MIGUEL ÁNGEL SAINZ

Transcripción

MIGUEL ÁNGEL SAINZ
MIGUEL ÁNGEL SAINZ
Mapi Gutiérrez
El presente capítulo no es un exhaustivo catálogo de obras, ni un estudio detallado de la
biografía de Miguel Ángel. Es, simplemente, un recorrido por su vida, en el que se intenta expresar o exponer la grandeza humana de su persona y la enorme trascendencia artística de
su obra. También se pretende acercar al lector a su recuerdo, a su comprensión y a un entendimiento de sus muchas obras de un modo global.
Su origen
Hablar de Miguel Ángel Sainz es contar una bella historia, la historia del genio más trascendental que ha dado nuestra tierra en todos los tiempos. Una historia de belleza, arte, humanismo e inteligencia.
Miguel Ángel nació el 4 de julio de 1955, en Aldeanueva de Ebro, La Rioja. Su infancia
transcurrió alegremente, como un niño más de Aldeanueva; fue el segundo de los seis hijos
del matrimonio formado por Jacinto Sainz, delineante de profesión, y Pilar Jiménez, ama de
casa. El padre, respetable y serio; la madre, amorosa y maternal. Cinco chicos y una chica,
nacidos los seis en nueve años, en una casa en la que siempre había actividad y bullicio.
Desde niño demostraba una viva inteligencia y una gran necesidad de saber y de observar todo lo que le rodeaba; era un niño muy activo, movido, inquieto, con una inagotable
curiosidad por todo lo que le rodeaba; era observador, con una mirada audaz, insistente y
tenaz; cuando quería algo, perseverante, murgón, no se le ponía nada por delante, ni castigos, ni prohibiciones, su necesidad de comprender o de investigar algo era superior a normas y costumbres. También era bastante travieso, lo cual llegaba a exasperar a su madre,
que trataba de controlar o encauzar este torrente de energía imponiéndole escarmientos
que no solían dar ningún fruto.
Desde muy pequeño comenzó a dar muestras de un don para el dibujo con el que nació
y que cada día se hacía más grande en él. Antes de entrar en la escuela, y se entraba con
cuatro años, en casa de Miguel Ángel había ya tres niños pequeños y otro en camino. Entonces la maestra del colegio, que era amiga de su madre, lo cuidaba por las tardes después
de clase, y el niño las pasaba dibujando libremente en la pizarra dibujos tan sorprendentemente buenos que permanecían temporadas en la pizarra porque la maestra no los quería
borrar.
Se puede decir que Miguel Ángel sabía dibujar antes de aprender a leer y escribir, en él
había cualidades fuera de serie, que necesitaba expresar y que surgían de él con una energía torrencial.
Además de dibujos infantiles en la pizarra de la escuela, dibujaba guerreros y batallas en
la tierra, encierros y vacas en las paredes de las cuadras, y algún que otro dibujo burlón.
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Desde los 4 años fue a la escuela con don Luis, y allí ya se estableció su categoría de dibujante. Sus compañeros solían pedirle que dibujara cualquier cosa y él la dibujaba sin inmutarse. Su padre, Jacinto, le proporcionaba láminas y materiales de dibujo, lo que
necesitara. Además del dibujo, también se interesaba por el color. En las Miguelinas compraba tintas de colores y las mezclaba entre ellas, formaba nuevos colores, las diluía con
agua, e investigaba, jugaba con ellas, y descubría y aprendía. Alternaba este aprendizaje con
sus inquietudes hacia el exterior, hacia el conocimiento del mundo que le rodeaba, y así
acompañado de otros niños y de sus hermanos, exploraba y se recorría el pueblo entero,
sus calles, el cementerio y todos los huertos, campos, trigales, pajeras, tapias y alcaceres de
los alrededores. Se bañaban en los estanques, recorrían el pozo del cura, se conocían todos
los mingranos, las higueras, los cerezos...
Como los demás niños, siempre estaba alrededor cuando en las casas se realizaba la matanza, cuando se asaban pimientos, cuando se embotaba melocotón o pera, cuando se hacían raldillas, rosquillas, dulce de membrillo y todos los dulces artesanos, husmeando y
pidiendo probar un poco... Cuando hacía una trastada mayor de las comunes, la abuela lo
encerraba en la despensa como castigo; entonces se le comía las rosquillas, se bebía un trago
de anís y después se quedaba felizmente dormido hasta que terminaba el castigo.
Pero de todos los lugares del pueblo siempre había uno que le atraía sobremanera, y
hacia el que sentía un respeto profundo: la iglesia.
En la iglesia Miguel Ángel niño se transformaba, allí encontraba unas sensaciones muy
profundas que le provocaban un arrebato interior, y recorría la iglesia y sus rincones prestando un interés especial a cada detalle. El mundo de pronto se detenía mientras contemplaba el retablo renacentista lleno de oro y personajes que siempre le arrancaban un susurro
de admiración. Observaba las misas y después las reproducía en casa con sus hermanos, a
los que ponía de monaguillos y él era don Máximo. Sus padres espiaban estas representaciones y veían tanto talento en él que su padre dijo a su madre: “Pili, estoy convencido de
que este muchacho nos llega a obispo”.
Debido a su interés e inquietud por todas las cosas, un domingo en misa se puso en la
fila de comulgar y de este modo comulgó antes de tiempo. Cuando llegó a casa, saludó a
su madre y le dijo: “mama, me he puesto en la fila y ya he comulgado”. (Su madre no supo
si darle un beso o una colleja).
En el Seminario
En 1966, a los 11 años, comenzó el bachillerato en el Seminario Conciliar de Logroño. Allí,
interno, se encauzó el torbellino que era Miguel Ángel. Comenzó a leer y a estudiar desde
muy pronto, y con la gran inteligencia y capacidad de esfuerzo y de trabajo que él tenía,
se estaba fraguando un gran intelectual, un gran humanista, un pensamiento tan profundo
con una mente tan despierta; tenía un lenguaje impropio de su edad, una sed insaciable de
conocimiento y una comprensión total de su entorno. En el estudio Miguel Ángel encontró
un alivio a sus necesidades, en cierto modo se serenó su espíritu, y fue dando forma a una
profunda espiritualidad que le acompañó toda la vida. En esos años le ocurrió algo extraño
físicamente, no se sabe a qué fue debido, pero se le cayó todo el pelo y llevaba siempre
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una gorra. Su madre lo llevó a varios médicos especialistas, recorrieron bastantes consultas para
ver qué es lo que tenía el chico,
pero no llegaron a encontrar ninguna solución, no se sabe si fue
por una muela, o fueron los “nervios”, pero tal como le vino se le
fue, y en unos años le volvió a
nacer el pelo.
Quienes le conocieron en los
años del Seminario veían la genialidad en él. Tanto profesores
como compañeros, notaban un
“aura” especial en Miguel Ángel y,
Equipo de fútbol “El Aldeano”. Miguel Ángel, portero.
dadas sus cualidades de pintor,
los profesores le proporcionaban
lienzos y acuarelas para que pintara, y ellos conservaban algunos de los cuadros que pintaba.
Además del estudio, en los veranos, Miguel Ángel continuaba siendo el mismo chico inquieto y activo, jugaba de portero en El Aldeano, formaba parte de la peña “Huracán Benítez”, y seguía recorriendo huertos, acequias y montes de los alrededores. Pintaba muchos
cuadros de paisajes y bodegones, que solía regalar a sus tíos y amigos.
Su vocación estaba dividida entre continuar en el Seminario y hacerse cura, o iniciar una
carrera de arte. Y el arte ganó. En 1972 abandonó el Seminario y estudió COU en Calahorra, y al año siguiente comenzó en Madrid los estudios de arte.
Entre la Academia Artaquio y Bellas Artes
En 1973, sin haber ingresado todavía en Bellas Artes, fue alumno de la academia Artaquio,
de Rosendo Loriente, donde acudía a clases de dibujo junto a estudiantes de Bellas Artes y
de Arquitectura. Allí fue perfeccionándose en el dibujo a la manera clásica, encajando, midiendo, realizando apuntes del natural, estudiando las sombras, dibujando reproducciones
en escayola de las más bellas esculturas griegas, el Discóbolo, el Niño de la Espina, Laocoonte…. Enseguida Rosendo se dio cuenta del talento del joven y le ofreció una beca y le
pidió su colaboración en las clases; así Miguel Ángel pasó de alumno a colaborador de la
academia en unos meses.
Al año siguiente, con 19 años, se matriculó en la facultad de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.
Miguel Ángel acometió los estudios de Bellas Artes con una fuerza y una energía inagotables, una absoluta concentración y dedicación. Desde el primer día hasta el último. Abordaba las asignaturas magistralmente, y sobresalía en todas las materias prácticas como
dibujo, geometría, pintura y escultura. Dominaba el color, el dibujo, la perspectiva y la com371
posición.
Centró los estudios de Bellas Artes en la pintura, y se licenció en esta especialidad con
Matrícula de Honor.
El corazón de Miguel Ángel y sus pasiones estaban soldados fuertemente a los paisajes y
la vida de Aldeanueva. Además de los ejercicios de clase, los primeros cuadros de temática
libre que pintó en la carrera están inspirados en paisajes aldeanos; olivos, pedregales, montes, el Agudo, Yerga, Cabizgordo, en los que está realizando profundos análisis del color,
del claroscuro, con colores quebrados, terciarios, muy complejos; pinta las Yasas, la torre
de la iglesia, atardeceres en el Agudo; en los trabajos incluye imágenes del retablo, la procesión de Semana Santa, nunca se separa de su pueblo, de su entorno.
Fue una época bastante introspectiva de Miguel Ángel, muy reflexiva, muy ocupada, con
un sentimiento profundo y una búsqueda interior, un estudio muy profundo de la filosofía,
y un reencuentro con la fe, que se ve alentada por la belleza trágica del romanticismo, las
procesiones de Semana Santa, el cementerio, la torre como guerrero solitario. Siempre camina cercano a Aldeanueva, en todas sus obras se ve una fuerte vinculación al paisaje y a
las tradiciones aldeanas. Procesiones, encierro, iglesia, Virgen de la Soledad, atardeceres, olivos...
Realizaba análisis teóricos en los trabajos impuestos en la carrera con una seriedad abrumadora. En ellos enlazaba los encargos o proyectos que paralelamente se sucedían en Aldeanueva o momentos vivenciales del pueblo y su entorno. Resulta llamativo saber que
durante el tiempo que vivió en Madrid, realizando sus estudios de Bellas Artes, no se desvinculó en ningún momento de Aldeanueva, utilizando temas relacionados con el pueblo
no solo en sus cuadros, sino también en los trabajos teóricos y de análisis de la forma, otros
que llevan por título: “Las vacas del encierro”, o “Los pasos de la procesión”, “Historia del
arte a través del rostro de una mujer aldeana”. Realizaba trabajos inmaculados, sorprendía
por su perfección técnica, su originalidad, adelantada a su época, su profundidad intelectual y la belleza artística resultante de cada obra. Demostraba día a día una capacidad de
superación e iba desentrañando todas las materias con una lucidez extraordinaria. Trabajos
tan buenos, que sus profesores no solo le ponían matrícula de honor, sino que además le
llevaron a obtener el nº 1 de su promoción con premio extraordinario de carrera.
