COMO LA BOCA DE DIOS La forma de hablar de alguien dice

Transcripción

COMO LA BOCA DE DIOS La forma de hablar de alguien dice
COMO LA BOCA DE DIOS
La forma de hablar de alguien dice mucho de lo que es la persona. No hacen falta muchos
minutos con alguien para darse cuenta qué cosas lo apasionan. El hablar nos delata, el hablar
revela el depósito que hay dentro; sea un depósito de vida o uno de muerte. Aun cuando es
una persona elocuente pero vacía de vida, eso termina por descubrirse. Nuestro hablar no
expresa únicamente palabras, sino también la profundidad de ellas. Un loro aprende a repetir
palabras cuando las escucha a menudo, sin embargo aun cuando fueran palabras hermosas
carecen de significado para quien las articula.
Mat 12:34 ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos?
Porque de la abundancia del corazón habla la boca.
Cuando Jesús dice esto lo dice en un contexto de reprensión a los fariseos quienes se suponía
conocían la palabra. En Mateo 12 Un grupo de fariseos acusa a Jesús de hacer milagros por
medio de los demonios. Estos hombres que debieran hablar bien, hablan mal. Ellos eran
considerados maestros por muchos, y ellos mismos se consideraban como tal. Así que
deberían hablar lo correcto pero no podían hacerlo porque aunque tenían las vestiduras
externas apropiadas y discursos religiosos elocuentes, estaban desnudos en su espíritu y
desprovistos de la vida de Dios. Ellos acusaron a quien era y es la vida, hablaron mal de Él y no
bien porque de la abundancia del corazón habla la boca.
A través de la historia han existido personajes que con frases elocuentes han dejado sus
huellas en la humanidad. Muchas frases de estas expresan verdades que en el campo humano
pueden ser aplicadas, sin embargo todas ellas juntas son impotentes para generar vida. Esta es
la gran diferencia entre las palabras expresadas por el hombre desde la sabiduría humana y las
expresadas por quien es el creador del ser humano, el que le dio la vida al hombre.
El ser humano llega a tener la vida de Dios cuando tiene al Hijo.
1Jn 5:12 El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la
vida.
Y las palabras del Hijo nutren esa vida.
Juan 6:63 El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que
yo os he hablado son espíritu y son vida.
Tenemos entonces que el hablar de una persona inicia una transformación cuando nace de
nuevo y que ese hablar madura en la medida que come la palabra de vida.
El apóstol Pablo le escribe a los corintios, una iglesia con grandes problemas relacionales. Unos
creían tener la razón acerca de ciertas cosas lo cual otros refutaban. El hablar de los corintios
estaba evidenciando su condición espiritual tanto así que se jactaban de hablar en otras
lenguas y pensaban que tener expresiones de este don los hacía más espirituales. El apóstol
Pablo les habla en la primera carta de varios aspectos doctrinales y parece como si hiciera un
paréntesis para explicarles en el capítulo 13 lo práctico del amor, como fundamento para
restaurar las relaciones. Después de mencionar las virtudes del amor Ágape que expresan el
carácter de Cristo, Pablo menciona algo con relación al hablar.
1Co 13:11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba
como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.
Pablo se toma como ejemplo para hacerles ver a los corintios que tenían un grave problema
con su hablar. El hablar de los corintios los había metido en muchos problemas pero ese hablar
inmaduro correspondía a una condición espiritual deplorable.
Pablo conecta el hablar con el grado de madurez de la persona. Los niños hablan como niños
pero cuando crecen no deben hablar más como niños. Está bien que un bebé balbucee y que
no se le entienda lo que dice, está bien que un niño se le dificulten algunas palabras de común
uso pero si una persona adulta balbucea o tiene problemas para pronunciar palabras comunes
ya es preocupante y se necesita intervención profesional. Los corintios hablaban como niños
por eso Pablo les da fundamentos doctrinales y principios prácticos para salir de la niñez y
entonces hablar como conviene a hijos maduros.
