Untitled - Editorial Las Animas

Transcripción

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Salvador Díaz Mirón.
¡No hay gloria de más claros arreboles
que la de ser, en la penumbra inmensa,
uno de esos crisoles
en que la luz del alma se condensa,
como el fuego del éter en los soles!
Salvador Díaz Mirón
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Juan Álvarez.
n 1853, año en que nació Salvador Díaz Mirón,
se creía que el único hombre capaz de poner
orden en nuestro país era Antonio López de
Santa Anna. El atalaya del Caballero al Alto, de
la fortaleza de San Juan de Ulúa, anunció la cercanía del
barco inglés Avon que conducía al héroe de Tampico, quien
desembarcó en medio de repique de campanas y estallido
de cañones en el puerto de Veracruz. Por undécima vez, el
Napoleón del Oeste asumía la presidencia de México el 20
de abril de 1853.
El 14 de diciembre de ese mismo año convulso, en la
primera calle de Nava, hoy Emparan, nació Salvador Antonio Edmundo Espiridón y Francisco de Paula,1 nombre
de pila del poeta Salvador Díaz Mirón. Para entonces, Santa Anna gestionaba con los estadounidenses la venta del
valle de La Mesilla. Como un presagio de su personalidad
explosiva, el poeta porteño vivió los primeros meses de
su vida en plena revolución de Ayutla, con la intención
de derrocar el régimen santannista. En respuesta, el “héroe de Tampico” ordenó la pena de muerte a cualquier
ciudadano que fuese capturado con un ejemplar del Plan
de Ayutla.
Durante la guerra contra los revolucionarios, el Gobierno concentró cerca de 10 000 efectivos en la zona de
1
Transcripción de la Fe de Bautizo:
En la Heroica Veracruz en diez y seis de diciembre de mil ochocientos cincuenta
y tres, yo don Ignacio José Jiménez, cura propio de esta parroquia, título la
Asunción de Nuestra Señora, buatizé [sic] solemnemente a Salvador Edmundo
Antonio Espiridón Francisco de Paula, nacido el catorce del presente, hijo
legítimo de don Manuel Díaz Mirón y de doña Eufemia Ibáñez; padrinos don
José Luis Ituarte y doña Consolación Díaz a quienes advertí el parentezco [sic]
espiritual y la obligación de enseñar la doctrina cristiana a su ahijado, y lo firmé.
Ignacio José Jiménez.
[Libro de bautizos núm. 19, foja 33, de la Iglesia Catedral del Puerto de Veracruz]
Véase en: Sol, Manuel, Salvador Díaz Mirón Poesía completa, México: Fondo de
Cultura Económica, 1997, p. 27.
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Antonio López de Santa Anna.
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Plan de Ayutla.
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influencia de Juan Álvarez e inició la política de devastación
de los pueblos de Guerrero que le eran hostiles o indiferentes, destacándose en la aplicación de tal política su ministro de Guerra, el general Santiago Blanco. En Guerrero,
los campesinos, los pintos surianos y ayutlistas salían de sus
chozas para reunirse en la hacienda “La Providencia”. De
las aldeas y ciudades surgían los rebeldes que defenderían
más tarde, al lado de Juárez, las Leyes de Reforma. El 10 de
marzo de 1854 los jefes y oficiales del puerto de Veracruz,
el cuerpo municipal, la aduana marítima, el tribunal mercantil y la prefectura se sumaron al pronunciamiento.2 Al
día siguiente, las tropas de la fortaleza de San Juan de Ulúa,
la comandancia principal de marina, empleados públicos y
un sector del clero adoptaron una posición similar. El Plan
de Ayutla delimitaba cada vez más la causa entre liberales y
conservadores.
Finalmente, Santa Anna abandonó la Ciudad de México el 9 de agosto de 1855, argumentando que se trasladaría a
su hacienda en Xalapa para dirigir desde allá las operaciones
militares y restablecer el orden público. Lo cierto es que
prefería estar en su área de influencia, donde se hallaban
sus raíces familiares, y en donde siempre contó con apoyo,
además de disponer de una puerta de salida. El 17 de agosto, Santa Anna llegó al puerto de Veracruz y se embarcó en
el vapor nacional Iturbide para abandonar el país rumbo al
exilio, esta vez para siempre.
