Introducción - PIRAMOYTISBE
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Introducción - PIRAMOYTISBE
EL MUNDO FUNERARIO ROMANO Los monumentos funerarios de los romanos se situaban fuera de los límites de la ciudad a ambos lados de la calzada, y con frecuencia se adornaban con jardines. Un claro ejemplo son las necrópolis de Pompeya. Había dos tipos de enterramientos inhumación o incineración. Existían una gran cantidad de plantas para adornar el jardín dependiendo de las propiedades y de la simbología con la que se deseara realizar el monumento funerario. Los jardines eran de distinta forma y dimensiones. La Cepotaphia era el término que denominaba la forma de monumento funerario más evolucionado que ocupaba una amplia parcela rodeada de jardines diseñados para ornamentar dicho monumento. Las tumbas estaban dotadas de elementos para poder celebrar banquetes funerarios con los que sus seres queridos honraban al difunto: tubos de libación, cenadores, exedras y pozos. Frecuentemente de realizaban ofrendas de huevos, judías, lentejas y vino. El vino era un sustituto apropiado de la sangre, la bebida favorita de los muertos. En ocasiones especiales se sacrificaban animales y se hacía una ofrenda con sangre. La familia romana estaba tan unida que al fallecer uno de sus miembros pasaba a formar parte de los antepasados a los que había que rendir culto. Ya era uno de los protectores de la familia, los Manes, que se les rendía culto manteniendo vivo el fuego del hogar. La tumba adquiría la categoría de altar, símbolo de la vida sedentaria. Debía de estar en el suelo y no podía cambiar de lugar, ya que los Manes exigían una morada fija a la que estaban vinculados todos los difuntos de la familia. El espacio del enterramiento, sepulchrum, adquiría el carácter de lugar sagrado, locus religiosus, inamovible, inalienable e inviolable. Solo podían acceder a él los familiares. Las partes externas, la momumenta, si que se podía transforma y redecorar. Siempre que las circunstancias y la muerte lo permitían, el funeral daba inicio en casa del difunto. La familia acompañaba al moribundo a su lecho, para darle el último beso y retener así el alma que se escapaba por su boca. Tras el fallecimiento, se le cerraban los ojos y se le llamaba tres veces por su nombre para comprobar que realmente había muerto. A continuación se lavaba el cuerpo, se perfumaba con ungüentos y se le vestía. Por ley estaban prohibidos los lujos en los funerales, pero permitían colocar sobre la cabeza del difunto las coronas que había recibido en vida. Siguiendo la costumbre griega se depositaba junto al cadáver una moneda para que Caronte transportara su alma en barca y atravesar así la laguna Estigia hacia el reino de los muertos. Finalmente el cuerpo del difunto se colocaba sobre una litera con los pies hacia la puerta de entrada, rodeado de flores, símbolo de la fragilidad de la vida y se quemaban perfumes. Según la condición social permanecía expuesto de tres a siete días. En la puerta de la casa se colocaban ramas de abeto o ciprés para avisar a los viandantes de la presencia de un muerto en el interior. Como señal de duelo evitaban encender fuego en la casa. Hasta finales del Siglo I, el funeral era celebrado por la noche a la luz de las antorchas, ya que la muerte era un suceso desgraciado y contaminante. A partir de esta fecha comienzan a realizar los ritos por el día, excepto los de los niños, suicidas e indigentes. El transporte a la pira funeraria o a la tumba, se realizaba colocando al difunto en una caja de madera abierta que se colocaba sobre una especie de camilla para transportarla o era llevada a hombros por su familia. Detrás del difunto se situaba el cortejo fúnebre formado por el resto de la familia y sus amigos. A veces se acompañaban de músicos que tocaban trompetas y flautas o de mujeres que expresaban el dolor llorando o golpeándose en el pecho. La humatio, era esencial en el funeral. Consistía en arrojar tierra sobre el cuerpo del difunto o sobre parte de él, según se tratara de una inhumación o una incineración. La tumba se consagraba con el sacrificio de una cerda y una vez construida se llamaba tres veces al alma del difunto para que entrara en la morada que se le había preparado. Durante la ceremonia funeral se realizaba un acto de purificación para las personas que habían estado en contacto con el cadáver. Antes de la sepultura la tumba se purificaba barriéndola o limpiándola y después utilizando agua se limpiaba a las personas que habían asistido al funeral. En época altoimperial y al entrar en contacto con culturas como la griega, el más allá se concebía como una región subterránea, en la cual vivían reunidas todas las almas, lejos de sus cuerpos recibiendo premios o castigo según la conducta en vida. La creencia de otra vida tras la muerte motivaba que el individuo fuera enterrado con objetos que había utilizado en vida y que ahora podían acompañarle y servirle en esta nueva vida: ropa, cerámica, utensilios de trabajo, etc. Junto a estos objetos también se colocaban otros relacionados con el ritual funerario: la lucerna que iluminaba el camino hacia el más allá, la moneda para pagar a Caronte, recipientes para alimentos o ungüentarios para los perfumes. Durante los nueve días siguientes al funeral, se realizaban ritos que finalizaban con una comida y el sacrificio de un animal. Los alimentos y la sangre de los animales sacrificados eran ofrecidos a los antepasados del difunto, los dioses Manes, y al individuo fallecido para así divinizar su alma y situarla junto a las divinidades protectoras de la familia. El tiempo de luto para los familiares directos era de diez meses y no podían realizar fiestas ni utilizar adornos. Las atenciones al difunto seguían continuando