TexTo y foTos Marck GuttMaN además de las ruinas de machu
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TexTo y foTos Marck GuttMaN además de las ruinas de machu
Página opuesta: deliciosa sopa en el restaurante Senzo. En esta página: así luce la entrada del restaurante Cicciolina. Una probadita cusqueña Texto y fotos Marck GuttMAN además de las ruinas de Machu Picchu, existe un Cusco que te dejará, más que con la boca abierta, con el estómago contento con sus choclos andinos, chupes de quínoa y postres de lúcuma. Los incas creían que Cusco era el ombligo del mundo. Lo ignoro. Yo de anatomía astrológica no sé nada. Lo que sí sé, es que puede ser su despensa: en esos suelos crece lo que sea. Si no es para arriba, para abajo. Basta cavar un hueco en la tierra y meter la mano para llevarse de regalo alguna de las miles de variedades de tubérculos endémicos del Perú. O, para ir a la segura, hay que darse una vuelta por el mercado. Ahí se exhibe buena parte de la colección de papas –que se ven exactamente iguales, pero saben diferentes– además de huacatay, aguaymanto, muña, rocotos y el resto de los ingredientes de la cocina cusqueña de los que poco sabemos los que venimos de la muñeca, la ingle o la nuca del mundo. Eso fue lo que nos legaron los incas. Bueno, no exactamente el bonche de hierbas y tubérculos para hacer botanas crujientes, pero sí uno de los sistemas de agricultura más lúcidos de la historia. Los incas no fueron El ambiente bohemio de San Blas es los mejores guerreros, astrónomos o cazadosu principal atracres, sin embargo, de hambre no se iban a motivo. Derecha: en la rir. Ese fue su gran logro: todavía no se había cocina del restauinventado el término de la soberanía alimentirante Pachapapa se cia y ellos ya la tenían resuelta. Desarrollaron reinventa el sabor. 68 National Geographic Traveler La ciudad antigua Moray fue el centro de estudios agrícolas de la cultura inca. terrazas de cultivo en montañas donde aparentemente no se podía sembrar nada, las estudiaron con tal precisión que crearon microclimas y tierras en las que se podía sembrar casi cualquier cosa. Cosa que hoy, siglos después, mi gula les agradece desde lo más profundo de su ser. Toda esta historia de los incas y su obsesión agrícola la aprendí en Moray, una ruina arqueológica mucho menos presumida que Machu Picchu. Fue uno de los primeros sitios que pisé en Cusco y hasta hoy es una de las imágenes más vívidas y difíciles de creer que aún guardo en mi memoria. Moray no fue una gran ciudad ni un centro espiritual, en lugar de eso fue el centro de estudios agrícolas del incanato. Cada una de las terrazas (ubicadas a diferentes alturas unas de otras) tenía una variación metódica en temperatura, lo que les permitía sembrar distintas frutas y verduras sin que importara la temporada del año. Y así mantener una especie de cosecha madre donde abastecerse de semillas. Y todo este cuento no viene así porque sí. La primera vez que fui a Cusco el motivo fue Machu Picchu, como todos. Pero quedé tan enamorado del pueblo pintoresco de las llamas con pompones en la cabeza y los europeos hippies que le tienen más fe a la Pachamama que al futuro del euro, que al poco tiempo volví. La segunda vez con una intención mucho más clara: disfrutar más del devenir agrícola de los incas que de su arquitectura. El código huacatay Soy de esos que viven para comer. Pero no de los que sólo persiguen estrellas Michelin. Me basta con un buen pan. Hay foodies sofisticados y glotones, soy de los segundos. Y una de las razones por las que me enamoré de Cusco, además de su alma bohemia y pasajes fotogénicos, tiene que ver con eso. Se come de lo lindo y no hay que vestir corbata ni cuidar cómo se agarra la copa ni conocer la biografía del chef que preparó la comida para que los platillos cobren sentido. Nada más