Virgen- lobo – moth. - 4° Encuentro Americano

Transcripción

Virgen- lobo – moth. - 4° Encuentro Americano
EOL: Primera Noche Preparatoria
TERCER ENCUENTRO AMERICANO DEL CAMPO FREUDIANO
XV Encuentro Internacional del Campo Freudiano
Expositores:
Alejandra Eidelberg
Leonardo Gorostiza
Graciela Musachi
Coordinación: Ennia Favret
Virgen- lobo – moth.
por Graciela Musachi
Entre 1904 y 1905 un joven estudiante fue a ver a Sigmund Freud en tres
ocasiones. Era un estudiante de letras, de psicología, de hinduismo que tenia unos
dolores de cabeza tan grandes que quedaba encerrado durante semanas sin salir de su
casa porque tenia que estar en la oscuridad y su profesor de psicología que lo apreciaba
mucho le dijo: “-Ud. no puede seguir así, tiene que ir a ver al profesor Freud que ha
escrito sobre este tema y que ha escrito La interpretación de los sueños.”
Él compra La interpretación de los sueños y la lee fascinado pero queda azorado
al pensar que si analizaba sus poemas -porque era poeta-, qué iba a hacer Freud con su
arte. Pero su dolor era tan grande que fue a verlo.
Freud le pidió que le contase su vida y el punto que a mi me interesa
mencionarles es que le cuenta que su padre era capitán de ultramar y que había viajado
durante muchos años y que luego se había convertido en un profesor de esos temas; que
había tenido unos amoríos con algunas mujeres que no eran muy convenientes, amoríos
que habían quedado en su mente porque nunca se atrevió a dar el paso para avanzar en
eso y también se había enamorado bastante locamente de algún marinero pero tampoco
hizo nada con eso simplemente lo que hizo fue masturbarse. Freud se sonrió y cuando el
joven terminó de contar sus historias le dijo: “ me ha interesado mucho lo que me ha
contado, ese enamoramiento loco con el marinero le trajo consecuencias en su vida,
tuvo algún problema con eso”? “No, que problema voy a tener, cuando uno esta
enamorado no tiene problemas- le dice- lo único es que no hice nada”. “Bueno - dice
Freud, no hizo nada no, tomó la cosa en sus manos ¡que ocurrencia la mía!, tomó la
cosa en sus manos”. En definitiva Freud le dice, si bien en eso hay una alusión a la
masturbación también hay una alusión a que el joven se hizo muy severo consigo
mismo. Es decir que él tuvo una orientación muy decidida en su vida y al parecer Freud
interpreta que todo este síntoma que padecía era que tenía una vida muy severa,
entonces le dice que no hay que pasar el límite de la severidad. Freud decide que no lo
va a analizar porque piensa que todavía el joven tiene que encontrar su camino y que
tiene los elementos para hacerlo. Esa es más o menos la historia.
Yo publiqué los relatos de este poeta que luego se convirtió verdaderamente en
escritor, escribió de todo, teatro, poesía, periodismo. Y él publicó sus “Recuerdos sobre
Sigmund Freud” donde cuenta esta experiencia.
Me interesa el caso porque hace poco se ha publicado un artículo que se llama
“Sigmund Freud, la homosexualidad masculina y los americanos” de Henry Abelove
quien retoma el caso y dice lo siguiente: “se trata de un paciente que encaja en esa
categoría, la categoría de homosexual”, de donde lo saca es un misterio verdaderamente;
aunque dice que es difícil estar completamente seguro, -se ve que el hombre tiene algún
reparo sobre eso- afirma que el joven “tiene una sexualidad no convencional”.
Verdaderamente les puedo asegurar, pueden leerlo, está publicado en este librito que
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publiqué el año pasado “El oriente de Freud”, salvo lo que les cuento no hay nada para
afirmar que “encaja en la homosexualidad”, claro que él está argumentando contra los
psicoanalistas que tienen sus serios prejuicios contra la homosexualidad especialmente
en Estados Unidos, pero creo que es un debate que concierne a toda la comunidad
analítica.
