14. 2 Crónicas. ¿Alguien ha encontrado mi Biblia?
Transcripción
14. 2 Crónicas. ¿Alguien ha encontrado mi Biblia?
¿Alguien ha encontrado mi Biblia? 2 Crónicas 34:1-3; 14-21 (NVI) Perdí mi bicicleta. No, nadie me la robó. Yo sabía que estaba en alguna parte del montón de trastos viejos de mi padre. De vez en cuando encontraba una parte de mi bicicleta. Pero, en cierto sentido, estaba perdida. La que alguna vez fue la hermosa Kool Lemon Schwinn Continental (modelo del año ’72) había sobrevivido una carrera brutal de ida y regreso de Hartford City en Indiana hasta el Cañón de Colorado. Luego, unas semanas más tarde, sufrió los esfuerzos de un adolescente impaciente por desarmarla completamente y pintarla de nuevo. Unas semanas después su apariencia era peor que antes. Poco a poco, con el paso de los años, su condición fue de mal en peor, aguantando varios traslados, sufriendo la pérdida de algunas partes, quedando los neumáticos completamente podridos, las ruedas en un lugar y el cuerpo en otro, y algunas partes misceláneas en una caja. Pues, yo diría que en cierto sentido estaba perdida. Desde mi adolescencia, dejé que todo esto ocurriera con mi bicicleta. Luego, con varios años de casado y tres hijos, comencé a pensar en mi vieja bicicleta. Me hacía tanta falta que decidí dedicar mi tiempo libre a “encontrarla”. Sin embargo, como trabajaba de tiempo completo y también estudiaba en la universidad de tiempo competo, el tiempo libre era escaso y mi búsqueda tardaría demasiado. Pero un día, buscando entre las cosas deshechas que se acumularon durante años en la bodega de la casa de mi padre, encontré el cuerpo. También encontré las ruedas. Y finalmente, encontré una caja con el resto de las partes, y me puse a trabajar. Unas semanas, o mejor dicho unos meses más tarde, tenía nuevamente en mi poder aquella bicicleta de diez velocidades; la cual, más que un medio de transporte o de deporte, era un pequeño pedazo de mi vida, la memoria conservada de un verano muy especial – en 1972. Algo perdido... y encontrado. Leer 2 Crónicas 34:1-3; 14-21 y orar El libro de la ley se había perdido, extraviado, olvidado, desatendido, pero ahora se había encontrado. Nosotros consideramos como un hecho normal y cotidiano tener la Palabra impresa. Tal vez, la mayoría de nosotros tiene varios ejemplares en casa, y puede que la mayoría de ellos acumulando polvo. Pero no ha sido siempre así. Incluso no es así ahora, en muchas partes del mundo. No hace mucho tiempo, los libros de cualquier clase eran raros y caros. Algunos de ustedes habrán oído la historia de Tischendorf, quien fuera profesor en la Universidad de Leipzig. Cuenta la historia que un día, cuando estaba visitando el monasterio de Santa Catarina en Monte Sinaí en 1844, vio allí unas hojas de un pergamino en una cesta de basura, que utilizaban para encender el fuego en el horno del monasterio. Así fue como recobró 43 páginas de la Septuaginta (traducción antigua del Antiguo Testamento hebreo al griego). ¡El monje mencionó que ya habían quemado dos cestas de esos pergaminos! Tischendorf les advirtió que los textos antiguos eran demasiado valiosos para ser usados en encender el fuego. Volvió a casa, pero no pudo descansar. Volvió al monasterio en 1853 para rescatar más páginas. Sin embargo, como había mostrado demasiado entusiasmo en la visita previa, los monjes fueron más cautelosos y no le respondieron. Llegó el año 1859, pero aún no podía descansar. Regresó nuevamente, y esta vez le mostró al nuevo supervisor del monasterio lo que había publicado de las hojas rescatadas en su viaje anterior. El supervisor le dijo, “Yo también tengo un ejemplar del Antiguo Testamento.” Ante los ojos del sorprendido investigador, el monje fue a su pequeña celda y salió con un manuscrito envuelto en tela roja. Aquello era lo que le había hecho desvelar a Tischendorf. ¡No habían quemado todo el códice! Allí estaba el tesoro sin par, el hallazgo que