Freud y lalengua - Convergencia Freud Lacan
Transcripción
Freud y lalengua - Convergencia Freud Lacan
Freud y lalengua Mabel Rodríguez Gamallo/Escuela Freudiana de Buenos Aires En los albores del siglo XX un libro: “La interpretación de los sueños”, revoluciona el curso intelectual de la humanidad. El siglo XIX parecía imparable en su camino hacia el progreso y la felicidad (en ciencia, medicina, industria). Por eso, la sociedad victoriana del 1900, optimista y autosuficiente, se muestra conmocionada al escuchar hablar de la sexualidad en los niños, del inconsciente, del complejo de Edipo. No obstante, a pesar de las resistencias iniciales, las teorías freudianas terminaron impregnando todos los ámbitos de la cultura. Pero el Psicoanálisis no era sólo una teoría acerca del sujeto, el Psicoanálisis era fundamentalmente una práctica. Y esa práctica, tan resistida en el pasado, continúa siendo criticada por determinados sectores, aún en la actualidad. En general, se esgrimen los mismos argumentos que fueron superados por la conceptualización freudiana. Las histéricas del siglo pasado ya demostraron que la medicación fracasaba con ellas. Si no eran escuchadas, no se apagaban sus síntomas. Del mismo modo, las “psicoterapias breves” así como otras terapéuticas sugestivas, que forcluyen al sujeto y su división, tampoco lograron transformarse en prácticas superadoras del Psicoanálisis. Proponen vanamente, para liberar al sujeto del goce que lo retiene, abordajes prefreudianos que niegan el inconsciente y la transferencia. Mientras tanto, la angustia y el síntoma persisten; aguardan a aquél que pueda leer las letras que el inconciente produce. Hace poco, buscando determinada información, en una importante enciclopedia que despliega los principales acontecimientos del Siglo XX, encontré que se presenta a Freud y su descubrimiento del inconsciente como el hito más importante de la primera década del siglo. El artículo es, aparentemente, un elogio de lo que significó el Psicoanálisis para la condición humana. Sin embargo, avanzando en el texto se deslizan datos falsos y difamatorios acerca de la vida de Freud, sin aclarar la fuente de la que provienen. Podemos inferir que el objetivo buscado es desprestigiar a Freud para atacar a su creación: el Psicoanálisis. Pero la vigencia del Psicoanálisis no depende de transformar a Freud en prócer intocable. Sabemos de su intento de analizar a su hija Anna; conocemos también, su modo de organizar la Internacional Psicoanalítica como una iglesia. Nada de esto opaca la genialidad de su descubrimiento porque, si adscribimos a la lógica de la incompletud que él propuso, dado que él no es un Dios perfecto, no hay razón para copiarlo. Lacan, retomando el espíritu freudiano, intenta romper el rígido encuadre que planteaba la IPA, y propone, entre otros aportes, “el tiempo libre” para las sesiones. Indudablemente, un avance. Sin embargo, a posteriori, empezaron a conocerse reiterados testimonios de analizantes de Lacan que relataban haber padecido habituales sesiones relámpago; las cuales, no parecían responder a la puesta en juego del deseo del analista. Como analistas, reconocemos nuestra deuda con Freud y con Lacan por la obra que produjeron; eso no significa que los sacralicemos o que los imitemos. La- can, como lector y transmisor de la letra freudiana, lo formuló expresando: “Hagan como yo, no me imiten”. Lo que se espera de un analista no es que quede detenido en el Amor al Padre; es que haya arribado, a partir de transitar su propio análisis hasta el fin, a la inexistencia del Otro. Esto le posibilitará reinterrogar los textos; situar las detenciones teóricas; producir elaboraciones novedosas, ya que asumirá que no hay teoría ni práctica que pueda agotar el acceso a lo real. Al estar advertido de que no hay Otro, será capaz de encontrar su estilo: su propio modo de intervenir, su manera particular de dirigir la cura y practicar el Psicoanálisis; en síntesis, de ir “más allá del padre”.