Literatura castellana medieval Las primeras canciones: Las Jarchas
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Literatura castellana medieval Las primeras canciones: Las Jarchas
Literatura castellana medieval Las primeras canciones: Las Jarchas Las primeras composiciones en lengua castellana que se conocen son la jarchas. Las jarchas son unas canciones de tema amoroso que datan del siglo XI. Son textos de una gran espontaneidad, en los que una mujer se lamenta por la ausencia de su amado a un ser allegado (su madre, su hermana) con un lenguaje muy sencillo. Las jarchas eran poemas populares que se divulgaban oralmente: Decid vos, ay hermanitas, cómo soportaré mi mal. No viviré sin mi amigo, ¿adonde le iré a buscar? La sociedad medieval Los hombres y las mujeres de la Edad Media eran en su mayoría analfabetos: la cultura era patrimonio del clero y de la nobleza. La labor de la Iglesia consistía en infundir en el pueblo un profundo sentimiento religioso con la figura de Dios como centro y final de destino del hombre. Los monjes, conscientes de que el pueblo habla una lengua nueva y ya no entiende el latín, empiezan a escribir en castellano sus sermones con la finalidad de enseñar. La temática de la literatura medieval viene marcada por la cultura y el pensamiento de la época: — Los monasterios se convierten en auténticos centros culturales, donde se crea una literatura didáctica que pretende mostrar al pueblo el camino para llegar a Dios. La sociedad medieval concibe la vida como un valle de lágrimas y de dolor, la muerte aparece como una liberación que conduce al cielo y a la eternidad. — La nobleza (formada por el rey, los nobles y los caballeros) tenía como ideal luchar en nombre de Dios, defender y proteger a los indefensos. Las luchas entre árabes y cristianos constituyeron el tema de muchas creaciones literarias. Los cantares de gesta son composiciones en verso que hablan de las gestas heroicas de los caballeros cristianos. Dos formas de hacer literatura: Juglares y Clérigos Las primeras obras de la literatura castellana están escritas en verso. Según su temática y su origen se dividen en: Las obras del mester de juglaría que se refieren al arte o oficio de los juglares. Los juglares cantaban las hazañas de héroes que se caracterizaban por su lealtad, valentía, sentido de la justicia y amor a su comunidad. El héroe más conocido fue Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, protagonista del Cantar de Mio Cid y famoso por sus batallas contra los musulmanes. El cantar de gesta es una composición anónima que está destinada a ser recitada o cantada ante una audiencia popular. En la misma época se creó el mester de clerecía o oficio de clérigos, formado por eclesiásticos que escribían composiciones de carácter religioso con finalidad didáctica. Por ejemplo, el clérigo Gonzalo de Berceo (siglo XIII) escribió los Milagros de Nuestra Señora, una obra dedicada a la Virgen. Este clérigo usó el castellano, en lugar del latín, para divulgar sus enseñanzas religiosas. Juan Ruiz, conocido como el Arcipreste de Hita (siglo XIV), compuso el Libro de Buen Amor. Se trata de obra divertida, donde el arcipreste narra sus propias aventuras amorosas con el pretexto de enseñar que gozar del amor carnal, de la música o de la buena comida tiene siempre consecuencias negativas. Esta obra expresa la dualidad de la época medieval: la fe religiosa y el disfrute de los placeres de la vida. Debido a su variedad temática, religiosa y profana, el Libro de Buen Amor representa la decadencia del mester de clerecía. Los textos medievales en prosa Durante los siglos medievales el castellano pasó de ser una lengua de uso oral y familiar a ser usada también en los textos escritos. Hacia el siglo XIII el rey Alfonso X el sabio, muy interesado en la cultura, contribuyó a consolidar el léxico castellano. Atrajo a su corte a numerosos eruditos hebreos, árabes y cristianos para escribir y traducir muchos textos en castellano. Don Juan Manuel, un sobrino del rey Alfonso X, destacó por su actividad literaria. Su obra más conocida es El conde Lucanor o Libro de Patronio (1335), libro de cuentos en prosa cuya finalidad era transmitir enseñanzas básica para los hombres de la clase social del autor. El siglo XV: de la Edad Media al Renacimiento El siglo xv se considera una etapa de transición entre la Edad Media y el Renacimiento. El humanismo, una nueva filosofía procedente de Italia, impulsa nuevos valores culturales y humanos: — El interés por la cultura clásica de Grecia y Roma — Una nueva concepción de la vida en que el hombre se siente el centro del universo y éste está hecho a su medida. En la Península ibérica, los Reyes Católicos han conseguido la unificación territorial y han expulsado a los musulmanes y a los judíos. Por otro lado, se escribe la primera gramática del castellano. 136 Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique Jorge Manrique es autor de las Coplas a la muerte de su padre (1476), donde hace una reflexión sobre la vida y la muerte. En las Coplas aparecen temas medievales, como la fugacidad de la vida (el tópico tempus fugit), o la idea del poder igualitario de la muerte ante todos los hombres, sea cual sea su procedencia. Aparece un nuevo tema propio del Renacimiento: la fama conseguida en vida puede lograr que seamos recordados más allá de la muerte. La Celestina, de Fernando de Rojas La Celestina, de Fernando de Rojas, representa el paso de la literatura medieval a la literatura renancentista. La obra está escrita en forma dialogada y en ella se combina el lenguaje culto y el lenguaje popular. La trama de esta obra es muy sencilla: un joven noble, Calisto, consigue el amor de una dama, Melibea, valiéndose de una alcahueta, Celestina. Esta es un personaje siniestro que sólo piensa en el beneficio económico propio, por esta razón morirá a manos de dos criados con quien no quiere compartir el dinero que Calisto le ha pagado. Finalmente, Calisto muere y Melibea se suicida. Lo más interesante de La Celestina es el realismo con el que refleja la sociedad urbana interesada en el provecho personal. Se dice que La Celestina no es una obra medieval, sino que refleja la nueva corriente humanista porque su personaje principal, la alcahueta, tiene unos marcados rasgos psicológicos: es un ser creíble y humano, a diferencia de los personajes estereotipados de la Edad Media. Durante la Edad Media, la idea de que sólo era importante honrar a Dios hacía que la producción artística y literaria quedara muchas veces en el anonimato, es decir, el nombre del autor quedaba en segundo plano. Sin embargo, en esta época de transición al Renacimiento, tanto Jorge Manrique como Fernando de Rojas firman sus obras porque quieren ganar prestigio y quedar en la memoria de los hombres para siempre. Literatura castellana de los siglos XVI al XVIII Contrariamente a lo que sucede en catalán, la literatura castellana de estos siglos es muy importante. Los movimientos son los mismos, pero la literatura castellana de esta época cuenta con un número mucho mayor de autores de gran calidad literaria. Por eso, los siglos XVI y XVII son llamados los siglos de oro de la literatura castellana. El Renacimiento (siglo XVI) Fruto del cambio de etapa respecto a la época medieval, en el Renacimiento predomina el gusto por la cultura grecolatina y todo se valora en función del ser humano, se abandona de esta manera la idea de que Dios es el centro de todas las cosas. La imprenta permite una difusión rápida de la cultura, y al contrario de lo que sucede con el catalán, el castellano predomina por encima del latín. Se introducen nuevos temas y nuevas formas en la lírica: la naturaleza y el amor son los temas principales, fruto de la influencia de poetas italianos como Dante o Petrarca. También las formas métricas de la poesía son de influencia italiana, como el verso endecasílabo (verso de once sílabas) o el soneto (poema compuesto de cuatro estrofas, dos de cuatro versos y dos de tres versos). El poeta más importante de este momento es Garcilaso de la Vega. Su obra es breve, pero de gran intensidad. Trata del amor no correspondido, a veces como reflejo de su propia experiencia vital. Fíjate en el soneto XXIII: En tanto que de rosa y azucena