El grupo liberal veracruzano intentó que la guerra
civil no paralizara el movimiento mercantil de la región,
por lo que se concentraron en crear estructuras legales que
permitieran el control político efectivo y la transformación de la sociedad. Ignacio de la Llave, jefe de las fuerzas
2
Blázquez Domínguez, Carmen, Una historia compartida. Veracruz, Veracruz:
Gobierno del Estado de Veracruz, Instituto Veracruzano de Cultura, Instituto
de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1988, pp. 172-175.
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Ignacio de la Llave.
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Miguel Miramón.
José Santos Degollado.
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revolucionarias veracruzanas, fue la autoridad política y
militar hasta abril de 1856, cuando Manuel Gutiérrez
Zamora lo sustituyó en el mando. Inmediatamente se destituyó a todas las autoridades estatales y se creó una Junta
Constituyente para elaborar el Estatuto Orgánico que
regiría al Estado, mientras se celebraban las elecciones
municipales y se promulgaba la Constitución local.
Miguel Miramón, el caudillo de la facción conservadora, salió de la Ciudad de México con sus tropas, siguiendo
la ruta de Orizaba y Córdoba. Entró en combate con las
fuerzas liberales de Ignacio de la Llave, Ampudia y Traconis,
resultando victorioso. Las tropas de Miramón llegaron a
Veracruz el 9 de febrero de 1859.3 El asedio al puerto duró
14 días, hasta que Miramón se vio forzado a retirarse, debido a que Santos Degollado amenazó con atacar la capital.
Meses después, las diferencias entre los liberales provocaron la injerencia extranjera, española y estadounidense en
los asuntos nacionales. En respuesta al rechazo constitucionalista, Miramón cañoneó la población portuaria durante
varios días.
Los primeros años del poeta transcurrieron en medio de
la guerra entre liberales y conservadores. Don Manuel Díaz
Mirón se ocupó de la educación de su hijo, después de haberlo
enviado a estudiar las primeras letras en la escuela del profesor catalán Manuel Díaz Costa. El padre del poeta, enérgico
militar, de amplia formación histórica y literaria, le dio a leer a
su hijo algunas obras de los clásicos grecolatinos, así como de
escritores contemporáneos, particularmente españoles, franceses y mexicanos. La huella que dejó Manuel Díaz Mirón
en el autor de Los Parias fue profunda y fundamental, y puede
apreciarse en poemas como “Duelo” y “Ópalo”, escritos al
morir el padre del poeta.
3
Blázquez Domínguez, Carmen, Breve historia de Veracruz, México: El Colegio
de México y Fondo de Cultura Económica, 2000, pp. 152-153.
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La infancia y primera juventud de Díaz Mirón estuvieron marcadas por eventos de orden político y militar en
los que participó su padre. A lo largo de su vida, las armas
siempre lo acompañaron, la violencia fue parte sustancial
de su personalidad. El clima nacional que forjó la niñez
del poeta estuvo plagado de rebeldía, fanatismo, guerrillas,
miseria, traiciones y la intolerancia, frente a la antítesis de
la igualdad, la libertad y la razón.
Juárez, que se había trasladado con su gabinete al
puerto de Veracruz, se marchaba durante los primeros días
de enero de 1861 para ubicarse en la capital de la República. Manuel Díaz Mirón, quien había sido secretario de
Miguel Lerdo de Tejada, fue electo diputado local una vez
restaurado el orden constitucional, el 10 de marzo de 1861.
Eran días en los que la población veracruzana lamentaba
la muerte de Manuel Gutiérrez Zamora, acaecida el 21 de
marzo del mismo año. La guerra de Reforma había culminado con otra guerra de proporciones insospechadas.
La suspensión de pagos de la deuda externa provocó que
España, Francia e Inglaterra, en una Alianza Tripartita,
enviaran tropas al puerto de Veracruz en 1862. Cuando el
presidente Juárez declaró que la plaza porteña se encontraba en estado de sitio, la situación que tuvo que vivir la
población porteña provocó una doble vida: militar y civil.
Inglaterra y España aceptaron retirarse, pero las fuerzas de
Napoleón III permanecieron en México. La guerra contra
Francia fue inminente. Salvador Díaz Mirón tenía nueve
años de edad.
Los conservadores, que habían dejado el país en busca
de un emperador que gobernara nuestra nación, regresaban
triunfantes a bordo de los buques de la escuadra francesa.
