ÁNGELES PORTADORES DE ATRIBUTOS EN LA CRUCIFIXIÓN

Transcripción

ÁNGELES PORTADORES DE ATRIBUTOS EN LA CRUCIFIXIÓN
Ángeles portadores de atributos en la Crucifixión
Andrés Felici Castell
Universidad de Valencia
Los ángeles aparecen frecuentemente junto a Cristo en pasajes de su vida e
imágenes conceptuales, aunque en la mayoría de casos, éstos no vienen citados por
los Evangelios. San Pablo, respecto a esto, ya indicó que «en él fueron creadas todas
las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él» (Col. 1,16),
lo cual podría justificar teológicamente cualquier aparición angélica junto a Cristo.
De todos los episodios de la vida de Cristo, uno de los más trascendentales ha
sido el de su muerte en la cruz, donde con frecuencia se pueden encontrar ángeles
portando diferentes atributos. Algunos de ellos –como la Iglesia y la Sinagoga, o el
Sol y la Luna– pueden aparecer sin necesidad de ser portados por ángeles. El objeto
de este artículo es analizar fundamentalmente las figuras de estos seres angélicos y sus
orígenes, y no tanto la de los atributos como entidad propia, clasificando a los ángeles
según los objetos que portan.
Un aspecto que hay que señalar previamente es la presencia de ángeles durante
la Crucifixión. Los Evangelios no hablan de ellos en este pasaje, aunque sí que lo
harán fuentes posteriores. Germán de Constantinopla, en el siglo VII-VIII, dice que
«los ángeles subían y bajaban en torno a la cruz» (Germanus Constantinopolitanus
Patriarcha, Oratio II; PG 98, 253)1. También, por ejemplo, sor Isabel de Villena dice
que: «la ànima gloriosa de Jesus essent separada del seu excellent cors, haven’t donat fi a totes
les sues penalitats, fon aquí lo gran visrey sanct Miquel ab gran multitud de àngels qui, tots
prostrats en terra, adoraren la magestad sua, cantant ab gran melodia» (1497: 220 v), pero
aquí se refiere más a la presencia de ángeles tras la muerte de Cristo. Otras fuentes
señalan a ángeles durante el proceso de la Crucifixión, así en la Mística Ciudad de Dios
se dice que: «volviendo los verdugos la Cruz, para que el Cuerpo clavado, cayera el
Rostro contra la tierra, los Ángeles le sustentaron cerca del suelo, que estaba lleno
de piedras y inmundicia, y con esto no tocó el Señor con su Divino Rostro en él, ni
en los guixarros» (Ágreda, 1723: t. 2, l. 6, 516). Así, efectivamente, existen fuentes que
hablan de ángeles en los momentos previos o inmediatamente posteriores a la muerte
de Cristo, pero en ningún momento se citan como portadores de ciertos atributos
1
Pons (2003: 68). Esta cita se relaciona también con Jn 1,51: «En verdad os digo: veréis el cielo abierto y a
los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
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que sí que aparecerán en las imágenes, y
que a continuación especificaremos.
I. Portando libros
Tal vez, los primeros ángeles que
aparecen en imágenes de la Crucifixión,
sean los que portan un libro. Éstos figuran ya en el Códice del evangeliario
irlandés de Saint-Gall (posterior al 750,
Monasterio Saint-Gall, Biblioteca) [fig.
1]. Sobre los brazos de la cruz hay dos
ángeles de medio cuerpo, cada uno de
los cuales porta un libro. A partir de esta
fecha se pueden encontrar este tipo de
ángeles en imágenes de la Crucifixión,
aunque son poco frecuentes. En el Beato
de San Salvador de Tábara (975, Gerona,
Archivo Catedralicio, fol. 16 v) [fig. 2]
de nuevo aparece un ángel con un libro,
Fig. 1. Crucifixión, Códice del evangeliario irlandés
pero en esta ocasión está ubicado junto al
de Saint-Gall, posterior al 750, Monasterio
buen ladrón2. Todavía en los siglos XIISaint-Gall, Biblioteca.
