Prohibido castigar: el efecto del miedo

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Prohibido castigar: el efecto del miedo
Prohibido castigar: el efecto del miedo
por Nancy Steinberg, psicóloga infantil
En las últimas semanas hemos visto diversos ejemplos de cómo
podemos ayudar a los niños a modificar su conducta sin necesidad de
castigarlos y revisado algunas alternativas para lograrlo.
Mucha gente me ha comentado que estas ideas “les hacen mucho
sentido” pero que, con frecuencia, siguen cayendo en los patrones
anteriores; aprender algo nuevo toma tiempo y ellas necesitan
resultados rápidos, así que recurren a los castigos. Pero ahora se
sienten mal por ello. Si a ti te sucede esto ¡felicidades! Vas por buen
camino.
Ahora puede ser un buen momento para detenernos y analizar qué es
lo que ocurre cuando castigamos; mi deseo es que al leer estas ideas,
te ayude en las situaciones de duda y desesperación, cuando necesitas
reafirmar tu decisión de unirte al movimiento “Prohibido Castigar”.
¿Qué sucede cuándo lo hacemos?
Como la conducta cesa, los padres creen erróneamente que el niño ya
aprendió. En realidad lo que ocurre es que deja de hacerlo por temor; su
conducta cesa pero sólo momentáneamente y en cuanto tenga la
oportunidad volverá a lo mismo. Poco o poco aprenderá a obtener lo
que quiere y a evitar la sanción.
Otro efecto indeseable es que los hijos aprenden a “leer” las señales de
una autoridad externa para saber si lo que están haciendo está bien o
mal y modulan su conducta de acuerdo a estas señales. Es claro que
eso es deseable en las primeras etapas del desarrollo, pero más
adelante deben aprender a valorar sus acciones por sí mismos, a saber
si lo que están haciendo es dañino, a colaborar con otros y a tomar sus
propias decisiones.
Pero cuando la única forma de saber si lo que están haciendo es
correcto o no es a través de la aprobación del mayor o del correctivo, los
niños aprenden que el adulto es el poderoso y ellos los débiles.
De manera que aprenden a obedecer de forma automática, por
sumisión y temor, más que por un verdadero aprendizaje de los valores
y principios humanos. En un ambiente así, el menor aprende a temer a
sus papás y a otras personas, hace lo que se espera de él y esconde lo
que es indeseable. Entonces aprende a engañar, pero ¿qué hay en el
fondo de esta actitud?
Los padres que castigan confunden el verdadero objetivo de
la disciplina: creen que educar es controlar. Y la necesidad de controlar
su conducta justifica infringirles dolor y generarles miedo, dando como
resultado frecuente individuos inseguros y resentidos que esperan
llegar a ser grandes para obtener el permiso de reprender a otros, es
decir, sus propios hijos.

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