar semejante objeto. La viajera
del colchón desapareció de Eurofest,75.
Parecía que la tierra se la había tragado
por completo. Al iniciar el regreso, me la
volví a encontrar en el mismo autocar, con
el mismo colchonazo, y con el mismo
sufrido conductor. Por aquellos años, se
hizo popular en el mundo cristiano un
524
- 525 -
saludo internacional, cuyo significado era:
“Un solo camino, Jesús”se hacía con
el dedo índice señalando al cielo. La
multitud de jóvenes europeos que se
despedían de nosotros, desde la calle, lo
hacían señalando al cielo. Nosotros
respondíamos igual, pero la señora del
colchón, decía al ver a un inglés con pinta
de hippie:
­¡Mira ese melenudo que se ríe al mirarme, y
que cosa más rara me hace con el dedo
índice!­ Creí que perdí de vista a la
mencionada mujer, pero cinco años
después, en otro viaje cristiano organizado
para ir a “Misión 80” en Lausana, Suiza, me
la volví a encontrar, vestida de negro, y
¡con el mismo colchón!. Yo nunca había
asistido
a
un
evento
evangelístico
internacional de esa magnitud. Allí nos
dimos cita grupos procedentes de distintos
países, con cánticos, Biblias, música
cristiana, y una gran hermandad. Muy
cerca del Atomium, está el Palacio de
Exposiciones, y el Estadio de fútbol
Heissel. Allí fue donde nos concentramos
cerca de 14.000 personas procedentes de
numerosos
países,
en
su
mayoría
cristianos de fe evangélica. Así mismo,
cerca de las instalaciones, acamparon
numerosos zíngaros miembros de la
Iglesia Evangélica de Filadelfia europea.
Aquello se organizó por grupos lingüísticos,
y por estado social, es decir, casados y
familias con hijos, por un lado, y solteros
por otro. Todos compartíamos momentos
de adoración y alabanza, en nuestros
idiomas, participando al unísono en todos
los actos. Papá oró al Señor, pues deseaba
hacer
algo
más.
Sin
pertenecer
oficialmente a ninguna iglesia, siendo un
desconocido en realidad, no era fácil
participar activamente en la organización.
Un día, mi padre de pié junto a la puerta
525
- 526 -
principal, vio desde lejos, que se acercaba
un grupo de personas, entre ellas estaba
Billy Graham, el evangelista. Mi padre,
sabía quien era en realidad, y oró al Señor
para que le permitiera compartir con el
predicador unos segundos. Sus piernas
temblaban. El pastor norteamericano al
ver a papá, rompió el protocolo, y lo
abrazó con gran entusiasmo, aunque no lo
conocía. Quizá, pensó que era pastor por
su semblante personal.
­
Fotografía 1ª: Decenas de grupos
de cristianos jóvenes, de distintos
países se extendían por las
explanadas,
para
alabar
a
Dios.Fotografía 2ª: Desde el reloj
central, hasta la hierba del
campo de fútbol, la inmensa coral
del equipo evangelístico de Billy
Graham.
¡God bless you!. ¡God bless you, brother!­
Exclamó Graham.
526
- 527 -
Papá, se vio sorprendido por el efusivo
abrazo americano. Es curioso que, sus
acompañantes, entre ellos algún que otro
español, nunca se hubieran acercado a
saludarlo, aunque lo conocían de vista, se
volcaron en la diplomacia de los saludos y
agasajos una vez que Graham había
terminado. Papá, quien en su infancia
puertorriqueña había hablado el inglés, no
conocía ahora ni una sola palabra, pero
como era un caballero con un alto nivel en
las relaciones sociales, les respondió al
saludo con su español. Quizá fue aquello lo
que le valió para ser seleccionado como
“consejero
oficial”
en
la
campaña
evangelística del Sr. Graham.
El estadio de fútbol, se llenaba por
completo, en secciones lingüísticas, y cada
una de ellas contaba con potentes
altavoces con traducción simultánea.
Abajo, en el centro, se había levantado
toda una plataforma, para todo el equipo
de los que tenían que predicar. Detrás,
justo en las gradas situadas a sus
espaldas, se situaba el espléndido coro
evangélico,
formado
por
sopranos,
tenores, tiples, barítonos etc... que
entonaban
de
manera
magistral
y
armónico las mejores alabanzas e himnos,
al fina de cada mensaje. Para una persona
como yo, joven, que nunca había salido de
España, resultaba algo impresionante, ver
cómo la gente respondía a la llamada a la
conversión a Cristo, que Graham realizaba
al final de sus prédicas, descendiendo por
las escaleras, hasta el césped del Estadio,
mientras el coro principal cantaba con gran
fuerza y poder, un himno, ya clásico en la
música cristiana:
-¡El Señor, el Señor!, ¡Resucitado de la
muerte y es Señor! Arrodillados estarán!.
527
- 528 -
Cada lengua clamará: ¡Que Jesús es el
Señor!”
Otro de los himnos preferidos usados para
ese fin era:
-Tal como soy pecador, ¡bendito Cristo
heme aquí!Sentado, estaba yo, en las gradas, cuando,
sentí el roce de una mano amiga. Era mi
hermano Eduardo, quien nos acompañó al
viaje, para indicarme que bajaba para
responder a la llamada efectuada.
Biografía: Billy Graham, escritor, predicador y
evangelista de renombre mundial, ha llevado cara a
cara el mensaje del evangelio a más seres humanos
que cualquier otra persona en la historia, y ha
ministrado en todos los continentes del mundo.
Millones han leído sus clásicos inspiradores, entre
ellos: ÁNGELES, EL SECRETO DE LA
FELICIDAD, PAZ CON DIOS, EL ESPÍRITU
SANTO, ESPERANZA PARA EL CORAZÓN
AFLIGIDO, Y NACER A UNA NUEVA VIDA.
528
- 529 -
El doctor Graham, predicaba con una gran
soltura y con mensajes muy claros el
Evangelio
de
Cristo.
Recuerdo
con
nostalgia y alegría, cómo distintos grupos
procedentes de diversos piases se reunían,
en la amplia explanada que hay frente al
Palacio de Exposiciones para cantar y
alabar a Dios. Todos participábamos en el
mismo espíritu. Nos reuníamos a menudo,
formando amplios círculos, y cada uno en
su idioma nos uníamos en tono a una
misma canción cristiana Siendo difícil, en
ocasiones acomodar las letras por la
diversidad lingüística, sin embargo lo
conseguíamos sin dificultades. Muchas
veces finalizábamos abrazándonos unos a
otros. Fueron días inolvidables que se
grabaron en mi recuerdo con fuerza.
Hicimos una salida al centro de Bruxelas,
para reunirnos todos los grupos en una
plaza histórica, de la que no recuerdo su
nombre, y allí me encontré, causalmente
con la emigración laboral española y con
numerosos exiliados políticos. Apenas oía
el francés, solo se escuchaba español.
Aquello me sorprendió mucho. Había oído
hablar de nuestros emigrantes y de los
exiliados políticos, pero aquella tarde me
topé con un nutrido grupo de ellos.
Eurofest, 75, una conferencia internacional
de la juventud y una cruzada evangelística
organizada por la organización de Billy
Graham en Bruselas, terminó a primeros
del Mes de Agosto. El regreso estuvo
cargado de nostalgia por lo vivido. Cuando
llegamos a Madrid, nada más bajar del
autobús, nos esperaba una noticia muy
triste: mi tío Juan, hermano de mi madre,
y una bellísima persona, había fallecido,
tras una penosa enfermedad. Muchas
figuras
evangélicas
bien
conocidas
vinieron, tal como Luis Palau, el obispo
Festo Kivengere, Annie Vallotton la buena
529
- 530 -
ilustradora de la Biblia y Manfred Siebald el
cantante­compositor alemán. Uno de los
huéspedes especiales era el cantande
ingles Cliff Richard.
Luis Palau ya entró en la historia moderna como
uno de los contados hombres que le hablaron a
más personas en el mundo. Su mensaje fue, y
es escuchado por más de 800 millones de
personas en 112 países a través de la radio y la
televisión, y tiene el privilegio de haberle hablado
a más de 22 millones de personas cara a cara
en 80 países del mundo, organizando, junto a un
selecto grupos de colaboradores internacionales
y con el apoyo de invitaciones locales,
congresos, seminarios, charlas informales,
conferencias y recitales­conferencia llamados
"Festivales".
Festo
Kinvengere,
Obispo
anglicano
ugandés, un hombre renovado por el
Espíritu Santo, predicaba a las multitudes
con la resolución
y la firmeza de un
evangelio respaldado por la unción de
Dios. Su voz grave y profunda, animosa y
agradable, nos animaba a seguir a Cristo,
530
- 531 -
por encima de todo y de todos. Festo, nos
contó parte de su testimonio, de cómo
tuvo que huir
una noche, caminando,
hacia la frontera, para escapar de las
tropas del dictador Idi Amin, uno de los
dictadores mas crueles y sanguinarios, que
ha dado el siglo XX en África, por que
quería asesinarlo, resaltando la ayuda
espiritual que obtuvo de Cristo, en los
momentos mas difíciles. Al final de cada
predicación tanto de Luís como de Festo,
decenas de personas, se levantaban para
reconciliarse con Dios, a través de Cristo.
La poderosa voz del obispo clamaba como
la del profeta Juan, pero esta vez no en el
desierto, sino entre multitudes de toda
Europa:
­¡No importa, cual sea tu religión, si eres
católico o protestante, o anglicano, tienes
que tener un encuentro personal con Cristo,
por que de nada te sirve tener una religión si
tu no tienes a Jesús en tu vida!, no importa el
color de tu raza, ni la lengua, ni la nación a
la que pertenezcas, solo importa hoy un
hecho: que tu
tienes que tomar una
decisión al respecto: ¿qué vas a hacer con
Jesús?, yo te invito a que te acerques a El, y
que dejes atrás todo aquello que te ha
alejado de El, por que El puede ayudarte, El
puede hacer la obra en tu vida. Hay un
camino abierto ante ti: Es el camino de
Cristo. La religión de por sí de nada te va a
servir, si tu no tienes a Cristo en tu corazón.
Hoy en esta mañana, tienes la oportunidad
de dar un cambio, de dar un sentido a tu
existencia, y es ahora, es hoy, es en este
momento, cuando debes de abrir tu
corazón al mensaje de la Palabra de Dios.”­
Nada
mas terminar, todos los allí
reunidos,
varios
miles,
colocados
perfectamente en grupos y nacionalidades,
531
- 532 -
con el fín de escuchar el mensaje de Dios
en nuestras lenguas maternas, nos
levantábamos y comenzábamos a cantar
con fuerza inusitada, mientras muchos
respondían a la llamada de Cristo:
El Señor, el Señor. Resucitado de la
muerte y es Señor. Arrodillados estarán,
cada lengua clamará, que: “¡Jesús es el
Señor!”
Todo el recinto, desde el “Atomium”, hasta
el Estadio, y en todas las instalaciones
restantes, los grupos de diferentes iglesias
evangélicas de toda Europa, se repartían
cualquier espacio libre para adorar al
Señor. Franceses, italianos, portugueses,
españoles, daneses, suecos, alemanes,
ingleses y de otros países, guitarra en
mano, comenzaban a dar testimonio
público de su decisión por Cristo.
Allí, todos nos uníamos, fuera cual fuera
nuestra lengua oficial, y en amor,
compartíamos nuestra común fe. Miles de
evangelios se distribuyeron, se hicieron
centenares de oraciones, y seguramente
todas escuchadas y respondidas por ese
Dios Omnisciente, y Omnipresente tan
grande que tenemos a nuestro lado.
Ficha de mi padre como consejero
del equipo de Billy Graham
532
- 533 -
El
Atomium,
principal
monumento de Bruselas. Muy
cerca de allí, el palacio de
Exposiciones y el Estadio de
Futbol
Yo, con un refresco, y mi madre. Eurofest.
Papá, con los cuadernos rojos de Eurofest.
Preparados para escuchar el mensaje de
Dios, a través de Graham.
533
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EL VIAJE MISIONERO
Si fue importante nuestra
venturosa visita a la que hoy es capital de
la Unión Europea, aun lo sería mas lo que
vendría después, y que marcaría un antes
y después. En la canícula veraniega, no
sospechábamos que era lo que sucedería
mas adelante. Al regreso de Bélgica,
pasábamos los días en mi casa de Perales
de Tajuña, disfrutando de la piscina y
visitando de vez en cuando a familiares y a
amigos.
­¿Qué os parece si nos vamos de viaje a
Andalucía?­ Nos preguntó papá en medio
de una comida.
­¡Bueno por mi no hay problema, yo siempre
estoy dispuesta­ contestó mamá, mientras
recogía los últimos vasos y utensilios.
­¡Cuando quieras!­ comenté con alegría.
Yo llevaba muy poco tiempo con el carnet
de conducir, solo dos meses, aunque a la
misma semana de recibirlo, hice un viaje
de 1.000 kilómetros, desde Madrid hasta
Almería y su regreso, toda una pequeña
aventura dado el estado de las carreteras
en esos años. Teníamos una furgoneta
Pegaso Saya J­4, de color amarillo. Ahora
viajamos con vehículos bien preparados
incluso con aire acondicionado, y nos
hemos olvidado de los anteriores, cuyo
único sistema de aireación consistía en
bajar las ventanillas, y sin embargo
¡cuanto disfrutábamos!.
Tras
los
consecuentes
preparativos
viajeros, nos dispusimos a salir. Como
habíamos obtenido el pasaporte, se decidió
salir
para
Portugal.
Adaptamos
la
furgoneta por dentro, instalando una
cómoda cama, de esa forma, mi padre
534
- 535 -
pudo llevarse varios libros para Leer y
algunos periódicos. Mamá prefería siempre
ir a mi lado. Llegó el día de la salida.
Estaba todo preparado, y dispuestos
nuestros ánimos. Sabíamos que teníamos
un presupuesto muy ajustado, y aun así
decidimos salir, nos esperaban más de
1.000 kilómetros de recorrido. ¿Cómo
descansaríamos?, donde se pudiere, y por
fe. Estábamos decididos a viajar por puro
placer, sin una previa organización, aunque
nuestra meta era recorrer el sur peninsular
y quedamos unos días en nuestra casa de
Almería. Antes de salir, papá me dijo:
­ Juan José, he estado orando por el viaje, y
el Señor me ha dicho: “Van a conocerme
varios”, yo sé que el Señor nos va a
bendecir, no sé por que calcúlo que serán
como siete u once personas­
Si el mensaje de Dios me pareció un tanto
extraño, la corazonada o interpretación de
mi padre me desconcertaría mucho más.
Los hechos que iban a suceder poco
después, no solo confirmaron la palabra de
Dios, si no que serían muchísimos mas de
los que mi progenitor había predicho.
Una mañana calurosa de ese mes de
Agosto, recordando, con mucho cariño la
experiencia de Bruxelas, en Bélgica,
pusimos nuestro vehículo en marcha.
Estuvimos todo el día anterior con los
preparativos para el viaje hacia Andalucía
y Portugal. En esa época, nuestras
carreteras eran muy deficitarias, y los
vehículos carecían de las comodidades que
hoy tienen.... ¡pero qué bonitos recuerdos
hay en ni mente de aquellos viajes! Al
llegar a Extremadura serpenteaba la
carretera por los agrestes campos llenos
de verdor. Afloraban en la superficie rocas
decoradas por la madre naturaleza con
manchas
multicolores,
en
los
que
predominaba el verde­marrón. Arboles, y
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arbustos formaban un ejército paralizado.
Yo idealizaba entre ellos, a las especies
animales que allí viven, como los jabalíes,
zorros, etc. El espectáculo natural de esa
zona de mi país, se había hecho sucumbir
ante su belleza. El cansancio por el largo
viaje, no tenía importancia alguna, aunque
mi vehículo no sobrepasaba en ningún
momento los 90 kilómetros por hora. De
vez en cuando nos deteníamos para comer
un rato, y mientras hablábamos, mi vista
perseguía el dulce y encantador vuelo de
las numerosas cigüeñas que anidaban en
los vetustos campanarios de iglesias
extremeñas, o el veloz de las aves
depredadoras como la majestuosa e
imponente águila, señora de los cielos
ibéricos.
Papá, aprovechaba, mientras yo conducía,
en las tediosas horas del viaje, para leer la
Biblia o alguno de los innumerables libros
que siempre llevaba consigo. Era un voraz
lector, y nunca perdía la oportunidad para
leer cualquier obra de la literatura.
Extremadura se abrió a nuestra visión
mostrándonos
todo
su
encanto
monumental. Trujillo, con sus edificios, sus
antiguos
casones
blasonados,
que
rememoraban su rancio abolengo. Su
estatua de Pizarro, conquistador del Perú.
Calles
empedradas
que
se
habían
enquistado en el tiempo. Los montes
apretaban a la carretera, como si quisieran
que ésta no les robara el patrimonio
natural que ellos habían protegido durante
siglos. Aproveché nuestro viaje, para
acercamos a las ruinas romanas de Mérida.
Emérita Augusta, así era como se llamaba
en la antigüedad, fue una ciudad muy
importante, capital de la provincia de
Lusitania, hoy Portugal. El teatro romano,
con su fantástica columnata, el anfiteatro,
las ruinas de las viviendas con sus
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fantásticos
mosaicos,
el
museo
arqueológico, todo ello me envolvía en un
sueño lleno de fantasías clásicas. Tras la
visita, emprendimos el viaje a Badajoz,
hasta la frontera con Portugal. Queríamos
pasar la frontera, pero mis padres me
dijeron:
­Antes de entrar en Portugal, vamos a orar,
para pedirle a Dios, que nos permita la
entrada­
Allí mismo, en el interior del vehículo, Dios
nos contestó por medio del Libro de los
Hechos, cuando Pablo, proponiéndose ir a
una zona de la actual Turquía, se le
apareció un varón macedonio pidiéndole
que el Apóstol predicara el evangelio en
Macedonia y Grecia. El siervo de Dios
entendió con claridad el mensaje, y como
nuestra intención, era, bajar por Portugal
hasta Huelva, entendimos, que por el
momento el Señor no nos permitía la
entrada al país hermano, y que nos
ordenaba ir directamente a la ciudad y
provincia mencionada. Así se hizo, y de
esa forma comenzó una pequeña simiente.
En aquel momento no podría imaginarme
cuantas veces viajaría a esa bella provincia
occidental de Andalucía, ni mucho menos
que llegaría a vivir allí en dos ocasiones
distintas.
Descendimos hasta la costa, por la
carretera interior, desde la ciudad de
Badajoz, hacia el norte de la provincia de
Hueva. A un lado y a otro, el verde campo
extremeño nos enseñaba sus encantos,
revelando algunos de sus más íntimos
secretos. Pude contemplar un fantástico
paisaje mediterráneo de montaña interior.
Al llegar a Huelva, por la zona de la sierra
de Jagubo, me sorprendieron los inmensos
eucaliptales que poblaban la mayor parte
de la provincia. Decidimos continuar
nuestra ruta, hasta la misma frontera sur
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de
Portugal,
marcada
por
la
desembocadura
del
Guadiana
entre
Ayamonte, España, y Vila Real do Santo
Antonio, Portugal. Mis intenciones era
entrar por un sitio o por otro a Portugal.
Tampoco lo conseguí en ese momento. No
era el plan de Dios. El piensa de una
manera y nosotros de otra. Para nuestro
caso y viaje en particular, Dios no estaba
pensando en Portugal sino en Sebastián
Casillas, panadero, y vecino de Ayamonte,
un pueblecito fronterizo, situado entre
España y Portugal, al sur de la Penin sula,
en la misma desembocadura del rio.
EL HOMBRE DEL CAUTIVERIO Y CRISTO
Subiendo, por una calle con
escalera muy empinada, mamá encontró
una panadería que se llamaba “Santa
Lucía”. Era pequeña, modesta, regentada
por una atenta mujer onubense. Tan
amena fue la conversación, que allí surgió
una pronta amistad. Su esposo, Sebastián
era algo grueso y rechoncho. El pelo
canoso decoraba un rostro ancho. Hombre
de gestos amables y de buen hablar, lento
y pausado, sentados todos en torno a una
mesita de madera, nos contó buena parte
de su vida, entre sorbos de cerveza y
trocitos de pan con un plato de comida
para “picar”(comer). Su relato no podía
más que despertar en mi joven vida una
inusitada atención. Yo había escuchado
historias sobre el desastre de la Guerra
Civil Española, y en buena parte estaba ya
acostumbrado,
pero
nunca
tuve
la
oportunidad de oír el estremecedor relato
de alguien, que para salvar su vida, al
término de la contienda, se escondió en un
diminuto habitáculo, de tan solo dos por
dos metros, en el suelo de su casa, a lo
largo de nueve largos años. Su único afán
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era poder huir de un vecino franquista, que
le había denunciado por sus ideas
republicanas. Mientras nos contaba cómo
había sido su largo cautiverio, las lágrimas
afloraban suavemente por sus mejillas. El
buen hombre, ante una pregunta que mi
padre le formuló, y que en parte yo temí
hacérsela, sobre la pérdida o no de la fé en
Dios,
contestó
con
una
aclaratoria
respuesta que me dejó sin palabras. El
solo conocía el cristianismo católico, y lo
poco o mucho que aprendió de Jesús,
penetró
en
su
alma.
Sebastián,
dulcemente, con lentitud, nos relató su
experiencia en el cautiverio:
“Estando en el pequeño habitáculo, me
comunicaba con mi mujer solo a través de
una rejilla que había en el techo. Esta, a su
vez, se situaba debajo de una alfombra. Allí
permanecía, en total aislamiento, a lo largo
de todo el día, hasta la noche. Algunas
veces, mi esposa, al anochecer, me sacaba
del habitáculo, y podía estar con ella algún
tiempo, caminando un poquito por la casa,
procurando no hacer ni el más mínimo ruido,
con el objeto de los vecinos no se enteraran.
No obstante, cuando temíamos por mi
propia seguridad personal, tenía que
permanecer oculto en el agujero meses
completos. En esas condiciones, y en plena
oscuridad, llegué a perder la facultad de
caminar, y mi vista. Mi esposa, tenía una
labor muy difícil, mantener la casa, y llevar
una vida normal”, ante la comunidad,
trabajando, comprando, vendiendo, como
si no hubiera nadie mas en la vivienda.
Siempre decía que me había ido al
extranjero. Para no levantar sospechas
compraba un poquito más todo, pero no
mucho. Así de esa forma, por un agujerito,
me metía la comida, y el agua. Nadie sabe
cuanto sufrimiento era esa prisión en mi
propia casa. Si fallecía alguien de mi familia,
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algún ser querido, yo me tenía que tragar las
lágrimas, por que todos, excepto mi esposa
creían que estaba en Francia. Así día tras
día, hora tras hora, mes tras mes,
hundiéndome en la desesperación, en el
miedo, en la oscuridad más absoluta, hacía
mis necesidades en un cuenco. Todo ello
por culpa de un vecino que me había
denunciado, una persona a la que yo
nunca hice nada, y a la que incluso en un
momento dado, le hice un favor. El vivía
muy cerca de mi casa. Si yo aparecía,
temía que me pasaría cualquier cosa peor.
A Portugal no podía huir, aunque la frontera
está muy cerca, aquí mismo, a menos de
500 metros, por que Salazar, el presidente
portugués era muy amigo de Franco, y a
todos los españoles que se marchaban al
país vecino, la Guardia de Fronteras los
fusilaba de forma inmediata. Llegué a
olvidarme de cosas tan bonitas como el
anochecer, la Luna llena, la lluvia, sentir el
aire y el viento, y sobre todo del amanecer.
Una noche, me encontraba hundido en mi
desesperación, en mis lágrimas, en ni terror.
Llevaba ya meses así, por que como les
digo, la única luz que me llegaba era por la
trampilla de mi techo. Llorando con
amargura, pero nunca con odio, algo pasó
allí, por que de pronto, ni diminuto lugar se
llenó de una Luz maravillosa, y no era la de
mi casa, sentí una paz inmensa que llenó
toda mi alma mientras veía como Alguien
lleno de amor, me hablaba con una voz
masculina bellísima:
“No temas, Sebastián, por que yo estoy
contigo, sigue adelante, por que no te
faltará mi ayuda”En ese momento del relato, el silencio era
sepulcral, pues al parecer era la primera
vez que lo contaba. Había estado
ocultando esa experiencia a lo largo de
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toda su vida, hasta que nos conoció, y
continuó:
­Me pregunta, usted, Eduardo por mi fé
¿cómo no la voy a tener, si sé
perfectamente que quien se me apareció
fue Jesucristo?.­
Tras una pausa, Sebastián prosiguió con su
relato:
­Aquello me dio muchas fuerzas para seguir
adelante. Todavía tendría que pasar
muchas penurias, hasta que al final de mi
largo cautiverio, dejé el agujero, para
quedarme en el interior de mi casa, sin salir
nunca, y sin ver a nadie. Seguía
ocultándome por completo, nada o poco
había cambiado, pero por lo menos podía
caminar un poco. Para el pueblo
continuaba fiera de España. Al estar tanto
tiempo en total oscuridad, estuve a punto
de quedarme ciego. Tuve que tener mucho
cuidado con la luz del sol. El primer
amanecer que contemplé en toda su
intensidad, me pareció algo maravilloso.
Con el tiempo, me di a conocer, como si
hubiera vuelto de Francia, y pude salir de ni
casa, ante al asombro de mis vecinos. Al
denunciante, lo veía todos los días pasar por
delante de mi casa. Poco después falleció.
Nunca tuve más problemas, pero la larga y
trágica experiencia me marcó para
siempre. He ido poco a poco superándome,
con trabajo y fe en Dios. No tengo odio
contra nadie, por que soy un hombre
sencillo, como ustedes, me ven”
Papá, conmovido por el relato de
Sebastián, abrió su Biblia, y con amor, le
leyó un versículo, mientras su mano se
unía con la de nuestro amigo. Mamá hizo
lo respectivo con la mujer, de la que no
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recuerdo su nombre. Había una enorme
carga emotiva. Invitándole a orar, dijo:
­Sebastián, lo que me has contado es
impresionante, y nada tengo que añadir,
por que eres un verdadero cristiano, pero
me gustaría ayudarte para que hagas una
oración­
­Desde luego, Eduardo,
contestó el panadero
desde
luego-
-Coloca, Sebastián, tu mirada en Jesucristo,
y dile estas palabras que yo voy a
pronunciar, como si fueran tuyas:
­Señor, soy Sebastián, y te doy las gracias,
por que te he conocido. Me hablaste en
esos momentos terribles. Gracias, Señor, por
todo lo que me has dado, por eso quiero
confesar con mi corazón que tú eres mi
Señor, y creo de corazón que fuiste
levantado de entre los muertos, te doy pues,
mi vida, y mi alma­
Al finalizar la oración, hubo un largo
silencio. Allí se notaba algo, y ninguno
queríamos desaprovechar aquel momento.
La presencia de Dios se hizo notar, la
emoción nos embargaba. Nunca había
escuchado
un
relato
semejante,
sencillamente
escalofriante.
Ante
mi
estaba. Los ojos de Sebastián se cargaban
de suaves lágrimas, que aumentaban
cuando nos añadió que no sentía odio
alguno contra aquel vecino que tanto daño
le había hecho.
Tenía dos hijos, el mayor, resultó que
había sido compañero de mi hermano
mayor en el Servicio Militar, en Cádiz. El
mas pequeño entraba al mes siguiente de
nuestra visita a prestar su obligación
militar en el Hospital de la Marina, en
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Madrid,
donde
precisamente
estaba
destinado como comandante mi tío Pepe,
hermano de mamá. Papá, le escribió una
carta para que, cuando el muchacho,
llegara a
su destino, se la entregara
directamente. Así fue, y aquello le sirvió
para hacer un buen servicio a la nación en
las Fuerzas Armadas de Marina, el tiempo
que estuvo destinado en ese hospital
militar.
Teníamos que continuar el viaje, pero en
vez de pasar hacia Portugal, decidimos
recorrer toda la costa andaluza. Eran días
diáfanos, claros, radiantes. La carretera de
la costa de Huelva, por aquellos años, era
muy defectuosa y estrecha, pero discurría
por un litoral repleto de verde, árboles
achaparrados, pinos mediterráneos, y
suaves dunas de fina arena. Sus blancas
playas,
se
sobrecogían
ante
los
amaneceres que llenaban el cielo de
colores. Así mismo la caída de la tarde,
llenaba la bóveda celeste de trazos
anaranjados, amarillos, violetas enviados
por un sol durmiente.
