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Harvey Karp, M.D.
EL BEBÉ
MÁS FELIZ
El mejor método
para entender a tu bebé,
calmar su llanto
y favorecer un sueño tranquilo
palabra
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Este libro contiene consejos e información relativos al cuidado de los lactantes. Su intención no es sustituir el consejo
del médico y debería utilizarse como complemento antes que
como sustitutivo del cuidado y consejos usuales del pediatra
de tu hijo. Dado que cada niño es diferente, las cuestiones específicas de tu hijo deberías consultárselas al pediatra.
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A los generosos corazones
de los nuevos padres de cualquier parte,
y a nuestros dulces bebés,
que llegan al mundo
con tanta confianza.
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INTRODUCCIÓN
CÓMO REDESCUBRÍ LOS ANTIGUOS SECRETOS
PARA CALMAR EL LLANTO DE LOS BEBÉS
Cuando empecé mis estudios de pediatría a principios de la década de 1970, no era consciente de lo fácil que era calmar a los bebés cuando lloran. Durante mi formación académica en el Albert
Einstein College de Medicine, mis profesores me enseñaron que
los bebés lloran a causa de los dolores provocados por los gases, y
que había dos enfoques válidos para aliviar el cólico del lactante.
El primero era probar el consejo de las abuelas de coger en brazos, acunar y tranquilizar. Si fallaba, entonces había que probar la
medicina: sedantes (para inducir al bebé al sueño); antiespasmódicos (para tratar los retortijones); o las gotas carminativas (para
ayudar a expulsar los gases).
Sin embargo, hacia el final de esa misma década de 1970, se
empezaron a cuestionar estas tres soluciones médicas. Sedar a los
bebés se consideraba fuera de lugar. Los médicos dejaron de utilizar los antiespasmódicos después de que varios bebés tratados
con ellos entraran en coma y muriesen. Los carminativos en gotas
perdieron su atractivo cuando las investigaciones demostraron
que no eran más efectivos que el agua.
Aunque mi formación médica fue excelente, en el momento
de enfrentarme a los cólicos de los lactantes me sentí impotente.
Durante tres años trabajé como interno en el Hospital Infantil de
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El bebé más feliz
Los Ángeles, uno de los hospitales pediátricos más concurridos
del mundo. Allí recibí una completa formación como «médico de
niños», aunque seguía siendo incapaz de ayudar a los angustiados
progenitores a calmar los gritos de sus bebés. En 1980, como profesor becario de Desarrollo Infantil en la facultad de Medicina de
la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), mi frustración se convirtió en horror e inquietud. Al ser miembro del equipo
encargado de la asistencia a los niños maltratados, tuve ocasión
de atender a varios gravemente heridos, cuyos padres los habían
hecho objeto de terribles maltratos tras verse incapaces de calmar
los persistentes gritos de sus bebés.
Llegó a indignarme que nuestro sofisticado sistema sanitario
careciera de una solución sencilla y eficaz para los bebés con este
frecuente aunque terriblemente perturbador problema. Durante
los dos años como becario, leí todo lo que pude acerca del cólico
del lactante. Estaba decidido a desenterrar cualquier pista que explicara por qué había tantos niños acosados por esta misteriosa
afección.
Y no tardé en descubrir dos hechos que transformaron mi inquietud en esperanza.
El primero fue haber aprendido las profundas diferencias entre el cerebro de un bebé de tres meses y el de un recién nacido.
Un brillante artículo publicado en 1977 por uno de los pediatras
más prominentes de Estados Unidos, el doctor Arthur H. Parmelee, jr., describía lo sofisticados y complejos que se volvían los cerebros de los bebés al cabo del primer mes de vida. Para demostrarlo, enseñaba las ilustraciones de dos bebés: la de un recién
nacido alterado y la de una bebé sonriente de tres meses (abajo).
El doctor Parmelee había observado que la mayoría de los futuros
padres soñaban con traer al mundo a un risueño bebé como el de
la izquierda, mientras, en realidad, acababa teniendo un recién
nacido nervioso y de «aspecto fetal» como el de la derecha, al menos durante los primeros meses.
Estas imágenes demuestran con contundencia el enorme salto
en el desarrollo que experimentan los bebés durante los primeros
tres meses de vida, además de la gran distancia que hay entre la
manera en que los padres de nuestra sociedad esperan que parez-
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Introducción
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can y actúen sus bebés y el verdadero comportamiento y la naturaleza de estos últimos.
Mi segundo descubrimiento capital se produjo cuando empecé
a leer sobre la crianza de los niños en otras sociedades. Al explorar las mohosas estanterías que contenían los libros y periódicos
antiguos conservados en la Biblioteca Médica de la UCLA, quedé
impresionado al enterarme de que los gritos provocados por el
cólico del lactante, que aquejaba a tantos de mis pacientes, ¡no se
daban en los bebés de otras culturas del mundo!
Cuanto más investigaba en el tema, más caía en la cuenta de
que nuestra cultura, avanzada en tantos aspectos, se hallaba bastante atrasada en cuanto a entender las necesidades de los bebés.
De un modo u otro, en algún momento, habíamos tomado el camino equivocado. Una vez me hube dado cuenta de que nuestras
ideas sobre el llanto de los bebés habían sido edificadas sobre los
cimientos de siglos de mitos y errores, la solución al enigma prehistórico de por qué lloran los bebés y la manera de calmarlos se
me hizo repentinamente transparente: nuestros bebés nacen con
tres meses de antelación.
Os invito a que aprendáis la forma en que vuestro bebé experimenta el mundo, además de mi programa de técnicas extremadamente efectivas utilizadas para calmar a miles de mis pacientes durante los últimos veinte años. Al principio puede que estas
técnicas parezcan un poco raras, pero, una vez hayáis conseguido
cogerles el tranquillo, podréis apreciar su maravillosa sencillez. A
lo largo de cientos de años, padres de todo el mundo han utilizado con éxito estos métodos para tranquilizar a sus bebés y... ¡muy
pronto, vosotros también lo haréis!
Harvey Karp
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PRIMERA PARTE
MIRA QUIÉN CHILLA:
POR QUÉ LLORAN LOS BEBÉS Y
POR QUÉ ALGUNOS LLORAN TANTO
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1. AL FIN HAY ESPERANZA:
UN MÉTODO SENCILLO PARA CALMAR
EL LLANTO DE LOS NIÑOS
Puntos principales:
• Todos los bebés lloran, pero la mayoría de los padres
tiene poca experiencia para tranquilizarlos.