después de este tiempo para asegurar su descanso eterno. Las ofrendas de comida: pan, vino, frutas, uva, pasteles, etc. y flores como violetas y rosas eran habituales y se hacían llegar al difunto a través de un conducto de cerámica o de un orificio situado en la cubierta de la tumba, el tubo de libaciones. Estos actos eran realizados por la familia el día de cumpleaños del difunto. Los difuntos eran honrados de forma general los días de Parentalia, que tenían lugar entre los días 13 y 21 de febrero. Otras fiestas dedicadas a los difuntos y más antiguas fueron las Lemurias, celebradas el 9, 11 y 13 de mayo. Durante estos días las almas cuyos cuerpos no habían recibido sepultura rondaban las casas y el padre de familia realizaba un ritual con habas negras para alejar a los espíritus errantes. Se levantaba, se lavaba las manos como señal de purificación y se metía las nueve habas negras en la boca. Descalzo por la casa iba escupiendo las habas una a una, para que alimentasen a los Lemures, espíritus malignos que atormentaban y dañaban a los vivos, y pronunciaba las palabras del ritual. Al finalizar volvía a lavarse las manos, y sin mirar atrás hacia sonar un platillo y volvía a recitar las oraciones. Así los Lemures habían abandonado la casa y volvían la mundo de los muertos. Los difuntos a los que no se había dado sepultura o celebrado el ritual funerario vagaban errantes sin morada, causando la desgracia a los seres vivos y asustándolos con apariciones nocturnas, hasta que daban sepultura a sus restos y cumplían el ritual funerario. Por ello, incluso a los que morían lejos de la familia y su cuerpo era enterrado en otras tierras, se le celebraba el ritual completo. La incineración consistía en reducir el cadáver a cenizas. Los romanos creían que el alma podría volver a su lugar de origen, el cielo. La ceremonia se celebraba sobre una pira con forma de altar, sobre la que se depositaba el ataúd con el cadáver. Se le habrían los ojos para que simbólicamente pudiera mirar como su alma de dirigía hacia el cielo. Se sacrificaban animales queridos por el difunto y se incineraban junto a él. Antes de quemar el cadáver se le cortaba un dedo y se arrojaban tres puñados de tierra que simbolizaban su enterramiento. Como manifiesto de dolor los familiares y amigos más íntimos arrojaban sobre la pira ofrendas de alimentos y perfumes. Se le nombraba por última vez y volviendo la cara se incendia la pira con las antorchas llevadas en el cortejo fúnebre. El rito concluía vertiendo agua y vino sobre la pira. Se despedía a los asistentes y éstos se despedían del difunto deseándole que la tierra le fuera leve. Las principales inscripciones funerarias de los romanos eran D.M.S., Dis Manibus Sacrum ("Consagrado a los Dioses Manes"), H.S.E., -Hic Situs Est- ("aquí está enterrado"), o S.T.T.L., -Sit Tibi Terra Levis- ("que la tierra te sea leve"). No solía figurar el día de la muerte, se indicaba la edad del difunto, el nombre o la familia a la que pertenecía y finalmente se inscribían unas palabras afectuosas para con el difunto: queridísimo, benemérito, etc. Una vez consumida la pira, los familiares recogían en una tela blanca los huesos calcinados y los enterraban en el mismo lugar de la pira o los depositaban en una vasija para depositarlo en un columbario. A finales del S II, principios del S III las incineraciones fueron sustituidas por las inhumaciones en todo el Imperio, excepto los enterramientos infantiles que continuaban incinerándolos. Los tres tipos de enterramientos eran: Los columbarios de carácter familiar o colectivo, en cuyas paredes y suelo se depositaban las urnas con los restos del difunto. Las fosas simples escavadas en el suelo, en cuyo interior se depositaban las ceniza y restos del difunto y; La fosa con caja de ladrillo y cubierta de mármol en las que se recogían las cenizas directamente o eran alojadas en una urna. Un columbario es un monumento funerario muy común en la antigua Roma. Su nombre (del latín columba, paloma) viene dado por la forma de los loculi, espacio destinado a cada una de las urnas cinerarias, semejantes a los habilitados para nidos en los palomares. Surgen en Roma a mediados del siglo I a.e.c., como enterramientos colectivos pertenecientes a corporaciones funerarias en contraposición a mausoleos familiares y tumbas aisladas. Permanecieron en uso hasta el siglo II-III. Su morfología, dentro de una tipología definida, y su decoración eran muy variadas. Con la expansión del Imperio y la continua movilización de sus gentes, fue frecuente la asociación de individuos en su mayoría libertos y esclavos, en colegios funerarios, collegia, que les asegurase unos funerales dignos y el mantenimiento de sus ritos. Los romanos creían que las almas de los difuntos viajaban al mundo subterráneo donde reinaba el Dios Plutón. Las almas eran conducidas por el Dios Mercurio. A este mundo accedían atravesando la laguna Estigia, en una balsa conducida por Caronte, que previo pago les conducía a la otra orilla. EL mundo subterráneo estaba custodiado por un perro de tres cabezas Can Cerbero. Allí las almas eran juzgadas y tras el veredicto eran conducidas a la región de las almas bondadosas o malvadas. Siete eran las zonas que se diferenciaban en le mundo de los muertos: La primera estaba destinada a los niños, no natos, y no podían haber sido juzgados. La segunda es donde estaban los inocentes ajusticiados injustamente. La tercera correspondía a los suicidas, la cuarta era el Campo de Lagrimas donde permanecían los amantes infieles. La quinta estaba habitada por héroes crueles en vida, la sexta era el Tártaro donde se procedía al castigo de los malvados y por último la séptima, los Campos Elíseos, donde moraban en la eterna felicidad las almas bondadosas. Allí la