Bordeamos, toda la costa andaluza, desde
Huelva.
Esta
ciudad,
me
pareció
demasiado contaminada por las industrias
del Polo Químico. Ya habíamos estado
antes en una lejana ocasión, hacía algunos
años con el Renault­8 de papá, en 1968,
pero de aquel viaje no retenía ningún
recuerdo. Pasamos de largo hacia Sevilla,
sin sospechar nada respecto a los planes
que Dios tendría para nosotros tres meses
después en esa misma ciudad andaluza.
La carretera que unía a Huelva con la
ciudad de la Giralda, estaba en malas
condiciones,
pero, merecía la pena
recorrerla, para contemplar la belleza del
campo onubense. Tampoco sospechaba las
543
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innumerables veces que en un futuro
cercano
yo
recorrería,
en
ambas
direcciones, esa ruta. La vida da muchas
vueltas, y si Dios dispone sobre nuestro
destino, aun más.
Dejando Sevilla detrás, nos encaminamos
hacia Cádiz. Las ciudades andaluzas, son
todas ellas, distintas, pero les une un
mismo sentir, algo especial que las
diferencia del resto, quizá es el espiritu del
sur, la esencia de viejas culturas que
perduran en su idiosincrasia, en el latir del
alma del pueblo. La bahía gaditana se nos
abría en todo su esplendor. El sol brillaba
sobre un mar esplendido. La ciudad, con
todas sus cúpulas del barrio de la Viña, y
las de la Catedral se reflejaban en el
horizonte.
Antaño
fue
un
puerto
importante con las colonias españolas en
América, y de ese rancio abolengo
permanecían recuerdos indelebles que han
marcado a la ciudad y a sus habitantes. No
nos detuvimos allí, sino que continuamos
bordeando la costa, hacia el sur, rumbo al
Peñón
de
Gibraltar,
última
colonia
británica.
Yo nunca había visto grandes extensiones
de campo dedicadas a la cría de ganado
vacuno, a toros de lidia. Entre robledales y
pinos que se apretaban en las laderas de
los montes y campos, se
movían
numerosos toros. Soberbios animales, de
bella estampa y apretados músculos que
me miraban
con orgullo y altanería
cuando mi vehículo recorría las fronteras
de las dehesas. Aprovechábamos para
comer, mamá compraba en los pueblos,
productos típicos de la zona, algo de fruta,
unos
refrescos,
y
abundante
pan.
Amparándonos bajo la copa de cualquier
árbol, nos preparaba bocadillos. Los
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- 545 -
acicalados pueblos blancos de Cádiz nos
saludaban desde sus lugares de ubicación
antigua. Papá aprovechaba para leer su
Biblia y orar un poco. Era un hombre feliz,
se contentaba con poco. No teníamos
mucho
dinero
para
viajar,
pues
dependíamos solo de su jubilación, pero el
Señor nos bendecía constantemente.
EL HURACAN DEL ESPIRITU SANTO EN
MALAGA, 1975
“Dios escribe recto en renglones torcidos”
Había sentenciado Teresa de
Cepeda y Ahumada, Teresa de Jesús, en el
siglo XVI, entre las viejas paredes y
murallas de su Ávila natal. Así volvería a
ser de nuevo en nuestro viaje, por que el
Señor iba a hacer algo que ni siquiera
podríamos sospechar. El es Rey y
soberano, y cuando se mueve...... ¡se
mueve! Ya desde Ayamonte, habíamos
fijado como meta a la ciudad de Almería,
donde teníamos un piso, para poder
descansar del largo viaje unos días, así
que por fuerza teníamos que pasar por
Málaga y su Costa del Sol. Mi madre,
tenía allá unas amigas de la juventud, a
las que hacía años que no veía. Se decidió
una visita. Ya en 1975, los pueblos
costeros de Málaga, se perfilaban como
un lugar prometedor para el turismo
europeo y para el español de mediano y
alto poder adquisitivo. Ciudades como
Marbella, Estepona, Benalmádena, iban
creciendo con urbanizaciones, y sus playas
se llenaban de veraneantes procedentes de
diversos lugares del mundo, pero aquello
era solo el comienzo.
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Habíamos
conocido
en
Madrid,
concretamente en las reuniones que se
hacían en el centro cristiano liderado por el
pastor Alberto Araujo situado en la popular
y céntrica calle de la Pasa, a un inglés,
que tenía su misión cristiana abierta en la
Provincia de Málaga. Como dicha provincia,
era ya un futuro y próspero centro de
turismo europeo, sobre todo inglés, tuvo la
idea de instalarse cerca de Torremolinos,
en una zona llamada “Los Boliches”. Allí,
creó un hostal, para descanso veraniego,
en el cual recibía a todos aquellos, que
quisieran pasar unos días de reposo y de
alabanza. Tenía, dispuesto para ello, unas
cuantas habitaciones, e intentaba crear un
buen ambiente, amable, acogedor, de tipo
familiar, en donde unos y otros pudieran
compartir testimonio cristiano creando
vínculos de amistad. El edificio se llamaba
“La Casa de Jesús”. La idea era muy buena,
y desconozco si esa obra se ha mantenido
hasta la actualidad, pero de no haberlo
hecho, habría sido una lástima. Siempre,
después de un desayuno que hacían todos
los residentes en el comedor, se reunían
allí mismo para un rato de alabanza y de
oración compartida, de manera voluntaria.
Conocíamos esta obra no solo por las
reuniones en Madrid, ya comentadas, si no
por que yo había estado, año y medio
antes, en albergue cristiano, local de
iglesia incluido, con todos los jóvenes de
la Calle de la Pasa, en un pueblo muy
cercano a Marbella. Allí tuve contactos
con el grupo de “Los Boliches”. Tras el
largo viaje de recorrido turístico, papá
pensó que mejor sería descansar en ese
hostal cristiano, y así lo hicimos. Al llegar
allí, nos encontramos, por casualidad, a un
amigo que asistía a la Pasa, miembro de
una de las familias mas conocidas de esa
comunidad, los “Del Árbol”, ese era su
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apellido. La cena fue muy agradable,
bromeamos, hablamos, y compartimos un
simpático rato. El pastor inglés, nos dio las
llaves de una habitación con dos camas,
una de matrimonio y otra normal, por que
era la única libre que quedaba.
No tardamos nada en dormirnos.Estaba
cansado, por que aunque mi padre en esa
época aun conducía mucho, yo ya le
estaba reemplazando en la mayor parte de
los viajes, si bien es cierto, que de vez en
cuando, el me ayudaba. Creo que ni
siquiera oré antes de dormir, rápidamente
entré en el mundo de los sueños. La noche
transcurría de forma apacible, tranquila.
Como habíamos dejado una ventana
ligeramente abierta, la brisa nocturna nos
acariciaba el rostro. Quizá sería mas o
menos las tres de la madrugada, cuando
sucedió algo realmente sorprendente: En
un momento dado, mi padre me despertó
muy sobresaltado y excitado, pero no de
miedo, si no de alegría, rebosante de
mucha felicidad:
­ ¡Juan
José,
Lola!
¡Despertad!,
¡despertad!­
gritaba
mientras
me
zarandeaba­ ¡He de contaros algo que me
acaba de suceder! ¡Es impresionante!,
¡maravilloso!..... ¡Despertad, despertad!­
No pude ni reaccionar, por que estaba tan
entusiasmado, que logró contagiarme en
pocos segundos su enorme alegría. Quedé
expectante,
y papá nos informó sin
perder tiempo.
­ ¡Algo maravilloso va a suceder en este
viaje, y seguramente será mañana!, porque
he visto que caía sobre nosotros una
gigantesca bola de fuego, desde el cielo,
llena de llamas, pero maravillosa, y
explotaba justo encima nuestro. Ha sido tan
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fuerte, que la explosión me ha llenado de
una enorme carga de amor y bendición, y
estoy seguro de que se trata del Espiritu
Santo........ ¡Juan José!, algo maravilloso va a
suceder... ¡lo he visto!, ¡lo he visto y sentido!­
Volví a dormirme por el sueño que me
dominaba, pero pude
observar la
rebosante alegría que brotaba del rostro
de papá.
Por la mañana, tras desayunar, y compartir
unos minutos con los residentes, partimos
hacía Málaga,
recorriendo la carretera
costera que unía ambas ciudades. Hoy hay
una entramada red vial de comunicación
terrestre, pero en ese año, solamente se
disponía de una vía relativamente buena y
aceptable, pero peligrosa a juzgar por las
numerosas curvas que
tenía, y el
abundante tráfico que ya existía. No tuve
mucho tiempo para poder disfrutar de esa
hermosa ciudad, por que disfrutar si que
disfrutaría, pero de otra manera muy
especial, ya que iban a suceder unos
hechos, que cambiarían para siempre la
vida de numerosos jóvenes, y que aún hoy
se recuerdan al cabo de treinta años, y del
que conservo aun la grabación original,
aunque ya en muy mal estado. Un hecho
histórico, dentro del movimiento cristiano,
y que iba a repercutir tanto en la Iglesia
Católica malagueña como en las iglesias
evangélicas locales. Fue con mucho el
mayor avivamiento de los que allí han
sucedido. Nos dirigimos, al llegar a la
ciudad, a casa de las amigas de mamá,
Julia, madre de mi amigo Leoncio,
y
Eulogia hermana de Julia. Nos recibieron
con mucho cariño. La relación de amistad
era ya antigua, desde nuestros respectivos
abuelos. El padre de mi madre, Antonio,
había sido militar de profesión y fue en el
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Ejercito donde hizo amistad con el padre
de Julia y Eulogia, de modo que mi madre,
su hermana Dora, y las dos amigas citadas
se conocían desde muy jóvenes. Mamá
estaba muy agradecida a esta familia ya
que por razones de salud de mi hermano
mayor, Eduardo, ella se trasladó, antes de
nacer yo, hasta Málaga para pasar unos
días en casa de sus entrañables amigas.
Rápidamente, por todas estas razones, la
conversación transcurrió muy animada
entre todos. Julia, tenía, y tiene, varios
hijos,
mas o menos de mi edad. Allí
comimos, y descansamos, pero a lo largo
de la conversación, surgió un tema, por
parte de Aurora, una de las hijas:
­Nosotros, nos reunimos esta tarde en la
Parroquia de la Amargura, aquí, en el barrio
del Carranque­
­Desde
luego­
apuntó
Leoncio,
su
hermano­ allí tenemos un grupo muy grande
de jóvenes, que el sacerdote Don José
Alcaide, ha ido congregando, por que es
de la Renovación Carismática, y el
domingo, si queréis podéis asistir a la Misa
Pentecostal que hacemos. Hoy es Viernes, si
queréis podéis participar también en una
asamblea que hacemos en un piso
alquilado por la parroquia para las
actividades de nuestro grupo­
La invitación de mis amigos, nos pareció
muy oportuna, dado nuestro espírirtu
universal desde que nos convertimos al
Señor tres años antes. Así que aceptamos
con mucho gusto.
La parroquia de la Amargura, es una
iglesia importante, situada en el barrio del
Carranque, una zona popular de antiguas
viviendas protegidas, bien urbanizado, de
clases medias trabajadoras. Sin duda es
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un edificio que destaca por su hechura,
aunque no es muy antiguo. Como iglesia
es en sí, una de tantas extendidas por el
territorio nacional. Tiene un bonito pórtico
arqueado y una sencilla pero esbelta torre
campanario. No me fijé en esos detalles
cuando entramos a su interior para saludar
al sacerdote Alcaide, quien al recibirnos en
su despacho, no se levantó para darnos la
bienvenida, aunque sí lo hizo sentado de
piernas abiertas cubiertas por su sotana.
Hombre de mediana estatura, mas bien
delgado y pelo moreno, voz algo aflautada
y sonrisa permanente, nos atendió en un
comienzo mas por cortesía forzada por la
situación
del
momento,
pero
la
espontaneidad de nuestro dialogo abierto y
sincero, respetando en todo momento su
liderazgo,
y
la
enorme
capacidad
ecuménica que mi padre tenía para esos
momentos, fueron suficientes como para
hundirnos en una larga exposición de ideas
y de experiencias espirituales sobre la
presencia
de
Cristo
en
nuestras
respectivas vidas. Nos dimos cuenta, que
una cosa es el dialogo
oficial entre
denominaciones e iglesias, y otra muy
distinta es la relación que surge entre
cristianos de un lado y de otro, cuando hay
una acción del Espiritu Santo en los
corazones,
y
ese
es
el
autentico
ecumenismo que papá tenía en todo
momento, no el anterior. Toda una tarde
de conversación en privado, nos abrió las
puertas para entendernos mutuamente. El
creía que nosotros íbamos a interponernos
en su labor, por eso no se levantó al
recibirnos. Pudo entender que nuestras
intenciones eran muy distintas, y cuando
nos sinceramos, él también lo hizo. Nos
contó que había estado de sacerdote en
Uruguay, y que allí había conocido a
diversos hermanos de la iglesia Bautista, y
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al parecer estuvo a punto de hacerse
pastor. Desconozco por qué razón no dio
ese paso, pero lo que si es cierto, es que
estando en Montevideo, la capital, y
permaneciendo en su iglesia, su obispo,
miembro de la Renovación Carismática, le
dio un mensaje muy claro, cuando Alcaide
le dijo que regresaría a España, para
hacerse cargo de la Parroquia , en Málaga:
­“Dios va a enviar a una familia, y El va a
hacer algo, en tu parroquia, cuando estés
allí”­
Aun recuerdo esas palabras, mencionadas
por la boca sacerdotal,
con tildes
nostálgicos, y pronunciadas de forma que
parecía indicar la revelación de un secreto
mantenido y custodiado en lo más
profundo de su alma. Mis padres
escucharon con interés, prestando la
máxima atención. En el modesto ambiente
de su despacho religioso, una mesa
oscura, varias sillas, un viejo armario
arquetipo de la sobriedad, un montón de
libros de meditación, una máquina de
escribir, algunos folios extendidos y
desordenados
sobre la mesa, y la
presencia de elementos de culto católicos,
conformaban su halito de vida. La quietud
y el silencio, roto de vez en cuando por las
voces de los niños y jóvenes que de tarde
en tarde entraban para requerir algún
servicio del sacerdote o buscando no sé
qué cosas, fueron un sostén adecuado
para una sincera conversación de “tu a
tu”, con la Biblia por delante. El mensaje
obispal dado en Montevideo, y que yo no
acertaba en ese momento a comprender,
sería algo más que un simple mensaje, era
una palabra profética, inspirada por el
Espíritu Santo, y que ya se iba a cumplir
de una forma desbordante y positivamente
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desgarradora. Concluimos con una oración
en
común,
el
“Padre
Nuestro”,
intensamente pronunciado y sentido.
Alcaide, nos invitó aquel viernes, a la
reunión que tendría lugar en un local
próximo, con todos los adolescentes y
jóvenes, y por supuesto que aceptamos
con mucho gusto.
La Asamblea comenzó a las diecinueve
horas más o menos de la tarde.
Francamente he de decir, que me
impresionó, ver a un grupo tan nutrido y
numeroso de chicos de mi edad, algunos
más pequeños, otros más mayores,
reunidos con tanto fervor hacia el Señor.
En aquel lugar, no había ningún tipo de
imágenes, o al menos no recuerdo que
estuvieran allí, y si lo estaban, no reparé
en ellas. Yo estaba acostumbrado a los
Servicios o cultos Pentecostales, pero ese,
por su organización y bien hacer superaba
a algunos de los que había conocido
anteriormente. Tras cantar todos juntos
“¡Alabaré, alabaré!”, acompañándonos con
palmas y órgano, el sacerdote, se levantó
para dirigir el culto:
­Estamos alabando al Señor, con los labios,
pero espero que lo hagamos también con el
corazón, vamos a cantar: ¡Arrepentíos dice
Pedro!.
Y comenzó la atronadora alabanza, a
repercutir entre las paredes, acompañada
con el órgano eléctrico y el batir de las
palmas, todas ellas al unísono:
“¡Arrepentíos dice Pedro!.En el Nombre
de Jesús.Mándense a bautizar, para el
perdón de pecados, y recibiréis el Don
del Santo Espiritu de Dios.Un solo
nombre bajó del cielo.......”,
552
- 553 -
Me sorprendió presenciar tal espíritu de
alabanza y de avivamiento, y mayor sería
mi asombro entonces al ver que todos los
“coritos” e himnos, procedian de la musica
evangélica carismática y/o pentecostal.
Sería
solo el comienzo. Una vez que
terminamos de cantar, el párroco retomó
la palabra para presentarnos:
­¡Gloria al Señor Jesús!. Hermanos, esta
noche tenemos un regalo del Señor. Ha
venido aquí una familia que van a testificar.
No le he dicho nada, pero ha sido para mí
una alegría. Me han visitado
en mi
despacho...­ dirigiéndose a
nosotros,
añadió: Cuando ustedes quieran, pueden
compartir lo que Dios les haya puesto en su
corazón”­
Papá estaba sentado casi en las últimas
filas, yo mas o menos, en la mitad, y mi
madre, delante. Ella, impulsada por su
decidido carácter, se colocó ante todos, y
con palabra clara y contundente comenzó
a predicar con su peculiar forma. Fue un
mensaje, sencillo, sin hermenéutica ni
homilética alguna, nada elaborado, pero
directo al corazón. Aquí reproduzco con
toda exactitud sus palabras por que están
conservadas en un cassette:
­Lo primero, es que doy gracias al Señor, por
que yo no tenía ni idea de esta reunión.
Todos vosotros sabéis que estamos en una
época de muchísima confusión. Entonces,
sabemos que el Señor está llamando a su
pueblo, ¡no hay confesiones ninguna, es el
Cuerpo de Cristo, que El está preparando, y
esta es la iglesia realmente que el Señor está
buscando en cada culto donde cualquier
cristiano lo busque. Sentimos en nuestro
corazón la vivencia de un Dios que se
manifiesta a través de nuestra vida. El Señor
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por su misericordia, se manifiesta en medio
de nuestro corazón para darnos a conocer
la magnitud de su amor. Hermanos, el
sacerdote nos preguntó ¿a qué iglesia
pertenecíamos?, y mi contestación fue, y lo
digo delante del Señor, para la honra de El,
que soy ínter confesional. Yo no soy ni de
esta ni de aquella, por que soy de Cristo, soy
de vosotros y de cualquiera que esté
buscando con afán al Señor. Nuestra vida
fue como la de la inmensa mayoría de los
españoles.....¡Espiritu del Señor, guíame para
no
dañar
a
ninguna
persona!...............Éramos
católicos,
apostólicos y
romanos, pero nuestro
corazón nunca sintió eso. Buscaba para mis
hijos una fe, que pudiera ayudarles a
caminar en vida. Yo decía: :¡hay que buscar
a Dios!, por que entraba a la iglesia y salía
vacía, mi mente juzgaba todo aquello que
yo veía, y como había cosas con las que no
estaba de acuerdo, decía: ¡esto no puede
ser de Dios!, pero realmente yo no buscaba
al Señor, por que nosotros no podemos
juzgar a nadie. Eso es lo primero que hay
que hacer. Nosotros buscamos a un Dios
vivo, que se ha estado manifestando en los
jóvenes, por que desgraciadamente en mi
edad, ya que yo soy una persona madura, y
los mayores estamos llenos de tradiciones, y
el Señor vino a romper todas esas
tradiciones y ha llenarnos de ese amor que
El da a cada uno de nosotros. Yo veo que
aquí hay muchos jóvenes como mis hijos.
Ellos andaban por el camino del mundo, un
poquito alejados por que no han sido del
mundo, pero tenían verdaderos problemas,
por que ellos me decían: “¡es que tu no
comprendes a la juventud!”. Y yo les decía:
“¡mira!, eso no es así por que hay dos
caminos, uno el bueno,
otro el malo.
Sabemos que el camino de la verdad es
Jesús. El puede hacer de cualquier cosa
554
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una realidad, que nosotros la veamos, por
que nuestra mente está cerrada y entonces
tiene que llamarnos la atención de alguna
forma. Teníamos una casa muy grande, y
un día oímos tres golpes en la puerta
acristalada de nuestra habitación, me
levanté pero dije yo a mi esposo, ya que los
dos estábamos en nuestra cama al oír los
golpes de llamada:
­ ¡Cuidado que eres tranquilo, que yo me
tengo que levantar de la cama!­risas de los
jóvenes.
­ Me levanté, y fui a las habitaciones, y veo
a los niños durmiendo. Me volví a la cama
diciendo:
­¡Que raro!, por que podían haberme
llamado usando el timbre. Al día siguiente,
mi esposo, en el pasillo, me puso sus manos
en mis hombros, y me dijo, muy seguro:
­ Lola, van a pasar cosas muy grandes en
casa.
­¿Mas de las que estamos pasando?,¡yo no
entiendo esto!”. Le contesté.
Llamamos a nuestros amigos de Puerto Rico,
y a la familia, y nada, no había pasado
nada.
Unos días después, vino el pastor Arthur
Blessitt. Ese hombre era cristiano, esa es la
palabra ¡cristiano!, y sería recibido en
Madrid en la Plaza Mayor. Mi marido me
dijo, el día 11 de Noviembre de 1972:
­¡Yo voy a ver a ese hombre!­
­¡Yo estoy cansada de tantas procesiones, y
de palabrerías, yo necesito ver realidades,
por que nuestro país está lleno de
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palabrerías, y tenemos que ver realidades!”­
Le contesté, pero aun así me decidí a
acompañarle.
Nos fuimos a la Plaza Mayor. En esos días
estaba leyendo el libro de Billy Graham: Paz
con Dios, y el Señor estaba tocando mi
corazón. Cuando llegamos, vi un hermoso
pueblo gitano, un pueblo desechado por
nosotros mismos, y vi. a aquel pueblo clamar
al Señor, cuando los guardias entraron
dando golpes. Los cristianos, solo decían:
­¡Hermanos, arrepentíos y amad. Cada uno
quédese en el lugar que en la vida le ha
tocado pero ame al Señor. Blessitt venía
diciendo: “¡Todos tenemos que ser luz en el
sitio donde Dios nos coloca!”.En ese instante,
la policía armada, rodeó toda la Plaza
Mayor
de
Madrid,
impidiendo
la
predicación del Evangelio con sus sirenas, y
disolviendo la concentración utilizando la
fuerza. Los gitanos cristianos, clamaban al
Señor:
­¡Padre, perdónalos por que no saben lo
que hacen! Aquello fue terrible­al llegar a
este punto del relato, las lágrimas
comenzaron a caer por sus mejillas,
mientras con voz entrecortada continuaba:
Por que vi a un pueblo que había sido
desechado
por el mundo, un pueblo
inculto, pero que tenía amor. ¡Amor y amor!,
que es lo que necesitamos. Estamos
caminando en un mundo inseguro, la
juventud se droga, por que quieren
satisfacciones nuevas. La juventud comete
errores carnales, por que quieren deleites y
no los encuentran y cada vez el diablo les
va dando más satisfacciones. Allí en esa
Plaza, el Señor se manifestó en nuestras
vidas............
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....Nosotros tuvimos muchas relaciones con
pueblos del Caribe, allá en América. Venían
muchas personas estupendas, pero por
desgracia otras nos causaron grandes
problemas relacionados con el consumo de
drogas. Yo le rogaba al Señor:
­¡Que no se pierdan nuestros hijos!.........
Mi hijo mediano me lo trajo el Señor a casa,
por que vivía fuera, y Dios le hizo volver, y
cuando mi esposo lo llamó desde la Plaza
Mayor, el le contestó:
­Papá yo no creo en chaladuras­
Pero el Señor le tocó el corazón al ver esa
manifestación de amor cristiano, le dijo:
­Papá, ¡ahora sí creo!­
No quiero decir que mis tres hijos, vayan a
ser sacerdotes, ni que sean pastores, pero
las pequeñitas cosas el Señor las usa para su
gloria. Allí comenzó nuestro caminar”
…El Señor está llamando a su pueblo. Los
testimonios los tenemos en la Palabra de
Dios. ¿Por qué no leen la Biblia?, si no lo
hacen es por que dudan, y la duda es del
diablo. Yo antes de convertirme al Señor,
leía la Palabra cuando tenía grandes
problemas, y notaba paz en mi corazón y si
vosotros lleváis una Biblia, la lectura ha de
ser constante, y cuando tengáis pruebas
difíciles en la carne debéis abrir vuestro
corazón al Señor y orar, y decir:
­Señor, soy débil, oh Señor, pero tu me vas a
ayudar!­.
¡Abrir vuestras Bíblias y el Señor os va a
mostrar ese descanso!, por que Jesús va a
llevar esa carga. Entonces conoceréis un
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nuevo amanecer, un nuevo vivir, y veréis
que el mundo ya no es el mundo que
conocéis. No es el mundo del misticismo
religioso, por que el Señor nos dijo:
…Padre en el mundo están, pero no son
del mundo. Padre ¡guárdalos!.....
Nosotros vamos a caminar en la luz del
Evangelio. Vamos a llevar la directriz, por
ejemplo este hermano va a llevar este
grupo, por que el Señor le ha dado ese
ministerio, y decirle al Señor:
…¡Limpia nuestra mente analítica que es
una de las cosas que mas daño
hacen!...........
Mamá finalizó su intervención ante el
grupo de jóvenes que escuchaban con
interés. Muchas veces he visto estupendos
predicadores anunciar con denuedo la
Palabra, pero en ese momento, mi madre,
una sencilla mujer era usada con gran
respaldo del Espíritu Santo, estaba
actuando como lo que era en realidad, una
predicadora de Dios. Los “Aleluyas”, y
“¡Gloria a Dios!” resonaban con fuerza en
el interior del piso, en donde se realizaban
esos cultos. Al momento intervino mi
padre, quien compartió con todos Marcos
capitulo 16, cuando dice:
Id por todo el mundo y predicad el
Evangelio”
Finalmente, yo mismo dirigí unas palabras
de ánimo y consuelo. No quiero dejar en el
olvido ningún detalle de los que tenga
memoria, y que aun aparecen en el
cassette que guardo con especial cariño,
por que la reunión finalizó con un bello
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cántico, con todos puestos en pié, manos
levantadas, y corazón abierto al Señor:
-¡Maravilloso es!. Maravilloso es, cuando
pienso en que Dios me ama a mí.
Maravilloso es. Maravilloso es, cuando
pienso en que Dios me ama a mí­
Conozco muchos
himnos,
canciones,
“coritos”, y “alabanzas”. He visitado
numerosas iglesias y grupos, a lo largo de
estos treinta años, pero en concreto esa
composición nunca volví a oírla, hasta hace
muy poco tiempo en boca de un amigo
procedente de Ecuador.
Todo no había hecho mas que comenzar, el
tren se había puesto en marcha y ya no se
detendría, por que quien lo tripulaba era el
Espíritu de Dios, y el Señor había decidido
hacer las cosas a su forma, manera y
antojo. Ese viernes, nos fuimos todos a
cenar
y
a
dormir,
compartiendo
animosamente la bendición de esa
reunión. Notamos que la obra que Dios
había iniciado usando al sacerdote José
Alcaide Anguiano, prometía ser un lugar
de referencia para ese grupo, y para la
historia del movimiento carismático y
pentecostal de Málaga, y aun así no
teníamos ni idea de lo acertado de nuestro
pensamiento
y
de
las
enormes
repercusiones
que
tendría
para
la
posteridad. El Sábado siguiente, iba a
tener lugar otro paso mas, que recuerdo
con total claridad. Es curioso el juego que
nos hace en la mente nuestra psicología,
por que puedo recordar cada detalle de
esos acontecimientos acaecidos hace ya
treinta años, tal y como los viví yo, y sin
embargo lo que ayer hice no lo recuerdo.
Nos volvimos a reunir con algunos de los
chicos y las chicas de manera informal por
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la mañana, en ese mismo lugar, y
decidimos volver a hacerlo por la tarde.
