factores protectores y factores de riesgo en los jóvenes en conflicto

Transcripción

factores protectores y factores de riesgo en los jóvenes en conflicto
¨FACTORES PROTECTORES Y FACTORES DE RIESGO EN LOS JÓVENES
EN CONFLICTO CON LA LEY PENAL: UNA APROXIMACIÓN DESDE LOS
PROFESIONALES DE LA SeNAF”
AUTORAS: Cura, Yamila Anabella, Gamacchio, Ana Lucía , Lanzi, Antonella
RESUMEN: La presente investigación se realizó con el objetivo de describir los
factores de riesgo y de protección del joven en conflicto con la ley penal, detectados y
abordados por los profesionales de la SeNAF. Se utilizaron conceptos de la Psicología
Criminológica, el Derecho Penal y el Enfoque del Riesgo Psicosocial. El presente
estudio estuvo guiado por la perspectiva mixta, de tipo descriptivo y transversal. Los
datos fueron recogidos mediante un cuestionario administrado a una muestra de 40
profesionales pertenecientes a SeNAF; y una entrevista semidirigida a 10 profesionales
de la misma muestra. Dichos profesionales identificaron los factores de riesgo del joven
trasgresor de la ley, propusieron el factor protector para cada uno de ellos y detallaron el
abordaje realizado. Los resultados mostraron que las áreas de mayor incidencia elegidas
fueron consumo de sustancias y contexto /ambiente social. A su vez los factores de
riesgo identificados por los profesionales fueron: Presencia de Impulsividad y Baja
tolerancia a la frustración; Consumo crónico de drogas y alcohol; Falta de supervisión
y control de los hijos; Ausentismo y abandono escolar; Grupo de pares con conductas
riesgosas y violentas; y Falta de oportunidades laborales.
Palabras claves: Jóvenes en conflicto con la ley penal. Factor de riesgo. Factor
protector. Profesionales de la SeNAF. Enfoque del riesgo psicosocial.
INTRODUCCIÓN
La delincuencia juvenil se convierte en uno de los fenómenos más complejos de
las sociedades actuales afirma Peña Fernández (2011). La problemática de los jóvenes
en conflicto con la ley penal ha cobrado gran notoriedad en los últimos años en
Argentina. El delincuente juvenil es una construcción socio-cultural, definida y
abordada desde las características socio-cultural-políticas de cada sociedad y cada país.
Técnicamente, un delincuente juvenil es aquella persona que no posee la mayoría de
edad penal y comete un hecho que está castigado por las leyes
Munizaga Acuña (2009), plantea que han sido variadas las teorías que se han
desarrollado a la largo de la historia de la criminología, con el fin de indagar,
comprender y explicar el origen y las causas de la delincuencia, y son numerosos los
estudios inclinados a mostrar los motivos de la delincuencia juvenil. Un sin número de
investigaciones y teorías permiten concluir que no existe un único factor capaz de
explicar lo que es la delincuencia juvenil, sino que está originada y mantenida por
diversos factores de naturaleza multidimensional.
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En los estudios de la conducta delictiva en adolescentes, ya desde los años noventa,
distintos autores han formulado modelos psicosociales desde los cuales poder entender
estos comportamientos mediante el análisis de los factores de riesgo y protección
presentes en la familia, los iguales, la escuela y la comunidad.
El enfoque de factores de riesgo brinda a la prevención del delito explicaciones
comprensivas acerca de la delincuencia, debido a que estudia el fenómeno desde un
punto de vista multicausal. La prevención del delito debe identificar todos aquellos
factores de riesgo que se encuentran asociados con la delincuencia y aplicar acciones
que sean efectivas en su reducción.
Según Vázquez González (2003), existen diferentes tipos de factores que afectan
a los adolescentes, y son clasificados por diferentes autores como factores de riesgo y
factores protección; los factores de riesgo son todos ellos factores que pueden favorecer
la aparición de una conducta delictiva en un momento determinado, y no todos los
factores poseen la misma influencia, sino que esta va a depender del contexto socioeconómico-político y cultural en el cual el joven este inserto.
Por su parte, los factores protectores se refieren a aquellas condiciones del
ambiente o variables individuales (actitudes, valores, etc.) del sujeto que de una u otra
forma impiden o los hacen más resistentes a presentar conductas socialmente no
aceptadas (Bermúdez A., J. Sagarduy Y., J.L. s/f)
En Argentina, a través de marcos legales específicos se pretende impartir
intervenciones y acciones sobre los jóvenes en conflicto con la ley penal. En la
actualidad la problemática de jóvenes en conflicto con la ley penal se rige por las
disposiciones de la Ley Nacional N° 26.061 de Protección Integral de Niños, Niñas y
Adolescentes,
la provincia de Córdoba se adhiere a la misma mediante la Ley
provincial Nº 9396, poniéndose en vigencia el Sistema de Promoción y Protección
Integral de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes
Ley provincial Nº 9.944 de Promoción y Protección Integral de los Derechos de
las Niñas, Niños y Adolescentes de la Provincia de Córdoba, ha dejado para la
administración judicial el control de la legalidad de las medidas adoptadas por otra
autoridad local de aplicación, a la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia (SeNAF)
perteneciente al ámbito del Poder Ejecutivo provincial.
La legislación nacional e internacional, reconoce que en los casos que se acuse o
declare que un joven ha transgredido la ley penal, la última instancia para penarlo será
2
la privación de la libertad, y en caso de llevarse a cabo deberá ser por el periodo más
breve indicado por la ley.
A partir de las consideraciones anteriormente mencionadas se llevara a cabo la
presente investigación con el objetivo de identificar qué factores de riesgo y
protectores son observados y cómo son abordados por los profesionales de los equipos
técnicos pertenecientes al SeNAF.
Dichos profesionales desarrollan su labor dentro de las diferentes medidas
contempladas para los jóvenes que han transgredido la ley; como ser: Centro
Socioeducativo abierto Paulo Freire, Servicios en beneficio de la comunidad, Programa
libertad asistida y Centro cerrado Complejo Esperanza
FUNDAMENTACIÓN
A lo largo de nuestra carrera hemos tenido diversas aproximaciones al campo de
la psicología criminológica y jurídica, lo cual nos motivo a la realización de este
proyecto de investigación.
Los principales interrogantes surgieron a partir del conocimiento del fenómeno
de la delincuencia juvenil como uno de los problemas criminológicos que crece cada día
más, no solo en nuestro país, sino también en el mundo entero, poniendo en riesgo la
seguridad pública de la sociedad.
El contexto en donde muchos niños y adolescentes se encuentran insertos en la
actualidad hacen que los mismos recurran a conductas que entran en conflicto con la
ley, en especial con la ley penal.
La violencia y la inseguridad social atribuida a los jóvenes aparecen como un
problema central en nuestro tiempo. La conducta desviada en el sector juvenil surge
como preocupación social prioritaria. La delincuencia juvenil es planteada,
generalmente, como un peligro espontaneo para el cuerpo social del cual es preciso
defenderse. Sin embargo, es importante tener en cuenta que las diferentes expresiones
delictivas llevadas a cabo por los jóvenes, también son producto de una sociedad.
(García Méndez, 1994)
La delincuencia juvenil es una realidad preocupante por el incremento de su
autoría en menores de edad, y por sus efectos sociales que acarrea.
Varias disciplinas unifican sus esfuerzos para combatir los resultados del acto
delictivo y prevenir su aparición. En este sentido, se destacan los estudios e
3
investigaciones dedicados a incrementar el conocimiento de los factores de riesgo que
favorecen o desencadenan la aparición de conductas delictivas durante la adolescencia,
etapa vital en la que la prevención resulta más efectiva, pudiéndose evitar que dichas
conductas devengan en una delincuencia adulta. Así mismo, el conocimiento de los
factores de protección seria otro elemento imprescindible a la hora de adoptar las
estrategias de intervención precisas para modificar la conducta antisocial.
Por lo tanto el hecho de conocer los factores de riesgo y de protección
relacionados con la delincuencia, aporta grandes beneficios a la hora de tratar al joven,
en el ámbito judicial, para decidir la medida apropiada.
La problemática de la delincuencia juvenil, es parte de un desarrollo sociocultural que es necesario abordar desde diferentes miradas, se centra el interés en
conocer cuáles son los factores de riesgo y protectores tenidos en cuenta y como son
abordados desde los equipos técnicos que pretenden dar una respuesta a dicha
problemática.
Se tomo en cuenta a los profesionales que trabajan con jóvenes en conflicto con
la ley penal, pertenecientes a la SeNAF, los cuales se encuentran en contacto
permanente con jóvenes que han desarrollado conductas transgresoras de la ley penal.
La Secretaria de Niñez Adolescencia y Familia, tiene como misión ejecutar una
intervención institucional de protección integral, a través del diseño y ejecución de
acciones de prevención y asistencia infanto-juvenil bajo la perspectiva de la inclusión
social. (Senaf, 2012),
por lo que fue elegida como institución central en esta
investigación.
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PREGUNTA DE INVESTIGACIÓN
¿Cuáles son los factores de riesgo y de protección en jóvenes en conflicto con la ley
penal, observados y abordados por los profesionales de la SeNAF?
OBJETIVOS
OBJETIVO GENERAL

