astrolabio version 2 final

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“BOGOTÁ: UNA CIUDAD MUY
TIESA Y MUY MAJA”
Ilustración de Alejandro Castaño,
profesor del Gimnasio Campestre
El Astrolabio
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RECUPERACIÓN HISTÓRICA DE LA OBRA
POÉTICA DE RAFAEL POMBO
I PARTE
Robert Ojeda Pérez.1, María José Montoya.2
1.Director Centro de Estudios Sociales Gimnasio Campestre.
Autor para correspondencia [email protected],
2.Profesora Español e investigadora del CES
Recibido: 28 de septiembre de 2005
Aprobado: 2 de noviembre de 2005
RESUMEN
El Centro de Estudios Sociales del Gimnasio Campestre busca observar la Bogotá de la
segunda mitad del siglo XIX, a partir de la elaboración y recuperación en la obra poética de
Rafael Pombo. A partir de la restauración poética que hay de la ciudad en la obra lírica de
Pombo, se dará una lectura histórica de la manera de ser bogotana, de sus gestos, sus tendencias y la problemática en la que se circunscribía ser un habitante de esta ciudad en la
independencia decimonónica sobre la que se construía el concepto de nación. Dado que los
dos cabos de esta investigación, Pombo y Bogotá, constituyen en sí mismos temas extensos,
la presente investigación se hará en dos entregas de El Astrolabio, la primera concentrada en
explorar la figura del poeta y la segunda, enfocada en internarse en el aspecto urbano de su
obra literaria y explorar la historia de las manifestaciones sociales en Bogotá, de las que
Pombo mismo es un tipo de referente.
SUMMARY
Gimnasio Campestre’s Social Studies Centre, aims to
take a look at Bogotá 19th Century, by observing what
the Colombian writer Rafael Pombo retrieved from it’s
traditions and ways of living through his poetical work.
Aware that both Pombo and Bogotá are complex
themes, this study will be offered in two editions of this
magazine, starting with Pombo’s figure, and followed
by an exploration of the historical and social behavior
and customs revealed about this idea of what being a
citizen was, or meant, at that time.
Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre
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El puente de Lesmes, en Bogotá, al
concluir el siglo XIX. Oleo de Luis
Núñez Borda.
Cuando Rafael Pombo estaba por morirse, después de que la ciudad se
había desbordado en grandes y variadas solemnidades reconociéndole
como “el mejor poeta de Colombia”1 , después, aún, de que la señora Reyes de Valenzuela, le entregara en nombre del gobierno la corona de oro
con que se le daba al poeta merecido reconocimiento, nuestro vate andaba por su casa usando en la cabeza un cucurucho de papel; y, según lo
registraron quienes pudieron verlo en sus últimos años, se le encontraba
con frecuencia sentado en su cama, con una vasija llena de moras sobre
las piernas, rodeado de sus amarillentos manuscritos. “Estoy purgando la
gloria” escribía a una amiga suya en una de sus cartas finales2 .
Si uno de los académicos de entonces supiera que hoy se recuerda a don
Rafael escasamente por su “Rin rin renacuajo” – que entre otras cosas no
es suyo –, si supiera que quien fue uno de los escritores más prolíficos y
leídos de nuestro país, hoy casi no se reconoce precisamente por su obra,
con alguna seguridad nos diría – mitad vejez, mitad indignación – que en
verdad, después de todo, el poeta ha expiado su grandeza.
Rafael Pombo, como tantos de los notables que fundaron algún fragmento de este país, resulta hoy para muchos de nosotros un perfecto desconocido. Entrar en la tarea de recordarlo, de rehacer su figura – literaria,
política, diplomática, educativa, periodística…– es comprometedor y cuesta
saber realmente qué se hace al aproximarse a un personaje de su envergadura. Hay que empezar por decir que no es posible saber si una lectura
de Pombo llegará a dejar de ser, en algún momento, una experiencia
iniciática y si uno, tan del siglo XX, tan sometido a la prosa de estos tiempos, tan vividor silvestre de la historia patria, podrá sentirse seguro de las
intuiciones que cree observar en la labor y figura del poeta. Lo mismo
sucede con su tiempo, con el siglo XIX en Colombia: con la capital, con las
instituciones y, en general, con los hábitos significativos de nuestros tatarabuelos. Y sin embargo…aquí estamos y somos sus hijos. Tenemos sus
tendencias, heredamos sus costumbres, nos vemos signados, gústenos o
no, por su ascendente gravitacional, por sus guerras y amores, por sus
pasiones y sus miedos. Ladrones, idólatras, enamorados, peregrinos y
tanto más, podemos imaginar debajo de sus estatuas, llenas de palomas,
sembradas por el centro de Bogotá.
