El paisaje humanizado de Guipúzcoa

Transcripción

El paisaje humanizado de Guipúzcoa
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Investigación
El paisaje humanizado de Guipúzcoa
por
Leoncio
Urabayen
Hace poco estuvimos en Guipúzcoa. Nos encantamos una vez más
ante su dulce paisaje y gozamos del constante verdor y del colorido
pintoresco de aquel movido suelo. Pero, preocupados siempre por
nuestras aficiones geográficas, contemplábamos el paisaje con ojos
inquisitivos, interrogándolo y pidiéndole la explicación de sí mismo.
Queríamos saber por qué ese paisaje es como es, y de aquí obtener
algunas noticias sobre el modo como el hombre guipuzcoano ha ido
ocupando y explotando su medio geográfico y creando el paisaje
humanizado que lo caracteriza actualmente. Queríamos llegar, en
una palabra, a determinar el fundamento geográfico del poblamiento
de Guipúzcoa, visto a través de la Geografía de los paisajes humanizados. Teníamos que basarnos para ello en razonamientos estrictamente geográficos, sin dejar a la Historia, que nada tiene que
hacer aquí, intervenir en nuestro intento de explicación. Rompíamos
así ese híbrido maridaje de las dos ciencias, las cuales, por otra
parte, no suelen ir juntas más que en teoría, ya que en la práctica
todo suele reducirse a la localización de hechos extrageográficos. Lo
cual no quiere decir que nuestro estudio no pueda ser enfocado desde un punto de vista histórico, cosa que vendría a confirmarlo o
desmentirlo, pero que en todo caso eso sería eso: Historia y no
Geografía. Esta es la razón de que nuestro trabajo carezca de datos
eruditos. Todos los que contiene son de primera mano, producto de
la observación de los hechos e hijos de una consideración debenida
de los mismos, que todo el mundo puede comprobar porque están
a la vista de todos. Y dicho esto, entremos ya en materia.
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Cualquier observador, por poco minucioso que sea, notará al
entrar en Guipúzcoa una forma de paisaje humanizado realmente típica: el suelo, de relieve muy movido y formado en general por
altozanos, sostiene multitud de viviendas dispersas, los caseríos, que
se extienden por laderas y collados. Cuando el suelo ofrece terrenos
llanos de alguna extensión, puede tenerse la seguridad de encon-
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trar emplazados en ellos pueblos no muy importantes. Y la fisonomía total del paisaje se completa con los núcleos industriales, comerciales y pesqueros.
¿Obedecen estas modalidades a alguna ley geográfica que pudiera explicarlas? Vamos a hacer una intentona para encontrarlá.
Después de todo, es posible que nos salgan al paso algunos hechos
interesantes.
Navarra, con su variedad, nos ofrece tres caracterizados aspectos
en su paisaje humanizado: el de las viviendas dispares o caseríos
con algunas aldeas (agrupaciones inferiores a 200 viviendas), el de
las aldeas y el de las villas (agrupaciones superiores a 200 viviendas).
Alava es un país de aldeas. Y Navarra y Alava son ambos países
agrícolas. En ellos aparece clara la explicación de por qué es como
es su paisaje humanizado. La índole de su clima, combinada con la
forma del relieve del suelo, determinan la forma de explotación de
éste por el hombre, dando lugar a dominios agrícolas complejos y reducidos, reflejados en el caserío (región del Bidasoa en Navarra) ; o a
otros más especializados y extensos, pero no demasiado (zonas de
las aldeas en Alava y Navarra) y, por último, a las explotaciones extensas y especializadas que hacen aglomerarse a la población en las
villas (Ribera de Navarra).
En nuestra obra “NAVARRA. Una investigación sobre las residencias humanas de Navarra desde el punto de vista de la Geografía
de los paisajes humanizados”, que tenemos dispuesta para la publicación, nos hemos ocupado extensamente de esos tres distintos paisajes humanizados y de los factores geográficos que los han determinado.
Por el momento bástenos afirmar que, en Navarra, esas tres formas se explican muy satisfactoriamente por causas geográficas.
En cuanto a Guipúzcoa, nos encontramos con un suelo y un clima
extraordinariamente parecidos a los de la región navarra del Bidasea (y del Urumea, Leizarán y Araxes), esto es, a la vertiente cantábrica de esta Provincia. ¿Por qué, pues, no han de producir en
ambas regiones las mismas causas, idénticos efectos?
