batalla de Mogadiscio - Blogs

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REPORTAJE
[03]
FortApacheenSomalia
Fueron unas horas que cambiaron la historia. Los soldados mejor armados del mejor ejército del mundo
se vieron envueltos, en el centro de Mogadiscio, en una salvaje batalla que no esperaban. Ridley Scott lo
ha contado en una película basada en un libro de Mark Bowden. Por Guillermo Altares.
La política exterior estadounidense
de los noventa no estuvo marcada por el
síndrome de Vietnam, sino por el síndrome
de Somalia, por lo que ocurrió el 3 y el 4 de
octubre de 1993 en Mogadiscio, cuando 150
soldados de élite del Tío Sam, los tipos más
duros y mejor armados del planeta, se metieron en la boca del lobo de un poderoso
señor de la guerra y la Casa Blanca acabó
humillada. Poco importa que su misión
imposible fuese un éxito –capturar a dos
lugartenientes de Mohamed Fará Aidid en
el mismo corazón de su feudo–: 18 militares estadounidenses y casi un millar de somalíes murieron, decenas resultaron heridos, dos helicópteros de alta tecnología
fueron derribados, y todo el mundo pudo
ver las imágenes de los cadáveres de dos
soldados estadounidenses arrastrados y
18 EPS
mutilados por la turba. La Administración
de Clinton decidió cerrar el grifo de las
operaciones humanitarias: dejó de acudir
con tropas a conflictos en los que no tenía
intereses directos, como el de Bosnia.
La historia de aquellos ‘rangers’ y
miembros de la Fuerza Delta, un cuerpo
tan poderoso y tan secreto que el ejército de
EE UU ni siquiera reconoce oficialmente
su existencia, se ha convertido en la última
película de Ridley Scott, Black Hawk derribado, que ha contado con un presupuesto
de 90 millones de dólares; a su vez es una
adaptación del libro de Mark Bowden La
batalla de Mogadiscio, que está a punto de
ser editado en castellano por RBA. Publicado primero por entregas durante 29 días
en el diario The Philadelphia Inquirer y
luego como libro en 1999, el texto de Bowden es ya un clásico de ese género tan anglosajón llamado literatura militar. Es Salvar al soldado Ryan en las destartaladas calles de la ciudad más peligrosa del Cuerno
de África, o sea, del mundo. Tiene los helicópteros y la fuerza de Apocalypse now,
las luchas callejeras de La chaqueta metálica, el dolor y la soledad de los soldados de
Uno Rojo: división de choque. Y ha recibido
una aceptación unánime de la crítica, de la
que también ha gozado la película de Scott,
que el fin de semana de su estreno recaudó
29 millones de dólares, lo que no impidió
que Black Hawk derribado fuese polémica
incluso antes de su estreno, el 18 de enero.
“El filme de Scott es un asalto a la confianza norteamericana, y a la idea, que parecía
inalterable, de que el mundo necesita nuesFOTOGRAFÍA DE COLUMBIA TRISTAR
MISIÓN EN SOMALIA.
En la página de la izquierda, secuencia de la película. En esta página, arriba, desembarco de las
tropas estadounidenses
en Somalia, en diciembre
de 1992; a la izquierda, el
piloto Mike Durant en el
vídeo que grabaron sus
carceleros somalíes tras
su captura, y a la derecha,
el helicóptero de Durant
sobrevuela Mogadiscio
antes de ser derribado.
tra libertad, nuestra democracia y nuestra
coca-cola”, escribe Desson Howe en The
Washington Post, en una crítica, por otra
parte, muy favorable.
No se puede olvidar que uno de los
próximos escenarios de la Operación Libertad Duradera puede ser Somalia. De hecho, se cree que entre las tropas de Aidid
que aquel día se enfrentaron a los soldados estadounidenses había militantes de
Al Qaeda, la organización de Osama Bin
Laden. “Ahora, Estados Unidos se prepara
para otra misión en Mogadiscio”, ha escrito el cineasta Alex Cox en una crítica al
filme en el diario británico The Independent. “Puede tomar la forma de un bombardeo o de acoso por parte de la CIA y del
Departamento de Estado para lograr el sacrificio del primer ministro. El negocio del
petróleo es muy poderoso y debe ser obedecido”, asegura Cox, quien, sin embargo,
reconoce las virtudes del trabajo periodístico de Bowden, que en ningún momento
oculta la devastación que provocó la potencia de fuego de las tropas de élite estadounidenses en la capital somalí.
La otra polémica que ha envuelto a la
película tiene que ver con el personaje
principal, que interpreta Ewan McGregor.
El ranger John Grimes en el filme es, en
la realidad y en el libro, John Stebbins,
Stebby, que fue condenado en junio de 2000
a 30 años de cárcel por la violación de una
niña de 12. El Pentágono pidió al productor Jerry Bruckheimer que cambiase el
nombre para evitar controversias, y éste
aceptó. “Los productores van a ganar millones con esta película, en la que Stebby
aparece retratado como el gran héroe americano que no es”, escribió en una carta a
derrocamiento de la dictadura de Mohamed Siad Barre, en 1991, se desató una feroz lucha de clanes que sumió al país africano en el caos y en la hambruna. La operación de la ONU y de Estados Unidos
–había cascos azules y soldados norteamericanos con mandos diferentes– para intentar mejorar las cosas fue un cúmulo de
despropósitos. La idea, según han señalado numerosos analistas, no era sólo arreglar el terrorífico problema de la falta de
alimentos, sino hacer más seguro un terri-
Somalia puede ser escenario de la Operación Libertad Duradera. En la tropa de
Aidid pudo haber militantes de Al Qaeda
The New York Post la ex mujer del ranger,
Nora. La idea de que un tipo puede ser un
héroe en el campo de batalla y un violador
es algo que Bruckheimer, productor de filmes como 60 segundos o Armageddon, prefirió ocultar al público. Pero en el salvaje
país del Cuerno de África cualquier cosa,
normalmente mala, es posible.
Somalia es uno de los grandes agujeros
negros de la política internacional. Tras el
FOTOGRAFÍA DE ASSOCIATED PRESS / CABLE NEWS NETTWORK / SHAWN NELSON
torio con unas inmensas reservas de hidrocarburos.
Eso es lo que interesaba sobre todo
a la Administración de Bush, padre, cuando empezó la operación, que continuó
Clinton. El 7 de mayo de 1993, la prensa canadiense hizo estallar el primer escándalo al publicar que los cascos azules canadienses habían torturado y asesinado a un
EPS 19
[03] Fort Apache en Somalia
adolescente, Shidane Arone. Y tenían
fotos. Luego llegó la batalla del Mar
Negro, o, como la llaman los somalíes,
Ma-alinti Rangers (El Día de los Rangers), nombre con el que se conoce lo
que ocurrió en aquella tarde y noche del
3 al 4 de octubre, fruto del empeño de la
Administración de Bill Clinton por acabar con el más poderoso señor de la guerra somalí, Mohamed Fará Aidid, al
que consideraban responsable, con toda
razón por otra parte, de gran parte del
caos que padecía este país.
Hasta la retirada de las tropas internacionales murieron 100 pacificadores, incluyendo los 18 estadounidenses,
y los 4.000 millones de dólares que la comunidad internacional invirtió en Somalia apenas se notaron. Sólo en el año
2000, después de unas conversaciones
de paz, se convocaron elecciones libres,
de las que salió elegido Abidiqassim Salad Hassan, el primer presidente desde
1991. En este país de siete millones de
habitantes los enfrentamientos entre
clanes son habituales, y son ellos los
que dominan una parte importante del
Estado, que cuenta con dos países que
de derribar un helicóptero o de destrozar a un hombre. Durante aquella noche, los somalíes dispararon cerca de
mil RPG, y muchas dieron en el blanco.
“El libro evita hacer cualquier declaración de intenciones política. En
realidad trata sobre soldados, y sobre
qué pasa por sus cabezas, y sobre la experiencia de combate”, ha dicho Bowden en una entrevista con motivo del
estreno de la película. “Las tropas estadounidenses se enfrentaron a una misión muy peligrosa y la cumplieron, con
un altísimo coste en vidas, de americanos y de somalíes. Creo que eso es lo
que muestran tanto el libro como la película. La gente que llevó a cabo esta misión lo hizo de forma heroica y profesional. El hecho de que olvidasen llevar
aparatos de visión nocturna o de que no
tuviesen agua me remite al escenario de
cualquier batalla de la historia. Cuando
empiezan a disparar contra ti, las cosas
siempre van mal. Los que creen que la
misión fue una debacle porque mataron
a soldados estadounidenses no entienden de qué va la guerra”, agregó.