Como los “ilustres” Pombo tiene su estatua. La elaboró Luís Alberto Acuña, fue levantada para la celebración de su centenario en 1933 y ubicada
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“Si se tratara de enjaular a todos los locos del mundo, sólo el mundo mismo
sería suficiente jaula (…) Lo que llamamos razón como antítesis de la locura no
es más que una locura hipócrita; en el corazón del hombre cada vicio, cada
pasión, cada instinto es una locura, además de la singular y estúpida manía que
tenemos todos de correr tras una sombra que llamamos felicidad y de consolarnos con una nada que apellidamos esperanza.”
(Rafael Pombo, Diario 1855)
entonces en el parque Santander. Este símbolo ciudadano de su presencia, es decir, de aquello que hemos fundado y aceptado como su memoria, resume, sin duda, la imagen más popularizada del autor. Cien años
después de su nacimiento, la ciudad plantó el símbolo pétreo del poeta
en un busto que cobija a los niños. Y entonces, se hizo patente, al menos
en este gesto, que Pombo estaba instalado en nuestro imaginario como
poeta de los infantes, educador de la juventud, maestro de las fábulas y
verdades. Todo lo cual, responde en parte a que muchas veces, mientras
estuvo vivo, este escritor fue reconocido por su trabajo en la educación
de los jóvenes. El argentino Juan María Gutiérrez, por ejemplo, que fue
uno de los más importantes difusores y críticos de la literatura latinoamericana del siglo XIX, y a quien debemos la primera Antología de la poesía
hispanoamericana (1846), escribió en una carta a Miguel Antonio Caro:
“El señor Pombo merece que le estimen los amigos de la educación,
como a uno de los benefactores de la niñez sudamericana. No es éste
poco timbre, según mis ideas”3 . No es poco timbre, con toda seguridad.
El trabajo de Pombo como fabulista es uno de los más elogiables conocidos en la literatura latinoamericana, y su creación en este aspecto merece un capítulo aparte. Sin embargo, Pombo no es sólo autor de Fábulas
y verdades (1893), sus cuentos infantiles, ni traductor de los Cuentos
pintados para niños (1867), la edición de Appleton en español de las historias tradicionales europeas de Mamá Oca; y ésta es una excusa inmejorable para entrar en el tema y buscar también “el otro Pombo”, ese, que
además fue descubierto y leído por sus contemporáneos como “poeta
eminentemente nacional (…) vocero del corazón, pregonero del alma (…)
intermediario de enamorados y mensajero de amantes”4 . En las entregas de este proyecto, entonces, comenzaremos con una biografía breve
que nos permitirá contextualizar a Pombo en su época y pasar de forma
fragmentaria por algunos ámbitos de su obra poética, apenas los que
permite observar un recorrido biográfico del poeta, ya que el trabajo literario de Rafael Pombo es uno especialmente complejo de seguir y más
de analizar. Su generosidad en los temas y las imágenes que aborda; la
multiplicidad de facetas en las que se despliega; la condición misma de
su obra, al parecer no recopilada aún por completo, pues fue publicada,
muchas veces bajo pseudónimos, en toda clase de revistas de la época y
en su mayor parte fue externa al ámbito del libro, todo esto nos restringe
a tantearla apenas, pero seduce, también, con su vitalidad y pasión para
buscar ahondar esta pesquisa.
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II
¡Quién fuera piedra, aire, fuego para quemar el universo!
(Diario. 18- IX-1855)
La literatura colombiana del siglo XIX está hondamente marcada por el crecimiento, en nuestro país, de los cimientos nacionales, por su invención, su definición y el establecimiento de los mismos como instituciones en la más o menos
abstracta o concreta Colombia de entonces. Aquello que llamamos nacionalidad5 , esa idea que nos hace sentirnos “colombianos” tuvo que empezar a gestarse sobre el territorio simbiótico y mestizo republicano; y entonces, rescatar
eso que sería “lo nuestro” y defenderlo, fortalecerlo, difundirlo, cifró la tarea de
quienes, abanderados por su urgencia, lo buscaron desde diversos frentes y lo
asumieron con variadas herramientas y posiciones. Esta construcción de la nacionalidad, como lo anota el profesor Carlos Rincón6 , se negoció, en parte, sobre
el espacio de la cultura, en el que los símbolos cumplieron su papel como vehículos del establecimiento del poder en sus diversas concentraciones.