• El problema básico: en muchos aspectos, los bebés nacen tres meses antes de tiempo.
• El reflejo tranquilizante: el interruptor de desconexión
natural del llanto de un bebé.
• Los cinco pasos: cómo activar el reflejo tranquilizante
de tu bebé.
• La cura de los mimos: combinación de los cinco pasos
para ayudar a un bebé alterado.
Suzanne estaba preocupada y cansada. Su bebé de dos
meses, Sean, era un chillón incansable. Podía estar llorando durante horas. Una tarde, la hermana de Suzanne fue
a cuidar al bebé y ella salió disparada hacia el baño para
tomar una ducha caliente y disfrutar de un fugaz momento de «evasión». Cuarenta y cinco minutos más tarde, se
despertaba hecha un ovillo sobre el suelo de baldosas azul,
¡salpicada por el agua helada de la ducha!
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El bebé más feliz
Mientras tanto, a medio mundo de distancia, en las accidentadas llanuras del Kalahari, al norte de Bostwana, Nisa
daba a luz a una niña diminuta llamada Chuko. Chuko era
delgada y delicada, pero, a pesar de su fragilidad, también
era un bebé desafiante que lloraba con frecuencia.
A dondequiera que fuera, Nisa llevaba o Chuko en un
cabestrillo de piel. Al contrario que Suzanne, nunca se preocupaba cuando Chuko lloraba porque, igual que todas los
madres de la tribu de los !Kung San, sabía muy bien cómo
calmar el llanto de su bebé... en segundos.
¿Por qué tenía Suzanne tantos problemas para apaciguar los
gritos de Sean?
¿Qué viejos secretos conocía Nisa que le ayudaban a calmar a
su bebé con tanta facilidad?
Como estás a punto de comprobar, las siguientes respuestas
cambiarán tu forma de pensar en los niños para siempre. Te mostrarán el mundo a través de los ojos de tu bebé y, lo que es más importante, te enseñarán a calmar su llanto en minutos y a ayudarle
a prolongar su sueño.
Ha nacido tu bebé
Cuando está totalmente seca,
su carne, dulce y pura, es el objeto más
apetecible de besar de la naturaleza.
Marion Harland,
Common Sense in the Nursery, 1886
¡Felicidades! ¡Has hecho un gran trabajo! Has alimentado a
tu bebé desde el momento de la concepción hasta el día de su
«nacimiento». Tener un hijo es una experiencia maravillosa –y llena de cosas sorprendentes– que te hace reír, llorar y mirar asombrada... Todo al mismo tiempo.
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Tu principal trabajo como flamante madre consiste en amar
a tu bebé con locura. Tras colmarlo de cariño, tus dos siguientes
tareas de importancia son alimentarlo y calmarlo cuando llore.
Desde mis veinticinco años de experiencia como pediatra, puedo decirte que los progenitores que consiguen realizar estas dos
tareas se sienten orgullosos, seguros de sí mismos y en la cima del
mundo. Tienen los bebés más felices y se sienten los mejores padres del edificio. Sin embargo, los padres que se enfrentan a estas
tareas a menudo acaban angustiados.
Por fortuna, alimentar a un bebé es, por lo general, bastante
sencillo. La mayoría de los recién nacidos se apresta a la succión
como si tuviera un doctorado en ¡deglución! Por otro lado, calmar
a un bebé que llora puede ser un reto inesperado.
Ninguna pareja espera que su dulce recién nacido sea «difícil».
En realidad, ¿quién hace caso de las historias de terror que intercambian los amigos y familiares? Damos por sentado que nuestro
retoño será un bebé «fácil». Por esta razón, son tantos los padres
novatos que quedan conmocionados al descubrir lo duro que puede resultar calmar los gritos de su bebé.
Por favor, que no se me malinterprete. No estoy diciendo que
llorar sea malo. De hecho, ¡es fenomenal! Deja a la naturaleza
que encuentre una manera efectiva para que los bebés indefensos
capten nuestra atención. Y, una vez que tu bebé haya atraído la
tuya, es probable que recorras a toda prisa una lista de control de
preguntas y soluciones:
• ¿Tiene hambre? Darle de comer
• ¿Está mojado? Cambiar los pañales
• ¿Está solo? Cogerlo en brazos
• ¿Tiene gases? Que eructe
• ¿Tiene frío? Abrigarlo
El problema surge cuando nada funciona.
De manera aproximada, uno de cada cinco bebés tiene accesos
reiterados de un nerviosismo espantoso... sin ninguna razón aparente. Esto asciende a casi un millón anual de monísimos recién nacidos
aquejados de horas de berridos con la cara roja y los ojos apretados.
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El bebé más feliz
Esta es la razón de que los progenitores de bebés infelices ¡sean
tan heroicos! El berrido de un niño es un sonido increíblemente
desgarrador. Agotados y apabullados por completo, los padres
abrazan con amor a sus frenéticas criaturas durante horas,
intentando calmarlas, aunque el llanto continuado puede minar
su seguridad en sí mismos: «¿Le duele algo a mi bebé?», «¿le estoy mimando en exceso?», «¿se siente abandonado?», «¿soy una
madre espantosa?»...
Enfrentados a este aluvión de preguntas, a veces los progenitores
más cariñosos pueden encontrarse sumidos en la frustración y la depresión. Los gritos incansables de un bebé pueden, incluso, abocar a
los cuidadores desesperados a… la tragedia de los maltratos infantiles.
Los exhaustos padres escuchan con frecuencia que han de esperar a que a sus bebés «se les pase». Sin embargo, casi todos tenemos la sensación de que eso no puede ser lo correcto. Debe de
haber alguna manera de ayudar a nuestros bebés.
Os la voy a mostrar.
Se busca ayuda: ¿a quién recurren los padres
cuando sus bebés lloran mucho?
Aunque existe una red de clínicas y especialistas dedicados a
ayudar a las madres a resolver los problemas de alimentación de
sus criaturas, apenas existe apoyo para los padres de los bebés
que lloran, desafortunadamente. Esto es una desgracia porque,
mientras el impulso de tranquilizar a un bebé es instintivo, la habilidad para hacerlo ha de aprenderse.
Los progenitores actuales tienen menos experiencia en el cuidado de los bebés que los de cualquier generación anterior. (Por
increíble que parezca, nuestra cultura exige más formación para
conseguir un carné de conducir que para tener un hijo).