“Los fabricantes de armas equipaban
a los ‘rangers’ de la misma forma que
Nike a los deportistas”, dice Bowden
reclaman su independencia en el interior, Somaliland y Puntland, mucho
más estables que la propia Somalia.
LA MUERTE. Arriba, un fotograma del filme de Scott. En
el centro, la multitud arrastra
por Mogadiscio el cadáver
mutilado del oficial Bill Cleveland. Abajo, los ‘rangers’ Alan
Barton, Ron Galliette y Rob
Phipps antes de una misión.
20 EPS
Pero el libro de Bowden, aunque
lo trata, no intenta aclarar este complejo contexto. Es la historia de 150 soldados, los más preparados de la Tierra
–“los fabricantes de armas los equipaban de la misma forma que Nike vestía
a los deportistas”, dice–, los más duros,
que de repente se encontraron sumergidos en la guerra de verdad. Es también la historia de los somalíes que vivieron la guerra desde el otro lado. La
batalla de Mogadiscio, que fue finalista
en 1999 del National Book Award y que
estuvo durante semanas en las listas de
libros más vendidos, aunque Bowden
tardó meses en encontrar un editor, es
el fruto de cientos de entrevistas con
soldados y con miembros del clan Gidr,
al que pertenecía Aidid, en Mogadiscio,
y es un ejemplo perfecto del más potente y paciente periodismo estadounidense. Como en las mejores películas de
guerra, cada personaje tiene una historia, un pasado y un futuro, que muchas
veces acaba cercenado por un balazo o
por un disparo de RPG, una potente
granada lanzada desde un fusil capaz
A sus 52 años, Bowden nunca ha
sido soldado, ni siquiera hizo el servicio militar; pero conoce la guerra de
cerca: como periodista y porque su hijo
pequeño, BJ, es un cabo del cuerpo de
los marines. Durante sus 20 años en The
Philadelphia Inquirer ha tocado todos
los géneros: cronista de deportes y de
ciencia, reportero para el suplemento
dominical, enviado especial… Fue finalista del Pulitzer y es autor de otros tres
libros: Doctor dealer (1987), sobre un licenciado universitario que llegó a dominar el tráfico de cocaína en Pensilvania; Bringing the heat (1994), sobre
una temporada del equipo de fútbol
americano Philadelphia Eagles, y el
más reciente, Matar a Pablo Escobar
(2001), que fue publicado el año pasado
por RBA. Dice que su larga experiencia
como cronista deportivo le ayudó mucho a la hora de escribir La batalla de
Mogadiscio: el fútbol americano es un
juego muy táctico, en el que la preparación de cada movimiento conjunto es
esencial, y eso es algo que los jugadores
comparten con los soldados de élite.
Están profundamente integrados y han
estudiado miles de tácticas; pero luego,
en el campo o en la batalla, todo puede
cambiar en unos instantes. La diferen-
FOTOGRAFÍAS CEDIDAS POR: COLUMBIA TRISTAR / PAUL WATSON / SHAWN NELSON
[03] Fort Apache en Somalia
cia está en lo que se juegan: unos
arriesgan su vida; otros, un marcador.
“Era la tarde del 3 de octubre de
1993. La Tiza Cuatro [escuadrón de 12
soldados que viaja en un helicóptero]
de Eversmann [uno de los soldados] era
parte de un cuerpo formado por rangers del ejército de Estados Unidos y
operadores de la Fuerza Delta, y estaban a punto de saltar de forma inadvertida sobre un grupo de líderes del
clan Habr Gidr en pleno corazón de Mogadiscio. El objetivo de aquel día eran
los lugartenientes de Aidid. Era una
misión de llegar, ver y vencer”, escribe
Bowden casi en el arranque de su libro.
“En mayor cantidad que de costumbre,
los hombres se habían llenado de munición: tenían las recámaras cargadas,
granadas en los bolsillos y cartucheras
disponibles en los arneses. Habían dejado atrás cantimploras, bayonetas, gafas de visión nocturna, así como cualquier otro artefacto considerado un lastre para una incursión diurna. No les
preocupaba la perspectiva de meterse
en apuros. Les apetecía. Ellos eran
era tan invencible como su país. No tenían miedo. Pero se equivocaban: deberían haberlo tenido. Estaban en el lugar
adecuado en el momento equivocado;
pero, aunque se lo creían, no eran ni
John McClane, ni Rambo. Tanto la película como el libro han sido descritos
como “los primeros 20 minutos de Salvar al soldado Ryan”, pero durante
hora y media o más de 300 páginas.
Al principio todo fue bien. Los soldados se desplegaron según lo previsto,
tomaron los objetivos, y parecía que
controlaban la situación, aunque los
disparos eran cada vez más intensos y
los somalíes quemaban cada vez más
neumáticos, una forma de avisar a los
miembros de su clan de que hay jaleo y
necesitan refuerzos. Pero las cosas se
torcieron. Un miliciano somalí llamado
Aden (los detalles que proporciona
Bowden en su libro son realmente alucinantes) apuntó el cañón de su RPG
hacia arriba y disparó a un helicóptero
por detrás. Dio de lleno. Las calles empezaron a llenarse de gente y los soldados disparaban contra todo lo que se
movía. Otro helicóptero fue derribado,
La diferencia estaba en que los estadounidenses tenían miedo a la muerte, pero los guerrilleros somalíes no
unos predadores, unos vengadores duros, imparables e invencibles. Pensaban
que, después de seis semanas de rutina,
por fin iban a dar una patada de verdad
a algún culo somalí”.
Aquellos días de octubre, Mogadiscio era un violento caos: los miembros
de los clanes, armados hasta los dientes, circulaban por sus calles imponiendo su ley. Los cuarteles de Naciones Unidas y de las tropas estadounidenses eran objeto, casi de manera
constante, de fuego de mortero. Los potentes helicópteros Black Hawk y Little
Bird de EE UU sobrevolaban la ciudad,
y los enfrentamientos eran muy habituales. Los rangers y los chicos Delta
iban a meterse en mitad de aquel infierno, en la zona que dominaba el clan
de Aidid, para atrapar a sus lugartenientes y salir pitando de allí en menos
de una hora. Se deslizarían con cuerdas
desde los helicópteros, y unos se dedicarían a la caza y captura mientras
otros aseguraban la zona. No tenían
miedo. Nadie había sido capaz de derribar sus pájaros blindados. Tenían el
mejor armamento. Habían sido entrenados para entrar en combate y sus oficiales les habían convencido de que
eran los mejores. Creían que su fuerza
22 EPS
un convoy que partió para rescatar a los
supervivientes se perdió en el laberinto
de Mogadiscio. Los soldados quedaron
atrapados toda la noche en un auténtico Fort Apache mientras aumentaban
las bajas y no se podía evacuar a los heridos. Tardaron más de doce horas en
rescatarlos, con un convoy inmenso
formado por decenas de vehículos;
pero no lograron impedir que los somalíes, enfurecidos, arrastrasen los
cadáveres de dos soldados por las calles. El piloto Mike Durant fue capturado, aunque Aidid acabó por soltarle
11 días más tarde.
La diferencia estaba en que los estadounidenses tenían miedo a la muerte, pero los guerrilleros somalíes no. El
sargento Eversmann relató una de las
tácticas de combate del enemigo: para
hacer emboscadas se colocaban a los
dos lados de la calle y disparaban a saco
contra los vehículos que pasaban por
allí, con el peligro de alcanzar a los suyos. “Tuvo la sensación de que aquella
gente no respetaba ni su propia vida.
¡Les importaba un bledo!”, escribe. Los
rangers y los chicos Delta eran realmente duros –les arrancaban de un disparo un dedo (que quedaba colgando),
se ponían una venda y seguían luchando–, su forma física era impresionante
y sus equipos eran insuperables; pero
los tipos que tenían enfrente se contaban por miles y estaban dispuestos a
dejarse la piel. Estaban hartos de los
helicópteros, que al volar a baja altura
levantaban los tejados de hojalata de
sus casas; de los extranjeros, y desde
luego no iban a admitir que capturasen
a sus jefes en el salón de su casa.