El siglo XIX fue uno en el que este país, de una contienda a otra, cambió de
nombre muchas veces: Gran Colombia, República de la Nueva Granada, Confederación Granadina, Estados Unidos de Colombia, República de Colombia…
y fue definiendo su personalidad y reafirmando sus gestos. Especialmente en la
segunda mitad de esta centuria se dieron toda clase de intentos de configuración
de lo nacional en toda suerte de espacios: se instaló el gobierno federal para
luego consagrar el centralismo, se organizaron el partido liberal y conservador,
hubo golpes de estado, constituciones, asociaciones literarias, periódicos, revistas; se fundaron las academias en el país - la de la Lengua, la de Historia -;
aparecieron el Jockey y el Gun Club; se hicieron mapas, se dibujó el paisaje, se
estudiaron las ruinas indígenas, se exploraron los ríos, se fueron definiendo las
fronteras; se abrieron escuelas y universidades, se fundaron cátedras, se instalaron bibliotecas y librerías, y todo este movimiento, que iría tomando cuerpo y
fuerza, fue dándole espacio a eso que llamamos identidad nacional. Pombo,
como muchos hijos de las élites educadas en el país7 , hizo parte entre los gestores de este proceso y su vida y obras estuvieron enmarcadas en el contexto
movedizo del siglo, hasta hacer de él mismo un símbolo.
El 7 de noviembre de 1833, nuestro poeta nació en Bogotá, pero, podríamos
decir, por error, ya que debió haber sido caucano y, para poner las cosas claras,
payanés. Vale la pena recordar que en el siglo XIX Popayán era un polo importante del país pues, aunque aislado, se enriquecía de la explotación minera de
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Ilustración de Alejandro Castaño,
profesor del Gimnasio Campestre.e
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los yacimientos de oro en la costa pacífica. Las clases altas payanesas demostraban sus ínfulas aristocráticas y había en la ciudad “más títulos de nobleza
españoles que en Bogotá, cuyo único noble era el Marqués de San Jorge”8 . Así
pues, aunque bogotano, nuestro vate tenía también esta herencia –que respondía respingonamente a un refrán, popular entonces, que decía “todo el mundo
es Popayán”9 – y provenía de una familia distinguida10 formada por don Lino de
Pombo y doña Ana María Rebolledo. Pues bien, cuatro meses antes de nacer,
su familia se trasladó de Popayán a Bogotá, ya que don Lino fue nombrado
Ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Santander y nuestro escritor, José Rafael de Pombo Revolledo, creció en la capital con otros cinco hermanos, Fidel, fundador del Museo Nacional, Manuel, reconocido escritor costumbrista, Beatriz, su hermana favorita, Felisa y Juanita.
“Jamás fue buen estudiante, porque jamás tuvo las facultades de estudiar y
aprender, por falta de memoria y exceso de distracción y por un incorregible
hábito de discurrir por su propia cuenta, y no por libro, en todas las materias”,
escribió sobre sí Pombo en algunos apuntes autobiográficos que guarda la Academia de la Lengua11 . Su educación fue variada: aprendió a leer y a escribir en
casa y luego fue a la Escuela de Damián Cuenca, cerca entonces del puente
Lesmes. Tuvo instrucción secundaria en el Seminario Conciliar y luego en el
Seminario del Colegio del Rosario, del que salió en 1846 habiendo estudiado
humanidades. De los 15 a los 21 años, – muy a su pesar y obligado por su
familia, según parece12 – pasó por el Colegio Militar y se graduó, finalmente,
como ingeniero civil, profesión que nunca ejerció, pero que le dio una vena
metódica, que él mismo observará en su trabajo literario13 y que le abrió varias
posibilidades como la de ser profesor de matemáticas en el Colegio San Buenaventura –en donde estudiaría luego Isaacs –, y que, además le mereció el
título de Alférez Segundo lo que le daría la posibilidad de luchar en contra del
levantamiento de Melo, que se había alistado en 1854 con el fin de derrocar el
gobierno liberal de José María Obando.
A los 21 años era, entonces, soldado nuestro poeta; condición en algún sentido
natural para muchos artistas del siglo XIX, que se vieron comprometidos en
diferentes contiendas de la historia nacional.14 En su diario íntimo, escrito entre
1855 y 1856, Pombo vuelve sobre sus días de guerra y anota:
“En la batalla de Bosa y en el sitio de Bogotá descubrí con mucha sorpresa mía que me
gusta el silbido de las balas y que en vez de agacharles la cabeza la alzo un poco para
oírlas más de cerca: amo el peligro de la lid más todavía de lo mucho que amo todos los
peligros, por ser aquel más inminente y caballeresco” (Diario, 9-VIII 1855)15 .
