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xisten dos tipos de plásticos biodegradables en el mercado,
los que son hechos con polímeros de maíz y los que están
hechos con un aditivo biodegradable que se le pone al
plástico común. Ambos se anuncian como 100%
biodegr adables. Pero… ¿son biodegr adables o
fotodegradables?
Al contestar esta pregunta, sabremos cómo se descomponen
sus moléculas, y esto conllevará a saber el tiempo de
descomposición y los posibles impactos en la salud y en el
medio ambiente.
¿Qué significa que se degraden? Algunos dicen que se puede
lograr su degradación en meses, otros son específicos
(marcan cuatro meses para la descomposición total), y hay
quienes anuncian que estos plásticos se empiezan a degradar
y, al cabo de dos años, ya son partículas pequeñas que serán
fácilmente reducidas por bacterias.
¿Se han hecho evaluaciones de impacto ambiental de estos
productos? Hasta el momento, no he encontrado ningún
reporte científico y oficial que hable del tema. En este
sentido, se desconoce el ciclo de vida de dichos productos,
es decir, de la cuna a la tumba; saber sobre sus insumos,
gastos de recursos, desechos, impactos sociales, etc.
Usando el principio precautorio que propuso la ONU, estos
productos deberían ser analizados y certificados antes de
salir al mercado.
Suponiendo que les creemos que
sí se descomponen en partículas
pequeñas, todavía queda la duda de
quiénes las descompondrán
completamente hasta integrarse a
otros ciclos biogeoquímicos. ¿Serán
las bacterias las que hagan esa labor?
Si son ellas, cuáles, ya que no todas
pueden hacer ese trabajo, y no se
encuentran en todas partes. Muchas
de ellas, como sucede con las
bacterias que comen petróleo,
tienen que provenir de un
laboratorio. Entonces, ¿tendremos
que comprar nuestras bolsas de
plástico u otro producto con una
dotación de bacter ias?, ¿los
ayuntamientos tendrán que comprar
lotes de estas bacterias para sus
tiraderos o rellenos sanitarios?
Desde otro escenario probable, las
bolsas se degradarán en partículas,
y si compramos o acumulamos un
kilo de bolsas de plástico, ahora será
la misma cantidad, pero hecha polvo
disperso por todos lados.
Conociendo un poco de la
idiosincrasia mexicana, el consumo
de estos productos se empezará a
dar de manera poco diferenciada,
ya q u e c o m o a n a l f a b e t o s
consumistas, sólo leeremos las letras
grandes que dicen: “biodegradable”,
“plástico orgánico”, u otra leyenda
enverdecida o ecologizada reforzada
con imágenes sugerentes a lo
natur al. Tan fácilmente nos
quedaremos con la conciencia limpia
porque “estamos ayudando al medio
ambiente”. Y me vuelve a surgir
otra pregunta: ¿dónde están las
autoridades oficiales responsables
de este tema? Seguramente conoces
ya algunas empresas que así están
vendiendo sus productos, con el
engaño verde. Tal es el caso de
Gr upo Bimbo, que dice que
“contribuye con la ecología”
promoviendo la reforestación y
envolviendo sus productos con
bolsas hechas de plástico oxodegradable. ¿Te imaginas los millones
de bolsas que ya han sacado?, ¿te
imaginas los millones de bolsas que
seguramente ya andan volando por
toda la República, ya sea en tiraderos
de basura o rellenos sanitarios? Esto
conlleva a otra pregunta incómoda:
¿qué pasa con el impacto que puede
provocar que se descompongan las bolsas en partículas
y se desconozca el efecto que se provocará en el ciclo
de la cadena alimenticia?
Este tema es muy delicado, y será injusto que la sociedad
tenga que pagar con impuestos y riesgos a la salud las
negligencias de muchas empresas que sólo buscan
ganar dinero a costa de lo que sea. A veces, actuando
con permiso disimulado de las autoridades, y otras
procediendo de manera libre, ya que no hay quien las
regule.
Seguramente ya escuchaste los pronunciamientos
sobre la prohibición de las bolsas de plástico en México.
Se inicia en el DF y, seguramente, en poco tiempo,
estará en otros estados. Suena bien la idea, tiene color
verde, es un buen discurso amigable con el ambiente.
Los mexicanos nos internacionalizamos al pasar a
formar parte de gobiernos ecológicos.
Pero hay una serie de detalles que no han sido
debidamente explicados: ¿tendremos que usar otro
tipo de bolsas alternativas? Si es así, ¿dónde están las
propuestas y qué tanto afectará al bolsillo del
consumidor? Si vamos a usar las bolsas “biodegradables”,
¿quién nos garantiza su calidad y el bajo impacto
ecológico? Se tiene la ley, pero, ¿cuándo estará vigente
su reglamento? ¿dónde está la campaña de sensibilización
para incorporar la nueva disposición gubernamental?
Creo en la corresponsabilidad sociedad-gobierno como
un modelo ideal de trabajo, pero los que gobiernan
siguen priorizando la politización de los asuntos
trascendentales en el país, algo así como en los años
setenta cuando todo tenía el tamiz de la visión
económica.
Hay más aristas por donde atender este tema de los
plásticos “biodegradables”. Espero que pronto podamos
abrir un debate con el fin de encontrar soluciones
viables y asertivas. Estamos a tiempo de ser precautorios
de un asunto socio-ambiental delicado, donde el
entendimiento de lo nanométrico de este tipo de
plásticos, nos dará muchas más pistas para tomar
decisiones sobre los efectos ambientales y los impactos
en nuestra salud.
na de las cuestiones más inquietantes en la política, es
la de las privatizaciones, y en ese sentido, son dos los
temas que levantan mayor polémica en el medio: el
petróleo y la electricidad.
El tema del petróleo ya lo he tratado anteriormente, es
por ello que ahora le dedicaré algunos renglones a dos
empresas paraestatales que son las propietarias directas
de la energía eléctrica en nuestro país: la Comisión Federal
de Electricidad (CFE) y Luz y Fuerza del Centro.
Luz y Fuerza del Centro es, sin lugar a dudas, la más
corrupta de las dos, y no creo que en el mundo exista
una empresa paraestatal que sea más corrupta. Por poner
un ejemplo, en el interior de la República, si usted necesita
de algún servicio, éste se solicita vía telefónica llamando
al 071, ahí le atienden; y si usted va a contratar, únicamente
tiene que dar los números de medidores de sus vecinos,
su dirección, y listo, en dos días una persona le verifica
su instalación y, si ésta es aprobada al día siguiente, le
conectan su medidor. Durante el trámite, nunca se tiene
contacto con el personal de servicio, todo se realiza vía
telefónica y en las sucursales, nunca con la gente de
operación.
En el centro del país, Luz y Fuerza hace las cosas a su
manera. Uno tiene que ir a alguna de las oficinas a solicitar
el trámite: primero se llena una hoja de servicio denominada
SP, dos días después, una persona
que llega en una vagoneta con un
diablito dibujado es quien lo atiende.
Haga lo que haga, y siga las normas
que siga, nunca pasará la verificación
del instalador, por el contrario, el
instalador le hará una
contrapropuesta del cableado de
alimentación de la obra, y más aún,
él mismo será el encargado de
proporcionarle el “diablito” a su
medidor. La tarifa, generalmente, se
establece de acuerdo al cliente
(según como vean el tamaño y los
acabados de la obra). Por dignidad,
muchos clientes se niegan a realizar
el pago, pero ante la impotencia de
ver cómo una y otra vez la energía
eléctrica les es negada, terminan
pagando la “cuota” que el instalador
les sugiere.
Es un negocio redondo, en donde
no se pagan impuestos y se lucra
con la energía que se produce a
costa de los impuestos de muchos
mexicanos. Un negocio puesto por
y para los hijos y miembros del
sindicato de Luz y Fuerza del Centro;
una empresa muy lucrativa, sin
riesgos de inversión, sin problemas
sindicales y sin problemas legales ni
laborales de ninguna índole.