Los niños hablan y después piensan y emiten juicios desde su inmadurez. Todos hemos estado
allí. El inicio de nuestra vida en Cristo sin duda tuvo esa etapa. Lo dañino es cuando cristianos
perpetúan esa etapa y lo evidencian en su forma de hablar.
Alguien que está siendo enseñado por Cristo, que está sujeto a sus pastores, que tiene
continuidad en las reuniones de la iglesia inevitablemente es transformado en su manera de
hablar. Sería muy bueno si usted le preguntara a alguien si ve algo diferente en su forma de
hablar. Si no lo ven, eso es de verdad preocupante.
Hch 4:13 Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran
hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado
con Jesús.
Los líderes religiosos pudieron identificar por la manera de hablar que Pedro y sus compañeros
habían estado con Jesús. El hablar de los discípulos los identificó con Cristo. La manera de
nuestro hablar le muestra a los demás de quien somos íntimos. ¡Que tu hablar te delate! ¡Que
tu hablar proclame que la vida de Dios está en ti! ¡Que tu hablar diga que eres cristiano!
No se trata de un hablar místico o religioso, no se trata de un lenguaje rebuscado. Se trata de
un hablar de vida, de fe, de esperanza, de gozo. Es un hablar contrario al mundo, un hablar en
el cual no se hablan las tonterías que destruyen ni las vanidades que corrompen.
La boca de Jeremías
“….Serás como Mi boca…” esto fue lo que Dios le dijo al profeta Jeremías. Un hombre que tuvo
que proclamar el mensaje del cielo en una de las épocas más sombrías de Judá. Dios vio con
dolor como el corazón de su pueblo se inclina constantemente a los ídolos, la injusticia social y
la violencia. La consecuencia sería que los enemigos prevalecerían, que Judá sería llevada en
cautiverio, las ciudades destruidas y muchos perecerían a manos de sus captores. El profeta
veía todo esto y mientras Dios hablaba a su corazón las imágenes pululaban en su mente y en
lo que veía nada era grato. Jeremías se muestra en el escenario bíblico como uno de los
profetas más vigorosos quien más allá de las afrentas y persecuciones que sufrió, mantuvo la
firmeza y no adulteró el mensaje.
En el capítulo 15 de Jeremías el profeta ha escuchado la dura declaración de Dios.
Jer 15:14 Y te haré servir a tus enemigos en tierra que no conoces…
Jeremías ha rogado por el pueblo, pero definitivamente no hay cura para la nación; el pueblo
de Dios esta torcido y tendrá que ser enderezado “a la fuerza” en manos de sus enemigos.
Ante tal situación es fácil que las rodillas tiemblen, que las fuerzas falten y que la tristeza haga
fiesta, sin embargo, el profeta halla fortaleza y gozo sobrenatural en la palabra del Señor.
Jer 15:16 Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y
por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de
los ejércitos.
El profeta come las palabras de Dios como si se tratara de un postre, como si ellas tuvieran
algo que no se halla en ningún lugar, como si ellas le infundieran un aliento extraño, pero
bueno, sobrenatural, pero al alcance de los que sirven en fidelidad al que los llamó.
El profeta en su dolor pregunta. ¿Serás para mí como cosa ilusoria, como aguas que no son
estables? (ver 18). ¿Acaso era un producto de la imaginación de Jeremías el llamado de Dios y
el mensaje que le dio? ¿Sería la vida de Jeremías como un barco a la deriva arrastrado por
aguas impetuosas?
La respuesta no tardaría. De la misma forma como le comunicaba los mensajes que el profeta
debía proclamar a Judá, así mismo el Señor le hizo escuchar una respuesta.
Jer 15:19 Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí
estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse
ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos.
En otras palabras, Dios le habla al profeta acerca de una decisión que él debe tomar.
