mediadores LOS VALORES Y LA COMUNICACION 10

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PROGRAMA INTEGRAL DE DESARROLLO EDUCATIVO
FAMILIAR
Los valores
y la convivencia familiar
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© FAD, 2001
Obra colectiva de la FAD
Edita y distribuye
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Coordinación
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Carlos Alonso
Texto
Carlos Alonso
Fernando Bayón
Agustín Compadre
Carmen Loureiro
Luis Salarich
Colaboraciones
Julio Bustos
Marisol Cámara
Miguel A. Fernández
Miriam Narvarte
Mercedes Rodríguez
Ilustraciones
Ricardo de Arce
Diseño y maquetación
Quadro
Plaza de Clarín, 7 - 28529 Rivas Vaciamadrid (Madrid)
Impresión
Ancares Gestión Gráfica, S.L.
Ciudad de Frías, 12 - Nave 21 - 28021 Madrid
Depósito legal
M-40753-2001
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Indice
OBJETIVOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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LO QUE DEBE SABER . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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La transmisión de valores en la familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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El trabajo infantil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Los derechos de los niños . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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TRABAJO CON LAS FAMILIAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Valores sociales y familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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El trabajo infantil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Objetivos
El desarrollo de esta área tiene por objeto que los familiares...
■ Tomen conciencia de la importancia de transmitir valores sociales positivos a
sus hijos.
■ Aprendan distintas formas de educar en valores a sus hijos.
■ Controlen la actividad laboral de los hijos y eviten cualquier tipo de trabajo infantil
que conlleve un riesgo físico, moral o psicológico.
■ Cuiden la escolarización como medio esencial para el desarrollo de valores,
conocimientos y promoción social y profesional en el futuro de los hijos.
Lo que debe saber
INTRODUCCIÓN
Cuando analizamos los numerosos problemas que tiene la sociedad, nos encontramos
con una serie de cuestiones básicas que son fuente de conflicto permanente: la desigualdad entre los hombres, la mala distribución de las riquezas y de los recursos, los prejuicios, las diferencias en el acceso a la educación, la lucha por el poder, etc. Muchos de
estos conflictos obedecen a una cultura, cada vez más extendida en el mundo, que
prima el individualismo, el materialismo y el enriquecimiento rápido. En este marco, es frecuente que la explotación de la naturaleza y de los hombres sean los principales medios
por los cuales los más poderosos obtienen sus beneficios.
Los derechos humanos responden a una declaración relativamente moderna y, realmente su defensa y aplicación todavía no está extendida en el mundo entero. En muchos de
los países que se consideran en desarrollo, la lucha por los derechos básicos (a la educación, a la sanidad, al trabajo en condiciones dignas, al respeto por las razas o ideologías,
etc.) es una labor que debe seguir haciéndose.
El trabajo infantil, especialmente aquel que explota a los menores, es uno de los mejores
ejemplos que refleja una sociedad en la que no importan los sentimientos y las condiciones humanas, en la que —para sobrevivir muchos y enriquecerse unos pocos— se han
perdido las bases fundamentales que asegurarían el futuro de la humanidad: el amor,
respeto y cuidado de los niños.
Pero esta labor no sólo es propia de los gobiernos, sino de todos. La educación en valores morales, aquellos que defienden los derechos de las personas y el respeto por la
naturaleza, aquellos que orientan la conducta hacia una relación positiva y respetuosa
con las personas, aquellos que estiman a la niñez como el más preciado tesoro...
comienza en el seno de la familia.
Educar en valores equivale a ofrecer a los hijos una “brújula”, una orientación en la vida.
Saber hacia dónde nos dirigimos y entonces elegir nuestro propio camino, con la seguridad de que lo que hacemos tiene un sentido. Educar en valores significa, por tanto,
enseñar a los niños a defender sus propios derechos y los de los demás, a potenciar
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relaciones sociales positivas, a establecer vínculos afectivos y, en definitiva, a preparar un
futuro mejor para uno mismo y para los demás.
En esta área usted encontrará la información básica que ayudará a los padres a desarrollar una educación en los valores fundamentales, incluso cuando las condiciones de vida
familiar sean tan difíciles que exijan que los hijos trabajen. Esta información se organiza
en torno a los siguientes temas:
■ La transmisión de valores en la familia.
■ El trabajo infantil.
■ Los derechos de los niños.
LA TRANSMISIÓN DE VALORES EN LA FAMILIA
Cuando reflexionamos acerca de los valores, probablemente acudan a nuestra mente
palabras como libertad, justicia, igualdad, derechos, respeto, compasión, amistad, amor.
Se trata de conceptos abstractos, es decir, no representan algo tangible, físico o concreto, sino que se refieren más bien a un modo de relaciones entre las personas.
Puesto que las relaciones sociales son algo básico para los seres humanos, todos necesitamos compartir una serie de valores, unos criterios que nos permitan diferenciar lo
bueno de lo malo, lo que es deseable para nuestra convivencia, de lo que no lo es. Esta
es una de las funciones que cumplen los valores: representan el marco que da sentido a
nuestras relaciones con los demás y que nos permite orientarnos en ellas, elegir lo que es
adecuado y fijar nuestras metas.
Existe una estrecha relación entre los valores y las normas o reglas sociales, de manera
que éstas reflejan los valores de quienes las dictan. Las normas son principios explícitos,
más concretos, que regulan la conducta de las personas estableciendo lo que debe o no
debe hacerse y que, por tanto, orientan a las personas hacia unos objetivos determinados.
De esta forma vemos que asumir un determinado valor implica el cumplimiento de
muchas normas. Por ejemplo, alguien que valora mucho la salud tratará de seguir reglas
tales como hacer ejercicio físico todos los días, no comer demasiadas grasas o no fumar.
Así, cada vez que la persona realice un acto que coincida con sus valores, se sentirá
satisfecha, segura de que sus decisiones son correctas y creerá que lo que hace tiene
sentido en su vida.
Sin embargo, las normas personales que cada uno entiende que se derivan de sus propios valores no tienen por qué coincidir con las leyes o las normas establecidas con
carácter general. Por ejemplo, asumir la libertad o la justicia como valores, puede llevar a
las personas a manifestarse en contra de las normas que dicta un gobierno, aunque sepa
que esta acción puede conllevar la detención o el encarcelamiento. Igualmente, entender
que la defensa de la naturaleza es un valor, puede lleva a las personas a implicarse en
movimientos ecologistas y arriesgar sus vidas para evitar la tala y quema de bosques, la
contaminación de ríos o la extinción de las ballenas.
Y, como éstos, un sinfín de casos ilustrarían la influencia de los valores sobre el comportamiento humano, poniendo de manifiesto que en muchas ocasiones la acción compen-
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sa el riesgo, porque la persona siente que actúa en coherencia con sus valores. Su fuerza y motivación radica en sus valores y en la necesidad de defenderlos.
Naturalmente, las personas no tienen un único valor. Su comportamiento está orientado
simultáneamente por distintos valores, los cuales pueden entrar en conflicto cuando las
normas de conducta que se derivan de unos u otros son contradictorias. En estos casos,
cada persona debe decidir qué valores son prioritarios para ella en ese momento y actuar
en consecuencia.
Al mismo tiempo debemos tener en cuenta que algunos “valores” orientan a las personas
sólo hacia su propio beneficio, incluso perjudicando a una mayoría. Por ejemplo, todos
necesitamos dinero para sobrevivir y nos gusta sentir que tenemos alguna influencia
sobre los demás, pero para algunas personas el poder y la riqueza material constituyen
auténticos valores. En algunas personas predominan estos “valores”, llegando a tener
más peso que otros que conducen a la unión afectiva y positiva con los demás. Cuando
esto ocurre, las relaciones con los demás están motivadas por lo que el otro puede aportar materialmente, por el beneficio inmediato de la relación. El interés personal y humano
por otras personas, quedaría en un segundo o tercer plano.
Vemos así que los valores influyen poderosamente en las metas y decisiones que uno
toma en la vida. Por ejemplo, podemos pensar en alguien a quien le ofrecen un trabajo
que le va a reportar fama y dinero inmediato, pero cuya realización implica renunciar a
estar con su familia o bien realizar una tarea que no respeta los derechos de los demás. Si
la persona renuncia a ese trabajo estará guiándose por valores como la familia y la justicia.
¿CÓMO SE TRANSMITEN LOS VALORES?
Para que una persona llegue a incorporarse como miembro de la sociedad necesita
aprender una serie de conocimientos, de formas de comportarse, que le permitan desenvolverse adecuadamente en ese grupo social. Es en el marco de este proceso, que llamamos socialización, donde se aprenden también los valores que forman parte de la cultura de esa colectividad.
Los valores, por tanto, forman parte de la cultura de una comunidad o de un grupo social
y se expresan en una serie de normas y costumbres que son compartidas de una forma
más o menos general por los miembros que pertenecen a ese grupo.
Los valores se aprenden, no se nace con ellos. Los niños, desde pequeños, aprenden a
valorar unas cosas u otras dependiendo de cómo las valoran los adultos más próximos.
Los padres, por tanto, tienen un papel de crucial importancia en la transmisión de los
valores a los hijos. Con su ejemplo y con sus normas les enseñan lo que es verdaderamente importante y cómo comportarse para alcanzarlo. Lógicamente, a medida que el
niño crece, el aprendizaje de esos valores se verá reforzado o debilitado en función de
sus experiencias y de un contacto más extenso con la sociedad en general.
Los valores prosociales, es decir aquellos que promueven la ayuda y colaboración con
los demás son algunos de los más deseables desde un punto de vista moral. Estos valores fomentan una relación positiva con los demás y orientan a los individuos hacia la participación en la sociedad, de manera que se hace más probable la obtención de los
beneficios que nos pueden reportar las relaciones sociales (comprensión, ayuda, afecto,
amistad, sentimiento de pertenencia a un grupo, seguridad, etc.).