hay que caminar con los ojos tan abiertos como el apetito y seguro que se cruza en el camino algo rico de comer. Sencillo. Sí, admito que no fue tan simple. No al principio. Nunca me pasó por la cabeza que leer el menú de un restaurante, dado que compartimos el español como lengua madre, fuera a suponer una barrera de lenguaje. Quizás uno que otro regionalismo, “yo digo betabel, tú dices betarraga”, y ya está. Pues no, ni cerca. Las primeras dos Página opuesta, en o tres veces que me paré en un ressentido de las manetaurante y llegó el momento de elegir cillas: así se sirve el un platillo, fue desastroso. En lugar pulpo en Chicha. El de escoger entre antojos me daba la mousse de chocolate es una estrella de impresión de tener que resolver Cicciolina. Surtido de un códice secreto lleno de pistas papas en el Pachapasueltas y palabras que, aunque en pa. Prueba los posespañol, me decían lo mismo que si tres del Map Café. estuvieran en sánscrito: pachamanca de cuy a la huacatay, tubers en ocopa y huancaína. Y quizá si no fuera vegetariano ese no habría sido un problema: pruebas y listo, de eso se trata. Pero ni toda mi disposición, curiosidad e intrepidez juntas bastan para que pruebe un bocado de alpaca. En momentos me pesa, pero así es. Así que no podía sólo guiarme por el nombre más cacofónico o difícil de pronunciar para escoger y dejarme del todo a la aventura. Había que buscar la respuesta al código secreto y no estaba muy lejos: el mercado central de San Pedro. El mercado a secas, como le dicen todos, es una estructura enorme y de techos altos en donde encuentras de todo: flores, abarrotes, herramientas de cocina, algo de tejidos de lana de alpaca que sorprenden a los turistas primerizos pero, sobre todo, comida. Materia prima para la cocina en todas sus formas, tamaños y colores. Está el pasillo del pan, el de las especias, los de las carnes y granos y varios más con frutas y verduras; muchas de las cuales son tan regionales que no sólo el nombre resulta poco familiar, sino que la textura, el color y el sabor también. Ahí estaba yo, caminando con una lista de términos desconocidos sacados de menús de restaurante que había visto en vitrinas, queriendo poner cara a los nombres. Descubrí que el aguaymanto es una especie de cereza amarilla con un sabor agridulce, que el huacatay es una hoja aromática que se utiliza como especie a para sazonar varios guisos, que el choclo existe en una veintena de colores y que la alpacas y cuy se venden por kilo. Entre una cosa y otra pasé al menos un par de horas deambulando por los pasillos. Relacionando nombres con formas y sabores. Y no era el único que estaba jugando a Teo va al mercado, éramos un gentío de foráneos igual de curiosos. No todo el código huacatay se trataba de ingredientes, varios de los nombres correspondían a platillos típicos del Perú, pero al menos con lo que tenía podría entender con qué se preparaba cada uno. Estaba listo para salir a la calle y degustar Cusco. Y lleno. Las interminables degustaciones de mercado me habían dejado con la gula en tregua. El ombligo a mordidas Ahora soy otro. Cada vez que entro a un restaurante voy con glosario en mano: estoy listo para comerme a Cusco a mordidas. La primera parada es Incanto, un restaurante a media cuadra de la catedral y que corre con la fortuna de estar en el sitio correcto. La gente desfila por ahí todos los días a todas horas y en una de esas que lo vimos lleno entramos para ver si el quórum se debía sólo a la ubicación o también a los paladares contentos. El restaurante se define como comida típica peruana con influencia italiana y eso, sumado a las repentinas esculturas que decoran el espacio y la clientela, me sugieren una batalla más ganada por la globalización. En el menú hay 71 Marzo 2014 Llegó a la mesa un crocante de lúcuma, entre dos galletas y salsa de chocolate. 