He presenciado oraciones con poder, pero
esa vez, sería testigo directo, de una de
las súplicas más poderosas que jamás he
escuchado. Una habitación sin muebles,
una sencilla mesita redonda y un puñado
de sillas. Alrededor de la humilde mesa
nos sentamos
nosotros y dos o tres
jóvenes, para orar un poquito. No recuerdo
quien inició el círculo de oración. En un
comienzo, creí que iba a ser una reunión
norma, de compromiso, fría, con varias
oraciones sencillas y nada más, pero lo
que sucedió me enseñó que aun siendo
así, pueden suceder cosas. En el cassette
que tengo, fiel testigo de esos hechos, la
primera voz que allí aparece, es la de mi
madre.
­¡Oh Señor estamos, ante tu presencia, nada
podemos esconder, ¡límpianos!, te lo
pedimos en el Nombre de Jesús!­
­Sabemos Señor, que tu estás presidiendo
este culto”!­ continuó mi padre
Papá aún no había finalizado su oración
cuando de pronto, un muchacho que
estaba sentado a mi lado, levantó las
manos, mientras todo su cuerpo se movía
como si hubiera recibido una descarga
eléctrica poderosa. Por su rostro comenzó
a descender una catarata de lágrimas, y
su oración fue como una explosión
rompedora,
demoledora, destructora,
hasta el extremo de llegar a gritar con una
impresionante fuerza y con un potencial de
voz tan sublime, que me vi absolutamente
empequeñecido. Un estruendoso clamor
surgía por su garganta, por que en ese
mismo instante se estaban rompiendo
muchas
cadenas espirituales que le
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- 561 -
oprimían
y torturaban. Yo mismo ni
siquiera pude orar en voz alta, y decidí que
él se expresara sin cortapisas, con total
libertad:
­....Pero, pero, pero yo, yo.........yo te quiero
Señor......¡Ayúdame!..........¡Ayúdame!........­
gritaba el joven
Mientras oraba, con intensidad, las gotas
de sudor comenzaban a caerle por el
rostro, aumentando, a cada segundo su
clamor, hasta chillar con todas sus fuerzas,
levantando sus brazos, y abriendo sus
manos
al
cielo,
gritando
desesperadamente:
­¡Ayúdame!­mas,gritos–¡Ayúdame!.....¡que
estoy sucio!....¡AYUDAME!........¡que no tengo
nada de ti!.......¡AYUDAMEEEE!......­
En ese instante, nuestro amigo, se echó a
llorar con enorme intensidad, parecía que
sus pulmones iban a reventar por
completo, mientras se llevaba las manos a
la cara, y las lágrimas corrían a raudales,
mezclándose con las gotas de sudor. Yo
nunca había presenciado, semejante
oración con tanta fuerza y poder. Fue un
escaso minuto, pero allí la batalla contra
Satanás se había ganado. Cristo triunfó y
las ligaduras que ataban al joven al pecado
fueron rotas por completo. Así es el poder
de Dios, allí sucedió un milagro. Fue
necesario todo eso, por que el
diablo
huyó. Una vez que se tranquilizó, los tres
oramos por el con imposición de manos, y
la presencia amorosa del Espíritu de Dios
se adueñaría de su alma. Tenía la ropa
completamente bañada en sudor y una
enorme paz penetró en su alma, sintiendo
la plenitud del Espiritu Santo.
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Estábamos dando cuenta que el Señor iba
a cumplir la visión que papá tuvo un par
de días antes en la Casa de Jesús. Aun así
todavía quedaba lo mejor por venir. Por
nuestra parte se decidió no seguir con el
viaje a Almería, hasta ver cual sería el final
de todo aquello.
Me había llamado poderosamente la
atención, que a la entrada de la Parroquia,
el sacerdote colocó un letrero que decía:
MISA PENTECOSTAL
Me sorprendió muchísimo, por que había
tenido noticias en Madrid, sobre reuniones
en iglesias católicas de tipo carismático,
incluso tuvimos el honor, en el año 73, de
recibir una visita cristiana protagonizada
por el pastor Alberto Araujo y el sacerdote
norteamericano
Carter,
uno
de
los
fundadores e iniciadores de la Renovación
carismática en España. Nunca había
estado en una Misa pentecostal, por que
teniendo en cuenta que la Renovación
Carismática, es quizá algo mas moderada
en sus manifestaciones exteriores que el
movimiento pentecostal, aunque tenga un
mismo tronco, raíz
y origen, hubiera
aceptado
como
mas
lógico
“misa
carismática”.
La Parroquia que preside el barrio
malagueño del Carranque, es hermosa,
amplia, con una gran nave central, y que
da cabida a un importante número de
fieles católicos. Esperaba, encontrar un
ambiente típico de misa, es decir, con una
liturgia sobradamente
conocida, quizá
algo fría y poco acogedora, pero no fue
así. Mientras entraba toda la feligresía, se
situaban, se colocaban, se sentaban, los
niños dejaban de correr de un lado para
otro, y la gente se disponía a participar en
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- 563 -
el Oficio, el órgano y la guitarra eléctrica
llenaban con sus notas todo el templo.
Aquello me maravilló, por que lo que se
estaba interpretando con la música era un
bellísimo
himno
evangélico
de
las
Asambleas de Dios:
“¡BELLAS PALABRAS DE VIDA!”
Fue allí donde lo escuché por primera vez,
por que lo había visto en los himnarios
evangélicos, pero desconocía cómo se
cantaba. Una vez sentados todos, mientras
el sacerdote, se preparaba ante el Altar,
según sus normas, la música instrumental
dejó paso al cantante solista que
interpretaba el himno con una gran fuerza.
No había rincón en el templo que no
temblara ante esa voz clara, que
penetraba
por
todos
los
lugares
recónditos. La estructura arquitectónica
del templo, y el interior con los símbolos
de la religión cristiana católica, dejaron de
ser el centro de mi interés personal, por
que me centré exclusivamente en el
ambiente espiritual que allí se estaba
creando. Cuando el intérprete dejó de
cantar el himno, toda la comunidad se
puso de pié, para cantar el salmo:
­¡Que alegría cuando me dijeron: Vamos a
la casa del Señor!. Yo también me uní a ese
canto, por que además siempre me ha
gustado.
Mis padres y yo esperábamos con
curiosidad la predicación del sacerdote,
por que acostumbrados, como estábamos
a mensajes cortos, y en ocasiones muy
centrados
en
temas
sociales,
o
humanistas, con grandes dosis de teología
mariana, pronunciados a modo de homilías
por parte de la curia romana, no
esperábamos a oír una predicación tan
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evangélica como aquella, totalmente
centrada en Cristo, y con un fin renovador
en la fé.
José Alcaide, con su vestimenta ordenada
por la liturgia católica para presidir la
Misa, se colocó ante el micrófono. Tras
carraspear un poco, levantó su mirada a
los parroquianos y dirigiéndose a todos y
cada uno de ellos, hablaría, con claridad y
decisión:
­“¡Bienvenidos todos, por que estamos de
fiesta, hoy Domingo, pero.......¡.ese traje que
traes!............ese vestido........... Tal vez le falta
algo
importante..........¡que
Jesús
lo
ponga!.............por que si no estás preparado
como Jesús quiere todo es vano y todo es
inútil ¿verdad?, entonces..¡Vamos a pedir
perdón a Jesús, para que te ponga lo que
tal vez en tu corazón, tu no hayas
preparado para venir aquí , a alabar a Dios.
Vamos a cantar, hermanos:
“PASA POR AQUÍ, SEÑOR, PASA POR
AQUÍ!”, pero ve tu necesidad, y haz que el
Señor Jesús te toque y te dé aquello que tú
necesitas para que este culto agradable a
Dios, un culto de alabanza, un culto a
Nuestro Señor Jesucristo....”
Esta
es
la
Iglesia
malagueña en
cuya
comunidad
tuvieron
lugar
los
hechos, pero el
derramamiento
del
E.S.,
se
produjo en un
piso cercano,
y no en el
templo.
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- 565 -
El sacerdote, comenzó a cantar con
suavidad, y animada la comunidad por su
propuesta, todos comenzamos a alabar
con total participación y fuerza, pero de
forma pausada:
“Pasa por aquí, Señor, pasa por aquí.
Pasa por aquí, Señor, pasa por aquí. ¡Oh
Señor! Lléname de ti. Espíritu Santo
lléname de ti. Espíritu anto, lléname de
ti. ¡Oh Señor, lléname de ti!”
Cantada la estrofa una primera vez, José
Alcaide, la repitió pero acompañando con
sonoras palmadas al ritmo de la música.
Toda la iglesia le imitó. Mi madre, que
estaba sentada en las primeras filas, se
levantó de su asiento, y fila por fila
animaba a los asistentes para que
alabaran con ánimo y fuerza, ante las
estupefactas miradas de las beatas
religiosas.
­¡Venga, vamos, esta fila, aquí hay que
alabar al Señor!, ¡tu joven, y usted señora, a
alabar al Señor!, ¡hay que romper cadenas!­
La bóveda del templo resonaba con gran
fuerza. En la canción, se le invitaba al
Señor a pasar por allí y a quedarse, y
¡desde luego que pasó y se quedó!
­“Podemos alabar a Dios”­continuó la
predicación­ “si estamos preparados para
ello, hermanos”:
“Por tu inmensa gloria te alabamos, te
bendecimos, te adoramos, te glorificamos,
565
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te damos gracias, Señor Dios, Rey Celestial.
Dios Padre de Nuestro Señor único
Jesucristo”
“Señor Dios Cordero de Dios, Hijo del Padre,
tu que quitas el pecado del mundo, ten
piedad de nosotros. Tu que quitas el pecado
del mundo, atiende a nuestras súplicas. Tú
que estás
sentado a la diestra del
Padre..................”
Tras las preceptivas rogativas que impone
como necesarias la liturgia de su Iglesia,
por parte del sacerdote, se leyó el capítulo
22, versículos 20 al 23 del Libro de Isaías:
“En ese día, llamaré a mi siervo, a
Eliaquim, hijo de Elcías, lo vestiré con
túnica, le pondré un cinturón de honor,
y le daré autoridad, será como un padre
para los habitantes de Judá.“En sus
hombros le pondré, la llave de la Casa de
David. Nadie podrá cerrar, lo que el
abra, ni abrir lo que él cierre. El será
como un tronco de honor para la familia
de su padre. Yo haré que quede firme en
su lugar, como si fuera un clavo”.
La profecía de Isaías, se refería como ya lo
dice a Eliaquim, un personaje muy
concreto en la vida pública de esa época,
pero es así mismo un tipo de Cristo, es
decir, un ejemplo de lo que Jesús sería
después. Esas palabras bíblicas iban a ser
muy interesantes para conocer qué pasó
ese mismo domingo por la tarde y el lunes
a la misma hora, entre la juventud de la
Parroquia de la Amargura. Cristo abrió
corazones y vidas que nadie pudo cerrar
después.
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Al finalizar la lectura del profeta, el solista,
acompañado por el órgano y la guitarra
eléctrica, volvió a interpretar el himno:
“Bellas palabras de vida”
­“¡Que el Señor esté con vosotros!”­ añadió
el
sacerdote,
continuando
con
su
predicación­ Lectura del Santo Evangelio:
-“En aquel tiempo, llegó Jesús a la región
de Cesárea de Felipe....................”
Mateo 16,13­30
­“En este mundo de confusión, unos dicen
que Jesús era Jesucristo Superstar, otros que
un buen hombre, que murió por una causa
justa,............ que no tuvo suerte....... si le
hubiesen salido mejor las cosas,............. si
hubiese buscado
una referencia mejor,
pero sin embargo buscó la gente mas
pobre, los que no tenían nada, ni influencias.
Otros dicen que Jesús, fue pensador, muy
grande en la historia y otros, incluso, que
Jesús un mártir, ¡un mártir!, pero hay una
única respuesta y es la que tenemos aquí en
la Biblia. ¡Jesucristo pregunta! Y cuando
Jesucristo pregunta exige una respuesta,
solamente aquella persona que está en
comunión con el Padre, solamente una
persona que tiene una vida libre, y que
puede ver claro, y que no está atada,
solamente una persona que no tiene
intereses mundanos
de ninguna clase
puede contestar correctamente con la
Biblia:
­“¡Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo!”­
Dijo Pedro, y mereció alabanza:
“Por que no te lo ha revelado carne ni
sangre, sino mi Padre que está en el Cielo”.
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“¡Eso no viene de abajo, eso viene de
arriba!, y la respuesta que debemos de dar
debe de venir de lo alto, no deben venir de
invención humana, no sale de mucho
pensar ni de mucho hablar. Hay personas
que se pasan hablando toda la vida, pero
no encuentran el camino. No consiste en
mucho discutir, sino en amar a Dios mucho,
en buscar con sinceridad, y quitar toda la
barrera que impida que Dios te hable, y si
tienes en tu corazón algo que no es santo, o
que no estés dispuesto a quitarlo Dios no te
hablará. Es importante que sea Dios quien te
revele quien es su Hijo: “Eso no te lo ha
revelado carne ni hueso sino mi Padre que
está en el cielo”,, y viene la alabanza:
¡DICHOSO TU!. En esta mañana, cada uno
de nosotros, podemos recibir
la misma
alabanza de Dios: ¡DICHOSO TU! . ¿Qué
hermoso, verdad?. ¡Menos mal que el
Espiritu Santo puede hacer las cosas
nuevas!, y esas palabras que son repetidas,
aprendidas
desde
pequeños
en
el
catecismo, antes de hacer la primera
comunión, cuando nos preguntan: “¿Quién
es Jesucristo?”­ y contestamos : “Dios y
hombre verdadero!”, y lo sabemos y lo
repetimos, pero Jesús vuelve a preguntarle a
esta comunidad hoy mismo: “¿Quien dices
tu que soy yo?”, por que tal vez tú digas que
es el Hijo de Dios, pero no crees, ¿dudas en
tu corazón que tú tienes un Amigo de tanta
influencia? . Te gusta hablar de cosas que
sabes, te gusta dártelas de importante. Si
has ido a Roma, se lo dirás a tus amigos: “He
estado en Roma en peregrinación”, ¡ es una
cosa importante, yo no he estado!, y así
cuentas cosas de tus estudios, de tus
aficiones, hablareis mucho, pero nunca
hablas de ese amigo tan importante que
tienes. Entonces....¿por qué dices: “Palabra
de Dios, te alabamos Señor”?, ¿por qué
dices el Credo todos los Domingos, si no
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sabes hablar de un Amigo que te ama?, ¿si
sabes hablar de todo menos de El?, ¿es ese
Amigo que tú tienes?, ¿ esa es la lealtad
que tienes a tu Amigo?, ¡tantas veces
traicionado!, ¡tantas veces olvidado!,¡tantas
veces vendido por un plato de lentejas, o
por treinta monedas!. Dices “¡Tengo un
amigo grande!”,pero lo haces de palabra,
dudas en tu corazón que El pueda cambiar
tu vida. Dudas que El pueda comenzar de
nuevo, desde
lo que parece que era
bancarrota en tu vida. Ese Jesús es el mismo,
el mismo que cambió a Pedro ¿maravilloso,
verdad? , que podamos alabarlo. Si nos
ponemos en contacto con el Padre para
que El te revele y recibas su alabanza:
“¡Dichoso tú!” entonces sí, entonces sí que
esas palabras son palabras de vida.
Entonces sí que las cosas que hacemos no
son cosas bonitas, para agradar a los oídos,
si no para satisfacer una necesidad en tu
corazón, entonces sí que esta iglesia es
grande, por que el Espiritu de Dios, la llena,
no por que lo que estemos aquí seamos
importantes, no por que seamos influyentes,
si no por que tenemos un Amigo influyente
que está con nosotros, que está con su
pueblo, que lo protege, que lo mira con
bondad. ¡Miremos, nosotros arriba! El pide
que volvamos la mirada hacia El y que
cantemos con gozo por que sigue siendo el
mismo, no ha sido destronado, sigue
estando a la diestra del Padre con todo
poder. No dudes en tu corazón que El lo
pueda hacer. “Yo tengo un amigo que me
ama”, vamos a cantarlo con alegría, grade
por que es verdad, es una realidad, no
somos fantasiosos, no somos ilusos, como
personas que dicen mentiras y se las creen.
Nosotros partimos de la Palabra de Dios. ¡El
Hijo de Dios, no un mártir!,¡el Hijo de Dios
poderoso!,¡gloria al Señor!,¡aleluya!....”­
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Toda la iglesia en ese instante, prorrumpió
en una alabanza incontenible cantando
con fuerza:
­“¡YO TENGO UN AMIGO QUE ME AMA!”­
Alcaide, continuó una vez terminada la
alabanza, y cuando las palmadas rítmicas
se terminaron:
­“¡Gloria al Señor!. Entonces, hermano....”­
reanudando su predicación­ “¿Por qué
sacias tu hambre, en algo o en alguien que
no es el Pan Vivo, “Yo soy el pan vivo
bajado del cielo” , dijo Cristo. ¿Por qué
sacias tu sed en algo o en alguien que no es
la fuente de Agua Viva que brota para vida
eterna?. ¿Por qué te arrastras por el camino
si tienes un amigo tan influyente?
¡Demuéstralo pero con fé!, por que una
iglesia debe estar cimentada en fe, la que
tuvo Pedro. Pero cuando no hay fe,
entonces
no recibimos alabanza, sino
reprensión, por que el mismo Pedro, poco
después se dejó llevar de la carne, no del
Espíritu de Dios, el Padre Dios no le habló, le
habló Satanás, trató de disuadirle, de llevar
a cabo su misión, quiso invitarle a que
llevara el camino fácil, como dejarse llevar
de la multitud que quería aclamarlo como
Rey. Una iglesia tiene que vivir en fe. En el
momento que no estamos unidos al Padre,
no recibimos alabanza, sino reprensión , y
me pregunto yo: ¿esta comunidad cristiana
merece alabanza o reprensión?. La Palabra
de Dios, será nuestra autoridad, para ver si
tu caminas, en obediencia según ella, o
vives en rebeldía. ¡Gloria al Señor Jesucristo
que nos ha dejado una autoridad para que
podamos sopesar nuestras vidas!, para que
sepamos si nuestro camino es de muerte,
por que hay caminos que nos parecen
rectos, Libro de los Proverbios. Hay caminos
que al hombre rectos, pero es camino de
570
- 571 -
muerte. Hay personas que pueden venir
todos los Domingos a la Iglesia, pero sus
caminos son torcidos, por que este lugar es
santo, hermanos. Aquí hay muchas personas
que se han encontrado con Dios, que han
llorado sus pecados....¡no lo profanemos!,
este lugar es santo, por eso siempre que
venimos, lo hacemos para adorar a Dios, a
testificar de nuestra fe, pero si vives en
obediencia, por que aunque vengas a la
iglesia, tu camino puede ser camino de
muerte, si vivimos en rebeldía no hay
limpieza de corazón. Debemos de decir y
de creer: “¡ Tu eres el Hijo de Dios viviente, tu
eres influyente, tu eres mi amigo de siempre.
Tu eres mi amigo que en cualquier momento
está escuchando y supliendo mi necesidad
que no importa cual sea!”. Hermanos es
hermoso hablar estas palabras de vida. Es
hermoso, pensar que son para la eternidad,
que no son para este mundo, sino para el
otro, por que comienzan aquí pero terminan
allá arriba en toda su plenitud. Lo que hoy
vemos en espejo, un día lo veremos en
claridad, ¡aleluya!. Hay personas que no se
deciden. Cuando no hay una decisión, la
iglesia está debilitada. Una iglesia puede
tener un Credo muy correcto, podemos
recitar fórmulas de fe, que todas las
generaciones pasadas, han creído, y han
recitado, pero esas fórmulas de fé son
muertas si no tienen vidas, si cuando las
pronuncias con tus labios, no las crees en tu
corazón. ¿Por qué caminas de ese modo,
tan debilitado?.¿Por que una iglesia no
contagia a ese mundo frío que está a su
alrededor?,¿porqué
una
iglesia
yace
postrada?....cuando tiene Alguien tan
importante, una cabeza sabia llena de
sabiduría y de
bondad para con su
cuerpo,¿por qué el cuerpo se separa de la
cabeza?. Por que el cuerpo quiere seguir su
propio camino. Es un disparate ¿verdad?,
571
- 572 -
ver por la calle un cuerpo sin cabeza, ¡sería
una monstruosidad! y sin embargo eso es lo
que pretendemos nosotros los cristianos:
llevar nuestros propios caminos, y no mirar a
la cabeza. Cuesta trabajo ¡claro que sí!, hay
que llevar la cruz, pero en Cristo tenemos
gozo, alegría, seguridad. Todas esas
palabras ¡son promesas!, no son palabras
vanas, ¡son promesas de vida!. Los pobres y
oprimidos pueden mirar con alegría un
futuro mejor. Los“¡Bienaventurados los
mansos, por que ellos poseerán la Tierra!”,
dijo Jesús, y El lo hizo todo nuevo. Sació a la
gente hambrienta en el desierto, al cojo, lo
hizo andar, al ciego lo hizo ver, ¡son signos!,
para que nosotros aprendamos que puede
hacer todas las cosas nuevas, no importa si
tu has puesto la mirada atrás, Cristo puede
hacerlo de nuevo. Mira con alegría.
Jesucristo es paciente con su pueblo, sabe
recibir en cualquier momento, no necesita
carta de recomendación. Tu corazón es lo
único que vale para ser recibido por
Jesucristo. Si has puesto la mano en el
arado, y tu vida se ha enfriado, si has sido
desleal: ¡Jesucristo sigue siendo leal! . Su
promesa no ha sido rota, aunque tu palabra
la hayas olvidado, traicionado. La promesa
del Señor sigue en pie, pero siempre que
vayas por el camino de Cristo. Dile al Señor
en este momento:
­“¡TU ERES EL HIJO DE DIOS....QUIERO IR A
TI.....”!.
El mensaje, finalizó con un sincero
llamamiento al arrepentimiento, y a la
conversión a Cristo. He querido respetar
íntegramente el mensaje del sacerdote
en su totalidad, palabra por palabra,
transcribiéndolo de la grabación...........Me
impresionó
su
contenido
muy
favorablemente. Fue claro, conciso, y
572
- 573 -
respaldado por el Señor, se notaba la
Presencia en esos momentos.
La tarde del domingo, se organizó una
reunión mas en el piso alquilado por la
parroquia. El número de asistentes,
respecto a las reuniones anteriores
aumentó considerablemente. Como era
una planta baja, había gente por todos los
sitios.
Prácticamente
era
imposible
poder
sentarse. La sala central, que siempre se
destina a comedor en las viviendas, estaba
atestada. La comunidad al completo,
acompañada con el órgano eléctrico, inició
la alabanza con un himno lleno de poder y
de bendición, levantando las manos, y
acompañando con rítmicas palmadas, tan
estruendosas que hacían temblar las
paredes de la casa:
“¡CIENTO VEINTE ESPERABAN LA
PROMESA DEL SEÑOR!”
José Alcaide, sin su sotana habitual, se
levantaría con voz clara para decir a todos
los asistentes:
­¡Hermanos!, aquí Dios se ha dignado a
bendecir
este
lugar
con
su
presencia.¡Amen!, entonces vamos a cantar
con alegría:
“¡El Espiritu de Dios se mueve, se mueve,
se mueve!.
Todos de nuevo, unidos en un mismo
sentir comenzarían a romper todas las
diabólicas estructuras que se levantan
contra el Señor, y con fuerza inusitada, el
coro llenaría toda la casa, y con él lo que
en su letra se pedía: El Espíritu Santo:
573
- 574 -
“El Espiritu de Dios se mueve, se mueve,
se mueve.El Espiritu de Dios se mueve,
dentro de mi corazón.¡Oh hermano deja
que se mueva!, se mueva dentro de tu
corazón...”
­¡El Espiritu de Dios se está moviendo aquí,
deja que se mueva, pero vamos a quitar
toda barrera, vamos a quitar todo
impedimento, para que el vaso esté
dispuesto a recibir los dones del Espiritu....!­
gritaba Alcaide al finalizar la canción
intentando sobreponer su voz sobre la de
los demás, dado que la algarabía
era
enorme.
­¡Aleluya!­ exclamé con mi grabadora en
mano, yo no podía moverme, me senté en
el borde de la ventana por la gran cantidad
de gente. Era asfixiante, pero se sentía la
presencia de ALGUIEN muy poderoso,
moviéndose entre la multitud apretada.
Mientras tanto, la comunidad reanudaba
cada
vez
con
más
fuerza
la
alabanza.....José intentaba controlar la
situación dando
participación a los
testimonios,
y
en
un
momento
determinado, intervendría:......
­“Y cuando la comunidad esta agotada,
Dios se digna a hace su voluntad y su obra.
Estamos contentos ¡Gloria al Señor Jesús!,
entonces vamos a
ver, si algunos
testimonios de ayer, quieren comunicar lo
que sintieron, que lo compartan con este
aposento alto”­. Aun desconocía Alcaide lo
profético de su palabra al nombrar a ese
lugar “Aposento Alto”, por que eso era lo
que precisamente se estaba esperando y
sucedería con gran poder, fuerza
y
autoridad. Como nadie se levantaba, mi
oportuna madre, con exclamaciones de:
574
- 575 -
Aleluya, y Gloria a Dios, comenzó a animar
a los allí presentes, mientras mi padre
hacía lo suyo por otro lado.
­Venga, hermanos, es la gloria de Dios, lo
que hay que manifestar a este pueblo.....!­
Clamaba ella, levantándose y ayudando a
los jóvenes a salir adelante, para que
dieran su testimonio.
­¡Uno por uno!­añadí yo
­¡Exacto, que a la gente se le quite la
venda!­ añadió mamá mientras se sentaba
entre las asustadas mujeres de su edad.
Alcaide, agitando las manos pidió silencio
al objeto de facilitar las intervenciones de
algunos dispuestos a contar lo sucedido
con ellos mismos el sabado anterior. La
hermana de mi amigo Leoncio, Aurora, se
levantó decidida:
­Voy a decir lo queme ocurrió ayer por la
mañana. Pronto me vi llorando como una
tonta, y empecé a arrepentirme de todos
mis pecados, y entonces Dios entró en mi, y
El............... ¡no sé!......es algo inexplicable,
¡estupendo!.........¡maravilloso!..................es
igual que: ¡vamos a suponer que soy una
basura, y Dios metió su mano en mí y
arrancó todo lo malo que yo tenía. Sentí ese
gozo que El nos da. Fue algo maravilloso y
empecé a temblar, y alabo a Dios por lo
que El me dio..........”
Otro
muchacho,
desconocido,
compartió después su testimonio:
nos
­Cuando me impusieron las manos, empecé
a temblar, noté algo que no era ni frío ni
caliente ni nada, pero algo entró en mí
llenándome de amor, y mis labios se llenaron
de palabras maravillosas........
575
- 576 -
Aquel, que en la tarde del sábado, había
clamado con tanta fuerza, la ayuda de
Dios, se levantó para hacernos partícipes
de su alegría:
­“Estuve orando con esta familia, y con dos
o tres hermanos mas. Ellos alabaron a Dios
diciendo: ¡Gloria a Dios, aleluya!, y esas
cosas. Entonces una lágrima, me corrió por
aquí. Fui a quitármela, y se me levantaron
las manos ¡aleluya, gloria a Dios!, y yo le
pedí a Dios que me librara del pecado, que
me librara de las cadenas que me tienen
atado, por que el Señor es muy bueno y
muy santo ¡gloria a El!. Después sentí como
una paz muy grande en mi cuerpo, una paz
que no había sentido nunca. Me quedé
como si hubiera tenido una gran pelea con
alguien ¡Gloria al Señor!, por que me quedé
nuevo..................”.
Tuve que intervenir, al finalizar este
testimonio, sentado en el alféizar de la
ventana, prácticamente inmovilizado a
causa del gentío que ya estaba dentro, por
que no cesaba el constante goteo de
personas entrando desde la calle:
­“¡Por favor que no quede nadie afuera,
que quien quiera pasar aunque estemos
mas
apretados, que pasen,¡abrir la
puerta!.....¡allí hay habitaciones!......¡vayan
pasando, vayan pasando!.......¡llenen las
habitaciones!”
Y tanto que las llenaron, por que había
quienes se tuvieron que sentar en el
mismo borde de la bañera, usando algunos
como silla la misma taza de váter.
El
sacerdote
cantásemos:
propuso
que
todos
576
- 577 -
“Estoy alegre, alegre, muy alegre. Estoy
alegre, por que Cristo me salvó. Estoy
alegre alegre muy alegre. Por eso canto,
canto ALELUYA. Por eso canto, canto
gloria a Dios........”