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Es especialmente deseable que los niños incorporen estos valores prosociales a través
de la educación. Como hemos visto, las personas que los desarrollan proporcionan
importantes ventajas a los demás, pero, al mismo tiempo, obtienen de ellos comportamientos parecidos. Para las personas con valores prosociales, las relaciones sociales
están motivadas por el aprecio y el respeto mutuo, no por la imposición de ideas o intereses. Este aprecio y respeto a otros incluye, naturalmente, el valor y respeto hacia uno
mismo. Por eso es fácil encontrar entre las personas más “humanas”, personas con
autoestima, con confianza en sí mismas y en los demás.
Esta confianza y respeto por los demás comienza a construirse en la infancia. Aquellos
que nunca han percibido el afecto y consuelo de sus padres, que han sido desvalorizados por cualquier característica que les diferenciara de los demás (por ejemplo, por ser
niños y no adultos, por ser pobres o no disponer de recursos, por ser de una raza u otra,
etc.) tienen muy difícil desarrollar valores positivos relacionados con los demás.
Desde que el niño nace, a través de la relación que establece con sus padres, a través
del cuidado y la atención que recibe, comienzan a crearse las bases que le permitirán
más tarde organizar sus relaciones con los demás en base a valores adecuados.
EL INTERCAMBIO DE SENTIMIENTOS Y LA EMPATÍA
La relación con la madre o con la persona que le cuida permanentemente será la base a
partir de la cual el niño desarrollará el deseo de estar con otras personas diferentes a sí
mismo. Si esas personas le sonríen, le acarician, le quieren, consuelan su malestar y
satisfacen sus necesidades, el niño establecerá el primer vínculo afectivo y social. Si, por
el contrario, no hay nadie que responda a sus llamadas o necesidades, o sufre malos tratos, el niño aprenderá a defenderse de los demás, aprenderá a sobrevivir sin necesitar
nada de nadie, y no se vinculará social o afectivamente.
Para que alguien pueda reconocer y comprender los sentimientos y necesidades de otro
ser humano es necesario que “se ponga en su lugar”, que trate de ser sensible a las
emociones y circunstancias en las que está la otra persona. Ponerse en el lugar de otro,
comprender lo que puede estar sintiendo y hacer algo para compartir esa emoción o
ayudarle, es empatizar. La empatía con otros es la base de la ética y, por tanto, de todos
los valores morales.
Cuando una madre descubre a su hijo triste, se acerca para saber qué le ocurre, y trata
de ofrecerle consuelo, está empatizando. Cuando alguien empatiza con nosotros, sabemos que nos atiende, que comprende nuestra necesidad y nuestra circunstancia, que
nos acepta tal como somos y sentimos alivio, bienestar y seguridad. Todo ello promueve
en nosotros tres cosas importantes:
■ El aprendizaje de que somos valiosos, importantes para otros.
■ La confianza de que siempre habrá alguien que esté ahí para ayudarnos, para
querernos.
■ La reproducción de empatía con los demás, es decir, nuestro interés por las per-
sonas en el sentido más humano y el reforzamiento de nuestra tendencia a hacer
algo por otros.
La mayoría de las personas que maltratan o desprecian a otros, no han experimentado
en su infancia la empatía y el afecto suficientes.
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Cuando los padres escuchan a sus hijos, tratan de comprender cómo se sienten y se lo
hacen saber a través de expresiones como “te comprendo”, “sé cómo te sientes...”,
están favoreciendo que después ellos hagan lo mismo con otras personas. En realidad,
están construyendo en sus hijos los pilares sobre los que se apoyarán sus valores sociales en el futuro.
Las emociones de los adultos son una de las claves de las que se sirven los hijos a dotar
de significado o valor a las cosas y las personas. No debemos olvidar que, sin apenas
darnos cuenta, estamos expresando constantemente nuestras emociones o sentimientos
ante los acontecimientos y que todo ello es captado y registrado por los hijos. Cuando un
padre manifiesta su enfado o su alegría por algo que el hijo ha hecho, le está transmitiendo sus valores. Por ejemplo, imaginemos que unos padres, al enterarse de que su hija
no ha ido ese día a la escuela. le dicen con gesto de poco interés “¡Tú verás lo que
haces...!”. Sin embargo, se enfadan mucho cuando la hija, que trabaja para ayudar a la
familia, no ha traído suficiente dinero a casa. A través de sus reacciones los padres están
transmitiendo sus valores (el dinero importa más que la educación).
LAS NORMAS EN EL HOGAR: RECOMPENSAR LA CONDUCTA POSITIVA
Y CAMBIAR LA CONDUCTA NEGATIVA
Un modo de facilitar el desarrollo de valores es educar a los hijos ofreciéndoles una guía
clara de cómo comportarse, es decir, a través del establecimiento de normas o reglas.
Si las reglas son claras, justas y flexibles (se adaptan a las capacidades del niño y su aplicación tiene en cuenta las circunstancias en las que se encuentra), los hijos aprenderán a
respetarlas y comprenderán su utilidad para regular la convivencia.
Las reglas en el hogar marcan el camino que uno debe seguir y representan los valores
de quienes conviven en familia. Si los padres valoran el respeto por los demás, enseñarán
a sus hijos la norma de no insultarse o agredirse cuando hay una riña entre ellos. Si los
padres valoran la educación, impondrán la norma de acudir todos los días a la escuela. Si
los padres valoran la salud, impondrán la norma de lavarse las manos antes de comer y
después de ir al baño o la de no fumar, por ejemplo. Si valoran la justicia, la igualdad de
derechos y la colaboración, propondrán la norma de repartir las tareas del hogar entre
todos, en función de las capacidades y circunstancias de cada miembro de la familia,
pero no en función de su sexo o de su posición de poder.
Las consecuencias que siguen a los actos regulan la conducta de las personas. Por ello,
cuando hacemos conscientes a los niños de las consecuencias que tiene comportarse
de un modo u otro, estamos facilitando el aprendizaje de valores. Cumplir con las normas
supone obtener una consecuencia positiva (la satisfacción, el halago de los padres, el
sentimiento de haber hecho lo correcto). Saltarse las reglas conlleva la decepción de los
padres, el enfado de los hermanos, la pérdida de un beneficio en el futuro, etc.).
Pensemos en el caso de un niño que comparte sus cosas con otro que no tiene apenas
nada (para jugar, para comer, para...). Si los padres halagan su comportamiento y le
hacen ver las ventajas de ayudar a los demás (“Has hecho muy feliz a ese niño, ahora tienes un nuevo amigo, estamos orgullosos de ti”), estarán reforzando la empatía con otros,
el valor de la compasión y la solidaridad.
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Imaginemos que ante un acto de desobediencia, el hijo se atreve a reconocer su responsabilidad y los padres le perdonan, mostrándole su satisfacción por la sinceridad que ha
demostrado. Esta será una forma de reforzar la honradez, la sinceridad.
Pongamos el caso de una niña que acude todos los días a la escuela, además de participar o ayudar a sus padres en su trabajo. Si los padres le muestran su cariño, su satisfacción por el esfuerzo realizado, haciéndole ver los beneficios que tiene aprender y además,
como premio a su esfuerzo, le ofrecen un regalo, le estarán reforzando el valor del esfuerzo y la educación.
Si un niño coge algo que no le pertenece y sus padres le muestran su preocupación
explicándole la consecuencias negativas que tiene esa conducta (el disgusto que causa
a la otra persona, la injusticia que supone ese acto, etc.) y, a continuación, le piden que
lo devuelva, estarán enseñándole el valor de la justicia y el respeto por las pertenencias
de los demás.
Halagar, premiar, recompensar todo aquello que favorece una relación positiva, respetuosa con los demás, ayuda a los niños y adolescentes a desarrollar valores prosociales.
Pero además, poner límites a las conductas sociales negativas, mostrando siempre el
camino alternativo, es también una forma de desarrollar en los hijos los valores positivos.
LOS PADRES COMO MODELOS
Los niños también aprenden los valores a través de la observación de lo que hacen y
dicen sus padres u otra figuras importantes para ellos. Las personas más próximas son
“ejemplos vivos” de los valores que deben orientarles en la vida.
De esta forma, aprenderán el valor de la amistad si ven que sus padres tienen amigos y
los cuidan de manera especial. Aprenderán el valor de la solidaridad si les observan ayudando a otros o compartiendo sus bienes con aquellos que también lo necesitan. Aprenderán el valor de la justicia si observan que sus padres defienden a personas que sufren
situaciones o actitudes injustas o saben perdonar en determinados momentos. Aprenderán el valor de la igualdad entre las personas si observan que su padre y su madre tienen
los mismos derechos y obligaciones, o si todos los hermanos son tratados del mismo
modo, independientemente de su sexo.
Por el contrario, un padre o una madre pueden insistir en el valor de la verdad y la sinceridad, e incluso castigar a su hijo por haber mentido, pero nada de esto será aprendido
como un valor si el niño observa que sus padres mienten. Los padres, por tanto, constituyen con su conducta ejemplos de valores para los hijos y, especialmente durante la
infancia, serán sus principales modelos (para bien o para mal).
Más tarde, a medida que se van haciendo mayores, los hijos también pueden comparar
la conducta de sus padres con la de otras personas y así estimar lo que es importante en
la vida. Esto ocurre especialmente durante la adolescencia, momento en que los chicos y
chicas se distancian más del hogar familiar y tienen más contacto con los iguales y la
sociedad en general.
Es frecuente que durante la adolescencia se cuestionen los valores paternos al confrontarlos con las experiencias de otras personas. De hecho, no es raro que los adolescentes
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sufran de ciertos conflictos de valores o crisis, al ver que lo que han aprendido a valorar
durante la infancia, no siempre es lo que ahora les parece bueno, importante o práctico.
