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La discoteca
Elena una persona muy contradictoria. Es difícil entenderla por
lo que si quieres ser su amiga tienes que aceptarla como es. Ha
entrado en la cincuentena y por supuesto se cree todavía joven,
por lo tanto “dice” que piensa como los jóvenes y viste como tal;
de hecho algunas veces roza el ridículo, vistiéndose con la ropa
de su hija y alegando que no ha cambiado de talla en años.
Se dice solidaria y “progre”, aliándose con las causas de los más
débiles, aunque no conocemos ninguno de sus amigos causa alguna
con la que haya colaborado. Dice muchas cosas pero sus actos y
hechos
la
delatan,
se
manifiesta
como
una
conservadora
preocupada por la defensa de su “status quo”.
Hoy viernes, ha sido para ella un largo día. Después de haber
trabajado casi 10 horas, se ha comprometido con su amiga Mar
que celebra su cumpleaños. Han quedado todas las amigas de la
universidad para tener una noche solo de chicas, como hace años.
Van a ir a una discoteca, a la misma que solían ir cuando eran
jóvenes, ha cambiado de nombre pero sigue siendo el mismo lugar.
Cuando llega a la puerta mira el reloj y comprueba que todavía
es muy pronto, no le ha dado tiempo de ir a casa a cambiarse, así
que
piensa
–las
esperaré
tomando
una
coca
cola,
para
despejarme.
La discoteca está en un sótano. Al entrar el sofocante calor
húmedo le da una bofetada que le hace retroceder un paso.
Espera unos instantes hasta que sus ojos, poco a poco, se
acostumbran a la escasa pero brillante luz que inunda el
interior.
El local está casi vacío, solo se vislumbran algunas sombras aquí
y allá moviéndose al ritmo de la música. Tiene que esperar un
poco en la barra para que la atiendan pues la camarera está
aprovisionando de bebida los estantes para la noche que intuía
movida.
-
En lugar de una coca cola voy a tomar un gin tonic, como
antes, esto sí que me va a sentar bien.- se dijo.
Pidió su bebida y se dirigió a un rincón del local, a sentarse hasta
que sus amigas llegaran.
Se concentró en la música discoteca que sonaba y en el recuerdo
de su forma de bailar. Antes le gustaba mucho bailar -¿porqué
había dejado de hacerlo?- se preguntó. Recordó los movimientos
a los que le incitaba la música, haciéndole sentir esa libertad
efímera de su juventud.
A los pocos minutos llegó un grupo de chicos que animó la pista.
Se fijó en un chico alto y moreno, muy guapo, que parecía ser el
que tiraba de todos los demás para que bailasen. Pronto comenzó
a destacar por su ritmo a veces frenético y a veces sensual. El
espectacular
cuerpo
del
chico
en
movimiento
te atrapaba,
impidiéndote mirar hacia otro lugar.
Cambiaron la música, los chicos se retiraron de la pista y
cogieron sus bebidas. Alguna pareja se animó a bailar cogidos.
Elena observó al chico moreno cómo se acercaba al lugar donde
ella estaba. Al llegar a su lado le dijo – ¿bailas? – Ella no se lo
podía creer - ¿es a mí?. Claro que por aquí no hay nadie más.
¿Ahora los chicos sacan a bailar a las chicas? Si esto ya no se
lleva, o tal vez
si, hace años que no entro en una discoteca.-
Aturdida y perpleja, mientras pensaba todo esto, contestó como
una autómata ¡No!, intentando alargar la palabra para buscar
que su mente una buena escusa. El chico la premió con una amplia
sonrisa y le tendió la mano, a esto no se pudo resistir, -¿porque
no?, -pensó-mientras vienen mis amigas puedo divertirme un poco.
Si mediar palabra se levantó y se dirigió a la pista agarrada de
la mano de aquella interesante pareja.
Bailaron distintos tipos de música. El chico la llevaba, haciendo
que todo su cuerpo la transportara por aquellos ritmos a veces
desconocidos para ella. No fue consciente del paso del tiempo, de
pronto se dio cuenta de que la discoteca estaba llena. Ellos dos
bailando en medio de la pista y mucha gente mirando a su
alrededor. Pudo distinguir a sus amigas, ellas gritaban para
llamar su atención y le hacían gestos de triunfo. No entendía muy
bien lo que pasaba, -¡estaba bailando con un chico jovencísimo y
había gente coreándola!, no salía de su sorpresa. Comenzó a
observar la cara de las personas, y a cada vuelta se fijaba en
alguien que le resultaba familiar, cuando parecía tener retenida
la imagen en su mente, ésta se desvanecía apareciendo otro
conocido. En una de las vueltas ya no vio a nadie más.
-
Elena, Elena, … - las voces la alarmaron y el liquido helado
que recorría su cara la hizo salir del sopor en el que estaba
sumida. ¡Cómo te encuentras! – le preguntó su amiga Mar.
-
¡Cómo me encuentro! Estoy mareada. ¿Qué me ha pasado?
-
Te ha debido dar una bajada de tensión. Llevamos un rato
tratando de reanimarte, nos has dado un buen susto. – Le
contestaron.
Al momento, entre las muchas caras que la observaban distinguió
al camarero del local que recogía los vasos vacíos que había
sobre la mesa. ¡Era el mismo chico con el que había bailado!
-
Ya estoy bien, -dijo haciéndose cargo de su situación a la vez
que se incorporaba en el sillón.
Se secó la cara con la servilleta, se alisó el vestido, se
recompuso la melena, bebió el último trago del gin tonic y
dirigiéndose a sus amigas que la miraban estupefactas les dijo preparaos que esta noche promete.

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