Hay en nosotros ese prejuicio. El lo encuentra en el hecho de que en la época de Freud
que los homosexuales no pudieran practicar el psicoanálisis en la IPA y entre nosotros
es un tema que hasta ahora está bastante vedado. Ese es un tema que les quería
comentar.
El otro caso es el de Virginia Woolf.
Virginia Woolf, la traigo a colación no solamente por su búsqueda incesante de una
forma literaria original sino también por su supuesta sexualidad. Ella terminó creando lo
que Jacques Aubert llama un género híbrido, ya que nunca se decidió por la poesía
propiamente dicha.
Uds. saben que Virginia Woolf, especialmente por muchas de sus novelas, “El cuarto
propio”, “Orlando”, etc. se ha convertido en un icono feminista y en ese sentido cae
bajo el respeto que Miller tiene por las feministas en el sentido de que ha contribuido a
generar nuevas identificaciones para las mujeres. También, quizás sepan que ella no
quería analizarse justamente por el mismo temor que había tenido el joven paciente de
Freud, Bruno Goetz (eso dice Paul Roazen), por el temor de que el psicoanálisis
interfiriera sobre su potencial creativo, a pesar de que ella era la esposa del editor de la
Hogarth Press que es la que editaba todos los trabajos de Freud en inglés y que ella
misma tradujo Dostoievski y el parricidio.
De ella se ha dicho que era homosexual, psicótica, pero ella misma se confiesa
victima de un vicio inútil, el suicidio.
El problema del género híbrido es aplicable tanto a la literatura como a la
situación actual respecto de la sexualidad. Uds. saben que actualmente estamos, por eso
me parece interesante que me hayan dejado uds. a punto para plantear este tema;
actualmente hay un cierto empuje a que ya no se trate ni de hombres ni de mujeres, ni
de homosexuales ni de heterosexuales. No se trata de homosexualidad, no se trata de
mujeres se trata de lo que se llama actualmente queer, que es la palabra que antes
nombraba a la homosexualidad y que cierto grupo de personas que no estaban
satisfechas de que los homosexuales se transformaran en un movimiento, un
movimiento gay que reivindicara sus derechos y que quisieran así integrarse a la
sociedad, un grupo de personas que no estaban satisfechas con eso tomaron ese insulto y
lo convirtieron en su insignia, es decir que se nombran a ellos mismos con ese insulto
que para ellos es su orgullo, queer, raro, género híbrido.
Estamos en esta época donde hay este impulso, empuje a lo raro, lo que no es ni
una cosa ni la otra si no que es raro, único. Monique Wittig, una “feminista” decía: las
lesbianas no son mujeres. En la clínica pasa algo similar cuando ponemos el acento en
la última enseñanza de Lacan, se pasa del peso que recaía sobre la estructura al nudo, es
decir se pasa de una clínica de la discontinuidad a una clínica continuista. Hay una
puesta en cuestión no solo de la clasificación sino de la discontinuidad que eso mismo
puede implicar.
¿Cómo hemos llegado a este punto en lo que respecta al sexo? ¿Cómo hemos
llegado a lo queer?, esto es el producto de un debate promovido por las mismas
feministas como una política, el debate entre el constructivismo y el esencialismo. Han
lanzado este debate como una manera de posicionarse políticamente. ¿Qué es el
constructivismo? Según Ian Hacking hay tres axiomas que guían al constructivismo: el
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primero es que no es necesario, no es natural, no hay una esencia de las mujeres, no es
necesario que las mujeres sean como son actualmente. Ian Hacking, hay que decirlo: es
un constructivista también de género híbrido. El segundo axioma es: tal como son las
mujeres actualmente es bastante malo y el axioma tres: sería mejor que eso se
transformara. Es decir, si eso no es una esencia, si eso no es una naturaleza, si eso no es
necesario, es posible transformarlo porque eso es construido. Tanto el sexo como el
género actualmente son construidos, es decir no solamente el género, el rol que le asigna
la sociedad a la mujer es construido, sino que el mismo sexo biológico en los
desarrollos de las últimas teóricas es una construcción, el cuerpo mismo como
biológico.