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Pero en la informalidad,
Y en la orilla de todas las
desde que tenía 17 años,
guerras – y las ingenierías
Pombo ya escribía artícu–, Pombo fue poeta. Emlos que aparecían, bajo el
pezó a escribir a los siete
seudónimo de “Faraelio”,
años y ya no se detuvo.
en una publicación llamaEntre las cuentas que
da El Filotémico17 , y en
hace Héctor H. Orjuela,
otra, El Día. En ese misquizá su más grande esmo año, junto con su amitudioso de los últimos
go José María Vergara y
años, Pombo escribió
Vergara – quien sería luemás de 600 poemas origo uno de los críticos liteginales; hizo cerca de 200
rarios más importantes e
traducciones de difereninfluyentes del país,
tes lenguas clásicas y moprologuista, entre otros, de
dernas, y de diversos aula novela María (1867) de
tores, entre los que, valIsaacs – editarán La Siesga decirlo, Lord Byron por
ta, un periódico semanal
los ingleses y Henry
que, si bien tuvo apenas
Longfellow por los estado13 números publicados, le
unidenses se resaltan; sin
dio a nuestro poeta espaque a este inventario falcio para airear sus primeten libretos de óperas
ras traducciones de
Ilustración
de
Alejandro
Castaño,
(Ester y Florinda); y diserprofesor del Gimnasio Campestre.e
Byron.
taciones políticas, literarias, y de opinión, que forY entonces, a Rafael le llegaron los amores imposibles.
man un impresionante cuerpo en prosa, al que cabe
Su relación con las mujeres fue, durante toda su vida,
añadir un resumen de reglas de campaña, especie de
dual y oscilante. Al tiempo que las admiraba como semanual de guerra, que al parecer hizo para sus
res portadores de amor y las idealizaba, no sostuvo
copartidarios conservadores. Y, sin embargo, ser escon ninguna una relación plena, lo que muchas veces
critor fue para Pombo, en el corazón de los contextos
lo dejó devastado. El primero de sus amores lo sumió
más íntimos, toda una cruzada. En su Diario de Nueva
en un profundo dolor, y se lo debió a los desaires de
York, Pombo escribe:
una jovencita llamada Guilma. La decepción amorosa,
junto con la muerte de su ídolo, el poeta José Eusebio
“Cuatro años perdí estudiando matemáticas (…) mi padre me
Caro, le produjeron tales perturbaciones que tuvo que
ha insinuado una vergüenza indeleble de que sepan que pico
trasladarse a Popayán, en donde empezaría su camde poeta lo que me ha impedido en parte hacer cualquier
paña y daría una memorable batalla, esta vez, inspira16
cosa formal”.
do por Manuelita.
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Al parecer la joven Manuela Lindo Peña era bella y arrogante18 , dos elementos inmejorables para nutrir la calumnia –o el cortejo – en una sociedad cerrada y tradicionalista. Rafael la conoció durante esta dolorosa estadía en Popayán y, para vengarla de un desaire recibido en un baile, la defendió con un poema titulado “La
copa de vino”19 que guarda, según anota Pombo “el rapto de indignación más violento que nunca he tenido”20 ;
poema éste que dio de qué hablar a los “dulcísimos importunos” que enamoraban a Manuelita o que difamaban de ella.
Con esta sacudida literaria Pombo daba su segunda
toma en la sociedad de lectores payaneses. La primera
surgió, en 1853, en la tertulia del almacén de Arboleda,
en el que Rafael leyó sus versos a un grupo de jóvenes
amigos. La indiferencia de sus oyentes frente a las “volcánicas y originalísimas”21 estrofas de sus composiciones amorosas, produjo que el poeta las guardara celosamente hasta que, en 1855, decidiera dárselos a su
amigo José Joaquín Ortiz para una publicación que éste
dirigía, llamada La Guirnalda Literaria22 . Los poemas
aparecieron entonces bajo el pseudónimo de Edda, lo
que les confería una extraña autoría, pues, según anota
Antonio Gómez Restrepo, Pombo “puso en su boca palabras propias de un corazón femenino” y, siguiendo a
Gómez, así lo percibió también el público lector. Éste
anota:
“Dada la época y el medio social, era natural que sorprendiera la brusca aparición de una poetisa, que se
atrevía a proclamar su amor a la faz del mundo, con una
franqueza y valentía desusadas en la poesía castellana. Las mujeres de nuestra raza están acostumbradas
a recibir el rendido homenaje de enamorados trovadores, a ser objeto de culto y de poética adoración. Aquel
cambio repentino de papeles, aquella proclamación del
ídolo masculino, era una novedad y un atrevimiento. Los
hombres, sintiéndose halagados en su vanidad, aplaudieron. Las mujeres, viéndose interpretadas en una faz
de su vida sentimental, que las conveniencias procuran envolver en discretos velos, sonrieron a su hermana y compadecieron su dolor. ¿Quién entre los aficionados de la anterior generación, dejó de sentir el estremecimiento de las grandes emociones ante aquel soberbio arranque?”23
Rafael Pombo “quiso con aquel fraude femenino reírse
de su indiferente auditorio del almacén del señor Simón
Arboleda en Popayán”, como lo confiesa en sus apuntes autobiográficos; burla que en verdad logró, ya que
los versos de Edda causaron sensación no sólo entre
los lectores bogotanos, sino también entre otros fuera
de las fronteras nacionales. Nuestro autor conoció su
triunfo una tarde en Nueva York, cuando, estando en la
casa de una prestante señora argentina, Eduarda
Mansilla de García, le reveló su admiración por esa
“Edda la Bogotana” y Pombo le descubrió el secreto24 .
