Los Estudios de Israel

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Los Estudios de Israel
Los Estudios de Israel
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Vol. # 771112S
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Noviembre 2012
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Tierra del Pacto
en el
Nuevo Testamento
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Puentes para la Paz...Su Conexión con Israel ®
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Tierra del Pacto
en el
Nuevo Testamento
El pacto de Dios respecto a la Tierra de Israel en el Antiguo Testamento, la tierra prometida a Abraham, continúa vigente en el Nuevo Testamento. Aunque quizás no se encuentre
muy explícito, está implícito y muy patente. Existe amplia evidencia para ello, pese al
deseo de los críticos por intentar ilegitimar el derecho de Israel a su tierra.
Según la comprensión cristiana, el Antiguo y el Nuevo Testamento componen el canon
bíblico, o la unidad de la Escritura, y establecen la perpetuidad del pacto en cuanto a la
Tierra. El pacto en el Antiguo Testamento no fue abrogado por ningún evento en el más
Nuevo Testamento. Dado que los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob todavía son
el pueblo escogido de Dios porque aún mantiene Su pacto con ellos, la Tierra todavía está
reservada para el pueblo judío. En estos momentos, los hijos de Israel que han regresado
están parados firmemente sobre las promesas de Dios mientras están parados firmemente
sobre su Tierra.
Llene el siguiente blanco: Dios deseó redimir al mundo, y envió a _____. Claro está, los
cristianos responderíamos “Su Hijo,” y eso es correcto según la “plenitud del tiempo” (Gál.
4:4). Pero Dios comenzó Su proceso de redimir al mundo cuando envió a Abram (luego
Abraham) desde Mesopotamia a una tierra que le mostraría. Dios prometió a ese anciano
sin herederos que haría de él una gran nación, y establecería muchas naciones por medio
de él. Le bendeciría, y bendeciría a quienes le bendijeran, y sería una gran bendición al
mundo (Gén. 12:2-3). Dios inició su maravilloso plan de redención por medio de un hombre escogido en una Tierra escogida.
El Dios de Abraham fue muy específico cuando dijo: “Y te daré a ti, y a tu descendencia
después de ti, la tierra de tus peregrinaciones, toda la tierra de Canaán como posesión perpetua. Y Yo seré su Dios” (Gén. 17:8). Por medio del pacto que confirmó luego con Isaac y
Jacob (Israel), esa porción de tierra les fue dada como herencia perpetua, conocida como
la “Tierra de Israel.”
Los hijos de Israel están parados
firmemente sobre las promesas de
Dios mientras están parados
firmemente sobre su Tierra.
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¿Pa
lest
ina?
La Tierra de Yeshúa
Un mapa en mi Biblia indica que Yeshúa (Jesús) vivó en una
tierra llamada “Palestina.” Algunos insisten en perpetuar ese
desafortunado error debido al nombre que le fue dado a la Tierra
mucho después del tiempo de Yeshúa. ¿Cuál es el nombre bíblico
correcto en esos tiempos? Uno sólo tiene que leer hasta el segundo
capítulo del Nuevo Testamento para ver la respuesta. Allí, el Señor
envía a Su mensajero celestial para decir a José: “Levántate, toma
al Niño y a Su madre y vete a la tierra de Israel…” (Mat. 2:20a).
Aparentemente, no existe confusión en el cielo sobre quién es el
propietario de esa Tierra.
¿Y quién podrá contradecir a una madre judía? La madre de
Yeshúa confirmó la llegada del Hijo de Dios a esa misma Tierra del pacto. Miriam (María) concluye su magnífica canción con: “Ha ayudado a
Israel, Su siervo, para recuerdo de Su misericordia tal como dijo a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia para siempre” (Luc. 1:5455). Aquí encontramos otra razón por llamar a esa joven judía como
“bendecida” (v. 48). Considere el origen físico de Yeshúa un momento. “En
secreto” fue “entretejido en las profundidades de la tierra” (Sal. 139:15).
Su precioso cuerpo fue formado con los elementos de esa Tierra. Su sangre bañó el polvo de Jerusalén.
El Señor llama a Abram.
Abram viaja a la Tierra Prometida.
Esa es la misma Tierra de Dios de la que hablamos: “Es una tierra que el SEÑOR
tu Dios cuida; los ojos del SEÑOR tu Dios están siempre sobre ella…” (Deut. 11:12).
