Estudio del proceso evolutivo del paisaje urbano de La Cruz

Transcripción

Estudio del proceso evolutivo del paisaje urbano de La Cruz
Proceso evolutivo del paisaje urbano de La Cruz, poblado de origen jesuítico
guaraní
Ms. Arq. María Victoria Valenzuela1
Introducción
La Localidad de La Cruz, uno de los treinta pueblos fundados por la orden ignaciana en el
territorio guaraní en el siglo XVII, sufre un cruento proceso de transformación que determinó
un paisaje actual confuso y complejo. Escasos vestigios edilicios de época jesuítica
persisten visibles en superficie. La presencia de sillares -piedra arenisca- (bases de
columna, dinteles, capiteles, lápidas, líneas de muros, etc.) nos hablan de relictos de
estructuras arqueológicas y artefactos, que aparecen desperdigados en el poblado actual sin
aparente coherencia, y sin poder hacer referencia al paisaje arqueológico vinculado con el
mismo. Así, el paisaje urbano actual se percibe como una superposición confusa de dos
culturas correspondientes a momentos históricos diferentes que conviven sin llegar a
fusionarse. Este trabajo intenta elucidar el proceso de transformación transitado por la
urbanización y comprender los mecanismos que influyeron en el mismo en la reconversión
del paisaje.
Cabe aclarar que no se cuenta con documentos del trazado urbano original de la misión, lo
que nos lleva a partir de relatos de viajeros, cartas, inventarios y oficios administrativos para
reconstruir las imágenes del paisaje histórico.
Momentos del proceso evolutivo
1. La elección del lugar de asentamiento
La elección del espacio geográfico para el asentamiento de los poblados resultó un
aprendizaje gradual para los misioneros. Después de varias mudanzas -en los primeros
asentamientos no se había reparado en ciertos aspectos y conveniencias-, los criterios de
emplazamiento se hicieron más técnicos. Algunos de estos criterios fueron:
-
Terreno amplio y con tribus amigables, alejado de tribus enemigas2
-
Terreno llano, amplio -se daban precisiones de dimensiones-, y alto para captar
brisas -especialmente del sur para refrescar los veranos intensos) y evitar la
humedad3
1. Centro de estudios Arquitectónicos y Urbanos del Nordeste, Universidad Nacional del Nordeste.
2
Primera instrucción de fines de 1609 a los P. José Cataldino y Simón Mazeta. “Antes de fundar el
pueblo, se considere mucho asiento de el que sea capaz para muchos indios, de buen temple, …
teniendo atención de que estén apartados de otros, con quienes traigan guerras”
213
-
Con buenas aguas y buen drenaje4
-
Con bosques cercanos para la extracción de leña y madera para la construcción de
los edificios5
En el caso de La Cruz se puede verificar el cumplimiento de estas premisas:
“Terreno amplio y con tribus amigables, alejado de tribus enemigas”
Los guaraníes eran considerados tribus amigables ya que aceptaron prontamente la tutela
de los misioneros.
Los guaraníes, previo a la llegada de los jesuitas, desarrollaban un modo de vida
semisedentaria, conformando un ciclo itinerante. El grupo, que no sobrepasaba las cien
personas, vivía de la caza, de la pesca, y de la recolección, a lo que sumaban una práctica
agrícola rudimentaria –mandioca y maíz- que les proveía una dieta alimentaria bastante
satisfactoria. Cuando el medio natural presentaba signos de agotamiento, se trasladaban a
otras tierras. Estas prácticas hoy serían llamadas “sostenibles” ya que propiciaban la
recuperación del medio natural.
El grupo social básico, conformado por familias de numerosos miembros, tenía un sistema
comunitario de bienes de donde cada miembro satisfacía sus necesidades personales sin
mayores límites. Este sistema fue adoptado en parte por la Orden.
