El facsímil del techo de los bisontes de Altamira
Transcripción
El facsímil del techo de los bisontes de Altamira
facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 219 El facsímil del techo de los bisontes de Altamira Matilde Muzquiz Pérez-Seoane, Pedro A. Saura Ramos ENTENDER ALTAMIRA Para entender lo que ha supuesto el trabajo de réplica de la Cueva de Altamira es necesario conocer su origen. Sin un conocimiento profundo del arte y de la cueva original, ésta réplica, tal y como hoy la podemos contemplar, no habría sido posible. Como autores del trabajo de reproducción de la Sala de Polícromos hemos llegado a conocer los planteamientos de trabajo y las técnicas pictóricas de los autores paleolíticos de Altamira, después de toda una vida dedicada a la pintura y casi tres décadas dedicadas al trabajo y a la investigación directa de Altamira. Los precedentes en cuanto a la realización de réplicas de arte paleolítico, fueron objeto de nuestro estudio. El trabajo del Dr. Pietsch1 de la reproducción de un fragmento del techo polícromo de Altamira en 1.962 para el Deutsches Museum de Munich, del que existe una copia realizada en 1.963 en el subterráneo del jardín del Museo Arqueológico Nacional de Madrid, es una referencia obligada. Hemos conocido los métodos de trabajo empleados por los autores de réplicas paleolíticas en Francia y, por supuesto, las técnicas y materiales empleados, si bien, antes habíamos realizado el facsímil de un área de 35 metros cuadrados del techo polícromo de Altamira para un parque cultural en Japón en 1993. En esta ocasión, nos planteamos una metodología y exigencias de trabajo nuevas. Desarrollamos un Fig. 1- Vista desde la osera, en el vestíbulo de la réplica, con la sala de policromos al fondo. Esta visión, imposible en el original, nos traslada a la época en que la tribu magdaleniense del autor de los bisontes policromos, habito la cueva. facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 220 Fig. 2- El Gran Techo de Altamira, es un grandioso lienzo de piedra, pintado hace más de 14.000 años, de casi 200 metros cuadrados, donde pintores solutrenses y magdalenienses dejaron el testimonio artístico mas atractivo del arte rupestre paleolítico. 220/El facsímil facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 221 Fig. 3- Vista general de la sala de policromos, donde se aprecia el testigo central que indica el nivel original de suelo de la sala, y la trinchera excavada en 1928 para facilitar el acceso de las visitas. El facsímil/221 facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 222 esquema de ejecución, en cuanto a sistemas y materiales, con el fin de crear un soporte pétreo que cumpliera nuestros propósitos. Teníamos la certeza de que era imprescindible obtener una rigurosa reproducción, no ya de los volúmenes de la piedra-soporte original, sino de sus características físicas: absorción, naturaleza, color, texturas, trazado exacto de grietas, poros, formaciones calcáreas, etc. y diseñamos el sistema para implantar en la reproducción tales datos. El estudio en profundidad de las técnicas y el proceso pictórico de los autores paleolíticos de Altamira nos ha llevado a “recrear” la pintura del techo polícromo tal y como fue ejecutada por sus autores, siguiendo su mismo proceso, empleando los mismos materiales y técnicas y en el mismo sentido en el que fueron trazadas las figuras y signos, tanto en el dibujo y la pintura, como en el grabado2. Fig. 4- M. Múzquiz dibuja ciervos con carbón vegetal en una pequeña cueva sin restos arqueológicos, iluminándose únicamente con la luz de una lámpara de tuétano construida por ella, en el curso de la investigación para su tesis doctoral en 1985. 222/El facsímil Las técnicas artísticas de los autores del Techo Polícromo Nuestro interés por éste hecho artístico, origen del arte de nuestros dias, nos llevó a analizar cómo surgieron estas pinturas. Para indagar en el conocimiento de cómo pensó su obra aquél pintor de los bisontes y descubrir en sus soluciones plásticas el proceso de creación de los mismos, nos imaginamos que el techo estaba sin pintar y que nosotros éramos aquel colega de hace 14.500 años. Al entrar en la Gran Sala, la altura entre el suelo y el techo nos permitiría situarnos de pie, pero, a medida que nos introdujéramos en ella, el plano descendente del techo nos obligaría a agacharnos. Estas dificultades desaparecieron, en parte, debido a la trinchera que se excavó en el suelo de la sala durante las excavaciones de Breuil y Obermaier en 1.928, que facilita el acceso a los visitantes sin necesidad de agacharse. Afortunadamente sólo se excavó bajo la zona del techo correspondiente a los bisontes, de modo que más de la mitad de la sala conserva el suelo a su nivel original, sin embargo, el techo sobre él permanece prácticamente inaccesible a las visitas. Al fondo, sus 60 centímetros de altura nos invitan a estar sentados o acostados. No obstante, observamos que esta inclinación del techo fue bien aprovechada por los artistas, que realizaron su obra dirigiendo su mirada hacia donde este cae, lo que permite ver las figuras pintadas desde la entrada. El techo es un gran panel de piedra caliza, de color ocre, surcado de grietas y con abultadas protuberancias redondeadas. Una grieta especialmente profunda y ancha, divide el techo en dos partes, desde la entrada a la sala hasta el fondo de la misma, con dirección Oeste-Este. Estudiamos la luz con la que posiblemente se iluminó, la elección de la superficie en la que construyó cada una de las figuras, la postura física que adoptó para realizar cada uno de los bisontes, la técnica y procedimientos empleados, el orden de ejecución de los mismos, los materiales elegidos, la dirección del trazado del carbón, así como su ritmo y su carácter. Para realizar su obra, pese a que algo de luz llegaría a la sala desde la entrada de la cueva, el artista paleolítico necesitó complementarla con luz artificial. Siguiendo los estudios de la Ciencia Prehistórica que apuntan a la utilización de lámparas a base de grasa animal en el Paleolítico y par- facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 223 Fig. 5- El gran bisonte macho, el ejemplar mas poderoso del panel pintado, está situado en el borde derecho de la manada representada en el techo y mira, quizá vigilante, hacia el exterior del grupo. El facsímil/223 facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 224 Fig. 6- Detalle de la parte delantera del bisonte hembra parado. Una de las figuras mas significativas del techo policromo. En esta imagen podemos apreciar el trabajo de grabado efectuado por el autor magdaleniense, en barba, ojo, patas y pezuñas. 