Usemos ahora nuestros ojos para encontrar otras referencias a la Tierra de Dios en
el Nuevo Testamento.
Referencias en el Nuevo Testamento
“…Escúchenme, hermanos y padres. El Dios de gloria apareció a nuestro
padre Abraham (NBLH)…y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven
a la tierra que te mostraré (RVG 2010)’” (Hech. 7:2-3). ¿Cuántos predicadores
presentan el Evangelio comenzando con la Tierra de Israel? El diácono Esteban,
lleno del Espíritu Santo y sabiduría (Hech. 6:3), así lo hizo. Hablando con el Concilio de líderes judíos, ese valiente hijo de Israel arraigó el Evangelio y el llamado
de “nuestro padre Abraham” a la Tierra Prometida. Fíjese en la palabra “ven” [la
versión NBLH traduce el término griego como “ve” en lugar de “ven”]: Reflejando el
pensamiento del Antiguo Testamento, Esteban localiza a Dios en la Tierra mientras
llama a Abram para que deje su ambiente pagano y venga al lugar donde el Dios
Verdadero desarrollaría Su plan de redención.
Camino de Abram desde Ur hasta Canaán.
Abram y Sara en la Tierra Prometida.
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“Porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables” (Rom. 11:29).
Ese verso es en referencia a Israel, a los dones que el apóstol Pablo describe como
eternos e irrevocables. Y ningún don es más central al llamado de Dios para Israel
que la Tierra. La referencia de Pablo al perdurable olivo con su raíz cultivada y
santa a la que los gentiles fuimos injertados y hechos participantes (v. 17) es un recordatorio del pacto de la Tierra. Malcolm Hedding extiende la alegoría diciendo que
el olivo requiere tierra donde su raíz permanezca y crezca. Sí, la mera existencia de
Israel requiere posesión de la Tierra.
“Pues cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por uno
mayor, juró por El mismo, diciendo: ‘Ciertamente te bendeciré y ciertamente te multiplicaré’” (Heb. 6:13-14). El autor del libro a los Hebreos confirma el
pacto abrahámico y la promesa de Dios en bendecir y multiplicar la descendencia
de Abraham. Con tanta descendencia, ¿no sería necesario que Dios preservara una
tierra donde florecerían los descendientes? El maestro bíblico inglés David Pawson
dice: “Dios siempre será conocido como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Ese es
Nace Isaac.
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Su nombre. Tres nombres humanos ahora le pertenecen para
siempre.” El pacto incondicional de Dios con Abraham, jurado
por Su propio nombre, es poderosamente confirmado aquí.
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“…en ese tiempo ustedes estaban separados de Cristo,
excluidos de la ciudadanía de Israel, extraños a los pactos de la promesa...” (Ef. 2:12). En lugar de “ciudadanía,” la
antigua versión Reina Valera de 1909 usa el término “república”
porque la idea del término griego original es de una nación-estado con entidad soberana. Cada nación o entidad política en la
tierra tiene algo intrínseco a su existencia: una tierra. No debe
negársele un lugar físico a la república de Israel, especialmente
cuando su Tierra es garantizada en “los pactos de la promesa”
exclusiva para esa nación.
Yeshúa confirmó las
promesas a Israel, que
incluyen la Tierra
donde nuestro
Mesías nació, además
de las promesas a la
Iglesia injertada.
“Entonces los que estaban reunidos, Le preguntaban:
‘Señor, ¿restaurarás en este tiempo el reino a Israel?’”
(Hech. 1:6). Considere el contexto: durante 40 días, el resucitado Yeshúa estuvo enseñando a Sus discípulos sobre cómo
funcionaría el Reino de Dios. En ese momento le preguntaron cuándo restauraría la
soberanía de Israel dada la ocupación militar de Roma. Yeshúa da validez a la pregunta
en el verso 7 diciendo: “No les corresponde a ustedes saber los tiempos ni las épocas
que el Padre ha fijado con Su propia autoridad...” El Maestro no los regaña por esperar
la restauración de una soberanía en un reino físico, pero les enseñó que los tiempos
estaban totalmente en las manos del Padre.
“Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre; y todas las
tribus de la tierra harán duelo…” (Mat. 24:30a). ¿A qué se refiere aquí el término
“tierra”? El término griego “ge” a menudo se traduce como el mundo entero o una
porción de tierra específica. El texto en Zacarías 12:11 al que se refiere este verso,
mencionado nuevamente en Apocalipsis 1:7, lleva la idea de la Tierra de Israel y Jerusalén, no al mundo entero. En algunas traducciones al inglés equivocadamente se
usa un término para parecer que se refiere al mundo entero, pero la idea conlleva
únicamente la Tierra de Israel. Ese problema también surge en la bienaventuranza
de Yeshúa: “Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra” (Mat. 5:5).
Aquí Yeshúa cita al Salmo 37:11, donde el término hebreo “eretz” se refiere a la Tierra
específica de Israel, no a todo el mundo.
“Porque todas las promesas de Dios son Sí en Él, y Amén en Él, por medio
de nosotros, para la gloria de Dios” (2 Cor. 1:20, RVG 2010). Ciertamente, todo
lo que Dios ha prometido es confirmado en Yeshúa, ¡pero eso nunca implica que Él
tomó todas las promesas hechas a Israel y se las dio a la Iglesia! Por el contrario, los
cristianos nos podemos regocijar en que Yeshúa confirmó las promesas a Israel, que
incluyen la Tierra donde nuestro Mesías nació, ministró, murió, resucitó, y de donde
ascendió y regresará, además de las promesas a la Iglesia injertada.
El Cumplimiento de “Todas las Cosas”
Yeshúa personalmente confirmó lo siguiente luego de Su muerte: “Esto es lo que
Yo les decía cuando todavía estaba con ustedes: que era necesario que se cumpliera
todo lo que sobre Mí está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos”
(Luc. 24:44). De la misma manera podemos estar seguros que todo lo que está escrito
respecto a Israel también será cumplido. Considere estos versos:
“A [Yeshúa] el cielo debe recibir hasta el día de la restauración de todas las cosas,
acerca de lo cual Dios habló por boca de Sus santos profetas desde tiempos antiguos”
(Hech. 3:21). El apóstol Pedro declaró que Yeshúa vino una vez para redimir al mundo y luego nuevamente para reinar. Mientras tanto, nuestro Señor está sentado en
el cielo hasta que “todas las cosas” sea completadas. Pedro dirigió la atención de su
público a esas mismas cosas que fueron proclamadas por los profetas del Antiguo
Testamento. Los profetas de Dios hablaron repetidamente sobre la futura restauración de Israel a una plena soberanía en su propia Tierra del pacto. Vemos cómo se ha
cumplido eso hoy día, tal como lo anunciaron.
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“…según el Camino que ellos llaman secta, yo sirvo al Dios de nuestros padres, creyendo
todo lo que es conforme a la Ley y lo que está escrito en los Profetas” (Hech. 24:14). Pablo, dirigiéndose al gobernador romano en Cesarea, pronunció un poderoso discurso
apologético. Defendió su fe en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob según “el Camino”
establecido por Yeshúa. Implícita estaba su fe en “todas las cosas” que están escritas
en la Torá (Génesis a Deuteronomio) y registradas por los profetas. Si nosotros tenemos esa misma fe, también estaremos convencidos en la perpetuidad del pacto de
Dios respecto a la Tierra de Israel.
Confrontando a los Críticos
Así como Pablo, debemos saber cómo defender nuestra fe para confrontar a los críticos, tanto los seculares como los religiosos, quienes niegan el cumplimiento de las promesas dadas a Israel. El principal reto teológico surge de los términos “cumplimiento” en
contraste con “fin” de todas las cosas o planes de Dios (como vemos en Romanos 10:4).
Comencemos por definir lo que significa “cumplimiento.” Los críticos prefieren
definirlo como ponerle fin a algo. Una mejor teología resulta cuando uno lo interpreta
como la plenitud de algo, poner algo en efecto, satisfacer los requisitos de algo, convertir algo en realidad o desarrollar el potencial de algo. Aunque se podría interpretar
que el Nuevo Testamento es el “fin” de las promesas de Dios dadas a Israel, realmente
debería interpretarse como el “cumplimiento,” la plenitud, la realidad alcanzada, y la
continuidad de una promesa. En términos de Dios, quien cumple todos Sus pactos,
eso significa cumplir Su juramento y guardar Su promesa, no quebrantarla.