“Terreno llano, amplio, alto para captar brisas”:
Las extensas planicies al este y al oeste del río Uruguay fueron aprovechadas para el
desarrollo de la actividad predominante en esta y otras reducciones meridionales. El
asentamiento reduccional se ubicó en la zona mas alta de estas tierras -las Terrazas
Meridionales del río Uruguay-, descontando los tres cerros. Las Terrazas centrales y
septentrionales del río Uruguay se extienden por unos 230km a lo largo de la margen
derecha del río Uruguay, con unos 5km de ancho en las proximidades de Santo Tomé,
ensanchándose progresivamente hacia el sur. La Terraza meridional está formada por una
serie de albardones o terrazas escalonadas, discontinuas, de ancho variable, remodeladas
por la erosión, que van descendiendo gradualmente hacia el aluvial del río.
3
Instrucciones del padre Cardiel, “Para formar un pueblo se procura escoger una llanura de las
cualidades siguientes: 1) ancha como un cuarto de legua y cerca de una milla para la extensión de las
calles, 2) algo eminente, así por huir de la humedad, dañosa en estas tierras, como por gozar de aire
puro…”en Carta Relación (1747) publicada por el padre Furlong, Buenos Aires, Lib. La Plata 1953.
4
Idem anterior “3) que no tenga pantano, de los cuales se engendra multitud de molestos insectos y
víboras ponzo-ñosas, 4) “de buenas aguas cerca, así para beber, como para lavar y bañarse, a que
es aficionado todo indio, y lo nece-sita para la salud…”
5
Idem anterior 5) De buenos bosques, no distantes, para leña y para edificios
214
Esta localización permite el dominio del territorio, tanto de la extensa llanura que se
desarrolla contigua a las Terrazas, como del río. La altura, no superior a 6m, pone a salvo a
la población de los periódicos desbordes del río.
1.IB
3.V
1.IIB
3.VI
2.IV
MAPA FITOGEOGRÁFICO
Referencias
LAGUNAS, BANCOS Y ESTEROS DEL IBERÁ
SABANA EN LOMADA CUPULIFORMES
LOMADAS CUPULIFORMES, VALLES Y PLANICIES DEL AGUAPEY
TERRAZAS SEDIMENTARIAS AL ESTE DEL RÍO AGUAPEY
ALBARDONES DEL AGUAPEY
PLANICIE SUBNORMAL AL OESTE DEL AGUAPEY
ALUVIAL DEL AGUAPEY Y AFLUENTES
ALUVIAL DEL RÍO URUGUAY Y AFLUENTES
IBY-BAÍ (SUELO MALO)
Mapa fitogeográfico del área de ocupación jesuítica
en la Provincia de Corrientes.
PLANICIE AL OESTE DEL ESTERO DEL MIRIÑAY
PLANICIES CON LOMAS CUPULIFORMES DISPERSAS
FALSO ALBARDÓN DEL IBERÁ
PLANICIE
ESTEROS DEL MIRIÑAY / GUAVIRAVÍ
TERRAZAS DEL RÍO URUGUAY
TRES CERROS
SISTEMA FLUVIAL
“Con buenas aguas y buen drenaje”:
El terreno elegido presenta excelentes condiciones de drenaje al ser más alto que su
entorno. A esto se agrega el sistema de acequias y cisternas que desarrollaron los jesuitas
para evitar la pérdida de suelo y al mismo tiempo recolectar agua de lluvia.
Con respecto a la expresión “buenas aguas”, los jesuitas llamaban así a las aguas corrientes
–en este caso el río Uruguay-, no a las estancas que consideraban fuente de enfermedades,
insectos y excesiva humedad.
“Con bosques cercanos para la extracción de leña y madera para la construcción de
los edificios”
La ubicación al borde del río Uruguay también les permitió la extracción de madera de la
selva en galería, donde encontraron madera semidura como el lapacho (Tabebuia
heptaphylla), ibirá pitá (Pelthophorum dubium); y dura como el Urunday (Astronium
balansae); y la palmera pindó (Syagrus romanzoffianum) cuyo estípite era usado como
tirantería para la cubierta de los edificios.
Así la misión estaba rodeada de selva. Hacia el oeste, sin embargo, se desarrollaba una
extensa planicie. El viajero Martín de Moussy relata el posicionamiento del poblado respecto
al territorio, dice, “la antigua Misión cubre la parte superior (de la meseta), de donde la vista
se extiende hasta los tres cerros, rocas areniscas que se levantan como enormes tumultos
en la llanura”, refiriéndose a los hoy conocidos como Tres Cerros, formaciones rocosas de
175m de altura máxima.
