¿De dónde viene el Estado Islámico?

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¿De dónde viene el Estado Islámico?
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LA TRINCHERA DE PAPEL
Por Joaquín Leguina
¿De dónde viene el Estado Islámico?
D
etrás de la aparición del
Estado Islámico (Daesh
en sus siglas árabes) hay
una historia corta y una
larga, y esta última se explica en función de dos ramas del islam: chiíes
(o alíes) y suníes, en permanente guerra civil. Pero vayamos a la corta.
Según ha señalado el politólogo
francés Gilles Kepel, especialista en
las sociedades árabes, la primera generación de yihadistas aparece en
Afganistán en 1979, cuando el ejército soviético invadió el país. Se trataba de un movimiento suní que fue
entrenado y armado por la CIA y financiado por los saudíes y las petromonarquías del Golfo con el solo fin de derrotar a los soviéticos.
La siguiente generación de yihadistas intentó derrocar a los regímenes de Argelia y Egipto y tras fracasar en ello cambiaron de estrategia
y quisieron emular la proeza del Profeta y sus seguidores, que hicieron
caer el Imperio Persa y después Bizancio. Bizancio es ahora Estados
Unidos. Fue la segunda generación
de yihadistas la que atacó el 11-S en
Nueva York. Su impacto mediático
fue impresionante, pero también fue
un fracaso político. Los asesinos no
consiguieron movilizar a nadie.
La tercera generación la impulsó
Abu Musab al Suri, alias Mustafá Setmarian, que actuó como relaciones
públicas de Bin Laden en Europa.
Un hombre pelirrojo de ojos azules,
que vivió en España durante los
ochenta y se casó con la española
Elena Moreno. En 2005 publicó
1.600 páginas en un libro titulado
Llamada a la resistencia islámica
mundial, donde defiende la creación
de una yihad salida de las bases, en
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lugar de funcionar jerárquicamente.
¿Y por qué atacan a Europa? Porque consideran que Europa es el
punto flaco de Occidente. Con las
fronteras como un colador (Schengen) y con instituciones incapaces
de luchar contra el terrorismo. Atentar contra Europa también les permite utilizar a los jóvenes surgidos
de la inmigración musulmana.
Los servicios secretos sabían cómo luchar contra Al Qaeda: tenían
controladas las mezquitas y los lugares de radicalización, sabían interceptar su comunicación y desarticularon distintas redes francesas.
Pero no lograron entender ese paso
de la segunda a la tercera generación. En los últimos 10 años, las cárceles francesas se han convertido en
incubadoras de radicales bajo la mirada de una Administración penitenciaria ineficaz.
Fue la
segunda
generación
de yihadistas
la que atacó
el 11-S en
Nueva York.
Su impacto
mediático
fue
impresionante, pero
también fue
un fracaso
político. Los
asesinos no
consiguieron
movilizar a
nadie
Los atentados de París y Bruselas
fueron éxitos tácticos por haber matado a mucha gente, pero fueron
grandes fracasos políticos. Por primera vez, todos los imanes se manifestaron en contra, e incluso los
terroristas encerrados en las cárceles francesas les negaron su apoyo.
Lograron aterrorizar al adversario,
pero no provocar la guerra civil que
perseguían.
No es preciso buscar muchas explicaciones a los atentados en Francia y en Bélgica. Los comunicados
de Daesh son muy explícitos. Por
ejemplo, Francia se describe como
un país de orgías y prostitución, con
el Bataclan convertido en foco de
máxima depravación. Para Daesh,
la purificación es un concepto relevante. También en el sentido sexual. Por eso lapidan a los homosexuales.
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Pero, ¿qué es el islam?
La palabra islam alude a tres cosas distintas: primero, al islam como
religión, desde la moral individual
hasta el sistema religioso colectivo.
Después, al ámbito histórico de la
civilización islámica (Dar-al-Islam).
En tercer lugar, islam también puede referirse a la geopolítica, por
ejemplo, el conjunto de los musulmanes. Pues bien, en ese complejo
mapa mental sobresale un aspecto
relevante para comprender el mundo islámico: el chiísmo como clave
interpretativa en la historia del islam.
El chiísmo nace en la Antigüedad
tardía (años 300 a 750 después de
Cristo), en tiempos de mesías, cruzadas, gnosticismos, martirología...
En el ámbito estrictamente chií, el
papel metahistórico lo representa
Huseín (m. 680), su pasión y muerte. Pero, narrativamente, los chiíes
se remiten a una persona previa, clave para el fundamento literario del
chiísmo. Se trata de Ali, padre de
Huseín, que dará naturaleza etimológica a los alíes, y a quienes se conocerá por los alrededores como “la
facción”: la chía (chiíes).
Michel Foucault utilizó el término
“política espiritual” para referirse a
La utopía
creada por el
imán Jomeini
en 1979, el
gobierno de
la autoridad
religiosa,
representó la
internacionalización del
chiísmo. El
aprovechamiento de
todos los
problemas
internos de
Oriente
Próximo para
exportar el
modelo
teocrático
chií
Irán, a la utopía creada por el imán
Jomeini (1979): la velayat-e faqih, el
gobierno de la autoridad religiosa.
Aquello representó la internacionalización del chiísmo. El aprovechamiento de todos los problemas internos de Oriente Medio para exportar el modelo teocrático chií, aderezado con una firme y disciplinada
militancia social, política y también
armada, desde Hizbolá en el Líbano hasta el Irak ya iranizado tras la
guerra, pero también Afganistán, Pakistán, Yemen o Bahréin. Esa transformación y expansión se percibe en
el continuado goteo de sangre chií
en estas últimas zonas como consecuencia de las ofensivas suníes, ya
sean institucionales –la alianza liderada por Arabia Saudí, que bombardea el Yemen o reprime a la sociedad civil de Bahréin desde la Primavera Árabe– o protagonizadas por
los grupos paramilitares suníes que
van centralizándose al modo de las
redes sociales en torno a la bandera de Al Qaeda y, ahora, de su escisión, el Daesh o Estado Islámico.
Se repite el viejo juego de poder
en Oriente Medio entre suníes y chiíes, encabezados en la actualidad
respectivamente por Arabia Saudí e
Irán. Occidente ya parece, al fin, estar más del lado chií que del suní,
pues ha escarmentado tras armar y
formar a guerrillas suníes en Afganistán y Bosnia, que luego reaparecieron desbocadas en Argelia, Chechenia, Irak, Siria y que hoy están
fuera de control.
Frente a la elite social chií, los centros de formación del islam suní no
consiguen tener un claro papel público frente al vaticano chií, pues hay
una diferencia abismal entre el mundo de las medersas y la cultura islámica más acreditada. Además de la
existencia de espontáneos telepredicadores suníes que proyectan un
islam de IKEA: cuatro ideas manidas
y simples que funcionan entre gente iletrada. No hay entre los suníes
una jerarquía, sino un islam testimonial, en el que un telepredicador
puede citar a jurisconsultos del siglo
XIII y con eso condenar a muerte a
cualquiera, frente al chiísmo de la
Hausa, la formación reglamentada
de los jurisconsultos en universidades religiosas como las de Qom o
Nayaf, donde está terminantemente
prohibido que un testimonio del pasado contradiga el juicio de un ulema vivo. l
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