72 algo de sincretismo ítalo-peruano, pero en realidad, creo que lo de influencia italiana tiene más que ver con el hecho de que ofrecen pizzas y pastas. Nada más. De la selección de platillos en los que destaque Italia no hay ni sus luces, salvo que ahora esté de moda en la cocina italiana el chorizo de alpaca y el pisco. Algo para todos: que los aventureros probemos el chupe de quínoa y los más, digamos, tradicionales, pidan la pizza margarita, patrona internacional de los paladares conservadores. No fue el caso conmigo. En lugar de la salsa pomodoro opté por un chupe de quínoa. Estaba en el apartado de sopas, pero cuando le pregunté al mesero que si era demasiado el chupe, un quinotto –como se le conoce a los risottos hechos a base de quínoa– de rocoto y un postre, se me quedó viendo con unos ojos de “a este hombre no le dan de comer en su casa” y luego agregó “yo creo que no hace falta el postre”. ¡Uy! Cómo que no, pensé: siempre hace falta el postre, así que quinotto, muchas gracias por participar, sigue intentándolo. El chupe resultó ser un plato inmenso de un caldo espeso con quínoa, habas, queso andino y ollucos, un tubérculo muy utilizado en la cocina peruana. Tenía esa cosa que extrañamente tienen las sopas de un restaurante: el sabor hogareño de un caldo de abuela. Estuvo bueno, pero no me equivoqué, por mucho, el postre fue lo mejor. Al final llegó a la mesa un crocante de lúcuma, una especie de mousse de este fruto –que tiene un sabor muy dulce y concentrado que de pronto recuerda a la miel de maple– entre un par de galletas crujientes y salsa caliente de chocolate. Sin pensarlo dos veces, esta es la razón principal por la que le recomendaría a alguien darse una vuelta por este restaurante. El Incanto no fue el único triunfo de la globalización que encontramos. Unas cuadras más lejos de la plaza de armas nos sorprendió la Cicciolina, un restaurante que al contrario del anterior, ofrece comida italiana con influencias peruanas. Nos lo recomendaron tanto que caímos. ¡Y qué bueno que fue así! La Cicciolina está en el segundo piso de una casa colonial cusqueña y desde que entramos nos cautivó. Su ambiente íntimo, el hecho de que la entrada al restaurante fuera la cocina y el plus de haber llegado a una hora en la que una de las contadas mesas con vista a la terraza estuviera disponible, le ganó varios puntos. Quien diseñó ese restaurante sabe que el recibimiento de salsas en cocción y cocineros haciendo pasta a la antigüita no fallan. La Cicciolina es frecuentada tamPágina opuesta: bién como bar de tapas, tienen una sentido de las maneselección amplia de vinos y mucha cillas: vestíbulo del gente va por una copa y una tabla Palacio del Inka. La decoración del Palade picadas. No nos hicimos de la cio de las Nazarenas boca chica. Desde que probamos el con acento colonial. pan del centro de la mesa sabíamos La cocina de Chicha que teníamos que pedir algo más. Yo es hogar del chef opté por los ravioles de betarraga Gastón Acurio. National Geographic Traveler rellenos con pesto y pecanas. El platillo estaba servido con cuatro ravioles bañados en una salsa de pecanas, tomate confitado al centro y un toque de reducción de balsámico para adornar el plato. ¡Buenísimos! Ya sólo faltaba el postre. No fue fácil decidir, pero ganó un mousse de chocolates con una salsa de manjar y gelatina de muña, un tipo de menta silvestre, con aroma dulce, que crece en el altiplano. Finito. Suficiente de influencias italianas. La siguiente parada gastronómica fue en Chicha, en la Plaza Regocijo. Ahora sí, sin espaguetis de por medio. La Chicha está, también, a unas cuantas cuadras de la Catedral, que teníamos como referencia y de la que no nos habíamos movido mucho. Gran parte de los museos, hoteles, mercados artesanales y cosas monas para ver en