Pasión por el estudio y primeros encargos
Entre los estudios y su propio ser, Miguel Ángel estudia. Estudia el arte, la pintura, estudia su entorno, la vida y a sí mismo. Valora el trazado de cada línea, cada palabra de sus
labios y cada paso de sus pies.
Cada día de su vida se levanta muy temprano, y analiza y desgrana cada acontecimiento
ocurrido y el sentido de cada circunstancia. Después se concentra en su trabajo y aúna con
seriedad los conceptos a sus formas. La libertad y la dedicación. La metáfora y la claridad.
Sus primeros cuadros comienzan a ser conocidos y muy estimados entre familiares y amigos, y en ocasiones va vendiendo alguno para obtener algún dinero.
En febrero de 1977, en tercero de carrera, solicitado por el alcalde de la localidad, José
Ruiz, y los párrocos Carlos Calvo, José A. Valderrama y don Jesús López, Miguel Ángel co-
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labora en la remodelación del
atrio de la iglesia de Aldeanueva, más conocido como “El
Fosal”, un recinto a los pies de
la iglesia de más de 500 metros
cuadrados, en el que solo había
varios árboles y un suelo de
canto rodado que delimitaba
una cruz a la entrada de la iglesia. Era el primer encargo de Miguel Ángel.
Él rediseña este recinto, conservando el trazado de la cruz
de canto rodado, aunque replantea los dibujos que figuran
en su interior, jarrón con tres lirios, símbolo de la Virgen, árbol de la vida, pez, símbolo de Cristo, flor de doce pétalos,
geometría de ocho puntas y dos composiciones de cuatro elementos. Y al inicio de esta alfombra empedrada, la fecha primitiva de creación, 1764, y la fecha de la remodelación,
1977.
A la derecha de este tapiz lítico (palabras de Miguel Ángel) se sitúan dos mosaicos en mármol de colores (los mosaicos de El Fosal), de 16 metros de largo y situados en paralelo a
la fachada de la iglesia. El primero, con un dibujo realista de figuras y paisaje de colores,
representa las tradiciones aldeanas que aúnan la celebración religiosa y la fiesta popular,
tales como la procesión de San Bartolomé (patrón de Aldeanueva), una boda, los Reyes
Magos, comuniones, la procesión de la Virgen de los Remedios y Semana Santa. A los pies
de este mosaico se lee la frase: “qué bueno y qué dulce es habitar los hermanos unidos”
(salmo 133), y la fecha, 1977.
Y en el otro mosaico, realizado el verano siguiente, está representada la vida de un hombre, campesino, desde niño hasta anciano, comparado con las formas de los olivos, que envejecen junto a él. La característica más popular de estos mosaicos está más allá de lo que
representan, es un reflejo del carácter humanista, a la par que misterioso de Miguel, ya que,
además de magníficos dibujos y genial uso pictórico de
los colores del mármol, llenó
el mosaico de enigmas por
resolver, caras de mujer que
se adivinan entre el ramaje
de los olivos, un esqueleto
completo, su autorretrato,
una mujer desnuda, nombres
escondidos de todos aquellos ayudantes que colaboraron en la creación del
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mosaico, sus iniciales y, sobre todo,
el nombre de su “maestro de obra”,
Cosme Gutiérrez. El resto del suelo
se embaldosa con un gres cocido a
altas temperaturas, cuya calidez contrasta con el pulido del mármol.
Al otro lado de El Fosal resalta la
fuente, que es una escultura de
mujer recostada, enmarcada por tres
olivos, que representa la vida, y el
momento presente; de ella surge un
caño de agua que va hasta una pila
en la que se encuentra un nuevo
mosaico de mármol, en el que una
diosa madre tumbada, cuyas formas
se confunden con los montes de los
alrededores del pueblo, hace alusión
al agricultor y al campo. La fuente es
fuente de vida, que da vida al campo. Al lado de esta composición está el grupo escultórico de Jesús y la adúltera, que emerge de una peana de gres como el suelo, y relata el pasaje evangélico que le da nombre.
Personalizando su estilo
Estas dos esculturas, las primeras esculturas de Miguel Ángel, tienen un estilo todavía sin
depurar, es su primer contacto con la materia escultórica, en el que se observa una tendencia
rectilínea en ciertos trazos, que se pone de manifiesto al estudiar en conjunto las vidrieras
escultóricas de Albelda de Iregua, con cierta influencia de Subirachs, escultor contemporáneo muy prestigioso y cuya obra era tomada como referente artístico del momento, y que
Miguel Ángel estudió con interés, aunque posteriormente su obra se fuera separando de este
estilo, para ir evolucionando y cobrar la impronta personal suya, que definiría su obra en
su madurez artística.
Las vidrieras y el Sagrario de Albelda, que realizó en 1979, fueron un encargo del párroco
Tomás Ramírez, para la iglesia que se estaba construyendo en la localidad, obra del arqui-
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tecto Gerardo Cuadra. Miguel Ángel conjuga escultura y vidriera, creando una bella armonía de forma y fondo, usando distintas materias y técnicas para crear una obra de gran belleza. Son cuadros tridimensionales en los que la figura aporta el volumen, y el color viene
dado por el vidrio. Los temas que busca son bastante personales, casi abstractos, seres reflexivos e introspectivos, seres interiores que nos presentan a nosotros mismos desde el interior buscando la naturaleza humana, dialogando, meditando,… y entre ellos, qué mejor
personaje introspectivo que él mismo, su autorretrato. Existe una quietud tensa en los cuerpos que contrasta con la mirada profunda e intensa y pone de manifiesto un sentimiento
interior, una pregunta enigmática. El uso de los colores en el vidrio está cuidadosamente
estudiado, utiliza tonalidades más claras y suaves para el ala norte y colores más vivos y fuertes para la parte orientada al sol de poniente. El resultado es impresionante, un conjunto
hermosísimo, con una doble visión: de fuera, figuras serenas de piedra en tonos grises meditabundas que invitan a la reflexión, y en el interior, el impacto del color y las formas a
contraluz que dibujan escultóricas siluetas.
Estas vidrieras escultóricas supusieron un hito importante en la carrera de
Miguel Ángel, ya que aquí
se estableció un estrecho
vínculo con el arquitecto
Gerardo Cuadra y, aparte
de una hermosa obra de
arte, surgió una firme amistad y gran respeto mutuo,
que se mantuvo toda la vida
y que dio lugar a muchísiMarquesinas escultóricas.
mas colaboraciones posteriores. (He de decir, con pena, que la iglesia de Albelda sucumbió a los embates de la
montaña, y tuvo que ser demolida, a los 30 años de su construcción, no sin antes trasladar
las hermosas vidrieras escultóricas a la nueva iglesia situada en el centro del pueblo).
En cuanto colocó las vidrieras de Albelda recibió un nuevo encargo de la mano de Gerardo Cuadra. Se trata de tres marquesinas escultóricas para la iglesia del Buen Pastor, en
Logroño, y el sagrario. Estas marquesinas son tres enormes bloques de hormigón situados
encima de la puerta que da acceso al templo. Miguel Ángel utiliza estos bloques como lienzos de los que surgen relieves de figuras con poses similares en su quietud a las de Albelda;
sin embargo, la escultura es más evolucionada, más suelta, con mayor libertad en el modelado de las cabezas y caras y dejando la figura insinuada, inscrita en la piedra, en ocasiones delimitada por un complejísimo encofrado y con un fuerte juego de texturas.
Experimentando materiales y proyectos relevantes
Todavía no tenía taller, y realizaba los primeros trabajos en almacenes propiedad de Jacinto, su padre, y utilizando materiales de construcción, dándoles un sentido único y diferente, y dejándose ayudar por José Antonio Gutiérrez, su cuñado, esposo de Gloria, el cual
fue su ayudante de taller y camarada toda su vida.
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Estas obras las realizaba en las vacaciones y en los veranos de los últimos años de carrera.
El material empleado, cemento, marmolina, es escogido por varios factores; el principal era
el económico, ya que con un precio asequible, mediante un sistema de vaciado, podía obtener una obra de gran calidad, y a partir de ahí buscar texturas y acabados, comprendiendo
el propio lenguaje de la materia y sus posibilidades, y dotando a la escultura de gran calidad. De este modo, y esta es otra constante en su vida, a partir de presupuestos muy bajos,
realiza obras de gran envergadura.
En 1980 se construyó el cine ARCA. Su figura artística ya estaba consolidada, y fue requerido para diseñar todos los elementos decorativos del edificio: techos, lámparas y fachada principal. No solamente recae sobre él la responsabilidad de idear un espectacular
diseño, sino que ha de resolver el modo y manera de llevarlo a cabo, dibujar cada pieza,
cada sistema de ensamblaje y su ubicación final, y como colaborador del escayolista, de los
albañiles y carpinteros, llevar a cabo todo el proceso.
Al entrar en la sala llama poderosamente la atención el novedoso diseño de las escayolas del techo, un conjunto de vigas dirigidas hacia la pantalla, que amplían la sensación de
perspectiva y de profundidad del cine. En las paredes interiores hay enormes lámparas
como pilastras, de vidriera, y culminadas por esculturas que parecen observar a la pantalla.
La fachada principal la resuelve con potentes encofrados de hormigón, hierro entrelazado
y vidrio de color en las puertas
y en el hall, lugar destacado
para el que realizó dos murales de óleo sobre tablero de
grandes dimensiones. El primero: Mujer y el Agudo, un
primer plano de una mujer mirando de perfil hacia el monte
Agudo, en un ambiente brumoso y de tormenta, clima
muy denso y pesado, sentimiento romántico y melancólico. Este cuadro lo presentó
en la exposición “Salón de
Otoño de Pintura de Cenicero”, causando gran sorpresa
y admiración.
Mujer y el Agudo.
Los años madrileños de enseñanza y su incursión en el cine
Una vez terminada la carrera de Bellas Artes, continuó varios años alternando la vida en
Aldeanueva y en Madrid.
En Madrid era profesor de dibujo, pintura y análisis de formas para Bellas Artes y Arquitectura, en la academia Artaquio, y vivía en un minúsculo piso que daba a Plaza Mayor. Pero
cada vez tenía más trabajo en Aldeanueva, encargos que se sucedían uno tras otro, monumentos, como el Panteón de los caídos en la República, en Alfaro, o el pórtico del cementerio nuevo de Albelda, diversas vidrieras, diseño de fachadas, cuadros, etc.