224/El facsímil facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 225 tiendo del hecho de que bajo paneles de pinturas rupestres de diversas cuevas han aparecido restos de huesos -concretamente en Altamira, según Breuil y Obermaier, aparecieron huesos a lo largo de las paredes de la Sala de Polícromos-, se deduce que pudieron emplearse lámparas de barro cuyo combustible estuviera formado por tuétano extraído de dichos huesos y una mecha vegetal. Durante varios días en el verano de 1986, realizamos una serie de pruebas experimentales con un resultado satisfactorio pues no producían humo ni olor y mostraron una larga duración en relación con la poca cantidad de combustible empleado. Su calidad difusa permite apreciar un espacio amplio y su movimiento produce variaciones aparentes en la propia piedra, mucho más sugerentes que la luz puntual que proporcionan las linternas con las que acostumbramos a entrar en las cuevas. Varios pintores paleolíticos, probablemente distanciados entre sí miles de años, compartieron este techo como un espacio común, en el que mediante procedimientos plásticos materializaron pensamientos que eran importantes para la comunidad con la que convivían. Cada pintor eligió cuidadosamente el modo de llevar a cabo esta importante actividad. Su conservación ha hecho posible que se comuniquen con nosotros a través de su obra. Sanz de Sautuola3 supo reconocer este hecho en las pinturas de Altamira que él descubrió y que, además, fueron las primeras pinturas paleolíticas descubiertas en el mundo. El autor de los bisontes concibió su obra como escultura y pintura. En las protuberancias redondeadas del techo de piedra y en las grietas que lo surcan, veía las distintas partes anatómicas de los bisontes. Con toda probabilidad, los volúmenes y grietas del techo, bajo la luz de su lámpara, le indicaron el trazado de algunas de las figuras y con su intervención nos las hizo ver a los demás tal y como él las imaginaba. Los 29 bisontes del techo miden hasta 180 cm de la cabeza al inicio de la cola. Para interpretarlos, el artista se situaba dejando a su espalda la entrada de la sala, mirando al techo en la dirección en que éste desciende. A la entrada pudo trabajar de pie, en el centro de la sala debió de trabajar de rodillas, pues esta postura permite una gran movilidad del cuerpo para abarcar el espacio elegido. En los lugares más bajos de la sala trabajaría agachado o sentado. Todos los bisontes son diferentes entre sí. Unos están de pie, otros tumbados; en su conjunto aparentan un grupo familiar a semejanza de los grupos de bisontes europeos que viven en bosques situados entre Rusia y Polonia, cuya estructura de grupo no es como la de las grandes manadas de bisontes americanos sino como pequeños grupos familiares con un gran macho dominante. El autor de los bisontes combinó tres técnicas en la ejecución de cada una de las figuras: grabado, dibujo y pintura y las ejecutó en un mismo orden: primero graba, después dibuja en negro, y, finalmente, introduce el color rojo. Fig. 7- Este bisonte bramando, que levanta cabeza y cola, probablemente representa una figura inacabada por el autor de los bisontes. Tiene grabados todos los detalles habituales: pelaje, contorno alrededor de patas y cuerpo, barbas, ojo, orejas, cuernos y cola, y a continuación todo el dibujo en negro de carbón, incluidas líneas y masa, pero no se le incorporó el color rojo de óxido de hierro. Parece estar montando a otro bisonte, probablemente hembra, que forma una masa de color rojo bajo sus patas. El facsímil/225 facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 226 Pudo emplear buriles para trazar el grabado. En el momento de su realización el grabado se percibiría como una línea clara respecto a la superficie de la piedra pero en la actualidad es el procedimiento menos visible debido a la pátina producida por el paso del tiempo. Sobre la piedra con relieves volumétricos naturales, grietas y una textura muy acusada, hizo incisiones con el buril con gran seguridad y destreza, pues el grabado modifica la piedra y el resultado no puede corregirse. Realiza un trazado discontinuo y, en algunas zonas, hace incisiones paralelas para crear una línea a modo de surco ancho. Pone especial atención en el grabado de la cabeza, que encaja con frecuencia en grietas naturales. Graba los ojos marcando las pupilas, las orejas y los contornos de los cuernos. Con mucha precisión graba el hocico, a veces, incluso, la lengua, la barba y la papada. También hace hincapié en la testuz, la giba, la cola, los cuartos traseros, las articulaciones de las patas, las pezuñas y el vientre, marcando la zona inguinal. En algunos casos realiza un intenso esgrafiado a modo de pelaje del animal. Entre volúmenes, grietas y grabado, los bisontes adquieren un carácter escultórico. Al final de la cueva de Altamira, en la estrecha galería denominada Cola de Caballo, a 270 m de la entrada, en una de sus paredes podemos admirar un bisonte grabado, de menor tamaño que los del Gran Techo, que ha conservado el contraste entre el grabado y el fondo de la piedra, de color más oscuro. En nuestra opinión, este bisonte y el caballo situado frente a él pertenecen al autor de los bisontes polícromos, por tanto, aquí podemos observar cómo serían los grandes bisontes del techo en el momento en el que fueron grabados, antes de ser completados con dibujo en negro y