Además del relato de las tácticas
militares, de la sensación de peligro y
de batalla que logra transmitir a los lectores, en el libro de Bowden hay dos cosas especialmente alucinantes: no hay
un solo soldado anónimo y la minuciosidad con la que describe las heridas
que sufrieron las tropas. Un ejemplo:
“Kowalewski era nuevo en la unidad y
discreto. Acababa de conocer a una
muchacha con la que quería casarse y
había expresado su intención de dejar
el regimiento apenas finalizado aquel
despliegue, al cabo de unos meses. Su
sargento quería que se quedara. Minutos después de que Othic se deslizara
junto a él recibió un balazo en el hombro. […] Othic forcejeaba en el reducido
espacio para aplicar un vendaje al conductor cuando les alcanzó el RPG. Les
llegó por la izquierda, cercenó el brazo
izquierdo de Kowalewski y se incrustó
en su pecho. No explotó. El misil, de
más de sesenta centímetros de largo, se
absorbió dentro del muchacho: las aletas le sobresalían por su costado izquierdo bajo el brazo perdido, la punta
asomaba por el costado derecho. Estaba
inconsciente, pero con vida”.
Kowalewski nunca se casaría, Bill
Clinton tardó unos pocos meses en retirar a sus soldados de Somalia, los responsables de las tropas estadounidenses fueron poco a poco retirándose de la
carrera militar, los lugartenientes de
Aidid fueron liberados. Muchos de los
que participaron en la batalla del Mar
Negro están ahora en Afganistán o preparando una nueva y desconocida intervención. Aquellas horas del 3 al 4 de
octubre de 1993 quizá cambiaron la historia. Si Estados Unidos no hubiese salido con una sensación de derrota, tal
vez las cosas, incluso el 11 de septiembre, hubiesen sido diferentes. Lo que sí
cambió es la existencia de los 18 estadounidenses y cientos de somalíes que
murieron aquel día. De eso es de lo que
va la guerra. ●
*
La película ‘Black Hawk derribado’ se
estrena en España el 22 de febrero.
El libro de Mark Bowden ‘La batalla
de Mogadiscio’ se publica la semana
que viene por RBA.
ASÍ MATA
UN ‘NAVY SEAL’
Howard E. Wasdin es hoy un apacible médico que vive en una casa
al sur de Georgia. Pero formó parte del Team Six de los Navy SEAL,
el más mortífero comando estadounidense que hace un año acabó
con la vida de Bin Laden en Pakistán. Por primera vez sale a la luz el
testimonio de un miembro de esta unidad de élite. Esta es su vida.
Por QUINO PETIT
“LA DECISIÓN ES MÍA”.
Ese es el lema de los francotiradores del Team Six de los Navy
SEAL. “Yo decido cuándo debe
caer un objetivo en la mirilla de
mi fusil”. A la izquierda, Howard
E. Wasdin en un entrenamiento
a bordo de un buque y
en un retrato actual.
eso. En serio: ahora solo disparo a objetivos
de papel de periódico”.
La imagen del doctor Wasdin dista hoy
mucho de la de aquel francotirador guaperas del Team Six de los SEAL que se encaramaba a los tejados de Mogadiscio con un
lanzagranadas al hombro. No ha resultado
fácil tenerlo al otro lado
del teléfono. Tras varias
tentativas que acabaron
posponiendo la conversación, su voz retadora
llega finalmente desde
la consulta médica donde presta servicios. Entre la avalancha de libros
(como Manhunt, del periodista Peter Bergen),
documentales y películas (como Acto de valor, protagonizada por navy seals en activo,
o la versión de Hollywood sobre la Operación Lanza de Neptuno, que ha contado con
asesoramiento de la CIA y el Pentágono), de
las que vamos teniendo noticia en el primer
aniversario de la muerte de Bin Laden, el
doctor Wasdin ha publicado ahora en caste-
“NO CREO QUE NINGUNA
MUJER PUEDA SUPERAR
LAS PRUEBAS DE ACCESO. Y
SERÍAN UNA DISTRACCIÓN”
actual retiro en la vida civil, sigue estando
fuertemente armado con todas las modalidades de pistolas y rifles que pueden custodiarse legalmente en una vivienda de Estados Unidos. Pero el único destinatario de
los balazos de sus semiautomáticas Sig
Sauer sería hoy algún despistado que osara
pisar su jardín. “Bueno, ¡ja, ja, ja! No escriba
Fotografía de John Moore (Getty Images) | Editorial Crítica
E
l 6 de mayo de 2011, cinco días
después de que un comando del
Team Six de los Navy SEAL acabase con la vida de Osama bin
Laden en Pakistán, el presidente
estadounidense, Barack Obama, viajó hasta
la base del 160º Regimiento en Fort Campbell (Kentucky). Obama quería felicitar personalmente a los ejecutores de la Operación
Lanza de Neptuno que él mismo ordenó
para capturar o matar al líder de Al Qaeda.
Cuando estuvo frente a los hombres que llevaron a cabo la misión, el mandatario y premio Nobel de la Paz dijo: “Son ustedes, literalmente, la mejor fuerza reducida de
combate que jamás ha existido en el mundo”. Pero, como contó el periodista Nicholas Schmidle en The New Yorker, lo que el
presidente no les preguntó fue quién había
realizado el disparo mortal que acabó con el
enemigo público número uno de Estados
Unidos. Ellos tampoco se ofrecieron a decírselo. De no haberse retirado como francotirador del mismo Team Six de los Navy SEAL
hace años, Howard E. Wasdin podría haber
sido ese hombre que mató a Bin Laden.
El señor Wasdin es hoy un apacible qui-
ropráctico que atiende a 150 pacientes semanales y vive en una casa con jardín al sur
de Georgia. Cuando era joven jamás imaginó que llegaría a celebrar su 50º cumpleaños hace unos meses. Su destino como
miembro de la más mortífera fuerza armada de élite estadounidense parecía escrito
bajo un sencillo esquema: vivir deprisa, morir joven y dejar como todo legado un lustroso cadáver. Estuvo a punto de cumplir
ese guion en 1993, durante la infernal batalla de Mogadiscio (Somalia). A pesar de su
SOBRE LOS TEJADOS DE ‘MOG’.
Arriba, miembros del Team Six
de los Navy SEAL en un tejado
de Mogadiscio (Somalia). A cara
descubierta y en la foto de abajo,
Howard E. Wasdin. A la izquierda,
un ‘seal’ realizando la puesta
a punto para una operación.
llano el relato donde plasmó con ayuda de
Stephen Templin sus memorias como francotirador de la misma unidad de élite que
liquidó al líder de Al Qaeda. Bajo el título de
Seal Team Six (Crítica), Wasdin rememora
con el vertiginoso ritmo de un thriller sus
años en el cuerpo de los caballeros Jedi de
los equipos de la Marina de Estados Unidos
de Mar, Aire y Tierra (SEAL es acrónimo de
Sea, Air, Land). Es la primera vez que sale a
la luz el testimonio de un miembro de esta
unidad, cuyo alcance sintetiza el propio
Wasdin: “Cuando la Marina de Estados Unidos envía a su élite, manda a los SEAL. Cuando los SEAL envían a su élite, mandan al
Team Six de los SEAL, el equivalente de la
Marina a la Delta Force del Ejército de Tierra, que tiene encomendada la misión de
antiterrorismo y antiinsurgencia”.
Son la élite de la élite militar. Solo los
mejores de entre los mejores han logrado
integrar sus filas. Para ellos, el único buen
día fue ayer. Hoy puede ser el último. Actúan siempre en secreto como una fuerza
de ataque ultrarrápido que maneja el factor sorpresa como estrategia básica. Los coASÍ MATA UN ‘NAVY SEAL’
mandos especiales estadounidenses Navy
SEAL nacieron como una apuesta de John
Fitzgerald Kennedy a principios de los sesenta para acciones de contraterrorismo.
Tras el intento fallido en 1980 de rescatar a
unos rehenes estadounidenses de la Embajada de EE UU en Teherán, se creó el Team
Six bajo mandato de Carter para seleccionar a los mejores entre los SEAL: el All Star
Team, especializados en el rescate de rehenes en localizaciones marinas, complemento a la seguridad de bases militares y embajadas y apoyo de operaciones de la CIA. No
admiten mujeres. Las especulaciones sobre
el número de miembros son constantes, así
como todo lo relativo a presupuesto, organización y operaciones. “No puedo hablar
de nada relacionado con cifras o capacidades”, dice el doctor Wasdin desde Georgia. “Como sabe, es muy difícil superar el
adiestramiento de los SEAL. En el Team Six,
aproximadamente el 85% de aspirantes son
descartados. Personalmente no creo que
ninguna mujer sea capaz de superar las
pruebas. E incluso si consiguieran entrar,
supondrían una distracción en combate.