XIII es posible encontrar este tipo de
ángeles. Ninguna fuente hace mención a la aparición de estos ángeles, pero normalmente estas representaciones aparecen en ilustraciones de Evangelios o en las tapas,
por lo que son imágenes muy ligadas a los Textos Sagrados, de ahí que estos libros que
portan los ángeles puedan conectar la muerte de Cristo con lo señalado en las Escrituras, como ocurre con otras representaciones más tardías (como por ejemplo las de la
Biblia Pauperum, de mitad del siglo XIII), en las que aparecen profetas, normalmente
con filacterias o textos, que ya señalaron la Pasión de Cristo en sus profecías. Tal vez,
al empezar a aparecer estos profetas con textos y filacterias, mucho más explícitos que
los ángeles portando libros, estos últimos dejarían de utilizarse.
II. Portando el Sol y la Luna
En los Evangelios Sinópticos se indica que «era ya cerca de la hora sexta cuando,
al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona» (Lc 23,44)3.
2
Se debe señalar que en esta obra se confunden los nombres de los ladrones, así junto al llamado Dimas
aparece un demonio, que parece estar atacándole, y junto al llamado Gestas está el ángel con el libro;
cuando, sabiendo que el buen ladrón era Dimas, parece que el ángel le correspondería a él, y el demonio
al mal ladrón, Gestas.
3
También se indica la misma información en Mt 27,45 y Mc 15,33.
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Dionisio Aeropagita también dio testimonio de este eclipse4, y otras fuentes,
más tardías, le intentaron dar una justificación. Según María de Ágreda, al ver
la burla que hacían los judíos de Cristo,
María realizó una oración en la que decía:
«Cielos, Sol, Luna, Estrella y Planetas, detened vuestro curso, suspended vuestras
influencias con los mortales» (Ágreda,
1723: t. 2, l. 6, 519). También se le ha
querido dar al Sol y a la Luna un significado más simbólico: «el Sol es la Verdad,
es decir, la Nueva Ley, frente a la Luna,
que no tiene luz propia y es imagen de
la Antigua Ley» (Sebastián, 1985: 331). El
eclipse fue uno de los aspectos que más
llamó la atención en la muerte de Cristo,
ya que, por ejemplo Plinio dice, acerca
de los eclipses «que es la cosa de mayor Fig. 2. Crucifixión, Beato de San Salvador de Tábara, 975, Gerona, Archivo Catedralicio, fol. 16 v.
maravilla que hay en toda la contemplación de Naturaleza y semejante a monstruosidad» (Plin. nat. 2, 10). Lo cierto es que ya en el siglo IX podemos encontrar
imágenes de la Crucifixión donde aparece el Sol y la Luna, pero para representar a
estos astros, normalmente se siguen las antiguas formas paganas, así pueden aparecer
personificados sobre un carro tirado por caballos el Sol y por vacas, la Luna [fig. 3], o
como un busto de un hombre coronado –el Sol– y el de una mujer con media luna
sobre la cabeza –la Luna–. Posteriormente, hacia el siglo XII, se quiso cambiar este
tipo de representación y, tal vez por mantener la figura antropomórfica, o porque era
frecuente representar ángeles adorantes junto a la cruz, se empezaron a representar
los dos astros sostenidos por seres angélicos, los cuales, con frecuencia los portaban
sobre manos veladas (Crucifixión, Cubiertas del Misal de San Rufo, Anónimo, siglos
XII-XIII, Tortosa, Archivo Capitular, códice 11). Este tipo de imágenes serán escasas,
y ya en el siglo XIII empezará a ser más frecuente representar simplemente los astros,
sin ningún portador. También los ángeles portando el Sol y la Luna podrán aparecer
en escenas del Juicio Final (Mâle, 1952: 44-45).
