El estudio del retablo salomónico en la región Puebla Tlaxcala

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El estudio del retablo salomónico en la región Puebla Tlaxcala
___________________________________________________________________arSa
___________________________________________________________agustín.solano
© Agustín Solano
Universidad Nacional Autónoma de México
El estudio del retablo salomónico en la región Puebla-Tlaxcala1
Mucho antes de que el último virrey dejara la Nueva
España, México ya había desarrollado una cultura
propia. En ningún lugar se reflejó esta cultura con
tanta gloria como lo hizo en su arte barroco.
Marcus Burke
El retablo es un mueble de gran interés para la historia del arte colonial en México y
ello ha dado estudios que permiten una mejor comprensión para esta etapa histórica. La
antigua región Puebla-Tlaxcala, que ahora está dividida en dos estados, contiene, aun,
un gran patrimonio de estos muebles; lo que ha dado un análisis exhaustivo de algunos
y la consideración de otros más, aunque no de todos hasta el momento, pues, se reitera,
el corpus de retablos existentes es amplio a pesar de la destrucción de muchos de ellos.
Para tener un mejor acercamiento al retablo salomónico de Cuautlancingo, mueble
que nos interesa, hay que hacer un recorrido sobre los textos que se han ocupado de este
tipo retablo y que se han producido hasta el momento, lo que dará una perspectiva más
amplia del fenómeno. Básicamente son contados los análisis que abordan estrictamente
los retablos de Puebla y de Cholula, área que nos concierne pues entre estas ciudades
está el municipio de Cuautlancingo, pero esta delimitación geográfica antes nos lleva a
temas más amplios para su comprensión. De primera instancia se ha de conocer lo que
del retablo colonial en general se ha escrito y después tocar la temática sobre la columna
salomónica para llegar a los textos sobre los retablos del territorio delimitado, incluso se
1
Este trabajo es parte de uno más extenso que tiene como objeto principal de estudio el retablo
salomónico de San Juan Cuautlancingo Puebla.Las imágenes ilustran retablos conocidos de la región y
otros más que no se mencionan en los textos analizados. El autor de todas las fotografías es el autor del
estudio. Agradezco las atenciones y observaciones de la Dra. Consuelo Maquivar, Monserrat Galí,
Patricia Cayeros y Rosario Farga, para el crecimiento de este trabajo; así como a las autoridades de la
parroquia de Cuautlancingo por su apoyo para el desarrollo del mismo.
2
han de mencionar un par de textos sobre las técnicas de creación de los retablos
dorados, pues de este tipo es el que nos atañe. El recuento comienza desde 1948 con la
obra Arte colonial en México2 de Toussaint, hasta la fecha (2009), incluyendo un trabajo
de tesis doctoral reciente que se integra a la investigación del retablo en México. Habrá
que enfatizar que los textos que a continuación se mencionan representan la
configuración escultórica del retablo antes que la pictórica, pues esta última está
ampliamente estudiada mientras que la primera no tanto. Esto es, las pinturas de los
retablos se han estudiado más ampliamente, así como a sus autores; sin embargo, el
estudio sobre los artífices de los retablos y los muebles en sí es menor, pero no menos
importante.
2
Toussaint. Manuel, Arte Colonial en México, UNAM, México, 1990.
2
3
El retablo, entendido como el mueble que está detrás del altar y que como
antecedente tiene el culto de las reliquias de los santos, iniciando la “carrera
ascendente” desde el díptico y el políptico hasta cubrir el muro del ábside3, viene ha
generar una especie de “teatralidad religiosa” como en su momento lo hizo el vitral (la
luz) y el arco ojival (la altura) en el gótico; dando paso a la experiencia religiosa a
través de la estética. También es importante mencionar que hablar del retablo implica
darle su respectivo lugar a la unión de manifestaciones plásticas como la escultura, la
pintura y la arquitectura; ello con todos los oficios que han de convenir como el de
entallador o el de dorador. Esto hace del retablo un mueble tan valioso y que haya
generado la indagación sistemática, aunque somera, en los historiadores del arte.
Manuel Toussaint, en su extenso compendio Arte Colonial en México, en el
apartado “el arte de la Nueva España durante la formación de la nacionalidad, el Estilo
Barroco (1630-1730)”, le dedica una sección al retablo, ésta se desprende del capítulo
dedicado a la escultura barroca y con ella comienza. En esta breve introducción define
la importancia del soporte para la delimitación de los estilos, siendo parte importante la
ornamentación y atendiendo a ella en la descripción compositiva del retablo. Menciona
las columnas salomónicas y al estípite como esenciales en este fenómeno barroco al que
le antecede la columna renacentista: la abalaustrada. Aquí menciona, entre otros
sobresalientes, el retablo de Tercer Orden de Tlaxcala, que es de tipo salomónico. En
este mismo texto y en el mismo capítulo, tiene otro apartado sobre “dorado y estofado”4
3
Maquivar M., Ma. Del Consuelo, “Escultura y retablos. Siglos XVI-XVII”, en Historia del arte
mexicano, Salvat, Tomo 6, México, 1982, p.95
4
Aquí debe mencionarse un texto muy completo sobre la Tecnología de la obra de arte en la época
colonial. Pintura mural y de caballete. Escultura y orfebrería de Roberto Alarcón Cedillo y Armida
Alonso Lutteroth de la Universidad Iberoamericana (1993). Su capítulo de escultura aborda la escultura
en madera estofada, en caña, en pasta, en marfil, de papel, la escayola, la imaginería de vestir, la
imaginería procesional y la retablería. Desde el punto de vista técnico, aborda cada apartado dando una
descripción estructural de materiales y proceso para llegar a la obra final, dando también una idea de los
artífices que intervienen. Si bien es un texto auxiliar de la restauración, es necesario para entender los
retablos, sus partes y estructura. Otro texto que se encuentra en la misma línea es Técnicas y materiales
de la pintura española en los Siglos de Oro (2002) de Rocío Bruquetas, que aborda, de manera minuciosa
3
4
donde da una introducción a esta técnica aplicada a la escultura. También proporciona
una “nómina de escultores barrocos”. Para la región de Puebla, que es la que nos
apremia, menciona a:
Juan de Solé González, 1662. Lucas Méndez, 1649. Diego de Cárcamo, Pedro Maldonado,
1688-1690, Retablo de Santo Domingo. Francisco Pinto, 1690, Capilla del Rosario. Pedro
García Ferrer. Laureano Ramírez, retablo de San Francisco Javier, en la iglesia del colegio de
San Pedro y San Pablo.5
Diego Angulo Iñiguez, en su Historia del Arte Hispanoamericano6, dedica
también un capítulo a los “Retablos y sillerías de Coro en México”, que al igual
que el anteriormente mencionado, son imprescindibles para la historiografía. Este
texto es “reseñado” en “Los retablos novohispanos en opinión de Don Diego
Angulo Iñiguez”7 donde se toca los primeros reconocimientos a los retablos que
después serán referencia obligada así como sus características y elementos
primordiales.