Convertirse es darse vuelta. Las preguntas de Jeremías lo estaban llevando en una dirección
contraria, así que, Dios le “dice”: “date vuelta, ¡mírame! y si lo haces calmaré tu dolor,
aquietaré tus dudas. Si me miras podrás ver mis ojos sobre ti y en mi presencia permanecerás,
mis delicias comerás, si entresacares lo precioso de lo vil, si puedes ver la separación que mi
palabra hace en tu corazón, si puedes darte cuenta cómo ella parte en dos tu ser, si puedes ver
la diferencia entre mi palabra y tus sentimientos, si puedes ver que más allá de lo que te
muestro, sea agradable o no al alma, ¡es mi palabra!, entonces serás como mi boca, hablarás
como yo,… tu voz será la mía. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos. Ellos
quieren oír lo que les parece, se entretienen con tonterías y hablan de la misma forma, pero tú
no puedes ser como ellos. Ni escuchas sólo lo que quieres, ni hablas lo que quieres. Ellos
deben oírte a ti y no tú a ellos. Sólo predica mi mensaje y entonces……”
. Jer 15:20 .. te pondré en este pueblo por muro fortificado de bronce, y pelearán contra
ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte,
dice Jehová.
Jer 15:21 Y te libraré de la mano de los malos, y te redimiré de la mano de los fuertes.
Jeremías necesitaba experimentar el poder de la palabra que había comido. Esta experiencia
debe ser continua en el creyente. La palabra dentro del cristiano genera una revolución que
produce separación para llevar a una expansión y tener una expresión. Así como sucedió en
la creación. Dios revoluciona con su palabra separando, expandiendo y expresando de esta
forma su poder.
Un silencio necesario
Luc 1:5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de
la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet.
Luc 1:6 Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los
mandamientos y ordenanzas del Señor.
Luc 1:7 Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad
avanzada.
Luc 1:8 Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden
de su clase,
Luc 1:9 conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso,
entrando en el santuario del Señor.
Luc 1:10 Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso.
Luc 1:11 Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del
incienso.
Luc 1:12 Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor.
Luc 1:13 Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu
mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.
Luc 1:14 Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento;
Luc 1:15 porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del
Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.
Luc 1:16 Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos.
Luc 1:17 E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los
corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos,
para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.
Luc 1:18 Dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer
es de edad avanzada.
Luc 1:19 Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he
sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas.
Luc 1:20 Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga,
por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.
Luc 1:21 Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él se demorase
en el santuario.
Luc 1:22 Pero cuando salió, no les podía hablar; y comprendieron que había visto
visión en el santuario. Él les hablaba por señas, y permaneció mudo.
Luc 1:23 Y cumplidos los días de su ministerio, se fue a su casa.
Luc 1:24 Después de aquellos días concibió su mujer Elisabet, y se recluyó en casa por
cinco meses, diciendo:
Luc 1:25 Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta
entre los hombres.
Luc 1:57 Cuando a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, dio a luz un
hijo.
Luc 1:58 Y cuando oyeron los vecinos y los parientes que Dios había engrandecido para
con ella su misericordia, se regocijaron con ella.
Luc 1:59 Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban
con el nombre de su padre, Zacarías;
Luc 1:60 pero respondiendo su madre, dijo: No; se llamará Juan.
Luc 1:61 Le dijeron: ¿Por qué? No hay nadie en tu parentela que se llame con ese
nombre.
Luc 1:62 Entonces preguntaron por señas a su padre, cómo le quería llamar.
Luc 1:63 Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se
maravillaron.
Luc 1:64 Al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a
Dios.
Luc 1:65 Y se llenaron de temor todos sus vecinos; y en todas las montañas de Judea se
divulgaron todas estas cosas.
Luc 1:66 Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: ¿Quién, pues,
será este niño? Y la mano del Señor estaba con él.
Luc 1:67 Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó……….
