Santiago Sylvester - El reloj biológico (2007) 2008-12

Transcripción

Santiago Sylvester - El reloj biológico (2007) 2008-12
Santiago Sylvester - El reloj biológico (2007)
2008-12-04 |
El rejoj biológico
Santiago Sylvester
Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2007
Poemas de: EL RELOJ BIOLÓGICO
(perseverancia del halcón)
TIENE nombre ilustre
y lo protege la serenidad: vuela sin inmutarse por el espanto
de esos pequeños alborotadores que resguardan huevos y
pichones:
él
con alzada majestuosa
y ojo directo
busca comida.
Por estas quebradas
pasó la historia: él
vio todo: gente a manotazos, escapando o persiguiendo: el
murmullo de muertos que se escucha promediando enero:
una partida de gauchos al acecho, la cabalgata heroica de
pobre gente
obligada al heroísmo:
y vio también el merodeo, el desplazamiento: los restos de una
civilización que ha prescrito: piedras y cantos con
alguna ceremonia:
él
vio todo desde su vuelo impertérrito: no juzga, no invoca, no
confía: tiene
hambre.
Vuela, aterra, y todas las tardes
organiza ese escándalo; desde aquí
lo veo: sabio, sin prisas, esperando
que todos nos volvamos comida: historia, huesos, animales,
persona.
[Santiago Sylvester, de El reloj biológico]
(una sóla tabla)
CUÁL será la idea general de todo esto: la de ese tarco contra
el fondo de tormenta:
qué intenciones traerá esa tormenta
que arrincona a todo el valle, al gallo que se alarma.
Aquí, nada se propone sino estar aquí: vida conjunta
que se equilibra y cruje y
arma este enigma de avanzar estando fijo, de estar fijo a gran
velocidad;
esta desproporción de tener una única teoría para tantas cosas.
Extraña composición la de este paisaje
sometido a leyes precisas que, siendo muchas,
se juntan como si todo no fuera otra cosa que una sóla tabla
flotando por aquí.
[Santiago Sylvester, de El reloj biológico]
(carta bajo fianza)
CARTA sin lamentación escribo para celebrar lo que este año
empieza.
Me declaro conforme
si lo que empieza tiene que ver con la aceptación: acepto
que afuera llueva y
que yo esté aquí sin tener a dónde ir: la cerrazón de la tarde,
el viento,
el prestigio discutible de ser el que mira por la ventana: esta
ventana con
mareo metafísico
y alguna conclusión presuntamente errada,
presuntamente cierta.
Acepto
que la vida ya está hecha, aunque
mientras dure
no es posible darla por vivida,
con todo lo que falta por hacer: acepto este lugar
que es lugar de encuentro entre belleza y descomposición,
como todo lo que vive.
Acepto el trabajo de empezar de nuevo a la manera
de este verso con tropiezo incluido: los gorriones que chillan
allá afuera
como si hubiera mucho por desagraviar.
Acepto, en fin,
que no hay que alargar inútilmente una charla
y que de todas formas éstas
no son las cosas que nos matarán.
[Santiago Sylvester, de El reloj biológico]
(los dos ríos)
A LA derecha
el río Lesser retumba su agua abierta
y a la izquierda el Castellanos, encajonado y claro. Allá abajo
la confluencia de los dos, que juntan su rumor en esta altura
donde cada planta
sabe qué hacer con su ceremonia: el laurel
ceñido por la enredadera, la flor del aire
con el toque del viento en su cosquilla; el cebil
con su gran confianza: "grave
sin presunción, alegre sin bajeza".
Y allá van los dos ríos: el abierto y el encajonado, con la
consigna de llegar, no sé si al sitio,
pero sí al paisaje donde todos
hablan entre todos: el que se mueve y el que se esconde, el
que tiene rayas en el lomo, la trepadora que se asoma por
el borde: incluso lo que se pudre y descompensa
para que la perfección sólo sea un espejismo del que mira, y
el error
tenga también su parte, como debe ser.
[Santiago Sylvester, de El reloj biológico]
(un secreto a la tumba)
¿QUÉ significa llevarse un secreto a la tumba?
Ninguna novedad: las tumbas hierven de ocultaciones, de
vísperas irresueltas.
De pronto se encrespa una mujer,
a un hombre lo traiciona su cobardía, a otro
un cálculo mal hecho, un problema hormonal, una tendencia no
prevista: he ahí una potencia
que será de todas formas bocado y rápida digestión.
