Transitando en el feminismo

Transcripción

Transitando en el feminismo
DEBATE
TRANSITANDO EN EL FEMINISMO: TRANSFEMINISMOS[1]
Marina Bernal[2]
Hace algunos años en éstas mismas páginas, cuadernos feministas acogió un texto que
daba cuenta de un proyecto intergeneracional de feministas impulsado por ELIGE y
GEM[3], que era un intento consciente y propositivo de explorar el factor generacional y
su impacto en el movimiento y agenda feminista. En el marco de ese proyecto, feministas
mexicanas de diversas regiones y generaciones nos sentamos a discutir sobre nuestras
identidades, historias, múltiples condiciones y necesidades y la forma en que todas ellas
entraban a jugar en nuestra historia conjunta y nuestra lucha feminista.
Han pasado ya 7 años desde entonces, y esa experiencia, sentó un precedente para muchas
de las que participamos, en cuanto a las posibilidades de construcción y transformación de
nuestro movimiento. La escucha, la disposición al diálogo y el afrontar y trascender el
temor y la angustia que producía la diferencia, en este caso referida a la edad, permitió a
las que fuimos parte de ese proceso, el mirarnos no solo desde las dinámicas de poder
inscritas en nuestra forma de vincularnos, sino poder ir mas allá y reconocer nuestras
diferencias, los diferentes feminismos que nos alimentan y nuestras coincidencias,
ubicando aspectos políticos centrales compartidos, en nuestra agenda.
Experiencias similares a este encuentro entre generaciones de feministas, se han sucedido
no solo en el feminismo latinoamericano sino incluso yendo mas allá, en el Sur Global;
frente a las políticas económicas neoliberales que han pauperizado a nuestros países al
despliegue imperialista de la “lucha contra el terrorismo global” liderada por EEUU, el
avance de la derecha fundamentalista y el endurecimiento del terrorismo de Estado.
Una gran diversidad de movimientos sociales se han movilizado a través de los Foros
Sociales Mundiales y otros medios y espacios, asumiendo la necesidad imperiosa de
diálogo y búsqueda de construcción de puentes y agendas comunes entre movimientos, y
al interior de cada movimiento, como contrapeso y resistencia a la agenda fundamentalista
y neoliberal global. Así mismo, la izquierda en la región se ha visto forzada a revisar sus
caminos, discursos y estrategias, con diferentes grados de éxito.
No obstante lo avanzado dentro del movimiento feminista dentro de foros más amplios
como han sido los diálogos feministas en el marco de los Foros Sociales Mundiales, los
encuentros feministas Latinoamericanos y del Caribe, aún nos falta mucho por analizar y
transformar respecto a nuestras categorías de inclusión y exclusión, así como la forma y
criterios que seguimos para delimitar nuestras demandas y aquellos aspectos que
consideramos prioritarios, pertinentes o secundarios.
Así como en su momento las mujeres negras, lesbianas, bisexuales e indígenas,
cuestionaron (y continúan cuestionando) al feminismo blanco hegemónico y heterosexual
por considerar que su agenda ignora o soslaya las intersecciones entre género, clase, raza y
orientación sexual; el feminismo trans, así como el intersex, han venido a trastocar un
terreno de apacibles “certezas” construidas a partir de la naturalización del cuerpo,
desdibujando la claridad de categorías y criterios de cohesión sobre las que se asientan
nuestras demandas, teorías y categorías, como son: la categoría de “mujer” y de “género”;
viniendo a complejizarlas, problematizarlas o desmontando los supuestos sobre los que
éstas subyacen.
El feminismo trans[4] así como el feminismo intersex[5], han venido a interrogar nuestras
formas de hacer política, de afirmar nuestra identidad, la forma en que hacemos uso del
lenguaje al definir nuestras necesidades, deseos, cuerpos, identidades, géneros y sus
expresiones.
Frente a una tendencia global homogeneizante y excluyente que configura incluso los
rangos posibles de la marginalidad, es necesario nombrar las múltiples opresiones
cuestionando la forma en que se construye la otredad, lo diferente, lo específico, lo
marginal, lo periférico y lo minoritario; frente a lo universal, lo mismo, lo propio, lo
central, lo hegemónico o lo prioritario; no solo hacia afuera, sino también hacia el interior
de nuestros propios movimientos y en concreto dentro del feminista.
Aún necesitamos muchos puentes, o más que puentes, vasos comunicantes que permitan
el diálogo, el encuentro, el enriquecimiento de nuestras miradas; considerando nuestras
relaciones, cruzadas por múltiples condiciones: por prácticas sexuales, formas corporales,
identidades y necesidades que, pueden ser percibidas como fronteras o muros