pintura roja. De nuevo en el Gran Techo, el pintor magdaleniense, siguiendo su proceso creativo, incorpora después del grabado el color negro con carbón vegetal. El empleo de este material ha permitido datar la edad de las pinturas por el método del carbono 14. Con carbones bien seleccionados realiza un trazado de línea muy expresivo. El carbón queda empastado sobre la piedra húmeda. Una vez 226/El facsímil más apreciamos su gran destreza, pues no rectifica. Queda patente su inteligencia en la elección de los datos que interpreta de los bisontes y su conocimiento de los mismos, su vigor y la intensidad con la que vive la creación de cada figura. Por el rastro que deja la línea de carbón sobre la textura de la piedra podemos deducir que el autor sigue una dirección constante en el sentido en el que podríamos acariciar al animal. No hay trazos a contrapelo. Introduce una línea de carbón entre el grabado del contorno de los cuernos. Hoy, al no percibirse claramente este grabado, los cuernos aparentan ser más finos. Dibuja la pupila, la oreja, partes de la cara y las patas. Para realizar la cola alterna los trazos del dibujo con el grabado y las pezuñas la resuelve de forma característica y señalada, de manera que podrían considerarse como “sello de autor”. También dibuja la línea del vientre, todo ello de forma discontinua y con un ritmo de trazado muy personal. Utiliza el negro de carbón como masa y, frotado con la mano sobre la piedra húmeda, cubre la zona del vientre en diagonal, desde el inicio de las patas delanteras hasta la cola, dejando libre la zona inguinal que posteriormente rellenará de color rojo. En el techo polícromo podemos ver varios bisontes en esta fase previa a la aplicación del color rojo. Entre ellos se encuentra el discutido bisonte-jabalí a la carrera. Se puede observar el grabado inciso y advertir el hocico, la línea de la testuz e incluso el cuerno del bisonte, así como el característico grabado ancho que describe el lomo de este animal como sucede en otros bisontes del techo. No obstante, de su cabeza arrancan unas grietas que sugieren la forma del hocico de un jabalí. Teniendo en cuenta que, en numerosas ocasiones, el autor de los bisontes aprovecha las grietas para resolver el trazado de algunas partes de su anatomía, si ademas nos fijamos en la linea de carbón que parece describir el dorso, no es de extrañar que para varios autores, nos encontremos ante una representación de jabalí. La ultima fase del proceso consiste en la incorporación del color, a base de óxido de hierro. En oca- facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 227 fig. 8- El bisonte macho encogido es una de las figuras emblemáticas de Altamira. "Construido" por el pintor magdaleniense sobre una protuberancia natural del techo, adquiere un fuerte carácter escultórico. El facsímil/227 facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 228 siones frota directamente un bloque de óxido de hierro sobre la piedra húmeda, otras veces utiliza el pigmento triturado, que a veces puede haber diluído en agua, para extenderlo sobre la piedra. En la cola o las patas aplica el color de un solo trazo, entre las líneas negras y el grabado, sin repasarlo. En otras partes, frota el color con las manos hasta introducirlo en los poros de la piedra húmeda, quedando la superficie, a veces, completamente cubierta. El óxido, de color siena, se combina con el ocre dorado de la piedra y, al humedecerse, se torna de un rojo vivo. Sólo uno de los bisontes se ha pintado con ocre amarillo. De nuevo el autor juega con el soporte de piedra, esta vez con su color, pues los bisontes combinan el ocre dorado de la misma con el rojo de los óxidos de hierro y el negro de carbón. Los tres colores se mezclan en la piedra, pues el pintor no lo hizo previamente, con una gran limpieza que perdura hasta nuestros días. El autor de los bisontes se transmitió a través de ellos con una extraordinaria fuerza interior, de tal manera que aún parece percibirse su presencia en la sala. Este autor trabajó en un techo que ya había sido pintado por otros antes que él. Predominaban los caballos y no dudó en superponer sus figuras a éstos. Entre el conjunto de bisontes, también pintó un caballo combinando grabado, negro de carbón y óxido de hierro pero lo hizo de un modo diferente a como se habían hecho los caballos que allí se encontraban ya pintados. Es de destacar en esta zona del techo, al fondo de la sala, la cierva detrás del conjunto de bisontes a la que hicimos mención anteriormente. Mide 2’20 m. del hocico a la cola. También cuenta con grabado, negro de carbón y color siena. Advertimos una tercera oreja y otros datos que nos hacen pensar que pudo ser trazada sobre otra figura anterior. Está situada mirando hacia la entrada de la sala. Frente a ella, aunque dejando un espacio amplio, acorde con la proporción de ambas figuras, hay un bóvido también de grandes dimensiones, dibujado únicamente a carbón. Se ha interpretado la cabeza y parte del dorso. Su trazado es diferente al de los bisontes. Con el carbón se ha modelado su anato228/El facsímil mía. Está trabajado con una gran sensibilidad y conocimiento técnico del dibujo a carbón. Además de estas notables figuras, encontramos innumerables grabados, sólo perceptibles con una iluminación rasante. Entre ellos destacan las figuras de antropomorfos, y varias cabezas de ciervas con un grabado muy similar al de las ciervas grabadas sobre omoplatos de este animal, encontradas en los yacimientos de Altamira y El Castillo. También son notables los signos y trazos pintados en rojo repartidos por todo el techo, algunos ocupan extensas áreas, con un tamaño e intensidad considerables. Estos signos escapan realmente a nuestra interpretación. A la derecha de la gran grieta que divide la sala, en lo que hoy es un rincón debido a los muros de sustentación que se levantaron en Altamira en los años cuarenta, pero que de no existir éstos, nos situaríamos en el punto de encuentro entre la sala y la zona vestibular de la cueva, volvemos a