Siguiendo los apuntes autobiográficos del autor sabemos que “sus emociones de Popayán y la electricidad de
aquel clima tempestuoso” despertaron su fuerza, a lo que
añade que la ausencia de sus libros – de Byron, de Quintana
- en el Cauca le permitió escribir, pues según era su creencia
“la lectura es fatal para la poesía: estimula y enseña, pero
impide escuchar el propio corazón y leer en la naturaleza”
(Apuntes XXV). Fue en esta etapa cargada de embates y energía creativa en la que Rafael tuvo que estar
de vuelta en la brumosa capital, para aburrirse, para
sentir que sus aspiraciones se alejaban:
“Teatro sin función; desiertas noches,
Y una vida eremítica de estuche
Tal es (por hoy) la Atenas susodicha”25
Sin duda al joven escritor le cayó entonces como anillo
al dedo la posibilidad de enlistarse en la guerra y salir a
cazar aventuras.
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CONSIDERACIONES FINALES
Observar la Bogotá del siglo XIX a través de la obra
poética de Rafael Pombo, exigirá sondear el contexto
histórico del autor y establecer asi mismo su lugar dentro de la evolución de las tendencias literarias, y, por
otro lado, requerirá comprender los medios de difusión
de su obra y el espacio de recepción de la misma, pues
no puede dejarse a un lado el hecho de que no hay
historia que haga la literatura sin sus lectores.
La recepción de la obra es, pues, primaria. Pero no sólo
porque llama la atención el hecho de que un grupo de
lectores, de receptores, acepten o no la construcción
poética y el sentido de la obra de un personaje singular.
Por tal motivo entregamos hasta el momento una primera parte a manera de reseña histórica de la
magestuosa obra poética de Rafael Pombo. Segmento
que hace parte de un proyecto de investigación más
amplio, el cual ya está terminado.
El presente proyecto ofrecerá a los lectores la posibilidad de comprender, desde el principio de la recuperación histórica a partir de la observación literaria, la Bogotá de la segunda mitad del siglo XIX, reconociendo
en ella los grandes hechos que marcaron esta época
del crecimiento de la ciudad en todos sus aspectos.
Por otro lado, se abrirá la posibilidad de que el lector se
interne, más allá de los referentes conocidos y el lugar
común establecido sobre sus textos, en la obra poética
de Rafael Pombo, importante autor colombiano, y quizá el más prolífico, de cuantos trabajaron en el siglo
XIX. Por último, esta investigación proporcionará al lector la posibilidad de concebir la literatura como un espacio que se nutre de la historia y, al tiempo, abrirá un
medio por el cual advertir cómo la construcción histórica se nutre de los espacios artísticos para reconstruir el
hecho social de una comunidad humana en el tiempo.
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Se trata de hacer, a partir de su restauración en la obra
poética del autor, una lectura histórica de la manera de
ser bogotana, de sus gestos, sus tendencias y la problemática en la que se circunscribía ser un habitante
de esta ciudad en la independencia decimonónica sobre la que se construía el concepto de ciudadano y de
nación.
La observación histórica de lo que pudo haber sido una
comunidad específica necesita documentarse sobre las
diferentes recuperaciones y sobre los testimonios varios con que una sociedad se retrata a sí misma. Por
tal motivo este estudio lo continuaremos en la próxima
entrega de la revista, para tener un gran consolidado
de los resultados de investigación de este proyecto
interdisciplinar que se entregará en varias etapas.
CITAS
1 Según anota Héctor H. Orjuela en el apartado dedicado a la biografía del poeta, en su texto La obra poética de Rafael Pombo, Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo (XXXIV), Bogotá, 1975, pág. 85.
2 En carta a María J. Christie de Serrano de Noviembre 4 de 1983,
citada por Nicolás García Samudio en “Recuerdos de Rafael Pombo
en Nueva York”, Cromos (Bogotá) XXVI, N 89.Aquí tomada de la cita
que hace Héctor H. Orjuela en el capítulo dedicado a la vida del poeta
en su obra ya citada (Pág. 86).