Esta dificultad de los adolescentes para establecer sus propios valores, es especialmente
problemática en la actualidad ya que vivimos en un momento en el que parece que “todo
vale” y en el que se refuerzan constantemente los valores materialistas frente a los espirituales. La publicidad y los medios de comunicación a veces ponen a los jóvenes ante la
posibilidad de obtener fama y dinero sin esfuerzo. ¿Por qué estudiar y sacrificar el tiempo
si puedo ser famoso de otra manera? ¿por qué interesarme por los demás si yo no intereso a nadie? ¿por qué trabajar o esforzarme, si estando guapo o guapa puedo conseguir lo mismo?…
No obstante, si el niño ha recibido una sólida educación en valores positivos durante la
infancia, ello le permitirá sentirse orientado cuando llegue a la adolescencia y tenga que
organizar de forma personal sus propios valores.
LA INFORMACIÓN SOBRE LOS VALORES
Los niños también aprenden los valores a través de la información o de las opiniones que
reciben de los adultos. Por ejemplo, cuando oyen a sus padres decir: “Es más importante
el amor que el dinero”, “El dinero no es suficiente para ser felices” o “Nosotros tenemos
poco dinero, pero estamos unidos y nos queremos, somos afortunados”, también están
consolidando su sistema de valores.
Vemos así que, cuando expresamos nuestras opiniones sobre distintos aspectos de la
vida, estamos transmitiendo valores a los pequeños o adolescentes. Un ejemplo de ello
lo podemos encontrar en frases que nos pueden resultar familiares:
■ “Si no tienes dinero, no vales nada.”
■ “No se puede confiar en nadie.”
■ “Cada uno va a lo suyo, si no piensas en ti mismo nadie lo hará.”
■ “Los indígenas son inferiores.”
■ “Las mujeres, a sus labores.”
■ “Pisa antes de que te pisen.”
Todas estas frases refuerzan el materialismo, el individualismo, la idea de que algunas
personas son superiores a otras, la agresividad, etc. como valores que deben orientar la
conducta de las personas. Otras expresiones, por el contrario, refuerzan valores mucho
más deseables:
■ “Hay que ayudar al que lo necesite.”
■ “Todos nacemos con los mismos derechos.”
■ “Quien tiene un amigo, tiene un tesoro.”
■ “La unión hace la fuerza.”
■ “La belleza nace del interior.”
■ “Mejor morir de pie que vivir de rodillas.”
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LA ESCUELA
La escuela también resulta imprescindible para la educación moral. Aunque es en el seno
de la familia donde se asientan las bases de los valores morales, en la escuela los niños
reforzarán el aprendizaje de tales valores y los comprenderán de una forma más profunda.
No debemos olvidar que en la escuela no sólo se adquieren conocimientos. También se
aprenden las normas que regulan las relaciones con los demás. Allí se establecen relaciones con otros niños de la misma edad y, posiblemente, con otras características (diferente
raza, sexo, habilidades, etc.). Ello permitirá que, a través de los juegos con otros niños y
de la colaboración con éstos para alcanzar un fin, los pequeños desarrollan aquellos valores que les aseguran la convivencia positiva y pacífica con otros.
A su vez, en la escuela los niños son dirigidos por sus educadores y son sometidos a una
serie de normas, que inicialmente están basadas en la autoridad al adulto, pero que más
tarde asumirán como algo propio, entendiendo que son beneficiosas para sí mismos y
para la convivencia con los demás. Todo ello les ayudará a entender el valor del trabajo, el
conocimiento, la colaboración, etc.
También en la escuela se aprende a conocer tanto la propia cultura como otras sociedades más lejanas. Se aprende que existen formas diferentes de organizarse política, económica y culturalmente, y ello facilita el desarrollo del espíritu crítico al comprender que
muchos principios ideológicos o creencias son relativos.
Por último, la escuela ofrece la oportunidad de desarrollar conocimientos y habilidades
que permitirán un desarrollo social óptimo frente al futuro. Por todas estas razones es tan
importante asegurar la escolarización de los pequeños hasta una edad suficiente —si es
posible, hasta la adolescencia— permitiéndoles asimilar los conocimientos y principios
morales básicos, necesarios para desarrollar un adecuado sistema de valores que oriente
su conducta a lo largo de toda su vida.
EL TRABAJO INFANTIL
Como hemos dicho, los valores no son algo abstracto, sino que son los principios que
organizan toda nuestra vida y que dan sentido a las decisiones que tomamos.
Cuando unos padres se plantean si es necesario que sus hijos trabajen o no, deben
tomar una grave decisión. La respuesta será el reflejo de su situación y de sus valores.
Tendrán que resolver un conflicto de valores en el que hay que considerar simultáneamente la necesidad de sobrevivir y el valor que se concede a la educación, a las necesidades de la infancia (el juego, el afecto, el contacto familiar, et.).
NIÑOS QUE TRABAJAN
La colaboración de los niños en muchas de las tareas que debemos hacer en la vida es
una práctica universal. Muchos niños ayudan a sus padres en las tareas domésticas,
otros participan en momentos puntuales en que se acumula el trabajo (por ejemplo, en la
recolección de las cosechas) o dedican parte de su tiempo libre a colaborar en trabajos
familiares como la confección de productos artesanales. En estos casos, normalmente
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son los adultos los responsables del trabajo y los niños constituyen una pequeña colaboración, manteniendo siempre su asistencia a la escuela y sus momentos de juego. En
estas circunstancias podríamos decir que el trabajo que el niño realiza, lejos de ser perjudicial, puede incluso beneficiar su educación, reforzar su inteligencia, sus habilidades y su
desarrollo social.
Lamentablemente, en muchos momentos la ayuda de los hijos se hace imprescindible
para sostener la economía del hogar, y los niños, a través de su trabajo, aportan un
apoyo a toda la familia. Esta situación, en la que la actividad del niño ya no es una colaboración con los padres, sino un “auténtico trabajo”, nunca es deseable. Sin embargo,
también es cierto que, en algunos casos, las labores que hacen los niños se ajustan a
sus capacidades y no entorpecen su asistencia a la escuela. En otros, por el contrario, se
trata de una situación absolutamente inaceptable ya que el trabajo puede llegar a convertirse en una explotación del menor o interrumpir de diversas maneras su desarrollo, provocando riesgos muy graves para su salud y su evolución personal.
Todos los padres deben conocer y ser conscientes de cuáles son las condiciones adecuadas de trabajo en las que el niño puede participar y, por el contrario, cuáles son las
que acarrean riesgos gravísimos y por tanto deben ser evitadas a toda costa.
Disponer de información sobre la situación del trabajo infantil en el mundo y, en concreto,
en algunos países de América Latina le facilitará al mediador la transmisión a las familias
de los aspectos claves sobre el tema, así como la promoción de los cuidados y valores
adecuados sobre la infancia.
En todo el planeta trabajan 250 millones de niños cuya edad no supera los 14 años y el
porcentaje podría ser aún mayor si se pudiera conocer la cifra de los que trabajan en su
propio hogar o a jornada completa.
Se considera que unos 120 millones de niños sufren condiciones de explotación laboral
extrema: desempeñando tareas vejatorias, perjudiciales para la salud o incluso para la
vida, debido a su alta vulnerabilidad física y mental que les impide tener una formación
educativa y una relación adecuada con su entorno social.
De los 250 millones de niños que trabajan en el mundo, casi la mitad lo hacen a jornada
completa. El 61% de todos ellos, unos 153 millones, reside en Asia. Un 32% corresponde a África, donde trabajan 80 millones de niños y el 7% restante tiene un empleo en
América Latina, que suma 17 millones de niños trabajadores. En Oceanía se estima que
pueden estar trabajando alrededor de medio millón.
En América Latina, un niño de cada cinco trabaja. Los países de América que registran
un mayor índice de trabajo infantil son Ecuador, donde se estima que trabajan un 30.2%
de los niños del país, Guatemala con un 23.8%, Brasil con un 20.5%, Haití, donde trabajan el 25% de los niños y Perú con más del 16% de su población infantil empleada. En
algunas ciudades, trabajan hasta el 26% de los niños.
La mayor parte de los niños comienza a trabajar a los diez años, aunque el promedio de
edad inicial es aún más bajo en las áreas rurales, donde suelen trabajar a los cinco años.
En conjunto, hay más niños que niñas económicamente activos (3 niños por cada 2
niñas). Entre los empleados domésticos se da, en general, una proporción inversa: ese
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ámbito cuenta con el 40% de todas las niñas que trabajan. Las niñas son también mayoría en las cifras de no inscripción en las escuelas y de abandono escolar.
Algunas encuestas realizadas en varios países indican que más de un tercio de los
pequeños trabajan al menos 40 horas por semana e incluso los hay que llegan a las
56 horas.
Los niños que nunca han asistido a la escuela o la han abandonado antes de finalizar la
escolarización representan un elevado porcentaje entre los menores que trabajan.
Dentro del trabajo infantil las actividades más frecuentes son las agrícolas, que ocupan al
90% de los niños y niñas trabajadores. Algunos de estos niños y niñas colaboran con sus
padres y madres de una manera temporal o parcial. Sin embargo, el problema para los
niños aparece cuando la economía de subsistencia de muchas familias obliga a que los
menores trabajen largas jornadas, al igual que sus padres y madres. Las condiciones se
agravan en los casos de niños y niñas esclavos que trabajan en grandes y medianas
plantaciones.
Dentro del sector de producción primario, también tienen especial relevancia los niños
mineros, no tanto por la cantidad de niños trabajando sino por las condiciones en las que
lo hacen. Los casos más conocidos en América Latina son los de niños que se dedican a
la extracción de oro en Perú y los que extraen carbón en Colombia. En la India se cree
que una cuarta parte de los trabajadores de las canteras son niños y niñas.
El segundo sector en importancia es el de servicios. En él que se encuentran los niños y
niñas que trabajan como empleados domésticos, los de la industria del turismo, aquellos
que trabajan en las calles o los que se dedican a la prostitución (se conocen pocas cifras
sobre este trabajo, ya que en pocos países se han realizado estudios al respecto).
Los niños que realizan trabajos domésticos se encuentran, seguramente, entre los más
vulnerables y explotados. En Haití están la mayoría de ellos. El salario que reciben es
mínimo o inexistente y dependen en todos los aspectos de sus empleadores (quienes en
algunas ocasiones abusan física y sexualmente de ellos). No tienen derechos legales,
están privados de escolarización, del afecto familiar, y de juegos y actividades propias de
los niños y las niñas que les permitirían un desarrollo social adecuado.
