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FRAGMENTO DE LA INTRODUCCIÓN c) Origen social: En este apartado se va a tratar de la distribución de los líderes carlistas por clases sociales y profesiones, así como de la situación económica de sus familias, ya que esto nos puede ayudar a entender las motivaciones que tuvieron para unirse a las filas rebeldes. Además, el estudio social de los jefes realistas nos servirá también para comprender por qué solían residir en los núcleos urbanos de mayor tamaño. Lo primero que hay que destacar es el predominio de los antiguos militares y voluntarios realistas entre los dirigentes absolutistas, ya que constituyen el 50 % de los personajes que he analizado, porcentaje que asciende al 61 % si contamos sólo a los que combatieron durante la contienda. La mayoría de ellos tenían además una experiencia militar previa, ya que el 26 % había participado en la guerra de la Independencia y el 79% en la guerra civil del Trienio Liberal1. Los que no habían luchado en ninguna guerra anterior eran una minoría y se debía principalmente a que eran demasiado jóvenes en el momento de producirse esos conflictos. No resulta extraño que en una guerra haya una gran cantidad de jefes militares que lo fueran también antes de la contienda, ya que son personas inclinadas al mundo de las armas y que tienen más facilidad que otras para rebelarse si ven sus intereses amenazados. Además, el hecho de haber combatido (y vencido) en una guerra anterior, les daba una mayor confianza para volver a intentarlo, pensando que también esta vez se saldrían con la suya. De todas maneras, el porcentaje de antiguos militares y de voluntarios realistas rebeldes no hubiera sido tan alto si no fuera porque su situación había empeorado bastante por culpa de las medidas tomadas por los gobiernos de Fernando VII y María Cristina. Muchos de ellos habían sido apartados del servicio poco antes de la guerra, debido a la abundancia de oficiales o a sus simpatías por el absolutismo, por lo que apoyar la causa de don Carlos era la mejor forma de recuperar su empleo y su status social. Otros, en cambio, conservaban un puesto en el ejército, pero con una graduación muy inferior a la que habían conseguido durante la guerra del Trienio combatiendo en las filas realistas. Por ello, se consideraban injustamente tratados y vieron en la rebelión carlista una oportunidad para hacer una rápida carrera en el ejército. Por último, tenemos a los jefes y oficiales del cuerpo de voluntarios realistas, que se hallaban en una situación parecida a los militares depurados por motivos políticos. Ambos se habían quedado sin trabajo por culpa de las medidas tomadas por los absolutistas moderados y querían entrar como fuera en la oficialidad del ejército, para tener así un medio de ganarse la vida. Todo esto se lo ofrecían los rebeldes, que reconocían todos los grados alcanzados durante el Trienio o en los voluntarios realistas. De esta manera, un militar sin trabajo podía recuperarlo fácilmente si se sublevaba contra el gobierno. A continuación viene el clero, con un porcentaje de participación muy superior a su peso en la sociedad de la época. Según el censo de Godoy (de 1797) los eclesiásticos constituían el 5,9 % de la población activa valenciana2, pero entre los jefes rebeldes suponían el 11,9 %. Además, en torno a la mitad de los clérigos que destacaron en su apoyo al carlismo lo hicieron en puestos de retaguardia, ya que sus conocimientos les 1 Estos porcentajes se refieren sólo a los dirigentes carlistas que eran jefes u oficiales (del ejército o de los voluntarios realistas) al empezar la guerra. De los que venían de la vida civil un 16 % habían combatido en la guerra de la Independencia y sólo el 32 % en la guerra civil del Trienio. La media de los dos grupos era del 23 % (en el primer conflicto) y el 66 % (en el segundo). 