Por si no me cree, observe los
edificios que ahora construye CFE
en muchos lugares del país: bonitos,
modernos, con cajeros abiertos las
24 horas del día y en los que ni
siquiera se tiene contacto con la
gente de la empresa. Luego,
compárelos con los de Luz y Fuerza
del Centro: viejos, apestosos, con
sillas del siglo pasado, con gente
amargada atendiéndole del otro
lado del mostrador, y con filas de
dos horas o más. Se trata de una
empresa que se ha querido
modernizar y de otra que no quiere
renunciar a las viejas costumbres de
un país perdido y hundido por la
corrupción de sus sindicatos.
a noticia de la reducción de recursos para el Sector
Educación es algo que los propios medios de comunicación
no han querido expresar, debido a lo indignante que
resulta el hecho de que la educación sea presa de recorte
presupuestal.
Lo anterior refleja la poca conciencia social que se tiene
en nuestro país, y son los políticos en primer lugar,
encabezados por el Presidente Calderón, seguido por el
Secretario de Hacienda -quien es el que suele dictaminar
en qué se gasta y en qué se recorta-, el Secretario de
Educación -que ni idea tiene de qué está haciendo ahíy el supuesto director del Consejo Nacional de Ciencia
y Tecnología (CONACYT) y ex rector de la Universidad
de Guanajuato (que se dice llegó a ese cargo por
“nombramiento” del que fuera gobernador de su estado,
Carlos Medina Plasencia), quienes deberían de saber que
el presupuesto destinado a educación no es un gasto,
sino una inversión.
No sólo hemos de culpar al Gobierno Federal, ¿dónde
están aquellos diputados federales que prometieron mayor
gasto en educación y salud?, ¿dónde están para oponerse
a este recorte? Entre tanta anomalía,
sale a flote la pregunta: ¿por qué
este recorte no lo anunciaron antes
de las elecciones? Y luego los
partidos políticos se preguntan por
qué la sociedad votó en blanco o
se mantuvo lejos de las casillas
electorales. Se supone que los
diputados y senadores están para
defender los derechos de los
mexicanos, sin distinción de partido.
Ellos le deben lealtad al pueblo que
los eligió.
Ante tal recorte, hasta el momento
sólo dos Universidades (UNAM y
UMSNH) se han pronunciado en
contra. ¿Dónde están las demás?
Únicamente el 25% de los
profesores aprobó el examen que
aplicó la SEP para evaluar su
capacidad como docentes. Esto es
una muestra de lo mal que estamos:
sólo uno de cuatro profesores están
capacitados para dar clases.
Puedo especular que, los que
aprobaron el examen, son
principalmente profesores que
tienen poco tiempo de haber
egresado de la Normal, que tienen
los conocimientos frescos. Si esta
hipótesis es cierta, los resultados
hablan de una falta de cursos de
actualización. Sin embargo, el
Gobierno Federal, en lugar de
otorgar más recursos, los está
recortando.
Existe una gran indignación por el
recorte que hicieron al apoyo que
CONACYT otorgaba a los
estudiantes de posgrado. El año
pasado, otorgaban seis salarios
mínimos en doctorado; 4.5 en
maestría y cuatro en especialidad.
Ahora, CONACYT se sacó de la
manga una clasificación nueva de
posgrados.
En algunos casos, la reducción
equivale a un 40%, y queda de la
siguiente manera: 4.2, 3.15 y 2.8
salarios mínimos, a los posgrados
nombrados “en desarrollo”; y 3.6,
2.7 y 2.4 salarios mínimos mensuales
a los llamados de “reciente
creación”. Lo único que está haciendo CONACYT
con su clasificación, además de discriminar, es
desaparecer programas útiles y cerrar la posibilidad
de que se abran nuevos programas. Si de por sí hay
muy pocos estudiantes en ciencia y tecnología porque
existe poca motivación por el reducido mercado
laboral, con esta acción se está relegando a los jóvenes
del mundo de la investigación.
¿Es justo que jóvenes que han cursado la licenciatura
y se dedican de tiempo completo a la investigación
subsistan con aproximadamente $4,000 mensuales?
Si hay recorte presupuestal, hay que hacerlo de manera
justa. Recuerdo que cuando el Señor Calderón llegó
a la Presidencia, anunció un gobierno austero y
proclamó un recorte salarial de un 10%.Todos pusieron
el grito en el cielo; qué decir ahora, con un recorte
de hasta 40% en materia de educación.
Es verdad que estamos en una situación crítica y que
se necesitan ajustes, aunque en el discurso, el Secretario
de Hacienda aparece cada mes diciendo que hemos
tocado fondo. No entiendo el porqué de sus acciones
y sus pequeños ajustes y recortes de millones de
pesos. Estoy de acuerdo con los profesores de la
Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo
(UMSNH) en su carta de inconformidad por el recorte
a la educación, dirigida a las autoridades federales:
plantean que existen tres rubros intocables, así existiera
una situación extremadamente crítica: Salud, Educación
y Vivienda.
El gobierno le ha dado un duro golpe a la educación.
¿Qué sector sigue?, ¿Salud, Vivienda? ¿Seguiremos
permitiendo estos atropellos? Estamos a tiempo de
exigir a nuestros representantes que frenen estas
disposiciones. Esperemos que la nueva Legislatura
Federal cumpla, o por lo menos no ponga trabas al
desarrollo. ¿Quiénes nos sacarán de esta crisis?, ¿los
“intelectuales” que nos condujeron a esta situación,
o los que han agravado la crisis por sus errores? Hacen
falta ideas para salir adelante, para solucionar este
catarro influenciado.
ras dos intentos decorosos de resucitar la franquicia
de Tomb Raider, la más reciente secuela, Underworld,
consigue lo que parecía imposible: devolverle la vida a la
heroína más sexy de los videojuegos.
Cuando en 1996 salió a la venta el videojuego Tomb
Raider para consolas Play Station, no cabía duda de que
su imaginería era un pastiche indigesto emanado de las
películas de Indiana Jones. Pero también que era un juego
en tercera dimensión que revolucionaba a la industria en
sus planteamientos, uniendo varios géneros en uno, y
contenía algo sin precedentes en la entonces joven cultura
del ocio electrónico: le daba el papel de protagonista a
una mujer, la arqueóloga inglesa Lar a Croft.
En el mismo performance de esos años de la gira de U2,
Pop Mart, la banda hacía un homenaje-parodia de los
iconos de la cultura pop. Entre Marilyn Monroe, George
Nixon y las latas de sopa Campbell´s de Andy Warhol,
resaltaba la figura de pixeles de Lara Croft, disparando
con sus inseparables pistolas a Bono.
Miss Croft era la representación de una nueva clase de
mujer capaz de patearle el trasero a cualquier saqueador
de tumbas rival, adueñándose de la imagen de macho
man del mismo doctor Jones, de Rambo (tiene la tendencia
a acabar con ejércitos enteros), y del Alan Quatermain
de las Minas del Rey Salomón; pero sustituyendo el buen
humor de Jones, el trauma de guerra
de Johnny Rambo y la misantropía
de Quatermain, por un sentimiento
de competencia contra el otro sexo.
Así se convir tió en un símbolo
sexual para los gamers (que en su
gran mayoría son hombres), más
ocupados en observar su trasero
en mini shorts y sus inmensos senos,
que en sus tramas.
Lara es una especie de dominatrix
virtual, jamás mejor representada
que en su atuendo de cuero negro.
Resultó ser, al final, una suerte de
femme fatale, al desaparecer
misteriosamente en la conclusión
de la cuarta secuela llamada The
Last Revelation.
