cuentos clásicos adaptados a euskal herria
Transcripción
cuentos clásicos adaptados a euskal herria
INDIANA JONES Álava, junto a Navarra, está poblada desde muy antiguo. Testimonio de ello son la multitud de construcciones megalíticas que datan de mediados del tercer milenio antes de Cristo. Estos monumentos, realizados con grandes bloques de piedra, tienen carácter funerario y fueron erigidos por grupos humanos que se dedicaban al pastoreo y la ganadería. Para saber todo esto y más cosas sobre nuestros antepasados, arqueólogos y otros expertos han investigado lugares como el de hoy. Pero no os penséis que será una tarea fácil. ¡Mas vale que os pongáis vuestro sombrero de explorador y cojáis la brújula!. Indiana Jones nos enseña que para ser un buen arqueólogo es del todo imprescindible estar en buena forma y muy bien instruido. Así pues, lo primero que os propone, después de visitar las Instituciones Vascas y Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz y con la barriga llena y un par helados en Miko (Araia) y si el gusanillo de la arqueología no os deja vivir, iremos a visitar el dolmen de Sorginetxe, uno de los más bellos del País Vasco. A mano izquierda, en los montes que veis, que se llama la sierra de Entzia, y está salpicada por numerosos dólmenes, que nos recuerdan la presencia humana en estos lares desde la prehistoria. Yo, hace muchísimos años, pasé por aquí en busca del Santo Grial y descubrí ese mundo alucinante que se llama Arqueología. Descubrí muchísimos dólmenes, menhires, crómleche, majadas pastoriles, etc. Pero, este dolmen, el dolmen de Sorginetxe o Casa de la Bruja está situado a la salida de Salvatierra, tomando la carretera A-2128 y a mano derecha, torcéis en dirección a Arrizala. Una vez estéis en esta población, en Sorginetxe Kalea, encontraréis una indicación hacia el dolmen. La calle se prolonga por una carretera asfaltada. Cuando ésta se acaba, debéis coger el desvío a la izquierda que lleva al dolmen. Lo veréis desde lejos, rodeado de campos. Sentaos enfrente de esta imponente construcción megalítica y dejad que su magia os transporte a un pasado muy, muy lejano.... LA BRUJA BURUJA Soy la bruja Buruja y ahora que estoy un poco pachucha he decidido revelaros un secreto. Así, vosotros, aspirantes a brujas y brujos, lo podréis utilizar tantas veces como os apetezca. Pero prestad atención, porque, si no lo utilizáis correctamente, os convertiréis para siempre en unas babosas asquerosas. ¡Os daré la receta de una ruta mágica! Mi familia lo fue transmitiendo de generación en generación junto con la escoba voladora y la gorra viajera y, mientras os frotáis la frente con la punta de los dedos, repetid esta formula mágica: “La bruja Buruja dibuja una burbuja con una aguja”. Cuanto más rápido la digáis mayor será vuestro poder...¡Gallinas escaldadas! No os asustéis si de repente el autobús abandona Vitoria y os encontráis por la autovía en dirección a Legutiano (Villarreal de Álava). Es uno de mis trayectos preferidos; parece, a momento, que el autobús vuela, pero no, no va encima de mi escoba voladora. Luego vemos el pantano de Villarreal ¡Por mil escarabajos aplastados!. ¡Cuánta agua! ¿No empezáis a tener sed? De Legutiano, a mano derecha, tomamos la carretera NI-623 en dirección a Otxandio y Durango, pasados unos quince kilómetros, volved a frotaros la frente y repetid la fórmula mágica. Vamos al Parque Natural de Urkiola y en este parque que vais a visitar se encuentran las cuevas de la sierra de Anboto, vivíamos un montón de brujas y otras señoras como Mari (que algunos sitúan en otras partes) o la Dama de Anboto. Pero menos historietas y a lo que vamos... De repente os encontraréis en el Alto de Urkiola, así, vuestro ojos de sapo podrán ver sin dificultad el gran santuario neobarroco de Urkiola, dedicado a dos santos: a San Antón Abad y a San Antonio de Padua, envuelto el monasterio por impresionantes crestones calizos que componen los “montes del Duranguesado”. Las abruptas cumbres rocosas, de origen marino, que forman el Parque Natural de Urkiola acogen una fama propia de una zona de brujas: buitres, halcones peregrinos, alimoches, córvidos, víboras de Soane, lagartos verdes...¿Qué pasa? ¡Babas de pulpo! Y frotaos la frente como ya sabéis: “La bruja Buruja dibuja una burbuja con una aguja”. Y así, vuestros ojos de sapo verán una grandiosidad de paraje. Entonces estaréis listos para dirigiros al caserío Toki Alai, que es la sede del Centro de Interpretación del Parque Natural de Urkiola. Allí encontraréis un pequeño “museo” y un diaporama donde se explican las características de la fauna, vegetación, actividad humana....del Parque. Además, haréis una ruta señalizada que hay en la zona. ¡No seáis urracas chivatas! Recordad en vuestras mentes lo visto en Toki-Alai y no mareéis a los trabajadores del lugar. Volvemos en autobús al santuario y, antes de llegar, os mostraré un lugar mágico, a donde llegaréis a pie o con vuestra escoba voladora. Pero si no sois capaces de guardar el secreto, más vale que os quedéis en el parque infantil de madera que hay detrás del santuario. A no ser, claro, que prefiráis convertiros en