cambiaría para siempre la erudición bíblica. Pero Tischendorf tuvo que proceder con cautela. Antes, su acción había revelado demasiado entusiasmo. Así que preguntó al monje con indiferencia si le permitiría estudiarlo en su cuarto esa noche. ¡Y él se lo prestó! Trasnochando, escribió en su diario, “El dormir me parecía verdaderamente un sacrilegio.” Ahora tenía en sus manos, no sólo el Antiguo Testamento completo, sino también ¡el Nuevo Testamento! ¡Y en una condición excelente! Con gran pericia en el regateo, Tischendorf ofreció comprar el manuscrito. Por fin, con maniobras políticas y por el precio de un santuario en plata para Santa Catarina, logró comprar el manuscrito para el Zar de Rusia. Más tarde, el Museo Británico lo compró en 1933 por el equivalente de $500.000 (dólares americanos). Lo que alguna vez pudo ser usado como basura para encender el fuego en un monasterio resultó ser definitivamente el manuscrito más importante de todos los tiempos del Nuevo Testamento, el Código Sinaítico. Hasta el día de hoy, cualquier traductor moderno no podría proceder con su trabajo sin antes consultar este valioso manuscrito antiguo de la Palabra de Dios. Una copia de la Palabra de Dios estuvo perdida, pero después fue encontrada. Sin embargo, la Escritura sufre un nuevo escenario mucho más grave. Sí, lo que encontraron fue una copia de la ley -- la Biblia de ese tiempo -- pero fue más que meramente una copia; fue probablemente la única que existía o la única de qué había conocimiento. El año fue 638 antes de Cristo. El niño Josías ocupó el trono a la edad de ocho años. A la edad de 26, ordenó la restauración del templo. La Casa de Dios había caído en abandono. Josías actuó. “Llamen a los albañiles y los carpinteros. Consigan piedra y madera.” La casa de Dios se había deteriorado por la negligencia; la verdadera adoración a Dios había desaparecido por la negligencia. Mientras los obreros comenzaban la reparación del templo que había sido descuidado por tantos años, hicieron el descubrimiento más grande de sus vidas. Algo importantísimo se había perdido debido al descuido y la negligencia. Cuando se pierde la Palabra de Dios, los resultados son devastadores. ¿Qué sucede cuando se pierde la Palabra de Dios? Consideren tres consecuencias, cuando la Palabra de Dios se pierde. 1. Desaparecen las pautas que dan significado. Sin regla de medir, ¿cómo se puede formar un fundamento cuadrado? Sin el nivel de burbuja, ¿cómo se puede construir un muro derecho? La Biblia es valiosa porque nos enseña cómo vivir la vida. Sin la Biblia, ¿cómo sabremos qué es malo o qué es bueno? Ý ¿qué espera Dios de nosotros? Si quitamos las declaraciones de “Así dice el Señor”, ¿cómo sabremos lo que Dios quiere? El versículo 21 nos dice en las palabras del rey Josías, “nuestros antepasados no tuvieron en cuenta su palabra, ni actuaron según lo que está escrito en este libro.” Habían vivido sin el libro. Ahora se dieron cuenta de su falta. La Palabra de Dios es la guía indiscutible para la vida. Salmo 119:105 – “Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero.” Hoy todos nosotros necesitamos esta guía – ¡y no se ha perdido! Muchos la hemos traído a la iglesia. Tenemos la guía y sabemos más o menos lo que dice. Sé que ustedes me están diciendo: “¡Yo he encontrado mi guía, Pastor, aquí la tengo!” Pero quiero sugerirles que debemos conocer más que las pautas. Es esencial que la Biblia sea para nosotros más que leyes, reglas y regulaciones. A ver adónde esto nos lleva. Encontramos también que sin la Palabra de Dios......... 2. Todo es sujetivo. Sin la Biblia, no hay verdad absoluta – no hay nada que sea verdad siempre para toda persona en todo tiempo. Más bien, nos rodean las opiniones y la intuición. Estamos perdidos en un mar de subjetividad donde cada individuo trata de encontrar la verdad que es correcta para sí mismo. En 1996 Jack Miles recibió el premio Pulitzer en biografía por su libro, Dios. Una