gracia y experiencia en rahner y boff

Transcripción

gracia y experiencia en rahner y boff
ERICH SCHROFNER
GRACIA Y EXPERIENCIA EN RAHNER Y BOFF
Aunque por motivos diversos y por caminos distintos, K. Rahner y L. Boff personifican
el cuestionamiento de la antigua convicción, según la cual la gracia es una realidad
totalmente de otro orden e inaccesible a la experiencia del hombre. El autor muestra
los procesos que condujeron a esa convicción y a su desmonte, junto con algunas de sus
consecuencias más importantes y previsibles para la Iglesia y la teología.
Gnade und Erfahrung bei K. Rahner und L. Boff, Geist und Leben, 53 (1980) 266-280
Al cristiano de hoy ha de resultarle difícil entender que la Reforma -con toda la tragedia
que la acompañó- estuviese motivada por diferencias en la forma de concebir la gracia,
y que siglos más tarde, dentro mismo de la iglesia católica, tuviera lugar una lucha acre
sobre la manera de entender la gracia. Hoy, el discurso sobre la gracia parece más bien
inofensivo e infecundo; se reduce a uno de estos dos polos: o se llama gracia a todo lo
que resulta alentador y bello (polo inflacionario) o se llama gracia a un "más allá"
indefinible que no tiene demasiado que ver con la vida real (polo mitológico). En ambos
casos su significado es más bien decorativo, y su lenguaje suena a ejercicio piadoso
obligatorio. Y sin embargo, la doctrina de la gracia es normativa para la recta
exposición de lo que es el cristianismo, aun cuando no haya sabido ser fecunda en el
pasado.
Las causas de esa infecundidad podemos adivinarlas hoy y se reducen
fundamentalmente a una terminología en exceso formalista, desconectada de la vida
concreta y de la experiencia, que se ha convertido en criterios privilegiados de la
objetividad teológica. En el pasado dominó el presupuesto tácito de que gracia y
experiencia no tenían nada que ver una con otra. Y esa suposic ión todavía perdura a
pesar de los esfuerzos de algunos teólogos por superarla. Ese presupuesto y esos
esfuerzos de superación, serán el objeto de nuestro estudio.
La separación de gracia y experiencia
Para la teología católica de la gracia (ya desde sus mismos comienzos con Agustín) es
fundamental la afirmación de que la gracia es, por un lado, absolutamente necesaria y,
por otro, indebida e inmerecible: es puro regalo. Y para fortificar esa afirmación elaboró
la teología medieval el concepto de "sobrenatural".
Pero ese concepto, en sus orígenes, se hallaba referido al campo de la relación personal
entre Dios y el hombre. Tenía, por tanto, algo que ver con realidades experienciales
tales como conversión, arrepentimiento, vida nueva, etc. Más tarde, un agus tinismo
exagerado llevó a identificar la gracia con la esencia del hombre, y la naturaleza con el
pecado: de ahí se seguía que Dios debía la gracia al hombre y que éste tenía derecho a
ella. Para salvar el mensaje de Cristo hubo entonces que subrayar el va lor positivo de la
creación. Y esto fue llevando a que "natural" y "sobrenatural" se concibiesen como dos
órdenes del ser, separados y autónomos.
La consecuencia de esto fue que, aunque se salvó el carácter gratuito de la gracia, lo
sobrenatural pasó a ser concebido como un "algo" cosificado y ajeno a la orientación
existencial de la persona. Esto hizo que la gracia se desvinculase de la idea de
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experiencia, que siempre es algo referido a las cosas de cada día y, por tanto, a lo
"natural.
La consecuencia fue que la gracia no tiene nada que ver con la experiencia y sólo
sabemos de ella por la revelación (concebida como pura notificación oral). Ya son
conocidos los esfuerzos de la Nouvelle Théologie por superar esta situación, así como
los riesgos en que incur rió de menoscabar otra vez el carácter gratuito de la gracia. Pero
esos esfuerzos han continuado, y ahora quisiéramos presentar dos intentos de devolver a
la experiencia un papel central, basándose en conocimientos nuevos.
