Gutierrez de Velasco. febrero de 2005

Transcripción

Gutierrez de Velasco. febrero de 2005
“ALGUNOS RETOÑOS DE ESPAÑA EN MÉXICO”
LOS GUTIERREZ DE VELASCO Y ROMO DE VIVAR...
OTROS PERSONAJES Y OTRAS COSAS.
RECOPILADORES:
JOSÉ LUIS Y MIGUEL NÁJERA
GUTIERREZ DE VELASCO
León, Gto., México, febrero de 2005
GUTIÉRREZ DE VELASCO
CASTELLANO
DE LAS MONTAÑAS DE LEÓN
SUS ARMAS:
EN CAMPO DE PLATA
UN LEÓN RAMPANTE DE GULES
Presentación
Sin el menor deseo de hacer de la presente reseña familiar por parte
de los Gutiérrez de Velasco una obra literaria, ya que carecemos por
completo de las aptitudes necesarias para lograrlo, nos atrevemos a
presentar lo que consideramos recuerdos de familia.
La recopilación se ha hecho en base a información verbal a través de
muchos miembros de esta familia, datos y reseñas que hemos escuchado
y guardado en la memoria, así como la investigación literaria que se ha
logrado a través de documentos, escritos y genealogías que nos han
proporcionado gentilmente algunos miembros de las familias que vamos a
presentar. En fin, otras anécdotas y relatos que de alguna manera se hace
interesante mencionar por corresponder a la época en que nuestros
personajes han tenido presencia en esta parte del terruño.
En la elaboración de este trabajo no nos ha guiado ningún deseo de
vanagloria, pues la única nobleza de la familia Gutiérrez de Velasco es la
que le confieren los logros alcanzados por el trabajo duro y tesonero de
sus miembros, su acendrado cristianismo, su caridad con el pobre y
desvalido que son razones más que suficientes para pensar que la familia
fue verdaderamente noble.
Como en toda familia habrá que mencionar personajes destacados por su
labor social, cultural, de trabajo, o bien a alguno o algunos que decidieron
tomar otro camino en la vida. Para todos ellos nuestro recuerdo, nuestra
evocación y una oración recíproca entre quienes lograron ser llamados a
descansar en Dios y quienes todavía estamos en la tierra.
Las raíces de esta familia están en el arzobispado de Burgos, España; de
allá llegó el primer Gutiérrez de Velasco (Pedro) hacia 1750 -a la Nueva
Galicia-, para incubar el retoño de este lado del Atlántico.
Verán ustedes, queridos lectores, lo interesante de cómo se van
transformando y creciendo ramas y frutos en esta bendita tierra mexicana.
Agradecemos a Dios por darnos vida y oportunidad para buscar nuestras
raíces; a personajes ligados con la historia regional y local que nos han
proporcionado datos suficientes para seguir nuestra labor, y a quienes,
parientes o amigos, nos han aportado nombres, fechas, anécdotas y lo
necesario para ponerle algo de animación a nuestro relato... Y a ti, querido
lector, por que te propongas incrementar esta reseña y le agregues más
nombres y anécdotas al árbol familiar
José Luis y Miguel Esteban Nájera Gutiérrez de Velasco
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Orígenes
El amo Teodoro
Don Teodoro en León y santa Ana del Conde
Entre León y santa Ana del Conde
La vida de don Teodoro y la sociedad leonesa
Genealogía: Los hijos de don Teodoro Gutiérrez de Velasco
y doña Antonia Romo de Vivar
Eusebio Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar
Evaristo Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar
Carlos Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar
Domitila Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar
Genealogía: Los hijos de don Teodoro Gutiérrez de Velasco
Y doña Rafaela Romo de Vivar
José María Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar
Pilar Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar
María de Jesús Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar
Rosendo Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar
Francisca Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar
a
1. Orígenes
En el libro del doctor Mariano González Leal: “Retoños de España en la
Nueva Galicia”, se lee: “Don Pedro Gutiérrez de Velasco y de Pereda
nació en Castilla la Vieja, siendo sus padres don Pedro Gutiérrez de
Velasco, Regidor de san Martín de la Parte y doña Rosa de Pereda
Velasco, hijosdalgos notorios.
Llegó a México don Pedro Gutiérrez de Velasco y de Pereda como capitán
y teniente general de Aguascalientes, dentro de la Nueva Galicia, hacia
1750. Fue allí casado don Pedro y de esa unión viene la vasta
descendencia que lleva su apellido”.
De los hijos del capitán Pedro, sabemos que Eusebio y otros que no
hemos logrado captar, vivieron y contrajeron matrimonio entre
Aguascalientes y Zacatecas.
Don Teodoro Gutiérrez de Velasco Morán.
Dibujo adjudicado a Juan N Herrera
De igual manera sabemos que don Eusebio y doña Josefa Morán
procrearon varios hijos, de los cuales sabemos de: Andrés, José, Santos y
Teodoro que nació en Valle de Huejúcar, Zacatecas: “En el año en que
nuestra Patria iniciaba su lucha por la Independencia, el glorioso 1810 y
precisamente el día que la Iglesia celebra la festividad de san Teodoro, el
9 de noviembre, en la risueña población de Valle de Huejúcar, Zacatecas,
nació entre rezos y sobresaltos el niño Teodoro” (Datos proporcionados
por el querido tío David Gutiérrez de Velasco Portillo).
2. El amo Teodoro
Amantes y conocedores del cultivo y beneficio de la tierra, pasan los
Gutiérrez de Velasco entre el Valle de Huejúcar y Aguascalientes esos
años de la Guerra de Independencia, y para 1835 encontramos a don
Teodoro Gutiérrez de Velasco Morán, a sus 25 años, trabajando en una
fábrica de jabón de su propiedad, a la vez que colaboraba en la
administración de la hacienda del Rincón, propiedad de don Zenón Romo
de Vivar, Marqués del Rincón, correspondencia de Aguascalientes,
flamante Estado desgajado de Zacatecas. En esa risueña provincia,
pródiga en recursos naturales, don Teodoro casa en primeras nupcias con
la señorita Antonia, hija del marqués don Zenón Romo de Vivar y de la
señora doña Zeferina Ortiz.
Del matrimonio de Teodoro y Antonia, nacieron: Eusebio, Evaristo, Carlos
y Domitila. Vivió la familia reunida dependiendo del trabajo de don
Teodoro y al cobijo de los familiares maternos. En una reunión familiar, tal
vez unos seis años después de casados, mientras doña Antonia sorbía el
tibio chocolate, se le presentó un espasmo laríngeo al atravesarse en su
garganta un ixtle del estropajo con que lavaban la loza. Doña Antonia fue
atendida de inmediato pero al parecer no le pudieron extraer tan molesta
hebra y falleció por asfixia. Conmovedora debió ser la repentina muerte de
doña Antonia que dejó en la orfandad a una familia muy recién formada.
Los padres y familiares de doña Antonia prodigaron toda clase de
atenciones a la familia de don Teodoro, de tal manera que sus hijos
compartían los juegos y pertenencias con los tíos, máxime que todavía
algunos de ellos eran pequeños. Cuando regresaba del trabajo, don
Teodoro, encontraba a sus hijos jugando con los tíos. Una de ellas, doña
Rafaela Carmen Luisa era más que una tía para los pequeñines y por ello
permanecía más tiempo en su casa.
Según relatos familiares, una tarde que llegó don Teodoro, encontró a
Rafaela columpiando felizmente a los sobrinos; tal vez llamó la atención
de don Teodoro quien se acercó y le dijo: “Oye Rafaela, para evitar que la
gente comience a murmurar porque duras mucho tiempo en la casa, ¿que
tal si mejor nos casamos?, a lo que ella entre juegos y risas le contestó
que lo pensaría y a los pocos días que el bisabuelo le volvió a preguntar
respondiendo ella que sí” (Relato del tío David). De esta manera
contrajeron nupcias Don Teodoro y su cuñada Doña Rafaela procreando a
los siguientes hijos: José María, Pilar, María de Jesús, Rosendo y
Francisca.
Rincón de Romos formaba parte de la Estancia del mismo nombre,
fundada por don Diego Romo de Vivar, Marqués del Rincón,
posteriormente poblado y ahora municipio de Rincón de Romos,
Aguascalientes. Existe la tradición que don Diego descendía del Cid
Campeador don Rodrigo Díaz de Vivar.
Con una familia ya numerosa, trabajaba don Teodoro tesoneramente en la
fábrica de jabón y en las tierras al grado de llegar a comprar sus propias
tierras y trabajarlas ya con la ayuda incipiente de sus hijos mayores. De
esta manera se convirtió en el “amo Teodoro” y quienes lo conocieron lo
describen así: “Físicamente don Teodoro era de estatura media,
complexión robusta, color blanco rubicundo, ojos verdes, pelo castaño,
frente amplia y nariz más bien grande y achatada. A la usanza de la época
usaba barba y bigote”. (El dibujo que presentamos páginas arriba se
atribuye al pintor leonés Juan Nepomuceno Herrera, y coincide con la
descripción que hacen de Don Teodoro). Se dice que Don Teodoro era de
carácter muy fuerte y bastante firme, sumamente trabajador y cristiano a
carta cabal. Mostró gran caridad para con pobres y desamparados, virtud
que transmitió a sus descendientes y que posteriormente se vio
acrecentada por la de las hermanas Antonia y Rafaela.
Para 1850 la familia Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar estaba
destinada a llevar su tradición y descendencia al Bajío, tierra próspera,
con un muy merecido renombre de Granero de la República.
Vista del frente de la hacienda Santa Ana del Conde
3. Don Teodoro en León y Santa Ana del Conde
Documentos del Archivo Histórico Municipal de León y la narración que
hace el licenciado González Leal (Op. cit.), nos informan que Don Teodoro
Gutiérrez de Velasco Morán llegó a León en 1850 en compañía de Doña
Rafaela Romo de Vivar y los hijos de los dos matrimonios de don Teodoro:
“Don Teodoro funda una fábrica de jabón en León a la vez que va a
administrar la hacienda de Santa Ana del Conde, propiedad de doña
Antonia Obregón de Camacho, hija del segundo conde de Obregón don
Antonio Obregón.
El investigador Rodolfo Herrera Pérez publicó en la Revista “Tiempos”,
Julio/Agosto del 2000 que edita el Archivo Histórico Municipal de León,
un artículo en el que trabajó, consultando una buena bibliografía.
Consideramos interesante seguir la historia de la hacienda y por ello
trataremos de seguir el texto literalmente:
“LA HACIENDA DE SANTA ANA DEL CONDE”
La historia de esta hacienda se remonta al 17 de abril de 1583, cuando el
Virrey Lorenzo Juárez de Mendoza otorgó una merced de tierra al bachiller
Pedro Ruiz Escuderos, consistente en un sitio de ganado mayor <<En las
Chichimecas, cerca del arroyo Las Lozas, por abajo del camino real que
va de las minas de Guanajuato a las de Zacatecas, pasando el dicho
arroyo, a mano izquierda, a la falda de un cerro pelado que está hacia un
mezquital>>.
El bachiller Ruiz Escuderos le donó, el 18 de agosto de 1583, el sitio al
maestro Cristóbal de Soria, quien a su vez lo vendió a Antonio de Burgos
el 9 de marzo de 1588. Muerto este último, recibe en herencia el sitio, el
contador Nicolás de Aedo, quien estaba casado con la hija del difunto, Ana
de Garnica.