Lara jamás se involucra sexualmente
o amorosamente con alguien. En
su enorme mansión sólo viven su
mayordomo, y desde las secuelas
de 2000, dos empleados que le
ayudan con la “talacha” informática.
A su estampa de marimacha se une
una hábil insinuación de un pasado
de lesbianismo que la hace todavía
más sofisticada y, en ese sentido,
ambigua y fascinante.
Lo más disfrutable de los Tomb
Raider, además de pasar la cámara
sin decoro sobre la fisonomía
poligonal de Miss Croft, y hacerle
acercamientos ginecológicos, es esa
ilusión que forjó el mito de Indiana
Jones de estar recorriendo ruinas
de civilizaciones desaparecidas,
también perseguir artefactos con
poderes mágicos, o la sensación de
quedar atrapados en las ruinas con
Lara… Es en verdad impagable. En
2008 el juego vuelve a sus raíces y
entrega el que quizás es el mejor
juego de la serie, el impresionante
Tomb Raider Underworld.
Siguiendo a Lara
Para los expertos en videojuegos,
el primer Tomb Raider (1996) en el
que Lara busca el legendario
artefacto llamado Sción, es el mejor
de la saga. La sensación de soledad
en unas ruinas, manipulando a la
curvilínea Lara (ahora sabemos que
eran pixeles cuadrados, pero en su
época sí engañó a la pupila) era en
verdad algo fuera de lo común, y
ahondaba de gran forma en la
extraña fascinación que dejan las
películas del género de exploración
arqueológica.
En la segunda parte, Tomb Raider:
Starring Lara Croft (1997), donde
busca la Daga de Xian, Lara se
convirtió en una sobada heroína de
acción, fusionando los dos mundos:
el de exploración y el de acción, en
una gran secuela, que sin embargo
mandaba el mensaje de agotamiento
de la fórmula Raider. La siguiente
secuela debía ser revolucionaria; o
Lara colgaría las botas.
No lo fue. Tomb Raider III Adventures
of Lara Croft (1998) llevaba a Lara
otra vez como trotamundos,
buscando las cuatro partes de un
m e t e o r i t o, s i n t r a e r n a d a
sustancialmente nuevo. La cuarta
parte, The Last Revelation (1999),
constituyó la mejor secuela hasta
ese momento por el nivel de
integración de la trama y el ingenio
con el que se construyeron los
acertijos del juego. Lara dejaba su
faceta de trotamundos para
concentrarse en las ruinas egipcias,
que al final le sirven de tumba.
Un año después apareció Chronicles,
que se basa en aventuras aisladas
de la entonces difunta Lady Croft.
Para entonces, la franquicia estaba
tan muerta como su actriz principal.
El plan de la compañía Eidos, dueña
de los derechos del personaje, era
llevar al cine las aventuras de Lara,
cosa que logró con gran éxito
gracias a Angelina Jolie, que
protagonizó las dos películas: Lara
Croft: Tomb Raider (2001), y The
Cradle of Life (2003). El éxito de la
primera adaptación cinematográfica
llevó a los productores a planear el
regreso de Lara a los videojuegos.
Esta vuelta a la vida se dio en 2003
con The Angel of Darkness. Pero Lara
seguía anquilosada en un juego que
resultaba largo, tedioso y nada
acorde con el universo creado por
las anteriores secuelas. Un total
fracaso en todos los sentidos;
parecía que era mejor que Lara
permaneciera muerta en las ruinas
egipcias de la cuar ta par te.
Lavado de cara
En 2006, Eidos hizo otro intento
por resucitar a la franquicia, esta vez
encargando el desarrollo a la
compañía Cr ystal Dinamics. El
resultado fue Legend, un juego más
corto, que hacía más light todo lo
que en Raider era difícil y exigente.
Sorprendentemente, el nuevo
producto valía la pena, era más
dinámico y tenía un aspecto
seductor que imponía las bases para
un futuro renacer.
La serie de Tomb Raider cumplió
una década en ese año y, para
celebrarlo, los desarrolladores
hicieron un remake del primer juego,
llamado Anniversary, en donde con
el motor gráfico y el nuevo rediseño
de Legend, se recrearon los
momentos que hicieron grande al
primer juego, entregando una
versión renovada y brillante del
clásico Tomb Raider. Sólo faltaba que
la serie no apelara a la nostalgia y
continuara adelante.
El auténtico regreso
La más ambiciosa reactualización de Tomb Raider, es la
secuela del Tomb Raider Legend, llamada Underworld. Buscando
el martillo de Thor y a su madre desaparecida, Lara se
adentra en el Mar Mediterráneo, la costa de Tailandia, las
selvas del sur de México y el Mar Ártico. El nivel de lo
conseguido con esta secuela es notable. Ahora los
movimientos de Lara fueron capturados por una gimnasta,
y su imagen es la de la suculenta modelo Alison Carroll.
Lara se ensucia por el polvo (que es lo más cercano que
obtendremos a la fantasía recurrente de ver a Lara luchando
en lodo), y manipula el entorno para resolver los acertijos
y trampas, los mejores vistos en un videojuego en la
presente generación de consolas.
Se vuelve a la mecánica de dejar solo al videojugador ante
un acertijo dentro de otro acertijo, llevando a un buen
grado de inmersión, ya que se le pide al usuario que piense
y relacione las piezas del puzzle.
Al final, Tomb Raider Underworld significa ocio electrónico
del más destacado, y el muy esperado regreso de Lara, en
la que es con seguridad la resurrección de la franquicia de
la sexy arqueóloga inglesa, cuya resolución de sus aventuras
ha terminado con el sueño y la salud mental de más de
uno.
Mes de la raza, ¿y quién lleva la raza tatuada literalmente en la piel,
en su lenguaje, en su lema?
“Nosotros no cruzamos la frontera, la frontera nos cruzó a nosotros”,
es una frase que se escuchó en boca de aquellos mexicanos que
de un día para otro se transformaban en ciudadanos de un país
con otro idioma y de costumbres muy distintas a las suyas.
En tiempos de los Tratados de Guadalupe, en 1848, cuando ondeó
la bandera de las barras y las estrellas en el Palacio Nacional y
perdimos más de la mitad del territorio, en el norte quedaban,
prácticamente en el limbo, entre 80 mil y 100 mil mexicanos.
José Manuel Valenzuela, del Colegio de la Frontera Norte de Tijuana,
fundado en la década de los setenta, explica una compleja situación
cultural en constante movimiento: los mexicanos que cruzan la
frontera y los que nacieron del otro lado, de padres mexicanos, los
mexicano-americanos conocidos como chicanos. “Únete a la raza”
es un lema, señala Valenzuela, que viene de esa época, del siglo XIX.
La palabra que nos ocupa en este Argüendero es de origen tan
complicado y denso como el personaje a quien representa. El cholo
es el hijo cultural del pachuco y nieto del chicano. Tres generaciones
de mexicanos desarraigados que, o bien quieren seguir siendo
mexicanos en un país extraño (Estados Unidos), o buscan, sin
lograrlo, abandonar sus raíces, debatiéndose en esos sentimientos
de ausencia y presencia. La palabra ha sido motivo de muchas
discusiones. El etnocentrismo mexicano la circunscribe a su cultura:
el cholo es el mexicano marginado de las ciudades fronterizas, de
allá y acá. Según algunos, el vocablo proviene de esa mixtura de
español e inglés, el spanglish: “show low” (chou lou). Es decir, muéstrate
bajo, baja la cabeza, sé taimado.
Ese mismo enfoque chicanista ofrece una variante, según la cual, el
término se deriva del pachuco “andar de a chole”, estar en la soledad,
en choledad, en el desamparo obligado o voluntario. Otra versión
habla de que probablemente cholo sea deformación de Xólotl,
primer rey de los indios chichimecas. Xólotl es voz nahua que
significa, entre otras cosas, grotesco.