primavera era eterna y se podían bañar en las aguas termales del río Leteo, que hacían olvidar a los muertos su vida pasada. Este paraje era identificado con las Insulae Fortunatae, Las islas Canarias. MATERIAL FOTOCOPIABLE / Oxford University Press 2002 EL CULTO A LOS MUERTOS EN GRECIA Y ROMA Cuando muere un familiar, en primer lugar le ponen un óbolo en la boca para que le sirva para pagar el paso de la laguna. Después de lavar el cadáver, de ungirlo con bálsamo perfumado en el momento en que empezaría a oler mal, y de coronarlo con flores de la estación, lo exponen a la vista de todo el mundo, amortajado con los mejores vestidos para que no tenga frío ni el Can Cerbero le vea desnudo. Y mientras van haciendo todo esto, las mujeres prorrumpen en llantos y gemidos, todos lloran, se golpean los pechos, se mesan los cabellos y se arañan las mejillas. A veces incluso desgarran la ropa y se echan polvo en la cabeza, y los que aún viven están peor que el difunto, porque a menudo se revuelcan por el suelo y se golpean la cabeza contra el pavimento. LUCIANO: Sobre el luto 1. En el texto has podido leer algunas de las costumbres que tenían los griegos acerca del ritual para enterrar a sus muertos. Responde a las siguientes preguntas: ¿qué es un óbolo?, ¿a qué laguna se refiere?, ¿quién es el Can Cerbero? 2. ¿Por qué crees que los griegos concedían tanta importancia al enterramiento de los muertos? ¿Lo hacían con todos ellos? 3. Los griegos ¿incineraban o inhumaban a sus muertos? Infórmate. 4. Los romanos, al igual que los griegos, también concedieron mucha importancia al enterramiento de sus muertos y a sus tumbas: estaban situadas cerca de las calzadas, en las vías de acceso a las ciudades. ¿Por qué crees que lo hacían así? 5. Seguramente habrás observado en muchas películas que, después de un entierro, familiares y amigos se reúnen en casa del difunto y allí comen y beben. ¿Sabes si es una costumbre cuyo origen podamos encontrarlo en la antigüedad? 6. En Roma, una de las tumbas más modestas fue el columbario. ¿Cómo eran? ¿Por qué se las llamó así? MATERIAL FOTOCOPIABLE / Oxford University Press 2002 EL CULTO A LOS MUERTOS EN GRECIA Y ROMA (Soluciones) 1. El óbolo es una moneda de plata de la antigua Grecia que, como dice el texto, podía servir para pagar el paso de la laguna Estigia. En la mitología griega, el Can Cerbero era el guardián de los infiernos, perro de tres cabezas y cola de serpiente. Puede ser una buena ocasión para que el alumno conozca la razón por la que al portero de un equipo deportivo se le llama, precisamente, cancerbero. 2. Los griegos concedían esa importancia al enterramiento de sus muertos porque creían que si no lo hacían sus almas estaban condenadas a vagar eternamente. Pero con suicidas, delincuentes y ladrones de templos no se respetaba esta costumbre. 3. Los griegos practicaron ambas opciones: si les incineraban, un familiar guardaba las cenizas en una urna; si les inhumaban, se guardaba el cuerpo en un sarcófago (o se depositaba sobre un lecho de hojas). En este caso, la tumba era decorada con algún motivo ornamental (estela, columna, cerámica, etc.), aunque la de los más ricos lo era suntuosa y monumentalmente. Hay un tipo de cerámica griega, la de los vasos lécitos, que evolucionó de contener perfumes y aceites (de ahí el nombre) a contener cenizas humanas: sus figuras, primero en blanco y negro y después polícromas, acabaron siendo también de carácter funerario. Hasta el siglo II de nuestra era predominó la incineración. 4. Los romanos enterraban a sus muertos cerca de las calzadas y caminos para que los vivos pudieran admirar las tumbas, independientemente de su fastuosidad, y para que los muertos pudieran estar cerca de los vivos. Como los griegos, creían que debían enterrar correctamente a sus muertos para que no se les aparecieran y les causaran daños. Por ello, si era incinerado, también se quemaban sus objetos personales; si era inhumado, esos objetos eran enterrados con él. 5. Del mismo modo que en Roma las tumbas se adornaban frecuentemente con flores, como se sigue haciendo en la actualidad, familiares y amigos celebraban un banquete después del funeral ya que se creía que el difunto disfrutaba con él. En algunos lugares de España ha existido la costumbre de que el difunto dejara asignada una cantidad de dinero para que, en su honor, se celebrara precisamente un banquete tras su muerte. 6. Los columbarios eran criptas excavadas en piedra en forma de nichos similares a los nidos de un palomar, de ahí el nombre. Introducción Los ritos y costumbres funerarios tuvieron una evolución extremadamente progresiva a lo largo de la historia romana. En los tiempos más antiguos no existía un concepto totalmente definido, o claro, de que se podía esperar después de la muerte y los rituales, monumentos fúnebres y obras artísticas relacionadas a la muerte, tenían un sentido visual y de comunicar el status social del muerto que el de una significación religiosa. Luego con el pasar de los años, y los intercambios culturales con otras civilizaciones, se crearon monumentos colosales que vislumbraron al mundo. La sociedad se fue llenando de ritos y costumbres establecidas. Como dijimos estas creencias se irían adaptando a partir del contacto con civilizaciones ajenas, mezclándolas entre si y llenándolas con un estilo romano al punto de darles un sentido propio anteriormente poco visto. La inhumación en necrópolis subterráneas fue tomada de los etruscos al principio, y posteriormente al conquistar las colonias griegas al sur de la península itálica, los ritos funerarios tomaron un rumbo helénico una vez adoptadas las deidades de estos ultimos -aunque es bueno aclarar que los ritos romanos eran mucho más pomposos y líricos que los helénicos-. Ritos