Cusco están a pocas cuadras caminando desde la Plaza de Armas. Fuimos a la Chicha más porque buscábamos comida peruana que porque estuviéramos siguiendo los pasos de su chef: Gastón Acurio. A él sí, admito, lo conocía de nombre; más que por foodie, porque prefería citarlo a él que a la Tigresa del Oriente como referencia del Perú actual. En fin, en la Chicha necesitamos más del glosario del código huacatay que en los otros restaurantes, por lo que inferimos que habíamos llegado al lugar correcto. De entrada el nombre del restaurante es una de las bebidas nacionales del Perú. Un brebaje utilizado en celebraciones patronales y ceremonias de carácter religioso hecha a base de maíz fermentado. Una de sus versiones más representativas es hecha con maíz morado, lo que resulta en un trago de apariencia casi radioactiva. La Chicha de Gastón es un lugar para probar un poco de los sabores de diferentes regiones del país, sobre todo Arequipa, pero también la costa, el valle y el altiplano. La carta es amplia e incluye cebiches, causas, tiraditos, cuy, chaufa andina, cordero y sí, por las dudas, pizza margarita. Yo me voy por el menestrón, una sopa de verduras con granos e ingredientes cusqueños. Los demás prefieren carpaccio de alpaca y brochetas de pulpo a las brasas. En las bebidas sí estamos de acuerdo, todos queremos probar alguno de los cocteles preparados con pisco. De papas alivianadas Hay un barrio un poquito más alejado pero que no podía faltarnos: San Blas, el más bohemio y artístico de todos. Ese lugar donde es difícil determinar si hay más galerías de arte y tiendas de antigüedades o cuates con rastas y expansiones practicando malabares y vendiendo joyería artesanal al son de Don’t worry be happy. Este barrio se encuentra en la cima de un monte y para llegar a él hay que subir por callejones pintorescamente angostos y tener aunque sea una pizca de condición física. ¡Qué mejor! La vista aquí, una de las mejores en el pueblo, tiene una gran ventaja: llegar a ella justifica el millar de calorías que esperan en la cima. 73 Octubre 2013 La Plaza de Armas, en el poblado de San Blas, es punto de encuentro de los artesanos de la región, aquí el visitante encontrará una variedad de productos de alpaca, entre otros productos. En los Andes hay más papas que arena en el mar: chicas, grandes, alargadas, verdes... Con la altura aumenta también la angostura de los callejones. En la parte más alta no hay lugar para coches, sólo peatones y uno que otro motociclista custodiado por Bed & Breakfasts y tienditas que venden diseño local. Y cafeterías para recuperar el aliento, después de subir la Cuesta de San Blas, donde tomar un café y comer un pan dulce con la ciudad de fondo, pero yo creo que fue la pinta descaradamente relajada del Café Loco la que nos hizo ojitos. Nos abrimos el apetito con un “yo digo pastel, tú dices torta” de manzana y de ahí nos fuimos a comer al motivo que nos trajo al barrio. Pachapapa es un restaurante de ambiente muy relajado, en el corazón de San Blas, con un principio básico: todo el menú gira en torno a las papas. Y en casi cualquier otra parte del mundo eso no representaría mayor complejidad, pero a diferencia del lugar donde vengo y los otros que he visitado, en los Andes hay más papas que arena en el mar. Chicas, grandes, alargadas, verdes, moradas, amarillas, petit… son tantas, en serio, que no saben ni cuántas variedades tienen. Cada tercer día alguien descubre una nueva papa endémica peruana. Nos sentamos en una de las mesitas del patio al aire libre y a los pocos minutos está tapizada de platos. Con quienes comparto la mesa se aseguran de que haya ají de gallina (un guiso de pollo deshebrado en salsa de ají, nueces y queso parmesano) y una causa rellena de atún (una torre hecha con base de puré de papa y capas de atún y aguacate). Yo no