Eugenia Berenice Reza Dávila - La marginalidad en Los puentes de
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Eugenia Berenice Reza Dávila - La marginalidad en Los puentes de
Marginalidad en Los puentes de Königsberg de David Toscana E. Berenice Reza Dávila En la novela Los puentes de Königsberg, de David Toscana, se tiende puentes entre dos ciudades que comparten el mismo nombre en diferente idioma: Monterrey y Königsberg, capital de Prusia Oriental. La acción central de la novela transcurre en la capital neolonesa en 1945, año en que la capital prusiana será atacada y destruida casi en su totalidad por los soviéticos para “liberarla” de los Nazis. Mientras se libran las batallas finales de la Segunda Guerra Mundial, del otro lado del Atlántico los personajes de la novela siguen atentos su desarrollo, por la radio y publicaciones periódicas, e incluso “participan” en ella, la viven. Compartir el nombre hermana a las dos ciudades a pesar de la lejanía geográfica y cultural: en la novela las ciudades llegan a fundirse, creándose así espacios y tiempos alternos. En efecto, la existencia de estos cronotopos alternativos obedece a la imaginación de los personajes, pues son ellos mismos quienes construyen y narran estas realidades paralelas que transcurren al margen de la realidad común y corriente. Las realidades marginales son desencadenadas por motivos concretos, generalmente fuera de la norma o de la cotidianidad, que crean un estado de excepción y por ende un espacio marginal del que más adelante daremos ejemplos. Gaston Bachelard en su Poética del espacio plantea La dialéctica de lo de dentro y de lo de fuera, donde problematiza sobre el espacio dado de ideas, imágenes compartidas culturalmente al que puede pertenecer un personaje y las relaciones con aquellos otros espacios a los que no pertenece o de los que es excluido; al primer espacio le llama lo de dentro y a este último lo de fuera. Estos espacios, remarca Bachelard, no necesariamente son o se encuentran ligados a un edificio o a una zona geográfica: “La oposición de lo de fuera y lo de dentro no halla entonces su coeficiente en su evidencia geométrica”1. En Los puentes de Königsberg, los espacios marginales a los que terminan perteneciendo los personajes, son espacios que se van construyendo paralelos al de la realidad; son espacios donde la realidad se modifica para responder a la voluntad del personaje que la construye de realizar su deseo y resolver su miedo, su angustia o su dolor. Aunque sean creados por un solo personaje, estos espacios de realidad marginal se convierten de forma gradual, aunque intermitente, en espacios 1 Gastón Bachelard, Poética del espacio. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2000. donde convergen otros personajes, es decir, las realidades marginales pueden compartirse, ser espacios comunes a varios personajes. Además del hermanamiento entre Königsberg y Monterrey, dentro de la novela se construyen otras realidades al margen. El telón de fondo a lo largo de la trama es la desaparición de seis niñas que asistían a un colegio de monjas, raptadas y desaparecidas, junto con el autobús en que viajaban en un paseo escolar a la presa de La Boca. Este motivo de la desaparición de las niñas es uno de los desencadenantes de la marginalidad. Las madres de las chicas desaparecidas, desesperadas, pagan al periódico local la publicación de pesquisas por varios meses hasta que en la redacción del diario dejan de aceptarles el pago pues es claro que la pesquisa no ha producido solución (2728). La madre de Marisol cada noche pone en la mesa cubiertos para su hija desaparecida, obliga a su marido y a su hijo a despedirse de ese espacio vacío que la muchacha ha dejado y le sigue lavando la ropa. El espacio marginal va haciéndose presente poco a poco, la diferencia entre el mundo de lo real y el mundo de lo narrado comienza a hacerse más sutil: es ahí donde aparece el espacio marginal (103). La madre de Juliana compra un puerco, rosado y pequeño y lo viste de uniforme escolar; el puerco en algún momento se escapa (125). La madre de Araceli cada viernes arrastra en una carreta de grandes ruedas un ataúd y lo estaciona frente al palacio de gobierno y exige justicia para su hija (45). Esta es la tragedia que asola Monterrey, es la guerra que lidian las madres de las desaparecidas, quienes en medio de su dolor se niegan a aceptar la realidad y construyen una nuevo espacio de lo de dentro, al margen, que sea menos doloroso. El evento de la desaparición también es uno de los motivos que alimenta el espacio marginal que ocupan un grupo de borrachos, personajes marginales que deambulan por el centro de la ciudad de