De inmediato, estos hombres aprovecharon los disturbios
de la guerra para organizar un motín en Córdoba, liderado
por Antonio Taboada, en el que ofrecían su respaldo a Francia y desconocían al Gobierno juarista.
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Benito Juárez.
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La respuesta de Juárez no se hizo esperar: una de las
medidas que tomó para defender el puerto de entrada y la
aduana más importante del país fue nombrar al coronel
Manuel Díaz Mirón, Comandante Militar y Gobernador
interino del estado de Veracruz, mientras Napoleón III
indicó a los altos mandos de la Legión Extranjera su futura línea de conducta y se ofreció un ponche de honor al
Regimiento Extranjero. A las costas de Veracruz llegaron
el primer batallón, la plana mayor del regimiento, 758 suboficiales y legionarios, 469 oficiales y soldados, 427 oficiales
y marineros y 321 zuavos.4 Fondearon de noche en la Isla
de Sacrificios, sin que el regimiento desembarcara. Francia
declaró la guerra el 16 de abril de 1862. El Regimiento
Extranjero y el 7o. de infantería de línea llegan a las costas
de Veracruz casi a la vez.
En noviembre del mismo año, a la cabeza de las Guardias Nacionales, el coronel Manuel Díaz Mirón salió de
Xalapa e intentó detener a las fuerzas intervencionistas al
mando del general Berthier, pero fue derrotado en Cerro
Gordo, por lo que el veracruzano buscó refugio en Tlacolulan y Naolinco, para establecerse más tarde en Misantla.
Manuel Díaz Mirón dividió el territorio veracruzano
en tres cantones, mediante la disposición del Decreto del 21
de noviembre de 1862.5 Esta división, relacionada directamente con las brechas y caminos de herradura que vinculaban grandes comarcas y funcionaban para la organización
de las guerrillas veracruzanas, despertó serias diferencias
entre los jefes republicanos locales, por lo que el coronel
Díaz Mirón fue remplazado de su cargo, mediante acuerdo
4
Penette, Marcel y Castaingt, Jean, La Legión Extranjera en la intervención
francesa: Historia militar 1823-1867: México, Congreso Nacional de Historia
para el estudio de la Guerra de Intervención, Sociedad Mexicana de Geografía
y Estadística, 1962, pp. 233.
5
Gidi Villareal, Emilio y Carmen Blázquez Domínguez, El poder Legislativo en
Veracruz (1824-1917),t. I, Xalapa: Gobierno del Estado de Veracruz, 1992, p. 131.
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Manuel Díaz Mirón.
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presidencial, por Francisco de Paula Milán.6 Este hecho
tendría una mayor repercusión, pues las fuerzas de Manuel
Díaz Mirón demostraron que el acceso al poder regional
era más importante que la unidad nacional necesaria para
impedir la intervención extranjera. La situación que se detonó en Veracruz permite ver el temperamento del padre de
Salvador Díaz Mirón, cimiento en la vida del poeta.
Mientras se disputaban la plaza porteña, más allá del
horizonte, los regimientos de zuavos estacionados en Orán,
a dos jornadas de Bel-Abbés, antiguo aduar argelino, se preparaban para reforzar a la Legión Extranjera. Se organizaron
dos batallones más para salir rumbo a México. Las tropas
francesas habían establecido su campamento en Tejería, bajo
el mando del comandante Munier. El segundo batallón se
repartió entre La Soledad y Tejería, en la margen izquierda
del río Jamapa, a 42 kilómetros de la plaza porteña. El teniente coronel Giraud se estableció como comandante de la
plaza y el cantón. La misión principal de la brigada de reserva
era proteger las comunicaciones del cuerpo expedicionario
desde Veracruz hasta Las Cumbres. La misión especial del
Regimiento Extranjero fue proteger a los trabajadores de la
vía férrea en construcción entre La Soledad y el punto de
Purga, la escolta de convoyes, los reconocimientos y las columnas móviles de ambas partes del único camino carretero
que enlazaba a Veracruz con Puebla.
Salvador Díaz Mirón era un niño de 10 años de edad
cuando aprendió a mirar que el puerto de Veracruz, su patio
de juegos, se había convertido en el campo de batalla. Entonces conoció el estallido del cañón, el fragor del combate
y el tropel de los regimientos de caballería. En su patio
de juegos iban cayendo los muertos. Tan sólo unos meses
6
Blázquez Domínguez, Carmen, Breve historia de Veracruz, México: Fideicomiso
Historia de las Américas, Fondo de Cultura Económica y El Colegio de México,
2000, p. 161.