Interesados por la misma temática, y siendo una revista importante para el arte en
México, los editores de Artes de México dedican el no. 106 a los Retablos mexicanos8.
Este número hace un recorrido estilístico-histórico comenzando con un artículo hecho
por Francisco Arturo Schroeder sobre el “plateresco”, hasta el “neoclásico romántico”
por Luis Ortiz Macedo. Entre ellos, quedan autores como Manuel González Galván que
aborda el “barroco salomónico” y que más adelante tocaremos con más detalle; Gonzalo
y en un apartado el “dorado, estofado y encarnado”. Bajo la misma línea habrá de mencionar estudios
sobre los efectos cromáticos en los retablos donde “El oro en el Barroco” (Anales, Vol. XIII, no. 45,
1976) de Manuel González Galván es básico, ya que muestra no sólo el “valor simbólico” de este
material, sino un recorrido histórico donde se nota el valor formal y pragmático del mismo hasta su
“presencia en América”; acertando el final de texto con un texto bíblico: Mateo, 23 (17): ¡Insensatos y
ciegos! ¿qué vale más, el oro o el templo que santifica el oro? Otro texto que cabe aquí, a pesar de no
tratar los retablos del siglo XVII de la Nueva España es el de Retórica y color. Sobre la policromía en los
retablos barrocos de Juan de Jesús López-Muñoz de la Universidad de Granada (España) pues nos acerca
a esta temática que ha sido poco abordada. Está disponible en la Internet:
http://www.upo.es/depa/webdhuma/areas/arte/actas/3cibi/documentos/47f.pdf
5
Toussaint, Op. Cit., p.113. Hay que mencionar que aunque no están en este listado, en la sección de los
artífices de esta misma obra menciona a Lucas, el del barrio de Santa Ana y a Fernández de Sandrea o
Sandreda.
6
Angulo Iñiguez, Diego, Historia del Arte Hispanoamericano, 2 Vols., Salvat, Barcelona, 1950.
7
Vargas Lugo Elisa, “Los retablos novohispanos en opinión de Don Diego Angulo Iñiguez”, Anales,
Volumen XV, No.59, IIE, UNAM, México, 1988.
8
Artes de México, Retablos mexicanos, no. 106, año XV, México, 1968.
4
5
Obregón con el “barroco estípite” y finalmente Elisa Vargas Lugo de Bosch que aborda
el “ultra barroco o anástilo”. En sus escritos vemos una explicación y descripción del
estilo según el soporte y la mención de los retablos que se consideraban característicos
del estilo que aborda cada uno. A estos trabajos hay que agregar un texto introductorio
por Francisco Arturo Schroeder que refiere tanto su etimología y su historia de los
retablos como la explicación de la aplicación del oro y la importancia de los soportes.
Existe una “colaboración especial” de Francisco de la Maza, denominada “simbolismo
del retablo de Huejotzingo”, que permite ver la importancia del análisis iconográfico e
iconológico además del formal; estudios con los que regularmente el historiador del arte
comienza el análisis de los retablos.
5
6
Otros textos que abordan el estudio de los retablos en México, se agruparon en la
enciclopedia de la Historia del arte mexicano de Salvat9. En este caso son Ma. Del
Consuelo Maquivar M. y Clara Bargelini las que nos proporcionan una perspectiva
sobre la escultura y los retablos coloniales. La primera aborda los siglos XVI y XVII, y
la segunda el siglo XVIII donde se ubican retablos que utilizan el estípite como soporte.
Entre estos dos textos aparece uno dedicado totalmente a los retablos del siglo XVII,
escrito por la Dra. Maquivar, donde menciona la importancia de entender que los
retablos difícilmente son “puros” estilísticamente, pues “nunca un estilo artístico muere
del todo al surgir uno nuevo ya que, antes de que este fenómeno acontezca, habrá un
periodo de “convivencia” en el que las formas paulatinamente se vayan transformando o
desapareciendo ante los nuevos modelos”10. Para el caso de los retablos salomónicos en
la región que nos atañe, con cierta frecuencia se nota en el cuerpo superior el uso del
estípite con atlantes para esa “convivencia” entre periodos barrocos; sin embargo,
también existen casos donde el retablo del siglo XVII o XVIII sirve de “fondo” a un
ciprés, así, ambos estilos, barroco y neoclásico, perviven juntos. Continuando con el
primer extracto de la escultura y el retablo de los siglos XVI y XVII, se mencionan los
“elementos del retablo” (sotabanco, banco o predela, columnas, calles, nichos y remate)
para su análisis y comprensión, así cómo un aparatado sobre “los retablos dorados” que
introduce la importancia del oro aplicado al mueble; y otro segmento sobre “cómo se
hacía un retablo”, que permite entender el conjunto de oficios y normas de las que
dependía la estructuración de la obra. Para el segundo texto, donde se aborda
exclusivamente el retablo del siglo XVII, la autora menciona lo que considera son los
pasos de la columna clásica renacentista a la salomónica; siendo primero el cambio de
movimiento de las estrías verticales a zig-zag de las primeras columnas; después la
9
Historia del arte mexicano, Tomo 6, SEP, INBA, Salvat, México, 1982.
Maquívar, Consuelo, “Retablos del siglo XVII”, en: Historia del arte mexicano, Tomo 6, Salvat,
México, 1982, p.113
10
6
7
inclusión de la decoración vegetal y por último la forma típica de la columna
helicoidal11. Dentro de los retablos que menciona y que nos atañen por la región que
preestablecidos, están el retablo de los reyes de la catedral de Puebla12 y el retablo de la
iglesia del Convento de Santo domingo de Puebla, Pue.
En Arte novohispano, pintura y escultura en Nueva España, el barroco13, se abre un
apartado para el mueble de nuestro interés, donde se presenta, sobre todo, el contexto
socioeconómico para su uso y auge en la Nueva España. Muestra una evolución del
retablo con los autores conocidos por sus obras y de la región que nos interesa, entre
otras cosas, nos dice:
Por esta época [1685-1690], Puebla estaba produciendo un estilo idiosincrático muy interesante
para las esculturas de bulto. Este consistía en una combinación de sutileza psicológica y de
valores arcaicos un tanto ingenuos en la composición, muchos de los que se aprecian […] en el
San Francisco con tres esferas en el templo de Tlaxcala.14
Más recientemente, el Octavo Coloquio del Seminario de Estudios del Patrimonio
Artístico15 estuvo denominado Retablos: su restauración, estudio y conservación, lo que
proporcionó un compendio de gran interés para la temática establecida. En el trabajo se
lograron conjuntar ponencias que fueron dividas en cuatro ricos apartados: 1. Registro,
2. La historia y el arte, 3. Experiencias de conservación y restauración y 4. La situación
actual. Este trabajo permite ver la amplitud de experiencias existentes alrededor de la
investigación del muble del testero en las iglesias que lo conservan y afrontar su estudio
desde distintas disciplinas. Cuestiones como la tipología y la creación de fichas para el
levantamiento de datos del mueble; la restauración, preservación y su uso actual; las
técnicas, materiales y tecnologías; el contexto, los usuarios y las relaciones directas
11
Ibídem, p.115
Este retablo es considerado muy importante por ser el primero en la Nueva España que implementa la
columna salomónica y ha generado polémicas entre investigadores sobre su autoría, pues se le atribuye al
escultor Martínez Montañés.