RAHNER: GRACIA Y EXPERIENCIA TRASCENDENTAL
Gracia y naturaleza
Rahner comprende que, después de Trento, no se puede abordar la doctrina de la gracia
sin aclarar las relaciones entre gracia y naturaleza. Y él las aclara así: si la redención de
Cristo afecta a todos los hombres, y si la voluntad salvífica de Dios se extiende a cada
hombre, entonces no hay ningún hombre que sea pura naturaleza en su existencia
concreta (y por tanto, también, en su campo de experiencia). Cada hombre es él y la
voluntad salvadora de Dios: él y la gracia. La "naturaleza pura", por tanto, es sólo un
concepto residual, aunque sea necesario para explicar lo que quedaría de cada hombre
concreto si le quitáramos su vocación divina. Con tal concepto se salvaguarda lo
indebido de la gracia, pero en modo alguno se afirma que exista ningún orden creatural
separado del orden de salvación, ni que exista algún hombre "exterior" al plan salvífico
de Dios.
La gracia, pues, no es ningún "suplemento" más allá de la conciencia, que se da a una
naturaleza cerrada en sí misma. Es más bien una determinación real, aunque indebida,
del hombre histórico y concreto.
Lugar de la experiencia de la gracia
Y ¿dónde experimenta el hombre esta gracia? No en un "campo de experiencia" distinto
y separable de los otros (como podría ser el caso de la mística), sino en algo que
acompaña a la experiencia cotidiana de cada hombre y que, precisamente por eso, es tan
difícil delimitar con precisión. Lugar de experiencia de la gracia no son los actos o
vivencias religiosas, sino toda la vida del espíritu humano. La actividad del espíritu
(conocimiento, amor, decisión libre) tiene siempre, además de su objeto concreto, una
orientación hacia lo ilimitado e infinito. La experiencia humana es una; pero en ella hay
un nivel categorial y otro trascendental; y éste último no se dirige a objetos
determinados, sino que sitúa todos los objetos concretos en un horizonte infinito. Es
como la luz de un sol, a la que no podemos ver, pero con la que vemos todas las cosas
que percibimos.
Por eso es difícil encerrar en un concepto manejable este ámbito de experiencia de la
gracia: Rahner habla del misterio de la realidad total, la infinitud inapresable que es, a la
vez, vacío absoluto y plenitud total, etc.
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Pero si el hombre se abre a la radicalidad de su experiencia trascendental, entonces
experimenta a Dios como Misterio sagrado y, en esa experiencia, Dios se le comunica y
le orienta hacia Sí. Por eso, la experiencia "trascendental" de cada hombre es, a la vez,
experiencia de la gracia, tanto si el hombre lo sabe como si no.
Experiencia ordinaria y experiencias particulares
Aunque Rahner atribuye esa experiencia trascendental de Dios a cada acto de
conocimiento y de libertad, no excluye la existencia de experiencias particulares, en las
cuales cobra vigor y relieve en la conciencia lo que acompaña a cada momento del vivir
cotidiano. Así ocurre, por ejemplo, en las llamadas "experiencias de frontera", tanto en
sentido negativo como positivo: nacimiento y muerte, culpa y perdón, dicha y dolor,
fidelidad e infidelidad. Rahner intenta conjugar los dos polos: la seguridad de que tales
experiencias nunca pueden ser descritas neutral y objetivamente, y el esfuerzo por
encontrar senderos y descripciones que apunten hacia la experiencia de "Eso" que sólo
es inteligible desde la propia vida práctica. La mediación categorial más importante de
la experiencia trascendental de Dios es, para Rahner, la que parece menos espectacular:
el amor desinteresado al prójimo.
