PETRONIO: SATIRICÓN

Transcripción

PETRONIO: SATIRICÓN
PETRONIO: SATIRICÓN
[23] Reanimóse, pues, el banquete y una vez más Cuartila dio la orden de servir bebida.
Animaba el buen humor de nuestra anfitriona la tocadora de címbalos.
*
Entró el mariconcillo, tipo el más insulso del mundo y realmente digno de aquella casa, que
después de arrancar unos gemidos a unas palmadas descoyuntadas nos soltó una canción de
este aire:
- Acá, venid acá ahora, lascivos bujarrones, apretad el paso, venid a la carrera, volad
con plantas y con zancos ligeros, con nalgas ágiles y con manos atrevidas, vosotros,
blandos, cascados, voluntarios capones de Delos.
Acabados de cantar sus versos me escupió en la cara un beso nauseabundo; después, vino a
sentarse en mi lecho y aún logró desvestirme a viva fuerza, pese a que resistí. Molió largo y
tendido, bien que en vano, todas mis partes. Corríanle por la frente empapada en sudor
chorretes de ungüento de acacia; en las arrugas de sus mejillas había tanto aparejo de Creta
que se creería un muro desportillado padeciendo con las lluvias.
[24] No logré yo contener por más tiempo las lágrimas, sino que llegado al limite de mi
aflicción díjele a Cuartila:
-Por favor, señora, que habías mandado darme una embasiceta.
Palmeó ella delicadamente y:
-¡Vaya hombre agudo -dijo- y fontana de donaire en estas tierras! ¿Es que no habías
caído en la cuenta de que a los maricones se les llama embasicetas?
Entonces, para ver si con mi compinche le resultaba la cosa mejor, le dije:
-Por tu sentido de la justicia, ¿es que sólo Ascilto tiene vacaciones en este triclinio?
-Es cierto -dijo Cuartila-; désele también a Ascilto embasiceta.
A esta palabra el sodomita mudó de cabalgadura, y pasado a mi camarada, lo molió a
nalgadas y besos.
Estaba a todo esto todavía de pie Gitón, que a fuerza de reír se descoyuntaba las ijadas. Fijóse
en él Cuartila y empezó a preguntar con muchísimo interés de quién era paje. Al decirle yo
que era mi amigo, me repuso:
-¿Por qué, pues, no me ha dado un beso?- y lo llamó a su lado y lo apretó contra sí
para besarlo, al tiempo que metía su mano bajo la ropa del muchacho y meneando con
ella el miembro de éste todavía inerte, dijo:
-Éste mañana tomará la alternativa lindamente como entrada a mi festín; pues hoy
después de una buena merluza no tomo bodrio.
[25] Tras estas palabras se puso Psique a cuchichearle algo al oído en medio de risitas, y
cuando le dijo no sé qué:
-Eso, eso -contestó Cuartila-, hiciste bien en recordármelo. ¿ Por qué, ya que la
ocasión es tan linda, no se desvirga a nuestra pequeña Panníquide?
Al punto, se sacó al medio una niña bastante monilla y que no parecía tener más de siete
años, precisamente la misma que habla ido con Cuartila a nuestra habitación. Pusiéronse
todos, pues, a aplaudir y a pedir a voces la boda; yo estaba estupefacto. Aseguré formalmente
que ni Gitón, muchacho extremadamente tímido, estaba en condiciones para tamaña procacidad, ni la muchacha tenía edad para poder sobrellevar su papel femenino.
-¡Vaya! -dijo Cuartila-, ¿es ésa más pequeña que era yo cuando por primera vez
soporté un hombre? que me lleven las iras de Juno si recuerdo haber sido nunca
virgen. Casi no sabía hablar y ya moceaba con niños de mi edad; luego, según fueron
andando los años, me ajunté con muchachos mayores, hasta que llegué al tiempo que
tengo ahora. De aquí incluso creo que salió ese dicho de que puede cargar un toro el
que ya ha llevado un novillo.
Y así, para que mi amigo no recibiera mayor agravio a mis espaldas, me levanté para la
celebración nupcial.
[26] Ya Psique había cubierto la cabeza de la niña con el velo bermejo, ya el sodomita
marchaba delante con la antorcha, ya las mujeres borrachas se habían puesto en larga fila
batiendo palmas, y habían adornado con una colcha el lecho nupcial que se iba a profanar:
entonces Cuartila, encandilada por la obscenidad de la broma, se puso también en pie, y
cogió a Gitón y lo arrastró hasta el dormitorio.
La verdad es que no había hecho ascos el muchacho, y tampoco la niña se había preocupado
ni la habla asustado la palabra boda. Por eso, en cuanto los dejamos en la cama y cerramos,
nos sentamos ante la puerta de la habitación nupcial. En primera fila Cuartila había pegado su
ojo curioso por una rendija descaradamente agrandada, y contemplaba con entusiasmo
lúbrico los retozos de los muchachitos. A mi también me atrajo acariciándome con su mano a
tal espectáculo, y como al mirar a un tiempo se arrimaban nuestras caras, en los momentos en
que dejaba de fisgar, fruncía al volverse sus labios, y me castigaba así con besos y más besos
como de tapadillo.
*
Nos tiramos en la cama y sin miedo ya pasamos el resto de la noche.

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