13
Burke, Marcus, Arte novohispano, pintura y escultura en Nueva España, el barroco, Azabache, Italia,
1992.
14
Ibídem, Pp.85-86.
15
Octavo Coloquio del Seminario de Estudios del Patrimonio Artístico, Retablos: su restauración,
estudio y conservación, UNAM, IIE, México, 2003.
12
7
8
como patrimonio; la normatividad legal y social; entre otras, hace del análisis de los
retablos, en general y en particular, un aglomerado de ideas que pueden servir de punta
y ejemplo para nuevos proyectos.16
En la obra anterior vale la pena comentar el trabajo “Tipologías del retablo
novohispano (una aproximación)”17, pues nos acerca a los de tipo salomónico y estípite,
dividiendo los primeros en manieristas y salomónicos; pero sobre todo, porque hace un
recorrido de la aparición de estas tipologías que permite ver como se adopta la moda en
los retablos.
Así el caso de las obras que en su conjunto se preocupan por el retablo, su historia y
arte, sin embargo hay otros textos que abordan el mueble desde su construcción y sus
normativas. En Pintura, escultura y artes útiles en Iberoamérica, 1500-182518, se
encuentran dos artículos de gran interés. El texto de Juana Gutiérrez es sin duda una
síntesis de la “Escultura novohispana”19, como lo indica el título de su artículo; sin
embargo, dedica una parte sustancial al retablo, sus artífices y su organización gremial.
En “Problemas y enfoques en el estudio de la escultura novohispana” 20, Jorge Alberto
Manrique lanza la muy acertada pregunta sobre la autoría de los retablos y más
16
Aunque el texto Metodología para la conservación de retablos de madera policromada no sea
exclusivo de los retablos mexicanos y atienda más a la restauración, vale la pena mencionarlo, pues
acumula la experiencia mundial sobre éstos, exponiendo trabajos que vienen de Bélgica, Brasil, Ecuador,
Bolivia, Colombia, España, Italia, Perú y Portugal. Es editado por la Junta de Andalucía. Consejería de
Cultura y The J.Paul Getty Trust en 2002.
En Internet: http://getty.edu/conservation/publications/pdf_publications/polychrome_sp.pdf
17
Fernández, Martha, “Tipologías del retablo novohispano (una aproximación)”, en: Octavo Coloquio del
Seminario de Estudios del Patrimonio Artístico, Retablos: su restauración, estudio y conservación,
UNAM, IIE, México, 2003. Hay que hacer notar que en la línea de tiempo que establece Martha
Fernández, menciona que “después del retablo de los Reyes de la Catedral de Puebla, las primeras
noticias de retablos realizados en la Nueva España comienza a partir del año de 1672” (p.39); sin
embargo, los estudios recientes de María del Rocío Arroyo Moreno (tesis doctoral (UNAM, 2008) El
retablo del siglo XVII en la capital de la Nueva España) muestran nuevos documentos que acortan esa
separación de casi un cuarto de siglo. “El hallazgo del colateral salomónico, dedicado a la Virgen en la
iglesia de San Bernardo y datado en 1659, ya modifica la cronología hasta ahora conocida”. (p. XIV)
18
Gutiérrez, Ramón (coord.), Pintura, escultura y artes útiles en Iberoamérica, 1500-1825, Cátedra,
Madrid, 1995.
19
Gutiérrez, Juana, “Escultura novohispana”, en: Gutiérrez, Ramón (coord.), Pintura, escultura y artes
útiles en Iberoamérica, 1500-1825, Cátedra, Madrid, 1995.
20
Manrique, Jorge Alberto, “Problemas y enfoques en el estudio de la escultura novohispana”, en:
Gutiérrez, Ramón (coord.), Pintura, escultura y artes útiles en Iberoamérica, 1500-1825, Cátedra,
Madrid, 1995, p.104
8
9
específicamente sobre el por qué de la inexistencia del gremio de maestros retableros, lo
que permite trasladarnos a las ordenanzas no sin antes mencionar el problema de las
“transformaciones más allá de lo imaginable” donde pone las cartas sobre la mesa
acerca de los problemas de lo escultórico en su manejo cotidiano como la
fragmentación, reinterpretación y manipulación de la obra, entre otros.
Con esto llegamos a una obra importante para este aspecto de la normativa gremial,
que si bien se expresa a favor de la escultura, implica su labor trascendente en la
creación de retablos: El imaginero novohispano y su obra21. Lejos de la importancia que
tiene el análisis en sí de las obras de Tepotzotlán, como los análisis de lo tipos de ojos
de vidrio, los pigmentos o los tipos de madera; el libro muestra un aspecto medular
desde el aspecto laboral de ese entonces, las ordenanzas con las que los gremios
desempeñaban su labor. Menciona, entre otros, la fecha de expedición (1568, 1589 y
1703), los oficios que cada una incorpora, las autoridades que las confirman, el tipo de
examen que ha de presentarse y, un aspecto particular y de gran importancia para la
Nueva España, la situación de los indígenas en tan importante labor.
Otro texto que agrega una exploración general sobre los retablos es el de
“Comentarios acerca de la construcción de retablos en México, 1687-1713” de Elisa
Vargas Lugo22, donde, a través del trabajo de Juan Correa, vislumbra brevemente
aspectos como “los contratos, la estructura y la ornamentación, terminología, materiales,
algunos maestros retableros de ese tiempo y el pago de los retablos”. Estos apartados
nos dan luz sobre aspectos como la obligación de presentar ante notario el diseño
(montea o traza), el uso de elementos estructurales como ornamentales (macizos),
21
Maquivar, Consuelo, El imaginero novohispano y su obra, Las Esculturas de Tepozotlán. Instituto
Nacional de Antropología e Historia, México, 1995.
22
Vargas Lugo, Elisa, “Comentarios acerca de la construcción de retablos en México, 1687-1713”, en:
Anales, Vol. XVI, no.62, IIE, México, 1991.
9
10
modas formales como el perfilado o la planta de biombo, el pago en especie con los
retablos que se sustituirían, entre otros datos23.
El estudio doctoral más reciente sobre los retablos es el estudia los que se hicieron
en la capital de la Nueva España durante el siglo XVII24. Es una investigación muy rica
que en sus capítulos atiende y recapitula lo que hasta ahora hemos comentado de textos
particulares. El capítulo IV, “Las tipologías del retablo”, y V, “Elementos formales del
23
Ibídem, p.100.
Arroyo Moreno, Ma. del Rocío, El retablo del siglo XVII en la capital de la Nueva España, (tesis
doctoral), UNAM, México, 2008.