Cuando entras en acción, no quieres pensar
EL PAÍS SEMANAL
57
en nadie salvo el enemigo. En cuanto al presupuesto, solo puedo decir que cuando yo
servía en el Team Six se estimaba que el dinero empleado en balas de 9 mm durante
un año superaba a todo el presupuesto balístico de los marines estadounidenses”.
Como explica el doctor Wasdin, la mayoría de las misiones del Team Six permanecen
ocultas al público en general, a sus propias
familias y a los otros compañeros seals. No
ocurrió así con la Operación Lanza de Neptuno, que acabó con Bin Laden en Pakistán
durante la noche del 1 al 2 de mayo de 2011.
Las informaciones al respecto revelaron que
nueve años, siete meses y 20 días después
de los atentados del 11-S, un miembro del
Team Six tuvo a tiro al líder de Al Qaeda en
una casa de la localidad paquistaní de Abbottabad. El primer balazo le alcanzó en el pecho. Mientras caía, el seal disparó por segunda vez, acertando en el ojo izquierdo. Acto
seguido empuñó la radio e informó: “Por
Dios y por mi país, Gerónimo, Gerónimo,
Gerónimo… Gerónimo EKIA [Enemy Killed
In Action, enemigo muerto en acción]”.
tras liquidar a bin laden y a otros habitantes del complejo de Abbottabad, los seals
se incautaron de más de 6.000 documentos,
algunos de los cuales han sido recientemente publicados por el Centro de Lucha contra
el Terrorismo de West Point. Las llamadas
cartas de Abbottabad han revelado que los
últimos días de Bin Laden no correspondían
con los de un supuestamente avezado estratega del yihadismo mundial, si bien el capo
de la organización terrorista Al Qaeda seguía
planificando ataques contra Estados Unidos.
Y ese es precisamente el objetivo principal
de los SEAL. Un quehacer que el doctor Wasdin sintetiza desde su propia experiencia:
“Cuando fui navy seal, ayudaba a mantener
Estados Unidos libre de terrorismo. Ahora,
como doctor, creo que sigo ayudando a la
gente. Pero sin pistola”.
Howard E. Wasdin llegó al mundo el 8
de noviembre de 1961 en Florida. Su madre
le parió a los dieciséis años en una clínica
pública y le llevó a casa en una caja de zapatos. Ella trabajó duro en una fábrica de costura para mantenerle a él y a sus hermanas
mientras que su padre biológico tomaba las
de Villadiego. Quien acabó siendo su padrastro, de nombre León, acostumbraba a
abofetearle hasta hacerle comerse su propia
sangre. Tras reclutarse en la Marina, acabó
picando la puerta de un oficial y solicitó que
le destinasen a las temibles pruebas BUD/S,
58
EL PAÍS SEMANAL
el training de los SEAL, para reengancharse
antes de que terminara su contrato. La respuesta del oficial al mando fue: “Coge el dinero, vuelve a casa y acaba tus estudios. No
tienes ni idea de lo que hace falta para convertirse en un seal”. Finalmente le destinaron al BUD/S y superó todos los retos, cámara hiperbárica de presión incluida. Fue el
único de cientos de candidatos en lograrlo.
Entre las lindezas que tuvo que superar estaban desafíos con nombres como Prueba de
ahogamiento y Semana del infierno. Hipotermias, espasmos, escalofríos… buceo, técnicas de navegación submarina y de sabotaje de
embarcaciones… “¡Hooya!”. El grito de guerra estadounidense ruge en las
memorias del doctor Wasdin, quien proclama en el
libro Seal Team Six que
todo ese adiestramiento
tiene como fin convertirles
en armas humanas que no
conocen la palabra rendición. “El nuestro es un código no escrito: es mejor
quemarse que apagarse, y
hasta el último aliento nos
llevaremos por delante
tantos enemigos como podamos”.
Para lograr tales propósitos, el doctor Wasdin recuerda la actitud convertida en tradición de los SEAL:
“Dame una patada en los cojones,
que lo puedo aguantar”. No está de
más añadir enseñanzas como
aprender a construir una cueva de
nieve cuando la temperatura exterior ronda los 40 grados bajo cero o
acumular experiencias de este tipo:
“Si nunca has estado tumbado en un
charco llevando un traje ghillie empapado, con la lluvia aporreándote y
el viento aullando, mientras intentas
concentrarte en tu mira y hacer tu
trabajo, estás perdiéndote una de las
mejores cosas de la vida”. Así fue
como Wasdin se convirtió en WazMan, su apodo mientras perteneció a
los comandos especiales estadounidenses. “El entrenamiento nunca acaba. Pasas el resto de tu vida haciendo
de ti mismo un arma de alta precisión”.
Mucho más casado con los SEAL que
con su propia familia, Wasdin quiso convertirse en francotirador de la élite absoluta del
Team Six tras formar parte del Team Two.
“En mi búsqueda incesante hacia ser el mejor de los SEAL, decidí ingresar en la acade-
MATAR A BIN LADEN.
Los ‘navy seal’ que liquidaron a Bin
Laden en una casa de Abbottabad
(Pakistán, imagen del centro)
destruyeron uno de los helicópteros
accidentados durante la misión.
Sobre estas líneas, Howard E. Wasdin.
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“EL ENTRENAMIENTO NO
ACABA NUNCA. PASAS TU
VIDA HACIENDO DE TI MISMO
UN ARMA DE PRECISIÓN”
El mal recuerdo de lo que pasó en Mogadiscio el 3 de octubre de aquel año permanece todavía en el imaginario bélico
estadounidense. Las milicias del señor de
la guerra Aidid lograron abatir dos helicópteros Black Hawk durante un enfrentamiento con las tropas de EE UU desplegadas en Somalia, que sufrieron 18 bajas.
Clinton ordenó a partir de entonces la retirada total de la zona. A pesar de que Black
Hawk derribado, la trepidante película
MISIÓN NOCTURNA. Miembros de los Navy SEAL estadounidenses esperan la orden
de comenzar una incursión para capturar líderes insurgentes en Fallujah (Irak).
donde Ridley Scott recreó aquel combate
de manera magistral, no menciona la presencia de los miembros del Team Six, el
doctor Wasdin estuvo allí con otros soldados de esta unidad. Combatió codo con
codo con los Delta Force y no duda en reconocer la extraordinaria valía de esta otra
fuerza de élite estadounidense, “a pesar de
que a muchos seals no les gustaría oír algo
semejante”. Asegura que no le afectó personalmente que el Team Six quedara omitido en la exitosa versión hollywoodiense
de la batalla de Mogadiscio. Tenía 32 años
y le faltó poco para palmarla, cumpliendo
el guion previsto desde que entró en los
SEAL. Volvió a casa con tres balazos y estuvo a punto de perder una pierna. Nada volvió a ser lo mismo para él.
wasdin afrontó el principio del fin con
resignación. También admite la dificultad
de estar más de un decenio sirviendo a ese
nivel. Como muchos otros colegas que no
murieron ni acabaron entrenando a los
recién llegados o trabajando para el sector
bélico privado, se recicló en la vida civil.
En su caso, a través de la medicina. Padre
de familia, casado en segundas nupcias,
seguidor de la fe cristiana y políticamente
declarado como un “independiente” que
odia “a los medios de comunicación progresistas”, no se arrepiente de nada de lo
que hizo en combate. Lo que más echa de
menos de aquellos años como intrépido e
implacable francotirador es la adrenalina.
“Sobre todo extraño mucho saltar de un
avión en plena noche a 27.000 pies de altura. Ya sabe, ese tipo de cosas que ningún
ser humano en sus cabales haría. Somos
los tipos mejor entrenados del planeta. Es
algo muy superior a pertenecer al equipo
que gana la Superbowl o la Copa del Mundo de fútbol. Podríamos cascar cualquier
día. No hay ningún deporte profesional ni
conozco ninguna otra sensación que se
parezca a eso”.
–Si mira hacia atrás, ¿cree que usted habría acabado convirtiéndose en francotirador del Team Six de los SEAL de no haber
recibido toda aquella violencia y maltrato
por parte de su padrastro cuando era niño?