Esto no quiere decir que las mamás y los papás inexpertos estén abandonados. Al contrario, son bombardeados con sugerencias. Según mi experiencia, el pasatiempo favorito de muchas personas no es el béisbol, sino que consiste en dar consejos gratuitos
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a los padres novatos: «Es aburrimiento», «tiene calor», «ponle un
gorrito» o «son gases».
¡Puede ser tan desconcertante! ¿A quién deberías creer?
Frustrados y preocupados, a menudo los padres recurren a sus
médicos en busca de ayuda. Los estudios demuestran que una
de cada seis parejas acude a la consulta del médico a causa del
constante llanto de su bebé. Cuando se examinan los retoños y
se comprueba que están sanos, la mayoría de los médicos tienen
poco que ofrecer salvo la compasión. «Sé que es duro, pero sean
pacientes, no durará siempre». Consejos como este obligan a los
padres a leer libros de divulgación.
Los padres de bebés con el cólico del lactante se pasan horas escudriñando los libros en busca de «la respuesta» a la aflicción de sus
hijos. No obstante, a menudo los consejos pueden ser igualmente
confusos: «Coge en brazos a tu bebé… pero procura no mimarlo en
exceso», «quiere a tu bebé, pero déjalo llorar hasta que se duerma»…
Incluso estos expertos confiesan que para los niños realmente
nerviosos no tienen nada que ofrecer:
Muy a menudo, ni siquiera
podrás acallar los gritos.
Eisenberg, Murkoff y Hathaway,
What to Expect the First Year
El episodio completo dura, al
menos, una hora y,
quizá, tres o cuatro.
Penelope Peach, Your Baby
and Child
Es del todo correcto que pongas
al bebé en el moisés mientras intentas
ahogar los gritos con el ruido del agua
de una ducha caliente.
Vicki Iovine, The Girlfriend’s Guide to
Surviving the First Year of Motherhood
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El bebé más feliz
Pero una ducha caliente es un frío consuelo para los padres de
un bebé berreante.
He conocido a muchos padres agotados que han sido convencidos, en contra de su buen juicio, de que solo pueden quedarse ahí,
mirando, mientras soportan los gritos de su bebé. Pero yo les digo lo
contrario. Se puede calmar a los bebés desdichados... ¡en minutos!
Los cuatro principios para
tranquilizar a los bebés
La gente de las culturas primitivas está atrasada en muchos
aspectos en relación con las sociedades occidentales; sin embargo, en ciertas áreas, su sabiduría es grande... y somos nosotros los
«primitivos». Esto es particularmente cierto cuando se trata de
tranquilizar el llanto de los recién nacidos.
Extraje ciertas hebras de sabiduría del pasado y las entrelacé
con la vanguardia de la investigación actual y algunas observaciones excepcionales, realizadas durante mis años de cuidados a más
de quinientos lactantes. A partir de esto, extraje cuatro principios
que son decisivos para cualquiera que desee entender mejor a los
bebés y adquirir la destreza para consolarlos y mejorar su sueño:
• El desaparecido cuarto trimestre
• El reflejo tranquilizante
• Los cinco pasos
• La cura de los mimos
El desaparecido cuarto trimestre. Muchos bebés lloran
porque han nacido tres meses antes de tiempo
¿Has visto alguna vez a un potrillo o una ternera? Estos
animales recién nacidos pueden caminar, e incluso correr, desde
su primer día de vida. De hecho, han de ser capaces de correr. Su
supervivencia depende de ello.
En comparación, nuestros recién nacidos son bastante inmaduros, incapaces de correr, caminar o, tan siquiera, darse la vuel-
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ta. Una mamá británica me dijo que su última hija parecía tan
poco preparada para el mundo, que ella y su marido la habían
apodado de manera cariñosa «la pequeña marioneta». No son los
únicos en ver a los bebés de esta manera; en español, para referirse a los bebés, se utiliza el término criatura, que, en una de sus
acepciones, significa «feto antes de nacer».
En muchos aspectos, tu recién nacido es, más que un niño, un
feto que se pasa la mayor parte del tiempo durmiendo y recibiendo alimento. Si te hubieras retrasado en el alumbramiento solo
tres meses más, el bebé habría nacido con la capacidad de reírse,
susurrar y coquetear. (¡Quién no desearía que ocurriera esto en el
primer día de vida de su bebé!) No obstante, nunca he sido capaz
de convencer a una mujer para que mantenga dentro a su hijo
durante un cuarto trimestre... y por una buena razón. Hay que
apretar bastante para conseguir que salga la cabeza de un bebé
al cabo de nueve meses de embarazo; a los doce sería imposible.
¿Por qué nuestros bebés son tan inmaduros al nacer? La razón
es sencilla. A diferencia de los potros, cuya supervivencia depende
del tamaño y fortaleza de su cuerpo, la del bebé humano radica en
el tamaño y la inteligencia de su cerebro. De hecho, los cerebros
de nuestros bebés son tan grandes que tenemos que «desahuciar»
a los fetos del seno materno mucho antes de que estén realmente
preparados para enfrentarse al mundo, y así evitar que sus cabezas se atasquen en el canal del parto.
Los recién nacidos poseen algunas capacidades que demuestran su aptitud para estar en el mundo, pero, pese a esto, durante
los primeros tres meses son tan inmaduros que, en realidad, encontrarían muy beneficioso si, siempre que se sintieran abrumados, pudieran volver al seno materno de un salto. Sin embargo,
ya que no somos canguros, lo mínimo que podemos hacer como
padres amorosos y compasivos es procurar que nuestras criaturas
se sientan como en casa, rodeándolas de las sensaciones de comodidad que disfrutaban en el seno materno veinticuatro horas al
día. Sin embargo, para procurar a los bebés un cuarto trimestre,
los padres necesitan tener la respuesta a una pregunta importante: ¿Cómo era exactamente la cosa allí dentro?
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El bebé más feliz
En el seno materno, tu bebé estaba bien encajado en posición
fetal, envuelto en las cálidas paredes del útero y mecido y sacudido durante gran parte del día. También se encontraba rodeado
de un permanente y contundente rumor, ligeramente más potente
que el de una aspiradora.