215
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o sobre el territorio.
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216
Prospección arqueológica del Antropólogo
Juan Mujica, CFI, pg 174- Corrientes, 2006
Mapa de los treinta pueblos y sus
estancias en 1750. Maeder y
Gutiérrez
En 1768 se produce la expulsión de los sacerdotes y la instauración del Régimen de
Temporalidades. Durante este período, el poblado sigue siendo próspero, no decae su
producción, e incluso aumenta la producción ganadera con vaquerías.
Con la liberación del régimen de comunidad, iniciado en el año 1800, las estancias
comunitarias del régimen jesuítico decaen y se abandonaban por falta de operarios,
mientras los campos privados florecían. Esto generó la pobreza de los poblados jesuíticos
ganaderos, y la dispersión de la población indígena hacia otros destinos más seguros. La
pérdida de tierras y la posterior deserción aceleraron la ruina de estas localizaciones.
(Maeder, 1990)
3. El abandono
El ejército portugués al mando de das Chagas Santos asalta la reducción, por primera vez,
en 1811. Desde este año La Cruz se convierte en botín de guerra en varias oportunidades.
En 1817 el pueblo fue incendiado y saqueado por el mismo ejército, la población quedó
completamente desolada y sin recursos. Algunas familias buscaron asilo en San Borjas,
otras se dispersaron en la selva. El saldo de esta embestida fue la destrucción total de la
Iglesia, construida de adobe, de parte del Colegio, y el desplome de la mayoría de los
tejados.
Trece años después, en 1830, un grupo de desertores de las misiones del norte, al mando
del teniente coronel Juan Cavañas, se asientan en las ruinas de la Misión y piden la
protección del gobierno correntino mediante la firma un pacto donde adhieren al gobierno de
la provincia de Corrientes.
217
No es difícil imaginar el estado en que se encontraba el pueblo en este momento, tras un
gran incendio y posterior abandono. La selva, con un vigoroso crecimiento favorecido por el
clima subtropical húmedo –temperaturas media anual de 18° y precipitaciones de 1200 a
1300 mm anuales-, se apropió del lugar -el higuerón (Ficus luschnathiana), árbol parásito,
de crecimiento vigoroso, cuya semilla es plantada por los pájaros, era el principal enemigo
de las construcciones con fisuras y/ morteros de tierra desgastados-. Calles invadidas por
vegetación y piedras sueltas, abovedadas por raíces, construcciones de piedras sin cubierta,
pedazos de tejas por doquier, tirantes y columnas de madera quemadas, muros de adobe
erosionados por la intemperie, árboles encaramados en los muros de piedra que ya
comenzaban a desplomarse, componían el paisaje urbano cruceño. Los habitantes,
habiendo perdido las características de urbanidad, lejos del orden jesuítico, se tornaron más
“salvajes” o menos urbanos, viviendo entre ruinas, subsistiendo miserablemente. Al respecto
el padre Prado6, relata al gobernador Ferré, tres años después del repoblamiento, sobre la
situación del poblado a su llegada.
“yo he llegado no al pueblo de La Cruz, sino al bosque en donde fue el dicho pueblo, donde
viven las gentes como los carayás o tigres, entre los montes; aquí no se sabe donde han
sido las calles sino por disques y se manejan por sendas estrechas las gentes que viven por
aquí…”
4. Inicio de la Reconstrucción
Habiéndose asentado la nueva población, se comienza la construcción de la nueva iglesia
tras la destrucción total de la iglesia jesuítica. La Iglesia nueva, más modesta y mas
pequeña, se construye en el atrio de la antigua que conservaba su imponente escalinata y
su pavimento con dibujos geométricos originales, y con los escasos recursos de que
disponían, “un humilde rancho de palo a pique” –describía el padre Gay-. Así mismo se
reconstruyen los edificios para albergar al nuevo gobierno. Para la reconstrucción del pueblo
se traen nueve mil tejas de la Yapeyú – entonces abandonada y en ruinas- para techar la
Comandancia en parte del antiguo Colegio, y otros edificios.
