Que todos sean uno La unidad de la Iglesia desde la Teología

Transcripción

Que todos sean uno La unidad de la Iglesia desde la Teología
Que todos sean uno
La unidad de la Iglesia desde la Teología Pentecostal
Yolanda Rosas1
“Para que todos sean uno; como tú, oh padre, en mí, y yo
en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el
mundo crea que tú me enviaste”.
Juan 17: 21
Brevemente señalaremos que el movimiento pentecostal es herencia de las iglesias
históricas de la Reforma, específicamente de los movimientos de santidad. Los énfasis
teológicos al inicio de este movimiento fueron: Salvación (conversión o nuevo
nacimiento), Bautismo en el Espíritu Santo (con la señal de hablar en lenguas), Sanidad
divina y Segunda venida de Cristo.
Como afirma el Dr. Sepulveda, teólogo pentecostal chileno: “ la mayor parte de las
iglesias pentecostales carecen de documentos escritos que registren su teología…” (
Tancara 2005: 2), es por eso que tenemos algunas producciones desde la experiencia de
comunidades de fe pentecostal concretas y reconocemos que el pentecostalismo es un
movimiento en constante cambio, pero que se pueden señalar algunas conceptos y
prácticas comunes. El Dr. Gabriel Vacaro señala las siguientes:
-
Evangelización y Conversión
Bautismo en el Espíritu Santo- hablar en nuevas lenguas.
La iglesia como comunidad carismática y sanadora
El mundo espiritual
Elemento “sorpresa” y “expectación” de cada reunión
La paradoja de ecumenismo y exclusivismo, así como la historia del movimiento
pentecostal. (Vacaro 1990,12)
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Yolanda Rosas de León pastora pentecostal. Es parte de una familia misionera, que realiza ministerios
pastorales en seis países. Madre de un hijo , dos hijas y esposa de un pastor pentecostal cuyas raíces son
bautistas.
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En esta breve exposición retomaré algunos de los elementos característicos de la teología
pentecostal señalados por Vacaro.
1.
La conversión- nuevo nacimiento- vida nueva en Cristo.
En la teología pentecostal la conversión o encuentro con Cristo es entendida como lo
explica Juan Sepúlveda (teólogo pentecostal chileno), como “la experiencia fundante”. Se
trata de una experiencia de cambio que se hace posible por la fuerza del Espíritu Santo
que obra en la persona que por fe invita a Jesucristo a ser el Señor y Salvador de su vida.
En nuestras iglesias todos y todas las y los creyentes son animados a compartir su fe con
sus amigos, familiares y vecinos, a llevar las buenas nuevas de salvación a otros/as y
consideramos que es parte de la misión de la iglesia.
La experiencia pentecostal comienza con la conversión, que es obra del Espíritu Santo
(Juan 16:8) , es la “experiencia fundante”, en la cual la persona se reconoce pecador/a,
necesitada del perdón de Dios, recibe a Cristo como Señor y Salvador e inicia un caminar
con El. Esta experiencia es traumática, es relatada una y otra vez en su “testimonio”, es
utilizada para “hablar a otros /as de Cristo”, a través de este experiencia se convierte en un
misionero/a.
2.
El bautismo del Espíritu Santo.
La segunda experiencia en importancia es el bautismo del Espíritu Santo, con la “señal
inicial de hablar en lenguas”, en cumplimiento de la profecía de Joel 2:28-32; Mateo 3;12
en el día de Pentecostés. Es el Espíritu Santo prometido por el Padre ( Lucas 24:49), para
dar poder al creyente para cumplir la gran comisión, es el Espíritu Santo consolador, que
es el guía, el que anima, da poder y reparte los dones espirituales a cada creyente para la
edificación de la Iglesia (Efesios 4.11).
El Espíritu Santo es para todos y todas, enviado del Padre como un don y como afirma
Daniel Chiquete debe ser buscado, pedido, comunicado y expresado”. (Chiquete
2006:174).
3.
La sanidad divina.
En la predicación pentecostal se afirma: “Jesucristo salva, sana, bautiza con el Espíritu
Santo y viene pronto”. Se enfatiza el cambio de vida, la conversión y este se entiende
también como experiencia sanadora porque la persona cuando tiene un encuentro con
Jesucristo es transformada en todo su ser, su vida cambia en la forma de verse a sí
misma/o, de su entorno y la vida en general.