Durante miles de años, los padres han sabido que imitar las
condiciones del útero consuela a los recién nacidos. Esta es la
razón de que casi todas las técnicas tradicionales del mundo para
la tranquilización de los bebés imiten las sensaciones que se experimentan dentro de la madre. Desde la inmovilización al siseo,
pasando por el balanceo, estos métodos devuelven a los bebés
al rítmico y adorable mundo uterino hasta que están listos para
susurrar, reír y unirse a la familia. Mientras esta experiencia del
cuarto trimestre es útil para calmar a los bebés, resulta esencial
para los inquietos.
Casi todos los progenitores dan por hecho que esta imitación
calma a sus bebés simplemente porque les hace sentir que «vuelven a casa». En realidad, estas experiencias activan una profunda respuesta neuronal jamás reconocida o divulgada... hasta hoy.
Este poderoso y antiguo reflejo del bebé es el reflejo tranquilizante.
El reflejo tranquilizante: un gran «interruptor»
del llanto de tu bebé
Este interruptor de restablecimiento automático acalla el llanto del bebé y, sin duda alguna, es su mejor amigo (y de los padres).
¿Por qué escogió la naturaleza la imitación del útero como disparador de este bendito reflejo? La razón puede sorprenderte: tan
importante era para nuestros antepasados poder tranquilizar a
sus bebés, como triplemente importante les resultaba poder tranquilizar a sus fetos.
Imagina lo que sentirías si tu feto tuviera un berrinche dentro de ti. No solo podría causarte dolor, al golpear con los puños
o patear con los pies, sino que podría dañar la frágil placenta o
arrancar el cordón umbilical, provocando una hemorragia. Quizá
aún más mortal que el riesgo de un daño accidental sería la posi-
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bilidad de que las contorsiones de un bebé pudieran atascarlo de
costado en el útero y le impidieran deslizarse hacia afuera, matando, así, tanto al bebé como a la madre.
Estoy convencido de que la supervivencia de nuestros fetos,
y tal vez incluso la de nuestra especie, depende de este antiguo
reflejo tranquilizante. A lo largo de millones de años, los fetos que
se embelesaron con las sensaciones experimentadas en el interior
del útero no se retorcieron y, de esta manera, tuvieron más probabilidades de seguir vivos. Los bebés actuales son descendientes
directos de estos fetos «zen», que fueron tan fácilmente apaciguados por el seno materno.
Los cinco pasos: cinco pasos para conectar
el reflejo tranquilizante de tu bebé
¿En qué se parece una aspiradora a una canción de cuna? ¿En
qué un Volvo a una manta de franela? Pues en que todos ayudan
a estimular el reflejo tranquilizante del bebé, al imitar alguna
cualidad del seno materno.
Aunque nuestros antepasados más antiguos entendieron de
manera intuitiva la manera de acallar el llanto y de activar el apaciguamiento de sus bebés, el reconocimiento del reflejo tranquilizante permanece absolutamente ignorado hasta que, a mediados de la década de 1990, lo identifiqué mientras estudiaba las
características de los cientos de bebés llorones que acudían a mi
consulta.
Me llamó la atención que muchos métodos tradicionales para
calmar a los bebés no funcionaran a menos que se realizaran a la
perfección. Me di cuenta de que, igual que un médico desencadena
el reflejo de la rodilla con el golpe preciso de un pequeño martillo,
el reflejo tranquilizante solo podía accionarse mediante ciertas
acciones muy concretas. Sin embargo, cuando se realizaban de
manera correcta, los sonidos y las sensaciones del seno materno
tenían un efecto tan poderoso que podían llevar a un bebé de las
lágrimas a la tranquilidad (a veces incluso a mitad del grito).
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Tradicionalmente, los padres y los abuelos han utilizado cinco
características diferentes del seno materno para apaciguar a sus
bebés. A estos «ingredientes» del sosiego consagrados por la tradición los llamo los cinco pasos:
1. El primer paso: la inmovilización. Envolver bien ceñido al
bebé.
2. El segundo paso: colocación sobre un costado o sobre el
vientre.
3. El tercer paso: el siseo. Emitir un ruido uniforme y fuerte.
4. El cuarto paso: el balanceo. Mover al bebé rítmica y enérgicamente.
5. El quinto paso: el chupeteo. Proporcionar al bebé algo para
chupetear o succionar, desde el pezón o el dedo de la madre,
hasta un chupete.
Estos cinco métodos son de una efectividad absoluta, pero solo
cuando se ejecutan a la perfección. Si se hacen sin la técnica y el
vigor adecuados, no surten efecto. (La descripción detallada de
cómo realizar cada paso aparece del capítulo 8 al 12).
La cura de los mimos: la combinación de los cinco pasos
es una receta perfecta para la felicidad de tu bebé
No es preciso que seas un científico espacial para ser un padre
genial, pero hay algunos truquitos que pueden ayudarte a mejorar
tu labor. La mayoría de los libros sobre cuidados infantiles enumera estos consejos para el apaciguamiento, pero semejante ordenación numérica resulta tan inútil como la de los ingredientes de
una receta en la que se omiten las instrucciones para combinarlos
y cocinarlos.
Por separado, cada uno de los cinco pasos puede ser efectivo
para calmar a un bebé medianamente alterado. Puede que tu «indulgente» bebé solo necesite chupetear algo o que se baile con él
por la habitación para calmarlo. No obstante, realizar los cinco
pasos de manera conjunta puede activar el reflejo tranquilizante
de manera tan irresistible que tranquilice, incluso, al más frené-
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tico de los recién nacidos. Aplicar un paso tras otro es tan eficaz
para conseguir que los bebés desdichados se sientan cómodos y
se sosieguen, que uno de mis pacientes lo bautizó como «la cura
de los mimos».
Si la cura de los mimos fuera la receta de una tarta hecha de
los cinco pasos, creo que se trataría de un pastel de varias capas.
La inmovilización es el primer paso para calmar y la primera
capa de este agradable pastel. La siguiente es la posición sobre un
costado o sobre el vientre. Estos pasos iniciales predisponen a la
calma. La inmovilización consiste en envolver al bebé y crear el
marco para el éxito al evitar que el pequeño agite brazos y piernas,
sobreexcitándose de manera accidental; colocarlo de costado o
sobre el vientre también detiene la agitación de las extremidades,
al eliminar en tu bebé la sensación de que se cae y activar el reflejo
tranquilizante.
