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Contacts: Ms. Margaret Coulombe, +1-480-727-8934, [email protected]
Mr. Terry Collins +1-416-538-8712; +1-416-878-8712 (m), [email protected]
Charles Perrings and other DIVERSITAS experts are available for advance interviews.
Código ROJO para la Biodiversidad
Las pérdidas acumuladas del Año Internacional
de la Biodiversidad significan un punto crucial
para los objetivos de conservación 2020 en la
convención de Nagoya
Aún cuando no sea directamente un fracaso, el objetivo 2010 fijado por el Convenio
sobre la Diversidad Biológica (CDB) para frenar la pérdida de especies en el mundo
quedaron cortos relativamente a las expectativas generadas por el “Año Internacional de
la Biodiversidad”.
En abril de 2002, las Partes en el Convenio se comprometieron “para lograr en 2010
una reducción significativa del ritmo actual de pérdida de la diversidad biológica
en los planos mundial, regional y nacional como contribución a la mitigación de la
pobreza y en beneficio de toda la vida sobre la Tierra.” Esta meta fue posteriormente
aprobada por la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible y la Asamblea General
de las Naciones Unidas y fue incorporado como una nueva meta en los Objetivos de
Desarrollo del Milenio.
¿Qué significa esto para los 20 objetivos 2020 puestos a la consideración de la 10ª
Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP10) en
Nagoya, Japón, del 18 al 29 de Octubre próximos?
En el artículo “Ecosystem Services for 2020” (Servicios de los Ecosistemas para el
2020), publicado el 15/10 en la revista Science, algunos de los expertos mundiales en
biodiversidad reunidos por el grupo de investigación DIVERSITAS basado en París,
ofrecen una perspectiva estratégica de los objetivos 2020,-- una que involucra
negociaciones, ajustes en el tiempo y complejidad.
Objetivos realizables
“Mientras todavía haya tiempo, es crítico diseñar los objetivos 2020 y sus indicadores
de manera que pueda dárseles una chance razonable de éxito”, argumenta el experto en
ecoservicios Charles Perrings de la Arizona State University. El equipo de
DIVERSITAS, liderado por Perrings, incluye a la investigadora Ann Kinzig, también de
ASU, y otros 16 expertos líderes en biodiversidad de Estados Unidos, Argentina,
Suecia, Chile, Japón, Inglaterra, Francia y Alemania (listados al final).
El equipo elogia a la CDB por sus crecientes esfuerzos para atender los aspectos más
serios del cambio global, clima y biodiversidad, a través del logro de 20 objetivos
“SMART” (inteligentes en inglés), una sigla que aúna los calificativos de “específicos,
medibles, ambiciosos, realistas y acotados en el tiempo”, para ser alcanzados en 2020.
Sin embargo, el equipo también argumenta que no es suficiente que los objetivos sean
“SMART”.
“El objetivo 2010 de la convención sobre Diversidad Biológica era irreal,” dice
Perrings, profesor de la Escuela de Ciencias de la Vida de la ASU y co-director del
grupo de Eco-Servicios del Collage de Artes Liberales y Ciencias de la ASU. “Mientras
que los objetivos propuestos para el 2020 son más específicos respecto hacia dónde ir
para reducir la tasa de pérdida de biodiversidad, hay descuidos críticos que deben ser
considerados por los delegados de la conferencia de Nagoya.”
Por ejemplo, el objetivo 2020 de que “todos los pueblos están concientes de los valores
de la biodiversidad y los pasos que pueden tomar para conservarla y utilizarla
sosteniblemente” parece irreal. Además, un objetivo 2020 para la sostenibilidad de la
agricultura, la acuacultura y las forestaciones afirma que hacer esto automáticamente
asegurará la conservación de la biodiversidad, aún cuando la evidencia científica no lo
apoya, según opinan los autores del artículo.
Un problema con los objetivos 2020, señalan los autores, es que muchos de ellos son
interdependientes. Algunos son mutualmente inconsistentes, es decir que el logro de
uno compromete el logro de otro. Otros son contingentes, es decir que lograr uno está
condicionado al logro de otro. Será muy importante adoptar indicadores que reconozcan
la interdependencia de estos objetivos.
El problema esencial es que proteger la biodiversidad simplemente no está entre los
intereses primordiales de los individuos, según opinan los autores. Los incentivos
privados pueden ser incompatibles con la conservación de la biodiversidad, y habrá que
realizar concesiones. Por ejemplo, para que alguna gente muy pobre pueda producir más
alimentos significaría que se conceda conservar una superficie menor de un hábitat
crítico para algún grupo de especies. Hacer una agricultura más eficiente puede
significar frecuentemente una amenaza mayor a la biodiversidad. Independientemente
de que los agricultores usen bueyes y arado o un tractor de última generación, el uso de
pesticidas para eliminar plagas y herbicidas para remover malezas es un riesgo para la
biodiversidad en los campos y genera también un daño colateral en el ambiente.