Tristemente, diferentes lógicas producen teologías contradictorias. Los críticos
prefieren interpretar el pacto respecto a la Tierra como algo que sólo puede existir
para uno o para el otro, y no para ambos a la misma vez. Creen que Dios no puede tener una tierra física para los judíos si existe una realidad espiritual para los
cristianos. Ambas cosas no pueden coexistir. Pero encontramos que cosas pueden
funcionar a la par. Dios tiene tanto una Tierra física para los judíos y una realidad
espiritual para los cristianos.
Eso permite que dos cosas ocurran a la vez, algo que se observa frecuentemente
en las Escrituras. Dios controla el universo de manera soberana, y también le da libre
albedrío al hombre; una profecía puede referirse a algo inmediato y también a largo
plazo; en teología cristiana, Yeshúa es tanto hombre como Dios. Si usamos una lógica
adecuada, es fácil ver que Dios tiene tanto un plan para Israel y otro para la iglesia.
“Y te daré a ti, y a tu
descendencia después
de ti, la tierra de tus
peregrinaciones,
toda la tierra de
Canaán como
posesión perpetua…”
Gén. 17:8
Respuestas a Interrogantes Comunes
Mucho más superior a la lógica humana está la revelación divina. Respondamos a tres de las interrogantes más
comunes de los críticos desde una perspectiva bíblica:
1. ¿Israel posee un eterno título de propiedad
a la Tierra de Dios?
Génesis 17:8 establece que perpetuidad es un término
integral al pacto abrahámico respecto a la posesión de la
Tierra: “Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti,
la tierra de tus peregrinaciones, toda la tierra de Canaán
como posesión perpetua...”
Levítico 26:42 y 44 asegura a Israel que Dios les echará
de la Tierra si desobedecen al Señor, pero nunca les olvidará
ni olvidará la Tierra: “…entonces Me acordaré de Mi pacto
con Jacob, Me acordaré también de Mi pacto con Isaac y de Mi
pacto con Abraham, y Me acordaré de la tierra…Sin embargo,
a pesar de esto, cuando estén en la tierra de sus enemigos no
los desecharé ni los aborreceré tanto como para destruirlos,
quebrantando Mi pacto con ellos…”
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La Tierra del Pacto en el Nuevo Testamento
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Génesis 23:20 registra que Abraham adquirió el título de propiedad hace 4,000
años: “El campo y la cueva que hay en él fueron cedidos a Abraham en posesión para
una sepultura…”
2 Samuel 24:24b testifica que David compró legalmente una era de trillar que luego
se convirtió en el centro de Jerusalén: “…David compró la era…” Esa piedra tan codiciada
modernamente, y el Monte de Sión que la rodea, jamás serán conmovidos (Sal. 125:1).
Jeremías 31:35-37 confirma todo: “Si los cielos arriba pueden medirse, y explorarse abajo los cimientos de la tierra, también Yo desecharé toda la descendencia de
Israel…” (v. 37).
2. ¿Puede Dios ceder Su posesión de la Tierra a otro?
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Dios es el dueño de la Tierra, pero le cedió el título de propiedad a Israel, así como
el dueño de una propiedad tiene el derecho de ceder su propiedad a una segunda persona. Y aunque el Señor podría echar a Su pueblo de la Tierra y darla a otro, hizo un
contrato incondicional con Israel sin importar su conducta. Claro está, Dios quiere que
Israel sea obediente: “…si obedeces diligentemente al SEÑOR tu Dios…te hará abundar
en bienes, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu ganado y en el producto de tu suelo,
en la tierra que el SEÑOR juró a tus padres que te daría” (Deut. 28:1,11).
“Título
de Pro
piedad
”
Un Israel desobediente corría el riesgo de ser expulsado de la tierra: “…serán
arrancados de la tierra en la cual entran para poseerla. Además, el SEÑOR te dispersará entre todos los pueblos de un extremo de la tierra hasta el otro extremo de
la tierra…” (Deut. 28:63b-64a). Es cierto que Israel sufrió una severa expulsión
a consecuencia de su desobediencia, pero los críticos ignoran las promesas de
Dios en salvar a un remanente y traerlos de regreso a la Tierra. Pawson explica que no
se puede confundir el pacto mosaico con el abrahámico, diciendo que el pacto mosaico
era condicional, donde las promesas dependían del cumplimiento de unas exigencias,
mientras que el abrahámico era incondicional, lleno de promesas sin previos requisitos.
