no estaba en una situación boyante, pero se veía muy
Transcripción
no estaba en una situación boyante, pero se veía muy
El presidente de la Federación de Tenis de entonces, Guillermo Alessandri, lideró la cruzada que logró recolectar 120 mil pesos de la época. Pero surgió otra dificultad: Anita no sabía inglés. Tenía 19 años, así que necesitaba una intérprete, una chaperona y un entrenador. La Federación encontró esas tres personas en miss Jackson, una profesora de tenis del Santiago College. Fue un dinero bien invertido. Ese mismo año ganó varios torneos en Inglaterra y, sobre todo, captó la atención de la prensa y del público. Fue entonces cuando comenzó a ser conocida como “Senorita”. Regresó a Chile y volvió a Londres en 1936 mediante una nueva colecta. Ese año consolidó su reputación. Llegó a cuartos de final en Wimbledon. Perdió frente a Helen Jacobs, quien ganó la copa y la llenó de elogios: “Sus golpes eran llenos de gracia, su trabajo de piernas era una delicia, pelota”, escribió el Herald Tribune. Dorothy Bundy, una jugadora norteamericana que figuraba en el top ten aquel año escribió un artículo sobre Anita: “Nadie era más popular en Estados Unidos que la alegre y risueña pequeña senorita de Chile, Anita Lizana, quien ganó el torneo y también el corazón de todos los norteamericanos”. A fines de 1937, Anita volvió a Chile y fue recibida por multitudes. El Presidente Arturo Alessandri la invitó a La Moneda y ella salió a saludar al balcón. “Mientras estuvo en Europa se pulió en términos sociales, se vestía bien, aprendió los códigos aristocráticos debido a los múltiples eventos sociales a los que le tocó asistir. Pero ella era una dama de manera innata”, puntualiza Cavalla. Asimismo hubo celebración familiar. Sergio Lizana, médico ginecólogo de la Clínica Dávila, es primo en tercer grado de Anita, pero nunca la Santiago en el histórico Ford abierto que usan los Presidentes y terminó haciendo su ingreso triunfal ante un abarrotado Estadio Nacional. En 1978, murió su esposo de un ataque cardíaco y ella se fue a vivir a Cornualles, al sur de Inglaterra, junto a una de sus hijas. Sus hermanos cuentan que la llamaron para que volviera a Chile, pero ella les respondió que ya había hecho su vida en Gran Bretaña y que ahí estaban sus hijas y sus nietos. Sin embargo, dijo que siempre se acordaba de Chile y que le encantaría volver de nuevo. En marzo de 1989, José Hinz-peter, presidente entonces de la Federación de Tenis, recibió un recado: Anita Lizana tenía ganas de venir a Chile. “Justo estábamos organizando un torneo de tenis femenino internacional que se iba a desarrollar en septiembre en Viña del Mar y pensamos que esa podría ser una excelente ocasión. Hicimos las gestiones. Ella a Chile y que no pudo hacerlo porque se dedicó a la familia y también por la Segunda Guerra. Y me dijo que le habría gustado estar más en Chile”, recuerda Hinzpeter. Entre sus actividades visitó el club de Tenis Mundial, en Quinta Normal. Además, hizo un emotivo recorrido por los lugares donde se desarrolló su infancia. Anita tenía 74 años para ese viaje y recibió un galvano y un homenaje por su trayectoria. “Estaba bien emocionada cuando le entregué el recuerdo. De hecho, no pudo ni hablar de la emoción”, cuenta Hinzpeter. “Pero se veía bien. Estaba muy contenta de estar en Chile. Y se recriminaba mucho no haber venido más. Estaba triste por haber perdido tiempo de estar aquí. Eso lo repitió varias veces”. El 21 de agosto de 1994, Anita murió de cáncer al estómago. Sus restos fueron cremados y depositadas junto a los de su esposo. “Ella no era de mucho dinero, tuvimos que ayudarla con algunas cosas. NO ESTABA EN UNA SITUACIÓN BOYANTE, PERO SE VEÍA MUY BIEN” , dice José Hinzpeter. como una bailarina de ballet. Cada devolución que hacía, exitosa o no, mostraba nervios e imaginación. Y aunque ganara o perdiera, su alegría y su sonrisa le granjeaban el cariño de todos los que la veían jugar”. En 1937, volvió a llegar a cuartos de final en la catedral del tenis. En agosto de ese año, partió a Nueva York para jugar el torneo de Forest Hill, uno de los cuatro Grand Slam del tenis. Fue su primera vez en canchas norteamericanas. No perdió ningún set en todo el torneo y finalmente lo ganó, el 11 de septiembre, al derrotar a la favorita, la polaca Jadwiga Jerdzejowska, por 6-4 y 6-2. Tenía 21 años. La prensa no fue mezquina con los elogios. “No puede uno menos que maravillarse ante el hecho de que una persona tan diminuta sea capaz de darle tanta velocidad a la conoció en persona. Su abuelo era primo del papá de la tenista. “Mi papá me contó que cuando estuvo en Chile se hizo una comida, donde fueron todos los Lizana, en un restaurante. Él estuvo ahí”, cuenta. Al año siguiente, Anita se casó y se fue a vivir a Escocia y disminuyó su actividad competitiva. Pero el mayor inconveniente se produjo con la irrupción de la Segunda Guerra Mundial, en 1939. Su mejor época la pasó sin poder jugar y cuando volvió a Wimbledon, en 1946, ya tenía 30 años. No tuvo un buen desempeño y quedó eliminada en segunda ronda. La guerra también afianzó su asentamiento en Escocia y la alejó definitivamente de Chile y de su familia. Volvió solo dos veces al país. La primera fue en 1966, por una invitación del Presidente Eduardo Frei Montalva. Se paseó por las calles de solo pidió que le pagaran los pasajes, porque se iba a quedar en casa de una prima”, cuenta Hinzpeter. Anita estuvo casi dos semanas en Chile. Se alojó en el departamento de su prima Victoria Lizana, en la calle Manuel Montt, hoy en delicado estado de salud. Hinzpeter recuerda que el español de ella era bastante agringado. “Nuestras conversaciones eran 80 por ciento en inglés, me sorprendió, no se acordaba del español. Hablamos harto de tenis, del que le tocó jugar a ella y cómo había cambiado. Me decía: ‘Si yo hubiera ganado lo que se gana ahora, sería una persona de mucha plata’. Ella no era de mucho dinero, tuvimos que ayudarla con algunas cosas. No estaba en una situación boyante, pero se veía muy bien. También me contó de las ganas que tuvo de haber aportado algo más Sergio Lizana, quien también es primo de Victoria Lizana, no estaba en Chile en el momento de su visita, pero asegura que ella viajó con una de sus hijas, Carol. “Mi prima recibió una tarjeta de Navidad de ella, así que yo la contacté. Estuvimos comunicados por unos 10 años, escribía perfectamente en castellano y me contó que daba clases de tenis y de español. Después perdimos el contacto”, sostiene. El próximo año se cumple un siglo de su nacimiento y la figura de Anita Lizana es vagamente conocida en el país, se lamenta Mario Cavalla. “Si ella fuera argentina, seguro que ya tendría un monumento”, afirma. Si así fuera, probablemente sería uno donde ella saldría sonriente, como en todas las fotos que la recuerdan. “Es que todos los tenistas somos alegres”, dice “Calei” Ayala. “Sobre todo ella, que fue campeona”. 31