2 Censo de Godoy, 1797, INE Artes Gráficas, Madrid, 1992, p. XXXIII. CUADRO 8- JEFES CARLISTAS POR PROFESIONES3 Profesión TOTAL 10 No combatientes 1 del 50 2 52 Se ignora status su 8 1 9 Jefe u oficial de voluntarios realistas Eclesiásticos Clero secular (23) Clero regular Profesionales Abogados liberales (18) Escribanos Pasantes de escribano Médicos Campesinos Hacendados5 (16) Labradores Jornaleros Comerciantes Ricos comerciantes (9) Arrieros Tenderos Alta Nobleza Barones (7) Condes 6 Artesanos (7) Estudiantes (6) Empleados públicos (4)7 Bandidos (3) Otras profesiones (3)8 los 25 0 25 8 4 1 3 2 0 9 5 1 0 3 2 1 0 7 6 1 3 3 10 1 9 1 0 2 1 0 0 4 0 0 1 5 0 0 3 0 0 18 5 10 4 2 2 10 5 1 4 3 2 2 5 7 6 4 3 3 152 41 193 Militares (97) Jefe, oficial o cadete del ejército regular TOTAL Combatientes En activo Apartado servicio4 11 permitían desempeñar mejor cargos no militares. Así pues, gran parte de la administra ción y del gobierno carlista estaba controlado por el clero, que alcanzaba el 26,8 % de los jefes carlistas no combatientes. También formaban una parte importante de las conspiraciones que se fraguaban en las ciudades, al tiempo que predicaban a favor 3 Cuando un jefe carlista tenía varias ocupaciones, se lo clasifica dentro de la categoría que más dinero le aportaba o que más influía en su comportamiento. De esta manera, un hacendado que fuera abogado está clasificado como hacendado. Y un conde que fuera oficial de voluntarios realistas entraría dentro de la primera categoría. 4 No se incluye aquí a los militares apartados del servicio que consiguieron colocarse en los voluntarios realistas. 5 Incluye a hijos de hacendados que no tuvieran otra ocupación. 6 Un carnicero, un albañil, un alfarero, un tintorero, un cañamero, un artesano del corcho y un chocolatero. 7 Un ingeniero, un oidor de audiencia, un profesor de universidad y un empleado de encomienda. 8 Un leñador, un marinero y un esquilador. de la causa de don Carlos. Por otra parte, otro colectivo relacionado con el clero es el de los estudiantes, muchos de los cuales aspiraban a puestos en la iglesia, y que tenían un peso entre los caudillos rebeldes superior al de su importancia en la sociedad (3,1 % de jefes carlistas, frente a un 1,3 % de la población activa valenciana)9. Por otra parte, el hecho de ser jóvenes orientaba a todos ellos hacia el carlismo combatiente, donde esperaban defender mejor su causa y hacer carrera más rápidamente, especialmente si tenemos en cuenta que sabían leer y escribir. Algo que llama la atención es la concentración de los frailes en puestos de combate, mientras que el clero secular se dedicaba más a la administración civil y al gobierno eclesiástico. Esto se debe al mayor nivel cultural y prestigio de los eclesiásticos seculares, entre los que había tres curas párrocos, tres canónigos, un profesor, un arcediano y dos obispos. Además, este colectivo estaba más acostumbrado a predicar y a tratar con el pueblo, por lo que sus miembros podían convertirse en líderes con más facilidad que los regulares, dedicados a la vida monacal y que vivían sin apenas contacto con el mundo exterior. Por ello el clero secular tuvo mucho más peso entre los dirigentes carlistas, mientras que el regular se concentraba en puestos combatientes de poca importancia. En cuanto a las causas de su apoyo al carlismo, hay que buscarlas en las medidas anticlericales de los gobiernos liberales durante el Trienio, que les habían indispuesto con buena parte de la iglesia. Entre estas medidas estaban la venta de bienes del clero, la supresión de la inquisición y la reducción del diezmo a la mitad, que ya habían dejado claro el talante del nuevo régimen. Todo esto suponía una amenaza para la influencia de la iglesia en la sociedad, pero también para la subsistencia de numerosos clérigos, que se quedaban sin medios de vida si se confiscaban las tierras y los monasterios que les permitían vivir. Además, muchos eclesiásticos recelaban del liberalismo, pensando que cuestionaba su autoridad entre la población y al que echaban la culpa de que muchos campesinos hubieran dejado de pagar el diezmo. De esta manera, en cuanto se vio que la regente iba a dar un mayor peso en el gobierno a los liberales, gran parte de los sacerdotes adoptaron posturas favorables a don Carlos, incluso antes de que se tomaran medidas contra el clero. Esto lo podemos apreciar en que, de los diez jefes militares carlistas de origen eclesiástico cuya vida conocemos con más detalle, al menos siete de ellos tomaron las armas antes de julio de 1835, que fue cuando se cerraron los primeros monasterios de la regencia de Maria Cristina. Y aunque los