4
«San Dionisio, presente en Heliópolis, vio que sucedía por interposición de la luna, entre la tierra y el sol,
vio a la luna subir del este hacia el sur y ponerse bajo el sol; pasado el eclipse, la luna volvió al este, y a la
tarde estaba en oriente, estando el sol en occidente […]. Las tinieblas eran palpables, oscuras, negras como
las de Egipto bajo el Faraón; y las del eclipse natural del sol son color hierro y bronce, más claras. Luego no
fue eclipse natural, sino milagroso; manifiesto sólo a Cristo, que es la causa de todas las cosas» (von Sachsen,
2010: t. 2, 63, 37, p. 556). También se señala esta misma información en otras fuentes, como en la Suma
Teológica (S. Th. [48783] IIIª q. 44 a. 2 ad 2).
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III. Portando lienzos
Existen algunas representaciones donde se pueden
contemplar a uno o más ángeles portando lienzos en
sus manos. Sobre estos lienzos no hay nada escrito en
fuentes, por lo que se le pueden dar diversas significaciones. Por una parte estos lienzos pueden tener
simplemente la función de cubrir las manos de los
ángeles como señal de respeto y veneración. Pero el
hecho de que las tengan cubiertas puede indicar que
estén preparadas para recibir el alma de Cristo, como
así parece ser en la Crucifixión que hay en la cubierta
de un libro en la Bayerische Staatsbibliothek (ca. 82030, Munich) [fig. 3]. Por otra parte cabe señalar toda
una serie de iconos y de crucifijos rusos de los siglos
XV y XVI donde suelen aparecer un par ángeles por
encima de la cruz portando un lienzo sobre sus manos.
Su finalidad podría ser la misma de recoger el alma de
Cristo, pero también podrían guardar relación con los
ángeles que en el siglo XII portaban, sobre sus manos
veladas, el Sol y la Luna.
Si observamos el mosaico que representa la CruciFig. 3. Crucifixión, cubierta de
fixión con el dux Dándolo y el Canciller Benintendi, del
libro, ca. 820-30, Munich,
Baptisterio de San Marcos en Venecia (1343-1355)
Bayerische Staatsbibliothek.
[fig. 4], aquí los dos ángeles que aparecen sobre la cruz
también portan un lienzo cada uno, y con él parecen cubrirse el rostro, como si estuvieran llorando, mostrando así el dolor de los ángeles ante la muerte de su creador.
De hecho, Interián de Ayala indicará sobre este tipo de ángeles:
Será de hombre prudente y juicioso el pintar a los ángeles llorando por alguna cosa
que fuera digna de sus lágrimas, si de éstas fuesen ellos capaces, como es la crueldad de la
pasión y muerte de Jesucristo. En este lance vemos frecuentemente pintados a los ángeles
con un semblante triste, y derramando lágrimas, lo que pintores sabios y piadosos han
practicado muchas veces no sin razón. (Ayala, 1883: t. 1, l. 2, 123).
IV. Portando las personificaciones de la Iglesia y la Sinagoga
Tal y como dicen los Sinópticos, justo en el momento de la muerte de Cristo, el
velo del templo se partió en dos (Mt 27,51; Mc 15,38; Lc 23,45), acontecimiento que
fue interpretado como el fin del reinado de la Sinagoga, a la cual sucederá la Iglesia
de Cristo (Réau, 1996: t. 1, v. 2, p. 507; Ribadeneyra, 1761: 25). En fuentes posteriores,
como el Vita Christi de sor Isabel de Villena, tras la lanzada del costado, la Virgen
María se lamenta diciendo, entre otras cosas: «axí, lo meu fill e redemptor vostre dormint
en la creu per dolorosa mort, lo seu costat es ubert, e de aquí es exida la sua Església, abillada
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Fig. 4. Crucifixión con el dux Dándolo y el Canciller Benintendi, 1343-1355,
Venecia, Catedral de San Marcos, Baptisterio.
e molt ornada dels sagraments» (Villena, 1497: 236v)5, aunque ya autores patrísticos
habían señalado esta vinculación.Ya en las representaciones de la Crucifixión del siglo
IX aparecen las figuras de la Iglesia, recogiendo la sangre que brota de la lanzada de
Cristo en un recipiente o cáliz, y la Sinagoga. Las figuras de la Iglesia y de la Sinagoga
están dispuestas a un lado y a otro de Cristo y pueden ser representadas de diversas
formas: «a un lado la Iglesia coronada, nimbada, con un estandarte de triunfo en la
mano y recogiendo en un cáliz el agua y la sangre que salen de la llaga del Salvador.