El himno sonaba con toda fuerza y vigor
en ese pequeño piso malagueño. Todos
participábamos con inusitada alegría.
“Estoy alegre,
alegre muy alegre”,
empezaba a ser una realidad en esos
mismos instantes. Papá se levantó y
comenzó
a
orar
de
forma
casi
indiscriminada, no había cabeza que no
recibiera su imposición de manos. Mamá
apoyaba cuanto podía. A penas había sitio
y lugar para moverse, pero aquello no fue
impedimento, para el
joven organista,
quien mientras tocaba las teclas, en un
momento dado dejó de hacerlo y
levantando sus brazos en gesto de
adoración profunda, se levantó para
arrodillarse ante el Señor, con abundantes
y suaves lágrimas, mientras de su boca ya
no salía las estrofas de la alabanza que se
cantaba en esos momentos, sino un
armónico
murmurar
de
palabras
desconocidas. En ese mismo instante,
unos por un lado, otros por otro, eran
quebrantados al unísono, glorificando al
Señor en distintas lenguas, de rodillas,
sentados, de pie, Alcaide no daba crédito
a lo que estaba viendo. La multitud seguía
y seguía. Yo mismo sentí, como nunca
había sentido antes, ni como lo sentiría
después una Presencia real del Espíritu
Santo, tan fuerte, y potente como en ese
instante. La algarabía ya no era por la
canción que algunos seguían repitiendo
una y otra vez, sino por las numerosas
lenguas en el Espiritu que se estaban
produciendo, e incluso por los gritos que
577
- 578 -
surgían de alguien que era liberado de la
posesión de espíritus malignos. Hubo
instantes,
en los que el jaleo era
impresionante. No sé como pude salir de
mi propio atolladero, creo, que tuve que
saltar rácticamente por encima de quienes
estaban sentados delante de mí. Mi
grabadora portátil se quedó sola, en el
marco de la ventana,
grabando todo
cuanto allí sucedía, como testigo de los
hechos aquí y ahora relatados, ya que
como digo el cassette original aun se
conserva, aunque en muy mal estado de
audición.
El “Aposento Alto”, ese era el nombre del
lugar de reunión, era ya una realidad, por
que el mismo Espíritu de Dios bajó con
toda fuerza, autoridad y poder, bendición
y amor, bautizando con lenguas, visiones,
liberaciones
de
endemoniados
e
impactando en las almas y en las
conciencias de todos los que allí estaban.
Surgió tal avivamiento que el Señor tomó
control de la situación, y dispuso que en su
honor se cantara masivamente otra
alabanza:
Cristo no está
dividido. No
hay ni
bárbaro, ni
judío, ni
griego, ni
hombre, ni
mujer, sino un
hombre nuevo,
formado por el
Espíritu Santo
deDios.
CLEMENTE
DE
ALEJANDRIA
Un solo nombre bajó del cielo, dado al
hombre, al pecador. Un solo Salvador
que nos bautiza. Un solo mediador..
Mientras se repetían las estrofas, se iban
cumpliendo cada una de ellas, y el
derramamiento del Espíritu era cada vez
mas evidente. La gente iba cayendo de
rodillas, hablando nuevas lenguas, llorando
sus pecados, y la algarabía fue tan grande
que en esos momentos, yo clamaba a
todos:
578
- 579 -
­“Libertad para el Espíritu, ¡Gloria al Hijo de
Dios!”­ añadiendo con asombro mío: “¡Están
cayendo de rodillas!”.­
Aun se oía la ya débil voz del cura quien
ayudando en lo que podía se le oía decir:
“¡Levantad las manos al Señor!”. La
alabanza se interrumpió por completo, ya
que todos los asistentes oraban y alababan
en distintas lenguas, lloraban, clamaban.
Tuve que, bajar de donde me encontraba,
para orar por unos y por otros. No vi. a
mis padres, por que entré en una de las
habitaciones con el único objeto de ayudar
en la oración. Al parecer papá salió de la
casa, hacia el pasillo de la comunidad de
vecinos, que allí
estaba sucediendo lo
mismo, bautismos del Espíritu Santo,
jóvenes y adolescentes que allí mismo se
arrodillaban para alabar en
lenguas al
Señor. Alcaide y mi madre se quedaron
dentro. El sacerdote decía una y otra vez:
­“¡Nunca he visto una cosa semejante en
todo mi ministerio!”.
Los hechos estaban lejos de terminar, por
que al ser una planta baja de un bloque
de
pisos,
numerosas
personas,
no
pudieron acceder ni siquiera al pasillo
general de entrada, donde suelen estar los
buzones de correos y los ascensores, y en
la misma calle eran tocados por el poder
del Espíritu Santo, las lenguas fueron
masivas. Tenían que sentarse en la acera
para seguir alabando y orando. No querían
irse, deseaban orar y orar cada vez mas y
mas. Papá me contó cómo muchas
madres, alertadas de lo que allí estaba
pasando, se acercaron incluso con sus
bebés para que orásemos por ellos. En la
Misa Pentecostal se le invitó a Jesús a
pasar por allí y a quedarse, y desde luego,
579
- 580 -
lo hizo, pero curiosamente no allí, si no en
la casa.
En la habitación que yo me encontraba en
esos momentos, se encontraba un
adolescente, que realizaba funciones muy
específicas en la parroquia, dos niñas de
unos doce años, y otra joven, mas bien
gruesa, de unos dieciséis, rubia, de buen
parecer. Todos ellos oraban y cantaban. El
muchacho se comportaba de forma muy
extraña. Vi su rostro, y en él se reflejaba
claramente una posesión diabólica. No lo
dudé un instante, y comencé a orar por
él. Inmediatamente, se puso
como si
fuera un animal, a cuatro patas, surgiendo
de su garganta gritos y absurdas palabras.
No soy en absoluto partidario de orar
para
expulsiones de
demonios ante
menores, pues puede ser muy peligroso,
pero en esos momentos no había tiempo
que perder. Las niñas estaban siendo
tocadas por el Espíritu del Señor, una de
ellas estaba profetizando, la otra oraba
constantemente. La rubia, estaba tan llena
del Espíritu de Dios, que oraba en una
lengua suave, con un cántico de alabanza,
su rostro irradiaba una Presencia dulce.
Constantemente miraba al cielo, a través
de la ventana, para dirigir después su
mirada hacia el endemoniado. Las lenguas
se sucedían. Aurora, entró en ese instante
y le rogué que se acercara a mi vehículo,
aparcado en las cercanías para que me
trajera, un redoma de aceite de oliva. La
Biblia nos enseña, que cuando alguno esté
enfermo, se ore por él, ungiéndolo con
aceite, y el enfermo será sanado. Era
evidente que el muchacho estaba sano,
pero no espiritualmente. En esos años,
llevábamos siempre
algo de aceite de
oliva natural, de reserva. Quede claro que
esta grasa extraída desde antiguo de las
580
- 581 -
aceitunas, no tiene poderes milagrosos ni
posee cualidades de tipo espiritual. Es un
producto que nos da la naturaleza, y que
desde ese aspecto, sí posee grandes
cualidades en todos los sentidos. Desde la
enseñanza de la Biblia, podemos ver, que
se usaba en el Antiguo Testamento para el
consumo humano, pero se utilizaba como
un símbolo de gran importancia. Los
profetas ungían a los reyes hebreos que
Dios había dispuesto para gobernar a
Israel o a Judá. Era todo un ritual. Una
persona ungida con el aceite, significaba
que estaba designada por Dios para una
labor en su obra, era pues, alguien sobre
la cual estaba el Espíritu de Dios. El aceite
representaba al Espíritu Santo. Así mismo,
los objetos del culto de Templo eran
ungidos con aceite de oliva, para significar
unción y limpieza, objeto apto para
prestar al Señor un culto especial. En el
Nuevo Testamento, el valor significativo
del producto de la oliva, era el mismo pero
el apóstol Santiago le añadió algo mas,
inspirado por el Espíritu Santo:
-“¿Está alguno enfermo entre vosotros?
Llame a los ancianos de la iglesia, y oren
por él, ungiéndole con aceite, en el
Nombre del Señor, y la oración de fé
sanará al enfermo, y el Señor lo
levantará, y si hubiere cometido pecados
le serán perdonados”­ Santiago capítulo 5
A partir de este último versículo, quedó ya
completada la representación espiritual del
aceite de oliva, lo digo por que algunos
cristianos tienen la costumbre, cuando van
a una casa u hogar en donde pueden
surgir problemas, de ungirla por completo
con el aceite, incluyendo muebles, objetos,
electrodomésticos
etc.....En
ningún
581
- 582 -
versículo se nos dice que esto ha de ser
así, puesto que los únicos objetos que
debían ser ungidos eran los dedicados al
culto a Dios en el Templo judío, pero solo
esos y nada mas que esos. Por tanto la
exagerada unción no es bíblica, quizá se
le esté dando al aceite un valor demasiado
extraordinario que no tiene. En ese camino
debemos someternos de manera estricta a
lo que se dice en la Biblia y nada más que
en ella. El caso que relato, había una
enfermedad muy clara, incluyendo los
síntomas. Aurora nos trajo, también una
toalla de mano, por que era verano, y
habíamos muchos en el piso, el sudor
abundaba. El joven, se comportaba como
un animal, y de su garganta surgían
extraños gemidos. No lo dudé, pidiendo a
todos los que allí estaban que continuasen
orando y alabando. Habiendo orado al
Señor para solicitarle su bendición y su
respaldo, le impusimos las manos, y su
reacción fue brutal: se retorcía en el suelo,
y chillaba. Si dicen que la cara es el espejo
del alma, aquí era una gran realidad, ya
que su rostro dejaba entrever lo que había
dentro de
él. Había que actuar
rápidamente, y de forma inmediata, y con
el
respaldo
de
Jesús,
mientras
proseguíamos con la unción, ordenamos
al espíritu maligno que saliera de ese
cuerpo, y se hizo en el nombre de Jesús.
­¡En el Nombre de Jesús!, espíritu inmundo,
¡sal de el!­ Le ordené
El poseído se retorcía aun más. Mi padre
me apoyaba con sus oraciones. La joven
que nos acompañaba oraba sin cesar en
lenguas del Espíritu. Nunca había visto un
caso así, pero la potencia del Espíritu
Santo era tal, que le muchacho se cayó al
suelo, siendo liberado por completo de
582
- 583 -
todo lo tenía dentro, el adolescente, se
retorcía, saliendo de su garganta extrañas
voces que no eran la suya, y lo mas
impresionante de este caso, es que en un
momento dado, llegó a comportarse como
si imitara a un animal, a un perro,
levantándose sobre el suelo a cuatro
patas.. La muchacha de las lenguas, me
confesó, que cuando estábamos orando
por él, tuvo una visión: vió el cielo abierto,
y de allí descendía el Espíritu del Señor hasta
el adolescente. Por eso ella miraba una y
otra
vez
a
las
estrellas
y
al
muchacho.¡Gloria a Dios!. Se levantó, muy
tranquilo pero sintiendo que algo malo
había salido de el. Era lógica su
enfermedad espiritual, por que nos confesó
que había practicado espiritismo mediante
la tabla satánica de la Guija, y al parecer
lo había hecho a menudo. Después de eso
recibió al Señor, entregándole a El su vida.
Habiéndose disgregado el grupo, después
de
varias
horas
de
avivamiento
espontáneo del Espíritu Santo, la gente fue
dispersándose y saliendo del piso, pero
aún quedaban muchos grupos pequeños,
que
continuaban
orando.
Mientras
nosotros,
es decir mi madre y yo,
hacíamos lo que podíamos dentro de la
vivienda, papá se acomodó en la
furgoneta,
convirtiéndola
en
iglesia
improvisada, por que algunos de los que
no pudieron entrar a causa del gentío,
acudían a mi vehículo para orar y recibir
la bendición del Señor, con mi padre al
frente ministrando; allí mismo entraban
buscando al Señor, y ¡salían hablando en
lenguas!. Varios años después tuvimos que
vender ese vehículo, al que destinó su
dueño para carga y descarga. Ni los
583
- 584 -
locales, ni las mismas iglesias como
edificios,
ni
los
automóviles
son
importantes, solo es el Espíritu de Dios.
Sin
embargo
en
la
salida,
nos
encontraríamos con una gran sorpresa:
estaba toda la zona acordonada por la
policía. Algún vecino asustado por el
enorme jaleo que Dios había organizado,
avisó a las Fuerzas de Seguridad. Eran
años de
grandes cambios políticos. El
dictador, Franco, estaba ya enfermo, el
gobierno comenzaba a tambalearse, las
manifestaciones de los obreros eran
continuas en todo el país. Los estudiantes,
en
las
universidades,
organizaban
constantes huelgas para pedir la llegada
de la Democracia. El país, socialmente
ardía por los cuatro costados, y en medio
de esa convulsión, a Dios se le ocurrió
convulsionar con el derramamiento de su
Espíritu a un
pequeño grupo de
adolescentes y jóvenes de una parroquia
católica
de
la
ciudad
de
Málaga,
demostrando de esa manera, que El es
Señor, y hace lo que quiere y cuando lo
desea, por encima de gobiernos y estados
totalitarios ó democráticos y de iglesias ó
denominaciones, dogmas y creencias. La
presencia policial contribuyó a enrarecer
aun mas la situación, por que creían que
había allí
algún altercado de orden
público, o peor aun, de tipo político, pero
lo que se encontraron fue a un nutrido
grupo de personas muy jóvenes hablando
en unas lenguas desconocidas, a un
sacerdote bastante nervioso, y a una
familia sencilla y normal que únicamente
hablaba de la Biblia. Un guardia, se acercó
a uno de los muchachos para interrogarle,
pero éste último, que estaba en plena
llenura del Espíritu, solo le respondía en un
idioma desconocido, de forma que el
sencillo policía, no se enteraba de nada. Se
584
- 585 -
dirigió a mi padre, que en esos momentos
estaba en las proximidades, para decirle:
­“Oiga, he querido hablar con este chico y
me
responde
con
unas
palabras
desconocidas. ¿Usted entiende algo, por
favor?”­ Preguntó el agente de la autoridad
mientras se rascaba la cabeza, mientras
otro compañero añadía: “No nos estamos
enterando de
nada.¿ Que ha pasado
aquí?”­.
­No se preocupe­contestó papácon ironía
inglesa­yo tampoco me entero de lo que
dicen­
­¿Es que son extranjeros?­Se preguntaba el
mismo policía
­¡Que va!¿es que no los ves?, si son de por
aquí­ contestaba su compañero
El comisario o el Jefe, se entrevistó con
Alcaide, y éste trataba por todos los
medios de tranquilizar a la policía, dando
todo tipo de explicaciones, muchas de ellas
bastantes confusas para las Fuerzas de
Seguridad.
La
situación
se
estaba
enrareciendo cada vez más, de modo que
tomamos la decisión de marcharnos
inmediatamente de Málaga. Al sacerdote,
le pareció muy bien, seguramente por que
a esas horas podría ser la mejor solución y
por supuesto la mas rápida, para evitarnos
molestias importantes, ya que
él
intentaría tranquilizar a la policía como
máximo responsable del grupo juvenil y
titular de la Parroquia de la Amargura, por
que si no lo conseguía, con toda seguridad
hubiéramos pasado toda la noche,
detenidos, en las dependencias cuarteleras
de una policía franquista, dándoles
explicaciones de temas celestiales a
policías que solo entendían sobre asuntos
Yo te invoco,
Eterno y
Omnipotente
Dios Padre, Hijo
y Espíritu Santo:
Dios
incomprensible,
inenarrable,
eterno, perpetuo,
bendito. Dios de
quien son todas
las cosas, a quien
todo está sujeto,
y por quien és
cuanto existe.
Limpia mi alma,
olvida mis
pecados, perdona
mis males, borra
mis actos y mis
crímenes.
Visita al que está
débil, sana al
enfermo, cura al
doliente.
Dame un
corazón que
tema, un
sentrido que
entienda, y unos
ojos que vean.
Eulogio de
Córdoba.Siervo
de Dios, siglo
VIII.
José Capdecilla
Orozco. Fco
Baena
Editor.Cordoba
1989
585
- 586 -
terrenales. Las patrullas no cesaban de
llegar y cada vez había mas uniformados.
Nos reunimos con la mayor parte de los
chicos
con
toda
rapidez,
para
comunicarles nuestra decisión, y esa
misma
noche,
sin
esperar
a
los
acontecimientos,
continuamos hasta
Granada. Mi furgoneta que era de gasoil,
un vehículo destinado en realidad a
transporte de mercancías, por lo tanto, en
las cuestas pronunciadas, era muy lenta,
pero en esa
ocasión parecía que
participaba en una competición de
carreras. Nunca había corrido tanto como
entonces. Ninguno de los tres decíamos
nada, el silencio era casi sepulcral, tan solo
roto por el rugir del motor. La carretera,
bastante mala
discurría por la sierra
malagueña, hasta entrar en la provincia de
Granada.
Nosotros
estábamos
tan
impresionados como todos los miembros
del grupo. Habíamos sido testigos, de un
derramamiento
del Espíritu que me
recordaba constantemente a lo que se
relata en la Biblia, a lo largo de todo el
Libro de los Hechos. Muchos expertos en
Biblia, opinan que el mencionado texto,
donde se relata el nacimiento de la iglesia
primitiva, y los milagros de Dios a través
de los apóstoles, es un libro inconcluso,
sin terminar, por que finaliza Lucas su
autor con los dos años de Pablo en Roma,
y no está acabado por que, según la
opinión de los expertos, en realidad, la
acción del Espíritu no ha terminado a lo
largo de todos estos siglos. Es posible que
tengan razón. No soy yo quien crea que el
apostolado primitivo es mi ministerio, pero
de lo que estoy seguro, es que la labor del
Espiritu Santo aun continúa, y lo seguirá
haciendo hasta que se cumplan todos los
designios divinos para con la especie
humana, y su historia.
586
- 587 -
Sobre nuestras cabezas, la bóveda celeste
se extendía cuajada con miles de rutilantes
estrellas, capitaneada por un disco lunar
esplendoroso
cuya
débil luz plateada
aterciopelaba el paisaje montañoso. Las
luces de mi vehículo se proyectaban sobre
el
horizonte.
Vimos
una
pequeña
explanada, y allí decidimos descansar unos
minutos, pero en realidad necesitábamos
orar para darle gracias a Dios, por la
experiencia vivida. Allí mismo, a varios
kilómetros de distancia de la capital, en
mitad de la noche, acompañados por una
quietud natural sobrecogedora, Dios nos
habló de nuevo para darnos ánimo a
través de un versículo de la Biblia que
papá compartió con nosotros. ¿Cómo era
posible que una familia tan sencilla como
la nuestra, que no estaba afiliada
oficialmente a ninguna iglesia, haya sido el
vehículo que Dios usó para su gloria?, ¿y
además habiendo en
Málaga varias
iglesias evangélicas establecidas?.
Varios días después, habíamos regresado
a Madrid. Fue un viaje de triunfo absoluto,
y de bendiciones. Volvíamos a casa, con
muchos testimonios, que
quisimos
compartir con hermanos y amigos. Como
muestra, teníamos el cassette grabado. Allí
se oía todo. El pastor Araujo, quien nos
recibió con los brazos abiertos, en su
despacho
personal
escuchaba
atentamente, muy impresionado por el
relato conciso de lo sucedido. A petición
suya, al finalizar, hicimos una oración de
agradecimiento y de gratitud. Alberto,
motivado por el Señor, se levantó, y como
estábamos de rodillas, nos impuso las
manos, pronunciando unas bellas palabras,
comisionándonos en el Señor:
587
- 588 -
­“Yo, como pastor de la Iglesia, ministro de
Dios, os comisiono y os animo, bajo el espíritu
de la Gran Comisión de Nuestro Señor
Jesucristo para que continuéis predicando
el Evangelio como embajadores del Señor”­
Continuamos compartiendo esos hechos
con otros pastores, como Ángel Borjas, de
la Iglesia Evangélica de Filadelfia, pero
pudimos constatar que tan solo ellos dos
dieron crédito a lo narrado, y que en
general la recepción de la noticia del
avivamiento malagueño, fue muy fría e
incrédula, motivado por un hecho clave:
que tal acontecimiento tuvo lugar en una
iglesia católico romana. ¡Como si Dios
fuera únicamente evangélico!. Dios es
Dios, y nada mas, siéndolo para todos los
cristianos por igual, sean de la iglesia que
sean. No todos los católicos son cristianos,
ni todos los cristianos son católicos, de la
misma manera que no todos los
evangélicos son cristianos, ni todos los
cristianos son evangélicos.
Papá
mantenía
una
correspondencia
epistolar
con
José
Alcaide,
muy
interesante, a lo largo de varios meses, y
yo lo hacía con uno de los jóvenes del
grupo, con el cual hice amistad. A través
de ellos obteníamos información de lo que
allí estaba sucediendo. El sacerdote supo
solucionar, en la medida de lo posible el
tema de la policía, aunque tuvo bastantes
molestias. Hay que reconocer que su
situación era muy difícil, por que si el
escándalo llegaba a oídos del Obispo, sus
problemas
podrían
aumentar.
Con
seguridad tendría, como al parecer fue
así, que dar muchas explicaciones a los
padres de los numerosos chicos y chicas
de su grupo. Sin embargo, las noticias que
nos llegaban eran insuficientes. En el
588
- 589 -
campo informativo evangélico, meses
después,
nos
llegó
una
curiosa
información: Algo muy grande
había
sucedido en una iglesia católica malagueña
y varios pastores
de renombre se
interesaron por los hechos. Se hablaba de
una familia desconocida de fe evangélica.
Muchas veces, para escapar de los halagos
y alabanzas, preferíamos callarnos y
escuchar los comentarios sin participar en
ellos.
El párroco, solucionó lo mejor que pudo el
problema con la policía, gracias a que no
se trataba de una manifestación política.
Hay que tener en cuenta, que en esos
años, muchos sacerdotes, colaboraban con
los
sindicatos
obreros
ilegales
por
entonces, hoy perfectamente legalizados,
dando cobijo a los
obreros que se
encerraban en las iglesias. Como los
templos, gozaban de inmunidad, es decir
que la policía no podía entrar en ellos para
proceder a detenciones, no lo hacían. No
obstante, algunos padres y sus familias,
tuvieron que
soportar pacientemente
molestas investigaciones policiales, en sus
trabajos,
y
en
sus
domicilios.
Concretamente una, cuyo hijo es hoy gran
amigo nuestro y además está sirviendo al
Señor de manera muy activa, en una
iglesia evangélica, tuvo que soportar un
tipo de vigilancia, que incluso se extendió
a
parientes residentes en otra ciudad
española. Es
muy probable, que la
investigación y vigilancia policial llegara
hasta Madrid, tras nuestras huellas, pero
lo desconocemos.
¿Cómo
reaccionaron
las
iglesias
evangélicas locales de Málaga?. De forma
variada, unas lo aceptaron como algo
venido desde el cielo. Algunas no
589
- 590 -
concebían que el Señor quisiera hacer algo
así en una iglesia católica. Otras
comunidades se regocijaron por lo
sucedido. Algunos líderes, pensaron que
aquello debía ser como un enorme pastel,
al cual habría que desgajar un buen trozo,
porque a partir de lo sucedido, y a lo largo
de mucho tiempo, responsables de iglesias
locales comenzaron a visitar el nutrido
grupo de jóvenes, con la intención de
absolverlos. José Alcaide, mantuvo unidad
todo el tiempo que pudo. El mismo asistía,
de modo personal, a numerosas reuniones
de oración y de alabanza, organizadas y
dirigidas por pastores evangélicos, en
distintas zonas de la provincia de Málaga.
Mantuvo, a lo largo del siguiente año una
correspondencia muy personal con mi
padre, en donde expresaba todos sus
temores,
preocupaciones
e
incluso
confesiones muy íntimas sobre problemas
de enorme trascendencia personal. Todos
esos documentos obran bajo mi custodia
personal. En las cartas había una franca
relación de amigo a amigo. El quería seguir
al Señor, pero se debatía en un mar de
grandes dudas. En sus cartas se observaba
un alma humana debajo de una enorme
interrogación.
Observábamos
grandes
dosis de sinceridad y de claros deseos ante
la Palabra de Dios. Era un hombre
convencido de la realidad del Evangelio,
por que había sido testigo de un
avivamiento impresionante. El sacerdote
católico, había sido, sin duda, un
instrumento en las manos de Dios,
cumpliendo, sabiéndolo o no, con los
designios divinos para ese grupo, dándole
una cohesión, un cuerpo, una forma. Sin
embargo, creyendo que todo estaba bajo
su control, el Señor optó por cumplir su
propósito final enviando a una familia
ajena a su parroquia, perteneciente a otra
590
- 591 -
confesión cristiana distinta, para que se
produjera, allí, ante sus ojos, un
Pentecostés muy específico. Es evidente
que aquello sucedió por exclusiva voluntad
de Dios, y que sin duda, nuestra presencia
física no hubiera sido necesaria para que el
Espíritu del Señor se derramara en esos
jóvenes. Por supuesto que el mérito no es
nuestro, como tampoco lo era de Alcaide,
ya que el mérito es solo del Espíritu Santo.
Dios conjugó dos ministerios distintos y
distantes,
cruzó
dos
caminos
completamente ajenos, diametralmente
opuestos,
absolutamente
antagónicos,
pero unidos en la Palabra de Dios, en
Cristo. Así obra Dios. José, a lo largo de su
vida ministerial tuvo muchos contactos con
el mundo cristiano evangélico, tanto en su
estancia americana, como en España y en
Holanda. Algunas veces pensó hacerse
pastor evangélico. Hay cartas que las
expresaba sus dudas sobre qué decisión
tomar, si permanecer dentro de la
obediencia a su Iglesia en la forma mas
conocida y conservadora, optar por un
camino mucho mas abierto como es la
Renovación
Carismática,
aunque
permanezca bajo la dirección de Roma, o
unirse
al
movimiento
carismático
evangélico ó pentecostal. Al margen de
las dudas sobre su situación religiosa, su
ministerio sacerdotal, Alcaide
sufría
interiormente dificultades personales muy
profundas, de gran importancia,
que
jamás revelaré.
Este drama interior,
afectaría posteriormente al mismo grupo.
El sacerdote, pasado el tiempo dejó la
Parroquia, siendo destinado, por el
obispado malagueño a otros pueblos. El
nutrido grupo que había permanecido fiel,
ya no se reunían en la iglesia, haciéndolo
en la misma calle, en las casas, o en
locales de iglesias evangélicas. Allí
591
- 592 -
comenzó la dispersión, pues algunos
miembros se integraron en iglesias
evangélicas, otros se organizaron como
tales, abriéndose paso en el mundo
evangélico local, un tercer grupo, quizá el
núcleo central, permaneció independiente,
manteniendo contactos con la Iglesia
Católica, como con el resto de iglesias
evangélicas. Todo esto estaba sucediendo
a lo largo de la década de los 80. El
avivamiento de Málaga de 1975, fue el
origen de numerosos grupos, e iglesias
evangélicas, no solamente en Málaga, sino
también en otras partes de Andalucía,
como sucedió en la cercana Línea de la
Concepción, provincia de Cádiz. Así mismo
muchos de aquellos jóvenes, tras el
desarrollo normal de sus vidas, de su
ministerio espiritual, de sus profesiones
laborales, y los cambios que se producen
siempre, han servido a Dios, llevando el
conocimiento del Evangelio a otros, y
aunque los contactos con el grupo
principal se hayan enfriado, incluso hayan
desaparecido, han sido simiente para el
nacimiento de
iglesias y ministerios,
dentro y fuera de Andalucía. Sin embargo
todos ellos, conservan en su recuerdo
imborrable, lo que sucedió aquel verano
de 1975. Por nuestra parte, nuestros
contactos con los miembros, quedaron
completamente paralizados a finales de
1979, por exclusiva decisión unilateral del
sacerdote, y sin motivo aparente ninguno.