La muerte ordena todo, una buena profesional: se encarga
de los gemidos, las migas, los reclamos,
alivia el paso próximo: ese paso de más
que afortunadamente ya no daremos.
Rasquen ese fémur: allí hay una trama cuidadosamente oculta;
aventen
las cenizas, quiten
el polvo de las cuencas: aparece la insinuación prohibida.
Todo esto no es reposo: hay aceleración: correr cortinas,
cerrar y abrir cajones,
ordenarse el pelo antes
de bajar los escalones.
Y en este enredo inmóvil
el error termina siendo anónimo, como el acierto.
[Santiago Sylvester, de El reloj biológico]
(a lo Quevedo)
ESE bicho que se arrastra por mi pierna buscando altura,
verde y rojo con estrías blancas,
lleva a cuestas su dificultad: una liturgia que lo obliga a
hacer un alto, desandar
y otra vez arriba: esta caparazón de supervivencia
con las alas cortas que
no se ve si sirven para volar: sus patas trabajadoras con las
que come, saluda a las arañas
y mueve como si pedaleara
cuando en realidad parpadea
porque ya es noche cerrada, está quieto el viento, y él se
aferra como yo, a lo Quevedo,
al tiempo que ni vuelve ni tropieza.
Que suba en paz.
[Santiago Sylvester, de El reloj biológico]
(no llevamos el mismo rumbo)
ESTE río va al mar: no llevamos el mismo rumbo. Avanza
con una paciencia que
no es virtud sino necesidad: cruje en la bomba, el ariete lo
impulsa: todo
es novedad cuando salta piedras, arrastra troncos,
y acepta el capricho de la evolución, que es un cálculo de
probabilidades.
Yo me sostengo
sobre el agua,
recibo el sol que rebota en los helechos, hablo en dialecto
para que me entiendan,
converso conmigo para darme o
quitarme la razón; y al fin el ajetreo de estar
o de no estar: la vida cotidiana.
Es difícil
que el mundo sea como es: de a pie
o de memoria
siempre se cuelan segundas intenciones: nunca
son las mismas: hay
variedad, infinita
variedad: huellas en el camino,
que aunque sea el mismo
no lleva necesariamente al mismo sitio.
El río
avanza con una sobrecarga que no contiene amor ni odio,
sino puro envión hacia el lugar remoto donde está el mar:
desde aquí
se lo oye: eco
de algo lejano que se ha oído muchas veces.
No llevamos la misma dirección: un río
es unívoco, no deambula, no puede volver.
[Santiago Sylvester, de El reloj biológico]
(jactancia de la lluvia)
EL pronóstico dice que, como es verano,
tiene que llover: una tormenta
amenaza cada tarde a esta parte del planeta: el hongo crece,
las hormigas minuciosas y pérfidas disputan
las rosas con Leonor;
la loma es un barrial fecundo donde el clima alardea: flores
amarillas, moradas, frágiles
o resistentes a las peores calumnias;
y todo porque va a llover.
El mundo
tiende a la desmesura: si se examina un hueso
aparece un dinosaurio; bajo esa laja hay una población de
larvas, escarabajos, uncas,
cada uno con su forma y su metáfora;
la caída del agua por la canaleta esconde un Iguazú; las
hormigas
operan con saña, Leonor
usa método y encono: una energía que me obliga a estar
atento;
la ferocidad es visible en las hortensias hinchadas, en la palta
sospechosamente ingenua, en el estirón de la tipa, en el barro
malsano como una profecía;
y todo porque va a llover.
Qué inesperado desborde contra la razón,
cinco siglos de pensamiento caducan en la acequia, algo
ofende al silogismo,
a la genealogía de Aristóteles;
se acabó la fiesta y empezó el Apocalipsis: el monstruo
agazapado, tapado
por los truenos, calado hasta los huesos;
y todo porque va a llover.
La lluvia
no es agua que cae en esta parte del planeta, es
desastre, amenaza de desastre,
jactancia de desastre: un error de cálculo: barro y más barro,
una cornisa de agua: la naturaleza
no tiene razón.
[Santiago Sylvester, de El reloj biológico]
(la certeza del caracol)
NO hay error en ese caracol que sube por la pared;
no parece interesarle esa nube de color incierto,
el baldazo del sol, ni le importa
el vuelo desarreglado de la chasca, el campo
que se abre valle abajo.
El
caracol no está atento al paisaje ni a la historia: sólo hace lo
que debe:
su vida o muerte no altera la estadística, su desplazamiento y
el rastro que deja
no convocarán un proyecto, una anécdota: no es ni un
anacronismo pegado a la pared.