babosas asquerosas para toda la eternidad. En la carretera que sube al santuario, encontraréis un camino a la izquierda, marcado con una vía crucis y con una señal de madera que indica la dirección a la ermita del Cristo. Tomadlo y os adentraréis en un bosque de hayas encantado. Fijaos en los árboles, parecen que crecen al revés, con las raíces mirando hacia el cielo. Antes de que construyeran la ermita, yo solía venir con unas brujas amigas mías a hacer grandes merendolas en el área de picnic que hay aquí. Asábamos niños y niñas repelentes en la barbacoa, nos los comíamos sentadas sobre las mesas y, finalmente, no nos refrescábamos con el agua de la fuente, sino con pipi de gato bien caliente. No es extraño, pues que conozca uno de los secretos mejor guardados de Urkiola. Quitaos la cera de los oídos, las legañas de los ojos y haced lo que os diga a continuación. Colocaos frente de la ermita y, siguiendo el camino empedrado, contad unos 47 pasos (más si tenéis las patas tan cortas como un ciempiés y menos si las tenéis como una jirafa). Dad media vuelta a la derecha y en frente vuestro veréis un haya con un agujero. ¡Atención! Porque desde él os contempla un duende. Frotaos la frente y repetid: “La bruja Buruja dibuja una burbuja con una aguja” y después, si permanecéis en silencio, seguramente, oiréis al duende. Aunque puede ser que hable un idioma un poco raro.. Volvemos al santuario, allí veréis una enorme piedra,¡ arañas parlantes! ¿Qué tenéis que hacer? Dad 7 vueltas a la piedra en sentido de las agujas del reloj y antes de finalizar el año encontraréis novio o novia. Es una piedra mágica que, nosotras, las brujas piruliñas la encantamos y dimos poderes. Y mientras, retornáis al autobús, ¡inmundas sabandijas! Hay tres cosas (un número mágico) a las que debéis prestar atención. Dad la vuelta y observad el paisaje que dejáis atrás, veréis imponentes montañas y la cima de Saibigain con su cruz. Fijaos en los abedules, que dan nombre al Parque (Urkiola significa lugar de abedules). Y, sobre todo, saludad al ganado que pace tranquilamente al lado del camino. Son niños y niñas repelentes que no quisieron escuchar mis advertencias. A ellos los convertí en vacas flacas en lugar de babosas asquerosas. Únicamente una cosa les hubiere podido salvar de un destino tan cruel. Frotaos la frente por ultima vez y repetid todos juntos: “La Bruja Buruja dibuja una burbuja con una aguja”. GARGANTÚA El gigante Gargantúa, la primera vez en su vida que abrió la boca, gritó: “¡Tengo hambre!”. Y , aunque os parezca mentira, desde entonces Gargantúa no ha dejado de estar hambriento. La comida era lo único que le preocupaba a aquel grandullón, pero ahora hay otra cosa que llama su atención. Como muchos de vosotros sabréis, durante la Aste Nagusia (o Semana Grande) de Bilbao, que es en Agosto, Gargantúa se apalanca delante del Teatro Municipal de Arriaga. No es casualidad que el gordinflón haya escogido este lugar. Si lo prefiere, es porque desde aquí, solamente levantando un poco la cabeza, controla todo lo que pasa en El Arenal, la principal zona de fiesta de la Semana Grande. Pero lo que más le gusta a Gargantúa es que en la Aste Nagusia los bomberos llenan de espuma blanca la plaza de Arriaga para que los niños se diviertan como si jugaran con la nieve ¡en pleno agosto!. Cuando la Semana Grande se acaba, Gargantúa busca un lugar para esconderse y pasar desapercibido durante el resto de año. ¡No es nada fácil esconderse con un cuerpazo como el suyo! Las fiestas están a punto de empezar y el gigante aún no tiene un escondrijo para cuando éstas terminen. Por eso, ha decidido emplear todo el día para buscar uno ¿Queréis ayudarle? Desde el Teatro Arriaga, Gargantúa ha observado a menudo la estación de Abando o del Norte, de donde salen los trenes de largo y corto recorrido. Cree que, por su monumentalidad, la estación podría albergar un buen escondite para él. Así que atraviesa el puente del Arenal y flanquea los edificios de la Bolsa de Bilbao y de la Bilbaína para introducirse en la bella construcción modernista. Al gigante le llama la atención una imponente vidriera, alegoría de la ciudad. Se queda boquiabierto ante ella y observa todo lo que hay representado: una trainera, arrantzales (marineros) mineros, pelotaris de la modalidad de cesta punta, la basílica de Begoña, los modos de producción de los caseríos, la ganadería y la agricultura vasca, la iglesia y el puente de San Antón...