Descargar Documento
Transcripción
Descargar Documento
Palabras del periodista Mirko Lauer con ocasión de la presentación de la Edición Número 44 de la Revista “Hueso Húmero, desde la Comunidad Andina de Naciones” Lima, 3 de setiembre de 2004 Quisiera, en nombre del doctor Abelardo Oquendo, mi codirector en Hueso Húmero, agradecer a la CAN que nos permitió poner en marcha el que ya está demostrando ser uno de los números más importantes y de mayor impacto entre los 44 de la revista. Asimismo, es un gusto realmente haber podido coincidir con el inicio de las actividades culturales de la CAN, y por cierto no me escapa que era este pensamiento cultural ya puesto en marcha el que hizo más interesante la revista y tuvo mucho que ver, estoy seguro, en su acogida. Quisiera también, a partir de la presentación de la propia revista, decir unas palabras desde la perspectiva específica de este número 44, sobre lo andino en la cultura que es un tema más difícil de lo que uno pensaría, pues lo andino, a pesar de lo contundente y rotunda que puede ser la Cordillera de los Andes, no es un tema natural. No digo que sea un tema artificial necesariamente, pero sí es un tema del esfuerzo civilizatorio, de un esfuerzo del empeño político y la voluntad cultural, porque lo andino puede ser, según se le vea, una apariencia de imposición geográfica simplemente vertebrada por la continuidad, un resto de la mega imaginación geohistórica bolivariana o una herencia del Siglo XIX con no mucho lugar en los siglos XX y XXI. Puede ser visto como un sueño práctico comercial que viene de los famosos programas del Pacto Andino de los años 60, sumados a una cierta afinidad antropológica frente al resto del mundo. En fin, intentos de articular lo andino ya hubo en el pasado. Pero éstas y otras lecturas, que en efecto acercan a las llamadas repúblicas hermanas, no han logrado no sé si paradójicamente, que nos acerquemos en lo cultural lo suficiente. El retiro de Chile en virtud a la Decisión 24, no hizo sino remachar la fragilidad de esta voluntad de ser solidarios, y en eso no podemos hablar de una unidad cultural de los países andinos. Eso es algo que está por ser construido todavía, a pesar de que compartimos una historia, un lenguaje, muchos contenidos étnicos. Al final termina la idea de la cultura común siendo como los jardines limeños: como no llueve, tienen que ser regados de manera constante para que aparezca el verde. En lo literario -y en muchas otras ramas de las artes, las letras y las bellas artesseguimos lo que pasa por las capitales editoriales del mundo hispánico, que es en mucho lo que pasa en las demás capitales editoriales del norte, y a la vez tampoco tanto como parece. Pero ignoramos lo que circula en cada uno de los demás países andinos. No hay manera de comprar lo que se edita al costado nuestro, con la excepción de alguna editorial colombiana como Norma que, sin embargo, como tantas editoriales colombianas dinámicas, abastece mercados que apenan unifica y mucho menos domina. Podrá consolarnos pensar y decir que eso también pasa con los periódicos, que es más fácil comprar un periódico europeo o norteamericano que un periódico de América Latina y menos de la zona andina, si a eso le vamos. Este desencuentro, que se refiere a los libros pero también alude a los diarios y las revistas, se da en todos los campos y hoy sólo nos unen en lo cultural los horizontes de crisis, la preocupación por las drogas y sus consecuencias, los llamados problemas de gobernabilidad, la volatilidad de la calle, temas que de alguna manera terminan siendo culturalmente tratados en el cine, en la literatura y en la novela de países que están escribiendo sobre lo mismo porque tienen los mismos problemas, pero que hemos y estamos demostrando ser incapaces de intercambiar nuestras experiencias. Lo latinoamericano, que ha tenido mucho mejor suerte que lo andino en el siglo que pasó, pasa por alto lo andino en muchos aspectos, y lo hace porque así nos ven desde el norte. Si en este momento uno revisa lo específico andino en las literaturas del norte, descubrirá que otra vez son los problemas de la gobernabilidad, son los problemas de la drogas, son las malas facetas de la vida y de la sociedad las que terminan dando un tipo de unificación más firme. Pero lo latinoamericano pasa lo andino por alto también porque las tres grandes metrópolis de América Latina no están en los Andes. Me refiero a México, Buenos Aires y Sao Paulo, por supuesto. Y, en esa medida, en lo cultural, la andina es una empecinada unidad de países de segunda magnitud y esto en la cultura pesa bastante más que en la economía. Por estas cosas hacer un número de la revista Hueso Húmero, que es de artes y letras, desde los cinco países de la CAN parece casi un despropósito. En las artes y las letras casi nada contemporáneo nos