necesito más: con las papas y el pan casero calientito que traen cada vez que sale del horno tengo suficiente. Snob-yum No saqué el tux ni tuve que reservar mi mesa con cuatro años de anticipación, pero admito que sí me paré en dos restaurantes un poco más sofisticados. Y no estuvo mal: una de mis comidas favoritas en Cusco fue en uno de estos restaurantes. La otra, háblenme de contrastes, fue un choclo andino que le compré a un señor en la calle en Chinchero, un pueblo a 30 kilómetros de Cusco, y que hasta hoy me hace salivar cuando lo recuerdo. Este mago de los choclos siempre está parado con su olla en la plaza de Chinchero donde los domingos se pone el mercado. Y es el único, así que no hay pierde. Pero volvamos a la sofisticación un rato. La Plazoleta de las Nazarenas, a tres cuadras de la Plaza de Armas, recibió su nombre porque durante la colonia albergó al Convento de las NazareLa fusión italo-penas. Y junto a él, otros edificios reliruana del restaurangiosos. Pero de esos días sacros sólo te Incanto también queda el nombre. Uno por uno esos está presente en la inmuebles atrajeron la atención y la decoración. La pizza de este lugar es plaza de los conventos se convirtió deliciosa. Abajo, la en la cuadra más exclusiva de Cusco. iglesia de San Blas es Ahí están los hoteles Palacio Nazareuno de los inmuebles nas, Monasterio y La Casona, tres de icónicos del pueblo. los más lujosos de la ciudad. De hecho, fue precisamente en el restaurante del Palacio Nazarenas donde tuve una de estas cenas degustación. El restaurante Senzo está a cargo del chef Virgilio Martínez, una de las nuevas caras de la gastronomía peruana. La cena se sirve como un menú degustación de siete tiempos. No me puedo quejar: también tienen una opción de menú vegetariano. Aunque la presentación de los platillos no deja de ser elaborada y se sirven, sí, varios tiempos, la cocina no intenta ser pretenciosa. Quizás en forma sí, después de todo el postre venía servido en una roca gigante y adornado con flores comestibles, pero el fondo no. De hecho, uno de los principios del Senzo es que los ingredientes que se utilizan deben ser cultivados en la región. Y entre crudos de vegetales, postres de chirimoya con chía y kapchi de habas, para mí lo mejor fue, por mucho, la sopa: una crema de poro adornada con pintura de betabel y zanahorias miniatura. La otra cena, curiosamente, fue en el edificio de al lado, en la Casa Cabrera. Uno de los pocos que no es un hotel de lujo en la plazoleta, sino un museo, el de arte precolombino. La casa restaurada alberga una colección de arte de las diferentes culturas que habitaron tierra peruana antes de la colonia, nada que no se pudiera suponer con el nombre. Lo que resguarda también, y esto sí que no es tan obvio, es el MAP Café: un restaurante en forma de pecera, en pleno patio de una casona colonial, donde caben apenas una docena de comensales. Ofrece un menú a la carta para almorzar y uno de degustación a la noche, aunque los platillos son los mismos. Nosotros optamos por la primera opción. La carta no tenía muchas opciones veggie-friendly, pero con las que tenía fue más que suficiente. Primero, una Sara Lawa, una crema de choclo con habas y champiñones acompañada de queso que fue un buen comienzo. Pero nada, ni de lo que había comido antes, ni de lo que comí después (salvo por el choclo de Chinchero), superaron al plato fuerte; el otro platillo favorito del que hablaba y por el que, también, salivo. El plato estrella es un canelón relleno de ragú de quínoa con trufa, queso de cabra y pesto de tomate, bañado en una crema de queso fontina acompañada de verduras, acelga e hinojo. ¿Ubican esas pocas veces en la vida de una persona cuando se está comiendo algo tan extasiante que el último bocado es a la vez un goce pero un enorme sufrir porque se acaba? Este canelón, fue una de mis veces. Desafortunadamente, para el postre una esfera de dos chocolates cubierta de garapiñados con relleno de dulce de leche y salsa de yogurt que seguro estaba buenísima, yo ya no tenía ojos. Le había jurado amor eterno al canelón que se le adelantó, junto con la promesa de que pronto nos volveríamos a ver. Marck GuTtman periodista de viajes y fotógrafo vegetariano, lo que no le impide disfrutar de la buena gastronomía internacional ni de los lugares que visita. 