Vicente Lampérez (tit. 1885), cuyo nombre sonaba entonces como

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Vicente Lampérez (tit. 1885), cuyo nombre sonaba entonces como
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Iglesia de San Martín de Frómista. Palencia.
[Foto: Archivo Edilesa/Fernando Fernández].
Vicente Lampérez (tit. 1885), cuyo nombre sonaba entonces como "aventajado alumno de la Escuela de Arquitectura" (González-Varas, 1993, p.
291). No menos insigne será su pertenencia al profesorado, sobre todo desde que en 1901 obtuviera la cátedra de Teoría de la Arquitectura, alcanzando la dirección del centro en 1920. Aunque breve, la estancia de Lampérez en León será decisiva para futuras intervenciones en otras catedrales
como las de Burgos y Cuenca, y cauce para la prolongación de los criterios
violletianos durante el primer tercio del siglo XX. Ahora bien, aun cuando nunca dejó de identificarse totalmente con la teoría de Viollet-le-Duc,
el progresivo afianzamiento del criterio de conservación como doctrina oficial le llevó a rechazar posturas extremas, sin dejar de reconocer que en
ocasiones la restauración resultaba insoslayable.
La actuación de Adolfo Fernández Casanova en la catedral tardogótica de
Sevilla, a partir de 1881, bien podría equipararse a la de Madrazo en León,
al menos en lo que a magnitud y carácter decisivo de ambas intervenciones,
para la conservación de los respectivos edificios, se refiere. De hecho, entre
ambos arquitectos existe una relación de discípulo a maestro, cuyo mejor
reflejo es la valoración del proceder de Fernández Casanova como un "eslabón crucial en la consolidación teórica y proyectual del racionalismo neogótico en la España del siglo XIX" (González-Varas, 1994, p. 27-28). Con
todo, el profesor González-Varas ha visto en el trabajo del arquitecto navarro las primeras fisuras doctrinales en relación al ideario violletiano; pero
la titánica labor desarrollada por Fernández Casanova en la restauración
del templo mayor sevillano, hasta que el hundimiento del cimborrio en
1888 precipitara su dimisión, no fue incompatible con su compromiso
docente en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Así, lo que ganaban edificios maltrechos como éste no podía traducirse en pérdida para la enseñanza de la arquitectura. De ahí que, si en 1886 se le autoriza a seguir al
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