Describir los factores de riesgo y de protección que son detectados y abordados
por los profesionales de la SeNAF
OBJETIVOS ESPECIFICOS
1. Determinar los factores de riesgo que son identificados por los profesionales
de la SeNAF.
2. Determinar los factores de protección que son identificados por los
profesionales de la SeNAF.
3. Caracterizar el abordaje que realizan de los factores de riesgo, los diferentes
profesionales de la SeNAF.
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ANTECEDENTES
Como se mencionó anteriormente, existen una gran diversidad de estudios e
investigaciones que han abordado el fenómeno de la delincuencia juvenil, y son tanto
internacionales, como nacionales y provinciales.
Mediante la revisión bibliográfica, se detecto por ejemplo que de la Peña
Fernández (2010), realizó un estudio titulado “Conducta Antisocial en Adolescentes:
factores de riesgo y de protección”, en el cual se trabajó en seis centros de enseñanza
pertenecientes al Municipio de Majadahonda, y encuesto a 1.629 participantes (786
hombres y 843 mujeres) de entre 14 y 17 años. Aplico un cuestionario que incluyó una
primera parte presentada en forma de encuesta y creada exprofeso para la presente
investigación y, una segunda parte, en la que se presentaban un total de cinco escalas de
evaluación psicológica.
Los resultados obtenidos, relacionados a los factores de protección y factores de
riesgo, evidencian que el consumo de sustancias es un indicador asociado a la conducta
antisocial, principalmente en varones. Y que esta conducta disminuye a medida que
aumenta la edad, salvo en casos en que se presenta consumo de sustancias.
De acuerdo a de la Peña Fernández (2010), los factores de riesgo que mayor
valor predictivo han presentado para ambos sexos y en todos los rangos de edad de la
muestra de adolescentes analizada son:
a) dentro de las variables bioevolutivas: el ser varón y
tener edades más avanzadas dentro de la adolescencia,
b) dentro de las variables de recursos personales y
valores ético-morales: la ausencia de práctica religiosa y
actividades culturales o deportivas,
c) dentro de las variables escolares: el absentismo
escolar, la valoración negativa de la enseñanza escolar y un
bajo rendimiento académico,
d) dentro de las variables familiares: la ausencia de
comunicación y la conflictividad familiar,
e) dentro del grupo de iguales: el tener amigos violentos
y el participar en actos agresivos por no quedar mal frente al
grupo,
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f) dentro de las variables personales: la desinhibición, la
agresividad, la impulsividad y la búsqueda de excitación.
Por otro lado, Sanabria y Uribe Rodríguez (2010), realizaron un estudio en
Colombia sobre factores psicosociales de riesgo relacionado a conductas problemáticas.
En este estudio, la muestra estuvo constituida por 179 adolescentes de 12 a 18 años,
que se encontraban recluidos en dos instituciones para menores infractores, y se los
dividió en dos grupos uno control y otro experimental.
Para recabar los datos, los autores utilizaron información sociodemográficas y
diferentes pruebas psicológicas: Escala de Tácticas de Conflicto de Straus, Inventario de
Diagnóstico de Alcohol para Padres, Escala Ambiente del barrio, Escala de Ambiente
escolar, Escala Creencias y actitudes, y Escala de Conducta escolar.
Los autores manifestaron que los adolescentes recluidos presentan una mayor
frecuencia de exposición a los factores de riesgo, asociados con la conducta antisocial y
delictiva, en comparación con los adolescentes no infractores que asisten a una institución pública. Los dos grupos de adolescentes se encuentran expuestos al maltrato, el
consumo y abuso de alcohol en proporciones similares, y constituyen los factores de
riesgo que más se asocian a la generación del comportamiento antisocial y el
comportamiento delictivo.
Otro estudio, realizado por Romero y Luengo (2010), donde se investigan los
factores psicosociales y delincuencia, realizado en España, estudio a 820 adolescentes a
los que se les tomó dos veces el mismo instrumento con un lapso de tiempo de 12
meses, en las cuales se midieron diversas variables familiares, implicación con amigos
delincuentes, y la delincuencia autoinformada.
La investigación demostró que la delincuencia afecta a las características
familiares y grupales, erosionando el apego a los padres, endureciendo las prácticas
disciplinarias familiares y fomentando la asociación con amigos delincuentes. Estos
bucles de influencia reciproca contribuyen, probablemente, a cronificar el estilo de vida
antisocial.
En general los resultados apuntan a mostrar como los factores de riesgos afectan
el surgimiento de conductas antisociales o violentas. Esto muestra la importancia que
pueden tener algunos factores de riesgo y factores protectores en el resultado de
7
tratamientos no carcelario para adolescentes en conflicto con la ley penal, a los fines de
detectar, prevenir y/o disminuir su efecto.
Siempre ha habido interés por los comportamientos de tipo inadaptado, y este
interés va acompañado de un aumento de investigaciones y estudios que tratan de
aportar claridad a la concepción de esta problemática, con la finalidad de encontrar
aquellas variables que correlacionan con estos comportamientos actuando, bien como
factores de riesgo o bien de protección. El fin último, en la mayoría de los casos, lo
constituye el diseño de intervenciones que sean lo más eficaces y que se puedan aplicar
a la mayor diversidad de contextos.
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CAPITULO 1
DELINCUENCIA JUVENIL
Delincuencia Juvenil: Definición
La cuestión sobre el concepto de delincuencia juvenil, según indica Herrero
Herrero (1997), nos obliga, ante todo, a esclarecer dos conceptos: delincuencia y
juvenil.
Delincuencia es un concepto que procede del latín delinqentia y que permite nombrar la
acción de delinquir o la cualidad de delincuente. Delinquir es cometer un delito; es
decir, violar la ley. El concepto de delincuencia por lo tanto, hace referencia al conjunto
de los delitos o a las personas que quebrantan la ley.
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Siguiendo con este autor, se define la delincuencia como: el fenómeno social
constituido por el conjunto de las infracciones, contra las normas fundamentales de
convivencia, producidas en un tiempo y lugar determinados.
López Rey (1978) da un concepto conjunto de delincuencia y criminalidad, lo
define como un fenómeno individual y socio-político, que afecta a toda la sociedad,
cuya prevención, control y tratamiento requiere de la cooperación de la comunidad al
mismo tiempo que un adecuado sistema penal.
Debido al influjo de la escuela clásica del Derecho Penal y el positivismo
psicobiológico, es frecuente considerar a la
delincuencia como una realidad
exclusivamente individual; sin embargo, en la actualidad la gran mayoría de los
criminólogos sostienen que la delincuencia es un fenómeno estrechamente vinculado a
cada tipo de sociedad y refleja las principales características de la misma, por lo que, si
se quiere comprender el fenómeno de la delincuencia es necesario conocer la sociedad,
con sus funciones y disfunciones. (Elizalde Varela, Hernández Ramírez, 2008).
Juvenil, por su parte, es aquello perteneciente o relativo a la juventud. El termino señala
la edad situada entre la infancia y la adultez, un período que va de los 15 a los 25 años
de acuerdo a la ONU1. (Elizalde Varela, Hernández Ramírez, 2008).
En el ámbito legal, se entiende por juvenil, aquello que es propio de la juventud y para
definir este concepto hay que ceñirse a lo establecido por las leyes. Técnicamente, el
delincuente juvenil es aquella persona que no posee la mayoría de edad penal y que
comete un hecho que está castigado por las leyes (Céspedes, 2008).
Definir la delincuencia juvenil resulta complicado y problemático debido a que en
algunos países la delincuencia juvenil es una calificación que se obtiene de aplicar
definiciones del Código Penal cuando esas infracciones son cometidas por menores de
edad, en otros, la delincuencia juvenil incluye una gran variedad de actos en adición a
los que se encuentran enumerados en sus leyes de fondo. (Elizalde Varela, Hernández
Ramírez, 2008).
1
Organización de las Naciones Unidas.
10
Vázquez (2003), define la conducta delictiva, en este caso juvenil, como cualquier acto
que pudiese poner en riesgo de adjudicación a los jóvenes que lo cometen, en el caso de
que fuesen detectados.
Una de las variantes más preocupantes del comportamiento delictivo, es aquel
protagonizado por jóvenes y menores de edad (Bandura y Ribes, 1975 citado por
Sánchez Teruel (2012), ya que puede acarrear consecuencias futuras negativas, tanto
para ellos como para su entorno. Muchas formas de conducta pueden poner a los
jóvenes ante el riesgo de la acción de la justicia. Sin embargo, los tipos de conducta que
se consideran ilegales varían de un estado a otro, igual que el límite de edad para ser
clasificado dentro de la categoría juvenil.
Algunos autores como LeBlanc 2003 (citado por Dionne y Zambrano Constanzo, 2012).
han propuesto adoptar una definición factual de la delincuencia: de este modo la
delincuencia juvenil se da “cuando un niño o un adolescente comete infracciones contra
las leyes criminales de un país”. El adolescente delincuente es aquel que ha cometido
una o más infracciones contra las leyes criminales.
El delincuente juvenil, por tanto, es una figura cultural, porque su definición y
tratamiento legal, responde a distintos factores en distintas naciones, reflejando una,
mezcla de conceptos psicológicos y legales. (Elizalde Varela, Hernández Ramírez,
2008).
Los estudios que se han realizado sobre delincuencia juvenil y conducta antisocial
(Garrido y Redondo, 1997, citado por Sánchez Teruel, 2012) plantean el carácter
multicausal del fenómeno y señalan numerosos factores de riesgo que lo precipitan,
tanto individuales, sociales, psicológicos y familiares.
Visión desde el Derecho
El derecho penal es una de las ramas del derecho, esto es, del sistema normativo
de las relaciones sociales de carácter jurídico, o de lo que es lo mismo, de las relaciones
externas de los individuos entre si o con el estado. El derecho penal regula la potestad
estatal de castigar, determinando lo que es punible y sus consecuencias (Nuñez, 1999).
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El delito, definido desde el Derecho Penal, es una conducta humana que se opone a lo
que la ley manda o prohíbe bajo la amenaza de una pena. Siguiendo al autor, se puede
definir como: un hecho (acción en sentido amplio) típico, antijurídico y punible.
Para Marchiori (1995), el delito se entiende, como una conducta que se aparta
de las normas jurídicas-culturales de una determinada sociedad.
El delito es la conducta que realiza un individuo en un momento determinado de
su vida y en circunstancias especiales para él. El delito representa por lo tanto un doble
fracaso; desde el individuo es el fracaso de los mecanismos de defensa psíquicos que
controlan los impulsos agresivos; desde el enfoque social es el fracaso del núcleo
familiar y de las instituciones para evitar el delito (Marchiori, 1984). .
Garrido, 1987 (citado por Peña Fernández, 2010), plantea que el delito, en
particular el que cometen los adolescentes, constituye la denominada “delincuencia
juvenil”, la cual designa comúnmente a aquellas personas que cometen un hecho
prohibido por la leyes y que cuentan con una edad inferior a la que la ley de un país
establece como de “responsabilidad penal”.
Marco Legal Argentino
En Argentina, La ley 22278 Régimen Penal de la Minoridad establece en su Art
1- no es punible el menor que no haya cumplido dieciséis años de edad. Tampoco lo es
el que no haya cumplido dieciocho años, respecto de delitos de acción privada o
reprimidos con pena privativa de la libertad que no exceda de dos años, con multa o con
inhabilitación. Y en su Art. 2, plantea que es punible el menor de dieciséis a dieciocho
años de edad que incurriere en delito que no fuera de los enunciados en el artículo 1.
En Argentina, en el año 2005 se sanciona la Ley nacional 26.061 de Protección
Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, que plantea una
transformación integral en el modo en que el Estado debe abordar las políticas públicas
de infancia.
En Córdoba, en el año 2007, se sanciono la Ley 9396. La misma, en su Art. 1,
expresa que “adhiérese la Provincia de Córdoba a los principios y disposiciones
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previstas en la Ley Nacional Nº 26.061, de Protección Integral de los Derechos de las
Niñas, Niños y Adolescentes”.
La ley 9944 “Promoción Y Protección Integral De Los Derechos De Las Niñas,
Niños Y Adolescentes en la Provincia de Córdoba”, fue sancionada en el año 2011. En
su Art. 6 plantea: “Es autoridad de aplicación de la presente Ley y del ´Sistema de
Promoción y Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes de
la Provincia de Córdoba´, la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia o el
organismo que en el futuro la sustituya”.
Reseña Histórica
Siguiendo a Bonasso (citado por García Méndez, E. 2001) hasta mediados del
siglo XIX existió un tratamiento jurídico-penal que no diferenciaba al menor del
adulto, tanto a nivel normativo, como a nivel de la ejecución misma de las penas.
En este contexto histórico, y como reacción a las condiciones de la vida en las cárceles
en donde los menores eran alojados conjuntamente con los adultos, comienzan a surgir
los mecanismos de control social formal de niños y adolescentes: los tribunales de
menores. En 1899 se crea el primer Tribunal de Menores en la ciudad de Illinois, lo
cual inicia un movimiento de reforma para evitar que los menores infractores fueran
sometidos al mismo tratamiento jurídico que recibían los mayores. Las leyes
implementadas por estos tribunales dan origen al Derecho Penal de Menores.
Este proceso originado a fines del siglo XIX en los Estados Unidos se propagó a
Europa rápidamente y luego, con ciertos matices, a América Latina.
A partir de1899, los tribunales de menores fueron una realidad en un buen número de
países. Aunado a esto y como importante referencia histórica, está el Primer Congreso
Internacional de Tribunales de Menores. En dicho Congreso Internacional se destaca
que el debate de la edad penal podría observarse también en esta forma: la Psicología ha
demostrado la existencia de diferencias radicales entre los niños y los adultos, poniendo
de relieve los rasgos característicos de la adolescencia. El niño no es más un adulto en
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miniatura, ni en cuerpo, ni en espíritu, es un niño, posee una anatomía, una fisiología y
una psicología particulares. Su universo no es más el del adulto (García López, 2004).
Así, a finales del siglo pasado, dentro de la doctrina legal se comenzó de un
modo generalizado, la necesidad de tener en cuenta las características específicas del
joven (falta de madurez, responsabilidad y/o experiencia) para valorar su
comportamiento antinormativo y a la hora de administrar las medidas correctoras
oportunas (Empey,1978, citado por Peña Fernández, 2010).
De acuerdo al autor, la figura del delincuente “juvenil”, que surge de la necesidad de
establecer diferentes líneas de actuación judicial para adultos y jóvenes, fue ocupando
así un lugar, no sólo dentro de la dinámica interna del funcionamiento de los sistemas
de justicia, sino que fue adquiriendo relevancia dentro del análisis de los
comportamientos inadaptados.
En 1948 se realiza la Declaración de los Derechos Humanos por la ONU. En
1959, se adopta por unanimidad en la Asamblea General de las Naciones Unidas la
Declaración de los Derechos del Niño.
En el caso de los adolescentes infractores, las interacciones existentes tienen,
entre muchísimos otros, los antecedentes de las Directrices de las Naciones Unidas para
la prevención de la Delincuencia Juvenil (Directrices de Riad) (1990); la Declaración de
los Derechos del Niño. (1959) La propia Convención sobre los Derechos del Niño
(1989); las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados
de Libertad (1991) y las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración
de la Justicia de Menores (Reglas de Beijing, 1985).
Los Paradigmas de la Infancia y su correlato en la Legislación Argentina
Cuando se habla de paradigma se refiere a un modelo teórico y metodológico
para explicar y actuar sobre una realidad; una construcción desde la cual nos
posicionamos para intervenir.
En relación a la infancia coexisten en la actualidad, dos paradigmas: El de
la Situación Irregular y el de la Protección Integral.
El paradigma de la Situación Irregular surge en las primeras décadas del siglo
veinte, correspondiéndose en el ámbito legislativo con la sanción de la ley del Patronato
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de Menores (ley 10.903), como también con la creación de los primeros Tribunales con
competencia en Menores.
La Ley 10.903 le otorga al Juez de Menores –caracterizado como padre y
patrón- una competencia amplísima para intervenir en la vida de niños y adolescentes
hasta 21 años, que quedaban bajo su órbita, no sólo cuando hubieren infringido leyes
penales, sino también en el caso de que se considerase que éstos se encontraban en una
“situación de riesgo moral o material”. Pudiendo disponer en forma amplia de los
jóvenes, a través del instrumento de la tutela judicial, posibilitando incluso la
institucionalización de los mismos por tiempo indeterminado. Este modelo considera al
niño como un objeto de tutela, de intervención de profesionales, instituciones y políticas
sociales mayoritariamente judiciales.
Es en el año 1989, y con la ratificación de la Convención Internacional de los Derechos
del Niño, que comienza a introducirse en nuestro país el segundo paradigma, es decir el
de la Protección Integral, propiciado por organismos internacionales como las Naciones
Unidas y UNICEF.- En 1994 dicha Convención como también las Reglas de Beijing o
Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de Justicia de Menores,
las Directrices de Riad de las Naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia
Juvenil y las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores
Privados de Libertad, fueron incorporadas a nuestra Constitución Nacional, adquiriendo
a partir de ese momento jerarquía constitucional.
Este paradigma viene a realizar un cambio muy profundo en relación al modelo
anterior.- Se considera al niño, como un sujeto de derechos, que debe ser protegido en
sus necesidades básicas, gozando del derecho a ser oído entre otros.
El término “menor” se deja de lado, declamándose la igualdad de todos los niños. No se
ve al niño ya desde la necesidad, sino desde sus derechos. Se trata de superar el circuito
de institucionalización represivo-tutelar. Como sujeto de derecho, se le otorgan todas las
garantías que un Estado democrático debe reconocer a un adulto más un plus por su
especial condición de persona en desarrollo.
Para Di Natale y Salvadores (2003) la privación de libertad, sólo será aceptada para los
infractores a la ley penal, es decir como sanción por el hecho cometido, en casos muy
excepcionales y después de que se hayan agotado numerosas medidas socio-educativas.
En lo que respecta a la justicia penal juvenil, la doctrina de la protección integral
significo un nuevo paradigma en el tratamiento de los derechos humanos del niño,
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entiéndase por niño a toda persona menor de 18 años, tal y como promulga la
Convención sobre los Derechos del Niño, ésta doctrina surgió para superar a su
antecesora, la doctrina de la situación irregular, que había influido en todos los códigos
de menores durante todo el siglo XX.
Dentro del marco legal vigente en la Argentina, en lo que atañe a la
administración de justicia en menores infractores, la Ley N° 22.278 regula el régimen
penal de la minoridad, la cual se complementa con la Ley Nacional N° 26.061 de
Protección Integral de los derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes. A partir de la
sanción de la Ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de Niños, Niñas y
Adolescentes y la derogación de la Ley 10.903 del Patronato de Menores, en la
Argentina se acelera una progresiva transformación en la concepción de la infancia.
En el año 2005, el Congreso de la Nación sancionó en nuestro país la ley
26.061 de Protección Integral de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes,
poniendo fin a más de 90 años de "tutelaje"; a través del establecimiento de políticas
públicas de protección y de prioridad protectiva, respecto de aquellos que se encuentran
en situaciones de mayor vulnerabilidad (Suarez, 2011).
La Ley 26061, prevé en su Art. N° 3: “El interés superior del niño, el cual hace
referencia a la máxima satisfacción, integral y simultanea de los derechos y garantías
reconocidos en esta Ley,..”, donde los responsables de velar por los mismos son la
familia, la sociedad y el Estado.
Para Suarez (2011) la Ley 26061 involucra una nueva percepción de la niñez, un
cambio en los paradigmas, en el pensamiento, obligando a todos los actores a
replantearse prácticas, estrategias y acciones, tanto individuales como institucionales,
para garantizar y/o restituir los derechos que son vulnerados en las niñas, niños y
adolescentes.
Por otro lado, introduciéndonos en el ámbito jurídico de la materia, cabe señalar
que el artículo 37 inciso b) de la Convención sobre los Derechos del Niño establece que
la medida de privación de libertad debe ser una medida de último recurso y lo más breve
posible. (Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, 2010)
Para García Ocanto (2010) la privación o reclusión en un centro de
cumplimiento es una medida excepcional porque, de conformidad con numerosas
investigaciones empíricas llevadas a cabo en la última década, el aislamiento de una
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persona que está en proceso de formación, lejos de promover cambios positivos de
conducta, contribuye a su desarraigo y a su desocialización.
SeNAF
La Secretaría Niñez, Adolescencia y Familia se creó dentro del Poder Ejecutivo
de la Provincia de Córdoba para desarrollar políticas públicas que permitan dar
cumplimiento a la Ley Nacional 26.061 de Protección Integral de los derechos de niñas,
niños y adolescentes, a la que adhirió la provincia con la Ley 9396, en el año 2007.
Su propósito es desarrollar y ejecutar políticas de promoción, recuperación y
fortalecimiento de los lazos familiares, comunitarios y sociales, bajo el paradigma que
concibe a niños y jóvenes como sujetos activos de derechos. Tiene como misión
ejecutar una intervención institucional de protección integral, a través del diseño y
ejecución de acciones de prevención y asistencia infanto-juvenil bajo la perspectiva de
la inclusión social., como también instalar políticas públicas que garanticen el pleno
cumplimiento de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes. (Senaf, 2012).
La nueva normativa creo la Secretaria Nacional de Niñez, Adolescencia y