77 Marzo 2014 C U S C O San Crist´obal LIBRO DE CONSULTA Cusco, Perú El aeropuerto de Cusco está muy bien conectado por varias aerolíneas: Avianca Perú, LAN Perú, Star Perú y LC Perú. Si vuelas desde otro país, haces escala en Lima. Dónde comer Mercado Central de San Pedro Calle Santa Clara Dormir como rey Chicha Heladeros 261, 2º piso, Plaza Regocijo chicha.com.pe La geometría sencilla del sitio arqueológico Moray (arriba) contrasta con la compleja arquitectura de Machu Picchu (abajo). Café Loco Calle Tandapata Palacio Nazarenas el hotel más exclusivo de Cusco. Cada habitación cuenta con su propio butler. Tiene piscina al aire libre. Botanas y minibar Tip fotográfico To m a a bier ta Para lograr fotos en las que se aprecien mejor las ruinas arqueológicas, como Moray y Machu Picchu, lo ideal es contar con una lente gran angular que permita un encuadre abierto. De ese modo se consiguen imágenes en las que se aprecia no sólo la ruina completa, sino también el paisaje que la rodea. Una buena alternativa, si no se cuenta con una gran angular, es utilizar la cámara del celular: la mayoría tiene una lente de este tipo. Policía Turística AS Museo de Arqueología La Catedral Santa Teresa Ayuntamiento Plaza de armas Museo de Arte Religioso Santa Catalina La Compa˜nía Plaza Regocijo OR AD U EC COLOMBIA BRASIL PERÚ La Merced San Francisco Lima Iglesia de San Francisco están incluidos en la tarifa. Plaza de las Nazarenas 144 palacionazarenas. com.pe Palacio del Inka Ubicado frente al Qorikancha, el templo del sol inca, a unas cuadras de la Plaza de Armas. Está decorado con motivos coloniales. Cuenta con piscina de hidroterapia techada y un desayuno espectacular. Prueba los panqueques de camote con mermelada de aguaymanto. Plazoleta Santo Domingo 259 libertador.com.pe dónde comprar MAPA: Diana Menéndez C. BL Cusco IA MAP Café Plaza de las Nazarenas 231 Mansi´on Cabrera LIV Cicciolina Calle Triunfo 393, segundo piso cicciolinaCuzco.com Senzo Hotel Palacio Nazarenas, Plaza de las Nazarenas 144 N BO Incanto Calle Santa Catalina Angosta 135 cuscorestaurants.com/ incanto Pachapapa Plaza San Blas 120, San Blas cuscorestaurants.com/ pachapapa SA Macondo Café-tienda conceptual en San Blas que vende artículos de diseño y arte. Cuesta San Blas 571, San Blas. Yea Yea Maracuyea Punto de encuentro para los amantes del reggae, venden su propia línea de ropa diseñada localmente. Calle Tecsecocha 424. Pedazo de arte A unos pasos de la Plaza de Armas. Aquí encontrarás la marca japonesa Miki que lleva años ya viviendo en Cusco. Calle Plateros 334-B. Contra el mal de alturas Cusco tiene un problema: sus 3400 metros sobre el nivel del mar. No hay forma de saber cómo afectará la altura. Evita comer muy pesado previo a la llegada, tampoco ingieras alcohol. Es recomendable una infusión de coca. Atlas Cusco, Perú Cuzco a pie En esta ciudad, Patrimonio Cultural de la Humanidad, casi todos los atractivos están a distancias caminables unos de otros, así que no necesitas un auto. En las contadas ocasiones en que haga falta, resulta más conveniente tomar un taxi o contratar transportación en una agencia de viajes. Ubicada al sureste del país, en la vertiente oriental de la Cordillera de los Andes, a orilla del río Huatanay. Fue capital del Imperio inca y una de las ciudades más importantes del Virreinato. 79 Marzo 2014