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“Los testimonios (narración de la experiencia vivida) muestran que la mayoría de
pentecostales perciben este cambio fundamental como experiencia sanadora, como la
superación de situaciones personales que han bloqueado una vida en plenitud y en amor.
“. (Sepúlveda 2004: p. 3).
La experiencia de la sanidad también es la antesala de la conversión. Se puede decir que
un porcentaje importante de las y los creyentes pentecostales se convierten a Dios debido
a una sanidad en su cuerpo. La sanidad es un milagro de Dios que se recibe por la oración
de fe
“Los cultos pentecostales, permiten en un determinado momento abrir espacios para la
acción terapéutica del Espíritu. La misma se manifiesta en sanidades, restauraciones,
reconciliaciones, liberación y perdón de pecados.” (León ,2005:44). La fe en el poder
sanador de Dios ocupa un lugar importante en la espiritualidad pentecostal, en mi vivencia
cotidiana he experimentado la sanidad integral que Dios ofrece a través de Jesucristo.
El pentecostalismo en su esencia bíblica y práctica es liberador, empodera (ayuda a la
gente a reconocer el poder dado por Dios a cada uno/a para interceder por sí mismos/ en
su comunidad/ para creerle a Dios y sus promesas y reclamarlas, hacerlas suyas y
demandar de Dios respuestas en base a sus promesas. Y sino también le da la fuerza y
poder para seguir luchando con Dios!
4.
Elemento “sorpresa” y “expectación” en cada culto
El culto pentecostal es un espacio de fiesta, de liberación, de esperanza y de comunión
con Dios y los hermanos y hermanas.
El creyente pentecostal va al culto a celebrar, a dar gracias a Dios, a reafirmarse en la fe
ya tener una experiencia comunitaria. El carácter festivo del culto pentecostal es una de
sus características más atrayentes, el cual impacta por igual a jóvenes y a adultos. El
decorado y mobiliario del espacio, no están destinados a la contemplación religiosa, sino a
la ambientación para la fiesta. La fiesta es la celebración de la liberación de personas
concretas que en la comunidad encuentran su espacio concreto. Es una fiesta de los
sentidos, una celebración sonora y visual, espacio de celebración en libertan, sin zonas
reservadas o exclusivas tal como acontece en las fiestas populares.
La liturgia juega un papel importante dentro de la tradición pentecostal, ya que es parte de
la propia identidad: su alegría, la forma de expresión corporal, la música, los cantos, en
fin toda la expresividad, la alabanza debe ser motivo de libertad y no de opresión. La letra
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y la música están preparadas para nutrir, para dar ánimo y seguir inculcando la presencia
del Dios vivo.
Las reuniones pentecostales se diferencias de cualquier reunión de iglesias históricas en
los elementos que apuntamos: “sorpresa” y expectación”. En otras palabra, se sabe cómo
comienza pero no como termina. En las iglesias pentecostales, la “expectación” debe ser
producida por el Espíritu Santo y aunque pueda interesar la personalidad del predicador y
el tema anunciado, siempre, se está pendiente de que en la reunión bajo el control del
Espíritu Santo va a suceder algo que no estaba previsto.
5.
La paradoja de ecumenismo y exclusivismo.
El movimiento Pentecostal toma su nombre del Pentecostés, reconocemos que esta no es
una fiesta originariamente cristiana. ”La fiesta de las semanas” o «de la Cincuentena»,
fue instituida en Israel para celebrar el inicio de la cosecha. Se celebraba siete semanas o
cincuenta días a partir de la Pascua para dar gracias a Dios por la nueva cosecha (cf. Ex
23,16;34,22; Lv 23,15-21; Dt 16,9-12). En el judaísmo tardío se transformó en festividad
plenamente religiosa: pasó a ser memoria del don de la Ley en el Sinaí al pueblo liberado
de Egipto.
El Espíritu es la misma vida de Dios. En la Biblia es sinónimo de vitalidad, de
dinamismo y novedad. El Espíritu animó la misión de Jesús y se encuentra también a la
raíz de la misión de la Iglesia. El evento de Pentecostés nos remonta al corazón mismo de
la experiencia cristiana y eclesial: una experiencia de vida nueva con dimensiones
universales.