El 7 de febrero de 1644, Antonio del Castillo, en nombre del contador
Aedo, vende el sitio a Pedro Aguilera, inmigrante de la península y
avecindado en la Villa de León, en $ 400.
Primera reunión de los Gutiérrez de Velasco
En el pórtico de Santa Ana del Conde 1993
Al fallecer Pedro de Aguilera hereda el sitio a su hijo el bachiller Pedro de
Aguilera, clérigo subdiácono y vecino de la villa de León. En el testamento
del bachiller, del 15 de enero de 1717, encontramos que la hacienda de
Santa Ana contaba con 6 caballerías de tierra menos, pues había
entregado tres a su hermano Juan de Aguilera, en pago de otras tres que
le correspondían en la hacienda La Loza, mismas que estaban pobladas
con casas y noria. Las otras tres se las dio a su hermana Josefa, en el
camino que llaman Los Coyotes, que es la esquina y cuadra que tenía el
sitio. En las 36 caballerías restantes se encontraba la casa de vivienda,
que contaba con sala y aposento, construidos de adobe y cubiertos de
morrillo, vara y hormigón, y pretiles de cal y canto, con otro cuarto más y
cocina sin techar, troje de terrado con viguetas de mezquite, capilla sin
acabar con sus paredes comenzadas, dos norias, una pila de cal y canto,
y en la cuadrilla dos casitas de terrado y otros jacales.
Habiendo dejado dicho bachiller diferentes deudas y encargos, fue su
acreedor Manuel de Rojas Alfaro, al que le debía $ 471, quien sacó orden
de ejecución del Obispo de Michoacán contra sus bienes. Ante esto, sus
albaceas y herederos venden el 28 de enero de 1718 la hacienda al
Capitán Antonio de Gaona en $2,500, de los cuales, $1,500 fueron en
efectivo y los $1,000 restantes quedaron impuestos y cargados a censo
redimible sobre la propiedad, a favor de la capellanía que había fundado el
bachiller Pedro de Aguilera, y con sus réditos se pagaría el capellán
asignado. Para el 5 de febrero de 1718, Gaona vende la hacienda a
Francisco Matías de Busto, regidor capitular de Santa Fe de Guanajuato,
bajo las mismas condiciones en que compró, y ya libre de gravamen.
El 20 de enero de 1727, Francisco Matías vende la hacienda al Capitán de
caballos José de Austri, vecino y mercader de la villa de León, labrador y
creador de ganado en su jurisdicción, en $4,565 y cuatro tomines. Don
José de Austri extendió aun más la hacienda de Santa Ana, al comprar el
14 de mayo de 1729 a Miguel González del Pinal el sitio de ganado mayor
y una caballería de tierra, nombrado el Arroyo de La Loza Vieja, alias
Bolas Blancas.
Segunda reunión de los Gutiérrez de Velasco en la
Hacienda Santa Ana del Conde. 1994
Anteriormente, el mismo don José había comprado al mismo bachiller
Aguilera las tres caballerías de tierra que colindaban al el sur con el sitio
de Las Tetillas.
Para 1750 la hacienda de Santa Ana se componía de un sitio de ganado
mayor y 40 caballerías de tierra, no habiendo tierra alguna para labrar ni
beneficiada, quizá por anegadiza y artenejosa, útiles solamente para
agostar ganados con el peligro de pérdidas o crecidos gastos por carecer
de potreros, siendo su valor de $2,800. En el casco había dos norias, una
inmediata a las casas de vivienda y otra a un cuarto de legua, hacia el sur.
La vivienda se componía de una sala, un dormitorio con pasadizo
repartidor, una despensita, zaguán con su arco de ladrillo y un cuarto
anexo, una bodega y un corredor con nueve pilares de ladrillo, más dos
cuartos separados en que vivía el caporal.
En 1777, varios años después de la muerte de José de Austri, recibe en
herencia la hacienda Luis de Austri, compuesta de 100 caballerías de
tierra y otras cosas más que le tocaban. Luis de Austri se convirtió en el
recaudador oficial de los diezmos de León, Rincón y San Pedro Piedra
Gorda, con la obligación de pagarle al juzgado diocesano en Valladolid
$13,500 anuales, comprometiendo como avales a sus hermanos Nicolás y
Manuel. A fin de cuentas esta suma resultó muy por encima de los
requerimientos reales, por lo que en 1781, los hermanos debían no menos
de $30,500. Ante esto, las autoridades diocesanas embargaron en 1776 a
Luis de Austri la hacienda de Santa Ana, y a su hermano Nicolás las
haciendas de San Nicolás de Arriba y San Juan de Abajo, por la cantidad
de $17,980 en que salieron desfalcados del arrendamiento del diezmo,
siendo valuadas y puestas en subasta pública por $41,400, las cuales
fueron rematadas finalmente al representante de Don Antonio Obregón y
Alcocer, Conde de Obregón y Marqués de la Mina de Valenciana”.
Don Antonio Obregón y Alcocer, vecino de León, quien tuvo la suerte y el
arrojo de buscar la veta madre de la mina de Valenciana, logrando su
objetivo en último cuarto del siglo XVIII. A partir del descubrimiento y
explotación de la mina, don Antonio se hizo bastante rico, compró muchas
haciendas y propiedades en Guanajuato y en la misma capital del país,
obteniendo del rey de España los títulos de Conde de Obregón y Marqués
de la Mina de Valenciana.
El 6 de marzo de 1782, Don José Cayetano de Aguirre, apoderado general
del Conde de Valenciana, (que así se le llamó siempre), pacta con don
Nicolás de Austri y sus hijos Fernando y Manuel, el cambio de dos sitios
de ganado mayor y caballerías de tierra en el puesto de El Monte,
nombrados Tetillas y El Garbancillo, por las haciendas de San Nicolás de
Arriba y San Juan de Abajo; recibiendo, además, los Austri $5,000.
Completó el extenso territorio de la hacienda de Santa Ana (ahora Del
Conde), la caballería que Don Ignacio Fuentes vendió al Conde, el 8 de
marzo de 1782, en la laborcita nombrada El Jagüey, que lindaba al oriente
y sur con tierras de la hacienda” (Rodolfo Herrera Pérez. Op. Cit.)
La hacienda de Santa Ana era parte de un predio conocido como La
Gavia. Cuenta David A Brading (Haciendas y Ranchos del Bajío. 1986),
que dicho latifundio comprendía un vasto territorio al sur del ahora estado
de Guanajuato, desde Romita hasta san Pedro Piedra Gorda (hoy ciudad
Manuel Doblado).
Para finales del siglo XVIII el conde de Valenciana y su hijo del mismo
nombre, poseedores de tantas tierras, hicieron de Santa Ana su punto
estratégico, rentaron otros ranchos aledaños a santa Ana, (propiedad de
los Condes), mandaron construir la presa grande y obligaron a algunos
renteros de sus ranchos construir canales para surtir de agua dicha presa,
sobre todo de Pompa y Alfaro (Los Tajos de Santa Ana). De esta forma,
Santa Ana, después de ser un terreno pedregoso y hostil, se convirtió en
tierra fértil y bien drenada, llegando a producir dos o tres cosechas
anuales (Brading. Op. Cit.). Se sembraba en Santa Ana, trigo, garbanzo,
frijol, maíz, frutales y legumbres, amén de la cría de ganado. Con el
tiempo se construyó el molino produciendo harina. La hacienda tenía una
extensión de 180 caballerías mayores (cada caballería medía 42.795
hectáreas. Brading. Op. cit).
A la muerte del Conde de Valenciana, pasa la hacienda a propiedad de su
hijo, Antonio quien hizo todavía algunos arreglos a la hacienda. En 1840
recibe en herencia la hacienda, María Antonia Obregón de Camacho, hija
del segundo Conde de Valenciana, y a su vez la hereda a su hija Dolores
Camacho Obregón, quien vivía en el convento de religiosas de Santa
Isabel en la ciudad de México.
Monumento que mandó construir Don Teodoro
en el cementerio de Santa Ana: “Para él y su familia”
En 1850, a la llegada de don Teodoro Gutiérrez de Velasco a León, como
mencionamos antes, fundó una fábrica de jabón con sus hijos y él pasó a
administrar la hacienda de Santa Ana del Conde. El 19 de noviembre de
1861, los representantes de doña Dolores Camacho Obregón rentan la
hacienda a Teodoro Gutiérrez de Velasco, por 10 años, en $6,400
anuales. Se le advierte a don Teodoro que en el calicanto de la presa
grande se ha de abrir un desagüe, en el punto que convinieron el
representante de la finca y el dueño de la hacienda La Loza, para evitar
se inunden los terrenos. Se le autorizó además que, como uno de los
emolumentos de la finca era la venta de leña que se hacía de la poda de
los montes, pudiera disfrutar de ese beneficio.
Para evitar problemas con don Juan Manuel García, dueño de la hacienda
La Loza de Barrera, se reunió con él don Teodoro el 18 de enero de 1866
en el rancho de Las Agujas, a fin de calcular lo que había que rebajar al
calicanto de la presa grande, para evitar que sus aguas perjudicaran las
siembras de La Loza. El señor García midió con un otate la profundidad
del agua, resultando dos varas y sexta, y sobre la presa se celebró el
convenio de rebajar el calicanto desde donde hace esquina hacia el norte,
en una extensión de diez varas, y donde terminen hacer un portillo de una
vara en todo el espesor de la presa. Sin embargo, al haber en ese punto
un estorbo o brinco en el terreno, que hacía llevar el agua para el camino,
se abrió un nuevo portillo más adelante, y desde ahí se destruyeron las
diez varas del calicanto. Fue el 12 de junio de 1871, cuando los albaceas
de la Sra. Dolores Camacho Obregón, venden definitivamente la hacienda
a don Teodoro Gutiérrez de Velasco (hasta aquí el relato de Rodolfo
Herrera Pérez).
Pueden imaginarse queridos lectores lo grande que fue la hacienda de
Santa Ana durante todo el siglo XIX y parte del siglo XX, hasta que llegó el
trágico reparto agrario. Podemos decir que a la llegada de don Teodoro a
la hacienda se encontraba ésta en plena producción y así lo muestra la
todavía existente casa de la hacienda y sus alrededores. La pasada del
ferrocarril por las inmediaciones de la hacienda (estación Trinidad), hacia
1882, hizo más accesible el transporte de los productos de la tierra y
amplió su mercado hasta la Madre Patria.
Don Teodoro iba envejeciendo y sobre todo la pena por la trágica muerte
de su primogénito, obligaron a la familia a traerlo a vivir a León, por lo que
a principios de mayo de 1890 se vendió la hacienda al bilbaíno Don Juan
de Velasco y Palacio en $800,000 pesos oro. El 17 de mayo de 1890, ante
el licenciado y escribano don Manuel Chico Negrete, otorgó su testamento
don Teodoro, para morir en paz unos meses después quien fuera dueño
de uno de los capitales más importantes de León en el siglo XIX.
(González Leal. Op. cit).
Don Juan de Velasco estaba casado con doña Maura Guerrero y
Sánchez, dueña de la hacienda La Sandía contigua a Santa Ana,
ampliando posesiones y productividad. Así mismo siguieron exportando
productos agrícolas mexicanos a España donde eran distribuidos desde
Bilbao por don Ignacio Ubieta y Velasco, sobrino de Don Juan. En 1908,
muerta doña Maura Guerrero y sin tener descendencia, Don Juan regresó
a España, enviando familiares y amigos a administrar las haciendas: fue
así como llegaron a León las familias Isusi Velasco, Cuadra Velasco –
luego establecida en Irapuato-, Sáinz, Don Gregorio Villanueva quien casó
con Catalina Vela, hija del querido tío Rodrigo Vela Gutiérrez de Velasco.