encontrar un grupo de bisontes, algunos inacabados, de las mismas características de los citados anteriormente, que parecen dirigirse hacia la salida de la sala. En esa misma zona, más hacia el interior y junto a la pared derecha, un grabado de la cabeza y la papada de un bisonte con apariencia humanoide nos recuerda a la cabeza del Gran Macho que se encuentra al otro lado de la grieta. Junto a este grabado aparecen otros de antropomorfos. Antes que un techo de bisontes, Altamira fue un techo de caballos En esta parte del techo destacan unos caballos de atribución Solutrense pintados en rojo. Miden en torno a un metro desde la cabeza al inicio de la cola. Su autor les transfirió una gran vitalidad, los interpreta en movimiento, saltando, corriendo. Eligió superficies del techo de la sala evitando las protuberancias que sirvieron después de inspiración al pintor de los bisontes. Con gran destreza graba con línea fina y continua el contorno del animal y lo rellena con pintura de facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 229 Fig. 9- Uno de los valores añadidos de la réplica es que nos permite "visiones" negadas a los visitantes del original, debido en parte a la escasa altura del techo con respecto al suela de la sala, y en parte a los muros de sustentación que se construyeron en Altamira para evitar su posible hundimiento. En este caso, vemos, al fondo, los bisontes policromos, desde la zona de los caballos solutrenses. óxido de hierro mezclando éste con agua, aplicándolo sobre la piedra. No utiliza carbón. Uno de los caballos no lo grabó, trazó una línea ancha de óxido de hierro como contorno y dejó el color de la piedra en su interior. Es emocionante ver una mano positiva pintada con óxido de hierro próxima a uno de los caballos, pues podríamos encontrarnos ante la huella de su autor. La mano se pintó de pigmento rojo y agua y se situó sobre la piedra húmeda del techo. Creemos que no fue accidental, pues aunque los pintores tuvieran las manos impregnadas de color, no se aprecian en el techo manchas que no sean intencionadas, con el propósito de crear formas concretas. Los megaceros están deteriorados bajo otras figuras superpuestas sobre ellos. Compartiendo el espacio con bisontes, caballos y megaceros hay numerosos grabados de ciervos, antropomorfos y signos. Destacamos el de un ciervo fínamente grabado, en el que nuevamente queda patente la seguridad en el trazado y la coordinación entre la mente y la mano del autor. Muchas de estas figuras están entrelazadas pues se superponen unas a otras. Es necesario estudiar con detenimiento las superposiciones para determinar qué fue pintado primero y qué posteriormente. Los bisontes se superponen a los caballos y a uno de los megaceros, lo que indica que aquellos son posteriores. El facsímil/229 facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 230 Fig. 10- En diciembre de 1998, los autores Pedro Saura y Matilde Múzquiz, junto al Director de Altamira José A. Lasheras, en la sala de policromos con motivo del inicio del trabajo de documentación para la réplica. Nueva luz sobre el techo polícromo Era casi inevitable. Después de sumergirnos en el modo de trabajar de los artistas paleolíticos de Altamira, de vivir cada momento en la recreación de la pintura y el grabado, después de estudiar en profundidad sus procesos pictóricos, cómo y donde inician y resuelven cada figura, hemos reconocido en rastros de pintura y grabado, figuras inéditas en el Gran Techo. Inicialmente pensábamos que en la mayoría de las pinturas del techo, los artistas magdalenienses habían respetado las figuras hechas por sus predecesores. Naturalmente estábamos planteando un 230/El facsímil supuesto equivocado, pues la idea del respeto por parte de los autores magdalenienses de lo que hubiese pintado en aquel techo la tribu solutrense, posiblemente diste mucho del concepto de respeto que tenemos en la actualidad los artistas. Con toda probabilidad, el autor de los bisontes, que pintó sobre un techo lleno de caballos, empleó el fondo rojo de algunos de ellos como punto de partida para ejecutar sus bisontes. Hay varias figuras de caballos rojos entre los bisontes del lado izquierdo del techo muy similares –casi con toda certeza del mismo autor- a los que retozan en el lado derecho. Los hemos encontrado porque conocemos el tipo de grabado que contornea la facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 231 Fig. 12 - El trabajo de documentación fotográfica fue duro pero gratificante. P. Saura lleva más de 25 años fotografiando este techo pintado. Aunque se han empleado fotografías tomadas a lo largo de todos estos años para la ejecución de la réplica de Altamira, hubo que fotografiar nuevamente las paredes suelo y techo de toda la zona vestibular y de la sala de policromos. figura de éstos, la disposición de sus patas, crines y vientre, y como rellena de rojo su interior. Bajo las pezuñas delanteras del bisonte hembra parado, arranca la cabeza y las patas delanteras de un caballo rojo muy perdido de casi 1,20 metros, en el que se aprecia claramente el grabado inciso de su contorno. Bajo el vientre del bisonte que vuelve la cabeza, hacia la parte trasera, aparecen lo que probablemente sean las patas de otro caballo cuyo cuerpo se encontraría en este caso, bajo el bisonte. En la zona del grupo de cuatro bisontes que marchan hacia la salida, en el rincón derecho de la sala, hemos redescubierto una figura parcialmente descrita por Breuil, de la que solo encontró las patas traseras y no describió el grabado, ni determinó qué animal era; se trata de un caballo que está completo, contorneado por la característica línea de grabado inciso. Está bajo el mayor de los bisontes de esa zona del techo, y su color rojo fue, una vez más, diluido por la acción mecánica de frotar con las manos que el autor de los bisontes utiliza para extender el color, conformando la figura del bisonte superpuesta al caballo. Hemos encontrado algunos bisontes, encajados en protuberancias del techo pero incompletos, algunos