Diapositiva 1 - Trenzas Producciones
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Diapositiva 1 - Trenzas Producciones
Chamantera Por Carolina Pedreros La palabra chamanto surge de la fusión de otras dos. “Chamall”, de origen mapudungún, que representa un paño negro con el que los hombres envolvían su cintura y las mujeres cubrían sus hombros. La otra es de origen castellano “manto”. En Chile forma parte del traje típico del huaso. Julia Peralta, de 72 años, catequista y chamantera, nació en Doñihue y desde sus primeros años recuerda haber visto a su madre tejiendo el telar. “Yo no estudié nada. Fui al colegio, pero poco. Fui de primero a cuarto año. Después me dediqué a tejer”, agrega. Los materiales: el telar con su tarima, las cuñas, los palos de Colihue y la paleta elaborada de corazón de Espino. Cuando Julia era chica miraba a su madre que mientras más fuerte paleteaba, más apretado dejaba el chamanto. Un chamanto pesa dos kilos ochocientos aproximadamente. Para hacerlo, también se utilizan estos palitos, que Julia llama Tonones. Estos le producían interés de pequeña, quien recuerda que a los 7 años hizo su primer chamanto. “El chamanto se hace de un hilo especial. Antes tejíamos el hilo Cadena, pero Cadena quebró y se terminó. Después empezó a llegar el mismo hilo, pero de Brasil y ahora estamos tejiendo hilo francés”, explica Julia. Se trata de un hilo macerado que da un brillo especial. “Hay que separar las hebras, hebra por hebra, para separarlas y después juntarla otra vez. Tiene hartos procesos. Ahí está la ciencia del tejido porque si se equivoca en esos cruces que se van pasando por los dedos cruzados, se enreda todo. Cuando va avanzando va poniendo banquitas para la altura”, dice Julia. “ Total que tiene como tres mil hebras”, agrega. A pesar de que Julia padece artrosis, continúa tejiendo. Como que las manos se le relajan. En voz baja cuenta que sus hermanos se suicidaron y que ella también padece depresión, pero tejiendo se olvida. De los tejidos que ha realizado, recuerda con cariño la casulla que le entregó a Juan Pablo II, cuando visitó Chile en 1987. “El más importante fue el que le hice al Santo Padre porque ese lo hice con más espíritu, fue más mío”, explica Julia. Cuando Alberto Hurtado fue canonizado, le hizo una casulla a Benedicto XVI, pero esa se la mandaron a hacer, en cambio la del Papa anterior, fue pagada por el pueblo. La casulla del Papa, tenía los colores de los tiempos litúrgicos y del Vaticano. Se demoró seis meses en hacerla porque el Papa era grande, fue milagro que llegara a sus manos, pues antes de ser entregada, fue expuesta en la Plaza de Doñihue e intentaron quemarla. Julia, también recuerda el chamanto que le tejió a Felipe Camiroaga. Felipe Camiroaga, animador de televisión, falleció el 2 septiembre de 2011. Julia le había tejido un chamanto meses antes, pero él nunca alcanzó a usarlo. En sus piernas reposa el tejido blanco, azul y rojo a la espera de que alguien lo vaya a buscar. Cada vez son menos los clientes que llegan a casa de Julia. Estos tejidos se han industrializado, en lugares como La ligua, sin embargo ella espera que lleguen a su casa, pues asegura que no es comercial. “Tenemos un grupo en que los estatutos exigen que no se le enseñe a personas de afuera”, comenta Julia. A ella no le gusta mucho la idea porque es partidaria de que su trabajo se difunda. Como hay que enseñarle sólo a gente de Doñihue, ella le endosa los conocimientos a su nieta. Daniela Palma, es la nieta de Julia. Tiene 21 años. Ella quiere estudiar diseño de moda, interesada en el trabajo de su abuela, le pidió que le enseñara. Aún le cuesta tejer. Son años de práctica, dice Julia. Sin embargo Daniela ya ha tejido bolsitos y chaucheras que vende a sus conocidos. “Acá la gente no valora estos trabajos”, cuenta Daniela quien realiza una colorida bufanda, que le entregará a una señora de Las Condes, que luego se la vendará a unos franceses. Este es el último trabajo que está realizando Julia. “Ningún chamanto es igual a otro” dice, pues al huaso le gusta tener algo único. Ella se preocupa de variar en los diseños, una hojita de parra, el trigo, el copihue o la herradura. Julia acota: “Son exigentes los huasos. Ellos vienen le pasan la mano y tiene que estar perfecto”. “Yo creo que desde que tengo el conocimiento porque mi mamá iba a ponerme los hilos en el telar y yo lo hice sola y después cuando ella me iba a enseñar a sacar los dibujos, yo ya lo sabía. Se lleva muy dentro porque nadie aprende así”, dice Julia. Seis meses se demora Julia en terminar un chamanto. Daniela no sabe cuanto le tomará terminar la bufanda para los franceses. En Doñihue continúan estas dos mujeres, que tejiendo redes pasan la joven y longeva vida. Fin