Volviendo al enfoque familiar, viendo don Teodoro que la prosperidad de
la hacienda era segura, invitó a sus hermanos Andrés, José y Santos -con
sus familias-, a venir a colaborar con él en la administración y cuidado de
la hacienda.
Según el relato que hace el Lic. González Leal (OP. cit.), una señora de
apellido Goitia casó con Andrés Gutiérrez de Velasco quien tal vez
administraba la fracción de la hacienda que daba a Romita así como las
propiedades de la señora Goitia.
Los otros hermanos José y Santos vivieron en Santa Ana con sus familias
y de allí vienen otras ramas de los Gutiérrez de Velasco que todavía viven
entre nosotros. Don Rodrigo Vela Gutiérrez de Velasco, hijo de una
sobrina del bisabuelo recordaba y nos platicaba sobre la vida en la
hacienda.
4. Entre León y santa Ana del Conde
No hemos logrado obtener fotografías o retratos de las bisabuelas.
Rodriguito platicaba que la bisabuela Rafaela era bajita, muy blanca y de
facciones finas. Don Teodoro fue comprando casas en León con las
ganancias de Santa Ana y de la fábrica de jabón. En santa Ana existen
muchas evidencias de las mejoras que se fueron haciendo durante la
administración y posesión por el bisabuelo. Rodriguito sigue su narración
de cómo era la vida en la hacienda: “Al bisabuelo le gustaba levantarse
temprano, salía a recorrer las tierras casi siempre acompañado de su hijo
mayor, Eusebio, regresando al almuerzo y vuelta al trabajo. Evaristo
estudiaba en León y después en Guanajuato donde hizo la carrera de
Ingeniero Agrónomo.
Carlos Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar.
Oleo de Juan N Herrera
Carlos trabajaba en León cuidando la fábrica de jabón. Llegó a ser
Administrador del Timbre hasta su muerte. Estuvo muy al pendiente de
que los familiares que vivían en Santa Ana tuvieran escuela, por ello
mandó maestros a que alfabetizaran a todos… “para que no fueran
gañanes”. Domitila (tía Tila) vivía con la bisabuela Rafaela en León y
ayudaba en el cuidado de sus otros hermanos.
El bisabuelo Teodoro era alegre, le gustaba vivir bien y con frecuencia se
organizaban fiestas en la hacienda a donde acudían de León, Silao y
Romita todos los familiares y amigos. Eulogia, una sobrina del bisabuelo,
que casó con Don Carmelo Chávez, era muy alegre, frecuentaba santa
Ana y amenizaba las reuniones tocando la guitarra. Su hijo Rafael estudió
en León y posteriormente en Europa... después sería el próspero industrial
don Rafael Chávez Gutiérrez de Velasco.
La casa habitación del bisabuelo Teodoro estaba en la calle 5 de Febrero,
antes calle del Oratorio. Comenzó comprando esa casa y después otras
hasta acercarse al templo del Señor de la Paz, por lo que poseyó más de
media manzana, entregando fincas a sus hijos, para vivir cerca todos. La
familia, como llevamos dicho, pasaba temporadas en la hacienda,
entonces, dice Rodriguito, el bisabuelo salía a hacer sus recorridos y por
la tarde todos se reunían en el portal de la casa para platicar, cantar y
luego pasar a la capilla a rezar el rosario. Cuando don Teodoro regresaba
del campo le decía a la tía Pachita: “Véngase mamá Pachita, vamos a
platicar”. Llegaba la tía Pachita acompañada de su mamá y de sus
hermanos y junto con los demás familiares se hacían las tertulias. Mamá
Pachita casó muy joven, recién cumplidos los 16 años y por ello siguió
frecuentando la hacienda. Según veremos posteriormente, alguno o
algunos de sus hijos nacieron en la hacienda. Lo mismo se acostumbraba
que asistieran a las reuniones familiares, los ayudantes o administradores
y compadres con sus familias. Así podemos ver la existencia de casas
aledañas a la hacienda que según nos dicen, una era para el
administrador, otra para el capellán y otras más para los que cuidaban del
molino, las tiendas, los graneros, etcétera.
Francisca Gutiérrez de Velasco Romo de Vivar.
Oleo de Juan N Herrera
Los que visiten Santa Ana, podrán ver lo que todavía queda de la
hacienda que gracias a Dios fue comprado -el casco y algunos terrenospor el padre Vicente Echarri para hacer el seminario de la orden que él
mismo fundó: Misioneros de la Natividad de María (antes Divina Infantita).
La capilla fue ampliada para convertirla en parroquia y el patio de atrás fue
transformado para construir habitaciones lo mismo que otros patios donde
viven los seminaristas y actualmente el seminario mayor.
5. La vida de Don Teodoro y la sociedad leonesa
Consideramos de importancia mencionar a Don Teodoro y las dos familias
que procreó con dos hermanas: Antonia y Rafaela Romo de Vivar.
De la unión de Teodoro Gutiérrez de Velasco y Antonia Romo de Vivar,
vinieron: Eusebio, Evaristo, Carlos y Domitila.
Eusebio Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar, casó con la señorita María
Ignacia Arcocha y Rizo, dama de la mejor sociedad leonesa. De esta
unión vinieron: Elodia, Elena, Sara, Carmen, María y Luz.
Evaristo fue soltero, estudió ingeniero agrónomo y se dedicó más bien a
dar clases de matemáticas en el Colegio del Estado abierta en León en
1878. Fue Jefe político de León cuando menos en dos ocasiones.
El abuelo Carlos casó en primeras nupcias con la señorita Petra Mena y
tuvieron a: Angelina, Alfonso, Manuel, Carlos, Teodoro, Margarita y Luis.
Una vez que enviudó Don Carlos, se casó con nuestra abuela Socorro
Barroso Navarro y de ahí vinieron: Salvador, Ma. Concepción, Pedro y
nuestra madre Ma. Dolores.
El abuelo Carlos estudió en Rincón de Romos y en León. Ayudó a su
padre a administrar la fábrica de jabón que instalaron en León y fue
Administrador del Timbre hasta su muerte. Se preocupó de la educación
de sus hermanos y parientes que vivían en santa Ana, enviando maestros
a que enseñaran a todos los familiares “para que no fueran gañanes”.
Domitila quedó soltera, cuidaba de sus hermanos y de sus padres.
De la unión de Teodoro con Rafaela Romo de Vivar Ortiz, vinieron: José
María, María de Jesús, Pilar, Rosendo y Francisca.
El tío José María (Pepe), casó con la señorita Rosa Jáuregui. Del tío Pepe
sabemos poco, solamente que vivió en Aguascalientes y tuvo familia.
La tía María de Jesús casó con el licenciado José de la Luz Fuentes y
Ramírez Sandoval; vivieron en León y tuvieron a: Natalia, Arturo, Rebeca,
Concepción y Benjamín.
La tía Pilar casó con un licenciado de apellido Acosta; sin descendencia.
El tío Rosendo estudió en León y en Guanajuato su instrucción primaria y
media superior. En México estudió medicina y cirugía, regresó como
médico cirujano en 1872, para dirigir el primer Hospital Civil y el Hospital
san José, fundado por el Siervo de Dios Padre Pablo Anda.
Hospital San José a un costado del templo del Santuario
Casó en primeras nupcias, Don Rosendo, con la señorita Enedina Portillo,
también dama de la mejor sociedad leonesa y tuvieron a: Rafael. Enviudó
el doctor y casó en segundas nupcias con doña Ma. Guadalupe Doblado,
teniendo a: María Guadalupe y Javier. El doctor Rosendo vivió y dedicó su
vida al trabajo y al cuidado de pobres y desamparados, fundando junto
con el padre José María de Yermo y Parres (Hoy san José María) el Asilo
del Calvario.
Templo y Asilo del Calvario
Rosendo mandó traer a su prima Mariana de Zacatecas para que ayudara
en la fundación; pasado el tiempo se fundó la orden de religiosas que se
ha extendido por muchas partes del mundo. La prima Mariana fue la
primera superiora de la orden (cambió el nombre por María. 1886).
Mamá Pachita (Francisca), casó con el señor Antonio Madrazo y tuvieron
a: José, María, Rafaela, Josefina 1a., Antonio, Filiberto, Clotilde, Josefina
2a., Fernando y Eduardo. Cuentan los familiares que la tía Pachita vivió
por la calle Motolinía en una de las casas del bisabuelo. Seguía cuidando
de su madre y de sus hermanos.
La vida en León y en Santa Ana transcurría entre el trabajo y las
convivencias familiares integrados a la sociedad leonesa y comenzando a
dar ramas en otras partes del país.
León tuvo una época bollante durante casi todo el siglo XIX, siendo
considerado el granero del país junto con las otras ciudades del Bajío.
Dijo el viajero Beltrami que León era el Randez-Vous del Bajío.
Ciertamente fue considerada la segunda ciudad en importancia después
de Puebla. Un importante coronel, don Octavio Rosado pacificó esta
región e impulsó la educación y la industria siendo jefe político.
Para 1864 llegó a León su primer obispo, el Dr. José de Jesús María Díez
de Sollano y Dávalos. Recién consagrado obispo conoció el Hospital de
san Juan de Dios que amenazaba ruina. Existe un versión de que
teniendo la noticia de que visitaría León el emperador Maximiliano.
Aprovechó esta circunstancia el Señor Sollano para que junto con el
coronel Rosado se le planteara al emperador la necesidad de construir un
hospital, pues el de san Juan de Dios databa del siglo XVII y se había
reducido a una pequeña habitación donde se atendía a la población.
Aparentemente el emperador aceptó la ayuda para dicha construcción
pero tuvo que salir rápidamente de León por las guerras que en su contra
iban aumentando.
Monseñor Sollano y el coronel Rosado
La verad es que le hicieron el planteamiento al general Florencio Antillón,
gobernador del Estado y que y había acorado la permanencia de las
Hermanas de la Caridad para que atendieran el hospital y además les
prestó una casa por el rumbo de la Soledad para que vivieran y pusieran
un asilo para niños y niñas.
Plano de la ciudad de León donde puede verse el área
donde estuvo el primer Hospital Civil de León
Se compró lo que había sido Casa del Diezmo y otras propiedades que
habían sido del padre Velarde quien cuidaba y cobraba el diezmo; estas
instituciones habían sido enajenada por el gobierno con las Leyes Lerdo.
Se construyó entonces Monte de Piedad donde fue casa del diezmo y a un
lado se construyó el primer Hospital civil que la gente seguía llamando san
Juan de Dios o san Cosme y san Damián como se llamó el primer hospital
en León en 1582.
Las madres de la Caridad que llegaron a México por acuerdo con el
gobierno estatal se hicieron cargo del Hospital de san Juan de Dios y
posteriormente de las instituciones de caridad y del Hospital hasta su
expulsión de México. Llegaron entonces las Hijas de María a ayudar en las
obras de caridad y del Hospital hasta que el padre Pablo Anda (hoy Siervo
de Dios) fundó la orden de Hijas Mínimas de María Inmaculada, que todos
conocemos como Madres Mínimas.