que finalmente serían seguidos con un uso casi universal en la sociedad romana -o al menos en los ciudadanos que podían costearlos-. Luego ya hacia el final del Imperio con el crecimiento del cristianismo volvió la inhumación. No podemos decir que habia un codex establecido a lo largo y ancho de la República o del Imperio para tratar a sus muertos, dado su tamaño tal cosa resultaría casi imposible. Esto llevó a que cada región adoptara ciertas costumbres locales de la zona y las uniera a las propias logrando una gama de configuraciones casi unica en la historia de toda la humanidad. Por esta razón los monumentos funerarios romanos van desde las más intrincadas catacumbas, hasta palacios monumentales y pirámides que nos hacen recordar a las egipcias. Muchas veces estas adaptaciones tenían un fin util a las necesidades que se presentaban. Por ejemplo en las primeras épocas del imperio la inhumación fue reemplazada por la cremación, ya que los legionarios emplazados en lejanas regiones recién conquistadas eran tan odiados por los locales que éstos a manera de venganza póstuma desenterraban y vejaban los cuerpos; o por ejemplo Sila imponiendo una "moda" de cremación en el patriciado al querer evitar que los partidarios de Marius le paguen con la misma moneda su vejación al cuerpo de éste último. Si bien el culto a los muertos en la civilización romana era tan variado y tan cambiante a lo largo de sus épocas el objetivo final de este siempre fue el mismo, la inmortalidad. Ya sea por medio de que el alma, en esencia inmortal y de carácter divino, vaya al inframundo o mediante la memoria producto de la impresión al ver una colosal escultura. algo que no deja dudas en el culto a los muertos romano. Click aqui para volver al indice. Uno de los tantos ejemplos del exquisito arte funerario romano. Vemos que la mujer está representada junto a su pequeño perro. Generalmente los grabados funerarios representaban una imagen de algo que fuera grato o querido para el o la homenajeada. Importancia histórica de las tumbas romanas Más allá de la admiración que nos puedan producir los monumentos y mausoleos colosales de los emperadores y patricios más ricos, es la importancia histórica la que nos debe impresionar. En las tumbas tanto de ricos y pobres era normal, además de las escenas mitológicas, encontrarnos con bajo relieves y pinturas de la vida cotidiana de los difuntos. Gracias al estudio de estos se pudo llegar a comprender en mayor medida como era la vida de los esclavos, las mujeres, y la clase media de Roma. Es por las inscripciones y los epitafios que se pudó llegar a entender muchos aspectos de la sociedad, a veces estos cargados de contenido político y otras veces de planteos filosóficos dirigidos al pasante. Uno de los mayores ejemplos de documento histórico es la Columna de Trajano, erguida bajo su pedido, la que nos da un recuento histórico completísimo de los años en guerra contra Dacia. Click aqui para volver al indice. Como eran las tumbas en romanas Estas eran de muy variados tipos, como mencionamos anteriormente. Las más utilizadas, y que hablaremos más adelante, eran las fosas comunes, a las que iban a parar los más pobres y estas eran seguidas por los Columbariums -la traducción más cercana sería "palomera"- el interesante nombre de este tipo de tumbas, generalmente talladas en la roca, o subterráneas, viene de que las urnas con los restos de los difuntos eran colocadas en nichos muy semejantes a los encontrados en un palomar. Cuando la tumba era subterránea lo más normal es que a la vista se encontrara un Monumentum -hito que señala el lugar de la tumba al exterior-. En un columbario era general encontrar a una familia de clase media y también a sus esclavos y libertos, cada urna, generalmente estaba identificada con una placa distintiva. Estos columbarios eran generalmente de planta cuadrada, redonda o poligonal y los nichos se encontraban emplazados en las paredes. Por supuesto que la calidad del columbario dependía de la clase social de sus habitantes. Podemos encontrar desde los más rústicos agujeros en la roca o catacumba subterránea, hasta elegantes bóvedas con pisos de mármol y estatuas que conmemoraban a los muertos. Los epitafios, placas que nos daban la identidad del difunto, generalmente señalaban su nombre y fecha de nacimiento y quién fue el que pagó por la tumba y que relación familiar tenía con el difunto. Hay muchos tipos de epitafios, algunos más artísticos y otros más estadísticos. Estos podían contener desde los logros en vida del habitante de la tumba hasta mensajes a sus visitantes. Como curiosidad en algunas tumbas familiares, y esto es lo interesante, los epitafios de los difuntos posteriores hacían referencias a los epitafios de los difuntos anteriores, dando una pizca de humor negro al visitante de la tumba. Era normal que este tipo de tumbas estén ubicadas a los costados de los caminos, generalmente mientras más importantes los caminos de mayor nivel social los miembros de las tumbas, siendo la Vía Apia el cementerio de una gran cantidad de familias patricias. Las tumbas podían contener urnas, con las cenizas del difunto, o sarcófagos -devoradores de la carne, del griego- con el cuerpo de este. Ambas, urnas y sarcófagos, estaban adornadas con bajo relieves de diferentes escenas mitológicas, de la vida cotidiana, y hasta planteos filosóficos o políticos directamente relacionados con los gustos y preferencias del muerto. Estas urnas y sarcófagos podían estar construidas de metales preciosos o mármol, dependiendo del nivel económico de la familia del difunto recordemos que las tumbas además de algo religioso eran un factor de status social- razón por la cual se esforzaban con esmero por tener tumbas envidiadas por otros ciudadanos. Estas