En Perú, Colombia y otros países
del Cono Sur, el cholo es en esencia
un indígena medio civilizado. Pero
la acepción más contundente la da
Garcilazo de la Vega en su obra
Historia General del Perú (1617), al
señalar que cholo es una voz de las
islas Barlovento y significa perro,
vituperio aplicado a los hijos de los
mulatos, la cual parece ser la
etimología más acertada, pues en
Argentina y Chile se le llama cholo
al perro callejero de raza indefinida.
Todas las implicaciones del término
son despectivas y denigrantes. El
silencio del cholo ha llegado al
extremo de que habla más
a través de señas,
gesticulaciones,
movimientos
corporales, flashing,
graffitis o “placas”.
Una
de
las
características más
reconocibles de
aquellos cholos del
siglo XIX es la
transformación del
lenguaje como
s u p e r v i ve n c i a
cuando
la
frontera les pasó
literalmente por
encima.
Nacía
el
spanglish por
razones prácticas
a un idioma que no
comprendían, el
cual les había sido
impuesto de la
noche a la mañana.
“Te wacho al rato en la Marketa”,
tiene un sentido práctico, de mera
supervivencia, y no una conjetura
deliberada a la lengua castellana,
como algunos intelectuales han
dicho, respingando la nar iz.
Su manera de hablar es identidad,
como tantas otras cosas.
Recordemos que en los años
cuarenta, los niños mexicanos eran
rechazados en las escuelas gringas
por considerar los retrasados
mentales. Aún en los sesentas,
podían verse letreros en los bares
y sitios públicos que decían:
“prohibida la entrada a negros,
perros y mexicanos”.
Pero los chicanos
recuperaron
una serie de
m i t o s
mexicanos
para armar su
identidad, también
como símbolos de
resistencia. El más
impor tante es el de la
Virgen de Guadalupe.
Recuperaron el mito de
Aztlán, que se convirtió en
su marca de fuego: ¿qué no
habían salido los mexicas
de una tierra lejana en el
norte para fundar la gran
México Tenochtitlán? Ellos
reencontraron el Aztlán,
y su espír itu está
presente en la vida de
los latinos del otro lado,
tanto como la Virgen
de Guadalupe, Frida,
Siqueiros,Villa, Zapata,
la Mujer Dormida,
flores, plumas…
n junio del 2008 se divulgó una serie de imágenes sobre una
tribu que se encuentra ubicada en la selva del Amazonas, en territorio
brasileño, cerca de la frontera con Perú.
¿Cuál fue la noticia?, que esta tribu nunca había estado en contacto
con el resto de la humanidad. El hallazgo fue posible gracias a una
foto tomada desde el aire por una expedición de la Fundación
Nacional del Indio de Brasil.
En las imágenes, algo más de 15 indios, vestidos únicamente con
taparrabos, miran al cielo, armados con lanzas, arcos y flechas. Incluso,
en determinadas fotografías, se puede observar cómo algunos de
los miembros de la comunidad aborigen apuntan con el arco hacia
el avión de los expedicionarios.
Es una de las 40 tribus aisladas que el gobierno brasileño ha
mantenido lejos de la población, ya que si tuvieran cualquier tipo
de contacto con el hombre actual, correrían el riesgo de contraer
enfermedades mortales para ellos, como puede ser una simple
gripe. Y aunque no volvamos a tener contacto, ya les hicimos un
daño. Es fácil imaginar que, de ahora en adelante, en su tradición
oral, en su arte y en sus miedos, aparecerá un ave enorme haciendo
un ruido infernal. Somos un mal presagio.
Ahora, recordemos lo que sucedió
el Día de la Raza, nombre que
reciben en la mayoría de los países
hispanoamericanos las fiestas del 12
de octubre, en las que se recuerda
el avistamiento de tierra por el
marinero Rodrigo de Triana en 1492,
luego de haber navegado más de
dos meses bajo el mando de
Cristóbal Colón. La fecha marca el
nacimiento de una nueva identidad,
producto del encuentro y fusión de
los pueblos or iginar ios del
continente amer icano y los
colonizadores españoles.
Se utiliza con frecuencia el término
“mestizaje” para describir el proceso
histórico de la mezcla de culturas.
A par tir de la modernidad, este
proceso comenzó a acelerarse, con
el advenimiento de nuevas
tecnologías, medios de transporte,
una organización mundial más
compleja e interrelacionada y un
desprendimiento parcial de los
prejuicios.
¿Qué significa para nosotros ser
mestizos? Desde hace un tiempo,
hay muchos detr actores de
“celebrar” el Día de la Raza,
arguyendo que se celebra el
genocidio y aniquilación de nuestra
“cultura pura”, que era la indígena.
Sin embargo, aún solemos usar el
término “mejorar la raza” cuando
queremos dar a entender que
alguien debería mezclarse con
alguien más, “superior”, de otro
país, o que está dentro del standard
de lo que consideramos bello:
generalmente, el modelo europeo.
Aún después de 517 años de haber
sido “descubiertos”, es más común
escuchar a alguien orgulloso de ser descendiente directo de españoles
o franceses, que de huicholes o mayas. Curiosamente, a veces son
los extranjeros los que verdaderamente aprecian el valor de nuestra
cultura, como lo hizo hace cuatro siglos un español llamado Gonzalo
Guerrero.
Este hombre, que buscaba fortuna como muchos españoles, viajó
a las Américas, pero un naufragio le cambiaría la vida. El barco, que
había partido de Darién el 15 de agosto de 1511, se hundió frente
a la isla de Jamaica. Sólo una veintena de personas, 18 hombres y
dos mujeres, consiguieron salvar sus vidas en un pequeño batel.
Después de sobrevivir bebiendo sus propios orines y comiéndose
a un compañero muerto, solamente ocho llegaron a la costa de
Yucatán. Ahí, tuvieron un primer contacto con los cocomes, que
se mostraron bastante agresivos. Ante los amenazadores gestos de
los indios, el capitán Valdivia desenvainó su espada para defenderse
e hirió a uno de ellos. Fue la señal que desató la violencia. Los
cocomes sacrificaron a cuatro, entre ellos a Valdivia, y se los comieron.
A los cuatro restantes los metieron en unas pequeñas jaulas, hechas
con ramas y de forma cúbica, para engordarlos y degustarlos en
otro próximo y macabro festín. Pero, afortunadamente, la certeza
del cruel destino que les deparaban sus captores, les dio fuerzas
para escapar.
Llegaron con la tribu de los tutul xiúes, enemiga de los cocomes.
El cacique Taxmar los entregó como esclavos a Teohom, su sacerdote,
quien acabó con la vida de casi todos por extenuación. Sólo
quedaron Gonzalo y Gerónimo, quienes fueron tratados como
Como una de sus pertenencias más
preciadas, Taxmar transfirió a
Gonzalo con el sabio jefe Na Chan
Can, quien, a su vez, se lo regaló a
su jefe de guerreros, Balam. Entre
ambos soldados surgió un buen
entendimiento y mutuo respeto. Un
día, al atravesar un río, Balam fue
atacado por un caimán y Gonzalo
Guerrero, en vez de aprovechar la
oportunidad para escapar, luchó y
mató a la bestia, salvando la vida de
su amo, quien agradecido, le otorgó
la libertad.
esclavos , como años después serían
tratados los indígenas, “seres
inferiores y sin valor”.
A Gerónimo, que era un fraile dócil
y fiel a su cultura y religión, no le
fue tan mal. Gonzalo recibió más
golpes y, además, se sintió atraído
por una indígena. Compadecido
Taxmar de los duros trabajos que
realizaban sus esclavos, y enterado
de que los dos únicos sobrevivientes
estaban a punto de morir, decidió
reclamarlos.