solo grabados, como el pequeño bisonte situado sobre la cabeza del caballo solutrense relleno de color rojo, junto al rincón de los bisontes que acaEl facsímil/231 facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 232 Fig. 13- Tragacanto, desarrolló a partir de los datos planimétricos de IGN, este modelo digital del techo policromo con los relieves que posee. Apreciamos algunos de los volúmenes que fueron aprovechados por el autor de los bisontes para encajar las figuras. bamos de describir. En este, los cuernos, ojos, y el pelaje de la barba y de la giba aparecen netamente grabados sobre un volumen natural del techo que describe una excelente silueta de bisonte. En otros caso, las figuras descubiertas, apenas son trazos que describen lo que serían bisontes ya desaparecidos pero perfectamente adaptados al volumen de piedra del techo. Advertimos lo que parece ser una gran cornamenta en negro, que quizá tenga alguna conexión con unas patas y pezuñas dibujas asimismo con carbón, aunque algo separadas. Aparece junto a la gran grieta, a la derecha de esta y a la altura de los bisontes encogidos del lado izquierdo. También encontramos grabados inéditos, destacando lo que parece ser una cabeza de caballo con las crines al viento o acaso una cabeza de antropomorfo, situada junto a la cola del bisonte amarillo, sobre la giba del bisonte hembra parado4. Norte 232/El facsímil LA REPRODUCCIÓN DEL ARTE PALEOLÍTICO DE ALTAMIRA Partiendo de las peculiaridades de las pinturas del techo Polícromo y del convencimiento de que el soporte de piedra supuso para los pintores paleolíticos un elemento importante en la realización de sus obras, debíamos obtener un soporte de piedra con los mismos relieves del original y con las mismas grietas, pues fueron fuente de inspiración y parte importante de la omposición y expresividad de las obras paleolíticas. Por otra parte, nos parecía absolutamente necesario reproducir la textura de la piedra pues influyó de forma decisiva en el comportamiento de los materiales de pintura y grabado, en este sentido, era la primera vez que se planteaba reproducir la textura del soporte original con absoluto rigor, en una réplica de arte parietal paleolítico. Así mismo, el soporte debía tener una absorción similar a la de la piedra caliza original para poder pintar como pintaban los pintores paleolíticos, pues nosotros lo reproduciríamos al igual que ellos con pigmentos de óxidos de hierro y carbón vegetal. También tendría un color de base que definiríamos en su momento. facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 233 Desde el Museo de Altamira se encargó al Instituto Geográfico Nacional (IGN) la elaboración de una topografía de precisión5. Sven Nebel, director de Tragacanto, diseñó una fresadora controlada por un programa informático que transformaría los datos digitales del IGN en un volumen exacto tallado sobre poliuretano expandido. Tragacanto, fue la empresa responsable de resolver y ejecutar todo el soporte de piedra artificial que constituye la replica completa, sala de polícromos y zona vestibular. El proceso de elaboración del soporte de la réplica de polícromos que habíamos diseñado fue seguido con absoluto rigor por parte del equipo de Tragacanto, que asimismo desarrolló el sistema de anclaje y colgamiento de toda la réplica a los forjados del museo. Una vez concluído el trabajo de planimetría deñ techo polícromo por parte del IGN, elaboramos un mapa de texturas del techo polícromo registrando los distintos grados de rugosidad del mismo. Asimismo, elaboramos otro mapa registrando las humedades y goteos del techo. Todos estos datos serían trasladados a la réplica. Se tallaron sobre bloques de porexpán de 100 x 100 x 30 cm, los casi doscientos metros cuadrados del techo polícromo y se dispusieron como un enorme rompecabezas sobre el suelo de una nave acondicionada al efecto. Es en este momento cuando debía incorporarse la textura sobre la base del recién elaborado mapa de texturas del techo polícromo. Buscamos en la cueva de Altamira, en zonas marginales y sin arte, junto a los muros de sustentación construidos en los años cincuenta, texturas iguales a las del techo polícromo. Se recogieron improntas de Fig. 14- La nave de Tragacanto con varios paneles pintados ya concluidos. A continuación se procedería a desmontar todo el techo policromo en los 76 fragmentos que lo componen, determinados por el trazado de las grietas mas pronunciadas y se embalarían individualmente para su traslado y montaje al Museo de Altamira. El facsímil/233 facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 234 Fig. 15- Matilde Múzquiz (en la foto) y Pedro Saura, grabaron sobre el modelo todos los grabados paleolíticos que hay en el techo de Altamira, algunos forman parte de figuras pintadas, policromas y monocromas, otros son el único procedimiento empleado por los artistas paleolíticos para ejecutar su obra. Fig. 16- Matilde Múzquiz emplea sus propias manos para extender sobre la superficie pétrea humedecida, el pigmento rojo formado por óxido de hierro, que dará volumen al cuerpo del bisonte hembra parado. La acción mecánica de la mano frotando el óxido de hierro contra la textura de la piedra, fue sin duda el procedimiento empleado por el artista magdaleniense para conseguir el efecto final de claroscuro de los bisontes. 