estelas con escenas de la vida cotidiana y escenas mitológicas estaban apuntadas a enfocar el significado de la inmortalidad del alma y el paso de la vida terrenal a la vida después de la muerte. Un gran ejemplo de esto es el Thiasos, la cual nos muestra una escena de la procesión de dios Baco con su esposa Ariadna. El significado de estas escenas es muy claro, Ariadna, una mortal, se transforma en inmortal al unirse a Baco. Un claro ejemplo de como un simple mortal trasciende a una vida inmortal. Otro motivo muy repetitivo en los relieves es ver el cortejo fúnebre que lleva al difunto con sus antorchas hacia su sepulcro. Más allá de las tumbas comunes estaban las tumbas colosales, monumentos que expresan la genialidad de la creación humana en todas sus perspectivas. Estos varían mucho nos encontramos desde el imponente mausoleo de Adriano "el arquitecto del mundo", una fortaleza lujosa que resistió guerras y vio invasiones como pocas otras estructuras, después del coliseo era la estructura más imponente de Roma; tumbas como la de la esposa de Craso, Cecilia Metelo, con un diámetro de decenas de metros y revestida en travertino; la Columna de Trajano, un monumento colosal de 40 metros de altura cuya creación fue la de ponerlo más cerca de los dioses en su morada final. Imagen de un cónsul durante una campaña. Imagen de un cónsul durante una campaña. Click aqui para volver al indice. Ritos. En los ricos y la clase media alta Los ritos de entierro son muy similares a los griegos aunque la pompa y el boato de las exequias es ampliamente mayor en los romanos. En los primeros tiempos fue más popular la inhumación en la necrópolis, esta fue reemplazada en popularidad por la cremación en el primer y segundo siglo del imperio y luego la inhumación volvió a aparecer cuando aumentó la población cristiana ya más cerca hacia la caída del imperio. Describiremos la exequias y ritos que más caracterizaron a Roma. Estos eran muy importantes para la familia del difunto, y para el difunto mismo también ya que era costumbre que este organice ciertos aspectos de su procesión fúnebre y morada final antes de morir. Ls familias más adinerabas contrataban organizadores que se encargaban de armar el cortejo, los cuales se encargaban de traer desde músicos que iban delante de las exequias hasta "lloradores" para mostrar al muerto cómo un ser grande, llorado y reverenciado por otros. Dependiendo de lo ilustre del difunto la exhibición de este al publico podía durar hasta una semana. Con respecto a los elogios funebres se hacia diferencia entre jovenes y ancianos, como podemos ver en los escritos de Plutarco, Biografía de Julio César (Parrafo V) en referencia a la muerte de su familiar. [...] El pronunciar elogios fúnebres de las mujeres ancianas era costumbre patria entre los Romanos; pero no estando en uso el elogiar a las jóvenes, el primero que lo ejecutó fue César en la muerte de su mujer, lo que le concilió cierto favor y el amor de la muchedumbre, reputándole, a causa de aquel acto de piedad, por hombre de benigno y compasivo carácter. [...] Nota: Pueden leer el libro completo haciendo click aquí. Los músicos que marchaban delante del cortejo lo hacían entonando temas fúnebres. Cuando era alguien de mucha importancia el cortejo se detenía delante del foro y un familiar cercano pronunciaba una oración frente al carro mortuorio. Como mencionamos, la intención de señalar que continuaba la vida después de la muerte hacía que al difunto se lo saludara como a un ciudadano marchando al exilio y no como a alguien finado. Una vez dada la oración, y en algunos casos el discurso, los familiares se dirigían hacia la pira funeraria -siempre fuera de la ciudad- cargando máscaras de cera y esculturas de sus familiares muertos anteriormente, como si todos estuvieran presentes. Antes de encender el fuego un familiar cercano se acercaba donde el muerto y abría sus ojos para permitirle ver por última vez la luz, luego de esto se cerraban los ojos pronunciando el nombre del extinto para luego depositar una moneda en su boca -con el objetivo de que este pague su viaje al más allá a Caronte, el barquero del Estigia en el inframundo-. Posteriormente seguía el encendido de la pira por los familiares más cercanos y se entonaba una eulogia en honor al difunto. El fuego era extinguido con vino -era muy normal que se evitaran mojar las cenizas para que el difunto no vague ebrio por el otro mundo- y las cenizas eran recogidos por los familiares más cercanos, generalmente las madres o los esposos/as. Lo huesos, aun calientes, eran lavados con vino añejo o leche, una vez calientes se depositaban en una urna funeraria llena de flores. Al día siguiente se celebraba un banquete póstumo o fúnebre, en el cual se comía en honor al muerto. Estas comidas luego eran celebrada en aniversarios para conmemorar al difunto. Era normal que si la familia tenía un posición económica invitara al pueblo a distintos juegos sangrientos donde veían a dos gladiadores boxear con guantes dotados de planchuelas de plomo, esta tradición impuesta por los hermanos Bruto en honor a su padre, tal vez tiene un precedente Homérico. Era normal que los familiares, en constante recordatorio de sus antepasados, visitaran periódicamente las tumbas depositando flores y distintos manjares. Comidas eran celebradas y se pedía a los familiares de guía y consejos en el más allá. Click aqui para volver al indice. En los pobres Muy diferente era para los pobres, muchas veces arrojados como animales en las fosas comunes fuera de las ciudades para dejarlos pudrir, y posteriormente incinerados en estas mismas fosas comunes. Estos eran recogidos de las calles de la ciudad en las más congestionadas partes urbanas de Roma y eran llevados por cuatro necroforos