La siguiente capa sería el siseo, seguida inmediatamente por el
balanceo. Ambas activan el reflejo tranquilizante para que tu hijo
te preste atención a ti y a las maravillosas alharacas que le estás
dando. Una y otra consiguen que se relaje cada vez más.
Por último, pero no por eso menos importante, el chupeteo representa la guinda del pastel. Actúa de una manera más eficaz después de que las otras capas hayan calmado a tu bebé. Asimismo,
desencadena el reflejo tranquilizante y lo mantiene activado para
hacer que el pequeño se sienta sumamente en paz. (Por supuesto,
desde su punto de vista, tú no estás haciendo un pastel, pero se
sentirá como si lo hubieras vuelto a meter en el «horno» durante
¡un pequeño cuarto trimestre!).
La cura de los mimos al rescate:
la historia de Sean
Estos cinco principios conforman el programa más efectivo
que jamás se haya descubierto para tranquilizar a los bebés nerviosos. Funciona incluso con los más desafiantes, como Sean…
¿Recuerdas a Sean? Es el niño cuyos lloros habían agotado tanto
a su madre que se había quedado dormida dentro de la ducha.
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Don y Suzanne habían supuesto que tener un nuevo bebé podría parecerse, a veces, a ir en coche por una carretera llena de
baches, ¡pero jamás imaginaron que se pareciera a despeñarse
por un acantilado! Sean era un típico bebé propenso al cólico del
lactante, y sus padres, los típicos progenitores cariñosos, desconcertados y extenuados de un bebé proclive al cólico del lactante.
Así es como describe Suzanne los primeros días con Sean:
«Cuando empecé a hacerme mayor, mi madre me contaba a menudo lo proclive que, de bebé, había sido yo a
los cólicos. Al poco de nacer Sean, supe que había llegado
el momento de pagar mi deuda. Mi hermoso niño de pelo
negro había nacido con una semana de antelación, pero,
cual caballo de carreras, había salido “del cajón de salida”
¡al galope!
Casi desde la segunda semana de vida, Sean tenía accesos diarios de berridos incontrolables que duraban horas. Mientras lo observaba retorcerse de dolor, me sentía
una madre espantosa. Nada lo calmaba y, por lo general,
acababa a su lado llorando con él.
Igual de angustioso resultaba mi secreto temor a que
los gritos de Sean fueran el resultado de alguna lesión que
hubiera sufrido en el parto. Su alumbramiento había sido
muy difícil. Después de una hora y media de empujar con
fuerza, el obstetra lo extrajo con la ventosa de vacío. Mi primer recuerdo es el de la pobre cabeza de Sean, que parecía
un plátano azul y negro.
Durante el primer mes, nuestro pediatra nos informó
de que el llanto de Sean era solo la necesidad que tenía
de “expulsar algo de gases”. Nos advirtió que, si respondíamos siempre, corríamos el riesgo de malcriarlo y de enseñarle, sin querer, ¡a llorar aún más! Consideramos que
sus consejos parecían lógicos, pero dejarlo gritar hizo que
se volviera un bebé todavía más furioso... además de ser
desesperante para nosotros.
Don y yo leímos todos los libros sobre niños que encontramos. No pasaba un día sin que probáramos un nuevo
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enfoque: la inmovilización (un fiasco); el chupete (inútil);
un cambio en mi dieta (en vano); mecerlo (igual que agitar
un avión a reacción a nueve mil metros de altura)... Incluso probamos un artilugio que imitaba la vibración y el
ruido de un coche. También fue un fracaso.
Agotados y desmoralizados, volvimos al médico. Fue
muy comprensivo, pero insistió en que no teníamos
más opción que aguantar los gritos de Sean hasta que
superase esta etapa. Esa tarde, cuando volvimos a casa,
Don y yo coincidimos en que esperar resultaría insoportable, tanto para nuestro bebé como para nosotros.
La mañana siguiente también fue espantosa. Desesperados, cogimos a nuestro bebé de seis semanas para ir a un
nuevo pediatra. El doctor Karp nos hizo muchas preguntas
y, una vez convencido de que el llanto de Sean no era síntoma de ninguna enfermedad, nos enseñó una técnica a la
que llamaba la “cura de los mimos”.
Los mimos eran una combinación muy precisa de un
envolvimiento ceñido, un balanceo enérgico y un siseo
fuerte. El doctor Karp nos explicó que estas sensaciones
remedaban la vida intrauterina del bebé. Nos dijo que la
mayoría de los bebés lloraba porque “no está preparada
para nacer. De alguna manera, todavía necesita estar en el
mundo protegido por la matriz durante ¡otros tres meses!”.
Para ser sincera, mi lado escéptico pensó: “Esto es demasiado sencillo para ser verdad”. Después de todo, había
intentado envolverlo, acunarlo y hacer ruidos uniformes y
había acabado tan espachurrada como una chinche bajo
un matamoscas. Pero, tras prestar atención a la técnica del
doctor Karp, me di cuenta de que había realizado aquellos
pasos solo a medias.
Don y yo decidimos probar la cura. Por increíble que
parezca, ¡aquella tarde fue la última vez que Sean lloró
de manera incontrolable! La cura de los mimos palió los
gritos de Sean. Siempre que empezaba a ponerse hecho un
basilisco, ejecutábamos todos los pasos y, al cabo de unos
minutos, su cuerpecito se relajaba y se derretía en nuestros
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brazos. Por fin habíamos encontrado el consuelo que Sean
nos había estado mendigando durante tantas semanas».
A Suzanne y a Don la cura les funcionó enseguida; sin embargo, como pasa con la mayoría de las técnicas, cogerle el
tranquillo quizá exija práctica. Pero no te preocupes: si sigues
los consejos de este libro paso a paso, dominarla no debería
llevarte más de cinco o diez intentos.
Algunos padres con los que he hablado dudan si usar los cinco
pasos. Se les ha advertido que no mimen en exceso a sus recién
nacidos y temen que, si los utilizan, crearán, sin querer, malos
hábitos en sus bebés. ¿Es esto posible? ¿Se puede convertir, de
manera involuntaria, a los tiernos bebés en unos mocosos que
no dejen de exigir que se los coja y se les preste atención?