Pero él no lo sabe:
por eso prospera, escala, y esta tarde, sin ningún error,
paseará su vida imperceptible por el techo.
[Santiago Sylvester, de El reloj biológico]
(la bajada hasta el río)
TODO es confuso en la bajada hasta el río, salvo
la respiración: el ceibo infla los pulmones plantado en su
territorio; los helechos nos recuerdan la humedad del
origen, desde el esperma al pudridero, que también
es húmedo. El cebil con su carga intacta y los nogales
con el bocado de aire que recuerda lo que somos, como
todo por aquí.
En esta sobrecarga hay una arenga: llegar y partir y dejar en
medio una constelación que se apaga como
lo que alguna vez brilló: como la costumbre de los amantes
que no se sabe cuándo empieza; como las estrellas,
siempre insomnes, para que sepamos por el insomnio que alguna vez existieron.
Y en medio de esto,
la paciencia de los árboles: asentados y tranquilos: una
mezcla
de contenido universal
que baja hasta el río y suelta asfixia desde la planta a la leña.
Por ahí
voy yo, buscando huella.
[Santiago Sylvester, de El reloj biológico]
(palabras)
PALABRAS como guancoiro, urpila o quimpe
usa mi vecino para vivir: una idea combinada con otra para
esta densidad de comidas, útiles de labranza, medicina,
flores: lo que vuela o silba, lo que se queda quieto: un
limón, una víbora entre las cañas.
Allá viene la majada que pastorea mi vecino;
aquel brillo seco es el atolladero de las motos y luego
la palta sobrecargada: la derivación del verbo ser, que aquí no
es más que una manera de adivinar el temporal.
Alguien junta, mezcla, entrecruza y
vuelve visible lo que debe ser mostrado: una palabra
debe ser mostrada: la palabra que no suena,
la palabra chilcán.
[Santiago Sylvester, de El reloj biológico]
a sílabas cuntadas, ca es grant maestría
Gonzalo de Berceo
CONTEMOS o no las sílabas,
sólo queda la precisión: de Pavese, la parsimonia con que se
mira el valle con las manos cruzadas en la espalda; de
Santa Teresa la llaga, fragante como toda cosa inmortal;
si insisto con Vallejo es por los ingredientes: un caldo de la
zona andina;
y con Darío hay que callarse porque
toca aprender.
Cualquiera sea
la razón de las sílabas contadas,
hay que saber que esta tierra no es plana sino
bullente de desorden; y sólo quedan los que discuten por
convicción
como pide el proyecto experimental del mundo,
que es inabarcable
y nos sobrevivirá.
[Santiago Sylvester, de El reloj biológico]
FRAGMENTO DE UNA ENTREVISTA
Mi infancia transcurrió en Salta, en un patio poblado de macetas y canteros: una
felicidad provinciana tan perfecta que me pasé media vida recordándola.
Sin embargo, pronto me fui de allí; es decir, supe pronto que la felicidad dura poco,
y ésta es una de las razones de la poesía. En general, de la literatura. Se escribe,
entre otras cosas, para recuperar una felicidad perdida, y a la vez porque tenemos la
certeza de que eso es imposible.
Se escribe, pues, desde una amputación: desde una pérdida metafísica que nos
obliga a salir, movernos, buscar el pedazo que nos falta. La poesía es una prueba de
que la vida no está completa: hay un hueco que se debe llenar, una herida que tarda
toda la vida en cicatrizar.
Me he pasado la vida escribiendo poesía porque hay algo mío que no está donde yo
estoy.
