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Cuarto Domingo de Pascua 26 de Abril del 2015 Oración Colecta Oh Dios, cuyo Hijo Jesús es el buen pastor de tu pueblo: Concede que, al escuchar su voz, reconozcamos a aquél que llama a cada uno de nosotros por su nombre, y le sigamos a donde nos guíe; quien contigo y el Espíritu Santo vive y reina, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén. PRIMERA LECTURA Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles 4:5-12 Al día siguiente, los jefes de los saduceos se reunieron con los ancianos y los maestros de la Ley de Jerusalén. Allí estaban el sumo sacerdote Anás, Caifás, Jonatán, Alejandro y todos los que pertenecían a la alta clase sacerdotal. Mandaron traer a Pedro y Juan ante ellos y empezaron a interrogarles: “¿Con qué poder han hecho ustedes eso? ¿A qué ser celestial han invocado?” Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: “Jefes del pueblo y Ancianos: Hoy debemos responder por el bien que hemos hecho a un enfermo. ¿A quién se debe esa sanación? Sépanlo todos ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre que está aquí sano delante de ustedes ha sido sanado por el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien ustedes crucificaron, pero a quien Dios ha resucitado de entre los muertos. El es la piedra que ustedes los constructores despreciaron y que se ha convertido en piedra angular. No hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres ningún otro Nombre por el que debamos ser salvados.” La Palabra del Señor. Pueblo: Demos gracias a Dios. SALMO 23 1 2 3 El Señor es mi pastor; * nada me faltará. En verdes pastos me hace yacer; * me conduce hacia aguas tranquilas. Aviva mi alma * 4 5 6 y me guía por sendas seguras por amor de su Nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno; * porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento. Aderezarás mesa delante de mi en presencia de mis angustiadores; * unges mi cabeza con óleo; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, * y en la casa del Señor moraré por largos días. Todos: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo Como era en un principio ahora y siempre, Por los siglos de los siglos. Amén. SEGUNDA LECTURA De la Primera Carta de San Juan 3:16-24 Jesucristo entregó su vida por nosotros; y en esto hemos conocido el amor; ahora también nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Si uno goza de riquezas en este mundo y cierra su corazón cuando ve a su hermano en apuros, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijitos, no amemos con puras palabras y de labios para afuera, sino de verdad y con hechos. En esto conoceremos que somos de la verdad y se tranquilizará nuestra conciencia ante El. Pues si nuestra conciencia nos reprocha, pensemos que Dios es más grande que nuestra conciencia, y que lo conoce todo. Amadísimos, si nuestra conciencia no nos condena, tenemos plena confianza en Dios. Entonces, todo lo que pidamos nos lo concederá, porque guardamos sus mandatos y hacemos lo que le agrada. ¿Y cuál es su mandato? Que creamos en el Nombre de su Hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros, tal como él nos lo ordenó. El que guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. Pues Dios permanece en nosotros, y lo sabemos por el Espíritu que nos ha dado. La Palabra del Señor. Pueblo: Demos gracias a Dios. Aleluya, aleluya, aleluya. El Santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 10:11-18 Pueblo: ¡Gloria a ti, Cristo Señor! Jesús dijo: “Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. No así el asalariado, que no es el pastor ni las ovejas son suyas. Cuando ve venir al lobo, huye abandonando las ovejas, y el lobo las agarra y las dispersa. A él sólo le interesa su salario y no le importan nada las ovejas. Yo soy el Buen Pastor y conozco a los míos como los míos me conocen a mí, lo mismo que el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Y yo doy mi vida por las ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este corral. A esas también las llevaré; escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño con un solo pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para retomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo mismo la entrego. En mis manos está el entregarla y el recobrarla: éste es el mandato que recibí de mi Padre.” El Evangelio del Señor. Pueblo: Te alabamos, Cristo Señor. Aleluya, aleluya, aleluya.