3
Carta citada por Antonio Gómez Restrepo, albacea del testamento
de Pombo, en su ensayo crítico sobre el poeta, Rafael Pombo, (1916)
con el que se abre la edición oficial de la obra del poeta, publicada en
tres partes, por la Academia Colombiana de la lengua. Este ensayo
está publicado en la página en Internet de Villegas Editores en: http:/
/www.villegaseditores.com/loslibros/012/2.html
4 Como anota sobre el poeta Lorenzo Marroquín en su “Elogio de
don Rafael Pombo” leído en la sesión solemne de la Academia Colombiana de la Lengua el 6 de agosto de 1912. Aquí tomado de la publicación que hizo del documento la Revista del Colegio mayor de Nuestra
Señora del Rosario, Bogotá, septiembre 1 de 1912, Vol. VIII, Nº 78.
Pág. 449.
5 Al respecto el profesor Carlos Rincón anota: “Around 1880, the
literary spokes men for the established elites and the new middle-class
urbanities began to see nationhood as essential and started to talk about
the nation as the spiritual body of the State in the ascendant process of
consolidating and imposing its sovereignty” En su artículo “Bogotá
Athens of South America”, publicado por la revista del Rockefeller
43
Center of Latin American Studies, Harvard University, spring 2003.
Pág. 36.
6 En su artículo ya citado “Bogotá Athens of South America”, Pág. 35.
7 La historia de la aparición de estos grupos educados en el país fue
estudiada por Ángel Rama. Al respecto puede consultarse su obra La
ciudad letrada, Ediciones del Norte: Hanover 1984.
8 Así lo registra el historiador David Bushnell en su libro Colombia
una nación a pesar de sí misma, Planeta: Santafe de Bogotá, 1996. Pág.
37.
9 Rafael se burlará de esta pretensión regionalista varias veces, como
en su poema “A Popayán” en el que anota:
“No ‘todo el mundo es Popayán’. Tú sola
De poussecafé a tus óptimas ñapangas
Tus empanadas nonpareil comulgas/
Y opones, por corona a tantas gangas,
Al valor que a tus hijos acrisola
La furia incomparable de tus pulgas”
De: Orjuela, Hector H. La obra poética de Rafael Pombo, Publicaciones
del Instituto Caro y Cuervo (XXXIV): Bogotá, 1975. Pág. 215.
10 La familia Pombo Rebolledo tiene un amplio catálogo de personajes reconocidos. El abuelo del poeta, Manuel de Pombo y Ante fue
doctor en derecho, sirvió a España en la Guardia Real y fue contador
de la Real Casa de la Moneda. Se suscribió posteriormente a la causa
patriota y firmó el acta de Independencia del 20 de julio de 1810. Se le
conoce también por haber escrito una Gramática Latina y un tratado
titulado Geografía concisa. Entre sus hijos, los tíos de Rafael, se destacan
Cenón, que fue Gobernador del cauca y Senador de la República, y
Fidel, muerto en la campaña del Perú. Lino de Pombo, el padre del
poeta, nació en Cartagena y fue alumno del sabio Caldas en el Colegio
del Rosario. Se le conoce por sus trabajos de estadística y por haber
sido un publicista importante en su época. Su actividad como patriota
es subrayable, así como sus publicaciones, unas Lecciones de aritmética
y álgebra y una Geografía analítica; y sus traducciones de la historia
romana y griega de Goldsmith y de un Tratado de artillería de Le Blond.
El padre de Rafael fue Secretario de la Legación de Colombia en Londres y posteriormente trabajó para el gobierno del General Santander.
Por la línea materna las distinciones son nobiliarias y valga anotar que
la familia Rebolledo estaba emparentada con el libertador, lo que no
era poca cosa en la época. Consúltese al respecto la obra de Héctor
Orjuela, Biografía y bibliografía de Rafael Pombo, Instituto Caro y Cuervo: Bogotá, 1965.
11 Tomados aquí de la publicación que de ellos hace la Academia
Colombiana de la Lengua en la edición a cargo de Mario Germán
Romero, y que van junto con el Diario que llevó el poeta en 1855, en
el libro Rafael Pombo en Nueva York, Editorial Nelly: Bogotá, 1983.
(Pág. XXIV) En adelante se citarán en el texto como Apuntes y se señalará el número de la página.
12 Así lo anota Héctor Orjuela en su estudio Biografía y bibliografía de
Rafael Pombo, Instituto Caro y Cuervo: Bogotá, 1965. Pág. 65.
13 “Para un ingeniero civil, aún tan rebelde como yo a su oficio, hacer
un verso es resolver un problema de expresión: sobre ciertos datos de
sentimiento encontrar la única incógnita de metro y de palabras, la
precisa forma escrita de dicho sentimiento” expresa el poeta en sus
apuntes autobiográficos. Aquí tomado de Orjuela, Héctor H. La obra
poética de Rafael Pombo, Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo
(XXXIV): Bogotá, 1975. Págs. 131-132.