Los detractores de Israel tienden a ignorar que existirá una restitución luego de
una expulsión. Los profetas declararon que el mismo Dios que dispersa también recogerá, para la gloria de Su nombre y no la de Israel: “No es por ustedes, casa de Israel,
que voy a actuar, sino por Mi santo nombre…Porque los tomaré de las naciones, los
recogeré de todas las tierras y los llevaré a su propia tierra” (Ezeq. 36:22, 24). Marvin
Wilson explica: “Dios preserva a Israel por causa de Su propio honor en este mundo,
no como recompensa por cualquier inherente valor humano.”
3. Por qué no se menciona la Tierra más explícitamente en el
Nuevo Testamento?
El Nuevo Testamento fue principalmente escrito desde la Tierra de Israel para los
gentiles en las naciones que no tenían un pacto con la Tierra. Además, el momento
en que se escribió fue antes de la expulsión judía por Roma; todavía no se preocupaban por un regreso a la Tierra. La mayoría de los eventos del Nuevo Testamento
sucedieron allí, y dieron por sentado que los judíos nunca serían expulsados. Pawson
clarifica lo siguiente: “La tierra ciertamente tiene un lugar destacado en el Nuevo Testamento. Es el escenario donde se desarrolla el drama de nuestra redención.”
“Los tomaré de las
naciones, los recogeré
de todas las tierras y
los llevaré a su propia
tierra.” Ezeq. 36:24
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Sin embargo, Yeshúa no enfatizó un reino basado en la Tierra: “Mi reino
no es de este mundo...” (Juan 18:36). Su propósito fue establecer un
reino celestial en los corazones de las personas. Aún así, el Nuevo Testamento nos advierte que debemos someternos a los gobiernos terrenales
como si estuviesen bajo la autoridad de Dios. No hay razón por negar
que el reino judío profetizado pueda volver a existir en la tierra de Dios,
especialmente cuando “el reino del mundo ha venido a ser el reino de
nuestro Señor…” (Apoc. 11:15).
Las 12 tribus tienen una Tierra
Dios estableció las fronteras de todas las naciones, así como las
porciones de tierra destinadas para las doce tribus de Israel (Deut. 32:8-9).
El Nuevo Testamento enfatiza que “Dios hizo todas las naciones del mundo para que habitaran sobre toda la superficie de la tierra, habiendo determinado sus tiempos y las fronteras de los lugares donde viven” (Hech.
17:26). Pawson comenta: “Si Dios es responsable por la llegada y partida
de todos los pueblos, naciones e imperios, entonces corresponde que Dios
es responsable por la reaparición de la nación de Israel en el escenario de
la historia.” Dios establece tanto a Israel como las naciones en el territorio
según Su predilección. Si las 12 tribus han de tener un futuro, también
deben tener un territorio. Considere tres pasajes en el Nuevo Testamento:
“…la promesa hecha por Dios a nuestros padres: que nuestras doce
tribus esperan alcanzar al servir fielmente a Dios noche y día” (Hech. 26:67). La esperanza de redención que tiene Israel incluye la Tierra en que
las tribus esperan vivir. Hablamos de las “tribus perdidas” de Israel (los
judíos desaparecidos en los extremos del mundo), pero ninguno está perdido para Dios. Él tiene un plan de restaurarlos plenamente en su Tierra, y sirviendo
a su Señor.
La Tierra de las Doce Tribus
“Oí el número de los que fueron sellados: 144,000 sellados de todas las tribus de
los Israelitas” (Apoc. 7:4). Aquí no hay ningún misterio. Los 144,000 representan las
12 tribus de Israel quienes serán redimidos. Ese es “el número de los Israelitas” que
determinará “los límites de los pueblos” (Deut. 32:8). Luego vendrá la plenitud de los
gentiles: “…una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus,
pueblos, y lenguas…” (Apoc. 7:9). ¡Aleluya!