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En Aldeanueva estudiaba para unas oposiciones, a las que no se llegó a presentar, realizaba proyectos escultóricos, diseños de fachadas y de elementos de cualquier índole, escribía extraños guiones para sus cortometrajes y pintaba. Se levantaba muy temprano cada
mañana y, abrigado cuanto podía en invierno y con el brasero bajo la mesa de sayas en su
dormitorio, estudiaba sistemáticamente.
Su primer cortometraje, en Super 8, titulado “Septiembre del 79”, fue rodado en verano
en Aldeanueva y para el cual contaba con la colaboración de amigos y familiares, y en
cuyos rodajes sucedían numerosas anécdotas. Acudía a Madrid para presentar en la academia estos cortometrajes, dar clases magistrales, y alguna conferencia de Arte Sacro, en las
que mostraba imágenes de sus obras.
Viajaba mucho, siempre con papeles, láminas para bocetos y dibujos y cuadernos de
notas para anotar sus pensamientos y reflexiones. Era un hombre muy ocupado, pero nunca
dejaba aparte su gran lado humano. La víspera de navidad de 1980, en Madrid, de camino
a la estación de tren para volver a casa, pasó ante el escaparate de una pastelería, siempre
fue muy goloso, y compró turrón para la familia. Días después, el 1 de enero, marchó para
dar una conferencia de Arte Sacro en Ávila, organizada por el padre Aguilar y, al llegar, descubrió el turrón que su madre le había reservado y se lo había guardado furtivamente en
la maleta junto a un bote de almendras garrapiñadas.
También vivió momentos largos de soledad aceptada, como poseedora de los peldaños
que conducen al conocimiento de la propia persona y a su trascendencia. En esta soledad
resonaba muy fuerte el eco religioso que interroga a Dios sobre su propia existencia y
tiende la mirada reflexiva hacia el hombre, su historia, la filosofía y el arte.
Entre el templo y el arte metafísico
En Logroño le fue encomendada la decoración del presbiterio de la nueva iglesia de San
Pablo, obra de reciente construcción de Gerardo Cuadra. Un gran Cristo crucificado, de
hormigón, bancos de hormigón, de complicados encofrados y búsqueda de texturas haciendo pruebas con José Antonio Gutiérrez y Ángel, el carpintero. La pila bautismal y el sagrario. Además, los grabados al ácido en los vidrios industriales que rodeaban todo el templo
y en los que realizó dibujos de la vida de san Pablo y del Nuevo Testamento, con la colaboración de José Luis Cianca, gran amigo, experto en grabado con ácidos, y con quien realizó también los grabados de los cirios de metal.
Estos vidrios fueron sustituidos en 1997 por vidrieras de hormigón realizadas con tibierita.
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En ese año pintó el segundo mural para el cine Arca, Tormenta y diálogo, óleo sobre tablero, de 2.10 m por 1.50 m. Enmarcados en un paisaje al claroscuro brumoso, pesado, de
lluvias y barro, están representados dos personajes, uno es él mismo, su autorretrato, que
mira inquisitiva e interrogativamente a la mujer que está a su lado; la expresión de él es
triste, con los brazos cruzados y, sin embargo, ella parece ajena a lo que está sucediendo,
y es que él, enamorado, le plantea su amor y se hunde en el barro ante la indiferencia de
ella. Este cuadro lo presentó Miguel Ángel en el II Salón de Otoño de Cenicero.
Miguel Ángel era un gran contador de historias. Por un lado le interesaba sobremanera el
ser humano, sus tribulaciones, la filosofía, su
entendimiento y sus limitaciones; y por otro
lado vivía inmerso en un mundo mítico, alegórico, de añoranza de otras épocas, totalmente
empapado de antiguas culturas y enamorado de
la estética egipcia. Era un placer hablar con él,
por estos dos aspectos; primero porque le interesaba el hombre y sus aflicciones; le gustaba y
sabía escuchar y dar bellos consejos, y porque
al final de las veladas contaba historias maravillosas, fantásticas o de terror, en las que surgían
estos seres míticos de tiempos ancestrales que a
todos seducían y maravillaban. Entre los personajes protagonistas de sus historias se podían
encontrar semejanzas con sus obras, en particular con la escultura de “La Musa” del cementerio.
Mujer que añora, “La Musa”.
“La Musa” fue realizada en 1981 para el panteón del cementerio, y es una mujer sentada,
con los brazos cruzados, ropaje negro, y una
expresión tan intensamente triste y profunda
que provoca un gran arrobo su contemplación.
El título de la obra es “Mujer que añora”, sin
embargo ha transcendido como “La Musa”. La
escultura es infinitamente hermosa, y ya tiene el
lenguaje escultórico pleno de Miguel Ángel.
Cada palmo de esta obra tiene un latir de enigmático dramatismo. Esta escultura sirvió de base
para su tesina de licenciatura, acompañada de
la película Medievo. La tesina se obtiene mediante presentación de una memoria monográfica sobre un tema de investigación realizado
por el alumno y bajo la dirección (o avalada por
la supervisión) de un doctor de un departamento adscrito a la carrera (en su caso la doc-
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tora María Calvet). El título era: “La simbología”.
En este trabajo desarrolla reflexiones sobre el amor, la vida y la muerte, y explica los símbolos presentes en la escultura y el cortometraje:
• La negrura del vestido de la mujer contrasta con los labios rojos, la coloración en la
carne y el anillo de casada.
• El cuervo es el subconsciente, la noche, el miedo, la soledad, el presagio de muerte
• El toro, impulso de vida, fecundidad, amor y pasión.
• La cruz, no ya como símbolo de una creencia, sino de vida y muerte, de vida espiritual
y muerte material.
• El paisaje de Los Agudos y la añoranza de Egipto, el Agudo como pirámide.
El símbolo, en esta tesina, es objeto de estudio como concepto abstracto, vivencia esotérica complicada e inalcanzable al resumen razonado y universal, cuya finalidad es que, una
vez apercibido, nos hable de cuanto encierra y nos abra las puertas del mundo hermético,
sin avasallar, como lo haría un signo o señal, que es lo que son. El símbolo insinúa un
mundo sin límites, junto al que está la vida, que se agita en las profundidades del mar, en
las cavernas, en los rincones del cosmos, resumidas por la magia de una imagen concisa.
Con este trabajo obtuvo el premio extraordinario de carrera.
Escribía esta obra de simbología y reflexión, a la par que realizaba otros proyectos y recorría Aldeanueva en su bici de acá para allá, ya que en 1982 dirigió las obras de restauración de la torre de la iglesia, diseñó y realizó el
pórtico del cementerio de Aldeanueva y creó
las dos farolas escultóricas con las que culminaba la obra de remodelación de El Fosal. Cada
nuevo proyecto era un reto, una nueva vía de
investigación, una prueba de técnicas y una
búsqueda de distintas herramientas para avanzar y hacer creaciones más complejas cada vez;
buscaba incorporar nuevos materiales, nuevos
recursos para lograr obras más complejas. Por
ejemplo, en la técnica de vaciado de hormigón
consiguió realizar piezas, diferenciando colores
carne y color del ropaje; incrustando piedras semipreciosas en los labios, ojos o en el anillo de
la Musa, crea complejos encofrados en los que
se entremezcla el hierro.
Su intervención en la parroquia
En la restauración de la torre, en colaboración con Gerardo Cuadra, tomó medidas y dibujó cada ladrillo de la torre, realizó planos de
cada una de las piezas, molduras y cornisas a
restaurar. En esta actuación se procedió a la recuperación de uno de los ventanales del se-
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Torre de la iglesia, restaurada
por Miguel Ángel Sainz.
gundo cuerpo que estaba cegado con ladrillos desde hacía
mucho tiempo, y allí se colocó
una enorme vidriera de hormigón que lleva el título de “El
Agudo, Olivos y el Ebro”. Junto
a los carpinteros, realizó moldes nuevos para las bolas de
hormigón y la vidriera del reloj,
también de cemento. Realizó
las dos farolas de El Fosal de
hierro, con esculturas en la
parte superior, con temas relativamente enigmáticos, torso de
mujer, hombre que se vuelve,
Pasolini. Y otra vez el hombre
reflexivo; diseño audaz y novedoso, aunando el hierro macizo, el hormigón y el vidrio, materiales tan presentes en su trabajo. Estas farolas delimitan el acceso a la iglesia por la fachada sur.
En el pórtico del cementerio se vuelve a ver el juego del hierro, creando la verja y puerta
de entrada, en el arco que la remata, inacabado, como dos grandes brazos que no llegan a
unirse, al menos en este mundo, y en la farola, de estilo similar a las de El Fosal, está rematada con la escultura “Cristo desclavado”. A un lado de la puerta se encuentra la escultura “El abrazo”, que representa el encuentro en el más allá con nuestros seres amados, y
al otro lado un mosaico de teselas cerámicas llamado “Carapuchete y Desnudo”, en el que
el Carapuchete representa la pasión y muerte de Cristo desde el anonimato, y el desnudo
es el hecho de que vamos desnudos a la muerte, y para ella somos anónimos.
Poco a poco llegó el verano, y seguía recorriendo el pueblo en bici, de El Fosal a la iglesia, supervisando las obras, haciendo planos, tomando medidas, dialogando con los constructores, mientras escuchaba el canto de los vencejos, y de ahí a la granja de conejos de
José Antonio, en cuya parcela había asentado su incipiente taller de escultura. Observaba al
atardecer a las golondrinas volar dibujando líneas sobre los sembrados, las campanas de la
iglesia y el olor de las tormentas de verano, ideando nuevas esculturas, pensando en enamoramientos y amoríos quijotescos y platónicos, a merced de las musas, meditabundo,
dando largos paseos acompañado por Juan Loriente: piscina y kárate al atardecer, domingos de ciclismo en una época llena de plena y feliz creatividad. Pintó hermosos cuadros al
óleo en el estudio de arriba de casa, en la calle Morcillón, 15. En un principio Jacinto,
cuando construyó la casa, había creado este tercer piso como despacho propio para los planos, pero fue rápidamente invadido por los 6 hermanos, Pablo, Miguel Ángel, Gloria,
Juanma, Jesús y Toni, y del que finalmente terminó adueñándose cuando éstos se fueron
casando. El estudio constaba de una pequeña salita con un gran ventanal, en la que había
una gran mesa llena de libros, papeles, piedrecitas, rotuladores y diversos objetos de Miguel Ángel; en ella pasaba horas estudiando, escribiendo, dibujando y diseñando. Esta mesa
también tenía unas buenas sayas hechas por la madre para guardar el calor del brasero en
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invierno. A su espalda, una estantería con libros, y a
la izquierda un equipo musical en el que sonaba música clásica. Enfrente, dos mesas de dibujo técnico;
en las paredes, numerosas imágenes de obras de arte,
proyectos realizados e imágenes egipcias. Esta salita
da a otra habitación más grande y alargada, en la que
había instalado un enorme caballete en la pared, que
permitía subir y bajar cómodamente el lienzo, estanterías para todo tipo de materias pictóricas, óleos,
pinceles, tintas para aerógrafo, tarros llenos de lápices gastados, carboncillos, flexos, botes de aguarrás…
En las paredes, miles de libros. Al fondo de esta sala
había un cuartucho diminuto atestado de planos, papeles, una calavera y diversos objetos y materiales
suyos que compartían espacio con ristras de chorizos
que Pili colgaba para que se secaran. Al lado estaba
su cama, en la que solo dormía en primavera y verano, ya que en invierno hacía demasiado frío para
Boceto. Cortesía de Juan Cerezo.
dormir arriba. Esta habitación daba a la terraza de la
casa, amplia y soleada, y a un trastero abarrotado de antiguos objetos del hogar, telas, muebles, maletas viejas y útiles de otros tiempos, inútiles ya en éstos.