Por fortuna, la respuesta a esta pregunta es... ¡no! Durante
el primer trimestre de vida (el cuarto trimestre), es imposible
malcriar a tu bebé por dejarle que mame o permanezca en tus
brazos durante horas. ¿Te resulta sorprendente? Pues, en realidad, no debería ser así, si te acuerdas de que estuviste prodigándole estas sensaciones veinticuatro horas al día... hasta el
momento del parto. Ahora, aunque lo tengas en brazos veinte
horas al día, desde su punto de vista no dejará de ser una rebaja gigantesca. Al cabo de tres o cuatro meses, lo que observarás
es que a tu bebé le será cada vez más fácil calmarse mientras
susurra, se cambia de posición y se chupa las manos. Puesto
que ya no necesitará tanto de tu ayuda, en ese momento podrás quitarle la afición a los cinco pasos con rapidez.
La crianza de los bebés llorones
en el siglo XXI
Confío en que estés empezando a entusiasmarte porque existen unos métodos rápidos y eficaces para tranquilizar a tu bebé
cuando se pone nervioso. Mi meta es enseñarte los trucos que los
mejores padres del mundo han utilizado durante siglos.
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Al fin hay esperanza: un método sencillo para calmar...
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La primera parte del libro contestará a las siguientes preguntas:
• ¿Por qué lloran los bebés?
• ¿Qué es el cólico del lactante y cómo puedes saber si tu bebé
lo padece?
• ¿Por qué los dolores ocasionados por los gases, la ansiedad, la
inmadurez y el mal genio rara vez son las causas del cólico?
• ¿Qué es el desaparecido cuarto trimestre y por qué es la verdadera causa del cólico?
La segunda parte del libro tratará de:
• El reflejo tranquilizante y cómo desencadenarlo imitando las
condiciones del útero.
• Los cinco pasos y por qué han de realizarse con energía para
que sean efectivos.
• Las instrucciones precisas para ayudar a que te conviertas en
una experta en la inmovilización, la colocación de costado o
sobre el vientre, el siseo, el balanceo y el chupeteo.
• La cura de los mimos y cómo puedes obrar maravillas realizando conjuntamente los cinco pasos.
• Otras técnicas que te ayudarán a calmar la inquietud de tu
bebé.
• Trucos y consejos para conseguir que tu bebé duerma más
durante la noche.
• Afecciones de entidad clínica que se pueden parecer al cólico.
Una vez que hayas entendido la necesidad de tu bebé de
un cuarto trimestre, los cinco pasos y la cura de los mimos,
podrás ahorrarte incontables horas de aullidos. Mi mayor
esperanza es que, cuando este conocimiento se comparta,
cólico sea una palabra que solo se encuentre en los diccionarios.
Has sido bendecida con una de las experiencias más maravillosas que pueda tener una persona: el nacimiento de un
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hijo. Es un viaje apasionante, así que ponte el cinturón de
seguridad y... disfrútalo. Por favor, no te preocupes cuando
tu bebé llore, considéralo una oportunidad para perfeccionar tus nuevas habilidades de crianza a medida que aprendes cómo convertir a tu inquieto retoño ¡en el bebé más feliz
del barrio!
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2. EL LLANTO:
EL VIEJO RECURSO DE SUPERVIVENCIA
DE NUESTROS BEBÉS
Puntos principales:
• El reflejo del llanto: el brillante recurso de tu bebé para
llamar la atención.
• Cómo te hace sentir el llanto de un bebé.
• ¿El llanto infantil tiene distintos significados? Algunos
bebés gritan incluso por problemas insignificantes.
En el parto, los potentes gritos de tu bebé son la señal de bienvenida de que has dado a luz a un retoño saludable. Sin embargo,
si después de la primera o segunda semana este sigue berreando,
su llanto puede convertirse ¡en lo último que querrías oír! Pero
hemos de agradecer que nuestros bebés lloren, se trata de una de
sus aptitudes más maravillosas.
Durante los primeros meses de vida, el bebé no tendrá ningún
problema en arreglárselas sin tener la más ligera idea de cómo
sonreír o hablar, pero se encontraría en un peligro terrible si no
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pudiera llamarte. Atraer la atención es tan importante, que el recién nacido es capaz de llorar desde el momento en que su cabeza
asoma al exterior. Esta gran aptitud se conoce como el «reflejo del
llanto».
El reflejo del llanto: la brillante solución de la naturaleza
para captar la atención de una cavernícola
El llanto de un niño… gritos
que han de ser silenciados.
Peter Ostwald, Soundmaking:
The Acoustic Communication of Emotion
Imagino que, hace millones de años, nació por casualidad
un bebé de la Edad de Piedra con un método perfecto para
conseguir que su madre se acercara a él: gritar.
Las crías de otros animales también necesitan captar la
atención de sus madres con rapidez, aunque jamás lo harían
gritando. Llorar a pleno pulmón podría resultar fatal para una
cría de conejo o de mono, ya que el sonido podría revelar su
ubicación a un león hambriento. Por esta razón, para pedir
ayuda, los gatitos maúllan suavemente, los monos ardillas
emiten unos suaves pitidos cuando se caen de los árboles y
las crías de gorila apenas gimotean cuando necesitan a sus
madres.
Por otro lado, hace mucho tiempo que los bebés humanos
renunciaron a tales cautelas. Siempre que necesitaban la atención de sus madres cavernícolas, ¡aullaban! Quizá unos bebés
tan desenvueltos y exigentes se salvaron porque sus padres
podían rechazar a los animales peligrosos o, quizá, porque un
llanto potente era el único sonido que podía llegar lo bastante
lejos como para que lo oyera la madre mientras trabajaba o
conversaba con las amigas fuera de la caverna.
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¿POR QUÉ LOS NIÑOS NACEN CON UN REFLEJO DEL
LLANTO...Y NO CON UN REFLEJO DE LA RISA?
¿No sería divertido que los bebés nacieran riéndose? Por
supuesto que sí, pero hay dos poderosas razones para que
los recién nacidos puedan gritar hasta el escándalo, aunque
sean incapaces de soltar una risa tonta.
La primera: llorar es más fácil que reír. Exige menos
coordinación porque es solo un sonido continuado, realizado con cada espiración de aire. La segunda: la risa es una
serie de sonidos cortos y rápidos, ensartados como si fueran
perlas en cada espiración.
Mientras la risa es útil para el juego social del bebé cuando es más mayor, el llanto resulta crucial para la supervivencia minuto a minuto de un bebé desde su primer día de
vida.
Algunos científicos creen incluso que sucesivas generaciones
de bebés empezaron a gritar más y más fuerte porque, al ser tan
ruidosos, recibían más alimento y atenciones que los mantenían
callados y, así, tenían más probabilidades de supervivencia.