Familia (SeNAF), como órgano especializado en materia de derecho de la niñez y
adolescencia del poder ejecutivo nacional, y por lo tanto rector de las políticas públicas
de la materia.
Poniendo la atención en su reinserción social y no en el castigo, se dispondrán
diversas acciones tales como orientación, supervisión, libertad asistida, programas de
enseñanza y formación profesional; todas medidas que prioricen posibilidades
alternativas a la internación. La privación de la libertad es una medida de última
instancia, que se lleva a cabo de conformidad con la ley, y durante el período más breve
que proceda (Senaf, 2012).
La Secretaria de Niñez, Adolescencia y Familia se compone por diferentes
equipos técnicos pertenecientes a cada medida, dichos equipos técnicos están
conformados por psicólogos, trabajadores sociales, operadores socio-educativos, entre
otros.
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CAPITULO II
PREVENCIÓN
Prevención vs Represión
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Según Bonasso (citado por García Méndez, E. 2001) en materia de infancia –
adolescencia, se debería dedicar más esfuerzos institucionales que promuevan la
prevención en lugar de la represión. Para ello se requiere del diseño de programas de
asistencia social, económica, educacional y laboral, que ayuden a prevenir. A menudo
se piensa más en la represión y en la necesidad de someter a castigos a los potenciales
infractores, que en medidas que prevengan esas situaciones.
El tema de la prevención aparece claramente recomendado en las Directrices de Riad
para la prevención de la delincuencia juvenil.
El art. 1 responde, de manera precisa, a la necesidad de prevenir “La prevención
de la delincuencia juvenil es parte esencial de la prevención del delito en la sociedad. Si
los jóvenes se dedican a actividades lícitas y socialmente útiles, se orientan hacia la
sociedad y enfocan la vida con criterio humanista, pueden adquirir actitudes no
criminógenas”.
El art. 5 plantea que “Deberá reconocerse la necesidad y la importancia de
aplicar una política progresista de prevención de la delincuencia, así como de estudiar
sistemáticamente y elaborar medidas pertinentes que eviten criminalizar y penalizar al
niño por una conducta que no causa graves perjuicios a su desarrollo ni perjudica a los
demás.
El art. 10 “Deberá prestarse especial atención a las políticas de prevención que
favorezcan la socialización e integración eficaces de todos los niños y jóvenes, en
particular por conducto de la familia, la comunidad, los grupos de jóvenes que se
encuentran en condiciones similares, la escuela, la formación profesional y el medio
laboral, así como mediante la acción de organizaciones voluntarias. Se deberá respetar
debidamente el desarrollo personal de los niños y jóvenes y aceptarlos, en pie de
igualdad, como copartícipes en los procesos de socialización e integración”.
Propuestas de organismos internacionales hacia el Sistema de Justicia
tradicional.
19
Los principales instrumentos de naciones unidas proponen reducir al máximo la
utilización de sistema de justicia tradicional. Se promueve la utilización de otras vías y
medios para resolver los conflictos con la ley penal, antes de que intervenga un juez.
(Bonasso , citado por García Méndez, 2001)
Siguiendo a este autor
se expresa la necesidad de reducir la intervención estatal,
dándole mayor participación a otros grupos tales como la familia, la comunidad, la
escuela, las asociaciones, etc.
En las reglas de Beijing o Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la
administración de Justicia de Menores, se expresa claramente la necesidad de reducir la
intervención del sistema judicial tradicional (art 1.3, 11.1,11.2,11.3)
Las Directrices de Riad proponen también, la necesidad de esfuerzos de toda la sociedad
de forma de garantizar un desarrollo armonioso de los adolescentes. Se platea reducir el
campo de acción del sistema judicial únicamente para los casos más relevantes. Los
conflictos menores deben ser atendidos por la escuela, el hogar, la comunidad, lugar de
trabajo, etc., brindando orientación al niño o al adolescente. (Bonasso citado por García
Méndez, 2001)
Por otro lado, se plantea la necesidad de minimizar y hasta eliminar el uso de la
prisión preventiva y el encarcelamiento. Todos los textos de Naciones Unidas
recomiendan el encarcelamiento como ultima medida, tratándose de menores de edad.
El art. 13 de las reglas de Beijing, establece la utilización de la prisión
preventiva como último recurso, durante el plazo más breve posible. Siempre que sea
posible, se adoptarán medidas sustitutorias de la prisión preventiva, como la supervisión
estricta, la custodia permanente, la asignación a una familia o el traslado a un hogar o a
una institución educativa.
Lo que indica el art 37, inc. b, de la Convención sobre los derechos del niño se
ha vuelto un pasaje referente que no puede dejar de mencionarse: “ningún niño será
privado de su libertad ilegal o arbitrariamente. La detención, el encarcelamiento o la
prisión de un niño se llevarán a cabo de conformidad con la ley y se utilizará tan solo
como medida de último recurso y durante el periodo más breve que proceda. (Derechos
de Niños, Niñas y Adolescentes, 2010)
20
Prevención: Definición.
Siguiendo a Marchiori (1999), se entiende que la prevención comprende
las medidas para evitar o atenuar las acciones delictivas.
Por otra parte, Camaño (1988) explica que una acción preventiva es
aquella que posee la cualidad de anticiparse y cuyo fundamento reside en la
utilidad de sus consecuencias. En este sentido, la prevención puede ser definida
como el conjunto de medidas cuyo propósito es reducir o impedir la emergencia
de conductas delictivas o proporcionar un tratamiento dirigido a disminuir la
reincidencia.
Estas acciones pueden encontrarse dirigidas a la sociedad, a grupos
específicos en situaciones de riesgo o a personas que necesitan ayuda urgente.
Rico (1991), en un sentido amplio, considera que la prevención es el
conjunto de medidas que impiden el surgimiento de la delincuencia, una forma
de intervención consistente en adoptar medidas para impedir la delincuencia o
disminuir el riesgo de perpetración de delitos, un modo de intervención social
destinado a controlar las pérdidas de las fuerzas del trabajo. De manera mas
restrictiva, se define la prevención como una intervención socio-pedagógica
confiada a educadores especializados y aplicada sobre todo a los jóvenes
inadaptados que viven en zonas urbanas con un índice elevado de inadaptación
juvenil, con vistas a reducirlas o prevenirlas. La prevención supone anticipar o
evitar algo.
Al hablar de prevención es necesaria distinguir los tres tipos que existen
según el momento en que se produzcan, sin olvidar que estas prevenciones son
diferentes entre sí y a su vez complementarias: prevención primaria, secundaria
y terciaria. A continuación describiremos cada uno de estos tres niveles de
prevención:
Prevención primaria
Herrero (2005), plantea que la prevención primaria es la más importante
21
de las medidas llevadas a cabo en la prevención de comportamientos antisociales,
puesto que de su eficacia dependerá que se evite llegar a las dos restantes. La
prevención primaria incide en los factores generales con el objetivo de debilitar o
neutralizar la conducta objeto de prevención. Inhibiendo el conflicto antisocial antes de
que aparezca, procurando una socialización provechosa acorde con los objetivos
sociales.
En este caso, todos los subsistemas sociales en los que se desenvuelve el individuo
tienen que programarse para fomentar conductas constructivas y socialmente
beneficiosas.
También se podría entender esta prevención como el mecanismo por medio del
cual se pone al alcance de todos los recursos físicos, personales y materiales, con la
finalidad de utilizar estos medios para actuar y cambiar las condiciones que rodean al
joven y favorecen la aparición de comportamientos antisociales.
Prevención secundaria
La prevención secundaria actúa a corto o medio plazo con grupos, que exhiben
mayor riesgo de padecer o protagonizar un problema delictivo. Las medidas de
prevención secundaria hacen referencia a aquellas que nos sirven para detectar e
intervenir precozmente sobre los comportamientos antisociales.
Este tipo de medidas se llevan a cabo por expertos cuyo objetivo es detectar la
población de riesgo e implementarlas. Por tanto, el trabajo de los expertos en esta fase
es la aplicación de lo que se conoce como “tratamiento precoz” con estos grupos que
presentan un alto riesgo (Mohamed Mohand, 2008).
Prevención Terciaria
La prevención terciaria puede ser definida como las medidas llevadas a cabo una
vez que el problema ya se ha hecho presente, consiste en la toma de acciones para que el
delito que apareció no se repita, por lo que se orienta básicamente a la readaptación
social que se le da al joven.
Este tipo de prevención se refiere a las actuaciones que se llevan a cabo sobre las
22
conductas antisociales una vez declaradas con medidas de rehabilitación y
reeducación. Por tanto, es el último nivel, llegándose a ella cuando han fracasado
los dos niveles de prevención nombrados anteriormente (Mohamed Mohand,
2008).
23
CAPITULO III
MODELOS Y TEORIAS EXPLICATIVAS DE LA DELINCUENCIA
En el campo de la Criminología se ha intentado averiguar el origen y las causas
de la delincuencia juvenil, desde diversos enfoques y corrientes científicas, con
fluctuaciones entre el interés manifestado por los factores individuales y los factores
externos o sociales como causas explicativas de dichos comportamientos.
Se han propuesto diversos marcos teóricos en la explicación de los
comportamientos inadaptados, entendiendo estos, como los comportamientos que
infringen el conjunto de conductas o normas establecidas por nuestra sociedad y que
vienen recogidos en las leyes.
Se
entiende
que
el
comportamiento
delictivo
es
una
problemática
multidimensional, que es el resultado de factores personales o individuales, factores
sociales y factores contextuales, tratándose así de un fenómeno complejo.
24
Munizaga Acuña (2009), plantea tres modelos de observación e interpretación de
la conducta delictiva, el modelo biológico, el modelo psicológico y el modelo social.
Modelo biológico
El modelo biológico realiza los primeros aportes a la ciencia de la criminología a
partir del siglo XVIII con exponentes tales como Charles Montesquieu, Cesare Beccaria
y Jeremy Bentham. Desarrolla investigaciones empíricas que buscan identificar, en el
funcionamiento biológico del cuerpo humano, el factor diferencial que explica la
conducta delictiva. Bajo esta premisa nace la primera escuela clásica de pensamiento
criminológico que plantea que la delincuencia es de exclusiva responsabilidad del
individuo, por lo tanto este modelo supone el padecimiento de alguna patología,
disfunción o trastorno orgánico que motiva los comportamientos antisociales y
delictivos (Munizaga Acuña. 2009).
Munizaga Acuña (2009) plantea que durante el siglo XX, la criminología explica
que ciertos delitos como los asociados a psicopatías o esquizofrenias, se pueden
observar mediante el modelo del factor biológico.
Akers y Selers (citado por Munizaga Acuña, 2009a), mencionan la necesidad de
considerar otras variables o factores que pueden afectar la conducta delictiva. Munizaga
Acuña (2009b) hace referencia a que el modelo biológico avanzó hacia un modelo
integral en la década de los 70, mediante la sociobiología. Esta disciplina aporta una
interpretación multifactorial de las conductas delictivas, donde factores personales y
biológicos confluyen con los factores sociales y del entorno.
Modelo psicológico
Munizaga Acuña (2009a) plantea que los estudios de la personalidad de los
delincuentes generaron un cambio en el paradigma de la criminología, ya que este
modelo busca comprender el comportamiento delictivo a partir de los procesos mentales
y conductuales, investigando sobre la influencia de la personalidad y factores
psicológicos en la conducta delictiva.
25
El modelo psicológico cuenta con los aportes de la psiquiatría, la psicología y el
psicoanálisis, que brindaron diferentes enfoques o interpretaciones del origen de la
delincuencia. Entre ellos se encuentran el enfoque psicopatológico que plantea que las
patologías psiquiátricas perturbarían la personalidad del individuo, expresando
comportamientos anormales los que a menudo entran en conflicto con la ley.
Mientras que el enfoque psicoanalítico hace referencia que la delincuencia tendría su
origen en represiones y traumas no resueltos en edades tempranas, que serían
inconscientes. Es por esto que quienes delinquen no sentirían culpa a causa del daño
provocado por la conducta delictiva.
Otra corriente dentro del modelo psicológico, es el enfoque cognitivo conductual, desde
el cual se plantea que la delincuencia sería producto de la observación e imitación de
conductas transmitidas en un contexto cultural.
En base a los a los aportes realizados desde las diferentes corrientes, el modelo
psicológico observa la delincuencia desde factores tales como desajustes emocionales,
de personalidad, de creencias y valores que se opondrían a las normas establecidas
(Munizaga Acuña. 2009b).
Sin embrago, el autor, aclara que la criminología planteará que estas visiones deben
incorporar otros factores que influyen en la delincuencia, o sea, plantea el enfoque
multicausal y pluridimensional de la conducta delictiva.
Modelo sociológico
Finalmente, Munizaga Acuña (2009b) hace referencia al modelo sociológico en
el cual el sujeto que delinque es una persona compleja determinada por múltiples
influencias y factores, de una red de relaciones sociales, grupos e instituciones que se
desarrollan en la sociedad. Así se constituye la base de los planteamientos que se hacen
desde este enfoque, en el cual el ser humano es de naturaleza social, y sus conductas
estarán determinadas o influidas por esta.
Desde el punto de vista de las teorías psicosociales (cognitivistas, conductuales o
comportamentales, representacionistas e interaccionistas), la delincuencia no se resuelve
a partir de dicotomía teórica observada entre las teorías sociológicas y las
individualistas, o entre las biológicas y las psicologías, sino que es necesario una
26
interacción entre ellas y una perspectiva multicausal que pueda dar cuenta de los
diferentes factores que influyen en la conducta delictiva.
Sin embargo, en la actualidad no hay ninguna teoría o enfoque que pueda
explicar la delincuencia o el comportamiento antisocial de un modo absoluto y de
manera suficientemente amplia.
De este modo hay autores que, no adhiriendo por ninguno de los tres modelos
propuestos, realizan propuestas teóricas integradoras.
Teorías Integradoras
Estas teorías intentan integrar el caudal de conocimientos acumulados por
las distintas teorías criminológicas para conseguir un mejor y más completo
conocimiento de
la
delincuencia.
La integración requiere según Cid y Larrauri (citado por Vázquez Gonzales,
2003), aceptar que el objeto básico de las teorías criminológicas es establecer factores
asociados a la delincuencia y que, por tanto, puede suceder perfectamente que un
fenómeno delictivo aparezca asociado con factores señalados por diversas teorías, las
cuales parten de integrar y relacionar los factores individuales o personales que pueden
influir en el delito con los factores sociales y los factores estructurales.
Dentro de las teorías integradoras se destacan los planteamientos de Felman
(1989), Farrington (1992), Andrews y Bonta (2006) y Arce y Fariña (2007).
Feldman (citado por Mohamed Mohand, L. 2008) propone la hipótesis del
aprendizaje antisocial o prosocial, que se sustenta básicamente en el factor aprendizaje.
Esta hipótesis señala que el ser humano a lo largo del ciclo de su vida se ve expuesto a
conductas tanto prosociales como antisociales y que ambas conductas se aprenden.
Ahora bien, la utilización por parte del sujeto de modo exclusivo de
conductas
una de las
en las diferentes situaciones de la vida, es lo que va a determinar el
desarrollo de un tipo de conductas sobre el otro.
La teoría de riesgo/protección propuesta por Farrington (citado por Mohamed
Mohand, 2008), señala que las variables individuales y ambientales identificadas como
factores de riesgo, aparecen vinculadas tanto al comportamiento prosocial y antisocial.
27
Realiza una categorización que se concretó en torno a doce factores de riesgo: factores
pre y perinatales; hiperactividad
e impulsividad; inteligencia baja y pocos
conocimientos, supervisión, disciplina y actitudes parentales; hogares rotos;
criminalidad parental; familias de gran tamaño; deprivación socioeconómica;
influencias de los iguales; influencias escolares; influencias de la
comunidad; y
variables contextuales. Esta hipótesis también señala una serie de factores protectores.
Por su parte, Andrews y Bonta (citado por Mohamed Mohand, 2008) señalan
los siguientes factores de riesgo: actitudes antisociales/pro-violentas, valores, creencias
y estados emocionales alterados sintonizados con los comportamientos violentos
(psicopatías, impulsividad…); historia de comportamientos antisociales individuales;
variedad de delitos y faltas (número e intensidad de conductas violentas); factores
familiares
(desestructuración
familiar, abandono...);
bajos
niveles
educativos,
desempleo o escasez de recursos económicos; estrés personal (consumo de tóxicos) o
factores de naturaleza biológica- neuropsicológica. Los autores incluyen entre los
grandes factores de riesgo la variable “cognición antisocial”. Esta variable es explicada
a través del modelo de riesgo necesidades y responsabilidad, según el cual la
probabilidad de que un individuo desviado cambie su comportamiento depende de tres
principios básicos.
En primer lugar el principio de riesgo, que indica que los individuos con un mayor
riesgo en factores estáticos, es decir, variables que son inherentes al sujeto y que resulta
altamente difícil actuar sobre ellas, requieren intervenciones más intensas. El segundo
principio es el de necesidad, que advierte que los factores dinámicos de riesgo
constituyen los objetivos prioritarios para el tratamiento. Finalmente, el principio de
individualización, que indica que las intervenciones han de ajustarse en cada caso
particular, teniendo en cuenta las circunstancias del individuo así como sus
características personales.
Los modelos integradores han contribuido de forma significativa a una mejor
comprensión del comportamiento desviado, defendiendo que tanto el comportamiento
antisocial como el prosocial, son susceptibles de aprendizaje e identificación de un
amplio repertorio de factores de riesgo y de protección. No obstante, tampoco los
modelos integradores son totalmente eficaces en la explicación del comportamiento
desviado.
28
Arce y Fariña (citado por Mohamed Mohand, 2008), llevan a cabo una
propuesta integradora para la explicación del comportamiento antisocial basándose en el
paradigma del no-modelo. Este paradigma destaca la imposibilidad de basarse
únicamente en un enfoque explicativo para entender el comportamiento humano, sino
que hay que partir de las circunstancias, características y factores que rodean a cada
caso particular y, posteriormente elaborar el modelo explicativo que mejor se ajuste a
ese caso. Se trata de un paradigma que se puede aplicar a cualquier conducta humana.
Pues bien, bajo esta perspectiva teórica, los autores establecen que se debe adoptar
simultáneamente un enfoque de tratamiento multimodal y multinivel.
Por multimodal entienden que hay que tener en cuenta los factores de riesgo y de
protección, así como la combinación de ambos. Por multinivel, que el objeto de
intervención no es exclusivamente el sujeto de manera individual, sino que en ésta han
de tenerse en cuenta además del área personal, todas las demás que median el
comportamiento del sujeto: el área familiar, el área socio-comunitaria y el área
académico-laboral.
29
CAPITULO IV
ADOLESCENCIA
30
Cuando se habla de adolescencia estamos aludiendo a un momento vital en el
que suceden multitud de cambios que afectan a todos los aspectos fundamentales de una
persona. Se transforma el cuerpo, la mente, las relaciones familiares y sociales.
Los jóvenes sufren esas transformaciones en la misma medida en que las
disfrutan, ya que es un espacio abierto a la inquietud y la tensión al mismo tiempo que a
la esperanza y al placer.
Aberastury, A. y Knobel, M. (1977) plantean que es una etapa intermedia entre
la niñez y la adultez. Todo sujeto adolescente se enfrenta un desafío muy grande, ya que
tiene que ir dejando de lado sus aspectos infantiles y asumiendo roles adultos. Este
proceso no es nada fácil. Hay un gran cumulo de cuestionamientos, muchos cambios
físicos y psicológicos que el sujeto no entiende. Podríamos pensar que se atraviesa una
etapa de crisis.
Se considera a la adolescencia como el periodo entre la niñez y la edad adulta el
intervalo temporal que cubre suele fijarse entre los 11-12 años y los 18-20 años. Este
amplio rango de edades y el hecho de que, la adolescencia se prolongue cada vez más,
al ganar terreno a la infancia y a la madurez, hace necesario establecer subetapas, que
significan momentos con diversas problemáticas en la vida de los adolescentes. Así es
frecuente diferenciar entre una adolescencia temprana entre los 11-14 años; una
adolescencia media entre los 15-18 años y una adolescencia tardía o juventud a partir de
los 18 años.
Así mismo, la adolescencia es un proceso, más que una etapa de la vida, en este proceso
la persona alcanza madurez en relación con cada una de las esferas vitales en momentos
diferentes. Además, es un periodo dotado de una entidad singular, por dos razones: los
cambios que se producen cuantitativamente se dan en mayor proporción y
cualitativamente se asiste al desarrollo de una nueva organización psicológica y social.
(Céspedes, 2008).
31
Moffit (citado por Villareal G, Sánchez S y Musitu O. 2010) subraya el hecho
de que en la adolescencia se produce un “lapso” o “salto” madurativo. Es un momento
que se define como difícil y complejo, tanto para los propios jóvenes como para sus
padres, ya que para el adolescente está suponiendo una transición hacia su madurez
personal y en la cual experimenta una serie de nuevas experiencias y de reajustes
sociales, así como la búsqueda de su propia independencia.
Siguiendo a Cardozo (2009), la adolescencia es un momento crucial en la vida
del hombre y constituye la etapa decisiva de un proceso de desprendimiento. Es la fase
evolutiva durante la cual el individuo logra a fines de la misma su identidad adulta sobre
la base de la internalización temprana de los objetos parentales y sus interrelaciones y la
verificación constante del ambiente social que le rodea y en que vive en este momento
de su vida.
Por lo tanto, los adolescentes se encuentran en un momento caracterizado como
de cierta indefinición personal, que a su vez viene acompañado por el deseo de
conquistar el estatus adulto y alejarse de los roles infantiles (Luengo y cols., 1999)
Coleman y Hendry (2003), ven necesario considerar la adolescencia como un
momento de transición y nos resumen una serie de implicaciones que dicha transición
conlleva:

una anticipación entusiasta del futuro;

un sentimiento de pesar por el estado que se ha perdido;

un sentimiento de ansiedad en relación con el futuro;

un reajuste psicológico importante;

un grado de ambigüedad de la posición social durante la transición
Secadas y Serrano (1983), establecen que la adolescencia comienza tras los
cambios psicológicos propios de la pubertad y significa, ante todo, un intento de
adaptación a las nuevas exigencias que la sociedad demanda del sujeto.
Cambios Biológicos
Se debe tener en consideración, que la etapa de la pubertad representa tanto la
maduración física como la reproductora. El término pubertad proviene del latín,
pubertas (cuyo significado es edad de la madurez) y siendo la primera fase de la etapa
32
adolescente, la definen como una serie de cambios fisiológicos rápidos con la finalidad
de la maduración del sistema reproductor.
La maduración del pubescente se expresa fundamentalmente por transformaciones
drásticas en la forma y apariencia del cuerpo. Una de las principales causas de esos
cambios se produce por alteraciones en el sistema hormonal, pero es importante
recordar que los adolescentes también están determinados de manera fisiológica y
cultural. La consecuencia de todo esto es la posibilidad de poder observar grandes
asincronías en lo que respecta a su inicio y duración (García Zabaleta, 2004).
En la pubertad se producen cambios biológicos que incluyen el crecimiento y
desarrollo de los órganos sexuales así como los cambios continuos en la forma y tamaño
del cuerpo. Mientras que, generalmente, se piensa que los cambios biológicos se dan
por completo en el período de la pubertad, existe un desarrollo continuo a lo largo de
la adolescencia en cuanto a madurez y crecimiento físico. La gran cantidad de cambios
que comienzan con la pubertad continúan influyendo al individuo más allá de su inicio.
Estos cambios corporales y hormonales están consistentemente relacionados con
procesos psicológicos y sociales. (Alonso Fernández, 2005).
Cambios Psicológicos
El crecimiento del cuerpo y la maduración de las características sexuales
secundarias no son los únicos acontecimientos que marcan el periodo de la
adolescencia. El conjunto de la actividad mental del adolescente también sufre una
reestructuración importante: se desarrollan nuevas formas de pensamiento y de
razonamiento moral, se estructura un sistema de valores propio, se explora la identidad
y se diversifican valoraciones de uno mismo.
Los adolescentes desean saber quiénes son, cómo son y cómo se definen en las distintas
áreas de la vida. En otras palabras, los adolescentes se implican en la definición de su
identidad y de la imagen de sí mismos. Esto no quiere decir que el proceso de
construcción del mundo personal se revele únicamente en la adolescencia -éste proceso
comienza en la infancia y continua ampliamente en la edad adulta- sino que en este
momento preciso se acelera y se hace más patente (Ramos Corpas, 2008).
33
La búsqueda de identidad es la principal tarea durante los años adolescentes,
afirma Erikson (1968). Los jóvenes forman su identidad no sólo tomando como modelo
a otras personas, sino también modificando y sintetizando identificaciones anteriores.
Siguiendo con este autor, la adolescencia es el periodo donde se establece el sentido de
la vida y la identidad propia, a través de las cuales se superan la difusión de roles y la
confusión de identidad
Además de lo anterior, según Drummond (citado por Contreras R, Baltazar, N y
cols 2008) en la adolescencia junto con las tareas que implica la conformación de la
identidad, deberá lograrse la conformación del autoconcepto, dicho logro es gracias a la
unión del pasado, presente y futuro, para conformar un todo junto con sus contextos
personal, familiar y social organizados de forma coherente.
Como parte del proceso de búsqueda de identidad, se espera el logro de la
llamada maduración social, en la cual el individuo logra incorporar de modo adecuado a
su pensamiento las relaciones sociales y sus esquemas. Gracias a esta maduración, el
adolescente podrá ocupar un lugar en el mundo de los adultos, puesto que podrá elegir
roles y metas de acuerdo a sus habilidades y posibilidades ambientales, logrando un
intercambio adecuado con su medio que permitirá su independencia (Montenegro y
Guajardo, 1994; Hurlock, 1980; Remplein, 1971 citados por Ramos Corpas, 2008)
La teoría del desarrollo cognitivo formulada por Jean Piaget (1972) concibe la
inteligencia como una forma de adaptación particular del organismo: existe una
interacción entre el sujeto y el medio ambiente en la que el sujeto debe buscar un
equilibrio realizando adaptaciones intelectuales. A lo largo del desarrollo y como fruto
de experiencias cotidianas, el pensamiento se organiza en estructuras cada vez más
complejas con el fin de aprehender la realidad. Piaget concibe la adolescencia como la
última etapa en la construcción de las operaciones formales. Esto implica que el
adolescente es capaz de razonar mediante el pensamiento hipotético-deductivo, es decir,
a partir de hipótesis enunciadas verbalmente, independientemente del contenido de los
enunciados y sin necesidad de manipular objetos concretos.
El razonamiento moral se refiere al conjunto de criterios utilizados por una persona para
juzgar un comportamiento como justo o injusto, bueno o malo. Tanto el razonamiento
moral como la cognición social, señalada anteriormente, se relacionan estrechamente
con el desarrollo cognitivo del adolescente ya que implican la comprensión de las
conductas de los otros.
34
En efecto, ambos modos de pensamiento necesitan de la capacidad de razonamiento
lógico, de integración de la información y de reflexión sobre distintas posibilidades,
todas ellas ligadas al desarrollo del pensamiento formal. Sin embargo, estos dos
procesos mentales se distinguen en su finalidad: mientras que la cognición social tiene
por objeto la comprensión de la dinámica de las conductas humanas, el razonamiento
moral añade a esta comprensión un juicio que valora estas conductas. Por tanto, en la
etapa adolescente, el desarrollo moral es también un dominio donde las
transformaciones son profundas, y es el periodo durante el cual la persona define una
orientación moral que, por lo general, mantendrá el resto de su vida. (Ramos Corpas,
2008).
Cambios Sociales
La adolescencia se caracteriza también por los importantes cambios que
acontecen en el universo social y relacional del sujeto.
El adolescente introduce nuevas relaciones sociales en su mundo social y marca
distancias con sus padres. Sin embargo, aunque la influencia de los padres ya no es tan
importante como durante la infancia, la familia tiene todavía un rol primordial en la
adolescencia. Los padres son agentes de socialización fundamentales y fuente de
numerosas reglas y modelos que son interiorizados en el proceso de socialización
(Ramos Corpas, 2008).
Partiendo de las ideas de Brofenbrenner (citado por Ramos Corpas, 2008), podemos
decir que la importancia del sistema familiar a lo largo del desarrollo de una persona
reside en que se trata del primer contexto de desarrollo. Más aún, la familia es el
“procesador central” donde tienen lugar experiencias concretas de desarrollo pero
también se organizan, y traducen e interpretan las acaecidas en otros contextos
significativos como la escuela, los iguales o la comunidad.
Tradicionalmente, se ha hablado de la “inevitable confrontación” entre padres e
hijos adolescentes. Sin embargo, aunque las relaciones padre-hijos se transforman de
forma considerable durante la adolescencia, estos cambios no se acompañan ni por una
ruptura de los lazos emocionales ni por una desvinculación familiar marcada.
35
Al contrario, la evolución de las relaciones en el paso de la infancia a la edad adulta se
caracteriza a la vez por la continuidad de las funciones esenciales ejercidas por los
padres y el cambio de los modos de interacción: disminución de la asimetría en las
relaciones padres-hijos, acceso del joven a una cierta autonomía y reconocimiento
mutuo del estatus. La autoridad unilateral se va sustituyendo por la reciprocidad y la
negociación cooperativa y el joven, al mismo tiempo que va reconociendo sus propios
límites, descubre los de sus padres. Para que todo esto ocurra, es necesario que tenga
lugar una buena comunicación en el seno de la familia de manera que facilite la
comprensión mutua (Ramos Corpas, 2008).
Uno de los cambios sociales más destacados en la adolescencia es la importancia
que adquiere la relación con el grupo de iguales. La característica que mejor define al
grupo de iguales es que suele estar constituido por adolescentes que están en el mismo
nivel de desarrollo social, emocional y cognitivo, aunque no tienen por qué ser
necesariamente de la misma edad. Las relaciones entre iguales son normalmente más
horizontales que las relaciones padres-adolescentes. Además, este tipo de contactos
entre iguales desempeña un papel relevante en el crecimiento y desarrollo del
adolescente (García Zavaleta, 2004).
Según Peláez y Luengo (1996 ), el hecho de que las amistades de un joven se
conviertan en "malas influencias", tiene relación con la necesidad de compañía y de
sentirse importante para alguien, dentro de un marco de carencia afectiva por parte del
medio, especialmente familiar; el grupo, al ofrecer satisfacción a estas necesidades,
puede ejercer notable influencia sobre el adolescente.
Para Furman y Buhrmester (citado por Ramos Corpas, 2008) el compañero
amoroso va ocupando una importancia creciente en el universo emocional a lo largo de
la adolescencia, aunque es en el comienzo de la vida adulta (sobre los 21 años) cuando
se convierte en la figura principal de vínculo. La importancia de las relaciones de pareja
en la adolescencia reside en la adquisición de la capacidad de implicarse en una relación
íntima y, en este sentido, se convierte en una de las tareas más significativas del
desarrollo humano
En cuanto a las Relaciones entre padres e iguales, en el modelo ecológico de
Brofenbrenner (citado por Ramos Corpas, 2008) las interrelaciones entre dos o más
microsistemas como el familiar y el de los iguales, configuran los mesosistemas del
desarrollo de la persona, éstos son dos contextos fundamentales en el mundo social del
36
adolescente, y entre ellos puede haber tanto relaciones de colaboración como de
oposición. Sin embargo, en la actualidad, las relaciones entre la familia y el grupo de
iguales son definidas en términos de continuidad e influencia mutua más que en
términos de oposición y conflicto humano.
Krappmann (citado por García Zavaleta, 2004) afirma que los niños aumentan
sus competencias y habilidades sociales, sobre todo a través de las nuevas amistades en
la adolescencia. Al mismo tiempo, no se abandonan totalmente las relaciones primeras
sino que existe una influencia mutua, es decir, que los valores y habilidades sociales
básicas aprendidos en el contexto familiar potencian las relaciones satisfactorias en el de
iguales y viceversa
CAPÍTULO V:
FACTORES DE RIESGO Y FACTORES DE PROTECCIÓN
37
Enfoque de Riesgo Psicosocial
El estudio de la delincuencia juvenil, desde una perspectiva psicosocial, ha
permitido identificar diferentes riesgos que se asocian al origen y mantenimiento del
comportamiento antisocial y delictivo. Se identifican como de riesgo factores
individuales, sociales y contextuales/ambientales
La perspectiva de riesgo psicosocial permite identificar y analizar las
características individuales y las características del entorno inmediato o distante en el
que se desarrollan los adolescentes, y que pueden aumentar la posibilidad de que
manifiesten dificultades en su proceso de desarrollo (Sanabria y Uribe Rodríguez,
2010).
Dicho enfoque concibe al ser humano como un ser global, integrado por
componentes biológicos y psicológicos, en interacción constante con el entorno en el
cual está inmerso. Por lo tanto, implica la existencia de una relación de dependencia e
38
influencia entre las distintas manifestaciones individuales de la persona (conductas,
afectos y cogniciones, entre otros) y el contexto social.
El enfoque de riesgo psicosocial incrementa la posibilidad de realizar
intervenciones preventivas efectivas, facilitando la focalización de esfuerzos al
identificar las variables que influyen de modo más cercano en el desarrollo de
comportamientos de riesgo (Hein y Barrientos, 2004).
Conceptos de Factores de Riesgo Y Factores Protectores
La perspectiva de riesgo psicosocial puede aportar a la formulación de políticas
públicas en la medida en que sea capaz de detectar variables que incrementen (factores
de riesgo) o disminuyan (factores protectores) la probabilidad de un determinado
comportamiento de riesgo, en este caso de aquellos comportamientos delictivos (Hein y
Barrientos, 2004).
El desarrollo de los individuos no se da en forma aislada, ya que estos viven y se
relacionan con una compleja red de sistemas interconectados, tales como la escuela, la
familia, los grupos de pares y otras instituciones. Las características de estos contextos
interactúan con las características individuales, y de este modo influyen en forma
directa o indirecta en el desarrollo de las personas, convirtiéndose en factores
protectores o de riesgo (Trudel y Puentes Neuman, 2000; Bernard, 1995 citados por
Hein y Barrientos, 2004).
El comportamiento inadaptado se ha intentado explicar señalando una serie de
factores de riesgo a los que el ser humano, puede estar expuesto en un determinado
porcentaje, a lo largo de la vida. En este sentido, son numerosos los informes que tratan
de definir exhaustivamente los factores de riesgo que influyen en la manifestación de
comportamientos antisociales (Vázquez, 2003)
Según Serrano Gómez y Fernández Dopico (2009)
“[…] normalmente concurren en el delincuente una
serie de factores que se estima influyen en el delito, aunque no
siempre es
así,
como tampoco los
mismos factores
concurrentes tienen idéntico valor cuando inciden en distintos
39
sujetos. Resulta difícil poder determinar todos los factores que
influyen en el delincuente, pues incluso resulta normal que ni
el propio sujeto lo sepa; por ello, no puede asegurarse de
forma categórica que tales o cuales factores han determinado
la conducta criminal de una persona”. (pág. 13)
La delincuencia juvenil puede verse causada por una serie de factores, que
configuran la multicausalidad del fenómeno. Ante un fenómeno tan complejo y basado
en definiciones conceptuales tan polémicas, una de las estrategias más eficaces para
comprenderlo consiste en conceptualizar sus determinantes, más que como causas,
como factores de riesgo (de la Peña Fernández, 2010).
Desde la Criminología se desarrolla el enfoque de los factores de riesgo, que se
encuentra centrado en identificar y estudiar las causas del comportamiento en niños/as y
jóvenes que delinquen, como estadio previo a la criminalidad adulta.
Estos factores de riesgo son aquellos que pueden favorecer la aparición de una
conducta determinada, en determinado contexto; y no todos los factores tienen el mismo
peso o influencia.
Por otro lado, existen factores protectores, que son aquellas
condiciones ambientales o individuales del sujeto, que pueden impedir o hacer más
resistente al mismo, para evitar las conductas no aceptadas socialmente (Bermúdez A,
Sagarduy Y, s/f)
Ante la inclusión del concepto de factor de riesgo según Luengo (2002), en
primer lugar es necesario mencionar que el factor de riesgo es “probabilístico, no
determinista a desarrollar conductas problemáticas; significa únicamente que, si lo
comparamos con un individuo sin esos factores, tendrá una mayor probabilidad de
llegar a implicarse en esas conductas”.
Por otro lado, cuando se habla de factores de riesgo no se asocia a causas, sino
que son elementos predictores que no son lineales y/o directos para que categóricamente
se los pueda pensar como una causa de la delincuencia. En base a esto, se admite que
los factores actúan interrelacionados, o sea, que diferentes variables se relacionan,
modulan e influyen entre sí para facilitar la aparición de ciertas conductas. Y es
justamente esta interrelación de variables la que dificulta la investigación sobre el tema,
ya que si bien se conocen variables predictoras se desconoce cómo se ordenan,
40
jerarquizan o se configuran en un determinado campo para inducir la conducta estudiada
(Luengo, 2002).
Además de hablar de factores de riesgo de las conductas antisociales que hacen
referencia a aquellas características individuales y/o ambientales que aumentan la
probabilidad de la aparición de dichas conductas o un mantenimiento de las mismas.
Los factores de protección son aquellas características individuales, sociales y
contextuales que inhiben, reducen o atenúan el surgimiento y mantenimiento de
conductas antisociales. (Peña Fernández, 2010)
En este sentido, tanto los factores de riesgo y protección son los extremos de un
continuo, con lo cual un mismo factor puede ser protector o de riesgo en función de
cómo se configure el entorno en el sujeto. Que estén o no presentes no determinan la
aparición o no de una conducta delictiva, pero si una cantidad de factores de protección
o de riesgo pueden predecirla en base a probabilidades de ocurrencia (Benítez, 2010).
El enfoque de riesgo psicosocial, a través de la detección de los factores de
riesgo, colabora a la prevención de conductas delictivas brindando explicaciones que
conciben a la misma como un fenómeno multicausal, y se inspira en una serie de teorías
que contemplan tanto los factores psicológicos individuales, como los sociales y
contextuales /ambientales, como determinantes del fenómeno.
Clasificación de los Factores
Garrido (2005) ofrece una clasificación de factores de riesgo, estableciendo un
continuo en el que estarían todo el repertorio de variables relacionadas con el
comportamiento antisocial. De esta manera, unos serían factores de riesgo próximos
(por ejemplo: los estilos de crianza de los padres o los amigos antisociales) y otros,
factores de riesgo lejanos (por ejemplo, la pobreza o las familias desestructuradas). Las
conductas antisociales son resultado de la mediación entre ambos tipos de factores.
Otros autores (Caprara, 1984; Egido, Gómez y Saburido, 1999) diferencian los factores
de riesgo en función de si se refieren a características inherentes al propio sujeto o bien
ajenas al mismo, distinguiendo entre:
a) Factores de tipo intrapersonal, que se refieren a una serie de características con las
que nacemos o que vamos adquiriendo durante el proceso de formación de nuestra
41
personalidad, como pueden ser temperamento y carácter, es decir, son aquellos factores
que nacen y se desarrollan dentro del individuo.
b) Factores de tipo interpersonales, que tienen su origen y evolución como consecuencia
de la relación del individuo con el medio en el que se desenvuelve, englobando al medio
sociofamiliar (estilos de crianza, entorno familiar) y al contexto sociocultural (amigos,
barrios). (Mohamed Mohand, 2008)
A continuación planteamos una clasificación de los factores de riesgo en cuanto
al carácter Individual, Social y contextual; tratando de delimitar para cada uno de estos
ámbitos las variables que han sido seleccionadas para la investigación:
FACTORES INDIVIDUALES
Los factores individuales aluden a factores de riesgo relacionados con
características de personalidad, ciertos rasgos de la constitución psicológica y conductas
del individuo.
Autoestima
Autoestima es “la autoevaluación que el individuo hace y mantiene en forma
perseverante hacia sí mismo; se expresa en una actitud de aprobación o reprobación e
indica hasta donde el individuo se siente capaz, significativo, exitoso y valioso. En
resumen, la autoestima es un juicio personal de valor que se expresa en las actitudes que
el individuo toma de sí mismo (Coopersmith citado por Jara, L y Aguirre, M s/f)
El grado de autoestima viene determinado por la relación entre la imagen que
cada uno tiene de sí y la que le gustaría para sí en términos de imagen ideal. El
sentimiento de autoestima será mayor en la medida en que este ajuste sea mejor.
(González González, 2012).
Algunos autores han señalado que una baja autoestima, una pobre
autovaloración etc. están en la base de las conductas desviadas. Un bajo nivel de
autoestima hace al sujeto sentirse incompetente para resolver situaciones o problemas y
esto provoca frustración. (Laespada, Iraurgi y Aróstegi, 2004).
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Generalmente les falta seguridad en ellos mismos, tienen frecuentemente dudas
sobre su papel social y el grado de aceptación que los demás les tienen y son temerosos
al arriesgarse o exponerse al fracaso.
Frecuentemente culpan a los demás de sus errores, en lugar de hacerse responsables de
sus propias acciones (Reasoner, citado por Ruiz Castro, De León Villegas y cols. 2006)
Así mismo, se ha puesto de manifiesto que los adolescentes con baja autoestima
tienen más conductas amenazantes e intimidatorias hacia otros y presentan mayores
niveles de conducta delictiva. Zhang (citado por Garaigordibil, Cruz y Pérez, 2003)
encontró que los adolescentes delincuentes generalmente reportaban baja autoestima.
Son muchos los investigadores que sostienen que una percepción positiva del sí
mismo contribuye a una mejor salud mental, influyendo de este modo en el ajuste
comportamental y emocional de los adolescentes (Bandura, 1997; Taylor & Brown,
1994). En este sentido, numerosos investigadores han señalado que la autoestima es un
importante factor de protección frente a los comportamientos delictivos (DuBois et al.,
1998; Harter, 1999, citado por Jiménez, Murgui, Estévez y Musitu, 2007).
Empatía
La empatía es una reacción emocional elicitada y congruente con el estado
emocional del otro y que es idéntica o muy similar a lo que la otra persona está
sintiendo o podría tener expectativas de sentir (Eisenberg, Carlo, Murphy y van Court,
1995; Eisenberg, Zhou y Koller, 2001; Hoffman, 1987; Holmgren, Eisenberg y Fabes,
1998 citados por Sanchez-Queija, Oliva y Parra, 2006).
La falta de empatía (ponerse en el lugar del otro) conduce a una mayor
inclinación para resolver los conflictos de forma violenta (Hidalgo Vicario y Judez
Gutiérrez, 2007).
Varios son los autores que han señalado el papel que posee la empatía en la presencia de
la conducta antisocial. De acuerdo con estos autores, una baja capacidad empática puede
ser la base de la conducta antisocial en general, observada de forma especial en muchos
niños y adolescentes con conducta agresiva seria (Ascione, 1993; Dodge, 1993; Loeber
& Hay, 1997 citado por Rey, 2003)
Varios estudios han demostrado que los niños y adolescentes con conducta antisocial,
presentan una escasa capacidad empática.
43
Impulsividad
Se llama impulsividad a la tendencia a responder rápidamente a los estímulos,
sin reflexionar y cometiendo un alto porcentaje de errores en la respuesta. Los sujetos
impulsivos se caracterizan por no poder controlar sus deseos y por la exteriorización de
sus pensamientos e ideas. Esta característica se asocia con otros rasgos tales como
búsqueda de sensaciones y novedades, susceptibilidad para el aburrimiento, desorden,
audacia y poco sentido de la realidad. (Sobral; Romero.; Luengo; Marzoa, 2000).
La impulsividad es otra de las características personales más populares en la
psicología de la conducta criminal, a pesar de las
dificultades que entraña su
conceptualización y su medida.
Teorías de muy diferente orientación han propuesto que las dificultades para
reflexionar antes de actuar y/o para considerar las consecuencias futuras de la conducta
ponen al individuo en riesgo de implicación delictiva (Gottfredson, y Hirschi, 1990;
Wilson, y Hernstein, 1985, citados por Puyol González, 2007).
Según Meichenbaum (1977), los delincuentes juveniles tienden a actuar de
modo impulsivo con escaso autocontrol, por lo que fracasan a la hora de analizar las
circunstancias de una situación y las conductas más adecuadas a la misma, así como a la
hora de conseguir la demora de la gratificación (preferir esperar para obtener una cosa
más valiosa que la que se puede conseguir de inmediato). (Echeburua Odriozola, 1987).
Frustración
La frustración es una respuesta emocional común ante la oposición. Está
relacionada con la rabia y el disgusto, y se origina ante la resistencia percibida que surge
ante el comportamiento dirigido a metas, ya sea producto de una interferencia arbitraria
de otra persona o debido a la incapacidad personal para alcanzar las metas propuestas
(Giraldo Alarcón y Toro, 2010).
La teoría de la frustración sostiene que las relaciones negativas, los estímulos nocivos y
los sucesos vitales estresantes pueden desencadenar furia y frustración hasta llegar al
punto del crimen o la delincuencia. Por tanto, el comportamiento delictivo sería una
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solución a la frustración que algunas personas utilizan para conseguir sus logros o evitar
estímulos nocivos (Navas Collado y Muñoz García, 2005)
La asociación entre algunas clases de frustración y crimen parece estar bien establecida
(Hagan 1997; Short 1997), sin embargo, las teorías, no han mostrado plenamente cómo,
por qué y bajo qué condiciones estas condiciones de privación causan o contribuyen al
crimen. Agnew (1992), asume que los individuos frustrados quieren aliviar su
frustración o superar las emociones que provoca. La conducta criminal puede hacerlo
pero no es la única opción (en Title, 1993).
Ansiedad y depresión
Otras de las características psicológicas investigadas en relación al
comportamiento antisocial y/o violento son las emociones negativas en las que se
incluyen, fundamentalmente, la ansiedad y la depresión. Muchos individuos que ejercen
conductas antisociales manifiestan una alta comorbilidad con trastornos emocionales
(Dishion, French y Patterson, 1995; Lahey y McBurnett, 1992). En varios estudios
longitudinales y epidemiológicos en población general se ha podido comprobar la
relación existente entre perturbaciones emocionales y una mayor probabilidad de ejercer
conductas antisociales. (Lund y Merrell, 2001; Nottelman y Jensen, 1995; Simonoff et
al., 1997).
Asimismo, Stefuerak,Calhoun y Glaser (2004) sugieren en su estudio que los trastorno
emocionales podrían ser considerados como un canalizador hacia la delincuencia, así
como también la personalidad antisocial (Peña Fernández, 2010).
Vermeiren et al. (2002) encuentran para ambos sexos y en tres ciudades de
países distintos (Estados Unidos, Bélgica y Rusia), como la presencia de depresión,
problemas de somatización, expectativas negativas sobre el futuro y búsqueda de
sensaciones se incrementaba gradualmente y en función de la presencia de conducta
antisocial y su severidad (Peña Fernández, 2010).
Hiperactividad
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La presencia de la hiperactividad también ha sido relacionada con la
probabilidad de manifestar actos delictivos tempranos, así como con una mayor
probabilidad de reincidencia en el delito en la vida adulta. Un estudio realizado por
Herrero Herrero (1997) con niños hiperactivos demostró que aquellos que tenían
problemas de conducta tendrían una mayor probabilidad de convertirse en adolescentes
y adultos delincuentes (Fernández Campoy, 2008).