¿Has podido identificarlo todo? Gargantúa mira a su alrededor y se da cuenta de que la estación es un lugar muy concurrido y, por lo tanto, no puede ser un buen escondrijo para alguien tan grande como él. El gigante deja atrás la plaza de España y empieza a recorrer la Gran Vía. Le encantan sus edificios de aire señorial construidos a principios de siglo y no puede menos que pararse en los escaparates de los grandes centros comerciales. Sin darse cuenta, ha llegado hasta el Parque de Doña Casilda de Iturriza, donde está ubicado el Museo de Bellas Artes. Éste es el parque más antiguo de Bilbao y el gigante piensa que también es uno de los más hermosos y apacibles. También le llaman “parque de los patos”, ¿os imagináis por qué?. Gargantúa se dirige a la zona central y descubre un estanque con cantidad de estos animalitos. Él, que es muy glotón, se los imagina asados a la naranja. Y para aplacar el hambre que le invade, decide pasear entre la diversa inmensidad variedad de árboles y plantas que hay en el parque. ¡Al menos éstos no son comestibles y no hacen la boca agua al gigantón!. Gargantúa piensa que después de la Semana Grande podría esconderse detrás de una de las palmeras que encuentra en su camino. Pero pronto se da cuenta de que su tronco jamás podría esconder su gran barrigón. Encuentra otras especies de árbol: abedul, arce, fresno, haya, eucalipto, laurel, olmo, saúco, tilo, higuera, plátano...y ninguno es lo suficientemente grande para esconderlo ¿Podríais identificar los árboles que el gigante Gargantúa ha ido descartando? ¿Os hacéis ahora a la idea de su gran tamaño? Un poco desanimado, Gargantúa se aleja del Parque de Doña Casilda y atraviesa el Puente de Deusto. Ha visto, al otro lado, un extraño edificio, el Museo Guggenheim que parece estar hecho a su medida, pero ante la puerta le detiene un perro que le impide el paso. Desde allí emprende una larga, pero muy agradable, caminata por la Avenida de las Universidades y luego por el Paseo del Campo de Volantín. Observa el agua tranquila de la ría de Bilbao y piensa si podrá encontrar un escondrijo de su tamaño. Está tan concentrado en sus problemas que sin darse cuenta llega al Ayuntamiento. Sigue su camino hacia los jardines del Arenal y duda si pararse un rato y descansar bajo la sombra de un tilo. Pero el hambre le aprieta y decide continuar hasta Barrenkale Barrera, la ultima de las Siete Calles. No elige ese lugar por casualidad, sino porque allí, se encuentra la Taberna Gargantúa donde podrá comer todo lo que quiera: el suculento menú del día, hamburguesas, bocadillos, platos combinados...”Mmmmmmmm” exclama el Glotón. Con la panza bien llena se encuentra mejor y decide dar una vuelta por las Sietes Calles del Casco Viejo: Barrenkale Barrena, Barrenkale, Tendería, Artekale y Somera (aquí nació Unamuno).El gigante recorre una a una, fijándose bien en todas las tiendas que hay en ellas y en los altos edificios de estilo medieval. Al final llega a la calle de La Ronda, que es una de las primeras calles que se añadió a las Sietes Calles y la sigue en dirección contraria a la ría hasta llegar al Museo Etnográfico. Allí recogen objetos que tienen relación con el pueblo vasco. Gargantúa visita las secciones de heráldica, la cultura pastoril, el mar de los vascos, la sala de artesanía textil, la sala de prehistoria, las salas del consulado...y decide que quizá éste será el mejor lugar para esconderse cuando haya terminado la Semana Grande. Gargantúa, muy ilusionado con su idea, se dirige a uno de los vigilantes y le pide permiso para quedarse allí. Éste cree que el gigante bromea y para quitárselo de encima le contesta que le dejará quedarse si le dice cuántas columnas y arcos hay en la Plaza Nueva. El grandullón sale del Museo sonriendo: la plaza nueva está allí mismo y lo que le ha pedido el vigilante es super fácil. Cuando llega a la plaza se distrae con la fachada de algunos comercios y cafés. Le llama la atención la fachada del café de Víctor Montes, que conserva el estilo de las antiguas tiendas de ultramarinos y, sobre todo, el Café Bilbao. No sabe si entrar a un lugar de éstos a merendar. Pero de repente recuerda que en el Arenal hay una cafetería llamada Boulevard, restaurante después de las inundaciones de 1983. Se ve que durante la Semana Grande de ese año, la ría subió tanto que todo el casco antiguo parecía una bañera...”Una bañera para gigantes”, piensa Gargantúa. ¿Jo, qué es eso? Ve una cosa alargada, vistosa, etc.. ¡Hombre, Gargantúa!, qué tal estás? Soy la Sardina Josefina, ¡oye, me explico, soy viajera, siempre he ido de un lado para otro con mi vestido plateado y cuando no podía nadar, saltaba sobre mi cola y movía las aletas. ¡Oye, Gargantúa, tengo todas las virtudes del mundo, todas menos una: el acierto. Mira si soy poco oportuna, que no se me ocurre otra cosa que visitar Santurtzi, una localidad famosa por sus asadores de sardinas! ¡Oye, vamos en mi coche! La sardina Josefina, abrió la puerta de su coche, un coche que tenía pecera incorporada y juntos se alejaron de Bilbao, cruzando el Puente de Deusto y tomando la carretera que va a Areeta-Las Arenas. Arantxa, la antxoa, que era buena amiga suya, le había comentado que también se podía llegar a Santurtzi con el txinbito, navegando por la ría, o con el ferrocarril, que parte de la estación de La Naja, o con el metro. Después de haber dejado atrás los barrios de Deusto y San Ignacio, la carretera corre paralela a la ría del Nervión, lo cual les encantó a la sardina Josefina y a Gargantúa. Continuaron en el coche-pecera a través de Erandio y Lamiako y enseguida llegó a Las Arenas. Esta localidad elegante y señorial fascinó a la sardina Josefina, que era una señorita muy fina, y a Gargantúa, el tragón y decidieron dar una pequeña vuelta. Recorrieron a pie el paseo que sigue la desembocadura de la ría y a continuación