Al otro, la Sinagoga, cubiertos sus ojos con una venda, sosteniendo con una mano el
asta rota de su bandera y dejando escapar de la otra las tablas de la Ley, mientras la
corona cae de su cabeza» (Mâle, 1986: 200 y 217). Lo que más nos interesa es que a
partir del siglo XIII podemos observar ángeles acompañando las figuras en busto de
la Iglesia y de la Sinagoga, especialmente en Oriente [fig. 5]. La primera se acerca a la
llaga del costado de Cristo, recogiendo su sangre, mientras que la segunda es alejada
de Él por el mensajero angélico.También en ese mismo siglo en Occidente se empezó
a representar la Crucifixión de esa forma (Nicola Pisano, 1260, Pisa, Baptisterio, Púlpito). Resultará complicado encontrar imágenes de la Iglesia y la Sinagoga más allá del
siglo XV, entre otras cosas porque la figura del soldado lancero –san Longinos– y el
soldado que le dio la esponja con vinagre, fueron asociados a la Iglesia y a la Sinagoga
respectivamente (Mâle, 1986: 217).
V. Portando cálices
En el siglo XIII, especialmente en la segunda mitad, poco después de introducirse
el tipo de los ángeles acompañando las figuras de la Iglesia y de la Sinagoga, empe5
En la Mística ciudad de Dios se dice: «la prudentísima Reyna conoció el Mysterio de la lançada, y como en
aquella última Sangre, y agua, que salió del Costado de su Hijo Santísimo, salía de él la nueva Iglesia lavada,
y renovada, en virtud de su Pasión y Muerte» (Ágreda, 1723: t. 2, l. 6, 589).
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zarán a aparecer ángeles que, desplazando
a la figura de la Iglesia6, se encargarán de
recoger la sangre de Cristo, procedente
de los clavos y su llaga en el costado, en
cálices (Crucifixión, Bonaventura Berlinghieri, 1260-70, Florencia, Galería de los
Uffizi) [fig. 6]. Esta tipología de ángeles
alcanzaría gran popularidad, y de hecho
en los siglos XIV y XV será extraño
contemplar la imagen de un Cristo crucificado sin encontrar a los ángeles con
cálices a su alrededor.
El hecho de identificar la muerte de
Cristo con el derramamiento de sangre,
y por tanto, aludiendo al vino, viene de
las interpretaciones de la Biblia. Así por
Fig. 5. Crucifixión, 1209, Serbia,
ejemplo Mâle recuerda que: «Tal racimo,
Monasterio de Studenica.
que dos exploradores llevaron del país de
Canaán colgado de una pértiga, es Jesús colgado en la cruz: porque Jesús es el racimo
místico cuya sangre llenó el cáliz de la Iglesia»7, lo cual utiliza para justificar la presencia de ángeles en este episodio. También, en los textos, se ha buscado un paralelismo
entre las heridas de Cristo de donde brota sangre y las fuentes de agua (Ágreda, 1723:
t. 2, l. 6, 589-590). Especialmente la herida del costado, por haber surgido de ella vino
y agua, se ha buscado relacionarla con el Bautismo y la Eucaristía (Mâle, 1985: 215),
tal y como dice Ludolfo de Sajonia: «‘Y brotó enseguida sangre y agua’, de las cuales
tienen su eficacia los sacramentos de la Iglesia. Esto se hizo para demostrar que por la
Pasión de Cristo obtenemos la plena limpieza de manchas y pecados» (von Sachsen,
2010: t. 2, 64, 13, p. 575), de ahí que los ángeles recojan estos elementos imprescindibles para la administración de los dos principales sacramentos de la Iglesia8.
