fascismo y populismo
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fascismo y populismo
FASCISMO Y POPULISMO ¿Qué relación hay entre el populismo de América Latina, expresado en el Socialismo del Siglo XXI, y el fascismo europeo? Para empezar, podríamos afirmar que están emparentados por muchas analogías, pero, a su vez, distanciados por su secuencia histórica y, además, porque cada país, como ente individual, mantiene su propia identidad. El populismo es un movimiento político de masas, motivado por reivindicaciones sociales, y caracterizado por: un componente nacionalista, manejo económico de corto plazo, culto a la personalidad del líder, basado en una propaganda penetrante, descalificación del adversario, restricción de las libertades, cualquier ideología o ninguna, apoyo disimulado a grupos subversivos (según afirmaciones, ya no presunciones), oposición absoluta a las autonomías, concentración de poderes, y esfuerzos por formar alianzas con países de similar “ideología”. Veamos lo que escribió un periodista al respecto: “El populismo apuesta a la magia, a las soluciones pasionales, a la simplificación de las visiones. Apuesta a fabricar enemigos, a ilusionar multitudes, a hacer del sentimiento primario la razón de los gobiernos. Confunde los deseos con la realidad y fabrica imaginarios donde la felicidad está a la vuelta de la esquina, sin más esfuerzo que el voto”… ¿Cuál es el origen del populismo? El populismo, al igual que el fascismo, se origina en la debilidad de las instituciones y en el fracaso de los partidos políticos que llevaron al pueblo a sentir la necesidad de experimentar con algo nuevo. Para comprender mejor esta situación, consideramos indispensable hacer un breve recuento de los albores de este fenómeno en Italia y España. El período crucial en el ascenso del fascismo tiene lugar durante la inmediata posguerra cuando se desmorona el sistema liberal y los nuevos partidos de masas, por una serie de causas, fueron incapaces de ofrecer una alternativa dentro de un marco liberal democrático. La irrupción de las masas en la vida pública europea – asunto advertido por Donoso Cortés – se canalizó a través del socialismo y el nacionalismo, presionando a los sistemas políticos de los distintos países a adaptarse a este fenómeno carente de referentes. Francia e Inglaterra, poseedores de instituciones fuertes, pudieron ampliar la base social del sistema mediante reformas profundas que recogían las nuevas demandas y de esta forma resistieron el embate desintegrador que se cernía en toda Europa. Recordemos que el Manifiesto Comunista fue una convocatoria a los proletarios de todo el mundo. Se instauraron regímenes fascistas en Austria, Hungría, Grecia, algunas regiones de los Balcanes, Italia, España y Portugal. ¿Qué tuvieron en común estos países? Podríamos evocar aquel principio de Durkheim de que las estructuras sociales tienden a reproducirse, o bien a Kant sobre la necesidad que todo suceso lleva implícito. Para mayor claridad, vale empezar con Mussolini, el prototipo del fascismo. ¿Cuáles fueron las causas más directas de su ascenso? En primer lugar, los efectos devastadores de la Primera Guerra Mundial; luego, podríamos citar: la impotencia de los liberales para conseguir que los socialistas y los católicos ocupasen su lugar en un orden democrático. Los socialistas moderados temieron perder el apoyo de los trabajadores; mientras que los socialistas extremistas estaban convencidos en su revolución como profecía histórica. La renuencia de los grupos económicos conservadores que consideraban al Estado como garante de sus privilegios en un sistema mercantilista. La invasión de Libia en 1912 desató un nacionalismo de carácter autoritario y antiparlamentario, acompañado por una clase intelectual, como por ejemplo D Annunzio, que denigraba la vieja política y propugnaba la rebelión en contra del convencionalismo burgués, creando el caldo de cultivo emocional para las tentaciones fascistas; por último, debemos mencionar la enconada pugna fomentada desde el Vaticano en contra de la monarquía liberal italiana, asunto que se remonta al año 1871, cuando se fundó la monarquía parlamentaria. Como resumen de este párrafo transcribimos a Benedetto Croce: “El liberalismo hacia 1914 era un sistema, un régimen, y había dejado de ser un ideal, una emoción”… Entre los antecedentes del fascismo es obligación el estudio de dos personajes singulares que marcaron una época de modernización tanto en Italia como en España: Giovanni Giolitti (1842-1928) y José Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897): el primero fue gestor del sistema político de alternabilidad de partidos denominado transformismo que constituyó un puente para la aplicación del sufragio universal en 1912, entre otros adelantos a favor de los trabajadores, siguiendo los modelos de Francia e Inglaterra; sin embargo, tuvo que apoyarse en coaliciones inestables en el parlamento, basadas en prácticas amorales de maniobras continuas para ganarse aliados y dividir al adversario, incluso manipulando las consultas electorales. Este comportamiento llevó al descrédito de los liberales que constituían la izquierda en la Italia post unitaria. El segundo fue artífice del sistema denominado restauración que propugnaba el “turno de los partidos” con objeto de lograr la estabilidad de España. Cánovas creyó en una democracia al estilo británico; un principio de soberanía compartida: la potestad de hacer leyes reside en “las Cortes con el Rey”; división de poderes, el Congreso es elegido por sufragio directo; el poder ejecutivo lo ejerce la Corona a través de los ministros; el poder judicial es independiente; la declaración de derechos y deberes es amplia, pero en la práctica estuvieron restringidos, sobre todo: imprenta, expresión y asociación; por último, había sufragio censatario masculino (podía votar el 5% de