Patio del Primer Hospital Civil de León. 1872
Vinieron a León, posteriormente, otros cambios, se mejoró la catedral para
alojar a la Madre Santísima de la Luz, Patrona de la diócesis, la imprenta,
escuelas particulares, institutos literarios, la fundación del Colegio de
Instrucción Secundaria, de donde fue cofundador y profesor el tío Evaristo
al igual que el tío Rosendo.
Las inundaciones de León
Las épocas de prueba para León fueron las terribles inundaciones de 1888
y 1926 cuando la ciudad de León quedó diezmada, agregándose las
epidemias. En los actos de rescate y de reconstrucción de la ciudad
tuvieron que ver los Gutiérrez de Velasco, pudiéndose ver en documentos
del Archivo Histórico cómo el abuelo Carlos y sus hermanos formaron
parte de comités para ayudar a los damnificados, contando con el apoyo
económico del bisabuelo.
El 17 de mayo de 1890, ante el licenciado y escribano don Manuel Chico
Negrete, otorgó su testamento Don Teodoro, para morir en paz unos
meses después quien fuera dueño de uno de los capitales más
importantes de León en el siglo XIX.
6. Genealogía: Los Hijos de don Teodoro Gutiérrez de Velasco
y doña Antonia Romo de Vivar
Habiendo terminado el relato del bisabuelo Teodoro, seguiremos con las
siguientes generaciones hasta donde hemos podido recabar datos.
Recordemos que don Teodoro y doña Antonia procrearon a Eusebio,
Evaristo, Carlos y Domitila.
7. Eusebio Gutierrez de Velasco y Romo de Vivar
El hijo primogénito de don Teodoro y doña Antonia fue Eusebio Gutiérrez
de Velasco y Romo de Vivar. Contrajo nupcias con la señorita Ma. Ignacia
Arcocha y procrearon a: Elodia, María Elena, Sara, María del Carmen,
María y Luz.
De la unión de Elodia con Pascual Urtaza, vinieron:
Pascual, Guillermo, Domingo, Aurora, Enriqueta, Laura y María.
De la unión de Ma. Elena con el licenciado Juan Torres Septién, vinieron:
Álvaro, Luis, Juan Antonio, Ramiro, Juan Francisco, Ma. Dolores,
Consuelo, Paz y Luz María.
De la unión de Ma. Carmen con Francisco Verdayes, vinieron: Gustavo,
Esperanza y Jaime.
De la unión de María de la Luz con Rodolfo Segovia, vino Rodolfo.
Lo que sabemos del tío Eusebio es que nació en Rincón de Romos y que
fue el hijo primogénito del bisabuelo. A su llegada a León fundaron la
fábrica de jabón y pasó con el bisabuelo a santa Ana del Conde para
ayudarlo en la administración de la hacienda, quedando el abuelo Carlos a
cargo de la jabonería. Cuentan los familiares que con cierta frecuencia el
tío Eusebio llevaba las cosechas a México y a su vez controlaba los
embarques de grano a España. En una ocasión el tío Eusebio fue a
México y mientras estaba arreglando los asuntos se fue a divertir y a jugar.
En una de las jugadas perdió más de lo que traía y le envió un telegrama
al bisabuelo para que le enviara dinero; así lo hizo don Teodoro y cuando
regresó le dijo que como no sabía administrar el dinero lo iba a poner de
peón para que aprendiera a guardar y a saber lo que era trabajar.
Pasó el tiempo y tal vez para probarlo lo envió nuevamente a México con
la mercancía, el tío Eusebio volvió a jugar y perdió, sólo que en esta
ocasión no se atrevió a pedir dinero y prefirió quitarse la vida antes de
molestar al bisabuelo. Como no llegaba el tío Eusebio y el bisabuelo ya
estaba anciano, le dijeron que había enfermado y que pronto volvería.
Pasaron los días... En vista de que la noticia de su fallecimiento había
salido en la prensa, decidieron los demás familiares poner gente a la
entrada de la hacienda para que no fueran a darle el pésame al anciano
bisabuelo.
Don Teodoro seguía trabajando pero envejecía y entristecía; fue entonces
cuando sus hijos decidieron que se quedara definitivamente en León. La
hacienda se vendió en 1890 y el bisabuelo murió el mismo año, a los 80
de edad. Hasta su fallecimiento no se volvió a mencionar nada acerca del
tío Eusebio y todos pensaban que el bisabuelo se había tragado lo de la
enfermedad. A su muerte, revisaron su ropa y en una de las bolsas de su
saco encontraron el recorte del periódico donde venía lo de la trágica
muerte del tío Eusebio. Esto nos hace pensar sobre el carácter del
bisabuelo Teodoro y las costumbres que se seguían conservando tan
estrictas, de manera que ni los familiares le mencionaron el deceso del tío
Eusebio ni él lo sugirió.
Ingeniero Evaristo Gutiérrez de Velasco
8. Evaristo Gutierrez de Velasco y Romo de Vivar
Por ser un personaje del que todavía se habla en la ciudad por su trabajo
en favor de la educación y por sus lances amorosos, deseamos acudir a
los relatos que en su libro: “Recordatorios Públicos y Privados”. León
1864-1908 hace el licenciado Toribio Esquivel Obregón, jurisconsulto que
vivió la transición de México del porfiriato a la Revolución y que nació y
vivió gran parte de su vida en esta tierra del Bajío.
Dice don Toribio, refiriéndose a los maestros fundadores del Colegio
Estatal de León (1878): “Nada más justo que consignar aquí un recuerdo a
cada uno de los profesores fundadores del Colegio, pues la mayor parte
de ellos se hundirán en el olvido eterno si no cumplo con ese deber de los
más gratos para mí, pues ya somos pocos los que podemos hablar de
aquellos tiempos y de aquellas personas.
Colegio del Estado en León
Para mí, ocupará siempre el primer lugar el ingeniero Evaristo Gutiérrez
de Velasco, catedrático de primer curso de matemáticas desde el año de
1878, en que se inauguró el Colegio, hasta su muerte, acaecida en el año
(en blanco en el original). Don Evaristo, como todo mundo lo llamaba, era
hijo de don Teodoro Gutiérrez de Velasco, acaudalado agricultor, dueño
de la hacienda de Santa Ana del Conde, cerca de León. Era uno de los
mayores de los nueve hijos, que yo recuerdo, de aquel señor. Hizo sus
estudios de ingeniero agrimensor en el Colegio del Estado de Guanajuato,
y concluyó su carrera a la sazón que comenzaba la guerra contra los
franceses. Se dio de alta en el cuerpo de Ingenieros de la división del
Norte, al mando del general Escobedo, y con él concurrió al Sitio de
Querétaro, cuyos episodios nos contaba con satisfacción, como recuerdos
de su época heroica, principalmente gustaba recordar de la acción del
cimatario empeñada contra los imperialistas que pretendían salir de la
plaza y romper el sitio.
También nos refería de cierta ocasión en que el general don Sóstenes
Rocha quiso conocer su opinión técnica sobre cierta terracería que a guisa
de trinchera había mandado levantar como punto avanzado sobre la plaza.
Luego que sacaron unos objetos que a nuestro ingeniero le parecían
colmenares y, preguntando a Rocha la razón de aquellos aparentemente
inofensivos utensilios, éste le replicó: “Espere usted, no tardarán en
zumbar las abejas”. Y en efecto, a poco rato comenzaron a zumbar las
balas con alarmantísima frecuencia, pues los sitiados hacían blanco en
aquellos audaces paseantes.
Recorrido el parapeto en toda su longitud don Evaristo propuso a Rocha
se bajaran allí; pero éste no aceptó la propuesta porque habrían podido
lastimarse una pierna; hubo, pues que desandar aquel trayecto bajo las
balas enemigas, y por más que aquello atemorizara horriblemente a don
Evaristo, éste siguió al General por pundonor de soldado, y sin replicar
palabra.
Después que triunfó la República, abandonó el servicio militar, retirándose
con una cruz en su pecho, que tenía orgullo en lucir en las grandes
festividades, haciendo notar que la había recibido de las manos mismas
del Benemérito (don Benito Juárez). Don Evaristo fue Jefe político de León
cuando menos en dos ocasiones.
Palacio Municipal de León
Cualquiera creería, con estos antecedentes, que don Evaristo habría
sacado de su vida militar una fisonomía altiva y aire marcial; nada de eso,
su voz tenía esa suavidad de los que temen despertar a alguien o irritar a
su interlocutor; las arrugas de su frente eran todas en sentido horizontal,
por no expresar nunca más que la sorpresa o la compasión, y sus ojos
estaban casi cerrados por la sonrisa de la humildad. Dejaba crecer su
abundante cabellera y las raras veces que se la recortaba lo hacía sólo de
la nuca y de las sienes, dejando una especie de cerquillo que constituía
para él una de sus valiosas prendas. Todos los movimientos de su alma,
lo mismo las pequeñas y transitorias iras, como sus esfuerzos
intelectuales frente a un problema matemático se expresaban
invariablemente por un movimiento de su mano derecha llevándola a la
cabeza y enrollando un mechón de sus cabellos, que de esa manera
formaba rizos que le caían a un lado y otro, y como éstos, por las muy
antiguas capas de variadas y no muy finas pomadas, usadas en las
peluquerías de barrio, y por el no bañarse nunca, despedían un tufillo
rancio y agridulce, los dedos tampoco andaban muy aseados... Como
profesor no sólo era cumplido, sino abnegado. Don Evaristo se empeñaba
en que sus alumnos aprendieran todo sobre matemáticas, pero los
alumnos se daban sus mañas para mostrar lo disipado que tienen los
jóvenes a esa edad...
En medio de aquellas virtudes que hacen a don Evaristo Gutiérrez de
Velasco merecedor de que su retrato se coloque en la Sala de Juntas para
recuerdo de aquel abnegado pedagogo, tenía dos defectos que, siendo
notorios a los muchachos, no por eso disminuían el cariño que le
profesaban, pero sí daban lugar dentro y fuera del Colegio a la constante
chismografía estudiantil. Era el primero de esos defectos una tacañería
llevada a proporciones increíbles... El otro lado flaco que daba lugar a
infinidad de habladurías entre los estudiantes era el de los amoríos del
profesor de matemáticas; cualquiera habría creído que en esa materia no
quebraba un plato; si alguien le dirigía una broma alusiva, se ponía rojo
como una guinda; si una dama le dirigía la palabra no sabía ni dónde
poner las manos; pero en el reino de las criaditas y de las mujeres de
barrio, don Evaristo era capaz de darle quince y raya al propio don Juan...
Era costumbre de don Evaristo comprarle una casita y una máquina a la
dama que procreara familia con él... para que se ayudara, solía decir”.
(Hasta aquí TEO).
Cuentan los familiares y así nos lo hizo saber el Sr. Zamora, uno de los
asesores del Archivo Histórico Municipal, que encontró dos testamentos
dictados por don Evaristo. En el primero dejó dinero a los hijos que
reconoció y en el segundo dejó dinero a las señoras que consideró lo
merecían. Cuando hablemos de la tía Tila veremos cómo se lograron
estas donaciones.
Este es el relato vivido por alumnos de don Evaristo y de los recuerdos
familiares. En la Sala de Cabildos de la Presidencia Municipal todavía se
encuentra su retrato y recordamos otro que estaba en la Escuela
Preparatoria, lo mismo que un dibujo hecho por José Guadalupe Posada
en ocasión del sepelio del director de la Escuela del Estado, el doctor
Mariano Leal.