24
10
11
retablo”, dan pautas sobre los elementos a analizar de un retablo, lo que da una
propuesta metodológica para adoptar o, por lo menos, tomar en cuenta. Las tipologías
las atiende según forma y función y los elementos los divide en arquitectónicos,
atectónicos y ornamentales -básicamente-; permitiendo una mejor consideración de las
partes y de sus usos y formas en las investigaciones del retablo. Si el contenido del
trabajo es rico e importante, los seis apéndices que incluyen aumentan su valor pues no
sólo da un extenso listado de los retablos del siglo XVII en la capital de la Nueva
España y sus artífices, sino que inserta el cuerpo de documentos de la indagación hecha.
Así, la investigación de los retablos de madera dorada de manera genérica se ve
iniciada y enriquecida por los anteriores trabajos, lo que ha dado pauta a estudios sobre
retablos específicos que sirven de modelo para los nuevos historiadores y los muebles
que están por considerarse. Entre estos pueden mencionarse, sobre todo, los estudios de
los retablos de de las catedrales e iglesias principales – y que aún los conservan- como:
La Iglesia de Santa Prisca de Taxco25, que abarca gran parte de su cuerpo al estudio de
los retablos; Los Retablos De Tepozotlán26; o el de Retablos de la catedral de México
en los números 182 y 183 de Artes de México27; por citarlos como ejemplos. Sin
embargo, el interés por el análisis del mueble también se abarca en geografías
delimitadas como las capitales que han dado trabajos como Retablos y retablistas.
Querétaro en el siglo XVII28 o “Retablística novohispana en el estado de Hidalgo”29;
también en la medida que se les considera un corpus como el caso de Los Retablos de
25
Vargas Lugo, Elisa, La Iglesia de Santa Prisca de Taxco, UNAM, IIE, México, 1982.
Maquivar, María del Consuelo, Los Retablos De Tepozotlán, INAH, México D.F., 1984.
27
Retablos de la catedral de México, año XXI, nos. 182-183, Artes de México, México, 1974.
28
Ramírez Montes, Mina, Retablos y retablistas. Querétaro en el siglo XVII, Gobierno del Estado de
Querétaro, Oficialía Mayor, Archivo Histórico, Querétaro, 1998.
29
Victoria, José Guadalupe, “Retablística novohispana en el estado de Hidalgo”, Anales, Vol. XV, no.57,
IIE, México, 1986.
26
11
12
Cuautinchan30 o, incluso, estudios dedicados de manera particular como El retablo de
la Virgen de los Dolores.31
Ahora se ha de abordar lo que respecta al soporte y la forma helicoidal del fuste que
interesa a este trabajo, pues así como el estípite se presenta como una línea de
investigación de donde se desprende el trabajo El Gran signo formal del barroco:
ensayo histórico del apoyo estípite32, entre otros; la columna salomónica tiene su
parangón con Cristóbal de Medina Vargas y la arquitectura salomónica en la Nueva
España durante el siglo XVII33de Martha Fernández, quien ha dedicado gran parte de su
trabajo al estudio de este tipo de columna. Si bien sus trabajos anteriores son
importantes, seguramente dieron pauta a este más reciente y aquí se compilan. Este
texto hace un recorrido histórico del paso del manierismo al barroco en la nueva
España, esto lo hace tanto desde el punto de vista teórico como formal; así se menciona
los antecedentes, las cuestiones simbólico-religiosas, los tratados arquitectónicos, las
obras erigidas, los tratados del “orden salomónico” (Juan Ricci, Juan Caramuel y
Guarino Guarini) y un apartado de extensión importante sobre el retablo de los Reyes de
la catedral poblana, pues como se ha anotado anteriormente, “la historia de la columna
salomónica en la Nueva España al parecer comienza con este retablo”34. Dentro de los
diez retablos35 que menciona y analiza este trabajo, no se encuentra ninguno de la
30
Tovar de Teresa, Guillermo, Los Retablos de Cuautinchan, Banco de Oriente, México, 1988.
Clara Bargellini, El retablo de la Virgen de los Dolores, Centro Cultural Arte Contemporáneo, México,
1993.
32
Villegas, Víctor Manuel, El Gran signo formal del barroco: ensayo histórico del apoyo
estípite, Universitaria, México 1956.
33
Fernández, Martha, Cristóbal de Medina Vargas y la arquitectura salomónica en la Nueva España
durante el siglo XVII, IIE, UNAM, México, 2002.
34
Ibídem, p.105.
35
Ibídem, p.174. La siguiente lista es la de los retablos que Martha Fernández analiza y pone en orden
cronológico como los primeros que le siguen al de la catedral angelopolitana: (1) Retablo de San pedro de
la Catedral de México de Alonso de Jerez, 1672. (2) Retablo de San Miguel de la iglesia franciscana de
San Gabriel de Tacuba de Tomás Juárez, 1674 (desaparecido). (3) Retablo para la parroquia de la Santa
Veracruz de la ciudad de México de Tomás Juárez, 1676 (desaparecido). (4) Retablo para la iglesia del
convento de Santa María de Gracia de Guadalajara de Juan Montero 1676 (desaparecido). (5) Retablo de
San José del convento de El Carmen de la ciudad de México de Pedro Ramírez “el Viejo”, anterior al año
de 1677 (desaparecido). (6) Retablo de Nuestra Señora de la Soledad de la Catedral de México, realizado
31
12
13
región Puebla-Tlaxcala, sin embargo es importante mencionar algunas de las
conclusiones a las que la autora llega para tener una idea “respecto a la tipología de los
primeros retablos salomónicos hispanos”36:
Son retablos que mantienen una relación muy estrecha con el manierismo en su
estructuración general. Su composición es siempre ortogonal, invariablemente mantienen la
disposición de cuerpos superpuestos y simétricos. La única variante que poseen respecto a los
retablos manieristas del siglo XVI es la mayor amplitud que se le concede a la calle central la
cual, además, se limitó por medio de multiplicar el número de columnas para resaltar su
importancia. Podemos decir que sus características compositivas corresponden a la tradición
local novohispana que […] debió establecerse a mediados del siglo XVII […] y a la cual se
adaptó el moderno y novedoso soporte salomónico, además de todos los elementos simbólicoornamentales que con él se incorporaron.
En relación con otros aspectos importantes de los retablos […] debemos destacar que […en
algunos] el nicho central se destaca […] con columnas más pequeñas y exclusivas de esa
sección.
Las columnas del primer cuerpo de los tres retablos conservados […] poseen pequeños
atlantes a manera de apoyos.
La tipología de las columnas salomónicas de los retablos conservados es variable. […]
algunas son tritóstilas.
También las hay cuyo helicoide arranca desde la basa. […] En todos los casos y en ambos
tipos de columnas, los fustes están siempre cubiertos de ornamentación.