Según Ian Hacking hay seis niveles de constructivismo, el histórico, el irónico al
estilo Rorty, el reformista, el desenmascarador, el rebelde y el revolucionario. ¿Cúal es
la tesis de Hacking? Él dice que la clasificación es inevitable porque existe el lenguaje y
la clasificación produce efectos sobre los sujetos, pero tenemos lo que él llama el
“efecto bucle” porque, si bien es verdad que la clasificación produce efectos sobre los
sujetos, los sujetos así afectados producen respuestas a la clasificación y afectan las
clasificaciones. En el caso de los queer es clarísimo. Es decir este es el nudo del debate
entre el constructivismo y el esencialismo que en definitiva vela el debate del cual
hablaba Alejandra Eidelberg, el nominalismo que queda del lado del constructivismo,
esencialismo del lado del realismo y en algún sentido, el fantasma. Porque hay una
resistencia al constructivismo en cada uno, ese realismo ingenuo como decía Leonardo
Gorostiza, porque es verdad que el constructivismo empuja al relativismo. En esos
momentos claves en el análisis en los que el paciente dice: ¿y ahora de que me agarro?,
el sujeto se resiste por su propia constitución de sujeto al relativismo. Entonces, del lado
del constructivismo tenemos un relativismo y del lado del esencialismo el problema no
es el malestar de la civilización sino el impasse de la civilización que es el impasse de lo
real, según mostró Miller.
¿Cómo se ubica el psicoanálisis allí? Es verdad que Lacan hace allí una banda de
Moebius, pero para él hay una sustancia que es la sustancia de goce. Lo quiero abordar
desde dos puntos que han sido aludidos aquí, el punto de la nominación y el punto de la
sexuación citando a Lacan en “Problemas cruciales…” cuando todavía no había hecho
los desarrollos en cuanto a la cuestión del goce.
La función del nombre propio, dice allí Lacan, se coloca en el punto donde la
función clasificatoria, el orden de la taxis, escapa. La función clasificatoria escapa no
ante una particularidad demasiado grande sino ante un desgarro, una falta, un agujero
del sujeto. Ahí la clasificación no funciona. Y justamente la clasificación sutura,
enmascara; esto que dice Lacan también podría decirse del nombre propio, también
podría decirse del nombre de goce. Solo que la función del nombre propio y la función
clasificatoria no es lo mismo, pero lo que pone de relieve es lo que escapa a la
clasificación, punto donde se sitúa el nombre propio y el nombre de goce, como decía
Leonardo Gorostiza, en tanto el nombre del goce agarra algo pero no todo. Sobre el
punto de la sexuación y para articularlo con este problema queer, que en última
instancia es un producto de las luchas feministas, es decir, el movimiento queer que de
alguna manera no quiere reivindicar nada sino solo que cada uno se afirme en su
singularidad de goce, ese movimiento es el punto de llegada de las luchas feministas, si
bien ellos no están de acuerdo con las feministas actualmente.
Miller en “Iluminaciones Profanas” dice lo siguiente: “la crítica al psicoanálisis
de androcentrismo no podría ligarse a la dominación del macho”, esto me parece un
argumento que si pudiéramos trasladar de nuestro código a la lengua común podría ser
muy útil para entablar relaciones amistosas con las feministas.
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“La crítica al psicoanálisis de androcentrismo no podría ligarse a la dominación
del macho ya que al menos Lacan ha señalado que en el punto de inconsistencia del
Otro tanto hombres como mujeres pierden los pedales” y cada uno tiene que arreglarse
con esa inconsistencia. Respecto de la sexuación ¿qué podemos decir de Virginia Wolf?
Me interesa una referencia que hace Jacques Aubert donde dice: “en ella no se trata de
las boludeces del género cuyas secciones o sexiones permiten fabricar ad libitum
círculos mas o menos viciosos, elipses, parábolas, hipérboles, pamplinas”, es decir que
estos queer construyen su goce con los elementos del lenguaje, con las figuras retóricas
y gozan de ello, fálicamente. En este sentido es interesante lo que ha marcado Ian
Hacking refiriéndose a estos (como dice una teórica) “Thousand tiny sexes” – miles de
sexitos.