Se muestra la color en vuestro gesto Y que vuestro mirar ardiente, honesto, Con clara luz la tempestad serena; Y en tanto que el cabello que en la vena Del oro se escogió, con vuelo presto Por el hermoso cuello, blanco, enhiesto El viento mueve, esparce y desordena: Coged de vuestra alegre primavera El dulce fruto antes que el tiempo airado Cubra de nieve la hermosa cumbre. Marchitará la rosa el viento helado, Todo lo mudará la edad ligera Por no hacer mudanza en su costumbre. También la literatura religiosa tiene exponentes en este siglo, como lo demuestra la obra de san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jesús o fray Luis de León. En lo que a prosa se refiere, encontramos una obra realista y dura que contrasta con la idealización que aparece en la lírica: el Lazarillo de Tormes. Es una obra anónima cuyo protagonista pertenece al escalafón más bajo de la sociedad y debe ganarse la vida mediante su astucia e ingenio. Es un retrato duro de la sociedad del momento que narra con un lenguaje sencillo y popular la historia de un pobre muchacho desafortunado que sufre las más variadas y desafortunadas aventuras en su lucha por el día a día. El barroco (siglo XVII) Con el siglo XVII se inicia un nuevo movimiento artístico y literario: el barroco. Este movimiento consiste en la pérdida de equilibrio y claridad que había caracterizado el Renacimiento. La intención de los autores es conmover al público. Son obras subjetivas y con gran variedad de estilos. La forma de la obra toma una gran importancia, por encima del significado, que a veces es profundo y a veces intrascendente e incluso escatológico. Hay dos poetas fundamentales en este periodo: Luis de Góngora y Francisco de Quevedo. A menudo se enfrentan en sus composiciones, puesto que existe una gran rivalidad literaria entre ellos. Sus temas son los propios del barroco: el desengaño y el pesimismo, y tienden (especialmente Quevedo) a la exageración y a la caricatura. La muerte y la fugacidad de la vida también aparecen en su poesía, como en el siguiente poema de Quevedo: ¡Ah de la vida!... ¿nadie me responde? ¡Aquí de los antaños que he vivido! La Fortuna mis tiempos ha mordido; Las horas mi locura las esconde ¡Que sin poder saber cómo ni adónde la salud y la edad se hayan huido! Falta la vida, asiste lo vivido, Y no hay calamidad que no me ronde. Ayer se fue; mañana no ha llegado; Hoy se está yendo sin parar un punto: Soy un fue, y un será, y un es cansado. En el hoy y mañana y ayer, junto Pañales y mortaja, y he quedado Presentes sucesiones de difuntos. En lo referente a la prosa, encontramos, a caballo entre el Renacimiento y el barroco, la obra más importante de la narrativa castellana. Se trata de Don Quijote de la Mancha (1605), escrita por Miguel de Cervantes. Esta novela nació como una parodia de las novelas de caballerías, muy de moda en la juventud de Cervantes, pero se convirtió en algo mucho mayor, en una de las mejores obras de todos los tiempos. Narra la historia de un hombre que de tanto leer novelas de caballerías se cree él mismo un caballero y con el nombre de Don Quijote va en búsqueda de aventuras acompañado de su escudero Sancho Panza, que en realidad es un hombre del pueblo. La novela es un retrato de la sociedad del momento en la que se mezclan episodios cómicos y tristes protagonizados por Don Quijote y Sancho Panza. El género más prolífico durante el barroco es el teatro. Encontramos autores como Lope de Vega o Calderón de la Barca. Durante el siglo XVII, el teatro se convierte en el pasatiempo favorito de la población. De esta forma nació lo que se ha llamado la comedia española, que se caracteriza por la mezcla de lo cómico y lo trágico, la multiplicidad de acciones, la división de la obra en tres actos y la presencia de personajes tipo, es decir, que siempre tienen las mismas características (aparecen las figuras del anciano, la dama, el galán, el gracioso y el rey, entre otras). La Ilustración (siglo XVIII) El siglo XVIII recibe el nombre de siglo de la Ilustración o de las Luces, debido al interés que tiene la razón y el conocimiento para los autores del