L. BOFF: GRACIA Y EXPERIENCIA SOCIAL
Semejanzas y diferencias
En continuidad con Rahner y la Nouvelle Théologie, Boff sostiene que lo Sobrenatural
no constituye una realidad particular, al lado o por encima del ser natural, ni la
trascendencia es un segundo mundo al lado o por encima de la inmanencia. Gracia y
naturaleza, trascendencia e inmanencia son para él determinaciones de una única
realidad. Como tales, han de ser experimentables para cada hombre.
Pero en Boff la doctrina de la gracia está determinada (de forma hasta ahora
desconocida) por los conceptos de historia y sociedad. En la teología tradicional incluso en Rahner- el individuo singular acapara todo el interés, con descuido de sus
rasgos históricos y societarios. Esto es lo que trata de superar la teología
latinoamericana.
Qué es experiencia
La objeción principal contra la doctrina tradicional de la gracia, radica para Boff en que
ha olvidado y desconoce las experiencias concretas de los hombres, que un día fueron
su punto de arranque. Hay que reencontrar esas raíces experienciales en lugar de
convertirse en repetidores o administradores de un sistema petrificado de conceptos.
Pues la tradición sólo es guardada cuando produce algo nuevo.
Y buscar la raíz experiencial no significa acudir a acontecimientos psíquicos extraños.
La experiencia es algo más general (y a la vez más complejo) que una "vivencia
mística": es el modo como entramos en relación con el mundo o como nos
interpretamos la realidad que nos sale al encuentro. Supone riesgos y dolores superados.
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Es un saber que tiene sabor. De ahí nació, en la Biblia y en la Tradición, la palabra
gracia, y de ahí debe nacer hoy.
Experiencia en la desgracia
En este contexto, Boff da un relieve especial a las experiencias de opresión y
dependencia que caracterizan a la situación actual de América Latina. Pero ¿cómo
puede una situación tan dura convertirse en un lugar privilegiado de experiencia de la
gracia? Por una conciencia nueva que no mira esas situaciones opresoras como hechos
inalterables o incluso como disposición divina, sino como un estado que debe ser
cambiado, y reclama para ello todas las fuerzas del hombre. Este "afán de algo mejor",
insito en el corazón del hombre, es el lugar de lo que Rahner llamaba experiencia
trascendental.
Y esto exige un análisis de las situaciones, que preceda a la reflexión teológica. El
análisis del que parte Boff concluye así: la dura situación de los pueblos
latinoamericanos no es consecuencia de un retraso técnico, ni es una fase interina de un
proceso de desarrollo. Se deriva en buena parte del esfuerzo de las metrópolis del
primer mundo por aumentar y mantener su propio bienestar. Para Boff es fundamental
que los problemas económicos, sociales, culturales y políticos no son puros problemas
técnicos que sólo reclaman soluciones técnicas: se apoyan también en mentalidades y
conductas, y tienen raíces espirituales y morales.
Y al análisis de la situación le sigue una interpretación a la luz de la fe. Opresión y
dependencia aparecen como una corporización del pecado y la injusticia que
contradicen al plan de Dios. La teología tiene entonces una doble tarea: redescubrir las
dimensiones liberadoras de los grandes temas teológicos (dimensiones perdidas en la
inteligencia rutinaria de la fe) y expresar lo que late de teológico en cada auténtico
proceso liberador.
Pero la teología no debe contentarse sólo con interpretaciones: debe hacer que la Iglesia
perciba su obligación de contribuir a la transformación de la situación de des-gracia.
Los teólogos de la liberación no reclaman de la Iglesia para eso un programa acabado,
sino una opción fundamental por la liberación.
Gracia en la desgracia
Pero ¿cómo es posible en esa situación hacer una experiencia que merezca el nombre de
gracia? Nuestra pregunta anterior sigue en pie y Boff señala los siguientes elementos de
respuesta:
En primer lugar la convicción creyente de que el pecado no tiene un poder ilimitado
sobre el hombre, y que donde abundó el pecado sobreabunda la gracia. A pesar de todo
lo que Latinoamérica ha sufrido, la libertad y la liberación siguen presentes allí y se
abren camino, si no en la política y en la economía, sí en otros mil campos como la
religiosidad, la música, las cálidas relaciones humanas típicas de sus pueblos, la
capacidad para soportar con alegría, o el sentido de la fiesta.