De acuerdo a los resultados de varios estudios (Farrington y otros en 1995 White y otros en 1994) la asociación entre conducta antisocial e hiperactividad es uno
de los más eficientes diferenciadores válidos de asociación con un comportamiento
delictivo posterior. Por ejemplo, estudios de Campbell y otros (1997) y Campbell
(1996) han demostrado que niños que presentan hiperactividad siendo pequeños, suelen
desarrollar conductas antisociales en los primeros años de la adolescencia, llegando a
presentar un comportamiento delictivo en la adultez (Werth, 2006).
Una característica importante que se presenta como antecedente repetido en
jóvenes infractores persistentes, es el hecho de haber padecido hiperactividad en la
infancia. La hiperactividad es un síndrome de aparición temprana que se asocia a
dificultades cognitivas y a un bajo nivel de atención y/o impulsividad. Dicho síndrome
(especialmente el de tipo impulsivo) se diferenciaría claramente de otras formas de
comportamiento delictivo, debido a su aparición temprana en la infancia (Fernández
Campoy, 2008).
Bajo coeficiente intelectual
El concepto de coeficiente intelectual (IQ en inglés o también llamado en
español cociente intelectual o coeficiente de inteligencia),
fue creado como un
instrumento para evaluar la madurez mental de los niños. Se descubrió que la relación
entre la madurez mental de los niños (EM) y la edad cronológica (o sea física) (EC) es
constante. A esta relación se le atribuye el nombre de "coeficiente de inteligencia"
(Stern, 1998).
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En lo que respecta al comportamiento delictivo, los factores intelectuales han
sido considerados tanto a la hora de explicar la génesis de este, como en el tratamiento e
intervención de la conducta llamada antisocial. Desde los planteamientos del celebre
Lombroso, a mediados del siglo XIX, se consideró la inteligencia baja de los
individuos, atribuida entonces a factores biológicamente constitucionales de los
mismos, como un elemento crítico que podía explicar su delincuencia. (Guajardo
Guzmán, 2006).
Gran parte de la investigación más antigua que relacionaba la delincuencia con
factores de pensamiento, se limitó durante décadas a poner de manifiesto la existencia
de cierta correlación entre baja inteligencia (como constructo global) y conducta
delictiva (Rutter y Giller, 1988, citado en Garrido, V. Stangeland, P. Redondo,
S. 1999). Fueron estudiadas diversas poblaciones de delincuentes tanto encarcelados
como en libertad, a quienes se aplicaron pruebas de inteligencia, detectando cocientes
intelectuales medios inferiores a los de la población general (Pérez y Ortet, 1993, citado
en Garrido, V.Stangeland, P. Redondo, S. 1999). Herrnstein y Murray (1994) han
revisado la literatura que analiza la relación entre cociente intelectual y delincuencia y
descubrieron que en promedio los delincuentes presentan un cociente intelectual por
debajo de la media poblacional (Guajardo Guzmán, 2006).
Inteligencia escasa y rendimiento escolar bajo: son factores de riesgo
importantes que predicen la delincuencia (Moffitt, 1993). Un CI bajo medio en los
primeros años de la vida predice una delincuencia posterior (Pacheco Gallardo, 2007).
Por tanto, los individuos con bajas capacidades intelectuales y con ciertos sesgos
cognitivos poseen peores habilidades interpersonales, siendo éstas las que dificultarían
el proceso de socialización y facilitarían la aparición de la conducta antisocial
(Torrubia, 2004, en Peña Fernández, 2010).
Consumo de sustancias
La relación entre consumo de drogas y delincuencia se sustenta en bases
empíricas (Huitzinga, Loeber, Thornberry y Cothern, 2000), ya que los factores de
riesgo que contribuyen al consumo de drogas son los mismos o muy similares que los
que influyen en la delincuencia (Hawkins et al., 1995).
47
Según Kandel, Treiman, Faust y Single (1976), el consumo de drogas suele originarse
en la adolescencia y está vinculado con el proceso normal, aunque problemático, del
crecimiento, la experimentación con nuevas conductas.
El consumo de drogas se asocia a una amplia gama de variables individuales y
contextuales de riesgo (Ugarte Díaz, 2001).
En la actualidad, existe suficiente bibliografía acumulativa acerca de la fuerte
asociación que hay entre el consumo de sustancias y la conducta antisocial; además de
los múltiples factores de riesgo que el consumo de drogas/alcohol y la violencia
comparten (Boles y Miotto, 2003; Dorsey, Zawitz y Middleton, 2002; Hodgins, 1993;
MacCoun, Kilmer y Reute, 2002; Marzuk, 1996; Nagin y Tremblay, 2001; Room y
Rossow, 2001; White y Gorman, 2000; White, 2004, en Peña Fernández, 2010).
Uno de los primeros estudios que informó del consumo de drogas y la conducta
delictiva en jóvenes fue el de Robins y Murphy (1967), quienes mostraron que los
sujetos consumidores de droga se iniciaban en la marihuana y, a su vez, los delincuentes
tenían mayor probabilidad de implicarse en el consumo de drogas que
los no
delincuentes. Otro de los trabajos en este campo fue el realizado por Jacoby, Weiner,
Thornberry y Wolfgang (citado por Peña Fernández, 2010). Este estudio retrospectivo
examinó la relación entre el consumo de marihuana/heroína y la manifestación posterior
de actividades delictivas. Los hallazgos señalaron una relación positiva y significativa
entre el consumo de drogas y la actividad delictiva. También se halló que los
consumidores de drogas manifestaban mayores conductas antisociales que los no
consumidores y que ésta aumentaba progresivamente con la edad.
No obstante, existen varios modelos alternativos que intentan explicar por qué el
consumo de drogas y alcohol es un factor de riesgo para la conducta antisocial en
jóvenes y adolescentes. Por ejemplo, en algunos adolescentes, los efectos del consumo
de
alcohol
degeneran,
en
ocasiones,
en
conductas
violentas
(modelo
psicofarmacológico) (Boles y Miotto, 2003, 1996; MacCoun, 2002; Parker y Auerhahn,
1999). De la misma forma, las drogas pueden provocar delitos predatorios cuyo fin es
obtener dinero para costear el consumo (modelo de motivación económica) (Anglin y
Perrochet, 1998; Dorsey, 2002; Nadelmann, 1998); o porque el mismo sistema de
distribución y consumo de drogas está inherentemente vinculado al delito (modelo
sistémico) (Goldstein, 1998; Miczek, 1994; citados por Peña Fernández, 2010).
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FACTORES SOCIALES
El desarrollo de los individuos no se produce de manera aislada, pues los
jóvenes
van a vivir y se van a relacionar con una compleja red de sistemas
interconectados, como la escuela, la familia, los grupos de iguales, y otras instituciones
o situaciones que influyen, de forma directa o indirecta, en el desarrollo de las
personas, y cuyas características pueden convertirse tanto en factores protectores como
en factores de riesgo. Es así, que se considera actualmente la situación de “estar en
riesgo psicosocial”, como un estado complejo, que es definido por la interacción de
múltiples factores en continuo cambio (Sánchez-Teruel, 2012).
Familia
La familia juega un papel relevante en el proceso de socialización de los jóvenes,
influyendo en gran medida en su futuro comportamiento. Reducen el riesgo de
delincuencia estrechos vínculos entre padres e hijos, buena comunicación, supervisión
y control de los hijos (Seydlitz y Jenkins, 1998) o una disciplina adecuada (Kumpfer y
Alvarado, 1998 en Wiese, 2008).
En
el
mismo
sentido
Juárez,
Villatoro,
Gutiérrez
y
otros
108 (2005) confirman que la falta de supervisión parental en las familias de
los
jóvenes
de
todos
los
niveles
socioeconómicos
facilita
el
involucramiento del menor en actividades delictivas (Chan Gamboa, 2006).
Por
Gutiérrez,
su
Fleiz
parte,
y
Jacobson
Medina
y
-Mora
Crockett
(2005)
(2000),
constatan
Juárez,
que
la
Villatoro,
supervisión
parental directa y el monitoreo a través de otras personas –en el caso
de los padres que trabajan- son elementos básicos en el sostenimiento
de
un
ajuste
adecuado
de
los
adolescentes.
Confirman
que
el
alto
monitoreo parental, sin importar el nivel socioeconómico, está asociado
con
un
desempeño
académico
más
elevado,
menor
delincuencia
y
menor actividad sexual en los jóvenes (Chan Gamboa, 2006).
49
Por el contrario, una falta de supervisión (Howell, 1997; Browning & Loeber,
1999; Hawkins et al.,2000), cambios en la estructura familiar (Thornberry et al.,1999,
Wasserman et al.,2003) malos tratos, disciplina férrea o alternada, malos ejemplos
conductuales (Farrington,1992,1997, 2001), falta de comunicación o carencias
afectivas (Browning & Loeber,1999; Bartollas,2000), incrementan los riesgos de
comportamientos delictivos por parte de los jóvenes (Wiese, 2008).
La familia juega un papel relevante en el proceso de socialización de los
jóvenes, influyendo en gran medida en su futuro comportamiento (prosocial o
antisocial).
Juby y Farrington (2001), en un estudio para identificar la relación entre la
desintegración familiar y la delincuencia, encontraron que la delincuencia de los jóvenes
se correlacionaba con la desintegración y el conflicto familiar, concluyendo que es el
conflicto que antecede a los divorcios y no la separación de los padres lo que pudiera
llevar a los jóvenes a delinquir. La violencia en el hogar, tanto el maltrato dirigido hacia
los niños como el maltrato hacia las madres de éstos, resulta en un empobrecimiento del
ambiente familiar (Frías –Armenta, López-Escobar y Díaz- Méndez, 2003).
Los estudios efectuados por Thornton et al. (2000) señalan algunos factores de
riesgo provenientes de los padres, entre ellos: La conducta delictiva y violenta, el uso
indebido del alcohol y drogas, el maltrato y abandono infantil, la disciplina severa o
incoherente, la falta de interacción emocional entre padres y niños, y la falta de
supervisión por parte de los padres (Patterson, Reid, y Dishion 1992; Buka y Earls
1993, Widom 1992, cit.:Thornton et al., 2000, en Brea Cabral y Cabral, 2010).
En sus estudios McCod (1977) y Robins (1975) mostraron que los padres
delincuentes tendían a tener hijos delincuentes. En el estudio de Cambridge, resultó
destacable la concentración de los delitos en un pequeño número de familias. El
hecho de tener un padre, una madre, un hermano o una hermana condenados predijo
de un modo significativo las propias condenas de los chicos. El pariente más
importante fue el padre; los arrestos de los padres predijeron la delincuencia de los
chicos con independencia del resto de los parientes arrestados (Pacheco Gallardo,
2007).
La interacción pobre entre padres-hijos y los conflictos maritales son
considerados como factores de riesgo familiares para la conducta antisocial y delictiva
(Armenta, Corral, López, Díaz y Peña, 2001; McCord, 1996; 2001). Se ha planteado
50
que si en una familia la relación es cálida y afectuosa la probabilidad de aparición de la
conducta problemática disminuye (Armenta, 2001, en Sanabria y Uribe Rodríguez,
2010).
La Escuela
Junto a la familia, la escuela aparece como un factor determinante en la
correcta educación y socialización de los jóvenes, operando como un inhibidor de la
delincuencia, ya que el éxito académico y buenas actitudes hacia la escuela reducen la
delincuencia (Seydlitz y Jenkins, 1998; Browning y Huizinga, 1999; Parks, 2000;
Schweinhart, 2003a; Burns, Howell et al., 2003), aunque en algunos casos el fracaso
escolar o un temprano abandono escolar opera en sentido contrario como un
facilitador de la delincuencia (Farrington, 1992, 1997; Borduin y Schaeffer, 1998;
Catalano, Loeber y McKinney, 1999; Huizinga, Loeber, Thornberry y Cothern, 2000
citado en Vázquez González, 2003).
En cuanto a las características y condiciones escolares del menor
infractor
coincidimos
con
Minuchin
(1999),
Musitu
(2002)
y
Sipos,
(2003), Becedoniz, Rodríguez, Herrero, Paino y Chan (2005), al señalar a la escuela
como uno de los principales predictores de la conducta delictiva y de su reincidencia,
ya que el fracaso en este ámbito tiende a indicar el involucramiento del menor en
actividades como la organización delincuencial. Entendemos por fracaso escolar tanto
el abandono, el conflicto y absentismo del contexto educativo (Chan Gamboa, 2006).
La escuela es el lugar en donde los jóvenes adquieren conocimientos, pero
también es el escenario en donde se entrenan para las relaciones sociales y en donde se
exponen a las variadas normas sociales, reglas y costumbres de su comunidad. La forma
en la que la escuela ejerce influencia en los estudiantes es a través de sus políticas, las
cuales se ven reflejadas en el establecimiento de reglas y las maneras con las que se
hacen cumplir las mismas.
Existe una relación entre los ambientes escolares y la delincuencia; un ambiente
escolar positivo permite relaciones prosociales entre estudiantes y profesores, y entre los
estudiantes (Angenent & Man, 1996; Vazsonyi & Flannery, 1997). Es probable que en
la escuela ocurra también un patrón de aprendizaje de acciones antisociales y delictivas
51
y que algunos estímulos del contexto escolar promuevan más que otros la aparición y el
mantenimiento de esas acciones negativas.
El ambiente escolar es uno de los contextos más importantes de convivencia de los
adolescentes con sus compañeros y es también el escenario en el que reciben más
influencia de ellos. Un ambiente escolar negativo puede conducir a los escolares a
comportarse antisocialmente, como lo muestran Lotz y Lee (1999). De la misma
manera, Gaustad (1992) señala evidencias de que hay más confrontación entre los
alumnos en las escuelas en las que existen reglas que no son claras, o reglas arbitrarias e
injustas. Lo mismo ocurre cuando las conductas desviadas de los menores son ignoradas
y cuando las escuelas carecen de recursos suficientes para la enseñanza (Frías –
Armenta, López-Escobar y Díaz- Méndez, 2003).
Por
su
parte,
Becedoniz
y
Rodríguez
(2005a,b),
refieren
que
en
los menores infractores un indicador preocupante es la falta de interés
por la escuela, que se manifiesta de una manera realista a través de la
deserción escolar en el nivel de primaria y de enseñanza media (Chan Gamboa, 2006).
La inasistencia escolar es otro factor de riesgo asociado con el desarrollo de la
conducta antisocial y delictiva. La inasistencia escolar contribuye a facilitar el paso a
la delincuencia debido a que proporciona tiempo y oportunidades adicionales para
conductas inadecuadas, como por ejemplo la conducta antisocial (Farrington, 1995).
En un estudio sobre la variable inasistencia escolar, Farrington (1989) mostró que
aquellos jóvenes entre los 12 y los 14 años con mayor número de inasistencias en la
escuela eran más propensos a desarrollar conductas antisociales y delictivas en una
etapa adulta, así como a estar recluidos en centros de detención, que los jóvenes con
asistencia continua a la escuela (Sanabria y Uribe Rodríguez, 2010).
Adicionalmente, el fracaso escolar se ha mostrado como una variable relevante
en la explicación de la conducta antisocial y delictiva juvenil. Sin embargo, respecto a
la relación entre conducta antisocial y fracaso escolar, no es claro si el riesgo se deriva
de las bajas capacidades cognitivas (bajo CI) o del fracaso escolar (Rutter, Giller &
Hagell, 2000 citados por Sanabria y Uribe Rodríguez, 2010).
La elevada delincuencia y vandalismo en la escuela también se relacionan con el
desarrollo de conductas antisociales y delictivas. Su relevancia está dada por el papel de
los compañeros-pares (delincuentes o no) que funcionan como modelos para el
aprendizaje de comportamientos, como la conducta antisocial y delictiva o el consumo
52
de determinadas sustancias (Beland, 1996; Farrington, 1989 en Sanabria y Uribe
Rodríguez, 2010).
En resumen, se señala que algunas dinámicas en los centros educativos como la
inasistencia, el fracaso y el vandalismo escolar y las agresiones entre compañeros son
factores asociados a conductas antisociales y delictivas en los jóvenes (Rutter et al.,
2000). Sin embargo, es relevante destacar que las dinámicas e influencias escolares no
siempre son negativas y a menudo permiten mejorar aprendizajes, habilidades y
respuestas prosociales en los adolescentes (Beland, 1996, en Sanabria y Uribe
Rodríguez, 2010).
Grupo de pares
El grupo de amigos es importante en el desarrollo psicosocial al ofrecer a los
adolescentes un sentido de pertenencia, un soporte emocional y normas de
comportamiento (Borduin & Schaeffer,1998 en Vasquez, 2003 :141), señalándose
como un factor de gran influencia en la delincuencia juvenil (Munizaga Acuña, 2009).
En cuanto al grupo de amigos, los expertos en el desarrollo humano han destacado su
importancia durante la adolescencia (Fierro,1985; Peterson y Leigh, 1990). Las
experiencias en el grupo de amigos contribuirán a asentar la identidad y a expresar la
propia autonomía, y ofrecerán oportunidades para ampliar el repertorio de habilidades
y conductas, más allá del entorno familiar. En sintonía con estas ideas, los estudiosos
de la inadaptación social han atribuido a los amigos un papel crucial para explicar la
génesis de la delincuencia (Munizaga Acuña, 2009).
Los adolescentes se caracterizan por su pertenencia a grupos de pares, los
cuales juegan un papel esencial en el proceso de socialización de los adolescentes. La
“socialización” comprende todos los procesos en los que el ser humano, como ente
individual se convierte en un miembro activo de una sociedad y su cultura. A través de
estos procesos el individuo obtiene su identidad como persona capaz de obrar en
la sociedad. Brembeck (Austin, 2000) señala que el grupo de pares comprende a
personas que tienen aproximadamente la misma edad. A diferencia de la familia, que
mantiene objetivos de largo alcance para el niño, los intereses del grupo de pares son
inmediatos y temporarios (Yaya Castañeda, 2008).
53
Es en esta etapa, donde los grupos ofrecen además, una sensación de
pertenencia y un soporte emocional. Las normas del grupo constituyen un
elemento determinante de orientación.
El grupo de pares cumple una función de puente, es decir, se convierte en un
espacio
de
transición
entre
la
familia
y
la
sociedad.
Carnevali & Kallman (2007), detallan cómo es que los jóvenes, bajo la
influencia del grupo de pares pueden llegar a constituirse en grupos
socialmente
desviados y llegar a formar parte de un fenómeno tan actual como el de las pandillas
y otras agrupaciones delictivas (Yaya Castañeda, 2008).
La interacción entre iguales provee al menor de un sentimiento de identidad,
de protección y compañerismo. La influencia que deriva de esta interacción bien puede
ser negativa o positiva para el niño o adolescente, el cual se puede ver rodeado de
amigos positivos que le apoyan, o de amigos que lo involucren en actividades de
riesgo como el consumo de drogas o la conducta antisocial (Fishman, 1994 en Chan
Gamboa, 2006).
Por su parte, Musitu (2002) señala que el grupo de pares puede, incluso, llegar
a desorganizar las pautas establecidas en la familia y, con ello, caer en conductas de
riesgo que favorezcan los comportamientos ilegales y antisociales –como la violencia,
las conductas delictivas, el consumo de sustancias adictivas, la conducta sexual de
riesgo- que atentan más contra el orden social y los propios adolescentes (Chan
Gamboa, 2006).
En concreto, la tradición teórica ligada a los planteamientos de la “asociación
diferencial” y del “aprendizaje social” (Akers, 1973; Sutherland, 1939) ha sido una
firme defensora de la importancia del grupo de amigos. De acuerdo con estos
planteamientos, las actitudes y conductas delictivas se adquieren en la interacción con
los grupos más cercanos, a través de un proceso de aprendizaje y el grupo de amigos
será un contexto de particular importancia para el aprendizaje de la delincuencia. La
implicación en grupos de amigos delincuentes favorecerá el modelado y el refuerzo de
las conductas delictivas, de forma que el individuo llegara a adoptar los valores y
comportamientos antisociales de su grupo (Chan Gamboa, 2006).
Muchos autores coinciden al señalar, que el fenómeno de las pandillas juveniles
no es nuevo, sino que lo novedoso es la complejidad que adopta, cuya preocupación
54
radica en que un problema urbano se convierte en redes de afiliación y violencia
sistemática, ya que el abandono social y la falta de referentes de socialización terminan
convirtiéndola en organizaciones transgresora de la Ley (Cruz, 2004) La socialización
de los jóvenes puede estar determinada por la construcción de una identidad forjada en
las pandillas, las cuales se originan en espacios, barrios o comunidades de precariedad
socioeconómica con violencia social y criminal como elemento de potenciación
(Wielandt, op. cit.; en Brea Cabral y Cabral, 2010).
.
FACTORES AMBIENTALES Y/O CONTEXTUALES
La sociedad constituye el marco general donde cohabitan tanto los individuos como los
grupos. El contexto social lo constituyen las cualidades de la comunidad en el que se
encuentra inmerso el joven.
Los medios de comunicación de masas
Una visión interesante es del rol de los medios de comunicación, los cuales más
que prevenir la conducta delictiva, se los acusa como generadores de la misma. Son
numerosas las investigaciones que se han ocupado sobre la posible influencia que
puedan tener los medios de comunicación, especialmente la televisión, en la génesis del
comportamiento delictivo.
En 1975 Rothenberg alertó a la comunidad sobre los efectos perniciosos de la
visión de la violencia televisiva en el normal desarrollo del niño al incrementar tanto los
niveles de agresividad física como la conducta antisocial. De esta forma, el estudio
científico de los efectos perniciosos de la observación de la violencia en la televisión fue
desarrollándose hasta quedar conceptualizado hoy en día como un importante factor de
riesgo del comportamiento delictivo (Donnerstein, 2004 en Peña Fernández, 2010).
La relación entre los posibles efectos de la violencia en la televisión o las
películas sobre la conducta antisocial está siendo investigada actualmente. Es posible
encontrar investigaciones de dicha relación mostrándose resultados positivos, (Wood,
Wong y Chachere, 1991) (Muñoz García, 2004).
55
Williams (1986) ha estudiado los cambios que se producen a lo largo del tiempo
en zonas con y sin acceso a la televisión. Este estudio, muestra el efecto causal de la
violencia “televisada” en el posterior desarrollo de conductas violentas y/o delictivas
(Muñoz García, 2004).
Finalmente, parece adecuado considerar el papel que ejercen las nuevas
tecnologías y, más concretamente, el uso excesivo de videojuegos e Internet. Los juegos
de ordenador y, en menor grado, ciertos usos de Internet implican la posibilidad de
acceder más fácilmente para determinados individuos a material violento. En este
sentido, Griffiths (1997) encuentra que el juego persistente puede tener como
consecuencia una excitación fisiológica que actuará posteriormente como reforzador de
la conducta futura, predisponiendo así a la dependencia y fomentando el desarrollo de
un abanico más amplio de conductas antisociales (Muñoz García, 2004).
Zonas, comunidad y barrios
Hay diferentes zonas en las que es más probable encontrar altos niveles de
delincuencia. La delincuencia juvenil se agrupa en algunos sectores de las ciudades o
regiones.
Los vecindarios son parte de la vida diaria de los jóvenes (Bursik, 2001). Según
Abrahamson (1996), los jóvenes que viven en barrios violentos manifiestan más
conducta antisocial o agresiva. La delincuencia juvenil se agrupa en algunos sectores de
las ciudades o regiones (Frías –Armenta, López-Escobar y Díaz- Méndez, 2003).
Peterson, Krivo y Harris (2000), en un estudio llevado a cabo en comunidades en
desventaja, encontraron que los vecindarios podían reducir la delincuencia con el
desarrollo de ciertos tipos de instituciones locales (centros de recreo, escuelas, etcétera).
Es probable que las condiciones de pobreza no sean directamente las que ocasionen la
delincuencia, sino la carencia de servicios o de instituciones para el desarrollo de los
jóvenes.
Los vecindarios socialmente problemáticos, por lo general, presentan condiciones de
mucha pobreza en los hogares, poco mantenimiento de las casas, y poca gente que vive
en éstas es propietaria de las mismas (Sampson, Raudenbush & Earls, 1997). Existen
espacios abiertos, casas y edificios abandonados y pocos lugares de recreo y áreas de
56
servicio (Angenent & Man, 1996; Sampson et al., 1997, en Frías –Armenta, LópezEscobar y Díaz- Méndez, 2003
En esta línea, Shaw y McKay (1972) concluyen que el ser delincuente no radica
en la existencia de diferencias individuales, sino en las características diferenciales de
los barrios donde viven, ya que demuestran que las tasas de delincuencia descienden en
función directa al distanciamiento del centro de la ciudad y su zona industrializada,
incrementándose cuanto más nos aproximamos a aquellos (Peña Fernández, 2011).
Fagan y Schwartz (citado en Peña Fernández, 2010), se centraron en el estudio
de los efectos contextuales del barrio en la delincuencia y encontraron que el nivel
económico de la comunidad, y la desorganización comunitaria, se relacionaban
significativamente con la delincuencia
Cuando la pobreza es extrema, el riesgo de que se produzca violencia urbana es
elevado (Stouthamer-Loeber et al., 1993). Sin embargo, en un estudio realizado por
Sampson, Raudensbush, y Earls (1997) se demostró que el grado de cohesión social y
de control informal entre los vecinos es un factor determinante para la prevención de la
violencia incluso en los barrios más pobres (Puyol González, 2007).
Falta de oportunidades laborales
La relación entre el trabajo y el delito es bastante compleja, pero existe, esto es
debido a que el trabajo aporta a los adolescentes los recursos económicos que la
sociedad les va a exigir para que puedan acceder a los bienes y servicios que precisan
para subsistir, motivo por el que los jóvenes que tienen grandes dificultades para
acceder al mercado laboral y, como consecuencia de ello, una gran escasez de
oportunidades económicas pueden verse inmersos en una vorágine muy peligrosa que
puede contribuir a acelerar su inicio en el mundo de la delincuencia. La comisión de
delitos dependerá de las oportunidades de trabajo y de las condiciones sociales e
individuales de los sujetos (Bushway y Reuter, 1997, en Fernández Campoy, 2008).
Numerosos estudios han mostrado sustanciales asociaciones entre el desempleo
y la delincuencia. Tanto Fleisher (1966) como Ehrlich (1973) consideraron el efecto del
desempleo en las tasas de delincuencia, y defendió que el desempleo y el nivel de
educación de la población eran importantes factores de la delincuencia. (Benvenuti,
2003).
57
Baron y Hartanagel (citados en Fernández Campoy, 2008), han constatado que
una persona que se encuentra desempleado tiene una mayor probabilidad de incurrir en
un delito adquisitivo, en la medida en que atribuya la responsabilidad de su situación a
fuentes externas, y no a sí mismos.
La “desaparición del trabajo” (Wilson, 1997), o más precisamente la
desaparición de los puestos de trabajo no cualificados, especialmente asociada a otros
factores de riesgo, como logros educativos bajos y una escasez (o no existencia) de
servicios sociales, es una condición extremadamente peligrosa para los jóvenes
marginados, quienes optan fácilmente por actividades ilícitas para generar ingresos
(Benvenuti, 2003).
Rutter et al. (citados por Peña Fernández, 2010) concluyen, al respecto, que el