14 La lista de poetas-soldado en el país es larga, y parece dejarnos
entrever el poder de la contienda como un vehículo usual para el establecimiento del poder en la Colombia decimonónica, tanto como la
tendencia de muchos intelectuales a la defensa bélica de sus ideales
políticos. Solo por dejar una muestra valga mencionar a Julio Arboleda
–primo hermano de Pombo–, autor del único intento de poesía épica
en el país, el Gonzalo de Oyón, que dejó incompleto ya que un fragmento fue quemado por las tropas de Mosquera en 1851, y porque el
poeta fue asesinado en un atentado, cuando tenía 45 años, en 1862.
Jorge Isaacs, escritor de María es otro ejemplo importante entre los
escritores que lucharon en distintos enfrentamientos militares en Colombia durante este siglo.
15 En su Diario, Romero, Mario Germán. Rafael Pombo en Nueva
York Publicación de la Academia Colombiana de la Lengua, Bogotá,
Editorial Kelly, 1983. En adelante se citará en el texto como Diario y
se anotará la fecha del texto.
16 Del Diario manuscrito que guarda la Academia Colombiana de la
Lengua, citado por Héctor H. Orjuela en su estudio texto La obra
poética de Rafael Pombo, Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo
(XXXIV), Bogotá, 1975. Pág. 65. Es interesante el lugar social que
ocuparán los poetas colombianos (y en mucho latinoamericanos) en
este siglo. El presidente Alberto Lleras resumió, en un discurso pronunciado en el Hotel Tequendama 1959, la historia de esta condición
así:
“La poesía era el primer escalón de la vida pública y se podía llegar
hasta la Presidencia por una escalera de alejandrinos pareados. Se dirá
que todo aquello era anacrónico y absurdo, pero fue una vocación
nacional, un modo de ser espontáneo, una inclinación que nos dio
carácter internacional, aun pintoresco. Esa tradición se hunde de repente, como la Atlántida, en un cataclismo que no deja ninguna señal”
Cita tomada del texto La tradición de la pobreza con el que Juan Gustabo
Cobo Borda prologa su Álbum de poesía colombiana, publicado en la
página de la biblioteca virtual del Banco de la República en:
http://www.lablaa.org/blaavirtual/letra-a/alpoco/alpoco0.htm
Ser escritor implicó para muchos estar al margen de los “oficios” productivos, cuya exigencia establecía la inclusión de Latinoamérica en el
sistema capitalista occidental. No obstante esta marginalización paulatina, es común encontrar a los poetas republicanos ocupando cargos
políticos, escribiendo las constituciones y gobernando. A medida que
este “ser burgués”, imperante en la modernización económica, empujaba cada vez con más fuerza a los escritores de su lado, los convertía en
piezas sueltas del sistema y los marginaba, lo que generaría, en muchos
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casos, su asentamiento laboral en la prensa como espacio, al tiempo,
productivo y literariamente posible, y lo que, además, les permitiría
desarrollar un espíritu importante de observación crítica y de conocimiento de la producción de sus contemporáneos en el continente, al
margen de lo que este lugar generaría también en su trabajo literario.
De tal forma la prensa será importante entonces en el mundo, que es
frecuente encontrar noticias como la que publica El Repertorio Colombiano (Número L) en agosto de 1882, ésta dice: “Inglaterra – Según el
Globe de París, he aquí el capital de los principales diarios de Londres,
y una noticia del número de ejemplares que tiran al día. El Times representa un capital de veinte y cinco millones de pesos de nuestra moneda, y tira 83.000 ejemplares el día que menos. El Standard tiene un
capital de diez millones de pesos y tira 145.000 ejemplares diarios” y
así continúa con el Dayly Teleghaph y el Dayly News. Véase al respecto
de este tema el libro de Rafael Gutiérrez Girardot: Modernismo: Supuestos históricos y culturales, Universidad Externado de Colombia, Fondo
de Cultura Económica, Bogotá: 1983.
17 Órgano de la sociedad de su mismo nombre, creada a partir de la
fundación de La escuela republicana de los conservadores, primera oficina de este partido fundado, en 1850, sobre las bases filosóficas del
poeta José Eusebio Caro y de Mariano Ospina.
18 Según lo deja leer Antonio Gómez Restrepo, en su ensayo crítico
ya citado Rafael Pombo, (1916).