De esta época son:
• Cuadro “Mujer y toros”, de composición casi abstracta, representa un sueño en el que
una mujer acaricia la testuz de un toro, mientras seres celestiales pronuncian palabras divinas, pero de pronto se torna en una pesadilla de la
que no puede despertar y que refleja con colores pesados empastados.
• “Vacas en el rastrojo”.
• “Virgen de los Remedios”. Este hermosísimo cuadro al óleo de la talla de la Virgen de los Remedios,
y, de fondo, el Agudo y la torre. Está pintado con
gran delicadeza y realismo. La figura barroca de la
Virgen está reflejada con mucho detalle.
Nueva incursión en el cine
Escribió el cortometraje “Monte Agudo”, en el que
reflexiona acerca de la desidia en el hombre, la brutalidad de la ignorancia y la apatía de la sabiduría que
reside en saber que no somos nada. Como filósofo,
Miguel Ángel se encuentra ante la impotencia que es
conocer esta limitación y, sin embargo, halla alivio al
expresarla mediante una obra que le asemeja al creador y vence la desidia nombrándola con belleza.
381
Virgen de los Remedios.
Los actores, tomados del “Grupo Cultural”, rodaban las escenas los domingos por la tarde
en Los Agudos y alrededores, vestidos con trajes de túnica diseñados por Miguel Ángel, y
siguiendo cuidadosamente sus instrucciones, aunque en general no tuvieran idea de qué estaban rodando, ni de qué iba a tratar realmente la película. La verdad es que poco importaba, porque todos hacían lo que les decía sin cuestionar nada y con confianza ciega en que
Miguel Ángel sabía lo que hacía.
Para estos filmes Miguel Ángel tenía la suerte de contar con toda la ayuda humana necesaria, tanto de actores como ayudantes de cámara, montaje, técnicos de sonido, etc. Sin
embargo, sí que debía realizar gran esfuerzo económico en materiales de rodaje como cámaras, película, vías para los travellings, etc., y esta afición le suponía gran desembolso
económico que a duras penas podía sobrellevar, aunque, contradictoriamente, cada vez
tenía más trabajo y era más renombrado; pero sus presupuestos eran siempre demasiado
ajustados o escasos, lo cual en ocasiones causaba enfado o enojo de sus familiares y allegados, que por su bien trataban de aconsejarle la importancia de cobrar por su trabajo un
precio más justo (o sea, más elevado), a lo que él se negaba rotundamente.
Su contribución en Valvanera y el controvertido Monumento de Calahorra
Un momento escultórico importante fue el encargo de un Sagrario para el Monasterio de Valvanera, en el que debía incluir
marfil y malaquita del Camerún francés, ambos materiales regalos
de un antiguo monje. Miguel Ángel talló en el marfil el cuerpo de
Cristo resucitado, y utilizó el bellísimo juego de tonalidades verdes de la malaquita para crear un contraste con el blanco ebúrneo.
Esta composición está adosada a la puerta del sagrario, en cuyo
interior aparece evocado el cenáculo y se eleva mediante unos
barrotes de hierro y planos de hormigón. Cierra el conjunto un relieve situado a los pies, que muestra un grupo de soldados testigos de la resurrección. Este sagrario lo creó en colaboración con
el Padre Casiano, prior de Valvanera, con quien matuvo una profunda amistad y posteriores encargos, colaboraciones y vivencias.
Hombre y razón.
A finales de 1982 hubo en Calahorra un concurso de ideas para
la realización de un monumento a la libertad, que habría de ubicarse en la plaza del mismo nombre. Miguel Ángel presentó un
proyecto con un planteamiento que resultó ganador del concurso
y le fue adjudicada la obra. Sin embargo, cuando comenzó su realización, el planteamiento en él había cambiado, y ya no tenía la
misma opinión de la libertad y, por tanto, realizó las esculturas
acorde a su pensamiento.
La primera escultura, “Hombre y Razón”, es un hombre semiencofrado en un bloque de hormigón, que manifiesta el planteamiento filosófico de que el hombre es libre de obrar de una
manera u otra, pero también de no obrar; por tanto, es responsable de sus actos.
Torso y anhelo.
382
Ocio divino.
“Torso y Anhelo”, en la que la fuerza incontrolable de un hombre de espaldas anhela el
torso de una mujer; en el anhelo está la propia inmolación representada por la cruz en el
seno de la mujer.
“Ocio divino”, que representa a un hombre exultante enmarcado en una vidriera de hermosos colores, que parece desperezarse, pero en la parte superior hay una farola de color
rojo que expresa la idea de que la libertad de un hombre está en lo que ocupa la luz de
una vela.
El resultado fue duramente criticado. Sobre todo, Miguel Ángel tuvo problemas con la figura “Torso de mujer”, ya que la cruz que portaba en su pecho causaba confusión y le hicieron quitarla, para volverla a poner años después. En esta obra Miguel Ángel no concede
nada al pensamiento fácil, ni al gusto sencillo. Es difícil, para el observador medio, comprender que el hombre en libertad lleva un traje de piedra, tormento, dureza e incivilización.
Otros dos encargos más
Al tiempo obtuvo el encargo de la Plaza de Bretón de los Herreros, en Quel, monumento
que resolvió mediante la interpretación escultórica de una de sus obras, “Marcela o ¿cuál
de los tres?” A un lado de la entrada a la plaza se encuentra la esbelta figura solitaria de Marcela, de sonrisa enigmática, y al otro lado el grupo escultórico de los pretendientes Amanerado, Fauno y Poeta.
Las esculturas no están encumbradas por medio de pedestales, sino subidas a los bancos
que delimitan la plaza y rodeadas de farolas de hierro con vidrieras. Una escultura de un
cuervo, de mármol negro de Calatorao, observa la función desde la parte superior de una
383
de estas farolas.
Aquel año expuso en el Salón de Otoño de Cenicero el cuadro “NiMa-Niké”, en el que
representa a una diosa egipcia de frente, rodeada de inscripciones jeroglíficas y enmarcada
por dos grandes pilastras de hormigón.
Tuvo algunos problemas con una escultura que en principio estaba destinada para el
panteón de los caídos en la República, en Autol; se trata de la escultura “Mujer horrorizada”.
Es el torso de una mujer desnuda que se cubre el rostro con los brazos en señal de repulsa
por los desastres y la barbarie de la guerra; de ella surgen dos lasas picas de hierro, con símbolos en los extremos del hombre y la mujer.
Pero la imagen creó bastante controversia. Primero no aprobaron en Autol el hecho de
que la imagen surgiera del medio de la lápida, querían que estuviera a la cabeza, y desde
luego no permitían que la mujer estuviera desnuda, mostrando los pechos. Trataban de
convencer a Miguel Ángel de que modificara la obra y la hiciera bajo estos requisitos. Él no
discutió; cogió la escultura y se la llevó, instalándola cerca del monte Olivo, mirando hacia
El Agudo. Y la dotó de un nuevo sentido, ya que al dar la espalda al pueblo, es como si se
horrorizara de las civilizaciones que prosperan creando guerras.
De nuevo en Madrid
En septiembre de 1983, con 28 años, comenzó en Madrid la carrera de Ciencias de la Imagen, para atender así a su deseo de ser director de cine. Para entonces ya había realizado
tres cortometrajes, “Septiembre del 79”, en 1979, “Medievo”, en 1981, “Monte Agudo”, en
1982, y en este año realizaría “Yerga” y “La Dalmática”, 1984.
Independientemente del guión o la historia, hay una constante en todas sus películas: son
obras vanguardistas, sin diálogos, en las que no concede nada al entendimiento, sin presencia narrativa o explicación de la historia; son obras de pura simbología.
Los protagonistas (ninguno de ellos actor), son en sí una imagen y están envueltos en una
magia que es más valorada que cualquier interpretación. El rostro y el físico de estos actores es una fuente de expresividad y el principal elemento narrativo de la película.
La actitud a la hora de filmar era: partiendo de un plan global, un guión, se acudía junto
a las personas convocadas al lugar preconcebido; allí daba varias ideas a los actores de qué
tenían que hacer, hacia dónde mirar o lo que fuera preciso. A partir de ahí juega un papel
muy importante lo imprevisto, la imprevisibilidad del paisaje, del cielo, el tiempo, y también la enorme carga de personalidad y vivencias que cada uno lleva consigo, ese rayo de
luz que va a construir una imagen sugerente al contacto con el grupo de actores, independientemente de la película.
El paisaje, nunca manipulado, simplemente escogido, fundamentalmente terrenos inhóspitos, sin rastros de civilización, atemporales, con enorme predilección hacia las ruinas,
cuevas, escollos, pedregales, barrancos inhóspitos…
El grupo de actores con vestiduras tipo túnicas, y algún objeto como lanzas o cascos, caminando por los sembrados, o saliendo de unas cuevas, atravesando un barranco, conformaban imágenes que luego son conjugadas entre ellas y soldadas a la música que les da
384
orientación y sentido.
La estrategia final reside en el montaje de las imágenes, el juego de planos y movimiento,
que coordina y encauza la narración.
A su vez, comenzó el primer año del Doctorado en Bellas Artes, tesis que no llegó a terminar, pero en la que trabajó durante dos años, y cuyo título es: “Propuesta para un nuevo
humanismo en el arte”.
Plantea un humanismo intelectual, basado en las formas, y lo razona en relación a ciertos análisis de historia del arte, de obras filosóficas y literarias, y contrastado con sus propias esculturas. De ahí surge una conclusión que enfrenta al hombre y a su creación.
Presentó el anteproyecto en 1986. Su idea era darle forma durante cinco años e ir aportando y reflexionando sobre más obras; sin embargo, este doctorado acabó aparcado, entre
otras cosas por atender los trabajos y porque no sentía una necesidad material de convertirse en doctor.
En Madrid recibió un encargo importantísimo, que provenía del padre Aguilar, antiguo
profesor suyo de iconografía en Bellas Artes y, quizás, la figura más importante del momento
en el panorama del arte religioso, fraile dominico, de enorme cultura, volcado a las artes,
que contribuyó a la renovación y florecimiento del arte sacro español. Confesor
del rey, promotor de nuevos templos y
conventos o de la restauración y conservación del patrimonio artístico de la Iglesia, fundador del Movimiento Arte Sacro
(MAS) y de la revista ARA (Arte Religioso
Actual), en cuatro de cuyos números escribió Miguel Ángel documentados artículos sobre la restauración de El Fosal, sobre
la torre de Aldeanueva y sobre algunos de
sus trabajos.