Gonzalo y Gerónimo participaron
en algunos enfrentamientos con los
enemigos de la tribu. Destacaban
por su astucia y estrategia, ésta última
prácticamente desconocida entre
los indígenas. Así que Taxmar
convirtió a Gerónimo y Gonzalo
en sus consejeros de guerra.
Gonzalo los introdujo en el arte del
ataque y la defensa. Además, formó
una rudimentaria y peculiar falange
macedónica, suficiente para derrotar
a los cocomes, con lo que alcanzó
un gran prestigio.
Como guerrero y hombre libre de
su tribu, participó con gran éxito
en varias expediciones guerreras y
se dejó hacer las mutilaciones y
tatuajes rituales que eran propios
de su rango. Se casó con la princesa
Zazil Há, también llamada Ix Chel
Can, hija de Na Chan Can. Su
aculturación e integración en el
pueblo que lo había adoptado fue
tan gr ande que , incluso, su
primogénita, Ixmo, fue sacrificada
en Chichén Itzá, para acabar con
una plaga de langostas.
En 1519, desembarcó una
expedición al mando de Hernán
Cortés en la Isla de Cozumel. Se
enteró de que dos españoles vivían
en esa ínsula y enviaron mensajeros
para ofrecer rescatarlos. Gerónimo
Aguilar aceptó; Gonzalo Guerrero
prefirió permanecer junto a los
mayas.
Durante los años siguientes, los
españoles se dieron cuenta de que
Guerrero había entrenado a los
mayas. Cuando en 1527, Francisco
de Montejo cruzó el Atlántico con
380 soldados en cuatro navíos, se encontró con serias
dificultades para conquistar Yucatán. Guerrero acabó
combatiendo a los conquistadores y a su capitán Dávila.
Instruyó a sus guerreros para que no temieran a los
caballos ni a las armas de fuego; para que no dieran
tregua ni se fiaran de los blancos. Quería salvar ese
paraíso, hoy Parque Natural de Champotón.
Gonzalo Guerrero murió en 1536, cuando se
enfrentaba a las tropas del capitán Lorenzo de Godoy
para ayudar, con 50 canoas, a Cicumba, cacique de
Ticamaya (Honduras), en el valle inferior del Río Ulúa.
Una flecha de ballesta se clavó justo en su ombligo y
le atravesó hasta el costado. Luego, ironías de la vida,
un disparo de arcabuz remató al que fuera arcabucero.
Sus hombres le sacaron del campo de batalla y le
escondieron detrás de unas palmeras. Todos sabían
que había llegado su hora, así que ninguno intentó
extraerle la flecha para no aumentar su sufrimiento
o acelerar su fin. Sólo pidió a sus más allegados que
cuidaran de sus hijos y, al resto de sus hombres (más
de un millar) que siguieran combatiendo. Durante la
noche, rescataron su cuerpo y, como homenaje
postrero, lo lanzaron al río Ulúa, para que la corriente
se lo llevara hasta el océano de donde vino.
Gonzalo Guerrero fue durante siglos un personaje
maldito, un traidor, un renegado, un apóstata. El hombre
que combatió a sus compatriotas, que renegó de su
patria, de su cultura, de su sangre y, lo que era en la
época muchísimo peor, abjuró de su fe y negó a Cristo.
¿Seríamos nosotros capaces de aculturarnos con
nuestros indígenas?, ¿somos capaces siquiera de
mostrarles respeto? ¿O somos como los descubridores
de América, a los que tanto criticamos por su barbarie,
ávidos de robarles riquezas, tierras, de convertirlos a
nuestras costumbres y, si se niegan, de relegarlos al
olvido y la pobreza?
¿Somos raza?
urante décadas, el rock ha sido factor de cambio social,
una válvula de escape e, incluso, una contracultura. Se
inspiró en el jazz y el blues y rápidamente se convirtió
en uno de los géneros más populares de la época
contemporánea. Desde la atrevida guitarra de Jimmy
Hendrix, a las sugestivas canciones de los Rolling Stones;
las letras depresivas y la psicodelia de Pink Floyd, pasando
por el punk rock de The Ramones, el heavy metal de Black
Sabbath y Metallica y el nihilismo de bandas como Nirvana
y Pearl Jam, el rock ha sido un himno de protesta juvenil.
O al menos eso era hasta hace algunos años. Hoy, el rock
ha perdido mucho de su función social y se ha vuelto
light, como casi todo.
Durante los años sesenta, los jóvenes utilizaban el rock
como un medio para expresar su inconformidad con la
realidad social que les tocó vivir : el consumismo, la
desigualdad y la guerra (realidad que sigue azotando a la
humanidad en nuestros días). En 1968, el movimiento
adoptó una dimensión mundial. En diferentes países, los
jóvenes salieron a las calles para protestar contra la guerra
y la injusticia de los gobiernos occidentales. Movimiento
que, desafortunadamente, en México terminó con matanza.
En los ochentas, la música rock
hablaba de la Guerra Fría, del Muro
de Berlín y de la crueldad del
mundo.Y durante los primeros años
de la década de los noventa, el
grunge protestó contra el sistema
gritando letras que reflejaban apatía
y un inmenso desencanto con la
vida. Hoy, el mainstream (o corriente
principal) es el rock-pop, que se
caracteriza por sus melodías suaves
y p e g a d i z a s , c u ya s l e t r a s ,
gener almente , son igual de
superficiales. En la actualidad, el rock
parece estar hecho en una línea de
ensamble.
Pepe Garza, programador musical
de un importante medio, nos da su
impresión acerca de la música de
esta década: “Durante los noventa
salió la propuesta de rock alternativo,
después de eso, se retomó el pop,
que se convir tió en el nuevo
mainstream. Hoy el rock transmite
otras cosas que poco tienen que
ver con la protesta social. Lo que
estamos viendo en la música rock
del siglo XXI es una gr an
incertidumbre”. No obstante, cree
que nos encontramos en una época
de transición, de contrapropuesta.
Termina una década musical y nos
acercamos a los albores de otra,
que probablemente estará llena de
cambios, aunque todavía no puede
decirse nada a ciencia cier ta.
Durante los cincuentas, y hasta los
ochentas y principios de los
noventas, las opciones eran limitadas.
La oferta musical se reducía a unos
cuantos géneros y la gente no tenía
mucho de donde escoger. No
obstante, esto permitía el nacimiento
de líderes y, por tanto, de
movimientos sociales. Si la moda
era el punk, una buena parte de los
jóvenes escuchaba punk y la
globalización se encargaba del
resto. “Los géneros musicales van
cambiando confor me a las
necesidades sociales, y las
necesidades sociales de hoy no son
necesariamente de protesta”,
menciona Pepe Garza.
Ahora, la ofer ta musical es
demasiado variada; y el mainstream,
demasiado ecléctico. Las
contraculturas son de plástico, y
aquéllas que tienen un verdadero
sustento ideológico tienden a
desaparecer al poco tiempo de
haber surgido, porque todo está
controlado desde arriba, desde las
grandes corporaciones. Garza cree
que: “existe una apatía generalizada
con respecto a los conflictos sociales.
Siento que es una etapa de mucho
escepticismo”. Afirma que el último
movimiento importante, en el que
el rock tuvo injerencia, fue cuando
el presidente Bush decidió atacar
Irak. Sin embargo, éste fue un
fenómeno que se concentró en
Estados Unidos con bandas como
System of a down, Marylin Manson
y Korn. Desde entonces, nada digno
de ser mencionado. También piensa
que la industria musical ha tenido
mucho que ver en esta pérdida de
la función social del rock: “Las
disqueras han tenido una buena
parte de culpa, porque sólo se han
concentrado en vender música a
como dé lugar”. Asimismo, dice
que tal vez la industria tendrá que
tocar fondo para que pueda surgir un movimiento musical
capaz de provocar un verdadero cambio.