Las relaciones se rompieron, afectando
incluso a las existentes con
nuestros
amigos. Nunca supimos que fue lo que
pasó y el porqué. El tiempo lo cura todo y
Dios también, por que veinte años
después, en pleno ocaso físico de mis
padres, poco antes del primer ingreso
hospitalario de mi padre a causa de una
cardiopatía, que le llevaría a sufrir una
592
- 593 -
operación
estuvimos
Málaga.
de alto riesgo, papá y yo
hablando con nostalgia de
­¿Te acuerdas de lo de Málaga?­ le
pregunté, mientras oíamos el cassette del
avivamiento.
­Claro que sí­ contestó mi padre de forma
taciturna­ por eso he estado orando a Dios,
y le he preguntado, si ese grupo se ha
multiplicado, y El me ha respondido:
“Como las estrellas del cielo”
­¿Te gustaría, saber qué ha sido de ellos,
papá?­
­Claro que sí, pero el cura ya no está allí, y
los chicos han crecido, se han casado, y
muchos han cambiado de dirección, pero
voy a orar para que Dios establezca de
nuevo esos contactos, me gustaría mucho
saber qué ha sido de ellos­ Contestó con
alguna tristeza.
Únicamente tuvimos algún contacto con
las amigas de
mi madre, pero muy
escaso, incluso les hicimos una breve
visita. Dios iba a hacer las cosas de
manera muy sorprendente, y utilizando un
medio extraño.
En ese tiempo, en 1995, yo ya estaba
casado y vivía en la calle Largo Caballero,
en Almería. Justo al lado de mi casa, había
viviendas destinadas a los militares. Un
amigo mío, Oscar, que hoy es sacerdote
católico, y que asistía a nuestras reuniones
evangélicas, y que por ese entonces era un
adolescente, conoció a un joven militar
593
- 594 -
malagueño, que estaba viviendo en esa
zona, y que era carismático, y que al
parecer conocía muy bien lo que sucedió
en 1975. Me lo comentó y fui a visitarle,
y cual sería mi sorpresa, cuando descubrí
que era de Málaga, y pertenecía a ese
grupo. El conocía todo lo que sucedió,
aunque
entró
en
esa
comunidad
carismática después de los hechos, era
amigo personal de uno
de los
responsables del grupo con el cual yo si
mantuve una estrecha amistad hasta el
año 79. 20 años después nos volvimos a
encontrar de nuevo.
Mensaje espiritual indio hacia los cristianos. Lorenzo Cadieux,”Cartas
de las nueve misiones del Canadá”.1843­1852. Conversaciones entre
un jefe indio Chaselles y un misionero.
Hermano mio, es posible que yo no sea tan ignorante como tu
piensas acerca de las cosas que vas enseñando por todas las
partes. El Gran Espíritu había establecido el orden tanto en tu isla
como en la mía. Había dado grandes dones a tus ancianos. Pero
tu no has sabido aprovechar esas preciosas ventajas y has
rechazado esas bendiciones de tus ancianos. Por eso envió el Gran
Espíritu a su Hijo, al hombre blanco, pero el hombre blanco lo
echó.
Soy partidario de una gran libertad religiosa en cualquier parte
del mundo por respeto a la dignidad de la conciencia ajena, pero
también por convencimiento de que solo la fe es libre, es
autrentica, es decir, la respuesta total del hombre a la llamada
de Dios.
Joaquin Ruiz Jiménez, a Jose Maria Gironella. 100 españoles y Dios.
Arca de papel.Plaza y Janes.
594
- 595 -
Mientras cantan, las florecillas, se
ladean uniformes a la luz de la
Luna, y hay un momento que
crece en belleza porque una
puertecilla de vieja y carcomida
madera, se abre muy lenta hasta
que ¡apareces tu!, en cuerpo y
alma. Te acercas despacio con
andares de reina. ¡Lola!,¡Loli!, ¡otra
vez a mi lado!. ¿No te das cuenta
que el tiempo nunca podrá
separarnos?.
Eduardo Santos Elola, “Hablando con el
amor”. 1949. Poesía, dedicado en su
totalidad a mi madre.
Mis padres en Beas, provincia de Huelva
EL PUEBLO DE BEAS EN LA PROVINCIA DE
HUELVA
Beas, es un pueblo pequeño,
en la provincia de Huelva, situado en un
campo verdoso, saturado de pinos y
eucaliptos. En
la cercanía están dos
poblaciones importantes, Trigueros y
Valverde del Camino, ésta última capital de
la comarca del Andévalo. Su nombre
procede del latín: “via”, ya que desde la
zona del Andévalo, bajaban las carretas
romanas cargadas de minerales, hasta la
costa. Al lado de Beas, hay una pequeña
aldea cuyo nombre es Candón, con un
puente romano. Posee además una ermita,
bajo la cual se han encontrado algunos
restos romanos del siglo II. Es Beas, un
pueblo onubense de calles empedradas,
hileras de casas con fachadas de abolengo
y señorío de gran sabor andaluz. La plaza
principal, posee viejos y nobles edificios
595
- 596 -
que se levantaron al socaire de su propia
historia. El más importante de ellos es la
Iglesia con su campanario, cuyos orígenes
enraízan en el siglo XIII, a partir de un
templo perteneciente a la orden de los
templarios. Pasear entre los árboles que
rodean la villa, significa inundarse del olor
a pino, aspirar con agrado el fresco y
suave olor de los eucaliptales, respirando
un aire fresco con aroma suave...Pueblo de
patios interiores, con columnas y arcos,
pozo y macetas, en las casonas de tronío;
las restantes, sencillas viviendas de una o
dos plantas con azulejería en los
soportales de entrada. De la misma forma
las hay aun muy sencillas, humildes si
cabe, con un par de macetas colgadas en
las rejas. Cuando llegamos por primera
vez, en aquel lejano año de 1977, la
primera impresión que me dio fue la de un
pueblo muy sombrío en invierno. Sin
embargo, la tranquilidad reinante, la paz
del ambiente, y el aroma de los eucaliptos
próximos, predecían mi aclimatación. Yo
había terminado mi primer año de
Magisterio en Almería, y cursé mi petición
de
matriculación
en
la
Escuela
Universitaria de Huelva. Habíamos estado
orando al Señor para trasladarnos a esta
provincia, y El nos aprobó el viaje.
Confiábamos en la Voluntad de Dios, con el
fín de
anunciar el Evangelio a quien
quisiere escuchar. Nuestra relación casual
con la provincia de Huelva, venía ya de
lejos. En el verano del año 1975, un mes
antes de salir de viaje para la campaña
evangelística de Eurofest´75, en Bruxelas,
Bélgica, estaba en mi casa del pueblo de
Perales de Tajuña. Allí oía la radio. En un
momento dado,
escuché cantar a un
grupo de niños onubenses una bella
canción: “¡Tu eres Señor el pan de vida/
mi vida sin ti no será vida/”. Su nombre
596
- 597 -
era Brotes de Olivo. Nos gustó mucho y
decidimos indagar su dirección con el fin
de establecer contacto con mencionado
grupo. Averiguamos que eran católicos y
de Huelva, miembros todos de una misma
familia. Al regreso del viaje de Bélgica,
papá y mamá querían hacer un viaje de
descanso y turismo. Ibamos con una gran
dosis de testimonio cristiano recibido en
Eurofest. Nuestra furgoneta nos servía
para todo, allí comíamos, y dormíamos
con un presupuesto muy escaso pero
suficiente para viajar. Al llegar a la
provincia de
Badajoz, frontera con
Portugal, yo tenía muchas ilusiones para
pasar la frontera hacia el país hermano.
Justo en la misma línea, a pocos metros
del puesto de policía, pensamos que lo
mejor era orar para buscar la voluntad de
Dios. Abrí la Biblia y el Señor nos
respondió a través de la visión del varón
macedonio que se le apareció a Pablo,
pidiéndole ayuda con la frase: “Pasa a
Macedonia y ayúdanos”. Entendimos,
como nuestro deseo era ir a Huelva, el
Señor, nos indicaba claramente
ir a esa
provincia, dejando para mas adelante la
visita a Portugal.
Así se hizo. Aun
recuerdo el estado general de esas
carreteras, y lo inmensamente largo que
se nos hacían los viajes. No obstante, el
recorrido resultaba realmente hermoso,
por los numerosos robledales y pinares
que salpican a Extremadura y al occidente
de Andalucía. Dejábamos, aquí y allá
pueblos cargados de
historia como
Mérida, con sus importantes restos
romanos, la misma Badajoz, Monesterio y
tantas otras villas. Llegamos a la ciudad
de
Huelva, acercándonos al pueblo de
Ayamonte, en donde conocimos por
casualidad al panadero, Sebastián, cuyo
relato está anteriormente relatado. Pero no
597
- 598 -
sería hasta el año 1976, cuando decidimos
regresar a la Provincia de Huelva.
Concretamente a su capital. La ciudad, en
esos años, rodeada de un Polo de
Desarrollo industrial, desenfrenado, ofrecía
a los visitantes, un aspecto poco
aceptable. El irrespirable mal olor que se
impregnaba en sus calles y casas,
procedentes del cercano Polo Químico, y
de la Celulosa de San Juan del Puerto,
producía nauseas a quienes no estaban
acostumbrados, y en verano,
enormes
mosquitos nos freían a picotazos. Gracias a
la laboriosidad y el buen hacer de sus
habitantes, hoy es una maravillosa capital
de provincia, muy agradable, bonita,
hermosa, y con un futuro muy prometedor.
Estando en Madrid, papá había tenido
contacto y amistad con un profesor que
tenía en Huelva un piso cerrado, sin uso,
destinado solo a pasar los veranos. Era un
hombre de pelo cano, pero no por años,
pues aun creo que tenía menos años que
mi padre, lleno de una honestidad que se
notó en la conversación que yo presencié:
­Eduardo, yo no tengo ni idea de alquileres,
ni siquiera sé cuanto debo cobrarles, así que
dígame usted una cifra, ¡ponga usted el
precio!­
­¡Hombre con personas como usted, se
puede negociar, pero es que yo tampoco
se nada de eso!.¿que le parece 500 pesetas
al mes?­
­¡Hecho!­
Y con un apretón de manos entre los dos,
se cerró el curioso trato. Allí comenzaba
una aventura por la fe en Cristo.
598
- 599 Yo levantando una cruz con palos de
eucalipto, detrás de la casa.
Mis padres con unas
amigas de Beas, madre e
hija. Las “lecheras” del
pueblo.
11ª
Mi casita de campo en Huelva, en la que papá,
oraba, al calor del fuego de la leña. Allí tuvo sus
mejores momentos de intimidad con el Señor,
alejado del mundanal ruido, y en la paz absoluta
del campo. En la foto de color, mis padres y un
amigo, en la de blanco y negro, mi madre y yo.
“Cuarenta coronas estan dispuestas para cuarenta siervos tuyos. Haz que
ninguna, quede sin su receptor, Señor”.
Oración comunal pronunciada en el siglo IV por soldados romanos cristianos,
de la Legion del Trueno, que murieron congelados
Mamá, en nuestro campo de Beas, lleno de
eucaliptos, en un atardecer, después de orar
599
- 600 -
Mamá, en nuestro
campo de Beas, lleno
de eucaliptos, en un
atardecer, después de
orar
Una puesta del Sol, entre los eucaliptos
de mi campo.
Mis padres, en el verdor de la foresta, en
su mano, la Biblia. Iban a orar allí.
600
- 601 -
QUE VERDE ERA MI VALLE
El título de una de las obras
de literatura inglesa más hermosas que yo
conozco, y que describe la vida dura de los
mineros, creo que de finales del siglo XIX
ó de comienzos del XX, me trae a la
memoria, los verdes campos de Huelva.
Toda la provincia, es un bosque relleno de
pinares y de eucaliptos. Es imposible
rodear andando a cualquier pueblo, sin
introducirse
en
el
arbolado
campo
onubense. En el atardecer, cuando el sol
decide desaparecer por el horizonte, toda
la bóveda celeste se cuaja de colores que
se esparcen con grandes brochazos, como
si se tratara de una pintura divina,
mientras el canto de decenas de pajarillos
silvestres habitantes del soto bosque se
adueñan del silencio, y una fragancia se
apodera de todo olfato, olor que se
desprende de los eucaliptos, mezclándose
con el de los pinos y el de otros árboles y
plantas.
Allí en mitad, de la arboleda
eucaliptal, papá había comprado un
pequeño terreno, en un descampado, y allí
mandó edificar una modesta casita, por
que su ilusión era dedicarla a la obra de
Dios, un lugar en donde los cristianos,
pudieran estar unos días, relajados,
alejados del mundanal ruido, y en
comunión con el Cielo. EL acceso a ella, se
hacía, derivándose de la carretera general
que une a Beas con Valverde del Camino, a
mano izquierda. Había que penetrar con el
coche por un camino en mal estado, pero
ciertamente seguro, que hería al bosque
como un cuchillo, abriéndose paso entre la
masa de eucaliptos y pinos mediterráneos.
Y después de un par de kilómetros,
girando y dando vueltas, llegábamos a
601
- 602 -
nuestro terreno, y allí sola, unica, casi
como una niña abandonada, nuestra
diminuta blanca casita. Tenía la vivienda,
una pequeña entrada, a modo de comedor,
una cocina, tres habitaciones y un estrecho
cuarto de baño sin hacer. Eso sería todo,
si no fuera por que poseía una chimenea,
en la que papá disfrutaba los atardeceres
campestres, rodeados de una inmensa paz
absoluta, echando en ella, trozos de leña
seca. Junto al crepitar de las maderas
quemándose, bajo un fuego calentador
cuyas llamas iluminaban nuestros rostros,
solíamos leer la Biblia, y orar en familia.
Estábamos los tres completamente solos
en mitad de esa extendida arboleda
campestre, pero no nos importaba. Desde
ese mismo lugar contemplábamos un cielo
sobrecargado de brillantes y rutilantes
estrellas. La vivienda no tenía luz eléctrica,
pero eso no era ningún problema. Nuestro
radio­cassette, funcionaba con baterías,
pilas. Dormir allí en pleno verano, sin la
tediosa presencia de la industria humana,
era un relax absoluto. Disfrutábamos del
sueño. En varias ocasiones nos llevábamos
a nuestro variopinto grupo de amigos,
Anta Teresa, Maria José, Bartolomé,
Alfonso y a otros mas, y allí mismo
abríamos las biblias para improvisar una
reunión que nosotros mismos dirigíamos
con libertad y en la que todos participaban
animadamente. En esa humilde casita, mi
padre se centraba en la oración horas
completas, extasiándose en la lectura de la
Biblia y buscando en todo momento
comprender los misterios de la fé. Y fue allí
en donde él, que siempre cargaba en su
bolsillo de la chaqueta con un par de
bolígrafos, su documentación personal, y
la envoltura de las gafas, junto con un
pañuelo mal doblado y arrugado, escribiría
algunas de la revelaciones o profecías que
602
- 603 -
el Señor le daba en el secreto del silencio
natural. Emocionado cuando recibía desde
el corazón del Padre, un mensaje, sin
titubear escribió, era el 11 de Julio del 78:
“NO TEMAIS, MIA ES LA OBRA, Y
LA VICTORIA, YO OS TENGO DE MI
MANO Y OS AMO. HAY UNA
RESTAURACIÓN SANTA. MIRADME
A MI Y SEGUID ADELANTE, NO
RETROCEDAIS. YO HABLO A MI
PUEBLO, ORANDO OS QUIERO”­ Beas,
Huelva, 11 de Julio de 1978.
Papá y mamá trabajando en el campo
Al siguiente día, lunes, el escribiría la
siguiente meditación:
“Creo que todos somos representantes de
Dios en la tierra (los cristianos auténticos)
que tenemos la misma llamada sin
acepción de personas, y que nuestro grado
de santidad no depende solo de Dios, sino
también de nosotros mismos, es decir de
nuestro grado de consagración al Cristo y
603
- 604 -
con la fuerza y el amor del Señor podemos
alcanzar la mayor de las glorias. Ir hasta
Dios, a través de Cristo, sin necesidad de
teologías, sotanas o pastoreos humanos. En
un segundo de autentica unción podemos
llegar a la cumbre, que es Cristo, que está
por encima de las glorias humanas, que es
la unción con Dios”.
Varios días después, el sábado, tras una
oración el Señor le contestó a través de
Hechos 20, y él anotaría lo siguiente:
“Sábado.
Hechos
RESTAURACION”
20.
HAY
UNA
Mamá tenía poco tiempo para meditar, era
algo natural en ella, que nada mas llegar,
motivada por su carácter, no descansaba ni
un instante, haciendo todo tipo de labores
en el campo, incluso siendo tan mediana
como era en su estatura, no dudaba en
intentar arrancar de la tierra alguna de las
temibles raíces de Eucaliptos cercanos.
Solía traerse la comida hecha, solo
calentar en un infiernillo de gas butano,
que instalamos allí. La gran dicha: No
teníamos televisión ¿para qué?, por que
aunque hubiéramos tenido luz eléctrica,
nunca habríamos llevado a ese lugar tan
nefasto aparato.
Y por la tarde, al anochecer, junto a la
chimenea, a unirse en oración junto al
fuego del hogar. ¡Cuánto calor humano!, ¡
cuantas charlas teníamos sobre los
problemas familiares y de los demás!.
¡Que bien me sabía ese plato tan español
del huevo frito al aceite de oliva, con algún
chorizo, acompañado con un pan de
pueblo y un vaso de buen vino de Beas!.
Como aun carecíamos de servicio, cuando
“precisábamos”, no teníamos dificultad
604
- 605 -
alguna. El campo era grande. Si se
necesitaba luz eléctrica un buen rato, sin
problemas, por que para eso estaban los
focos del automóvil.
MANUEL EL ENDEMONIADO
No quisiera olvidar en estas
páginas, el testimonio, de una persona, a
la que personalmente conozco, y que hoy
gracias a Dios, es cristiano. Es un
testimonio vivo de cómo es el poder de
Dios cambiando vidas. El, me ha
autorizado a contarlo, pero quizá por la
dureza del mismo, aunque lo relate, me
voy a permitir, usar del derecho a la
intimidad, al objeto de que nadie pueda
causarle daños inmerecidos. Por su parte,
no
hay
ningún
inconveniente
en
nombrarlo, pero, deseo salvaguardar sus
datos personales. Podéis entender pues
que el nombre que aquí figura no es el
suyo en realidad, y es evidente que
tampoco aparecerá su actual lugar de
residencia, pero esta persona existe.
Teniendo en cuenta estos aspectos, todo,
absolutamente todo lo que aquí se va a
contar es absolutamente cierto, por que él
es un producto del ministerio que el Señor
realizó en mi familia.
1950. En un pueblo andaluz, de viejo
señorío, callejas estrechas de sabor árabe,
ventanas de hierro forjado retorcido y
acaudaladas de macetas llenas de colores
floridos, campos verdes y húmedos en
invierno, soleados en verano, nació en un
hogar humilde, un bebé, fruto de una
relación tormentosa de amor sincero por
parte de su madre, traicionado por su
605
- 606 -
padre. Eran años de oscuridad cultural, y
ser
madre
soltera,
significaría
la
humillación, el desprecio, el oprobio, de
todos. La mujer, con el corazón roto,
debería buscar el amparo de quien tenía
mas cerca, en su propia familia.
Casualmente, su hermano, era sacerdote,
y fue precisamente él quien le sugirió la
idea de que se viniera a vivir a su casa.
Hombre de carácter muy fuerte y decidido,
profundamente creyente en su formación
religiosa, formado a fuego en los avatares
de la vida, se acantonó junto a su
hermana,
proporcionándole
toda
la
protección posible, cortando cualquier
relación con el padre de la criatura,
hombre de nula palabra, de vida muy
desordenada y lasciva. El sacerdote,
actuaría como tutor del menor, siendo un
padre para él.
El niño ya desde muy
pequeñito supo que ese hombre vestido de
negro, el de la sotana, no era su
progenitor, si no el hermano de su madre.
Manuel, se educaría, para siempre al
amparo de los altares, las velas, y los
“santos”, esa sería parte de su vida
familiar. Era un niño revoltoso, y travieso,
que de vez en cuando conquistaba con sus
fechorías infantiles los gritos sacerdotales
en su persecución, mientras se escondía
detrás de los muebles. Como la labor
pastoral de su tío se tenía que realizar en
los pueblos a los que era destinado por el
Obispo, cambió muchas veces de escuela,
marcándolo
profundamente.Tendría
aproximadamente diez
u doce años,
dentro y fuera de la escuela, organizaría
una pandilla de chavales de la que él era el
jefe. En esos años, las empresas nacientes
de cualquier producto, debían esforzarse
todo cuanto podían para dar publicidad a
sus artículos. Una de ellas, dedicada
606
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exclusivamente a los nuevos detergentes
que comenzaban a abrirse paso poco a
poco en los hogares andaluces y
españoles, tuvo la feliz idea, de enviar al
pueblo en donde vivía Manuel, a un
vendedor. Este estaba obligado a ir vestido
con un traje de riguroso blanco, camisa,
corbatas, chaquetas, pantalón, zapatos y
calcetines. El automóvil de la empresa, era
un Seat 600, que para los que somos
españoles nacidos en esos años, significó
mucho. Por supuesto que el vehículo era
todo blando, por dentro y por fuera. Aquel
confiado caballero, con la moral alta,
decidió conquistar medio pueblo para su
empresa, visitando casa por casa, y dando
charlas por todos los sitios. No sé por que
razón Manuel y los suyos decidieron que se
marchara de allí. El vendedor comenzó a
sentir cierta ansiedad, cuando descubría
que su vehículo había sido cambiado de
aparcamiento un par de veces, no se lo
explicaba, por que ese era un pueblo
tranquilo. Sin darle mas importancia,
seguiría con su labor comercial, hasta que
los cambios de lugar llegaron a ser
constantes, descubriendo que los autores
fué un grupo de niños del lugar. En esos
momentos, la autoridad del Cura párroco,
era enorme en cualquier lugar de España,
y Don Joaquín, tío de Manuel, la tenía muy
asumida. La paliza fue aplicada, de
inmediato.
EL niño, reuniendo a los suyos tomó la
decisión de vengarse del sufrido vendedor.
Entonces, las mujeres usaban mucho unas
pequeñas bolsitas llamadas popularmente:
“azulinas”, para lavar, por que contenían
un polvo muy concentrado de un fuerte
color azul, que cuando se abrían y el
contenido se escapaba, impregnaba todo
de un azul intenso. Estudiado el plan,
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espiaron todo el día a su víctima, dándose
cuenta, que éste hombre tenía la
costumbre de no cerrar con llaves el
vehículo. Manuel trajo de su casa, una de
esas bolsas, abriéndola en su totalidad,
con esmerado cuidado
de
que su
contenido no se saliera. Al menor
movimiento, todo fuera. Otro
niño del
grupo, se
vigilaría, otro, de abrirá la
puerta del Seat, y Manuel, que conociendo
las costumbres del conductor, levantó
suavemente el cojín que usaba en su
asiento para conducir mejor, depositando
la bolsa, para colocar encima de ella, el
cojín. Dejaron todo como lo habían
encontrado, igual, sin rastro alguno de su
fechoría. Los niños, avisados por el
vigilante,
salieron
corriendo
para
esconderse detrás de una valla. El buen
hombre, con muestras de mal humor,
por que protestaba con las mujeres, por el
trato, “humillante” de los niños, ya había
tomado la decisión de subirse a su
automóvil para salir de viaje a otro lugar, y
ese era el momento; abrió la puerta,
dejándose caer sobre el asiento, y en ese
instante, una enorme nube interna, de
color azul, llenaría todo el habitáculo del
coche,
incluyendo
al
blanquísimo
conductor.
­¡Socorroo!......­ era lo único que se oía salir
de su garganta, sentado dentro.
Braceando,
gesticulando y tosiendo
constantemente, abandonó su azulado
vehículo, sacudiendo a manotazos todo el
polvo azul, que cubría su impecable traje
blanco. Cuanto más intentaba quitárselo,
peor. Su cara parecía la de un payaso de
circo pero en azul. Los improperios,
insultos, palabrotas saltaban de su boca,
empujándose unas a otras. Algunas
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mujeres que por allí pasaban no pudieron
contenerse, pese a su hipócrita queja
contra los pequeños, las risotadas fueron
históricas. Los niños se esconderían como
mejor entendieron, para huir de la furia del
vendedor. Este, tras blandir con su puño al
pueblo entero, se marchó con su
azuladísimo Seat, con las ventanillas del
mismo, bajadas al objeto de que el aire
descontaminara el interior. En el lugar
donde había estado aparcado, quedaban
las huellas del delito: una mancha azul
pisoteada. Si grande era la ira del sufrido
vendedor, aun mayor sería la de Don
Joaquín. El cuerpo de Manuel dio
testimonio de la sacra ira, durante muchos
dias.
Manuel, no obstante, adoraba a su madre,
y por su edad, aprendió a desenvolverse
en una sociedad campesina, muy cerrada,
cargada de granes y enormes prejuicios.
Como sobrino del sacerdote párroco,
aprendería todas las formas del Rito
Católico, la liturgia y los distintos
quehaceres de la iglesia parroquial. Mucho
antes de esos sucesos, a la edad de cinco
años, alguien ajeno a la familia, y amigo
de la misma, sometió al pequeño a abusos
sexuales, amenazándole para que no
dijera nada. El niño, que no sabía que era
lo que estaba pasando, se sintió humillado,
atemorizado de por vida, y torturado, sin
embargo no hablaba. La inquietud, los
nervios, producidos por el recuerdo de ese
hecho y los continuos cambios de escuela,
hicieron de él un mal estudiante.
Su
madre y tío, creerían siempre que los
problemas de Manuel, tenían una sola
causa: la ausencia de su padre, y en parte
era verdad, pero nunca supieron toda la
verdad, por que el muchacho, con el paso
de los años, y conforme fue creciendo,
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sentía verdadera devoción por su madre y
admiración por su tío, y no quería
compartir con ellos sus problemas, entre
otras cosas, por que en esos años, la
reacciones y las actitudes de los familiares
podían
ser muy perjudiciales para las
víctimas de los abusos. Era un estigma que
llevaría siempre a cuestas. Era tanto el
pánico que sentía cuando tenía que ver a
ese degenerado, que se orinaba en los
pantalones.
Los problemas no terminarían allí. Con
doce años, se está produciendo una
trasformación radical en los chicos. Están
dejando de ser niños, y os cambios en el
cuerpo y en la psicología son decisivos,
tanto en ellos como en ellas, y a Manuel le
pasó exactamente lo mismo, como a
todos, pero la desgracia volvería a
cruzarse en su camino. Otra persona,
distinta a la anterior, volvió a cometer
diversos y reiterados abusos sexuales,
sometiéndole a un terrible chantaje
emocional y social. Todos los miedos y
traumas de la anterior experiencia,
volvieron a surgir, ahora con terror. Lo que
él creía haber olvidado, llamaba a la
puerta y entraba a su vida, como un
invitado no deseado. Su situación se
estaba
haciendo
cada
vez
más
insoportable, por que los tabúes de su
educación le impedía contar la tragedia
que estaba sufriendo a su tío y a su
madre. Iba muy mal en los estudios, y
ellos no se dieron cuenta, de lo que estaba
sucediendo. Muchas noches, el jovencito,
hundía
su
cara
en
la
almohada,
inundándola por el llanto. Una y otra vez,
gritaba en su alma, que no se repitiera
aquellos sucios actos. Satán, dueño y
señor de la mente
y del cuerpo del
violador, se fue apoderando poco a poco de
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la suya, como víctima. Manuel, que ya
había conocido como eran las garras del
miedo, ahora saborearía las del pánico. No
había salida para su vida, por que con el
paso del tiempo, caería en el abismo. Poco
a poco, se fue acostumbrando a la amistad
con ese mal llamado hombre, y aquel
terror inicial se dulcificaría. El daño ya
estaba hecho. Su madre, recluida en si
misma, y en la casa de su hermano, no
veía el drama que se estaba produciendo
ante ella. Era
una mujer absorbente,
cómoda, servida siempre por su propio
hijo, o por la sirvienta que el sacerdote
tenia contratada. El joven sentía verdadero
amor de hijo hacia ella. Don Joaquín, mas
sagaz que su propia hermana, sospechaba
algo, pero no logró nunca saber qué era lo
que sucedía en realidad, y al fin de
cuentas, era un hombre cargado de viejos
arquetipos sociales, temeroso tanto como
ella, de las suspicacias de las gentes, las
sospechas de los demás, propias de todo
pueblo y de una Andalucía rural pobre y
marginada.