El padre Aguilar vivió rodeado de artistas, arquitectos y restauradores. Por sus
manos pasaron figuras tan destacadas
como Jorge Oteiza, Pablo Serrano, Sáenz
de Oíza, etc. Fue la figura de referencia
en la creación de arte, el centro neurálgico del arte sacro contemporáneo. Organizó charlas y conferencias de arte
sacro, en las que instó a Miguel Ángel a
participar, y le encargó los retablos y sagrario de la iglesia de los dominicos de
Atocha en Madrid.
El retablo de Santo Domingo y la Vir385
gen del Rosario consta de una gran escultura de
la imagen de Santo Domingo de Guzmán, una
talla imponente en nogal de 2.5 metros de altura,
muy expresiva. Resaltan las manos muy nudosas
cruzadas en el pecho con un rosario entrelazado
en ellas, el rostro vuelto con devoción hacia la
imagen de la Virgen del Rosario, óleo sobre tablero. Esta talla de madera actualmente se encuentra en Salamanca, en el convento de San
Esteban.
En el presbiterio de la iglesia está el retablo del
sagrario, con pinturas de los dominicos santo
Tomás de Aquino y san Jacinto y la beata Imelda,
pinturas sobre tablero de nogal blanco, mirando
hacia el sagrario, hecho en marmolina, con el relieve de una concelebración en el momento de la consagración.
Unos meses después, con su mediación, le llegó el encargo de la talla san Pedro de Alcántara, en Brozas, Cáceres. También en madera de nogal, policromada la cara y las nudosas manos.
El padre Aguilar admiraba profundamente la obra de Miguel Ángel, y estuvo en Aldeanueva visitando su taller y conoció a toda la familia. Era, sin embargo, muy anciano ya, y
una enfermedad degenerativa fue acabando con él. Ésta fue la última obra en la que participó y se retiró a descansar en paz en el convento de dominicos hasta su fallecimiento.
El retablo de Santo Domingo y Virgen del Rosario, junto al Sagrario de la Resurrección
de Valvanera, representaron a La Rioja en la exposición InterArte en Valencia, junto a Blanco
Lac.
Su asentamiento en Aldeanueva
Todavía, en Albelda realizó dos esculturas que representan la labor de los escribas Vigila
y Gomesano, monjes copistas del monasterio de San Martín de Albelda de Iregua. Ambos
monjes están sobre atriles de hormigón; Gomesano, que escribió un códice sobre la “perpetua virginidad de María”, aparece más incorpóreo, con la mano en la cabeza, imagen de
arrobamiento y espiritualidad. En el atril tiene representado un toro, energía vital, pasión y
entrega. Y Vigila, que fue discípulo de Gomesano y que copió el “Cronicón Albeldense” (crónica histórica sobre la Hispania visigoda y los comienzos de la Reconquista española), tiene
más cuerpo por cuanto se ocupa más de los hombres, y el cuervo, como símbolo de vigilancia de los hombres y de sabiduría.
De su propio sentimiento personal se desgranan dos cuadros que están basados en una
escena presentida por Miguel Ángel, de la que pintó dos versiones. Se trata de “Epifanía
frente al Monte Agudo I y II”; son cuadros muy personales, en los que en un escenario casi
teatral y con fondo de paisaje del Agudo, aparecen tres enigmáticos personajes a contraluz
y fuertemente dibujados, en actitud arrebatada, que son los tres Reyes Magos, momentos
386
antes de adorar al Niño
Jesús. Los Reyes, con vestiduras atemporales y sin
referencia cultural, portan
su propia carga emotiva;
tal es así que en la segunda de las versiones
uno de los Reyes Magos
aparece acompañado de
ángeles susurrantes insinuados, que se confunden
con el paisaje.
La adoración de los
Magos y la Epifanía son
temas recurrentes en su
Adoración de los Reyes Magos.
pensamiento; contaba muchas historias en torno a este monumento;
en alguna de ellas incluso los llegaba a conocer, o los seguía y hablaba con ellos con palabras
místicas. Escuchar las historias era
aún más mágico. Este cuadro representó a España en la exposición Internacional de Arte Sacro
en Roma, en 1986.
En 1986 comenzó con las obras
de su propio taller. Escogida la
parcela en la granja de conejos de
José Antonio y Gloria, por varias
razones, una de ellas era el Camino de los Agudos, y otra, la compañía. Inicia las obras del
pasillo y la sala de modelar, de la que emerge un torreón o castillo, con un juego de volúmenes en los tejados que se van elevando y dan lugar a un gran ventanal con vidriera. En
el interior, una gran sala diáfana, semicircular, en cuyo centro se van sucediendo las esculturas, una tras otra.
El pasillo alargado da acceso al gran patio. Una pared de estanterías de ladrillo, en las que
se guardan las dallas de vidrio, como si de una biblioteca vítrea se tratara. Una casilla para
dallas de cada color.
En Quel recibió varios nuevos encargos. Por un lado, diseños y decoración de bancos,
farolas y varios elementos en la avenida de La Rioja, entre los que se encuentra el Relieve
de la Epifanía, en el que los tres Reyes Magos ofrecen espárragos, ciruelas y uvas; diseño
y ejecución de la plaza de la vaca, y la escultura junto a la fuente del cubo, que es una mujer
sentada, con los brazos cruzados en actitud reflexiva y de inspiración claramente egipcia.
387
La Plaza de la Vaca de Quel es una composición muy
original, en la que la escultura “Vaca II”, en hormigón,
con cuernos de hierro forjado, en actitud tranquila, está
siendo observada por la escultura “dibujante”, situada
en alto, al lado de una farola.
La “Vaca I”, que era la original para esta plaza, se
rompió cuando la estaban cargando para llevarla a
Quel, en un accidente causado por la rotura de una de
las cinchas que la sujetaba (y que casi le cuesta la vida
al propio Miguel Ángel), y hubo de repetirla de forma
casi idéntica. Más tarde, la restauró para presentarla a la
Exposición Bienal de escultura de Zamora, representando a La Rioja, exposición comisariada por Luis
Guembe (quien luego le encargaría obras de fuentes en
Echavacoiz y Berriozar). También fue expuesta en Lérida; después estuvo una temporada en una corraliza
del Agudo, en la que dio algún susto a quien, viéndola
a lo lejos, la confundiera con una vaca de verdad. Posteriormente, al arreglarse la plazoleta de la Fuente Vieja, le fue solicitada esta escultura a
Miguel Ángel para situarla allí, frente a la ermita del Portal, al lado de la antigua fuente; Y
allí pasó cinco años hasta que, finalmente, en 1994 se situó en la Plaza del Encierro, enfrente
del cine, que es el lugar idóneo para ella y donde se encuentra ahora.
El traslado de la escultura de la vaca causó disgusto y enfado entre los vecinos de la
Fuente Vieja, molestos por quedarse sin su preciada estatua; sin embargo, una compensación mejor estaba por venir en 1997, con las esculturas “Mujer con cántaro” y “Hombre con
caballo”, en las que se refleja el antiguo modo de vida de Aldeanueva, la tradición de ir a
lavar la ropa, con el cántaro a por agua, los hombres a abrevar el ganado, y la fuente como
centro neurálgico del pueblo.
De nuevo se demuestra el acierto de Miguel Ángel en la elección de los temas, y la preocupación por integrar las obras en el contexto adecuado, ya sea histórico, visual o funcional.
Trabajos en Valvanera
Desde Valvanera, el padre Casiano tenía bastante trabajo para Miguel Ángel. En primer lugar, una
vidriera para la sacristía del templo
del monasterio, y un cuadro para el
refectorio de los monjes.
Para la vidriera eligieron el tema
“Cristo, fuente de la vida”, vidriera
emplomada de grandes vidrios grabados al ácido, con dibujos traslúcidos que representan a Cristo como
388
“Emaús”, óleo sobre tabla.
roca, la vida consagrada y búsqueda de la fuente con distintas ánforas o vasos, cada uno
de una medida, y la expulsión del paraíso. La técnica para realizar estos grabados es peligrosísima, ya que hay que sumergir el vidrio por completo en ácido fluorhídrico, protegiendo o enmascarando las partes que se quieren grabar.
El refectorio o comedor de los monjes de Valvanera es un salón rectangular muy amplio
con mesas alineadas a lo largo de las paredes, en las que los monjes se sientan a comer por
orden de antigüedad. Es una sala bastante importante en el monasterio; las comidas se desarrollan en silencio, únicamente se escuchan las lecturas de la Biblia, u otro libro, realizadas por uno de los monjes, de modo que mientras alimentan su cuerpo, también alimentan
su alma con la palabra de Dios.
El tema elegido fue “Emaús”, el pasaje bíblico en el que los apóstoles invitan a cenar a
Jesús sin saber que es él, y le reconocen al partir el pan.
El cuadro, óleo sobre tabla, de 4 metros de largo y 1,80 m de altura, está dividido en dos
partes, separadas por piezas de madera. En la primera, más pequeña, tres personajes se encuentran en el exterior, al atardecer, con luz tenue, el paisaje iluminado y las figuras en sombra. Es la tarde del Domingo de Resurrección, y dos apóstoles caminan tristemente hacia
Emaús, apenados por la muerte de Cristo, de la cual han sido testigos. En el camino encuentran a un transeúnte al que invitan a cenar con ellos.
La siguiente escena relata cómo Jesús, hasta ahora desconocido, realiza el gesto de la
partición del pan, momento en el que es reconocido por los discípulos. Una potente luz
emerge del pan, que ilumina el rostro y el pecho de Cristo, y cuyos destellos alumbran el
pecho y el rostro de los discípulos, creando un contraluz fuertemente tenebrista e impactante.
Unos años después crearía, en el Oratorio de Valvanera, el Sagrario “Manos oferentes”, y
las hermosas vidrieras de “David”, “Abraham” y “San Benito”, en las que demuestra un dominio total de la técnica de la vidriera, además de usar esmaltes y grisallas; incorpora la técnica del plagué, grabado al ácido, lo cual aporta unas texturas riquísimas y un juego de
colores espectacular.
389
Y más encargos…
Otro proyecto le llegó desde Gran Canaria, de la mano de su gran amigo Fernando
Pérez Sanjuán, pintor, escultor y escritor,
compañero de carrera y amigo íntimo, que
pasaba los veranos en Aldeanueva de Ebro
modelando obras propias y ayudando a Miguel Ángel en las suyas. Juntos idearon una
composición de tres pilares que soportan
una enorme pérgola de hierro y vidrieras. En el
pilar principal está la figura de Nereus, dios de las
olas del mar, y en las otras dos están las Nereidas,
ninfas del mar.
