Dejan Huella
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Dejan Huella
Dejan Huella Don Raúl Contreras Ferto E Alberto Flores Callejas l día 2 de junio de 2008 murió a la edad de 95 años el maestro Raúl Contreras Ferto, figura prominente de la educación pública veracruzana durante varias décadas del siglo pasado, quien además destacara nacionalmente como autor de varios textos pedagógicos y por su participación en múltiples eventos académicos. En el estado fungió dos veces como director general de educación (la responsabilidad más relevante del sistema educativo cuando no había sev), fue director de la Facultad de Pedagogía de la Universidad Veracruzana y director de la Escuela Normal “Enrique C. Rébsamen”, entre otros importantes cargos o comisiones desempeñados localmente y en la capital de la República. De muy humilde origen, don Raúl nació el día 12 de noviembre de 1912; era originario de Apazapan, pequeña y cálida población ubicada en la región central del estado de Veracruz, a la orilla del Río de los Pescados, cerca de Jalcomulco. Fueron sus padres el Sr. Ignacio Contreras Maldonado, empleado de Hacienda, y su madre la Sra. Josefina Ferto Lizardi, ocupada como casi todas las damas de la época en las tareas hogareñas. Por motivos de enfermedad, teniendo apenas dos años de edad, pasó a radicar en Xalapa. Allí, al amparo de su abuela paterna y, al morir ésta, de otros familiares, realizó su educación primaria, al inicio en la escuela “Boza” y después en la “Práctica Anexa a la Normal Veracruzana”. Cursaba el 3º de secundaria cuando hubo de abandonar los estudios para trabajar como cobrador en el primer camión 63 urbano que funcionó en la capital del estado, el cual había sido adquirido por el jefe de la casa donde vivía. “Ese fue mi primer trabajo”, nos comentó alguna vez, “de 6 a 20 horas, con un pequeño lapso para la comida”. Convencido por su padrino, el profesor Francisco Rincón, decidió dejar el trabajo e inscribirse en la Normal, entonces todavía ubicada en el ex convento de San Ignacio. El profesor Alberto C. Licona, quien había sido su maestro en la Práctica Anexa, le orientó convenientemente y fue inscrito en el segundo grado. Pronto se hizo acreedor a la beca que conservó durante toda la carrera por sus excelentes calificaciones, las mejores de su grupo. Paralelamente, atendiendo a un requerimiento de su padre, realizó estudios de contaduría en la Academia Mercantil “Teodoro Keerlengand”. En 1933 se graduó a la par como maestro y como contador. Desarrolló así una formidable e innata aptitud matemática que siempre le fue reconocida. En su formación como profesor debió abrevar de la mística social que imprimió al Gobierno del Estado el coronel Adalberto Tejeda, quien se puso decididamente al lado de los obreros y campesinos en sus luchas por alcanzar su redención. Era una época de gran efervescencia social al amparo de los principios rectores de la Revolución Mexicana. Desde Veracruz se impulsaron reformas que más tarde dieron pauta al establecimiento de la educación 64 Don Raúl Contreras... socialista en el ámbito nacional. El sucesor del coronel Tejeda, Gonzalo Vázquez Vela, dejó la gubernatura para ocupar la Secretaría de Educación Pública, en el sexenio del Presidente Lázaro Cárdenas –cuando éste se sacudió la tutela del maximato callista– y se llevó como subsecretario al profesor Gabriel Lucio, quien había sido director de la Normal Veracruzana y director general de Educación en el Estado. A pesar de toda esa efervescencia social y educativa, el maestro Contreras Ferto nos confió alguna vez que, en su juvenil época de estudiante normalista, poca mella hicieron en él los postulados de la lucha social entonces en boga. Su sensibilidad y sus afanes estaban entonces más encaminados a la recreación en actividades tales como “tocar la guitarra”. En la bohemia destacó al formar parte de un trío que junto con él integraban sus amigos Julio Di Bella y Luis Manuel Tello. Esto ocurría muy a pesar de que el plan de estudios con el que se formó profesionalmente incluía asignaturas como: Filosofía Marxista, Derecho Agrario y otras con enfoque socialista, acordes con el momento histórico que vivía México, especialmente Veracruz. Dos acontecimientos fueron determinantes para consolidar su formación ideológica: primero, un breve desempeño como administrador en la hacienda de Almolonga, ubicada en el municipio de Naolinco (1934) y, segundo, haberse matriculado en la Universidad Obrera, cuando pasó a laborar Likátsin No. 1 65 como docente en la capital de la República (1937). Almolonga, propiedad del hacendado Manuel Parra y del General Pablo Quiroga –este último por algún tiempo Secretario de Guerra y Marina en el régimen del Pre- sidente Lázaro Cárdenas– era el centro del poder antiagrarista en oposición a la política del gobernador Tejeda; era prácticamente el cuartel de los grupos paramilitares conocidos como “guardias blancas”, encargados de amedrentar o asesinar a quienes batallaban en la región central del estado por hacer efectiva la máxima zapatista: “la 66 Don Raúl Contreras... tierra es de quien la trabaja”. Allí Contreras Ferto llegó como administrador por recomendación de su padre, quien para entonces fungía como Jefe de la Oficina de Hacienda en Naolinco. Pronto se percató de que el ingenio ubicado en la famosa hacienda era fundamentalmente una fábrica de aguardiente y de que las cuentas que tenía que llevar reflejaban sobre todo la explotación de los campesinos. Mucho debió calarle la inmisericorde realidad social de la que allí fue testigo. Sólo permaneció en ese trabajo durante una zafra. Tras otro fugaz trabajo como contador y almacenista en la filial petrolera “El Gallo” de Xalapa, y tras breves desempeños como profesor en Ciudad Mendoza y Córdoba –donde le tocó aplicar de manera experimental los programas educativos socialistas impulsados por el Gobernador Tejeda y su Director de Educación, el profesor Gabriel Lucio– don Raúl se trasladó al Distrito Federal, allí laboró en una escuela primaria y fue muy amigo del profesor Miguel Bustos Cerecedo, destacado literato de quien había sido compañero de trabajo en Ciudad Mendoza. Todo eso lo fue forjando ideológicamente, pero su definitiva consolidación como hombre de izquierda la ganó a su paso por la Universidad Obrera, auspiciada por el gobierno cardenista, donde fue discípulo de Lombardo Toledano, de Narciso Bassols y del argentino Aníbal Ponce, entre otros reconocidos intelectuales que representaban una avanzada en el plano nacional. En esa universidad fue Presidente de la Sociedad de Alumnos de la Escuela Superior Obrera “Carlos Marx” y, como tal, le tocó participar en las manifestaciones de respaldo a la expropiación petrolera en 1938. Su estancia en la ciudad de México en una época de febril actividad educativa y cultural le dio amplio margen para participar en múltiples eventos. Escribió su primer libro: Historia Universal, en coautoría con Faustino Celaya, dicho texto fue pronto adoptado en escuelas primarias y secundarias. Participó en actividades sindicales y contribuyó en la fundación de varias escuelas secundarias. Fue integrante de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (lear), en la cual, junto con Bustos Cerecedo, pudo alternar con figuras de la talla de David Alfaro Siqueiros, José Revueltas, José Mancisidor, Diego Rivera, Julio de la Fuente, Clemente y Luis Chávez Orozco, entre otros connotados intelectuales. En aquellos años treinta, uno de sus compañeros de “célula del Partido Comunista” en la sep fue el entonces novel licenciado Adolfo López Mateos, quien laboraba como asesor jurídico de la editora de esa Secretaría. Es imposible reseñar en pocas líneas la trayectoria profesional de uno de los más grandes educadores que ha dado Veracruz, así como difícil sería describir o subrayar la importancia de su obra escrita en más de una docena de textos. Intentaremos apenas algunas pinceladas sin mayor orden, que resalten el tránsito del inolvidable maestro por toda una época en la educación pública, generada bajo el impulso de la revolución mexicana en su etapa constructiva, antes de que los gobiernos neoliberales impusieran su tónica regresiva. Aunque dueño de una recia formación humanística plasmada en sus libros, incluso de historia como ya se apuntaba, el maestro Ferto, como muchos lo identificaban, fue además un especialista en las que en su tiempo eran avanzadas técnicas para el conocimiento y valoración de los alumnos y del aprendizaje de éstos, lo mismo en jardines de niños, primarias o secundarias. Entre otras, sus cátedras de