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En segundo lugar están muchos signos concretos que apuntan hacia un cambio, y que no
pueden pasarse por alto: en la juventud, en la pedagogía de los oprimidos, en las
experiencias de solidaridad, en el descubrimiento de los valores del pueblo, en la
aparición de tantos profetas y mártires... Si la gracia es una "iluminación de la
inteligencia y moción de la voluntad", no deja de serlo cuando esto ocurre a nivel
continental.
Y finalmente hay que citar el cambio en la Iglesia y en la teología. Aunque la Iglesia,
sobre todo por medio del bajo clero, siempre estuvo al lado del pueblo, sin embargo los
representantes oficiales estuvieron más al lado de los explotadores que de los
explotados. Medellín y Puebla suponen una clara y sorprendente ruptura de frentes y
deben ser vividos e interpretados como una gracia.
Si a esta experiencia de gracia la acompaña siempre una experiencia de privación de
gracia, esto nos enseña que liberación y gracia son siempre un proceso histórico y nunca
un estadio definitivo; siempre amenazadas pero siempre abiertas a la esperanza.
CONSECUENCIAS
De carácter religioso-existencial
Si la gracia, en el sentido dicho, es accesible a la experiencia humana, entonces hay que
admitir que es algo mucho más vinculado a la vida del hombre, de lo que sospechó la
teología tradicional. Debe salir del aislamiento de una "esfera religiosa" para pasar a
esos campos cotidianos del amor interhumano desinteresado, de la dedicación de la
propia vida a la libertad de los hombres, de la valoración de los hombres por cánones
diversos de su posición económica, su poder político o sus méritos académicos, de la
prontitud para denunciar y combatir todas las inhumanidades de nuestros órdenes
humanos... La fe se convierte así en un soporte duradero, capaz de mantener abiertas a
las personas, a pesar de la oscuridad y amenaza de la vida.
De orden estrictamente teológico
Si en la reflexión sobre la gracia, la experiencia juega un papel importante, este hecho
acabará revolucionando toda la teología en lo que atañe a su referencia a la realidad.
¿Apuntan las afirmaciones teológicas a una realidad que también puede ser percibida
fuera de la teología, o construye la teología una "sobrerrealidad" que, desde fuera, sólo
puede parecer irreal o fantasmagórica? La vuelta a la experimentabilidad de la gracia,
devuelve a la teología su lugar en el mundo de los hombres.
De orden ecuménico
No es casualidad que K. Rahner sea uno de los que han modificado la valoración
católica de la fórmula luterana simul iustus et peccator, que los postridentinos
rechazaban como desvalorizadora de la verdad de la justificación del hombre por Dios.
Rahner muestra que la justificación del pecador no excluye la pecaminosidad del
justificado. Y Boff modifica y amplía la fórmula luterana a la luz de la situación
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latinoamericana, abriendo así amplias perspectivas al ecumenismo. "Justo y pecador a la
vez" significa "oprimido y libre a la vez, y siempre en camino de liberación". El hombre
es un ser libre que vive todavía en la esclavitud y que, en ésta, posee una dinámica
activa y liberadora. Así se hace presente en la vida concreta la tensión entre justificación
y pecado.
De pedagogía religiosa
La enseñanza de la religión debe familiarizar al alumno con las realidades de la vida y
del mundo para ayudarle a una superación personal de las diversas situaciones de la
vida. Para ello, la palabra gracia, en la enseñanza de la religión, debe apuntar a
realidades accesibles al alumno. El dilema entre información neutral y predicación
comprometida en la escuela, debe ser superado por razones no sólo pedagógicas sino
teológicas. Y, a pesar de las malas experiencias del pasado, esa superación ha de
esperarse de una colaboración constructiva entre las diversas disciplinas.
Tradujo y condensó: FAUSTO JIMÉNEZ

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