234/El facsímil estas texturas en pequeñas muestras de silicona, un material en absoluto agresivo para la piedra húmeda de la cueva. A partir de estos moldes negativos se obtuvieron positivos de cera, que se repitieron en cantidad suficiente para cubrir el techo completo. Tras un riguroso proceso, los positivos de cera se fueron adhiriendo en el lugar correspondiente a cada grado de textura sobre los volúmenes del techo tallados en los bloques de porexpán. Sobre aquella gran superficie, abrupta en sus relieves, se debían localizar y tallar cada una de las grietas del techo con su trazado exacto y con su carácter. Nos basamos fundamentalmente en la fotografía, en parte proyectada y en parte apoyada sobre puntos de referencia de la planimetría, guiándonos por los relieves y posteriormente con la referencia permanente de grandes ampliaciones fotográficas. Finalizado este riguroso trabajo, para comprobar que todas las grietas estaban en su lugar, dibujamos sobre la superficie de cera los animales que pintaríamos posteriormente, así como los grabados que realizaríamos, con el fin de modificar las grietas que fuese necesario, pues una vez llevado este modelo a piedra artificial no sería posible su rectificación. En este sentido, hay que señalar que es tal el aprovechamiento de las grietas por parte de los autores paleolíticos del arte del techo polícromo para determinar el encajado de las figuras, que una insignificante variación en el trazado exacto de estas grietas, desvirtuaría notablemente el aspecto y forma de las pinturas y grabados. Así mismo, a partir de fotografías y de la observación directa del techo original, se tallaron manualmente las zonas de los volúmenes “invisibles” a la planimetría por su acusado extraplomo y se completó la gran grieta que surca el techo longitudinalmente, interpretándola cómo debía estar en su momento, ya que en la actualidad está rellena de cemento. La geografía del techo quedó reproducida y teníamos que incorporar algo determinante: los grabados paleolíticos. Reprodujimos en la cera los grabados análogos a los de los bisontes magdalenienses, asi como los caballos de atribución solutrense facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 235 y todos aquellos grabados que los autores paleolíticos trabajaron como técnica única, tanto aquellos cuya representación reconocemos como los que aparentemente no representan nada conocido. En todos ellos reconstruimos la intención de los autores en cuanto a la dirección, grosor del utensilio empleado, ritmo de trazado, etc. Después de esta intervención, se cortó el modelo por las grietas más pronunciadas, en 76 fragmentos. De cada uno de ellos se obtuvieron moldes de silicona, que registraron con todo detalle la geografía del techo, reforzados con fibra de vidrio y tubo de acero. Hasta aquí habíamos trabajado sobre un modelo en materiales modelables y se habían resuelto los volúmenes y el movimiento de la piedra, sus zonas extraplomadas, todas y cada una de sus grietas, con su trazado y carácter, las distintas texturas de la piedra según su distribución en el original y los grabados hechos por la mano del hombre paleolítico. El sistema establecía unos estándares de trabajo muy elevados, el error era de menos de un milímetro por metro y el resultado absolutamente Fig. 17- M. Múzquiz y P. Saura, dan los últimos toques a un gran fragmento de la réplica, que se corresponde con la zona de los bisontes policromos. fig. 18- Matilde Múzquiz trabaja sobre la figura del gran bisonte con la mirada atenta a las fotografías del original, tras ella, las colaboradoras de los autores Begoña Millán y Pilar Fanjul, rellenan de color las grietas en las zonas sobre las que aparecen figuras o manchas de color. El facsímil/235 facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 236 12 En esta serie de fotografías vemos un gran fragmento del techo policromo situado en posición vertical, correspondiente a la zona derecha de la grieta longitudinal. Está formado por unas18 piezas unidas. En la primera imagen vemos el panel después de haber proyectado chorro de arena, y listo para el proceso de pintura. En la siguiente fotografía, extendemos tierra procedente de las arcillas que existen entre los estratos calizos de la cueva, extraída de la excavación efectuada para la obra del museo. El resto de las imágenes muestran el proceso de pintura llevado a cabo por los autores con los mismos materiales y aglutinantes empleados por los artistas paleolíticos en el original. facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 237 Fig. 19- Pedro Saura extiende el color de la gran cierva. Esta, la mayor figura pintada de Altamira, mide 2,25 metros del hocico a la cola. El leve color de esta figura, puso de manifiesto la importancia del rigor que se había empeñado en la recreación exacta de la textura de cada zona del techo, pues el aspecto jaspeado del color, está determinado por el pigmento que rellena cada uno de los poros de la piedra. 19 Fig. 20- Reproducir la pintura de Altamira no era lo único difícil, había que dotarla de 15000 años de antigüedad. Durante semanas, diariamente se proyectaba agua para que la piedra embebiera el pigmento, y el carbón penetrase en el poro. Pedro Saura, efectúa en este caso el proceso final de cada día: "acariciar" con su mano el color de la figura del bisonte encogido. 20 21 Fig. 21- Pedro Saura frota con sus manos previamente impregnadas de óxido de hierro triturado, la piedra húmeda de la réplica. El área se corresponde con una zona del techo policromo, a la derecha de la gran grieta, compartida por grandes animales, algunos muy perdidos, como el caso de este gran megaceros cubierto en parte por eflorescencias calcáreas. facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 238 tono se resolverían con veladuras de ocre natural. Una vez elegido el mortero, compuesto por un 80% de piedra caliza molida y el resto, por un aglutinante sintético, pigmentos y un agente ignífugo, se procedió a la realización de todas las piezas que componían el techo, cada una de ellas reforzada posteriormente con fibra de vidrio y tubo de acero. Se obtuvieron 76 piezas irregulares de 150 kg aproximadamente cada una, su número y forma estaba determinado por el trazado de las grietas mas pronunciadas, unas con otras se iban uniendo como en un rompecabezas, al unirlas, las juntas no se distinguían de las demás grietas del techo. Las piezas se fabricaron con anclajes para ser suspendidas de los forjados del edificio del Museo. Fig. 23- Una vez montado el techo policromo en su ubicación definitiva en el Museo de Altamira, M. Múzquiz y P. Saura, proceden a dar barnices que protegerán la pintura e imitarán con sus distintos matices de brillante a mate, las