(Santiago Sylvester, Fragmento de una entrevista)
DATOS DE SANTIAGO SYLVESTER
Libros publicados
Poesía
En Estos días; Ediciones La Flauta de Caña, Salta, 1963
El aire y su camino; Ed. Ismael Colombo, Buenos Aires, 1966
Esa frágil corona; Ed. Dirección de Cultura de Salta, 1971
Palabra intencional; Ediciones del Tobogán, Salta, 1974
La realidad provisoria; Editorial Cuarto Poder, Buenos Aires, 1977
Libro de viaje; Libros de Estaciones, Madrid, 1982
Perro de laboratorio; Editorial Corregidor, Buenos Aires, 1986
Entreacto; ICI-Quinto Centenario, Madrid, 1990
Escenarios; Editorial Verbum, Madrid, 1993
Café Bretaña; Editorial Visor, Madrid, 1994
Antología poética; Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires, 1996
Número impar; Ediciones del Dock; Buenos Aires, 1998
El punto más lejano; Ed. Ave del Paraíso, Madrid, 1999
Calles; Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2004
El reloj biológico; Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2007
Perro de laboratorio, 2ª edición; Ediciones del Dock, 2008
Prosa
La prima carnal (cuentos); Editorial Anagrama, Barcelona, 1987
Oficio de lector (ensayos); Alción Editora, Córdoba 2003
Ediciones críticas y antologías
La Tierra natal. Lo íntimo, de Juana Manuela Gorriti; Fondo Nacional de las Artes,
Buenos Aires 1998
El gozante, Antología de Manuel J. Castilla; Colihue, Buenos Aires 2000
Poesía del Noroeste Argentino. Siglo XX; Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires
2003
Poesía Joven del Noroeste Argentino, Fondo Nacional de las Artes,
Buenos Aires, 2008
Algunas antologías en las que se han incluido trabajos suyos
Poesía
Una antología de la poesía argentina (1970-2008); de Jorge Fondebrider, LOM
Ediciones, Santiago de Chile, 2008
La piel del jaguar – 25 poetas hispanoamericanos ante un nuevo siglo; de Álvaro
Salvador; Fundación José Manuel Lara, Vandalia; Sevilla, 2006
Io è un altro (Yo es otro), Poeti argentini dell’area rioplatense; Antología en italiano,
edición de Elvira Dolores Maison y Marina Moretti, traducción de Betina Lilián Prenz;
L’Harmattan Italia, Torino, 2006
Cumbre Poética Iberoamericana, Antología de Salamanca; de Alfredo Pérez Alencart;
EDIFSA, Salamanca (España) 2005
Antología de la poesía erótica española e hispanoamericana; de Pedro Provencio;
Biblioteca Edaf, Madrid, 2003
Antología de la poesía española e hispanoamericana; de Melquíades Prieto;
Biblioteca Edaf, Madrid, 2002
Autores argentinos de fin de siglo, Poetas 2; de Juano Villafañe; Desde la gente,
Buenos Aires, 1999
Antología de Poesía Latinoamericana, de Álvaro Salvador; Universidad de Granada,
España, 1998
Norte y Sur de la Poesía Iberoamericana, de Consuelo Triviño; Verbum, Madrid, 1997
Poésie Argentine du XX Siècle, (Edición bilingüe), de Horacio Salas; traducción Nicole
Priolland; Ed. Patiño, Ginebra, Suiza, 1996
Canto Australes (Poesía Argentina 1940-1980), de Manuel Ruano; Monte Ávila
Editores, Caracas, Venezuela, 1993
A Palabra Nômade (Edición bilingüe), selección y traducción de Santiago Kovadloff;
Editorial Iluminuras, San Pablo, Brasil, 1990
Nueva Poesía Argentina, de Leopoldo Castilla; Ed. Hiperión, Madrid, 1987
Poesía Argentina de Hoy, de Jorge Boccanera; Universidad Mixoacana de San Nicolás
Hidalgo, México 1981
Antología de la Poesía Argentina, de Raúl Gustavo Aguirre; Ed. Librería Fausto,
Buenos Aires 1979
Cuatro Siglos de Poesía de Salta, de Walter Adet, Ediciones del Tobogán, Salta, 1972
Panorama Poético Salteño, de Raúl Aráoz Anzoátegui; Edición de la Dirección de
Cultura de Salta, 1962
Prosa
Cuentos de amor, Páginas de Espuma, Madrid, 2008
El cuento es la noticia, Páginas de Espuma, Madrid, 2000
Antología del Cuento Argentino, Ed. Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 1989.
Selección de Jorge Calvetti y Jorge Lafforgue
Celeste Goes Dancing and other stories. Antología del cuento argentino, selección y
traducción al inglés de Norman Thomas di Giovanni; Ed. Constable Publishers,
Londres, 1989
Premios obtenidos (Argentina y España)
Fondo Nacional de las Artes, 1966.
Dirección de Cultura de Salta, 1970.
Fondo Nacional de las Artes, 1977.
Sixto Pondal Ríos, 1977.
Ignacio Aldecoa, de cuentos; en España, 1985
Jaime Gil de Biedma, en España, 1993.
3er. Premio Nacional de Poesía, de la Secretaría de Cultura de la Nación, 1997
Premio Jorge Luis Borges 1999, de Cuento, de la Secretaría de Cultura de la Nación
Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, Poesía, 2008
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