El turismo sexual se trata de un negocio que incluye la venta, prostitución y pornografía
infantil. Sólo en Asia se cree que son cerca de un millón los niños y las niñas que se
dedican a ello. Según señala la OIT (Organización Internacional del Trabajo), en algunos
países, el 30% de las personas que ejercen la prostitución tiene menos de 18 años.
Los datos recogidos por la OIT demuestran además un crecimiento de la prostitución
masculina por encima de la femenina, animada por el crecimiento del turismo sexual y
de la pornografía.
Otro de los aspectos cuya situación empeora día a día, es el de la venta y tráfico transfronterizo de niños por medio de grandes redes organizadas mundialmente. La finalidad
de este comercio humano es usar a los niños para el ejercicio de la prostitución, la mendicidad, así como para el trabajo en la construcción, talleres o el servicio doméstico.
El sector industrial no se diferencia de los otros sectores productivos, de manera que
también se encuentran niños y niñas en talleres y factorías. Los niños y las niñas trabajan
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en la industria de la alimentación, del mueble, vidrio, calzado, tabaco, transformación del
cuero... La mayoría trabajan en pequeños negocios, algunos de los cuales son familiares.
Su producción está dirigida principalmente a los mercados nacionales, pero también una
pequeña parte se destina a los mercados internacionales a través de la subcontratación.
En India, Nepal y Pakistán, en algunas factorías de alfombras, el 50% o incluso el 70% de
los empleados son niños.
El caso más escandaloso de trabajo forzoso en niños a causa de la pobreza es el de los
siervos o esclavos. En Asia suroriental hay varios millones de niños siervos.
LOS NIÑOS DE LA CALLE
La pobreza y el desarraigo familiar pueden culminar en un proceso por el cual los niños
buscan en la calle formas de sobrevivir hasta convertir la vía pública en su casa.
Según la UNICEF, un 44,09% de los niños que viven en la calle salieron de sus casas por
maltrato. En otras tantas ocasiones la situación precaria en la familia fomenta la desvinculación progresiva con los hijos o la búsqueda de alguna alternativa en la calle. En otros
casos la ausencia de la escuela se sustituye por la vida en la calle.
Los niños callejeros suelen relacionarse entre ellos, formar su propia “comunidad”, su
“familia sustituta” y suelen tener puntos de encuentro en las ciudades, para dormir y para
trabajar. La mayor parte se encuentran en avenidas y cruceros, estaciones del metro,
mercados, corredores comerciales, zonas turísticas, terminales de autobuses, estacionamientos y basureros.
Los niños y las niñas de la calle, se dividen entre los que viven con sus familias, un 40%,
y aquellos que no sólo desempeñan su trabajo en las calles sino que viven y mueren en
ellas. Sus trabajos se centran en la mendicidad, la venta ambulante, la limpieza de zapatos y ventanas, el transporte o el cuidado de automóviles. El número de estos niños y
niñas ha aumentado durante las últimas décadas debido a las grandes migraciones del
campo hacia la ciudad.
Pero la calle no podrá nunca ser un hogar para los niños. La calle es un medio muy peligroso para ellos porque se encuentran desarraigados, indefensos, desprotegidos, afectados constantemente por condiciones de total insalubridad y violencia. Un gran número
de ellos padecen enfermedades que no pueden curarse, hacen un uso precoz y de gran
riesgo de drogas, se inician en actos delictivos, etc. Cualquier cosa con tal de sobrevivir o
ligarse a alguien afectivamente.
Los casos estudiados reflejan que, en muchos casos, los niños de la calle son detenidos
por la policía por relación con las drogas, por robar, por trabajar en la calle, por invadir la
propiedad ajena, por vagancia, etc. Lamentablemente, algunos niños se quejan también
de maltrato físico o verbal, o incluso de abuso o acoso sexual por parte de policías.
A la mayoría de estos niños les espera un futuro desolador. Una parte terminará de indigentes y otra morirá apenas alcanzada la mayoría de edad. En otros casos, se integrarán
en procesos discontinuos de institucionalización: albergues, centros especializados, etc.
Otros, con más suerte, podrán encontrar trabajo de taqueros, de chóferes, etc.
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CAUSAS DEL TRABAJO INFANTIL
Desde los años 80, el trabajo infantil ha crecido de forma alarmante por tres razones: el
fuerte crecimiento demográfico, la crisis económica que obliga a muchas familias a
sobrevivir y la crisis de los sistemas educativos que no ofrecen la suficiente calidad como
para encontrar en un futuro trabajos bien remunerados.
Las encuestas realizadas por la OIT han puesto de manifiesto una correlación positiva
entre el trabajo de los menores y factores como la pobreza, el analfabetismo, el nivel de
subdesarrollo rural, la situación de los barrios urbanos pobres, la falta de asistencia a la
escuela, los niños abandonados o fugitivos, el fallecimiento o la ausencia permanente del
padre, las familias de gran tamaño y la ocupación de los padres.
En el Informe sobre el Estado Mundial de la Infancia de 1997 de UNICEF (Fondo de la
Naciones Unidas para la Infancia), se destacan tres causas fundamentales: la explotación
de la pobreza, las consecuencias de la cultura y valores tradicionales y la falta de acceso
a la enseñanza.
La pobreza es la principal causa del trabajo infantil, alimentada por la crisis económica,
por los programas de ajuste estructural, por el desempleo, el subempleo, el abandono
del campo para ir a las ciudades y el crecimiento demográfico incontrolado.
Incluso en Europa Central y Oriental el trabajo infantil crece cada día más debido a las
dificultades que amplios sectores de la población experimentan por la transición de una
economía de planificación central a una economía de mercado.
Debido a la pobreza, los niños se convierten en la moneda de cambio de las deudas
familiares, contraídas con prestamistas a lo largo de generaciones. Pero, por desgracia,
tales deudas nunca se saldan debido al fraude y a los intereses abusivos. La familia
queda así esclavizada durante varias generaciones. Estas prácticas, a pesar de que son
ilegales en muchos países, están muy extendidas. La ignorancia, el miedo y la intimidación, dificultan que muchas familias salgan de esta situación. Muchos niños, desde el
mismo momento en que nacen, ya están vendidos a un deudor y su destino sacrificado.
En muchos casos, las familias del campo, demasiado pobres para mantener a sus hijos,
los envían a familias conocidas de la ciudad, que se comprometen a facilitar su educación, alojamiento y alimentación a cambio de trabajo doméstico. Pero estas promesas no
siempre se cumplen y la situación acaba siendo la explotación de los menores. Un 75%
de estos trabajadores domésticos infantiles no saben leer o escribir. En muchos casos,
son huérfanos. Trabajan todo el día, pero no ganan nada, solo reciben un cobijo. Frecuentemente no duermen en camas, sino en el suelo, y, en el caso de las niñas, pueden
sufrir abusos sexuales.
La explotación de las características de los niños y la desvaloración de la infancia
es otra de las principales causas del trabajo infantil, ya que los menores son más fáciles
de controlar: apenas conocen sus derechos, crean menos problemas que los adultos y
están más dispuestos a aceptar órdenes y a hacer tareas monótonas.
Los niños, sensibles y sin recursos, se atemorizan fácilmente ante la autoridad de los
adultos. Dependen de su aprobación y de sus cuidados. Su menudo su cuerpo no se
valora como algo que hay que cuidar y proteger, sino como una herramienta o máquina
que permite realizar labores diminutas y difíciles para un cuerpo adulto.
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Todas estas características son aprovechadas por los explotadores que consideran a los
niños una mano de obra ideal para algunas tareas: tienen dedos ágiles, buena vista y son
capaces de estar sentados en la misma postura durante horas. Así por ejemplo, las
alfombras trabajadas por niños se cotizan más en el mercado, ya que sus dedos minúsculos hacen nudos más finos. En algunas minas, se emplea a los niños porque pueden
arrastrarse por túneles de 90 centímetros de ancho. Cuando crecen, pierden su valor
como herramienta de trabajo y se les echa.
Cuando hay que aumentar la producción y se precisa de mano obrera barata, los menores constituyen una reserva disponible, y en cuanto la producción debe disminuir se les
despide fácilmente.
Algunos empresarios emplean a menores porque no les cuestan prácticamente nada,
especialmente cuando se trata de negocios pequeños no registrados, en situación financiera precaria. En los casos de trabajo en el servicio doméstico, es frecuente que los
menores sólo reciban cama y comida.
Cuando se los utiliza para la prostitución o la pornografía, ni siquiera el riesgo de su situación les compensa en modo alguno, ya que el dinero obtenido va a parar directamente a
quienes dirigen la industria del sexo. La situación tiende a agravarse en el caso de los
más pequeños, a los que se cotiza más debido a que se estima que, por su edad temprana, no son portadores del virus del sida.
Se puede afirmar que, en general, por el mismo tipo de trabajo, un niño recibe aproximadamente la mitad del salario de un empleado adulto. La mayoría no percibe paga alguna
por horas extraordinarias, ni tampoco las prestaciones sociales y de otro tipo que se puedan conceder a los trabajadores adultos.
En tercer lugar, la cultura y los valores sobre la infancia también contribuyen en gran
medida a la existencia del trabajo infantil. En la base de todos estos casos citados se
encuentra una cultura que no valora a la infancia como algo fundamental para nuestro
desarrollo, como el futuro de la humanidad. Los valores que priman son los materialistas:
el dinero y el poder inmediato.
Esta cultura denota una concepción de la infancia completamente alejada de lo que en
realidad es, considerando a los niños como adultos en miniatura pero con menos valor
incluso (menos inteligencia, menos recursos, más necesidades, etc.), pero que deben participar en el trabajo y en cualquier condición. El egoísmo y la ambición materialista, la profunda ignorancia sobre los niños y la ausencia de vínculos afectivos entre las personas, dificultan un aspecto esencial en la relación con los menores: la empatía con sus sentimientos, necesidades y respeto por su condición de niños, de seres humanos en desarrollo.