El texto de los Hechos da otra indicación: “estaban todos juntos en un mismo lugar” (Hch
2,1). Con estas palabras se quiere sugerir que los presentes estaban unidos, no sólo en un
mismo sitio, sino con el corazón. Aunque no se habla de una reunión cultual, no sería
extraño que Lucas imaginara a los creyentes en oración, esperando la venida del Espíritu,
de la misma forma que Jesús estaba orando cuando el Espíritu bajó sobre él en el
bautismo (Lc 3,21: “Mientras Jesús oraba… el Espíritu Santo bajó sobre él”; Hch 1,14:
“Solían reunirse de común acuerdo para orar en compañía de algunas mujeres, de María la
madre de Jesús y de los hermanos de éste”).
Lucas utiliza en primer lugar el símbolo del viento para hablar del don del Espíritu: “De
repente vino del cielo un ruido, semejante a una ráfaga de viento impetuoso y llenó la casa
donde se encontraban” (Hch 2,2). Aunque los discípulos estaban a la espera del
cumplimiento de la promesa del Señor resucitado, el evento ocurre “de repente” y, por
tanto, en forma imprevisible. Es una forma de decir que se trata de una manifestación
divina, ya que el actuar de Dios no puede ser calculado ni previsto por el ser humano. El
ruido llega “del cielo”, es decir, del lugar de la trascendencia, desde Dios. Su origen es
divino. Y es como el rumor de una ráfaga de viento impetuoso.
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El evangelista quería describir el descenso del Espíritu Santo como poder, como potencia
y dinamismo y, por tanto, el viento era un elemento cósmico adecuado para expresarlo.
Además, tanto en hebreo como en griego, espíritu y viento se expresan con una misma
palabra (hebreo: ruah; griego: pneuma). No es extraño, por tanto, que el viento sea uno de
los símbolos bíblicos del Espíritu. Recordemos el gesto de Jesús en el evangelio, cuando
“sopla” sobre los discípulos y les dice: “Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20,22), o la visión
de los esqueletos calcinados narrada en Ezequiel 37, donde el viento–espíritu de Dios
hace que aquellos huesos se revistan de tendones y de carne, recreando el nuevo pueblo de
Dios.
“Entonces aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada
uno de ellos” (Hch 2,3). Lucas se sirve luego de otro elemento cósmico que era utilizado
frecuentemente para describir las manifestaciones divinas en el Antiguo Testamento: el
fuego, que es símbolo de Dios como fuerza irresistible y trascendente. La Biblia habla de
Dios como un “fuego devorador” (Dt 4,24; Is 30,27; 33,14); “una hoguera perpetua” (Is
33,14). Todo lo que entra en contacto con él, como sucede con el fuego, queda
transformado. El fuego es también expresión del misterio de la trascendencia divina. En
efecto, el ser humano no puede retener el fuego entre sus manos, siempre se le escapa; y,
sin embargo, el fuego lo envuelve con su luz y lo conforta con su calor. Así es el Espíritu:
poderoso, irresistible, trascendente.
El evento extraordinario expresado simbólicamente en los vv. 2-3 se explicita en el v. 4:
“Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”. Dios mismo llena con su poder a todos los
presentes. No se les comunica un auxilio cualquiera, sino la plenitud del poder divino que
se identifica en la Biblia con esa realidad que se llama: el Espíritu. Se trata de un evento
único que marca la llegada de los tiempos mesiánicos y que permanecerá para siempre en
el corazón mismo de la Iglesia. Desde este momento el Espíritu será una presencia
dinámica y visible en la vida y la misión de la comunidad cristiana.
La fuerza interior y transformadora del Espíritu, descrita antes con los símbolos del viento
y del fuego, se vuelve ahora capacidad de comunicación que inaugura la eliminación de la
antigua división entre los seres humanos a causa de la confusión de lenguas en Babel
(Gen 11). “Y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según el Espíritu Santo les
concedía expresarse” (v. 4). En Jerusalén, no en la casa donde están los discípulos, ni en
el espacio cerrado de unos pocos elegidos, sino en el espacio abierto donde hay gente de
todos las naciones (v. 5), en la plaza y en la calle, el Espíritu reconstruye la unidad de la
humanidad entera e inaugura la misión universal de la Iglesia.
El Espíritu de Pentecostés inaugura una nueva experiencia religiosa en la historia de la
humanidad: la misión universal de la Iglesia. La palabra de Dios, gracias a la fuerza del
Espíritu, será pronunciada una y otra vez a lo largo de la historia en diversas lenguas y
será encarnada en todas las culturas. El día de Pentecostés, la gente venida de todas las
partes de la tierra “les oía hablar en su propia lengua” (Hch 2,6.8). El don del Espíritu que
recibe la Iglesia, al inicio de su misión, la capacita para hablar de forma inteligible a todos
los pueblos de la tierra.