Quizá
sus
constantes
quehaceres como cura parroquiano, le
absorbieron el tiempo necesario que
debería haber empleado en su familia. Por
una razón u otra, unos y otros, no cerraron
la puerta que deberían haber cerrado, en
la vida de Manuel.
Fue creciendo, y abandonó los estudios.
Don Joaquín quiso que estudiara en un
seminario, quizá con la noble intención de
reformar la vida de su sobrino, y sacarlo
de lo que ya era evidente en esos
momentos, pero fue expulsado del mismo.
El sacerdote, hizo todo cuanto pudo para
ayudarlo pero le sería imposible.
Manuel, llevaría a partir de entonces una
vida desenfrenada, en los antros de Cádiz
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y de Málaga. Había perdido todo. El pueblo
en el que residía, al final le aceptó como
era. Perdió todas las esperanzas, por lo
cual muchas noches, en su soledad, seguía
siendo ese niño temeroso que lloraba su
desgracia en la almohada. Varias veces la
idea del suicidio planeó sobre sus
pensamientos. Se dio cuenta de lo muy
podrido que en ese instante estaba. Sus
ademanes
muy
afeminados,
le
denunciaban constantemente. A pesar de
todo eso, tenía un buen corazón para
todos, a cambio de nada, prestaba su
ayuda a quien se la pidiere o no, si estaba
necesitado. Probablemente por que a él
nunca se la habían dado, y por que la
lectura que su tío el sacerdote hacía a
diario en la misa de los textos bíblicos,
estaban haciendo en él un lento pero
seguro beneficio. El sería el báculo,
principal de su madre, a lo largo de toda
su vida, y hacia ella, ni una sola queja, ni
un solo reproche, ni una sola acusación,
por que en definitiva la mujer, lo amaba e
intentó darle la mejor educación que podía
darle. Es posible, que se sintiera victima
de su propio mundo cerrado, obtuso,
arcaico y arcano.
Don Joaquín, preocupado por el futuro de
su sobrino, le respaldó con la apertura de
un pequeño comercio; idea sana ya que lo
que quería era que él se valiese para el
futuro por si mismo.
El Señor, en su poder, nos condujo hasta
ese pueblo gaditano, para residir allí.
Nuestra
intención
en
realidad
era
precisamente esa, vivir, el tiempo que
fuera necesario.
En nuestro interior
teníamos otro propósito: Ser testigos del
mover de Dios. Nunca antes, esa zona,
había conocido la voz del evangelio. Papá
612
- 613 -
pudo alquilar una vivienda, planta baja, allí
mismo, muy hermosa, con patio para
guardar
nuestra
furgoneta.
En
un
comienzo, éramos conscientes, de que en
todo momento, nos tratarían como a
extraños. No en vano, ser de Madrid, nos
identificaba mucho, pero pudimos entrar
en su cerrada sociedad, se nos respetó
desde el primer día. Todas las tardes, en
torno a la mesita camilla redonda, al
abrigo del brasero eléctrico, a penas sin
muebles, papá, mamá y yo abríamos la
Biblia, y nuestra oración se levantaba a
cada momento. Así comenzaron a pasar
los meses, enfrascados cada uno en
nuestras actividades. Yo, estudiante,
descendía todos los días, a la capital de la
provincia, para cursar mi primer año de
Magisterio. Ida, y vuelta, así siempre, a
cada momento. Mi padre, sin olvidar su
vocación de escritor, o se bajaba conmigo
para realizar cualquier gestión, o se
quedaba escribiendo en casa, o hablando
con la gente del lugar. Mamá a sus
quehaceres. Hizo mucha amistad con la
lechera del pueblo, y allá que se iba
siempre a charlar y a reír, al amparo de la
chimenea central de esa casa. Y de paso
entre bizcochos y cazuelas, contar lo que
el Señor era para ella.
En nuestro horizonte planearía siempre, el
otear para abrir la obra de Dios allí.
Hacerlo al estilo “evangélico” puro, es
decir, abrir una iglesia como tal, no estaba
en nuestro punto de mira. Queríamos
hacer la obra, según Dios, y no según los
hombres, por que entrar en un pueblo
como aquel, tan sumamente conservador,
y tan arcaico en sus tradiciones, de una
manera rompedora, sería inútil, había que
hacerlo
en
SU
propio
campo,
acomodándonos a su forma de ser, a sus
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- 614 -
costumbres, aprendiendo sus tradiciones,
aunque no
las compartiéramos en
realidad. Así pues, en todo momento, nos
presentamos como cristianos, sin más
apellidos. Noche tras noche, al pie de mi
cama,
oraba
con
intensidad,
para
encontrar una salida en este tema. Yo
sabía que los míos, hacían otro tanto. He
de decir que nunca tuve el más leve
sentimiento de soledad. Eran unos años,
en los que España, comenzaba a salir de
un largo sueño en todos los órdenes de la
vida, incluso del religioso. En las grandes
capitales,
ser
“protestante”,
ya
se
consideraba, por parte de la ciudadanía
algo normal, pero no así en los pequeños
pueblos. La verdad es que el problema del
rechazo, no lo era tal para mi familia. Aun
recuerdo ese martes de invierno, de no sé
que mes del año cuando papá, en casa, a
la hora de la cena, y apagando la
televisión me dijo:
­Hoy, he visto la mano de Dios, por que creo
que vamos a poder hacernos cargo de un
grupo de personas, para predicar la
Palabra, Juan José­
En él no me sorprendía nada, así que
escuché lo que me tenía que decir, así que
retomando la palabra añadió......:
­Resulta, que aquí se reúnen, en un piso, un
grupo de jóvenes del pueblo, formando
parte de un “cursillo de cristiandad” que les
daba un cura, pero éste sacerdote, los ha
dejado prácticamente abandonados a su
suerte, por no sé que problema, que ahora
no viene al caso, pero casualmente, me han
pedido a mi que nos hagamos cargo del
grupo, y he aceptado. Estoy seguro que es
cosa del Señor­
614
- 615 -
¡Menudo tema!, un grupo de personas,
dejados a su suerte, pero que en realidad,
formaban un grupo liderado por un
sacerdote católico. Allí mismo, los tres,
buscamos al Señor en oración, y el Espíritu
nos hizo sentir que era su voluntad. Había
que comenzar rápidamente.
­Se reúnen todos los Jueves por la tarde­
añadió papá
No podíamos perder tiempo, ya que
comenzaríamos el mismo jueves de la
semana en curso. Las siete de la tarde, un
piso alto, de una casa antigua, situada en
pleno centro del pueblo, amueblada con
trastos viejos de no sé que año, una mesa
central,
y
un
montón
de
sillas
desordenadas y descabaladas. Daba igual,
como estuvieran. ¡Ah! y un ratón residente
que se atrevía a corretear por allí justo
cuando mas gente había. Nadie le hacía el
menor caso, yo sí. Todos sentados,
iluminados por una bombilla sin lámpara,
que se mecía por el viento entrante de la
ventana. A algunos de los que asistían allí
ya los conocíamos, teníamos mucha
amistad con ellos, otros nos vieron por
primera vez. Uno tras otro, entraban y se
sentaron. No sabíamos cómo hacer ni qué,
pero la espontaneidad de mi madre, y la
diplomacia de mi padre, fueron suficientes,
por que a la media hora, la algarabía era
total, en un ambiente de la mas pura
amistad. Nuestra carta de presentación era
simple: cristianos. A los muchachos, todos
ellos de mi edad, y mayores que yo, era
algo que no les decía nada, ya que ellos
también se identificaban como tal, por
pura
tradición,
pero
rápidamente,
comenzaron a ver algunas diferencias
respecto a lo que habían aprendido desde
pequeños. Como un grupo de los que allí
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asistían ya nos conocían, eso nos facilitó
las cosas. De la mejor manera que
pudimos, repartimos algunas “alabanzas”,
y les enseñamos cómo cantarlas de
manera espontánea y sencilla. Todos
trajeron sus bíblias, o nuevos testamentos.
Yo, acostumbrado desde hacía tiempo, a
usar las versiones católicas, no me fue
problema alguno, aunque llevaría la Reina
Valera. Leíamos, de un capítulo escogido al
azar, un versículo, y cada uno de ellos, leía
el siguiente, el que les correspondía leer
por turno, preferiblemente de los cuatro
Evangelios. Una vez hecho esto,
mi
madre, les animaba a que explicaran qué
era lo que habían leído y que les decía a
ellos. De esa forma, todos participaban. No
sé por qué razón terminaban hablando
siempre
de
temas
sociales
incluso
políticos, quizá por que el anterior
responsable, el sacerdote, formaba parte
de esa nueva hola de curas de izquierdas,
algo que a Don Joaquín le calentaba
mucho la cabeza, pues él como párroco
oficial,
mantenía
una
postura
muy
conservadora en general, y no tenía
buenas relaciones con este clérigo, que
trajo a mal traer, y a mal llevar, a
miembros de su parroquia, para su
disgusto. Cuando el mencionado religioso,
desapareció del lugar, Don Joaquín respiró
profundamente.
La espontaneidad en el desarrollo del
estudio bíblico, era enorme, y el respeto
también.
Entre
bromas,
risas,
chascarrillos, la Palabra de Dios, fue
entrando poquito a poco en esos
corazones, y la luz se hizo. Algo raro
sucedió con los congregantes, pues me di
cuenta, que algunos comenzaron a irse,
quizá por que verían que íbamos muy
rápido, y que estábamos rompiendo
616
- 617 -
tradiciones, nadie les echó, simplemente
dejaron de ir, quedándose lo mas humilde
de la villa: María, una avispada maestra,
muy despierta, e inteligente, sumamente
participativa pero que tenía un problema
importante: Esquizofrenia paranoide. Julio,
un muchacho de mi misma edad, con
grandes desviaciones de la conducta
sexual, y pocos mas, cada uno con
dificultades serias en su vida, y nosotros,
los mas “normalitos”. Esa era nuestra
congregación en ese momento. No nos
importaba,
allí
estaba
la
Biblia,
iluminándolo todo. Como todos, amistad y
cariño. Desconozco las causas, por las
cuales el chismorreo del pueblo creció a
nuestro alrededor como una Ola Gigante.
Nos daba igual. Nuestra fama, se extendió
por las calles, con un mote: “Los
protestantes”. No fuimos nosotros, fue la
sociedad del pueblo.
Mi madre, gracias a que una de las que
iban al grupo era vecina de Manuel, le
habló de él. Como era la una droguería del
pueblo, con la excusa de comprar cualquier
cosa, allí se dirigió a su tienda. Nuestro
amigo, que por entonces tenía ya 28 años,
estaba barriendo la puerta del comercio,
su acera.
­Oye,¿tu eres Manuel?­ Le preguntó casi sin
darle tiempo a contestar, entrando en el
comercio­vengo a comprarte un litro de
lejía, pero en realidad, no vengo a eso, lo
que quiero es que vengas a la reunión que
estamos haciendo todos los Jueves.¡Bueno!,
¿vienes o no?, venga dímelo que no tengo
todo el día, y no te olvides de la lejía­ Las
frases como un rio, sin fin alguno, Manuel,
no sabía qué hacer, entrar, seguir
barriendo, ó servirle el material­¡Vamos,
deja de barrer, que quiero hablar contigo!­
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­Pues mire usted, señora, le sirvo todo, lo que
quiera, pero yo también quería hablar con
ustedes­otro
raudal
de
palabras
in
contenidas­por que a ustedes, los de
Madrid, aquí les dicen “ los protestantes”, y
yo lo que quería hace tiempo, era hablar
con usted señora para que me dijeran,
quienes son en realidad­
­A mi me hablas de: “tu”, ¿vale?, mira,
nosotros, somos cristianos, y solo hablamos
de Jesús, leemos la Biblia, y nos amamos
todos, ¿cómo te llamas?, yo me llamo Lola,
mi marido Eduardo, y mi hijo Juan José,
bueno ¿qué? ¿te vienes o qué?­
­¡Si!, eso era lo que yo estoy buscando, claro
que si, Lo.....la, ¡cuente que voy!­
­¡Que me hables de “tú”!­
­¡Vale, vale!, cuenta que voy ­
Ese jueves, teníamos otro asistente más.
La reunión trascurrió como las demás,
participativa, alegre, dinámica, y emotiva.
Nuestro nuevo amigo, escuchaba con
detenimiento, aportando de vez en cuando
alguna idea, alguna opinión. No recuerdo
qué capítulo de la Palabra de Dios, se
comento, pero lo que sí puedo decir, es
que las alabanzas, que por entonces
llamábamos “coritos”, sonaron con más
fuerza que nunca. Algunas de ellas, ya
eran conocidas en el mundo católico,
como: “Alabaré, alabaré”, “Yo tengo un
amigo que me ama”, y otras que ya han
pasado
a
la
historia
musical,
lamentablemente. Creo recordar que sería
alrededor de las 9 y media de la noche.
Todos se habían ido, solamente quedamos,
mi familia, María la maestra que bajaban
por la escalera, para salir, mi padre, yo, y
Manuel, los tres solos. EL sobrino de Don
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Joaquín, no pudo más, y apartando
bruscamente una silla que le estorbaba se
hincó de rodillas y levantando las manos,
hizo la oración más hermosa de su vida.
Por fin la Luz, iluminaría su amargada
vida. Aun recuerdo algunas de sus frases:
­¡Señor!,¡Señor!,¡Señor!, ya te he encontrado,
Dios
mío, que por años te he estado
buscando, Señor, tu sabes lo que he sufrido,
Dios, tu sabes, cómo es mi corazón, ¡tu eres
mi vida!, ¡tú eres mi Salvador!, claro que si
¡hoy te recibo en mi corazón como mi Señor
y Salvador1,¡te confieso delante de los
hombres, Señor
¡Sálvame Dios mío del
pecado!, ¡Señor!. En todo momento he
preguntado por ti, y gracias a esta familia, tu
me has hablado hoy por fin, ¡Señor!­
Era tanta la necesidad espiritual de
Manuel, que estuvo así más de una hora,
repitiendo una
y otra vez las mismas
palabras, pero cada vez con más volumen
de voz.
­¡No me importa ya lo que digan de mi,
Señor, no me importa que me llamen
“protestante”, Señor, tú sabes cuanto te
necesito en realidad Dios mío, mi vida es un
desastre, pero por fin te he encontrado!­
Cada vez gritaba más y más, hasta el
punto que temí que se produjera un
escándalo en el pueblo conservador y
tradicional, y sin embargo nada sucedió.
Las voces de Manuel, retumbaron en las
paredes
del
viejo
edificio,
pero
retumbarían mas entre las huestes
satánicas, que por años le habían oprimido
y
estrangulado.
Esa
misma
noche
comenzaría una terrible batalla espiritual
por Manuel. Quien había estado en una
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oscuridad absoluta, ahora vería la luz para
siempre.
A partir de ese momento, nuestro gran
valedor iba a ser él, y quien estaría en una
situación difícil sería él también. Los cultos
se durarían aun un tiempo, y poco a poco,
todos los asistentes, comprenderían mejor
las cosas. Una creciente marejadilla de
opiniones contrarias, estaba naciendo en la
sociedad pueblerina, un clamor de los
reaccionarios en contra de la labor que allí
se estaba haciendo. Dios de nuevo
manejaría las piezas del ajedrez a su
antojo, para su obra. No sabíamos por
donde iba a salir la solución. Papá viajaba
a menudo a Madrid, y como escritor
amante de los libros, un día, en la capital
de España, se fue a la popular “Cuesta de
Moyano”, una calle muy céntrica en donde
se instalaron librerías de ocasión, es decir
de libros usados. Allí, entre vetustos,
ejemplares se encontró uno sobre Teresa
de Jesús, fundadora de la orden de las
Carmelitas Descalzas, personaje histórico
básico del siglo XVI. Al regresar al sur,
nada mas llegar, tuvo la feliz idea de
dedicárselo a Don Joaquín. El sacerdote, se
lo agradeció tanto, que a partir de
entonces, los dos, se convertirían en muy
buenos amigos. Ello nos sirvió para contar
con el tácito apoyo del sacerdote, muy
necesario en esos momentos cruciales, y
esto sin renunciar a ninguna de nuestras
creencias, lo cual pudo mitigar y frenar las
habladurías de las impopulares beatas de
turno.
Aun así, el ambiente, estaba perjudicando
a Manuel, quien veía que podrían surgir
nuevos problemas en el horizonte.
Perfectamente conocedor, de las doctrinas
cristiana evangélica y
de la católica,
620
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estaba muy inquieto, su deseo era que nos
dejaran trabajar de una vez por todas.
Nunca hemos tenido ningún inconveniente,
por asistir a un servicio religioso católico,
por que cuando lo hemos hecho, nos
hemos mantenido a una prudente distancia
respecto a lo que nos separa, y hemos
participado en la escucha de las lecturas
de la Biblia, lo que nos une, compartiendo
de la misma manera, la oración común del
Padre Nuestro. Quince días después de la
conversión de Manuel, Dios le respondería
a una oración suplicante, que nuestro
hermano, hizo una noche en su habitación:
­¡Señor!, tu sabes que la gente está
haciendo daño a esta familia, y hay una
sola manera, de que les dejen trabajar
tranquilos, Señor, te pido una cosa, para
que todo el pueblo les vea, y se den cuenta
que son siervos tuyos, te pido que mañana,
Domingo, Eduardo, Lola, y Juan José,
vengan a la Misa Mayor de las Doce,
cuando todo el pueblo esté en Misa, por
que es la Fiesta de Clara, y no es por la
Misa, sino para que les dejen en paz de una
vez.­
Entiendo
que
para
algunos,
este
testimonio pueda ser contradictorio, pero
solo me atengo a los hechos. Yo no habia
vuelto a ver a Manuel, desde el jueves
anterior, no sabía lo que estaba pasando.
Ese domingo, mis padres se habían ido,
cada uno por su lado al centro, me quedé
en
casa,
estudiando,
pero
aproximadamente sobre las once y media,
algo me motivó: una necesidad, una
llamada, un sentir, para ir a la iglesia, no lo
dudé. Allí fui como una bala. Yo cristianos
de fé evangélica, en misa ¿para qué?, ¿por
qué?, ni idea, no lo sabía. Lo que me
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- 622 -
resultó sorprendente, fue ver a mi padre,
en la plaza a la puerta del templo,
diciéndome:
­Estaba, en el Mesón tomando un café y de
pronto, he sentido que el Señor, me decía
que tenía que ir a la Misa, y al salir, me he
encontrado con tu madre, que ha sentido lo
mismo y contigo, ¿por qué será?­
El pueblo llenaba el templo, gente, que no
cabía dentro, todos los bancos ocupados,
el oficio religioso ya comenzaba, así que
buscando lugar donde sentarnos, tuvimos
que hacerlo.....¡en las primeras filas!.
Desconociendo el por qué de todo eso, y
qué era lo que hacíamos allí en realidad,
me senté en el primer banco, justo al pie
del altar mayor, imposible hacerlo en otro
lugar. Todos nos miraban y cuchicheaban
entre ellos, mas tarde me enteré que
Manuel que estaba entre la multitud, casi
lloraba de alegría, pues los asistentes,
comentaban en voz baja, como un rumor
total, de esquina a esquina del templo, y
en la misma plaza:
­¡Los protestantes, en el templo, pues si son
buenas personas!­
El sobrino del cura, se encaró con un
grupo de mujeres.
­¿Sabéis lo que os digo?, que están allí solo
para que les dejéis en paz, por que ellos son
mas cristianos que vosotras, que os pasáis
todo el tiempo metiéndoos en la vida de los
demás, y han venido a la Misa, no por la
ella, sino por que Dios ha querido­
Algo sucedería, para el colmo de males, o
de bienes. Don Joaquín, serio como una
estatua, nos vió pero no por ello,
interrumpiría la predicación. El monaguillo,
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era un muchacho con retraso mental, pero
que hacía bien las cosas, tuvo el percance
de tropezar con un gran jarrón floreado
que
estaba junto al altar. El copón
gigantesco, con su planta viva dentro,
daría un vuelco enorme
rompiéndose
estrepitosamente, justo delante de mi, con
tal fuerza, que todos los allí reunidos
tuvieron que dirigir su vista hacia donde yo
estaba. Don Joaquín mismo interrumpió la
homilía, hasta que el monago pudo
amontonar un poco los trozos en un lado,
justo delante de nosotros, para que todos,
por si alguien no lo había hecho, nos
miraran. Era evidente que en el ritual
católico­romano, hay aspectos que no
compartimos, y de la misma manera, nos
diferencian algunos dogmas para ellos
importantes, para nosotros no, ero por un
pricipio de respeto estábamos todos allí
presentes, sin participar de la eucaristía
católica.
Manuel, estaba tan deseoso de conocer la
palabra de Dios, que no solo asistía
puntualmente al grupo sino que se
convirtió en nuestro mejor amigo. Venía
muchas veces a casa, y se pasaba las
tardes enteras charla que te charla. Su tío
el sacerdote, se trasformó en nuestro
mejor apoyo externo, pues en una ocasión
un grupo de parroquianas se reunieron a
puerta cerrada, para presentarle quejas
sobre lo que allí estábamos haciendo. El
cura, hombre antiguo y conservador, de
buen talante pero de carácter muy fuerte,
dio por terminada aquella entrevista con
una soberbia frase:
­¡Esa familia, son mas
cristianos que
vosotras, dejadlos tranquilos, por que
cuentan con mi respaldo!­
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Una noche, después de cenar, me
encontraba solo en mi casa. Creo que mi
padre se había ido a Madrid para resolver
unos asuntos.
Sería, quizá sobre las
nueve, cuando, comienzan a entrar en mi
domicilio, María, otra amiga, mi madre y
Manuel. Justo a la entrada teníamos una
habitación prácticamente vacía. Cuatro
sillas, y una gran alfombra central.
­¿Por qué no oramos un poco? ¿Que os
parece?­ sugeriría Maria.
Todos aceptamos de buen grado. Cada uno
apoderándose de una silla, se situó en una
esquina. No sé por que se hizo así, quizás
por casualidad, quizá por voluntad de Dios.
EL sobrino del sacerdote, para estar más
cómodo,
decidió
sentarse
sobre
la
alfombra, sin silla. Iniciamos la reunión
con un “Padre­nuestro”, algo que yo
siempre solía hacer, y después, cada uno
de manera libre y espontánea.
­¡Señor tu tienes todo el Poder, te presento
esta reunión úngenos con tu Espíritu
Santo!...... ¡en tu Nombre Jesús!­Oré.
Los demás se unían cada uno con sus
súplicas y ruegos, mientras discurría con
normalidad el desarrollo de la oración
comunal, miré a Manuel, y después de
ello, mamá y yo nos cruzamos las miradas,
los dos notamos que lo que él estaba
haciendo era algo muy extraño, no era
normal. Mi preocupación se centraría en
las dos muchachas que nos acompañaban,
pues, sabiendo yo ya lo que Manuel en
realidad sufría, era consciente, que ellas,
nunca habían visto algo así. Otro aspecto
de mis pensamientos, se centró en la
situación de la casa, justo en pleno casco
urbano de un pueblo terriblemente
tradicional
y
conservador.
Si
ellos
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- 625 -
sospechaban algo, allí se podría organizar
un gran escándalo. No obstante, la acción
era del Espíritu, y no podía evitar lo que
sucedió después. Muchas veces, tememos
ser centro de problemas graves, pero nos
olvidamos que el Señor, es el Señor, y que
si El desea controlar una situación,
adelante, no hay dificultad alguna.
Manuel, sentado sobre la alfombra, estaba
haciendo unos extraños dibujos en el pelo
de
la
misma,
muy
repetitivos,
automáticos.
Me
recordó
cómo
se
comportan los
mediums, cuando el
supuesto espíritu se manifiesta a través de
ellos, con la “escritura automática”. Así
estaba nuestro amigo. De forma decidida,
me levanté para orar por él imponiéndole
las manos, mientras mi madre me apoyaba
cada vez con mayor fuerza con la oración.
No me preocupé mas por mis amigas, pues
ellas también lo harían.
­¡Sal de ese cuerpo, te lo ordeno en el
Nombre de Jesús!.
El muchacho, volvería su rostro hacia mí, y
lo que pude percibir de forma inmediata,
no me gustó nada. Un rostro amable, y
cariñoso como el suyo revelaba ahora una
frialdad espantosa, su mirada, siempre
cálida, era vacía de contenido emocional,
profunda, y reflejaba algo tétrico. Sus
labios dibujaron una diabólica sonrisa.
Cayó de espaldas, sobre la alfombra, y
siendo como es, un hombre mucho mas
delgado que yo, y con bastante menos
masa
muscular,
parecía
tener
una
descomunal fuerza, pues en esa postura,
me situé sobre él, con mucho cuidado, en
plena oración, había instantes, que cuando
dejaba yo de orar para descansar un poco,
me levantaba. El podía con mi peso físico.
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­¡En el Nombre de Jesús!¡sal, Satán de ese
cuerpo, Manuel no te pertenece, es
cristiano,¡fuera!­ Yo, con el apoyo de todos.
­¡Hermanas!­Mi madre­¡Vamos a alabar al
Señor, mientras oramos!­
Las tres mujeres cantaron de corazón,
derramando su alma ante el Señor:
“¡Que bueno es alabar al Señor, y cantar
a su nombre!.Anunciar por las mañanas
tu misericordia, y tu fidelidad cada
noche!”
Reanudé la oración, mientras mi amigo, de
nuevo, estaba de espaldas sobre el suelo.
Allí, se revolcaría, de un lado para otro,
dando bruscos movimientos.
Es cierto, que la Biblia nos enseña
claramente, que hay géneros de malos
espíritus que solo salen con ayuno y
oración. Jesús lo dijo. Mirándole fijamente
a sus ojos, volví a reprender al mal.
Mamá, por su lado, junto a mí, haría lo
mismo, de lo que estaba seguro, es que a
las dos hermanas que allí estaban no les
pasaría nada, pues ellas oraban por el
muchacho. No es bueno que en momentos
así,
estén
presentes
personas
no­
creyentes, pues esos espíritus les encanta
ocupar cuerpos, para atormentar a las
almas a su placer.
­¡En el Nombre de Jesús!­
madre y yo­¡Sal!­.
Ordenamos mi
Y.... ¡salió!
Dos horas después, Manuel, renovaría de
nuevo su compromiso con Cristo. Era una
batalla sin cuartel, en la mas absoluta de
las soledades, por que aunque hubiéramos
626
- 627 -
querido pedir ayuda a alguna iglesia
cercana, imposible, ya que en esos años,
ni en la capital ni en la provincia había
nada. En ese aspecto, no había nada que
hacer. Nosotros, éramos conscientes, que
Dios nos llevó allí, y estaban por tanto
bajo
nuestro
ministerio
y
cuidado
espiritual. No se podía perder el tiempo en
largas
discusiones
misioneras
desde
Madrid, o desde otro lugar, si así lo
hubiéramos hecho, habría sido un total
fracaso.
Yo no me quedé conforme, aunque
consciente que el Señor, se había
manifestado poderosamente esa noche,
en días sucesivos, aun viendo una clara
mejoría en mi amigo, algo me indicaba que
la obra aun no estaba terminada. Por el
contrario, solo comenzó esa tarde en casa.
Aun quedaban cadenas espirituales muy
fuertes en su alma. Había que seguir
orando, y ministrándole personalmente.
¡Tanto era lo que él traía de su vida
anterior! Llegué a comprometer mi propia
persona, ante los comentarios de los
vecinos, pero allí seguimos, sin temor, con
la fé en el Poder de Cristo.
Ese verano nos fuimos a Madrid, y allí se
expuso la situación de la Obra en ese
pueblo, ante la comunidad a la que
asistíamos. Los tres contamos, todo lo
sucedido a lo largo del año anterior.
Hablando con el pastor, se me ocurrió
sugerirle la idea de que ellos fueran al sur,
para conocer a todos, especialmente a
Manuel, persiguiendo la idea de un
bautismo en la playa mediterránea, incluso
que allí, pudieran tener ellos, un lugar de
misión. Con toda la iglesia reunida, lo dije,
pero cual sería mi sorpresa, no observé
gran interés en el viaje propuesto. Por
627
- 628 -
primera vez, en mi vida, después de 30
años, voy a dejar por escrito lo que en
realidad sucedió. Ellos, querían bautizarse,
les dimos instrucción bíblica necesaria,
estaban deseosos, incluso una de las
muchachas, tuvo una visión muy clara al
respecto, no se podía esperar mas, era
necesario hacerlo. Como notamos que la
iglesia no reaccionaba, se me ocurrió algo.