No obstante, cree que el rock todavía tiene mucho que
dar. Considera que el factor de protesta social es sólo
una de sus posibles dimensiones. Para él, en la actualidad,
la música urbana, conformada por géneros como el rap,
el hip hop e incluso el reggaetón, es mucho más subversiva
que el rock, pues habla de problemas políticos y sociales,
y trata de generar conciencia.
Sin embargo, para muchos, la esencia del rock sigue siendo
la de protesta y contracultura. Una atmósfera de nostalgia
se cierne desde hace tiempo, porque el rock dejó de ser
un himno de inconformidad o proyecto político de cambio
para conver tirse en un ar tículo más del anaquel. Y,
desafortunadamente, su futuro se encuentra en las manos
de empresarios que no aman la música, y en cuyos ojos
sólo puede verse el dorado resplandor del dinero.
ué es, pues, el arte, considerado fuera de esa concepción
de la belleza que sólo sirve para embrollar inútilmente
el problema? Las únicas definiciones del ar te que
demuestran un esfuerzo para substraerse a esa concepción
de la belleza son las siguientes:
1. Según Schiller, Darwin y Spencer, el arte es una actividad
que tienen hasta los animales y que resulta del instinto
sexual y del instinto de los juegos.
2. Para Verón, el arte es la manifestación externa de
emociones internas, producida por medio de líneas,
colores, movimientos, sonidos o palabras.
3. Según Sully, el arte es la producción de un objeto
permanente o de una acción pasajera, propias para
procurar a su productor un goce activo y hacer nacer
una impresión agradable en cierto número de espectadores
o de oyentes, dejando aparte toda consideración de
utilidad práctica.
Aunque superiores a las definiciones metafísicas que
fundan el arte sobre la belleza, estas tres definiciones
tampoco son exactas, afirmaba León Tolstoi*.
La primera, aseguraba, es inexacta porque en vez de
ocuparse de la actividad artística propiamente dicha, sólo
trata de sus orígenes. La adición propuesta por el darwinista
Grant Allen también es inexacta, porque la excitación
ner viosa de la que habla se
manifiesta en otras formas de
actividad humana, además de la
actividad artística. Esto es lo que ha
producido el error de las nuevas
teorías estéticas que elevan al linaje
de arte la confección de hermosos
vestidos, suaves perfumes o guisos
deliciosos.
La definición de Verón, según la cual
el arte expresa las emociones, es
inexacta porque un hombre puede
expresar sus emociones por medio
de líneas, sonidos, colores o palabras,
sin que su expresión obre sobre
otros, y, en tal caso, no sería nunca
una expresión artística.
Y la de Sully no es exacta porque
se extiende desde los ejercicios
acrobáticos. Hay, por el contrario,
productos que pueden ser arte sin
dar sensaciones agradables a su
productor ni al público. Así ocurre
con las escenas patéticas o dolorosas
de un poema o de un drama.
La inexactitud de todas estas
afirmaciones, según Tolstoi, se debe
a que todas, sin excepción, lo mismo
que las metafísicas, cuidan sólo del
placer que el arte puede producir,
y no del papel que puede y debe
desempeñar en la vida del hombre
y la humanidad.
Para dar la definición correcta de
arte, es pues necesario ante todo,
cesar de ver en él un manantial de
placer, y considerarle como una de
las condiciones de la vida humana.
Si se considera así, se advierte que
el arte es uno de los medios de
comunicación entre los hombres.
Toda obra de arte pone en relación
al ser humano, a quien se dirige,
con el que la produjo, y con todos
los seres humanos que simultánea,
anterior o posteriormente, reciben
impresión de ella. Las palabras que
transmiten el pensamiento de los
hombres constituye un lazo de unión
entre ellos, lo mismo le ocurre al
arte. Lo que le distingue de la palabra es que ésta le sirve
para transmitir a otros sus pensamientos, mientras que,
por medio del arte, sólo le transmite sus sentimientos y
emociones.
La transmisión se opera del modo siguiente:
Un hombre cualquiera es capaz de experimentar todos
los sentimientos humanos, aunque no sea capaz de
expresarlos todos. Pero basta con que otro hombre los
exprese ante él, para que enseguida los experimente él
mismo, aun cuando no los haya experimentado jamás.
Para tomar el ejemplo más sencillo, si un hombre ríe, el
hombre que le escucha reír se siente alegre; si un hombre
llora, el que lo ve llorar, se entristece. Si un hombre se
irrita o excita, otro hombre, el que lo ve, cae en un estado
análogo. Por sus movimientos o por el sonido de su voz
expresa un ser humano su valor, su resignación, su tristeza.
Y estos sentimientos se transmiten a los que le ven o le
oyen. Un hombre expresa su padecimiento por medio
de suspiros y sonidos, y su dolor se transmite a los que
lo escuchan. Lo propio ocurre con otros mil sentimientos.
a Huasteca es una región cultural compartida por los
estados de Hidalgo, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí,
Tamaulipas y Veracruz. La región constituye un ecosistema
bien definido, dentro del cual coexisten dos nichos
ecológicos: el serrano y el de la planicie. La Huasteca,
desde la época prehispánica, se caracteriza por ser una
región multiétnica, en donde han convivido las culturas
teenek o huasteca, nahua, hñahñu u otomí, tepehua,
totonaca y xi´uy o pame. Posteriormente, con la llegada
de los españoles, así como de esclavos negros traídos de
África, se propició un mestizaje racial y cultural acelerado
que contribuyó a delinear nuevas características.
Para atender esta región, se creó el Programa de Desarrollo
Cultural de la Huasteca, en 1994, impulsado de manera
conjunta por los gobiernos estatales que comparten la
región y por el Gobierno Federal, mediante sus instituciones
culturales: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de
Hidalgo, Secretaría de Cultura de Puebla, Instituto
Queretano de la Cultura y las Artes, Secretaría de Cultura
de San Luis Potosí, Instituto Tamaulipeco para la Cultura
y las Artes, Instituto Veracruzano de la Cultura, y el Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes a través de la Dirección
General de Vinculación Cultural, y la Dirección General
de Culturas Populares.
A lo largo de 15 años de trabajo, el programa ha realizado
gran cantidad de acciones: el Festival de la Huasteca,
talleres de versificación y ejecución
del son huasteco, siete encuentros
de niños y jóvenes huapangueros,
entre otras. Danzantes, médicos
tradicionales, cronistas, narradores
tradicionales, promotores culturales,
músicos, versificadores, bailadores
y mujeres, han hecho lo propio; se
han organizado exposiciones, siete
convocatorias de estímulos a la
creación cultural, programas de
radio, y un extenso programa
editorial conformado por 15 libros,
un folleto, una serie de postales, tres
videos, 13 discos compactos y un
CD ROM, trabajos que contribuyen
al conocimiento del patrimonio
cultural tangible e intangible de esta
importante y rica región cultural.
El XIV Festival de la Huasteca tuvo
como sede principal al municipio
de San Felipe Orizatlán. Se
desarrollaron actividades paralelas
en los municipios de Huejutla,
Yahualica, Huazalingo, Huautla,
Jaltocan y Atlapexco, en Hidalgo,
del 6 al 9 de agosto de 2009.
En esta gran fiesta se dieron cita
450 creadores que participaron en
las más de 90 actividades de música
y danza tradicional; concier tos,
exposiciones fotográficas; muestra
artesanal, gastronómica, de medicina
tradicional y editorial; presentación
de ediciones, talleres y homenajes.
