In memoriam JOSÉ TIBURCIO PÉREZ PÉREZ Mons. Baltazar

Transcripción

In memoriam JOSÉ TIBURCIO PÉREZ PÉREZ Mons. Baltazar
In memoriam
JOSÉ TIBURCIO PÉREZ PÉREZ
Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo
Hay gente sencilla que deja la estela luminosa de una vida de bien, de virtud, de entrega y de servicio a su
comunidad. José Tiburcio nació en la aldea de San Pedro (Acequias) el 11 de agosto de 1939 y toda su vida
hasta el tránsito definitivo a la casa del Padre, el 4 de Septiembre de 2016, transcurrió en torno a su aldea
natal. En el libro de Bautismos de San Antonio de Acequias consta que fue bautizado por el Pbro. Vicente
Alarcón, el 28 de septiembre de 1939, al mes y medio de nacido. Cursó estudios primarios en la escuela
estadal de San Pedro. Contrajo matrimonio con Marcela Pérez, nativa de aquellos lares, con quien trajo al
mundo diez hijos, que criaron con estrechez de medios pero con abundancia de cariño y buenas
costumbres. Tal como habían heredado de sus padres, una fe profunda y un amor a la Iglesia, que lo llevó a
ser celoso catequista y animador de la vida religiosa de la aldea.
El Padre Eduardo Contreras lo promovió a los ministerios de lectorado y acolitado en 1987, estando
encargado de El Morro, en ceremonia en la aldea de Mocaz. Monseñor Miguel Antonio Salas lo admiró y
entusiasmó para que se preparara mejor e hiciera cursos de liturgia y catequética bajo la dirección de la
Hna. Teresita Medina. Lo premió con ser uno de los que comulgara con el Papa Juan Pablo II en su visita a
Mérida en enero de 1985. Con su humildad característica vio en ello una gracia especial a la que debía
corresponder adecuadamente. Desde San Pedro, en ayunas y sin probar bocado, se vino caminando hasta La
Hechicera donde pasó la noche del 27 de enero en oración a la espera de la llegada del Papa. Fue la
penitencia que se impuso y la obligación de preparar cada año los niños de primera comunión y
confirmación, lo que cumplió hasta su muerte.
El 17 de agosto de 1997 recibió la ordenación diaconal en El Morro, después de haber hecho el curso
preparatorio para dicho ministerio. A pie o en su mula, visitaba los enfermos de los caseríos vecinos, llevaba
la comunión, daba catecismo y presidía novenas y rezos en las fiestas de los santos o en los novenarios de
difuntos. Gracias a su empeño se reconstruyó y amplió la capilla de San Pedro. En una ocasión, visitó a quien
suscribe estas líneas, para consultar si había hecho bien al rechazar una jugosa oferta monetaria si dejaba su
dedicación a la iglesia y se convertía en líder del gobierno. No dudó en ningún momento en obrar
rectamente y no dejarse seducir por el señuelo que le presentaban.
Los testimonios recibidos de quienes lo conocieron dejan constancia de su entrega generosa y su testimonio
de cristiano a carta cabal. Tío abuelo del Padre Jesús Andrés Pérez, quien envió bello mensaje desde Madrid
en el que agradece a su pariente haberlo preparado para los sacramentos de iniciación y quien le alumbró
desde niño su vocación presbiteral. Los familiares y habitantes de San Pedro pidieron querer enterrarlo en la
capilla de su aldea natal, a lo que accedimos gratamente para que siga siendo su tumba, motivo de gratitud
y ejemplo perenne de auténtica vida cristiana. En el cielo lo debe haber recibido una pléyade de santos: su
esposa, Mons. Miguel Antonio Salas y la Madre Teresa de Calcuta en el día de su canonización.
45.- 7-9-16 (3274)

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