En febrero de 1839 se habilita el puerto de la localidad para el comercio interior y exterior,
medida que estaba dirigida a generar progreso y el afianzamiento de la población. En el
mismo año la ofensiva del ejército rosista ocupa el pueblo volviendo a producir el éxodo de
las familias, las que buscaron refugio en el pueblo de Itaquí. En 1841, tras dos años de
abandono, caído el gobernador federal Romero, el Comandante Martín Ortiz, encuentra al
6
Fray Prado a cargo de la iglesia de la Cruz desde el 19 de febrero del año 1834. El padre Juan Pedro
Gay, párroco de San Borjas, lo sucedió después de su muerte. En 1860 asume el presbítero José
María Vázquez.
218
pueblo abordado nuevamente por la selva y sin recursos, dice “En este pueblo no hay nada
que inventariar” y agregaba la necesidad de herramientas para la limpieza del pueblo.
(Palma, 1972)
En 1844 el pueblo fue nuevamente saqueado por fuerzas brasileñas, dejando a los vecinos
desprovistos de sus más íntimas pertenencias. Un año después, en 1845, soportó una
ofensiva paraguaya, quienes devastaron la región y destruyeron las viviendas. Los vecinos
huyeron al Brasil, abandonando una vez más el poblado.
Nueve años después el departamento estaba prácticamente despoblado y carente de
recursos económicos. El capitán Juan Chamorro realizó labores de mejoras y recuperación,
en esta oportunidad escribía:
“Es verdad que hay mas de cien hombres en el departamento, pero todos son de familias y
se hallan ocupados en las labores de la tierra para plantaciones, que es la única esperanza
de las pobres familias que se hallan miserablemente pobladas en este lugar”.
En estos años el país comienza un período de paz, muchos cruceños manifiestan el deseo
de edificar sobre las ruinas de los edificios abandonados en épocas de guerras, usando los
muros de piedra de los edificios que estaban en buenas condiciones. (Palma, 1972)
Al momento de la visita de De Moussy, en 1856, solo quedaban en pie los edificios linderos
de la plaza, aunque muchos de ellos sin cubierta. Una parte del colegio estaba en ruinas y
en la parte conservada se hospedaba el comandante militar con su familia. El huerto
conservaba parte de sus muros, pero a falta de cuidados, los árboles frutales estaban
siendo ahogados por la maleza. La iglesia, aparentemente, era la misma construida 25 años
antes, “un rancho de tapia” observaba De Moussy.
Un año mas tarde, don Francisco Suárez, educador español, describía el lugar de manera
muy ilustrativa: “En medio de un bosque se hallan las ruinas de la antigua misión, entre
cuyos escombros existe una población, compuesta de algunas casas refaccionadas y unos
cuantos ranchos” aunque se percibía la magnitud y la importancia que otrora tuvo la misión
por la profusión de vestigios. Manifestaba además la presencia de los restos de la muralla
que defendía el pueblo y casas cómodas a las que les falta poco más que el techo. El
cementerio tenía un cerco de piedra. (Palma, 1972)
Estos relatos nos hacen suponer que el poblado a mediados del siglo XVII conservaba su
estructura urbana original, parte de sus edificios de piedra, algunos de ellos reconstruidos y
otros edificios de adobe y paja. La ocupación urbana era menor que la jesuítica ya que se
redujo notablemente el número de habitantes. La falta de la iglesia original, reemplazada por
un modesto edificio de tapia, era notoria.
219
Superposición: poblado jesuítico/pueblo nuevo
La primera mensura y amojonamiento del pueblo a cargo del Agrimensor don Tomás
Dulgeon, se lleva a cabo en 1836 para el establecimiento de chacras destinadas, según sus
palabras, “a los indigentes y clases menesterosas”. En aquella oportunidad el agrimensor
expresó:
“que el expresado terreno es de una cualidad muy favorable para labranzas tiene la bondad
de muchas viñas de naranjos, como demuestra el plano, montes solo en la costa del río
como para leña se encuentra”.