9. Carlos Gutierrez de Velasco y Romo de Vivar
Por tratarse del abuelo materno y habiendo tenido oportunidad de visitar
Rincón de Romos, Aguascalientes, podemos decir que los datos obtenidos
sobre el abuelo pueden ser más amplios que el resto de los hijos de don
Teodoro. Más con el deseo de hacer solamente una breve reseña sobre
las ramas del árbol familiar, reduciremos en lo posible y seremos justos en
mencionar los rasgos del abuelo Carlos.
Nació Carlos Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar en el risueño poblado
de Rincón de Romos el día 3 de septiembre de 1838, siendo bautizado al
día siguiente en la iglesia parroquial con los nombres de Carlos María de
santa Rosalía, siendo sus padrinos el propio cura párroco don Mariano
López de Nava y la señorita María Inés Calvillo.
A su llegada a León y a la hacienda de Santa Ana, el abuelo ayudó a su
padre don Teodoro en su instalación y en la fundación de una fábrica de
jabón lo mismo que habían hecho en Rincón de Romos.
El abuelo Carlos inició sus estudios en Rincón de Romos y los concluyó
en León, como Tenedor de Libros. Ocupó varios puestos en el H.
Ayuntamiento de la ciudad, llegando a ser Administrador del Timbre,
puesto que desempeñó hasta su muerte.
Sentado el abuelo Carlos y de pie Alfonso
Gutiérrez de Velasco Mena
Comprometido con la buena educación de sus hermanos menores y de los
demás familiares que mandó traer el bisabuelo, hacía llegar a Santa Ana
maestros para que educaran a la familia que residían allá.
El licenciado Mariano González Leal en su obra citada, menciona al
abuelo Carlos formando parte de la comuna y de comités de festejos o de
ayuda a la población sobre todo posterior a la inundación de 1888.
En 1863, a los 25 años de edad, Carlos contrajo matrimonio con la
señorita Petra Mena, hermana del general Francisco Z Mena.
De esta unión vinieron: Angelina, Alfonso, Manuel, Carlos, Teodoro,
Margarita y Luis.
Carlos, Teodoro y Luis murieron jóvenes y solteros. La tía Angelina murió
ya mayor, también soltera y dedicada a obras de caridad y al cuidado de la
Santa Escuela, una capilla que se encuentra a un costado de catedral y
donde estuvo la imagen de la Madre Santísima de la Luz desde la salida
de los jesuitas hasta su traslado a la catedral cuando llegó el primer
obispo. Nuestra madrecita se expresaba muy bien de la tía Angelina, nos
relataba su desapego de lo terreno y las caridades que hacía con los
pobres. Visitó Tierra Santa y de allá trajo objetos valiosos para adornar la
Santa Escuela.
Alfonso Gutiérrez de Velasco Mena casó con la señorita María Sanromán
y tuvieron a: Alfonso, María de la Luz y Carlos. Al tío Alfonso le sucedió lo
que al abuelo, ya que Carlos, su último hijo, fue póstumo.
Manuel Gutiérrez de Velasco Mena estudió ingeniero naval, casó con la
señorita Luz Aranda y tuvieron a: Héctor, María de la Luz, Emma, José
Ignacio y Manuel.
Carlos Gutiérrez de Velasco Mena, como habíamos visto, falleció joven, a
los pocos días de haber muerto el abuelo Carlos y estando todavía en la
hacienda El Carrizal.
Teodoro Gutiérrez de Velasco Mena vivió en casa del abuelo con los
hermanos solteros. Murió joven.
Margarita Gutiérrez de Velasco
Margarita Gutiérrez de Velasco Mena casó con el señor Rosendo Portugal
y tuvieron a: Rosendo, Alfonso, Victoria y María Dolores.
El tío Luis, según nos platicaba nuestra madre era un hermano muy
querido pues cuidaba de ella y como no había mucha diferencia de
edades se veían bien. Siendo joven le gustaba convivir y beber con los
amigos. En una ocasión salió del bar El Salón Venus, y montó su caballo,
por mala suerte se trabó la espuela en el estribo y cayó hacia atrás; el
caballo se espantó y arrancó, llevándose al tío Luis rebotando contra el
empedrado. Lograron parar la bestia y atender al tío Luis pero fatalmente
murió a consecuencia de los golpes en la cabeza.
Enviudó el abuelo Carlos en 1888 y en 1889 casó con nuestra abuela la
señorita María del Socorro Barroso Navarro de 26 años de edad, hija de
don Bartolo Barroso y de doña María Dolores Navarro vecina de Irapuato y
que por parentesco con algunas damas de esta ciudad pasaba
temporadas en León.
El día 29 de enero de 1889 por la mañana, se efectuó el matrimonio del
abuelo Carlos y la abuela Socorro en la santa Iglesia Catedral Basílica,
teniendo como padrinos al señor general don Manuel Orellana y su señora
esposa doña Elvira Torres de Orellana.
Tenía el abuelo Carlos 51 años de edad cuando desposó a la abuela
Socorro, siendo felices durante los pocos años que duró el matrimonio ya
que el abuelo falleció en 1895 en forma casi súbita pues sufrió neumonía
fulminante.
De pie: Ma. Concepción y Ma. Dolores Gutiérrez de Velasco
Sentada la abuela Socorro Barroso
Con parte del dinero de la venta de santa Ana, el abuelo Carlos compró la
hacienda El Carrizal que a su vez formaba parte del latifundio de Jaral de
Berrio por el rumbo de san Felipe Torres Mochas.
Hacienda El Carrizal
En la hacienda El Carrizal, nacieron los hijos de don Carlos y doña
Socorro: Salvador, Ma. Concepción, Pedro y Ma. Dolores (nuestra madre)
quien fue hija póstuma, ya que el abuelo falleció en julio de 1895 y nuestra
madre nació el 23 de agosto siguiente, por lo que no conoció a su padre ni
él la conoció en la tierra, pero nació como él se la imaginaba, blanca, rubia
y de ojos azules como nuestra abuela Socorro.
Salvador Gutiérrez de Velasco Barroso casó con Eufrosina (sic.), y
tuvieron un hijo que murió al nacer. El tío Salvador se dio de alta en el
ejército durante la Revolución muriendo en una batalla.
Relataba nuestra madre que siendo ella chica supo que su hermano se
había ido a la Revolución, escribía ocasionalmente y luego dejó de
escribir, todos estaban preocupados sin tener noticias de él; una noche mi
madre soñó que el tío estaba bajo de un cañón y de repente caían objetos
del cielo y mataron al tío Salvador. Mi madre despertó llorando y decía lo
que había soñado pero la calmaron y la volvieron a dormir. Pasando el
tiempo llegó un mensaje del ejército describiendo la batalla y el
bombardeo donde murió el tío Salvador... A eso le llaman premoniciones.
De izquierda a derecha: Ma. Dolores, Pedro y
Ma. Concepción
Gutiérrez de Velasco Barroso
María Concepción Gutiérrez de Velasco Barroso; la tía Conchita, nació en
la hacienda El Carrizal, fue bautizada en san Felipe y sus padrinos fueron
don Francisco Cayo y Moncada y doña Margarita Raygoza de Cayo
Moncada, condes de san Mateo de Valparaiso y Marqueses de Jaral de
Berrio. La tía Conchita fue una muy abnegada mujer que cuidó de la
abuela y trabajó desde joven, pues habiendo prestado la abuela lo que le
tocó de herencia del abuelo con permiso de prestar a rédito como la
iglesia permitía para las viudas, les daba lo suficiente para vivir. En la
época de la Revolución prestó la abuela en oro y le pagaron con papeles
de Villa. Lo poco que quedó lo fueron gastando en vivir y en los estudios
de los hijos. Así la tía Conchita trabajó toda su vida y ayudaba incluso a
nuestra madre, pues siendo soltera y no teniendo más familia, ya que el
tío Pedro se había ido a vivir a Monterrey… ella contaba con nosotros.
Pedro Gutiérrez de Velasco Barroso casó con la señorita Esperanza
Plascencia y procrearon a: Leopoldo (Polito), María del Socorro, Pedro
Enrique, Salvador, Esperanza, Bertha, María Guadalupe e Hilda.
Al tío Pedro lo conocimos hasta que regresó de Monterrey, pocos años
antes de morir. Sabíamos de él porque mamá, tía Conchita, las primas y
sobre todo la nana Micaela nos platicaban sus odiseas.
De izquierda a derecha: Micaela Martínez (Nana), Ma. Dolores Gutiérrez de Velazco
de Nájera y Pinita Valdivia
Refería la nana que el tío Pedro fue siempre muy inquieto y travieso; se
hacían bromas mutuamente. El tío era muy deportista y hacía mucha
gimnasia... hacía el cristo en las argollas.
Siendo joven salía con amigos de cacería y de juerga. En una ocasión
llegó noche y medio tomado; como la nana le había dicho que se lo iba a
llevar el diablo si se portaba mal, él le contestaba que no le temía al diablo
ni a ella. La nana esperó a que llegara y se durmiera, entonces se acercó
y le amarró los cabellos en un barrote de la cama y luego le hizo ruido;
cuando despertó y sintió que le jalaban el pelo comenzó a gritar, llegó la
nana y dijo que era el diablo que se lo andaba llevando. Por lo pronto el tío
Pedro perdió algo de pelo y se llevó su susto.
Cuando regresó tío Pedro de Monterrey nos contaba muchas anécdotas
de su vida. Le gustaba la cacería y jugar a la lotería. Se sacó premios
cuando menos en dos ocasiones. Puso una fábrica de zapato y le fue
bien, después se acabó. Con el tiempo y la añoranza, regresó a León...
pasaba horas platicándonos sus experiencias en la vida y otras mil
ocurrencias.
María Dolores Gutiérrez de Velasco Barroso. Nuestra querida madre nació
en la hacienda El Carrizal el 23 de agosto de 1895; hija póstuma, con la
pérdida irreparable del padre. Regresaron a León (después de la
cuarentena de mi abuela), donde pudieron estar mejor antendidos y más
protegidos por familiares y amigos.
Los hijos mayores del abuelo decidieron vender la hacienda a un señor de
apellido Manteca y al parecer la conservó hasta su muerte, solo que le
tocó el reparto agrario dejándole la casa y unos terrenos que ya no cuidó
mucho, tanto por la formación de los ejidos como por su edad y sus
enfermedades.
Ma. Dolores Gutiérrez de Velasco Barroso
A Miguel le tocó visitar y tomar fotos de lo que queda del casco de la
hacienda. Platicando con algunos rancheros dijeron haber conocido la
hacienda cuando todavía no se hacía el reparto agrario. Contaron que la
hacienda era muy bonita, tenía huertas y mucha agua. Tenía su presa y
las tierras lindaban con Jaral de Berrio, se vivía bien. Recordaron al señor
Manteca y dijeron que a su muerte los sobrinos se quedaron con la tierra
pero prefirieron hacer otra casa ya más moderna que se puede ver a la
pasada.
En vista que la abuela sufrió la pérdida del marido no pudo darle pecho a
nuestra madre y entonces le consiguieron una nodriza que fue la querida
Micaela (Tita). Esta mujer que a los 15 años llegó a la casa después de
haber perdido a su hijo recién nacido, era oriunda de la Tlachiquera
(Nuevo Valle de Moreno); defendía con mucho orgullo su origen indígena.