clérigos no combatientes se incorporaron más tarde a la rebelión (la mayoría a partir de 1837), esto se debió a que, como no pensaban tomar las armas, no se unieron a los carlistas hasta que éstos tuvieron plazas fuertes y una retaguardia relativamente consolidada. Además, es probable que tuvieran ideas absolutistas mucho antes de marchar a las filas rebeldes, como se puede ver en varias de sus biografías. El siguiente colectivo más importante es el de los profesionales liberales, que también están más representados entre los jefes carlistas que en la sociedad de la época. Así pues, según el censo de 1797 sólo constituían el 1,7 % de la población activa valenciana, entre escribanos, abogados, médicos, cirujanos y boticarios10. Pero entre los mandos rebeldes formaban un grupo mayor, con el 3,9 % de los jefes combatientes y el 29,2 % de los no combatientes. Hay dos razones principales que explican el peso de este colectivo entre los dirigentes del carlismo. La primera es que muchos de ellos habían tenido cargos municipales o habían sido oficiales de voluntarios realistas durante el reinado de Censo… p. XXXIII. Segura. J, Morella y sus aldeas, Villarreal, Ayuntamiento de Morella, 1991, v. 4, p. 102. 10 Censo… p. XXXIII. 9 Fernando VII, con lo que la llegada al poder de los liberales (o de un absolutismo moderado) suponía una amenaza para su estilo de vida. Aunque su profesión en sí no estaba amenazada, muchos de ellos perdieron sus concejalías, desde las que ejercían una importante influencia en la toma de decisiones municipales, mientras que otros se quedaron sin la consideración social, el poder y los ingresos que les daba el formar parte de la oficialidad del cuerpo de realistas. De esta manera, no es de extrañar que algunos profesionales liberales simpatizaran con el carlismo, que les ofrecía regresar a la situación anterior. Además, como eran un grupo con prestigio dentro de la sociedad, ninguno de ellos (salvo los pasantes de escribano) empezó la guerra como soldado de a pie, sino que todos recibieron puestos importantes desde que se incorporaron a la facción. De ahí que el peso de los profesionales liberales sea alto entre los jefes y escaso entre los soldados. Pasemos ahora a la alta nobleza, con un peso también importante entre los dirigentes carlistas, aunque hay que decir que sólo uno de sus miembros (el barón de Hervés) ocupó posiciones de combate. El resto prefirió realizar labores gubernativas o de representación internacional, más acordes con su status social y económico. Y al igual que sucedía con los profesionales liberales, todos ellos recibían cargos de importancia en cuanto se incorporaban a las filas rebeldes, por lo que no nos encontramos con ninguno combatiendo como soldado de a pie o en un puesto administrativo de poca relevancia. Por esta razón, su peso era destacado entre los jefes, pero nulo entre la tropa. Más difícil es cuantificar el peso de los hidalgos, ya que apenas se hace referencia a ellos en las fuentes de la época. En el caso de la alta nobleza parece ser que influyeron más los factores ideológicos, como una inclinación por el absolutismo o una religiosidad muy pronunciada, mucho más que las causas económicas. Esto lo sabemos porque su posición social no estaba amenazada con el nuevo régimen, pero sí que tenían mucho que perder si se pasaban al bando rebelde. De hecho, la mayoría de ellos vio confiscados sus bienes y acabó su vida en el exilio, sin que su apoyo a la causa tradicionalista les supusiera ningún beneficio económico. Si lo que querían era hacer carrera política lo podían haber conseguido más fácilmente permaneciendo fieles a la regencia. A continuación vienen los comerciantes, con un peso entre los jefes carlistas también muy superior al que tenían en la sociedad. En 1797 constituían el 1,0 % de la población activa valenciana11, mientras que entre los dirigentes rebeldes suponían el 4,6%. En cuanto a los comerciantes ricos, sabemos que varios de ellos habían ocupado puestos en la milicia o en la administración absolutista, ya fuera por tener fuertes ideas religiosas o como forma de ganarse el favor de las autoridades. Esto los marcó desde entonces como absolutistas a los ojos de sus paisanos liberales, que les hicieron la vida imposible tras