Abrupto Despertar Atemporal - Cuenteros, Verseros y Poetas
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Abrupto Despertar Atemporal - Cuenteros, Verseros y Poetas
Abrupto Despertar Atemporal L a perfumada brisa mediterránea que surcaba susurrante entre los callejones afilados del valle adormecido, desprendió una serie de guijarros cerca de donde pastaba la majada, provocando que las cabras montesas que cuidaba el adormilado pastorcito–espectador, se asustasen y pónganse a balar alarmantemente, despabilando al muchacho que nuevamente se prestó a seguir la curiosísima escena de la cual era atento testigo incondicional: La mayoría de los actores reunidos en el claro circundado por frondosas moreras, y en cuyo centro se elevaba un tímido hilo de humo blanco procedente de un agonizante fuego, dormían la modorra luego de un opíparo almuerzo; donde las jarras se elevaron gloriosas; brindando por el inmortal Baco, cual riguroso ritual. Sólo la abstracta silueta de Francis al borde del acantilado, se dibujaba como una palaciega estatua de mármol, oteando el horizonte en dirección a la cuestionada cueva platónica. Éste, al escuchar los balidos provenientes a su espalda, lentamente es abstraído de sus pensamientos, y al volverse queda por unos escasos segundos contemplando a sus camaradas dormitando la obligada siesta. Clavó su mirada en Heidegger, que reposaba en la hierba respaldado en el tronco de una morera caída. Metió su mano en su morral y sacó una aceituna negra grande como un pedregullo; la cual saboreó insulsamente; casi sin degustarla, luego hizo silbar el carozo al atravesar el aire en dirección al germano, dándole de lleno en la oreja: – ¡He!, ¡qué mierda pasa! ¡Carajo! – Refunfuñó el enojadísimo alemán. – ¡Lo tengo viejo, lo tengo!, el fuego de la caverna se apagó. Es el fin, ya está, hasta acá llegó la historia. ¡Sé finí! –Fukuyama saltaba como un loco arrojándoles aceitunas a todos para que se despierten. – ¿Qué corno te pasa, japonés de mierda?, ¿Sos loco vos? –Le gritó el molestísimo Karl Marx. Al tiempo que los dormilones se iban poniendo de pie con ganas de 1 arrojarlo por el precipicio, y Freud aparecía desde la espesura de un cercano montecito de olivos, con la nariz chorreante y los ojos como dos huevos fritos. Traía sus manos cargadas de aceitunas aún verdes; muy duras, las cuales a modo de proyectiles impactaban en el perplejo Francis, mientras le aullaba: – ¡Ahora vos vas a ser historia!, me cortaste el mambo jil, ¡qué sé finí ni sé finí! – Eh muchachos, no se pongan así. Es una conclusión post… – Ningún muchachos, ¿para esto nos despertastes?, Vos no entendés nada amigo. Vas a ver que te vas a meter ese pensamiento en el tuje – le recriminaba un furioso Sartre. – ¿Post?, que post ni post, póstumo vas a quedar cuando te encuentren en el fondo del barranco, –seguía ladrándole muy desencajado Sigmund Freud. – Bueno, bueno señores ya basta, –intervenía paternalmente David Hume. Y más paternal, fue la actitud de un ahora ya tranquilizado Hegel, al apoyar su mano en el hombro del japonés americanizado y guiarlo hasta un montículo, el cual treparon, y desde lo alto, observaban la particular escuela de Platón: – ¿Qué ves mi estimado amigo? – Veo una cueva y gente que se mueve en la entrada, – respondió bastante apesadumbrado Francis Fukuyama. – Te pregunté qué ves, no qué mirás. Vos tendrías que saber a esta altura, que existe una gran diferencia entre ver y mirar, es lo mismo que cuando hablamos de oír y escuchar, esforzáte y profundizá el concepto Francis. Luego de algunos minutos de meditar la consigna y sin sacar la vista de la caverna, exclamó con dignidad: – “En mí visión, dedujo claramente, que aquella caverna, que era utilizada por un maestro para enseñar a un discípulo algún tipo de enseñanza; utilizando una hoguera y un grupo de esclavos, ya no funciona como sala de estudios, al percibir que el fuego se extinguió y 2 la gente sale de la misma”–. Exclamó triunfante. – Esa es una posibilidad real, y no por eso tendríamos que pensar que es el fin de la Historia, te pongo al tanto que la totalidad de lo real se desarrolla históricamente y que todo lo real ha sido trabajado por la razón del hombre… – Sí, pero la cuestión que nos trajo aquí, ha concluido indefectiblemente…, –con mucha paciencia Hegel lo interrumpe: – Escuchá hijo mío, figuráte en tú mente algún muro histórico, no se…el de Berlín por ejemplo… – ¡El de Pink Floyd!, –vociferaba desde el claro, un psicodélico Freud. Al momento que los demás estallaban en carcajadas. Hegel continuó explicando: – ¿Vos crees que con su caída terminaba algo?, Pues no; porqué por sobre los escombros del caos entraba peligrosamente, un enemigo real y desesperado, el cual calmó su sed de sangre, pacientemente, en una oportuna venganza; tal como sucedió en Jericó siglos antes. – ¡Ahora me vas a decir que no viste suicidarse esos halcones plomizos, contra los altos mástiles del gran galeón imperial! – Sentenció Immanuel Kant desde el prado. – ¿Por qué no bajan de allí?, Así picamos algo muchachos, –propuso Jean– Paul. – Amiguito mío, te propongo que descendamos y nos juntemos con los muchachos y hagas las paces, pero no te confundás no es un convite postmodernista, es sólo parte de una estructura para mantener vivo el arte de la amistad. –Francis asintió con la cabeza, y con la cabeza gacha; denotando vergüenza, bajó abrazado a su maestro. Immanuel se adelantó a su encuentro con dos generosas porciones de queso de cabra y lo mismo hizo David Hume pero con dos jarras de espirituoso vino mediterráneo. Descartes, con un inmenso racimo de uvas entre sus manos decía: – Espero que hallas entendido algo, sino te cortamos la cabeza… ¡No, no!... Es broma pará –.Al tiempo que le ofrecía uvas al inquieto Sigmund y éste las rechazaba con cara de asco respondiendo: – ¡No, gracias!, Se me fue el hambre. Mejor voy a juntar aceitunas… 3 Y así fue, que este sujeto que oficia de comunicador cada vez que mí vigilia descansa; representado como un imparcial pastorcito griego, justifica las sospechas filosóficas de quien suscribe este soñado y fundamental relato histórico. (Ah, me olvidaba, Freud, seguía rebotando entre los olivares sin siquiera levantar una mísera aceituna…). Fin EL CHUZZO 4