Fue amorosa y leal con nuestra abuela, parientes y tíos, pero de manera
especial con nuestra madre y con nosotros hasta su muerte. Micaela
cuidaba de la abuela, de la familia entera y se echaba a cuestas tareas
que en principio no le correspondían pero lo hacía con la misma entrega.
Apoyada y aconsejada por el doctor y tío Rosendo, la abuela iba dando
educación a sus hijos a la vez que acomodaba el dinero para vivir de los
réditos.
Nuestra madre fue a estudiar al Colegio san José que había fundado el
querido padre Anda. Este santo personaje llegó de san Juan de los Lagos
recién ordenado sacerdote, desempeñándose como auxiliar del obispado
de san Luis Potosí a donde había sido requerido a León para ayudar al
nuevo obispo.
Siervo de Dios Pablo Anda
Cuenta la historia leonesa que el Sr. Diez de Sollano y Dávalos, primer
obispo de León, supo de las virtudes y empeño de este sacerdote y lo
invitó a venir a colaborar a la diócesis. Se corrieron los trámites y por fin
llegó tan abnegado sacerdote iniciando su labor en la Catedral de León,
dedicándose al culto de la Madre Santísima de la Luz Patrona de la
Diócesis y a seguir con sus caridades.
Entre las muchas actividades que el padre Anda se propuso, además de
las propias de su grado en la catedral, era sacar a los borrachitos de las
cantinas y llevarlos a un hospicio que acondicionó.
Recogía así mismo niños huérfanos o abandonados. Fundó el primer
hospital particular que llamó de san José y cuando le asignaron el
Santuario de Guadalupe para que lo reconstruyera, fundó la Orden de las
Hijas Mínimas de María Inmaculada instalándolas en las casas adjuntas al
Santuario a donde además se llevó el asilo y el Hospital san José.
Con la idea de propiciar una buena educación a las niñas de sociedad,
fundó el Colegio de san José consiguiendo buenos maestros... a través de
los años sería el Instituto América todavía activo igual que sus otras obras.
Nos contaba nuestra madre que ella estaba como media interna en el
colegio y allí aprendió a cantar, bordar, tocar la mandolina y finalmente
cursó los estudios de normal, logrando terminarlos justo cuando estaba
en pleno la Revolución, razón por la cual no le extendieron título. Trabajó
como maestra en algunas escuelas particulares pero como sufría al parejo
con los niños, mejor la sacaron y la pusieron a trabajar como secretaria y
fue cuando conoció a nuestro padre don Esteban Nájera Reynoso con
quien se casó el 30 de mayo de 1923.
Esteban Nájera y Ma. Dolores Gutiérrez de Velasco
el día de su boda
De ese matrimonio nacimos: José de Jesús 1, José de Jesús 2, María
Teresa, José Luis, Salvador Carlos, Luz María, José Javier y Miguel
Esteban.
Algunas anécdotas de la calidad y temperamento del abuelo nos fueron
relatadas por parientes de la abuela que vivieron con ellos en El Carrizal.
Dice la tía Aurora Barroso: “Fuimos siete personas las que convivimos con
la parienta Socorro y todos agradecimos la hospitalidad de don Carlos. En
cierta ocasión que don Carlos regresó de León a la hacienda, preguntó si
no había novedad, a lo que le contestaron los administradores que habían
sorprendido a un peón robando elotes y lo tenían encerrado en la troje
esperando que él decidiera lo que se haría con el culpable. La reacción
inicial del abuelo, como suele ser la de todo aquel que descubre que lo
están robando fue de enojo, tomó un fuete y entró a la troje para castigar
al ladrón, cosa que era lo más común en aquella época. Antes de
castigarlo le preguntó la causa por la que estaba robando y por qué había
escogido su hacienda para robar, a lo que el peón le contestó: “patroncito
¿qué haría su merced si tuviera mujer e hijos que le lloran de hambre y
usted no tuviera qué darles?...” Dice la tía Aurora que el abuelo lloró con el
ladrón y lo perdonó pero le dijo que en lo sucesivo mejor solicitara ayuda
ya que en la hacienda no se le negaba nada a nadie. Acto seguido ordenó
se le devolviera lo que estaba robando y además le entregaran frijol y
alimento para sus hijos y se le ofreció trabajo en la hacienda.
También acostumbraban los peones pedirle a don Carlos les apadrinara a
sus hijos y el amo Carlos no se negaba. A partir de entonces se decían
“compadre” con el respeto que ambos se merecían. Era también
costumbre que si un compadre llegaba a saludar al abuelo a la hora de los
alimentos, se le pasaba a la mesa y se le servía, con la renuencia de sus
hijos mayores a quienes les molestaban los malos modales de los
campesinos, cosa que tenía sin cuidado al abuelo. Las ocasiones de
poner a prueba la paciencia de sus hijos eran muy frecuentes, pues había
un tal “compadre Chón” que aprovechaba muy seguido tratar asuntos con
el abuelo a la hora de las comidas... y ni modo”.
El mes de julio era el tiempo de aguas. El abuelo viajaba a León para
atender asuntos referentes a su posición como Administrador del Timbre y
tal vez otros asuntos. En esa ocasión, en julio de 1895, regresó del largo
viaje de León a la hacienda, se quitó la ropa, pues iba sudando, se sentó
en un lugar ventilado y tomó agua fresca. Por la noche comenzó con
dificultad para respirar y fiebre; lo atendieron en la hacienda pero viendo
que empeoraba lo llevaron a León para que lo atendiera su hermano, el
doctor Rosendo, siendo imposible todo esfuerzo médico, falleciendo
justamente el día que la iglesia celebra al Señor de Esquipulas. Siguen
comentando los familiares que cuando llegó la noticia a la hacienda y a
san Felipe Torres Mochas, la gente muy consternada repetía: “Ha muerto
el amo Carlos” y hasta suspendieron la fiesta para rogar por su alma”.
10. Domitila Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar
La tía Tila fue la última hija del primer matrimonio del bisabuelo Teodoro.
Llegó a León chica y al cuidado de su tía y madrastra Rafaela. Según
cuentan los familiares la tía Tila fue de mucha ayuda para la tía Rafaela ya
que tuvo los otros hermanos que quiso mucho. Con el carácter propio de
los Gutiérrez de Velasco, acostumbraban a determinada edad comprar su
casa para irse a vivir aunque fueran solteros o solteras.
Don Toribio Esquivel (Op. cit.) relata que el tío Evaristo acostumbraba
cambiarse de casa con cierta frecuencia, vivía de sus rentas y de lo que
había logrado con su trabajo. Igual hizo la tía Tila aunque ella no cambió
su residencia muchas veces. Hacía caridades y estaba muy al pendiente
de las acciones de los hermanos, en especial las del travieso Evaristo a
quien le hacía ver la obligación que tenía de proteger a los hijos y señoras
que tenían hijos de él. Así logró lo que habíamos comentado acerca de los
testamentos que hizo en su momento.
Contaba la nana Micaela que en cierta ocasión vieron muy mal a la tía
Tila, perdía peso y se fatigaba con facilidad. Le preguntaban si tenía
alguna molestia y ella prudentemente decía que no. Inquietos por su salud
y la pérdida de su buen carácter, le pidieron a su hermano el doctor
Rosendo la revisara. Así lo hizo el doctor Rosendo, entró a la habitación
de la tía Tila, la interrogó y la examinó... al cabo de un rato salió llorando el
doctor Rosendo y les comentó a los familiares que la tía Tila tenía cáncer
ya muy avanzado. Preguntándole el por qué había callado esa espantosa
tumoración, la tía Tila les confesó que desde que comenzó con sus
dolores se los ofreció a Nuestro Señor para que Evaristo se enmendara.
De esta manera se logró que el tío Evaristo hiciera los repartos
correspondientes por mediación de la mártir Domitila.
11. Genealogía: Los hijos de don Teodoro Gutiérrez de Velasco
y doña Rafaela Romo de Vivar
Don Teodoro Gutiérrez de Velasco doña Rafaela Romo de Vivar,
procrearon a: José María, Pilar, María de Jesús, Rosendo y Francisca.
12. José María Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar
El tío Pepe casó con una señorita de apellido Jáuregui, tuvieron
descendencia y al parecer vivieron en Aguascalientes. Todavía
recordamos a una prima de nuestra madre llamada Clementina que vivió
un tiempo en León y después se fue a vivir a Toluca.
13. Pilar Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar
Solamente sabemos que la tía “Pila” casó ya de edad madura con un
licenciado de apellido Acosta y no tuvieron descendencia. La tía era muy
alegre y seguido viajaba con su esposo y pasaba temporada en la
hacienda que tenían.
14. María de Jesús Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar
Bebé Padilla nos hizo favor de proporcionarnos los datos sobre esta rama
familiar:
“María de Jesús Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar, hija de la
excelentísma Marquesa del Rincón, doña Rafaela Carmen Luisa Romo de
Vivar Ortiz y del señor don Teodoro Gutiérrez de Velasco, casó con el
señor Licenciado don José de la Luz Fuentes y Ramírez Sandoval,
procreando a: Natalia, Arturo, Rebeca, Concepción y Benjamín.
Natalia casó con el señor Miguel Lavalle y tuvieron a: Natalia, Luz y
Manuel.
El licenciado Arturo murió joven y soltero.
Nuestra querida madrecita Rebeca, casó con nuestro padre, el señor
Miguel Eduardo Padilla y Moreno, procreando a: Concepción, Piedad,
Ricardo Manuel, Rebeca, Catalina, Arturo, Jorge, Miguel Angel, Luz María
y Berta.
Concepción casó con el señor Luis Angel Peláez y tuvieron a: Luis Angel,
Carmen y María Cristina.
Benjamín casó con la señorita Francisca Beraud y no tuvieron hijos” (hasta
aquí la Bebé Padilla).
La tía Jesusita, como cariñosamente le llamaban en familia, fue propietaria
de la hacienda El Paso de la Canoa, en los límites de Guanajuato con
Querétaro.
15. Rosendo Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar
El tío Rosendo, personaje distinguido no sólo por su abolengo familiar sino
por su desempeño y virtudes, ha dejado un historial que se comenta en
escritos que van desde el Archivo Histórico Municipal de León, las
Memorias de don Toribio Esquivel Obregón (Op. cit.), León, su trayectoria
y destino (OP. cit.), hasta por tradiciones populares, recuerdos familiares y
una nota necrológica que tuvo a bien enviarnos la querida prima Lourdes
Torres Gutiérrez de Velasco, nieta del querido tío Rosendo.
Dr. Rosendo Gutiérrez de Velasco
En los Recordatorios del licenciado Esquivel Obregón aparece el doctor
Rosendo como una persona muy apreciada por los estudiantes del
Colegio del Estado donde dio clases de Filosofía y Lógica. Ocupó cargos
en la comuna y fue diputado estatal.
Casó en primeras nupcias con la señorita Enedina Portillo Martín del
Campo y procrearon a: Rafael, Rosendo, Enedina, Luz, Paz y David.
Rafael Gutiérrez de Velasco Portillo casó en los Estados Unidos con la
señorita Ideth. No tuvieron descendencia.
Rosendo Gutiérrez de Velasco Portillo casó con la señorita Beatriz Padilla
y tuvieron a: Rosendo, Beatriz, Jorge 1, Jorge 2, Manuel, Ricardo, Alicia,
Gustavo y Guillermo.