la muerte de Fernando VII. De esta manera, muchos acabaron temiendo por sus vidas y optaron por unirse a los carlistas, cómo única forma de sobrevivir 12. Por otra parte, también eran numerosos los arrieros, que, aunque eran personas sin prestigio, conocían muy bien los caminos y se relacionaban con gente de muchas poblaciones distintas. Esto les permitía ser líderes naturales de los combatientes carlistas, al tener una amplia red de contactos y hacer valer su conocimiento del terreno, fundamental en una guerra de guerrillas. Censo… p. XXXIII. El caso mejor documentado es el de los Villar, ricos comerciantes de Zaragoza de ideas absolutistas y que sufrieron un fuerte acoso por parte de los liberales de la ciudad, por haber ocupado puestos de mando entre los voluntarios realistas. Véase La Libertad, 30 de enero de 1855. Similar debió ser el caso de Jaime Mur, Francisco Adalid, Vicente Gil y Matías Sorzano. 11 12 En cuanto a los empleados públicos, no tenemos ninguna información sobre ellos en el censo de Godoy, pero parece que su peso entre los jefes carlistas era bastante superior al que tenían en la sociedad, probablemente por las mismas razones que se daban entre los profesionales liberales. Y respecto a las causas que le llevaron a apoyar a los rebeldes, la más importante debió ser el deseo de recuperar un puesto de trabajo, perdido o amenazado por la llegada al poder de los liberales o de los absolutistas moderados. A partir de aquí dejamos ya las profesiones de prestigio y nos adentramos en las pertenecientes al pueblo llano, que aporta muchos menos jefes al carlismo. Los campesinos, que en 1797 constituían el 79,2 % de la población activa valenciana13, suponían sólo el 8,2 % de los dirigentes legitimistas. Además, la mayoría de ellos no eran realmente agricultores, sino propietarios ricos, con un prestigio y una influencia que les permitía reclutar a numerosos seguidores y convertirse en poco tiempo en líderes de una partida, algo que no podían hacer los campesinos normales. También estaban infrarrepresentados los artesanos, que en 1797 eran el 10,1 % de los trabajadores14, pero que sólo constituían el 3,6 % de los cabecillas rebeldes. Hay que resaltar que el carlismo tuvo mucho éxito entre los campesinos y los artesanos, pero que pocos de estos llegaron a ser jefes de partida o dirigentes destacados dentro del realismo civil o militar. La razón de ello era su falta de prestigio y de contactos, que sí que tenían las profesiones indicadas anteriormente, y que les marginaba de los puestos importantes. Pero no podemos quedarnos en la profesión de los jefes carlistas sin ahondar más en su origen socioeconómico. Si analizamos el cuadro 9 nos daremos cuenta de que el colectivo más numeroso lo formaban los hijos de campesinos, mientras que sólo unos pocos descendían de militares. Por ello, se trataba en gran parte de hijos de labradores que habían pasado a la oficialidad del ejército o de los voluntarios realistas gracias a su participación en la guerra civil del Trienio. De esta manera, muchos debían su status social al absolutismo, al tiempo que su forma de pensar estaría influida por los problemas de los agricultores, clase social a la que seguían ligados por su origen familiar. De todas maneras, no es este el lugar de estudiar el papel del campesinado durante la primera guerra carlista, por lo que no me extenderé más al respecto. También destacan los hijos de terratenientes y de la alta nobleza, pero estos porcentajes no son representativos y su importancia real sería muy inferior. Esto se debe a que las fuentes de la época siempre mencionaban el origen social cuando los personajes a los que se referían eran de familia rica, ya que esto era poco frecuente. Por el contrario, a casi nadie le interesaba que un jefe rebelde fuera hijo de labradores o artesanos, por lo que estos orígenes aparecían con mucha menos frecuencia, pese a que eran los más habituales. Por todo ello, es casi seguro que conocemos el origen social de todos los jefes rebeldes que eran hijos de hacendados, de condes y de barones, mientras que los 203 de los que desconocemos el origen de los padres debían ser, en su gran mayoría, descendientes de labradores y artesanos. De esta manera, podemos estimar en un 2,3 % a los hijos de la alta nobleza y en un 3,9 % a los hijos de los terratenientes. Si contamos entonces a los que quedan (el 93,8 %) y aplicamos los porcentajes del cuadro 9 (sin contar a los colectivos que hemos eliminado), vemos que el 44 % descendian de campesinos, el 13 % de militares, el 10 % de profesionales liberales y el 10 % de artesanos. Pero tampoco estos porcentajes deben ser del todo reales, ya que las fuentes mencionaban con mucha más frecuencia el origen familiar de los hijos de militares, empleados públicos y profesionales liberales. 