Zacarías era un sacerdote que dentro del orden establecido para el servicio del templo cumplía
con determinada labor. Era un buen hombre, alguien que amaba a Dios y que aguardaba la
venida del Mesías; el salvador que los liberaría de los enemigos. Su esposa era descendiente
de Aarón y se dice de los dos, que eran Justos delante de Dios. Eran personas ejemplares,
pero tenían una condición que los afligía; ellos no tenían hijos y eran de edad avanzada. Para
los judíos no tener descendencia era algo muy frustrante y que generaba vergüenza. La
esterilidad era tenida como un castigo de Dios y como una sentencia que daba por terminado
un linaje.
Lucas nos cuenta, que cierto día Zacarías estaba ejerciendo el sacerdocio según su turno, pero
le correspondió a él por sorteo entrar al santuario del Señor para ofrecer incienso. Un
sacerdote según la clase de Zacarías podía pasar toda su vida desempeñando otros oficios y
nunca tener la oportunidad de entrar al santuario a quemar incienso debido a que eran
muchos los sacerdotes que participaban en el sorteo.
Así que, Zacarías recibe la gran sorpresa. ¡Él entrará al santuario!, esta experiencia sería una de
las más importantes de su vida. Era un hombre anciano y en los últimos años de su vida le
correspondió ese gran privilegio.
Cuando el sacerdote entraba en el santuario, debía orar por el pueblo y una de las oraciones
que continuamente hacían allí era acerca del Mesías. Oraban y oraban pidiendo que el
salvador viniera. Así que, podemos imaginar a Zacarías allí orando, rogando por ese Mesías
mientras el recipiente con el incienso era mecido de un lado al otro. El lugar está lleno del
humo del incienso y este hombre justo está envuelto en esa atmósfera mientras en el atrio
exterior el pueblo se une a esas oraciones, clamando por un libertador.
Algunos dicen al leer el relato de Lucas, que Zacarías estaba allí orando y rogando por tener un
hijo y aunque no podemos decir que no lo hizo, lo cierto es que el sacerdote al entrar en el
santuario oraba en favor de todo el pueblo. Más adelante el mismo cántico de Zacarías nos va
a dejar ver que su oración no fue una oración personal, pero sí fue una que tenía que ver con
todo el pueblo.
Lo más importante es lo que sucedió a continuación; Mientras Zacarías oraba, un ángel se
apareció. Es el ángel Gabriel que por esos días tenía como encomienda anunciar nacimientos.
En medio de la nube de incienso el ángel hace su aparición a la derecha del altar del incienso.
No sabemos cuánto tardo Zacarías para reconocer que era un ángel. No sabemos qué pensó
cuando lo vio. Ver a alguien donde se supone que uno esta solo debe impresionar un poco.
Zacarías quedó estupefacto, le sobrecogió temor, creo que si hubiera podido orar en lenguas
lo habría hecho o simplemente caer desmayado. No obstante, no fue así, el sacerdote se
quedó quieto pensando quizá si daba crédito o no a lo que veía. Cuando el ángel le habló creo
que fue peor, sin embargo, allí se quedó. ¡No temas! Le dijo el ángel, la expresión del temor de
Zacarías fue tan clara que el ángel tuvo que decirle algo que captara su atención y que le
hiciera ver que quien estaba al frente era un ángel del Señor. “tu oración ha sido oída” ¿Cuál
oración? Recordemos que el sacerdote hacia oraciones específicas y continuamente en favor
del pueblo. Zacarías ha estado orando por el Mesías venidero, y el ángel le habla de su esposa
y de su descendencia. Podríamos creer que entonces Zacarías sí estaba orando para que Dios
le diera hijos o podemos pensar que el hecho de tener un hijo estaba directamente
relacionado con el Mesías que habría de venir. Evidentemente, el hijo de Zacarías estaba
estrechamente vinculado al Salvador. Así que, si Zacarías estaba orando por el Mesías que
habría de venir, la oración fue escuchada y el hijo que tendría sería el precursor del Salvador.
A menudo, Dios responde oraciones de formas inusuales. Zacarías oró por Israel y Dios le dio
un hijo. Pero no sería cualquier hijo, sería un hijo con un ministerio específico; ¡preparar al
pueblo para reconocer al Salvador!