Quizá no sepamos jamás con exactitud cuándo o cómo los antiguos bebés empezaron a llorar, aunque es evidente que los bebés
cavernícolas que sobrevivieron y nos transmitieron sus genes fueron aquellos que podían «armar jaleo».
El llanto agudo de tu bebé resulta lo bastante potente para
arrancarte de la cama o hacerte levantar del váter con los pantalones bajados. (¡No está nada mal para un alfeñique de cinco kilos!)
Sin embargo, es un error pensar que tu bebé llora porque esté
intentando pedirte ayuda. Durante los primeros meses, nada hay
más lejos de la mente del llorón de tu bebé que intentar captar tu
atención. De hecho, ni siquiera tiene la más remota idea de que te
esté enviando un mensaje.
Cuando a las dos semanas oyes sus gritos, no estás recibiendo
una comunicación de su parte; más bien, estás espiando sin querer su conversación... con él mismo. Sus gritos son como quejas
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nerviosas que se susurra a sí mismo: «¡Caramba, tengo hambre!»
o «¡Vaya, tengo frío!». Puesto que estás justo al lado, le oyes rezongar y deseas responder amorosamente: «¿Cuál es el problema,
corazón? Pareces enfadado».
Al cabo de unos pocos meses, el bebé empezará a entender que
llorar te hace acudir a su lado. Entre los cuatro y seis meses, desarrollará un vocabulario de susurros, gimoteos y gritos para comunicar necesidades concretas.
Aquí es cuando puedes tener la sensación de que tu bebé está
empezando a «fingir» pequeños gritos para hacer que acudas.
Pero, por el momento, no te inquietes pensando que responder a
sus llantos le va a hacer adquirir malos hábitos. Enseñar a tu hijo
a no ser un manipulador será una de las lecciones importantes durante el segundo trimestre de vida. Por el momento, lo que deseas
es que aprenda que, siempre que llore, acudirás. Este mensaje de
amor y apoyo previsible y constante es exactamente lo que alimentará su confianza en ti.
Cómo nos hace sentir el llanto de un bebé
Y Caroline seguía llorando, y los nervios
de Martha, en una reacción extraordinaria,
vibraban, como si la niña estuviera conectada a
su carne por innumerables
fibras invisibles.
Doris Lessing, A Proper Marriage
De la misma manera que tu bebé nace con determinados reflejos automáticos intrínsecos (como el llanto), tú también estás
equipada con multitud de sentimientos automáticos e irresistibles
relacionados con él. Hace años, los científicos demostraron que
los adultos se sienten atraídos de manera natural por el rostro de
los bebés. La carita en forma de corazón, la nariz respingona, los
grandes ojos y la frente redonda del bebé te incitan a besarlo y
abrazarlo durante horas.
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También tienes algunos instintos especiales que te ayudan a discernir si tu retoño está balbuciendo o si te necesita con urgencia.
No es solo tu cerebro el que recibe el mensaje, sino también todo
tu cuerpo. Esta es la razón de que sus gritos sean, en realidad, capaces de «meterse bajo tu piel». Sientes que tu sistema nervioso se
pone en «alerta roja» de golpe, el corazón te late aceleradamente,
la presión arterial te aumenta, te sudan las manos y el estómago
se te cierra como un puño. Los estudios demuestran que el grito
penetrante de un bebé puede sacudir el sistema nervioso de los
padres como si fuera un electrochoque. Como cabe suponer, los
científicos también han demostrado que los progenitores que sufren otras tensiones –como cansancio, soledad, problemas conyugales, apuros económicos, desequilibrios hormonales, conflictos
familiares o vecinales u otras graves presiones– son especialmente
proclives a sentirse abrumados por los gritos de sus bebés.
No es solo el sonido del llanto de tu bebé lo que provoca que
desees ayudarlo, sino también su aspecto. La contemplación de
los puñitos golpeando el aire y la cara retorciéndose de aparente
dolor puede atravesarte el corazón como una flecha. Cada fibra
amorosa de tu cuerpo te compelerá a consolar al lloroso bebé.
Este poderoso impulso biológico es, ni más ni menos, la razón de
que parezca tan equivocado esperar al otro lado de la puerta de su
habitación y dejar que se desgañite.
No solo los padres perciben el llanto de un bebé, los adultos
solteros y los niños también lo encuentran terrible. Pero los padres novatos, en especial aquellos sin experiencia previa en el
cuidado de los niños, sienten que los gritos de su bebé son algo
excepcionalmente perturbador.
El llanto de tu bebé puede incluso reavivar traumas emocionales. De repente, puede que te asalten recuerdos de fracasos o
humillaciones anteriores –como el provocado por alguien que hubiera sido injusto contigo–, o bien recordar a gente que te haya
criticado o atacado. El llanto puede hacerte sentir que estás siendo castigada por alguna fechoría pretérita. Para algunos padres,
este sentimiento de impotencia es tan intolerable que provoca que
se alejen de los lloros de su bebé e ignoren sus necesidades. (Para
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más consejos prácticos sobre cómo sobrevivir a estos días difíciles, ver el Apéndice B).
Como es natural, tu bebé no está intentando adrede que te
sientas culpable o inepta. Durante los primeros meses de vida,
sus gritos nunca, nunca, nunca son fruto de la manipulación, la
mezquindad, la descortesía o la crítica. Con todo, estos sentimientos pueden bullir dentro de ti cuando tu retoño llora de manera
interminable.
«Cuéntale el problema a mamá»: el vocabulario
de tres palabras de tu bebé
La primera palabra que nos dijo
nuestro diminuto bebé no fue mamá o
papá. Más bien se pareció a... bueno,
¡una alarma de detección de humos!
¡Un puro exabrupto! Fue terrorífico
porque no teníamos ni idea de lo que
estaba intentando decirnos.
Marty y Debbie, padres de Sarah Rose,
de dos semanas de edad
Cuando llevas a tu bebé por primera vez a casa desde el hospital, cualquier alboroto puede parecer un problema y cada lloro,
una alarma urgente. Todos los padres se dedican a satisfacer las
necesidades de sus recién nacidos, pero, cuando lloran, ¿puedes
decir con precisión qué es lo que necesitan? ¿Deberías ser capaz
de entender la razón del enfado del bebé a partir del sonido de su
llanto? ¿Es igual el grito de «tengo sueño» del bebé de un mes que
su alarido de «me muero de hambre»?