Las plantaciones de naranjos descriptas, son al parecer, restos del huerto, de las hileras de
naranjos que presumiblemente sombreaban las calles o de plantaciones en el entorno de la
reducción. Probablemente los citrus se hayan naturalizado, es decir que se hayan
reproducido naturalmente luego del abandono.
Una segunda demarcación fue realizada en 1865, que complementa a la realizada en 1835.
Esta segunda mensura amojona con piedras cuatro manzanas de 100 varas en el lado
Norte, Oeste y Sur, y solo tres manzanas en el lado Este por ser el resto zona anegadiza del
río. Se tomaron como referencia los mojones encontrados en dos de las bocacalles de la
plaza -colocados aparentemente por Dulgeon- en una mensura anterior. En esta
oportunidad también se mensura la otra plaza, actual Gral. Belgrano, para piso de carretas
que había sido mensurada, dos años antes, por el juez de paz. El agrimensor Francisco
Lezcano realiza una nueva mensura en 1870 con incorporación de las chacras. Con ésta, el
pueblo consta de dos plazas; ciento treinta y ocho manzanas de 100x100 varas y calles de
20 varas, y ocho medias manzanas de 40x100varas ubicadas sobre el lado oeste. Las
últimas respondían, según lo explica, a lo establecido en la primitiva delineación y que para
esto se habían tenido que levantar algunas casas.
Otro dato que se desprende de la mensura es que se trazó una manzana más grande de lo
establecido -128x100 varas- para respetar una calle semiabierta con dos edificios y dos
huertas que de otro modo quedarían en la calle.
Sin embargo, otro documento7 demuestra que no se han respetado otros elementos del
antiguo trazado, los “obstáculos allanados” fueron varios, como el caso de la mz. 31, donde
se cortó un cerco de piedra de 140m de longitud, y una plantación de naranjos quedó en la
calle. E. Poenitz realiza una tentativa de trazado donde se puede ver la ubicación de la
Iglesia, el Colegio, el Cementerio y la plaza.
7
Archivo General de la Provincia de Corrientes. “Nota sobre delineación del pueblo de La Cruz”
fechado el 20 de Junio de 1865
220
En definitiva, al momento de realizar las demarcaciones el poblado mantenía su estructura
urbana original aunque los edificios presentaban un alto grado de ruindad. Los
agrimensores, tanto Dulgeon como Lezcano, respetaron algunas de las líneas originales –
plaza, atrio de la Iglesia, línea de casas- desconociendo otras. El colegio, el cementerio y el
huerto fueron seccionados por calles, borrándose así la integridad de la zona monumental
de la Misión. Algunos elementos del viejo poblado permanecieron en el sitio original. La
plaza de armas jesuítico-guaraní se convierte en la plaza central del nuevo pueblo,
disminuida su superficie por el trazado de las calles. La primera línea de viviendas dio lugar
a la actual línea de fachadas que rodea la plaza actual. El atrio de la Iglesia misional es
coincidente con el atrio de la iglesia actual, aunque aquél tenía cubierta y estaba enmarcado
por un campanario ubicado en el extremo izquierdo. La rígida cuadrícula de 100 x100 varas,
con el afán de dar un nuevo orden al territorio, terminó por borrar la imagen jesuítico-guaraní
del paisaje urbano cruceño.
Una larga historia de asentamientos, abandono, guerras, incendios y repoblación se
imprimen en el paisaje actual, creando una imagen plagada de vestigios arqueológicos
reutilizados en nuevas estructuras y trazados urbanos -fuera de su contexto y función
original-, conviviendo con arquitectura del siglo XIX y XX. No existen estructuras originales
inalteradas a excepción del Reloj de sol, todo fue alterado, con lo que se produce una base
móvil, con más interrogantes que certezas. Empeora la situación la falta de documentación
sobre la época jesuítica –se han perdido los documentos descriptivos de la reducción- y no
se han realizado estudios arqueológicos sistemáticos.
Como se ha dicho, los relatos de viajeros que recorrieron el lugar luego de la expulsión de la
Orden y descripciones de los sacerdotes fue el material usado para la reconstrucción del
paisaje de la Misión, material que, por otra parte, resulta insuficiente.