momento. La ciencia toma fuerza y se crean instituciones que promueven el estudio científico de la lengua, como la Real Academia Española. En lo referente al arte, se inicia un nuevo movimiento llamado neoclasicismo, que recupera los modelos de la antigüedad clásica de Grecia y Roma. La poesía se caracteriza por reutilizar los temas de la tradición grecolatina. El poeta más representativo de este momento es Meléndez Valdés. Pero el género imperante en esta época es el ensayo y la narrativa epistolar. Destacan autores como Gaspar Melchor de Jovellanos y José Cadalso. Jovellanos escribió diferentes ensayos en los que pretendía modernizar la sociedad del momento, aunque a veces esto supusiera problemas con las autoridades. Cadalso eligió el género epistolar, es decir, escribía su obra en forma de cartas, para reflexionar sobre la sociedad española de su tiempo y sobre el comportamiento humano. Su obra más representativa es Cartas marruecas, en la que hace una crítica a las malas costumbres de los españoles. El teatro barroco continuó con éxito durante este siglo. Solamente la obra de Leandro Fernández de Moratín puede ser considerada de teatro neoclásico. Escribió La comedia nueva o el café, en la que se opone al teatro barroco que considera decadente, y El sí de las niñas, en la que critica los matrimonios de conveniencia. LITERATURA CASTELLANA DEL SIGLO XIX Romanticismo Las ideas románticas de libertad e individualidad y la expresión de los sentimientos como la soledad o la nostalgia tienen en la lírica una forma de expresión ideal. Por eso fue uno de los géneros más usados por los autores románticos castellanos. Pese a la existencia de una primera etapa romántica con el poeta José de Espronceda a la cabeza on su obra El diablo mundo, los mejores autores románticos son tardíos y escriben cuando el realismo ya ha empezado. Se trata de Gustavo Adolfo Bécquer y de Rosalía de Castro. La poesía de Bécquer y de Castro (que fue una gran autora también en gallego) es intimista y melancólica. Sus obras son el vivo reflejo del artista romántico que, con la ayuda de la intuición y la fantasía, busca la evasión de la realidad. Aparece en sus obras una gran introspección, es decir, un análisis de los sentimientos profundos del propio poeta. Fíjate en los versos siguientes de Bécquer: Hoy como ayer, mañana como hoy ¡y siempre igual! Un cielo gris, un horizonte eterno y andar..., andar. Moviéndose a compás como una estúpida máquina el corazón; la torpe inteligencia del cerebro dormida en un rincón. El alma, que ambiciona un paraíso, buscándole sin fe; fatiga sin objeto, ola que rueda ignorando por qué. Voz que incesante con el mismo tono canta el mismo cantar, gota de agua monótona que cae y cae sin cesar. Así van deslizándose los días unos de otros en pos, hoy lo mismo que ayer, probablemente mañana como hoy. ¡Ay!, ¡a veces me acuerdo suspirando del antiguo sufrir! ¡Amargo es el dolor pero siquiera padecer es vivir! La prosa romántica viene representada por autores como el mismo Bécquer, que escribió Leyendas. Pero el prosista más destacado del romanticismo es el articulista Mariano José de Larra. Sus artículos parten de acontecimientos o situaciones que el autor observa y que utiliza para hacer duras críticas contra ciertas actitudes sociales. En sus artículos explica que a los españoles les falta educación y ganas de trabajar. Siempre muestra, además, un fuerte pesimismo. El teatro romántico castellano aparece tardíamente y la figura que mejor lo ejemplifica es Francisco Martínez de la Rosa. Este autor escribió dramas que caracterizan el teatro de la época: admiración por la Edad Media, protagonistas misteriosos, ambientes lúgubres y lucha por la libertad y el amor. Pero el drama más famoso de este momento es Don Juan Tenorio, de José Zorrilla. El realismo y el naturalismo El realismo y el naturalismo en castellano dieron muchas obras de género narrativo, especialmente novelas. Autores como Benito Pérez Galdós, con obras como Fortunata y Jacinta, que narra el ambiente de la sociedad madrileña del momento, o los Episodios nacionales, una serie de novelas de tema histórico; o