Psicotecnia, Evaluación y Estadística dirigidas a decenas de generaciones de educadores y pedagogos, fueron el mejor medio para difundir diversos recursos técnicos. Su obra más reconocida: La Evaluación en la Escuela Primaria, editada por Oasis, fue por muchos años “libro de cabecera” utilizado por maestros de diversos estados de la República. Como administrador, con un manejo imaginativo del presupuesto, aunado a una honradez a toda prueba, sacó singular provecho a los escasos recursos disponibles, lo mismo cuando colaboró con los maestros Carlos Bustos Cerecedo, Félix Zurita Velásquez y Manuel González Jiménez, sus antecesores en la Dirección General de Educación en el Estado. Se recuerda de especial manera como, ya en su gestión 1956-1962 como responsable del ramo educativo, en dos o tres desvencijados miLikátsin No. 1 67 meógrafos pudo reproducir pruebas para evaluar el aprendizaje de todos los niños en las primarias estatales; condujo investigaciones para estandarizar pruebas mentales y otras para explorar habilidades de lectura; multiplicó también el número de plazas magisteriales para las escuelas, a partir de singulares ahorros. Ante la circunstancia de que a las zonas rurales iban –en muchos casos– como profesores, personas que apenas si contaban con estudios primarios, otro de sus aciertos fue la fundación de los Centros de Iniciación Pedagógica, entre los cuales destacó sobremanera el de Carrizal, dirigido por el profesor Rosendo Leyva. Ya en las postrimerías de esa gestión, en el régimen del gobernador Antonio M. Quirasco, los maestros estatales consiguieron la nivelación al tabulador federal. Muchos sueldos se duplicaron, o más, de la mañana a la noche, como consecuencia de una lucha magisterial en la que –se recuerda–Contreras Ferto supo ser leal a las instituciones de que formaba parte, sin desdoro de su condición de maestro, de su identificación con el gremio. En la Facultad de Pedagogía de la Universidad Veracruzana, donde muchos años laboró por las tardes como catedrático de medio tiempo, fue siempre un promotor de la renovación, lo mismo en cuanto a planes de estudio que por lo que hace a estrategias didácticas. Sus discípulos, muchos de ellos después destacados académicos allí 68 Don Raúl Contreras... mismo, en la Normal y en otras instituciones, lo recuerdan como experto en diversas disciplinas y también por la fina ironía con que aderezaba la charla cotidiana. Su periodo como director de esa Facultad fue relativamente corto, porque estando en ese cargo, en 1971 fue designado director de la Benemérita Escuela Normal Veracruzana “Enrique C. Rébsamen”. Además de los dos libros ya citados, Historia Universal y La Evaluación en la Escuela Primaria, don Raúl Contreras Ferto fue un prolífico autor de textos pedagógicos, entre los más conocidos están: Guía para el Conocimiento Individual de los Escolares, Dinámica de Grupo y Trabajo por Equipos en el Proceso de Enseñanza-Aprendizaje, Estadística Aplicada a la Evaluación Pedagógica, La Evaluación del Aprendizaje en Escuelas Secundarias, El Aprendizaje Escolar por Equipos en Escuelas de Educación Básica. Con títulos similares a los anteriores, la Universidad Pedagógica Veracruzana le encargó la elaboración de cuatro textos que durante varios años fueron utilizados en los cursos allí impartidos al personal docente en servicio. Además de su producción académica personal, don Raúl fue un destacado promotor de la obra editorial. Como director de la Normal Veracruzana auspició la publicación de una veintena de libros, especialmente escritos por distinguidos catedráticos como textos para las asignaturas que conformaban el plan de estudios, así como otros de difusión cultural. La revista bimestral Didacta, que en su primera época fue dirigida por su amigo, el eminente maestro y escritor José Luis Melgarejo Vivanco, era remitida a todas las normales del país y también a escuelas de otros niveles; contó con numerosas suscripciones que muchos maestros buscaban afanosamente. Con algunos recesos y desde luego con diferentes formatos, esa revista ha persistido hasta la actualidad, como principal órgano de extensión pedagógica, sobre todo de novedades inherentes a la formación de docentes, con que se proyecta la Normal de Rébsamen. Aparte de las publicaciones o textos estrictamente