hacia la pequeña playa de Las Arenas, el muelle de Churruca o de Hierro y el puerto deportivo del Club Marítimo de Abra. Luego, sin perder mucho tiempo, cruzaron el Puente Colgante o de Bizkaia para dirigirse a Portugalete. La anchoa Arantxa le había dicho que, en esta población, vivía un gran jugador de fútbol de la Selección y del Athletic, Julen Guerrero y dónde encontrarlo. Pero primero la sardina Josefina y Gargantúa quisieron estudiar detenidamente un extraño artilugio que había en el muelle de Churruca, en este lado de la ría. La sardina Josefina sabía que este aparato servia para determinar la altura de las mareas, pero no conocía su nombre ¿Podríais ayudarles a encontrarlo?. Solución: mareómetro o mareógrafo. Luego, dando saltitos sobre su cola, la sardina y Gargantúa subieron por las empinadas y empedradas calles de la villa, llenas de tascas y comercios, hasta llegar a la basílica de Sta María. Muy cerca de la basílica, observaron la torre de Salazar (1379) y los restos de la muralla que antaño la rodeaba. Pero la sardina Josefina y Gargantúa se despidieron aquí, Gargantúa se embarcó en un barco en busca de aventuras y la sardina Josefina enseguida dejó atrás las estrechas calles y los viejos edificios de Portugalete, porque la tradición pesquera de la villa le daba muy mala espina y desapareció sin dejar rastro en su coche-pecera cantando: Una sardina, dos sardinas, tres sardinas. y un gato se apostaban la manera de meterse en un zapato. A chi chi chi chi chi gua gua a gua, gua, gua, gua chi chi que lo repita la señorita ¡Estela! PULGARCITO Ya sabéis que los padres de Pulgarcito, un niño tan diminuto como vuestro dedo pulgar, eran leñadores. Vivían en una cabaña, en el bosque, pero las cosas les iban tan mal que decidieron trasladarse a una población grande, donde hubiera más oportunidades de trabajo. Así fue como Pulgarcito y sus seis hermanos fueron a vivir a GernikaLumo. Si los padres de Pulgarcito escogieron Gernika-Lumo, no fue por casualidad. En más de una ocasión, habían acudido a la localidad para asistir al mercado que se celebra todos los lunes. El último lunes de Octubre esta feria adquiere una notoriedad especial y la gente de la zona trae sus mejores productos agrícolas para exponerlos y venderlos. En este día tan especial, los leñadores se llevaban con ellos a sus siete hijos, a quienes les encantaba perderse en las exposiciones de maquinaria, las degustaciones y los concursos agrícolas. Pero ahora vivían en Gernika-Lumo, Pulgarcito y sus hermanos no sólo disfrutaban del mercado. Solían recorrer la ciudad y sus lugares mas emblemáticos una y otra vez. Empezaban la mañana en la plaza de Los Fueros y hacían una reverencia al reloj de la altísima Torre del Ayuntamiento, que era el testimonio de su puntualidad. Después se dirigían a Don Tello, la estatua de bronce que vive en la plaza, y los siete hermanos a coro le gritaban: ¡Buenos días tenga usted, Don Tello!” Entonces, los siete hermanos, ya listos para iniciar su recorrido, desaparecían por Artekalea en dirección a los jardines del Ferial. Allí están la fuente de Ursolo y la estela conmemorativa de las víctimas del bombardeo de Gernika, durante la Guerra Civil española. Después de rendir un pequeño homenaje a los que murieron en aquel triste día de mercado a consecuencia del bombardeo, Pulgarcito y sus hermanos subían por la calle Adolfo Urioste, pasando entre la iglesia de Santa María con su bella portada gótica y la Plaza de Pasilekuko, donde está el auditorio al aire libre de Seber Altube. Aparecían justo delante del parque de los Pueblos de Europa. Lo preside el palacio de Montefuerte, que fue construido en el siglo XVIII y actualmente acoge el Museo de Euskal-Herria. Pulgarcito y sus hermanos a menudo entraban para conocer algo más sobre la historia, la geografía, la lengua y la gente del País Vasco. Enfrente del palacio de Montefuerte queda la iglesia juradera de Santa María la Antigua y el reciente de la Casa de Juntas, que podían visitar previa concertación. Pulgarcito y sus hermanos lo habían hecho más de una vez, solamente para darse el gusto de contemplar una magnífica vidriera que hay en una de las salas y que mide unos 235 m². Y , por supuesto, nunca se olvidaban de saludar a los árboles de Gernika, situados en los jardines. Primero se dirigían al tronco viejo, luego al actual y finalmente al retoño. Llegados a este punto, los hermanos de Pulgarcito siempre querían irse a casa a comer, aunque lo más probable era que la despensa estuviera vacía y su madre no les hubiera podido cocinar nada. Pero el diminuto Pulgarcito, con la intención de hacer olvidar el hambre a sus hermanos, les recordaba que aún debían visitar algo más. Algo que quizá les llenaría de paz. Pulgarcito guiaba a sus hermanos de nuevo hacia el parque de los Pueblos de Europa. Pero esta vez debían cruzar la calle que sube hasta Lumo y dirigirse al rincón donde hay unas impresionantes esculturas. Una es obra de Eduardo Chillida y se llama Gure Aitaren Etxea, que significa “La casa de nuestro Padre”. La otra, Gran figura en un Refugio, es de Henry Moore y fue instalada en el parque en 1990 como