Leopoldo Alas Clarín, con su famosa obra La Regenta, son los autores más representativos del momento. Otros autores realistas y naturalistas son Fernán Caballero (seudónimo de Cecilia Böhl de Faber), Juan Valera o Emilia Pardo Bazán. Sus obras se caracterizan por una descripción detallada y minuciosa de los ambientes y de los personajes, y por los conflictos entre clases sociales. Modernismo A finales del siglo XIX y adentrándose en el siglo XX, aparece el modernismo. Este movimiento es una reacción contra las propuestas realistas que incluyen problemas sociales e ideológicos. Los modernistas defienden la idea de que el arte no tiene que tener ningún fin ni compromiso político necesariamente, sino que debe buscar la belleza en si misma. Esto hace que lo subjetivo y lo sensorial tomen una mayor importancia. El poeta nicaragüense Rubén Darío es el máximo representante del modernismo en castellano. También Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado o Ramón del Valle-Inclán iniciaron su carrera literaria en el modernismo, aunque fueron evolucionando debido a que este movimiento convive con otro que inicia la literatura del siglo XX: la generación del 98. LITERATURA CASTELLANA DEL SIGLO XX Generación del 98 Contemporáneamente al modernismo aparece la Generación del 98. La Generación del p8 está formada por un grupo de escritores que escriben a partir de la situación que produce la pérdida de las últimas colonias españolas de Cuba y Filipinas. Su intención es hacer una crítica a la sociedad, proponer con urgencia una reforma cultural y establecer contacto con los movimientos culturales europeos del momento. Uno de los temas más representativos que tratan los autores de la Generación del 98 es una determinada concepción de España, que se identifica con el paisaje, el carácter y la historia de Castilla. Pese a que los autores que componen el grupo son diversos y cada uno tiene sus peculiaridades, es común en ellos una visión pesimista de la vida y el tema de Castilla. Los autores más significativos de la Generación del 98 son Miguel de Unamuno, que escribió ensayo filosófico como Del sentimiento trágico de la vida y novelas como Niebla o La tía Tula; Azorín, que escribió obras como el ensayo Castilla, y Pío Baroja, con su famosa obra El árbol de la ciencia. El poeta más destacado de esta generación es Antonio Machado, que inició su obra poética ligado al modernismo pero que en una segunda etapa se centra en el tema de Castilla con obras como Campos de Castilla. También son importantes sus poesías de inspiración popular y las composiciones de tema amoroso. También merece mención aparte el escritor gallego Ramón María del Valle-Inclán. Pese que a menudo se le considera miembro de la Generación del 98, Valle-Inclán es un caso singular en la literatura castellana. Con sus obras creó un estilo propio al que llamó esperpento, con el que deforma la realidad y la exagera mostrando situaciones grotescas y absurdas mediante un lenguaje coloquial y desgarrado. Es famosa su obra de teatro Luces de Bohemia. La vanguardia El vanguardista más representativo de la literatura castellana es Ramón Gómez de la Serna. Este autor experimentó en sus obras y llegó a crear un género propio: la greguería. Una greguería es un texto breve en prosa de una o dos líneas, en las que se da una imagen sorprendente y humorística o poética de algún aspecto de la realidad. A continuación tienen algún ejemplo: Tenía tan mala memoria que se olvidó que tenía mala memoria y comenzó a recordarlo todo. De la caída de la nieve en los lagos nacen los cisnes. Como daba besos lentos duraban más sus amores. Los tornillos son clavos peinados con la raya al medio. Generación del 27 En el año 1927 un grupo de escritores se reúne en Sevilla para hacer un homenaje a la figura del poeta Góngora, que en aquel momento estaba poco valorado. Este grupo conformará la llamada Generación del 27 que producirá, sobre todo, poesía. Sus obras se caracterizan por buscar la belleza formal, el uso de imágenes metafóricas y la influencia del surrealismo. Pretenden hacer poesía pura, sin emociones. Aun así, su