19 Posteriormente este poema fue publicado por Vergara en El Mosaico. Sobre esta revista vale la pena hacer una pequeña reseña ya que fue
de gran importancia entre las de su tiempo y porque tuvo una recepción significativa. Según las notas de Héctor Orjuela, en su texto La
obra poética de Rafael Pombo, la revista El Mosaico se publicó en tres
etapas entre los años 1853 y 1872 (los mismos que pasó Pombo en
Nueva York), lo que hace de ésta una publicación de duración relevante. Durante su segunda etapa (enero 13 de 1864 a diciembre de 1865)
se conformó un grupo de tertulia literaria, que llevaba el mismo nombre, con el que se hicieron públicos los textos de sus integrantes, entre
los que estaban Ricardo Carrasquilla, José María Vergara y Vergara,
José Manuel Marroquín, David Guarín, Ezequiel Uricoechea, José María
Quijano Otero, Ricardo Silva – padre de José Asunción - y José María
Samper – suegro de nuestra escritora Soledad Acosta– entre otros. La
existencia de esta publicación y del grupo de sus tertulias es importante en la historia de la literatura colombiana, pues marca un cambio
significativo en el estilo del Romanticismo en el país, dado que las
obras que nacen de este grupo (algunas importantes como La perrilla
de Marroquín), establecen una tendencia que rompe con la poesía
paisajística y moral (religiosa) de la generación anterior – encabezada
por Andrés Bello – y se inclinan más por un estilo realista que describe
y resalta la naturaleza, las costumbres populares y el folklore. De estas
tertulias nacerá la publicación de La lira granadina –antología recopilada por José María Vergara y Vergara y José Joaquín Borda–, Manuela,
la novela de Eugenio Díaz, los poemas de Jorge Isaacs y su novela María. Muchos de los integrantes de El Mosaico fueron académicos como
El Astrolabio
Rufino José Cuervo y Marco Fidel Suárez, que trabajaron la filología,
o políticos, como Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro. La importancia de esta publicación y su tertulia puede también observarse en la
aparición en el país de revistas análogas, una relevante entre ellas es El
Oasis (1868-69) de Medellín, dirigida por Isidoro Isaza.
20 Del Diario manuscrito que guarda la Academia Colombiana de la
Lengua, citado por Héctor H. Orjuela en La obra poética de Rafael
Pombo, Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo (XXXIV), Bogotá,
1975. Pág. 94.
21 De los apuntes autobiográficos ya citados que dejó el poeta (XXVI).
22 José Joaquín Ortiz (1814 -1892) fue uno de los más importantes
difusores de la literatura colombiana en el siglo XIX. Escribió mucho,
y también fue publicista y mecenas de jóvenes escritores. Entre su
trabajo como difusor de la poesía colombiana se resaltan la compilación de la primera antología de poesía colombiana, El parnaso granadino (1848) y la publicación de El liceo granadino, obra antológica del
trabajo de un grupo de escritores que llevaba el mismo nombre y que
Ortiz había fundado. Asimismo, asociado con Caro, editó La estrella
nacional (1836) temprana publicación literaria en la Colombia republicana. Dentro de su trabajo como educador merece atención su libro
Lecturas selectas en prosa y en verso para los alumnos de las escuelas de
Colombia, publicado en Bogotá por la Librería Colombiana en 1906.
23 Tomado del prólogo ya citado escrito por Antonio Gómez Restrepo
para la edición de las obras completas de Pombo, 1916
24 Miguel Cané, diplomático y escritor argentino, relata la historia
así: «Un día, en un salón de Nueva York, una dama argentina, que
tiene un sitio elevado y merecido en la jerarquía intelectual de nuestro
país, recibía una numerosa sociedad suramericana. Se encaró con Pombo
y le preguntó quién era esa poetisa desconocida, esa famosa «Edda la
bogotana», cuyos versos, impregnados de una pasión profunda y absorbente, le recordaban los inimitables acentos de Safo.... -¿Encuentra
usted esos versos dignos de atención, señora?, dijo Pombo. –¿Esos versos, en que vibra un alma apasionada, esos versos tan de mujer, envueltos en la adoración, el misticismo misterioso de Santa Teresa? ¡He ahí
los hombres! ¿Cuál de ustedes sería capaz de escribirlos?- -Pues Edda
está actualmente en Nueva York, y si usted quiere conocerla… –¿Que
si quiero conocerla?–, dijo nuestra compatriota, con su ímpetu característico. Ahora mismo me dice usted dónde vive, cómo se llama; mañana sin falta la visito. ¡Me la voy a comer a besos!– –¡Pues empiece usted,
señora! ¡Edda.... soy yo!–. Citado por Antonio Gómez Restrepo en la
introducción a la obra poética de Rafael Pombo ya citada.
25Publicado por Hector Orjuela en su texto POMBO, Rafael. Poesía
inédita y olvidada, Imprenta Patriótica del Instituco Caro y cuervo:
Yerbabuena, 1970. Aquí tomado de ORJUELA, Hector H. La obra
poética de Rafael Pombo, Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo
(XXXIV): Bogotá, 1975. Pág.222.
45
Manuscrito de Rafael Pombo. 30 de diciembre de 1880. Tomado
del libro Siete Poetas Colombianos, Antología, Ancora Editores.
Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre

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