humedades que aparecen sobre el techo original. Asimismo se incorporarán las gotas de agua, mediante resinas epoxi, en lugares análogos a los del techo de Altamira. La pintura del techo polícromo riguroso en cuando a datos “geográficos” y situación de cada uno de ellos. Ahora teníamos que crear un soporte pétreo definitivo con todas las características del original. La piedra artificial debía ser como la piedra caliza de la cueva original, con una absorción similar para que el agua y los pigmentos penetrasen de modo análogo y así recrear las figuras y signos con el mismo resultado que el original. No queríamos algo que tuviese el aspecto de Altamira, queríamos Altamira. El reto era altísimo pero sólo intentándolo, nos aproximaríamos a ello. El soporte, debía tener además un color y un tono característico: el ocre amarillo del techo polícromo. Otra dificultad añadida consistió en que la piedra debía llevar un agente ignífugo por estar destinada a su instalación en un museo. Para empezar, se fabricaron varias muestras con ligeras diferencias de matiz en su color. Estas muestras se evaluaron por contraste con el techo original. Se eligió la muestra que se correspondía con el tono más claro del techo; sus distintas variaciones de 238/El facsímil La piedra resultante tenía un color ocre claro, toda la geografía natural y los grabados. Como pintores, sabemos lo determinante que es el soporte en una pintura o dibujo, por eso nos tomamos tanto esfuerzo y empeño en conseguir un facsimil del soporte original. Nos planteamos recrear la realización de cada figura como en su día lo hicieron los artistas magdalenienses. Ha sido emocionante afrontar cada dibujo y cada pintura y comprobar si nuestros supuestos sobre su ejecución se cumplían. Hemos empleado los mismos materiales que emplearon en el paleolítico: carbón vegetal, óxidos de hierro y agua como aglutinante. De esta manera, los visitantes del museo pueden apreciar no solamente un resultado final con el aspecto de Altamira, sino también el modo en que se pintaron los originales. Una referencia imprescindible ha consistido en las grandes ampliaciones fotográficas realizadas desde el lugar en que, en nuestra opinión, se situaron los artistas primitivos para ejecutar cada una de las figuras. Hemos pintado a mano alzada teniendo como guía las fotos y la geografía del techo, nunca por proyección fotográfica. facsimil.qxd 07/11/2002 16:11 Página 239 El techo de Altamira es un gran palimpsesto en donde se han superpuesto a lo largo de siglos, pinturas y grabados hechos por hombres de distintas tribus del Paleolítico. Para reflejarlo, hemos pintado en primer lugar aquellas figuras que consideramos que fueron creadas primero y fuimos superponiendo aquellas otras que se crearon en un tiempo posterior, en algunos casos, casi haciendo desaparecer las primeras. Cada trabajo que llevamos a cabo sobre la pintura rupestre nos lo planteamos como una ocasión de avanzar en su conocimiento. En esta fase del proceso hemos pretendido ver las distintas apariencias del techo en las sucesivas intervenciones de los artistas, pues, una vez terminado, volveríamos al aspecto del techo original. Para pintar, hemos humedecido constantemente el soporte de piedra artificial, con el fin de obtener una humedad similar a la del techo original. Las figuras realizadas con trazo negro de carbón las hemos reproducido igualmente con carbón siguiendo la dirección de su trazado, su ritmo y su intensidad. Los grandes polícromos ejecutados en negro y rojo, los hemos resuelto aplicando los materiales en el orden en el que consideramos que fueron pintados. Hemos empleado fundamentalmente las manos para aplicar la pintura, obteniendo así el mismo resultado matérico que en el original. Creemos que el efecto que hoy percibimos en las masas de color rojo del cuerpo de los bisontes de Altamira, con variaciones de matiz, unas veces densas de color y otras más lavadas, no se deben al efecto del agua que rezuma el techo, combinado con el paso del tiempo, sino a la acción mecánica de la mano del pintor impregnada de óxido de hierro, al frotarla sobre la superficie, creando un efecto de claroscuro que modela la anatomía del animal acentuando el aspecto de volumen que le proporcionaba la piedra. También hemos recurrido, aunque en menor medida a piel de gamuza impregnada de color envolviendo nuestros dedos. No obstante, cada artista trabajó de manera diferente, unas veces frotando la pintura insistentemente sobre la piedra hasta introducirla en el interior de la prosidad de la roca y otras veces aplicándola sin apenas frotar. Fig. 24- Vista de la zona de los bisontes policromos de la réplica de Altamira. El color de cada figura se ha ajustado por comparación con el original, a partir de muestras ya coloreadas y fijadas. De esta manera, hemos ajustado el color de referencia que nos proporcionan las fotografías positivas y reversibles, todo ello observado con una luz controlada. Hemos situado cada trazo, cada masa de color, cada matiz, en su lugar exacto. Dibujamos las líneas en el mismo sentido que lo hicieron sus primitivos autores, aunque sin seguir una imagen proyectada, ya que este procedimiento produciría un trazo lento y probablemente falto del vigor con el que fue dibujado en su momento. Aquí se ha tratado de conseguir ese vigor trazando con decisión, por su exacto lugar, las líneas que conforman las figuras del techo. Los artistas de Altamira emplearon piedra, carbón, óxidos de hierro y agua, para realizar sus obras a la luz de lámparas de tuétano. Con estos elementos trabajados con una gran destreza crearon obras llenas de vida en las que plasmaron su carácter. El gran reto nos lo hemos planteado al tratar de reproducir todo esto que percibimos en el techo original, en cada una de El facsímil/239 facsimil.qxd 07/11/2002 16:12 Página 240 Fig. 25- Esta imagen, montada a partir de 7 placas de 20x25 cm. tomadas de distintos paneles de la réplica nos muestra una vista completa, de los 200 metros cuadrados del techo policromo. 