curso virtual pedagogía de la ternura

Transcripción

curso virtual pedagogía de la ternura
CURSO VIRTUAL PEDAGOGÍA DE LA TERNURA
TERCERA UNIDAD
TEMA 1
1. La centralidad de los sujetos educativos
a. La pedagogía como interrelación
Es común que nos representemos la relación pedagógica como aquella que refiere en primer
término al educador o educadora con los niños, sean del nivel que sean dentro del sistema escolar
o fuera de éste. Desde la perspectiva de la pedagogía de la ternura se alude en primer lugar al
carácter de amorosidad que debe presidir toda relación pedagógica. Pero asimismo, a la
centralidad de los sujetos que entran en relación. En realidad la labor educativa, el hecho educativo
se funda en la condición relacional de todo ser humano. Por ello el individuo debe ser visto como
parte o miembro de una interacción que es tan rápida que la individualidad se pierde en beneficio
de una experiencia compartida entre dos o más seres 1 Con toda razón Bindwhistell(1970) afirma:
«Mi definición del ser humano: se requiere dos miembros a la potencia «n» de la especie homo
sapiens para hacer un ser humano. La unidad de análisis no es la persona. Lo que llamamos una
persona es un momento en un orden teórico dado» 2. La pedagogía de la ternura apunta a
desarrollar las distintas expresiones de lo que se ha dado en llamar el «contagio afectivo» que
además dice estrecha relación al contexto y a los modos comunicacionales y que vale para toda
edad de la vida. El «contagio afectivo»es el resultante de la interacción y de la transmisión afectiva.
Según Spitz(1968) es un organizador del desarrollo, de las numerosas corrientes de desarrollo
anteriores en las que el «otro» juega un papel necesario al desarrollo sico-afectivo3. Y Philip Wallon
recuerda que el contagio afectivo transmite un «mensaje» indispensable para la vida y constituye
un «apport affectif», un aporte afectivo4, pero asimismo nos dice que adolecemos de una pobreza
del lenguaje para expresar el «contagio afectivo» y sus implicaciones porque el campo afectivo
excluye toda delimitación, estableciéndose un continuum entre impresión y sentimiento lo que
sugiere hablar de indeterminación de los procesos psíquicos; señala finalmente la «resonancia
afectiva» que todo contagio puede acarrear5.
Varios son los aspectos de carácter teórico que subyacen a lo que venimos señalando sobre la
pedagogía de la ternura como relación. Uno refiere al rol del adulto o de quien cumple una función
profesional en la relación educativa o simplemente en la relación humana que se pretende
educativa, en la que se mantiene la posibilidad de explotar la veta educativa, formativa que toda
circunstancia de la vida nos presenta. Y allí se levanta el tema de la «neutralidad» del observador o
del participante que el mismo Freud erigió en un dogma, aspecto que vale igualmente para la
investigación académica y sobre lo que Pierre Bourdieu ha hecho contribuciones significativas 6. El
otro aspecto que está en juego es la relación entre subjetividad y rigor académico que de cuenta
de la pedagogía como relación en su complejidad y en los márgenes de incertidumbre que toda
relación humana abre o, dicho de otra manera, entre contagio afectivo y racionalidad. Se requiere
abordar el contagio afectivo teniendo en cuenta que
1
Philippe Wallon, «La relation thérapeutique et le développement de l’Enfant. Emotions, interactions et contagion affective», Privat, 1991, p.37
2
Citado por Ph.Wallon, op.cit., p. 38
3
Citado ibidem,.p. 11, 12,.105
4
Ibidem, p.16
5
Ibidem, p. 22, 38, 52; nos advierte además que el contagio afectivo no debe confundirse ni con la empatía ni con la telepatía, p.34, recordando que dicho
contagio afectivo no es el resultado de un emisor y un receptor, sino de una interacción, de un intercambio y en el que no se puede predeterminar una
dirección dada del mensaje, p.30.
