Munioz Zamora Antonio - (Almeria)_1

Transcripción

Munioz Zamora Antonio - (Almeria)_1
Microbiografía descargada de www.todoslosnombre.org
Muñoz Zamora, Antonio
Autora: Sandra Checa
Una vida de lucha por la libertad
(Melilla, 8 de octubre de 1919 – Almería, 8 de octubre de 2003)
Antonio nació en Melilla; su padre se encontraba en esa ciudad trabajando
temporalmente. Pocos meses después la familia regresó a Almería, su tierra. Vivía en un
entorno de trabajadores y desde muy joven Antonio fue consciente de las desigualdades
sociales. Recordaba que su familia a menudo pasaba necesidades, épocas de paro y
precariedad. Muy joven, tras pocos años de escuela, empezó a trabajar repartiendo leche.
Pronto consiguió empleo en una imprenta de la localidad.
Comenzada la guerra, acude rápidamente como voluntario en defensa de la República;
sólo tenía diecisiete años. Combatió en el Frente del Jarama junto a la XV Brigada
Internacional y en otros frentes como Brunete, donde fue herido en el brazo. Tras un breve
periodo de hospitalización en Madrid y en Girona le dieron unos días de permiso y aprovechó
para ver a sus padres, sin saber que sería la última vez. Se reincorporó al frente en el momento
de la Batalla del Ebro y, tras vivir las sucesivas retiradas, cruzó la frontera junto a su División
el 9 de febrero de 1939.
En Francia, fue internado en los campos de Argelès, Barcarès y Vernet d’Ariège donde
fue incorporado a una Compañía de Trabajadores Extranjeros destacada en Brest. En los
momentos de la derrota francesa Antonio fue enviado, junto a unos doce españoles más, de
nuevo al campo de Argelès. Tras un paréntesis trabajando en la zona de Perpiñán y varias
evasiones y detenciones, Antonio fue llevado de nuevo a la ciudad de Brest, donde habria de
trabajar en la construcción de una base submarina alemana. De nuevo consiguió huir e inició
un nuevo periodo en que trabajó como albañil, a la vez que establecía contacto con la
organización clandestina de los comunistas españoles que más adelante iban a crear grupos de
resistencia en la zona.
Posteriormente su grupo resultó víctima de una infiltración y acabaron siendo
detenidos por la Gestapo. Uno de sus compañeros, Antonio Moreno, fue fusilado pocos días
después. El resto del grupo, tras un breve paso por distintas cárceles, fueron enviados al
campo de Compiègne. Junto a otros muchos detenidos por actividades de resistencia es
agrupado en el sector C de dicho campo. Dos semanas después del desembarco aliado en
Normandia, el 18 de junio de 1944, forma parte del transporte más importante en número de
personas que salió de Compiègne. Se trataba de un grupo de 2.139 hombres distribuidos en
veinte vagones de ganado que llegaron dos días más tarde a la estación de Dachau, que distaba
del campo unos cuatro kilómetros que habían de cubrirse a pie.
Durante su estancia en Dachau, Antonio fue enviado a Munich para retirar las bombas
sin explosionar que quedaban entre los escombros tras los ataques de la aviación aliada. El 18
de agosto de 1944 fue transferido al campo de Mauthausen, donde inmediatamente tomó
contacto con la organización clandestina de los presos españoles. Tras un periodo de
cuarentena, trabajó en un Kommando destinado a talar árboles. A principios de mayo de 1945,
los ejércitos americanos se aproximan a Mauthausen por el Oeste; los soviéticos no están muy
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distantes en dirección Este. Llegó una avanzadilla americana que abandonó el campo poco
después y durante veinticuatro horas Mauthausen queda a merced de los presos. Los presos
tomaron la armería de los SS y ocuparon posiciones en los alrededores del campo; había
rumores de un posible intento de retorno de las SS. En estas circunstancias, Antonio Muñoz
acudió con otros compañeros de la organización clandestina a la oficina de telégrafos del
pueblo de Mauthausen y consiguieron tomar contacto con Linz y Viena. Son momentos de