–Esa es una buena pregunta. No sé si
tuvo algo que ver. Lo que está claro es que
todo aquello, en vez de anularme, fortaleció
mi actitud a la hora de soportar el dolor. Mi
carácter se forjó a base de no abandonar jamás. Ni ante nada ni ante nadie. 쎲
Fotografía de John Moore (Getty Images)
lo. Llegados a este punto, nadie diría que
Pakistán estuvo refugiándolo. Pero aceptando el hecho de que estaban ocultando al
hombre más buscado del planeta, ¿por qué
debería importarle a ellos o a cualquiera
que fuéramos a Pakistán y lo trincásemos?”.
El doctor Wasdin habla como si aún llevara los 45 kilos de equipo y el armamento
de alta precisión de un seal del Team Six.
Describe en primera
persona del plural las
acciones de esta unidad, acaso en un arrebato de añoranza por
no seguir sirviendo en
ella. Donde sí participó
hasta las últimas consecuencias fue en la
Operación Serpiente
Gótica, que acabó convertida en la afamada batalla de Mogadiscio.
De los recuerdos de aquella misión para
capturar al señor de la guerra somalí Mohamed Farrah Aidid y a sus lugartenientes
queda constancia en sus memorias con definiciones espeluznantes de apenas un par
de renglones: “Mogadiscio olía a orín y excrementos humanos mezclado con ese olor
tangible a hambre, enfermedad y desesperanza”. El 5 de septiembre de 1993, los
miembros del Team Six desplegados en la
capital de Somalia tuvieron a tiro al señor de
la guerra Aidid. Pero la petición de disparar
fue denegada.
–¿Cree que si aquel día hubieran recibido la orden de disparar contra Aidid habría
sido posible evitar la batalla de Mogadiscio
un mes más tarde?
–Sí, porque habría sido liquidado o capturado. Mi opinión personal es que, llegados a
ese punto, el Gobierno del presidente Bill
Clinton estaba desesperándose por sacarnos
de allí. Desde ese día, el gran error que cometimos fue salir a patrullar a la luz del sol.
tenían experiencia en operaciones a larga distancia, baja altura y con gafas de
visión nocturna. Mientras, 100 pilotos
del Ejército que estaban mucho más rodados se quedaron en tierra”. Tras Desert One, Beckwith fue apartado de Delta Force y del generalato. Abandonó el
Ejército. Creó una empresa de seguridad, escribió un libro. Poco antes de su
muerte, en 1994, le preguntaron para
qué servía Delta Force: “Para pegarle
dos tiros en la cabeza a un terrorista sin
pensárselo dos veces”.
montaña. Es lo peor: debes pasar como
mínimo 10 días al mes viviendo en el
campo. Instrucción y orientación nocturna; buceo, esquí, manejo de todo tipo
de armas y explosivos. Lanzarte del helicóptero en rapel. La prueba de fuego
es pasar 15 días en el monte sin nada
que comer ni tienda de campaña. ¿De
qué te alimentas? Caracoles, raíces,
lombrices, pescas algo. Todavía no se ha
muerto nadie. Pero son circunstancias
en que el espíritu de equipo y las habilidades de cada uno son fundamentales
Delta Force sirve, según su
fundador, para “pegarle dos
tiros a cada terrorista”
Su discípulo favorito, el general
Schoomaker, relataba en 1997 su experiencia en Irán: “Esa noche aprendí que
en operaciones especiales debes ser capaz de hacer lo que dices que sabes hacer. Ni más ni menos. En un momento
de crisis, si has mentido, todo se puede
venir abajo. Siempre he desconfiado de
los machos. Aquellos pilotos que decían
que eran los mejores volando de noche
y resulta que sólo habían entrenado 15
horas al año. La jodida diferencia es que
hoy tengo gente con 4.000 horas de vuelos con gafas de visión nocturna; y aparatos especializados en volar por la noche; y un programa de entrenamiento;
y los medios para llevarlo a cabo”.
Solos, sucios, hambrientos. Rodeados por el enemigo. El entrenamiento es
lo único que puede salvar la vida de un
comando en acción. Un boina verde español habla de una fase de endurecimiento con marchas diarias de 30 kilómetros con 40 kilos a la espalda; gimnasia y natación. Un par de horas diarias
de defensa personal hasta tener al menos cinturón rojo. “Luego te metes en la
para sobrevivir. Por eso, siempre son
bienvenidos a tu grupo los guarnicioneros, curtidores, carniceros…”.
“Es imposible fabricar comandos
en masa”, suele pregonar Peter Schoomaker. Según su teoría, cada soldado es
único e irremplazable. Es demasiado
caro en tiempo y dinero formar a un
profesional de operaciones especiales.
En Estados Unidos, la formación de
las fuerzas especiales de cada Ejército
se lleva a cabo en una base distinta. Los
Rangers, Boinas Verdes y Delta Force,
en Fort Bragg. Un micromundo polvoriento a las afueras de Fayetteville (Carolina del Norte). Creado al filo de la
Primera Guerra Mundial, el segundo
acuartelamiento más grande de Estados
Unidos alberga 150.000 personas, a las
que hay que añadir los profesionales de
la vecina base aérea de Pope. Miles de
hectáreas. Muchas adquiridas a los Rockefeller. Escasa vegetación. Tráfago de
helicópteros. Todo tipo de instalaciones
militares, incluyendo el acuartelamiento de Delta Force, rodeado de dos barre-
ras de alambre de espino. Tiendas, iglesias, un campo de golf, cines, escuelas.
Una unidad específica con la función de
reforzar la moral de las familias cuando sus miembros entra en combate. Sin
olvidar la universidad de las Operaciones especiales: la Escuela JFK de Guerra Especial, en la que se entrenan cada
año 10.000 alumnos de todo el mundo.
Por ella han pasado los profesionales de
la Contra nicaragüense y fuerzas paramilitares de toda Latinoamérica. En
Fayetteville viven tantos antiguos veteranos de Vietnam que la llaman fayettenam. Es el gran templo de las operaciones especiales. “Testosterona en bruto”, según la definición del periodista
Tom Wolfe.
Los comandos del Ejército del Aire
son adiestrados en Hulburt Field (Florida); los Seal de la Marina, en la Base
Naval Coronado (California). Entrenan
seis meses en condiciones de dureza extrema. El adiestramiento de sus oficiales dura un año. Los aspirantes son sumergidos en agua helada hasta la hipotermia; arrastran lanchas de goma
entre los rompeolas; sufren interrogatorios al borde la tortura, y llegan a ser
disparados desde los lanzatorpedos de
un submarino: una experiencia no apta
para personas con claustrofobia perfecta para que los comandos alcancen por
mar las líneas enemigas. Otra de sus habilidades es la infiltración con paracaídas HALO (high altitude, low opening).
Saltos a 8.000 metros con caída libre
hasta los 600 metros del suelo para no
ser detectados, que se realizan con botellas de oxígeno y que en ocasiones
acaban con la rotura del paracaídas y la
muerte del comando.
¿Cuál es el fin de tanto entrenamiento? Según un oficial de operaciones especiales español: “Que adquieran
fuerza y estabilidad emocional. Tan importante es lo uno como lo otro. Que
piensen; que analicen. Que tengan disciplina y madurez. Que tomen decisiones sobre la marcha. No queremos un
Guerrilleros españoles
Aunque algunos oficiales de operaciones especiales españoles buscan las raíces de su actividad en Viriato y El
Empecinado, la realidad es que los actuales guerrilleros
del Ejército español nacen en 1956 en la Escuela Militar
de Montaña de Jaca, Huesca. Hasta 1962, la formación
de operaciones especiales sólo se realizaba con oficiales.
Es a comienzos de los sesenta cuando el capitán Javier
Calderón es encargado de organizar las primeras compañías. El modelo era el americano, aunque sin perder de
vista el trabajo de los partisanos griegos.
Hasta 1979 había en España 20 compañías (COE).
Su trabajo era autónomo. Dependían directamente de los
capitanes generales, que podían decidir, por ejemplo, que
prestaran protección especial durante el juicio a miembros
de ETA en Burgos, en 1970. En 1979, las compañías se
disuelven y se organizan en tres grupos (GOE), con sede
en Barcelona, Valencia y Ronda (Málaga). En 1999 sus
2.000 hombres se funden en un mando único (MOE),
bajo la dirección de un general de brigada, en Rabasa (Alicante), y a las órdenes del jefe del Mando de Maniobra.
El Ejército del Aire tiene una fuerza de operaciones especiales, la Escuadrilla de Zapadores Paracaidistas (muy
activa en Bosnia y Kosovo), y la Armada, una unidad propia integrada en la Brigada de Infantería de Marina. ●
V
amos siempre por delante.