Y esto es lo que sucede en realidad. La vertiente cantábrica de
Navarra, al abrigo de las invasiones (el caserío, por su indefensión,
requiere seguridad, más que ninguna otra residencia humana), se
puebla de caseríos, ya que la única forma posible, en general, de
explotación agrícola del suelo en esa zona es la del dominio acomodado a las posibilidades y necesidades de una familia. En Guipúzcoa encontramos reproducidas fielmente las características geográficas de la vertiente cantábrica navarra y encontrarnos, asimismo, los caseríos como forma dominante de paisaje humanizado.
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¿como no relacionar estrechamente los dos hechos y hacerlos depender el uno del otro, como sucede en Navarra?
Esta hipótesis explicativa viene a quedar confirmada por la
observación del suelo guipuzcoano, cuyo relieve no permite, en
general, otra forma de explotación agrícola que la del caserío.
Y como la actividad de los vascos que poblaron Guipúzcoa fué la
agricultura, la forma de explotación de su suelo cuajó en esa modalidad del caserío, una de las formas de paisaje humanizado. Y esta
explicación podría extenderse a otras regiones cuyas condiciones
de clima y suelo sean semejantes a las de Guipúzcoa y la vertiente
cantábrica de Navarra. Por ejemplo: a Vizcaya, Santander, Asturias
y Galicia, donde encontramos un medio geográfico muy parecido y
en él, las viviendas aisladas o caseríos.
Claro es que, posteriormente, sobre este paisaje se sobrepuso en
ciertos lugares otro industrial, consecuencia de nuevas y distintas
actividades a que se vieron arrojados los guipuzcoanos cuando el
aumento de su población hizo insuficiente el rendimiento de la producción agrícola. Así se desarrollaron Eibar, Mondragón, Vergara,
Beasain, Tolosa y otras localidades predominantemente industriales.
Esta actividad nueva, la industria, que se iba sobreponiendo en ciertas comarcas al trabajo agrícola representado por el caserío, se reflejaba, como no podía menos, en el paisaje humanizado, que adquiría
poco a paco la fisonomía de los pueblos fabriles.
Paralelamente con la actividad agrícola y antes que la industrial,
tuvo que desarrollarse en Guipúzcoa otra forma de explotación del
medio, propicio a ella. Es la de la pesca, que tiene que ser muy
antigua en Guipúzcoa. El mar forma parte del medio geográfico de
este país y ofrece importantes recursos alimenticios. Su explotación,
por esta causa, debió, pues, ser muy temprana. Así se explican los
puertecitos pesqueros de Motrico, Deva, Zumaya, Guetaria, Zarauz,
Orio, San Sebastián, Pasajes y Fuenterrabía. Y asimismo esta actividad de la pesca, que requiere la residencia en ciertos puntos más
favorables para el atraque y amarre de las embarcaciones, se traduce en una relativa aglomeración de las viviendas, característica
de estos pueblos pesqueros, que buscan la proximidad del fondeadero. Y esta
la explicación de esos pueblecitos apretados donde
las casas se empinan amontonando pisos, por no alejarse demasiado
del puerto. Otro rasgo fisonómico del paisaje humanizado, distinto
del agrícola y del fabril, aunque con ciertos puntos de contacto con
este último.
Y finalmente, con una industria desenvuelta, con el paso a Francia del Ferrocarril y la carretera, toda la región en general y algunos
núcleos en particular (Zumárraga, Tolosa, San Sebastián, Irún) se
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expansionaron y dieron lugar a nuevas modificaciones en el paisaje
humanizado.
Así pues, la forma de explotación del medio geográfico imprime
carácter a la vida de sus habitantes y comunica su modalidad al
paisaje humanizado. La relación entre el hombre y el medio geográfico se traduce en ese paisaje. Y como tal paisaje resulta de la
actividad humana, no cabe duda del papel activo que el hombre
ejerce en su creación. Pero ¿cuál es el papel del medio geográfico
en el origen de ese paisaje?