Escribí al grupo en el pueblo, y les expuse
lo que estaba pasando, y lo que noté, que
no había interés real, sugiriéndoles, que
sin mencionar, que yo les dí la idea, que
ellos mismos escribieran al pastor, de
forma
personal
para
invitarles
a
conocerles, y así poder bautizarse como el
Señor nos mandó. Yo no estaba dispuesto
a que se quedaran solos, y algo había que
hacer. Pasaron los días, y al comienzo de
un culto, el pastor, muy alegre nos dijo a
todos los congregantes, que estaban
dispuestos a ir por que les habían invitado
desde esa aldea. Mi sorpresa fue
mayúscula, y mi desconcierto total, pero al
fin de cuentas lo habíamos conseguido.
Ese mismo mes, nos fuimos todos en
varios coches, y entre una pensión y mi
casa,
nos repartimos. Allí estuvimos
alrededor de diez días, en los que Manuel y
alguno
mas,
se
bautizó,
dejando
constancia pública de su decisión por
Cristo. Antes de ir al bautismo, todas las
tardes, hacíamos cultos y reuniones de
oración, para lo cual aprovechamos
cualquier lugar apropiado, algunas veces
fuera del pueblo, por no haber sitio. En
una de ellas, Manuel sería por fin
totalmente
liberado.
Después
del
bautismo, un par de días mas de estancia,
y de nuevo el regreso de todo el grupo.
Nosotros, por circunstancias ajenas a
nuestra voluntad, tuvimos que salir
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definitivamente de aquel pueblo. Mi
esperanza era que ese grupo no
se
perdiera. Pensé que el contacto con los de
Madrid, no se quedaría solo en el
bautismo, si no que posteriormente unos y
otros, motivados por el Señor, bajarían al
pueblo, pese a los muchos kilómetros, y no
fue así.
Nuestra única opción, hacerlo
nosotros, cuantas veces, nos permitiera el
Señor. Así fue, pero ya no era lo mismo.
No perdí la fé, porque meses después,
cayó en mi mano una Revista cristiana:
“Fiel”, órgano de las Asambleas de Dios en
España. Como allí aparecían testimonios,
direcciones de comunidades, pastores, e
iglesias, se la envié a Manuel. Por mucho
tiempo, la revista “Fiel” sería su único
contacto con el mundo evangélico.
Deseoso de asistir a una congregación
cristiana, mi amigo, escribiría a su director,
José Palma, en Madrid, para preguntarle si
cerca había alguna comunidad. Palma,
contestó con información puntual, dando
una dirección en una ciudad cercana, como
a cien kilómetros de una iglesia de las
Asambleas de Dios. Allí se presentó un fin
de semana. Por fin encontraría unos
hermanos, que pudieron ayudarle durante
muchos años.
El Señor le ha regalado a Manuel, además
de muchos hermanos, el bautismo en el
Espíritu Santo, y el matrimonio con una
maravillosa mujer, con la que ha
compartido a lo largo de 15 años, la
felicidad matrimonial. Ella, partió con el
Señor, muy joven, y aunque no han tenido
hijos su recuerdo permanece inalterable,
por que su esposa, escuchó la voz del
Señor, se convirtió, se bautizó y recibiría la
promesa del Espíritu. Nuestro amigo,
atendería en sus últimos días, a su ya
anciano tío, el sacerdote, Don Joaquín, y
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- 630 -
con él, en el mismo lecho de la muerte por
cáncer, su sobrino orando a su lado, quien
le invitaría a recibir al Señor en su
corazón, algo que el sacerdote hizo con
placer y deseo. De la misma manera,
nuestro amigo, se bautizó en aguas,
gracias a que pudimos organizar unviaje
especial
para
ello,
desde
Madrid,
involucrando a otros hermanos, entre los
cuales vino un pastor evangélico.
Tenía a su madre, en un asilo del pueblo,
por que no le era posible atenderla
correctamente en casa. Todos los días, se
acercaban a verla por la mañana y por la
tarde, ayudando en lo que él podía. El cura
ya partió con el Señor, no así su mujer,
que lo hizo mucho tiempo después. En ese
año, nosotros, habíamos regresado a
Andalucía, pero muy lejos, de su pueblo.
­­¡Juan José!, mi madre está muy mal, se me
muere, por favor orar al Señor, pues aun no
se ha entregado a El, aunque llevo años
dándole amor, y testimonio, yo la quiero
mucho, no te pido que vengas, sino que por
favor ores­ Me suplicaría un Miércoles por
teléfono.
Al día siguiente, allí nos fuimos. Sus
lágrimas
de
agradecimiento
fueron
enormes.
­¿Dónde está tu madre?­
­En la residencia, aun está viva, y me
entiende, pero ya se nos va­con gesto muy
preocupado y triste.
­Vamos a allí, y oraremos por y con ella­
­¿Pero cómo lo vamos a hacer? ¡nos
pueden echar!­
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­Tranquilo, no va a pasar nada, se trata del
alma de tu madre. ¿Ella está consciente?­
­Si pero no puede hablar ya­
­No importa, oraremos­
­¡Pero si no puede hablar!­insistiendo.
­No es necesario que hable, tu déjame
hacer a mi, ¿vale?­
Allí nos fuimos los dos. En la habitación de
la anciana, ella sola en su cama. Le dije a
Manuel:
­¡Quédate, en la puerta, para que nos dejen
tranquilos, y mientras yo voy a hablar con tu
madre­
Así lo hizo.
­Juana. Soy Juan José, de Madrid, el hijo de
Eduardo y Lola ¿me recuerdas?­ fijó su
vista en mi y con ella, solo con ella, me
contestó.­Juana, te cojo la mano, con todo
mi cariño,¿Crees en el Señor?­Con sus ojos
me dijo que sí­¿Te gustaría recibir al Señor
como tu Señor y Salvador personal?¿Crees
en tu corazón que El fue levantado de los
muertos, y es Señor?­Una lágrima descendía
por su avejentado rostro­Si quieres, repite
en tu corazón estas palabras, cariño:
­Yo Juana, recibo a Jesús en mi alma, como
mi Señor y Salvador, y creo que Dios lo
levantó de los muertos y le confieso Señor;
en tu Nombre Jesús­ Manuel, desde el
marco de la puerta, no podía contener las
lágrimas que caían en abundancia­ Juana,
cierra los párpados, si puedes, para decirme
que has recibido al Señor en tu corazón­ Los
cerró y abrió para mirar por última vez a
su muy querido hijo.
631
- 632 -
Pocas horas después otra alma se fue con
Cristo, para siempre.
Desconocíamos que era lo que Dios quería
de nosotros, y tampoco sabíamos qué
hacíamos allí, tan lejos de nuestro Madrid,
y sin embargo, El nos colocó durante un
tiempo en una zona tan alejada, entre los
montes onubenses. No nos podíamos
imaginar que estábamos siendo pioneros
de la Obra de Dios, y que los primeros, por
no decir los únicos en el evangelismo,
fuimos nosotros.
A mi me divertía conducir mi viejo Citroën,
DIAN – 6, una especie de caja de latón con
cuatro ruedas dotadas de unos estupendos
amortiguadores, que cuando recorría un
camino, se movía como si fuera una barca,
introduciéndolo
por
los
dificultosos
caminos que se perdían entre la masa
boscosa, y hacer algunas piruetas, con
velocidad muy lenta, en las arenas de los
eucaliptos. Eso no era un coche, era una
cucaracha que peleaba para no quedar
atrapada en la mullida capa de hojas
caídas que cubría el arenal. No sé que es
lo que hacen los “todo terreno”, pero mi
vehículo no les envidiaba. En una ocasión
me salí de un camino, a propósito, para
abreviar el viaje hasta la casa, pesando
que si circulaba por un campo, que yo creí
libre de peligros y de suelo firme, llegaría
antes, a la casa, pero llegué después,
mucho después. Me hundí en el terreno, y
a punto estuve de volcar, pero mi pericia y
la bondad de la sufrida máquina que yo
conducía, pudimos resolver el problema.
Aquello crujía que daba miedo, pero
aguantó.
A veces en el camino de la fé, queremos,
“abreviar” y lo que hacemos es salirnos de
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- 633 -
la línea que Dios nos ha marcado para
enfrascarnos en un sin fin de problemas,
que no hubieran tenido lugar si seguimos
en donde El nos ha colocado, y con la
paciencia suficiente, invirtiendo en ello el
tiempo que sea.
En esa época, repartíamos nuestra vida
entre la Provincia de Madrid, y la de
Huelva. Para nosotros, era normal, viajar
un par de veces al año, a Perales de
Tajuña, por diversas causas. Allí teníamos
fijada
nuestra
residencia.
Causas
familiares, asuntos por resolver, temas
diversos, responsabilidades distintas. Yo
estaba estudiando, no podía dejar mis
estudios y sobre todo eso, estaba la obra
de Dios. Hacíamos lo que El quería que
hiciéramos, nos movíamos bajo
su
dictado. En Madrid, amen de ayudar en lo
que se podía a la obra del Señor
encargada
a
Alberto,
también
manteníamos un asiduo contacto con
nuestro grupos de amigos y hermanos del
pueblo de Alcorcón. A través de ellos,
decidimos
apoyar
de
manera
muy
concreta, a una pequeña y reducida
congregación que se reunía en el Barrio de
Villaverde Alto. Se denominaba “Betania”.
El grupo, era muy variopinto y escaso. Su
pastor, Francisco con su mujer Azucena e
hijos; Maria José, Ricardo y su esposa
Angelines, Juan José y Marisa, que ya
falleció, la gruesa Guadalupe, nosotros,
Miguel Ángel el minusválido, Miguel Ángel
el pelirrojo, Ángel, Julio y algunos mas.
El local no era muy grande, algo estrecho
y alargado. Al final, el púlpito, a la
izquierda del mismo, una cruz de madera.
A su derecha, la puerta del servicio, junto
a ésta un versículo de la Biblia, clavado
en la pared, realizado de manera muy
633
- 634 -
rudimentaria, y que por no caber bien,
parte del mismo era un poco voladizo. El
excusado, por estar situado donde estaba,
no era problema, por que para que nadie
nos viera entrar o salir de él, a lo largo del
culto, lo visitábamos antes o después del
mismo. No era plan oír el ruido de la
cisterna del Walter justo a mitad de la
Reunión. Algunos años después, ese local,
terminó convirtiéndose en un taller de
motos.
Conocí a un pastor de una iglesia, del cual
nunca supe su nombre, pues ellos
acostumbran a usar los apodos. Hice
alguna amistad con el. No tenía local
donde dar sus prédicas, por lo que hacía
sus reuniones casa por casa. El “None”, así
le llamaban, y no sé por qué, ya que de
joven no tenía nada, siendo además algo
tosco y bastante rudimentario en su
manera de hacer las cosas. No obstante, le
ofrecí de manera muy desinteresada mi
ayuda, ya que lo único que yo quería era
predicar. El me vió hacerlo, y como se
daba cuenta que le aportaba muchos
conocimientos bíblicos a la gente, pensó
que podría yo ser un buen elemento para
SU labor. Por entonces no me daba cuenta
de lo que estaba sucediendo en realidad.
Personalmente a mi me gustaba el mundo
gitano y su cultura, entre ellos me
encontraba bien, y en sus nacientes
iglesias aprendí de ellos, y ellos hicieron
otro tanto de mi. Era algo recíproco, pero
como en todos los lugares “cuecen habas”,
algo sucedía en el grupo del “None”, de
hecho pasado el tiempo me enteré que su
iglesia, Filadelfia, tuvo que disciplinarlo
seriamente. Y me pareció lógico.
Hice
amistad con una de las familias que él
pastoreaba. A lo largo del tiempo percibía
que se precisaba allí y con urgencia, una
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- 635 -
buena base bíblica, que su pastor no les
estaba dando, sencillamente por que no la
tenía. Percibí la enorme necesidad que
urgía, y procedí a obedecer a Dios, antes
que a los hombres, operando siempre con
un máximo respeto, hacia la
figura
pastoral que ellos tenían. Jaime cabeza de
familia, hombre joven y agradable, estaba
muy interesado en conocer la grandeza de
la Biblia. Amable, y cortés, siempre con un
pañuelo al cuello a modo de buen vestir,
tenía conmigo una palabra de amistad
dulce. Entre largas conversaciones, tenía
curiosidad por saber, cual era su norma de
vida, es decir: de qué vivían, pero lo único
que obtenía de el era evasivas, aunque
adiviné, casualmente, que se dedicaba a
comprar y a vender cuadros de grandes
pintores. Con él vivía, aparte de su mujer
e hijos, un hermano suyo algo mas joven.
Un muchacho sagaz e inteligente, de
rápido pensamiento, y alegre vida. Para
mi, tras conocerlo, era simplemente una
pura fachada. Ocultaba detrás
de su
sonrisa, algo, que no comprendía.
Una vez tuve un sueño que me inquietó,
aunque la recepción del mismo, me
infundía mucha paz espiritual, yo sabía
que era un aviso muy claro de Dios, para
ese joven.
Me veía al borde del mar, sentado, en un
escalón de algún puerto, de modo que
delante de mis piernas estaba el agua
marina. A mi lado, un pescador, también
sentado, estaba con las labores de la red.
Había recogido varios peces. Los separaba
y extraía de la red, todos ellos muertos, o
moribundos, pero uno de ellos, estaba
totalmente vivo, y el animal, no sé si en
las manos del pescador o en las mías, me
miraba con ojos humanos, llenos de vida,
635
- 636 -
profundamente suplicantes. Me estaba
pidiendo que le salvara la vida, que se
estaba asfixiando. Su boca se abría y se
cerraba intentando inhalar un poco de
oxígeno,
su
cuerpo
se
revolvía
constantemente. Ese pez tenía ojos
humanos, y me decía:
­¡Ayúdame, que me estoy muriendo!­
Inmediatamente, lo devolví al mar, por que
sabía que sería su salvación, como así fue.
Dos días después, se lo dije, quedándose
el muchacho algo perplejo. De forma
decidida, reforcé mi amistad con él,
compartiéndole todos los días que podía
verle, todo cuanto yo conocía del Señor.
Yo seguía observando algo extraño en el
funcionamiento interno de ese grupo,
pues el “None”, a toda costa quería
nombrar “candidato” a Jaime. ¿Por qué
tanto interés en ello?. Ser nombrado
“candidato” en su iglesia, es prepararse
para ser pastor, pero aquello y en ese caso
concreto en mi opinión no lo veía claro.
Ese muchacho no estaba en absoluto
preparado como cristiano para esa
responsabilidad.
En una ocasión, Jaime y su hermano, me
invitaron a ir con ellos, a Barcelona, por
que tenían que hacer una operación
comercial. Mi único interés se centraba
solo en dar un paseo por España, solo eso.
El viaje fue agradable, cómodo, hablamos
sin parar a lo largo del mismo, pero yo
observaba que ellos miraban mucho los
espejos retrovisores del automóvil, quizá
como si temieran que alguien los siguiera.
Yo me fui con ellos, sin dinero alguno, por
que
nos
dijeron
que
no
nos
preocupáramos, que ellos se hacían cargo
636
- 637 -
de todos los gastos, y desde luego fue así.
Nos fuimos a un pueblo situado a una
distancia de 30 kilómetros de la capital
catalana, para dormir en un hotel. Cometí
una triple imprudencia, en primer lugar no
llevar dinero alguno; en segundo lugar, no
memorizar la dirección exacta del hotel, y
en tercer lugar, confiar plenamente en el
ser humano, la peor de todas. Al día
siguiente, nos dirigimos a un gran
mercado de segunda mano, en Barcelona,
igual que el “Rastro” madrileño. Los dos
me dijeron que les esperara allí, que
pronto vendrían a por mí. Era media
mañana. Las horas fueron pasando, y los
vendedores ambulantes, comenzaron a
recoger sus pertrechos para marcharse.
Pronto me vi. Completamente solo,
esperando y esperando, sin moverme, en
una ciudad desconocida por completo, en
la que no tenía recursos algunos, con una
gran inexperiencia, y sin dinero alguno.
Seguí esperando, sin comer, y muy
nervioso. A las cinco de la tarde, decidí
tomar una decisión, ya que ellos no
vendrían a buscarme. Me fui andando por
una avenida próxima, atravesando varias
calles
importantes,
para
que
me
informaran en donde había una estación
de Autobús.
Por primera vez en mi vida, me sentí
completamente solo en medio de una gran
urbe:
­Señor, tu vas a ser mi guía, ahora­
Pensé llamar por teléfono a mi casa, ¿pero
cómo?, no podía, ya que en el bolsillo solo
tenía 50 pesetas, lo justo para un billete
de autobús. Así lo hice, y por la noche ya
estaba en el hotel, esperando.
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- 638 -
Jaime entró por la puerta principal,
visiblemente molesto, y encontrándome en
la sala de Televisión, me dijo que al día
siguiente había que irse muy rápidamente
para Madrid. A mi todo aquello me pareció
muy raro, algo estaba pasando, no
entendía nada de lo que sucedía. Preferí
por no preguntar nada, ni el porqué de mi
abandono en Barcelona, por que si alguien
debía estar enfadado era yo y no él, pero
mi animo no caminaba por ese lado. Solo
testimonios cristianos salieron de mi boca
a lo largo del viaje de regreso.
Después de todo, se reiniciaron las
reuniones, los cultos. Era yo quien
predicaba, pero un par de domingos
posteriores, al entrar a la casa de Jaime, el
apodado “None”, abrió la puerta, y no me
dejaba entrar. En ningún momento me
trató mal, si no que muy educadamente
me dijo:
­Hermano, hay mas iglesias en las que
puedes predicar, lo haces muy bien, pero
puedes ir a otros sitios­
­Ya entiendo, lo que me dices, en otras
palabras, es que me vaya, es decir que me
estas echando ¿no?, dime los motivos, si te
los he dado, por que tu sabes que mi
testimonio ha sido siempre bueno y en el
Señor­
No hubo más palabras, por que me fuí.
Desde ese día dimos, mis padres y yo por
terminada la labor que habíamos realizado
en esa casa. El contacto con todos ellos se
perdió por completo. Jaime me había dicho
anteriormente que tenía que ir a Málaga
por razones de trabajo.
Meses después, en la prensa, me enteré
que los cuadros de una aristócrata, que
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- 639 -
vivía en Málaga, habían sido robados por
un grupo organizado, y que parte de ellos
fueron vendidos en Barcelona. Toda esa
banda fue detenida y enviados a la cárcel.
Supe entonces con claridad todo lo que en
realidad pasó, y se daban los nombres,
uno de ellos era Jaime. Papá. Me dijo, que
ellos habían estado orando por el viaje,
pues, una vez que yo me fui sintieron que
había un riesgo cuando fuí a Barcelona.
Dios me había cuidado especialmente del
enorme peligro en el que yo estaba. De
todo ello, ni Jaime, ni su hermano, sujeto
principal de la visión que el Señor me
había dado, quisieron escuchar la voz
profética, ni el mensaje
que Dios les
estaba dando a través de mí. Sin embargo
he de agradecerles algo a ellos, que en
ningún momento
mencionaron
mi
nombre ni mi compañía, cuando fueron
detenidos, por que seguramente, eran
conscientes de mi total
y absoluta
inocencia, ya que sentían un enorme
respeto por la labor que el Señor me había
dado para hacer entre ellos. Si lo hubieran
hecho, podríamos haber sido investigados
por la policía. Es muy triste, saber que en
ocasiones, hay vidas, que se nos van de
las manos, y que no podemos hacer nada
por ellos, tan solo orar, por una sola y
simple razón: eligen vivir según el mundo
y no según Cristo. Nunca mas supe nada
de ellos, ni siquiera del pastor que cerró
las puertas a su Señor, por que según me
dijeron mucho tiempo después, o fue
sometido a disciplina por parte de la
autoridad de su denominación o expulsado
de la misma.
Venid todos, ajuntemos,
A su Nombre bendeciremos,
Y de El demandaremos,
La bendición de Israel…
ABRAHAM TOLEDO, siglo XVII, “Noche
de Alhad”.Coplas de sefardies.
639
- 640 -
Las Tablas de la Ley de
Dios, en pizarra, que hizo
mi hermano Florentino en
numeros latinos. Era en
los tiempos de mi amigo
Manuel.
EL PRESIDENTE DE LA DIPUTACION DE
HUELVA.
Sentados a la puerta de mi
casa, en Beas, provincia de Huelva,
contemplábamos con el atardecer el ocaso
del sol, repartiendo por doquier en la
inmensidad de la bóveda celeste, esa
mezcla de colores rojos, amarillos,
naranjas y azules, entrelazados entre sí,
unidos todos en una gran sinfonía del color
natural. La quietud de las últimas horas del
día que moría poco a poco, con el suave
olor del eucalipto, tranquilizaba nuestros
animos.
­Papá,¿ en que piensas?­Le pregunté al
taciturno de mi padre, sentado conmigo, a
mi lado
­En este momento, estoy orando al Señor,
por tu hermano Florentino, que comotu
sabes se ha venido a Huelva, con su esposa,
y los dos niños, y está sin trabajo. La verdad
es que no sé con quien hablar, ya sabes que
estoy dispuesto a hacerlo todo por vosotros
los hijos­
­¿Qué vas a hacer?­
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­Si no te importa, hijo, vamos a orar ahora
mismo­
Allí, en la casa de campo que teníamos,
con la Biblia en la mano, elevamos una
sencilla oración al cielo, acariciados por la
brisa suave del campo onubense. Solo
oíamos, el canto de
aves silvestres y
pájaritos pequeños que, en los nidos,
piaban sin descanso siendo arrullados por
sus
progenitores.
Era
un
silencio
ensordecedor.
­¡Señor! Tu sabes, lo mucho que necesitamos
que intervengas en este asunto de mi hijo
Florentino, díme qué es lo que tengo que
hacer, cuando, cómo, donde y con quien,
solo Tu tienes la respuesta. En el Nombre de
Jesús, amén­
Nada mas terminar
pensativo, me dijo:
de
orar,
muy
­¡Creo que ya tengo la respuesta, Juan
José..........Voy a ir a hablar con el
Excelentísimo señor Presidente de la
Diputación de Huelva­
­Pero... ¿tú lo conoces?­
­Por ahora no, pero eso para mi no es
problema alguno­
Al día siguiente, nos fuimos los tres hasta
la capital. Huelva, lucía como una novia al
ser bañada por el Sol. Yo, como ya había
vivido anteriormente un tiempo en la
ciudad sabía a donde quería ir, mientras mi
madre, se quedaba en el mercado central,
y mi padre, hacía las gestiones pertinentes
en las oficinas del centro, aprovechaba
para subir hasta el barrio de la Orden
desde el Conquero. No quería perder la
espléndida vista de las marismas del Rio
641
- 642 -
Odiel. Allí, a un lado, detenía mi vehículo,
y perdía cuantos mas minutos mejor,
solamente mirando ese bello espectáculo
natural que allí se ofrece gratuitamente
para deleite de la vista. Habíamos quedado
citados en una cafetería popular del centro
de la ciudad.Todo lo teníamos previsto y
bien organizado. Al final de la mañana, los
tres nos reuniríamos en ese lugar. No
teníamos prisa, que si queríamos comer
por el centro, dispuesto estábamos, para
volver a cualquier hora. Un lugar bullicioso,
cruzado a diario por gentes populares del
lugar, lleno de vida, con mesitas en plena
calle, rodeadas por camareros frenéticos
repartiendo cafés y bebidas refrescantes a
una
velocidad
de
torbellino,
sin
equivocarse nunca. Mujeres y hombres de
todas las edades, y tipos sentados en las
sillas, andando, detenidos o paradas ante
los escaparates de las tiendas, hablando,
riendo, gritando, o simplemente no
haciendo nada de nada. Niños que con sus
carteras colegiales, denunciaban con su
cansina presencia, su cansada salida de las
escuelas, caminando aburridamente hacia
sus respectivas casas.
Bebes llorones
hasta lo indecible, que en sus carros,
reclamaban la atención de las madres
charlatanas. Dejé aparcada la furgoneta
en cualquier calle que pude, algo alejada
de la zona. Fui andando hasta la pequeña
cafetería, donde mis padres ya me
esperaban tomando un café con bizcocho.
­Qué ¿habéis hecho lo que teníais previsto?­
Les pregunté.
Papá, introduciendo el dulce en el café con
leche, derramó la mayor parte del
contenido de la taza, ante la mirada
curiosa de mi madre. Ayudándose de unas
servilletas de papel, intentó limpiar aquello
642
- 643 -
como pudo. El bizcocho, empapado de la
leche, se doblaba peligrosamente sobre la
mesa, hasta que se cayó.
­Eduardo, ¡eres un manazas!,¡has tirado el
café poniéndolo todo perdido­le dijo mi
madre, mientras se levantaba para limpiar
todo aquello. Mi padre no le dio la mayor
importancia,
y
disponiéndose
a
contestarme me dijo:
­He ido a hablar con el Presidente de la
Diputación pero me ha sido imposible.
¡Siempre las “supersecretarías”,¡chico!, ¡les
tengo miedo!, ¡ellas controlan todo!,¡es
imposible hablar con nadie cuando están
por medio esas señoritas tan simpáticas!,
pero una cosa te digo, voy a conseguirlo, y
si tengo que saltar por encima de una de
ellas, lo hago­
Mientras hablaba medio en broma, medio
enfadado, mamá quien diestramente había
adecuado la mesa pidiendo, después, otro
café con leche al camarero, observó que
al lado, estaba sentada, una muchacha
muy joven, de raza gitana, muy agraciada
que hablaba con otras personas al parecer
amigas o miembros de su familia. En ese
grupo se hablaba de Cristo, con una
enorme, alegría y seguridad. La joven no
se dio cuenta que estaba siendo observada
por los ojos de mi madre y continuaba
enfrascada en un diálogo lleno de chispa,
de risas, bromas, con un acento andaluz­
onubense muy marcado. Mientras mi
padre y yo comentábamos sobre los
avatares
de
ese
día,
mi
madre,
despintándose de nuestros temas, había
girado la cabeza por completo hacia ese
grupo humano, que teníamos al lado. Tan
segura como siempre, interrumpió a la
muchacha.
En el poder y
gracia y
misericordia
del
Misericordioso,
y de su Mesías
y del Espíritu
Santo”.
Frase cristiana ,
del
542,
hallada
en
Arabia, antes
de Mahoma.
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- 644 -
­¿Son ustedes cristianas?, disculpe, pero es
que les estoy oyendo hablar y la curiosidad
me anima a preguntarles­
­¡Claro que sí!, ¡somos cristianas!­ Respondió
con exquisita educación.
­Es que les he escuchado hablar de Dios, y
de la forma que ustedes hablan, he visto
que son cristianas.­ respondió mamá. Aun
seguía en la misma difícil postura para
hablar­
­Esta mujer­pensé sobre mi madre­va a
tener una fuerte “tortícolis” como sigua
hablando así­
­¿Les molesta que les haya interrumpido?­
agregó mamá.
La joven, de manera resuelta, y como si
nos hubiéramos conocido toda la vida, le
contestó con toda seguridad:
­No, en absoluto, por favor, no hay
problemas­tras
unos
segundos­es
mas......vamos a ordenar todo esto, y
juntamos las dos mesas, y así hablamos
mejórale parece?­
­Claro que sí, no hay problemas­contestó mi
padre.