Entre penumbras. Sin llamar la atención.
Nuestro trabajo se inicia antes de que haya
tiros. Cuando nadie prevé una crisis. Y
cuando parece que empieza el conflicto, no
es así: había empezado mucho antes…
pero nadie se había dado cuenta”.
Fort Bragg. Carolina del Norte. Abril
de 1980. Cindy Petroski nunca olvidará el
día que descubrió que su marido era un
oficial de Delta Force, la unidad de combate más opaca y mortífera del Ejército americano. La élite de la élite. Un cuerpo cuya
existencia el Pentágono nunca reconoce.
De la noche a la mañana, Peter J. Schoomaker, un atractivo oficial de infantería de
34 años, 1,90 de altura y 120 kilos de peso,
jugador de fútbol americano y veterano de
Vietnam, se veía obligado a confesar a su
mujer su verdadera ocupación: “Cariño,
soy comandante de un escuadrón de las
fuerzas especiales”. La revelación tenía
sentido: horas más tarde, el mayor Schoomaker y su equipo partían con dirección a
Irán para rescatar a 52 estadounidenses secuestrados en noviembre de 1979 por seguidores del ayatolá Jomeini. El último envite del presidente Jimmy Carter para despachar la crisis. “Nunca pensamos que
Carter iba a tener cojones para seguir adelante”, declaraba años después el coronel
Charles Beckwith, director de la operación
y creador de Delta Force en 1977. Una misión suicida en la que muchos no creían.
Con razón. Fue un completo fracaso.
Madrugada del 25 de abril de 1980 en
un punto indeterminado del desierto iraní
denominado Desert One por los servicios
de inteligencia. Una columna de fuego se
eleva al cielo rompiendo la oscuridad de la
noche. Explosiones. En aquel momento,
Schoomaker llegó a pensar que ni los cuerpos de operaciones especiales ni su propia
carrera podrían superar la tragedia que se
desarrollaba ante sus ojos. Las llamas azules del queroseno consumían un helicóptero RH-53s del cuerpo de Marines y un
avión de transporte Hércules EC-130. Minutos antes se habían estrellado. Ocho comandos carbonizados. Trece con quemaduras. Imposible llegar a Teherán en esas
condiciones. Había que abortar la operación. A la carrera, los supervivientes ocuparon el otro Hércules. Mientras el avión
se deslizaba sobre la pista de tierra, aún
pudieron contemplar la chatarra humeante iluminando el perfil de los cuatro helicópteros abandonados intactos.
62 EPS
Esa misma noche, la red de espionaje
estadounidense aún existente en Irán era
desarticulada. Y los rehenes, dispersados
por todo el país. El fracaso le costaría a
Carter la reelección con ocho millones de
votos de diferencia. Y propiciaría la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca. El
21 de enero de 1981, el mismo día de su juramento, los secuestrados eran liberados
tras más de un año de cautiverio. Era el
epílogo de la Operación Eagle Claw.
“… Al morir sus hijos vendrán / llevarán Boinas Verdes / para luchar / por la
libertad”. Diecisiete años más tarde. Patio
de honor de Fort Bragg. Estados Unidos.
Atruenan los acordes del lacrimógeno
himno de las fuerzas especiales. Desfile de
banderas. Botas como espejos. El jefe del
Estado Mayor del Ejército inicia su arenga: “¿Quieren que les enumere las credenciales de este soldado? Todo lo que tienen
que saber es que ha combatido en Desert
One, Granada, Panamá, Irak, Haití…”. La
hoja de servicios de un auténtico oficial de
Operaciones Especiales. Protagonista en
todas las crisis de los últimos 20 años. Octubre de 1997. Peter J. Schoomaker recibe
más avezados en vuelo sin visibilidad.
Treinta mil hombres. Treinta mil máquinas de matar por tierra, mar y aire. Veinte mil más en la reserva. Buceadores y paracaidistas. Médicos. Un presupuesto de
750.000 millones de pesetas al año. Equipos
a medida. Aviones y helicópteros capaces
de volar a baja altura evitando el barrido
de los radares; con cañones mortíferos,
blindajes especiales y depósitos de combustible de emergencia. Lanchas ultraligeras que alcanzan los 50 nudos. Motocicletas de montaña. Las mejores gafas de
visión nocturna; equipos portátiles de
transmisión y cifrado. Confidencialidad
absoluta sobre sus adquisiciones. Efectivos desplegados en todo el mundo. Entrenamiento a fuerzas armadas en 90 países.
Reconocimiento tras las líneas enemigas.
Señalización de objetivos con láser para
que sean destruidos por la aviación sin
producir efectos colaterales. Localización
y destrucción de armas nucleares, biológicas y químicas…
Es un aperitivo. Las fuerzas de operaciones especiales son la punta de lanza de
las nuevas misiones de los ejércitos actua-
El Mando de Operaciones Especiales de EE UU tiene un presupuesto de 750.000 millones
su cuarta estrella de general. El máximo
grado al que puede aspirar un oficial en
Estados Unidos. Y la dirección del poderoso Mando de Operaciones Especiales, situado en la base aérea MacDill, en Tampa
(Florida). Su sueño hecho realidad. Un universo de posibilidades.
Y de ambigüedad. Un manual del Departamento de Defensa define así las operaciones especiales: “Aquellas llevadas a
cabo con medios militares no convencionales con el fin de conseguir objetivos políticos, económicos o psicológicos en terreno hostil. Se pueden realizar en guerra o
fuera de ella, de forma independiente o coordinadas con fuerzas convencionales.
Para su éxito requieren clandestinidad, encubrimiento o baja visibilidad. Difieren de
las operaciones convencionales en el grado
de riesgo físico y político que entrañan, en
la forma de operar, en la independencia del
soldado respecto a los apoyos clásicos y su
mayor dependencia respecto a las fuentes
de inteligencia y las fuerzas indígenas emplazadas tras las líneas enemigas”.
Ésa es la teoría. Para llevarla a la práctica, Rangers, Boinas Verdes, Delta Force.
Comandos Seal de la Armada, los pilotos
les. Luchar contra la droga en Latinoamérica. Capturar al general panameño Manuel Noriega; destruir plataformas de misiles Scud en Irak; asesinar al narco
colombiano Pablo Escobar. Acabar con el
dictador Raoul Cedrás en Haití. Atrapar
criminales de guerra en Bosnia. Acciones
antiterroristas dentro y fuera de sus fronteras. Actuaciones encubiertas (en las que
nunca se debe saber el promotor) en colaboración con la CIA. Para un teniente general español especialista en operaciones
especiales (y que pide anonimato, como la
mayoría de las fuentes de este reportaje):
“Unidades para hacer todo lo que no puedes hacer con una unidad convencional”.
–¿Al margen de la ética militar?
–Cuál es la ética militar? Lo de guerra
limpia es una ficción. Todas las guerras
son sucias. ¿O es que la guerra convencional es limpia? ¿Fue limpio el bombardeo
de Dresde? Eso sí, a la hora de intervenir
en una guerra irregular puedes pisar el
lodo intentando mancharte lo menos posible o ponerte a chapotear. Recuerde a los
boinas verdes en Vietnam y sus atrocidades. En cualquier caso, este tipo de guerra
irregular exige otro tipo de ética. Un comando no puede dejar prisioneros detrás
FOTOGRAFÍA: REUTERS, AGENCIA FRANCE PRESSE Y CORBIS
EN SILENCIO.
El entrenamiento y el
equipamiento son las
armas del comando. En
la imagen, adiestramiento con ametralladora.
EPS 65
LA CAZA
DEL HOMBRE
Son el ejército del futuro. Han aprendido de guerrilleros y terroristas. Pocos, bien entrenados y con un
equipamiento de ciencia-ficción, los comandos son
máquinas perfectas de matar destinadas a las nuevas
guerras irregulares. El conflicto mundial surgido el 11
de septiembre será su banco de pruebas. Por Jesús Rodríguez.
LOS NÚMERO UNO.
Los Rangers, o ‘boinas
rojas’, son la unidad más
numerosa de las fuerzas
de operaciones especiales de Estados Unidos.
En la imagen, durante un
entrenamiento.