la población española). La conclusión de esta etapa histórica es que no fue suficiente para frenar, por un lado, la presión socialista que desde 1917 podía mirarse en el espejo de Rusia comunista; y, por otro, el avance incontenible del fascismo. El estudio del fascismo necesita complementarse con algunos intentos serios para conseguir el apoyo del pueblo. Carlo Rosselli es autor del “socialismo liberal”, basado en la justicia y la libertad, en donde criticaba tanto al liberalismo egoísta como al socialismo autoritario. En esta sui géneris ideología se consideraba al socialismo como heredero natural del liberalismo en las nuevas condiciones históricas. Se entiende que no pasó de ser una buena y quizás desesperada intención con objeto de atenuar los contrastes en el seno del antifascismo. En la tercera Internacional Socialista se dio fin a esta utopía, aunque sea digno de recordar el Manifiesto Liberal Socialista de abril de 1940. En este punto, sería injusto no recordar a los socialistas católicos. Al contrario de lo que algunos piensan, Mussolini llegó al poder por cauces legales y en su primer cuadro de Gobierno solo figuraban cuatro ministros fascistas, pero poco a poco y conforme acrecentaba su poder, de acuerdo con su ambición, empezó en forma sistemática a eliminar las libertades y, por supuesto, a sus referentes: Gramsci, encarcelado en el año 1926; Gobetti, asesinado; Matteoti, asesinado; Améndola, asesinado. Recordemos que de 1250 profesores universitarios, solo doce se negaron a jurar adhesión a ese régimen. En España, Antonio Primo de Rivera (1903-1936) fundó la falange en el teatro de la Comedia en Madrid, el 29 de octubre de 1933; veamos algo de su discurso: “La libertad no puede vivir sin el amparo de un principio fuerte, permanente. Cuando los principios cambian por los vaivenes de la opinión, solo hay libertad para los acordes con la mayoría. Las minorías están llamadas a sufrir y callar (…) Hombre nuevo portador de valores eternos (…) Justicia social que proporcione una vida digna”. Nosotros somos liberales, pero jamás podríamos estar en contra de estas ideas que corresponden a cualquier persona sensata. El principio fuerte lo entendemos como las instituciones y sus leyes, y no como un vulgar dictador. Es posible que algunos se escandalicen y se rasguen las vestiduras, especialmente aquellos que desconocen la historia de su propio país. Primo de Rivera fue un idealista condolido por la trágica situación de España. Lo que vino después es otra historia. Es interesante comparar el concepto moderno de fascismo como, por ejemplo, el de Wikipedia con los diccionarios antiguos tales como el Vox de los 1960. Para facilitar su lectura nos permitimos transcribir del primero: “Un corporativismo estatal totalitario y una economía dirigista, mientras su base intelectual plantea una sumisión de la razón a la voluntad y la acción, un nacionalismo fuertemente identitario con componentes victimistas que se conduce a la violencia contra los que se definen como enemigos por un eficaz aparato de propaganda, un componente social interclasista y una negación a ubicarse en el espectro político (izquierdas o derechas). Se presenta como una tercera vía o posición que se opone radicalmente tanto a la democracia liberal en crisis, como al movimiento obrero tradicional en ascenso (anarquista o marxista, este último escindido a su vez entre la social democracia y el comunismo que tuvo como referente desde 1917 el proyecto de la Unión Soviética)”. El concepto de “sumisión de la razón a la voluntad” es muy interesante y merecería un ensayo completo. Nosotros tratamos parcialmente este tema en las citas referidas a Pascal, Donoso y Unamuno, en artículos anteriores. Recordemos que también existe un fascismo clerical. “Yo soy el jefe de todas las funciones del Estado”, afirmó paladinamente el presidente Correa, hace unos pocos días, justo cuando ya se encontraban aquí los observadores internacionales, delegados para las próximas elecciones de abril. Esto que debería constar en algún libro de Voltaire, apareció en todos los periódicos, por lo tanto se entiende que corresponde a una evidencia y no a la ficción. ¿Qué sucede en este país? Tal vez el triunfalismo les está sacando de casillas. Es importante reflexionar que cualquiera que sea el número de triunfos electorales que favorezcan a un candidato presidente en funciones, eso no es garantía de que el pueblo soberano no vaya a defenestrarle cuando se harte de su política, como ha ocurrido antes. Nosotros creemos que la estabilidad es un preciado bien y que la culminación de un mandato presidencial es responsabilidad de gobernantes y de gobernados, pero, lastimosamente, cuando la razón de ser de un Gobierno es perennizarse en el poder usando todos los recursos a su alcance, legales e ilegales, entonces es el caos. En las próximas elecciones Correa, a las buenas o a las malas, va a triunfar. Como este país está cayéndose a pedazos, en la eventualidad de que otro llegara a ganar se convertiría en víctima, porque se quemaría en poco tiempo; entonces, es preferible que él mismo concluya su cruel trabajo, y decimos “cruel” porque tendrá que actuar como “síndico de una quiebra” que no ha sido precisamente una herencia como quizás ocurrió en algunas ocasiones pasadas. Hay remedos caricaturescos de Gobierno que por su irresponsabilidad llevan a la quiebra y a la miseria a sus pueblos. Creemos que a estas alturas el camino es inexorable y rodaremos por la pendiente hasta que toquemos fondo; entonces el pueblo reaccionará, porque no tendrá otra alternativa, y ejecutará su parte en un concierto desafinado que nos es por demás conocido. Cuando llegue esa oposición de epifanía, y solo en ese momento, será posible juntar las cenizas y resucitar el ave fénix, porque los pueblos, a diferencia de sus políticos, nunca mueren. CARLOS DONOSO G. Abril de 2009