Anteriormente al siglo XIII, además de poder aparecer la Iglesia con un cáliz recogiendo la sangre derramada por Cristo en su Crucifixión, también podía aparecer
simplemente el cáliz a los pies de la cruz, sin ningún portador [fig. 2], donde venía a
caer la sangre principalmente de las heridas de los pies. Esta tipología del cáliz a los
6
Santiago Sebastián dice: «El culto a la sangre es tal que se cambia la narración evangélica, ya que la piedad
se resiste a que sean los verdugos los que la recojan, y por ello se ponen a los pies de Cristo a las figuras
alegóricas de las virtudes (Caridad, Humildad, Obediencia, etc.), que a las órdenes de la Iglesia, cumplen la
misión de recoger tan preciada bebida» (Sebastián, 1988: 350).
7
Mâle (1986: 159). Lleva a Walafrido Strabo, Glosa Ordinaria, Números, cap. XVIII, v. 24.
8
Según dice Mâle: «El cáliz, que recibe la sangre del Salvador, nos recuerda que el sacrificio es eterno, que
no está limitado en el tiempo, puesto que debe renovarse diariamente. […] El arroyuelo que desciende
de la cruz nos hace recordar que el sacrificio es válido para todo el universo y no se halla limitado en el
espacio» (Mâle, 1986: 234).
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pies de Cristo todavía la podemos ver en los siglos XV-XVI. También se puede dar
el caso de que porte el cáliz otro personaje, como por ejemplo, Adán. Según nos dice
Réau: «Los teólogos concluyeron que Adán fue devuelto a la vida por la virtud vivificadora de la sangre de Cristo» (1996: t. 1, v. 2, 510), así en algunas representaciones
como la del Misal de Mont-Saint-Eloi (ca. 1260, Arras, Biblioteca), aparece Adán a
los pies de la cruz, saliendo de su tumba portando un cáliz en la mano para recoger
la sangre de Cristo.
Desde el primer momento no hubo una forma concreta de representar a los ángeles en este episodio. En el mismo siglo XIII pueden aparecer ángeles recogiendo
la sangre de las heridas de las manos [fig. 6], pero también hay otras imágenes, más
próximas a las representaciones de la Iglesia y la Sinagoga, donde un ángel, a la derecha de Cristo, recoge su sangre del costado y otro, a su izquierda, se lamenta. En el
siglo XIV la imagen de los ángeles recogiendo la sangre de Cristo en cálices durante
su crucifixión se extendió, especialmente en la pintura italiana. Lo más habitual sería
representar a tres ángeles, cada uno con un cáliz, recogiendo la sangre de cada una de
las manos y del costado [fig. 7], pero podrán aparecer múltiples tipologías en los siglos
posteriores, desde un solo ángel hasta cinco, que también pueden aparecer junto a
otros ángeles que no portan estos atributos; de hecho algunos textos apócrifos ponen
en boca de Dimas, el buen ladrón, las siguientes palabras, mientras estaba crucificado:
«Te conozco, ¡oh Jesucristo!, y sé que eres Hijo de Dios; te estoy viendo como Cristo
adorado por miríadas de ángeles» (Declaración de José de Arimatea III, 3).
Fig. 6. Crucifixión, Bonaventura
Berlinghieri, 1260-70, Florencia,
Galería de los Uffizi.
Fig. 7. Crucifixión, Pacino di Bonaguida, ca.
1310, Nueva York, Metropolitan Museum.
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Estos ángeles portadores de cálices continuarán apareciendo hasta prácticamente
el siglo XVII y todavía se pueden ver en representaciones actuales, aunque a partir del
siglo XVI cada vez serán menos frecuentes. Se seguirán las mismas tipologías, aunque
tal vez sean más frecuentes la de dos ángeles, portando uno de ellos dos cálices (Rafael, 1502-1503, Londres, National Gallery), o la de tres ángeles, uno a los pies, otro
en una mano y el último recogiendo la sangre de la otra mano y del costado (Durero,
1498-99, La Gran Pasión), ya que fueron empleados por importantes artistas de gran
influencia.