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Bertrand, Estación de Tejería.
atrás había visto a más de mil hombres con pantaloncillos
abombados y polainas de piel, turbante y tarbush del que
pendía una borla. Se trataba de bereberes mercenarios, batallones de zuavos que formaban parte del Ejército francés,
al mando del general Charles Ferdinand Latrille. El poeta
no los olvidaría jamás. Se quedarían casi en el insomnio y
en el miedo.
Las discrepancias entre Manuel Díaz Mirón, por una
parte, y Francisco Hernández y Hernández, Francisco de
P. Milán, Ignacio Alatorre y Luciano Prieto, por la otra,
ocuparon el escenario político veracruzano mientras los
franceses marchaban rumbo a la capital de la República.
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José María Díaz Mirón.
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La guarnición de Xalapa desconoció la autoridad que en
ese momento tenía Hernández y Hernández, acusándolo
de ineptitud para lograr la defensa y unidad veracruzanas,
y propusieron al coronel Díaz Mirón para que lo reemplazara. Luciano Prieto, para evitar mayores disturbios
y divisiones, se hizo cargo temporalmente del Gobierno
civil y militar del estado, y suspendió toda actividad bélica
en espera de que el Gobierno juarista tomara una decisión
sobre los problemas internos de Veracruz. La brigada de
Díaz Mirón, formada por tropas rebeldes, quedó a las órdenes de Luciano Prieto. Lo más grave de esta situación
fue que dicho cuerpo armado, al no ser utilizado para combatir al invasor, se proponía marchar hacia la costa norte
de Veracruz, utilizando los fondos estatales y llevándose el
material de guerra. Juárez no lo perdonó y por ello decidió
destituirlo.
Manuel Díaz Mirón regresó al puerto de Veracruz,
pero sus antecedentes no le permitieron vivir tranquilo en
la entidad, por lo que tuvo que marcharse con su familia a
la capital de la República y reconocer al Imperio de Maximiliano el 15 de marzo de 1864. Enemistado con unos y
sospechoso para otros, el coronel veracruzano no encontró
la paz deseada e incluso sufrió algunas persecuciones. Finalmente, el hombre liberal que había fungido como secretario
de Miguel Lerdo de Tejada, tan cercano a Ignacio de la
Llave y a Juárez, terminó su actuación política en medio
del repudio y el hostigamiento social. Esta desgarradura la
vivió muy de cerca Salvador Díaz Mirón, quien en algunos
episodios de su vida, como veremos, parecerá que actuó con
un profundo resentimiento social que sólo halló cauce en
el silencio poético.
Tres años después de que el Consejo de Guerra condenara a muerte a Maximiliano y a los generales Miguel Miramón y Tomás Mejía, Manuel Díaz Mirón envió a su hijo
a Xalapa para que continuara sus estudios en el seminario
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que se encontraba en el convento de San Francisco. El joven
estudió bajo la tutoría de su tío, don José María Díaz Mirón,
quien tenía, entre otros discípulos, a Manuel R. Gutiérrez,
Carlos A. Carrillo y Miguel Morales Suárez.7
El poeta tenía entonces 16 años de edad. Aunque no
existen documentos que prueben su estancia en el seminario, el conocimiento que tenía de la lengua latina y de
escritores como Horacio, Ovidio, Virgilio y Julio César
parece avalar su paso por este recinto. Desde luego, la
educación recibida por su padre fue, si no influyente,
sí formativa para el joven poeta, pues el coronel Díaz Mirón
poseía también el gusto por la poesía.
Veracruz
“¡Es mi patria… Vedla allí!
Anónimo
Bañada por las olas atlánticas se eleva
do hallábanse en un tiempo las Ventas de Buitrón
y allá en su altiva frente con sangre escrita lleva
su historia y sus desdichas, su gloria y su blasón…
Manuel Díaz Mirón.
Al regresar al puerto de Veracruz, Salvador Díaz Mirón
recibió la influencia de su primo Domingo Díaz Tamariz, hijo
del almirante Pedro Díaz Mirón, a quien le dedicó el poema
Estancias, publicado en el Diario Comercial de Veracruz el
10 de febrero de 1880. Domingo Díaz Tamariz, primo hermano de Salvador, nacido en Alvarado, poseía una amplia
7
Pasquel, Leonardo, Salvador Díaz Mirón, Xalapa: Universidad Veracruzana,
1990, pp. 24-25.