Asimismo, y como en cada edición
del festival, se llevó a cabo un
encuentro que en esta ocasión abrió
un espacio para compar tir y
reflexionar sobre el tema: Turismo,
Cultura y Desarrollo, con el fin de
propiciar el reconocimiento de los
patrimonios locales y de que los
desarrollos turísticos incorporen
criterios de sustentabilidad que
aseguren la valoración y continuidad
de los procesos culturales y de sus
por tadores. En este encuentro
participaron representantes de las
culturas indígenas de la región,
funcionarios municipales de turismo
y de cultura, promotores culturales,
administradores de proyectos
turísticos, investigadores, académicos
y funcionarios estatales de turismo.
ás que como un proyecto cultural, que por supuesto
lo es, todo surgió como un sueño. Un sueño que muy
pronto se convir tió en realidad. El objetivo era muy
concreto: rescatar la vitalidad de la cultura regional de la
Huasteca; vitalidad que poco a poco se perdía entre sus
pobladores, sobre todo entre los más jóvenes.
En este contexto se creó el Programa de Desarrollo
Cultural de la Huasteca, que se dedica a impulsar proyectos
orientados a fortalecer el reconocimiento, la valoración,
la promoción y el desarrollo de la cultura de esta región
del país, conformada por seis estados: Puebla, Querétaro,
San Luis Potosí, Tamaulipas, Veracruz e Hidalgo.
Este año, el festival contó con talleres infantiles,
presentaciones de discos, libros, videos, exhibiciones de
arte plástico, venta de artesanías, noches de fiesta de
huapango, concier tos musicales y paseos culturales.
Entre los tríos que participaron estuvieron Cas k bel
Huasteco, Descendencia Huasteca, Los venaditos de la
Sierra, Pasión Vallense, Magisterial, Los compares y Chalino.
Por supuesto, también estuvo presente uno de los mejores
tríos que tiene Hidalgo: Los gallitos, que hasta el momento
cuenta con siete discos grabados, entre estilos rancheros,
boleros y sobre todo sones y huapangos.
En este XIV Festival también se mantuvo la presencia de
las artesanías características de la Huasteca hidalguense:
bordados de Jaltocan y Huejutla;
alfarería de Chililico, municipio de
Huejutla, y la cestería de
Huazalinguillo, Huautla, lo mismo
que platillos regionales y el servicio
de terapias tradicionales con un
médico de Xochiatipan.
Un alto en el camino
En esta casi década y media de
festivales las cosas no han ido mal.
A decir de la antropóloga Amparo
Sevilla, directora general de
Vinculación Regional del Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes
(Conaculta), uno de los principales
logros ha sido la recuperación
musical:
“El programa ha ayudado a revitalizar
este aspecto. Y es que la producción
cinematográfica que existe sobre la
región, sobre todo en la cinta Los
tres huastecos, es muy idílica, lo que
propició una vertiente del huapango
huasteco muy comercial.
“A nosotros nos preocupa mucho
recuperar una memoria cultural en
donde la revitalización de los viejos
sones huastecos sea una labor
importante, además de que se tenga
la conciencia de lo que es ser músico
tradicional.
“Los jóvenes tienen la tendencia de
tratar de competir con los formatos
que ofrecen otros géneros
musicales, como los gruperos, así
que el programa está trabajando
con talleres para que se recupere
la función social que tiene el músico
en la comunidad.
“Nos interesa todo el repertorio
de sones y costumbres, en el que
hay sones que se dan dentro de un
ámbito ritual y que tienen mucho
que ver con el trabajo agrícola y
con un espíritu comunitario de
mucho apego y diálogo con la
tierra”.
–¿Qué pasa con los más jóvenes?
se le pregunta.
–Una línea sustantiva del programa
ha sido la formación de niños y
jóvenes huapangueritos, que tengan
conciencia social de la función
identitaria que tiene el músico tradicional con sus
comunidades. Los pueblos de Hidalgo se representan
a sí mismos a través de su banda y eso es un
poderosísimo signo identitario.
Al respecto, la antropóloga Patricia Olalde, jefa del
Depar tamento de Programas Regionales de la
Huasteca, hace hincapié en las nuevas generaciones
de músicos que se han formado en los talleres que
se imparten permanentemente en los seis estados
que conforman la Huasteca:
“Ahora hay una continuidad generacional. De aquel
primer festival donde no veíamos niños y jóvenes
huapangueros, hasta los últimos encuentros en los que
hay muchos jóvenes músicos.
El festival es la actividad de mayor proyección del
programa, pero hay otras que se hacen soterradamente.
Permanentemente, por ejemplo, se están dando talleres
de formación para niños y jóvenes en las comunidades
en todos los estados de la Huasteca. Antes, la forma
en que los niños aprendían era a través de la
participación comunitaria o viendo a los viejos músicos.
Cuando se rompe esta forma de aprendizaje se utiliza
la estrategia de dar talleres, impartidos por los mismos
músicos tradicionales de la región, quienes además los
integrarán a las fiestas y celebraciones comunitarias,
porque ahí está el otro paso: ¿para qué estamos
formando niños y jóvenes? ¿Para el escenario?”
Y agrega: “No es esa nuestra apuesta, sino más bien
para su integración dentro de la comunidad, para que
revaloren sus raíces y tengan un conocimiento de lo
propio; sólo así podrán sentirse orgullosos de donde
vienen”.
–¿Qué tanto ha afectado la migración a la cultura
Huasteca?
–Claro que influyen los movimientos migratorios.
Siempre ha habido, los pueblos siempre se han movido
por una u otra circunstancia. Actualmente hay mucha
migración, pero también estamos viendo un nuevo
interés de los jóvenes por su cultura. Hace 14 años
había una discontinuidad generacional que ahora ya
no existe.
na de las joyas gastronómicas de la región de la Huasteca
es el zacahuil, también conocido como zacatamal. Se trata
de un platillo que surgió con un sentido ritual, que se
preparaba particularmente en el Día de Muertos, pero
que en la actualidad se cocina también en bodas y
presentaciones de niños, así como en las fiestas del santo
patrono.
“Su preparación se realizaba básicamente el Día de
Muertos, de hecho la forma que adquiere cuando se
mete al horno de barro es muy semejante a la de un
muerto. Antes se acostumbraba que una vez que estaba
cocido se colocara en un altar”, explica la doctora Yesenia
Peña, autora del libro Olores y sabores de la
cocina hñähñü del Valle del Mezquital, Hidalgo, que escribió
con
la colaboración de Lilia Hernández Albarrán.
“No obstante –agrega– actualmente también se prepara
en otras fiestas importantes, aunque no siempre, pues
hay que recordar que su preparación es cara”.
–¿Qué tanto ha cambiado la receta original?, preguntamos.
–Ha intervenido mucho la inventiva de la gente. Algunos
lo hacen de chivito, otros de nopal con escamoles, y unos
más de pollo con puerco.
Lo que no ha cambiado, comenta
Peña, es que todos los ingredientes
tienen necesariamente que provenir
de la naturaleza; no deben ser
procesados.
El zacahuil, que puede llegar a medir
dos metros de largo, se prepara con
una masa de maíz martajada,
mezclada con chile ancho, y relleno
ya sea de carne de puerco o pollo.
Posteriormente se envuelve con
hoja de plátano y es cocido durante
cuatro o seis horas, dependiendo
del número de tamales.
Según el investigador y especialista
Armando Herrera, el zacahuil
también se ofrecía para motivar la
buena siembra. Era una especie de
ofrenda que se brindaba
especialmente a la tierra. “Así que
este alimento guarda todo un
contexto histórico, social y cultural
de una población”, afirma.
Por otro lado, Herrera destaca el
carácter comunitario que hay
alrededor de su preparación. Y es
que su tamaño obliga a la
participación de varias manos, lo
que genera un núcleo social muy
interesante alrededor de un
alimento.
De hecho, una par te de la
preparación la hacen las mujeres
(preparar la salsa y el relleno), pero
otra es exclusivamente para los
hombres: el amarre del tamal, así
como la colocación de éste en el
horno.