Cuando ya habíamos unido las mesas con
sus respectivos cafés, sin leche, con leche,
sin dulces, con dulces, y el contenido de
las tazas, dejó ya de temblar con tanto
meneo
de
mesa,
se
reanudó
la
conversación retomando la conversación
mi madre. Aproximadamente transcurrió
media hora de dialogo cuando mamá
añadió:
644
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­Resulta que nosotros somos de Madrid, y
estamos viviendo en Beas, donde el Señor
nos ha enviado para hacer su obra....y esta
mañana hemos bajado al centro por que mi
marido, Eduardo, tenía que hacer unas
gestiones oficiales, y dentro de un rato nos
vamos para comer en casa.­
­¿No han comido aún?­
nuestra hermana gitana.
interrumpió
­No, pero vamos, no hay problema, por que
tengo todo hecho­
­No, ustedes no se van a su casa a comer,
por que les invito yo. Para mi es un honor
hacerlo y quisiera que se vinieran conmigo a
mi casa, y así conocen a mis padres, y
seguimos hablando del Señor, por que yo
ahora, siento la Presencia de Dios, y sé que
hay un plan divino en este encuentro. Para
mi es un placer, ¡ah! y perdonen, me llamo
Dominga­
­Yo, Lola, y háblame de “tu” por favor, que
puedo ser tu madre. Mi marido, Eduardo, y
este hijo mío, Juan José­
Todos nos levantamos, y nos dimos la
mano. El resto de sus contertulios estaban
de acuerdo, todos apoyaron su idea. Cinco
minutos después, mi furgoneta estaba
circulaba hacia la barriada de Natividad.
Natividad es un barrio popular, de casas
bajas, habitado por gentes humildes,
muchos de ellos de raza gitana, que se
levanta entre el monte del Conquero y las
marismas del Rio Odiel. Aparcamos la
furgoneta delante de la casa de Dominga.
Fue la primera en bajar, y entrando sin
abrir la puerta, ya que ésta estaba abierta
645
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de par en par, dio una voz llamando a sus
padres:
­¿Estáis ahí?­
­¡Siiiiiiiiii!­ respondió desde el interior de la
cocina una voz gruesa de mujer.
Undevel
camela a
tusa.
Dios te
ama, en
lenguaje
caló
El olor a guisado recorría toda la casa. Un
señor muy bien vestido, y con un clavel en
la solapa de la chaqueta, miraba in interés
la televisión.
­¡Máma, te traído gente a comer, son unos
hermanos de Madrid que me he
encontrado en el centro­
El
caballero
floreado,
se
levantó
inmediatamente. Abriéndonos sus brazos
nos dijo:
­Bienvenidos a esta casa por favor
siéntense­ Dirigiéndose a la hija­Domi,
prepárales sillas, que se sienten en las
mejores de la casa­
De la cocina, salió una mujer, gordita con
delantal, de mediana estatura, con el pelo
recogido en moño, cara redonda, y una
espumadera en la mano derecha que
goteaba aceite por todos los lados, quien
levantando sus gruesos brazos, nos dio un
abrazo a todos y un par de besos a cada
uno, mientras se limpiaba la mano libre en
una servilleta que llevaba colgando de la
cintura.
­¡Me llamo Lorena!, y éste es mi marido
Guillermo­
­ Yo me llamo Lola, y tu y yo vamos a hablar
mientras hacemos la comida, que yo
sentada
me
aburro­
respondería
646
- 647 -
alegremente mi madre, a la par que se
besaban las dos.
Asi que las dos mujeres se perdieron en el
interior de la cocina, mientras, Dominga,
organizaba el diminuto comedor, corriendo
sillas, y muebles, para abrir la mesa
central. Papá y Guillermo se sentaron
juntos haciendo una rápida amistad
criticando a sus respectivos hijos.
Aquella tarde, después de una comida
llena de alegría y hermandad, vino el resto
de su familia, los que un principio estaba
también en la cafetería y algunos más,
para conocer a los “hermanos de Madrid”.
Allí mismo organizamos un culto, antes de
la hora de la merienda en el cual se
manifestó el Señor.
Pasaron algunas semanas, desde aquel
encuentro feliz,
sin respuestas del
Presidente. Papá comenzaba a inquietarse,
pero no cejaría en su lucha. Ese lunes, a
primera hora, fuimos los dos a Huelva. Yo
tenía que ir a la Escuela Universitaria de
Magisterio para resolver algunos asuntos
personales, y el se fue a una librería
cualquiera del centro de la ciudad. Allí,
compró la mejor Biblia que tenían a la
venta, y tras garabatear unas palabras en
la contraportada, la envolvió en un
delicado papel de regalo. Con ese paquete
se fue a la Diputación y entrando
directamente hasta el
despacho de la
Secretaria, le rogó que cuando pudiera, se
la entregara.
Jesús penela:
Manguisinelo el
drom, la
chanigua, y la
changué. Nadie
abillela al Patu
sino por Bangui.
Jesús dijo: Yo soy
el camino, la
verdad y la vida,
nadie viene al
padre sino por mí.
JUAN 14-6.
En Caló
­Hoy no puede ser­ dijo la funcionaria, de
manera muy seca y cortante­ No está.
Tiene una reunión con el Alcalde­
647
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­No importa, pero prométame que le va a
entregar usted personalmente este paquete
al Presidente en cuanto vuelva. ¿Lo
promete?­
­Claro que sí, ahora mismo, lo coloco aquí,
junto a mi lado, y en cuanto entre se lo
entrego. No se preocupe­Respondió la
eficacia en persona, dejando la Biblia de
cualquier forma en una esquina de la
mesa, sin levantar la vista del interesante
documento que tenía entre manos. Papá,
intentando ver sus ojos, se agachó un
poco para decirle:
­Se lo agradezco, señorita­
El sereno semblante de papá me dio la
seguridad que el estaba tramando algo de
lo que estaba seguro de obtener una
pronta respuesta. Dos dias después volvió
a llamar por teléfono, a la secretaria.
Como ella no le había visto la cara en la
entrevista, no se acordaba.
­Secretaria, ¿me podría decir,
Presidente, tiene ya la Biblia?­
si
el
­¿De qué Biblia me habla?­Escuetamente,
la simpatía en persona.
­Le hablo de la que antes de ayer le dejé en
su mesa, para el Presidente de la
Diputación­
En ese momento, cambió el tono áspero
de su voz, por otro lleno de alegría.
­¿Es usted el de la Biblia?­
­Si, si, que soy yo, no creo que haya muchos
que todos los dias le envíen el Libro a este
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señor­contestó con ese laconismo inglés,
que tanto le caracterizaba
­¡Que gran alegría! ¡Asi que es usted!, sí la ha
recibido, yo misma se la entregué y el
Sr.Presidente,
se
alegró
mucho,
encargándome que le de las mas expresivas
gracias, por que le puedo decir que allí
mismo la abrió leyendo las palabras que
usted le ha dirigido en la contraportada­
Acostumbrado a estas cosas, papá no
sabía quien se alegró mas, o el Presidente
o la secretaria, pero de la esperada
entrevista nada de nada.
­Me alegro mucho que usted se la haya
hecho llegar, pero dígame, ¿y la entrevista?­
­ El Presidente me ha dicho que en cuanto
pueda lo recibirá, pero que en estos dias, le
va a ser imposible. Su agenda está llena
hasta que pasen veinte días, más o menos­
­Bueno, pues muchas gracias por todo­
respondería papá colgando el teléfono.
­¡Veinte dias!, para que cuando terminen,
tenga que ser de nuevo aplazada la
entrevista­ Pensó mi padre­Me toca de
nuevo orar, no me fío de esto­
Coincidiría que en ese plazo de tiempo,
nos llegó una noticia a través de un amigo
de Beas. Era ese tipo de información frugal
que se comenta en los corrillos vecinales,
entre los chismes diarios populares.
Paseando por la plaza del pueblo, papá y
yo, nos encontramos con Martín, un
antiguo conocido. Hablando con él de los
asuntos de la villa, nos dijo:
649
- 650 -
­Eduardo, van a inaugurar una Residencia
de la Tercera Edad, en Gibraleón, este
próximo sábado, y creo que van a ir todas
las autoridades de la provincia, incluido el
Presidente de la Diputación­
­¡Gracias amigo!,¡esta es la oportunidad!­
Me dijo papá mirándome a los ojos.
Fuimos a esa hermosa población de
Huelva, con nombre de origen árabe, y
llena de historia. El lugar
estaba
abarrotado de gente,y era imposible poder
pasar por allí. En frente, en un balcón tres
autoridades, el Alcalde del pueblo, el
Presidente ansiado por mi padre, y el
director de la residencia, ante un
micrófono que enviaba la voz a todos los
altavoces. A sí mismo, equipos humanos y
técnicos de la radio y la prensa pululaban
por ahí de un lado a otro. Papá no atendió
a ni una de las palabras que los políticos
estaban pronunciando respaldados por los
aplausos de los asistentes. No le
interesaba. Me rogó que le esperara el
tiempo que fuera necesario, para perderse
después entre la multitud, desapareciendo
como devorado por la misma. Logó librarse
diplomáticamente de la escolta policial, y
se introdujo en el mismo edificio que se
estaba inaugurando, por fé, todo por fé.
­Señor si para ti no hay nada imposible ¿me
van a impedir cuatro policías entrevistarme
con un simple mortal? ¡no claro que no!, así
que allá voy­
A pesar de conseguir penetrar dentro, no
veía el momento oportuno, por que todos
hablaban de todo, la prensa interceptaba
constantemente,
y
aquello
era
un
constante ir y venir de trajes con corbata
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- 651 -
relucientes, pero del Presidente no había ni
rastro en esa zona. El acto se estaba
acabando, y por unos instantes pensó que
la oportunidad se perdía de nuevo.
­“Este hombre es mas difícil que Su Majestad
el Rey”­ pensó nervioso.
Mi padre, era una persona que precisaba
con rapidez hacer sus necesidades
fisiológicas, y sin pensarlo
buscó el
servicio para orinar. No podía dudarlo,
necesitaba entrar. Y lo hizo. Allí, tranquilo
frente al urinario, miró al compañero que
entró medio minuto después, justo al lado,
quedándose de piedra: ¡El presidente!,
solo, solito, cumpliendo lo mismo que él.
­¡Sr. Presidente! ¿Es usted?­
­Si soy yo. ¿Qué desea?­
­Hablar con usted­
­¿Ahora? ¿No puede usted esperar a que
terminemos de......?­
­Soy Santos Elola, que le envié una Biblia el
otro día­
El rostro del político cambió por completo,
y ajustándose con rapidez el pantalón,
dando
por
finalizada
su
necesidad
fisiológica, le dio un fuerte abrazo a papá,
quien aun no había podido cerrar por
completo la cremallera de su pantalon.
­¡Hombre!, ¡Eduardo!, que gran alegría, no
sabes lo que te agradezco la Biblia! ¿Sabes
una cosa?, yo soy creyente, y te puedo
decir que leo el Santo Libro todos los dias, ¡
es el mejor regalo que he recibido!,
¡Dime!,¿Quieres que hablemos?­
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Papá finalizando su ardua tarea por tanto
abrazo, tras arreglarse la compostura del
pantalón, le dijo:
­Llevo detrás de ti, y perdóname que te
hable de “tu”, ya que lo haches conmigo,
no sé cuantos dias, para tener contigo una
entrevista, lo necesito­
­Eduardo, mañana mismo, te recibo­ Le
contestó saliendo del servicio, y llamando
a la sempiterna secretaria, que en ese día,
figuraba como un florín adornado, le dio
una orden­¡Mañana recibo a las once de la
mañana, a mi amigo Eduardo!,¡no me pases
llamadas!,¿de acuerdo?­
Ese día, se vistió con el mejor traje que
tenía, y llevando bajo su brazo, otro libro
que estaba leyendo, se fue a hablar con el
Presidente, por si éste pudiera interesarse
de alguna manera por el caso del trabajo
de mi hermano, siempre dentro del
cumplimiento mas estricto de la ley. El
presidente le expuso con detalle cómo
funcionaban los asuntos, y que el no podía
hacer nada al respecto, pero le prometió
estudiar el tema, teniendo por delante, la
brillante exposición que se le hizo de la
laboriosidad y experiencia de mi hermano,
y dejando muy claro que mi padre no
quería ningún tipo de favoritismos que
hubiera manchado el testimonio, y el
encuentro entre los dos, únicamente
buscaba orientación y consejo.
Salió de la entrevista con una enorme
esperanza, por que la conversación se
derivó hacia temas relacionados con la Fe,
la Biblia y la oración, quedándose a un
lado el asunto principal.
Dios se mueve de maneras distintas a las
nuestras, su plan era que el testimonio
652
- 653 -
cristiano llegara personalmente a la
maxima autoridad civil de la provincia,
proporcionándole a mi padre, de paso, un
espaldarazo humano a su labor testimonial
en Huelva. No se consiguió el ansiado
trabajo en la Diputación, por que el Señor
que “pone en nosotros tanto el querer
como el hacer”, marcó otro destino
distinto.
Aun así la situación de mi hermano,
necesitaba respuestas. Informándose que
habían sido convocadas unas oposiciones
al Banco Atlántico, le animaría una y otra
vez para que estudiara, a fin de poder
presentarse a las mismas. Papá no cesaría
ni un instante en su búsqueda. Entrando
accidentalmente en el círculo social de
Huelva, hizo amistad con Suárez, director
de una Empresa, que tenía allí delegación.
Esta señor, Suárez, resultaría ser conocido
del Presidente de la Diputación, quien le
había hablado de un tal Sr. Santos, de
Madrid, y de uno de sus hijos, sugiriéndole
que si el podía hacer algo,
se lo
agradecería mucho por que tenía en ese
caso especial interés en ese caso, ya que
Santos, demostraba ser una excelente
persona.
Papá, hacía tiempo que había
dejado
de
impresionarse
ante
las
“coincidencias”.
Suárez, se mostró muy abierto en todo
momento, prometiendo interesarse por
el caso, dentro de sus posibilidades. Por
nuestra parte, mi hermano, estudiaba con
esfuerzo todas las tardes, para participar
en las oposiciones. Estas se convocaron, y
las aprobó con un resultado excelente, el
número uno. Papá, muy preocupado, por
que quizá la ayuda del Sr. Suárez, fue la
que determinó ese resultado, fue a
consultar con él. Sin embargo su nuevo
653
- 654 -
amigo, le mostró claramente que no había
sido así, por que florentino, aprobó por sus
buenos conocimientos. No fue necesaria
ninguna ayuda. Mi padre se quedó
tranquilo. De nuevo, el Señor se movería
según su Voluntad.
Papá, usando, sus habilidades sociales, se
movía como un pez en el agua, entre los
cargos
políticos
provinciales,
y
los
directores de empresa. Mientras fue
empleado de la “Unión y el Fénix Español”,
pudo establecer contactos con
las
delegaciones que ésta entidad tenía en
distintas provincias, y como para él era
algo preceptivo, se veía obligado, siempre
que iba a una capital de provincias a
visitar al responsable de la “Union”.
Martinez, se había formado en la gestión
de los seguros, recorriendo cada hogar,
cada familia, cada pueblo, aldea, villa
ofreciendo seguros una y otra vez.
Vendedor osado de pólizas, hizo de ese
mundo su vida comercial. Desde muy
joven, animado por las primas que
ofrecían los mantenimientos de los
contratos realizados y firmados por los
clientes,
quiso
marcarse
un
futuro
prometedor.
Desde
muy
joven,
seguramente por que lo había visto en su
padre, se marcó una meta segura y firme,
para, de esa manera, crearse una
seguridad financiera familiar. Dendicándole
muchas horas,
dias, meses y
años,
utilizando incluso los dias festivos, pudo ir
ascendiendo poco a poco en la empresa.
Gracias a su labor entregada, realizó
además el sueño de su vida: casarse,
comprándose un piso y dar a sus hijas, un
futuro prometedor. Cualquiera diría, que
Martínez, había llegado a la cumbre de la
felicidad. Lo tenía todo, un buen puesto de
654
- 655 -
trabajo en la dirección de la sucursal de
una gran compañía de seguros, prestigio
provincial, puertas abiertas en los mejores
ambientes de Huelva, una bella esposa y
un par de hijas estupendas que estudiaban
en
la
Universidad.
Se
diría
que
representaba al hombre triunfador, el
inmejorable técnico de seguros que todo lo
consigue, y sin embargo había algo en su
vida personal que no funcionaba bien.
Sentándose cada dia en su despacho, ante
un montón de documentos y numerosas
llamadas de telefono que le requerian para
asuntos comerciales y personales. Los
empleados discutían cada día con el sobre
los asuntos concernientes a las incidencias
de las contrataciones, accidentes de
automóviles y otros asuntos. Allí podía
sentirse el rey, y en esos momentos lo era.
Gobernaba un reino muy chiquititito, pero
era el suyo. Terminaba su quehacer muy
tarde, y al volver a su casa para descansar
averiguaba que algo le faltaba, y que no
era feliz del todo. No se encontraba
satisfecho. No sabía el porqué de aquello
pero su vida se estaba desmoronando.
¿Motivos para ello?, ninguno. Su esposa
era fiel, y sus hijas le adoraban, pero en su
mente,
algo se
estaba
rompiendo,
viéndose que día a día, su mente
caminaba al borde del abismo. Pudiera ser,
que el exceso de trabajo, su celo por la
labor bien hecha, le encaminaba a un
punto sin retorno. Apareció como una
sombra negra maldita la depresión
psicológica, que le atormentaba dia a dia.
Para combatirla, se entregaba aun mas a
su labor, olvidando poco a poco que tenía
una familia a la que mantener, no solo con
dinero, sino con atención, dedicación y
amor. Cada vez se alejaba mas de su
mujer, y ésta cansada y aburrida de la
montonía familiar, notaba que su marido,
655
- 656 -
quien de joven la colmó de atenciones, ya
no era el mismo, y que estaba cambiando.
Su carácter alegre se tornó en arisco y
rebelde. Aquella persona, se estaba
volviendo irritable, malhumorado, apático,
agresivo. El amor primario, se estaba
hundiendo cada vez más en un abismo sin
fin. Las costantes discusiones familiares, la
ira contra cualquier cosa que las jóvenes
hacían o decían en casa, minaban la
unidad familiar. Aparecieron los celos, y la
sufrida esposa, no
podía moverse sin
temer a la reacción de su marido.
Martínez, era cosciente de esto, pero no
podía evitarlo, así que comenzó a visitar
médicos, y a atiborrarse de medicinas que
a la postre servían para poco.Desesperado
se agarraba al sillón de la dirección
empresarial, en donde al parecer, al menos
encontraba una paz inexistente y aburrida,
pero al menos, huía de la casa, de la
mujer, de sus hijas, o de sí mismo. Sin
saberlo a ciencia cierta, estaba huyendo
hacia delante. Los premios a su labor por
parte de la Empresa le parecían a la
postre, algo ridículo cuando se miraba en
el espejo. Perdía por minutos el principal
aliciente, el amor a la vida. Un día apareció
por la puerta de su oficina, un antiguo
empleado de la Dirección General de la
Compañía
en
Madrid,
quien
insistentemente
le
había
pedido
entrevistarle para saludarlo tan solo. El
todopoderoso director, recibía con los
brazos abiertos a todos los que desde
Madrid, se acercaban, pero ese personaje
le causó una grata impresión, hombre
culto, bien presentado, y de buenos
modeales. Había algo en él que llamaba la
atención del director de la delegación, algo
distinto, que le intrigaba con notoriedad.
Era mi padre. Ese día los dos salieron de la
oficina a tomar un café en el bar de la
656
- 657 -
esquina, y allí Martinez se explayó con
Santos Elola. Todos los quehaceres
rutinarios de su trabajo, quedaron,
suspendidos por un par de horas. Los dos
hombres, rápidamente crearon una buena
amistad, partiendo del conocimiento de
amigos comunes en “La Unión”.
Y así, cuando le placía a papá, llamarlo
por teléfono, para hablar, Martínez con
mucho gusto accedía. Seguramente por
que ya estaba cansado de tanto problema,
y en el fondo le daba un igual todo lo que
le rodeaba o por que amaba hablar con
alguien que le infundía algo de paz. Así en
este ir y venir de confidencias personales,
le confesó su principal problema: la
depresión. Mi padre sabía que había algo
mas, y que ese mal, no era ni mas ni
menos que el síntoma de problemas aun
mas profundos. El no era psicologo, ni
psiquiatra, pero estaba avezado en la
lucha diaria por la supervivencia. Conocía
pues las posibles causas.
­Carlos­Le dijo mi padre, mirándole
fijamente a los ojos, los dos sentados
frente a frente, en su despacho,a puerta
cerrada, para que nadie les molestara­tu
problema, es que tienes un enorme vacío,
interior, que no te lo llena nada ni nadie, y
eso es lo que te pasa. Te voy a hablar de
Alguien que puede y que quiere cambiar tu
vida. Conmigo lo ha hecho, no veo por que
no lo puede hacer contigo­
­Eduardo, no sé a quien te refieres, pero si
me vas a hablar de un buen psicólogo,
ahórrate el esfuerzo, por ue estoy muy
cansado de todos ellos, para mi no hay
salida­
657
- 658 -
­Claro que sí, que la hay, yo tambíen he
sufrido el azote depresivo,por causa de uan
enfermedad que he superado gracias al
poder de Dios, y si me permites, te voy a
decir, que hay una ayuda y esa está en la
Biblia­
Al oir esa palabra, Carlos, se mostró
intranquilo y concierto desdén dijo.
­Por favor no me hables de religión, yo ya
estoy muy “quemado” de todo­
­Amigo te equivocas, no te hablo de
religión, por que no soy religioso, soy
cristiano­ Contestó con tranquilidad
­Bueno, yo no sé que es lo que tú, Eduardo,
eres, pero veo que tu eres distinto a los
demás, hay algoen ti que me llama
poderosamente la atención, quiza sea tu
tranquilidad, y el no tener problemas­
­¿Qué yo no tengo problemas?, ¡que poco
me conoces Carlos!,¡ si yo te contara!,¡claro
que los tengo y los he tenido!,¡nadie está
libre de ellos!, pero¿sabes cual es la
diferencia entre tu y yo?, y no quiero decir
que yo sea mejor, mas bueno, mas santo,
mas guapo que tu, no es eso...­
­¿Cuál es?­
­Sencillamente, que un día conocí al Señor­
­¿A que “Señor”?­
­A Cristo­
­¿A
qué
“Cristo”?­
exclamó
Carlos
pensando dos cosas, o bien que Eduardo
estaba “loco”, o que estaba en alguna
cofradía de Semana Santa detrás, de
658
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alguno de esas imágnes de “cristos” tan
populares en la España católica.
­No es nada de lo que tú estás pensando,
seguramente. Yo no pertenezco a ninguna
hermandad, ni a sectas religiosas de esas
que andan por ahí de un lado para otro
engañando a pobres mentes.Como ya te
he dicho no soy religioso, por tanto no estoy
vinculado a nada de eso, pero si lo estoy
con Cristo, el verdadero, y unico, Jesucristo,
el Hijo de Dios, que vino a predicar la
palabra divina, y verdadera. No es un
personaje de hace 2000 años solamente, es
Alguien que vive y que es fuente de
felicidad­
­Eduardo ¿eres Testigo de Jehová?­
­Ya te he dicho que no, nada tengo que ver
con ninguno de esos grupos religiosos y
sectarios, mas bien me llevo fatal con ellos­
­Prosigue, Eduardo, te escucho­
­Mira, Carlos, todos esos problemas que tu
tienes, es por que falta algo en tu vida, y es
tener un encuentro personal con Dios vivo,
que en estos momentos, aunque tu no te lo
creas está aquí­
­Eduardo ¡no me vengas con tonterias
religiosas!, ¡yo no veo a ese Dios que tu dices
tener!­
­Por que te niegas a verlo, pero El si te ve a
ti, y me da igual que seas o no creyente,
ateo, supersticioso, agnóstico o lo que seas,
pero sí te digo que....­Mirándole con
autoridad directamente a los ojos­Cristo
desea ayudarte, a ti a Carlos Martiñez,
maximo responsable de esta delegación en
la provincia, por que en el fondo estás solo,
y necesitas ayuda­
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­Eduardo no pretendas, meterme en
ninguna religión o secta, por que por ahí no
entro, y si así lo haces ahora mismo damos
por acabada nuestra amistad­exlamó
Carlos, con cierta timidez, por que se daba
cuenta, que nadie le había hablado nunca
así. Sentía que en el fondo estaba
temblando. Las palabras que salían de los
labios de Santos, tenían un poder especial.
Algo le estaba motivando a hablarle así.
Quizá una fuerza superior que él
desconocía.
­ Nunca, jamás, amigo haría tal cosa, no se
trata de ir mucho a la iglesia, sea cual sea
ésta, por cumplir, por tradicción, de lo que
se trata es que seas valiente, y busques
personalmente a Cristo, creas o no en El,
aunque es mejor que al menos tengas
alguna creencia en su persona, pero incluso
eso ahora mismo da igual, si eres sincero, y
decides buscar en su palabra respuestas a
tus problemas, Carlos­
­Eduardo, me estás convenciendo, y no sé
por qué­
­Yo no te convenzo de nada, eres tu mismo,
quien en el fondo de tu alma, se está dando
cuenta que tanta resistencia por tu parte no
es mas que una pataleta ante una salida a
tus problemas.Eso es­
­Quizá sea eso­ Respondió el director,
desmoronándose ante la seguridad del
mensaje de mi padre.
A lo largo de la conversación el duro de
Carlos se fue ablandándose cada vez más,
hasta que ya no pudo más.
­Eduardo, te confieso que necesito tu
ayuda­
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­ La mia no, la de Cristo, Carlos­
­La que sea, pero tu eres un hombre de fe, y
nunca le he dicho esto a nadie, pero como
tú me has hablado me ha llegado muy
dentro. ¿Cómo puedo conocer a ese Dios,
que tú tienes?­
­Habla con El­
­Pero...¿cómo lo hago?­
­Bien, Carlos, si no te importa, vamos a
hacer algo que seguramente te va ser muy
extraño, vamos a orar­
­¿Aquí?, ¿en el despacho?­
­Sí, da igual­
­Daré órdenes de que no nos molesten­
Martinez, habló con su secretaria para que
nadie pasara a la oficina, y ordenó que no
le transfirieran llamadas telefonicas de
ningún tipo, por urgentes que éstas
fueran. Una vez hecho esto, los dos
hombres se sentaron mas cómodamente
en el sofá, y procedieron a orar. Carlos,
mantenía sus ojos bien abiertos, mientras
que Eduardo, los cerraba, como era su
costumbre.
­Carlos, te invito, a que de alguna manera,
pienses en Jesucristo, que mis palabras sean
para ti como un piloto que te está
orientando en el mar­
­¡Como no, cuando quieras amigo, buena
falta me hace!­
­Señor—Comenzó a orar mi padre, en voz
baja, en quietud respetuosa, como si
estuviera en una iglesia antigua­Te ruego
por mi amigo Carlos, deseo que tu le hables
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a él, que entres en su vida, que el vea la luz
en la oscuridad. Señor, está en un momento
muy malo de su vida, solo tu puedes y
quieres
ayudarle
a
salir
de
esta
situación.Padre, te lo ruego, interven en su
alma, por que él quiere ser liberado de esa
depresión, llena su vida de tu luz Señor. Todo
te lo pido en el Nombre de Jesús­
Al
terminar, papá levantó la vista, y
observó que los ojos de Martinez, estaban
llorosos.
­Gracias, Eduardo, muchas gracias­
Mi padre, tenía en el bolsillo un libro de
psicología cristiana, titulado “Como vencer
la depresión”, del pastor y psicólogo Tim
La Haye. Su intención era precisamente
regalárselo a su amigo el director.
­Carlos, si no te importa, me gustaría
regalarte un libro muy
bueno, que
seguramente te va ayudar­Le dijo mientras
se lo mostraba.
­Por supuesto, Eduardo, me vendrá muy
bien­
Carlos y Eduardo se levantaron, dándose
un fuerte abrazo. No sé por que razón me
encontré con ese señor, pero un día mi
padre me lo presentó, posiblemente, era
por que tendríamos algún viaje que hacer
a Madrid, para lo cual nos despediríamos
de él. Lo único que recuerdo de mi
encuentro fugaz con el director, son sus
palabras:
­He leído el libro y me ha ayudado mucho,
ahora estoy ya mucho mejor. Estoy saliendo
de la depresión­
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Los azares de la vida son injustos, pero así
están hechos. Nunca mas pudimos tener
noticias de él, quizá por que falleció, o por
que se marchó a vivir a otro lado, o por
cualquiera otra razón, pero lo que sí es
cierto es que papá antes de despedirse le
regaló ademas una Biblia invitándole a que
recibiera al Señor en su vida, algo que
Carlos agradeció sinceramente.
EN
EL
SEGUNDO
PDF
DISFRUTARAS
DE
LA
LECTURA Y DEL TESTIMONIO.
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