VI. Portando el alma de san Dimas
Los dos ladrones con los cuales, según los Evangelios (Mt 27,38; Mc 15,27; Lc
23,32; Jn 19,18) crucificaron a Cristo, aparecen ya en las primeras representaciones de
la Crucifixión (Evangelio de Rabula, 586, Florencia, Bibl. Medicea-Laurenziana, fol. 13
r.), uno a cada lado de Cristo. Los Apócrifos se encargaron de ponerles nombre; llamaron Dimas al buen ladrón y Gestas al malo (Actas de Pilato, parte I, IX, 5). Según se
dice en el Evangelio de Lucas, Jesús le dijo al buen ladrón: «Yo te aseguro: hoy estarás
conmigo en el Paraíso» (Lc 23,43), lo cual da a entender que el alma de Dimas quedó
salvada, y por tanto sería llevada a los cielos, debido a su arrepentimiento, por lo que
el alma de su compañero, Gestas, al no arrepentirse, se considera que iría al infierno.
Para los cristianos los ángeles tenían un papel muy importante en la muerte de
las personas, ya que eran los encargados de portar el alma salvada hasta el Paraíso. Así
ya lo podemos encontrar reflejado en el Evangelio, por ejemplo en la parábola del rico
epulón, cuando fallece Lázaro: «Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por
los ángeles al seno de Abraham» (Lc 16,22). Esta idea de la intervención y asistencia
de los ángeles en la muerte de las personas se desarrollará más a lo largo de la Alta
Edad Media, como lo manifiesta este fragmento del siglo VII, de los apócrifos asuncionistas: «Es de saber que son dos los ángeles que vienen por el hombre: uno el de
la justicia y otro el de la maldad. Ambos entran en compañía de la muerte. Ésta –al
principio– molesta al alma, –después– vienen estos dos ángeles y palpan su cuerpo.Y,
si ha hecho obras de justicia, el ángel bueno se alegra por esto, pues el ángel malo no
tiene nada en él. Entonces vienen más ángeles sobre el alma, cantando himnos ante
ella hasta el lugar donde están todos los justos. Mientras tanto el ángel malo se aflige,
pues no tiene parte en él» (Libro de Juan, arzobispo de Tesalónica, V). Aunque en el siglo
IV Gregorio de Nisa, al narrar la vida de su hermana Macrina, ésta, antes de morir le
pide a Dios: «Coloca junto a mí al ángel luminoso que me lleve de la mano hasta el
lugar del refrigerio, allí donde se encuentra el agua del descanso (Sal 22,2), en el seno
de los santos patriarcas» (Gr.Nyss., V.Macr. 24,2).
Ya en algunas representaciones antiguas [fig. 2] puede aparecer un demonio junto
al mal ladrón y un ángel junto al bueno. Pero será fundamentalmente a partir del
siglo XV, época en la que se difunde el Ars Moriendi, cuando se represente con mayor
frecuencia a un ángel portando el alma de Dimas y a un demonio tomando el alma
de Gestas. Las formas de portar el alma serán las mismas que se pueden dar en las
Ángeles portadores de atributos en la crucifixión
Fig. 8. Crucifixión, Libro de Horas de Rohan, 1420-7,
París, Biblioteca Nacional Francesa, fol. 27.
265
Fig. 9. Crucifixión, cubierta de evangeliario, último cuarto del s. XI, Tongeren, Notre Dame.
escenas de la muerte de los santos: puede aparecer el alma de cuerpo entero, dentro
de una sábana o lienzo, o saliendo por la boca. Puede haber algún caso más genuino
como el del Libro de Horas de Rohan (1420-1427, París, Biblioteca Nacional Francesa,
fol. 27) [fig. 8] donde el ángel, además de tomar el alma de Dimas, está apartando al
demonio con una lanza. Resulta muy complicado encontrar a este tipo de ángeles en
representaciones de la Crucifixión más allá del siglo XVI.