6
Ibidem, p.13-14 y 15: «La mayoría de observadores rechazan meterse en causa, como si debieran conservar como un dogma, una omnipotente
«neutraidad». Ver asimismo P. Bourdieu, «La misére du Monde» el librito pequeño!!.
representa una suerte de mimetismo emocional y que las emociones son contagiosas, pero que
además no puede significar una anulación en cada individuo de su punto de vista personal, así
como tampoco dejar de estar vigilantes frente al «amor transferencial que él o ella nos ofrece» 7.
En este campo, la pedagogía en general y la pedagogía de la ternura en especial, debieran
incorporar los aportes teóricos que brinda el psicoanálisis para reconocer la gravitación de
inconsciente en las relaciones educativas, los que la fenomenología nos dice en torno al estudio y
consideración de las emociones así como las luces que ofrece la teoría sistémica cuando de
interrelaciones se trata.
Desde el campo de la terapia sicológica, se había insistido en lo que se llamó la pedagogía no
directiva. Todo ello tiene historia en el terreno educativo. Ya desde mediados del siglo XIX se puso
énfasis en una de las características que la relación educativa debía tener si pretendía ser parte de
un proceso de desarrollo de las personas. Una condición debía ser el logro de una percepción
positiva y aceptación de sí y de los demás como «punto de partida de un eficaz crecimiento cultural
y ético-social»8. En el fondo subyace a esta actitud lo que algunos llaman optimismo pedagógico
que ciertamente no deja de ser una «posición delicada, pero la más preciosa» simultáneamente 9. Y
es que la pedagogía de la ternura se asienta en la certeza de la educabilidad, de la perfectibilidad,
de la disponibilidad a superarse, a aprender como tendencia en los seres humanos cuando éstos
cuentan con los estímulos y las oportunidades de lograrlo. Esta es su utopía no ingenua, no al
estilo roussauniano, sino embrionalmente concreta real en el actuar educativo diario. Utopía
asumida no como «sin lugar» verificable, sino como la no absolutización de ninguno de sus logros
parciales y siempre en posibilidades de extensión y de novedad, es decir, no anclada en un
espacio, sino parte de un proceso en la y de la historia.
La pedagogía pretende entonces sostener teóricamente toda práctica educativa que apunte a
hacer realidad en cada sujeto de la educación aquello de que «todo desarrollo auténticamente
humano debe comprender el desarrollo conjunto de las autonomías individuales, las
participaciones comunitarias y la conciencia de pertenecer a la especie humana» 10.
En síntesis, la pedagogía de la ternura no se condice con aquella antigua corriente pedagógica
condensada en acción-reacción y que queda dramáticamente patentada en la película «Los
Coristas» en la que el director del internado, señor Rachin encarna con sus ayudantes la
pedagogía del rigor resumida en acción-reacción y el profesor Clément Mathieu, la cercanía, la
comprensión, pero también el rigor y la disciplina y la superación obtenida por el afecto 11. Y
es que la pedagogía de la ternura pone el acento en aquello que conlleva mayor carga de
antropogenización, es decir el lo transitivo, en lo relacional12.
Pero todo lo que venimos señalando en este sexto punto, resiente un cuestionamiento cuando
partimos de sujetos que la sociedad ha calificado con el estigma de delincuentes, de antisociales,
de infractores penales, de lumpen, de desechables, de monstruos, de indeseables, de lo que se ha
dado en llamar "anormalidad", "defectología infantil", etc. En efecto, la pregunta crucial no es sólo
cómo hablar y cómo poner en marcha una pedagogía de la ternura con esta porción de la
sociedad, sino la necesidad de revisar las representaciones y la violencia simbólica que subyace a
dichas calificaciones, en preguntarse por el poder que en ellas se expresa y en concreto, por cómo
todo ello se recoge en el discurso jurídico y en la presión que se ejerce desde los medios de
comunicación.