en un ataúd de alquiler a la noche. Los necroforos, y generalmente los asociados a la industria de la muerte, debían vivir fuera de la ciudad ya que se creían contaminados. Los romanos asociaban a la muerte con la contaminación, no solo material sino espiritual, es por esta razón que los entierros debían realizarse de noche y fuera de la ciudad. Los necroforos vivían aislados en comunidades fuera de las paredes de la urbe. Click aqui para volver al indice. Los collegia Los collegia eran una especie de mutual que aseguraba, tras una cuota mensual, que se cumplieran los ritos funerarios tras la muerte de sus socios, generalmente asegurándoles el lugar en un columbarium. Estas sociedades eran quizá la única manera de que las clases inferiores pudieran acceder a un ritual digno. -salvo en los períodos en que los emperadores se encargaban de asegurarles un funeral correcto a la poblaciónClick aqui para volver al indice. Curiosidades Los romanos creían que el fuego y las almas eran de similar naturaleza, razón por la cual creían que la cremación permitía que ésta llegue más rápido al otro mundo. Plinio nos da una gran cantidad de relatos sobre los rituales funerarios, entre ellos el que estaba terminantemente prohibido cremar a un niño que no tenga la dentadura completa. Muchos romanos creían que las almas de los padres quedaban en algún lugar de la casa. Si los ritos funerarios no eran celebrados correctamente el difunto vagaría perdido durante mil años a las orillas del Estigia. Click aqui para volver al indice. EL CULTO A LOS MUERTOS LAS CREENCIAS ROMANAS EN UNA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE Los romanos no colocaban las tumbas en un lugar tranquilo y solitario, sino a orillas de las calzadas a la salida de las ciudades, donde los transeúntes podían contemplarlas y admirarlas. En Pompeya todavía podemos contemplar las tumbas a lo largo de las calzadas que salían hacia el norte desde la Puerta de Herculano y hacia el sur desde la de Nuceria. Algunas eran grandiosas e impresionantes y parecían casas en pequeño; otras eran mucho más sencillas. Era una costumbre corriente decorarlas con guirnaldas de flores y colocar ofrendas de vino y comida delante de ellas. El que enterraran a los muertos en las orillas de sus concurridas calzadas, en lugar de en cementerios tranquilos, no era por parte de los romanos una muestra de falta de respeto hacia aquéllos. Al contrario, creían que, si los muertos no eran debidamente enterrados y cuidados, sus espíritus se les aparecerían y les llegarían a causar daños. Era muy importante proporcionar al difunto una tumba o un sepulcro, donde su espíritu pudiera tener una morada. Pero también se pensaba que el muerto quería estar cerca de los vivos. Hay una tumba que tiene una inscripción: "Veo y contemplo a todo el que va y viene de la ciudad", y otra que dice: "Lolio ha sido colocado al borde del camino para que todos los transeúntes puedan decirle 'Buenos días, Lolio'". Se creía que su actividad vital continuaba en cierta manera y por tanto había que abastecerlo de las cosas que necesitara. Un cazador querría tener su lanza, un agricultor sus aperos, y una mujer su huso. Si el muerto era inhumado, sus objetos personales eran enterrados con él; si era incinerado, se quemaban también con él. Un escritor griego llamado Luciano cuenta la historia de un marido que había quemado en una pira funeraria todas las joyas y todos los vestidos de su esposa difunta, para que los pudiera tener consigo en el otro mundo. Una semana más tarde, cuando estaba intentando consolarse con la lectura de un libro sobre la vida en el más allá, se le apareció el espectro de su esposa. Ésta comenzó a reprocharle que no hubiera incinerado una de sus sandalias doradas, que, según decía ella, estaba debajo de un cofre. El perro de la familia comenzó a ladrar y entonces el espíritu desapareció. El marido miró debajo del cofre, halló la sandalia y la quemó. Se pensaba también que los espíritus de los muertos tenían hambre y sed y por tanto había que proporcionarles bebida y comida. En la tumba se colocaban con regularidad ofrendas de huevos, judías, lentejas y vino. A veces se abrían agujeros en las tumbas para poder echar vino dentro. Se ofrecía vino porque era un sustituto apropiado de la sangre, la bebida favorita de los muertos. No obstante, durante el funeral y en ocasiones especiales se sacrificaban animales y se hacía una ofrenda con sangre. Con todo, se pensaba que a pesar de esas tentativas por cuidar de ellos, los muertos no llevaban una existencia muy feliz. Para ayudarles a olvidarse de esa infelicidad, sus tumbas se adornaban frecuentemente de flores o eran rodeadas de jardincillos, costumbre que ha perdurado hasta nuestros días, aunque haya cambiado su significado original. Con éste mismo fin, la familia y los amigos del difunto celebraban un banquete después del funeral y en el aniversario de su muerte. Unas veces estos banquetes tenían lugar en un comedor adosado a la tumba misma, otras en el hogar de la familia. Se creía que los espíritus de los muertos prestaban atención a estos acontecimientos festivos y disfrutaban con ellos. Había también algunas personas que creían en un mundo de ultratumba donde los malos sufrían castigos por las malas acciones cometidas durante su vida y donde los buenos vivían dichosos eternamente. Se contaban relatos sobre el castigo sufrido por malhechores famosos como el malvado Titio, a quien unos buitres le desgarraban a picotazos el hígado, y el de las hijas de Dánao (las Danaides), que fueron condenadas a echar eternamente agua en unas ánforas que no tenían fondo. Las personas que no creían en alguna forma de vida después de la muerte eran pocas. Eran los seguidores de un filósofo griego llamado