VII. Otros ángeles
Además de los anteriormente mencionados, también pueden aparecer ángeles
portando otro tipo de atributos, que normalmente serán poco frecuentes. Por una
parte indicar que pueden aparecer ángeles coronando a Cristo (Crucifixión, cubierta
de evangeliario, último cuarto del siglo XI, Tongeren, Notre Dame) [fig. 9], algo que
viene justificado por algunas fuentes, ya que el Vita Christi de Sor Isabel de Villena
dice que cuando el alma se separó del cuerpo de Cristo, «levant-se sanct Miquel, acostà´s
a sa excellencia e, ficant lo genoll davant sa senyoria, presentà-li de part del seu Pare la vestidura
de immortalitat e la corona molt excellent a ell deguda per la sua alta victòria, e lo sceptre real
de la general monarchia» (Villena, 1497: 220 v). También hay algunas imágenes donde
no coronan los ángeles, sino la mano divina.
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Por otra parte, también hay algunas
representaciones donde aparecen ángeles con los Arma Christi, algo que puede ocurrir en algunas portadas de libros
o de capítulos (Crucifixión, misal, siglo
XVI, Piña de Campos, Palencia, Iglesia
Parroquial), apareciendo los ángeles en
los márgenes, a veces separados por casetones, sin intervenir directamente en la
Crucifixión.
Por último señalar que también
existen otras obras más complejas que
constituyen casos aislados, como por
ejemplo la Crucifixión Mística de Botticelli
(ca. 1497, Cambridge, Massachusetts, Fogg
Art Museum) [fig. 10], «en la que se ha
querido ver pruebas de su fervor incondicional a Savonarola» (Raquejo, 1993: 113).
En esta pintura, bastante mal conservada,
aparece un crucifijo con la Magdalena a
Fig. 10. Crucifixión Mística, Botticelli, ca. 1497,
los pies y a su lado un ángel que porta
Cambridge,
Massachusetts, Fogg Art Museum.
un pequeño león en su mano, dispuesto
a matarlo con la espada desenvainada que
porta en la otra. En la esquina superior está Dios Padre, atendido por dos ángeles que le
ofrecen flores, el cual parece enviar a tres ángeles que portan escudos blancos con una
cruz roja, los cuales hacen retroceder una nube negra plagada de demonios que amenaza la ciudad de Florencia. Esta obra se entiende sólo en el contexto de la Florencia
de Savonarola: María Magdalena simboliza a la ciudad que, sacudida por el predicador,
llora sus pecados. El zorro o lobo que sale de sus vestidos así como el león muerto
por el ángel son símbolos del engaño y la violencia que abandonará o eliminará la
Florencia arrepentida. A su vez, Dios Padre expulsa las nubes diabólicas de la ciudad
mediante su ejército celestial armado con escudos, que portan las armas del partido de
los ciudadanos. Esta obra pretende representar la era posterior a la dominación de los
Médici, en que la paz y la justicia volverán a Florencia (Deimling, 1994: 81).
Conclusión
Como consideraciones finales, cabe remarcar que la presencia de los ángeles
acompañando a Cristo crucificado tiene su origen en la Alta Edad Media y perdura
todavía en la actualidad. Pese a no gozar, en la mayoría de los casos, de fuentes directas
que hablan de su presencia, ésta ha sido constante a lo largo de los siglos, bajo diferentes tipologías, algunas de las cuales sí que tendrán unas fuentes claras –portando
cálices, el alma de san Dimas–, y otras en cambio parecen haber surgido por la síntesis,
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fusión o simplificación de diferentes personajes que llenan las composiciones de la
muerte de Cristo –portando la Iglesia y la Sinagoga, el Sol y la Luna–, especialmente
durante la Alta Edad Media. Durante esta época las imágenes de la Crucifixión suelen
estar plagadas de personajes simbólicos, relegando a un segundo plano a los personajes
históricos –como María, san Juan o la Magdalena–. La síntesis y simplificación de estas
composiciones y su intencionalidad en plasmarlas de la forma más natural y fiel a la
narración de las Escrituras llevará a la desaparición o aparición de nuevas tipologías
de ángeles, las cuales, al menos las más comunes, suelen tener unas cronologías más
o menos delimitadas, exceptuando los ángeles portando cálices, que, siendo posiblemente la tipología angélica más difundida, y una de las más tardías (siglo XIII), siguen
todavía presentes en algunas representaciones más contemporáneas.
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