“Además”, dice Herrera, “no sólo
es un alimento que exige la ayuda
de muchas personas para elaborarlo,
sino también para degustarlo, ya
que su tamaño invita a compartirlo
con toda la familia o vecinos”.
Elaboración artesanal
Primero se debe preparar una masa
con una consistencia muy especial.
Es maíz ligeramente molido al que
se le agrega sal, manteca y chile
ancho molido. Tan pronto se bate,
está lista para vaciarse sobre las
enormes hojas de plátano (para
cada zacahuil se requieren dos
docenas y medias).
No en cualquier lugar se puede
enrollar esta mezcla, así que las
familias que se dedican a la
producción de este alimento
construyen una especie de catre
donde son colocadas las hojas para
que la masa tome una forma
cilíndrica luego de ser envuelta y
apretada con lazos y alambres.
Previo a la envoltura, la carne de
puerco y pollo es colocada sobre
la mezcla, que al final las cubrirá en
su totalidad. Tan pronto son
amarrados estos tamales se llevan
al horno. Y listo. Sólo queda esperar
unas horas para degustar de este
exquisito platillo.
an Felipe Orizatlán es un pequeño paraíso. Un pequeño
y lejano paraíso: 308 kilómetros cuadrados abarcan su
territorio –esto es cinco veces menos que el Distrito
Federal– el cual es abruptamente dividido por la Sierra
Madre Oriental, así como por cuencas, valles, acantilados,
barrancas y cordilleras.
Se ubica en la parte norte de Hidalgo y se requieren más
de ocho horas de traslado si se viaja desde la Ciudad de
México. Según datos oficiales, el municipio cuenta con
poco más de 40 mil habitantes, de los cuales la mitad
habla al menos una lengua indígena.
El viaje llega a ser tortuoso: la segunda mitad son sólo
curvas pronunciadas para bordear enormes cerros y
formaciones rocosas. Pero al final la aventura vale la pena.
San Felipe es pintoresco y la gente en extremo amable.
Muy hospitalaria. Más ahora, que por primera vez reciben
a tantos visitantes en una misma tanda. Todos –músicos,
bailarines, fotógrafos y reporteros– asisten al XIV Festival
de la Huasteca.
Y eso es motivo de fiesta. Nunca antes habían celebrado
nada fuera de las festividades propias del pueblo. Durante
cuatro días, San Felipe se convertirá en un verdadero
oasis. Serán cuatro días de ver rostros diferentes, de hablar
con gente nueva... y cuatro días de bonanza económica.
Y es que aquí las cosas no son fáciles. Apartados de
todo, muchos eligen emigrar a otros lugares. Los adultos
viajan a Estados Unidos, mientras
que los más jóvenes prefieren ir a
Monterrey. Cada verano, en
vacaciones, oleadas de muchachitos
salen de su pueblo en busca de una
opor tunidad, la que sea. Un
restaurante, una lavandería o un
supermercado, todo es bueno. Y
después de un par de meses, de
nuevo a la escuela porque “hay que
estudiar”.
Lo dicho, aquí las cosas no son
fáciles. Eso lo sabe muy bien Don
Cristóbal, acaso el nevero más
conocido de San Felipe. “Aquí la
vida es dura, joven; estamos muy
apar tados y pues todo tarda en
llegar hasta acá”, dice apenas con
un hilito de voz, que contrasta con
ese rostro de facciones duras.
“Uno hace lo que puede, pero no
siempre resultan las cosas. A mí me
gusta mucho lo que hago, trabajo
todos los días, y ya ve, apenas sale
para comer”. Don Porfirio tiene más
de medio siglo haciendo nieves y,
asegura, conoce todos los secretos
para que la suya sea la mejor. Su
especialidad: la de jobo. No dejan
de sorprender los precios: $2.50 la
chica; y $3.00 la grande, bien
copeteada.
Después de un largo peregrinar de
más de dos décadas por Veracruz
y Tamaulipas, ahora regresa como
un hombre feliz, como un “pata de
perro” incansable: “Viajé por donde
quise. Viví en Veracruz, en Xalapa, y
también en Ciudad Victoria, Nuevo
Laredo y Tampico. Siempre
vendiendo mis nieves, porque a mí
nunca me gustó estar encerrado en
una fábrica. Yo lo que disfruto es
caminar por las calles y conocer
gente, como ahorita. Ahora tengo
74 años y estoy contento porque
regresé a casa”.
Trabajadores y hospitalarios
En San Felipe, la mayoría de la gente
se dedica a la agricultura, el principal
motor económico. Otros más a la
venta, lo mismo de comida, que de
ropa o artículos para el hogar. Pero
sin duda lo más redituable es la
venta de alcohol: el caballito doble
de aguardiente cuesta 15 pesitos y
la cer veza Barrilito ¡sólo diez!
Así que por aquello del calorcito, la
primera parada obligada es en “La
princesa”, una de las cantinas más
pintorescas de San Felipe. Don Luis,
el propietario, cierra comúnmente
a las 11 de la noche, pero ahora
que son días de fiesta lo hace hasta
que la gente siga consumiendo.
La cosa es que aquí nadie tiene
llenadera. Son las tres de la mañana
y la cerveza corre a la par de los
sones huastecos. Nunca antes había
estado así de concurrida “La
princesa”, ni don Luis tan sonriente,
que ahora ríe de contento. El dinero
corre que da gusto.
Todos bailan y beben, algunos
cantan, otros se besan... y unos más
han visto al mismísimo Diablo.
Cuando eso sucede, es momento
de parar con el aguardiente.
La verdad es que aquí todos son
amables. Muchos nos preguntan
sobre el Distrito Federal y sobre
nuestro trabajo. Sienten curiosidad
por las cámaras fotográficas, pero
no miedo. De hecho, les encanta
verse congelados en la pantallita de
la Canon. Y me piden que les tome
fotos. Yo los complazco.
Todos aquí destacan la amabilidad de la gente, y así
es, efectivamente.
Por eso, ya medio alcoholizado, mientras zigzagueaba
en la mañana por la plaza, me golpea doblemente la
noticia principal del Diario de las huastecas; “¡Mató a
su amigo en pleito de borrachos!”. A continuación leo:
“Un campesino fue degollado por su mejor amigo,
luego de que durante todo el día se fueran de
parranda”. La nota relata que después de la borrachera,
Emiliano se quedó dormido junto al cadáver de Arnulfo.
Cuando su esposa, al ver el patio de la casa lleno de
sangre, despertó a su marido para preguntarle qué
había pasado, éste simplemente respondió: “Creo que
maté a mi amigo”.
De skatos, punks y emos
¿Qué hacen los más jóvenes en San Felipe? Pues lo
que hace la mayoría de los chavos en cualquier otra
parte. Van de fiesta, escuchan música para bailar (no
precisamente son huasteco) y siguen modas. Hasta
este remoto lugar ha llegado la melancolía de los emos
y la aspirada anarquía de los punks, que sin embargo
se quiebra cuando se persignan al pasar frente a la
primera imagen religiosa. No toman Gatorade ni
comen pizza, pero sí agüita de jobo y zacahuil.
En cuatro días de festival todo ha ido muy bien. Los
dos pequeños hoteles con los que cuenta el municipio
siguen sin localidades, las cantinas totalmente llenas y
los puestos de comida a reventar. Una gran fiesta de
96 horas en la que nadie ha dormido.
Pero todo lo que empieza tiene necesariamente que
terminar. Es domingo por la mañana y es momento
de partir. En las calles quedan huellas de la alegría del
día anterior. Ahora todo está más tranquilo, ha regresado
el silencio a las calles de San Felipe.
Veo por última vez el quiosco y la Presidencia Municipal.
Tomo un par de fotografías. Luego echo una mirada
a “La princesa”, pero a ella no le robo el alma, a ella
prefiero grabármela en la memoria. Así lo hago.