Pero además varían en su desarrollo helicoidal, pues van de tres a seis y media vueltas. […]
todas tienen en común que no ondulan, sino que giran. Aunque a veces con senos redondeados y
otras con senos achaflanados, todas tienden a la línea recta, tienden a neutralizar el desarrollo
helicoidal del fuste. Incluso su decoración es planiforme en todos los casos. Por lo mismo las
gargantas no suelen ser muy amplias y, en algunos casos, son en realidad estrangulamiento del
fuste.37
Sin embargo, otros trabajos que le anteceden son igual de importantes como el de
“Modalidades del barroco mexicano”38que muestra una clasificación de los fustes
utilizados en el periodo señalado y da un marco más amplio sobre el uso de la columna
y sus formas, permitiendo ampliar el estudio de la columna a pesar de ser la
entronchada la más recurrida por los artífices. En el apartado la “Síntesis de las
entre 1670 y 1680. (7) Retablo mayor de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe o La Congregación
de la ciudad de Querétaro de José Bayas Delgado, 1680 (desaparecido). (8) Retablo de Santa Ana de la
Capilla del Rosario del convento de Azcapotzalco, 1681. (9) Retablo del Ecce-Homo de la iglesia de El
Carmen de la ciudad de México de Tomás Juárez, 1682 (desaparecido). (10) Retablo mayor del templo de
Santa Teresa la Antigua de la ciudad de México, 1684 (desaparecido).
Sin embargo, no hay que olvidar que el estudio de los retablos no es tan amplio como el de la pintura y
habrá que ir modificando con nuevos estudios este listado propuesto. El trabajo de María del Rocío
Arroyo Moreno, antes mencionado, El retablo del siglo XVII en la capital de la Nueva España inserta
nuevas perspectivas a esta lista desde su raíz.
36
Ibídem, p. 183.
37
Ibídem, pp.183-184
38
González Galván, Manuel, “Modalidades del barroco mexicano”, Anales, Vol. III, no.30, IIE, México,
1961.
13
14
modalidades en el barroco mexicano”, muestra gráficamente dichas maneras de las que
propone nueve en total39. De la columna salomónica dice:
El prestigio bíblico y judaico de la columna salomónica respondió a los anhelos religiosos y
estéticos renovadores del barroco triunfante.
El fuste se mueve en sí, no sólo por decoración o volúmenes añadidos. Es el mayor paso a
la negación gravitacional de las estructuras, que así sugieren ser imponderables. Se combina
frecuentemente con el fuste tritóstilo. Se basa en antecedentes histórico-religiosos. Florece en
40
los límites de los siglos XVII y XVIII, principalmente al centro y al norte del país.
Una tesis dedicó su contenido a este tipo de fuste y lleva por nombre Estudio sobre
la columna salomónica41. La autora hace un estudio de los vocablos utilizados para
designar este tipo de columna y sus parangones en otros idiomas, encontrando que es
sólo en el idioma español que se utiliza salomónico para designar la columna helicoidal,
lo que nos permite preguntar sobre su valor lingüístico además del simbólico ¿cómo
está implícito el valor simbólico de “salomónico” en colonna tortilo o twisted column
sin incluirlo? ¿Por qué no se usa en otros idiomas el vocablo salomónico que en español
da tanta fuerza a la columna en espiral? Pese a que no incluye ningún ejemplo poblanotlaxcalteca en sus “Diez interpretaciones de la columna salomónica en el arte de la
Nueva España”42, menciona el retablo del testero de la capilla de la Tercera Orden en
Tlaxcala. Los modelos tomados en cuenta -y mostrados- permiten ver la riqueza
imaginativa depositada a lo largo y ancho del país, pero sobre todo, vislumbrar la
esencia formal de dicho soporte y sus amplias posibilidades morfológicas.
El texto “Barroco Salomónico”43, incluido en Artes de México (no.106), hace un
breve recorrido sobre la concepción de este estilo y su desarrollo, rodeando un gran
número de retablos en imágenes que demuestran la importancia del fuste retorcido para
39
Ibídem. Las nueve modalidades son: barroco estucado, talaveresco, purista, de estrías móviles,
tableteado, tritóstolo, salomónico, estípite y ultrabarroco.
40
Ibídem, p.63
41
Torre Ruiz, Faustina, Estudio sobre la columna salomónica, (tesis), UNAM, México, 1970.
42
Ibídem, pp. 161-169.
43
González Galván, Manuel, “Barroco Salomónico”, en: Artes de México, Retablos mexicanos, no. 106,
año XV, México, 1968.
14
15
la “actitud barroca”44.Entre las fotografías incluye el retablo del testero de la capilla de
la Tercera Orden de Tlaxcala, Tlax.; y del mismo templo, el de la Virgen de Guadalupe,
en su capilla; los colaterales del crucero de la iglesia de La Soledad de Puebla, Pue.; el
altar de los Reyes de la Catedral de Puebla; el retablo mayor de San José Chiapa, Pue.;
el altar mayor de Santo Domingo en Puebla, Pue.; y finalmente, dentro de los retablos
que corresponden a nuestra región, el altar mayor del templo de San Francisco en la
ciudad de Atlixco.
Con esta última mención damos paso a los estudios realizados sobre los retablos en
la Región Puebla-Tlaxcala
Los textos que esencialmente abordan los retablos de dicha región son pocos y no
los mencionan en su totalidad, sin embargo sirven de puntales para la investigación.
Cuatro textos de esta selección están dedicados a la arquitectura religiosa donde se
incluyen los retablos al describir el interior de los templos. Un par de trabajos son los
44
Ibídem, p.28.
15
16
que enuncian específicamente los retablos y son con los que comenzaremos. El resto,
tiene que ver con estudios de importancia sobre el tema para Puebla.
El texto “Retablos del siglo XVII en Puebla”45 de Antonio Bonet es apertura de la
inquietud que ahora nos ocupa, donde traza un puente entre los retablos españoles y los
novohispanos, dedicando gran interés al de la Catedral de Puebla:
Entre los ejemplos más acabados del tipo de retablo arquitectónico del siglo XVIII, dividido
en varios cuerpos horizontales, con varios órdenes superpuestos y, a su vez, compuesto de varias
calles verticales en las que se distribuyen armónicamente las pinturas y las esculturas entre los
registros e intercolumnios, se ha citado siempre como obra maestra y realización característica
el retablo de los Reyes de la catedral de Puebla de Los Angeles, ciudad que por su categoría
económica e importancia urbana desempeñó un papel preponderante en el arte de la Nueva
España.
[…] Las [columnas salomónicas] del Retablo de los Reyes de la catedral de Puebla de 1649
son, pues, de las primeras que se emplean en el barroco no sólo de América, sino de España.46
Paradójicamente, el trabajo “Retablos salomónicos en Puebla”47 no menciona el
retablo de Cuautlancingo, por lo que con éste se inicia el ejercicio de la revisión
bibliográfica y la investigación de campo con los retablos incluidos en dicho texto,
donde menciona los siguientes: en la capital poblana comienza con el altar de los Reyes
de la catedral, uno que se encuentra en la parroquia de San José, el par del crucero de
Nuestra Señora de La Soledad y otro par en la iglesia monjil de Santa Catarina, para
terminar con el altar mayor de la iglesia de los dominicos. Para la capital tlaxcalteca
señala un grupo de cinco en el convento Franciscano, tres en la capilla de la Tercera
Orden. De ahí se traslada a la capilla de la Virgen de los Dolores en la parroquia de
Acatzingo, donde se encuentran tres retablos, el mayor y los de los cruceros. Otro
poblado visitado es el de Libres, donde también se conserva un grupo interesante pues
“en los muros laterales de la parroquia hay un verdadero muestrario del salomónico,
45
Bonet Correa, Antonio, “Retablos del siglo XVII en Puebla”, Archivo Español de Arte, t. XXXVI, Julsep, no. 143, Madrid, 1963.