Lo que dice Ian Hacking es muy interesante: en la época de la histeria, en el
siglo XIX, era el momento en el cual se hablaba de la disociación psíquica y había un
predominio de mujeres que encontraban así un modo de rebelarse contra el orden
victoriano. En el siglo XX, especialmente en EE.UU, aparece el fenómeno de la
personalidad múltiple, aparece ese fenómeno entre fines de los años 50, 60, de alguna
manera acompañando o produciéndose en eso ese “efecto de bucle” del que hablaba
Hacking: mas se teorizaba sobre la disociación de la histeria mas se despedazaban las
personalidades y hemos llegado ahora, eso lo digo yo, al movimiento queer es decir
donde ya esa multiplicación es como un paso mas en la personalidad múltiple y ahí ya
no se trata mas de hombres ni de mujeres. Hay que leer el tipo de personajes que se
inventan estos practicantes del sexo singular.
Vuelvo a Jacques Aubert, en ella, en Virginia “no se trata de las boludeces del
género cuyas secciones o sexiones permiten fabricar ad libitum círculos mas o menos
viciosos, elipses, parábolas, hipérboles, pamplinas, se trata de modos lógicos de goce”,
Él se plantea en Virginia Woolf que ella puede dar cuenta con su escritura, ella puede
articular los goces de los que habla el psicoanálisis, el fálico y el otro goce. Por ejemplo
en “Las olas” inventa lo que ella llama el género “play poem” y lo que es interesante es
que ese “Las olas” no se llamó así siempre, antes se llamaba “The Moth” que son las
mariposas nocturnas que da título a un libro de ensayos que publicó póstumamente el
marido de Virginia y uno de los ensayos se llama “The death of de moth”, “La muerte
de la mariposa nocturna”.
Él dice que el género hibrido que Virginia creó, el play poem, “le permitió
apoyarse trabajosamente en la escritura para asomarse al enigma de la sexuación y el
goce” hasta que ese vicio inútil, esto lo digo yo, la interrumpió. Moth: M-o-t-h hay que
tomarlas efectivamente como letras. Virginia , en ese texto que tiene dos o tres páginas,
se describe a ella misma escribiendo y ve a través de una ventana semi- transparente una
mariposa nocturna, pero es de día, entonces ella misma va definiendo que es para ella
moth, es la energía cósmica, es el goce en su inconmensurabilidad, es la fuente de a
queer feeling of ptty y, subraya Aubert, que queer en esa época se le decía a los
homosexuales, a la vez se produce un problema de identidad con moth en varios niveles
porque es una mariposa nocturna que vuela de día, es un hibrido y a la vez en inglés
habría que nombrarlo it porque es un insecto pero ella lo nombra he.
A Aubert le interesa Moth porque hay un recuerdo infantil que ella relata de
cuando tenia 4 años en que los niños cazaban mariposas nocturnas llenando los árboles
de azúcar, azúcar que preparaba la mother y entonces las mariposas se pegaban ahí y
ellos las atrapaban. Es un significante que reaparece en casi todos los textos de Virginia
Woolf. Esto para decir que respecto de la sexuación es dificil decir que era homosexual,
o psicótica, oía voces es verdad. Aubert encuentra en “género híbrido” una manera de
nombrar algo que solo puede nombrarse en la escritura y en la escritura lo que él lee es
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un nombre m-o-t-h, distinto del fantasma de dominio impulsado por el movimiento
queer.
Y de Bruno Goetz ¿que podemos decir?, nada, nada que no esté en esas
pequeñas cartas que él le enviaba a un amigo contando su experiencia con Freud o en
sus textos literarios, periodísticos, en sus poemas. Quizás leyendo eso con detenimiento
podemos hacer el mismo trabajo que Aubert y encontrar ahí el nombre que él se
construyó, se hizo como goce cuando eligió su camino.
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