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El movimiento pentecostal desde su inicio era inclusivo, no tenía barreras
denominacionales, ni culturales, ni étnicos. Lamentablemente a través del tiempo se
fueron manifestando exclusivismos, que tuvo razones como las que señala el Dr. Vacaro:
1. Persecución religiosa y eclesiástica, que tuvo que ver con el rechazo a las
manifestaciones carismáticas por parte de las iglesias tradicionales a principio del
siglo. Los grupos pentecostales eran objeto de burla y ridículo, fueron expulsados de
sus iglesias de origen y perseguidos.
2. Miedo a la desviación de lo que se consideraba “sana doctrina”, el temor a los cambios
históricos, teológicos y contextuales hizo que el movimiento pentecostal se aferrara al
biblicismo, al dispensacionalismo, fieles a su doctrina, a la interpretación futurista del
apocalipsis.
3. Falta de preparación teológica. Fue uno de los defectos más profundos del
pentecostalismo en América Latina. Se abusó de la expresión “la letra mata”, eso fue
cambiando poco a poco, la mayoría de iglesias tienen Institutos bíblicos, Seminarios
teológicos y algunos estudiantes en Facultades de Teología.
4. Factores económicos y sociales. El movimiento pentecostal nació entre los negros y los
marginados en Chile por ejemplo. En muchos países se les consideraba los de la clase
baja y marginada y por eso algunas iglesias históricas los subestimaban y estos al
sentirse despreciados se cerraron a un más. Esto también ha cambiado, muchas
iglesias se independizaron de sus sedes internacionales y se involucraron más en el
compromiso social frente a las injusticias y el antireino, participando en proyectos de
ayuda social, en la defensa de los pobres y sus derechos humanos, esfuerzos a favor de
la paz y la justicia social, etc, dando lugar a una variedad de pentecostalismos.
Los y las pentecostales tenemos que reconocer nuestra soberbia histórica, nos hemos
creído mejor cristianos/as que los demás, “más espirituales”, dueños /as del Espíritu, etc.
Y nos hemos separado de nuestros hermanos de quienes tenemos mucho que aprender
también.
Estamos llamados/as a reconocer que el Espíritu sopla donde quiere y que la presencia de
Dios está aún dónde no lo esperamos.
Más que afirmaciones, yo quiero que nos preguntemos:
1.
2.
¿Si el movimiento pentecostal tiene su origen en el Pentecostés (Hechos 2), cuál es el
práctica de esa llenura del Espíritu en los y las creyentes hoy?
¿Qué esfuerzo ha hecho el movimiento pentecostal para acercarse en unidad a otras
confesiones de fe?
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3.
4.
5.
6.
7.
¿ Cuáles son las barreras que nos impiden vivir la unidad del Espíritu con otros y
otras?
¿Cuáles son los elementos, doctrinas o prácticas que nos unen a otros cristianos /as?
¿Cómo entendemos el movimiento ecuménico actual?
¿Hasta qué punto estamos dispuestos/as a vivir la unidad con otros cristianos/as?
Desde nuestra herencia pentecostal ¿Cuáles son los elementos que apoyan la unidad
de la iglesia?
BIBLIOGRAFÍA
Chiquete Daniel, Luís Orellana (2003) Voces del pentecostalismo Latinoamericano.
Identidad, teología e historia. Concepción, Chile: RELEP-CETELA-ASETT. 223 pp.
Chiquete, Daniel (2006) Silencio elocuente, Una interpretación teológica de la
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Gutierrez, Benjamín, editor (1995) En la fuerza del Espíritu. Los pentecostales en
América Latina: un desafío a las iglesias históricas. AIPRAL/CELEP, Guatemala 332 pp.
Tancara, Juan Jacobo (2005) Teología Pentecostal. Propuesta desde comunidades
pentecostales de la ciudad de El Alto. La Paz, Bolivia: ISEAT 130 pp.
ISEAT (2011) Nada es imposible para Dios. Una venta a la fe neopentecostal en FE Y
PUEBLO No. 18, La Paz, Bolivia: ISEAT, 70 pp.
Vacaro, Gabriel O. (1990) Identidad pentecostal. Quito: Ecuador, CLAI 61 pp.
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