Los menores a quienes se somete a las formas más intolerables de trabajo generalmente
pertenecen a sectores de la población que, no sólo son económicamente vulnerables,
sino también cultural y socialmente desfavorecidos. Según UNICEF, la vulnerabilidad de
los menores también obedece a ciertas actitudes tradicionales o de la sociedad que justifica que los niños pertenecientes a sectores pobres y desfavorecidos, a minorías étnicas
o a distintas castas, realicen trabajos peligrosos y en condiciones de explotación.
Las normas culturales también difieren al entender la niñez y al asignar papeles al hombre
y a la mujer, por lo que, en algunos casos, las niñas pueden ser peor valoradas y más
vulnerables a la explotación.
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Naturalmente, la falta de educación y escuelas contribuye también al trabajo infantil. En
las zonas rurales alejadas, faltan escuelas y profesores. En muchos casos, la escolarización supone un coste insalvable para las familias más modestas.
A menudo, la calidad de la enseñanza no es suficientemente buena, no pudiendo preparar para el futuro a muchos niños que asisten a ella. Estas deficiencias en la cantidad y
en la calidad de los recursos educativos favorecen la demanda de trabajo por parte de
los menores.
Según la UNESCO (Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura), 145 millones de niños de todo el mundo entre 6 y 11 años no van a la escuela.
En otras ocasiones, cuando la escuela es accesible e incluso de calidad suficiente, puede
que los niños no asistan a ella. Quizá sus familias no valoren la educación escolar y crean
que la mejor alternativa para sus hijos es el trabajo. También es posible que los niños trabajen y el tipo de trabajo les impida asistir a las clases. En otras ocasiones, los padres
mandan a sus hijos a la escuela pero ellos se quedan inmersos en un proceso de callejización animados por otros niños de su edad o incluso tomando como modelos a sus
propios padres.
En cualquier caso, la no escolarización supone la no adquisición de conocimientos. Esto
determina la imposibilidad de superar las condiciones de pobreza, al no poder acceder a
trabajos más especializados y mejor remunerados. De este modo, la precaria situación
de vida tenderá a perpetuarse de padres a hijos, generación tras generación.
RIESGOS DEL TRABAJO INFANTIL
Muchos de los trabajos representan un grave riesgo para la salud y el desarrollo integral
de los niños. En el cuadro que se incluye a continuación, se muestran algunos de los
sectores en los que se han detectado riesgos en varios países de América Latina donde
se ha verificado un alto nivel de ocupación infantil:
PAÍS
TRABAJOS
Bolivia
Minería, zafra (corte de caña), construcción, trabajo callejero, agricultura.
Colombia
Minería, agricultura, trabajo urbano, explotación sexual, mercados.
Costa Rica
Servicio doméstico, construcción, prostitución, bananeras, maquila, mariscos.
Ecuador
Floricultura, trabajo callejero, construcción, ladrilleras, agricultura, basurales.
El Salvador
Curiles, maquila, pirotecnia, construcción, cafetales, explotación sexual, trabajo callejero, basura.
Guatemala
Sector de la cal, cafetales, minería, pirotecnia, servicio doméstico, maquila,
transporte, basura, construcción.
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PAÍS
TRABAJOS
Honduras
Industria del cuero, panadería, maquilas, maderas, metalurgia, construcción, ejército, industria fármacos, industria química, industria en general.
Nicaragua
Cafetales, bananeras, arroz, tabaco, algodón, ganadería, trabajo callejero.
Panamá
Trabajo callejero, servicio doméstico, zafra (corte de caña), carga.
Paraguay
Trabajo callejero, servicios domésticos, explotación sexual.
Perú
Lavaderos de oro, ladrilleras, picapedreros, camales, construcción, metalurgia, procesamiento hoja de coca, pirotecnia, basura, minería, trabajo urbano.
Rep. Dominicana
Agricultura, servicio doméstico, basura, prostitución.
Labores de alto riesgo identificadas por el IPEC3.
Las consecuencias del trabajo forzoso para la salud de los niños son muy graves. Al
estar en proceso de desarrollo, son más vulnerables a las condiciones extremas del trabajo. Tienen en general menos defensas que los adultos, poca resistencia y fuerza física,
necesitan dormir más y alimentarse muy bien para que su crecimiento sea normal. Físicamente no están preparados para resistir largas horas de trabajo arduo y monótono.
Cualquier condición que amenace estos requisitos afectará al desarrollo del niño. Los
estudios sobre el trabajo infantil demuestran que algunas condiciones de trabajo extremas provocan en los niños lesiones visuales y óseas, deformaciones, numerosos accidentes, muerte temprana...
Los estudios realizados sobre los niños que trabajan en algunas zonas de Latinoamérica
como empleados domésticos en condiciones de semiesclavitud, demuestran que un
80% de ellos sufre trastornos de estómago o dolores de cabeza como consecuencia,
según los psiquiatras de su aislamiento emocional. Muchos parecen retardados física y
psíquicamente, sin que lo sean. De hecho, en las ocasiones en que se consiguen liberarlos de su situación e integrarlos en una comunidad, demuestran un alto rendimiento en
los estudios.
La violencia y los abusos sexuales figuran entre los peligros más graves que padecen los
niños, en el caso de los servicios domésticos. El abuso sexual de los menores provoca en
ellos no sólo lesiones físicas sino otras más duraderas y graves como son las psicológicas.
La cerámica y la fabricación de vidrio o la industria fosforera y pirotécnica somete a los
niños a temperaturas elevadísimas, polvo, humos, vapores y concentraciones gaseosas
de sustancias peligrosas. Algunos niños desde los tres años sólo respiran humo y gas,
de manera que las afecciones y enfermedades respiratorias formarán parte de su futuro
más próximo.
La pesca submarina en Birmania mantiene sumergidos durante doce horas al día a niños
de entre 10 y 15 años. Cada barco necesita un total de 300 niños para que la faena diaria salga a plena satisfacción.
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En la construcción, los niños transportan grandes pesos y mantienen posiciones corporales inadecuadas, lo que provoca deformaciones y afecta especialmente a su crecimiento.
Los estudios sobre el tema reflejan que los trabajos en la minería se hacen con muchas
horas de trabajo infantil, sin equipo, ropa, ni formación adecuados para protegerse. En
Colombia, aunque se prohíbe que los menores de 16 años desarrollen este tipo de actividades, es una labor que se realiza en familia a cambio sólo de comida. En Guatemala
existen familias dedicadas a la actividad de picar piedra a las orillas del río Samalá, en el
Departamento de Retalhuleu. Según informa el IPEC (Programa Internacional para la
Erradicación del Trabajo Infantil), más de 400 familias, aún conscientes del peligro que
corren (inundaciones, traumas fuertes en las manos, etc.) , se asientan de lunes a domingo en las orillas del río para trabajar en la producción del piedrín.
La mitad de los niños sometidos a trabajo forzoso en las fábricas de alfombras paquistaníes no llega nunca a los 12 años. Según informes de 1991, muchos presentan infecciones en la piel y grave desnutrición, así como trastornos psicológicos.
Todos estos ejemplos ilustran muy bien los peligros para la salud del niño, para su seguridad, pero también nos informan del estado emocional y psicológico en el que se pueden llegar a encontrar. El principal riesgo en este sentido lo constituye la falta de vínculos
afectivos con la familia y la desvaloración personal a la que es sometido el niño.
El niño se encuentra rodeado de violencia y falta de compasión o ayuda, sin consuelo.
Esto le forzará a aprender a vivir desvinculado de los demás, a defenderse de las personas, a no importarle nada ni nadie, nunca podrá desarrollar el afecto y los valores que le
puedan motivar a convivir positivamente con los demás.
Según demuestran los estudios, los trabajadores infantiles llegan a la edad adulta disminuidos en el plano psicológico, intelectual y afectivo. Han reducido seriamente sus oportunidades para promocionarse socialmente y su capacidad de formación, de educación y
de desarrollo personal.
Los niños que sufren estas terribles condiciones terminarán reproduciendo estos esquemas de violencia y explotación en sus hijos o con otras personas.
PREVENCIÓN Y CONTROL DEL TRABAJO INFANTIL
Todo lo dicho anteriormente refuerza la idea de que es muy necesario y urgente para los
padres favorecer el desarrollo de sus hijos en las mejores condiciones posibles. En el
caso de ser necesario el apoyo de éstos como soporte a la economía familiar, los padres
deben cuidar y proteger a sus hijos de cualquier condición que pueda suponerles una
amenaza a su salud y a sus necesidades psicológicas y sociales. Por ello, han de poner
mucho cuidado en que:
■ Las actividades o tareas laborales que se le demandan al niño estén dentro de
sus posibilidades. No se le debe exigir al niño realizar tareas que sólo los adultos
pueden hacer, ya sea por las condiciones físicas necesarias o por la complejidad
o dificultad de la tarea.
■ El resultado de la tarea no sea responsabilidad del niño.
■ Que los niños reciban apoyo, ayuda y suficientes recursos de los adultos, para
poder realizar la labor que se requiera de ellos.
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■ Esté asegurada su alimentación variada y frecuente durante la jornada, así como
cubiertas sus necesidades de sueño y descanso.
■ El niño pueda hacer compatible la ayuda a sus padres en el trabajo con la asis-
tencia a la escuela. La escolarización del niño es la forma de asegurar: conocimientos, formación profesional para el día de mañana, la relación con otros niños
y el desarrollo de valores prosociales.
■ Que el niño no realice tareas que le empujen a la callejización, sino que se ase-
gure el tiempo y la convivencia en el hogar familiar.
■ Que no se elimine completamente la posibilidad de que los niños jueguen. El
juego es un objetivo importante en la educación de los niños, ya que a través del
mismo se desarrollan psicológica, física y socialmente.