13 14 Censo… p. XXXIII. Censo… p. XXXIII. CUADRO 9- PROFESIONES DE LOS PADRES DE LOS JEFES CARLISTAS 15 Campesinos (27) Hacendados Labradores Jornaleros Alta nobleza Militares Artesanos Empleados públicos Marinos Médicos Abogados16 Comerciantes Escribanos Mesoneros Criados TOTAL Combatientes 8 16 1 1 4 2 3 2 1 0 1 1 1 1 42 No combatientes 2 0 0 5 1 2 0 0 1 1 0 0 0 0 11 TOTAL 10 16 1 6 5 4 3 2 2 1 1 1 1 1 53 Después de estas explicaciones uno puede pensar que este cuadro es muy confuso y que realmente no nos indica nada, pero no es así. En primer lugar nos dice que, aunque la mayoría de los jefes rebeldes eran antiguos militares, casi todos ellos procedían de familias campesinas. Y esto es algo muy importante para entender el origen del absolutismo de muchos de ellos, que se inició en el Trienio Liberal en lugares donde los campesinos estaban empeorando notablemente sus condiciones de vida. También nos dice, además, que muy pocos jefes carlistas eran hijos de asalariados rurales, lo que nos indica que eran los labradores (luego reconvertidos en militares) los que se convertían en los líderes del movimiento, al tener un mayor prestigio, así como un nivel económico y cultural más alto. Pero también porque tenían mucho más que perder en un proceso de cambio como el que se estaba produciendo, quedando los jornaleros como simples combatientes a sueldo, sin capacidad de liderazgo y luchando siempre bajo las órdenes de campesinos más pudientes. Asimismo, esto nos ayuda a entender por qué apenas hubo partidas carlistas autóctonas en los territorios en los que la mayoría de la población estaba compuesta por braceros. Por otra parte, también resulta interesante analizar el nivel de ingresos de los dirigentes carlistas. Para ello, he deducido que son de clase alta los hacendados, ricos comerciantes, obispos y la alta nobleza, mientras que la clase media estaría formada por militares en activo, el resto del clero secular, profesionales liberales, empleados públicos, tenderos, labradores acomodados y estudiantes de buena familia. En un nivel intermedio estarían los militares apartados del servicio, así como los oficiales de voluntarios realistas y los frailes, que eran de clase media, pero que se dirigían hacia la pobreza si no conseguían un empleo en el ejército o en la iglesia. Por último tendríamos a la clase baja, formada por la mayoría de los campesinos y artesanos, así como por los arrieros, desempleados, delincuentes y analfabetos sin oficio conocido. De esta manera, observamos que el nivel económico de los no combatientes era mucho más alto que el de los militares. Entre los primeros no había nadie de clase baja 15 Sólo se cuenta una vez a los padres de varios jefes carlistas. El padre de Francisco de Paula Morales y de Ramón Morales era abogado, pero sólo está contado una vez, en el apartado de jefes no combatientes. 16 y sí una importante cantidad de personas adineradas. Además, la mayoría de los miembros de la clase alta que apoyaron al carlismo lo hicieron desde posiciones no combatientes. Esto ocurría sobre todo con las personas de clase alta que residían en ciudades, que estaban acostumbradas a una serie de comodidades y que no se adaptaban bien a la dureza de la guerra de guerrillas. En cambio los hacendados, al vivir en zonas rurales, conocían mejor el terreno y tenían más contactos entre el pueblo llano, lo que les animó a tomar las armas con mayor frecuencia. CUADRO 10- NIVEL ECONÓMICO DE LOS JEFES CARLISTAS 17 Clase alta Clase media Clase media con dificultades económicas Clase baja TOTAL Combatientes 11 30 79 No combatientes 13 24 2 TOTAL 24 54 81 21 141 0 39 21 180 También destaca la elevada presencia de las clases medias, muy superior