El lazo de unión entre la actuación del hombre y la acción del
medio reside en el esfuerzo de aprovechamiento que el primero hace
del segundo. Según sea la forma que adopte este aprovechamiento
o explotación del medio por el hombre, así resulta el tipo de vida
profesional de éste, que se refleja en el paisaje humanizado, el cual
acusa claramente la modalidad de esa influencia. Esta relación podemos expresarla en forma de ley, que diría así:
“En un país cualquiera, la forma o manera en que el hombre
explota el medio geográfico determina el tipo de su vida profesional y explica las modalidades de su paisaje humanizado”
Un claro ejemplo comprobatorio de esta ley se da en el País
Vasco. Navarra y Alava (salvando las capitales, naturalmente), ofrecen un paisaje de actividades fundamentalmente agrícolas: cultivos,
no muy abundantes comunicaciones de tipo eficiente como los ferrocarriles, por ejemplo (aunque haya muchas carreteras), y concentraciones de viviendas poco importantes que van desde la vivienda
aislada hasta la villa agrícola (Tudela, la mayor, con 1.498 viviendas en 1940).
Guipúzcoa y Vizcaya, en cambio, acuciadas por el intenso desarrollo de su población, practican además en importante grado las
modalidades industrial y comercial, que se traducen en otras tantas
modificaciones de su paisaje humanizado.
Pero aquí entra en juego otro factor nuevo. ¿Por qué Vizcaya y
Guipúzcoa (en condiciones semejantes) se han dado a practicar la
industria hasta el punto de sobrepasar la modalidad agrícola, que era
la dominante en otros tiempos?
En el poblamiento de Guipúzcoa y de Vizcaya se manifiesta la
fuerza de la necesidad. Establecidos el pueblo guipuzcoano y el vizcaíno sobre un suelo poco apropiado para el gran cultivo, los primeros ocupantes, cuando se dedicaron a la agricultura, lo hicieron
creando pequeños dominios familiares que dieron origen a los actuales caseríos. El suelo no consentía otra forma de explotación que
ésta, y cuando la población creció hasta el punto de rebasar las posibilidades del medio, el excedente tuvo que buscar otras formas de
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existencia y de trabajo.. La necesidad empujó, pues, a guipuzcoanos
y vizcaínos a crearse otras formas de vida distintas de la agricultura representada por el caserío.
Al principio, esta tendencia se manifestó de una manera centrífuga, desarrollándose en un campo de acción alejado de Guipúzcoa
y Vizcaya. Era una tendencia emigratoria y aparece en la participación guerrera en las empresas españolas y en la colonización de
América.
Mas tarde, y sobre todo en el sigso XIX, la tendencia centrífuga
de los pueblos guipuzcoano y vizcaíno buscándose la vida, se transforma en una tendencia centrípeta, que se localiza en ciertos focos
industriales (Eibar, Tolosa, Mondragón, Vergara. etc.) o comerciales,
donde se aloja una pujante técnica que absorbe el excedente de población.
Arrastradas así Guipúzcoa y Vizcaya por su difícil, escaso y pobre suelo, a alimentar una población muy superior a sus posibilidades y en progresión creciente, se han visto obligadas por la necesidad a cambiar el rumbo de sus actividades consagradas a la
agricultura representada por los caseríos, por otras más reproductivas como la industria y el comercio, que son las que les sostienen
fundamentalmente.
¿Quiere esto decir que la necesidad lo explica todo? De ninguna
manera. Por encima de ella está la condición humana y las cualidades individuales y raciales. Si guipuzcoanos y vizcaínos no fuesen
hábiles, honrados, concienzudos y perseverantes, la necesidad no
hubiera hecho de Guipúzcoa y Vizcaya los focos industriales que
son ahora. Y si guipuzcoanos y vizcaínos hubieran carecido de las
cualidades apropiadas, el excedente de su población que rebasa las
posibilidades del medio hubiera tomado otro rumbo que no podemos sospechar. Ahí está el caso de Irlanda, con una población más
numerosa todavía en los Estados Unidos de América que en la metrópoli.
* * *
La forma típica del paisaje humanizado guipuzcoano que es el
caserío, parece desarrollarse donde existen condiciones de seguridad, escasez de terrenos apropiados para el cultivo y fuentes próximas. Estas pudieran considerarse como las condiciones favorables
para su desenvolvimiento.
Los caseríos en Navarra son muy frecuentes al Norte de la divisoria de aguas cantábrico-mediterráneas y escasos al Sur. En cambio, en Guipúzcoa y Vizcaya abundan por todas partes. Como en
Navarra sucede en Alava.