articula, nos encontramos yuxtapuestos en proyectos latinoamericanos que finalmente nos son ajenos, como el persistente escudriñamiento académico del norte sobre nuestros países, como la acogida cubana que viene de los años 60, como el comercio de las grandes casas editoriales españolas, como la industria musical mundial. En todos estos casos, lo latinoamericano es muy concreto y lo andino es pasado por alto cada vez que se puede. No interconocemos ni intervaloramos casi nada que no conozcan o valoren primero los intereses que son externos a la región. Todo lo interno en la cultura de estos cinco países está librado a los contactos personales, pobres en estos tiempos, puesto que nadie financia este tipo de encuentro, a pesar de que ninguno está a más de cuatro horas de avión. Si miramos hacia atrás buscando algún tipo de regla distinta, alguna cofradía de la creación o alguna sociedad cultural de países andinos, en efecto sólo encontramos el modernismo literario de las grandes capitales latinoamericanas de fines del siglo XIX y muy al comienzo del XX. Pero esa no fue una internacional de lo andino, sino de todos los latinoamericanos. Lo mismo pasó con el vanguardismo que vino después. El bloque andino se parece mucho pero como conjunto, y permítame ser machacón en el tema, carece de especificidad en las artes y en las letras. Sin duda hay parejas bien avenidas: aspectos de la plástica colombiana y venezolana que vienen juntos y tienen una dinámica común o parecida, el nativismo ecuatoriano-peruano, sin duda es algo que existe, el indigenismo boliviano-peruano, y podríamos encontrar más de estas relaciones bilaterales de la cultura, vamos a llamarlo. Pero el conjunto que se articula por las fronteras no llega a cuajar y ésa es sin duda una tarea primero de la CAN y luego, supongo, de los comerciantes e intelectuales de la región. Los libros generalizadores de los latinoamericano mencionan a los autores y a sus textos pero es dificilísimo conseguirlos, y aquí en los Andes nadie conoce a nadie o muy pocos a muy pocos. Los escritores locales, en oposición a globales, casi no viajan a los demás países andinos, y casi nadie los promueve. Podríamos hacer una encuesta y preguntar cuánta gente sabe quiénes son los narradores más importantes de Bolivia y Ecuador, y que hace poco ambos han estado en el Perú, uno de ellos dos veces. Hecho que no se puede comparar con el último hallazgo literario de una editorial en Barcelona. Todo el mundo conoce a alguien pero hace años que no lo ha visto y sus señas son inciertas, los académicos de las artes y las letras, cuando se reúnen, un poco alentados por el prestigio de lo andino como valioso argumento académico, como en las reuniones de JALLA –Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana-, que fue acogido también por la CAN y que se desarrolló con gran éxito el mes pasado. Pero a la postre el impacto de lo andino en el propio mundo académico de los propios países tampoco es muy fuerte. Sin interés europeo y norteamericano no le iría mejor que a otras disciplinas de las humanidades. Parece mantenerse, sin embargo, aquel eje de lo andino como contraste cultural de lo hispano, que fue creado en los años 20 a partir de personas como el mexicano José Vasconcelos. Es decir, el rechazo a la idea de que éste es un territorio de conquista se mantiene en lo cultural. Lo latinoamericano es una presencia en el mundo andino pero tampoco tan fuerte. Sólo Colombia ha logrado romper el embrujo de la pequeña empresa cultural local con grandes casas editoriales, un mercado de pintura plástico de nivel mundial prácticamente, con un cine que sin duda está a millas de distancia del los demás países. Pero en el resto subsiste, cuando subsiste, el empeño de esfuerzos que casi no se pueden llamar empresariales. A finales de los años 60, propusimos Abelardo Oquendo, José Miguel Oviedo y yo, una revista cultural para el Pacto Andino, cuando lo conducía nuestro amigo Javier Silva Ruete. La acogida fue buena, incluso entusiasta, pero los engranajes tecnocráticos no permitieron prosperar al proyecto. Quizás la cultura era entonces demasiado radical o estábamos atravesando una etapa latinoamericanista para lo cual lo andino podía parecer provinciano, como le dijo Julio Cortázar a José María Arguedas, y se lo siguió diciendo todos los años después Mario Vargas Llosa. Este número excepcional de Hueso Húmero no pretende sustituir a aquella revista que no pudo ser, pero ahora el apoyo de Guillermo Fernández de Soto, que fue el primer convencido de la importancia, y luego de Allan Wagner Tizón que la llevó a cabo y la concluyó, como suele hacer con sus proyectos, permiten pensar que aquella propuesta no era tan utópica y que las que vienen en el campo de la cultura están mucho más cerca de la práctica de lo que pensamos. Muchas gracias.