símbolo de Gernika, la ciudad de la Paz. Los siete hermanos aspiraban con fuerza el aire de paz que envuelve las esculturas y sentían que sus estómagos se hinchaban como globos. Durante un rato tenían la sensación de estar llenos, pero enseguida el hambre les volvía a apretar. Entonces, Pulgarcito proponía a sus hermanos acercarse hasta uno de lo restaurante de la zona esperar a que unos turistas caritativos les invitaran a comer. Casi nunca tenían suerte y entonces se dirigían al mercado municipal, donde pasaban el resto del día, con la esperanza que, más tarde o más temprano, alguien les ofreciera alguna golosina para engañar sus estómagos. Solían sentarse en la esquina del mercado que da a al plaza Alegría, muy cerca del monumento dedicado a los baserritarras o caseros (es decir, los habitantes de los caseríos), realizada por Eduardo Gordo y conocida con el nombre de Astelehena Jai. Si os fijáis bien, en la plaza de la Alegría veréis siete niños bostezando de hambre o de aburrimiento. Pero no por mucho rato, porque a Pulgarcito le ponían muy de mal humor esta situación. Así que, con un pequeño brinco, ponía en pie su diminuto cuerpo y hacía andar a sus hermanos por la calle. Y así pasaban el tiempo Pulgarcito y sus hermanos hasta la hora de dormir. No se les ocurría aparecer por casa ni un minuto antes, pues sabían de sobra que no encontrarían nada para cenar. Tan triste era la situación en que vivían Pulgarcito y su familia, que la pareja de leñadores tomó la decisión de abandonar a sus hijos en un bosque próximo del cual no pudieran salir jamás. Ya lo habían intentado otras veces y siempre habían fracasado porque Pulgarcito, intuyendo lo que sus padres pretendían, se llevaba consigo un montón de piedrecitas cogidas de la ría de Gernika y marcaba el camino por donde debían volver. En esta ocasión los padres de Pulgarcito se aseguraron de que el niño no cogiera ni una piedra. Pero, antes de salir, ofrecieron a sus siete hijos un poco de pan para el largo viaje. Cogieron la carretera BI-638 en dirección a Kortezubi y, un poco antes de llegar a esta población, giraron a la derecha por la carretera que lleva a las cuevas de Santimamiñe y luego continúa, también a la derecha, hacia el Bosque Animado de Oma. Durante todo el recorrido, Pulgarcito fue echando miguitas de pan al suelo; estaba convencido que éstas funcionarían tan bien como las piedrecitas que había utilizado en otras ocasiones. Cuando los sietes niños penetraron en el bosque, se quedaron estupefactos. Cientos de pinos estaban pintados con vivos colores y sugerentes trazos. Pulgarcito y sus hermanos se movían hacia delante y hacia atrás, intentando identificar las distintas imágenes que forman grupos de árboles diferenciados. Como bien sospecharéis, a los padres de los siete muchachos no les hizo falta ningún truco para distraer a sus hijos y marcharse sin que se dieran cuenta. Al cabo de un rato, los siete niños salieron de su asombro y comprobaron que sus padres ya no estaban. Los seis hermanos de Pulgarcito se pusieron a llorar; sin embargo, él estaba muy tranquilo porque confiaba en sus miguitas de pan. Pero, cuando los siete muchachos fueron buscar las pistas que había dejado Pulgarcito, no encontraron nada. Los pajarillos del bosque se las habían comido. ¿Qué iban a hacer ahora? Pulgarcito y sus hermanos se desorientaron tanto, que en vez de volver para atrás siguieron caminando en la misma dirección que les había traído al bosque. ¡ De repente, vieron un ogro dormido! El diminuto niño se acercó al ogro sin hacer nada ruido y le quitó las botas ¡Anda, si son de siete leguas! Eran botas mágicas que se adaptaban a los pies de quien las llevara. Pulgarcito pidió a sus hermanos que volvieran a casa, y él desanduvo el camino que va de Oma a Santimamiñe. Allí bajo las cuevas y la ermita, hay un caserío del siglo XVIII que ofrece comida casera tradicional, Lezika (Santimamiñe) y Pulgarcito aprovechó para llenar su pequeño estómago. Allí conoció, mientras comía, a los Picapiedras que vivían en Santimamiñe, en Kortezubi. Ocupaban unas cuevas espaciosas con espectaculares formaciones calcáreas, que decoraban el hogar con bellísimas estalactitas y estalagmitas. Pedro y Bilma se habían encargado, además, de dar su toque personal a la casa-cueva cubriendo las paredes con un montón de pinturas. Pero, a pesar de la preciosa vivienda, los Picapiedras no eran del todo felices. Echaban de menos a Pablo y Betty, Los Mármol. Pero me contaron una leyenda, es ésta: “Había una vez un sapo que se creía muy guapo. Era un sapo engreído y estaba convencido de que era un príncipe encantado, e incluso se imaginaba que su casa era un gran palacio”. Os debéis preguntar dónde vivía este sapo que se consideraba tan guapo. Pues nada y nada menos que en la ría de Gernika-Mundaka. Quizá el sapo guapo se creía tan especial porque tenía su hogar en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai... Y Pulgarcito, dándoles las gracias, y lleno de curiosidad por saber que había de cierto en la historia del sapo guapo, quiso descubrir la Reserva Biológica de Urdaibai ... Lo primero que se le ocurrió fue visitar Bermeo, el