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El segundo factor es el terreno. Los caseríos se extienden por
terrenos de colinas de suaves laderas y desaparecen en cuanto el
terreno se turna horizontal en alguna extensión para dejar paso a
los pueblos, tanto más importantes cuanto más vasto sea el terreno
horizontal aprovechable. Mas si el terreno se hace abrupto o excesivamente pendiente, el caserío desaparece. Así se explica que en
el monte Jaizquibel (ladera meridional), los caseríos terminan a
unos 100 ó 150 metros de altitud, mientras los hemos visto cerca
de Alsasua, a unos 500 metros de altitud. Es la forma del relieve,
que en Jaizquibel se volvía inadecuado para el cultivo por su inclinación y era utilizable, en cambio, cerca de Alsasua.
El tercer factor, el agua, no necesita demostración. Hace falta
que el agua esté cercana para que el caserío pueda subsistir.
Por oposición a las condiciones favorables existen otras restrictivas, que coartan o impiden el desarrollo del caserío. Como tales
pueden considerarse la inseguridad, el terreno abrupto o llano y extenso y la ausencia de agua, que son las contrarias a las favorables que
acabamos de examinar ligeramente. Pero hay además otra: la altitud. Esta no es obstáculo para el emplazamiento del caserío... hasta
cierto límite. En Navarra puede decirse que no hay caseríos más
arriba de los 700 metros. Y aun son los menos entre los 400 y los
700 metros. Donde abundan es de los 400 metros para abajo. Y lo
mismo sucede en Guipúzcoa y en toda la vertiente cantábrica. Deben
de ser razones de clima, aparte del relieve del suelo, las que influyen aquí, obrando sobre las producciones agrícolas. Como el caserío es un dominio que debe bastarse a sí mismo (antes más que
ahora), tiene que producir cosechas variadas, que se dan mejor en
bajas altitudes (en nuestra latitud geográfica) que no en altas, de
clima más duro.
Los caseríos se desparraman por el suelo en todos los lugares
donde éste se presta al cultivo y desaparecen en cuanto ese relieve
se hace inadecuado. Por eso, los caseríos en Guipúzcoa no están
ilimitados hacia arriba por la altitud, sino por el relieve del suelo,
que, cuando se hace abrupto, no permite el cultivo y, por tanto, la
subsistencia de los agricultores.
El paisaje humanizado puede ser también considerado desde el
punto de vista estético. Mirado así el de Guipúzcoa, nos encanta a
primera vista. Mas si profundizamos un poco, no tardan en aparecérsenos aspectos menos favorables, en los que el hombre no queda
muy gallardamente. Porque en Guipúzcoa lo bello lo ha hecho la
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Naturaleza con el agua y da vegetación. El hombre no ha llegado
todavía más que a utilizar el paisaje, sin mejorarlo. Así, cuando se
han repoblado los montes, se han utilizado las coníferas, que ponen en la suavidad y la alegría del paisaje guipuzcoano su sombría
nota perenne, cuando podían muy bien haberse empleado otros árboles que allí se dan naturalmente (fresno, plátano, castaño) y que
son más bellos y hasta más útiles.
Y lo mismo ha sucedido con las aguas, que no han hecho más
que padecer en su contacto con el hombre: El río Oria, por ejemplo,
es un desastre. A partir de Tolosa hasta el mar aquello no es un
río, sino un vertedero de los detritos de un montón de fábricas.
Y raras son las fuentes arregladas y acondicionadas con el tierno
cariño que despierta en todo amante de la Naturaleza un pequeño
manantial.
El medio geográfico ha sufrido, se ha deteriorado, ha perdido
en su contacto con el hombre de Guipúzcoa. Y aun éste tampoco
ha ganado mucho en la mejora de su tipo de vida. En los centros
industriales vive apiñado y en los medios rurales y sobre todo en
los caseríos, vive falto de confort y muchas veces de higiene. Claro
es que aquí intervienen factores sociales como el régimen de salarios y la escasez de viviendas en los centros industriales, y los
arrendamientos, sobre todo en los caseríos.
Constituyen excepción las villas o chalets de las personas pudientes que abundan en Guipúzcoa y que muchas veces son extraordinariamente agradables. Pero aun en esto encontramos también diferencias. Hay mejor gusto en la apariencia de las casas de la zona
de Tolosa y Andoain que en la de San Sebastián hasta la frontera.
Deben de influir en ello factores étnicos y sociales en cuyo análisis no vamos a entrar ahora,
Pamplona, 29 septiembre 1950.

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