■ Que el niño perciba que es querido por su familia, valorado positivamente y res-
petado por ser niño y no un adulto. De este modo, el niño aprenderá el valor del
trabajo, pero también que sobre éste se sitúa el valor de las propias personas.
Si la actividad laboral del niño se realiza fuera del hogar, los padres deben proteger a sus
hijos y asegurarse de que las condiciones del trabajo son las que corresponden tanto a
sus derechos como niños como a las de cualquier otro trabajador. En este sentido,
deben controlar rigurosamente que sus hijos no acaben en las siguientes situaciones:
■ Realizando tareas laborales que impliquen un riesgo para su salud (actividades
peligrosas: alturas, carga de pesos, contacto con sustancias tóxicas, basuras,
etc.).
■ Situaciones de servidumbre por deudas, trabajos forzados, venta y trata de
niños, actividades en las que se utiliza al niño para cometer actos delictivos, en
especial la prostitución, la pornografía infantil o el tráfico de drogas.
■ Trabajos que impiden la asistencia a la escuela con la frecuencia necesaria.
■ Trabajos que fomentan la callejización del niño a todos los niveles.
Así mismo es muy importante tener en cuenta la edad mínima de admisión al empleo. La
OIT, en el Convenio sobre la edad mínima de admisión al empleo, de 1973, artículo nº
138, fija que no deberá ser inferior a la edad en que cesa la obligación escolar o, en todo
caso, a 15 años (14 en los países en desarrollo). En este Convenio se considera la posibilidad de trabajar entre los 13 y 15 años siempre y cuando ello no perjudique la asistencia de los pequeños a la escuela y formación profesional.
Respecto del trabajo que pueda resultar peligroso para la salud, la seguridad o la moralidad, el Convenio fija que la edad no deberá ser inferior a los 18 años.
■ Es fundamental el registro de nacimiento del niño, ya que constituye una herra-
mienta importante para vigilar la situación real de los menores y asegurar su
escolarización y su formación profesional, para impedir que trabajen o se les
obligue a trabajar en actividades ilícitas, y para proteger sus condiciones de trabajo en casos concretos de empleo ilícito.
■ Es esencial que los empresarios y patrones respeten estas normas y no realicen
contratos de trabajo a niños si no pueden garantizarles las condiciones mínimas
que ellos necesitan. Del mismo modo, debe asegurarse un salario digno y equiparable al de cualquier adulto si realiza las mismas labores que él.
■ Deben defenderse los derechos de los niños que trabajan y denunciar todas
aquellas situaciones que se considere que violan tales derechos.
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Todas las personas del mundo estamos obligadas moralmente a realizar un consumo
ético y responsable, y por eso, a rechazar cualquier producto en el que sepamos que se
han vulnerado los derechos básicos de los trabajadores. Es necesario garantizar que lo
que compramos ha sido hecho por personas que han recibido un salario digno, que no
emplearon mano de obra esclavizada, que no se dieron discriminaciones de ningún tipo y
que no se destruyó el medio ambiente. De este modo, no contribuiremos a perpetuar las
condiciones inmorales y la explotación de los niños y los hombres en el mundo.
LOS DERECHOS DE LOS NIÑOS
Uno de los principales valores que debe realizarse y transmitirse a través de la familia es
el respeto por la infancia y, en consecuencia, el respeto por los derechos de los niños.
PRINCIPIO 1
El niño disfrutará de todos los derechos enunciados en esta Declaración. Estos derechos
serán reconocidos a todos los niños sin excepción alguna ni distinción o discriminación
por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento u otra condición, ya sea del propio
niño o de su familia.
PRINCIPIO 2
El niño gozará de una protección especial y dispondrá de oportunidades y servicios, dispensado todo ello por la ley y por otros medios, para que pueda desarrollarse física,
mental, moral, espiritual y socialmente en forma saludable y normal, así como en condiciones de libertad y dignidad. Al promulgar leyes con este fin, la consideración fundamental a que se atenderá será el interés superior del niño.
PRINCIPIO 3
El niño tiene derecho desde su nacimiento a un nombre y a una nacionalidad.
PRINCIPIO 4
El niño debe gozar de los beneficios de la seguridad social. Tendrá derecho a crecer y
desarrollarse en buena salud; con este fin deberán proporcionarse, tanto a él como a su
madre, cuidados especiales, incluso atención prenatal y postnatal. El niño tendrá derecho
a disfrutar de alimentación, vivienda, recreo y servicios médicos adecuados.
PRINCIPIO 5
El niño física o mentalmente impedido o que sufra algún impedimento social, debe recibir
el tratamiento, la educación y el cuidado especiales que requiere su caso particular.
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PRINCIPIO 6
El niño, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, necesita amor y comprensión. Siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de
sus padres y, en todo caso, en un ambiente de afecto y de seguridad moral y material;
salvo circunstancias excepcionales, no deberá separarse al niño de corta edad de su
madre. La sociedad y las autoridades públicas tendrán la obligación de cuidar especialmente a los niños sin familia o que carezcan de medios adecuados de subsistencia. Para
el mantenimiento de los hijos de familias numerosas conviene conceder subsidios estatales o de otra índole.
PRINCIPIO 7
El niño tiene derecho a recibir educación, que será gratuita y obligatoria por lo menos en
las etapas elementales. Se le dará una educación que favorezca su cultura general y le
permita, en condiciones de igualdad de oportunidades, desarrollar sus aptitudes y su juicio individual, su sentido de responsabilidad moral y social, y llegar a ser un miembro útil
de la sociedad.
El interés superior del niño debe ser el principio rector de quienes tienen la responsabilidad de su educación y orientación; dicha responsabilidad incumbe, en primer término,
a sus padres.
El niño debe disfrutar plenamente de juegos y recreaciones, los cuales deben estar orientados hacia los fines perseguidos por la educación; la sociedad y las autoridades públicas se esforzarán por promover el goce de este derecho.
PRINCIPIO 8
El niño debe, en todas las circunstancias, figurar entre los primeros que reciban protección y socorro.
PRINCIPIO 9
El niño debe ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación. No
será objeto de ningún tipo de trata.
No deberá permitirse al niño trabajar antes de una edad mínima adecuada; en ningún
caso se le dedicará ni se le permitirá que se dedique a ocupación o empleo alguno que
pueda perjudicar su salud o su educación o impedir su desarrollo físico, mental o moral.
PRINCIPIO 10
El niño debe ser protegido contra las prácticas que puedan fomentar la discriminación
racial, religiosa o de cualquier otra índole. Debe ser educado en un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos, paz y fraternidad universal, y con plena conciencia de que debe consagrar sus energías y aptitudes al servicio de sus semejantes.
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Trabajo con las familias
El trabajo con familias en esta área se va a desarrollar en torno a los siguientes temas:
■ Valores sociales y familia.
■ El trabajo infantil.
VALORES SOCIALES Y FAMILIA
¿A DÓNDE QUEREMOS LLEGAR?
Al terminar este módulo, los participantes deben tener claro que:
■ Los valores desempeñan un papel fundamental en la vida de las personas.
■ Cómo pueden aprovechar la convivencia diaria en la familia para transmitir valo-
res a sus hijos.
PLANTEAMIENTO
Haga una breve presentación con las siguientes ideas:
Ustedes saben que es imposible pensar en una sociedad sin normas. Las reglas
nos permiten organizarnos en las ciudades, en el trabajo y en la propia familia.
Sin embargo, debemos aspirar a que esas normas sean lo más justas posible, que todos
participemos en su decisión y que resulten beneficiosas para la mayoría de las personas,
respetando a todos por igual.
Pregunte a los participantes si están de acuerdo con estas afirmaciones. Coménteles que hay normas escritas y no escritas. Pídales que pongan ejemplos de las primeras (por ejemplo, la obligación de pagar impuestos o las normas que regulan el
tráfico o la circulación de vehículos) y de las segundas (por ejemplo no se puede faltar a la palabra dada).
Ustedes saben que detrás de cada norma hay siempre un valor. Las normas se
hacen para asegurar el logro de ese valor. Por ejemplo, detrás de la obligación de pagar
impuestos, está el valor de la solidaridad. Detrás de la obligación de respetar la palabra,
está la lealtad.
Pida a los participantes que pongan ejemplos de normas y que indiquen los valores
que hay detrás de cada una de ellas. Por ejemplo, detrás de las normas que regulan los procedimientos jurídicos, está la justicia. Detrás de la norma que prohíbe
fumar en un hospital, está la salud, etc.
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Ustedes saben
que los valores que más estimamos no siempre estuvieron presentes en nuestra sociedad. Muchos de ellos costó mucho alcanzarlos y sigue costando
mantenerlos. Por ejemplo, la justicia, la salud, la igualdad, la libertad. Pero además de
estos valores con tanta importancia social, hay otros como la honradez, la sinceridad,
etc. que dan, a las personas que los defienden, unas características especiales.
Pida a los participantes que mencionen algunos valores que se hubieran alcanzado
en su sociedad o en su familia y que merezca la pena conservar.
Ustedes saben que la única forma de transmitir algo es conseguir que las futuras
generaciones, los niños de hoy, lo asuman como propio y lo incorporen a sus vidas.
También saben que los niños hacen lo que ven. Por eso es muy importante que nos vean
practicando los valores que estimamos y queremos conservar si queremos que ellos
también los acepten como propios.
Pregunte a los asistentes si consideran que sus hijos están influidos por sus valores.
ACTIVIDAD: TRANSMITIENDO VALORES
DESCRIPCIÓN
Hemos visto que los valores que ustedes acaban de identificar son realmente valiosos y
sería ideal poder transmitirlos a las futuras generaciones para que pudieran seguir perfeccionándolos.
Hoy vamos a reflexionar acerca de la forma en que es posible educar a los hijos en esos
valores, aprovechando la convivencia diaria. La actividad que desarrollaremos les ayudará a encontrar oportunidades para transmitir a los hijos eso que ustedes consideran tan
valioso y, por eso, su nombre: los valores.
MATERIAL
Pizarra o papel grande.
TIEMPO
Una hora.