académicos, don Raúl buscó siempre con profesionalismo la sistematización de diversos procesos institucionales; así, por ejemplo, cuando trabajó en el Departamento de Cooperativas Escolares de la sep, elaboró el reglamento respectivo. Para valorar los documentos recepcionales que presentaban los jóvenes normalistas a fin de graduarse, formuló una escala estimativa con la cual el jurado restaba subjetividad a tal valoración. Fue el redactor de los iniciales estatutos del Sindicato de Trabajadores de la Escuela Normal Veracruzana, organismo del que fue uno de los fundadores. En los múltiples congresos nacionales de educación primaria y normal a los que asistió, invariablemente dejó escuchar su voz, para que Veracruz ratificara su tradición pedagógica; se opuso repetidamente a los dictados centralistas de la sep, que tantas veces han anulado valiosas iniciativas surgidas en provincia. Los programas de estudio que desarrollaban las escuelas primarias del estado superaban en su tiempo a los formulados por la federación, según autorizadas opiniones. No se puede dejar de resaltar su orientación progresista, las inquietudes que en sus discípulos casi invariablemente despertaban las convicciones que externaba en torno a la lucha social. Ya jubilado confesaba que aún vibraba de emoción Likátsin No. 1 69 y se le “enchinaba el cuero” al escuchar los acordes de “La Internacional”. Donde quiera que pudo impulsó las actividades artísticas en las escuelas. Como director de la Normal Veracruzana diseñó y puso en marcha aquellos precursores Cursos de Posgrado, indiscutible avanzada para lo que después sería la Universidad Pedagógica, en pro de elevar el nivel de la profesionalización docente. Su condición de maestro, en el más alto sentido del término, se manifestó no sólo en la cátedra, que de suyo era una delicia, sino en su perspicacia para conocer a la gente, en su ilimitada confianza en los estudiantes y en los noveles maestros. Fue siempre presencia que respetaba y al mismo tiempo energetizaba voluntades. En momentos difíciles, en horas de adversidad, no perdió ni la serenidad ni el valor, menos la jovialidad que conservó hasta sus últimos días, haciendo burla socarrona incluso de su propia persona. En su trayectoria profesional, don Raúl fue objeto de múltiples reconocimientos, entre ellos uno muy especial le fue otorgado por el Gobernador Rafael Hernández Ochoa el 15 de mayo de 1980. El Estado de México, con motivo del centenario de la educación normal, entregó distinciones “al mejor maestro” de cada una de las entidades federativas; por Veracruz, Contreras Ferto fue el elegido. Recibió la medalla “Ignacio M. Altamirano”, por 52 años al servicio educativo nacional. Un tanto tardíamente a nuestro juicio, hace poco más de tres años, le fue entregado por 70 Don Raúl Contreras... el Gobierno de Veracruz el más alto reconocimiento público que anualmente otorga el Congreso del Estado: la medalla “Adolfo Ruiz Cortines”; ya no pudo asistir personalmente a recibirla, pero el cúmulo de antiguos discípulos que presenciamos el evento valoramos de todos modos ese gesto como un acto de estricta justicia. Con motivo de la presentación de uno de sus libros, en 1998 se le rindió un especial homenaje. El texto del pergamino que entonces le fue entregado reza: La Benemérita Normal Veracruzana “Enrique C. Rébsamen” otorga el presente: TESTIMONIO DE RECONOCIMIENTO a uno de sus hijos más preclaros, de acendrado normalismo, maestro por excelencia, catedrático intachable y funcionario ejemplar, quien la dirigiera con extraordinaria visión, reconocido talento y plena fidelidad a los valores que cimentaron su origen y han orientado su trayectoria: profesor RAÚL CONTRERAS FERTO con motivo de la edición de su más reciente obra, que enriquece su prestigiosa producción pedagógica y consolida su figura como uno de los grandes educadores mexicanos de este siglo. En 1974 don Raúl perdió a su primera esposa, la señora Alicia Zapata Arce, con la que procreó tres hijos: Víctor Raúl, Rosa María Eneida y Leticia. Después, ya jubilado, contrajo matrimonio con la señora Cándida Martínez Virués y decidió radicar en la pintoresca ciudad de Xico, donde transcurrió apaciblemente la última etapa de su vida. Además de su esposa y sus hijos le sobreviven 10 nietos y 8 bisnietos.