desempleo o falta de oportunidades laborales predispondría a un incremento de las
actividades delictivas protagonizadas por aquellos individuos que ya tenían un alto
riesgo debido a su propia conducta anterior, características y antecedentes psicosociales.
.
La pobreza y/o situación social desfavorecida
Amartya Sen (citado por Rodríguez Ramírez, 2005) define a la pobreza como
“la privación de capacidades básicas para funcionar dentro de la sociedad: una persona
que carece de la oportunidad para conseguir ciertos niveles mínimos aceptables en
dichas realizaciones o funcionamientos.
Pobreza y delincuencia son dos términos que mucha gente identifica como
sinónimos o, cuando menos, como factores interrelacionados. Parece ser que la gente
pobre delinque más que los pertenecientes a clases más acomodadas. (Vázquez
González, 2003).
Ahora bien, estos datos según la teoría del labeling se debían principalmente a
la criminalización secundaria de los niños y jóvenes de la clase social baja, los cuales
sufrían una persecución penal más frecuente y un peor trato por parte de la policía y los
tribunales juveniles que los menores de clases sociales más favorecidas. Para
CHAPMAN, la delincuencia juvenil es el resultado de un proceso de selección y de
estigmatización, que generalmente viene causando daño a las clases pobres. (Vázquez
González, 2003).
58
El mecanismo de estigmatización o etiquetamiento promovido por las instancias
oficiales de control social puede conducir a un joven que simplemente ha cometido un
acto delictivo, hacia una carrera criminal, en el sentido de un “estilo de vida” criminal
(Vázquez González, 2003).
La pobreza juega un papel importante en el desarrollo del comportamiento
delictivo juvenil, aunque no queda clara la forma en la que la pobreza actúa como
elemento favorecedor del desarrollo de comportamientos de riesgo. A través de la
investigación se ha descubierto que su influencia es preferentemente indirecta, ya que
actúa sobre la familia, que al experimentar situaciones de marginalidad o pobreza, va a
acabar desarrollando problemas como depresión familiar, conflicto, hostilidad parental
y desorganización de funciones familiares. Esto se va a traducir en un deterioro de la
capacidad de las familias para brindar apoyo y supervisar las actividades del niño
(Rutter, Giller y Hagell, 1998). Desde esta perspectiva, como afirma Teoría del estrés
familiar de Plunkett (1999), el desarrollo de los adolescentes se ve impactado por la
naturaleza de los eventos estresantes a los que se encuentra sometida la familia, sus
recursos, y las estrategias para afrontar los problemas (Fernández Campoy, 2008).
La pobreza y/o situación social desfavorecida influyen como factor de la
delincuencia juvenil ya que la mayoría de las teorías sociológicas sobre los factores
determinantes de la delincuencia tienen como punto de partida el que la mayoría de los
delincuentes proceden de un medio socialmente desfavorecido (Rutter y Giller, 1983, en
Peña Fernández, 2010).
Acceso a armas
El fácil acceso a armas, la facilidad con que se transfieren conocimientos y técnicas
criminales y la disponibilidad de oportunidades para cometer delitos debido a un
ambiente urbano propicio para la delincuencia, con altos niveles de criminalidad y
proliferación de pandillas juveniles son factores que reducen los costos de los
adolescentes que deciden involucrarse en la delincuencia juvenil
(Caicedo, 2005).
59
La disponibilidad y proliferación de armas de fuego se han convertido en serias causas
de la delincuencia juvenil. Hoy día, las armas son una parte central del cambiante
panorama de la violencia juvenil. Los adolescentes poseen y llevan armas, a menudo
por
un
deseo
de
ser
respetados
y
temidos
(Benvenuti
2003)
Como se puede apreciar, la multiplicidad de orígenes de los factores de riesgo
contribuye a la complejidad del estudio de la génesis y al mantenimiento de
determinados comportamientos problemáticos.
En el pasado se pensaba que ciertos factores podían tener una influencia causal
directa sobre el desarrollo de algunos problemas. Sin embargo, a medida que ha ido
avanzando la investigación, se ha ido descubriendo que los factores coexisten,
interactúan y son mediados por una gran variedad de otras variables que intervienen en
la cadena causal del desarrollo de los comportamientos problemáticos. De este modo,
características individuales pueden interactuar con características contextuales. Así, por
ejemplo, el hecho de que un niño sea hiperactivo no implica necesariamente que éste se
vaya a iniciar en el mundo de la delincuencia. Los niños hiperactivos-impulsivos
generalmente provocan rechazo en las personas que les rodean (padres, profesores, etc,),
quienes tienden a distanciarse del niño o a actuar de manera coercitiva con él. Este tipo
de interacciones, según Rutter, Giller y Hagell (1998), son un antecedente que
determina una larga historia de desajustes conductuales que, a su vez, van a contribuir a
agudizar el cuadro. En este ejemplo de los niños hiperactivos-impulsivos se ilustra
cómo estos factores, además, pueden presentar efectos interactivos que se refuerzan
mutuamente. (Munizaga Acuña, 2009a)
60
CAPITULO
METODOLOGÍA
61
Perspectiva.
La presente investigación estuvo guiada por la perspectiva mixta de abordaje. Es
decir, para Hernández Sampieri, Baptista Lucio y Fernández Collado (1997) aquella
perspectiva basada en formaciones parciales de ambos enfoques generales. Esto es
desde una perspectiva de tipo cuantitativa abordada por el cuestionario de relevamiento
y una cualitativa arrojada por las entrevistas realizadas a los profesionales de la Senaf.
En este caso la investigación tuvo una perspectiva mixta por la naturaleza de las
técnicas de recolección de datos. Estas técnicas desde los estudios descriptivos permiten
recolectar información para acercarse de manera concreta a la realidad de estudio. La
perspectiva mixta está conformada teniendo en cuenta los antecedentes directos de
información para la presente investigación y el origen del tipo de datos que son el
resultado de la misma.
Tipo de estudio.
La presente investigación fue de tipo descriptiva. Para Hernández Sampieri,
Baptista Lucio y Fernández Collado (1997) tienen como propósito describir eventos y
fenómenos.
62
Para la presente investigación, el tipo de estudio es pertinente atendiendo a las
definiciones de clasificación que se pretenden y a los antecedentes del marco teórico.
Diseño.
El presente estudio fue de tipo transversal. Según Hernández Sampieri, Baptista
Lucio y Fernández Collado (1997) este tipo de diseño pretende recolectar los datos de
una sola vez en el contexto de investigación.
Es pertinente para el presente trabajo debido a que se evaluó de una sola vez a
todos los componentes de la muestra.
Procedimiento.
Se comenzó con un primer contacto con la SeNAF para conocer el organismo y
las diferentes áreas
que están nucleadas en su órbita y dependencia. Luego se
gestionaron los contactos con los miembros de los diferentes equipos técnicos para la
aplicación de los instrumentos. Se hizo una aproximación al campo donde se visitaron
las diferentes áreas del Senaf. Se solicito el consentimiento informado (ver Anexo III) a
cada uno de los profesionales, se les informo acerca del anonimato de la información
que brindaron, como así también
los fines de la investigación. Se continúo con la
aplicación de los instrumentos y una vez obtenidos los datos se procedió al análisis de
los mismos y se obtuvieron las conclusiones.
Muestra.
En la presente investigación la muestra fue no probabilística. Para Hernández
Sampieri, Baptista Lucio y Fernández Collado (1997) las mismas se definen por la
posibilidad restringida de las personas a ser parte de la misma debido a no contar con la
participación del azar.
Se conformó una muestra final de 40 profesionales de los distintos equipos técnicos
dependientes de la SeNAF, pertenecientes a los Centros socioeducativos Paulo Freire,
programa Libertad asistida, Servicios en Beneficio de la comunidad y Complejo
Esperanza.
63
De la muestra de 40 personas 6 fueron varones y 34 mujeres. Los sujetos de la
muestra eran profesionales de diferentes disciplinas entre ellas: 19 psicólogos, 14
trabajadores sociales, 7 operadores socio institucionales. La edad promedio de la
muestra fue de 36 años.
Tipo de muestra.
En este trabajo de investigación la muestra fue accidental. Para Hernández
Sampieri, Baptista Lucio y Fernández Collado (1997) se basan en los criterios de los
investigadores y en la accesibilidad de los participantes a ser investigados.
Es adecuado este tipo de muestra porque deja a las autoras la libertad de poder buscar
sus participantes según criterios convenientes al trabajo de investigación.
Técnica de recolección de datos.
En esta investigación los datos fueron recogidos por un cuestionario y por una
entrevista semidirigida.
Para Hernández Sampieri, Baptista Lucio y Fernández Collado (1997) el
cuestionario es un instrumento sensible para abarcar gran cantidad de comportamientos
o realidades a un número grande de personas.
Para la obtención de los dos primeros objetivos se diseñó un cuestionario (ver
anexo I) pertinente a la temática abordada, el mismo se elaboro siguiendo el listado de
los factores mencionados en la bibliografía, Previo a su aplicación se realizo una
prueba piloto donde se obtuvieron algunas criticas que permitieron su corrección para el
cuestionario definitivo.
Este quedo conformado por los factores de riesgo individuales, sociales, y
ambientales/contextuales. Los cuales han sido agrupados en seis grandes áreas:
personalidad, consumo de sustancias, familia, educación formal, grupo de pares, y
ambiente /contexto, donde los profesionales debían marcar con una cruz cuales
consideraban que constituían un factor de riesgo en jóvenes en conflicto con la ley penal
y al finalizar debían completar con el factor protector que consideraban adecuado a cada
área.
64
En cuanto a la entrevista semidirigida Hernández Sampieri, Baptista Lucio y
Fernández Collado (1997) plantean que la misma esta estipulada en un guión flexible de
temas (ver anexo II) pero con categorías previamente definidas.
La misma quedo conformada con 8 preguntas que permitieron profundizar las
características del abordaje de los factores de riesgo que se realiza en la SENAF.
Su principal categoría fue Abordaje, y las subcategorías fueron los factores de
riesgo: personalidad, consumo de sustancias, familia, educación formal, grupo de pares
y ambiente/contexto social, logrando de esta manera obtener la información necesaria
para el tercer objetivo de la presente investigación.
Análisis de los datos.
Se utilizó una estrategia dual para este trabajo, por una parte, para los datos del
cuestionario, elementos de la estadística descriptiva. El análisis cuantitativo se realizó
en el cuestionario, utilizando los porcentajes, las frecuencias relativas, absolutas. Esto
permitió ver la presentación de las observaciones directas o respuestas de los
participantes para poder dar descripción a la presentación de la variable en estudio.
Para Hernández Sampieri, Baptista Lucio y Fernández Collado (1997) este tipo
de estadística resume datos de un fenómeno a la manera de presentaciones formales,
pudiendo servir como base para realizar niveles de inferencias más completos.
Para la entrevista semidirigida se utilizó la reducción de dimensiones. La
reducción de dimensiones es un proceso por el cual se presentan los datos en una matriz
dividida en categorías de análisis e indicadores previamente definidos (Katz, 1999). La
misma tiene como propósito extraer de un cúmulo de materiales y datos las frecuencias
más características de una sección, párrafo o unidades de análisis definidas.
Recursos materiales y humanos.
Se conto con los recursos humanos necesarios para la realización de la presente
investigación: la participación de las tres autoras, la colaboración de los profesionales
de la Senaf y el asesoramiento de metodólogos en las cuestiones técnicas, con relación a
los recursos materiales se contó con los instrumentos necesarios (cuestionario y
entrevista) para obtener los datos y lograr la consecución de los objetivos, el
65
consentimiento informado y por escrito, para la aplicación de tales instrumentos (ver
anexo III).
Plan De Acción
Para la presente investigación se programó un plan de acción que permitió la
realización de cada una de las actividades necesarias para la misma.
Etapa
1. Elección de tema.
Revisión bibliográfica
2. Elaboración de
objetivos general y
específicos
3. Elaboración de
cuestionario y
entrevista
4. Aplicación de la
prueba piloto y
elaboración y
aplicación de
cuestionario y
entrevista final
5. Construcción del
marco teórico y
análisis de datos
6. Elaboración de
conclusiones,
discusión y aportes
7. Redacción de tesis y
entrega
MES MES MES MES MES MES MES MES MES MES MES
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
8. Defensa de tesis
X
X
66
ANÁLISIS DE LOS RESULTADOS
Análisis cuantitativo
En el presente apartado se resumen los datos del relevamiento realizado por el
cuestionario administrado a los profesionales de la Senaf.
Con respecto a la edad de la muestra el promedio de edad es de 35.82 años. El
modo característico de la muestra son 33-37 años con 5 casos, 32 con 4 casos y 40 con 3
casos. El modo en el recorrido de edad de la muestra se presenta en el siguiente gráfico:
Grafico 1: Cantidades de casos por edades características en la muestra.
Con respecto a la distribución por sexo la muestra tiene un total de 40
participantes (N=40), en su división por sexo la misma es de 6 varones (n=6) es decir un
15% y 34 mujeres (n=34) esto es 85%. En el siguiente grafico se presenta lo anterior
expuesto:
67
Grafico 2: Distribución por sexo de la muestra total.
Para las profesiones de los participantes de la investigación las misma se
presenta de la siguiente forma: psicólogos 19 (47.50%), trabajadores sociales 14 (35%)
y operadores socio institucionales 7 casos (17.5%). El siguiente grafico lo refleja:
Grafico 3: Profesiones de la muestra de investigación.
68
Todos los participantes de la muestra final de investigación pertenecen a
la Senaf.
Para la presente investigación se realizo una clasificación de los factores
de riesgo, a partir de la bibliografía consultada sobre el tema, en donde se agruparon en
base a su carácter individual, social y ambiental/contextual.
En el área de la Personalidad, las frecuencias absolutas, relativas y
porcentajes de las respuestas de los profesionales, son:
Tabla 1: Área Personalidad para los Factores Individuales.
Ítems
Frecuencia
Frecuencias
absoluta
relativas
25
0.625
6.25%
28
0.7
7%
13
0.325
3.25%
10
0.25
2.5%
Baja
Porcentajes
autoestima.
Presencia de
impulsividad, y
Baja tolerancia
a la frustración
Falta de
empatía.
Hiperactividad
y/o déficit de
atención.
Se puede observar frecuencias absolutas mayores en dos opciones de
respuestas, superando la mitad de la muestra y otros dos valores por debajo de esa mitad
de la muestra total, se distingue pocos casos de diferencias entre las mayores
frecuencias absolutas.
Se puede identificar el factor de riesgo “Presencia de impulsividad y baja
tolerancia a la frustración” con 28 respuestas obtenidas y el factor “Baja autoestima” en
segundo lugar con 25 respuestas obtenidas.
69
Grafico 4: Frecuencias absolutas del área de la personalidad.
9
Los factores protectores explicitados por los participantes de la
muestra de investigación para el área de la personalidad fueron:
Factores protectores
Frecuencias absolutas
Capacidad reflexiva y responsabilidad
9
frente a los otros.
Desarrollar habilidades y destrezas para
3
el trabajo, estudio y recreación.
Favorecer el desarrollo de habilidades
18
sociales.
Fortalecimiento de recursos personales.
10
Se observan en las frecuencias una presentación heterogénea, con un solo valor mínimo
y luego valores más grandes, la característica de los mismos es que no marcan el
porcentaje medio de la mitad de la muestra, aunque un valor de 18 se le acerca a la
misma.
70
Teniendo en cuenta el consumo de sustancias, las frecuencias
características del indicador son:
Ítems
Frecuencia
Frecuencias
absoluta
relativas
30
0.75
7.5%
27
0.675
6.75%
21
0.525
5.25%
Consumo
Porcentajes
crónico de
drogas y alcohol.
Consumo de
sustancias
relacionado con
conductas
transgresoras a
la ley.
Desconocimiento
de los riesgos del
uso de
sustancias.
Se observan valores altos de frecuencias de respuestas teniendo en
cuenta la muestra total, de hecho todos los valores de frecuencias presentados superan a
la mitad de la muestra.
Se observa el factor de riesgo “consumo crónico de drogas y
alcohol” en primer lugar con 30 respuestas obtenidas y el factor “Consumo de
sustancias relacionado con conductas transgresoras a la ley.” en segundo lugar con 27
respuestas obtenidas.
.
71
Grafico 5: Frecuencias absolutas de consumo de sustancias.
30
21
Los factores protectores para el área de consumo de sustancias fueron:
Factores protectores
Frecuencias absolutas
Apoyo en redes sociales.
2
Instituciones abiertas al trabajo con
4
jóvenes de bajos recursos.
Instituciones en diferentes niveles (ONG,
8
gubernamentales, privadas) con las que se
cuente para abordar al joven.
Reconocimiento de aspectos personales
11
que favorecen el consumo.
Políticas públicas de prevención a nivel
15
escolar y comunitario.
72
Las frecuencias para estas respuestas tienen un recorrido más polar en los
valores bajos, y con más similaridad en los valores altos de frecuencias.
Para los Factores sociales en el área de la familia, las frecuencias
características son:
Ítems
Vínculos
Frecuencia
Frecuencias
Porcentajes
absoluta
relativas
12
0.3
3%
12
0.3
3%
24
0.6
6%
30
0.75
7.5%
poco
estrechos
entre padres
e hijos
Conflictos
familiares y/o
maritales
Bajo nivel de
comunicación
Falta
de
supervisión y
control de los
hijos.
La presentación de las frecuencias es poco variante en la mayoría de las
opciones de respuestas, a consideración del máximo valor que supera la mitad de la
muestra.
Se identifica el factor de riesgo “falta de supervisión y control de los hijos” en
primer lugar con 30 respuestas obtenidas y el factor “Bajo nivel de comunicación” en
segundo lugar con 24 respuestas obtenidas.
73
Grafico 6: Frecuencias absolutas de familia.
Los factores protectores para el área de la familia fueron:
Factores protectores
Frecuencias absolutas
Desarrollar habilidades de comunicación
8
en el ámbito familiar.
Familiares externos para contención y
4
cuidado del joven.
Actividades y programas comunitarios con
5
la familia.
74
Límites y reglas claras.
14
Contención familiar.
5
Fortalecimiento de las figuras familiares
4
de autoridad.
Las frecuencias observadas muestran un solo polo con casi la mitad de la
muestra y otros valores de recorrido parcial.
Con respecto a educación formal, las frecuencias características para este
indicador fueron:
Ítems
Frecuencia
Frecuencias
Porcentajes
absoluta
relativas
Fracaso escolar.
37
0.925
9.25%
Ausentismo y
41
1.025
10.25%
abandono escolar.
Los valores de frecuencias observados en esta área son mayoritarios, siendo
sus frecuencias superiores a la mitad de la muestra total.
Se puede observar el factor de riesgo “Ausentismo y abandono escolar” en
primer lugar con 41 respuestas obtenidas y el factor “Fracaso escolar” en segundo lugar
con 37 respuestas obtenidas.
Grafico 7: Frecuencia absoluta de educación formal.
75
Los factores protectores enumerados por la muestra de investigación
para el área de educación formal fueron los siguientes:
Factores protectores
Frecuencias absolutas
Apoyo de familia y redes sociales,
3
promover motivación.
Docentes y directivos con visiones de
11
inclusión.
Promover políticas públicas más
13
adecuadas a las necesidades de la
población.
Programas del gobierno para chicos que
8
abandonan la educación.
Formación y capacitación en oficios y / o
5
herramientas de trabajo.
Las frecuencias muestran un recorrido con valores bajos, un solo valor
medio y dos polares altos en las opciones de respuestas.
76
Para el indicador de grupo de pares, las frecuencias características
fueron:
Ítems
Amigos que
Frecuencia
Frecuencias
Porcentajes
absoluta
relativas
18
0.45
4.5%
26
0.65
6.5%
36
0.9
9%
transgreden la ley
penal.
Ser miembros de
una banda
transgresora de la
ley
Grupo de pares con
conductas riesgosas
y violentas.
Las frecuencias marcan un recorrido alto de sus valores acercándose y
superando la mitad de la muestra.
Se puede observar el factor de riesgo “Grupo de pares con conductas
riesgosas y violentas” en primer lugar con 36 respuestas obtenidas y el factor “Ser
miembros de una banda transgresora de la ley” en segundo lugar con 26 respuestas
obtenidas
Grafico 8: Frecuencias absolutas de grupo de pares.
77
Para el área de grupo de pares, los factores protectores indicados fueron:
Factores protectores
Frecuencias absolutas
Promoción de límites familiares, inclusión
en grupos favorables.
Relaciones solidarias.
Participar en actividades productivas y
saludables para jóvenes.
Fomentar espacios comunitarios que
favorezcan vínculos sociales positivos.
7
4
20
9
Las frecuencias tienen una distribución con valores separados, uno de los
valores es la mitad de los casos.
Para los Factores ambientales y contextuales, y el área ambiente y
contexto social, las frecuencias características fueron:
Ítems
La pobreza,
Frecuencia
Frecuencias
absoluta
relativas
21
0.525
Porcentajes
5.25%
hacinamiento y las
situaciones sociales
desfavorables
78
Falta de
26
0.65
6.5%
15
0.375
3.75%
14
0.35
3.5%
oportunidades
laborales.
Desorganización en
la comunidad.
Acceso a armas.
Las frecuencias para éste área tienen valores altos, cercanos a la mitad de los
casos y en una oportunidad los supera.
Se puede identificar el factor de riesgo “Falta de oportunidades
laborales” en primer lugar con 26 respuestas obtenidas y el factor “La pobreza,
hacinamiento y las situaciones sociales desfavorables” en segundo lugar con 21
respuestas obtenidas.
Grafico 9: Frecuencias absolutas de ambiente y contexto social.
79
Para el área de ambiente y contexto social, los factores protectores explicitados por los
profesionales consultados fueron:
Factores protectores
Frecuencias absolutas
Promoción desde el contexto barrial
capacidades de planificación y mejoramiento
de sus condiciones de vida.
6
Promoción e igualdad de oportunidades.
Redes comunitarias.
Promoción de programas que contemplen la
inclusión de jóvenes.
17
3
8
Políticas sociales haciendo hincapié en
oportunidades laborales.
6
Las frecuencias en esta oportunidad muestran un valor mínimo, dos
valores iguales, uno intermedio y un solo valor máximo que no llega a la mitad de los
casos.
80
Teniendo en cuenta las seis áreas para cada factor de riesgo, los
profesionales consultados a nivel de muestra total marcaron los siguientes recorridos de
frecuencias absolutas:
Área
Personalidad.
Consumo de
sustancias.
Familia.
Educación formal.
Grupo de pares.
Ambiente y contexto
social.
Frecuencia
absoluta
3
24
Frecuencia relativa
13
5
10
25
0.325
0.125
0.25
0.625
0.075
0.6
Para las seis áreas de los tres tipos de factores de riesgos definidos, las
frecuencias se presentan de manera dispersa, hay valores mínimos, valores intermedios
y muchos casos de diferencias entre los dos valores máximos que superan la mitad de la
muestra.
El área elegida como de mayor incidencia, fue Ambiente y Contexto
Social con 25 respuestas y en segundo lugar, Consumo de sustancias con 24 respuestas.
Grafico 10: Frecuencias absolutas de áreas de mayor incidencia.
81
Tratamiento de los resultados
Los resultados del trabajo de investigación fueron procesados por el paquete
estadístico SPSS 20.0 para Windows 2007.
Con este programa se cargaron todos los casos definiendo las propiedades de
cada categoría que conformaban el instrumento de recolección de datos.
Estas categorías se definieron en nominales y ordinales para el programa. Luego
de tener cargado todos los valores reales de los ítems se procedió a sacar las frecuencias
absolutas de cada factor, y en esa operación también sus frecuencias relativas y
porcentajes.
Se utilizaron todos los casos que tenían las respuestas que se requerían en el
instrumento. La carga de las frecuencias absolutas distintivas se inicio desde el valor
mínimo encontrado y hasta el valor máximo encontrado.
Se tomaron para el presente trabajo de investigación los valores característicos,
directos, o frecuencias absolutas basados en el recorrido de frecuencias; tal recorrido se
basa en el siguiente principio: que el valor sea distinto de 0 y que tenga el rango mínimo
de 3, que es el valor que se estipula como rango mínimo para muestra de N: 40.
Análisis cualitativo
Reducción de dimensiones
82
Tomando en cuenta la entrevista realizada a 10 profesionales de la muestra, se
procedió a analizar las mismas realizando una reducción de las dimensiones en
categorías y subcategorías. La categoría central fue Abordaje, y como subcategorías se
estipularon los indicadores de factores de riesgo elegidos para esta investigación:
Personalidad, Consumo de sustancias, Grupo de pares, Familia, Educación formal, y
Ambiente/contexto.
CATEGORIA
SUBCATEGORIA
PERSONALIDAD
ENTREVISTA
- Se realiza una aproximación a la situación
personal del joven. No tiene fines de pericia ni de
psicodiagnóstico puntualmente
-
Programa PAED, a cargo de tres psicólogos.
-
Objetivo: problematizar el consumo, que el
joven tome conciencia de la adicción y generar
demanda de tratamiento.
ABORDAJE
CONSUMO DE
SUSTANCIAS
-
Valoración y diagnostico de los jóvenes que
tienen un consumo de sustancias toxicas.
-
Talleres de prevención inespecífica, primaria y
de concientización solo para aquellos jóvenes
que presentan problemas de consumo de
sustancias (seis encuentros una vez por semana
y luego se valora nuevamente).
-
No se realiza tratamiento, se realizan talleres de
valoración y derivación.
-
Abordaje grupal.
-
Articulación con los profesionales
correspondientes a cada programa.
FAMILIA
-
Programa P.O.F (Programa de Orientación
Familiar), a cargo de una asistente social y tres
83
psicólogos.
EDUCACION
FORMAL
-
Taller de padres, multifamiliar, dos veces por
semana durante dos horas.
-
La participación es voluntaria o por oficio de
un juez.
-
Se trabaja la dinámica grupal, bajando niveles
de ansiedad y angustia de los padres.
-
Se persigue como objetivo del programa,
obtener un cambio familiar para lograr el
cambio en el joven. Se reflexiona sobre la
necesidad de límites.
-
Los temas a tratar en cada encuentro
dependerán de las inquietudes que trae cada
padre al encuentro.
-
Dentro de dicho programa se contempla la
posibilidad de una clínica familiar a los padres
que lo soliciten.
- En sistema cerrado:
 La educación formal es obligatoria.
 Cuenta con una escuela, igual a la escuela de
afuera, es presencial, tienen horarios, sanciones
y los contenidos curriculares son iguales
también.
 Ni bien ingresa el joven, es evaluado, se le
pregunta en qué nivel estaba de la escuela, y se
lo incluye en un grupo.
 Dependen de los SEDMA, estos funcionan en
distintas partes de la ciudad y es como escuela
para adultos, secundario de adultos y primario
de adultos.
- En sistema abierto:
 Se evalúa la situación académica del joven,
en caso de no pertenecer al sistema
educativo formal, se evalúa, y se incluye al
joven en el programa “de 14 a 17” del
84
Ministerio de Educación, para que retomen
o nivelen sus estudios.
AMBIENTE Y
CONTEXTO