Epicuro, que enseñaba que, cuando alguien moría, el espíritu que le daba vida se disolvía en el aire y se perdía para siempre. Los hombres, por tanto, no tenían por qué temer el mundo del más allá, y podían dedicar todas sus fuerzas a sacar el mejor partido de éste. El ritual de un entierro romano El entierro de un romano de elevada condición económica y social sse caracterizaba por la solemnidad del ritual. Delante de la comitiva fúnebre (pompa), iban los esclavos tocando flautas, trompas y trompetas, los portadores de antorchas, las plañideras profesionales, los bailarines y los mimos. Ceremonia de un entierro "Cuando se ha retirado el cadáver de la casa, se le conduce hacia el foro con los restantes ornamentos, delante de la tribuna, permaneciendo todos los asistentes alrededor; si el difunto deja un hijo mayor de edad y se encuentra presente, éste, y si no, algún otro pariente, sube a la tribuna y habla de las virtudes del fallecido y de las gestas que llevó a cabo en vida. Después de este acto entierran el cadáver y, cuando han cumplido los ritos habituales, colocan una estatua del difunto en un lugar visible de la casa, en una hornacina de madera. En las festividades públicas exponen las imágenes cuidadosa-mente colocadas. Cuando muere algún otro familiar ilustre, también las sacan en el entierro y las colocan encima del rostro de personas que se les parezcan en estatura y en el físico y son conducidos sobre carros precedidos de los haces, las hachas y las demás insignias que les solían acompañar en vida, de acuerdo con la categoría de cada uno y con su actividad política." POLIBIO, 6,53, 1-8 Junto a la tumba situada en una de las vías que conducían a la ciudad, tal como mandaba la ley, se incineraba el cadáver. Sobre la pira se colocaba el muerto dentro de su ataúd. Los familiares y los amigos ponían en él los objetos que habían sido del agrado del difunto; le abrían y cerraban los ojos por última vez, le daban un beso de despedida y un pariente o amigo encendía la pira, adornada con flores y recipientes de perfume. En los cementerios de las grandes ciudades, solía haber un horno crematorio qu facilitaba las tareas de la incineración. Cuando las llamas se extinguían, las brasas eran apagadas con vino, y los huesos que quedaban se recogían, se untaban con ungüentos perfumados y eran depositados, juntamente con las cenizas, en una urna funeraria. Las urnas funerarias eran unos recipientes con tapadera, de diversas formas y materiales (de plata, plomo, vidrio, cerámica, etc.) Diferentes tipos de enterramientos de los romanos Sobre la vida de ultratumba, los romanos tenían unas creencias que coincidían en gran parte con las de los griegos. Hasta el siglo II de nuestra era, en que se generalizó la inhumación de los cadáveres, la forma de enterramiento más usual fue la incineración. De hecho las dos formas coexistían, pero generalmente la inhumación era reservada a la gente pobre y los esclavos, mientras que la incineración estaba reservada a los miembros de familias nobles o acomodadas. Incineración e inhumación "Me parece que el tipo de sepultura más antiguo es aquél en que el cuerpo retorna a la tierra y, después de ser depositado ahí, es cubierto por ella como si fuera un manto maternal. Sabemos que la estirpe de los Cornelios usó este tipo de sepultura hasta hace poco. Sula, después de su victoria, mandó que fueran esparcidos los restos mortales de Gayo Mario que estaba sepultado junto al río Anio. Y no sé yo si porque temía que lo mismo le sucediera a su cuerpo, lo cierto es que él fue el primero de los patricios Cornelios en ser incinerado. La Ley de las Doce Tablas dice: 'Que no se entierre ni se incinere un hombre muerto dentro de la ciudad'. Creo que esto último es a causa del peligro de incendio." CICERÓN, Las Leyes, 2, 22-23 Las tumbas más lujosas eran sepulcros monumentales, o mausoleos en forma de templo, de torre o de casa. Las tumbas más modestas eran las fosas comunes, las individuales y los columbarios. Encima de las fosas individuales podía haber diversos tipos de monumentos funerarios: una estela o una piedra con el nombre del difunto; un pedestal con la dedicatoria correspondiente; un ara en cuyo interior se guardaba la urna funeraria; una copa de piedra en forma de baúl o hecha de tejas cubiertas de mortero imitando la misma forma. A veces, un agujero en el exterior del sepulcro comunicaba con la cavidad interior y se utilizaba para echar ofrendas que simbólicamente consumía el difunto. Los columbarios eran criptas excavadas en la piedra viva, o construidas de obra, en cuyo interior había nichos u hornacinas parecidos a los nidos de un palomar. Ahí se colocaban las urnas cinerarias. A principios del siglo II d.C., la incineración de los cadáveres fue progresivamente sustituida por la inhumación. Esto hizo que, en lugar de utilizar urnas funerarias, se extendiera la costumbre de enterrar a los muertos en cajas de madera o de piedra, de las que derivaron los sarcófagos esculpidos que, por otro lado, ya se conocían en el área del mundo helenístico y en Etruria. Los sarcófagos normalmente formaban parte de monumentos funerarios, construidos junto a las vías romanas. Los temas de su decoración se referían simbólicamente a la muerte, que era interpretada como una violación o un rapto que sufre la vida. Más adelante, esta decoración se redujo hsta generalizarse unos surcos ondulados (strigiles) por toda su superficie. De aquí proviene el nombre de sarcófagos estrigilados. Con la implantación del cristianismo, juntamente con la técnica anterior, se incorporan a los sarcófagos relieves con escenas inspiradas en la Biblia o en los Evangelios. Otras formas de enterramiento más modestas y sencillas pueden sustituir a los sarcófagos; por ejemplo, las cajas