60 EPS
FOTOGRAFÍA: AGENCIA FRANCE PRESSE
superman que se líe a bofetadas en un
bar. Lo que buscamos es un soldado que
piense que en ese bar puede tener problemas y le conviene no entrar. Esa es la
clave. Un comando no está para enfrentarse con nadie. Tiene que infiltrarse,
actuar y huir. Y así es como tendrán que
operar en Afganistán. Como decía Mao
(junto a Che Guevara, el gran maestro
de la guerrilla), la huida es parte de su
estrategia. Su actividad es dispersa y
descentralizada. Tiene que explotar las
vulnerabilidades del enemigo. Y rehuir
Otra forma de luchar. Su objetivo, crear
una opinión positiva en el territorio
enemigo a favor del bando propio. Difundir noticias sobre los cambios beneficiosos que está efectuado la potencia
invasora en el territorio ocupado. “Así
logras atraer al enemigo a tus filas o,
por lo menos, que deserte. En el caso de
Irak, el leitmotiv que se transmitía a los
iraquíes era el inmenso poder de la coalición a la que se enfrentaban, el aislamiento internacional en el que estaban
sumidos y las sanciones que les espera-
Según la doctrina de Mao, la
huida del guerrillero tras
actuar es parte de su trabajo
el combate porque está en inferioridad
de condiciones”. ¿Cuáles son las condiciones para que una operación tenga
éxito? Según un mando de Infantería de
Marina: “Simplicidad, seguridad, sorpresa, rapidez y un propósito claro”.
La cuestión no es pegar tiros. “De
hecho, cuando hay tiros es que algo ha
ido mal”, explica un coronel español.
Seguramente la parte menos conocida
de las operaciones especiales son las
denominadas “operaciones psicológicas”, una materia que también se imparte en la Escuela JFK de Fort Bragg.
ban. Las fuerzas de operaciones psicológicas lanzaron 29 millones de octavillas y realizaron retransmisiones de
televisión y radio durante 40 días. Consiguieron que unos 70.000 soldados iraquíes se rindieran sin presentar batalla”, afirma un oficial español.
Dos jefes del Ejército español coinciden en alabar la forma en que EE UU
está tratando a la Alianza del Norte de
Afganistán con envíos de material humanitario: “Repartir alimentos en vez
de armas es un buen ejemplo de guerra
psicológica. Estás premiando zonas afines y aislando focos rebeldes. Estás
creando un efecto psicológico, igual que
hace el terrorismo. No derrotas al enemigo, pero le desestabilizas. Y, al mismo
tiempo, le aterrorizas destrozando sus
centros de mando, control y comunicaciones. La tercera pata es entrenar a un
ejército nativo que se enfrente a sus
compatriotas. La cuestión es atraer a
una facción del país a tus filas, o, por lo
menos, que entiendan tu posición y te
ayuden. Y, sobre todo, te presten información. Es imposible una guerra de
guerrillas sin nativos ni información”.
“Y eso no lo han sabido hacer los
americanos nunca”, analiza un teniente general español. “Ni en Vietnam,
donde se granjearon la enemistad de la
población que les veía como invasores,
ni en Centroamérica. Ahora veremos si
han aprendido algo de Mogadiscio (Somalia), donde entraron en 1993 en plan
sheriff (el almirante Howe ofreció 20.000
dólares por la cabeza de Aidid) y salieron con 18 miembros de las fuerzas especiales en bolsas de plástico. Les faltó
la información y el ganarse a la gente”.
“Sobre el terreno, los comandos
americanos son impresionantes”, explica un coronel español. “Máquinas
muy precisas. Yo he trabajado con los
boinas verdes en medio de la montaña.
Y tener previsto un suministro por vía
aérea a las 00.00. Encender luces químicas para orientarles a las 23.55. A las
23.59 comenzar a escuchar los motores
SEIS HOMBRES SIN PIEDAD. La historia de las operaciones especiales: de izquierda a derecha, coronel David Stirling, coronel Charles Beckwith, general Hugh Shelton, general Peter Schoomaker, general Michael Rose y general Pervez Musharraf.
Comandos con historia
Todo empezó con David Stirling, un oficial británico que
en la convalecencia tras un accidente en paracaidas ideó
una fuerza pequeña, rápida y que utilizara el factor sorpresa para debilitar al mariscal Rommel en el norte de África. Era 1941. Había nacido el Special Air Service (SAS).
Su primer éxito, destruir 61 aviones alemanes en diciembre de 1941. En 1990 fue nombrado caballero por la reina. En 1962, un oficial americano estuvo un año entrenando con esta unidad británica. Era Charles Beckwith.
Tras pasar por Vietnam como boina verde, se empeñó en
crear una unidad antiterrorista en Estados Unidos Asesinos sin contemplaciones. Lo logró en 1977 con Delta For-
ce: seleccionados entre los mejores rangers y boinas verdes. Tras el fracaso de la operación para liberar a los rehenes de Irán, en 1980, Beckwith fue apartado del mando. Sus discípulos fueron Hugh Shelton y Peter Schoomaker. Los dos llegarían a la cima del Ejército de EE UU.
El primero, como presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, y el segundo, como jefe del Mando de Operaciones Especiales. De su nivel en el Reino Unido, el general Michael Rose, que mandó el SAS en el conflicto de
las Malvinas. Sin olvidar a Pervez Musharraf, hoy jefe de
Estado de Pakistán, que siendo general de brigada dirigió
el Special Services Group en la guerra de Afganistán. ●
EPS 61
tubre de 1997, como presidente de la Junta
de Jefes de Estado Mayor fue la evidencia
de que las acciones de las operaciones especiales cotizaban al alza. En la carrera hacia el cargo, Shelton pasó por encima de generales de la brillantez intelectual de Wesley Clark o Joseph Ralston. Casi dos
metros, perfil pétreo, ex jugador de fútbol
profesional; boina verde en Vietnam; paracaidista en combate, Shelton ha ocupado
todos los puestos a los que un militar de acción puede aspirar en EE UU. Sin embargo,
en este general de cuatro estrellas también
se adivina un nuevo perfil de soldado-diplomático consciente de la importancia
política de cada acción militar y de la fiscalización de los medios de comunicación.
Lo demostró en 1994 al mando de la Operación Uphold Democracy, destinada a depoSoldados autosuficientes. La organizaner al general Raoul Cedrás, jefe de la sanción básica de los boinas verdes americagrienta junta militar de Haití.
nos son los A-Team: grupos de
Shelton convirtió un previsible
12 hombres en los que cada
baño de sangre en una operauno de sus miembros cumple
ción humanitaria: “Lo último
una misión concreta: armas,
que pude pensar es que nuescomunicaciones, explosivos,
tras fuerzas especiales acasanidad. Cada puesto está dubarían trabajando con el Ejérplicado ante posibles bajas en
cito de Haití en la pacificación
campaña. Sus operaciones dudel país en un ambiente de resran entre tres días y tres meses
peto mutuo”. Lo hizo bien. El
y exigen una profunda inmerpresidente Clinton tomó nota.
sión en territorio enemigo.
(Sin embargo, Hugh ShelUna vez localizado el objetivo y
ton no dirigirá la campaña de
ejecutada la acción, la cuestión
Afganistán. El 1 de octubre, en
es escapar. Se suele llevar a
plena crisis, pasó a la reserva y
cabo mediante helicópteros ráfue sustituido por el general
pidos y fuertemente armados.
del Aire Richard Myers. Pese a
Sus grandes rivales, los
todo, George W. Bush le ha conSeal de la Armada, creados por
servado como consejero: su exJohn F. Kennedy en 1963, están
periencia militar y política y
EQUIPOS A. La autonomía de cada grupo de comandos es una de
destinados a objetivos más rásu sangre fría serán básicas en
sus características. En la imagen, a bordo de un Black Hawk.
pidos. Más cercanos a las opeuna guerra irregular).
raciones antiterroristas. Sus
Los restos carbonizados de Desert One
misiones duran de tres horas a tres días y
teligencia que les proporcionen Pakistán y
fueron su trampolín. De Shelton, Schoola infiltración de sus pelotones de 16 soldaRusia”.
maker, Delta Force y del concepto de fuerdos suele hacerse desde el mar. Su compo–¿Están preparados los americanos?
zas especiales como pieza clave del ejércisición es secreta. Alrededor de 2.000 hom–En una fuerza irregular lo importanto del futuro. Había que reactivar las opebres que habrían actuado en Granada, golte es la moral; la disposición al sacrificio.
raciones especiales. Hacía falta un mando
fo Pérsico, Panamá, Haití y Bosnia.