Enedina Gutiérrez de Velasco Portillo casó con el señor Efrén Torres y
tuvieron a: Lourdes y Paz. Tuvimos la dicha de conocer y tratar a la tía
Nina y a sus hijas. La tía Nina fue una prima muy querida de la tía
Conchita y de nuestra madre; a nosotros nos tocó la suerte de conocerla y
tratarla en reuniones y ocasiones que nos pedía ayuda para hacer sus
actos de caridad. Recuerda Miguel algunas veces que nos pedía embarcar
calzado y prendas de vestir para los indígenas tarahumaras; enviábamos
las cajas por ferrocarril a la estación Sisoguiche, Chihuahua a nombre del
padre Carlos Díaz Infante. Tenía puntadas muy de los Gutiérrez de
Velasco. Una ocasión, nos contó nuestra madrecita, vieron a Nina vestida
de luto y le preguntaron el motivo; contestó que Efrén su marido se había
infartado y estuvo muy malo. Vino un médico de México a verlo y ella le
preguntó si Efrén moriría, a lo que el galeno le respondió que lo veía muy
malo y podía morir. Ella se mandó hacer varios vestidos para el luto, más
como Efrén no se murió, ella comenzó a usar los vestidos para no
desperdiciarlos.
Lourdes y Paz vivieron entre nosotros muchos años, luego Paz se casó y
fue a vivir a san Luis Potosí y luego a México. Cuando vivía en México, fue
Miguel a saludarla a casa de Lourdes y le contó que tía Nina últimamente
le pedía después de desayunar la llevara a su cama y la acostara con las
manos cruzadas, Lourdes le preguntaba el motivo y ella decía que quería
ver cómo estaría ya muerta. La tía Nina murió en México. Lourdes acaba
de morir en México. Queda Paz con hijos y nietos.
Luz Gutiérrez de Velasco Portillo fue religiosa, luego salió del convento y
vivió en León. Recordamos a la tía Luz acompañada de su asistente. Vivió
por el rumbo del Calvario y murió haciendo el bien a la gente de su barrio.
Paz Gutiérrez de Velasco Portillo fue religiosa. Estuvo toda su vida con las
Hermanas de la Caridad y falleció ya muy anciana en México.
David Gutiérrez de Velasco Portillo. Tío David fue soltero y vivió de sus
rentas. Propietario de la hacienda El Ocote por el rumbo de Romita. Le
fue “repartida” la hacienda en la época de la post-Revolución y esto le trajo
una gran desilusión pues creía firmemente en la justicia revolucionaria.
Mandó y escribió Cartas Abiertas al gobierno pero nunca logró recuperar
su propiedad, aunque le enviaban cartas aclaratorias. Tío David fue un
personaje que todavía se le recuerda en nuestro medio por su arrojo y su
lucha contra las injusticias. Nos platicaba nuestra querida madrecita que
en una ocasión durante la Cristiada, se llevaron a la tía Nina y a otras
jóvenes de la sociedad leonesa a los separos de policía porque vestían de
negro y era una orden que no vistieran así so pena de ser orinadas por los
caballos. El tío David al saber la noticia fue a los separos e increpó y retó
a duelo al encargado de la plaza quien no tuvo más remedio que soltarlas.
A la mañana siguiente llegó con dos pistolas al establecimiento de dicho
personaje y le pidió se dieran de balazos, pues así como era hombre para
tratar mal a las damas debía ser hombre para morir. El personaje en
cuestión se escondió bajo del mostrador y el tío David le soltó unos
balazos en el suelo.
En otra ocasión se lo encontró en el jardín y volvió a sacar la pistola para
matarlo pero el susodicho señor se guareció en los pilares del portal a la
vez que los amigos del tío David lo desarmaban.
Vivió en el rancho El Maguey, otra de sus propiedades. Tenía su nana que
lo cuidaba y su yegua que quería mucho. Cuentan los familiares que tuvo
una novia y se andaba casando; una vez le dijo a la novia que la quería
tanto como a su yegua y ese fue motivo para que lo terminaran.
El tío David visitaba a la tía Conchita y en ocasiones le pedía lo dejara
dormir la siesta; cuando salía dejaba un peso en alguna mesa. Mi tía le
decía que no tenía que pagar, y él contestaba que si fuera a un hotel
pagaría más.
David Gutiérrez de Velasco
Cuando venía la tía Lupa, su hermana, se hospedaba en casa de la tía
Conchita. El tío David iba a visitarla y casi siempre terminaban mal pues
cada cual sostenía su punto de vista y no cedía. Nosotros gozábamos
mucho aquellas discusiones pues tomaban con mucha vehemencia sus
posiciones sobre el tema que fuera.
El tío David escribió unos pensamientos sobre El Arbol en las basamentas
del arco de la Calzada; primero lo hizo con carbón y luego los mandó
esculpir. Todavía se conservan esos pensamientos de algún inspirado
poeta que tío David quiso se conservaran para la posteridad.
En sus últimos años, el tío David sólo y cansado, solía viajar desde el
Maguey hasta León y ya le costaba trabajo montar a caballo. Los sobrinos,
hijos de su hermano Rosendo estaban al pendiente de él y lo
consecuentaban. En una ocasión fue a ver al Dr. Isla Cosío pues traía
molestias urinarias. El Dr. Isla le pidió unos exámenes para operarlo, pero
al ver el resultado le dijo que se quedara así; el tío David le pidió
explicaciones y terminó diciendo el Dr. Isla que tenía cáncer; esto fue
suficiente para que don David tomara la decisión final. Escribió una carta a
los sobrinos dejando sus disposiciones y la manera de cubrir sus deudas;
luego fue a una funeraria y pidió le hicieran una caja de madera sencilla,
más o menos de su tamaño (un poco más, porque al morir, se estiran),
pintada de negro y un letrero que dijera: “Dios mío, perdóname”.
Arco de la Calzada en León
El muertero tomó las medidas y le dijo que volviera a las dos de la tarde
por la caja. Llegó tío David con una bolsa de papel en la mano y le pidió al
joven pusieran la caja en suelo pues se iba a medir. Subió a la caja, sacó
la pistola que traía en la bolsa de papel, pero el de la funeraria se la
arrebató y le pidió mejor fuera por un familiar para recoger la caja. Tío
David le pidió lo dejara consumar su hazaña pero ya le habían confiscado
el arma. Salió de allí y se fue a la casa del ahijado que vivía cerca de la
funeraria; entró y saludó a la familia y les dijo iba a descansar.
Preguntando dónde había dejado la pistola su ahijado, le dijeron que
donde siempre: “Está bien, sigan comiendo que yo voy a dormir”... entró al
cuarto y al rato oyeron una detonación y fueron a ver, encontrando el
cadáver ya sin vida del querido tío David. Descanse en Paz.
El doctor Rosendo enviudó de la tía Enedina Portillo y según relata el
licenciado Toribio Esquivel Obregón en su obra citada, esto le provocó
inusitada angustia; lo mismo menciona un chisme que corrió por la ciudad
sobre que la tía Enedina había sido enterrada viva y que al abrir su tumba
que estaba en el Santuario encontraron su cadáver boca abajo y como
tratando de empujar la tapa de la caja. Otra versión fue que el doctor quiso
ser sacerdote a la muerte de su esposa y que iba a aprender teología con
un sacerdote y luego se quiso casar con la hermana del clérigo. Lo cierto
es que conoció a la señorita Guadalupe Doblado, hermana del general
Manuel Doblado y con ella se casó. De este matrimonio vinieron María
Guadalupe y Javier.
Javier casó con la señorita María de la Luz Fuentes y no tuvieron
descendencia. Al parecer el tío Javier murió joven.
La tía “Lupa”, como le conocimos todos, vivía en México desde la época
que la conocimos. Venía a León con motivo de la feria del 20 de Enero y
aprovechaba para comprar artículos de piel que vendía en México.
Tía Lupa tenía un carácter muy firme, fumaba mucho y por ello su voz era
ronca. Como llegaba regularmente a hospedarse a la casa de tía
Conchita, aprovechábamos que estaba en León para ir a escuchar sus
pláticas que eran muy interesantes. Tía Lupa leía mucho, viajaba por todo
el mundo y era radicalmente católica y firme defensora de los derechos de
la mujer. Escribía en revistas femeninas de México capital y por ellas nos
dimos cuenta de sus firmes opiniones.
Ya mencionamos los debates que había con el tío David y sus muy
frecuentes desacuerdos por lo que terminaban mal en muchas ocasiones.
En una ocasión, nos enteramos que el tío David estaba internado en el
sanatorio donde pasaba visita Miguel y fue a saludarlo.
El tío David le dijo que Lupa lo había llevado a jurar para que no tomara y
solamente le aguantó dos semanas. Fue a la peluquería a que le
arreglaran barba y pelo. Cuando el peluquero le puso alcohol, tío David le
increpó: “Ya me hiciste quebrantar...” Acto seguido se fue a la cantina y
tomó para reponerse... por ello lo tuvieron que internar pues se deshidrató
y se vio muy mal.
Tía Lupa murió a consecuencias de un atropellamiento. Dijo la prima
Lourdes que como se había cambiado de casa no conocía muy bien el
rumbo. Una mañana se fue a misa y a su regreso no se fijó bien del
sentido del tránsito y un auto la atropelló. La tía estuvo consciente y no
pidió nada contra el chofer pues aclaró que ella no se había fijado al
atravesar y que por favor no le hicieran cargo alguno al chofer. La
internaron en un sanatorio y allí murió a consecuencias del accidente.
Descanse en paz la tía Lupa.
Volviendo a los datos biográficos del doctor Rosendo y teniendo a la mano
la copia de la NECROLOGÍA que publicó la Gaceta Médica Mexicana el
1o. de Agosto de 1902, nos honramos en transcribirla:
NECROLOGÍA
EL SR. DR. ROSENDO GUTIERREZ DE VELASCO.
“El Cuerpo Médico Mexicano, la sociedad y Nuestra Patria, acaban de
experimentar otra nueva y dolorosa pérdida en la persona del ilustrado
facultativo con cuyo nombre encabezamos esta luctuosa sección.
El día 15 del pasado Junio a las 7 y 50 de la mañana, expiraba en la
ciudad de León (Gto.), el hábil, virtuoso y modesto Dr. Rosendo Gutiérrez
de Velasco, causando tan funesto acontecimiento consternación profunda
y legítima en una población que supo estimar en todo su valor los méritos
del finado.
Éste nació en Rincón de Romos (Aguascalientes), en 1848; recibió su
educación primaria en León, la secundaria en Guanajuato y la profesional
en México, siendo hijo distinguido de esta Facultad, de la cual recibió su
título en 1872, escribiendo para ello una Tesis, que por su mérito llamó la
atención.
Colegio del Estado. Guanajuato
Radicado en León, desempeñó siempre puestos de importancia; fue con
frecuencia Regidor, fue Diputado al Congreso del Estado; recién abierta la
Escuela de Instrucción Secundaria fue nombrado Profesor de Lógica y
Filosofía en ese Plantel, y murió siendo director del Hospital Civil, puesto
que desempeñó con maestría y conciencia.
Profesionalmente juzgado por el unánime consenso de todos los
compañeros que tuvieron oportunidad de apreciar sus dotes especiales, el
Dr. Gutiérrez de Velasco fue Médico de profundos conocimientos y clínico
muy notable, tanto en el terreno médico como en el quirúrgico, siendo por
ello consultado siempre al presentarse los más arduos problemas, por
Médicos y pacientes.