En Santa Coloma recibió el encargo de realizar
un monumento que conmemorase la firma del
acta de 1812, en la que se pedía a las Cortes la designación de La Rioja como provincia. Miguel
Ángel proyectó un conjunto escultórico que refleja
el momento justo en el que se está firmando. Un
atril, en el centro de la composición, es el punto clave de la obra; apoyado en él, la figura
de un hombre está firmando el tratado. Detrás de él hay un banco alargado en el que 5 figuras más esperan su turno reflexionando, o dialogan tranquilamente después de haber firmado ya. A los pies del atril, un mosaico de mármol con un plano de La Rioja y los nombres
de los 50 pueblos cuyos alcaldes acudieron a la firma, hace las veces de alfombra y, al
fondo, una enigmática mujer desnuda, mitad roja, mitad blanca, representa a las tierras de
La Rioja y sus nieves, sobre cuyo futuro están tratando. El conjunto se complementa con
bancos, barandillas y farolas, una por cada río de La Rioja.
El lenguaje de estas figuras es más realista. En este monumento ha modelado con detalle las vestimentas de los personajes y los sitúa en la época concreta que está tratando, lo
cual no es nada común en su obra, ya que generalmente los personajes, en el caso de que
vayan vestidos, suelen ir ataviados con ropaje intemporal. Todas las figuras están realiza-
390
das con modelos de personas conocidas suyas.
En 1988 comenzó la realización de las vidrieras nuevas de la catedral de Santo Domingo
de la Calzada. Fue un proyecto que le encargó el párroco, Tomás Ramírez, y el arquitecto
director del plan general de la restauración, Gerardo Cuadra, pero tuvo que lidiar bastante
con todo el Consejo de Patrimonio.
El proyecto se realizó en 4 fases. La primera, en 1988, presentación de proyectos y realización de una primera vidriera de prueba, Vidriera 1, en un ventanal al lado del presbiterio, de 4 x 1.2 m aprox., grabada al ácido y emplomada en Valladolid, que representaba al
mal ladrón, y fue retirada posteriormente.
Vidriera 2. Virgen, en el crucero norte, grabada al ácido y con vidrios opalescentes. El resultado era hermoso por el día. Pero el vidrio opalescente producía unos efectos muy raros
al atardecer y hubo de ser retirada y sustituida por otra. Vidriera 3: Virgen con el niño, que
a su vez fue retirada en 1996 por el traslado del retablo mayor a este crucero. Más dos vidrieras pequeñas, Vidrieras 4 y 5, en una capilla, lateral, que representan la Anunciación.
La segunda fase de vidrieras se realizó en 1989. Son las 6 grandes vidrieras de la nave central, de unos 6 m. de altura, pintadas con esmaltes, grisalla y grabadas al ácido.
Debía aceptar el trabajo, teniendo en cuenta la imposición de varias normas. Una de ellas
era que no tuviera más del 10% de vidrio de color, o sea, vidrieras mayoritariamente blancas.
Los temas utilizados provienen del Concilio Vaticano II; encontramos las cuatro constituciones conciliares, expresión de los 4 fundamentales decretos del Concilio:
Lumen Gentium (Luz de las naciones), Dei Verbum (Palabra de Dios), Gaudium et Spes
(Gozo y esperanza) y Sacrosantum Concilium. Más dos normas del concilio: Pax y Iustitia
(Paz y Justicia).
Las vidrieras son impresionantes, de estilo moderno, recrea la arquitectura de los grandes ventanales góticos mediante vidrio irisado, y rompe el esquema añadiendo otras líneas
391
que atraviesan la composición
y alteran el color. En el centro
deja un gran lienzo de grandes vidrios transparentes, en
los que se alojan los magistrales dibujos. En todos ellos, figura humana, utilizando
grisallas suaves texturadas
para crear planos de sombra y
fuertes contornos con los que
realiza un magnífico dibujo de
línea de las manos y rostros.
Aumenta la potencia de las
texturas con grabados al
ácido. En todas las vidrieras
incluye con palabras el título
o lema del que trata la vidriera, y hay un texto de las Sagradas Escrituras que apoya el desarrollo del tema. Una vidriera curiosa es la de Iustitia (Justicia), en la que se encuentra su autorretrato.
La tercera fase se realizó en en 1991; son las vidrieras de san Jerónimo Hermosilla, Seres
contemplativos y Bóveda.
La vidriera de san Jerónimo Hermosilla tiene un estilo algo diferente, ya que sustituye el
dibujo realizado con grisalla por colores planos, comidos al ácido de vidrio soplado plaqué.
La figura en este caso ocupa todo el espacio, pero su contorno se desdibuja roto por líneas
cruzadas. El efecto es muy moderno.
Estas vidrieras ya fueron emplomadas por Jacinto Sainz, su padre, quien emplomaría ya
el resto de vidrieras realizadas por Miguel Ángel.
Por último, en 1993 se realizaron las vidrieras de la capilla de Santo Domingo, en
el crucero sur, con los cinco
aspectos de santo Domingo
de la Calzada: Oración, Comunidad, Trabajo, Caridad
y Liberación.
En estas vidrieras, de un
estilo distinto a las anteriores, más cargadas de dibujo,
no hay una sola línea recta.
Con el plomo va marcando
el contorno del dibujo, y
añade más líneas para darle
expresión. Tiene colores
392
más contundentes, y de nuevo encontramos hermosos dibujos de grisalla; el conjunto es más
tradicional, con menor preocupación por buscar una severidad de líneas modernas.
La persona de Miguel Ángel era de una lucidez extraordinaria. Ante un proyecto él sabía
cómo debía hacer las cosas y sabía que podía hacerlas, veía más allá del tiempo presente,
y en un entorno realizaba las actuaciones de manera respetuosa, que sirvieran de apoyo a
lo que ya existía. Además, poseía un conocimiento exhaustivo de la historia del arte, de los
estilos artísticos a través de las épocas del hombre, y sabía conjugar los elementos y realizar aportaciones de manera coherente. Sin embargo, tuvo que lidiar bastante a cada paso
que daba, dar eternas explicaciones de su trabajo a los expertos de patrimonio. Sobre todo,
se le criticaba el hecho de intervenir en el patrimonio utilizando imaginería (representación
de personas, del ser humano). Llegó un momento en que Miguel Ángel no discutió más a
las trabas que se le imponían. Su carácter iba más allá y no discutió cuando fue retirada su
vidriera de “Virgen con el niño” en 1996, y sustituida por un vidrio industrial coloreado.
… Además del cine
En el año 1989 realizó el cortometraje “Hefestos”, de 12 minutos de duración, en el que
narra el tormentoso deseo de Hefestos, artesano divino (interpretado por Fernando Pérez),
hacia Atenea, diosa virgen de la sabiduría y la guerra (interpretada por Mari Luz Ruiz), y el
rechazo de ella hacia el peto que le había fabricado, gesto del cual surge una escultura en
relieve que es, en la explicación mítica, la primera escultura, y que se convierte en objeto
de veneración de Hefestos. En la interpretación también cuenta con José Antonio Gutiérrez,
Miguel Ángel Vergara, Alicia Falcón, Rafael Jiménez, Gloria Sainz, Pilar Escós y Antonio
Sáenz. Y Juanjo San Mateo, como ayudante de dirección.
Nuevas encomiendas en Aldeanueva
Miguel Ángel pasó varios años en verano en Aínsa como monitor de las colonias de verano. El pueblo, completamente medieval, situado en el Pirineo oscense, era evocador e inspirador para él y conservó siempre un cariño especial hacia la localidad y hacia la iglesia,
en cuya cripta se casó en 1989 con Pilar Escós. Para esta localidad realizó una pequeña figura de la Virgen de los Palacios, patrona del lugar.
En 1990 se le encargó proyectar y dirigir la restauración de
la fachada sur de la iglesia de Aldeanueva de Ebro. La obra
consistió en sustituir los ladrillos deteriorados por otros de
igual forma y textura, fabricados a mano con las arcillas más
idóneas en color y resistencia. También reforzar, con los medios más modernos, la estructura interna de las cornisas de
ladrillo antiguo. Recuperar la antigua balaustrada barroca
que coronaba toda la fachada sur, al nivel de las capillas.
Sustituir la escultura en alabastro de san Bartolomé de la hornacina central por otra de piedra, a causa del deterioro irreparable de la original. Reparar globalmente los tejados,
cornisas y paredes de la fachada sur de la iglesia. Y diseño
de los pináculos que adornan los laterales.
393
La escultura de san Bartolomé,
creada en 1991, es una talla en piedra caliza de Hontoria, en cuatro
bloques, que representa al santo
en actitud despierta, luchador, con
enorme fortaleza mental y espiritual; en actitud quieta, contemplativa, sujetando fuertemente las
cadenas con que apresa al diablo.
En su mano derecha sujeta el libro
del Evangelio con la palabra
“Ixzys”, pez en griego, símbolo de
los primeros cristianos. Fue inaugurada el día de San Bartolomé de
1991.
Otra obra importante en Aldeanueva de Ebro, y que dota al pueblo de una identidad especial, es
el Monumento en la Plaza de España.
Está construido como un tholos,
un templo circular soportado por
columnas. En la cima de cada una
de ellas se sitúa una escultura. A
este “templo” se accede por una
escalera de caracol, flanqueada
Monumento en la Plaza de España.
por una escultura fuente llamada
“Mujer haciendo el pino”, de cuyas manos surge el agua vital creadora y fuente de vida y
símbolo del origen; la escalera de caracol, un complicado encofrado de hormigón, sin eje,
nos lleva hasta la parte superior en la que las esculturas nos narran el “ciclo de la vida”.
Comenzando por la escultura de “Aurora”, que es la madretierra, una mujer de grandes
pechos, situada de frente al alba, tiene el torso hecho de vidrio transparente que permite
el acceso de los rayos de luz en su interior como introducción a la gestación, y acompañada de un gallo, animal que anuncia con su canto el amanecer del día.
La siguiente escultura en orden es “Primavera”. Se trata de una chica joven, cuyo cuerpo
adolescente expresa juventud y transmite la alegría y el deseo de vivir; también es el germen de un pensamiento que rompe con la niñez y avanza hacia una búsqueda de la propia identidad. El carnero, en este caso, simboliza la locura de ideas, el ímpetu sexual y la
energía incansable.
Después viene la escultura “Verano”. Es un chico joven, desnudo, con un toro en los
hombros; es el pleno poder de la juventud, la energía de emprender grandes proyectos vitales, la fuerza para acometer cualquier tarea. Es el momento de apogeo biológico, en que
además se logra la independencia y autonomía personal. El toro es el reflejo de esa fuerza,
394
de esa potencia; también se hace
alusión a las fiestas de verano, en
las que los encierros y las vacas
son primordiales. Las espigas de
su pie representan los campos
sembrados de verano.
A continuación está “Otoño”.