puerto pesquero de bajura más importante del mar Cantábrico. Buscó en los Astilleros, luego en el Casino y pasó por el parque de Lamara hasta llegar al Puerto Nuevo. Se preguntó si aquel sapo tan presumido habría elegido uno de aquellos barcos de colores para montar su pisito. Pero no encontró ni rastro del sapo guapo que se creía un príncipe encantado. Así que siguió hasta el Frontón Municipal y después hasta la cofradía de Pescadores de San Pedro. Allí, preguntó a los viejos lobos de mar si conocían al personaje. Nadie había odio hablar de él. Pero le aconsejaron que, pasando antes por el Puerto Viejo, se dirigiera al Museo del Pescador, situado en la Torre de Ercilla. A pesar de que la visita fue muy interesante, no halló ninguna pista del sapo guapo. Salió de Bermeo por la carretera BI-4203. Sobre los acantilados de Matxitxako se levanta el faro más importante de Bizkaia. Por un momento, imaginó que éste era un palacio con vistas al mar y que el sapo guapo había hecho de él su hogar. Pero se equivocó de nuevo. Volvió de nuevo a Bermeo, contacto con la empresa UR 2000, que organiza paseos en canoa por la ría de Mundaka-Gernika. Ni el monitor que conducía la canoa ni ninguno de sus ocupantes conocía al sapo guapo. Se bajó y continuó el viaje por tierra. Partió del mirador que hay poco después de Mundaka, en Portuondo, situado en la mano izquierda. Se detuvo en los arenales de Axpe y San Cristóbal, en Busturia. En la margen derecha, observó las marismas desde Islas y Kanala. Se dirigió a Ibarrangelua para observar la costa y las aves marinas desde la Punta de Arbolitz. Luego hizo lo mismo en el cabo de Ogoño, en Elantxobe, ¡Qué pueblo tan bonito! ¿Qué forma de dar vuelta los autobuses!. Y, finalmente subió a la ermita de San Pedro de Atxerre para divisar una de las mejores vistas sobre el estuario. Llegado a este punto, Pulgarcito confesó que no encontró al sapo guapo ni su casa parecida a un palacio. Y se volvió con sus padres y hermanos, al castillo que el señor de Gantegiz de Arteaga le regaló por ayudar a su ejército. Y os recuerda que a lo mejor vosotros sois más afortunados...si dais con él, no olvidéis darle un beso muy grande. Sólo así sabréis si, en realidad, el sapo guapo es un príncipe encantado. LAS AVENTURAS DE TXU-TXU La vida de Txu-Txu, un precioso caballo de carreras, era muy dura. Unos cuantos meses al año, cada domingo, tenía que correr en el hipódromo de Lasarte en Donostia. Al principio no le disgustaba su trabajo, pero acabó aburriéndose de hacer siempre lo mismo. Conocía al dedillo todos los hipódromos del País y del Extranjero. Sin embargo, nunca había podido visitar las ciudades que los acogían. Así, un día, Txu-Txu decidió abandonar el hipódromo y las carreras y dedicarse a pasear por las ciudades. Txu-Txu empezó su recorrido por Donostia en la Alameda del Boulevard, un espacio ajardinado con bello quiosco en el centro, diseñado por Eiffel. Al caballo de carreras le sonaba este nombre ¿Sabéis por que? (Alexandre-Gustave Eiffel diseñó la famosa Torre de París que lleva su nombre). A Txu-Txu le pareció muy bonito empezar su visita por un lugar que, de una manera u otra, hacía referencia a París, una ciudad que pensaba visitar algún día. Además, el Boulevard se encuentra junto a la Oficina Municipal de Información (Reina Regente, s / n) y un aparcamiento donde los visitantes pueden dejar sus coches. Los primero que Txu-Txu hizo fue acercarse al trote al mercado de la Brecha, en la parte vieja. La razón principal de su elección es que estaba hambriento y quería comprar un poco de alfalfa y unas cuantas zanahorias. Le llamaron la atención unos animales de ojos saltones y cuerpo viscoso que había en distintos puestos del mercado. Una dependiente le aclaró que aquello era pescado y, viendo el interés de Txu-Txu, le recomendó que visitara el Aquarium. Txu-Txu se fue trotando por la calle San Juan y, cuando encontró la calle Pescadería, torció a la izquierda. Sin querer, fue a parar a la plaza de la Constitución y se quedó fascinado ante todos sus arcos. Despertó su interés un curioso detalle: los balcones de la plaza estaban numerados. “¿Por qué será?”, se preguntó el caballo de carreras. ¿Lo sabéis vosotros?, os pregunto yo. (Solución: Cuando había espectáculos en la plaza, por ejemplo, toros, sus balcones se convertían en palcos de alquiler). ¡Ah! Debéis saber que todos los domingos se instala un interesante mercadillo de artesanía en esta plaza. Txu-Txu siguió trotando por la calle del Puerto hasta atravesar el portalón o Puerta del Muelle, una de las tres entradas que tenía la muralla nueva. Luego continuó en dirección al rompeolas por el paseo del Muelle. Antes de llegar al Aquarium, en Kaia Pasalekua, 24 encontró el Museo Naval. Pensó que, ya que estaba allí, entraría a visitarlo. Se trata de un museo creado recientemente y centrado en la historia de la arquitectura naval vasca y sus industrias complementarias (cordelería, siderurgia,...). Una vez terminada su visita, Txu-Txu no perdió mas tiempo y se fue a conocer a aquellos seres de ojos saltones y cuerpo viscoso. El nombre oficial del Aquarium es, en realidad, Museo