“Tenía un muro grande y alto con doce puertas, y en las puertas doce ángeles, y
en las puertas estaban escritos los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel”
(Apoc. 21:12). En el clímax del glorioso drama, veremos un cielo nuevo y una tierra
nueva, además de una nueva Jerusalén. Piénselo por un momento… Dios pudo haber
hecho sólo un cielo y una tierra nueva, de esa manera renovando todas las cosas, pero
también escogió hacer una nueva Jerusalén, el corazón y alma de Su Tierra, para que
perdure luego de “la restauración de todas las cosas” (Apoc. 3:21).
Se encontrarán escritos los nombres de 24 judíos para siempre en Jerusalén: los
nombres de las 12 tribus en las puertas y de los 12 apóstoles en los cimientos. La
esperanza de Israel y de las naciones será cumplida en ese poderoso cuadro de “un
nuevo hombre” (Ef. 2:15), los judíos junto con los gentiles en un mismo Mesías.
Regresemos al Presente
Vimos cómo el futuro de Israel incluye la promesa de Dios respecto a la Tierra.
Si regresamos al presente, ¡vemos también que la tierra de Israel se encuentra en
el mapa mundial! Aunque fue atropellado, conquistado y abandonado por siglos de
dispersión judía, la Tierra permaneció en los corazones de los exiliados, instándoles
a orar: “¡El próximo año en Jerusalén!” Con la gente correspondiente nuevamente
arraigada en Sión, tanto la tierra como el pueblo han recuperado su productividad. A
pesar de las críticas arrogantes contra los “ocupadores,” la Tierra y el Pueblo bendicen al mundo, así como Dios lo prometió a Abraham.
Si Dios es responsable
por la llegada y
partida de todos los
pueblos, naciones e
imperios, entonces
corresponde que Dios
es responsable por la
reaparición de la nación
de Israel en el escenario
de la historia.
La Tierra del Pacto en el Nuevo Testamento l 7
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Desafortunadamente, debemos estar alertos al agenda que algunos tienen por desacreditar el derecho judío a su tierra ancestral. Algunos cristianos niegan la promesa
y el pacto eterno de Dios, y terminan inculpando a los judíos y a sus amigos sionistas
cristianos por todo el problema palestino. Un libro incluye en su apéndice (Chapman) el
escalofriante Estatuto de Hamás donde ese grupo jura destruir a Israel.
Ante tal oposición, que deja a Israel en una posición aislada y vulnerable, los que apoyamos el pacto de la Tierra somos humildes partícipes en el plan de Dios para Israel. Muchos
cristianos hemos aprendido a respetar, y no suplantar, al pueblo y su Tierra. La Iglesia se
está recuperando de siglos de ignorancia a medida que bendice a la nación de Israel en
lugar de maldecirla. Por medio de nuestras oraciones, ofrendas y servicio, ayudamos a que
Dios los arraigue en su Tierra de donde nunca más ser arrancados (Amós 9:15; Jer. 24:6).
Los cristianos que hemos ido a Israel en gira y estudio bíblico podemos testificar que
amamos más a Yeshúa luego de conectarnos con Su familia y Su Tierra. Encontramos
que nuestras raíces espirituales corren profundamente en esa Tierra Santa. Cuando nos
humillamos y tememos a Dios, quien vela celosamente por Su pueblo, vemos cumplido lo
que Isaías predijo: “Cuando el SEÑOR tenga compasión de Jacob, y escoja de nuevo a Israel
y los establezca en su propia tierra, entonces se les juntarán extranjeros que se unirán a
la casa de Jacob” (Isa. 14:1). Es cierto, somos “extranjeros” asidos a la casa de Jacob e
Israel, y no tenemos la intención de soltar las manos.
Por Rev. Bill Adams
Sub-director Nacional EE.UU.
Peregrinos cristianos orando en el Muro Occidental.
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Bibliografía
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2002.
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——— Israel in the New Testament. Travelers Rest, SC: True Potential, 2009.
Stern, David. Jewish New Testament Commentary. Clarksville, MD: Jewish New Testament Publications, 1992.
Wilson, Marvin. Our Father Abraham: Jewish Roots of the Christian Faith. Grand Rapids: Eerdmans, 1989.
Wood, Graham. Israel: Land of Promise, or Promise of Land? Bloomington, IN: Author House, 2006.
Traducido por: Teri S. Riddering • Las citas bíblicas son tomadas de Nueva Biblia de los Hispanos ®
Copyright (c) 2005 by The Lockman Foundation • Usadas con permiso. www.LBLA.com
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