hechas con losas de pizarra, con tejas usadas o con ánforas reutilizadas. Los enterramientos hechos con tejas formaban una caja de sección triangular. Las tegulae, o tejas planas con los bordes levantados, estaban unidas mediante imbrices, o tejas acanaladas, para evitar filtraciones por las junturas de las tejas planas. Las sepulturas hechas con ánforas, a las que se les rompía el cuello, eran usadas especialmente para los cadáveres de niños. Si se empleaban para guardar los restos de adultos, tenían que incrustarse varias de ellas, unas con otras, hasta conseguir la longitud necesaria del cadáver que había que sepultar. Las inscripciones funerarias de los romanos Muchas de las inscripciones funerarias de los romanos empezaban con una invocación a los dioses Manes, o espíritus de los muertos. Efectivamente, en muchísimas inscripciones se encuentra la abreviatura D.M.S., es decir, Dis Manibus Sacrum ("Consagrado a los Dioses Manes"). Es raro que figure el día de la muerte, pero acostumbra a indicarse la edad del finado, a veces incluso con especificación de los meses y los días. Además del nombre del difunto suele aparecer el nombre del familiar que encarga la lápida. Casi siempre se encuentra una expresión afectuosa para con el difunto: queridísimo, benemérito, etc. Jamás aparecen los deseos de la persona enterrada, hecho que demuestra la poca fe que tenían en una vida futura. Normalmente están grabadas las iniciales H.S.E., -Hic Situs Est- ("aquí está enterrado"), o S.T.T.L., -Sit Tibi Terra Levis- ("que la tierra te sea leve"). El hecho de que incluso las personas más humildes deseasen poseer una sepultura y unas exequias dignas provocó, en todo el imperio, la aparición de asociaciones que tenían como fin primordial recoger un fondo común a base de pequeñas cuotas mensuales para sufragar los gastos del entierro y de los funerales de cada asociado. L×STATORIVS Inscripción funeraria en latín cuyo contenido es: IVCVNDILLVS L(ucius) STATORIUS IUCUNDILLUS sexvir. ____ H(ic) S(itus) E(st). S(it) T(ibi) T(erra) L(evis) IIIIII H×S×E×S×T×T×L (18. A C) (19. B C) (20. C C) 21. D FERAL : F vel FP 532a Est honor et tumulis, animas placare paternas, parvaque in exstructas munera ferre pyras. parva petunt manes: pietas pro divite grata est 535 munere; non avidos Styx habet ima deos. tegula porrectis satis est velata coronis et sparsae fruges parcaque mica salis, inque mero mollita Ceres violaeque solutae: haec habeat media testa relicta via. 540 nec maiora veto, sed et his placabilis umbra est: adde preces positis et sua verba focis. hunc morem Aeneas, pietatis idoneus auctor, attulit in terras, iuste Latine, tuas. ille patris Genio sollemnia dona ferebat: 545 hinc populi ritus edidicere pios. at quondam, dum longa gerunt pugnacibus armis bella, Parentales deseruere dies. non impune fuit; nam dicitur omine ab isto Roma suburbanis incaluisse rogis. 550 vix equidem credo: bustis exisse feruntur et tacitae questi tempore noctis avi, perque vias Urbis latosque ululasse per agros deformes animas, volgus inane, ferunt. post ea praeteriti tumulis redduntur honores, 555 prodigiisque venit funeribusque modus. dum tamen haec fiunt, viduae cessate puellae: exspectet puros pinea taeda dies, nec tibi, quae cupidae matura videbere matri, comat virgineas hasta recurva comas. 560 conde tuas, Hymenaee, faces, et ab ignibus atris aufer: habent alias maesta sepulcra faces. di quoque templorum foribus celentur opertis, ture vacent arae stentque sine igne foci. nunc animae tenues et corpora functa sepulcris 565 errant, nunc posito pascitur umbra cibo. nec tamen haec ultra, quam tot de mense supersint Luciferi, quot habent carmina nostra pedes. hanc, quia iusta ferunt, dixere Feralia lucem; ultima placandis manibus illa dies. 570 Ecce anus in mediis residens annosa puellis sacra facit Tacitae (vix tamen ipsa tacet), et digitis tria tura tribus sub limine ponit, qua brevis occultum mus sibi fecit iter: tum cantata ligat cum fusco licia plumbo, 575 et septem nigras versat in ore fabas, quodque pice adstrinxit, quod acu traiecit aena, obsutum maenae torret in igne caput; vina quoque instillat: vini quodcumque relictum est, aut ipsa aut comites, plus tamen ipsa, bibit. 580 'hostiles linguas inimicaque vinximus ora' dicit discedens ebriaque exit anus. protinus a nobis quae sit dea Muta requires: disce per antiquos quae mihi nota senes. Iuppiter, inmodico Iuturnae victus amore, 585 multa tulit tanto non patienda deo: illa modo in silvis inter coryleta latebat, nunc in cognatas desiliebat aquas. convocat hic nymphas, Latium quaecumque tenebant, et iacit in medio talia verba choro: 590 'invidet ipsa sibi vitatque quod expedit illi vestra soror, summo iungere membra deo. consulite ambobus: nam quae mea magna voluptas, utilitas vestrae magna sororis erit. vos illi in prima fugienti obsistite ripa, 595 ne sua fluminea corpora mergat aqua.' dixerat; adnuerant nymphae Tiberinides omnes quaeque colunt thalamos, Ilia diva, tuos. forte fuit Nais, Lara nomine; prima sed illi dicta bis antiquum syllaba nomen erat, 600 ex vitio positum. saepe illi dixerat Almo 'nata, tene linguam': nec tamen illa tenet. quae simul ac tetigit Iuturnae stagna sororis, 'effuge' ait 'ripas', dicta refertque Iovis. illa etiam Iunonem adiit, miserataque nuptas 605 'Naida Iuturnam vir tuus' inquit 'amat.' Iuppiter intumuit, quaque est non usa modeste eripit huic linguam, Mercuriumque vocat: 'duc hanc ad manes: locus ille silentibus aptus. nympha, sed infernae nympha paludis erit.' 610 iussa Iovis fiunt. accepit lucus euntes: dicitur illa duci tum placuisse deo. vim parat hic, voltu pro verbis illa precatur, et frustra muto nititur ore loqui, fitque gravis geminosque parit, qui compita servant 615 et vigilant nostra semper in urbe Lares.