7
Ibidem, p. 12: el sentimiento de «amour transferentiel qu’il ou elle nous porte»
8
P. Braido, op.cit., p.388
9
Luciano Pazzaglia,«La scelta dei giovani e la proposta educativa di D.Bosco», en M.Midali, op. cit. p.272
10
E. Morin, «Los siete saberes...», op.cit., p. 22
11
Ver Ph.Wallon, op.cit, p.35
12
José Ángel López Herrerías, «Psicopedagogía de la vida afectiva», ed. CEY SA, Madrid, s/f, p. 84: «...desde la plataforma de lo «transitivo», el amor,
como vivencia pulsional, como emoción y como sentimiento, es una perfecta síntesis y detonante del fondo endotímico personal. Prácticamente, igual con la
alegría».Ver L.S. Vigotoki "Obras Escogidas", V, Fundamentos de defectología, p. 59 - 188, Edit. Pedagógica, Moscú 1983 y Visar Dis. 1997.
b. La pedagogía de la ternura como comunicación en amorosidad
No hay acción pedagógica que no sea relación y ésta supone comunicación, esencialmente
diálogo. La relación pedagógica es constitutivamente dialógica como diría Paulo Freire. Ya en su
obre sobre Pedagogía del Oprimido, sin más nos dirá cómo el amor informa- una vez más en la
acepción aristotélica- la comunicación, el diálogo que es ontológicamente comunicación. «El amor
es a la vez la fundación del diálogo y es dialógico en sí mismo. Es así necesariamente la tarea de
sujetos responsables y no puede existir en una relación de dominación. Estoy más y más
convencido de que los verdaderos revolucionarios deben percibir la revolución, dada su naturaleza
creativa y liberadora, como un acto de amor...La distorsión impuesta a la palabra amor por el
mundo capitalista no puede evitar que la revolución tenga un carácter amoroso...». Pero todo ello
se presenta como paradójico, pues en materia de sentimientos, en especial lo que se ha dado en
llamar amor- y añadiríamos ternura en la medida que ésta representa una privilegiada expresión y
síntesis de la relación preñada de sentimiento y afectuosidad- aunque vivible, experimentable, es
radicalmente incomunicable. Realidad ésa que no equivale a una subvaloración de los
sentimientos, de lo afectivo, de las emociones, sino la torpeza insalvable con la que se expresan y
compartan.
Cabe por ello preguntarse por la antropología de la ternura que subyace a discursos de pedagogía
de la ternura.
Nuevamente, entonces, emerge la necesidad de coherencia entre la palabra y el gesto
comunicativo y detonador del diálogo, es decir de una razón comunicativa que puede no conocer
límite, coherencia que es condición necesaria para que toda relación pedagógica desde el enfoque
de la pedagogía de la ternura sea simultáneamente un acto de afectuosidad que instaura
permanentemente una nueva relación en la que no hay sujeto-objeto, superior-inferior, señorsúbdito.
Esta es la vieja tradición de educadores del siglo XVI y específicamente del siglo XIX como lo
señalaba C.Rollin: «...con ellos debe usarse una dulzura que los gane; hacer de tal modo que se
les corrija con dulzura y haciéndose amar»13
En realidad la llamada inteligencia emocional- aunque estrictamente hablando no existe otra que
no lo sea- nos coloca ante el reto de aprender a lograr que una no predomine sobre la otra, la
inteligencia sobre el afecto o éste sobre aquella. La afectividad está mediada por el cerebro,
conocemos a través del cerebro, queremos y sentimos a través del cerebro, como recuerda María
Gudin al reseñar «Cerebro y Afectividad». Toda comunicación real es simultáneamente una forma
de inteligencia emocional y constituye un aspecto central de la personalidad de todo ser humano.
13
C.Rollin,«Di la maniera d’insgnare e studiare le belle lettere», regio, 1828, vol.3, p.125 citado por Braido, D.Bosco nella storia..., op.cit, p.45; ver
Frate Agatone, «Le dodici vertú di un buon maestro accennate dall’abate de La Salle», Torino, Marietti, 1835, ibid., p.452

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