46
Ibídem, p.234. Vale la pena anotar que al ciprés de la capilla del Rosario de Santo Domingo Puebla, le
llama “retablo exento” y menciona que es “el único ejemplar del siglo XVII que se conserva”
(p.234.236). En esta cuestión del “retablo exento” volverá a insistir y es una pista también en la línea de
investigación sobre el arte efímero de ese tiempo, “obras provisionales para fiestas religiosas y profanas”
(p.245).
47
Díaz, Marcos, “Retablos salomónicos en Puebla”, Anales, Vol. XIII, núm. 50, IIE, México, 1982.
16
17
salvo en uno, en todos se evidencia la presencia de cariátides en el remate o zona más
elevada”48. Regresando al estado de Tlaxcala, en Huamantla, existen otro par de
retablos de columnas helicoidales. En la actual parroquia de Quecholac Puebla, también
se conserva un conjunto de donde sobresale uno por “el hecho de que esté acabado en
el color natural de la madera”49. El último lugar que visita para su listado es San José
Chiapa Puebla, que, al igual que el los Reyes de la Catedral de Puebla, es de alabastro.
Si bien estos son los retablos que atiende de forma minuciosa en su descripción y
análisis, en el párrafo final del artículo mencionados localidades más, dando como
conclusión que “el desarrollo de la modalidad arquitectónica del retablo salomónico en
Puebla sigue caminos independientes como lo prueban las obras de Atlixco y el
desaparecido retablo de San Francisco Acatepec”50.
Del mismo autor está Arquitectura religiosa en Atlixco51, que, aunque no habla
específicamente de retablos, incluye ocho edificios religiosos de dicha zona y una
amplia descripción de cada uno de ellos donde se inserta puntualmente su interior y
mobiliario; estos son: el convento Franciscano de Nuestra Señora donde se encuentra un
retablo monumental52; la parroquia, la iglesia de San Agustín, el convento e iglesia de
las Clarisas, el convento mercedario, el hospital de San Juan de Dios, San Félix Papa y
la capilla de la tercera orden, que no sólo tiene una fachada salomónica soberbia como
la de la iglesia de La Merced, sino que también conserva un retablo como los de nuestro
interés, y dice:
Este retablo es importante por dos cosas: por el sentido que tiene al exaltar a los miembros
ilustres de la Tercera Orden, cuya presencia en el retablo debía servir de estímulo a los
concurrentes de la capilla. La otra causa de su importancia es de orden estético. En este orden el
retablo muestra en su perfecta armonía y en sus proporciones gran sabiduría, y en la
48
Ibídem, p.107.
Ibídem, p.109. Habrá que agregar que Marco Díaz menciona un trabajo de tesis sobre La iglesia y el
convento de Santa María de Quecholac, Pue., de Antonieta Medina (UNAM, 1979),donde se incluye “un
cuidadoso catálogo de las obras retablísticas de este sitio” (p.109, nota 10)
50
Ibídem, p.110.
51
Díaz, Marco, Arquitectura religiosa en Atlixco, IIE, UNAM, México, 1974.
52
Ibídem, p.46
49
17
18
perseverancia del uso de las columnas salomónicas se identifica el tono conservador del barroco
novohispano.53
El arte en las iglesias de Cholula54, tiene un apartado denominado “los retablos
coloniales”55 que enmarca a un total de nueve recintos religiosos que incluyen retablos
salomónicos. Este es el único texto que menciona -someramente- el retablo de
Cuautlancingo, del que dice:
También posee bellas estatuas estofadas el gran retablo del altar mayor de la parroquia de
Cuauhtlancingo.
El altar principal de Santa María Acuezcómac como el anterior tiene columnas
56
salomónicas.
Los lugares donde menciona que existen retablos salomónicos, de 37 iglesias en la
ciudad de Cholula y 28 en su comarca, son: la Parroquia de San Andrés, la Santísima
Trinidad de San Andrés, el Santo Sepulcro y San Pedro Colomoxco en la ciudad. De la
comarca pone a Santa María Acuezcómac, San Juan Cuauhtlancingo, Santa María
Tonantzintla, San Bernardino Tlaxcalanzingo y Santiago Xicotenco. De cada retablo
hace breves descripciones de sus elementos pictóricos y escultóricos.
De la misma ciudad de Cholula se encarga Francisco de la Maza en su publicación
La ciudad de Cholula y sus iglesias57 donde, después de mostrar la riqueza histórica de
la ciudad y su urbanismo, aborda 40 templos religiosos. Dentro del recuento que hace,
tropieza con que la mayor parte de los templos se han deshecho de los retablos
coloniales y las iglesias se lucen un estilo que repetidamente él llama barroco popular
“republicano” como el de la fachada de San Miguel58. La primera iglesia, en el orden
que las presenta, donde da noticia de un retablo salomónico es el Santo Sepulcro,
ubicado en el crucero izquierdo y fechado de principios del siglo XVIII59. Le sigue la
53
Ibídem, p.81.
Ciancas, Ma. Ester, El arte en las iglesias de Cholula, SEP, México, 1974.
55
Ibídem, pp. 60-71.
56
Ibídem, p.66.
57
De la Maza, Francisco, La ciudad de Cholula y sus iglesias, IIE, UNAM, México, 1959.
58
Ibídem, p.97. Del interior de la iglesia de Los Remedios, dice que “es uno de los grandes ejemplos de
neoclásico abarrocado o “barroco republicano”” (p.103).
59
Ibídem, p.99.
54
18
19
parroquia de San Andrés, de donde “queda un hermoso retablo salomónico cabe el arco
derecho del coro. Es de 1706”60. Por último, cercana a esta parroquia, está la iglesia de
Santiago Xicotenco donde “existe la grata sorpresa, casi insólita en Cholula, de
conservar íntegro un retablo salomónico, muy completo, muy bien labrado y muy bien
dorado.”61
Otro trabajo, al que le antecede el de Toussaint62, es el de Las iglesias de la Puebla
de los Ángeles63, que incluye la descripción de los edificios religiosos de la capital
poblana. Aunque los mismos autores advierten que: “realmente no pudimos pulir como
se debería, un trabajo que es de especialistas, sin embargo nuestras pretensiones son las
que la gente común, que somos mayoría, tenga a la mano la información elemental.”64
El recuento es importante y se logra su objetivo, agregándole valor al trabajo las
fotografías obtenidas de cada recinto.