PREPARATIVOS
Aunque esta actividad no busca precisión en el lenguaje, es conveniente que el mediador
disponga de un diccionario para solucionar posibles dudas respecto al significado de las
palabras que designan los valores.
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DESARROLLO
Secuencia 1
Recuerde, con la ayuda de los participantes, los valores que éstos han mencionado
durante el debate de planteamiento como los que más interesa conservar para futuras
generaciones, tanto por su importancia social (por ejemplo, la libertad), como por su
importancia para la vida en la familia (por ejemplo, la sinceridad).
Secuencia 2
Dibuje 5 ó 6 columnas en una pizarra o papel grande. En el encabezamiento de cada una
de estas columnas deberá escribir uno de los valores que han mencionado.
Ordénelos con la ayuda de los participantes, a través de preguntas como “¿cuál de ellos
anotamos primero? ¿cuál de ellos les parece más importante?”.
Si tiene más de 6 valores, selecciónelos con la ayuda de los participantes. En este caso,
aproveche la oportunidad para recalcar que esto es sólo un ejemplo en el cual no podemos tener presentes todos los valores que merecen la pena. Sin embargo ellos, en sus
casas, deberán intentar transmitir todos aquellos valores que consideren positivos, sin
“dejar ninguno fuera”.
El resultado puede ser una tabla parecida a la siguiente:
Sinceridad
Honradez
Justicia
Amistad
Igualdad
Paz
Secuencia 3
Pida ahora a los participantes que se distribuyan en grupos de 4 personas y que, en
cada grupo, elijan un secretario que tomará nota de las conclusiones.
La tarea que deben realizar es identificar, para cada uno de los valores señalados en la
tabla, una o varias situaciones que hayan vivido o que sean frecuentes en la convivencia
familiar, a través de las cuales podrían enseñar a los hijos esos valores y cómo lo harían.
El secretario de cada grupo tomará nota de todas ellas.
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Si tienen dificultad para entender la tarea, puede ponerles el siguiente ejemplo. “¿Cómo
podemos transmitir a través de la convivencia con nuestros hijos el valor de la honradez?”. Uno de ustedes podría plantear un caso que le ha sucedido:
“El otro día mientras comíamos, uno de mis hijos nos contó que un
amigo había entregado a la policía una cartera llena de billetes que había
encontrado en la calle. Otro amigo le dijo que la policía no encontraría al
dueño y que el dinero acabaría en manos de alguien con menos derecho a quedarse con él que quien lo encontró. Yo le dije que había hecho
bien devolviéndolo. Que no era suyo y que había que intentar que su
dueño lo recuperara. ¡Que alegría se llevará! Le dije también que, si a
nosotros nos ocurriera eso, también nos gustaría que nos la devolvieran
y que yo me sentiría orgulloso de aquel de mi familia que hiciera algo
así, aunque nos quedáramos sin el dinero. Y así pienso que le estoy
enseñando a ser honrado.”
Para reflejar esta aportación en la tabla, escribirían debajo de la palabra HONRADEZ la
frase “Mostrar orgullo por devolver dinero.”
Más o menos así:
Sinceridad
Honradez
Mostrar orgullo por devolver dinero.
Justicia
Amistad
Igualdad
Paz
Secuencia 4
Cuando los grupos hayan terminado su trabajo, pida a los secretarios que pongan en
común los resultados. Mientras lo hacen, usted puede recoger las aportaciones en la
pizarra o papel.
Refuerce todas las participaciones; especialmente, aquellas que señalen modos óptimos
de transmitir los valores, indicando también los motivos por los que es bueno comportarse de acuerdo a los valores señalados o creer en esos valores.
Secuencia 5
Resuman en pocas palabras las aportaciones de los participantes y anótelas en la tabla.
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Por ejemplo:
Sinceridad
Cuando me dicen que hicieron algo malo no les castigo. De esa forma, la próxima
vez también serán sinceros conmigo.
Honradez
Mostrar orgullo por devolver dinero.
Justicia
En casa se reparte lo que hay, sea poco o mucho, a partes iguales entre todos.
Amistad
Que vean que yo me lo paso muy bien con mis amigos cuando voy a jugar fútbol.
Igualdad
Cuando sale la conversación de personas ricas, les digo que, en el fondo, todos
somos iguales y que ellos también tienen sus problemas.
Paz
Cuando los niños causan problemas en casa, trato de arreglarlos sin pegarles.
Secuencia 6
Resuma las aportaciones para cada valor y úselas para demostrarles lo fácil que puede
ser educar a los hijos, día a día, en las cosas que ellos consideran importantes.
ACTIVIDADES PARA PROFUNDIZAR
ACTIVIDAD 1
Pregunte entre los asistentes quiénes tienen hijos que van a la escuela y felicítelos por el
interés que demuestran con ello en la educación de sus hijos.
Proponga al grupo hacer una lista de las ventajas de que los niños vayan a la escuela.
Para ello, en una pizarra o papel grande, puede señalar dos columnas que rellenará con
la ayuda de los participantes. En la primera de ellas recogerá las ventajas a corto plazo y,
en la segunda, las ventajas a largo plazo (los participantes que tengan hijos mayores pueden aportar ideas para esta última columna).
Refuerce las participaciones y añada cualquier aspecto que le parezca de interés. Pregunte a los padres que tengan hijos en edad escolar, pero que no vayan a la escuela, si
tienen alguna dificultad o razón que lo explique. Empatice con su situación y hágales ver
porqué es importante que los niños acudan a la escuela. Promueva entre todos la generación de posibles soluciones para esas familias con el fin de posibilitar la escolarización
de los niños.
ACTIVIDAD 2
Para realizar esta actividad es conveniente disponer de vídeo y televisión. En caso de que
ello no sea posible, puede realizarse también con la ayuda de periódicos o revistas.
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Antes de llevar a cabo la actividad, deberá grabar unos cuantos anuncios de televisión y
algunos fragmentos de series o películas. Si utiliza prensa escrita, deberá recoger algunos anuncios publicados en revistas. En este caso, puede analizar las series televisivas
que vean habitualmente los participantes.
Explique a los asistentes que, a menudo, los valores sociales no pueden observarse
directamente, no son explícitos. Sin embargo se infieren o aprenden a través de la información que transmite la publicidad. Muéstreles como ejemplo los valores que transmite
un determinado anuncio (por ejemplo, la fama y el éxito es fácil si se consume “x”).
La actividad consiste en identificar los valores que se transmiten a través de la publicidad
y de los medios de comunicación. Para ello puede organizar a los participantes en grupos de 4 ó 5 personas. Pídales que vean los anuncios y fragmentos de series televisivas
(o que las recuerden) seleccionadas e identifiquen los valores que promueven.
Realice una puesta en común y debata si esos valores son los más adecuados. Pregúnteles si consideran que esos valores están influyendo en sus hijos y en qué comportamientos lo notan. Cierre la sesión halagando sus ideas y extrayendo conclusiones sobre
la educación en valores.
ENTREGA DE LA FICHA PARA LAS FAMILIAS
Hemos visto que educar en valores es ofrecer una orientación a nuestros hijos en la vida,
y vemos que hay multitud de ocasiones para hacerlo: interesándonos por sus sentimientos (para que ellos también desarrollen el interés hacia los otros), sirviéndoles de modelo
con nuestra conducta, hablándoles de esos valores, aprovechando los acontecimientos
para subrayar lo importantes que son, etc.
Haga entrega de la ficha a las familias y comente con ellos sus contenidos, relacionándolos con la actividad realizada.
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V
alores sociales y familia
R
ORDA
C
E
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PARA
LOS VALORES SON NUESTRA ORIENTACIÓN EN LA VIDA
2
Somos modelos para nuestros hijos. A través de nuestro comportamiento les hacemos
saber lo que es importante para nosotros, es decir, nuestros valores.
VIÉNDONOS ACTUAR, NUESTROS HIJOS APRENDEN…
…el valor de la salud
…de la solidaridad
…del respeto a los demás
…de la sinceridad
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CER
A
H
A
PAR
Cuando su hijo le diga la verdad en una cuestión comprometida, refuércele por ello. Dígale lo importante que es la sinceridad.
Haga lo mismo cuando le vea comportarse de forma solidaria, respetuosa con
los demás, saludable, etc.
Cada vez que usted se comporte de acuerdo a un valor y esté su hijo
cerca, explíquele por qué lo hace y por qué es tan importante ese valor.
AR
XION
E
L
F
RA RE
PA
¿Qué sería de nuestros hijos si sólo les dejáramos cosas materiales?
¿Qué sería de ellos si tuvieran que vivir sin valores?
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EL TRABAJO INFANTIL
¿A DÓNDE QUEREMOS LLEGAR?
Al terminar este módulo, los participantes deben tener claro que:
■ Si los hijos trabajan en determinadas actividades o en determinadas condiciones,
están expuestos a riesgos importantes.
■ Se debe evitar toda actividad laboral que interfiera con la educación y el adecua-
do desarrollo de sus hijos.
PLANTEAMIENTO
Haga una breve presentación con las siguientes ideas:
Ustedes saben que muchos niños colaboran con sus padres en las faenas agrícolas, en la confección de productos artesanales o en el trabajo doméstico. Seguramente
muchos de ustedes estén en alguno de estos casos.
Pida a los participantes que le indiquen cuántos tienen hijos que les ayuden en este
tipo de tareas y en qué consiste la colaboración de sus hijos.
Ustedes saben que también hay familias en las que los niños no se limitan a ayudar a los padres, sino que trabajan como si fueran adultos.
Pida a los asistentes que le digan cuántos de ellos tienen hijos que trabajan como si
se tratara de adultos, cobrando un salario y con las obligaciones de un trabajador. Si
ninguno de ellos está en este caso, pregúnteles si conocen familias cuyos hijos trabajen de esta forma.
Ustedes saben que para los niños puede resultar educativo ayudar a los padres
en sus tareas, siempre que no sean excesivamente pequeños o se trate de labores penosas y siempre que sean adultos quienes lleven el peso y la responsabilidad del trabajo.