Su constante dedicación al estudio lo hizo sobresalir en Pediatría; le hizo
notable en Ginecología, habiendo practicado últimamente notables y
felices laparotomías, de las cuales sólo una envió a nuestra Crónica
(Tomo II, pág. 1 y 58); le hizo digno de encomio en Oftalmología, habiendo
formado una extensa estadística, no publicada aún, de operaciones de
Catarata, habiendo sido siempre ferviente partidario del procedimiento de
Von Graefe, la extracción lineal complicada, que algunas veces sustituía
con uno de los procedimientos de Wecker, la extracción a colgajo
periférico, pero sin omitir nunca la iridectomía; y su dedicación por último,
le hizo acreedor al título de entendido y diestro cirujano.
Con vastísima práctica y dotes de observador tenía incalculable tesoro de
experiencia, refiriendo cuando era oportuno casos clínicos que deberían
haberse consignado, discutido y estudiado.
He aquí lo que sobre este punto nos escribía en reciente carta nuestro
laborioso y excelente amigo el Dr. José de Jesús González: Para dar una
idea de lo que se ha perdido al hundirse en las sombras del sepulcro el Dr.
Gutiérrez, suscintamente le relataré el hecho clínico siguiente, que varias
veces me relató él mismo.
Dr. José de Jesús González
“Erase un hombre hallado por la policía, vagando sin rumbo fijo;
interrogado sobre su procedencia, domicilio, nombre, ocupación, etc., no
se obtenía respuesta alguna; su mirada incierta, sin expresión y vaga,
traducía con perfección la ausencia o el letargo de sus facultades
mentales. Fue llevado al Hospital, permaneciendo allí muchos meses,
absolutamente mudo, impasible, sin una sonrisa, sin que una lágrima, sin
que una expresión de disgusto o de placer viniera a revelar una volición o
un sentimiento en aquella esfinge singular. ¿Por qué causa había
sobrevivido y existía aquella inhibición de la función del lenguaje,
coincidiendo con el mutismo de todos los afectos, de las emociones todas
y todas las aspiraciones del espíritu? Misterio inexplicable...
Una hermosa mañana aquella extraña personalidad hallábase sentado
junto a un grupo de empleados del Establecimiento, llegando casualmente
alguien que, saludándoles en italiano, pronunció la breve frase BUON
GIORNO... ¡Oh prodigio inesperado!. El semblante frío, inmóvil y sin vida
de aquel hombre, se animó instantáneamente, brilló la inteligencia en su
mirada y como un torrente que rompe el dique y se desborda
impetuosamente, brotó en raudos borbotones la palabra, surgió el verbo,
tanto tiempo encadenado por una traba oculta y correctamente, sin el
menor tropiezo, con claridad, con energía y placer, dijo ser italiano, reveló
su nombre, su oficio y los episodios de su vida!... Estaba curado. Yo me
permitía indicar al Dr. Gutiérrez mi creencia de que esa rara enfermedad
era un caso de AMNESIA GENERAL DE ORÍGEN HISTÉRICO, en que
dos palabras del idioma nativo bastaron para despertar la función del
lenguaje, como basta el choque más ligero para hacer estallar un
explosivo”.
................................................................
El Dr. Gutiérrez fue reo del pecado que por desgracia comete la inmensa
mayoría de los médicos mexicanos, el no escribir, y por semejante omisión
llevarse consigo el cúmulo de observaciones y enseñanzas que se han
recogido durante una larga práctica y que significan el fruto maduro de una
vida de estudio y de trabajo.
Nuestro querido amigo, nuestro eterno ausente, tuvo sin embargo la
disculpa que no solamente borra esa falta, sino que la justifica y la
enaltece. La parte de su vida no dedicada al trabajo profesional, lo fue a la
más hermosa, noble y santa de las virtudes: la CARIDAD.
San José María de Yermo y Parres
Dotado de un corazón bien nacido y generoso, atendía siempre gratuita y
empeñosamente a los desheredados de la fortuna, enjuagaba las lágrimas
arrancadas por la orfandad o la desgracia, socorría a los necesitados y
hacía menos penosa la carga de la ancianidad con su ayuda pecuniaria y
profesional. A ellos, a los ancianos y a los niños se consagró el Dr.
Gutiérrez de Velasco, fundando, en compañía del sacerdote José Yermo y
Parres actualmente en Puebla.
En aquel edificio no muy extenso, pero limpísimo, alegre, muy bien
dispuesto y bien acondicionado, con hermosas vistas y condiciones
higiénicas admirables, que con su fundador y querido amigo nosotros
visitamos hace 3 años, pasaba el Dr. Gutiérrez sus horas plácidas
disfrutando la envidiable satisfacción que en el alma engendra el
cumplimiento del deber Cristiano de hacer el bien. Allí pasaba año por año
el inolvidable ausente, el poético día de Noche Buena, recibiendo de sus
asilados las bendiciones a que era acreedor, la ofrenda perfumada de una
merecida y justísima gratitud.
La muerte de Rosendo Gutiérrez de Velasco, conmovió rudamente a la
pacífica sociedad de León. Todas las clases sociales, desde el banquero
acaudalado y hombre de letras distinguido hasta el humilde obrero,
rindieron cariñosísimo homenaje al amigo intachable, al médico inteligente
y al benefactor de sus semejantes.
Y como preciadas perlas, cayeron también sobre su féretro las lágrimas de
los niños y niñas del ASILO que vieron desaparecer a un padre.
Los hombres de esta clase no debieran de morir jamás, y ya que huyen
buscando el reposo eterno, su nombre y su memoria deben conservarse
por constituir un timbre de orgullo y nobleza para la Humanidad.
Dr. E. L. ABOGADO.
16. Francisca Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar
Mamá Pachita, como cariñosamente le decía el bisabuelo, casó con don
Antonio Madrazo y Gómez, comerciante español que llegó a León para
instalar la tienda La Primavera.
Familia Madrazo Gutiérrez de Velasco
Les transcribimos unos apuntes familiares que escribió su hijo, el tío
Fernando y que nos fueron proporcionados por el doctor Manuel Torres
Madrazo, hijo de Josefina Madrazo Manrique.
“Mi MADRE... Doña Francisca Gutiérrez de Velasco y Romo de Vivar, hija
de la excelentísima señora Marquesa del Rincón.- Sus padres fueron: Don
Teodoro Gutiérrez de Velasco y Doña Rafaela Romo de Vivar.
Nació en Rincón de Romos, Aguascalientes el día 1o. de Diciembre de
1849... Falleció en la ciudad de México el día 31 de Octubre de 1927 a los
77 años 11 meses.
Mi señora madre fue noble y aparte de noble fue santa.- Nunca salieron de
sus labios palabras ofensivas para nadie; fue queridísima en León, Gto.,
donde le llamaban todos sus familiares y no familiares, todo León:
“Mamá Pachita”.
Casó en León, Gto. con nuestro padre, el español Antonio Madrazo y
Gómez el día 1o. de Diciembre de 1865 y tuvieron los siguientes hijos:
José, María, Rafaela, Josefina 1a., Antonio, Filiberto, Clotilde, Josefina
2a., Fernando y Eduardo.
Mi hermano José.- Nació en León el día 10 de Julio de 1867, un jueves a
las seis de la mañana.- Falleció en León, Gto. el mes de Enero de 1934.
Mi hermano José siempre vivió de sus rentas.
Mi hermana María.- Nació en León, Gto., el 24 de Diciembre de 1868,
Miércoles a las dos de la mañana.- Murió en el mes de Febrero del año de
1946.
Mi hermana María se casó la primera vez con el señor E. España. La
segunda vez con el señor Ignacio García Peña. Fueron y son sus
hijastros: Pedro, Ignacio y Salvador García Téllez.
Mi hermana Rafaela.- Nació en León el día 12 de Agosto de 1870. Se
casó con Manuel Palomar y tuvieron estos hijos: Manuel, nació mal. María
de Lourdes, Victoria 1a., Victoria 2a., Rafael, Esperanza y Manuel Antonio.
Mi hermano Antonio.- Nació en León. Gto., el día 7 de Julio de 1874.
Falleció en León, el día 13 de Abril de 1941. Se casó con Concepción
Manrique y tuvieron a: Antonio, Concepción (fue un gran personaje). Raúl
1o., Raúl 2o., Carlos, Mercedes y Alfonso.
Fue mi hermano Antonio un gran amigo y mi buen compadre, me quiso
más que a sus hijos y fue: Capitán en el Colegio Militar de Ingenieros.
Presidente Municipal de León. Diputado Federal. Oficial Mayor de
Hacienda. Presidente de la Comisión Nacional Bancaria. Gobernador de
Guanajuato. Presidente de la Comisión de Caminos. Consejero del
Presidente de la República. Consejero del Banco de México.
Subsecretario de Economía y Presidente de los Ferrocarriles Nacionales
de México.
Mi hermano Filiberto.- Nació en León el día 22 de Agosto de 1877. Se
casó primero con Ignacia Boleaga, después con Esther Boleaga y
finalmente con Victoria Morales. Con las dos primeras esposas no tuvo
descendencia y con la última tuvo a: Filiberto, muerto. Arturo, Victoria,
Ernesto, Mariquita y Teresa. Fue dueño de la Hacienda de Primavera y
presidente municipal de León, Gto. Murió en México en enero de 1952.
Mi hermana Clotilde.- Nació en la Hacienda de Santa Ana del Conde el día
3 de Junio de 1879. Casó con mi buen compadre Francisco Urtaza y
tuvieron a Octavio (que acaba de morir), Francisco y Domingo, muerto.
Fueron dueños de la Hacienda de Duarte.
Mi hermana Josefina.- Nació el día 26 de Noviembre de 1882 en León,
Gto., y falleció en México el día 5 de Enero de 1950.
Yo fuí la adoración de mi pobre hermana quien sufrió mucho por sus
grandes enfermedades. Dios la tenga en su Santo Reino.
Fernando Madrazo Gutiérrez de Velasco.- Mi esposa Luz Hernández
Olavarrieta, falleció en León el día 2 de Noviembre de 1944. Fue mi
esposa una gran Dama y una gran mujer, el único defecto que tenía era
que rayaba en la manía de la limpieza: me bañaba todos los días, no
permitía que fumara y echara la ceniza en sus pisos; no permitía que
tuviera una sola hebra de hilo en mis trajes. Se bañaba tres veces al día y
se lavaba las manos tanto, que los médicos dijeron que se le iba a caer la
piel. Yo fui su marido, su hijo, su amigo y todo para ella. Su muerte y la de
mi madre han sido los golpes más fuertes que la vida me ha dado ¡Qué
gran mujer! Descansa en paz.” (hasta aquí los apuntes de tío Fernando).
Quisiéramos seguir contando más anécdotas sobre la familia pero mejor
les comentamos que en diciembre de 1993 nos reunimos por primera vez
los Gutiérrez de Velasco que pudimos comunicarnos.
Los Misioneros de la Natividad de María que viven en santa Ana del conde
nos oficiaron misa y nos permitieron reunirnos en el pórtico de la casa de
la hacienda. Estuvimos muy contentos y removimos el árbol familiar.
Año y medio después se pudo hacer otra reunión en misma santa Ana.
Esperamos se animen los que esto lean y nos volvamos a juntar...Vale la
pena.
Los compiladores

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