Existen operadores institucionales
encargados del seguimiento académico del
joven.
- Sistema cerrado:
 Se trabaja solo con el contexto inmediato del
joven, la familia.
- Sistema abierto:
 Trabajadores sociales elevan informes a
desarrollo social por carencias en viviendas,
solicitando subsidios en casos de pobreza
extrema.
 Se trabaja en conjunto con los CPC, centros
vecinales, ONGs y otras entidades.
Conclusiones:
85
El propósito de esta investigación, consiste en el conocimiento de aquellos
factores de riesgo y de protección identificados, y el abordaje llevado a cabo de los
mismos, por los profesionales que forman parte de los Equipos Técnicos de las áreas
que trabajan con jóvenes en conflicto con la ley penal, dependientes de SeNAF.
El enfoque del riesgo psicosocial permite detectar los factores de riesgo para
colaborar a la prevención de conductas delictivas concibiendo la misma como un
fenómeno multicausal, ya que se inspira en una serie de teorías que contemplan tanto
los factores psicológicos, individuales, los sociales y los contextuales ambientales,
como determinantes del fenómeno.
Siguiendo a Peña Fernández (2010) los factores de riesgo de las conductas
antisociales hacen referencia a aquellas características individuales y/o ambientales que
aumentan la probabilidad de la aparición de dichas conductas o un mantenimiento de las
mismas. Por otra parte, los factores de protección son aquellas características que
inhiben, reducen o atenúan el surgimiento y mantenimiento de conductas antisociales
Dentro de los factores
personales, existen una serie de características de
personalidad o ciertos rasgos de la constitución psicológica del individuo que han sido
asociadas al desarrollo de comportamiento delictivo en jóvenes, estos factores pueden
aparecer desde la niñez o la adolescencia y, en grados variables. (Organización
Panamericana de la Salud, 2003)
Dentro de los factores de riesgo individuales, en el área personalidad se
evidencio que los profesionales optaron prioritariamente por el factor de riesgo
“presencia de impulsividad, y “baja tolerancia a la frustración” como el principal
predictor de la delincuencia juvenil, con 28 respuestas.
Si nos detenemos en la impulsividad, siguiendo a Murray (1938), es una
dimensión psicológica que se ha definido como la tendencia a responder rápidamente y
sin reflexionar. Lo cierto es que ha sido asociada claramente con la conducta delictiva.
(Hikal, 2005)
Por otra parte, otra de las características identificadas dentro del área
personalidad fue la baja tolerancia a la Frustración.
El resultado obtenido se corresponde con los planteamientos de Hagan (1997) y
Short (1997), donde establecen que la asociación entre algunas clases de frustración y
crimen parece estar bien establecida (Vázquez Gonzales, 2003).
86
La baja tolerancia a la frustración se da cuando un individuo se frustra
muy fácilmente, y tiene una incapacidad para tolerar el malestar necesario a
corto plazo que a veces se requiere para obtener beneficios a largo plazo.
Siguiendo a Ramachandran, V.S. (Ed) ,1994; 252) se plantea a la frustración
como una respuesta emocional común ante la oposición, la cual está relacionada
con la rabia y el disgusto, y se origina ante la resistencia percibida que surge
ante el comportamiento dirigido a metas. La conducta criminal es uno de los
vehículos para aliviar semejante angustia o para expresar la emoción ligada a
ésta.
El segundo factor de riesgo identificado en el área Personalidad, fue
“Baja Autoestima”, con un valor de
25 puntos. La Baja Autoestima, es
considera un factor de riesgo de la personalidad para la delincuencia juvenil por
los profesionales de SeNAF, estos datos coinciden con los de (O´Moore y
Kirkham, 2001; Rigby y Sle, 1993) que ponen de manifiesto que los
adolescentes con baja autoestima tienen más conductas amenazantes e
intimidatorias hacia otros y presentan mayores niveles de conducta delictiva
(Weist, Paskewitz,Jackson y Jones, 1998 en Garaigordobil, M.; Durá, S.; &
Pérez, J.I; 2003).
En el campo de la delincuencia juvenil, autores han asumido que, en
alguna medida, autoestima es uno de los factores implicados en la etiología de la
conducta delictiva. Los delincuentes tienen un nivel de autoestima menor que los
no delincuentes. Reckless (1973) en su “teoría de la contención” señala como
una autoestima positiva actúa como control social interno, de modo que los
jóvenes delinquieran menos. (Salazar Estrada, Torres López, Aranda Beltrán y
Heredia Loza, 2003).
En el área personalidad, el factor protector propuesto por los
profesionales fue “favorecer el desarrollo de habilidades sociales”.
En cuanto al abordaje del joven en conflicto con la ley penal, los
profesionales a cargo no hacen un diagnóstico de la personalidad del joven, se
realiza una aproximación a la situación personal del mismo, mediante la
entrevista de admisión en el CAD (Centro de Admisión y Diagnostico), la cual
no tiene fines de pericia ni de psicodiagnostico.
87
En cuanto al área consumo de sustancias, es de destacar que fue elegida en
segunda lugar como el área de mayor incidencia en el joven en conflicto con la ley
penal, por encima de las áreas personalidad, familia, educación formal y grupo de pares.
En la adolescencia, ciertas características de este período evolutivo pueden
facilitar el consumo de alcohol y otras drogas, de hecho, el consumo de estas sustancias
suele iniciarse en esta etapa de la vida .Los factores de riesgo identificados en al área
Consumo, fueron Consumo crónico de drogas y de alcohol con 30 respuestas
y
consumo de sustancias relacionado con conductas transgresoras a la ley con 27
respuestas.
Los resultados se corresponden con numerosos estudios que han probado la
relación entre el alcohol y el comportamiento delictivo (Bartual et al., 2000; Fergusson,
Horwood y Linskey, 1996; Otero-López, Romero y Luengo, 1994; Vega, 1989). Otro
estudio comprobó que entre los adolescentes consumidores existe mayor probabilidad
de realizar actividades predelictivas (Basabe y Páez, 1992; Graña y Muñoz, 2000 en
Salazar Estrada, Torres López, Aranda Beltrán y Heredia Loza, 2003).
El factor protector sugerido por los profesionales de SeNAF fue Políticas
públicas de prevención a nivel escolar y comunitario. El problema del abuso de
sustancias posee un origen multicausal, por lo que las acciones preventivas deben
conjugar múltiples variables. Los factores implicados sugieren la conveniencia de
intervenir a nivel familiar, escolar y social. (Espada*, Méndez, Kenneth . Griffin y
Gilbert, Botvin, 2003)
El consumo de sustancias es un factor de riesgo de la conducta delictiva y el
mismo es abordado por los profesionales a cargo del programa P.A.E.D. de la SeNAF,
que busca problematizar el consumo, generar conciencia de la adicción y plantear
talleres de prevención primaria e inespecífica. En cuanto al tratamiento ambulatorio de
los jóvenes con problemas de consumo, es realizado en la “casa del joven”.
En cuanto al área Familia, teniendo en cuenta que la misma juega un papel
relevante en el proceso de socialización de los jóvenes, influyendo en gran medida en su
futuro comportamiento (prosocial o antisocial); la falta se supervisión y control de los
hijos fue el factor de riesgo más elegido por los profesionales, que obtuvo 30 respuestas.
Estos datos también coinciden con la investigación de Juárez, Villatoro, Gutiérrez y
otros (2005) que confirman que la falta de supervisión parental en las familias de los
88
jóvenes de todos los niveles socioeconómicos facilita el involucramiento del
menor en actividades delictivas. (Vásquez González, 2003).
También sobresale la variable bajo nivel de comunicación entre padres e
hijos como factor de riesgo, que obtuvo 24 respuestas.
La interacción pobre entre padres-hijos y los conflictos maritales son
considerados como factores de riesgo familiares para la conducta antisocial y
delictiva (Armenta, Corral, López, Díaz y Peña, 2001; McCord, 1996; 2001). Se
ha planteado que si en una familia la relación es cálida y afectuosa la
probabilidad de aparición de la conducta problemática disminuye (Armenta,
2001 en Sanabria y Uribe Rodríguez, 2010).
Teniendo en cuenta la etapa del desarrollo por la que se encuentran los
adolescentes, que amplían su universo social y marcan distancia con los padres,
se puede observar como la familia sigue teniendo un rol primordial en la
adolescencia, los padres son agentes de socialización fundamentales y fuente de
numerosas reglas y modelos que son interiorizados en el proceso de
socialización. (Ovejero Bernal, 2012)
En coincidencia con estos planteos, los profesionales de las SeNAF,
identifican como un factor protector en cuanto al área familia, Límites y reglas
claras. Y también se destaca la importancia de Desarrollar habilidades de
comunicación en el ámbito familiar.
En cuanto al abordaje que se hace del joven en conflicto con la ley penal
y teniendo en cuenta el rol primordial de la familia, ya desde las directrices de
Riad se establece en el art. 10, la necesidad de la participación de la familia en la
prevención de la delincuencia juvenil. Desde la secretaria se utiliza el Programa
P.O.F (Programa de Orientación Familiar), a cargo de una asistente social y tres
psicólogos, donde se trabaja la dinámica grupal, bajando niveles de ansiedad y
angustia de los padres.
En cuanto al área educación, la escuela es el lugar en donde los jóvenes
adquieren conocimientos, pero también es el escenario en donde se entrenan
para las relaciones sociales y en donde se exponen a las variadas normas
sociales, reglas y costumbres de su comunidad (Angenent & Man, 1996). En los
resultados obtenidos, el ausentismo y abandono escolar prevaleció en la elección
89
de los profesionales, con 41 opciones elegidas, siendo de esta manera el factor de
riesgo más elegido.
La inasistencia es un factor de riesgo asociada con el desarrollo de la conducta
antisocial y delictiva. La inasistencia escolar contribuye a facilitar el paso a la
delincuencia debido a que proporciona tiempo y oportunidades adicionales para
conductas inadecuadas, como por ejemplo la conducta antisocial. (Sanabria y Uribe
Rodríguez, 2010).
Farrigton (1989) mostró que aquellos jóvenes entre los 12 y 14 años con mayor
número de inasistencias en la escuela eran más propensos a desarrollar conductas
antisociales y delictivas en una etapa adulta, así como a estar recluidos en centros de
detención, que los jóvenes con asistencia continua a la escuela. (Sanabria y Uribe
Rodríguez, 2010).
También se destaca en relación a la educación la variable Fracaso escolar, con
37 respuestas, siendo elegida en segundo lugar como la variable de riesgo de en los
jóvenes en conflicto con la ley penal. El fracaso escolar se ha mostrado como un factor
relevante en la explicación de la conducta antisocial y delictiva juvenil. La
autopercepción referente al pobre desempeño académico puede influir directamente en
los niveles de autoestima del joven, a su vez, los bajos niveles de autoestima son
factores que influyen en el desarrollo de conductas antisociales (Swain 1991en Sanabria
y Uribe Rodríguez, 2010)
Junto a la familia, la escuela aparece como un factor determinante en la correcta
educación y socialización de los jóvenes, operando como un inhibidor de la
delincuencia, ya que el éxito académico y buenas actitudes hacia la escuela reducen la
delincuencia (Seydlitz y Jenkins, 1998; Browning y Huizinga, 1999; Parks, 2000;
Schweinhart, 2003a; Burns, Howell et al., 2003 en Vásquez González, 2003).
En cuanto al factor protector del área educación los profesionales coinciden en la
necesidad Promover políticas públicas más adecuadas a las necesidades de la
población. El área educación es tenida en cuenta en el abordaje del joven en conflicto
con la ley penal, ya que se toman medidas tendientes a que los jóvenes completen sus
estudios (que asistan al colegio en el sistema cerrado y seguimiento del desempeño y
asistencia en sistema abierto).
90
Con respecto al grupo de pares, se puede decir que representa uno de los
cambios sociales más destacados en la adolescencia, por su papel relevante en el
crecimiento y desarrollo del joven.
A partir del relevamiento realizado por el cuestionario administrado a los
profesionales de la Senaf, los principales factores de riesgo identificados en el
área Grupo de pares fueron: “Grupo de pares con conductas riesgosas y
violentas” con 36 respuestas; y, en segundo lugar, el factor de riesgo elegido fue
“Ser miembros de una banda transgresora de la ley” con 26 respuestas.
En cuanto al factor protector en el área Grupo de Pares, los profesionales
de SeNAF coinciden en su mayoría en que Participar en actividades productivas
y saludables para jóvenes, es el factor que protegerá al joven frente al riesgo de
implicarse en grupos con conductas riesgosas y violentas que propicien la
implicación en dichas conductas.
Pero, al mismo tiempo, en relación al grupo de pares del joven en
conflicto con la ley penal, no existe un abordaje directo.
Siguiendo a Munizaga Acuña (2009) podemos afirmar que el sujeto que
delinque es una persona compleja determinada por múltiples influencias y
factores,
de una red de relaciones sociales, grupos e instituciones que se
desarrollan en la sociedad, es decir, el ser humano es de naturaleza social, y sus
conductas estarán determinadas o influidas por esta. (Vásquez González, 2003)
Se considera necesario destacar la importancia del ambiente y contexto
social ya que fue elegida mayoritariamente por los profesionales de SeNAF
como el área de mayor influencia en el joven en conflicto con la ley penal. Todo
individuo está inmerso en un entorno, interactúa con este medio que lo rodea,
generando respuestas y recibiendo estímulos, que es recíproco producto de su
interrelación.
El adolescente se relaciona con el medio que lo rodea, no puede quedar
ajeno a su influencia y muchas de sus acciones son el resultado de su
interrelación, sea cual fuere la naturaleza de ésta. (Aguilar y Catalán, 2005).
A partir del relevamiento realizado por el cuestionario administrado a los
profesionales de la Senaf, los principales factores de riesgo identificados en el
área Ambiente y contexto social fueron: “Falta de oportunidades laborales” con
91
26 respuestas y “La pobreza, hacinamiento y las situaciones sociales desfavorables”
con 21 respuestas obtenidas.
El primer factor de riesgo identificado en el área contexto y ambiente social, fue
la Falta de oportunidades laborales. De acuerdo a Wilson (en Benvenuti, 2003) la
desaparición de los puestos de trabajo no cualificados, logros educativos bajos y una
escasez (o no existencia) de servicios sociales, es una condición extremadamente
peligrosa para los jóvenes marginados, quienes optan fácilmente por actividades ilícitas
para generar ingresos.
El segundo factor de riesgo identificado en el área contexto y ambiente social,
fue la pobreza, hacinamiento y las situaciones sociales desfavorables. En base a lo
expuesto por diversos autores (Evans, 2004; Farrington et al., 1990; James, 1995;
Pfeiffer, 1998, 2004; Pfeiffer, Brettfeld y Delzer, 1997; Wilmers et al., 2002) se puede
afirmar que la pobreza extrema y el hacinamiento, son asociados repetidamente con el
incremento del riesgo de exhibir conductas antisociales por parte de los adolescentes.
(Peña Fernández, 2010)
El factor protector
propuesto en el área ambiente y contexto social fue:
Promoción e igualdad de oportunidades.
En relación al abordaje del área ambiente y contexto social del joven en conflicto
con la ley penal, en el Sistema cerrado, se trabaja solo con el contexto inmediato del
joven, la familia. En el Sistema abierto, Trabajadores sociales elevan informes a
desarrollo social por carencias en viviendas, solicitando subsidios en casos de pobreza
extrema. Se trabaja en conjunto con los CPC, centros vecinales, ONGs y otras
entidades.
Discusión:
El presente trabajo surge prioritariamente desde un enfoque preventivo de la
delincuencia juvenil, intentando identificar qué factores de riesgo y de protección son
los que se asocian al comportamiento delictivo. Entendiendo que existen diversos
marcos teóricos propuestos en la explicación de los comportamientos delictivos,
partimos de que el comportamiento inadaptado de los jóvenes es una problemática
multidimensional, que es el resultado de factores individuales, factores sociales y
92
factores contextuales. Se trata de un fenómeno complejo, cuyas causas,
consecuencias y factores asociados son múltiples y de variada naturaleza.
Desde el campo de la Criminología, se han propuesto diversos marcos
teóricos para la explicar el fenómeno, que van desde aquellos que enfatizan en el
componente biológico, otros hacen hincapié en los factores psicológicos, y
también los aportes del modelo sociológico. Si bien, estas perspectivas permiten
una aproximación al fenómeno, es necesaria la integración de los aportes de cada
una de ellas para conseguir un amplio conocimiento de la delincuencia. Por lo
tanto es necesaria dicha integración, ya que hay que aceptar que el objeto básico
de las teorías Criminológicas es establecer factores asociados a la delincuencia y
por lo tanto puede suceder que un fenómeno delictivo aparezca asociado con
factores señalados por diversas teorías.
En el estudio y la reflexión de la problemática juvenil, la bibliografía
sobre este tema, aunque abundante y variada, no es concluyente en sí misma
para permitir una visión unificada del fenómeno. Los estudios, las
investigaciones y los diversos planteamientos que se han generado respecto de
este fenómeno, son múltiples, y cada uno se detiene en lo que juzga importante,
dejando fuera elementos que no son trascendentes desde una cierta perspectiva
intelectual o ideológica
Los estudios que se han realizado sobre delincuencia juvenil y conducta
antisocial (Garrido y Redondo, 1997), plantean el carácter multicausal del
fenómeno y señalan numerosos factores de riesgo que lo precipitan, tanto
individuales, sociales, psicológicos y familiares. (Sánchez –Teruel, D.; 2012).
Es necesario tener en cuenta que los factores de riesgo no llegan a tener
estatus de “causas”, es decir, son elementos predictores pero no implican una
causación directa y lineal. También, que ningún factor por si solo permite
predecir la conducta delictiva, se tiende a admitir que estos factores actúan en
interrelación y se influyen entre sí.
Los resultados de la presente investigación se corresponden con teorías
de diferente orientación que han propuesto que las dificultades para reflexionar
antes de actuar y/o para considerar las consecuencias futuras de la conducta
ponen al individuo en riesgo de implicación delictiva (Gottfredson, y Hirschi,
93
1990; Wilson, y Hernstein, 1985 en Luengo, M. A., Romero, E., Gómez-Fraguela, J.,
Guerra, A. & Lence, M. 2002)
Otros estudios como los de (Farrington, 1990; Luengo et al., 1994; Royse y
Wiehe, 1988; White et al., 1994) han mostrado que la impulsividad es una característica
sobresaliente de los individuos antisociales y numerosas aproximaciones teóricas la han
considerado como un elemento clave en la explicación de la conducta antisocial
(Gottfredson y Hirschi, 1990; Gorenstein y Newman, 1980; Farrington, 1996; Moffitt,
1993 en Peña Fernández 2010)
Siguiendo los planteamientos de Meichenbaum (citado por Echeburua
Odriozola, 1987), planteamos que los delincuentes juveniles tienden a actuar de modo
impulsivo con escaso autocontrol, por lo que fracasan a la hora de analizar las
circunstancias de una situación y las conductas más adecuadas a la misma, así como a la
hora de conseguir la demora de la gratificación (preferir esperar para obtener una cosa
más valiosa que la que se puede conseguir de inmediato).
Sabemos que a nivel psicológico toda conducta se halla sobredeterminada, es
decir, que tiene una policausalidad muy compleja, que deriva de distintos contextos o
múltiples reacciones. Sin embargo, siguiendo a Marchiori (en Oaxaca Ordóñez, 2004)
podemos afirmar que la conducta delictiva está motivada especialmente por las
innumerables frustraciones a sus necesidades internas y externas que debió soportar el
individuo.
Asimismo es importante considerar la posibilidad de tratar y reforzar los factores
protectores. El factor protector en el área Personalidad propuesto por la mayoría de los
profesionales fue “Favorecer el desarrollo de habilidades sociales”
Las habilidades sociales constituyen un recurso determinante del afrontamiento
debido al papel de la actividad social en la adaptación humana. Estas habilidades se
refieren a la capacidad de comunicarse y de actuar con los demás en una forma
socialmente adecuada y efectiva. (En Perez Arena, M. 2008)
Siguiendo a Clemente y Gil (1985). Se postula que la carencia o déficit de
dichos conjuntos de habilidades hace que las personas tanteen otras formas de actuación
alternativas, consideradas delictivas. Se puede plantear una correspondencia entre esta
deficiencia en competencia social e interpersonal y los comportamientos delictivos.
Según (Freedman et al., 1978; Spence, 1981a, 1981b; Gaffrey y Mc Fall, 1981), quienes
se desempeñan en conductas delictivas de diferente tipo son realmente menos
94
competentes socialmente que quienes no llevan a cabo tal tipo de conductas; por
lo tanto sería apropiado una intervención dirigida al entrenamiento de
las habilidades sociales con el fin de mejorar el funcionamiento interpersonal
(Ovejero Vernal, 2012).
En cuanto al consumo de sustancias, son Numerosos los estudios que
han probado la relación entre el alcohol y el comportamiento delictivo (Bartual
et al., 2000; Fergusson, Horwood y Linskey, 1996; Otero-López, Romero y
Luengo, 1994; Vega, 1989).
Otro estudio comprobó que entre los adolescentes consumidores existe
mayor probabilidad de realizar actividades predelictivas (Basabe y Páez, 1992;
Graña y Muñoz, 2000). Otras conductas antisociales asociadas a las drogas y al
fin de semana son la conducción de vehículos sin carné, el daño deliberado a
bienes públicos, el robo de artículos y las peleas físicas (Calafat et al, 2000).
Por otro lado, el consumo abusivo de alcohol y otras drogas puede
interferir en el desarrollo saludable del adolescente, como ser
problemas
escolares. El consumo de alcohol repercute directamente en el rendimiento
escolar , la investigación ha confirmado la relación entre consumo de alcohol y
fracaso escolar (Perula et al., 1998; Vega, 1989). Otra repercusión es el sexo no
planificado , las relaciones sexuales entre adolescentes a menudo tienen lugar
durante el fin de semana, igual que el consumo de alcohol.
Durante las últimas décadas se ha avanzado considerablemente en la
investigación sobre la etiología del abuso de sustancias en la adolescencia,
proponiéndose múltiples explicaciones teóricas (Becoña, 1999).
Un nuevo fenómeno que empieza a emerger con fuerza para explicar el
consumo de drogas, tanto ocasionalmente como a nivel de abuso y dependencia,
en adolescentes, es el consumo recreativo de drogas (Calafat, 1999; Calafat et
al., 1999).
La utilización que se hace del tiempo libre se relaciona con el riesgo de
consumo de sustancias, y se asocia con la asistencia a lugares de oferta y con la
búsqueda inmediata de sensaciones nuevas y/o placenteras producidas por las
drogas.
95
En cuanto al área familia, Tradicionalmente, se ha hablado de la “inevitable
confrontación” entre padres e hijos adolescentes. Sin embargo, aunque las relaciones
padre-hijos se transforman de forma considerable durante la adolescencia, estos
cambios no se acompañan ni por una ruptura de los lazos emocionales ni por una
desvinculación familiar marcada (Youniss y Smollar, 1985 en Ramos Corpas 2008).
Al contrario, la evolución de las relaciones en el paso de la infancia a la edad
adulta se caracteriza a la vez por la continuidad de las funciones esenciales ejercidas por
los padres y el cambio de los modos de interacción: disminución de la asimetría en las
relaciones padres-hijos, acceso del joven a una cierta autonomía y reconocimiento
mutuo del estatus. Para que todo esto ocurra, es necesario que tenga lugar una buena
comunicación en el seno de la familia de manera que facilite la comprensión mutua
(Musitu, Buelga, Lila y Cava, 2001 en Ramos Corpas 2008).
Por su parte El grupo de amigos es importante en el desarrollo psicosocial al
ofrecer a los adolescentes un sentido de pertenencia, un soporte emocional y normas de
comportamiento (Borduin & Schaeffer, 1998) señalándose como un factor de gran
influencia en la delincuencia juvenil, hasta llegar a afirmarse que la asociación con
amigos delincuentes es el mejor predictor de la delincuencia. (Howell, 1997; BattinPearson et al.,1998; Seydlitz & Jenkins, 1998; Borduin & Schaeffer, 1998; Browning
& Huitzinga, 1999; Browning, Thornberry & Porter, 1999; Hawkins et al.,2000,
Wasserman et al.,2003). en Vasquez, 2003),
De acuerdo a lo expresado por Akers (1973) y Sutherland (1939), podemos
afirmar que las conductas delictivas son aprendidas en la interacción con los grupos más
cercanos, a través de un proceso de aprendizaje y el grupo de amigos será un contexto
de particular importancia para el aprendizaje de la delincuencia. La implicación en
grupos de amigos delincuentes favorecerá el la aparición de conductas delictivas.
Abril, Ruiz, Prats y Arolas (2005), por su parte, señalan que la identificación
del menor con grupos de iguales, que se oponen al sistema normativo, y el manejo de
la reputación,
fundamentada
en actividades violentas, puede significar estresores
potenciadores en la implicación de conductas violentas.
Siguiendo a Rodríguez (citado por Chan Gambo, 2006) podemos afirmar que el
menor se vincula intensamente con el contexto de amigos que delinquen, es decir, los
niños antisociales y agresivos conforman grupos de iguales con otros individuos
agresivos y antisociales. Así, las pandillas adquieren un sentido de ser.
96
La identificación con iguales, la similitud conductual, la presión grupal,
entre otros, refuerzan las conductas, las creencias, los valores y las actitudes
desviadas. Las redes de amigos, de esta forma, pueden llegar a favorecer el
surgimiento de violencia, de delincuencia y otros comportamientos desviados
(Fernández Ríos y Rodríguez, 2002 en Chan Gambo, 2006).
En el mismo sentido, las aportaciones de Gordon, Lahey, Hawai, Loeber
y otros (2004) refieren que en efecto los adolescentes que deciden pertenecer a
una pandilla y cometer actos delictivos tienen mayor predisposición –antes de
entrar- a actos delictivos, que aquellos que no se unen a pandillas.
Los trabajos de Gordon, Lahey, Hawai, Loeber y otros
(2004) han
demostrado que la socialización del menor con grupos de iguales involucrados
en actividades delictivas, o con pandillas, conlleva a que el niño se involucre
también en vandalismo y conducta violenta (Chan Gamboa, 2006).
En cuanto a la falta de oportunidades como el primer factor de riesgo
identificado, diversas investigaciones constatan que adversidad socio-económica
como el desempleo, la pobreza y la marginación funcionan como facilitadores o
eventos de riesgo para las conductas infractoras de los menores (Becedoniz,
Rodríguez, Herrero, Paíno, Chan, 2005, Juárez, Villatoro, Gutiérrez
y otros
2005, en Chan Gamboa, 2006).
Siguiendo a Vázquez González (2003), a menudo, el desempleo provoca
cambios dramáticos en la vida de los jóvenes que se encuentran en proceso de
búsqueda de su lugar e identidad sociales, lo que lleva consigo el aislamiento
social, la pérdida de la identidad, la destrucción de las propias motivaciones,
convirtiéndose en una experiencia traumática para los jóvenes.
Para gran parte de los jóvenes, la inserción en el mercado de trabajo es
uno de los procesos más relevantes en el tránsito hacia la adultez, que acompaña
la búsqueda de autonomía. (Cabrera, s/f)
A su vez, la inserción laboral configura de manera considerable no solo
el nivel de bienestar material, por ser la fuente principal proveedora del ingreso
para la mayoría de las personas, sino que genera vínculos que facilitan la
integración y el reconocimiento social, el desarrollo de redes y el capital social,
así como la participación en acciones colectivas, entre otras dimensiones en las
97
que influye directa o indirectamente. La forma en que los adolescentes y jóvenes logren
configurar su inserción laboral es, por tanto, un factor clave no solo de su presente sino
de su futuro. (Cepal, 2004 en Cabrera, s/f)
Como afirma Boltivinik (1990), la pobreza sería el resultado de una interacción
de factores sociales, económicos, políticos y culturales que genera las desigualdades
socioeconómicas, es decir, disparidad en el acceso a los servicios y beneficios del
crecimiento económico (educación, salud), en los ingresos, y de oportunidades. (Cuello
Videla, 2008)
Una persona que se encuentra en una situación de privación como es la pobreza,
puede generar sentimientos de vergüenza e inferioridad que potencien aún más la
aparición de la conducta antisocial. (Gilligan 1996, en Peña Fernández, 2010)
Simcha-Fagan y Schwartz (en Peña Fernández, 2010), encontraron que el nivel
económico de la comunidad, la subcultura de criminalidad y la desorganización
comunitaria, se relacionaban significativamente con la delincuencia registrada
oficialmente.
Aportes:
A la luz de los resultados de la presente investigación los aspectos individuales
como la presencia de impulsividad y baja tolerancia a la frustración, la baja autoestima ,
el consumo de drogas y alcohol , el consumo de sustancias relacionado con conductas
transgresoras a la ley, así como aspectos sociales , que están relacionados con el aspecto
familiar como ser la falta de supervisión y control por parte de loa padres ;el bajo nivel
de comunicación intrafamiliar ; el ausentismo , el abandono y el fracaso escolar , el
relacionarse con grupo de pares con conductas riesgosas y violentas , ser miembro de
una banda transgresora de la ley y características contextuales/ ambientales como la
98
falta de oportunidades laborales y la pobreza, son aspectos a considerar para una
evaluación e intervención adecuada , así como para la implementación de
preventivos que puedan contrarrestar los posibles efectos de los factores de
riesgo.
El análisis de los resultados y la detección de los factores de riesgos y
factores protectores, sugieren posibles acciones preventivas, en donde la
intervención en las diferentes áreas seria de suma importancia.
La complejidad de los factores asociados a los jóvenes en conflicto con la
ley estudiados, especialmente aquellos que caracterizan al área de mayor
frecuencia, implica que se requiere desarrollar programas focalizados en
aquellos factores de riesgo mas mencionados por los equipos profesionales.
Dichos programas debieran contar con una adecuada especialización, de modo
de ser capaces de promover factores protectores o reducir la presencia de
factores de riesgo en los ámbitos estudiados; como ser:

Continuar y optimizar el trabajo de prevención

Para la tarea de la prevención de la delincuencia juvenil
se requiere de la participación y cooperación de la familia, del ámbito
educativo, de la comunidad, de los medios de comunicación, de las
políticas sociales y de las legislaciones de justicia de menores, tal como
lo sugiere las Directrices de las Naciones Unidas para la prevención de la
delincuencia juvenil (Directrices de Riad)

Implementar
programas
de
entrenamiento
para
el
desarrollo de habilidades sociales

Reforzar políticas públicas destinadas a la prevención del
consumo de sustancias a nivel escolar y comunitario.

Concientizar a los padres sobre la necesidad de límites y
reglas claras en la educación de sus hijos y promover la comunicación
intrafamiliar.

Implementar políticas públicas en el ámbito educativo
que se adecuen a las necesidades actuales de los jóvenes

Propiciar la participación de los jóvenes en espacios para
la prevención a través del ocio, ya sea mediante una educación para un
99
ocio saludable o mediante la oferta de un ocio alternativo a los espacios, horarios
y situaciones de riesgo.

Generar oportunidades laborales.
La delincuencia es, ante todo, un fenómeno complejo, dinámico y multicausal,
por lo tanto la prevención requiere de una mirada integral que sea capaz de intervenir
todas las causas que influyen en el fenómeno.
La mejor manera de prevenir la delincuencia juvenil es la de impedir que surjan
delincuentes juveniles, para lo cual se necesitan adecuados programas de asistencia
social, económica, educacional y laboral.
La relevancia de focalizar en adolescentes radica en primer lugar que a temprana
edad hay mayores probabilidades de interrumpir futuras carreras delictuales.
Es necesario abordar la delincuencia juvenil desde una perspectiva integral y
multisectorial. En este sentido, el diseño de una buena política de prevención de la
delincuencia juvenil debe contemplar el trabajo coordinado de los principales agentes
involucrados en el desarrollo juvenil y en la disminución de los factores de riesgo que
inciden en el comportamiento delictivo de los jóvenes.
En la intervención con adolescentes se debe tener siempre presente el momento
evolutivo en el que se encuentran. Las conductas problemáticas aparecen
frecuentemente asociadas a un conjunto de situaciones relacionadas con el proceso de
maduración personal y de integración social. Las especiales circunstancias que suelen
acompañar a la adolescencia y el significado que determinadas conductas adquieren en
ese momento crítico del desarrollo son aspectos fundamentales que no podemos obviar
en ningún caso.
También se considera importante la evaluación, la investigación y la formación
continua de los equipos en el ámbito de la intervención con jóvenes infractores, lo cual
debe constituir una actividad continua de modo que se garantice la calidad y la
adecuación de las intervenciones.
De esta forma, se apoyaría la elaboración de programas preventivos que desde
los primeros años de vida del futuro joven fueran atendiendo, por ejemplo, al desarrollo
de sus características de personalidad detectando aquellos que podrían ser más
vulnerables psicológicamente a la conducta antisocial (impulsividad, baja tolerancia a la
frustración, autoestima), bien a través del seguimiento familiar (supervisión y control de
100
los hijos y la comunicación con estos), o bien, a través de los centros escolares que en
estas edades tienen un contacto muy cercano con los jóvenes.
En este sentido, también podría ser útil el preparar a los adolescentes cuando
todavía no lo son a tener recursos suficientes y eficaces para resistir las presiones del
grupo cuando éstas comiencen a aparecer, e implicar nuevamente a la familia para que
establezca, dentro del
seno familiar, un contexto reforzante de cualquier
comportamiento adecuado en este sentido complementando los logros obtenidos en el
centro escolar.
También, sería importante detectar e intervenir tempranamente frente al
consumo de drogas fortaleciendo actitudes, valores, habilidades en los jóvenes de tal
forma que cuenten con herramientas y capacidades para evitar el consumo de
sustancias.
Por otra parte, contar con políticas sociales más efectivas que disminuyan las
situaciones de pobreza y marginación, que representa el contexto inmediato de los
jóvenes y sus familias, generando igualdad de oportunidades en la sociedad.
Consideramos necesario que frente a la problemática delictiva de los
adolescentes se adopte una actitud preventiva en todos los ámbitos que se
encuentran involucrados
en
la
misma,
para
ello
es
preciso
que
las
instituciones gubernamentales asuman su papel recreando y resignificando la naturaleza
de los servicios y alternativas que ofrecen, diseñando nuevas políticas en las cuales
los hombres y mujeres adolescentes puedan adoptar un papel protagónico y no
sean concebidos como sujetos pasivos de las propuestas de cambio diseñadas por
los adultos.
Uno de los principales objetivos de cualquier sociedad ha de ser prevenir
la delincuencia, limitando también la aparición o crecimiento de actitudes
y comportamientos delictivos e inadaptados, y para que ello sea posible es necesario que
todos los sectores (padres de familia, profesionales de la salud, instituciones
gubernamentales y privadas, instituciones educativas, etc.) procuren el armonioso
desarrollo de los adolescentes, respetando y cultivando su personalidad desde los
primeros años de la infancia.
Recomendaciones para futuras investigaciones:
101
Finalmente, sería interesante en futuros estudios incluir las diferentes
combinaciones de factores individuales, sociales y contextuales que incrementan y
disminuyen la probabilidad de desarrollar comportamientos delictivos, teniendo en
cuenta que las diferentes combinaciones probablemente variarán según la edad, el sexo,
la subcultura y la fase del desarrollo en la que se encuentra el individuo.
Investigaciones futuras también podrían ahondar en los factores de riesgo y de
protección, asociados a los diferentes tipos de delitos que cometen los jóvenes.
102
Limitaciones:
El estudio que hemos abordado a pesar de sus aportaciones, no ha estado exento
de limitaciones.
Los anteriores resultados merecen una serie de matizaciones sobre su
generalización que han de ser considerados en su alcance. Primero, los datos provienen
de un contexto social muy específico que se define por unas características
sociodemográficas muy particulares, que puede explicar por sí unos resultados no
generalizables a otras poblaciones y que ha de tenerse presente a la hora de
generalizarlos a otros contextos.
Por otra parte, en cuanto a la generalización de los resultados obtenidos, estos
son solo aproximaciones del fenómeno de la delincuencia juvenil, lo cual no es un
conocimiento acabado al respecto. Aunque estos datos se refieren a una población
determinada, y con características propias, los análisis de resultados hacen posible
extraer aproximaciones de relevancia empírica y conceptual.
Otra de las limitaciones se evidencia directamente en la cantidad de miembros
que conforman la muestra, pues al tener acceso a un número de profesionales reducido,
no fue posible para esta investigación, contar con más población, que permitiera de esta
forma prestar mayor validez estadística.
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ANEXOS
117
Anexo I: Cuestionario
“Factores de Riesgo y Protectores en jóvenes en conflicto con la ley penal”
Edad:
Sexo:
Profesión:
La presente Encuesta constituye el instrumento de recolección de datos de la tesis de
Licenciatura en Psicología Titulada: “Factores Protectores y Factores de Riesgo en los
Jóvenes en conflicto con la ley penal”. Se solicita su participación como profesional
especializado en el área de la justicia penal juvenil, perteneciente a la Secretaria de
Niñez, Adolescencia y Familia de la Provincia de Córdoba.
Entendiendo por “Factores de Riesgo” a un conjunto de factores individuales, sociales y
ambientales que tienen la posibilidad de producir el comportamiento trasgresor a la ley
penal. Y a los “Factores Protectores”, el conjunto de factores individuales, sociales y
ambientales que pueden prevenir o reducir la probabilidad de que se desarrolle el
comportamiento trasgresor.
A continuación encontrará una serie de enunciados que han sido clasificados en
factores de riesgos: individuales, sociales, ambientales/ contextuales, en jóvenes en
conflicto con la ley penal. Los cuales han sido agrupados en seis grandes áreas:
PERSONALIDAD, FAMILIA, EDUCACIÓN FORMAL, GRUPO DE PARES,
CONSUMO DE SUSTANCIAS, Y AMBIENTE/CONTEXTO. Le solicitamos que lea
con atención y marque dos (2) ítems en cada una de las áreas, solo en aquellas que en su
opinión, constituyan un factor de riesgo en jóvenes en conflicto con la ley penal. Al
finalizar su elección de ítems, complete con el factor protector que usted considere
adecuado a cada área.
118
1) Factores Individuales
Área: PERSONALIDAD
Baja autoestima
Trastornos emocionales: ansiedad y/o depresión
Presencia de Impulsividad y Baja tolerancia a la frustración
Falta de empatía
Hiperactividad y/o déficit de atención.
Bajo coeficiente intelectual
FACTOR PROTECTOR:
Área: CONSUMO DE SUSTANCIAS
Consumo ocasional de drogas y/o de alcohol
Consumo crónico de drogas y/o de alcohol
Consumo de sustancias relacionado con conductas transgresoras a la ley
Desconocimiento de los riesgos del uso de sustancias.
FACTOR PROTECTOR:
2) Factores Sociales
119
Área: FAMILIA
Vínculos poco estrechos entre padres e hijos.
Conflictos familiares y/o maritales
Criminalidad de los padres
Bajo nivel de comunicación
Falta de supervisión y control de los hijos
Maltrato físico
FACTOR PROTECTOR:
Área: EDUCACION FORMAL
Fracaso escolar
Absentismo y abandono escolar
Vandalismo en la escuela
FACTOR PROTECTOR:
Área: GRUPO DE PARES
Amigos que trasgreden la ley penal.
120
Ser miembro de una banda transgresora de la ley
Grupo de pares con conductas riesgosas y/violentas
FACTOR PROTECTOR:
3) Factores Ambientales y Contextuales
Área: AMBIENTE Y CONTEXTO SOCIAL
Difusión en medios de comunicación, de contenido violento y agresivo.
La pobreza, hacinamiento y las situaciones sociales desfavorables.
Falta de oportunidades laborales.
Desorganización en la comunidad
Estigmatización de las clases pobres
Acceso a armas
Otro.
FACTOR PROTECTOR:
A continuación, en base a las 6 áreas mencionadas con anterioridad, se le solicitara que
marque 2 áreas, que a su criterio considere de mayor incidencia en el joven en conflicto
con la ley penal.
PERSONALIDAD
121
FAMILIA
GRUPO DE PARES
EDUCACION FORMAL
CONSUMO DE SUSTANCIAS
AMBIENTE Y CONTEXTO SOCIAL
ANEXO II:
ENTREVISTA PARA LOS PROFESIONALES DEL SEÑAF:
EDAD:
SEXO:
PROFESION:
122
AREA DE TRABAJO:
1- En este organismo ¿qué tipo de intervenciones se realizan en el joven en
conflicto con la ley penal?
2- En estas intervenciones son considerados los factores de riesgo (personalidad,
consumo de sustancias, etc.)? ¿De qué manera?
3- En las intervenciones ¿se trabaja con la familia del joven? ¿Cómo?
4- El grupo de pares del joven ¿es considerado como factor de riesgo importante en
las intervenciones? En caso afirmativo: ¿cómo se lo aborda?
5- Y en relación al contexto en el cual está inmerso el joven, ¿se lo considera
también como factor de riesgo en las intervenciones? En caso afirmativo: ¿cómo
se lo aborda?
6- ¿Se trabaja con la educación formal en este organismo? En caso afirmativo:
¿cómo se aborda la misma?
7- En relación al consumo de sustancias ¿se lo considera en las intervenciones
realizadas al joven en conflicto con la ley penal? En caso afirmativo: ¿cómo se
lo aborda?
8- La personalidad del joven en conflicto con la ley penal es un aspecto a
considerar en las intervenciones del SENAF? En caso afirmativo: ¿cómo se
aborda la misma?
ANEXO III: CONSENTIMIENTO INFORMADO
Consentimiento Informado de Participación en la Investigación
Acepto participar voluntariamente en esta investigación, conducida por
Anabella, Gamacchio Ana Lucia y Lanzi, Antonella, tesistas de la Carrera de Lic. en
Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba
123
Me han indicado también que tendré que responder a una entrevista, lo cual
tomará aproximadamente de 45 a 60 minutos. Y que pueden solicitarme una segunda
entrevista en caso de ser necesario. Accedo a que las entrevistas sean gravadas y
entiendo que estos registros serán destruidos una vez finalizada la investigación.
Reconozco que la información que yo provea en el curso de esta investigación es
estrictamente confidencial y no será usada para ningún otro propósito fuera de los de
este estudio sin mi consentimiento. He sido informado de que puedo hacer preguntas
sobre el proyecto en cualquier momento y que puedo retirarme del mismo cuando así lo
decida, sin que esto acarree perjuicio alguno para mi persona. De tener preguntas sobre
mi participación en este estudio, puedo contactar a Cura Yamila Anabella, Gamacchio
Ana Lucia y Lanzi, Antonella a través de e-mail: [email protected] ,
[email protected] , [email protected]
Entiendo que se me entrega una carta informativa y que puedo pedir información
sobre los resultados de este estudio cuando éste haya concluido.
.
FIRMA
Fecha
ANEXO IV: CARTA INFORMATIVA PARA PARTICIPANTES DE
INVESTIGACIÓN
La presente investigación es conducida por Cura Yamila Anabella Gamacchio
Ana Lucia y Lanzi Antonella, estudiantes de la carrera Lic. En Psicología, en la
Universidad Nacional de Córdoba
124
Si usted accede a participar en este estudio, se le pedirá completar dos
cuestionarios. Esto tomará aproximadamente 45 a 60 minutos de su tiempo., y podría
ser contactado para una segunda entrevista en caso de ser necesario. Las entrevistas
serán gravadas y estos registros serán destruidos una vez finalizada la investigación.
La participación en este estudio es estrictamente voluntaria. La información que
se recoja será confidencial y no se usará para ningún otro propósito fuera de los de esta
investigación. Sus respuestas serán codificadas usando un número de identificación y
por lo tanto, serán anónimas.
A continuación se presenta un consentimiento informado que usted deberá
firmar, posterior lectura. El mismo no será entrega a nadie, y una vez concluido el
estudio de investigación y aprobada la tesis, será destruido a los fines de preservar la
identidad de los encuestados.
Si tiene alguna duda sobre este proyecto, puede hacer preguntas en cualquier
momento durante su participación en él. Igualmente, puede retirarse del proyecto en
cualquier momento sin que eso lo perjudique en ninguna forma. Respecto de la
devolución, no habrá ningún tipo de devolución individual de los instrumentos
aplicados, pero si usted desea información acerca de los resultados obtenidos en
general, puede ponerse en contacto a través de e-mail en la siguiente dirección:
[email protected] y una vez finalizado el análisis de datos, y aprobado por el
tribunal examinador se le enviará una copia del mismo.
Desde ya le agradecemos su participación.
Nombre y Apellido
Tesista Lic. en
Psicología
Matricula:
Nombre y Apellido
Tesista Lic. en
Psicología
Matricula:
Nombre y Apellido
Tesista Lic. en
Psicología
Matricula:
125

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