Sin embargo, esta actividad puede alterar seriamente su desarrollo cuando no se cumplen estas condiciones, es decir, cuando los niños son demasiado pequeños, cuando las
tareas son peligrosas o excesivamente fatigosas, cuando les impide ir a la escuela o
cuando no les permite dedicar un mínimo de tiempo al juego y a la relación con su familia.
Pida a los asistentes su opinión sobre los riesgos del trabajo infantil y sobre las diferencias entre los dos casos planteados. Intente que pongan ejemplos de niños que
conozcan y que estén en uno o en otro caso, comentando los efectos que ello les ha
provocado.
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ACTIVIDAD: EL TRABAJO DE LOS NIÑOS
DESCRIPCIÓN
Hemos visto que, en muchas ocasiones, la situación económica en la casa es tan problemática que toda ayuda es poca para conseguir el dinero necesario para subsistir.
Sin embargo, a pesar de la ayuda que puede suponer el trabajo de los hijos, estas ventajas pueden ser mínimas si se comparan con los riesgos que pueden acarrear determinados trabajos.
En la actividad que hoy vamos a realizar analizaremos las ventajas y riesgos de las tareas
que desempeñan los niños y luego trataremos de buscar soluciones a los problemas que
detectemos.
PREPARATIVOS
Es conveniente que, antes de iniciar esta actividad, el mediador se informe acerca de las
organizaciones o asociaciones, tanto privadas como públicas, que trabajan en la zona y
que pueden ayudar a los niños trabajadores y a sus familias.
MATERIAL
Pizarra o papel grande.
TIEMPO
Dos sesiones de hora y media cada una, aproximadamente, con un intervalo de varias
semanas entre ellas.
DESARROLLO
Secuencia 1
Pregunte a los asistentes cuántos niños trabajan en sus casas o fuera de ellas. Vaya anotando cada caso en la pizarra o en un papel grande, incluyendo los de trabajos más livianos o de menos tiempo, y apuntando las ventajas que, según los padres, tiene que trabajen. La idea es que acabe confeccionando un cuadro parecido al siguiente ejemplo:
NOMBRE
EDAD
TRABAJO
REALIZADO
VENTAJAS
José
9
Ayudante en
un bar.
Gana dinero.
Se hace responsable.
RIESGOS
SOLUCIONES
Pedro
Raúl
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En caso de que entre los participantes haya pocos casos (o ninguno) en que sus hijos
realicen algún tipo de trabajo (incluido ayudar a los padres en sus tareas), puede pedirles
que pongan casos de niños que conozcan.
Secuencia 2
A continuación, discuta con el grupo cuáles son los riesgos que, en su opinión, conlleva
ese trabajo para ese niño.
Naturalmente, puede haber casos en que los riesgos sean mínimos y no se anote nada
en este apartado. Sin embargo, debe ponerse especial cuidado en que aparezcan los
riesgos de todo tipo (físicos, psicológicos y sociales): abandono de la escuela, alteraciones del desarrollo por la realización de esfuerzos excesivos, adquisición de malos hábitos, falta de descanso, explotación laboral, etc.
NOMBRE
EDAD
TRABAJO
REALIZADO
VENTAJAS
RIESGOS
José
9
Ayudante en
un bar.
Gana dinero.
Se hace responsable.
Deja de ir
a la escuela.
SOLUCIONES
Pedro
Raúl
Secuencia 3
Siempre que se haya escrito algo en la columna de riesgos, debe preguntarles a los
padres cómo se podrían mejorar las cosas. Para ello, pida también al resto del grupo que
aporte ideas para superar los riesgos señalados. Anote las aportaciones en la columna
“soluciones” y refuerce mucho la participación de todos, especialmente de los padres del
niño cuyo trabajo se acaba de analizar. Es muy importante que los padres de niños que
trabajan se sientan cómodos, no criticados o acusados por ello, ya que sólo de esta forma
tendrán la actitud positiva necesaria para mejorar las condiciones de vida de sus hijos.
NOMBRE
EDAD
TRABAJO
REALIZADO
VENTAJAS
RIESGOS
José
9
Ayudante en
un bar.
Gana dinero.
Se hace responsable.
Deja de ir
a la escuela.
Pedro
Raúl
SOLUCIONES
Reducir las horas
para que pueda ir al
colegio. Evitar que
que haga tareas
excesivamente
penosas.
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En caso de que los padres de un niño trabajador no acepten hablar de este asunto en el
grupo o la situación se vuelva excesivamente incómoda para ellos, el mediador puede
proponerles hablar en privado de ello. En este caso, puede hacer un análisis más detallado de la situación y animar a los padres a ponerse en contacto con las organizaciones de
ayuda existentes en la zona, ya sean las relacionadas con el trabajo infantil u otras relacionadas con las necesidades que pudieran haber motivado la situación, ofreciéndose a servir de mediador con dichas entidades.
Una vez identificadas las soluciones, los participantes deberán proponer actuaciones concretas que puedan llevar a cabo entre todos para ayudar a los padres a paliar la situación
de los menores, entendiendo siempre que las medidas que se pongan en marcha deben
dirigirse a solucionar el problema del niño y no a sancionar o culpabilizar a sus padres. En
el caso de que los niños analizados no sean hijos de los participantes, deberán también
asumirse compromisos concretos para tratar de mejorar su situación (hablar con sus
padres o sus empleadores, ofrecerles ayuda, etc.).
Secuencia 4
Proponga un período de tiempo (un mes, por ejemplo) para poner en marcha las soluciones propuestas.
Pasado ese plazo, convoque una nueva reunión de los participantes para analizar cómo
han evolucionado los casos analizados.
Lógicamente, debe anotar toda la información que contenga el cuadro que ha elaborado
con la ayuda de todos los participantes, con el fin de poder revisarla en la nueva reunión.
Secuencia 5
En la reunión de seguimiento de los casos analizados, valore con los participantes si se
han cumplido los compromisos de éstos. Valore también con su ayuda si las medidas
puestas en marcha han permitido reducir lo anotado en la columna de “riesgos”.
ACTIVIDADES PARA PROFUNDIZAR
ACTIVIDAD 1
Proponga a los participantes analizar los sentimientos de los niños que trabajan. Pregúnteles si alguno de ellos trabajó cuando era niño y pídale que les cuente su experiencia. A
medida que la relate, tome nota de todos los sentimientos que aparezcan (miedo, rabia,
cansancio, inseguridad…).
Pida al resto de participantes que aporten también su conocimiento de otros niños que trabajen y que señalen otros sentimientos que, a su entender, experimentan estos menores.
Hágales ver que es muy importante para los niños poder expresar sus emociones y poder
encontrar apoyo y consuelo en sus padres porque eso les ayudará a superar las dificultades y a ser más seguros y felices de adultos.
Para ayudarles a tomar conciencia de los sentimientos que acompañan al trabajo infantil,
propóngales representar una escena en la que el mediador asumirá el papel de niño que
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trabaja y uno de los participantes el de padre o madre. Durante la representación, ayude
al voluntario a empatizar con “su hijo”.
En caso de que alguno de los hijos de los participantes trabaje, anímele a dialogar con él
sobre su actividad y a ofrecerles calor y consuelo.
ACTIVIDAD 2
Pregunte a los padres si conocen los riesgos a que están sometidos los niños de la calle.
Elabore un listado con todas las aportaciones y complételas para que aparezcan todas
los problemas en los órdenes físico, psicológico y social. Pídales que intercambien ideas
para prevenir esta situación y o minimizar sus efectos negativos. Refuerce la participación
y las iniciativas de prevención y solución.
Si disponen de tiempo, pueden analizar los diez derechos de los niños y reflexionar conjuntamente acerca de las formas en que el trabajo infantil hace difícil su realización.
ENTREGA DE LA FICHA PARA LAS FAMILIAS
Hemos visto que...
■ En muchas ocasiones, el trabajo de los niños es fundamental para la subsisten-
cia de las familias, aunque esta situación no sea deseada por los padres.
■ Los niños, al ser personas en desarrollo, son mucho más vulnerables que los
adultos a las condiciones extremas de determinados trabajos.
■ Debemos evitar por todos los medios que los niños realicen tareas que excedan
sus capacidades y que les pongan en situación de riesgo.
■ En cualquier caso, es muy importante que los niños que se ven obligados a tra-
bajar acudan a la escuela y mantengan la convivencia con sus familias, ya que
ello es esencial para su adecuado desarrollo intelectual, afectivo y social.
Entregue las fichas para llevar a casa y haga una breve explicación de cada uno de sus
apartados. Anime a los participantes a opinar sobre su contenido y a debatir la relación
de los dibujos que aparecen con las ideas elaboradas a lo largo de esta actividad.
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E
l trabajo infantil
DAR
R
O
C
RE
PARA
Los niños que trabajan no dejan de ser niños.
Necesitan afecto y educación, tiempo para jugar
y tiempo para estar con su familia.
Cuando el trabajo sea inevitable, es esencial
que permita al niño asistir a la escuela.
NO DEBEMOS OLVIDAR QUE TODOS LOS NIÑOS TIENEN DERECHO A...
…ser protegidos contra toda forma de abandono o explotación…
…y que, en ningún caso deben realizar trabajos que puedan perjudicar
su salud o su educación, o impedir su desarrollo físico, social o moral.
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CER
A
H
A
PAR
1
Si su hijo realiza algún tipo de trabajo, aunque sea ayudándole con las
tareas domésticas, busque un momento del día para hablar con él acerca de
cómo se siente con la tarea que hace, qué problemas y sentimientos le genera y trate de apoyarle para solucionarlo.
2
Pregunte a sus hijos pequeños, todos los días, por lo que hacen cuando
están fuera de casa. Hágalo sin desconfianza, con verdadero interés.
3
Contacte con las organizaciones de su zona que intentan ayudar a los
niños que trabajan.
AR
XION
E
L
F
RE
PARA
Todos los niños tienen derecho a ser educados y protegidos.
Todos tienen derecho a una oportunidad.
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