obra no es vacía y refleja dolor, angustia, alegría o amor. Posteriormente, con la Guerra Civil, algunos de estos autores se comprometieron con el momento histórico que vivían y escribieron poesía sobre temas políticos y sociales. Son miembros de la Generación del 27 los siguientes poetas: Pedro Salinas, Miguel Hernández, Vicente Aleixandre (que ganó el premio Nobel de literatura en 1977), Rafael Alberti, Jorge Guillén o Dámaso Alonso. Pero la figura más importante es Federico García Lorca, cuya poesía busca siempre la originalidad y combina un estilo culto con elementos populares del folklore andaluz. Son obras suyas el Romancero gitano y Poeta en Nueva York. La posguerra Después de la Guerra Civil la situación literaria no es muy buena. Algunos autores, como Lorca, han muerto y otros se han exiliado por sus ideas políticas. Autores exiliados, como Ramón J. Sénder, escriben sobre la emotividad de la guerra y la añoranza de la patria. En España, durante los primeros años de posguerra la literatura está alejada de la realidad y la producción literaria sólo pretende entretener al público. A partir de los años cincuenta la literatura se va renovando. Aparece una corriente existencialista que trata el tema de la angustia del ser humano con obras como La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela y Nada, de Carmen Laforet. También aparece el movimiento llamado realismo social, que pretende contar en un estilo claro la forma de vivir de la España del momento, a veces incluyendo algunas críticas y a veces con la máxima objetividad posible. La novela más importante de este movimiento es El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio. En poesía se da un fenómeno parecido. Se trata de la poesía social, representada por Blas de Otero, Gabriel Celaya y José Hierro. Estos autores utilizan la poesía para denunciar las injusticias y hablar de la libertad del ser humano. En teatro, se da un teatro comercial y de evasión que defiende valores conservadores, pero además aparecen obras de teatro humorístico o de teatro social. En el teatro humorístico destaca Miguel Mihura con Tres sombreros de copa (1952), una obra en la que se cuenta el idilio entre un joven provinciano y una bailarina la noche anterior a la boda del chico. En ella aparecen numerosos personajes que se mueven entre la libertad y los prejuicios y los falsos valores de la sociedad burguesa. En el teatro social destaca Antonio Buero Vallejo con Historia de una escalera, una obra de tipo realista que habla de los problemas de la sociedad española del momento. De los setenta a nuestros días A partir de los años sesenta la literatura se va desligando del compromiso social y pasa a expresar estados de ánimo, temas universales como el amor o la muerte o la influencia de nuevas corrientes culturales (cine y música, por ejemplo) en la vida humana. En poesía destacan Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo o Pere Gimferrer. A continuación tienes un poema de Gil de Biedma. NO VOLVERÉ A SER JOVEN Que la vida iba en serio uno empieza a comprenderlo más tarde —como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante. Dejar huella quería y marcharme entre aplausos —envejecer, morir, eran tan sólo las dimensiones del teatro. Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma: envejecer, morir, es el único argumento de la obra. En 1962 se publicó Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos y con ella se inicia un corriente renovador que va hasta nuestros días. Algunos narradores son Miguel Delibes, Juan Goytisolo, Juan Marsé, Eduardo Mendoza o Manolo Vázquez Montalbán. También en esta época obtiene un gran éxito la literatura hispanoamericana y autores como Julio Cortázar o Gabriel Gabriel García Márquez escriben algunas de las mejores obras del siglo, como Rayuela (de Cortázar) o Cien años de soledad (de García Márquez) El teatro también se renueva y aparecen autores experimentales como Fernando Arrabal, pero también existe otro tipo de teatro más convencional en el que predominan los elementos realistas y el costumbrismo, como se muestra en la obra de Antonio Gala.