“También estamos agotando la pesca en los océanos, eliminando un stock pesquero tras
otro. En muchos casos no hay reales instrumentos de protección y los que existen no
hacen mella. Hay múltiples razones, y muy razonables, para que la gente tome
decisiones personales y privadas que llevan a la pérdida de biodiversidad, pero los
costos los paga la sociedad colectivamente.”
El artículo de la revista Science señala que los objetivos propuestos por la CDB 2020
necesitan volcarse hacia los beneficios que la biodiversidad provee a la humanidad
además de reconocer la necesidad de concesiones entre beneficios.
Códigos para el éxito
El equipo de DIVERSITAS evaluó los objetivos 2020 y los desafíos de su
implementación usando el marco de referencia de servicios de los ecosistemas
desarrollado por la Evaluación de Ecosistemas del Milenio (Millenium Ecosystem
Assessment), un esfuerzo liderado por Naciones Unidas en los años 2001-2005 para
“analizar la capacidad de los ecosistemas del mundo y evaluar las consecuencias que los
cambios en los ecosistemas tienen en el bienestar de la gente.”
En el mapa de ruta resultante para 2020, los autores recomiendan una aproximación
jerárquica, que es sensible a la temporalidad y al orden secuencial de los objetivos.
Algunos objetivos involucran temas que deben ser resueltos antes de 2020
(DIVERSITAS codifica estos objetivos como “rojos”), y otros objetivos se refieren a
temas que necesitan ser implementados en un cierto orden (las “condiciones
facilitadoras” se codifican en “azul”). Más aún, muchos de los objetivos
conservacionistas tradicionales (codificados como “verdes”) involucran la necesidad de
negociaciones y concesiones entre objetivos rojos y azules que deberán trabajarse en
horizontes temporales muchos más largos.
Los objetivos 2020 a ser negociados la semana que viene en Nagoya implican un
progreso significativo respecto del objetivo 2010. Tienen en cuenta las metas
tradicionales de conservación planteadas por la comunidad internacional: reducir la
presión sobre la biodiversidad y salvaguardar la diversidad de los ecosistemas, de las
especies y la diversidad genética. Pero también apuntan a las causas subyacentes de la
pérdida de biodiversidad, al uso sustentable, y a la necesidad de construir capacidad y
conocimiento para que los objetivos sean implementados exitosamente.
Los científicos argumentan que mientras los objetivos 2020 pueden ser fortalecidos,
Nagoya será un punto crucial para la Convención sobre la Diversidad Biológica. “El
desarrollo de un plan estratégico sostenido por objetivos, indicadores y acciones es un
paso muy positivo”, dice Perrings.
La reunión de Octubre es consecuencia de dos convenciones establecidas en 1992 para
asegurar el compromiso global de una respuesta a los aspectos más serios del cambio
global: el clima y la biodiversidad. La Convención de Naciones Unidas sobre el Cambio
Climático fue centro de mucha atención en 2009. Combinado con el establecimiento de
una Plataforma Intergubernamental de Política Científica para la Biodiversidad y los
Servicios de los Ecosistemas (IPBES, Intergovernmental Science Policy Platform for
Biodiversity and Ecosystem Services), que será llevada ante la Asamblea General de
Naciones Unidas en esta sesión, Perrings y su equipo creen que la reunión de Nagoya
puede marcar el primer intento serio de parte de la comunidad internacional de resolver
el segundo de los dos problemas ambientales más grandes: el cambio en la Biósfera.
Autores del Artículo:
Charles Perrings and Ann Kinzig, School of Life Sciences, Arizona State University,
Tempe AZ, USA
Shahid Naeem, and Farshid Ahrestani, Department of Ecology, Evolution, and
Environmental Biology, Columbia University, New York, NY, USA
Daniel E. Bunker, Department of Biological Sciences, New Jersey Institute of
Technology, Newark, NJ, USA
Peter Burkill, Sir Alister Hardy Foundation for Ocean Science, Plymouth, PL12PB,
UK
Graciela Canziani, Rosana Ferrati y Fernando Milano, Instituto Multidisciplinario
sobre Ecosistemas y Desarrollo Sustentable, Universidad Nacional del Centro, Tandil,
Argentina
Thomas Elmqvist, The Resilience Centre, Stockholm University, SE-106 91
Stockholm, Suecia
Jed Fuhrman, Department of Biological Sciences, University of Southern California,
Los Angeles, CA, USA
Fabian Jaksic, Centro de Estudios Avanzados en Ecología y Biodiversidad, Pontificia
Universidad Católica de Chile, Chile
Zenichiro Kawabata, Research Institute for Humanity and Nature, Kyoto, Japón
Georgina M. Mace, Centre for Population Biology, Imperial College, Londres, UK
Harold Mooney, Department of Biology, Stanford University, Stanford, CA, USA
Anne-Hélène Prieur Richard, DIVERSITAS, Muséum National d'Histoire Naturelle,
Paris, France
John Tschirhart, Department of Economics and Finance, University of Wyoming,
Laramie, WY, USA
Wolfgang Weisser, Institut für Ökologie, Friedrich-Schiller-Universität, Jena 07743,
Alemania.

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