Lo que está claro es la relación de la Misión con el paisaje. Implantada en las terrazas del
río Uruguay como se ha dicho, sobre una plataforma elevada respecto a la extensísima
planicie que se desarrolla al oeste, con una costa con suave pendiente hacia el río que le
permitía tener un puerto de fácil conexión con el poblado, es decir que ocupaba una
situación de privilegio en el paisaje. Además la selva en galería daba un resguardo frente al
ataque fluvial de otras tribus o de los temidos bandeirantes, y a la vez le proveía de leña y
material para las construcciones.
Las planicies no inundables eran ocupadas por las estancias y cultivos en las chacras más
cercanas al poblado.
221
¿Paisaje continuo?
Por lo expuesto y tomando como base de análisis el concepto de paisaje continuo sugerido
por ICOMOS, podemos expresar que se produce en el lugar un PAISAJE CONTINUO,
porque se desarrollo y permanece en un mismo sitio y los materiales de la reducción se
reciclan y reutilizan para la construcción del nuevo pueblo; pero la cultura, la sociedad, la
economía y los lineamientos urbanos se transforman en algo totalmente nuevo que se
implanta en el mismo sitio sin tener ningún tipo de ligadura con lo anterior. En este sentido
es
evidente
que
se
produce
una
fuerte
FRACTURA
que
podría
ser
llamada
DISCONTINUIDAD. Esta situación se debe a que las piezas arquitectónicas arqueológicas
aparecen desvinculadas de la estructura arquitectónica original, y fuera de su ubicación
contextual, o son de dudosa referencia al poblado jesuítico-guaraní, provocando la
desintegración del bien patrimonial arqueológico debido a la desvalorización sistemática del
bien recibido, por parte de la población posterior. La cultura que se establece sobre las
ruinas presenta una identificación débil con los restos, por lo tanto se produce una lógica
ruptura con el pasado.
En la actualidad, ante la ampliación de la oferta turística de nuestro país, la posibilidad de
crédito para emprendimientos turísticos, ante la apertura de ese mercado, ante el interés de
los tres países -Brasil, Paraguay y Argentina- por integrar y revitalizar la zona jesuíticoguaraní, los cruceños se empecinaron en revalorizar su pasado jesuítico, enfrentándose con
las irremediables pérdidas, producto de la no-identificación con el pasado que se traduce en
desconocimiento, y consecuentemente se convierte en desvalorización, la que se acusa en
el uso de las piezas de piedra para el afilado de machetes, como soporte de graffitis, como
macetas, como bancos, etc.
Sin embargo existe un elemento que mantiene en parte las características originales de la
época jesuítica, y es el borde ribereño.
Afortunadamente las tendencias de crecimiento de la ciudad se desarrollaron hacia la
orientación opuesta al río. La actividad portuaria que intentó reactivarse en el siglo XIX
quedó rápidamente en desuso por el advenimiento del ferrocarril. El desarrollo urbano se
volcó entonces hacia el oeste. Por esta razón la costa se encuentra en un nivel de
preservación aceptable. Los embates de la urbanización no dañaron sustancialmente la
conformación natural del borde ribereño. Se ha preservado una amplia franja de la selva en
galería que vieron, y de la cual se sirvieron los misioneros. Los valores paisajísticos de
otrora aparecen con bajos índices de alteración.
Entonces estamos en condiciones de afirmar que existe una fuente de referencias del
paisaje visualizado por los jesuitas y guaraníes en el siglo XVIII. Y está en el borde costero.
222
Conclusiones
En el paisaje actual conviven dos situaciones identificadas con los conceptos de
CONTINUIDAD – DISCONTINUIDAD o FRACTURA. Entonces podemos decir que es un
paisaje continuo desde lo físico y discontinuo desde lo cultural. Ambos conceptos se
plasman en el paisaje, de ahí la confusión.
La costa representa un lugar de referencia histórica y una oportunidad de enlace del pasado
con el presente, ya que mantiene sus principales características físicas y sistemas de
relaciones: topografía, suelo, cubierta vegetal, visuales, entre otras.
223
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225

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