Nuestros guerrilleros pasaban días enteros
único para enfrentarse a situaciones miliTodo apunta a que Afganistán será el
bajo tierra; solos; sin moverse, comiendo y
tares distintas a las de la guerra convengran banco de pruebas de este tipo de unihaciendo las necesidades allí mismo para,
cional. Una fuerza aérea propia, rápida y
dades. Sin embargo, la guerra de helicópllegado el momento, ejecutar su parte del
mortífera. Y miles de profesionales bien seteros, surgida en Vietnam y que se adapta
plan. Eso lo haces por motivación. Y los
leccionados, entrenados y equipados. En
perfectamente a las operaciones especia6.000 muertos de las Torres Gemelas pue1987, el Pentágono creaba el Mando de Opeles, puede pinchar en Ásia Central. Estreden proporcionar a los soldados americaraciones Especiales, de los tres ejércitos. El
chos cañones y tormentas de arena. Nieve
nos esa motivación que les ha faltado tanmítico coronel Charles Beckwith, creador
y ventiscas. Cordilleras de 4.000 metros. Un
tas veces. Por ejemplo, en Vietnam, donde
de Delta Force en 1977, analizaba así el frateatro de operaciones donde sus sofisticaperdieron la guerra en la retaguardia.
caso de Irán: “En 1980 no estábamos predos Little Bird y Black Hawk difícilmente
Operaciones baratas, ambiguas, opaparados. La coordinación fue un desastre.
podrán volar. Ese es el duro escenario de la
cas ante la opinión pública, sin efectos coNo era un equipo: era un rompecabezas.
primera guerra del siglo XXI: “La primera
laterales. Pocos ataúdes propios y cero
Había mandos de distintos cuerpos. El serguerra irregular de la historia”.
imágenes de niños muertos por los bomvicio de meteorología no previó la tormenAsí la define Joaquín Villalobos, ex cobardeos. La herramienta perfecta para enta de arena en la que se perdieron nuestros
mandante del Ejército Revolucionario del
frentarse a los nuevos conflictos no conhelicópteros. Y, sobre todo, los pilotos (una
Pueblo, de El Salvador. Villalobos combavencionales. El nombramiento del general
mezcla de marines, marinos y del Ejército
tió como guerrillero contra el ejército orHugh Shelton (un auténtico duro), en ocdel Aire) no sabían repostar en vuelo. No
ganizado en su país por Estados Unidos ende él porque pondrían en peligro su huida.
Un comando tiene autonomía absoluta.
La propia del soldado que pasa semanas en
territorio enemigo lejos de la cadena de
mando. Sin órdenes. Sin reglamentos. En
la operación Tormenta del Desierto, en
Irak, hubo comandos aislados de cualquier
contacto con el exterior durante un mes.
“Utilizan métodos de ataque similares a
los de los terroristas. Y tienen esa capacidad de minar la moral de sus víctimas. Ése
es su poder”, explica un coronel español.
Un ejército dentro del ejército. En el
campo de batalla suplen su desventaja
numérica con su preparación y equipamiento. Su arma es la sorpresa: tiempo, lugar y procedimiento. Y la movilidad.
FOTOGRAFÍA: REUTERS
tre 1981 y 1992. Sabe cómo luchan los boinas verdes. “Va a ser una guerra irregular,
sin frentes ni gran masa de fuerza. Una
guerra de fuerzas irregulares. Eso lo
aprendió EE UU en El Salvador: no puedes
combatir a un ejército irregular con un
ejército regular. Es la trampa en que cayeron, en Afganistán, el Reino Unido en 1839
y Rusia entre 1979 y 1989. Los rusos no
abandonaron Afganistán por las bajas ni
por falta de medios. Tenían de sobra. Pero
los muyahidin les hundieron la moral. Lo
mismo que el Vietcong a los americanos.
Los yanquis aprendieron la lección en El
Salvador. Al final, combatían a nuestra
guerrilla con guerrillas. Ésta va a ser una
guerra de guerrillas contra el Estado afgano, en la que EE UU tiene la ventaja de su
impresionante tecnología y para la que necesita el imprescindible suministro de in-
EPS 63
A LA CARRERA.
La guerra de helicópteros surgida de Vietnam
es pieza clave en las
operaciones de comandos. Arriba, gurjas en
Yugoslavia. Abajo,
comandos británicos
operando en el Congo.
del avión y a las 00.01 tener el paquete
en el sitio exacto. Increíble. Pero luego
les falta sensibilidad. No saben moverse entre la población civil. Tienen una
tecnología portentosa, cascos de kevlar
con vídeo; navegadores GPS; pero eso
no puede sustituir al hombre. No entienden más símbolos que los suyos. Y
dudo que sepan lo que supone el islam.
Un montón de rambos sueltos pueden
meter mucho la pata”.
De sus derrotas, los generales americanos han aprendido algo: el comando
do pasará un examen si, además de a
Afganistán, las fuerzas especiales son
enviadas contra otros supuestos santuarios del terrorismo islámico en Sudán, Libia, Indonesia o Yemen.
En esta táctica regional, las fuerzas
de operaciones especiales americanas
van a la zaga de los británicos. “Los ingleses del SAS son los expertos”, explica un militar español. “¿Su principal
cualidad? Pasar largos periodos detrás
de las líneas enemigas sin ser detecta-
Según los expertos, los
comandos del SAS son el
ejemplo a seguir por EE UU
no puede operar en Somalia igual que
en Panamá. Tiene que seguir la recomendación de Mao: “El guerrillero tiene que moverse en territorio enemigo
como pez en el agua”. Hoy toda la infraestructura de fuerzas especiales del
Ejército estadounidense está organizada de forma regional. Cada grupo de
operaciones especiales está especializado en una zona del mundo. Su entrenamiento y equipamiento es específico
respecto al terreno y condiciones que va
a encontrarse. Además, reciben clases
de idiomas y cultura de la zona del
mundo que les es asignada. Por ejemplo, el Primer Grupo de Boinas Verdes
está destinado al Pacífico; el Tercero, a
África; el Quinto, a Ásia Central; el Séptimo, a Suramérica. Todo este entrama-
dos. Se camuflan perfectamente. Y tienen una sensibilidad especial para
adaptarse, quizá por haber tenido muchas colonias y conocer territorios distintos y muchas razas y religiones. Saben ganarse a la gente. Se quitan la gorra se ponen una kufiya y se echan a
andar. En Afganistán pueden llevar meses infiltrándose y exfiltrándose”.
Según los expertos, el SAS (Special
Air Service Regiment) y su unidad
acuática (Special Boat Section) son el
ejemplo a seguir. Disciplinados y mortíferos. Sesenta años de vida. Una trayectoria que va desde los primitivos comandos de sir David Stirling contra el
mariscal Rommel en el norte de África,
en la II Guerra Mundial, hasta perseguir criminales nazis. Y de allí, a las sel-
vas de Malaisia y Borneo; las llanuras
de Omán; las desoladas islas Malvinas,
donde volaron un campo de aviación
con 11 aparatos argentinos en Pebble Island; Bosnia o Irak, donde su misión fue
destruir plataformas de misiles Scud.
El SAS fue el modelo del coronel
Charles Beckwith a la hora de crear
Delta Force y la primera unidad en entrenar fuerzas antiterroristas tras el secuestro y posterior carnicería de atletas
israelíes en Múnich, en septiembre de
1972. El SAS comenzó a patrullar intermitentemente en Irlanda del Norte a finales de los sesenta y a partir de 1974 de
forma continuada. Entre 1976 y 1987 ejecutaron a 25 miembros del IRA. Y fue
sangrienta la operación que llevó a cabo
un equipo de 16 hombres del SAS el 6 de
marzo de 1988, eliminando a tres activistas desarmados del IRA en Gibraltar.
La primera ministra, Margareth Thatcher, que había dado en persona la orden de actuar, les felicitó.
Los expertos consultados coinciden
en que en una guerra irregular, donde
prima la calidad sobre la cantidad, los
británicos van a tener un papel estelar.
Conocen bien el terreno. Conocen a los
muyahidin, a los que entrenaron a finales de los setenta. Conocen a las fuerzas
especiales paquistaníes, a las que amamantaron desde su creación. Para un
coronel español: “Van a tener un papel
protagonista en este tipo de operación”.
Puede ser la primera guerra irregular de la historia. Las fuerzas especiales
parten con ventaja. La sentencia es de
un general ruso que luchó en Vietnam:
“En una guerra irregular, el ejército regular, si no gana, pierde. En cambio, el
guerrillero, si no pierde, gana”. ●

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