infranqueables, pero también como posibilidades de articulación y crecimiento conjunto
trascendiendo aquellas categorías que demuestran sus limitaciones, frente a nuevos
escenarios, experiencias vitales y demandas.
Para ello, es necesario el diálogo entre feminismos… feminismos transgresores,
transversales, transformadores de nuestras propias categorías y de nuestras certezas, y la
construcción de estrategias y articulaciones conjuntas y conjuntas desde el espacio de
frontera, no como espacio de marginación, sino como espacio de habitabilidad.
Trasfeminismos, transfronterizos que nos permitan a todas nos, diferentes, múltiples,
encontrarnos y reconocernos en un horizonte feminista… que sea posibilidad y no
frontera.
[1] Quiero agradecer a Mauro Cabral, la lectura cuidadosa y generosa que hizo de este texto; asi como las
conversaciones y textos compartidos con Alejandra Sardá y Hazel Gloria Davenport.
[2] Psicóloga, feminista y activista de diversos movimientos sociales desde hace mas de 10 años. Integrante de
MULABI, Espacio latinoamericano en Sexualidades y Derechos; ARTEMISA, Grupo Interdisciplinario y Ciudadanas
en Movimiento por la Democracia.
[3] Cuadernos Feministas, número 11 (enero, febrero, marzo de 2000)
[4]Al respecto, en México Gloria Hazel Davenport, mujer trans feminista y funcionaria de CENSIDA afirma que “la
mujer trans en su lucha se vincula con 4 demandas del feminismo: con el llamado que hicieron las sufragistas inglesas
(…) a que el Estado reconociera su identidad, nosotras estamos en la misma situación, no podemos votar. Otro punto de
coincidencia con el feminismo es la necesidad de separar el sexismo de nuestras identidades: la imagen trans sólo se
concibe asociada al trabajo sexual. Un tercer punto es nuestra búsqueda porque el Estado reconozca el derecho que
tenemos de decidir sobre nuestro propio cuerpo. Si quiero comenzar mi proceso de reasignación sexual tengo que ir con
un médico para que me realice modificaciones genitales, pero a ese médico lo pueden meter a la cárcel, porque la ley
general de salud, en alguno de sus recovecos, dice que si un médico mutila un órgano que es físicamente útil puede ir a
la cárcel. También hay que mencionar la forma en que la prensa trata el tema: cada vez que una mujer transexual o
transgenérica aparece muerta o asesinada escriben “Lilo asesinado por crimen pasional”. Y no era un lilo ni fue muerto
por un crimen pasional, era una mujer transexual o una mujer transgenéro asesinada por homofobia y por transfobia que
es una expresión de misoginia. La burla y el estigma, la amenaza son constantemente asociadas a las mujeres trans (…)
porque somos ejemplos de la castración voluntaria y deseada. Los hombres que no quieren ser hombres sino mujeres
son muy difíciles de asimilar por el sistema. Este tipo de paradoja tiene una cápsula de escape que es la violencia. Hay
una cantidad de trans asesinadas que aun no hemos ni siquiera cuantificado”. (Fragmento de la conferencia dictada en el
Seminario taller “Las defensoras de los derechos humanos en México” realizado el 24 y 25 de marzo del 2006, en la
Ciudad de México).
[5] Al respecto Mauro Cabral, investigador y activista Intersex Argenitno, afirmó en una entrevista realizada en Lima,
Perú: “El movimiento feminista es muy sensible a las mutilaciones sexuales por razones religiosas. Critica las
clitoridectomías o las mutilaciones genitales que ocurren en Africa, no las que se (practican a las niñ*s y bebés intersex)
en el hospital o la ciudad donde uno vive. El derecho al propio cuerpo es el derecho a abortar o el derecho a una
ligadura de trompas, pero la cultura donde esas intervenciones tienen lugar considera que el cuerpo de la mujer es uno y
no puede ser otro. Y ese sesgo de género debería ser tematizable para el feminismo. Pensar hasta qué punto las
intervenciones normalizadoras se basan en un discurso normalizador del cuerpo de todas las mujeres; porque
impactarán directamente en las mujeres con corporalidades intersex, pero (… en realidad) forman parte del mismo
campo de conceptos y de prácticas. Las mujeres no pierden su cuerpo solamente al ser violadas o no poder acceder al
aborto o a la ligadura: hay mujeres que lo pierden antes. Si el feminismo se ocupa sólo de aquellas mujeres que están
correctamente inscriptas dentro de la diferencia sexual, entonces habría que preguntarse hasta qué punto la diferencia
sexual se sostiene en esas prácticas de intervención. Hasta qué punto la diferencia sexual es una tecnología, una ficción
y una regulación. http://archivodlg.galeon.com/nacfeb26.htm

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