Un hombre ya maduro, su pecho
transparente como el de la “Aurora” tiene el sentido contrario a
ésta, ya que deja escapar el rayo
de luz; en su mano lleva un racimo de uvas, símbolo de la recolección del fruto, el fruto del
trabajo de una vida y época de
madurez. Acompañado de la liebre, símbolo de la reproducción;
las cepas antiguas son, además,
emblemáticas en Aldeanueva,
por consistir en el trabajo y la
vida de tantas familias.
Monumento en la Plaza. Detalles.
Y, por último, “Invierno”. La
figura de un hombre mayor, anciano, que está leyendo, recrea
la vejez como un momento de
descanso, de reflexión sobre una
vida que se ha vivido plenamente, reconciliándose con sus
logros y fracasos; la lechuza es
el animal de la sabiduría y de la
inteligencia. El frío invernal invita a recogerse, a la concentración; la vestimenta de esta
escultura es blanca y negra, blanco de la nieve y negro de la noche y la proximidad de la
muerte.
En este ciclo escultórico la muerte se convierte en nueva vida y vuelve a surgir; igual que
las estaciones, igual que los cultivos, igual que la alternancia noche y día.
Esta composición se cierra con una gran vidriera en el techo que representa a la tierra,
con el ecuador en el centro, longitudinal de color rojo, los trópicos y los polos a los extremos.
El monumento fue inaugurado en fiestas de San Bartolomé de 1990, y con motivo de
esta obra a Miguel Ángel le concedieron el nombre de una calle, la calle Escultor Miguel
Ángel, en la que está su casa, cuyas obras se iniciaron ese año.
395
Su morada y lugar de trabajo
La casa de Miguel Ángel, por fuera, parece un monasterio románico, con un gran ábside
recorrido por dos pisos de pequeñas ventanas, acabadas en arco de medio punto, algunas
de ellas dobles.
En un principio iba a ser una casa circular, planteada para vivir en pareja, pero, a causa
de su separación, modificó las trazas y creó un lugar de meditación y recogimiento, aunque en realidad la casa estuvo muchos años llena de visitas, de reuniones y de invitados.
La entrada principal daba a una gran escalera de caracol de hormigón encofrado; a la izquierda, una gran sala diáfana era el amplio estudio de pintura, con un enorme caballete
en la pared y varias mesas con materiales de dibujo y pintura, esculturas, planos, papeles
y libros. A la derecha de la escalera había dependencias, merendero y el acceso al jardín,
con un viejo chopo en medio que daba sombra a la mesa de hormigón.
El piso de arriba tenía un gran salón de brillantes suelos que daba al “ábside” semicircular lleno de ventanas con vidrieras y con inscripciones pintadas en la pared. Era una estancia
sumamente hermosa, luminosa y alegre. En el centro dominaba una larguísima mesa de
roble con sillas alrededor; en un extremo de ella había libros de historia del arte, y al otro
extremo objetos decorativos arqueológicos y una reproducción del descendimiento de la
cruz de Van der Weyden. En la pared lateral, una librería llena de libros. La pequeña cocina, más recogida, era usada como despacho; tenía, al lado de la ventana, una mesa en la
que papeles y proyectos, lápices y libros de uso cotidiano de Miguel Ángel ocupaban el espacio; a esta cocina no solía darle apenas uso culinario. Él comía en casa de su madre, pero
siempre había un buen momento para hacer chocolate. Todo era muy hermoso, parecía un
castillo medieval.
Al otro lado había un baño, una habitación de invitados y su dormitorio, planteado como
la celda de un monje, la cama de obra, dos sencillas mesillas, una a cada lado, y un austero armario al fondo.
Aunque vivía solo, había mucho movimiento en la casa. Después de comer siempre acudía alguien a tomar café, se sucedían las reuniones, en cierto modo era casi un centro cultural. Por un lado, tenía muchas visitas relacionadas con su trabajo, de personas de toda
índole, del mundo del arte, y del mundo de la cultura, quienes le encargaban obras. En días
señalados celebraba catequesis en su casa, en la gran mesa de roble. Los viernes, al atardecer, solían ir a visitarle estudiantes que pasaban la semana fuera, para charlar un rato; también sus amigos se acercaban a charlar y estas charlas se convertían en largas veladas, en
la mesa de roble, bajo una luz tenue. Escuchando música medieval. En verano pasaba
mucha gente a cenar por su casa, en el jardín, cuadrillas de amigos, cenas familiares, la famosa cena de la natación, a la que acudían muchísimos jóvenes y no tan jóvenes que participaban en las carreras de natación; también cena de kárate, cena de ciclistas, etc. La casa
de Miguel Ángel estaba abierta para todo tipo de eventos; el jardín era agradable y mágico.
Uno de los acontecimientos más importantes que sucedió fue la cena que dio a las autoridades de Logroño que le habían encargado el grupo escultórico “Concierto”, en 1994.
A esta cena acudieron el alcalde de Logroño, Manolo Sainz, Pilar Salarrullana, diputada, senadora y concejal de Cultura, y más personas del equipo de gobierno... Dio esta cena en
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el gran salón, contando con la ayuda de la prima Maritere, su hermana Gloria, sus cuñadas
Inma, Nines...
Su día a día era austero y discreto. Vestía con sencillez, había elegido el color negro o azul
marino para no tener que preocuparse ya por la ropa. En verano iba todos los días a la piscina un rato a mediodía o al atardecer y nadaba muchísimo. Hacía bastante ejercicio. Le interesaba mantener el cuerpo ejercitado por razones de autodisciplina y porque su cuerpo
era una herramienta para realizar su trabajo, necesitaba mantener los brazos y piernas ágiles y fuertes para mayor beneficio al realizar esculturas. En ocasiones llevaba un aspecto informal y, vestido con la ropa del taller tan austera, podía dar una imagen algo equivocada,
como ocurrió en una ocasión a Niño Añorga, quien, antes de conocerle, le veía todos los
días llegar a la piscina en la bici, y su esposa creía que era un vagabundo; pero él estaba
convencido de que era alguien importante. Días después fueron invitados a la cena de la
natación en “la casa del escultor”, y lo primero que vieron en la entrada fue la bici.
Miguel Ángel daba catequesis de confirmación a chicos y chicas de 15 y 16 años. Él lo
hacía porque le gustaba la gente, y le gustaba tratar con jóvenes, escucharlos y ayudarlos
a entenderse un poco. Las catequesis que daba solían tratar acerca de un tema que él planteaba partiendo de la lectura de un libro, sobre una película o sobre una obra de teatro, y
realizaba pequeñas sesiones de psicoanálisis en las que los jóvenes se encontraban pensando sobre temas profundos y buscando su opinión, por primera vez como adultos. Pensando en profundidad y buscando en su mente su verdadera opinión acerca de la paz,
acerca de la libertad, acerca del amor, etc… Solía proyectar sus cortometrajes, poner diapositivas de sus esculturas, o invitar a Juan Loriente a leer relatos sobre Dante y Beatriz, y
con su maravillosa voz hipnotizar a todos y trasponerlos completamente.
Importantes proyectos
En 1990 realizó la escultura
“Hombre histórico”, escultura
que está situada en Logroño, al
lado del Parlamento, en el
Muro del Revellín. Obra donada por Tabacalera al Ayuntamiento de Logroño. Es una
escultura en bronce y piedra
artificial, de 2.5 metros, que supuso un nuevo avance en la
plástica expresiva de Miguel
Ángel. Está dividido en dos
partes: las piernas, de piedra
artificial, están atrapadas entre
bloques de mármol blanco; y
el potente torso, expresivo e
incompleto, en el que se ha
producido un estallido liberador de toda la materia visceral.
“Hombre histórico”.
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En la pintura también dio un giro estilístico. Comenzó a utilizar el acrílico en lugar del
óleo, y, con una técnica muy suelta y muy expresiva, realizó cuadros de mayor luminosidad y colorido más vivo y limpio, una gama de color mucho más amplia, y sin apenas dibujo, muy diferente a los paisajes de claroscuro brumosos y atormentados. Uno de estos
cuadros es su “Autorretrato”, en el que se pinta como un caminante, sonriente, sereno,
feliz.
Otra obra destacada por su potencia expresiva es el “Noé”, en el que con trazos sueltos
de color representa la mirada inquieta y los fuertes brazos de Noé exprimiendo las uvas para
crear el vino.
Entre sus obras más importantes destaca el Conjunto Escultórico Concierto, en la plaza
Joaquin Elizalde, de Logroño.
En principio, esta plaza fue creada como un anfiteatro para música; sin embargo, al estar
al lado del antiguo hospital San Millán, no se podían hacer representaciones teatrales ni musicales; por tanto, hubo que representar a los músicos en piedra.
Miguel Ángel tenía una idea clara: la imagen de un violoncelo. Su sonido tan profundo,
que invita a la concentración y evocación. Éste era el elemento clave, el punto de partida.
A partir de ahí debía encontrar un conjunto que apoyase y complementase a la figura del
violoncelo. Para dar forma a esta idea contó con la ayuda de su gran amigo Jesús Amurrio,
organista y musicólogo. En principio le pidió a Amurrio que buscara piezas musicales para
5 o 6 instrumentos, incluido un violoncelo. En unos días le presentó varias piezas de diversos autores; una de ellas causó impacto inmediato en Miguel Ángel y vio claro el conjunto monumental. Se trataba del concierto para clave y 5 instrumentos, de Manuel de Falla.
Miguel Ángel comenzó el monumento con la escultura del violoncelo, escultura surgida
de su interior con toda la fuerza y toda la potencia que a él transmitía el sonido del instrumento. El violoncelista está totalmente concentrado en la música, sumergido en la obra.
Dentro de la pieza musical de Falla, escogió un momento exacto, y todas las esculturas
interpretan y reflejan ese momento. El clavecinista, de hormigón verde, hombre mayor, de
rostro serio, muy intelectual, tiene las manos en el teclado realizando un acorde de la partitura; del torso para abajo está atenazado en un bloque; el clavicordio es un
juego de encofrados de hormigón y hierro.
La flauta travesera la toca una chica
joven y hermosa, que está siendo observada por la mirada pertinaz del clarinetista. La oboísta está ensimismada,
aprisiona el oboe fuertemente contra su
pecho. La violinista, con cuerpo esbelto
volcado hacia la materia que conforma
el violín. Las figuras aparecen desnudas,
incompletas, amputadas, con el objetivo
de reforzar la impronta de la acción,
“Concierto”.
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exentas de artificio. La cabeza de la
violinista está partida por la mitad porque lo que falta, lo que no está, es música.
Dos espectadores pétreos observan
la escena desde las gradas y una más,
“Mujer que se asoma”, está en la entrada al auditorio. Algunas de las esculturas tienen elementos metálicos,
trazas de los instrumentos musicales.
Cada escultura contemplada individualmente es en sumo grado hermosa,
pero en conjunto alcanza cotas extraordinarias de belleza y rotundidad.