a la que tenían en la sociedad de la época. Esto nos confirma la idea de que los jefes carlistas eran personas de una posición social superior a la de la mayoría de sus contemporáneos. Si se rebelaban no era porque quisieran cambiar la sociedad, sino porque su status de clase media (militar, eclesiástico, empleado público…) estaba amenazado por el nuevo régimen o había sido destruido por el absolutismo moderado. Y esta gente era la que aglutinaba a las masas carlistas, formadas en su mayoría por campesinos y artesanos, en su mayor parte de clase baja. Esto podían hacerlo gracias a su prestigio, adquirido como jefes militares durante el Trienio o por su papel como eclesiásticos, profesionales liberales, nobles o empleados públicos. Todo ello les proporcionaba una clientela y una red de contactos que les permitía reunir en poco tiempo a una serie de personas que estaban dispuestas a seguirles a la guerra. Y no sólo eso, sino que su posición social les permitía ascender más rápidamente en las filas carlistas que si hubieran sido personas de un nivel económico más bajo. Conclusiones parecidas se extraen del cuadro 11, en el que se analiza el nivel cultural de los jefes carlistas. Para elaborar esta tabla he considerado que todos los nobles, hacendados y empleados públicos sabían leer y escribir, así como que todos los jornaleros, artesanos, bandidos y personas de familia humilde eran analfabetos, aunque no se indique nada al respecto en su biografía. En cuanto a los militares, se ha considerado analfabetos a los que fueron licenciados en 1823-182518, mientras que aquellos que permanecieron en el ejército después de la última fecha parece que tenían una mínima formación. A los jefes de voluntarios realistas no se los ha incluido en ninguna categoría porque entre ellos había gente de un origen social y nivel cultural muy diverso. 17 El total no coincide con el del cuadro 8 (página 13), porque ignoramos la situación económica de diez militares y de algunos estudiantes. Por otra parte, de algunos jefes sabemos su clase social, pero no su profesión. 18 La única excepción es Juan Bautista Castells, que fue depurado en 1825, pero que luego formó parte de la junta carlista de Valencia y Aragón, por lo que no podemos asegurar que fuera analfabeto. Observando el mencionado cuadro vemos que el nivel cultural de los jefes carlistas era bastante alto para una época en la que la mayoría de la población era analfabeta. Y aunque había un importante número de cabecillas que no sabían leer ni escribir, no parece que esto fuera lo más habitual, lo que echa por tierra las afirmaciones de los autores liberales de la época sobre la ignorancia e incultura de los caudillos rebeldes. Probablemente su nivel cultural sería inferior al de los políticos y militares isabelinos, pero en todo caso eran personas que intelectualmente estaban por encima de la mayoría de sus contemporáneos. Esto también sería un factor que contribuiría a darles un cierto prestigio, lo que les ayudaría a la hora de reunir gente para rebelarse. CUADRO 11- NIVEL CULTURAL DE LOS JEFES CARLISTAS Estudios universitarios o eclesiásticos Saben leer y escribir Analfabetos TOTAL Jefes principales 3 Jefes secundarios 23 Civiles TOTAL 25 51 6 72 11 89 1 10 36 131 0 36 37 177 Además de esto, hay que resaltar que el nivel cultural era mucho mayor entre los dirigentes carlistas que no combatieron, que ya hemos visto que son los que tienen un nivel económico mayor. Esto tiene su explicación, ya que para encargarse de la administración y de la retaguardia hacen falta más conocimientos que para dirigir batallones o partidas guerrilleras. Por otra parte, el nivel educativo de los jefes militares era mayor a medida que aumentaba su importancia. De hecho, sólo el 10 % de los jefes principales eran analfabetos, frente a un 27 % entre los cabecillas de segunda fila. Esto se debe a que las personas que podían leer tenían más posibilidades de continuar en el ejército tras la guerra civil del Trienio y empezar la guerra carlista con un puesto militar más importante. Y a eso hay que añadir que tenían mayores conocimientos de estrategia militar, lo que aumentaba sus posibilidades de alcanzar victorias y ascender así en el escalafón, una vez empezada la contienda.