Aunque faltan muchos retablos más por tocar, queda una publicación por mencionar
que atiende nuestra problemática y enlista algunas iglesias de Tlaxcala. Titulada
Rincones Barrocos de Tlaxcala65, la revista nos da un recorrido por templos tlaxcaltecas
en dos artículos (La alegría del barroco: Ocotlán y el barroco en Tlaxcala) e introduce
el tema con un artículo inicial (Del barroco europeo al mexicano). Aunque en el
Santuario de Ocotlán no hay retablos salomónicos en sí, en el camarín de la Virgen se
alzan columnas tritóstilas de este tipo, cuya ornamentación vegetal nos dará pistas sobre
60
Ibídem, 131.
Ibídem, p.137.
62
Toussaint, Manuel, La catedral y las iglesias de Puebla, Porrua, México, 1954.
63
Merlo Juárez, Eduardo / Quintana Fernández José Antonio, Las iglesias de la Puebla de los Ángeles,
UPAEP, Secretaría de Cultura Puebla, Puebla, 2001.
En este texto, como en otros, son muy recurridos tres autores que vale la pena mencionar para el tema de
la historia de Puebla: Miguel Zerón Zapata (La Puebla de los Ángeles en el siglo XVII, crónica de la
Puebla, Patria, México), Hugo Leicht (Las Calles de Puebla, estudio histórico, Municipio de Puebla,
México, 1980) y Mariano Fernández de Echeverría y Veytía (Historia de la fundación de la ciudad de la
Puebla de los Ángeles, CONACULTA, México, 1992.
64
Ibídem, p.9.
65
Rincones Barrocos de Tlaxcala, Saber Ver, lo contemporáneo del arte, no. 38, Fundación Cultural
Televisa, México, 1998.
Debe tenerse muy en cuenta que no es una publicación de divulgación científica, sin embargo da atisbos
de los templos Tlaxcaltecas que menciona e ilustra fotográficamente de gran manera.
61
19
20
el retablo de Cuautlancingo. Dentro las edificaciones que menciona el segundo artículo
está la de Santa Inés Zacatelco con un retablo mayor de gran tamaño y aplicación
novedosa de elementos cilíndricos en las calles externas donde se insertan pinturas de
arcángeles. En los cuerpos de este retablo las columnas y las pilastras están una al lado
de otra, compartiendo espacio. Otro templo con retablo de columnas espirales que se
encuentra en el testero y que “tiene la forma de biombo”66 es el de Santa María
Magdalena Tlatelulco. Aunque no se mencionan en el artículo, en el apartado que se
refiere al templo de San Dionisio Yauhquemecan, en la fotografía de su interior se ve
claramente un retablo salomónico del lado derecho, mientras que del izquierdo se
vislumbra una columna helicoidal; por lo que podemos contar otros dos retablos más en
esta iglesia.
66
Ibídem, p.64.
20
21
Hasta aquí con las publicaciones que en su estructura dan cuenta de los retablos con
columnas entronchadas en la región Puebla-Tlaxcala, y aunque los siguientes
documentos no son exclusivos de los retablos, si enriquecen su estudio y comprensión
en este territorio.
Del primero que haremos referencia es el de Pedro García Ferrer, un artista
aragonés del siglo XVII en la Nueva España67 pues no sólo nos habla del contexto
novohispano del XVII, sino de las relaciones del artista y el clero en la creación de las
obras barrocas; sin olvidar que “durante muchos años se ha considerado que Pedro
García Ferrer introdujo el barroco en Puebla con las columnas salomónicas del retablo
de la catedral.”68. De esta manera regresamos a esta obra tan importante que “es la obra
principal de Pedro García Ferrer, pero también la pieza artística que sintetiza la tarea y
los objetivos apostólicos y políticos de Juan de Palafox en la Nueva España”69 y que el
libro recapitula en la primera parte.
De la misma autora y coordinadora del trabajo El mundo de las catedrales
novohispanas70, se incluye “La catedral de Puebla, punto de encuentro de la escultura.
Siglos XVII-XIX”71, y hemos de considerar que:
[…] a medida que avanzaba el siglo XVII los talleres en donde se trabajaba la madera
empezaron a tomar en sus manos la terminación de un retablo, ocupándose de la s labores del
estofado, la policromía, el encarnado y el dorado, encargados por regla general a pintores y
artistas del ramo de la pintura, por lo que en un mismo taller trabajaban diversos especialistas de
manera mancomunada.72
Si antes se mencionó la importancia de las normatividades de México para el trabajo
en los gremios, ahora hemos de indicar el análisis sobre las de Puebla que es titulado
67
Galí Boadella, Monserrat, Pedro García Ferrer, un artista aragonés del siglo XVII en la Nueva
España, Ayuntamiento de Alcorisa, Instituto de Estudios Turolenses, Excma. Diputación Provincial de
Teruel, BUAP, Teruel, 1996.
68
Ibídem, p.201.
69
Ibídem, p.173.
70
Galí Boadella, Monserrat (coord.), El mundo de las catedrales novohispanas, BUAP, Puebla, 2002.
71
Galí Boadella, “La catedral de Puebla, punto de encuentro de la escultura. Siglos XVII-XIX”, en:
Monserrat Galí Boadella, Monserrat (coord.), El mundo de las catedrales novohispanas, BUAP, Puebla,
2002.
72
Ibídem, p.169
21
22
“Las ordenanzas de los carpinteros y alarifes de Puebla”73, pues lo que llama la atención
en primera instancia a la autora es “que en torno a los temas del trabajo indígena y de la
asociación de las artes, las ordenanzas poblanas difirieran de lo estipulado en las de la
Ciudad de México.”74 Esto se mira básicamente en el vocablo “alarife” del que hace un
análisis por no tratarse de sinónimo con albañil o arquitecto75. Al final se transcribe el
documento analizado y que sirve para entender que:
Las ordenanzas no solamente intentaban controlar la compra y venta de materiales y
productos terminados para beneficio tanto de los artesanos como de los compradores, sino que
también obligaban a quien pretendieran ofrecer libremente su trabajo en el mercado, a poseer
cierto conocimiento técnico. Es por ello que su lectura conduce tanto al conocimiento de la
economía virreinal como al de las técnicas artísticas.76
Siguiendo esta misma línea de la importancia del gremio y su normativa, el texto
“De mecánico a liberal. La creación del gremio de “las nobles y muy liberales arte de
ensamblar, esculpir, tallar y dorar” en la ciudad de Puebla”77que más allá de mostrar “la
importancia que tuvieron los indios dentro del gremio encargado en la construcción de
retablos en la ciudad de Puebla”78, muestra el conflicto ontológico de la identidad del
trabajo, donde se propone que el trabajo de los entalladores, ensambladores y doradores
no es una cuestión maquinal, de mera fuerza bruta, sino del intelecto y la sensibilidad;
cuestión muy importante pues en ella surge, mucho tiempo atrás, el parangón de la
pintura y la escultura, que ahora inician los indígenas en su contexto.