Monterrey. Floro, un viejo actor alcohólico lee a sus amigos, Blasco y el Polaco, los anuncios de pesquisas de niñas desaparecidas y después imagina y narra la historia de cada desaparición y del paradero actual de la víctima. Pero este caso en particular, en el que desaparecen seis niñas al mismo tiempo desde el primer momento los embelesa y lo adoptan como leitmotiv, se imaginan como los raptores y, además de inventarle su historia, a cada niña la convierten en botella: de vino francés, la más guapa, Juliana; también hay de whiskey, de vodka, de tequila, etc. Este coro de seis botellas vacías que siempre los acompaña interactúa con ellos, les proporciona cariño, calor, amparo y hasta su preciada bebida, el alcohol. Además, Floro actúa monólogos clásicos del teatro a la menor provocación: El bachiller de Salamanca, de A R Le Sage, el monólogo de El rey lombardo en Morir pensando matar, de Rojas Zorrilla, Macbeth, Ricardo III, Edipo, El amante disoluto. Floro vive para inventar, narrar y actuar historias. En tercera instancia se encuentra el espacio marginal que construyen el protagonista, un estudiante de preparatoria de quien conocemos únicamente el apellido, Gortari, y su profesora, Andrea. Ella le enseña al protagonista a encontrar a Königsberg en el mismo Monterrey; lo lleva a recorrer la ciudad prusiana cuyas calles conoce de memoria, como si siempre hubiera vivido ahí. Le enseña fotos, le relata historias míticas de la fundación de la ciudad, leyendas y le narra pasajes históricos. Lo hace vivir el bombardeo a Königsberg a manos de los ingleses, un episodio ocurrido un año antes de ese momento, en 1944, e incluso participan juntos en la destrucción de la Nueva Sinagoga en 1938. También le cuenta sobre los grandes sabios que han vivido ahí, como Kant, Euler, Wagner, Lucas David. Para ellos Monterrey y Königsberg coexisten en el mismo espacio, y el lugar que habitan cuando se encuentran no es ni la primera ni la segunda ciudad, es un nuevo espacio, que les pertenece a ellos y se encuentra al margen de todos, pues les permite separarse de sus roles sociales y explorar juntos realidades más atractivas. Los distintos espacios marginales van creciendo hasta que se interesectan: las madres de las niñas aceptan participar en el juego que les propone Floro, el ex actor alcohólico, hermano de la madre de Marisol, de ir a buscar a sus hijas. Suben todos a un autobús para recorrer el camino por el que se perdieron las niñas. Luego las madres beben instigadas por los teporochos y, antes de llegar a ninguna parte, han olvidado su objetivo inicial y se han convencido de que sus hijas son el grupo de seis botellas vacías que viaja en el mismo autobús que ellas. Esta operación la repiten cada martes. Este nuevo espacio, creado al margen, les permite a las madres hacer catarsis y atenuar su desamparo (152, 205, 241). De igual manera, Andrea es conducida hasta Floro por el protagonista, pues busca alguien que pueda tomar el lugar del comandante general de Königsberg, Erich Koch, quien ha abandonado su puesto y sido acusado de traición. Floro acepta el desafío y en el momento se convierte en el General Otto Lasch, comandante general de Königsberg (137-141). En Los puentes de Königsberg la narración es el medio que permite la transformación gradual de la realidad en la nueva realidad alterna, el nuevo espacio de dentro, y también facilita las fusiones de las distintas realidades al margen: para Floro la invención de historias es su manera de estar en el mundo, para los demás personajes esta reinvención de la realidad es la única manera de continuar viviendo. Los personajes de la novela crean mundos a su medida, y en ellos dejan de ser marginales, pues sólo en estos mundos pueden cambiar su realidad y hacer su existencia llevadera. Conforme transcurre la novela, los personajes van adentrándose más en los mundos que van creando: conforme avanza el tiempo va quedando claro cómo las narraciones restan poco a poco lugar al mundo real. Las historias que van creando y viviendo los personajes tienen la función de divertir los mundos de los personajes. Es así como en Los puentes de Königsberg la marginalidad se convierte en la norma de lo narrado: se imaginan y narran espacios marginales para poder seguir existiendo. BIBLIOGRAFÍA Bachelard, Gastón. Poética del espacio. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2000. Den Toonder, Jeanette. “Aaron d'Yves Thériault ou comment transgresser l'entre-deux. ” en: Canadian Literature; Autumn2010, Issue 206, p74-87, 14p. Toscana, David. Los puentes de Königsberg. México: Alfaguara, 2009. “Así escribe el Toscana.” en: Nexos, http://www.nexos.com.mx/?P=leerarti culo&Article=72998.