El ángel le dijo algo concreto al sacerdote; “tendrás un hijo y lo llamaras Juan”
¿Cómo así? Acaso no son los padres los que le dan el nombre a los hijos. Pues bien, el hijo de
Zacarías era un milagro de Dios y es Dios el que decide cómo llamar lo que Él hace.
El ángel le dice a Zacarías que su hijo será grande delante de Dios, y qué bueno que lo aclaró
porque la vida de Juan el bautista vista desde la perspectiva humana no parece gran cosa. La
biblia está llena de hombres y mujeres que murieron siendo pequeños a los ojos humanos
pero que dejaron una huella de fe tan profunda de los cuales este mundo no fue digno.
Juan fue apartado desde su concepción. Tendría una forma de vida específica, una dieta
alimenticia exclusiva y tendría una dote especial: “será lleno del Espíritu Santo”. No sé qué
tanto pudo entender Zacarías de lo último. El ángel habla claramente del ministerio de Juan;
“hará volver el corazón de los justos” “preparará al Señor un pueblo bien dispuesto”.
Zacarías tuvo la primicia divina. Este sencillo sacerdote pudo ver los titulares del cielo; “El
salvador viene”. Y Zacarías sería el padre de quien prepararía el camino; ¡Juan es su nombre!
En el verso 18 Zacarías expresa su incredulidad. No juzgamos a Zacarías, pienso que muchos de
nosotros hubiéramos salido corriendo cuando el ángel le habló. El sacerdote dice lo que desde
lo natural es correcto. ¿Cómo puede ser? Mi esposa y yo estamos viejos. Creo que Zacarías
quiso tener a Abraham al lado para saber qué responder. Zacarías no estaba más viejo que
Abraham y Elisabet no estaba más vieja que Sara. Conviene mucho callar cuando Dios dice algo
de lo cual no tenemos los detalles, conviene mucho dejar que Dios hable y escuchar
atentamente, así cuando lo haga, sea a través de un ángel.
El ángel le responde: “soy un mensajero, cumplo con decirte lo que Dios me dijo” “traje
buenas noticias” pero tu incredulidad te dejará mudo. El ángel le da una lección a Zacarías que
jamás olvidará. Una lección que debiéramos aprender por revelación y no por experiencia; la
incredulidad te impide hablar. La incredulidad hace que la boca se cierre e impide hablar el
bien de Dios. La incredulidad impide que se hablen las buenas nuevas de Dios.
¡Quedarás mudo! Le dijo el ángel a Zacarías. “No hablaras hasta que Juan nazca”. La boca del
sacerdote fue silenciada ¿Por qué? Porque necesitaba aprender a hablar. Cuando no sabemos
qué hablar, cuando nuestro hablar no es como el hablar de Dios, lo mejor que podemos hacer
es guardar silencio. Guardar silencio nos permite “oírnos por dentro” las voces del alma deben
ser silenciadas para oír la voz del espíritu y así cuando abramos nuestra boca el hablar sea el
correcto.
Después del encuentro con el ángel. Zacarías sale del santuario. Antes de entrar era un viejito
“parlanchín” pero ahora es un sacerdote silencioso. Los demás no tenían forma de saber
exactamente qué sucedió adentro, pero comprendieron que algo extraordinario había
sucedido. Zacarías les habló por señas y en silencio cumplió los días de su servicio en el
santuario para luego regresar a casa. El sacerdote llegó en silencio y como pudo le explicó a su
esposa lo sucedido. Elisabet lo comprendió bien y tanto fue así que juntos pusieron “manos a
la obra” y a los días Elisabet ya se hallaba embarazada.