Algunos libros sobre el tema explican a los padres que, con una
atenta observación, pueden descifrar el mensaje del bebé a partir
de la forma de llorar; no obstante, cuarenta años de estudios de
los más prestigiosos investigadores mundiales sobre el cólico del
lactante nos revelan que esto no es del todo cierto.
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En un estudio realizado en 1990 por la Universidad de Connecticut, se hizo escuchar a varias madres los gritos grabados de dos
niños diferentes, los de un bebé hambriento de un mes y los de un
recién nacido al que se acababa de circuncidar. Se les preguntó si
los bebés estaban hambrientos, somnolientos, doloridos, enfadados o mojados. Solo el 25% identificó correctamente el llanto del
bebé sin alimentar como debido al hambre (el 40% pensó que era
un grito de agotamiento). Por su parte, solo el cuarenta por ciento
de las madres identificó los gritos del recién circuncidado como
de dolor (el 30% creyó que estaba asustado o enfadado).
Se podría preguntar si esas madres hubieran entendido mejor
los llantos de sus bebés de tener más experiencia. Sin embargo, la
evidencia demuestra que tampoco es esa la cuestión. En Finlandia, los investigadores pidieron a ochenta experimentadas enfermeras pediátricas que escucharan los sonidos grabados de unos
bebés en el momento de nacer, cuando tenían hambre, sentían dolor o gorjeaban de placer. Por sorprendente que parezca, incluso
aquellas avezadas profesionales solo identificaron correctamente
las razones del llanto en un 50% de los casos... apenas algo mejor
que por pura casualidad.
A los tres meses, tu bebé aprenderá a emitir diferentes ruidos,
lo que hará más fácil descifrar algunos mensajes que partiendo
solo de su llanto. Sin embargo, en el momento del parto, la realidad es que el conciso cerebro del bebé carece del suficiente espacio para alojar un repertorio de gruñidos y lloriqueos. A esto
se debe que, durante los primeros meses, la mayoría de los bebés
emita tres sencillos, aunque distinguibles, sonidos: el gimoteo, el
llanto y el berrido.
El gimoteo: este ligero alboroto suena más a petición que a queja, igual que cuando un vecino te pide que le prestes un poco
de azúcar.
El llanto: este aullido de considerable potencia reclama tu atención como si fuera el sonido del temporizador de la cocina.
El berrido: esta última «palabra» es un grito penetrante, capaz
de hacer saltar el cristal por los aires, tan estridente e insoportable como una alarma antirrobo.
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Si se preguntara por el significado de cada una, con toda probabilidad adivinarías que el gimoteo responde a un ligero descontento provocado por los retortijones del hambre o el deseo de
dormir; el llanto indica una aflicción mayor, como la producida
por estar muy hambriento, sediento o con mucho frío; y el berrido
sería indicativo de dolor, miedo, enfado o irritación (si el llanto
previo no obtiene respuesta).
Si tu bebé es un poco exigente y relativamente tranquilo, es probable que tus suposiciones sean correctas. Como norma, cuanto
más intenso y estridente sea el llanto de tu bebé (y cuanto mayor
sea la facilidad con que llega al berrido), más probabilidades hay
de que sienta dolor o precise de tu ayuda en el acto.
Y, si añadimos algunas pistas visuales más al sonido que emite,
aumentarás la precisión de tu diagnóstico. Por ejemplo:
• ¿Tu bebé tiene la boca abierta y patalea con fuerza? Podría
ser indicativo de hambre.
• ¿Bosteza, se frota los ojos, mueve la cabeza de un lado a otro
o mantiene la mirada fija con los párpados caídos? Posible
indicio de cansancio.
• ¿Parece apartar la mirada de ti de manera intencionada o
empieza a hipar? Quizá haya sobreexcitación.
• ¿Hace muecas y hace fuerza intentando evacuar? Posible molestia intestinal.
En pocas palabras, cuando un bebé fácil está un poco disgustado, gimotea, igual que gruñe un cachorro que se ha quedado fuera
de casa. Por lo general, las protestas del bebé solo aumentarán de
intensidad si se ignora su llanto o sufre mucho.
Por otro lado, las necesidades de los bebés nerviosos son, a menudo, imposibles de descifrar únicamente a partir de sus gritos.
Estos pequeños carecen del autocontrol para avanzar con paciencia a lo largo de su vocabulario de tres «palabras», en especial
cuando se encuentran cansados o sobreexcitados. Empiezan a gemir y gritar de golpe y, de inmediato, cambian al berrido fuerte
y penetrante, lo cual te imposibilita para discernir si tiene o no
un problema urgente. Con frecuencia, estos bebés se alteran tan-
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to con sus propios gritos, que el problema se agrava y terminan
llorando ¡porque están llorando! Los gases o el ruido fuerte que
originaron el llanto y la agitación están casi olvidados.
Aun cuando los científicos utilizan sofisticados analizadores
acústicos para estudiar el llanto de los bebés nerviosos, son incapaces de encontrar diferencias entre los alaridos por hambre,
dolor, sobreexcitación, aburrimiento, sobresalto e, incluso, impaciencia. Estos vehementes bebés emiten a todo volumen el mismo
grito «talla única» con independencia de qué es lo que les molesta.
Pam, lo madre de dos dinámicos pequeños, Matthew y
Austin, me contó que, cuando sus hijos eran unos bebés,
su marido y ella bromeaban comparando el llanto de sus
retoños con una alarma antihumos. Según decía, «cuando
salía una alarma antihumos, es imposible que por el sonido te indique si te está alertando de un problema menor –la
tostadora se quema– o de una calamidad –la casa está ardiendo–. De igual manera, con nuestros hijos nos resultaba
imposible saber, a partir de la intensidad de sus gritos, si
estaban muy enfermos o simplemente solo anunciaban la
llegada de un eructo».
La mayoría de las veces, aun los más terribles berridos de un
bebé son su manera de decirte que está hambriento, mojado, sucio o solo. Cuando le des lo que necesita, se callará. Pero ¿qué
pasa si el aullido persiste incluso cuando su pañal está seco y lo
estás sosteniendo en brazos? ¿Qué ocurre si lo has probado todo y
todavía sigue gritando?
Entonces, es el momento en que los padres empiecen a preguntarse si su bebé tiene un cólico.
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