Biografía. Miles sostienen que los judíos, como monoteístas, atribuyen a un Dios las características seleccionadas de varias deidades del Medio Oriente, produciendo así una deidad compleja y contradictoria. Esta afirmación implica que “si apenas podemos ser persuadidos que la Biblia presenta un Dios humano, caprichoso, de poca confianza, no tenemos que creer lo que dice ni temer a Dios.” (Harold Brown en Religión & Society Report) Perdidos en un mar de subjetividad. Pero noten que el Dr. Miles no ha abandonado la Biblia. Más bien, ¡la ha hecho el tema de su libro premiado! ¡Él ha leído la Biblia! ¡Sabe lo que dice! A pesar de lo que sabe, la deja, diciendo “Dios es como muchos de los seres humanos; no es digno de confianza, no se puede depender de él; ¡no hay razón para que yo crea su palabra ni le tema a él!” Así que el Dr. Miles ha hecho con la Biblia lo que yo hice con mi bicicleta. Encontré mi bicicleta. Pero no pude encontrar una pintura igual al original de la fábrica – el “Kool Lemon” (color de limón fresco). Así que decidí usar una pintura de color gris marengo. La rueda libre estaba arruinada; así que la reemplacé con una de seis dientes en vez de los cinco originales. Ahora en lugar de una bicicleta Kool Lemon de 10 velocidades, tenía una bicicleta gris de 12 velocidades. Había recuperado mi bicicleta, lo perdido había sido hallado, pero estaba casi sin valor para cualquier otra persona. Solamente para mí, por razones sentimentales, tiene valor. ¿Por qué ya vale tan poco? Ha sido alterada. No ha sido restaurada, sino cambiada mediante mis esfuerzos de repararla. Ha sido cambiada. Yo la construí de nuevo, cambiándola en algo que no era antes. Nosotros somos capaces de hacer algo semejante con la Palabra de Dios. Por lo tanto necesitamos algo más que poseer una Biblia. Necesitamos algo más que el hábito de leerla. Esas cosas no nos protegerán de ser ahogados por una religión de “haz esto” y “no hagas eso”. No nos salvarán de ser ahogados en el mar de la subjetividad. Es indispensable tener algo más. Escúchenme un poco más mientras nos movemos hacia lo que Dios quiere que encontremos en su Palabra. 3. La vida carece de significado. Vivimos en un mundo que sufre por la falta de respuestas, un mundo que necesita encontrar un significado en el vivir. Podemos poseer el libro, traerlo a la iglesia, leerlo con regularidad y hasta estudiarlo cada día. Estas cosas son buenas, pero no son el fin en sí mismo. No son metas donde pararnos. ¿Qué más necesitamos? Tenemos que permitir que la Palabra de Dios nos guíe a una relación íntima con él. El acercarnos a la Palabra de Dios sin tener esto en mente nos deja sin nada de valor eterno en la vida. ¡Pero la Biblia da significado a la vida! -- Una oportunidad para conectarnos con lo infinito -- una relación con el Dios que nos creó a nosotros y creó nuestro mundo. Demasiadas veces nos paramos donde yo me paré con mi bicicleta. La encontré. La arreglé, aunque no con todas sus partes originales. Es posible montarla y dar un paseo. Lo he hecho algunas veces, pero por lo general, no la uso. La protejo como un recuerdo sentimental de mi pasado, pero no la uso en verdad para viajar o dar un paseo, o dejar que sea una parte de mi vida. Tenemos que tomar el próximo paso con la Palabra de Dios. El paso que lleva la Biblia más allá de las reglas y regulaciones, más allá de algo que nos salva de ahogarnos en un mar de subjetividad. Tenemos que avanzar con y por la Palabra de Dios hacia una relación viva, vital, continua, progresiva con Jesucristo, el enfoque central de este libro maravilloso – a una relación que cambia la vida. ¡Jesucristo -- nuestro salvador, nuestro santificador, nuestro libertador, nuestro guía, nuestro redentor, nuestro amigo! ¿Ha encontrado usted esta relación con Cristo en la Palabra de Dios? ¡Claro que puede! ¡Él quiere tal relación con cada uno de nosotros! Venga a su Palabra, y venga para tener esta relación.