A partir del verso 57 se narra acerca del momento del alumbramiento del hijo de Zacarías y
Elisabet. Los vecinos y parientes están alegres por este nacimiento. Todos los alumbramientos
en el seno de un hogar despiertan un gran regocijo; El caso de Zacarías y Elisabet genera aún
más. Ellos son de avanzada edad y milagrosamente tienen un hijo. La gente los acompaña al
templo para circuncidar al niño de acuerdo a la tradición judía. Comúnmente en muchas
culturas se acostumbra a llamar a alguno de los hijos con el nombre del padre. En nuestra
cultura todavía es común hacer esto y si los niños pudieran hacer algo para impedir el llevar el
nombre del papá, seguro no pocos lo harían. Posiblemente Zacarías y Elisabet le habrían
puesto un nombre diferente a su hijo si Dios no les hubiera dicho como llamarlo. La gente
también hacía lo propio; en medio de la euforia, llamaban al niño con el nombre del papá.
¡Zacarías! ¡Zacarías!. El significado de Zacarías es “Dios se acordó”. ¡Dios se acordó! ¡Dios se
acordó!- lo llamaban ellos
En la experiencia cristiana tendemos a ponerle nombre a las manifestaciones de Dios. Hay
casos donde Dios da una visión para que en dependencia de Él Y bajo los dones dados
podamos dar un nombre a algo (de esto se habló en la entrega anterior) y hay otros casos
particulares donde Dios mismo da el nombre y ese debe prevalecer; Dios le dijo a Abraham:
“llamaras su nombre Isaac”. Dios le dijo a María: “llamaras su nombre Jesús”. Las personas
alrededor quieren darle el nombre que ellos consideran. Ellos dirán: “llámalo Zacarías porque
esa es la tradición, alguien debe llevar este nombre porque así ha sido siempre”. Gente
pretenderá decirte cómo debes llamar ciertas manifestaciones divinas pero debes estar atento
si Dios ya le dio un nombre. ¿Cómo llamas a tu vida? ¿Cómo llamas a tu familia? ¿Cómo
llamas a tu esposo, esposa o hijos? ¿Cómo llamas a tu economía? No llamamos las cosas según
los demás dicen, ni siquiera de acuerdo al pensamiento propio sino de acuerdo a lo que Dios
dice de ello en su palabra.
Zacarías era un buen nombre; decir que Dios se acordó es bueno, pero el Señor había dicho
que se llamaría Juan. Juan es gracia de Dios. El nombre de Zacarías alude a la memoria de Dios
pero el nombre de Juan alude a su misma esencia. Es mejor decir gracia de Dios a decir
simplemente que Dios se acordó. Juan era un regalo no solo para Zacarías y Elisabet, sino para
la nación de Israel y de alguna forma para todos pueblos.
Cuando los vecinos y parientes llamaban al niño Zacarías, Elisabet les dijo ¡No!, ¡Se llamará
Juan! ¡Gloria a Dios por mujeres así! Mujeres que reciben con humildad los mensajes del cielo,
mujeres que pueden reconocer que es mejor tener un marido silencioso que hace la voluntad
de Dios que uno que habla mucho pero no tiene un corazón sumiso. Qué bueno por mujeres
que dicen lo que sus esposos no puede decir, y que aguardan en fe el día en que ellos hablen lo
correcto. Mujeres que llaman las cosas como Dios las llama. Ellas dicen lo que Dios dice de sus
vidas, dicen lo que Dios dice de sus esposos, dicen lo que Dios dice de sus hijos. Son mujeres
con revelación que no ceden a lo que los tradicionalistas les dicen, sino a lo que el Señor les ha
hablado. Estas son las mujeres que dicen: Dios dijo que se llamará Juan, entonces, ¡Juan se
llamará!
La gente que rodeaba a Zacarías y Elisabet siguió cuestionando: ¿por qué Juan? Los propósitos
de Dios están ocultos a los necios. Ellos dicen a menudo: “no estoy de acuerdo” “no me
parece” ellos ven los asuntos desde un ángulo natural y es necesario tener los ojos abiertos
para poder verlo desde la perspectiva Divina.