Oceanográfico y en la primera planta, además de albergar una colección de fauna marina del litoral vasco, se conserva el enorme esqueleto de una ballena capturada entre Getari y Zarautz. “¡ Uf ! ¡Suerte que no soy una animal marino!”, pensó Txu-Txu con alivio. Aprovechó que estaba cerca de la Parte Vieja para ir a comer por allí. Después, más animado, se fue trotando desde la Plaza de Zuloaga hasta el monte Urgull. Txu-Txu se imaginó que era un caballo guerrero mientras recorría los empinados senderos alrededor del castillo de la Mota, la antigua fortaleza de la ciudad, y se perdía por la vegetación del hermoso parque o por rincones tan especiales como el Cementerio de los Ingleses. Después de pasar la tarde al galope, decidió irse “de poteo” como si se tratara de una merienda-cena. Aunque él era una amante de la alfalfa y las zanahorias no le importó probar los mil y un pintxos de todas las formas, colores y sabores que llenan las barras de los bares de la Parte Vieja, pero también de barrios como Gros y El Antiguo. En realidad ir “de poteo” se refiere a callejear (siguiendo itinerarios “de poteo” perfectamente definidos) e ir tomando unos txikitos o potes de vino, unos zuritos o unos vasos de txakoli. Pero Txu-Txu se conformó con combinar los deliciosos pintxos con algún refresco, porque todavía no tenía edad para beber alcohol. Al día siguiente, Txu-Txu quiso pasear y disfrutar de la famosa playa de la Concha, de la que había oído decir que es una de las más hermosas de Europa. Si la estancia en la playa se hacía demasiado larga, haría una pequeña excursión a la isla de Santa Clara que está dentro de la misma bahía de la Concha. Las motoras que van a la isla sólo funcionan entre junio y septiembre y salen cerca del Real Club Náutico, donde suele haber una caseta de información. En Santa Clara, Txu-Txu y todos vosotros podréis disfrutar de una hermosa playa, un paseo por el camino que recorre la isla y un servicio de bar. Por la tarde, Txu-Txu decidió pasárselo en grande y subir hasta el monte Igeldo, desde donde podría contemplar la ciudad a vista de pájaro. Pero sobretodo podría disfrutar del Parque de Atracciones, que conserva intactas algunas de las instalaciones de principio de siglo. Se puede subir al monte Igeldo con el funicular que sale de la plaza del Funicular, en las inmediaciones de la playa de Ondarreta. Después de haber subido un montón de veces a la Montaña Suiza del Parque de Atracciones, Txu-Txu estuvo pensando en volver al Hipódromo Municipal de Donostia, en el barrio de Zubieta. Pero, si era honesto consigo mismo, tenía que reconocer que prefería dar vueltas por Donostia antes que por el hipódromo. Se enteró de una población, mientras daba vueltas por Donostia, una población llamada Pasai-Donibane – Pasajes de San Juan, pueblo y puerto pesquero que, muchos años antes, servía de refugio a piratas después de abordar barcos en alta mar y quiso conocerlo. Pasó por Rentería y Lezo, dejó a mano izquierda el Monte Jaizkibel y llegó a Pasai-Donibane . En su única calle, la de San Juan, encontró importantes edificios como el palacio de los Miranda o el de Villaviciosa. Junto al primero, se levanta una casa que ocupó el escritor francés Víctor Hugo, mientras escribía su libro “ Alpes y Pirineos “. Después de visitarla, se tropezó con el Sr. Goikoetxea, el barquero, que le invitó a dar una vuelta por el puerto en su barca y le enseñó barcos bacaladeros, atuneros, mercantes, ...¡Qué gozada! Aprendió muchas cosas relacionadas con la mar. Me despedí de él con un agur y volví a Donostia trotando alegremente y ni corto ni perezoso, Txu-Txu se dirigió al Ayuntamiento de la ciudad para ofrecer sus servicios como guía turístico. Lo contrataron y durante muchos años enseñó Donostia a los visitantes. Cuando el caballo se hizo viejo y se jubiló, lo sustituyeron por un tren turístico. Por supuesto, también lo llamaron Txu-Txu. EL NAIPE PERDIDO Al As de Bastos es un naipe un poco despistado. Sin saber cómo, se ha quedado dormido en un rincón de la Casa Fournier, antigua sede de la fábrica de naipes del mismo nombre, en Vitoria. Cuando el As de Bastos se ha despertado, ya no había nadie, ni una sola carta. Su baraja había desaparecido y él estaba más solo que la una. “¿Será por eso de ser un as?”, se ha preguntado el naipe. Después de reflexionar un rato, el As de Bastos ha llegado a la conclusión de que su vida no tiene demasiado sentido fuera de la baraja (¡solo no puede jugar a nada!). Así que ha decidido emprender la búsqueda de sus compañeros por la ciudad. ¿Queréis acompañarle? Ya sabéis que el As de Bastos es un poco despistado, por eso se ha perdido. Y ahora no tiene muy claro, sin contarse él mismo, cuántos miembros tiene la baraja que debe buscar ¿Lo sabéis vosotros? (solución: 51). Cuando tiene las cuentas claras, el naipe sale de la Casa Fournier, un edificio del siglo XIX situado en una esquina de la calle Manuel Iradier con la calle de Los Fueros. Toma esta última calle y se dirige a una plaza con el mismo nombre. En la plaza de los Fueros encuentra un frontón, una bolera subterránea y un espacio exterior para el deporte rural. Se trata de un