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Manuel Acuña.
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cultura literaria y dominaba varios idiomas; su amistad e
influencia sobre el poeta fueron valiosas.8
El 6 de diciembre de 1873, en la Ciudad de México,
ocurrió un lamentable hecho que cimbraría a la sociedad
intelectual de la época. El poeta Manuel Acuña se suicidó a
los 24 años de edad, en su cuarto de la Escuela de Medicina.
Su obra y, sobre todo, su trágico final, lo convirtieron en el
modelo de la juventud literaria. Acuña será el gran símbolo de la segunda etapa del Romanticismo mexicano. Díaz
Mirón tenía entonces 20 años de edad y formaba parte de
la generación en la que se encontraban Justo Sierra, Juan
de Dios Peza y Manuel M. Flores. Muchos de los ideales románticos seguirán presentes en la poesía modernista
como la libertad del individuo, la cual Acuña llevó hasta las
últimas consecuencias.
“Con lo más granado de la naciente bohemia veracruzana”, como anunciaba El Siglo Diez y Nueve, Salvador
integró el 5 de mayo de 1874 la Sociedad Literaria “Manuel
Acuña”, al lado de Enrique M. Reyes, abogado y notario público; José Miguel Macías, filólogo, historiador, profesor y,
años después, director del Colegio de Estudios Preparatorios; y Vicente Daniel Llorente, poeta, periodista y político.
De este nutrido grupo se formó la Comisión permanente
de literatura dramática nacional con el fin de promover en
el seno de las compañías teatrales, la presentación en cada
temporada de por lo menos dos obras de escritores mexicanos.9 Más tarde se extendieron nombramientos de socios
honorarios a poetas como Santiago Sierra, hermano de don
Justo, y Agapito Silva.
Mientras tanto, el escenario político del país parecía
haber encontrado un espacio de paz. Sebastián Lerdo de
8
Rey María, Ramona, Díaz Mirón o la exploración de la rebeldía, México: Rueca,
1974, p. 65.
9
Díaz Mirón, Salvador, Poesía Completa, recopilación, introducción, bibliografía
y notas de Manuel Sol, México: Fondo de Cultura Económica, 1997, pp. 29-30.
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Tejada, al abrir el 7º Congreso en el segundo periodo del
primer año de sesiones ordinarias, el 1º de abril de 1874
declaraba, entre otros puntos, que ya era posible “abrigar
una justa confianza en que el creciente desarrollo de los
fecundos elementos de riqueza de nuestra Patria, le garantizan un próspero porvenir, bajo los auspicios de la
paz, que tiene por sólidas bases el buen sentido general
del pueblo y la disciplina, valor y lealtad del Ejército
nacional”.10
Salvador Díaz Mirón contaba en ese momento con 21
años; le gustaba ir a los portales, a las tabernas y a los clubes
porteños, y entonar sus poesías que parecían salir de su
garganta como hijas guturales. Era apuesto y viril, se creía
capaz de todo sin que pudieran entusiasmarlo las frases
huecas, los grupos de burgueses y los partidarios del progreso. Creía, como muchos otros, en realidades políticas
que pudieran reflejarse en la estabilidad del país. Antonio
Castro Leal, quien conoció al poeta, lo describió así: “Con
vigorosa entonación poética denunciaba la corrupción política, cantaba la misión apostólica de los bardos, exigía el
imperio de la justicia y celebraba el advenimiento de la
democracia”.11 Esta imagen idílica, actualmente diluida,
caracterizó la leyenda del poeta; sin embargo, el espíritu
romántico que impregnó sus primeras poesías, también
lo impulsó a vivir de esa manera. No es difícil imaginarlo,
todo impetuoso en plena declamación, a mitad del escenario y colmado enseguida por el aplauso, ya que fue un
hombre que poseía una intensa personalidad.
10
Véase en: Los presidentes de México ante la Nación: informes, manifiestos y
documentos de 1821 a 1966, Editado por la XLVI Legislatura de la Cámara de
Diputados, 5 tomos. México: Cámara de Diputados, 1966, t. 1, “Informes y
respuestas desde el 28 de septiembre de 1821 hasta el 16 de septiembre 1875”,
pág. 590.
11
Castro Leal, Antonio, Díaz Mirón. Su vida y su obra, México: Porrúa, 1970, p. 54.
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