El conjunto es de una potencia impresionante y cada figura se ve complementada con la de al lado. Los músicos interpretan la
pieza en silencio, el silencio tonante de la piedra.
Este monumento fue inaugurado por el rey Juan Carlos I el 9 de febrero de 1995.
El primer quebranto de la salud de Miguel Ángel
Aquel año realizó un Cristo procesional para la Cofradía de la Veracruz de Aldeanueva,
con técnica y estética completamente diferentes. El Cristo de San Juan, de la iglesia, representa a Cristo glorificado en la cruz, completamente realista, policromado, tamaño natural,
y actitud calmada y triunfante.
Realizó una versión de este Cristo en madera de nogal, para Brozas, Cáceres, con Ángel
Martínez como ensamblador de la madera y autor de la cruz.
En 1995 comenzaron las obras de restauración de la ermita de la Virgen de los Remedios,
para la que creó un nuevo diseño de la cancela de entrada, bancos nuevos, suelos y vi399
drieras. Hubo que rehacer la espadaña con un diseño mejorado que da unidad y fuerza visual a la
fachada, creó la veleta de hierro, hecha en el taller de Félix Carlos, y realizó la escultura de la Virgen de los Remedios para la hornacina de la
fachada.
Ermita de la Virgen de los Remedios.
Durante las obras de restauración hubo varias
tensiones, y bastantes trabas, que iban causando
un gran nerviosismo en Miguel Ángel, que tuvo
que luchar fuertemente y que fueron el catalizador
de tantas cosas que le produjo un infarto. Aunque
este infarto le dejó secuelas, se sobrepuso y en un
tiempo volvió a realizar su vida plenamente. Durante un año tuvo que llevar un ritmo algo más
tranquilo, y se dedicó a pintar bastante, aunque
también realizó escultura, entre otras la del Ángel
del sepulcro, para el panteón de su familia en el
cementerio de Aldeanueva.
En 1997 realizó la escultura de los santos mártires Emeterio y Celedonio, para la iglesia
de los Mártires de Calahorra.
En Haro realizó varias obras por encargo del alcalde Patricio Capellán. La primera es el
conjunto escultórico de 1988 “El pintor y la modelo”, grandes bustos tallados a partir de
bloques de piedra caliza de Boñar (León), que están apoyados sobre peanas, y que representan la mirada escrutadora del pintor, que trata de apresar la esencia emocional de la
mujer, y la modelo, con una mirada profunda, mística y enigmática. En el lienzo está escrito:
“A los pintores Tubía y Santamaría”.
“El pintor y la modelo”.
400
Posteriormente, para una de las rotondas de acceso a Haro, al lado de
las bodegas Muga, creó el “Monumento a la Vendimia” con esculturas
en bronce y piedra de gran tamaño
que representan a la madre tierra
como una cepa que ofrece las uvas
al niño Baco, quien las deposita en
los comportillos, que son trasladados
a la bodega por el carro tirado por un
caballo y conducido por un hombre.
En 1998 se inician las obras de reforma del antiguo edificio en el que
se van a instalar las Bodegas Onta“Monumento a la vendimia”, en Haro.
ñón. Aparte del diseño y dirección de
las reformas, a lo largo de toda la bodega se van diseñando y colocando vidrieras, cuadros
y esculturas, creando así un museo de obras de Miguel Ángel. Entre ellos se encuentran:
Mujer, 1997, escultura realizada en dos enormes fragmentos, uno correspondiente a las
caderas de una mujer y otro correspondiente al torso y barbilla. Miguel Ángel en estas piezas, que corresponden a la misma escultura, busca una reminiscencia con el hallazgo arqueológico, en el que aparecen fragmentos de obras absolutamente hermosos, pero
fragmentados o rotos e incompletos, lo cual concede todo el valor y hermosura al pedazo
encontrado como poseedor del misterio incompleto de la perfección. (Sin embargo, Miguel
Ángel no pretende engañar a nadie, ya que realiza la escultura con poliéster, material moderno, y con ropa interior actual).
Dionisio y Ariadna, 1997. Dionisio encontró a Ariadna dormida en la playa y se enamoró
de ella en el acto. En la escultura se refleja el mismo planteamiento del hallazgo arqueológico, y se aprecia un intenso juego de manos en torno al cuerpo de Ariadna, que, junto con
el rostro, o en ocasiones más importante que éste, transmiten el sentimiento y recogen la
intensidad visual de la escultura.
Centauro, y Oinopión, 1999. Oinopión era hijo de Dionisio y Ariadna, y enseñó a los
hombres a hacer vino; aparece montado a lomos del centauro Folos, trasegando odres de
vino. Esta escultura está realizada con grandes placas de poliéster unidas entre sí, pero dejando grandes huecos en las juntas; recoge así la línea de la estética del hallazgo arqueológico. Sin embargo, el sistema de ensamblaje refleja lo que Miguel Ángel denominó
“metáfora del hombre posmoderno”, ya que utiliza el poliéster, material actual, con una técnica muy compleja, para crear grandes piezas; él las ensambla a propósito dejando huecos,
espacios vacíos de cohesión.
Perséfone, 2000. De tamaño mucho mayor que el natural, la diosa es símbolo de fertilidad; en sus caderas, como una copa, se gesta la vida, las manos en los pechos, y en sus
dedos un grano de uva. Sin embargo, su mirada es fría y dura, reflejo de los meses de invierno que ha de permanecer en el Hades.
Ganímedes, 2000. Ganímedes, el copero de Zeus, da la bienvenida a la bodega; era un
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joven efebo del que se encaprichó Zeus y le dio el puesto de copero para poder tenerlo
cerca sin las sospechas de su esposa Hera.
Sus últimas intervenciones
En 2000 dio comienzo la importante reforma del
interior de la iglesia de Aldeanueva. Como director de la misma, debía tomar difíciles decisiones y
asumir gran responsabilidad. El primero de los
planteamientos era la reorganización espacial de
todo el centro de la iglesia y el presbiterio. Anteriormente se encontraba el altar casi en medio de
la nave con rejas que lo rodeaban y que creaban
espacios por detrás, que no hacían sino entorpecer el culto y romper la visión espacial. El planteamiento de mover todo el altar y ambón hacia
atrás daba solución a estos problemas y, además
de favorecer la celebración de la liturgia, estéticamente era más hermoso el conjunto. Esta solución
vino a partir de muchas horas de estudio, reflexión, de valorar cuidadosamente las acciones que
iban a realizar. Muchas horas junto a don Jesús López, el párroco, dialogando hasta bien entrada la madrugada y planteando opciones y tomando decisiones.
Además de artista, Miguel Ángel era hombre de fe, y efectuaba la reforma con pleno conocimiento litúrgico, actuando con mayor profundidad de pensamiento; no se quedaba solo
en el plano de la arquitectura, sino que acataba la obra con una humildad y trabajo, pensando y valorando cada detalle, completamente volcado en la obra y teniendo presente en
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todo momento que se trata de un edificio por y para la fe. La actuación incluyó el cambio
de tarimas, zócalos, iluminación, diseño de bancos nuevos y nuevo altar, ambón y silla del
presbiterio.
Además, se restauró la antigua pila bautismal y se reubicó en la capilla lateral. En esta
misma capilla, además, está la escultura procesional de “La Verónica”, que realizó en 2002
para la cofradía de La Verónica.
En los últimos meses de su vida la técnica pictórica de Miguel Ángel volvió a dar un giro
estilístico. Emprendió cuadros casi monocromáticos, con preeminencia total del dibujo, enmascarado en ocasiones con veladuras semitransparentes. Y utilizando la figura humana en
primer plano.
Comenzó a realizar obras de arquitectura interior globales, en las que controlaba y diseñaba cada detalle.
Para la iglesia de San Pío X, en Logroño, dirigió, diseñó y creó toda la obra, la fachada,
las vidrieras, el altar, el púlpito, pila bautismal, techos, lámparas, cirios, sagrarios, uno de
ellos similar al que realizó para Santo Domingo de la Calzada, y un cuadro de Cristo acogiendo en el altar mayor, y la escultura de Cristo caminando sobre las aguas en la fachada.
Lo mismo en la iglesia de la Santísima Trinidad, en Calahorra, en la que diseñó la cúpula
de vidrieras, el altar, el Cristo y las vidrieras de la capilla. Realizadas en el taller con su ayudante Félix Morales.
Sus últimas obras fueron un Cristo de madera de nogal para la iglesia de San José Obrero,
de Logroño, y las inconclusas esculturas Picuezo y Picueza de la plaza del Ayuntamiento
de Autol, en las que estaba trabajando cuando murió de un infarto, mientras dormía en su
casa, a los 47 años. Era el 18 de noviembre de 2002.
Dejó mujer, Maite Balmaseda, y dos hermosos niños pequeños, Pablo y Nazaret, de 5 y
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3 años, que tristemente no pudieron gozar por mucho tiempo del cariño y de las enseñanzas de su padre.
El día de su entierro contaron los periódicos que todos los miembros de todas las formaciones de la Charanga Strapalucio interpretaron la marcha fúnebre al paso del féretro.
En la iglesia los miembros del coro cantaron al unísono, y Jesús Amurrio tocaba en el órgano cantatas de Juan Sebastián Bach.
Las calles se limpiaron y se desalojaron contenedores y coches, para que pasara la comitiva fúnebre como la más solemne de las procesiones.
Que toda Aldeanueva y centenares de amigos y vecinos de los pueblos de alrededor despedían al escultor.
Que había más de 30 sacerdotes en la parroquia oficiando su funeral.
Artistas y colegas, además del presidente de La Rioja y decenas de alcaldes, se sumaron
en la despedida.
Don Jesús López, el párroco de Aldeanueva, dio gracias al cielo por habernos dejado conocer a un hombre tan maravilloso que nos ha enseñado la mirada de Dios.
El alcalde, Ángel Fernández, en pleno extraordinario del ayuntamiento, lo nombró hijo
predilecto de Aldeanueva de Ebro.
En 2004 fue nombrado Riojano Ilustre, a título póstumo.
Su cuerpo reposa en el cementerio, donde un ejército de esculturas le acogieron y acompañan. Probablemente, en la misma noche de su entierro, su alma estuvo charlando apaciblemente con La Musa.
Aunque él se haya ido, su espíritu permanece, en su torre, en su Agudo, y en sus obras.
En la gente que vive el día a día tranquilamente, en los niños que acuden al colegio Miguel
Ángel Sainz, y en todas las personas que tuvimos la suerte de conocerlo; él nos ayudó a ser
mejores, nos enseñó a mirar y a ver, a aprovechar cada minuto y a poner todo nuestro empeño en lo que hagamos, y que alcanzó la belleza y la hizo comprensible a nuestros ojos.
Que para nosotros fue el número 1.
Siempre echaremos de menos su mirada clara y lúcida y la seguridad que daba estar junto
a aquel que siempre sabía lo que había que hacer. Que siempre contó con el apoyo incondicional de toda su familia. Y que fue y sigue siendo infinitamente querido.
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