Otra investigación que aborda la temática planteada es el de “La traza del retablo de
Santa Teresa de Puebla en 1626”79que aunque no se trate de uno salomónico, nos da
pautas para enriquecer la parte de los contratos y los artista, de los que podemos agregar
73
Díaz Cayeros, Patricia, “Las ordenanzas de los carpinteros y alarifes de Puebla”, en Galí Boadella,
Monserrat (coord.), El mundo de las catedrales novohispanas, Puebla, icsh-buap, 2002.
74
Ibídem, p.92.
75
Ibídem, p, 101.
76
Ibídem, p.95.
77
Lorenzo Macías, José María, “De mecánico a liberal. La creación del gremio de “las nobles y muy
liberales arte de ensamblar, esculpir, tallar y dorar” en la ciudad de Puebla”, Boletín de monumentos
históricos, no.6, Enero –Abril, México, 2006.
78
Ibídem, p.42.
79
Castro Morales, Efraín, “La traza del retablo de Santa Teresa de Puebla en 1626”, Anales, Vol. X,
no.38, IIE, México, 1969.
22
23
principalmente al “alarife” Juan Díaz Cabañas, encargado de maestrar la obra80 que tuvo
un costo de 5,500 pesos de oro común81. Le siguen Francisco de la Gándara y Hermosa
(escultor y ensamblador) y José de Cuellar (dorador).
Aquí vale la pena agregar la noticia de “Un carpintero poblano”82 de Francisco de la
Maza, que si bien el texto es breve, nos permite sumar el nombre de Juan Bautista
Pedrete a la lista de carpinteros del siglo XVII y reiterar la importancia de la
especificidad de los contratos como documentos esenciales para la ejecución y
regulación de las obras. En este mismo sentido se puede sumar el texto “Un
ensamblador poblano en Querétaro”83 que proporciona el nombre de Luis Ramos
Franco y han de añadirse otros tres artículos para enriquecer este rubro: “Luis de
Arciniega, maestro mayor de la catedral de Puebla”84, “La catedral de Puebla y Juan
Gómez de Transmonte”85 y “Una carta de examen par obtener el título de maestro del
carpintero poblano Pedro Muñoz”86. El primero y segundo, proporcionan datos a la
crónica de la catedral angelopolitana y de sus artífices; mientras que el tercero no sólo
aporta datos sobre el escultor, sino que sirve de ejemplo sobre los exámenes realizados a
aquellos que deseaban serlo:
Desde 1570, las ordenanzas que reglamentaban el trabajo de carpintería y albañilería de la
ciudad de Puebla prohibieron a los oficiales la realización de obra antes de ser examinados
como maestros, independientemente de tener un patrocinador que los quisiera admitir. Con la
finalidad de proteger a los agremiados todo carpintero poblano que deseara contratar obra debía
mostrar su carta de examen al alcalde y a los veedores del gremio, así como al escribano del
cabildo del ayuntamiento para que ellos comprobaran su validez. El caso de Pedro Muñoz
podría ejemplificar la relativa observancia de dichas reglas, haciendo que el documento
encontrado en el ayuntamiento no sólo resulte extraordinario por anexar el dibujo de examen
sino por proporcionar información de un gran artista del cual, más allá de su participación en la
80
Ibídem, p.119.
Ibídem, p.120
82
De la Maza, Francisco, “Un carpintero poblano” en: Anales, Vol. VIII, número 31, IIE, México, 1962.
83
Ramírez Montes, Mina, “Un ensamblador poblano en Querétaro. Luis Ramos Franco”, Anales, Vol.
XVI, núm. 62, 1991.
84
Morales Castro, Efraín, “Luis de Arciniega, maestro mayor de la catedral de Puebla”, en: Anales, Vol.
VII, núm. 27, IIE, México, 1958.
85
Morales Castro, Efraín, “La catedral de Puebla y Juan Gómez de Transmonte”, en: Anales, Vol.
VIII, núm. 32, IIE, México, 1963.
86
Díaz Cayeros, Patricia, “Una carta de examen par obtener el título de maestro del carpintero poblano
Pedro Muñoz”, en: Anales, Vol. XXIV, núm. 81, IIE, México, 2002.
81
23
24
sillería coral, se tiene muy escaso conocimiento. Sin embargo, también es necesario evaluar la
posibilidad de que se trate de un homónimo. 87
El siguiente texto, y último, nos cede recuperar la idea sobre el valor del retablo
salomónico como patrimonio y, por ende, la importancia sobre su conservación antes
que su restauración. La ponencia “La restauración del retablo del templo de San
Francisco, en Atlixco, Puebla”88, nos permite reiterar nuestro corpus de obra salomónica
en la región, pero sobre todo, nos muestra una guía del cómo se intervino dicho retablo
y cómo puede abordarse la documentación de este eventos en casos posteriores, lo que
le da su fortaleza como propuesta metodológica de intervención.
Con lo anterior podemos darnos cuenta que la investigación del retablo se ha
abierto camino muy lentamente pero con resultados sólidos que permiten un estudio
más profundo sobre conjuntos particulares o de manera singular como es el caso de este
trabajo sobre el retablo de Cuautlancingo Puebla. Todavía hace falta trabajar aspectos
básicos como lo cromático y su significado; los usos y costumbres de objetos históricos
que perviven como en San Jerónimo Zacaula Tlaxcala; o tan sencillo como la
catalogación del patrimonio de este y otro tipo escultórico. Sin embargo, los análisis ya
realizados (formales, documentales, técnicos, comparativos, históricos e iconográficos)
sirven de ejemplo y sugieren nuevas propuestas para un estudio más completo en el
área. En tanto la investigación de los retablos salomónico se nota la creciente
preocupación por su tipología o clasificación por el corpus de muebles que cada vez
“crece más” y presenta nuevas variantes, tanto estructuralmente, como de manera
ornamental, en el caso de Zacatelco esto es muy claro. Hay que apuntar también que, en
el caso de la amplia región Puebla-Tlaxcala, hace falta la mención de un gran número de
87
Ibídem, p.154.
Galí Monserrat, Padilla Javier, Elguezabal Rebeca, Balseca Ivette, Ballinas Lygia, Garduño Leticia,
Luna Gabriela, Tapia Gabriela, La restauración del retablo del templo de San Francisco, en Atlixco,
Puebla, en Octavo Coloquio del Seminario de Estudios del Patrimonio Artístico, Retablos: su
restauración, estudio y conservación, UNAM, IIE, México, 2003.
88
24
25
retablos coloniales que pueden dar nuevas pistas sobre este mueble tan enriquecedor de
las formas barrocas en las localidades. El conocimiento de los retablos en sí no sólo
darán pautas morfológicas -que son muy importantes-, sino que permitirán trazar las
relaciones entre comunidades cercanas -o “lejanas”- y las de la misma población pues,
hay que recordar que, en el “diseño” de los retablos y en su uso, interviene un conjunto
de personas que llevan consigo intereses políticos, económicos, religiosos… culturales;
enriqueciendo, de alguna u otra manera, la vida de la sociedad.
25

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