gran nerviosismo, pero pronto podían considerarse definitivamente libres.
Tras su liberación Antonio regresó a Francia, donde la acogida de los republicanos
españoles fue notablemente mejor que la conocida en 1939. Reanudó su actividad política; en
Toulouse contactó con la dirección del Partido Comunista de España, que declina su
disposición de acudir a la guerrilla contra el franquismo. Posteriormente se instaló de nuevo
en Brest, donde trabajó descargando barcos y en la construcción. El 14 de abril de 1947, en
una fiesta organizada por los exiliados en conmemoración del día de la República española,
conoció a su mujer, Simone Vably, con la que tuvo tres hijos: Juan, Ana y Dolores. Antonio se
preocupó siempre por transmitir a sus hijos aquellos valores en los que él creía
profundamente. Su hija Dolores recuerda: “Mi padre siempre no dijo que no se nos olvidara
nunca la Historia. Cuando se casó con mi madre, le dijo que lo primero eran sus ideales...
que, por lo que había vivido en los campos, tenía la obligación de seguir luchando para
transmitir todas las cosas que habían pasado. Y mi madre aceptó”.
En esos años, Antonio fue condecorado por el Gobierno de la república francesa con la
Cruz de Guerra y la Medalla al Resistente. Cuando al cabo de unos años tuvo serios problemas
de salud y tuvo que abandonar su trabajo en la construcción, Antonio pudo mantener a su
familia gracias a una pensión en calidad de combatiente voluntario de la Resistencia. Es en ese
momento cuando, tras una breve visita a finales de los cincuenta, Antonio y su familia se
instalaron en Almería definitivamente en el año 1963. Firmemente dispuesto a continuar su
actividad política, Antonio entró en España con una maleta de doble fondo con propaganda
del Partido Comunista. En los años siguientes se dedicó plenamente, en la clandestinidad, a las
tareas de organización que le habían sido encomendadas. Con la llegada de la Democracia
continuó en la vida política y se convirtió en una persona respetada por sectores muy diversos.
Fue delegado de la Amical de Mauthausen en Andalucía y promotor del monumento en
memoria de los almerienses caídos en Mauthausen y Gusen. En 1999 recibió la Medalla de
Andalucía; posteriormente fue nombrado hijo adoptivo de la ciudad de Almería; hoy una calle
de esta ciudad lleva su nombre.
Antonio Muñoz nunca escatimó su colaboración en cualquier iniciativa para dar a
conocer su historia personal y la historia colectiva que compartió con sus compañeros de
lucha; su testimonio aparece en el documental de Felipe Vega, Cerca del Danubio, junto al de
otro superviviente de Mauthausen, también almeriense, Joaquín Masegosa. Es sólo un
ejemplo, entre tantos otros que podrían citarse, de su presencia pública en tanto que testigo.
Sin embargo nunca pretendió que su vida o su comportamiento tuvieran un carácter fuera de
lo común, sino que buscó llevar la palabra de tantos que habían compartido su lucha y ya no
estaban entre nosotros. “Yo no soy un héroe, soy uno de tantos. Soy consciente de lo que he
hecho, soy consciente de que debía hacerlo y de que no debo olvidarlo”. Creía en la utilidad
de su experiencia para las generaciones futuras: “A mí lo que me satisface es recordar, y no
porque valga especialmente lo que yo diga, sino porque esto no quede en el vacío, que sirva
para que más tarde el mundo se entere de lo que un superviviente de los campos nazis ha
contado, cosas como las que estoy diciendo yo, para que sean de provecho para la
humanidad”. Sabía que su vida de lucha le había traído no pocos sinsabores (“He sido joven,
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pero no he tenido juventud”) pero mantuvo siempre que había merecido la pena: “Llevamos
muchos años luchando para que nunca más haya guerra, nuestra lucha ha sido siempre una
lucha por la paz”.

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