conjunto monumental en homenaje a los Fueros, realizado por el escultor Eduardo Chillida y el Arquitecto Luis Peña Ganchegi. El naipe perdido continúa por la calle de La Independencia hasta la calle Postas y luego sube por Lehendakari Aguirre, dejando la plaza España o Nueva a su izquierda. Por la Cuesta de San Francisco enseguida llega a la calle Cuchillería, donde abundan los ceramistas. Lo primero que ve es la Casa del Cordón, un edificio del siglo XV con una torre medieval y una sala gótica ¿Podéis deducir de dónde viene el nombre de este edificio? (Solución: el nombre proviene del cordón que adorna uno de los arcos ojivales). Sin saber lo que se pierde, el As de Bastos tuerce a la izquierda al llegar al Cantón de San Francisco Javier y después continúa por la calle de Las Escuelas hasta el Cantón de San Marcos, que le conduce a la plaza de Santa María. El naipe se queda fascinado ante la triple portada gótica de la catedral del siglo XV. Luego se fija en los relojes que albergan sus viejas piedras. Él, como que está chapado a la antigua, prefiere leer la hora en el reloj solar. Cuando ya tiene claro qué hora es, siempre según la luz del sol, el As de Bastos sigue andando por la calle de Fray Zacarías Martínez hasta la plaza de la Brullería, un conjunto urbano que incluye una bolera. En sus inmediaciones, además están la Torre de los Anda, una casa-fortaleza del siglo XV que defendía el acceso de la ciudad; La Casa Armera de los Gobeo, que acoge el Museo de Arqueología; y El Portalón, una posada y casa de postas de finales del siglo XV y principios del XVI. El naipe perdido no ha encontrado ni rastro de su baraja pero, al menos, disfruta del paseo por la ciudad. Sigue la calle Fray Zacarías Martínez en la dirección contraria por la que ha venido y va descubriendo magníficos palacios. Primero, en el lado derecho, ve el Palacio de Escoriaza-Esquivel, construido en 1540 y de estilo renacentista. El As de Bastos mira bien, no fuera que una de las reinas o reyes de su baraja estuviera escondido dentro. Pero no. Así que continúa hasta el palacio de Montehermoso, del año 1524, actualmente convertido en Centro Cultural Municipal. Allí ni siquiera encuentra una sota y pasa de largo. Pronto da con los vestigios de las antiguas murallas (s. XIII). Rodea el palacio de Villa Suso, del siglo XVI, y baja por las escaleras laterales. El naipe perdido se encuentra en medio de un conjunto de plazuelas, paseos y viviendas de una gran belleza. Está en la plaza del Machete, flanqueada por la iglesia de San Vicente, el paseo de los Arquillos y la iglesia de San Miguel, que acoge una hornacina con la imagen de la Virgen Blanca, la patrona de la ciudad. El paseo de los Arquillos conecta la parte alta (vieja) y baja (nueva) de la ciudad. Entre aquél y la plaza de España o plaza Nueva, está la calle Mateo Benigno de Moraza, donde el As de Bastos aprovecha para llenar su estómago. Entra en uno de los numerosos restaurantes de esta zona y ha contado su problema a los camareros que le han servido la comida y éstos le han sugerido que vaya a visitar el Museo de Ciencias Naturales, allí seguro que sabrán de todo un poco y podrán ayudarle. El As de Bastos sube por la calle de la Correría y no puede evitar fijarse en los escaparates de las tiendas de regalo y los anticuarios. El naipe acelera el paso. Él, que es un poco creído, piensa que alguno de esos comerciantes puede querer raptarle para luego ponerlo a la venta. Sin darse cuenta, el As de Bastos llega al Cantón de las Carnicerías y gira a la izquierda. Allí esta la Torre de Doña Otxanda, construida en 1970 sobre los restos de una casa medieval del siglo XV. Esta alberga el Museo de Ciencias Naturales, que expone una colección de animales africanos, acuario y animales disecados. “Muy interesante”, piensa el As de Bastos, “pero nada que ver con mi baraja”. Un vigilante del museo se acerca al naipe perdido y le dice que él puede ayudarle. Le cuenta que en el mismo casco histórico hay un museo de naipes, donde puede esconderse su baraja. Mas contento que unas pascuas, el As de Bastos sale del Museo y baja por la calle Herrería. Pasa por delante la iglesia de San Pedro (s. XIV) y su admirable Pórtico Viejo y continúa hasta la Plaza de la Virgen Blanca, el corazón de la ciudad. El As de Bastos se adentra en la plaza de España, donde ve el Ayuntamiento “¡Qué bonito!”, se plantea parar a tomar un refresco en una de las terrazas antes de encontrarse con el resto de la baraja, Y después, sube de nuevo por la calle Cuchillería, donde había empezado su recorrido. Pero esta vez no la abandona hasta el Cantón de Santa Ana. En la esquina se encuentra el palacio de Bendaña, construido en 1525 y sede del Museo Fournier de Naipes. El As de Bastos no puede creer lo que ven sus ojos. Allí están todos los colegas de su baraja: los otros tres ases, las reinas y los reyes, las sotas y todos los números de cada palo. Y, por si fuera poco, en el museo encuentra familias y familias de naipes, con las que podrán montar mil y un juegos. ¿Cuántos juegos de cartas conocéis vosotros en los que pudiera participar la baraja de nuestro amigo el As de Bastos?.