Le pasaron a Zacarías una tablilla para escribir. Recordemos que lleva un poco más de nueve
meses en silencio. La lengua del sacerdote ha estado sin uso desde el día que el ángel se le
apareció. Podemos decir que Zacarías vivió una especie de embarazo. Mientras Juan crecía en
el vientre de Elisabet, en lo interno de Zacarías crecía la revelación acerca de lo que Juan
llegaría a ser. Así que, cuando le pasan la tablilla para escribir cuál será el nombre de su hijo, él
lo tiene muy claro, así que escribe: “! Su nombre es Juan!” y es justo ahí cuando sucede otro
milagro. La lengua del sacerdote es desatada. La mudez desaparece y prorrumpe en
bendiciones a Dios. Zacarías durante más de nueve meses había estado hablando para sí y
desde su corazón orando a Dios. Al completarse el tiempo señalado, este hombre era como
una represa; estaba saturado por convicciones y sólo necesitaba algo que quitara el tapón para
entonces profetizar con poder. Fue cuando el sacerdote escribió el nombre de su hijo que tuvo
la libertad para hablar.
Tener las convicciones apropiadas desata la lengua. Llamar las cosas con el nombre que Dios le
ha dado desbloquea el torrente de bendición. El tiempo que tarde el silencio está ligado al
embarazo que se tiene. ¿Qué clase de embarazo tienes? ¿De qué estas siendo lleno en tu ser
interior? Si hay un embarazo provocado por Dios eso se hará notorio por dos cosas; el silencio
y el alumbramiento. En el silencio se teje de una forma invisible a los hombres, los planes de
Dios y el alumbramiento es la evidencia que sí hubo un embarazo apropiado. El
alumbramiento es la época de llamar públicamente las cosas con el nombre que Dios le dio,
sea un ministerio, sea un negocio, sea un hogar, sea desarrollo económico, sea lo que sea. Los
hijos de Dios necesitamos vivir embarazados y necesitamos dar alumbramientos. El tiempo del
embarazo tarda el mismo tiempo que aprendamos a llamar las cosas como Dios las llama.
Zacarías escribió el nombre de su hijo. Tal vez haya algo que necesites escribir. Puede ser que
ello sea el camino para que tu boca sea como la de Dios.
Zacarías abrió su boca cuando dijo lo mismo que Dios. Ya no había cuestionamientos, sólo
convicciones. ¡Juan llegó a ser una realidad!
En Los versos siguientes Zacarías profetiza acerca de lo que su hijo sería, profetiza del
Salvador. La boca de este hombre llegó a ser como la boca de Dios.
Zacarías comprendió por experiencia que la boca halla su vocación cuando habla lo mismo que
Dios dice.
Hay tiempos de silencio, de silencios necesarios. Tiempos de examinar lo que hablamos,
tiempos de comprobar si el hablar de la boca concuerda con el bien que Dios ha hablado de
nosotros, tiempos de ser embarazados con las semillas de Dios, pero estos serán tiempos que
desembocarán en un alumbramiento, un torrente de bendición.
No alargues los silencios, ¡cierra la boca mientras aprendes a hablar lo mismo que Dios ha
dicho de ti! No abras la boca para hablar necedades, los proverbios enseñan que somos
alimentados de lo que hablamos, nos saciamos del fruto de nuestra boca (Proverbios 18:2021). Santiago advierte de la dualidad que puede existir en el hablar y del dominio que este
miembro pequeño ejerce en todo el cuerpo (Santiago 3:1-12). El timón de tu vida está en la
boca, por eso la boca debe estar bajo el dominio de Dios. Donde estas hoy, es donde tu boca te
ha traído, donde estés mañana será producto de lo que hables en adelante.
“Serás como Mi boca” esto es lo que Dios quiere de los suyos. La prolongación de la voz de
Dios está en la boca de sus hijos. Saciados del bien de la boca del Señor para hablar como Él
habla. Que tu hablar delate de qué mesa te sacias, que tu hablar confronte la vanidad de este
mundo, que tu hablar indique que aunque estás en esta tierra, eres un ciudadano del cielo…..
Jer 15:19……..si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca……….

Documentos relacionados