240/El facsímil las figuras, tanto grabados, como dibujos y pinturas, intentando ser transmisores de aquellas personas. El trabajo de pintura no se ha limitado a reproducir las figuras y signos pintados, también hemos situado en su lugar cada matiz natural de la roca, cada óxido, concreción o eflorescencia natural, los deterioros y desconchones de algunas figuras muy perdidas, en realidad ha sido una reproducción total de cada centímetro de los 200 m2 del techo polícromo. La piedra artificial es de características similares a la piedra original, los materiales de pintura, también, pero la humedad natural del techo original establecía una diferencia. Con el fin de simular esta humedad, que proporciona vigor al original y también para fijar las pinturas y que no se deterioren, hemos impregnado la superficie con diversos barnices. Terminado este proceso las piezas se trasladaron al Museo de Altamira para su montaje, según el proyecto, a base de cables de acero anclados a las estructuras y forjados del Museo. Una vez montada la réplica, se simularon sobre ella con barnices, las humedades del techo original. Asímismo se fijaron gotas de resina sintética en los puntos correspondientes a las zonas de goteo. Otras reproducciones Al fondo de Altamira, a 270 m de la entrada, la Cola de Caballo nos muestra el otro santuario de la cueva. En las paredes y techo de esta angosta galería aparecen multitud de signos y figuras, dibujadas con negro de carbón o grabadas. Entre ellas destacan unos signos tectiformes en negro, un magnífico bisonte grabado y las famosas máscaras que aprovechan los relieves naturales de la piedra y que en algunos casos son completadas por la acción del hombre en forma de pequeños trazos de carbón. La reproducción de estas figuras se ha llevado a cabo siguiendo el mismo proceso descrito para la Gran Sala. En este caso, la planimetría la obtuvo Tragacanto mediante la lectura del original por un escáner de barrido. Finalizada la réplica de Altamira, desde la dirección del Museo se nos encomendó la realización de una serie de paneles de arte rupestre de otras facsimil.qxd 07/11/2002 16:12 Página 241 cuevas cántabras, con el fin de exponerlos en las salas del mismo. Para ello, se tomaron los datos planimétricos y se recogieron improntas de las diferentes texturas de cada cueva, a partir de bloques de piedra caídos de textura similar a la que aparecía en los paneles pintados a reproducir. Realizamos la documentación fotográfica y estudiamos el modo de trabajo de los autores de dichos yacimientos, en algunos casos, conocidos y estudiados desde su descubrimiento, como el panel de grabados de la cueva de Chufín, publicado en 1.973 cuyos calcos realizamos para dicha publicación. Así reprodujimos el mencionado panel de la cueva de Chufín, el panel del reno y el caballo de la cueva de Las Monedas, en el Monte del Castillo, el panel de manos negativas de la cueva de la Fuente del Salín, y un gran fragmento del panel Solutrense de la cueva del Pendo. En cada caso, seguimos los mismos criterios que para la realización del techo polícromo, intentando siempre repetir las mismas pautas que sus creadores paleolíticos, consiguiendo un soporte pétreo de características análogas, y tratando de transmitir la emoción y la magia de las pinturas originales. Creemos que, independientemente del significado de las pinturas paleolíticas, en el arte prehistórico en general y en Altamira en particular, los autores de aquellas pinturas eran personas especiales dentro del grupo. Creemos que en las cuevas sólo pintaban los pintores, y éstos, con independencia del tema, tipo de pintura y grabado que ejecutasen, con toda probabilidad marcados por la sociedad en que vivían, se planteaban el trabajo con elevadas cotas de exigencia personal en el sentido artístico del mismo. Es posible que en muchos casos trazasen las figuras siguiendo pautas aprendidas, con mayor o menor destreza y fortuna, según cada autor, surgido de entre los miembros de la tribu mejor dotados para el dibujo. Esto lo percibimos tras la observación de arte paleolítico de numerosas cuevas. Aunque las pinturas de cada cueva suelen tener su peculiaridad, su carácter, encontramos paralelos realmente asombrosos entre yacimientos separados entre sí centenares de kilómetros y, probablemente también, centenares de años. Entre estos pintores, el de los bisontes de Altamira es excepcional. No existen, en nuestra opinión, bisontes como los de Altamira en ningún otro yacimiento de arte paleolítico en el mundo. El autor de los bisontes de Altamira, que para nosotros es un único autor, pintó bisontes, que posiblemente era lo que tenía que pintar, pero los pintó como él quiso, pintó “sus” bisontes. Los ejecutó de un tamaño que probablemente era el que buscaba. Los construyó sobre relieves naturales, dándoles así carácter escultórico, siempre y cuando el relieve se adaptase al tamaño que él necesitaba, ya que cuando esto no sucedía, seleccionaba la parte mas voluminosa del soporte para situar en él el torso del animal o la cabeza, su parte más poderosa, y para resolver el resto se extendía fuera del volumen. Siguió un proceso de ejecución muy bien “pensado” y estructurado. Como ya hemos dicho, grabó primero, dibujó con carbón más tarde y terminó aplicando el color rojo. En los bisontes de Altamira conviven la escultura, el grabado, el dibujo y la pintura. Escogió los materiales con el escrúpulo de un auténtico artista; seguro que seleccionó los carbones de madera de pino, bien elaborados, porque sabía que no se desmoronarían al utilizarlos y escogió ocres de gran pureza y agua de la cueva para aglutinarlos, tal y como se pone de manifiesto en la gran limpieza y uniformidad del color, así como en su conservación a lo largo de milenios. Notas 1 Pietsch, E., 1964 2 Múzquiz, M., 1988. 3 Marcelino Sanz de Sautuola, M., 1880. 4 Múzquiz, M., y Saura, P., 2000. 5 Pascual Sanz, F., Mañero García, A., De José Fernández, J., Piña Patón, B., en este mismo volumen. El facsímil/241 facsimil.qxd 07/11/2002 16:12 Página 242